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204 Capítulo 3 Ilna larga espera 205

más afortunada que otras provincias»; «Tucumán -dice lico, autoritario, enemigo de novedades- se expresó en
el desterrado tucumano Alberdi- conoce una toleran- la constitución de 1833; bajo su égida Chile conoció un
cia excepcional». Casi todas las provincias han termi- orden que fue despersonalizándose, luego de superar
nado por ser las más afortunadas, y las élites urbanas, 1;\5 pruebas del asesinato de Portales (1837) y la gue-
que en 1825·30 han fracasado en su intento de recon- rra con la confederación perú-boliviana. Ese orden fue
quistar el poder, lo están ahora sitiando pacífica v vic- presentado a la opinión pública hispanoamericana en
toriosamente. . térrninos muy idealizados por los jóvenes emigrados ar-
gentinos antirrosistas (Sarmiento López, Alberdi) que,
acusados en su patria de ser agentes de ideas disol-
Las administraciones de orden reflejan pálidamente ventes, encontraban que sus mensajes de sabor muy
en la Argentina rosista, el que es en la primera mitad libremente saintsimoniano eran recibidos sin alarma por
del siglo XIX el éxito más considerable de la Hispano- el Chile conservador, que les abría sus periódicos, sus
américa independiente: el de la república conservadora cátedras y, a veces, sus magistraturas. Esa idealización
de Chile. En la década del 20 muy poco parecía anun- disimula algunos rasgos de la realidad chilena, pero
ciar ese éxito: Chile había enfrentado experiencias ex- subraya otros muy reales: es real, por ejemplo, la ins-
tremadamente agitadas. O'Higgins había intentado orga- ritucionalización, acompañada de una liberalización len-
nizar un autoritarismo progresista de raíz borbónica: ta del régimen, sobre todo a partir de 1841 y 1851
había fracasado bien pronto, acusado de despotismo lue- (presidencia de Manuel Montt, que tuvo que enfreno
go de chocar con los terratenientes por su reforma del tal' a los sectores más cerradamente conservadores).
sistema de herencia, con la Iglesia por su tolerancia con Esa liberalización se vinculaba además con cambios
los disidentes, con la plebe por su pretensión de limitar más generales en la vida chilena: de 1831 es el co-
sus festejos tradicionalmente tumultuosos. Refugiado en mienzo de un período de expansión minera del Norte
Lima, dejó el camino abierto a una experiencia liberal Chico, que crea, al lado de la clase terrateniente del
y federal que no fue capaz de fundar un orden estable. valle central que es la gobernante de la república con-
Reaccionando frente a ella, Diego Portales puso las ba- servadora y que domina desde tiempos coloniales, un
ses del orden conservador. Este hombre de modesto ori- grupo de riqueza más nueva que introduce también en
gen, efímeramente enriquecido en el comercio de Val- la capital un estilo de vida menos sencillo y tradicional.
paraíso, se lanzó a la política en representación de un Por otra parte, una aristocracia que vivía de la expor-
grupo -el de los agiotistas- al que la penuria pública tación, como era la chilena, había debido limitar espon-
había hecho surgir en Chile como en otras partes, y en táneamente, en atención a sus intereses económicos, la
cuyo nombre exigía una atención mayor a las necesida- preferencia, basada en criterios ideológicos y religiosos,
des de un orden más estable; en su apoyo Portales con- por el aislamiento; las más tenaces resistencias no im-
vocaba el descontento plebeyo, a la vez que el de los piden los progresos hacia la libertad del culto disidente,
terratenientes, que añoraban tiempos más serenos. que es el de los ingleses que dominan el comercio de
La victoria del general conservador Prieto sobre el li- Valparaíso. Notemos, por último, que la preocupación
beral Freire hizo al vencedor presidente y a Portales mi. conservadora por ampliar la enseñanza crea grupos de
nistro todopoderoso: desde el gobierno impuso un orden origen a' veces humilde dotados de nueva capacidad de
muy rígido en lo político y en lo social, combatiendo el articular sus puntos de vista, y poco satisfechos del Jugnr
endémico bandidaje rural. El sistema conservador -cató- muy marginal que, salvo excepciones, el orden conserva-
206 Capítulo 3 ·1. Surgimiento del orden neocolonial
dar les reserva. A mediados de siglo, como los otros países
hispanoamericanos que conocen menos gloriosos regíme-
nes conservadores (Colombia o Venezuela), Chile apa-
rece trabajado por un descontento muy vasto: aún más
que en aquellos países, en Chile, tras de los voceros
más ruidosos de ese descontento, se dibujan nuevos sec-
tores altos (1os mineros) que aspiran a compartir el po-
der y combaten por él desde posiciones de fuerza eco-
nómica ya muy considerable.

A mediados del siglo XIX, los frutos de la emanci-


pación no han comenzado a cosecharse; la conquista de
la estabilidad, sin embargo, se ha logrado sólo en las
tierras antes marginales del imperio español y en el Bra--
sil (aun para la turbulenta Argentina un emigrado an-
tirrosista de la generación romántica, J. B. Alberdi, podía
trazar, en 1847, un cuadro demasiado sistemáticamente
positivo, pero de ningún modo falso). Menos éxito
habían logrado las tierras de minería colonial -Méxi-
co, Perú, Bolivia-; particularmente la primera parccin
hundida en un marasmo, una de cuyas causas eran las
obstinadas tentativas conservadoras de sacarlo de él por
vías impracticables.
Esos rasgos positivos -limitados en su significación
por la aparición de signos de futuras tormentas- no
autorizaban a esperar una consolidación rápida de II1l
nuevo orden latinoamericano. Esta comenzó a produci r
se sobre todo desde que la relación con las zonas l'('O-
nómicas metropolitanas comenzó a cambiar; este camliio
es un aspecto del que a partir de mediados del sil~lo
207
208 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 2()')

afecta a la entera economía metropolitana. Gracias a él del metal californiano, sin embargo, el que provoca una
pudo ésta cumplir las funciones que desde la emanci- aproximación firme entre el área del Pacífico y la CC\ i-
pación se habían esperado vanamente de ella: no sólo nomía metropolitana. Las consecuencias inmediatas para
iba a proporcionar un mercado para la producción tra- los países hispanoamericanos que bordean ese océano
dicional latinoamericana, sino a ofrecerlo para un con- son considerables; súbitamente instalados sobre una ruta
junto de producciones nuevas a la vez que ampliaba su que adquiere importancia creciente, esa nueva situación
capacidad de absorción de los frutos de las tradiciona-. les ofrece medios más fáciles para exportar sus frutos.
les; por añadidura iba a ofrecer los capitales que -junto No es esa la única consecuencia del descubrimiento ca-
con la ampliación de los mercados consumidores- eran liforniano: la economía desenfrenadamente consumidora
necesarios para una modernización de la economía latino- que surge en torno de los centros auríferos activa di-
americana. rectamente la de los países del Pacífico: en California
La eficacia que el cambio de la coyuntura econó- habrá barrios de chilenos; en 1849, en Mendoza, rin-
mica mundial tuvo para Latinoamérica fue acrecida por cón andino de la Argentina, ha entrado también la
el modo en que éste se produjo. Una explicación hoy fiebre emigratoria. Más importantes son otras innova-
impopular pone en la base de ese cambio el descubri- ciones: California es un estímulo para la agricultura
miento del oro californiano, acrecido en sus consecuen- chilena, y Sarmiento pudo describir cómo la prosperidad
cias por el poco posterior de los yacimientos australia- surgida de las ventas de trigo se tradujo en pocos años
nos. Esta explicación tiene, en todo caso, el mérito de en la expansión de la construcción urbana en Santiago;
recordar que el cambio de coyuntura comenzado hacia de nuevo en Mendoza una transformación de menor al-
1850 no sólo abre una etapa de alza destinada a durar cance se produce cuando la fruta seca local halla el ca-
hasta 1873, sino también se acompaña de una amplia- mino de las tierras del oro.
ción del espacio económico, de una unificación creciente Otros cambios de ámbito más limitado: los puertos
del que estaba organizado en torno de la metrópoli gra- de la nueva ruta tienen ahora vida más intensa, deri-
cias a un sistema de intercambios hasta entonces relati- vada del puro tránsito, y entre Panamá y el Atlántico
vamente poco voluminoso. Esa unificación es facilitada una ruta muy cercana a la que en el siglo XVII seguían
por la renovación de los transportes, dejada, sin embar- las mercancías destinadas a las tierras españolas del mar
go, en segundo plano por una intensificación del empleo del Sur es ahora la que siguen inmigrantes ansiosos de
de los tradicionales, sobre todo en las rutas oceánicas; llegar rápidamente a California; entre 1850 y 1855 se
en las fluviales latinoamericanas y en el cabotaje cos- completaría allí, a muy alto costo, un ferrocarril que
tero (por ejemplo en el Pacííico peruano y chileno) el a través de la selva comunicaba los océanos; era uno
vapor, ensayado desde la década del 20 en el Magda- de los primeros de América Latina, y sus dueños eran
lena y el Plata, ha hecho su aparición masiva en la del capitalistas de Nueva York.
40; en cambio, la navegación de la costa oriental a la De esas transformaciones la más importante era, sin
occidental de Estados Unidos por la ruta del cabo de embargo, indirecta: gracias al cambio que en el mapa
Hornos sigue siendo la hazaña de los clippers de Nueva económico del planeta introducía California, la Ibero-
Inglaterra. Son esos medios los que, ya antes de los des- américa del Atlántico y la del Pacífico entraban juntas
cubrimientos de metales preciosos, han permitido una en su nueva etapa histórica.
expansión hacia el Pacífico insular que se ha traducido Las innovaciones de ésta eran anunciadas por cambios
en conflictos anglofranceses; es sólo el descubrimiento sin duda más superficiales, pero ya visibles a mediados
Halpcrin, 14
210 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 211

de siglo. El tono de la vida urbana se hace más europeo; tectónicas juzgadas entonces admirables: la costa del Río
si el proceso es muy parcial (a fines de la década del 50 de la Plata, en los alrededores de Buenos Aires, se cu-
un viajero pudo ver, en torno a la Bolsa de Buenos bre de chalets dudosamente normandos, mientras -es-
Aires a una muchedumbre de caballos que esperaban al cribe gravemente Sarmiento- el estilo dórico conquista
sol q~e sus amos terminaran sus especulaciones) es. in- el predominio en Zárate (una aldea de la campaña de
negable, y sus raíces parecen ser dobles. La normaliza- Buenos Aires). El diagnóstico no es siempre tan segu-
ción relativa lleva a un aumento de la conspicuous con- ro: en Santa Fe (Argentina) se ha construido una casa
sumption, sea de las clases altas tradicionales (en Méxi- que llaman chinesca; un admirado cronista opina que es
co notaban los observadores extranjeros, las damas de «más bien de estilo hindú». En Santiago de Chile las
la ' aristocracia habían adoptado la moda europea sólo lluevas casas señoriales no se organizan ya en torno a
para complicarla con una profusión de adornos costo- 1111 patio y un aljibe: ahora tienen escaleras de honor,
sos), sea de las medias urbanas, que ahora volvían a de madera tallada importada de Europa, y salones de
gozar de alguna prosperidad, sea, por fin, de un estado techo decorado, y abundantes mármoles igualmente im-
finalmente aliviado en las zonas prósperas del peso de portados ... Así la América Latina exhibe ya los signo~T
su miseria postrevolucionaria: en Buenos Aires, luego de externos de un progreso que sólo está comenzando a i
la caída de Rosas, como en Santiago y Valparaíso al afir- llegar a ella. .J
marse la prosperidad minera y cerealera se construyen y para el cual se prepara también de manera menos
de nuevo teatros y se pavimentan calles. Por otra parte, superficial: a mediados del siglo XIX comienza en casi
hay un conjunto de progresos técnicos que irrumpen todas partes el asalto a las tierras indias (unido en al-
para cambiar el aspecto de las ciudades: etgas. en gunas regiones al que se libra contra las eclesiásticas);
la década del 50 remplaza al aceite y a la maloliente ese proceso, que en algunos casos avanza junto con la
crasa vacuna o equina como medio de iluminación en expansión de cultivos para el mercado mundial, en otros
Buenos Aires, en Valparaíso, en Lima, después de ha- se da perfectamente separado de ésta. Su primer motor
berse impuesto en Río de Jan~iro. Al mismo tiempo los parece ser entonces la mayor agresividad de sectores, a
nuevos medios de transporte acercan a las ciudades de menudo ubicados a nivel más bajo que los tradicional-
Europa; si bien la mayor parte de la navegación oc~ánica mente dirigentes (aristocracia rural provincial, comer-
seguirá haciéndose por varios decenios a vela, a comienzos ciantes, a menudo mestizos, de las ciudades pequeñas;
de la década del 50 el buque-correo inglés comienza a también lo que se llama ahora «indios ricos», sea que
transportar pasajeros en vapores por las grandes rutas éstos hayan prosperado dentro o fuera de la estructura
americanas: en un mes se llega de Portsmouth a Buenos comunitaria, y en el primer caso sobre todo mediante
Aires; terminan las inseguridades y los naufragios fre- un juicioso uso económico de su preeminencia político-
cuentes en la anterior navegación a vela. social); junto con ella, 10 que hace más atractiva la con-
Esas oportunidades nuevas son utilizadas con entu- quista de las tierras indias parece ser, en una primera
siasmo: los nuevos teatros se pueblan, gracias a los etapa, la expansión de los mercados locales proporcio-
nuevos vapores, de compañías de ópera italianas, prime- nados por ciudades y pueblos; ese signo de un carnbio '-
ro deplorables, que mejoran rápidamente cuando se d.es- en el equilibrio entre sectores urbanos y campesinos
cubren las posibilidades de lucro que ofrece un público -que la revolución había orientado en casi todas par-
inculto pero generoso. La nueva riqueza y los nuevos tes en favor de los segundos- comienza a darse en
contactos culturales se traducen en innovaciones arqui- rigor antes de que otras transformaciones vinculen de
212 Capítulo 4
Surgimiento del orden neocolonial 213
modo nuevo a Latinoamérica con la economía mundial,
aunque está destinado a intensificarse con ellas. préstamos, entre otras cosas, para pagar los intereses
de los viejos), y esa expansión está lejos de ser cons-
'Cuáles son esas innovaciones? Se ha señalado que
tante. Las crisis comerciales (la de 1857 es demasiado
so¿ básicamente dos: mayor disponibilidad de capitales
temprana para revelar ese nuevo aspecto, pero la de
y mayor capacidad por parte de l~s metrópolis. para
L873 lo muestra con cruel claridad) se doblan de crisis
absorber exportaciones hISpan?a~encanas .. La pn~era
financieras: junto con la contracción de las importacio-
se vuelca en inversiones y créditos a gobiernos: estos
nes metropolitanas se da la del crédito y las demás for-
tienen una importancia política considerable, y,a q';l~ per-
mas de inversión; a esa nueva dimensión financiera se
miten, en algunos casos, apresurar la emancipacion ?e
debe una gravedad que de otro modo las crisis no hu-
los gobiernos respecto de sus normales fuentes de In-
biesen tenido: hasta 1890 la evolución de los términos
gresos fiscales situadas en las zona~ rurales. (comp~emen-
de intercambio favorece a los productos primarios, y las
tanda así la expansión del comercio y ~e mdustnas. ex-
crisis aceleran esa evolución favorable, pero la caída de
tractivas que hará posible en algunos l?alses .--:-por ejem-
los precios de esos productos, aunque menos fuerte que
plo el Perú- reemplazar el sistema ImposItIvo basado
la de los industriales, adquiere consecuencias catastrófi-
en las contribuciones de las zonas de agricultura de ~~b-
cas debido a la obligación de pagar deudas en metálíco.
sistencia por otro basado en esos sectores en e~pansIOn)
No importa: las crisis se superan y el sistema vuelve
y en todos los casos disponer de re~ursos, ~as vastos.
a funcionar: los estados necesitan de él para atender
Esta innovación es rica en consecuencias políticas, y con-
una parte de sus gastos ordinarios.
tribuye a producir la consolidación del Estado que es
Las inversiones por su parte actualizan un esquema
uno de los hechos dominantes en esta etapa: en la Ar-
de distribución de tareas que viene de atrás: la co-
sentina donde los inzresos del gobierno central prove-
mercialización y el transporte interoceánico quedan a
nían tradicionalmente ode rentas aduaneras d epen dilentes
o'
cargo de sectores extranjeros; los localmente dominan-
del comercio ultramarino, fueron los préstamos eur~peos
tes se reservan las actividades primarias. Este esque-
los que hicieron más fácil el triunfo de ese gobierno
ma comienza, sin embargo, a ser superado lentamente,
contra las resistencias provinciales: el monto de esos
y siempre en el sentido de una penetración aún mayor
préstamos, observaba un ministro de Hacienda a fines
de los sectores extranjeros: la minería, y aun algunas
de la década del 70, cubría exactamente el ~osto de .las
formas de explotación sumaria de las riquezas superfi-
guerras civiles y de la ?;l Parag~ay, que habla c~~phdo
también ella una función esencial en la aíirrnación del .ciales (es el caso del guano), son objeto de una trans-
ferencia progresiva en beneficio de éstos; la red ferro-
poder central.. ,
viaria es también controlada a menudo por extranjeros.
Los préstamos a gobiernos, que cada. yez mas frecuen-
Aún se insinúa -muy cautamente- una intervención
temente adoptan fórmulas de devolución a largo plazo
extranjera en la agricultura y ganadería, bajo la forma,
(colocados por banqueros en las bolsas europe~~ -en
sobre todo, de empresas de especulación inmobiliaria,
particular la de Londres- s~e~:n ser de redenCI?n pro-
que no logran, sin embargo, quebrar el predominio
gresiva), se apoyan en. una visten d~l futuro !atmoame-
que sobre este sector tienen las clases altas. ¿Esa dis-
ricano (a la que contribuyen a fortificar) segu~ la cual
tribución de funciones era necesaria? Los historiadores
la expansión constante de la economia resolvera el ,P:o-
latinoamericanos, muy conscientes de 10 que significó
blema del endeudamiento. De hecho es la del crédito
como peso negativo para la evolución posterior, sue-
externo la que 10 resuelve a su modo (se toman nuevos
len plantear el problema de modo más anecdótico, e
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indignarse de la generosidad no siempre desinteresada la hace consumidora de la producción industrial de esas


con que fueron abiertos al capital extranjero sectores .ireas, e insinúa al respecto una transformación, vincu-
en que precisamente mínimos aportes de capital ase- lada en parte con la de la estructura productiva metro-
guraban ganancias cuantiosas. Sin duda, no se equivo- politana: no son ya los artículos de consumo perecedero
can al demorarse en algunos casos particularmente escan- (textiles, seguidos de lejos por los de menaje domés-
dalosos (el más extremo es quizá el del guano peruano) rico) los absolutamente dominantes: las inversiones ase-
y al señalar en el avance de la corrupción política el guran un flujo variable de bienes de capital, productos
correlato necesario de esaactitud. de la renovada metalurgia, y también uno más constante
P~ro esa corrupción, a menudo muy real, no basta para de combustibles (el carbón, victorioso con la moderni-
explicar todo: tras ella hay una aceptación de la distri- zación que hace abandonar las fuentes locales de luz y
bución de tareas ya mencionada por parte de las clases calor, confirmado luego en su predominio por la ex-
altas locales, que es fácilmente comprensible: en lo in- .. pansión de las redes ferroviarias) y de repuestos y otros
mediato las inversiones de capitales, beneficiando a veces productos complementarios. Esa evolución de la compo-
desmesuradamente a quienes las hacían (aunque hubo sición del comercio importador es, sin embargo, lenta,
también inversiones desdichadas v otras sólo mediocre- y no madurará sino en tiempos posteriores.
mente rendidoras), beneficiaban "aún más a las clases Las nuevas funciones de América Latina en la eco-
propietarias locales, que aumentaban a la vez sus rentas nomía mundial son facilitadas por la adopción de polí-
(gracias a una expansión de la producción facilitada por ticas librecambistas, que viene en rigor de antes pero
el nuevo clima económico) y su capital, multiplicado se afirma ahora en casi todas partes. El librecambio (ro-
-sin necesitar ninguna inversión sustancial- por el deado de prestigio excepcional no sólo porque ofrece a
proceso de valorización de la tierra. En esas condiciones las áreas metropolitanas, como gustan de recordar amar-
es ocioso preguntarse si acaso no había disponibilidades gamente los estudiosos de las marginales, un admirable
de capitales para las inversiones a las que fueron con- instrumento ideológico de penetración económica en es-
vocados los extranjeros; 10 que contaba era la decisión tas últimas, sino también porque promete cumplir dentro
de los dueños de esos capitales de no invertirlos de ese de aquéllas una función de reconciliación social en el
modo. Al dejar de lado este aspecto del problema, el marco del orden capitalista) es la fe común de dirigentes
estudioso actual tiende a disminuir la importancia del .._ políticos y sectores altos locales, a la que, sin embargo,
P,.~~J1,ge las clases dirigentes locales en la etapa de afir-~ son capaces de imponer en defensa de muy concretos in-
macron del orden neocolonial. tereses limitaciones desconcertantes para quienes ven en
Pues es éste precisamente el proceso que llena la eta- unos y otros a las víctimas de una fascinación exclusiva-
pa iberoamericana comenzada a mediados del sizlo XIX: mente intelectual por ciertas doctrinas. En todo caso el
la fijación de un nuevo pacto colonial que, corno hemos librecambio es un factor de aceleración del proceso que
visto, había sido para algunos de sus sectores protago- comienza para Latinoamérica, y esa es, sin duda, la causa
nistas el contenido concreto de la emancipación de Es- última de su popularidad local, que se amplía también
paña y Portugal, demorada hasta ahora, va finalmente srracias a los nuevos hábitos de consumo de sectores ur-
a producirse. Ese nuevo pacto transforma a Latinoamé- banos en expansión, que hace depender de la importa-
rica en productora de materias primas para los centros ción a masas humanas cada vez más amplias.
de la nueva economía industrial, a la vez que de artícu- Estos sectores urbanos pueden a menudo impacien-
los de consumo alimenticio en las áreas metropolitanas; tarse ante el monopolio político de las oligarquías ex-
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portadoras, y en etapas más tardías llegarán a amena- emisión, sea como resultado de las CtISIS financieras de
zarlo. Sin embargo, coinciden con los grupos localmente los estados que se han lanzado con demasiada avidez
dominantes en apoyar las líneas fundamentales de la sobre el crédito internacional, y deben echar mano del
transformación que ahora comienza: esto hace posible respaldo metálico de su circulante interno para atender
una continuidad política más marcada de lo que podría obligaciones exteriores en horas de crisis, renunciando
suponerse dada la frecuencia de conflictos a menudo vio- momentáneamente a la convertibilidad. En los conflictos
lentos; es que esos conflictos no afectan la vigencia de monetarios pueden hallarse los únicos episodios de re-
coincidencias fundamentales, que antes no se daban en el sistencia de los sectores altos locales a las fuerzas que
mismo grado: América Latina parece haber encontrado, clesde fuera dirigen la economía hispanoamericana, y que
finalmente, su camino, y en cuanto a él las disidencias mantienen por la moneda con respaldo metálico una de-
se hacen cada vez menos significativas. voción sin desfallecimientos. Si bien la finanza interna-
La coincidencia que se ha apuntado no excluye que cional se maneja casi exclusivamente en metálico (sólo
los beneficios derivados del nuevo orden se hayan dis- excepcionalmente la Argentina logró la hazaña de insta-
tribuido muy desigualmente dentro de las sociedades lar sus cédulas hipotecarias, cotizadas en papel moneda,
latinoamericanas. Ya se han señalado los que de él ex- en las bolsas europeas, haciendo así pagar por los inver-
trael?- las clases terratenientes, en cuanto propietarias de sores ultramarinos una parte del costo de la creación de
la tierra, cuya valorización es una consecuencia inme- la gran estancia moderna, cuyos beneficios quedan reser-
diata del orden nuevo, pero también en cuanto dotadas vados a la clase terrateniente local), el comercio de ex-
de influencia política que les permite beneficios adicio- portación europeo hacia América Latina se dirige en úl-
nales. Estas clases, más ricas en tierras que en dinero, timo término a compradores a crédito que usan los dis-
frecuentemente endeudadas, constituyen, junto con los tintos circulantes internos, y debe absorber una parte
políticos reclutados en las élites urbanas lo mejor de de las pérdidas de las desvalorizaciones.
la clientela de los nuevos bancos nacionales que van sur- La parte principal, sin embargo, debe ser soportada
giendo en Latinoamérica; aun los bancos extranjeros por los sectores medios y populares urbanos latinoame-
deben abandonar su preferencia por los deudores sol- ricanos (1os rurales, menos vinculados en sus consumos
ventes para comprar de modo apenas disimulado me- esenciales a una economía de mercado, soportan mejor
d~ante créditos generosos la buena voluntad de quienes la crisis). La adhesión que estos sectores, sometidos a
ejercen el poder local. Dejando de lado las facilidades oscilaciones brutales de prosperidad y penuria, otorgan
q.ue la situación ofrece para la corrupción, las peculia- a un orden incapaz de asegurarles un bienestar estable
ridades de los sectores política y socialmente dominantes plantea sin duda un problema. No es, sin embargo, de-
explican que la política monetaria de los estados latino- masiado incomprensible si se tiene en cuenta la expe-
americanos haya sido frecuentemente menos ortodoxa riencia anterior de esos grupos. Fue el nuevo orden el
que su política aduanera: el culto por la moneda con que, al dar más dinero al Estado, le ha permitido pagar
respaldo metálico, que en doctrina no se abandona nun- mejor a sus empleados y sobre todo multiplicar su nú-
ca, es durante largas etapas excesivamente platónico y mero; al aumentar de este modo (y mediante la nueva
los sistemas de moneda de papel florecen, sea como con- riqueza que proporciona a los terratenientes) la capaci-
secuencia de una legislación bancaria demasiado incauta, dad de consumo urbano ha permitido una expansión del
que orienta el crédito hacia los sectores altos y lo hace pequeño y mediano comercio; está comenzando a hacer
pagar luego por el conjunto de la población mediante la posibles algunas actividades industriales orientadas hacia
218 Capítulo 4 21')
Surgimiento del orden neocolonial
ese mercado local. Todo este sector nuevo sin duda litado porque e! hacendado ~a heredado .de~ antiguo
sufre más que los ubicados en niveles social;s más alto~ corregidor un derecho no escrito de repartrmiento que
con, las alternativas de prosperidad y depresión, pero le permite fijar precios y cantidades de artículos CO~Sl~-
-aun mas que esos sectores- debe su existencia mis- midas por sus peones, se revela más eficaz para disci-
ma al nuevo orden económico y no conoce alternativa plinar a la mano de obra; lo es aún. ~ás 1?orque ~I
válida para él; sus protestas suelen entonces volcarse hacendado tiene el poder político, administrativo y nu-
sobre ciertos aspecto? o ciertas consecuencias enfadosas litar a su servicio. En efecto, la función de hacer pro-
d.e ese orden, cuyos rasgos esenciales aceptan a la vez ducir al campesino y la tierra se ha transformado., en
sin reservas. un régimen económico que se apoya en la constante .e:c-
Las víctimas de ese orden nuevo se encuentran sobre pansión de las exportaciones, en una suerte d~ servicio
todo en los sectores rurales. Ya se ha señalado que uno público, y no es sorprende?te qu; 'para cumphrlo el t~-
d~ los elementos precursores de su aparición fue el co- rrateniente tenga el apoyo incondicional de la fuerza pu-
mienzo de la expropiación de las comunidades indias blica.
en las zonas en que éstas habían logrado sobrevivir hasta Lo necesita: la modernización económica impone a la
mediados de~ siglo XIX. Sin duda, esa expropiación no masa de trabajo rural cargas que ésta no aceptaría es-
lleva necesariamente a la incorporación de los ex comu- pontáneamente. Si las relaciones de trabajo se han mo-
neros a nuevas clases de asalariados rurales; para ello dernizado en los nechos mucho menos que en la letra
sería necesaria una incorporación plena de las áreas ru- de la ley, y aun ésta sigue consagrando regímenes muy
tales a una economía de mercado, que está lejos de dar- poco modernos, el estilo de trabajo que se espera de los
se. El resultado acaso más frecuente es, por el contrario campesinos latinoamericanos, por e! contrano, concede
su ~ante.nim~en~o. en tierras que ahora son de grande~ en cambio muy poco a tradiciones consolidadas en eta-
propretarros individuales, una parte de las cuales utili- pas en que la rigidez de los mercados de consumo no
zan los labradores para cultivos de subsistencia a cam- empujaba a aumentar la producción. Ah.ora, p~r e! con-
bio de prestaciones de trabajo en aquellas CUYbs frutos trario, e! ritmo de trabajo debe cambiar radicalmente
corresp.onden ~l propietario. Esa solución predomina en para aumentar la productividad de la mano de. obra? las
e~ macizo andino sudamericano: en México, y más tar- quejas sobre la invencible pereza de! campesino h~spa-
díamente en Guatemala, es la evolución hacia la hacien- noamericano, en que coinciden observadores extranjeros
d~ (trabajada por peones atados por deudas) la que y doctos voceros locales del nuevo o:den, son testimo-
tnunfa.
nio de la presencia de un problema insoluble: se trata
La incorporación a un proletariado rural proporciona de hacer de ese camoesino una suerte de híbrido que
muy escasos beneficios a quienes la sufren: los sectores reúna las ventajas del proletario. moderno (rapidez, efi-
que dirigen la modernización agraria, escasos de capi- cacia surgidas no sólo de una voluntad genérica de tra-
tales, no encaran sino cuando no les queda otra salida bajar, sino también de una actitud .r~cional frent? al
la c~nstitución de una mano de obra realmente pagada trabajo) y las del trabajador rural tradicional ~n América
en dinero; encuentran que los peones asalariados son no Latina (escasas exigencias en cuanto a salanos'y. ()t~'as
sólo demasiado costosos sino también demasiado inde- recompensas, mansedumbre para aceptar u.na di~c,pll1la
pendientes: un campesino con dinero suele en efecto que, insuficientemente racionalizada ella mism~, l1lclllv~'
creerse mas, l'b
1 re d e 10 que efectivamente " y aban-
está, vastos márgenes de arbitrariedad). Son demasiadas ('XI-
donar la hacienda. El sistema de endeudamiento, faci- gencias a la vez, y no es extraño que no todas se al-
220
Capítulo 4 ',,,rgimiento del orden neocolonial 221
caneen de modo completo M' . ,¡miento de un país. Sin embargo, la inmigración fue
apoya en la aceptación :1 l entra s tadnto, el srsterna se
so f
o orza da e la pleb 1 "11 Latinoamérica de importancia muy variable. En to-
que es Ia gran derrotada . h b . e rura,
lucha. srn a er en ngor ofrecido ,las partes continuó y se acentuó la integración de extran-
I"I'OS en los niveles altos de las sociedades urbanas;
Este cuadro conoce sin d d ' l:is nuevas funciones que iba asumiendo la economía
matiz sino tamb", .u a, no solo diferencias de
rioplatense hay u~~~ :~cepc~?nes l?cales: en el litoral nicrropolitana aseguraban, en efecto, el mantenimien-
I() de ese proceso. Inmigración masiva sólo se dio
gran tes arrendatarios cuxpans~onl dagnc?la mediante ínmi-
di yo nrve e vida es m' 1 ,'1] algunas tierras atlánticas: Argentina, Uruguay, Bra-
e 1 tra icional, en Chile alIad dI' " as a to que
en tierra ajena) d ' o e znquzlmo (labrador .i! central y meridional, y en la época que nos interesa
. e estatuto tradicion 1 . ;11111 en esas regiones sólo comenzaba a hacer sentir sus
tarros que pao-an en rno dI' a , CIertos arrenda-
real frente al propietar?e ~ a canzan u?a autonomía más , .onsecuencias. En el resto de Latinoamérica, ni la expan-
territorios comunitari~s 10. e,ro en casr todas partes los »ión de la población global ni el crecimiento de las ciu-
cultura tradicional f.' y mas 1generalmente los de agrí- .lades se apoyaron de modo numéricamente importante
' o rectan a a vez tier d en los aportes inmigratorios.
o b ra para una explotación' ras y mano e
del poder público had mas moderna, y la presión Ese crecimiento demográfico comienza a hacerse en casi
vamente abundante pa: qle esa mano de obra -relati- rodas partes muy rápido: aunque más moderado, se ha-
diese muy poco en a as nuevas necesidades_ pu- liía dado también en la etapa anterior. Ni el peso de las
cuanto a 1 fi' -Ór d guerras, ni el de la modernización a menudo brutal gra-
tatuto; aun en tierras d a l~clOn e su nuevo es-
curso a la inmiO"ra 1" e población local escasa el re- vitaron con intensidad comparable a los factores que en
. b C on no SIempre impo . la etapa colonial habían provocado derrumbes demográ-
en l a situación del traba' ador dI' n: una mejora
peruana, en Panamá o e~ Cuba
cen ser una respuesta a la 1
1 a tler:-a. er; la costa
os co~l:es chinos pare-
ficos vertiginosos: esto era así ya antes de que el pro-
greso sanitario introdujese en los cambios de población
africana; jurídicamente lib e ausura defiill!lva de la fuente un factor no vinculado con las condiciones generales de
go, a hacendados (o a comres~,son vendIdos, sin embar- vida (de él sólo se conocía, hacia 1870, y muy desigual-
s mente difundido, el uso de la vacuna contra la viruela,
l?s importadores a quienet:rb del obras públicas) por
sisternas análogos se racti e en e monto del pasaje; introducido en el siglo anterior por al monarquía ilus-
te, en el Río de 1 Ppl tican, aunque más limitadamen_ trada); es preciso admitir entonces que nunca volvieron
españoles respeCto da . ata. por empresarios franceses y a conocerse en la Hispanoamérica independiente condi-
1 e mnuzranres vasc I1 ciones comparables a las de los siglos XVI y XVII. En
os años entre 18 '50 Y 1870'" 1 os. y ga egos, en
aún en fecha mis tardía ,y e? e. BrasIl se conocerán todo caso los testimonios que poseemos, aunque muy
y sobre todo italianos. para lllmlgrantes portugueses defectuosos, son impresionantes en la medida en que se
confirman recíprocamente. Hacia 1865-75 las provincias
La inmigración es pues argentinas, con 1.800.000 habitantes, han triplicado su
comienza. Desde 1810 ha 'te~~~d aspecto d~l proceso que
más en primer plano . 1 . o a colocarsela cada vez población de comienzos de la centuria. Brasil ha cre-
mación económica en ~ua quier proyecto de transfor- cido con ritmo comparable, y tiene 10.000.000. Chile la
hacia mediados d~ ~o-l~oclal: dstal tendencia se acentuó ha duplicado (2.000.000 en 1869), como Perú (2.600.000
menzaron a dar un b. ' cuan. o os. Estados Unidos co- en 1876), Nueva Granada (2.900.000 en 1871), y Vene-
p zuela (1.800.000 en 1873); Bolivia la ha acrecido en
inmigración podía co~~~ili~~~ lm re sl.onan te. de cómo la
a carnb lar e l ritmo de ere- un 70 por 100, y México en un 50 por 100.
222 Surgimiento del orden neocolonial
Capítulo 4 223
El crecimrento del comercio internacional (que da la I ivamente reducidas (aun en las primeras etapas de la
medida más precisa del ritmo del proceso que incorpora expansión de la minería del cobre en Chile, los capitales
a América Latina, como región productora de materias locales resultaron suficientes para asegurarla). Sin duda,
primas, al comercio mundial) es aún más rápido: en otras inversiones son necesarias para acelerar el proceso:
l8~0 la Repú?lic~ Argentina ha decuplicado las expor- las que se vinculan con la instalación de redes ferrovia-
taciones del virreinato del Río de la Plata a comienzos rias y telegráficas. La República Argentina tiene en 1878
del siglo y multiplicado por cincuenta el valor de las del 2.200 kilómetros de ferrocarriles y más de 7.000 de
litoral ganadero que constituyen ahora el núcleo de su telégrafos; Chile, 1.500 y más de 4.000 respectivamen-
comercio exportador: Chile también ha multiplicado cin- te; Brasil, más de 2.000 de vías férreas y cerca de 7.000
cuenta veces las suyas de comienzos del sizlo. El cre- de telégrafos; Nueva Granada, 100 y más de 2.000;
b
cimiento es, sin duda, en otras partes más moderado: Venezuela, algo más de 100 de ferrocarriles; México,
Brasil decuplica el valor de sus exportaciones de co- 600 de ferrocarriles y algo más de 11.000 de líneas te-
l~ienzos de siglo; Nueva Granada las ha multiplicado legráficas ... El avance es, como se ve, muy desigual y,
siete veces; Venezuela, en proporción comparable; Perú por otra parte, sólo en algunos países -Argentina, Chi-
las ha quintuplicado; Ecuador sólo las ha triplicado le, México, Uruguay- conduce a la creación de sistemas
mientras Bolivia las ha acrecido en un 75 por 100 ; ferroviarios nacionales; en otras zonas sólo vincula algu-
México sólo en un 20 por 100. El aumento se concentra nos centros productores del interior con sus puertos de
entonces en las zonas marginales del antiguo imperio; exportación ultramarina: el sistema ferroviario de Brasil,
no es extraño que se acompañe de una caída de la irn- el del Perú, se organizan de esta manera. Por otra parte,
portancia relativa de las exportaciones de metales pre- la construcción de ferrocarriles, si escapa casi a la in-
Cl0S0S que se da aún en los tradicionales exportadores versión privada local, tampoco corre por entero a cargo
de oro o plata: en Chile sólo cubren éstas menos del 2 de la extranjera. En esta etapa el papel de las inver-
por 100 del total de las exportaciones; en el conjunto siones públicas es muy grande: el Estado construye la
del antiguo virreinato del Río de la Plata sólo el 5 por mayor parte de los ferrocarriles peruanos y chilenos y
100 (era el 80 por 100 en 1800): en Brasil ha desapa- una porción importante de los argentinos. Aun cuando
recido de las exportaciones (a las que aportaban alre- así no ocurre, las garantías que ofrece a los inversores ex-
dedor del 20 por 100 en 1800); en Nueva Granada cons- tranjeros resultan onerosas: la tasa mínima de ganancias,
tituyen el 16 por 100 del total, cuando habían cubierto calculada sobre capitales a menudo muy generosamente
más del 80 por 100 durante la última etapa colonial. apreciados, es alcanzada con dificultad por las compañías,
La expansión, que no se da ya predominantemente en y la diferencia debe ser cubierta, año tras año, por el
torno a la minería, es el fruto de un conjunto de booms fisco. Esta solución es preferida por un conjunto de razo-
productivos, algunos de los cuales son de incidencia sólo nes, algunas difícilmente confesables (las concesiones de
local, mientras otros afectan a más de una rezión latino- interés garantizado permiten un margen de provechosa
americana. Así, si el cobre y el trigo son episodios chi- corrupción mayor que la gestión directa); otras más ob-
lenos, la lana es rioplatense y el guano peruano, el café jetivas: un fisco que tiene márgenes escasos para gastos
se expande en Brasil, Venezuela, Nueva Granada y Cen- extraordinarios puede preferir retardar su colaboración
tro América, y el azúcar atraviesa una expansión menor financiera hacia un futuro en el cual la línea ferroviaria,
en las Antillas, México y Perú. Esos procesos tienen aunque puede ser de rendimiento bajo, habrá contri-
en común requerir inversiones directas de capital rela- buido a provocar una expansión económica que reper-
224 Capítulo 4 'iurgimiento del orden neocolonial 225
cutirá a su vez en los ingresos del Estado. En todo caso,
I( lS gobiernos latinoamericanos usan a banqueros de Lon-
el aporte de las inversiones extranjeras es menor de lo
.lres como sus principales agentes financieros.
que suele suponerse; esto se vincula también con el bajo
Gracias a todo ello, la influencia británica se mantiene
rendimiento de las inversiones ferroviarias. Otros ele- dominante, pese a que otros países aumentan con ritmo
mentos contrarrestan el estímulo negativo de éste: el ten- 111,1S rápido sus relaciones comerciales con Latinoaméri-
dido de la red asegura un mercado para la industria me- ca; en particular Francia las estrecha durante la época
talúrgica y las exportacíefies de combustibles del país .lel Segundo Imperio (que es también la de una expan-
inversor. Pero esos resultados positivos se obtienen tam- sión industrial que le permite competir en algunos as-
bién mediante inversiones garantidas, y no es extraño pectos con Inglaterra en la venta de productos termi-
entonces que ésta haya sido la fórmula favorita en los nados y la de un crecimiento urbano latinoamericano,
países metropolitanos. Por el momento, el monopolio que acrece los consumos de productos franceses de ex-
británico en la expansión ferroviaria latinoamericana no portación más tradicional, desde los textiles y domésti-
es seriamente amenazado en parte alguna, y constituye cos de lujo y semilujo hasta las bebidas); entre 1848
un nuevo elemento de sostén de la hegemonía británica, y 1860 las exportaciones francesas a Latinoamérica pa-
a la que otros aspectos del proceso parecen amenazar. san de treinta a más de ciento veinte millones de pesos
La expansión latinoamericana se acompaña, en efecto, plata (seiscientos millones de francos). Esta expansión
de una ampliación del comercio, que se orienta ahora IlO basta para hacer de Francia un factor decisivo en el
en parte hacia regiones nuevas. Si Gran Bretaña es la comercio exterior latinoamericano; las posibles ventajas
principal compradora en Chile, Perú, Brasil y Uruguay, políticas que de ella derivan las pierde Francia por in-
no lo es en Argentina, Nueva Granada, Venezuela ni tentar de nuevo extremarlas.
México; más ilustrativo es señalar que un conjunto de La tentativa francesa de afirmar su hegemonía sobre
exportaciones nuevas, desde la lana (del Río de la Plata) el norte de América Latina se apoya en la efímera au-
hasta el café suave de los países del Caribe no encuentra sencia de los Estados Unidos como factor importante
desemboque en el mercado inglés. Sin embargo, esta en el equilibrio de poderes extraños que gravitan sobre
aparición de otros mercados para las exportaciones es Latinoamérica. Esta ausencia se hace sentir desde antes
limitada en sus efectos porque no siempre tiene su equi- de la guerra de secesión, como consecuencia del difícil
valente en el comercio de importación: así la República equilibrio entre estados libres y de esclavitud que le
Argentina, que exporta ahora a Francia, Bélgica y Es- precede. Pero terminada la guerra civil, Estados Unidos
paña por valores muy considerables, sigue concentrando recupera una política latinoamericana coherente, que el
sus compras en Gran Bretaña; en Venezuela y México tiempo hará cada vez más decidida; al mismo tiempo, la
la posición de las importaciones desde Gran Bretaña, estrella de Francia palidece y la política británica toma
si no es tan predominante, lo es en todo caso más que cada vez más en cuenta el avance norteamericano, que
la de las exportaciones a ella. Por añadidura, Gran Bre- sólo intenta discretamente frenar en las zonas en que
taña retiene un predominio no disputado de los meca- el predominio económico inglés se está consolidando.
nismos bancarios y financieros: los bancos ingleses, que De nuevo es Gran Bretaña la que maneja con más
desde la década del 60 se van instalando en América prudencia su enorme influjo; sus objetivos parecen mo-
Latina, son los intermediarios casi exclusivos en el in- destos si se los compara con los grandiosos de la Fran-
tercambio de metálico con Europa; la mayor parte de cia imperial (elevar una barrera latina y católica a la
expansión de la América inglesa y protestante) y los más
Halperin, 15
226 :; 11 rgimien to del orden neocolonial 227
Capítulo 4

ta1'dí.amente propuestos en Estados Unidos (incorporar ricana; los gobernantes que son elogiados en el Econo-
las tierras españolas hasta Panamá en unos Estados Uni- ruist, los más importantes que marchan a Londres a reci-
dos transformados en dueños de todo el sub continente l.ir el agasajo de comités de homenaje en que dominan
norteamericano). De nuevo para Inglaterra se trata so- los banqueros de la City, no sólo buscan cultivar a los
br~ todo, de custodiar (con presiones discretas) inte;eses prestamistas de los que dependen: ganan al mismo tiempo
pnvad~s que conocen. ya admirablemente de qué modo prestigio frente a los más influyentes entre sus gober-
es posible asegurarse apoyos locales. Esa política pro- nados, mientras el resto encuentra objetivos más inme-
bablemente. sólo parece lúcida gracias a su prudencia: diatos para su rencor que la discreta presencia británica.
en pleno triunfo del liberalismo progresista es sólo ella La misma falta de ambiciosos objetivos políticos era
~a.q.ue impide emprender acciones in~ensatas a partir de una de las razones de fuerza de la potencia hegemónica:
JUlCIOS.frecuentemente erróneos (así, por ejemplo, en la si, por ejemplo, la Francia del segundo imperio sólo era
Argentina de Mitre, tan favorable a los intereses a largo guía aceptada por quienes se inclinaban a soluciones
plazo de Inglaterra, la diplomacia británica sigue año- marcadamente autoritarias y por lo menos parcialmente
rando a los gobiernos autoritarios sobre modelo rosista tradicionalistas, la Inglaterra victoriana, que se presen·
que juzga los únicos capaces de asegurar el orden in ter: taba a Latinoamérica despojada de cualquier actitud mi-
no). Pero sus resultados son impresionantes: en las tie- sionera, contaba con la adhesión de todos cuantos acepo
rras sometidas a la hegemonía económica británica esta taban los rasgos esenciales de la modernización en curso;
situación de predominio sólo será discutida muy ocasio- y éstos -como puede deducirse del cuadro de fuerzas
nalmente por políticos cuyos previos fracasos los inducen sociales que la apoyaban- cubrían el entero espectro
a Ul?a sincer~dad muy poco apreciada por un público que político, desde los generales dispuestos a compensar con
los Juzga. g~Iados sobre todo por el resentimiento, y pero rápidos progresos materiales la desaparición de la liber-
manece indiferente al fondo del problema. Sólo cuando tad política, de la que han despojado a sus gobernados,
-luego de 1929- la decadencia del poder económico hasta las oligarquías que prosperan con las exportacio-
de la me~rópoli haga imposible mantener la relación que nes y los sectores medios urbanos que creen estar co-
se c~nsohda en est~ etapa, descubrirán la Argentina o el laborando en la construcción de un remedo latinoame-
B;a.sl1 que han tenido que soportar un imperialismo bri- ricano de la Europa burguesa.
tamco. Esta coincidencia de los grupos dirigentes en torno a
La moderación de éste es entonces sólo aparente: a algunos puntos esenciales no se ha alcanzado sin lucha:
falta de un grand dessein político le sobran objetivos guerras causadas por rivalidades en torno a zonas que re-
concretos que defender, y una vez asegurados éstos Gran velan bruscamente su riqueza (como la segunda del Pací-
Bretañ~ tien~ predominio de hecho sobre buena parte fico); guerras civiles que se transforman en internaciona-
de Latinoamérica. Para asegurar la defensa de los inte- les (como el ciclo de luchas argentinas y uruguayas que
reses británicos se dan instrumentos que no necesitan desemboca en la guerra del Paraguay); otras guerras civi-
ser blandidos amenazadoramente: unos países endeuda- les que llevan a intervenciones de potencias ultramarinas
dos que necesitan de nuevos créditos de la plaza de (la mexicana de la Reforma, que se continúa en la lucha
L,ondres para cU~lrir deudas de los anteriores son espon- contra la intervención francesa). No es extraño que en
taneamente sensibles a los puntos de vista de la metró- esta primera etapa de afirmación de un orden nuevo
poli fi.nancier~. Est? necesidad objetiva es aceptada sin abunden las luchas; hay sobradas causas internas para
demasiada resistencra por la opinión pública Iatinoame- ello. Hay también algunas exteriores: la actitud que lleva
228
Capítulo 4
'" Iil',íllliento del orden neocolonial 229
a Francia a intervenir en los asuntos latinoamericanos
no es sino un aspecto de la reaparición de fuerzas ul- Ji 1Il.llll·ra nueva, al cargar de sentido político un nexo que
tramarinas, que no por ser tradicionales dejan de parti- 1 '111t·Sera sobre todo administrativo. Pero las iglesias 10-
cipar en la expansión general de Europa. Así, junto con', ',Ih habían salido en casi todas partes muy debilitadas
Francia reaparece España, que en nivel más modesto , 1,' I;¡ etapa postrevolucionaria; la reconstrucción del 01'-
está buscando tambi5.n ella reconciliar sus oposiciones ".llIismo eclesiástico se hacía frecuentemente apelando a
internas en una política activa hacia fuera. Las tentati- :.Il'l·relotes europeos, muy poco sensibles a las tradici?-
vas españolas -más débiles y también más incoheren- 11i'~;locales. De este modo la Iglesia muestra una audacia
tes que las francesas- son de consecuencias más limi- uucva en momentos en que la actitud dominante en
'Ladas. Pero, en 1845-46, la reaparición del general Flo- I I ispanoarnérica hacia ella es caela vez más reticente: la
res en el Pacífico meridional, al frente de una expedición '"lllsecuencia es que aun gobiernos muy moderadamente
organizada desde la ex metrópoli, sirve para enconar 11'I'ormadores -y a veces junto con ellos otros sólo cul-
una guerra civil en Ecuador y hacer más tenso el clima I':lhles de mantenerse apegados a una concepción de las
político desde Chile a América Central. Resultados aún r.laciones entre Iglesia y Estado que ya no es aceptada
más amplios tiene la desconcertante política de ataques I Jl Ir sus interlocutores eclesiásticos- deben enfrentar
e incursiones llevada adelante en el mismo teatro en Icsistencias que adquieren las modalidades verbales (a
1864-65 por la flota española de Pareja y Méndez Nú- veces no sólo verbales) de la guerra santa. La nueva
ñez: si el régimen político chileno, que estaba atrave- Iglesia, si tiene organización más vigorosa, no .siempre
sando una delicada transición, salió indemne del con- «onserva esa adhesión popular (que desde su origen era
flicto, en el Perú éste contribuyó a provocar un cambio localmente muy variable) en la que resiele lo esencial ele
de gobierno. • su fuerza política.
Más importante gravitación que la de España tiene Las modalidades de la nueva situación se manifiestan
otra presencia vieja y nueva, con la que la Francia im- muy claramente en México: allí la revolución liberal
perial espera contar como aliada: la de la Iglesia. La conquista una base popular frente a una oposición ecle-
emancipación y la etapa de aislamiento respecto de Roma siástica ahora masiva (no limitada a las jerarquías altas);
que ella significó para la iglesia hispanoamericana retar- :11mismo tiempo la Iglesia cumple mejor que antes su
dó el comienzo de un proceso que al mismo tiempo con- papel de núcleo de la resistencia conservadora, y por
tribuyó a hacer más brusco: el triunfo del ultramonta- añadidura es un nexo esencial entre ésta y las fuerzas
nismo, que a la vez que colocaba a la Iglesia católica políticas y financieras europeas, que contribuyeron a am-
más firmemente en manos romanas la ponía incondicio- pliar el conflicto. Al lado de este ejemplo impresionante
nalmente al servicio de la lucha contra las novedades se dan otros más modestos pero no menos significativos;
del siglo. Esta doble innovación está destinada a ser muchos de ellos provienen del ciclo ele luchas en torno
muy escasamente apreciada en Latinoamérica, donde las a la masonería, que en el pasado había contado en sus
ideologías liberales están ganando prestigio creciente y filas no sólo a católicos liberales, sino en algunos casos
los sectores tradicionalistas están educados en un rega- a quienes no simpatizaban en absoluto con las ideas mo-
lismo más extremo que cualquiera de sus modalidades dernas (masón era, por ejemplo, desde su juventud, el
europeas; donde el clero local considera natural vivir uruguayo general Oribe, cuyo catolicismo era muy esca-
sometido a una tutela del poder civil que la revolución, samente liberal). Ahora la opción brutal entre la Igle-
si no siempre intensificó, por 10 menos hizo sentir de sia y la masonería era hallada injusta por muchos adhe-
rentes sinceros a ambas instituciones; la energía con que
""I!',imiento del orden neo colonial 231
230 Capítulo 4
uuuediato: la riqueza eclesiástica, sobre todo la inrnue-
era impuesta por el episcopado era vista con malos ojos
I ",~. Ello ocurría así precisamente donde la 1zlesia había
por un poder político acostumbrado a un clero más su- .icumulado, en tiempos coloniales, patrimo¿10s territo-
~~s~. L~s ca;ubios en la .composici?n del cuerpo ecle- lides muy vastos y los había conservado sustancialmen-
siasttco influían en el mismo sentido: los refuziados 1(' incólumes durante la guerra revolucionaria: es el caso
ante el triunfo del liberalismo español, como Íuego los ,le México, Nueva Granada o Guatemala; en buena par-
del Kulturkampf, o l~ de las leyes de laicización en le la oposición a las órdenes puede aquí explicarse por la
Francia, podían ser, en algunos casos, más ilustrados que «odicia que sus tierras despiertan, y la expropiación de
el clero local, sumariamente formado en seminarios que ,:stas es un proceso irreversible (así, en Nueva Granada
frecuentemente habían ido perdiendo en los años tur- 1:1 restauración de la primacía católica va acompañada
bios dejados atrás, la necesaria disciplina de estudios. de indemnizaciones monetarias a las órdenes, pero los
Pero -castigados por una experiencia que los había 1ll1eVOSpropietarios laicos no son molestados en el dis-
traído de Europa, a lo que juzgaban a menudo rincones frute de su patrimonio territorial). Pero las tendencias
d~. barbarie-- no eran por eso más tolerantes; la po si- hostiles a la situación tradicional de la Izlesia se dan
bilidad de que el liberalismo los persiguiera aun en sus rambién allí donde su riqueza -relativa~1ente escasa
refu?ios hispanoamericanos les causaba horror, y se di s- desde tiempos coloniales- ha sido mal defendida de las
p.o~Ian a en~rentarl~ con una tenacidad fanática que coin- tormentas revolucionarias y no ofrece ya un atractivo
CIdIa demasiado bien con las tendencias generales de botín. En este punto no se equivocaban los eclesiásticos
~na Iglesia que sentía acorralada por el espíritu del • que combatían el espíritu del siglo: era el contacto cre-
s~glo. La figura del obispo Schumacher, que a fines del ciente con los desarrollos de la cultura metropolitana
s~glo XIX se embelesa ante el caso que su grey ecuato- el que comenzaba a mostrar a las élites criollas que era
nana hace aún de las excomuniones y las prodiga para posible dejar de ser cristiano. Este descubrimiento no
enfrentar el. avance de la revolución liberal (que, por su fue acompañado necesariamente de la adopción de un
parte, el criollo arzobispo de Quito, ilustre letrado y anticlericalismo militante; significó, sin embargo, una
gran señor, contempla más serenamente; pese a los con- independencia nueva de los sectores gobernantes frente
denaciones de principio de que tampoco es avaro sabe a la Iglesia, de la que se tomaba en cuenta cada vez
demasiado bien que la iglesia ecuatoriana sobrevivirá al más exclusivamente su influencia política. La Iglesia
t~~unfo de esos liberales que se proclaman también sus dejaba de ser entonces una organización dotada acaso
hIJOS)~~a. figur.a de este belicoso prusiano, que termina de escasa autonomía frente al poder político pero iden-
po~ dirigir acciones de guerra, si es excepcional, es indi- tificada con la fe religiosa de la entera sociedad y de sus
cativa de una tendencia. gobernantes: era la organización militante del sector no
Sería, sin embargo, formarse una idea incompleta del descristianizado de la sociedad. Sin duda, éste era abru-
problema suponer que todas las innovaciones que crea- madoramente mayoritario, pero las defecciones todavía
ron una tensión nueva entre Iglesia y Estado fueron poco numerosas eran importantes en la medida en que
aport.adas por la Iglesia. Había en la sociedad hispano- se daban sobre todo en los sectores gobernantes y entre
ame;ICana fuerzas cada vez más vigorosas que se dis- las élites intelectuales que estaban muy cerca de eÍlos.
poman, por su parte, a atacar el estatuto de la Islesia Cada vez menos segura del apoyo del poder político
y las órdenes, tal como había sido elaborado en tiempos
y, en general, de las élites sociales e intelectuales, la
coloniales. Iglesia adoptaba una actitud cada vez más combativa;
Esas fuerzas tenían en algunas regiones un objetivo
2.32 ';"rgimiento del orden neocoloniaI 2.3.3
Capítulo 4

pero gracias a ella podía ir descubriendo otros aspectos .ulaptación de la institución al nuevo orden; en algu-
negativos -hasta entonces no muy tomados en cuen- IIOS decenios la iglesia latinoamericana aprende a VIVIr
ta- de la herencia colonial. En el orden colonial la .Icntro de él, y para volver a usar su influjo sobre los
Iglesia tenía una situación privilegiada, en cuanto -sien- ~;l'Ctores altos, que está lejos de haber desaparecido,
d? uno de los elementos esenciales del sistema de go- debe presentarse como dispuesta a aceptar 10 esencial
bIerno- era el único con el cual los amplios sectores .lcl cambio ocurrido y a desempeñar dentro del orden
postergados por ese sistema sentían alguna identifica- lluevo papel análogo al que fue el suyo en el viejo.
ción. Esta posición tan favorable no excluía que fuese De este modo, la Iglesia ha tomado en cuenta uno
muy difícil transformar el tibio apoyo pasivo de las de los rasgos más notables del cambio ocurrido en His-
masas populares en una actitud más militante' aun resul- panoamérica: la ampliación de la vida política por par-
taba ello menos fácil a una institución que' debía pre- I icipación de sectores nuevos es muy limitada: en casi
sentar lucha cuando sólo comenzaba a recuperar una rodas partes los que dominan la economía conservan
estructura sólida luego de las tormentas revolucionarias. hasta 1880, y aun más allá, el monopolio del poder
Si la religiosidad de las masas mexicanas, guatemaltecas político o, en todo caso, 10 comparten con fuerzas que
o neogranadinas era indudable, si pese a los elementos han entrado a gravitar desde antes de la renovación de
precristianos que conservaba en mayor o menor medida mediados del siglo (la más importante de las cuales es,
ésta se identificaba con la fe en que la Iglesia las había en todas partes, el ejército). La renovación política ter-
adoctrinado, no era menos evidente que esa religiosidad mina entonces por reducirse a un proceso interno a los
no impedía a los partidos liberales hacerse de un sé- sectores dirigentes, ellos mismos escasamente renovados
quito popular a pesar de todas las vehementes condenas en su reclutamiento. Este desenlace tiene algo de ines-
eclesiásticas. La cristianización popular, cuya superficia- perado, si se toma en cuenta las resistencias que en sus
lidad no había implicado un riesgo mientras la Iglesia comienzos la renovación encontró, demasiado violentas
había conservado un estatuto no discutido por los sec- para que sea explicación suficiente la presencia de una
tores gobernantes, revelaba ahora todas sus limitacio- generación de dirigentes políticos que en casi todas par-
nes, y la adhesión a la Iglesia -intercesora en nombre tes se resigna mal a su ocaso.
de las masas frente al orden tradicional, pero interce- Esas resistencias se explican más bien por el modo
sora eficaz en la medida en que era parte de ese orden- en que el programa renovador comienza a difundirse:
se revelaba fundada en sentimientos muy complejos y sus primeros adeptos los ganó en sectores muy margi-
ambiguos, entre los cuales los de temor (temor reveren- nales dentro de las élites urbanas; no tiene nada de in-
cial al sacerdote como agente de un orden sobrenatural. comprensible entonces que su pretensión de conquistar
pero también temor a las influencias terrenas de que el el poder y dirigir la etapa que se avecina sea recibida
sacerdote dispone, y que no necesariamente se manifies- al comienzo con alarma por los dueños del poder eco-
tan en modos de conducta benévolos) aparecen dominan- nómico y social. En casi todas partes, a mediados del
tes; la Iglesia, desde que se proclama perseguida, pier- siglo XIX, un orden sustancialmente conservador, más o
de una parte de su prestigio frente a esas masas de menos firmemente arraigado, está amenazado por el cre-
cuya religiosidad escasamente ilustrada espera obtener cimiento de una oposición que se nutre sobre todo de
el desquite frente al despego de los sectores gobernan- las ciudades en crecimiento; esta oposición no expresa
tes. No es extraño entonces que la resistencia eclesiás- sólo el descontento siempre disponible de la plebe ur-
tica sea sólo un episodio relativamente pasajero en la bana, sino sobre todo el de muchos jóvenes de la clases
234 Capítulo 4 235
~;urgimien to del orden neocolonial
instr\údas pero no ricas, a los que la sociedad hispano- ese más fácil triunfo del orden nuevo se revelará, a me-
amen cana no es más capaz en 1850 que en 1800 de ILudo, también menos duradero.
dar el lugar que juzgan suyo en derecho, y a quienes el Estos procesos requieren ser examinados dentro del
conservad\lrismo intelectual dominante resulta particu- marco nacional; y en cada nación su ritmo varía. Los
larmente insoportablej.. a menudo esa oposición recoze limites cronológicos de los desarrollos que van a exami-
también la pretensión de clases medias urbanas a recibir narse no podrían ser coincidentes, puesto que los que
trato, rr;ás respe~uoso de sus gobernantes. El poderío separan la etapa en que se combate aún por el nuevo
e~onomlco ~ SOCIal~ue sostiene estas protestas es insig- orden y aquélla en que éste se consolida no son los
nificante; SI consolidan sus avances es porque logran mismos en los diferentes países. Por otra parte, esta se-
evocar, en su apoyo a elementos más poderosos, pero paración entre dos etapas de un único proceso implica
esto solo lo alcanzan cuando ya han obtenido una su- una elección de ciertos signos juzgados más importantes
premacía .política que ha comenzado por ser muy frágil. que otros para marcar la transición, y ésta tiene necesa-
En su vejez, el. argentino Sarmiento evocaba- para con- riamente un elemento arbitrario. Por último, es preciso
denarla- su indignación porque luego de derribar a recordar que ciertos rincones latinoamericanos demasia-
Rosas, U.rquiza no había dado el poder político a él do bien protegidos contra el cambio viven dentro de
y sus amlgo~: Urquiza, dictaminaba un Sarmiento al que los límites cronológicos de la etapa que en otras partes
la edad habla aportado un más sereno conocimiento del aporta tan graves innovaciones sin atravesar ninguna
mundo, había hecho bien en no fiarse de unos escrito- sustancial. Sólo queda entonces explicitar los criterios
res sin prestigio ni dinero, en apoyarse, en cambio, en -necesariamente discutibles- utilizados para estable-
los hacendados, en los ricos comerciantes, en los letra- cer la separación entre la primera y la segunda etapa de
dos que habían sido antes sostenes de la federación ro- afirmación del orden neocolonial: los elementos decisi-
sist~., Esta sabiduría desengañada nos propone una con- vos han sido dos; por una parte, una disminución en la
clusión muy dudosa: los escritores sin dinero vencieron resistencia que los avances de ese orden encuentran;
a Urquiza, porque los hacendados, los ricos comercian- por otra, la identificación con ese orden de los sectores
económica y socialmente dominantes; esta identificación,
tes, los. letrados, les otorgaron finalmente su confianza.
Esta historia se repite desde Buenos Aires hasta Mé- que trae consigo un parcial abandono de los aspectos
propiamente políticos del programa renovador de media-
:cica: el cred~ liberal es demasiado satisfactorio a los
dos del siglo, reorienta la ideología dominante del libe-
lllteres~s dominantes para que los recelos que inspiran
ralismo al progresismo, y va acompañada a menudo
sus primeros abanderados sean un obstáculo decisivo.
-pero no siempre- de una simpatía renovada por las
Pero la conversión de los poderosos al nuevo orden sólo
soluciones políticas autoritarias.
negará cuando sus ventajas se hayan hecho evidentes
cuando su viabilidad se haya revelado por lo menos pro-
bable. Hasta entonces las fuerzas renovadoras tienen que
Quizá en ninguna parte este esquema de desarrollo
l~evar ad.eIante en más de uno de los nuevos países la- se dé más claramente que en México. Aquí el punto
tinoamencanos una lucha a menudo extremadamente di-
de partida es la revolución liberal de 1854, que lleva
fícil. En otros países, sin duda, la transición se da sin ~1 primer plano, junto con el general Alvarez, un vete-
comba~e: se trata aquí de una más superficial evolución rano insurgente que ha combatido al lado de Morelos,
de actitudes dentro de los sectores ya antes dominantes' , figuras desconocidas en la capital pero influyentes den-
236 Surgimiento del orden neocolonial 237
Capítulo 4

tro del liberalismo provinciano: Melchor Ocampo, ex comunicaciones ultramarinas y las rentas aduaneras. En
gobernador de Michoacán, Benito Juárez, abogado y tarn- 1861 los liberales conquistan la capital; la resistencia
bién ex gobernador de Oaxaca, indio zapoteca casado conservadora prolonga, sin embargo, la guerra civil en
con la hija del comérciante genovés que, tras de tenerlo las provincias.
en su casa como criado, había costeado sus estudios. y juega lo que cree su carta de triunfo: la inter-
Estos revo.lucio~arios encuentran un eco en la capital, vención europea. El gobierno conservador ha acumula-
donde el .ltberaltsmo y el romanticismo triunfan juntos do deudas en casas bancarias de Francia y Suiza;; durante
entre la Juventud letrada. Lucas Alamán ha muerto en la guerra civil, liberales y conservadores por igual han
1853; su fe desesperada en una restauración católico- echado mano del dinero y las mercaderías de comer-
monárquica no es demasiado compartida: Santa Ana ve ciantes ingleses y españoles. Ahora las potencias urgen
con aparent.e indiferencia el derrumbe conservador, y a Juárez que pague esas cuentas a menudo dudosas.
abandona .bIen pronto la presidencia y el país. Los li- Juárez alega con verdad que no puede hacerlo; el Es-
berales tnunfantes pueden hacer presidente a Alvarez tado mexicano está arruinado para muchos años. Las
y aplicar el plan de Ayuda lanzado al comenzar su al- potencias intervienen: los anglofrancoespañoles ocupan
zamiento; precisamente la aplicación de ese plan es lo Veracruz a comienzos de 1862. Francia se propone
que en la historia mexicana se llama por antonomasia algo más que cobrar sus deudas (y las de banqueros
la Reforma: La Reforma golpea sobre todo a la Iglesia suizos cuyos reclamos ha tomado a su cargo): en los
y. sus propIedades; la Ley Juárez despoja a los eclesiás- conservadores cree haber encontrado apoyos locales para
treos d~ s.u fuero privilegiado, la Ley Lerdo prohíbe el la afirmación de su hegemonía sobre México. Bien pron-
manternmíento de la propiedad inmueble en manos de to las demás potencias interventoras dejan que continúe
comunidades (10 que perjudica a la Iglesia y las Orde- sola su riesgosa aventura; los fracasos iniciales (derrota
nes: pero también -resultado inesperado pero no m~~ de Puebla) agregan razones de prestigio a esa política
rectbIdo- a las comunidades indígenas). La resistencia de presencia: en junio de 1863 los franceses conquistan
es temi~le; Alv~rez se aleja de la presidencia, y otro la capital, cuyo clero los recibe en delirio; el gobierno
generalltberal mas conciliador, Comonfort, lo reemplaza. de Juárez comienza su retirada hacia el Norte. La esta-
Su tentativa de acercamiento con los conservadores sólo bilidad llegará al México conservador a través de la ins-
sirve para causar su caída. La oposición conservadora se talación de una monarquía: en esa solución coinciden
apodera de la capital, la guerra civil durará tres años' veleidades ya antiguas de los conservadores mexicanos y
t~mbién lo~ conservadores, puesto que el apoyo del ejér: las preferencias de su nuevo protector, el emperador
~1t~ profesional no basta para vencer, arman a la plebe francés. En 1864 México tiene emperador: es Maximi-
indígena y mestiza, ahora en defensa de la fe amena- Iiano de Habsburgo, aceptado como tal mediante un
~ada. Los liberales dictan la constitución de 1857, que plebiscito que el beneficiario parece haber creído expre-
mcorpora a su texto las disposiciones de las leyes de sión sincera de la opinión pública mexicana. El imperio
ref?rma; dan sustancia a las alegaciones de sus adver- había sido creado por los conservadores para deshacer
sanos c:rando su~ ejércitos saquean iglesias y conventos; la obra de la Reforma; se iba a cuidar muy bien tanta
en esa tI:rra de mquebrantable devoción que es México. imprudencia. La reforma había creado ya sus propios
estas actitudes no los privan, sin embargo, de firmes beneficiarios: hacendados, pero sobre todo comerciantes
apoyos pop:rlares. Desde 1857 Juárez es presidente, y su de la capital y de las ciudades de provincias que se
bando domina a Vera cruz y el Norte, y por tanto las habían hecho propietarios de tierras antes eclesiásticas.
238 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 239

Entre ellos -como notaban malignamente los desencan- sido sólo consecuencia momentánea de la guerra civil
tados conservadores- abundaban los franceses; era aca- de Estados Unidos; luego de su liberación, México debía
so más decisivo que jambién abundaran los mexicanos. contar para sus exportaciones sobre todo con su pro-
La causa conservadora había dejado ya de ser la de ducción de plata, que no aumentaba. En 1873 esas ex-
todos los que tenían algo que perder; era cada vez más la portaciones están en el mismo nivel que diez años antes
de una institución que defendía privilegios muy discu- (y de hecho también que setenta años antes): veinticin-
tibles. Con esa causa las clases altas mexicanas se sen- co millones de pesos; el retorno a los niveles previos
tían cada vez menos identificadas a medida que se hacía a 1810 se ha logrado ya en la década del 50, pero no
evidente que el imperio -pese a todas las victorias de parece posible exceder esa modesta hazaña. Y los gene-
los ejércitos franceses- no podía pacificar al país. Ter- rales liberales de la guerra antifrancesa no eran oficia-
minada la guerra civil en Estados Unidos, agravada la les de carrera atrincherados en el presupuesto del Esta-
crisis del equilibrio europeo por la guerra de 1866, los do como los más entre los del ejército trigarante; eran
franceses se retiraron finalmente de México, dejando una jefes de prestigio regional, que por otra parte podían
vez más entregados a su destino a los elementos loca- capitalizar el descontento de sus ex soldados, desmovi-
les que habían confiado en su apoyo. Maximiliano, que lizados sin indemnización. La larvada oposición militar
no quiso seguirlos, presidió una resistencia sin esperan- se hizo sentir cuando, en 1871, Juárez fue reelegido por
zas; fue capturado y fusilado por decisión de Juárez, el congreso luego de que, en una elección triangular, el
que -devoto de la ley con la misma fe segura que sufragio popular dio una respuesta dividida. Uno de los
los grandes fundadores de la tradición jurídica en las candidatos derrotados era el general Porfirio Díaz, fuerte
Indias españolas- consolidó, a través de la ejecución en Oaxaca y prestigioso por sus victorias sobre los fran-
del hermano del emperador de Austria, juzgado como ceses. Díaz se alzó; su plan exigía «sufragio efectivo y
rebelde a la autoridad legítima, la nueva legalidad re- no reelección»; por falta de apoyo, el movimiento por
publicana de México. él encabezado fracasó, y tuvo que marchar al destierro.
La Reforma había así triunfado, pero heredaba, una En 1872 moría Juárez; su sucesor, Sebastián Lerdo de
vez más, un México en ruinas. La segunda guerra de Tejada, pertenecía al grupo de letrados liberales que ha-
independencia, desemboque de la previa guerra de tres bían acompañado desde el comienzo a la Reforma. Con-
años, dejaba una herencia explosiva. México tenía ahora tra el nuevo presidente volvió a levantarse Díaz, desde
un ejército libertador, que amenazaba ser tan gravoso Tuxtepec, en 1875, y en nombre de la victoriosa revo-
como el ejército trigarante, de cuya herencia, conser- lución tuxtepecana iba a ser gobernado México hasta
vada a través de infinitas transformaciones políticas, sólo 1910. El triunfo de Díaz quería ser el punto de partida
se había librado a través de la victoria liberal. Juárez para una continuación de la Reforma; el jefe triunfante
redujo drásticamente las fuerzas armadas; ello provocó juraba por sus principios y acusaba al vencido de haber-
tormentas que fue capaz de superar. Redujo los gastos los traicionado: en particular condenaba la política de
del Estado, salvo en la rama de educación, donde co- amistad con los Estados Unidos que Lerdo, luego de
menzó un vasto esfuerzo de difusión de la elemental; Juárez, practicaba: surgida en medio de la segunda gue-
tampoco esta política austera iba a ganarle simpatías. rra de independencia bajo el estímulo del auxilio reci-
Sobre todo porque los resultados eran lentos en mani- bido del gobierno de Lincoln, se apoyaba ésta en la
festarse: México no superaba su estancamiento econó- convicción de que las anteriores agresiones contra Méxi-
mico; la expansión de los cultivos de algodón había co eran consecuencias de una política dirigida por el
240 ';¡¡rgimiento del orden neocolonial 241
Capítulo 4

sur, que el norte vencedor no retomaría, pero los desa- .le una revolución destinada a hacer legalmente iguales
rrollos posteriores a la victoria del norte justificaban v libres a todos los mexicanos, fue porque el segundo
cada vez menos esr esperanza. cra el heredero necesario del primero.
Pese a su lealtad, acaso sincera, a la tradición de la
Reforma, el triunfo de Díaz significaba una etapa impor-
Un desarrollo menos lineal encontraremos en el Río
tante en su transformación: antes que el vencedor, sus
de la Plata. Allí la caída de Rosas está lejos de haber
partidarios se encargaron de mostrar en él el fin de la
resuelto los problemas que éste había enfrentado sin
tradición jurídico-liberal de la reforma; un progresismo
éxito. En el Uruguay la pacificación impuesta por Ur-
autoritario, una «tiranía honrada» que se diferenciaría
quiza se resuelve en el triunfo paulatino d~ .los blan-
sustancialmente de la de Santa Anna porque ahora ten-
cos, antes aliados de Rosas. Aunque las oposrciones que
dría objetivos que irían más allá de su mera supervi-
han dado sentido a la Guerra Grande parecen perder
vencia, que se encargaría de provocar la modernización vizencia: 10 que hacen es más bien sumarse a otras que
económica tan demorada, era la exigencia de la nueva to~nan ~ún más complejo el panorama. En el partido
hora mexicana. En este cambio el influjo de la moderni- blanco, como en el colorado, surgen sectores que abo-
zación cultural es evidente: el teórico favorito de Juárez minan tanto de la división pasada como del peso que
había sido el venezolano Roscio, que había justificado la los caudillos rurales (Rivera) o militares (Oribe, Flo-
revolución hispanoamericana en nombre de la tradición res) tienen en ellos; una reconciliación de los «elemen-
jusnaturalista del siglo XVIII; ahora el positivismo enseña tos sanos» de ambos partidos daría el poder finalmente
a examinar de modo que se creía más amplio los pro- a la oligarquía urbana montevideana, ampliada durante
blemas mexicanos. Pero a la vez, el cambio estaba dic- la auerra con toda clase de mercaderes aventureros. El
tado por lo que la reforma ya era antes de Díaz; un Brasil gobierna los hilos de esa complicada madeja: en
movimiento que había enriquecido aún más a los que 1851 el sobierno de Montevideo, para comprar su apo-
ya eran ricos y a sólo unos pocos que no lo eran, en- va ha fi;mado promesas exorbitantes, y ahora el Brasil
tregándoles las tierras de comunidades eclesiásticas y cambia presidentes en busca de uno que se decid~ a
abriendo a su veracidad el medio legal de conquistar cumplirlas, arrostrando la ira de sus gobe:nados. Míen-
luego las indígenas. Ahora ha llegado el momento de tras tanto hacendados riograndenses proslguen la con-
que la tiranía honrada haga fructificar esa riqueza por el quista de' tierras uruguayas, y el banco d~l brasileño
momento sólo potencial: de que organice un orden es- Mauá domina la vida financiera de Montevideo.
table y un sistema de comunicaciones, de que discipline En la Argentina los conflictos son aún más violentos.
rigurosamente la fuerza de trabajo ... Todo eso lo puede Urquiza quiere organizar constitucionaln:ente al país
hacer mejor Díaz que el escrupuloso jurista que es el apoyándose en los gobernadores antes adictos a Rosas,
presidente Lerdo. La reconciliación del caudillo de Oa- que, por su parte, no se obstinan en una lealtad que los
xaca con los grupos locales e internacionales a los que hechos han tornado anacrónica. La provincia de Buenos
sus primeras proclamas habían alarmado, fue fácil y rá- Aires ocupada por fuerzas entrerrianas y correntinas, se
pida; pero si el evangelio del progreso ordenado, cuyo opon~ al plan, en el que los políticos ,,:~eltos d~l des-
artífice debía ser un dictador benévolo y cuyos benefi- tierro ven el comienzo de una restauración del sistema
ciarios primeros serían los integrantes de las clases pro- rosista en beneficio del vencedor. Urquiza disuelve la
pietarias mexicanas, pudo remplazar sus obstáculos al díscola legislatura porteña; termina por tomar a su cargo
Halperin, 16
242 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 243

el gobierno de la provincia; pero su presencia en Buenos vueltos de 1827-29: veinte años de orden rosista la han
Aires no puede ser ilimitada. La de su ejército tamo devuelto a la disciplina. El Estado de Buenos Aires pros-
poco: termina por/rebelarse. A esa rebelión sigue la pera gracias al boom de la lana y de los cueros, pese a
de la entera provincia de Buenos Aires, teatro de una que las cantidades exportadas no crecen. La ciudad se
rec?ncil~ación solemne entre los violentos periodistas moderniza rápidamente, y exhibe insolentemente esa ri-
antirrosistas vueltos de Montevideo y los aun más vol- queza que en 1853 le ganó la salvación. La política está
cánicos voceros de Rosas en la legislatura porteña: am- hecha por una incómoda coalición de hacendados que
bos coinciden en condenar en Urquiza a un tirano en prefieren discretamente los segundos planos y políticos
ciernes y a un enemigo del nombre de Buenos Aires. -en parte originarios de otras provincias- que cuen-
La revolución porteña busca extenderse al interior; en tan con el apoyo de la plebe y las clases medias urba-
más de una provincia los sectores de oligarquía urbana nas; los primeros son partidarios de una sección pacífica,
comenzaban a fatigarse de la tutela caudillesca y a or- o de un ingreso en la unión argentina contra garantías
ganizarse en oposición liberal; en otras son caudillos de muy precisas para los intereses de su provincia; los se-
estilo muy tradicional los que por razones muy variables gundos, de una política más violenta, que consolide la in-
se orientan hacia el nuevo evangelio liberal. Pero esas dependencia de Buenos Aires sobre una victoria decisiva
adhesiones son insuficientes: el fracaso de la revolución o vuelva a poner sobre sus hombros la carga de condu-
e~ .el plano nacional provoca un alzamiento de las guar- cir a las provincias del interior.
niciones de campaña de Buenos Aires, que se han unido Esas opciones no se resolverán por la sola decisión
a la secesión en busca de la paz (que la campaña, fati- de Buenos Aires. La Confederación Argentina se orga-
gada de veinte años de levas rosistas, ansía) y ven con niza sin ella; se da en 1853 su constitución federal, que
horror abrirse un nuevo ciclo de guerras civiles. Los -como quiere su ideólogo Alberdi, un hombre de la ge
alzados ponen sitio a Buenos Aires; la defensa pone neración de 1837 que está ya de vuelta de lo que juzga
en prin:er plano a la guardia nacional de la ciudad, que ilusiones de juventud- organiza un poder autoritario
la domina y la salva. Urquiza termina por auxiliar a los destinado a asegurar el orden en que las fuerzas del
siti.adores; los sitiados vencen, sin embargo, comprando capital y el trabajo europeo podrán poblar y civilizar
al Jefe de la escuadra urquicista bloqueadora y a un dis- el desierto argentino.
creto número de jefes sitiadores. Esa entrega confiada a la invasión pacífica de la eco-
El país está separado en dos. El Estado de Buenos nomía metropolitana no corresponde sólo a ideas arrai-
Aires es muy popular en su capital donde el ce1estede gadas: la necesidad de contar con la benevolencia de
l~ tradición unitaria reemplaza al rojo de tiempos ro- las grandes potencias en el conflicto con Buenos Aires,
SI stas ; los avances de un liberalismo que echa raíces en dueña de las comunicaciones entre la Argentina y el
las clases medias urbanas se consolidan al identificarse mundo, explica que se la proclame con entusiasmo a
con el orgullo local, que ilustrados publicistas alimen- ratos un tanto delirante. En todo caso las potencias
tan en tono desvergonzadamente demagógico. La cam- -Francia, pero sobre todo Inglaterra y Brasil- co-
paña es, en cambio, más fría; sus grandes propietarios mienzan por apoyar a la Confederación, que ha pro-
apoyan la secesión porteña (temen, en efecto, las con- clamado la libre navegación de los ríos y presenta -muy
secuencias de la creación de un estado nacional no colo- mentirosamente- a su rival como hostil a esa inno-
cado bajo el control de su provincia); la hostilidad de vacion; en ese apoyo cuenta, sin embargo, más que la
la plebe rural cuenta mucho menos que en los años re- política de la confederación, la seguridad de que en una
244 Capítulo 4
Surgimiento del orden neocoloniaI 245
Argentina de t~a?~ción autorita.ria e! autoritario Urquiza
t~ene mas posibilidades de triunfar que los ideólogos m parte, parece dispuesto a adaptarse al nuevo orden,
liberales de Buenos Aires. El cálculo se revela errado I en e! que Mitre le reconoce hegemonía sobre Entre Ríos
y Corrientes. A comienzos de 1862 Mitre es elegido, por
en parte porque la imagen de los antaaonistas está de- l· unanimidad del colegio electoral, presidente de la na-
formada: Urquiza, sinceramente deseos; de adaptarse a
U? .nuevo .estilo político, renuncia a las ventajas del tra- ción: Buenos Aires ha triunfado. Ese triunfo es costoso
dICIO?al SIn p~r?er su reputación negativa de antiguo e inseguro. Urquiza está sólo neutralizado; en el Uru-
caudillo; los dirigentes de Buenos Aires en medio de guay siguen gobernando los blancos, y Mitre tiene vin-
~onótonasproclamas de fe liberal y cons;itucional, prac- culaciones con los emigrados colorados, que no puede
tIca~ un arte político capaz de las más inesperadas ade- abandonar luego de la victoria, cuando un sector porte-
cuaciones a la realidad. Pero, sobre todo e! cálculo toma fío le reprocha haberla frustrado al no proseguir luego
insuficientemente en cuenta la relación de las fuerzas en de Pavón una lucha hasta el fin contra los herederos
lucha. Si Buenos Aires es insolentemente rica la Confe- del federalismo en e! interior. La política argentina no
deración es desesperadamente pobre; vive de créditos de puede ser sino vacilante y escasamente sincera; si el
n~evos agiotistas capaces de las más monstruosas exigen- gobierno de Buenos Aires no arma la expedición del
eras. Y lueg? el autoritario Urquiza la gobierna muy uruguayo general Flores, que con gran derroche de cru-
poco.; la gobiernan en su nombre e! vicepresidente de! ces en sus emblemas emprende una cruzada libertadora
Carril -un antiguo unitario- y el ministro de! interior contra la tiranía de los impíos blancos en el estado orien-
Derqui, .~ntiguo. secr~tario de Paz; ambos rivalizan por tal, es indudable que lo deja armarse en su territorio.
la sucesion presidencial y preparan con vistas a ella e! Al mismo tiempo varía la política brasileña en el Uru-
choque con Buenos Aires. Este es anticipado por una guay; hasta 1863 los brasileños creen posible hacerse
guer:a de tarifas urdida por Derqui. Buenos Aires es de un gobierno blanco que cumpla los acuerdos de 1851:
vencida en Cepeda, y se incorpora a la Confederación' con esa esperanza han apoyado las etapas más sombrías
logra, sin embargo, proteger sus intereses mediante del dominio blanco que culminó en la matanza de los
una reforma. constitucional. Derqui es ahora presidente, colorados vencidos en Quinteros, en 1858. Ahora su
y la concordia dura poco. Los porteños apoyan primero posición cambia, todavía por otro motivo: en la política
al nuevo gobernante, ansioso de sacudir la tutela de su brasileña se da, en 1864, un ascenso liberal. Esto sig-
predecesor; rompen luego con éste, que necesita de nue- nifica de nuevo un ascenso de los dirigentes de Río
vo e! apoyo de Urquiza. El caudillo entrerriano sólo se Grande do Sul, más agresivos que los de Río de Ja-
10 otorga a medias; se retira con su hueste de la decisiva neiro: frente a un gobierno que ni vence a Flores ni se
batalla de Pavón, cuando ésta aun no está totalmente deja derribar por él, eternizando con su ineficaz resis-
perdida; e! general Mitre, jefe de la Guardia Nacional de tencia el desorden rural, la impaciencia brasileña crece.
Buenos Aires y gobernador de la provincia es e! dueño Los gobernantes de Montevideo no se hacen más pru-
de la situación. '
dentes ante su situación cada vez más difícil: domina
. E? e! interior la mayor parte de los gobiernos pro- allí un sector extremo del partido blanco que -en acti-
vinciales se derrumba espontáneamente, o toma e! color tud semejante a la de sus adversarios irreconciliables de
de la nueva solución nacional. Sólo en la Rioja una
Buenos Aires- quiere borrar a sangre y fuego la he-
d.e,sesperada. resistencia urquicísta culmina con la ejecu-
rencia caudillesca, que ve representada en Flores. Para
CIOn de su ¡efe, ante la indiferencia de Urquiza, que, por
ello, con frivolidad que va a ser duramente castigada.
246 Capítulo 4 ,')urgimiento del orden neocolonial 247

se dedica a jugar a la política de equilibrio; contra la Grosso brasileño: luego de esta victoria encontró que
hostilidad del Brasil y de la Argentina de Mitre, llama ya no tenía dónde luchar con sus enemigos. Solicitó a la
en su apoyo al Paraguay. Argentina autorización de paso, que le fue denegada;
entonces invadió Corrientes. Esta invasión facilitaba las
\ cosas a Mitre; le daba la adhesión de Urquiza, que en
Este busca, desde hace tiempo, un modo de insertarse prosa elocuente declaraba su apoyo al jefe supremo de
en la política rioplatense. Muerto Francia en 1840, su la nación frente al invasor extranjero; resolvía el ingreso
sucesor, Carlos Antonio López, presidente también él de la Argentina en la guerra, frente al cual Mitre, co-
hasta su muerte, organiza la apertura de la economía locado entre los extremistas de Buenos Aires y la opo-
paraguaya, que sólo podrá darse plenamente luego de sición federal del interior, había vacilado hasta entonces.
la caída de Rosas. El tabaco y la yerba mate vuelven Frente al Paraguay se levantaba la Triple Alianza del
a ser exportados por un monopolio de Estado, mien- Imperio, la Argentina y el Uruguay; la guerra se decla-
tras al lado de las estancias privadas las fiscales son or- raba contra López y no contra el pueblo paraguayo, pero
ganizadas con vistas a esa exportación. López se interesa en un tratado secreto la Argentina y el Brasil se dis-
en los progresos técnicos, crea una flota mercantil de tribuían territorios en litigio que abarcaban más de la
vapores fluviales, organiza una fundición de hierro pre- mitad de la superficie del país enemigo (es verdad que
sentada por alguno de sus tardíos admiradores como el despoblados). La conquista iba a ser menos fácil que
Ruhr paraguayo y una de cuyas obras maestras puede la distribución de los despojos; el heroísmo paraguayo
aún admirarse: es una artística escalera de hierro en asombró al mundo: a través de cinco años de guerra el
una casa de Asunción. Esos avances modestos, pero rea- país perdió casi toda su población adulta masculina. Si
les, eran el premio de un orden político rigurosamente la guerra duró tanto, ello no se debió tan sólo a la
autoritario, que a los ojos de algunos diplomáticos eu- resistencia paraguaya: los aliados estaban lejos de ser los
ropeos podía compararse con ventaja a la libertad de- colosos que el espacio geográfico por ellos cubierto en
masiado desordenada de la Buenos Aires postrosista. el mapa de Sudamérica sugería a observadores remotos:
. Muerto Carlos Antonio López 10 sucedió su hijo Fran- la Argentina mantenía una apariencia de unidad interna
CISCO Solano, que tenía para su país ambiciones más vas- sólo gracias al arte político de Mitre, pero si éste había
tas, aunque acaso insuficientemente precisas. El Para- logrado neutralizar a Urquiza no había podido impedir
guay arrastraba un eterno conflicto de límites con el la rebelión de los reclutas entrerrianos, ni, luego de
Brasil; no era raro que buscase aliados en el Río de la las primeras dificultades en la lucha, un alzamiento fe-
Plata. Pero los buscó con escasa fortuna; López espe- deral que conmovió a todo el interior (1866-67); el Im-
raba una rebelión de Urquiza que paralizara a Mitre; perio, si no enfrentaba conflictos igualmente agudos, en-
esperaba también una resistencia prolongada de los blan- cerraba fuerzas disruptivas a las que un esfuerzo de
cos uruguayos. Contando con todo ello, conminó a los guerra demasiado severo corría riesgo de exacerbar. A la
brasileños a abandonar la ocupación militar, ya comen- escasez de medios de combate acompañó, de parte de
zada, del territorio oriental. Los brasileños, cuyo feroz los aliados, una marcada prudencia en su empleo. La
bombardeo de Paysandú había ganado la ciudad para Flo- resistencia paraguaya fue en cambio desesperadamente
res, prosiguieron el avance hacia Montevideo donde el resuelta; expulsados en la primera etapa de la guerra de
gobierno blanco se obstinaba en no tratar con el jefe las tierras conquistadas en la Argentina y el Río Grande
colorado. López respondió invadiendo con éxito el Matto brasileño, los ejércitos paraguayos iban a defender tenaz-
248 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 249

mente Humaitá, la fortaleza levantada por los López al federal, que no ha desarmado en el interior, y que abo-
borde del río Paraguay: aun la caída de ese Sebastopol mina por igual del recuerdo de la hegemonía porteña
tropical (precedida de ataques fracasados y mortíferos) impuesta por Rosas y de la impuesta por Mitre, pierde
no terminó la guerra\ tampoco la conquista de Asunción las esperanzas -que habían sido siempre ilusorias- de
le puso fin; sólo la muerte de López, defendido por sus una victoria frontal: se incorpora al orden nuevo, y
últimas tropas en el norte del país, pudo concluir con gana dentro de él provincia tras provincia. El suce-
elIa. Para entonces era el Paraguay un país deshecho, sor de Sarmiento, el tucumano AvelIaneda, que ha
que iba, sin embargo, a utilizar para limitar las conse- subido a la presidencia contra la rebelión de su rival
cuencias de la derrota las divisiones entre sus vence- derrotado Mitre, intenta una reconciliación nacional que,
dores. tomada cuenta- de la debilidad creciente de las faccio-
La Argentina protegía en el Paraguay a los antiguos nes opuestas, debía transformar al presidente de la. re-
desterrados; el Brasil, tras de hacerse ceder los territo- pública en jefe y árbitro de todas las fuerzas políticas
rios en disputa, avaló a un gobierno dominado por an- del país. Su intento prematuro fracasa; al terminar su
tiguos generales de López, al que sostuvo en su oposi- presidencia debe Vencer la resistencia armada de la pro-
ción contra las exigencias territoriales argentinas. Así se vincia de Buenos Aires, cuyo gobernador ha sido ven-
afirmó la hegemonía brasileña, mientras los nuevos go- cido en las elecciones presidenciales, y que está amena-
bernantes presidían una alegre liquidación de las tierras zada de perder su capital, que 10 es a la vez de la nación
del.Estado; la reconstrucción del Paraguay se hace bajo y que las-prbVill6as del interior quieren Iederalizar. El
el signo de la gran propiedad privada, y es por otra parte vencedor en las elecciones es el general Roca, otro tu-
muy lenta; el país está destinado a mantener su principal cumano que acaba de conquistar--"eIdésierto, los terri-
vinculación económica con la Argentina, a donde se diri- torios indios del Sur; admirable político, Roca ha orga-
gen la mayor parte de sus exportaciones, y de cuyo siste- nizado en liga a la mayor parte de las situaciones políticas
ma de navegación fluvial depende en su comunicación dominantes en las provincias, que olvidando sus ante-
con ultramar. riores conflictos, coinciden en querer controlar el pode-
De esa guerra -que le obligó a organizar un ejército río militar y financiero del gobierno central. Con Roca
de varias decenas de miles de hombres, reiteradamente madura una evolución comparable en algunos aspectos a
diezmado por la guerra y las epidemias- la Argentina la mexicana; sin duda ya desde mediados del siglo Alber-
sali.ó deshecha y rehecha. Mientras Mitre dirigía las ope- di había fijado como objetivo para la nueva Argentina
raciones en el Paraguay, su partido se deshacía en Bue- darse una organización autoritaria que asegurase el orden
nos Aires; en el interior el ejército salvaba la situación necesario para el progreso económico; pero la consecuen-
amenazada por la rebelión federal, y ese ejército impo- cia que había deducido de estas premisas -el apoyo ,1
nía, contra Urquiza pero también contra el candidato Urquiza contra Buenos Aires- 10 había volcado a la
favorito de Mitre, el sucesor presidencial: el provincia- causa perdedora; y los vencedores hablaban sobre todo
no Sarmiento, sin un partido propio, iba a seguir utili- de derechos conculcados y de progreso de las institucio-
zando para gobernar la fuerza de ese ejército nacional, nes representativas; ese progreso había sido muy modes-
que en 1870 debía vengar la muerte de Urquiza, sacri- to, y en 188QJ~.ocatriunfaba en nombre de un programa
ficado por una revolución del federalismo entrerriano. de paz y administración, que reiteraba el de Alberdi. Sin
que lo juzgaba ya una suerte de agente clandestino del duda lasolüciÓñ--argentina era en muchos aspectos dis-
gobierno central. Con la muerte de Urquiza la oposición tinta de la mexicana: si el régimen de Roca iba a susti-
250 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 251
tuirse a la voluntad popular en las elecciones -organi- En el interior los resultados del cambio no eran tan feli-
zando y perfeccionando el sistema de fraude más caótica- ces: el ferrocarril lo incorporaba como consumidor al
mente aplicado en la etapa anterior-, iba a respetar, en mercado mundial, cuando como productor tenía muy
cambio, ciertos princi~ios (por ejemplo, la no reelección poco que ofrecer; sólo en Tucumán surge un oasis de
presidencial) y garantías constitucionales (por ejemplo, la economía moderna: se apoya en la expansión del azúcar,
libertad de prensa). Pero esos límites fueron aceptados que beneficia a la aristocracia local, a la que su influencia
y utilizados con admirable virtuosismo por Roca para política sobre Avellaneda y Roca concede crédito ban-
afirmar su poder supremo, y su triunfo obligó a las per- cario y protección aduanera.
sonalidades que habían gravitado en la política argentina La prosperidad es el clima que se cree perman.ente de
a una disciplina nueva: Sarmiento no se resignó a ella, la Argentina; mientras ésta dura, el orden político per-
y fue barrido de la escena; Mitre, más prudentemente, manece estable; sus altibajos provocan tensiones que,
se acogió al papel de patriarca de la nacionalidad que sin embargo, la coyuntura acalla luego de haberlas pro-
el nuevo dueño de la nación le había asignado; pasó a vocado. En torno a los rasgos esenciales del orden nuevo
ser el jefe, por todos venerado, de una oposición impo- existe, si no unanimidad, un consenso lo bastante amplio
tente, en quien los dominadores cultivaban al adversario como para garantizar su estabilidad.
al que preferían tener por interlocutor en horas de crisis. Ese progreso económico ha sido acompañado de otros
El tránsito de Rosas a Roca fue mucho más que una avances, limitados porque el Estado es el menos bene-
transformación política: como decían orgullosamente ficiado por la nueva prosperidad: la opinión de hacen-
aun los disidentes frente al orden político dominante, en dados y agricultores exportadores, comerciantes con ul-
la Argentina de 1880 no era posible reconocer la de tramar y clases medias consumidoras de productos im-
1850. La alternancia de etapas prósperas y crisis no lo- portados, es hostil a los impuestos inmobiliarios, a los
graba disimular una expansión que lo dominaba todo; aduaneros, a los de con~umo; prefiere que el Est.ado se
en la provincia de Buenos Aires los ferrocarriles de- endeude, o acuda a la SIempre condenada y no SIempre
cuplicaban el valor de la tierra, y al mismo tiempo con- eliminada emisión de papel moneda. Dentro de estas
tribuían a hacer posible una quintuplicación de los va- limitaciones, y las que impone el costoso mantenimiento
lores de las exportaciones. En el sur de Santa Fe y Cór- del orden interno, el Estado gasta en empresas de fo-
doba, en torno a esa franja demasiado estrecha que entre mento, y sobre todo en instrucción pública: Sarmiento,
dos territorios indios había comunicado al litoral y el .el «presidente maestro», su sucesor Avellaneda, inau-
interior, pequeños propietarios, y sobre todo arrendata- guran una política que Roca continuará con medios más
rios en primer término italianos, comenzaban a crear la amplios. La Argentina dice tener más maestros que sol-
pampa cerealera, haciendo la riqueza de los comerciantes dados; si esto no es literalmente cierto, marca muy bien
de Rosario, el puerto del trigo. Las ciudades crecían; una tendencia. En otros aspectos el Estado ha interve-
Buenos Aires tenía hacia 1880 medio millón de habitan- nido más intermitentemente: en tiempos de Avellaneda,
tes (menos de cien mil en 1850); más de la mitad eran cuando la crisis de 1873 interrumpe las inversiones ex-
-lo mismo que en la pampa cerealera- extranjeros. Sino! tranjeras, toma a su cargo proseguir la construcción de
duda, lo principal de esa prosperidad recaía en las clases ; la red ferroviaria, que en el litoral está predominante-
altas mercantiles y sobre todo terratenientes; pero su - mente en manos británicas (pero aun allí el primer fe-
amplitud permitía el surgimiento de una clase media ur- rrocarril argentino, el del Oeste, es popiedad de la pro-
bana y más limitadamente rural en el litoral argentino .• vincia de Buenos Aires). Al lado de la inversión ex-
252 Capítulo 4 ')mgimiento del orden neocolonial 253

tranjera, alguna está a cargo del capital local, desde la mcnzó Rosas y coronó Roca; apoyado en los hacendados
c~nstrucción urbana en Buenos Aires hasta el mejora- reunidos en la Asociación Rural, en los comerciantes ex-
miento de la expl,9tación ganadera (mejor de las razas I~ortadores, ofrece la fuerza del Estado para vencer la
ovinas y vacunas, alambrado de los campos). Heredero resistencia de la población campesina al alambrado de
y ~eneficiario político de ese proceso, Roca, que ha con- los campos, a lo que es, de hecho, sistema de trabajo
quistado para los hacendados veinte mil leguas cuadra- obligatorio en las estancias. Al mismo tiempo promueve
das de tierras indias, no vacila en presentarse como el otras reformas inesperadas: gracias a su apoyo, José Pedro
jefe de una empresa cuyos aspectos esenciales son eco- Varela, que es su opositor político, puede organizar un
nómicos. sistema de enseñanza elemental del Estado superando
la oposición de la Iglesia y la indiferencia de la clase
letrada y liberal de Montevideo, en el fondo satisfecha
El Uruguay vive más aceleradamente un proceso com- de su monopolio de hecho de la instrucción. Mientras
parable al argentino. En el punto de partida encontra- tanto, las exportaciones uruguayas -cueros y lanas-
mos esa crisis política perpetua que desde 1811 ha deso- crecen vertiginosamente; Montevideo tiene más de cien
lado la campaña: entre sus consecuencias, la despoblación mil habitantes; el país en su conjunto medio millón, del
ganadera se suma a la abundancia de ocupantes ilegales que el 30 por 100 son extranjeros. El régimen de La-
de tierras y la inseguridad permanente del orden rural. torre no es, sin embargo, popular, y el ejército le ofrece
La Guerra Grande, las incursiones riograndenses, los un apoyo cada vez más perplejo; bajo su gobierno -3
alzamientos colorados, la Cruzada de Flores han marca- pesar de que Latorre ha sido y sigue proclamándose
do d~ modo difícil de borrar a la campaña uruguaya. colorado- no existe en rigor vida política, y en medio
Terminada la Guerra Grande, los agiotistas del Montevi- del progreso creciente la desaparición de la desorde-
deo sitiado se lanzan a la conquista de esa tierra ern- nada y a ratos riesgosa libertad de los orientales es, a
pobrecida, pero potencialmente próspera. Sus previsio- pesar de todo, lamentada. Finalmente, Latorre abandona
nes comienzan por revelarse falsas: la paz no vuelve, el en 1880 el gobierno, desde el cual ha tomado medidas
desorden continúa, y la riqueza rústica aumenta sólo len- severas contra la oposición política. El Uruguay que
tamente. Mientras tanto, la política uruguaya sigue de- deja, muy distinto del que había encontrado, parece ha-
vanando sus viejas alternativas; entre blancos V colora- ber sido disciplinado por cuatro años de dictadura para
dos, entre caudillos rurales y doctores urbanos; estos nuevos gobiernos militares, que dominarán, en efecto,
últimos dominan luego del asesinato de Flores' la recon- en la etapa siguiente; esa tierra de la indómita libertad
ciliación en la búsqueda común del progreso 'institucio- parece momentáneamente convertida a una versión pe-
nal, que los blancos y colorados de la capital consuman culiar del nuevo credo a la vez autoritario y progresista.
a medias, no devuelve la paz a la campaña; un régimen En México, en la Argentina, en el Uruguay, donde la
parlamentario algo verboso se impone sólo para sucumbir disidencia armada había sido un rasgo constante, donde
frente a las consecuencias locales de la crisis económica dirigentes políticos que habían llegado a ser conocidos
de 1873. Lo remplaza algo nuevo en la historia del Uru- y respetados en toda América latina, habían comen-
guay: la dictadura no de un caudillo rural sino de un zado a mediados del siglo una regeneración en el credo
militar profesional, que gobierna en nombre del ejército. del liberalismo constitucional, el progresismo se colo-
Lorenzo Latorre impone a la campaña un orden estricto' reaba, en mayor o menor grado, de matices autoritarios
realiza en el Uruguay las tareas que en la Argentina ca: y militares. Se podrían esperar desarrollos análogos en
254 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 255

tierras en que el esfuerzo de renovación había sido me- lismo convertido ahora en federalismo); no logró, sin
nos hondo, en que las tendencias autoritarias habían embargo, imponer su vieja garra sobre una Venezuela
arraigado en el pasado encontrando menores resistencias. que había vuelto a apreciar los encantos de la guerra
Y, sin duda, no han de faltar desarrollos análogos a los civil. La revolución amarilla fue la de la plebe rural,
que acaban de verse; no van a ser, sin embargo, los que encontró un inesperado empresario en Antonio Guz-
más frecuentes; lo más frecuente es que el progresismo mán Blanco, hijo del reputado periodista liberal, y dis-
sea el nuevo credo de oligarquías políticas que, a la vez puesto como él a hacerse vocero de la protesta popular.
que se amplían, se consolidan en el poder (es el caso de En su prédica, Guzmán Blanco había unido al liberalismo
Chile, el de Colombia), lo defienden tenazmente de las intransigente una hostilidad constante a los ricos, a
amenazas de un autoritarismo militar en que ostentan los hacendados del azúcar y de las haciendas ganaderas,
ver un heredero de la arcaica tradición caudillesca (es a los grandes comerciantes del café, sin olvidar a los
el caso del Perú) o ceden sólo una parte de su gravita- banqueros de Caracas, representantes locales de la fuerza
ción a fuerzas que les son ajenas, y a las cuales de misteriosa de la coyuntura y responsabilizados de las de-
ningún modo se subordinan (es el caso del Brasil). Tam- vastaciones que ella provocaba. Desde el gobierno iba a
bién hay, sin embargo (se ha dicho ya), soluciones pro- hacer, sin embargo, la política de esos sectores altos,
gresistas decididamente autoritarias: las hallaremos en apoyándose en un ejército en que la victoria liberal había
Venezuela, en Guatemala, en Ecuador. cambiado sustancialmente el cuerpo de oficiales. Su pro-
gresismo era indudable: preocupación por los progresos
de los transportes, codificación y reforma del derecho pri-
En Venezuela al promediar el siglo se derrumba, en vado, laicización del matrimonio y los cementerios, supre-
medio de una crisis provocada por el derrumbe de pre- sión de órdenes religiosas, avances en la organización de
cios del café, la hegemonía conservadora. Monagas, ele- la enseñanza elemental. Su autoritarismo también; no sólo
gido presidente en 1846, hace vicepresidente al popu- la Venezuela federal era gobernada sin oposición to-
larísimo opositor Guzmán; elegido por el favor de Páez, lerada por Guzmán Blanco: la situación se revelaba des-
utiliza su orientación hacia el liberalismo para emanci- caradamente en las estatuas colosales del gobernante,
parse del anciano hombre fuerte, que se ve empujado que comenzaban a adornar las plazas de la capital y las
[1 la rebelión, y, tras de fracasar, se refugia en Estados ciudades venezolanas. La vida de esos monumentos era
Unidos. Monagas entendía la aproximación al liberalis- breve; Guzmán Blanco solía alternar el gobierno con pe-
mo como una operación de corrupción política en gran ríodos de delegación que ocupaba en fructuosos viajes
escala; en buena medida tuvo éxito en ella, y al satis- a Europa (donde se ocupaban de promover empresas de
facer las muy precisas ambiciones de la descontenta ju- explotación económica de Venezuela); partido el gober-
ventud letrada de Caracas, eliminó uno de los elementos nante, las estatuas eran derribadas por encolerizadas mu-
de irritación más visibles, si no más importantes. Mo- chedumbres, para ser vueltas a erigir resignadamente
nagas fue, por otra parte, jefe de clan: su hermano lo a su retorno. En 1889 fueron derribadas definitivamen-
remplazó en la presidencia. Sólo en 1858, doce años de te: el sistema político armado por Guzmán Blanco era
gobierno familiar concluyeron bajo los golpes concer- tan perfecto que podía funcionar en manos del medio-
tados de liberales y conservadores; la lucha recomenza- cre reemplazante intertno que se había elegido. Bajo
ba, y en 1861 Páez volvía, para dirigir la resistencia Guzmán Blanco avanzó la penetración comercial extran-
azul (conservadora), a los avances amarillos (del libera- jera sobre una Venezuela que ampliaba sus exportacio-
256 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 257
nes; las clases altas se acostumbraron a aceptar que el peridad privada explican la resignación de las clases altas
supremo poder político no estaba en sus manos, sino frente al duro estilo político de Barrios. Finalmente, el
en las de jefes militares que habían ganado el derecho liberalismo guatemalteco se lanzó a reconstruir la uni-
a gobernar en combates cuyo desenlace era, en el fondo, dad centroamericana, y fracasó en el intento. En 1885
indiferente; las populares habían sido disciplinadas para Barrios moría, y dejaba una herencia compleja: un libe-
el silencio y la obediencia. En lugar del ejército popu- ralismo en cuyos principios económicos coincidían las
lar que había hecho la revolución federal, era un ejér- enteras clases propietarias, fortalecido por el éxito de la
cito atrincherado en el presupuesto el verdadero dueño secularización tan enérgicamente llevada adelante; un
de la política venezolana, y los dueños del ejército eran autoritarismo de base militar que marginaba por igual
oficiales reclutados entre las clases altas de las zonas de la política a las élites urbanas (reducidas a decorosas
más pobres y arcaicas de Venezuela; entre las distintas comparsas destinadas a ofrecer una fachada institucional
diques regionales se daba la lucha por el poder efec- correcta para un régimen sustancialmente despótico) y
tivo, mientras el nominal podía estar ocasionalmente en a la plebe rural que había sido empujada de las comu-
manos de letrados de Caracas, y el orden económico- nidades a las fincas de café no sólo por el juego de las
social permanecía inmutable por debajo de tantos cam- libres fuerzas económicas, sino por la presión concreta
bias, dentro de las líneas fijadas por el heredero infiel de la fuerza armada puesta al servicio de los terrate-
de la revolución amarilla. nientes viejos y nuevos.

En Guatemala, el dominio de Carrera duró hasta su Una evolución de rasgos menos extremos, pero sus-
muerte; la alianza del jefe mestizo y la aristocracia te- tancialmente similar, se daba en casi toda Centro amé-
rrateniente se mantuvo también hasta entonces. En 1865 rica. Esa evolución era menos extremosa por razones en
moría Carrera, y ya entonces Guatemala había comen- parte políticas (en ninguna parte el dominio conservador
zado a cambiar, aunque todavía lentamente; sobre el había sido tan marcado como en Guatemala), en parte
país de economía cerrada sobre sí misma, cuyo único económico-sociales (en ninguna parte el modelo de una
rubro importante de exportación era la cochinilla, co- economía señorial cerrada dominaba como allí ni la opo-
menzaba a surgir la Guatemala del café; en 1880 éste sición entre aristocracia blanca y plebe indígena se daba
cubrirá el 92 por 100 de las exportaciones guatemalte- tan vigorosamente; por añadidura, la evolución a partir
cas. La expansión cafetera se acompaña del nacimiento de la economía agrícola-mercantil del índigo en El Sal-
de la Guatemala liberal; un jefe mestizo, Justo Rufino vador, de la ganadera en Honduras y Nicaragua, fue
Barrios, llegó al poder en 1873, confiscó iglesias y ex- más lenta que la creación de la Guatemala del café). En
pulsó congregaciones, promovió la educación popular y todo caso, la lucha entre liberales y conservadores (ele-
laica, reformó el derecho privado en un marco que ya rica1es) llena la historia centroamericana en la segunda
no concedía lugar a la comunidad indígena de tierras, mitad del siglo; de ella emerge lentamente la solución
y facilitó así la creación en las tierras cafeteras de una militar, que -utilizando para reclutar su clientela po-
clase de propietarios medios a menudo mestizos; junto lítica el nexo, a menudo tenue, del dictador con alguno
con ellos, sin embargo, los grandes terratenientes blancos de los partidos tradicionales- inaugura de hecho un
mantuvieron y aumentaron sus posesiones, valorizadas régimen nuevo. Pero el progresismo de estas soluciones
por la expansión productiva. Estos avanves de la pros- autoritarias está a menudo limitado a la esfera de las
Halpcrin. 17
258 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 259
intenciones por Ja lentitud del cambio económico: Note- En el Ecuador hallaremos una solución más original,
mos una excepción a este proceso: en Costa Rica una aunque efímera: allí una dictadura progresista se afir-
clase de propietarios medios prospera con el café, y mará con signo intransigentemente católico, bajo la di-
-pese a que tampoco es inmune a los confl.!ctos polí- rección de Gabriel García Moreno. Este guayaquileño,
tico-religiosos de la época- se defiende mejor contra hijo de un comerciante peninsular, liberal en la primera
las tentativas de despojarla del poder político en bene- parte de su carrera política, casa con una rica heredera
ficio de dictaduras militares, progresistas o no. Se ponen de Quito y se identifica progresivamente con la aristo-
así en ese país de medio millón de habitantes las bases cracia conservadora de la Sierra. Lucha contra Flores,
de una «democracia ejemplar», cuyos rasgos fundamen- que en 1846 vuelve en empresa reconquistadora con
tales perdurarían hasta mediados del sigl? ::ex; el pequ.e!i0 apoyo español; lucha también contra los regímenes mi.
país reduce su fuerza armada a su mrmrna exp~eslOn, litares liberales que se suceden desde entonces. El 1859.
y puede jactarse más verazmente que la Argen~~na de 1860, en medio de una guerra causada por problemas
tener más maestros que soldados. Otra excepcion pa- de límites con el Perú, logra hacerse del poder en Quito,
rece por un tiempo darse en El Salvador; cuando llegue y (apoyando y luego combatiendo a los peruanos) se im-
allí la plena prosperidad cafetera ese diminuto rincón pone a la entera nación. Comienza entonces la construc-
sobrepoblado que fue la fortaleza del liberalismo centro- ción de una dictadura conservadora, que espera con-
americano seguirá, sin embargo, el camino político de sus solidar mediante la incorporación del Ecuador al im-
vecinos. perio francés; la Francia napoleónica es menos atraída
La política centroamericana comien~a. a ser afec!~da por esa perspectiva que por la aventura mexicana ...
en esta etapa por la importancia estrategl~a de la reglO~: García Moreno, apoyándose primero en la aristocracia
Gran Bretaña y Estados Unidos, adversarios mal reconcr- quiteña, y luego en un maduro estado policíaco, que
liados en cuanto aspiran ambos al dominio de la ruta del usa con habilidad el terror, se consagra a civilizar a un
Istmo, se dedican a jugar apuestas en las complejas ri- país de indios y mestizos, al que desprecia: clérigos fran-
validades políticas centroamericanas. En la década ~~l ~O, ceses dirigen la educación en todos los niveles, y rem-
un aventurero norteamericano, Walker, con un ejercito plazan paulatinamente al clero local aun en la vida ecle-
internacional financiado por Vanderbilt, logró dominar siástica; el ejército ecuatoriano se moderniza, se inicia
por un tiempo la situación nicaragüense, c.on a.1armade la construcción del que será el gran proyecto de García
Gran Bretaña, que alegaba derechos algo discutibles a la Moreno: el ferrocarril de Guayaquil a Quito, destinado
despoblada costa atlántica de ese país -la Costa de Mos- a terminar con el aislamiento de la sierra. La oposición,
quitos- y no renunciaba a controlar un futuro canal inspirada por la protesta de un admirado escritor tan
interoceánico que utilizase el sistema de ríos y lagos de tradicionalista en su estilo como en sus ideas- Juan
Nicaragua. Pero estas veleidades de intervenció.n sólo Montalvo- no desarma; en 1875 García Moreno es ase.
remotamente anuncian los desarrollos que en el siglo xx sinado, y lentamente el predominio conservador renun-
harán de América Central una zona sólo nominalmente cia a sus aristas más duras; está destinado a durar aún
independiente de los Estados Unidos. veinte años. Muy generalmente aborrecido, García Mo-
Cautamente en la Argentina, más decididamente en reno es admirado aun por sus enemigos por su hon-
Uruguay, México, Venezuela y América Central, el avan- radez sin mancha en lo económico, por la modestia de
ce del liberalismo había desembocado en una lucha para su vida, por un saber científico que ha adquirido en un
limitar el papel de la Iglesia en la vida latinoamericana. año de estudios en París y que es a la vez sumario y
Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 261
260
pedantesco, pero que en Quito es considerado inmenso. populares entre la plebe de la capital, a la que convoca-
Pero los esfuerzos de Garda Moreno no tienen éxito ban a luchar contra el librecambismo. Luego de una dic-
durable: en el Ecuador las fuerzas de renovación siguen tadura militar draconiana, los gólgotas triunfaron; en
estando en la costa plantadora y comerciante, que es tra- 1861 instalaban en la presidencia a su hombre fuerte (el
dicionalmente liberal, y en la oposición ruidosa e inefi- mismo general Mosquera, que había sido en el pasa-
caz de algunos sectores marginales de Quito a la oli- do columna del orden conservador) y adoptaban un
garquía serrana. Garda Moreno había logrado destruir federalismo muy laxo. Mientras Colombia comenzaba su
la gravitación del ejército, que había influido en el equi- propia expansión cafetera, el orden interno era cada vez
librio anterior entre sierra y costa; pero sólo para dejar menos seguro: los gobiernos provinciales luchaban entre
en herencia el poder a la oligarquía conservadora se- sí y eran sacudidos por violentas luchas locales. Presi-
rrana, dispuesta a ejercerlo menos despóticamente pero dente desde 1880, el liberal Rafael Núñez (uno de los
también totalmente ajena a los pujos renovadores de ideólogos del grupo gólgota) lanzó lo que llamó la re-
Garda Moreno; la continuación del aspecto renovador generación: en busca del progreso económico la Colom-
de su obra quedará a cargo del Ecuador liberal. bia liberal y federal debía renunciar a su liberalismo (de-
volviendo a la Iglesia posición dominante en la ense-
ñanza pública) y a su federalismo, excesivamente costoso
En otros países, se ha dicho ya, la evolución se da y responsable del desorden crónico de la campaña; debía
entre alternativas menos extremas. En Chile, en Nueva también hacer concesiones al autoritarismo aumentando
Granada (desde 1860 rebautizada Colombia) se pasa del los poderes del presidente. Estas innovaciones no eran
predominio conservador al liberal sin que las tendencias presentadas como un retorno liso y llano al conservado-
autoritarias aparezcan sino tardíamente (yen el caso rismo, sino como una consecuencia de la muerte de las
chileno para ser derrotadas). En el Perú se da una re- ideologías tradicionales y de la adopción de un progresis-
conquista del poder por la oligarquía costeña, capaz de mo atento a intereses y no a ideales. Esta política no se
dirigir y utilizar a los sectores urbanos descontentos del impuso sin lucha; como era esperable, los liberales vieron
predominio militar; allí una historia a menudo trágica, con indignación cómo lo que juzgaban apostasía de su
mantiene, a través de cambios sorpresivos y aparente- jefe, era institucionalizada en la constitución de 1886 y el
mente radicales, esta dirección fundamental. concordato de 1883. Pero la solución impuesta por Nú-
En Nueva Granada la revolución europea de 1848 ñez estaba destinada a durar, no sólo porque en el de-
devolvió virulencia, como ya se ha señalado, a la opo- licado equilibrio de una clase políticamente activa que
sición liberal, transformada en gobierno por el sucesor seguía siendo excesivamente reducida la defección de sus
del presidente conservador Mosquera, José Hilario Ló- seguidores liberales fue decisiva, sino también porque
pez; Mosquera, que no lo había apoyado como candida- sus reformas consolidaban un orden que las clases pro-
to, puso ahora toda su gravitación al servicio de la causa pietarias y mercantiles de Colombia apreciaban unáni-
liberal, que utilizó el poder para libertar a los esclavos, memente. Eran estas clases las que compartían el poder
imponer un programa librecambista, expulsar a los je- bajo la égida de Núñez; las que se afirmarían en él luego
suitas, establecer la libertad religiosa e introducir el fe-
de su muerte, en 1894 (hasta ese momento, directamen-
deralismo. Los liberales bien pronto se dividieron; los
te o por persona interpuesta, fue Núñez el árbitro de
más extremos (llamados gólgotas) eran fuertes sobre todo
la política colombiana).
en el norte costero; los moderados (draconianos) eran
262 Capítulo 4 SllI:gimiento del orden neocolonial 263

Los desarrollos en Chile y Perú, aunque profunda- ciantes extranjeros que exportaban el guano de las
mente divergentes, están íntimamente entrelazados. En el islas costeñas a Europa. Ahora bien, la riqueza guanera
Perú el general Castilla organiza, desde 1845, un régi- había encontrado ya modo de pasar de manos públicas
men que se apoya en una riqueza nueva: el guano; este a privadas mediante la consolidación de la deuda pú-
fertilizante, concentrado en islas desérticas de la costa, blica: personas ricas o influyentes de Lima habían com- :1

comienza a ser introducido en Europa por casas expor- prado, a precio vil, viejos créditos contra el Estado, y :'1 1

tadoras inglesas, que pagan derechos al Estado peruano; ganado rápidos lucros al ver éstos redimidos. Ahora se
en 1847, los ingresos que éstos proporcionan al fisco daba un paso más: la riqueza limeña, desde 1860, par- II!
1:1
1",:·,',,1

comienzan a ser cuantiosos, y ello permite, a partir de ticipa en la explotación del guano, cuya exportación "

,11,

ese año, consolidar la deuda interna, y en 1848 liquidar queda a cargo de consignatarios nacionales, mientras 1:1
la externa. Lima tiene en 1850 su primer ferrocarril, que su venta en Europa corre por cuenta de un conjunto 1
::1\

poco después el alumbrado a gas. Las reformas del de- de casas comerciales ultramarinas. La solución, prove- "11

recho privado culminan en el Código civil de 1852; como chosa para los consignatarios, les asigna un papel com- II!I
en otras partes, éste favorece la liquidación de la comu- parable al de los agiotistas de etapas anteriores; orga- :'
nidad de tierras, defensa de los labriegos indios contra nizan su propia insolvencia, sitian financieramente al Es-
la avidez de hacendados y mercaderes. En esos años co- tado, lo auxilian con préstamos de plazo angustioso y
mienza también la inmigración de coolies chinos a las condiciones exorbitantes ... De este modo se reconstitu-
haciendas de la costa; los propietarios quieren devolver ye en Lima una riqueza privada, y mientras algunas gran-
a las tierras del azúcar y el algodón a su plena producción. des familias redoran sus blasones y otras nuevas surgen
En medio de eso cambios vertiginosos, Castilla pudo im- a la opulencia, el mal humor de los ricos arruinados, de
poner como sucesor al general Echenique, contra muy los que no participan en la alegre conquista de las ganan-
variadas oposiciones. Echenique presidió una etapa mar- cias guaneras, de una plebe curiosa y maldiciente, crecen ...
cada por la continuación de la prosperidad guanera; bien No bastan, por el momento, para quebrar el predominio
pronto fue acusado de organizar la corrupción, y encontró político de Castilla, que en 1862 puede dejar el gobier-
entre sus críticos a su predecesor, que se lanzó a la guerra no a un sucesor por él elegido. Pero éste muere, la
civil. En medio de ella Castilla suprimió la esclavitud y el guerra civil vuelve, y se complica de un conflicto con
tributo indígena; ambas medidas, que tenían la finalidad España, cuya flota, por razones difíciles de entender, se
inmediata de facilitar el reclutamiento de negros e in- dedica a atacar las costas peruanas, utilizando un inci-
dios, reflejaban de todos modos las consecuencias de dente en verdad insignificante protagonizado por mari-
cambios ya ocurridos: la agricultura de la costa se es- neros españoles en el Callao. Ante el peligro de lo que
taba reconstruyendo sin apelar a mano de obra esclava; puede ser tentativa de reconquista española, se produce
el fisco peruano, gracias a los ingresos del guano, no una efímera unión nacional, y una igualmente efímera
necesita ya de la capitación indígena. alianza con Chile, Bolivia y Ecuador, igualmente ame-
La victoria de Castilla no interrumpe un proceso co- nazados por la desconcertante acción española (que cul-
menzado durante el gobierno de Echenique, y uno de minará en un devastador bombardeo naval de Valparaíso
cuyos aspectos era precisamente la corrupción: la difu- v uno menos exitoso del Callao). Finalmente las naves
sión entre ciertos sectores privados capitalinos de la ri- españolas se retiran, sin esperar las reparaciones que han
queza guanera. Esta ingresaba en la economía peruana exigido.
bajo forma de pagos al fisco por parte de los comer- La unión sagrada se quiebra: en medio de rebeliones
264 Capítulo 4 265
Surgimiento del orden neocolonial

indígenas se da de nuevo la guerra civil. En 1868 emer- to en torno a Iquique. La bancarrota parecía .cercana:
ge de ella como presidente, y heredero de la «revolución desde la presidencia de Pardo comenzó a r~curnrse ~ la
conservadora», el coronel Balta; su gobierno abre un moneda de papel, luego fue necesario autorizar ~ Meiggs
nuevo capítulo en la historia del guano: por iniciativa / a hacer emisiones privadas, desde 1874 el gobierno del
del joven ministro de Hacienda, Nicolás de Piérola eli- Perú y la casa Dreyfus se consideraban .recípr~camente
mina a los concesionarios múltiples para otorgar' una deudores morosos, y arrastraban largos pleitos; LIma, que
concesión única a la casa francesa de Dreyfus (1869)' había derribado -por iniciativa de Meiggs- sus murallas
la nueva beneficiaria otorga a su vez un préstamo, qu~ coloniales, era una gran ciudad, que no podía sobreviv~r
saca al, gobierno d~ sus aprietos inmediatos, en los que sin el lujo de sus ricos y los sueldos de su clase media
l? creían .ltrem~dIablemente encerrado los consignata- empleada. A esa crisis, particularmente grave da~as .I~s
nos. ~l mismo tiempo el contrato inauguró la apelación modalidades que tuvo esta etapa de la modernización
al capital europeo, que hace posible empréstitos y cons- peruana, la hubiese terminado quizá ~n cambio en, la
trucciones de ferrocarriles, en las que sobresale un em- coyuntura económica mundial. En cambio, la prolongo y
prendedor yankee, ya enriquecido y arruinado antes de agravó la guerra.
llegar al Perú, Henry Meiggs. Esa nueva oleada de \ En 1879, en efecto, Perú entraba en guerra co~
dinero fácil acreció nuevamente la corrupción política Chile, que desde hacía tiempo ambicionaba ~a nueva n-
ahora condenada con lenguaje austero por el círculo queza salitrera que en territorio de sus veCInOS sept~n-
de los antiguos consignatarios. De entre ellos salió el trian ale s -Perú y Bolivia- explotaban obreros chile-
fundador del partido civilista, Manuel Pardo, de lina- nos y (en el caso de Bolivia) empresarios a menudo
juda familia de Lima, que logró movilizar el descontento también chilenos. Si la ambición chilena se dirigía sobre
no sólo de su clase sino también de la entera capital todo a los territorios bolivianos, y no afectaba directa-
o!gani~ando el partido civilista, y ganar en 1872 la pre- mente a los peruanos, el gobierno del Perú se había de-
sídencia. Desde ella no sólo dirigió una campaña de cidido a hacer causa común con el de Bolivia para elu-
moralización -muy parecida a venganza- contra los res- dir una alternativa que juzgaba ruinosa: la alianza de
ponsables y beneficiarios de la política de su predecesor' Bolivia y Chile, en la que la primera recibiría del se-
también encaró con seriedad los problemas que la crisis aundo a cambio de sus territorios salitreros, los del
de 1873 creaba a la economía peruana, que se había tor- ;ur p;ruano, y junto con ellos los puertos a través de
nado extremadamente dependiente del crédito y del co- los cuales se comunicaba ya con ultramar. La guerra (y
mercio ultramarino. De todos modos ese clima de penuria la derrota a la que no quiso resignarse) significó para
económica no favorecía al arraigo del cívilismo, y Pardo el Perú un derrumbe de proporciones vastísimas; con-
debió aceptar la candidatura del general Prado, que sin denó retrospectivamente una etapa que no podría, sin
ser su adversario no podía considerarse un adicto del embargo, reducirse a la efímera y corruptora prosperi-
civilismo; desde el gobierno se mostraría aún más aleja- dad guanera y salitrera; durante ella había comenzado,
do del partido que quería someterlo a su tutela y que en efecto, la rehabilitación de la agricultura costeña de
en 1878 perdía a su jefe, asesinado en oscuras circuns- regadío: en 1878 el azúcar contaba tanto como el sa-
tancias. El Perú del guano entraba en agonía; pero más litre en las exportaciones peruanas a Gran Bretaña (am-
al Sur, el salitre ofrecía una nueva riqueza exportable, bos se ubicaban en el nivel de 1.200.000 libras); du-
y el gobierno buscaba -inútilmente- fondos para res- rante ella también la expansión de la red ferroviaria
catar de manos privadas las tierras salitreras, en el desier- (en particular el comienzo de la línea de Lima al Cerro
266 Capítulo 4 :;llrgimiento del orden neocolonial 267

de Paseo) puso las bases del renacimiento minero que Has de ceder territorios a Chile y pactar en 1866 la
vendrá más tarde. explotación conjunta del litoral salitrero, en 1867 cedía
Para. Bolivia la derrota iba a significar menos que para ;1 Brasil trescientos mil quilómetros cuadrados de selva
su v~cmo del Norte, precisamente porque en la etapa .unazónica: en lo interno, ante la invencible miseria fis-
anterior a ella el boom salitrero no había logrado trans- cal, Melgarejo echó mano de las tierras de comuni-
formar los datos esenciales de la realidad boliviana. Si dades, de las que los indígenas eran considerados me- I
~ucho más tarde Bolivia iba a ver en el despojo del ros ocupantes, y se organizó su venta, menos provechosa
litoral oceánico que siguió a la derrota una de las para el erario que para los compradores. En 1870 es
causas de su aislamiento y su arcaísmo económico, el derribado Melgarejo, y parece posible por un instan- I
hec~o de que la posesión de ese litoral tampoco había te el retorno a la tutela política de las oligarquías
servido para acercar a Bolivia a la economía mundial urbanas, a las que la muerte del general Adolfo Ba~l~-
11
parecía disminuir las consecuencias inmediatas de su vián priva de su dirigente más adecuado a un equili- 11
pérdida. El problema central de Bolivia no era en efec- brio político dominado por el ejército. En 1876 hay un '1

!"
/

to, la dificultad de comunicarse con el mercado' mundial nuevo dictador militar plebeyo, el general Daza, cuyo
!
sino la de hallar excedentes que instalar en ese mercado; origen espurio (es hijo ilegítimo de un saltimbanqui i~a-
la crisis de la plata continuaba, y la quina la remplazaba liana) y turbulenta adolescencia son recordados malig-
sólo muy insuficientemente. namente por la desplazada aristocracia. Daza, ante la
A mediados del siglo remplaza efímeramente al su- constante penuria del fisco, decide obtener algo más de
cesor de ~elzú un gobernante civil, en el que las clases los concesionarios que explotan el salitre litoral; limita
altas comienzan por reconocerse, para participar bien los derechos de algunos y declara caducos los de otros.
pron~o en las protestas contra su riguroso estilo político. Las compañías afectadas -en su mayor parte inglesas
A .~mares se de~e el saneamiento de la moneda, que por su capital y en algún caso bolivianas por su lugar
facilita el comercio con el extranjero, la reducción del de constitución- se proclaman chilenas y reclaman el
cuerpo de oficiales y una moralización de la adminis- auxilio del gobierno de Santiago. Este -que se consi-
traci~n. ,que l~ ganó ur;ta sólida impopularidad, pero le dera parte en el conflicto debido a los derechos adqui-
permmo duplicar los mgresos fiscales. Llegado al po- ridos por el tratado de 1866- se apresura a propor-
der en 1857, Linares fue derribado en 1861 por un cionarlo. Si la Guerra del Pacífico es la primera en
golpe de Es~~do: desde entonces iban a sucederse go- que los capitalistas europeos (yen este caso en menor
bernantes militares, la base de cuya popularidad iba a grado norteamericano) toman abiertamente partido -en
estar más centrada en el ejército que la de Belzú. A Achá favor de Chile y contra la alianza perú-boliviana- la
reemplazó en 1864 Melgarejo, impulsado a la rebelión alegación de que el gobierno de Santiago es sólo el
por la oligarquía adicta a Linares, que se creía capaz agente de sus intereses parece por lo menos exagerada:
de manejarlo; ya bajo su gobierno, el poder político la conquista del norte salitrero significa una ventaja
era en Bolivia más codiciado, porque abría posibílida- muy importante también para los sectores dominantes
des nuevas de provechosa corrupción: en la costa ha- de la vida chilena.
bía com~nzado la e::cplotación del salitre, que dio lugar
a concesiones excesivamente generosas a casas inzlesas
~ .c~ilenas; Bolivia tenía, por otra parte, territori~s en En el Perú se ha dado la reconstitución de una aris-
htlglO que se habían tornado también más atractivos: tocracia urbana de la costa, y sobre todo de Lima; esa
268 Capítulo 4 269
Surgimiento del orden neocolonial
reconstitución tiene su origen primero en las larguezas expresión de la nación a la vez que de la facción do-
del fisco, per? frer:te a él la élite que vuelve a ser rica minante era para observadores benévolos otro signo de
~uar~a sus dlstar:C!as; arraigada en parte en el pasado la excepcionalidad de una experiencia más europea que
h~eno, ~uede ~tlhzar contra el gobierno tanto un mo- latinoamericana; en todo caso explica en parte las carac-
ralismo (intermitentemente exhibido contra las políticas terísticas peculiares de la evolución chilena.
que. no la favorecen) cuanto la fidelidad de las clases Ya durante el primer ventenio conservador, bajo la
medias ~ de la plebe urbana, dispuestas a colaborar en égida de los generales Prieto y Bulnes, la minería había
la ~onqUlsta del poder político demasiado tiempo mono- comenzado -se ha señalado antes- a introducir un
~o~lzado por los generales mestizos de la sierra. En Bo- nuevo elemento en una sociedad dominada hasta enton-
livia no se ~a dado nada de eso: una economía en estado ces por los hacendados del Valle Central. El cambio de
de e~t.ancamIento ha socavado la superioridad de las élites coyuntura a partir de 1848 aceleró el proceso: la mo-
tradicionales, ha erigido frente a ellas un nuevo grupo dernización de Santiago, lo que parecía la quiebra ver-
gob~rnan~e, formado por un cuerpo de oficiales cuyo ple- tiginosa de un estilo de vida cotidiana que la emancipa-
b~YIsmo Inculto, cuya alegre corrupción pueden ser enér- ción política había afectado mucho menos, se acompa-
g!came?te denunciados, pero no parecen tener consecuen- ñaba de una agitación ideológica que -se ha visto tam-
eras ~as du,r~s que el gobierno de los representantes de bién- buscó expresiones deliberadamente desafiantes
la l'J?tl~a élite, obligad~s ~ disgustar a todos exigiendo contra el catolicismo conservador que era una parte del
sacnficI<;>, en ara.s. de ~bJetlvos (saneamiento monetario, orden político dominante. Ahora bien, ese catolicismo
clepuraclO? administrativa) cuyos beneficios son difíciles era una parte algo incongruente dentro del sistema: las
~~ advertir. Frente a los gobernantes militares la antigua dificultades de una clase dominante agraria muy tradi-
élite puede mantener, como grupo, sus aspiraciones de cionalista y a la vez muy abierta al mercado ultramarino I
remplazo; no por eso deja de cooperar con esos gober- se reflejaban cotidianamente en los avances hacia la to-
nantes, a los que desprecia, proporcionándoles un de- lerancia de cultos, y en la fe en la posibilidad de un pro- l!1
1
coroso. marco de ~egisladores y diplomáticos; tampoco greso cultural y técnico que se gustaba de suponer in-
renuncIa. a. beneficiarse con esa cooperación (por ejem- dependiente pero no hostil a la fe recibida y al conjunto 11

plo, partl:lpand~ en !~ comp~a de ti~rras indias). de nociones que tradicionalmente -pero a menudo abu-
,1

I
d En Chile la slt~acIOr: ha SIdo y SIgue siendo distinta sivamente- se consideraban como formando cuerpo con l.
e la peruana y aun mas de la boliviana. El orden con- ella. En la década del 40 hubo entonces un progresismo
s~rvador ha c?menzado por limitar la fuerza del ejér- conservador, que retenía el rigor autoritario pero le
CItO; c?n la pnme.r~ guerra del Pacífico las fuerzas arma- fijaba objetivos en parte renovados: modernización eco-
das ,c~Ilenas .adqUlneron un prestigio interno sin par en nómica y cultural antes que defensa de un orden que ya
:menca .~atlna; las ventajas de ser la expresión armada no se juzga tan amenazado. Ese progresismo tiene su
e la nac!on y solo mu~ discretamente y en segundo plano figura dominante en Manuel Montt, ministro de modes-
la guar~ha del orden Interno se hicieron evidentes para to origen que bien pronto domina el gobierno de Bulnes.
los oficIales. ~~l ejército chileno, que aceptaron de buen En 1851 Montt será elegido presidente a costa de
grado la ml~IOn supuestamente apolítica que el nuevo una escisión de los conservadores extremos y de un al-
o:den les ~s~gnaba, compatible con la presencia de pre- zamiento liberal. Durante su decenio de gobierno (la
slde~t~s militares durante los primeros veinte años de reelección en mitad de él es canónica, como lo fue la
dominio conservador. Que en Chile el ejército fuese la de sus predecesores) se amplió la red ferroviaria desde
270 Surgimiento del orden neocolonial 271
Capítulo 4

el nor~e minero a~ centro agrícola-ganadero, con el fe- der no excedía la de la clase economica y socialmente
rrocarr~l de la capital a Valparaíso; se reformó el dere- dirigente, que se limitaba a extender al campo político;
cho privado, se suprimieron diezmos y mayorazgos se la clase alta es, por el contrario, más sólidamente dueña
reformó la Hacienda y se creó un banco oficial. Estas del poder que antes. Esta solución -momentáneamente
deformas aumentaron la resistencia del sector conserva- exitosa- se apoya en una coincidencia notable de inte-
or extre~o (exacerbada por un conflicto entre gobierno reses entre los viejos y nuevos sectores ricos: unos y
y clero), SI? desarmar al liberal, que seguía sufriendo las otros son beneficiarios de la apertura creciente al mer-
consecuencl~~ del estilo autoritario del gobernante. cado internacional; unos y otros dirigen, con tenacidad y
~a sucesron de Montt creó de nuevo tensiones que confianza, al país hacia la victoria militar que sorpren-
debían desembocar en una guerra civil, en que liberales derá a América Latina y transformará durante algunos
decenios a Chile, a los ojos de sus vecinos, en una res-
I
y. conservadores extremos se aliaron contra el gobierno
Fmalr.nente, éste se resignó a aceptar un candidato que:
~scogldo en sus ~l.a,s, era a la vez grato a la oposición
petada y también temida Prusia iberoamericana.
Chile sigue entonces ofreciendo en esta etapa el mo-
delo de una política oligárquica exitosa; nada podría
I
liberal. La tr,an~lclOn del ~hile conservador al liberal
c?~enzaba asr: Iba a culminar en 1871 con la instala- Hispanoamérica alinear al lado de él que pudiera compa-
Clan el?, el ~oder del presidente Zañartu, el primero de rársele. Aun el Imperio brasileño pierde durante ella
extracción liberal. algo de su prestigio anterior: se da allí un deterioro pro-
.Es.a transición ll~vó a la adopción de principios es- gresivo del equilibrio político, ya en la etapa anterior
grirnidos desde antiguo por la oposición al conserva-
dotlS~o: la ens.eña?za pública se expandió, creándose
un ~Istema de mstrtutos medios y ampliando la Uni-
menos perfecto de lo que hacían suponer versiones idea-
lizadas. I
¡,
r
I
ver~l?ad; . aunque más cautelosamente, se acentuó la ,I
política laica, llegándose a proclamar la libertad de cul- La guerra del Paraguay -esfuerzo inesperadamente
tos: Pero e~a ac~~o más significativa la atenuación -o vasto exigido al imperio liberal- inauguró la crisis de
mejor la dispersión-e- del poder autoritario del Esta- éste. La ruptura entre el mariscal Caxias, jefe de las
do. Desde 1871 los presidentes no podían ya ser re- fuerzas brasileñas combatientes en el Paraguay, y el ga-
electos, y en un. panorama político al que las divisiones binete liberal, dio por resultado la caída de este y (ante
del conservadorismo y las del liberalismo hacía más la solidaridad del partido con los caídos) el retorno al
complicado, ~os gobernantes debían buscar el apoyo de gobierno del conservadorismo. Este resultado era con-
n.u,cleos políticos muy variados. A la enérgica conduc- secuencia del arbitraje de la corona, y explica la desafec-
CIOn con.serva?ora, que había devuelto el orden a Chile ción creciente de los liberales por ésta: a las tentativas
y. lueg? inducido la modernización venciendo a veces re- de limitar los poderes imperiales, acentuando los rasgos
slst:nclas de. su propio bando, seguía ahora un estilo de parlamentario y federales del régimen, que no son nue-
gobierno d~hberada~ente menos activo; si la expansión vas entre los liberales, se acompañan ahora ataques to-
del co~ercIo y la minería habían ampliado a las clases davía discretos a la institución misma.
alt~s chilenas y las habían dotado de actitudes más corn- Pero el apoyo decisivo que la corona proporciona al
plejas y, a n;enudo contrastantes, a la vez las habían jefe del ejército no le gana el reconocimiento durable
hecho aun ma~ poderosas; la liberalización no significaba de la fuerza armada. Caxias pertenece a una generación
una democratización, puesto que la ampliación del po- militar que en la guerra paraguaya domina por última
272 Capítulo 4 Surgimiento del orden neocolonial 273
vez el panorama; lo que deja tras de sí es un ejército ticos, a los que impusieron el abandono de las logias,
más consciente de su fuerza (la guerra del Paraguay, no tuvieron tanta fortuna con los dirigentes de congre-
aunque la conducción militar brasileña estuvo lejos de ser gaciones devotas laicas: algunas debieron ser disueltas
irreprochable, significó un esfuerzo del que pocos hu- por decisión episcopal. El gobierno juzgó que los obispos
bieran creído capaz al aparato militar del imperio), cada habían excedido sus poderes: exigió que retractaran la
vez más exigente frente a una corona poco sensible a medida y concluyó por apresarlos; esa política, sólo par-
sus presiones, a la vez que más distante de la clase cialmente inspirada por la masonería, era sobre todo una
política -escasamente renovada- que gobierna al país. continuación -en un clima nuevo- del regalismo pri-
Algunos sectores militares -los más jóvenes de entre mero portugués y luego imperial. Pero encontró un clero
su cuerpo de oficiales- hallan en el positivismo la ideo- menos dócil que el de tiempos coloniales, y una corte ro-
logía adecuada a su actitud: en él encuentra justificación mana acostumbrada a proclamarse perseguida; dentro de
para su rechazo de un equipo político al que reprocha la Iglesia las posiciones conciliatorias fueron desecha-
a la vez su reclutamiento social demasiado estrecho das; la política de ruptura abierta se reveló fructuosa,
(también en el Brasil Ia oficialidad del ejército se recluta, porque en 1875 el gobierno imperial debía liberar a los
por su parte, entre las clases altas y medias de las zonas obispos sin haber obtenido en cambio concesión alguna
más pobres y marginales) y su apego a una cultura po- de sus contrincantes eclesiásticos. El personal político
lítica anticuada y libresca, cuyo núcleo está en la juris- conservador ocupó la vanguardia en este conflicto, pero
prudencia y no en las nuevas ciencias exactas y sociales. contó con el apoyo explícito del emperador, que fue el
En el positivismo encuentran también esos oficiales los principal derrotado en él.
instrumentos para articular la exigencia de un nuevo tipo
De este modo la organización política imperial se de-
de autoritarismo progresista, más sensible, por otra par- bilitaba desde dentro (por marginalización de ese partido
te, que en Hispanoamérica a motivos humanitarios y
liberal que era, desde hacía decenios, su sector más im-
que tiene posición firme en favor de la abolición de la
portante) y a la vez perdía el apoyo seguro -decisivo
esclavitud. Se configura así un republicanismo militar,
en el Brasil- del ejército, y junto con él el menos im-
que se difunde en la medida en que logra identificarse
portante de la Iglesia. Esa deterioración creciente se
con la defensa corporativa del cuerpo de oficiales: en
daba en un clima de transformación económica y social
1885 éstos se colocan abiertamente tras de un colega
muy rápida, de la cual, por el momento, se advertía
amenazado de castigo por haber censurado periodística-
sobre todo la rápida destrucción del antiguo orden. En-
mente al ministro de Guerra ...
tre 1870 y 1885, la estructura de las exportaciones bra-
sileñas varió completamente: en esa primera fecha los
artículos que la dominaban eran el algodón y el azúcar,
No son esos los únicos golpes que el regimen debe
productos ambos del nordeste, con extensiones de sus
afrontar. En Brasil el conflicto en torno a los avances
cultivos hacia el litoral central; en 1885 el café cubría
del ultramontanismo afecta de modo muy directo a la
el 62,2 por 100 de las exportaciones, el azúcar sólo el
corona: las disposiciones de algunos obispos para ase-
11,34 por 100 y el algodón (cuya expansión había sido
gurar una incompatibilidad real entre la pertenencia a
consecuencia de la guerra civil norteamericana y sufría
la Iglesia y a la masonería (ocasionadas por la aparición
ahora con la reconstrucción del sur de los Estados Uni-
pública de sacerdotes en ceremonias masónicas, en 1871),
dos) había perdido toda importancia. Es decir, que el
si fueron disciplinadamente obedecidos por los eclesiás-
nordeste volvía a ser dejado atrás en la economía bra-
Halperin, 18
274 Capítulo 4 :;"rgimiento del orden neo colonial 275

sileña; el crecimiento del centro apenas bastaba, por .unplios de la opinión pública brasileña veían la única
otra parte, para compensar esta crisis de las zonas de :;;t1ida para una situación que parecía cada vez más abe-
agricultura tradicional (el valor total de las exportaciones 1 rrante; el emperador, si se manifestó adicto a la solu-
permanece sustancialmente constante a lo largo de estos , ción emancipadora (hasta el punto de inquietar a sus
quince años). Al mismo tiempo, la crisis de 1875 tuvo I ministros), se abstuvo durante mucho tiempo de ~mpo-
consecuencias muy graves para la estructura financiera {' ner un zobierno que compartiese en este punto sus Ideas.
brasileña; como se ha visto ya, ésta era técnicamente Un problema colateral, pero muy importante, era el de
más avanzada que la de los países hispanoamericanos, la indemnización de los propietarios de esclavos: por
pero sus bases no eran excesivamente sólidas. La crisis una parte, las finanzas brasileñas J?-o estaba~ en c?ndi-
del crédito europeo, al caer sobre un país que durante ciones de afrontarlo; por otra, la rmportancia creciente
la guerra paraguaya había acrecido su deuda externa, 1 de sectores agrícolas que utilizaban mano de obra no
provocó una crisis bancaria de la que fue víctima prin- esclava, que se oponían ardientemente a participar ~n los
cipal el vizconde de Mauá, cuyo banco había dominado costos de cualquier indemnización, aumentaba las diíicul-
la vida financiera brasileña durante el tercer cuarto del tades políticas de la operación. Finalmente, la emanci-
siglo XIX. Sin duda, la independencia de Mauá respecto pación llegó -y sin indemnización- enL~8§; luego
de la finanza británica era más aparente que real; en de ella, los sectores de agricultura esclavista (que, ha-
todo caso, su caída reveló que el Brasil no podía man- biendo formado en la primera mitad del siglo en las
tener ni aun esa parcialmente ficticia autonomía finan- filas liberales se identificaron luego con el antiabolicio-
ciera. nismo conser~ador) se sintieron desligados de cualquier
La ruina del orden tradicional era aquí también evi- lealtad por la institución monárquica, por la que se con-
dente. En ese clima en que la decadencia parecía dar el sideraban traicionados.
tono general a la vida brasileña, el debilitado régimen El republicanismo, cada vez más popular en el ejér-
imperial debió liquidar el más pesado de los legados de cito había echado raíces además en la provincia que
la pasada prosperidad: el problema de la esclavitud. Sin estaba al frente de la expansión cafetera, San Pablo;
duda ésta perdía importancia con el transcurso del tiem- en Minas Geraes, que seguía siendo la más poblada
po: la trata había sido eficazmente suprimida desde me- del Brasil el liberalismo (que tenía allí uno de sus fo-
diados del siglo, y la economía esclavista no era más ca- cos princi~ales) se alejaba, por su parte, cada :,ez .más
paz que antes de organizar el remplazo de la mano de del marco monárquico. Finalmente, el repubhcamsmo
obra sin acudir a la importación. La libertad de los hijos ganó un adepto de excepcional importancia: el maris-
de esclavos, decretada en 1871, debía acelerar la desapa- cal Deodoro da Fonseca, que mantenía el orden en el
rición de una institución ya en ruinas: los esclavos eran ejército para los conservadores. Un golpe militar que no
dos millones y medio en 1850, un millón en 1874, se- encontró resistencia derribó en 1889 la monarquía: el
tecientos mil en 1887. Pero la decadencia de la escla- ejército y las élites políticas del Brasil Central, donde se
vitud aparecía como un aspecto de la decadencia de la estaba elaborando la expansión del café, eran los bene-
economía agrícola esclavista, y las reformas ya introdu- ficiarios principales del cambio institucional.
cidas a la institución transformaban al Estado en uno La república brasileña -que inscribió en su bandera
de los responsables de ese deterioro. Sin duda, los ga- el lema positivista de «Orden y progreso»- significó la
'binetes conservadores se obstinaron en la oposición a. 'alineación del Brasil sobre el modelo de regímenes pro-
'la emancipación general, en la que sectores cada vez más gresistas,en que el influjo de la oligarquía terrateniente
276 Surgimiento del orden neocolonial 277
Capítulo ·1

e!"a integrado en propo~ciones variables con el del cjér otra parte venía ocurriendo en más de una reglan his-
cito, ?el que hemos VIsto ya variados ejemplos en la panoamericana- se limitaron a modificarlo para intro-
Amen~a española. Ese nuevo orden se apoyaba en raí ducir entre los sectores privilegiados a su séquito mili-
ces m~~ vIgoros~s d~ lo que podría hacer suponer la tar, a menudo de origen social modesto.
e~~luclOn. algo langmda de los últimos veinte años de Pero Cuba, todavía dependiente de España, conocía
régimen Imp~rial. El Brasil del café no iba a necesi [:11' en cambio transformaciones agitadas y complejas. La
de la esclavitud; la inmigración europea iba a cubri r expansión azucarera seguía su curso: si en 1820 se ex-
en parte sus necesidades de mano de obra: a plazo más portaban 50.000 toneladas, y en 1850, 200.000, en 1870
largo era la expans.ión demográfica brasileña, que CC1 la producción llegaba a más de 700.000 toneladas, casi
menzaba a tomar ritmo sostenido (la población habfu en su totalidad destinadas a esa exportación. Esos avan-
pas~do entre 1872 y 1888 de diez a catorce millones dt' ces mantenían al azúcar como producto dominante en el
habitantes) la que aseguraba la disponibilidad de una cuadro de las exportaciones cubanas, de las que cubría
mano de obra abundante y barata. Liberado del lastre el 80 por 100 en 1820 y el 75 por 100 en 1865, y con-
de su institución peculiar, el Brasil iba a entrar en la servaban su ritmo sostenido pese a un descenso pau-
etapa de c~ecimiento febril y crisis devastadoras, en la latino de los precios internacionales. Este era lo bas-
cual es~aba ingresando, por otra parte, toda Latinoamérica tante lento como para que la técnica de producción
a l?edIda que se consolidaba en ella el orden neceo- azucarera cubana -relativamente rudimentaria- y la
10m al. multiplicidad de centros elaboradores de volumen peque-
ño pudiesen mantenerse a lo largo de esta etapa. El pro-
blema principal de la economía azucarera era el de la
. Este se afirmaba también en las Antillas de coloniza- mano de obra: la utilización de los negros esclavos era
C1?n españ?la, en particular en Cuba, mientras Puerto dificultada por la resistencia británica a la trata; el go-
RICO conoc~a una e;pansión azucarera y, sobre todo, ca- bierno español, por su parte, sostenía discretamente una
f~t~ra de ntmo mas lento y consecuencias sociales más continuación del comercio de negros, nominalmente ile-
limitadas, y Santo Domingo permanecía apegada a una gal. Aun así, los esclavos se hacían cada vez más caros;
eco~omla muy escasamente renovada desde tiempos co- a mediados del siglo se buscaron soluciones alternati-
lomales: Ocupada por fuerzas haitianas hasta 1844, iba vas, recurriendo aún a la importación de mayas cauti-
a .ser liberada por un alzamiento dirigido por la élite
vos luego de su derrota en la guerra de castas del Yu-
cnoll~, de la capital, que en 1861 organizó la reincor- catán; como en el Perú, la inmigración china pareció,
poracion a ?sp~ña, esperando encontrar en la vieja y
sin embargo, ofrecer la mejor alternativa a la cada vez
nueva metrópoli un punto de apoyo externo para su
menos fácil importación de negros. Un problema adicio-
?mena~ada supremacía. España cumplió esa función muy
nal significaba para Cuba la importancia creciente del mer-
insuficientemente; si hizo capitán general al ex presiden.
te Santana, se desinteresó de su recuperada colonia y cado consumidor norteamericano, defendido por tasas de
en 1865 se ~esignó sin esfuerzo a verla optar nue~a- importación destinadas a proteger el azúcar de Luisiana;
mente por l~ independencia; esta marcaba a la vez el fin esta importancia se afirmaba cada vez más a medida
del predommlO de los reducidos sectores blancos; los que en Europa el azúcar de remolacha desplazaba al de
presidentes l?ulatos de la etapa siguiente aceptaron los caña. Una solución conjunta a ambos problemas parecía
rasgos esenciales del orden dominante, y -como por ofrecerla el anexionismo, popular entre algunos hacen-
279
Surgimiento del orden neocolonial
278 Capítulo 4
y sobre las ruinas de las fortunas criollas y españolas
dados y .~zuca.reros en la década del 50, al que la guerra se insinuaba un nuevo aspirante al dominio de la tierra
de s~cesIOn hIZO luego perder vigencia. cubana: el inversor norteamericano, que al mismo tiem-
. MIentras .tanto, maduraba en Cuba una crisis del ré- po imponía su predominio sobre el comercio de expor-
gimen c.olomaI. En la década del 50 la metrópoli adoptó tación (para 10 cual se organizaba en compañía mono-
una actitud más matizada frente al problema de la tra- polística en 1880). El cambio fue facilitado por una
ta; ?u valor como garantía del mantenimiento de la es- crisis profunda de precios, que obligaba a la industria
clavitud se revelaba cada vez más limitado. Por otra cubana a transformarse para sobrevivir: surgieron luego
parte se da?a en Cuba --de modo sin duda más mar-
de la guerra las primeras centrales, ingenios modernos
cado. 9~e cincuenta años antes en el continente- una
aue comenzaron a comprar tierras en gran escala, pero
Oposl~IOn entre penin~ulares y criollos que -apoyada,
dominaron también muy pronto a los productores, pe-
por ejemplo, en conflictos entre productores nativos v
queños y medianos, trabajasen o no en tierra propia: los
comercializadores españoles del tabaco- se intensificab~ colonos, que explotan tierras a menudo relativamente
en ~a medida en que el régimen colonial veía en los vastas y tienen asalariados que pueden ser numerosos
peninsulares residentes en Cuba a su más sólido apoyo
pero que están atados por deudas a una central a la
y. adq.uiría intensidad nueva desde que los grandes pro~ que se comprometen a vender el total de su caña, pasan
pietanos c1!banos de esclavos comenzaron a desconfiar de a ser un elemento social característico de las tierras del
que el gobierno de Madrid siguiese apoyándolos indefini-
damente. ~a. arbitrariedad de un régimen marcado por azúcar.
Se da así en Cuba un nuevo tipo de participación ex-
el p~edomlmo de los elementos militares agudizó este
tranjera en la economía: el influjo de la nueva metró-
con~lcto latente.; en 1868 comenzaba la primera guerra poli norteamericana no se limita a la comercialización
de l~dependencIa de Cuba, que iba a durar diez años. o a los transportes: se extiende a las transformaciones
Los I~surgent~s formaban una coalición muy incómoda; industriales, avanza hacia una conquista de la tierra. De
la ~~cIedad cn~lla estaba cruzada de tensiones, y la revo- este modo la colonia que aún no ha logrado emanci-
lución no quena definirse frente a las causas· la cautela parse de la tutela española se adelanta a otras zonas his-
C?? que. en~aró el problema de la esclavitud (no se atre- panoamericanas para ubicarse bajo una tutela de nuevo
VIO m siquiera, como lo habían hecho a menudo los re- tipo; en el destino que comenzaba a prepararse para
v?lucionarios en el continente hispanoamericano, a eman- Cuba al terminar la guerra de diez años, más de una
cipar a los negros que tomasen las armas en su apoyo) es nación hispanoamericana hubiese podido reconocer los,
una muestra de esta actitud. En 1875 la restaurada mo-
rasgos esenciales de su propio futuro.
narquía española obtuvo la paz con los rebeldes a los
que no había logrado derrotar: otorgaba a la isla la au-
tonomía política y una representación en el parlamento
metropolitano, La guerra prosiguió todavía tres años
contra los elementos más radicales, capitaneados por el
general negro Antonio Maceo, dispuesto a rechazar toda
paz .q~~ no reconociese la independencia de la isla y la
abolición de la esclavitud. Derrotado Maceo la paz es-
pañola volvió a implantarse sobre Cuba e~ 1878. La
guerra había destruido buena parte de la riqueza rural,

I
5. Madurez del orden neocolonial 281
Madurez del orden neocolonial

con unas metrópolis que viven ellas mismas una coyun-


tura económica más sacudida.
Al mismo tiempo que se afirma, el nuevo pacto co-
lonial comienza a modificarse en favor de las metrópolis.
La distribución de tareas entre ellas y las clases altas lo-
cales (que había comenzado por asignar a estas últimas
en casi todos los casos la producción primaria y a las
primeras la comercialización) aun allí donde se mantiene
adquiere un sentido nuevo gracias a la organización cada
vez menos libre de los mercados, facilitada por las trans-
formaciones técnicas pero vinculada sobre todo con la
de las estructuras financieras. Pero esa misma distri-
bución de tareas no siempre se mantiene: algunas acti-
vidades primarias (sobre todo la minería) que exigen
desde el comienzo aportes considerables de capital, pa-
san precozmente bajo el dominio de las economías lIÁC-
tropolitanas. La misma complejidad creciente de las ac-
tividades vinculadas con transporte Y comercialización
multiplica la presencia de esa economía en el área la-
tinoamericana: no sólo los ferrocarriles, también fri-
En 1880 -años más añ
casi toda Hispanoaméric~ de o~ menos- ;1 a,:ance en goríficos, silos de cereales e ingenios de azúcar pasan
a ser, en medida variable según las regiones, enclaves
exportadora significa la sustit~c~ó~cofiolla primaria y
mada del pacto colonial . na mente consu- de la economía metropolitana en tierras marginales;
ibéricas por uno nuev lmpue~to por las metrópolis en particular son las metrópolis de presencia más re-
continuar la marcha o. A par.tlr de entonces se va a ciente las que se lanzan más agresivamente a la con-
mado. El crecimiento Ps~~áelú~a~l~o ya. decididamente to- quista de las economías dependientes, que culmina en la
estará acompañado de crisi JS r~pldo .que antes, pero de la tierra: en ciertas áreas, ya hacia 1910, la alianza
desde las primeras etapas deSISsuefi Inte!l,sldad creciente: entre intereses metropolitanos Y clases altas locales ha
1 . 1 a rmacion e l ord sido remplazado por una hegemonía no compartida de
~~so~~roPs~r~~e n~evpeulaerda dtra:rés de ellas 'los lím~~snd~ los primeros: es el caso de Guatemala, donde capitalis-
, e ecrrse que nac .. tas alemanes se han apoderado ya del comercio del café
e 1 contrario el· d e VIeJO -por
pasado lati~oam::fc~:o~
signos ya visibl d
s~a~:ance 10 tiene par en el
por o menos con los
y han conquistado
-todavía
las mejores tierras productoras,
más caracterizadamente- el de Cuba, pri-
es

pronto Este avanc e un agotamiento que llegará muy mero española y luego independiente, Y en ambas eta-
logran ·dejar otra hu~ll;o;er~ploslOnes, 1qu: no siempre pas abierta a la conquista de la tierra azucarera por
compañías norteamericanas; comienza a ser el de Puer-
t?cada que una devastación :~~nte en a tierra por ellas
tastrofe natural debe . d d parable a la de una ca- to Rico, el de Haití y Santo Domingo, el de las tierras
, , SIn U a en parte p r '1 bajas de América Central, donde va a erigirse el imperio
en parte- sus turbulen eras
. a 1'. . ~ creciente
a vinculación e o so o
del banano, gobernado desde Boston ...
280

ft;~
Madurez del orden neocolonial 283
282 Capítulo 5
\
Estos ejemplos, sin duda extremos, revelan, sin em- I mente en conflicto desigual con sus poderosos acreedo-
bargo, una tendencia más general: el debilitamiento de res; como en Egipto, el vínculo financiero servirá de
las clases alta~ terratenientes, pese a sus apoyos en es- ~.I
~I
punto de partida para un esbozo de dependencia polí-
tructuras políticas, comerciales y financieras locales fren- tica y militar directa, que -tras de ensayos reiterados y
te ~ .los ~misarios de las economías metropolitana~. Ese frustrados de potencias continentales europeas, a las que
~ebdltam~ento va ~compañado de otro proceso, de inten- se une a comienzos del siglo xx la habitualmente cau-
sidad variable segun las regiones, por el cual las clases telosa Inglaterra- es finalmente retomado por los Esta-
altas ven surgir a su lado clases medias -predominan- dos Unidos en el área del Caribe, donde pasa a ejercer
temente urba~as----:- ~ada vez más exigentes; y en algunas durante largos períodos funciones que van desde la per-
zonas aun mas limitadas deben enfrentar también las cepción de impuestos aduaneros y la protección militar
exigencias de sectores de trabajadores incorporados a del orden interno hasta el ejercicio liso y llano del go-
f?rmas de actividad: económica modernizadas. Este úl- bierno de estados que, sin embargo, retienen nominal-
timo proceso -que se da sobre todo allí donde la eco- mente su independencia.
nomía local es más vigorosa y, por tanto, las clases al-
tas se de~enden mejor contra las presiones metropoli-
ranas-e- tiene su correlato político en un comienzo de El tránsito del intervencionismo europeo a la tutela
del?ocr~tización: mientras en México ésta se da revo- norteamericana se revela en el conflicto venezolano; pa-
I
, I rece, por tanto, necesario examinar ese conflicto con
Iucíonariamente, en Argentina, Uruguay y Chile se rna-
nifie~ta a través del acceso al poder de nuevos sectores cierto detalle. A principios del siglo xx, el Estado y los
mediante el sufragio universal. particulares venezolanos son deudores insolventes de po-
Esta democratización se da dentro del marco del or- derosos acreedores ingleses y alemanes. Como medio si-
den neocolonial, y las tendencias que lleva al triunfo no glo antes Inglaterra y Francia en el Río de la Plata aho-
se oponen de modo militante a la persistencia de ese I
I
ra los dos grandes imperios rivales buscan atenuar
sus tensiones mediante una acción conjunta contra sus
orden; acaso por eso mismo las experiencias democráti-
cas son tan afectadas como las oligárquicas por la crisis '1 inermes deudores sudamericanos; Italia se agrega a la
de 1930, que revela bruscamente el azotamiento del
\: alianza, y una fuerza naval tripartita bloquea en 1902
nuevo pacto colonial. b '1 ,1
los puertos venezolanos. El presidente norteamericano
Teodoro Roosevelt había dado su aprobación anticipada
.No son sólo los signos anunciadores de ese agota- 11 a la iniciativa; necesaria a su juicio para devolver alguna
miento los que dan a la etapa de expansión febril en I

seriedad a los responsables de las finanzas sudamerica-


e::,?men sus demasiado b;l~tales altibajos: influye tam-
nas. Pero la opinión pública latinoamericana vio con
ble~ ~l hecho de que América Latina pasa cada vez más
" alarma e indignación el retorno a los usos internaciona-
decididamente, de ser zona reservada a la influencia bri-
t~nica,. ~ constituirse en teatro de la lucha entre influen-
I~
\
les de hacía medio siglo; el agresivo nacionalismo do-
eras ~71eJasy nuevas, que con estilos propios intentan minante en Estados Unidos no veía, por su parte, sin
repetir la conquista económica con tanto éxito llevada preocupación la reaparición de las potencias europeas en
adelante por Inglaterra luego de 1810. Esa lucha se da un área que se había acostumbrado a considerar suya.
sobr~ una Lat!noamérica que ha agregado a su depen- Expresión de ambas reacciones fue, por una parte, la
doctrina Drago, en la que el canciller argentino procla-
d.encIa. mercantil un~ cada vez más estricta la dependencia
financiera; que debido a ello se va a colocar reiterada- 1 maba que el uso de la fuerza militar era inaplicable a
f

~
284 Capítulo 5
Madurez del orden neocolonial 285
las relaciones entre deudores y acreedores, aun cuando
éstos o aquéllos fuesen estados, y el llamado corolario (le dos tradiciones culturales, que permite hoy a Richard
Roosevelt a la doctrina Monroe, a través del cual Esta- Morse descubrir, tras de la oposición entre la tradición
dos Unidos (persistiendo en su actitud de fijar por pro- de Locke, Smith y Bentham y la más revolucionaria de
nunciamientos unilaterales las bases del orden interna- Marx, la huella de una oposición más vieja entre Calvino
cional americano) sostenía que en caso de que la escasa y santo Tomás, escapaba por completo a la comprensión
voluntad de ordenar sus finanzas hiciese a un estado de los latinoamericanos. Estos, en cambio, parecían ad-
latinoamericano deudor crónico, correspondía a los Es- vertir con cruel claridad que esas imperiosas exigencias
tados Unidos, y sólo a ellos, persuadirlo mediante el uso de pureza política sólo eran llevadas adelante sin des-
de la fuerza a adoptar las reformas necesarias, así fuese fallecimientos cuando servían de justificativo para la
en beneficio de acreedores europeos y no estadouni- conquista de muy concretas ventajas para intereses nor-
denses. teamericanos, y aun que en otros casos esos intereses se
imponían utilizando procedimientos que aun los menos
De este modo Estados Unidos asumía el papel de
estrictos latinoamericanos encontraban chocantes.
gendarme al servicio de las relaciones financieras estable-
cidas en la etapa de madurez del neocolonialismo; los En todo caso, esa supuesta hipocresía estadounidense
era el modo con que los latinoamericanos percibían cier-
hechos iban a demostrar con cuánta seriedad estaba dis-
tos rasgos de la nueva potencia dominante que iban a
puesto a encarar sus nuevos deberes en los treinta años
hacer particularmente pesada su hegemonía: en el pasa-
que iban a seguir. No era esa, sin embargo, la única inno-
vación en las relaciones de Latinoamérica con su cada do, frente a las fallidas cruzadas por la libertad o por la
tradición católico-autoritaria emprendidas por Francia la
vez más poderoso vecino, ni la única causa de las inter-
más exitosa Inglaterra, había prescindido de dar a' su
venciones de éste. Sólo muy pocas veces éstas apare-
hegemonía cualquier sentido militante; sin duda, ello no
cieron inspiradas en el deseo de devolver a prácticas po-
líticas más sanas a algunas naciones hispanoamericanas; nacía de respeto alguno por las peculiaridades hispano-
americanas, sino de que aun Gran Bretaña no había iden-
estas intervenciones algo erráticas, apoyadas en una suer- .1 t~ficado su función imperial con la de suplir las caren-
te de puritanismo político desmentido en otros casos,
solían ser recibidas con una mezcla de indignación e in- ~Ias ~e l~s lesser breeds uiitbout the Loto, entre los que
incluía, s10 duda, a los latinoamericanos. En todo caso,
credulidad en Latinoamérica, y -como en el caso de
la actuación contra el mexicano Huerta, dispuesta por una consecuencia benéfica de esa despectiva indiferencia
era que las comarcas sometidas al predominio británico
\"X7ilsonen 1914- tenían a menudo la consecuencia de
r:o sufrían en general más inconvenientes que los des-
comprometer la causa que se proponían apoyar.
tinados a asegurar ventajas concretas a los intereses do-
Esta forma de justificar la intervención solía ser inter-
minantes, y se ahorraban la necesidad de escuchar res-
pretada al sur del río Grande como pura hipocresía; con
petu~sa~ente las ~xhortaciones y reprimendas que, en
ello los latinoamericanos demostraban entender muy mal
cambio, Iba a prodigarles la nueva metrópoli en ascenso.
las tendencias dominantes en la nueva potencia hegemó-
Sería peligroso, sin embargo, buscar a esa diferencia!
nica, ignorando -en el horror yankee por el estilo dema-
entre la vieja y la nueva metrópoli causas exclusivamen-'
siado autoindulgente practicado por los sectores dirigentes
te histórico-culturales. Ella se da en medio de una acen-
latinoamericanos en política v finanzas- un eco del ho-
tu ación de la dependencia latinoamericana que se vlricu-
rror por el viejo Adán al que "la revolución puritana no ha
la con transformaciones muy precisas de la estructura
matado del todo en ellos mismos. Este contrapunto sutil
económico-financiera mundial. En este marco, la voca-
286 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 287

ción pedagógica estadounidense se transforma en un me- cional que. desfiguraba meticulosamente las relaciones
canismo más de dominación; se identifica con el esfuerzo efectivas de poder: suponía, en efecto, la igualdad de
por imponer una imagen de la relación entre los Es- todos los estados que lo integraban y, por añadidura, la
tados Unidos y su área de influencia americana que -ela- indefectible coincidencia de sus intereses.
borada por la metrópoli- reflej a sin duda sus tradiciones El movimiento panamericano en sus primeras etapas
ideológicas, pero a la vez tiene como feliz consecuencia ocupa frecuentemente lugar muy marginal en la efectiva
práctica que -una vez aceptada en el área dominada-
la ruptura del vínculo de dominación se hace impen-
sable.
1 política latinoamericana de los Estados Unidos. Esta se
desarrolla bajo la doble inspiración de las necesidades es-
tratégicas y el del acrecido potencial económico estado-
Este interés (aparte de otras ambiciones aún más vas- unidense que, decisiva en el lanzamiento del movimien-
tas) explica la tenacidad con que los Estados Unidos to panamericano pasa en éste bien pronto a segundo
terminaron por retomar luego de algunas intermitencias plano. El movimiento difundido en los Estados Uni-
la institucionalización de sus relaciones con Latinoamé- dos en pleno triunfo de la política proteccionista con
rica, que culminaría en la segunda postguerra en la que se identifica el partido republicano, tiene por pri-
formación de la Organización de Estados Americanos mer inspiradora Blaine: en ese fin de siglo el proyec-
con carácter de pacto regional en el marco de las Na- to de unificación aduanera de las Américas y el de
ciones Unidas. La gradualidad del avance, la vaguedad ferrocarril panamericano tenía un decidido aire de épo-
de ·los primeros compromisos asumidos por los miem- ca; eran la réplica, en el clima de afirmación de los
bros del naciente sistema interamericano explican en imperialismos, de proyectos como el Berlín-Bagdad y
parte que hayan colaborado en su creación -así fuese el Cairo-Capetown. Pero por varias razones se revela-
con constantes reservas- países que estaban aún le- ba menos capaz que esos modelos de arraigar en la rea-
jos de sufrir el predominio norteamericano
nían frente a sus avances una hostilidad no disimulada.
y mante-
¡ lidad: el ascendiente de la economía norteamericana
daba aún en zonas restringidas de Latinoamérica;
se
en
Por otra parte -hasta la segunda guerra mundial- el éstas (y aun más decididamente en las restantes) el
progreso de la organización interamericana, que no era 11 influjo de las nuevas y viejas metrópolis económicas
aún puesta al servicio de la política estadounidense frente europeas era demasiado grande para que fuese fácil ba-
al Viejo Mundo, parecía ofrecer acaso una alternativa a :1 rrerlo en beneficio de un indisputado predominio estado-
1,
las formas más directas de expansión norteamericana; el unidense; por otra parte, la posición de las naciones latino-
establecimiento de un más estricto orden internacional americanas en el ordenamiento jurídico internacional se
americano parecía, en efecto, incompatible con las agre- había fijado en la etapa anterior bajo el signo de la
siones abiertas que no escasearon en esas décadas. Parecía tanto menos exigente hegemonía mercantil británica;
confirmar esa impresión el hecho de que (luego de las por muchas que fuesen las insuficiencias políticas y fi-
primeras tentativas orientadas a lograr la incorporación nancieras de más de uno de los nuevos estados, su plena
económica de Latinoamérica al área norteamericana) los soberanía internacional era formalmente ineliminable;
progresos de la idea panamericana entre los dirigentes en este sentido Latinoamérica se prestaba menos que
de la política de los Estados Unidos se hacían más rápi- las zonas en colonización del Viejo Mundo para empre-
dos precisamente cuando las tentativas de tutela directa sas de abierta conquista.
eran momentáneamente abandonadas. Estas ventajas in- El proyecto panamericano iba a encontrar una resis-
mediatas explicaban los avances de un sistema interna- tencia abierta y eficazcapitaneada por la Argentina, cuya
288 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 289

expansión, extremadamente rápida, se acompañaba de un gional interamericana apoyada en el poderío de los Es-
estrechamiento de la dependencia comercial y sobre todo tados Unidos.
financiera de Gran Bretaña. En la conferencia paname- La tentativa de construirla dominó la reunión de San-
ricana de Washington, en 1889-90, un miembro de la tiago de Chile (1923); Uruguay (que en el Sur del con-
delegación argentina, Roque Sáenz Peña, opuso a la tinente había mantenido posiciones excepcionalmente
fórmula estadounidense de América para los americanos, filoestadounidenses) propició lo que llamaba la inter-
la de América para la humanidad, que reflejaba a la vez nacionalización de la doctrina de Monroe: los Estados
la decisión de algunos países de mantener sus vínculos Unidos, vueltos al aislacionismo, se rehusaron a apoyar
desiguales con metrópolis europeas y la de los sectores la propuesta garantía multilateral de la independencia
que dentro de otros se oponían al avance ya amenazante e integridad de todos los estados americanos, dirigida
de la hegemonía norteamericana. De todos modos, aun en el proyecto no sólo contra amenazas extracontinen-
Argentina iba a participar en la creación de la Oficina tales. Con ello confirmaban los temores que su política
Internacional de las Repúblicas Americanas, una institu- americana hacía surgir; en 1928, en la conferencia de
ción que, primero destinada a recoger información econó- La Habana, ésta despertaba resistencias muy vivas refe-
mica, fue adquiriendo gravitación creciente a lo largo de ridas tanto al «derecho de intervención» reivindicado por
las sucesivas reuniones panamericanas: en México (1901- los Estados Unidos en las naciones latinoamericanas,
1902) el organismo recibió un cuerpo de gobierno in- cuanto al proteccionismo aduanero norteamericano, que
tegrado por todos los embajadores latinoamericanos en gravitaba duramente sobre algunas economías latino-
Washington y presidido por el Secretario de Estado de americanas. Esas resistencias, vivaces y desorganizadas,
los Estados Unidos; en 1910, en Buenos Aires, esa no tuvieron consecuencias, salvo en la medida en que
Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas se hicieron evidente al gobierno de los Estados Unidos la
transformó en Unión Panamericana. Sin embargo, las necesidad de presentar su política latinoamericana des-
tendencias a crear un ordenamiento regional se debili- de perspectivas menos irritantes para sus interlocutores.
taron progresivamente en América Latina: la búsqueda Aun en 1928 se conservaba la tendencia norteamericana
de un sistema de normas internacionales capaz de limi- a limitar el marco en el cual debía moverse la Unión
tar, por lo menos en sus aspectos políticos, las tenden- Panamericana, mientras eran frecuentes entre los latino-
cias expansivas de los Estados Unidos se orientaba cada americanos las veleidades de transformarla en punto de
vez más hacia los organismos mundiales en embrión, en partida de un orden regional que remplazara en las re-
especial el tribunal internacional de La Haya; junto a laciones de los Estados Unidos con Latinoamérica a las
ellos se esperaba contar con la influencia equilibradora iniciativas unilaterales de la gran potencia del Norte.
de las grandes potencias europeas. La disgregación del Esa tendencia sólo iba a invertirse más adelante, cuan-
concierto europeo, anticipada desde 1911 y producida do a las consecuencias de las olas de inversiones nor-
"en ~2.!j,tendió a debilitar esta orientación; aun quie- teamericanas de la década del 20 se sumaran las de la
nes mantenían reservas frente a la hegemonía norteame- crisis mundial de la década siguiente para dejar en pie
ricana redescubrían ahora la importancia de tender una sólo ruinas aisladas del anterior orden económico cen-
barrera entre Latinoamérica y los conflictos europeos; trado en Europa y aumentar la dependencia latinoame-
agotada la eficacia (por otra parte muy variable) que en ricana respecto de Estados Unidos; cuando éstos -en
este aspecto había tenido el poder naval británico, no medio de las tensiones que llevarían a la segunda guerra
parecía imposible remplazarlo con una organización re- mundial- creyesen oportuno agregar a su propia gra-
Halperin, 19
290 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 291

vitación internacional la del sistema interamericano, vo- versarios del régimen anunciaba el fin de la tercera
cero de un entero continente. Sólo entonces ese sistema república francesa. Los restos de maquinarias y excava-
volvería a ser, como cuando Blaine 10 proyectó, uno de .1 ciones, junto con la concesión colombiana, eran 10 único
los instrumentos esenciales de la política latinoameri- que los acreedores de Lesseps lograron salvar del desas-
cana de los Estados Unidos. tre; se constituyeron en Nueva Compañía del Canal de
Hasta entonces esa política había preferido cauces más :1 Panamá con la esperanza de vender todo eso a precio
directos que el que podía proporcionar el organismo in- alto.
teramericano. Ella tenía -se ha dicho ya- a la vez Luego de la guerra con España, Estados Unidos se
raíces estratégicas y económicas. La estrategia impulsaba mostró dispuesto a comprar; en 1903 un tratado con
la expansión en el área del Caribe y América Central, Colombia consagraba el acuerdo previamente logrado con
que desde mediados del siglo XIX estaba atravesada por la Nueva Compañía y entregaba en arriendo a la po-
una de las líneas más importantes de comunicación in- tencia que construiría el canal una franja territorial de
terna de los Estados Unidos. La expansión política tuvo diez millas de ancho de océano a océano. El congreso
su comienzo en la guerra hispanoamericana en que des- colombiano se negó a ratificar el tratado; el 3 de no-
embocó en 1898 la segunda guerra de independencia de viembre un alzamiento dirigido por agentes locales de
Cuba, comenzada en 1895. Su increíblemente fácil vic- la Nueva Compañía proclamaba la república indepen-
toria no sólo alentó a los Estados Unidos a nuevas aven- diente de Panamá, el 6 los Estados Unidos reconocían
turas; les dejó un conjunto de posesiones ultramarinas esa independencia, y el 18 Hay firmaba con Bunau Va-
y les permitió adquirir una experiencia nueva en la ad- rilla, que había pasado de ingeniero-jefe de la Nueva
ministración de tierras antes españolas. Compañía a agente panameño en Washington, un acuer-
El tratado de París dejó a los Estados Unidos dueños do que repetía en lo esencial el rechazado por el parla-
de Puerto Rico y dominantes en la nueva Cuba inde- mento colombiano. A cambio de la concesión perpetua
pendiente; ese resultado fue recibido con sentimientos de una zona de diez millas entre la capital de la nación
mezclados por la opinión hispanoamericana, en la cual y su principal puerto atlántico, Estados Unidos concedía
la causa de la independencia cubana tenía amplia popu- a Panamá un subsidio anual y garantizaba su indepen-
laridad. El paso siguiente -la creación de Panamá sobre dencia (esta función la venía cumpliendo ya, por otra
el territorio ístmico perteneciente a Colombia- causó parte, con intenso celo: desde el comienzo del alzamien-
más inmediata alarma. En el istmo existía, desde me- to panameño, buques de guerra norteamericanos habían
diados del siglo XIX, un ferrocarril de propiedad norte- protegido a éste de cualquier eventual expedición co-
americana, cuya prosperidad, vinculada con la del oeste lombiana).
de los Estados Unidos, había disminuido desde que se La creación en Panamá de un estado protegido pro-
completó el sistema ferroviario metropolitano, vinculan- vocó reacciones ineficaces, pero muy amplias, en toda
do la costa atlántica y la del Pacífico. Algo más tardía- Latinoamérica; aun en Estados Unidos no fueron pocos
mente Ferdinand de Lesseps planeó construir, con au- quienes dudaban de la prudencia de una política que
torización colombiana, un canal interoceánico paralelo sacrificaba a ventajas inmediatas, sin duda importantes,
a la línea ferroviaria; entre 1878 y 1889 llevó adelante el respeto formal a las normas de convivencia interna-
obras que resultaron más costosas de lo esperado; en cional. El presidente Teodoro Roosevelt parecía, por el
esa última fecha su compañía cayó en medio de un es- contrario, hallar en la brutal sinceridad de su política
cándalo político-financiero que para muchos de los ad- su mérito principal: fue él quien -de acuerdo con el
292 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 293

gusto que la época de madurez de los conflictos im- no recibieron con hostilidad la iniciativa de los países
perialistas había desarrollado por lo que llamaba rea- australes; la primera guerra mundial, sin embargo, al
lismo político-, la bautizó política del garrote: a su poner en crisis la totalidad del orden internacional en
juicio, Estados Unidos no debían vacilar en utilizar el que el ABC quería integrarse, puso fin a la tentativa,
garrote (big stick) para imponer la disciplina a las ve- que en el clima de la entreguerra, agitado sobre todo
leidosas repúblicas del Sur. por conflictos sociopolíticos dentro de cada nación lati-
D~ este modo, a la vez que en las organizaciones pan- noamericana, menos rico en cambio en tensiones entre
amencanas Estados Unidos contribuía a erigir la ficción las naciones herederas de España y Portugal, cuyas deri-
de una comunidad de naciones libres e iguales, llevaba vaciones quería prevenir por su gravitación la alianza
adelante una política que se justificaba por una abierta austral, no hubo de resurgir.
polémica frente a esa igualdad ficticia. Esa política en- !:Iacia 1914, entonces, la influencia norteamericana se
contraba sus límites en los del poderío y los intereses afirmaba'sobre todo sobre el área del Caribe y Centro-
norteamericanos: militarmente tenía su núcleo en el Ca- américa, Entre la guerra y la depresión el avance de la:
ribe y Centroamérica; el área de intereses e inversiones influencia 'económica norteamericana iba a ser muy rá-
norteamericanas, si era algo más amplia, tenía también pido: los países del Pacífico serían totalmente ganados
allí su centro principal. Esa concentración en un área por ella; Brasil y aun Uruguay y Argentina iban a sufrir
aún reducida de Latinoamérica iba a ser justificada igual- también su impacto. El fin de la era del ferrocarril
mente por T. Roosevelt, una vez abandonada la presi- (más de una pequeña nación latinoamericana no la ha-
dencia: sólo en el Caribe y en Centro américa el desarro- bría conocido nunca) significaba la pérdida para Ingla-
llo real de las naciones latinoamericanas era tan lento terra de un instrumento de dominación mercantil y fi-
que éstas seguían necesitando tutela. Los grandes países nanciera muy valioso; Estados Unidos se beneficiaba
del Sur -Brasil, Argentina, Chile- estaban, en cam- ahora con los triunfos del transporte automotor, que
bio, en condiciones de ejercer en los hechos su sobe- sin necesidad de inversiones de capital comparables a las
ranía, y nada tenían que temer de los avances norteame. que habían marcado el comienzo de la red ferroviaria,
r~canos. Esta justificación tranquilizadora se dirigía a na- le aseguraban nuevos mercados. Al mismo tiempo, las
c~ones cada vez más conscientes de su importancia acre- inversiones norteamericanas -innecesarias para ampliar
cida y de su responsabilidad en el mantenimiento del el. consumo de productos de la nueva metrópoli- iban
orden latinoamericano: si en el siglo XIX las tensiones a dirigirse no sólo hacia industrias extractivas o de mí-
entre Brasil.y Argentina habían sido muy fuertes, si nima elaboración orientadas hacia el mercado metropo-
entre Argentina y Chile la guerra estuvo cercana en la litano, sino también hacia otras dirigidas al mercado local
década del 80 y de nuevo en 1902, desde comienzos del o, en todo caso, no al estadounidense. Gracias a este
siglo xx el acercamiento remplazó progresivamente a la proceso iba a crecer también en otros planos la gravi-
hostilidad e iba a llevar a la formación de una suerte tación de los Estados Unidos (muy característicamente
de alianza informal (el grupo llamado, por las iniciales en la tercera década del siglo XX, mientras la Argentina
de las naciones integrantes, ABC), que iba a ampliar su seguía buscando asesoramiento de expertos en economía
esfera de acción en la tentativa de mediación entre Es- en Gran Bretaña, las misiones técnico-financieras norte-
tados Unidos y México, en 1914. Los Estados Unidos americanas eran ya visitantes habituales en los países
que bajo la dirección de Wilson encaraban de modo del Pacífico).
nuevo su función de tutela sobre sus vecinos del Sur , Pero esos nuevos avances no se apoyaban en la ínter-
294 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 295

vención político-militar, que siguió reservada aún en esta frente al puro espíritu aéreo y desinteresado de una Lati-
etapa al área en que ya era tradicional. A la vez las mo- noamérica simbolizada en la figura de Ariel, el materia-
dalidades de la expansión norteamericana (que sólo en lismo de la América inglesa encuentra un símbolo en
algunos casos se acompañaba de la apertura del mercado Calibán. Que un poeta de fe tan oscilante e insegura
metropolitano a los productos de las áreas dominadas y como Daría, que un ensayista admirador de Renan y
tendía a avanzar sobre sectores de actividad económica empapado de cultura francesa como Rodó, invitaran a
que en la etapa anterior habían permanecido reservados una peregrinación a las fuentes hispanocristianas de La-
a los sectores dominantes locales) crearon una resistencia tinoamérica era significativo de una tendencia. No era,
que continuaba con temas nuevos la despertada por la sin embargo, la reacción frente a un imperialismo más
intromisión política tan frecuente ya en la pre-guerra. agresivo que el inglés la única -ni acaso la principal-
Frente a los Estados Unidos las viejas naciones heze- causa de esa tendencia nueva; sus raíces han de buscarse
mónica s emprenden una cautelosa retirada; la más im- sobre todo en el aumento de las tensiones internas, debi-
portante de todas, Gran Bretaña, no está más dispuesta do al cual las élites que a mediados del siglo XIX habían
en su ocaso que en su apogeo a trocarse en inspiradora comenzado a verse como innovadoras, sentían perpleji-
de vastos designios políticos con los cuales se identifique dades crecientes frente a las consecuencias de algunas
su hegemonía; la habilidad con que -ahora como an- de esas innovaciones.
tes- defiende sus concretos intereses sólo sirve para ha- Pero ese retorno afectuoso hacia el pasado español,
cer más lento el ritmo de su descenso. Alemania, una si está en la base de una reconciliación cada vez más
presencia ascendente hasta 1914 -sobre todo en las sincera con la antigua metrópoli, no puede servir de
'tierras que bordean el Caribe- no se ha de recuperar punto de partida para un alineamiento internacional
hasta 1929 del golpe que para su influjo implica la políticamente eficaz; devuelta por la derrota de 1898
primera guerra mundial,. y luego la derrota. Las redú- a una noción más justa de sus propias fuerzas, Es-
cidas inversiones francesas colocan a este país, aspirante paña nada quiere menos que utilizar la vaga oleada de
en su momento a la tutela de vastas zonas latinoame- benevolencia que se esfuerza por suscitar en las anti-
ricanas, en un irremisible segundo plano. guas colonias para una aventura antiestadounidense
QtrLorden de influencias externas, mejor arraiga- que excede sus posibilidades. Aun así, el prestigio cre-
das en la realidad latinoamericana, son evocadas contra ciente de las tradiciones prerrevolucionarias despoja a
el avance norteamericano. Frente a él, la conciencia de la nueva potencia dominante de la posibilidad de ganar
la originalidad hispánica y' católica de Latinoamérica se sobre la vida y la cultura latinoamericana un influjo
hace más viva: con notable ignorancia de la realidad de comparable al alcanzado en Europa occidental en la se-
las cosas, ya a comienzos del sislo xx Rubén Daría gunda mitad del siglo XIX; al avance cultural norteame-
abandonando ocasionalmente su t:rea de modernizado; ricano se opondrá no sólo una resistencia revolucionaria,
del lenguaje y la poesía hispánica para investir la repre- sino también una conservadora, defensora en los hechos
sentación de la entera Latinoamérica, había invocado de los lazos establecidos con otras potencias hegemó-
desafiantemente frente a la otra América encarnada en nicas a lo largo del siglo XIX y en cuanto a ideas y cul-
Roosevelt una superioridad apoyada en el mantenimiento tura adicta al antes menospreciado legado colonial; sólo
.de la fe religiosa; por su parte, el uruguayo José Enrique las brutales opciones que la guerra fría impone luego
Rodó había expresado en términos menos vinculados a la de la segunda guerra mundial transformarán esta opo-
tradición cristiana una convicción análoga en su Ariel; sición conservadora en apoyo fervoroso.
296 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 297

Aun antes de ello, esa oposrcion -orientada contra rios); sin embargo, su sola presencia es una amenaza para
los aspectos culturales e ideológicos del avance norte- los grupos cuyo predominio combaten.
americano- no enfrenta sino ocasionalmente la penetra- Esa presencia, signo de una ampliación de los secto-
ción económica que luego de la primera guerra mun- res políticamente activos, anuncia otras que sólo llegarán
dial pasa a ser más importante que la política. Por otra más tarde. Durante esta etapa la movilización política
parte -salvo en México, donde la fe tradicional, atacada de sectores pop~lares sólo se dará de modo masivo en
por los gobiernos revolucionarios, encuentra defensores México durante ciertas etapas de la revolución comen-
entre los sectores populares-, las tendencias culturales zada en 1910. En otras partes queda reducida a secto-
conservadoras sólo hallan eco significativo entre las éli- res predominantemente urbanos de economía moderni-
tes tradicionales, cuya evolución, a partir del progresis- zada; la consecuencia es que los movimientos políticos
mo de la segunda mitad del siglo XIX, expresan en parte. que quieren ser expresión de sectores populares cuentan
Se ha señalado ya cómo esta evolución está guiada, a menudo con una base numéricamente más reducida
antes que por las transformaciones de la constelación que los de clase media (y que, por añadidura, su condi-
internacional en que se ubica Latinoamérica, por cambios ción objetiva de voceros de sectores reducidos y rela-
internos que comienzan a juzgarse inquietantes. La tu- tivamente privilegiados de la clase trabajadora no deja
tela que las élites (oligarquías urbanas, aristocracias te- de influir en sus orientaciones, acercándolas a las de esos
rratenientes, sectores militares a los que éstas han reco- más vastos movimientos de sectores sociales intermedios).
nocido hegemonía política) habían mantenido en la etapa Unos y otros -se ha dicho ya- se oponen, antes que
primera del orden neocolonial era cada vez más impa- al lazo colonial de nuevo estilo que está en la base del
cientemente soportada a medida que ese orden hacía orden latinoamericano, a la situación privilegiada que
sentir sus consecuencias. De la última década del si- dentro de ese orden se ha reservado 10 que se llama la
oligarquía. La lucha contra esa oligarquía admite mo-
glo XIX es la aparición de un movimiento obrero urbano
tivaciones en cada caso variables, que van desde el tra-
en México, Buenos Aires, Santiago de Chile; de esa
dicionalismo católico hasta posiciones revolucionarias de
misma década la formación de los primeros movimien-
inspiración socialista (sin que sea imposible que coexis-
tos políticos que recusan la dirección de la élite tradi-
tan unas con otras dentro de una: única organización).
cional (aunque a menudo reclutan en ella sus dirigen-
Si dejamos de lado esas enunciaciones y examinamos lo
tes); es el caso del radicalismo argentino y el partido
realizado por los movimientos antioligárquicos en las
demócrata peruano; y la mutación profunda que José
ocasiones en que contaron con el poder político, vere-
Batlle y Ordóñez introduce en el partido colorado del mos' que su acción es más coherente que su ideología:
Uruguay. Esas corrientes que disputan la hegemonía aumentar la gravitación en el sistema político de los sec-
política a las élites progresistas tienen a veces ellas mis- tores que 10 apoyan es su objetivo primero; mejorar
mas posiciones que están lejos de ser innovadoras (si el mediante esbozos de legislación social y previsiona1 la
batllismo uruguayo acentúa el anticlericalismo e inaugu- situación de esos sectores, su finalidad complementaria;
ra una política social, el partido demócrata peruano y el en los rasgos básicos de la estructura económico-social
radical argentino se consideran aliados de hecho de la que hallan no introducen, en cambio, modificaciones im-
reacción católica contra el anticlericalismo aristocrático portantes.
de la etapa anterior y no innovan profundamente res- Esa distancia entre una renovación ideológica, a la vez
pecto de la política económica y social de sus adversa- muy ambiciosa y muy imprecisa, y objetivos concretos
298 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 299

modestos, pero claros, se manifiesta en grado extremo I mes populares siguen gravitando menos que las clases
en un movimiento que es acaso el más característico de medias.
la corriente antioligárquica: el de reforma universitaria En todo caso, el movimiento estudiantil no logra como
que en la primera postguera se difunde por LaÚnoamé~ lal insertarse de modo permanente y eficaz en el juego
rica a partir de la Argentina. El movimiento de reforma político, cada vez más complicado, que se desarrolla en
confiesa la doble inspiración de la revolución rusa y la Latinoamérica. En este juego un elemento más tradi-
mexicana; esos ejemplos le animan a luchar por una cional recupera, en cambio, gravitación: es el ejército.
modificación de los estatutos universitarios que elimine Sin duda, más de una de las versiones nacionales del
el todo poder de los profesores (reclutados demasiado progresismo le había concedido lugar dirigente; si eso
frecuentemente dentro de diques que son, a su vez, ocurrfa así sobre todo en los países en que la tendencia
parte de los sectores oligárquicos) obligándolos a com- había arraigado con mayores dificultades, aun en los que
partir el gobierno con los estudiantes (provenientes en se situaban a la cabeza de ella la influencia militar, aun-
parte de sectores sociales más modestos, pero sólo ex- que discretamente ejercida, no dejó de conservar im-
cepcionalmente populares). No es extraño entonces que portancia. Pero ahora la existencia de tensiones crecien-
el alzamiento estudiantil haya contado en la Argentina les devolvía al ejército un decisivo papel de árbitro, que
con el apoyo apenas disimulado del gobierno radical. .. no siempre iba a ser ejercido en favor de los sectores
Sin duda, el movimiento de reforma universitaria no cuya hegemonía heredada era amenazada por la poli ti-
agota su eficacia dentro de la Universidad; conduce a zación de los sectores medios y la más limitada de los
una politización permanente del cuerpo estudiantil, que
populares.
-ante la sólo incipiente movilización política de los sec-
De este modo, ya antes de entrar en crisis el orden
tores populares- se constituye en más de un país en
neocolonial, el proceso de democratización política, de
vocero de los que aún permanecen mudos. El movi-
avance muy desigual en Latinoamérica, aparece amena-
miento estudiantil es entonces una escuela política en la
zado por la rivalidad de soluciones revolucionarias y la
que se han formado muchos futuros líderes revolucio-
narios o reformistas latinoamericanos, desde Víctor Raúl más seria de otras autoritarias. La fragilidad que la eco-
Haya de la Torre hasta Fidel Castro; en ella han hecho nomía manifiesta ya durante el febril apogeo del orden
también sus primeras experiencias (aunque se complaz- neo colonial se traduce también en el plano político. Al
can menos en recordarlo) figuras que en su madurez se finalizar la etapa un agudísimo observador como André
iban a ubicar en el centro v la derecha del abanico Siegfried renunciaría a establecer diferencias profundas
político. - entre países de más avanzado desarrollo e instituciones
Pero, sobre todo, l~l gravitación política del movimien- estables y países de desarrollo incipiente y despotismo
to estudiantil depende de la ausencia de movimientos militar. El constitucionalismo liberal no había soportado
populares masivos; sólo excepcional y tardíamente (en la prueba de la democratización (en Argentina y Chile)
el caso cubano) la acción de los dirigentes universita- o la había esquivado por demasiado tiempo para que
rios desemboca en la formación de movimientos de este ésta pudiese hacerse aún bajo su signo (en Brasil). En
tipo; su continuación en la política nacional está dada todo caso, aun los países que se gloriaban de ofrecer
por organizaciones políticas de inspiración ideológica a excepción al predominante autoritarismo latinoamerica-
menudo más radical que las de la preguerra, pero de no iban a mostrar, luego de 1930, un paisaje político
séquito político comparable al de éstas, en que los sec- tan cargado de ruinas como el de su economía.
300 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial lOl

La crisis de 1930 impone, en efecto, un brusco anti- del Estado de Río de janeiro llevan la huella de una
climax a medio siglo de expansión; pero éste ha estado prosperidad pasada para siempre, junto con el vig.or ele
hecho de ciclos locales, simultáneos o sucesivos, que en la tierra que la explotación cafetera agota sin pieda. l.
más de un caso se habían clausurado ya antes de fina- Es ése el precio de una economía agrícola que dispone
lizar la etapa. Estos episodios expansivos se relacionan de tierras más abundantes que los hombres y los ca-
con el avance de la división del trabajo intercontinental pitales; en el esfuerzo por explotar esa riqueza inmensa,
en cuanto a producción de alimentos (vinculado, a su los te;ratenientes brasileños deben recurrir al trabajo
vez, con la mejora del nivel de consumo popular en los semiasalariado de inmigrantes (en su mayoría italianos)
países nucleares) que acelera la expansión de la gana- que, pese a su número -casi dos millones l~egan hasta
dería y la agricultura templada y de ciertos cultivos tro- 1914-, resultan escasos para modos de cultivo que no
picales. Se relacionan, por añadidura, con avances in-
sigan siendo extensivos. ,. ,
dustriales y técnicos (es el caso de la minería andina del En las tierras hispanoamericanas del cafe la expansion
cobre y el estaño; es también -en un marco más re- es menos dramática, pero conoce también menos altiba-
ducido- el de la expansión del henequén en Yucatán, jos. Las tierras disponibles son desde el comienzo limi-
que encuentra estímulo en el uso de la fibra por las c~-
tadas, y no dan lugar -al revés de cuanto ocu:r~a. en
sechadoras mecánicas de cereales que en los Estados Uni- el Brasil- a una expansión geográfica cuyas posibilida-
dos remplazan a la labor humana). Se relacionan, por
des parezcan, por comparación con los recursos disponi-
último, con la difusión del motor a explosión y el trans-
bles, ilimitadas; por otra parte, los recursos humanos
porte automotor, que da lugar al efímero ciclo del cau-
derivados, sea de un crecimiento vegetativo excepcional-
cho y al desarrollo creciente de la explotación petrolera,
mente alto (es el caso de la población mestiza colombiana
acelerado además por el remplazo del carbón como fuen-
() salvadoreña), sea de las reservas de mano de obra pro-
te de energía.
porcionadas por comunidades indígenas hasta entonces
Entre los ciclos agrícolas, el del café transforma, a
aisladas de una economía de mercado (es el caso de Gua-
partir del último tercio del siglo XIX, las zonas tropicales
temala), configuran una oferta de trabajo capaz de ade-
de mediana altura, desde San Pablo del Brasil hasta Co- 1 cuarse constantemente a las necesidades de una demanda
lombia, Venezuela, América Central y México. Frente a "¡ más limitada que la brasileña.
la producción de esas tierras nuevas, la de las zonas \
He aquí un rasgo común a la expansión cafetera his-
tradicionalmente productoras de las Antillas se defiende
mal; a principios del siglo xx el Brasil cubre el 70 por
100 de las exportaciones ofrecidas en el mercado mun-
dial, ellas mismas muy acrecidas. El café brasileño está
I
Ir
li
panoamericana; junto con él no faltarán diferenciaciones
locales, vinculadas sobre todo con el régimen de la tie-
rra: explotaciones medias a cargo de propietarios
Colombia y más limitadamente en Venezuela y el Salva-
en
en la base de la expansión de San Pablo (de la ciudad,
vieja ciudad académica y devota, que pasa de 65.000
I dor; grandes haciendas de café en Guatemala y México.
Ambos regímenes se diferencian a su vez de la gran pro
habitantes en 1890 a 350.000 quince años más tarde, I
piedad dividida en pequeñas unidades de explotación a
pero también del entero estado). En Brasil el café avan-
cargo de trabajadores no propietarios, que reciben, junto
za constantemente sobre tierras nuevas, cuya fertilidad
con el salario, una parte de los frutos, que es la forma
agota; la zona cafetera es una franja en movimiento, que
dominante en Brasil. Pero en situaciones tan variadas
deja a su paso tierras semidevastadas; ya en el mo- ., encontramos todavía otro rasgo común: la debilidad de
mento inicial de la expansión paulista, zonas enteras
los productores frente a los sectores que intervienen en

r
302 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 303

la comercialización, y realizan lucrativas especulaciones ('S ya habitual, las alternativas de la coyuntura propor-
utilizando las oscilaciones del precio del café, desde las cionan el terreno para batallas entre grupos financieros
estacionales hasta las más irregulares y violentas que un de las metrópolis rivales).
mercado en expansión, tanto de la oferta como de la Aun con tales limitaciones, la estabilización de 1906
demanda, presenta constantemente. Los comercializadores' ,'s sustancialmente exitosa (y salva, por añadidura, de
realizan avances decisivos durante las crisis de superpro- la crisis de sobreproducción a las zonas cafeteras de His-
ducción: los precios en los centros productores caen ver- I »inoarnérica, que gozan de las ventajas derivadas de la
tiginosamente; en los de consumo son mejor defendidos limitación de la oferta brasileña). Lo es porque está
gracias a una contención en las ventas que sólo la dis- .k.stinada a salvar una pasajera crisis coyuntural; mucho
ponibilidad de vastos recursos financieros por los co- m.is riesgosa es la ambiciosa estabilización comenzada
mercializadores hace posible: de este modo, detrás de ('11 1924. Esta, en efecto, intenta eliminar las consecuen-
las grandes empresas de comercialización y transporte, cias de una sobreproducción permanente que se hace
es la banca metropolitana la que recibe una parte ines- (ada vez más grave. El Instituto del Café, creado en Sao
peradamente alta de los lucros cafeteros. Las crisis se Paulo, organiza la compra de la totalidad de la produc-
suceden: la de 1896, la de 1906, la de 1913 ... A lo ción brasileña; mantiene los precios altos sólo a costa
largo de ellas, los comercializadores alemanes del café (k~ acumular reservas crecientes, condenadas a crecer
de Guatemala se apoderan del 60 por 100 de las tierras porque esos mismos precios estimulan la expansión de
cafeteras, que organizan en haciendas más productivas cultivos; por otra parte, los rivales del Brasil utilizan
que las conservadas en manos de terratenientes locales. la limitación de su oferta para aumentar sus ventas a un
Sólo en Brasil éstos logran, gracias a su dominio del mercado de precios altos. Es la crisis de 1929 la que
aparato político (gracias también a que su mayor expe- pone brusco y catastrófico fin a la experiencia, pero no
riencia política y administrativa les permite elaborar Ilace sino imponer fecha precisa a un desenlace de todos
proyectos sin duda demasiado complejos para la compren- modos inevitable ...
sión de la mayor parte de los plantadores hispanoame- La experiencia brasileña del café es en más de un
ricanos), crear un sistema de defensa contra las amenazas aspecto un anticipo del futuro: un sector terrateniente
de sobreproducción; también en él, sin embargo, comer- se dedica aquí a la organización del mercado para sus
cializadores y bancas obtendrán mayores ventajas que los productos, dejando de lado en este punto la fe en el
productores. liberalismo económico del que por otra parte no abjura
El sistema, adoptado en 1906, consiste esencialmente formalmente. Pero esta experiencia está lejos de ser tí-
en financiar compras destinadas a constituir stocks que pica; la concentración de poder que en el Brasil repu- 1

sólo gradualmente serán lanzados al mercado; aunque la hlicano tienen los dueños de las tierras del café es excep-
emergencia pasa en 1910, la primera guerra mundial cional; también lo es su dependencia de un único fruto
sorprenderá a una parte de esas reservas aún acumulada (por el momento no hay alternativa al monocultivo ca-
en Alemania ... Si la operación salva a los productores fetero que no implique la ruina por lo menos provisio-
de un derrumbe vertical de precios, logra la estabiliza- nal de esa poderosa clase); no es extraño que el grupo
ción de esos precios sólo a nivel bajo; los stocks acumu- esté dispuesto a ir muy lejos en defensa de una pros-
lados se venderán, por tanto, con altas ganancias, que peridad de la que ve depender su supervivencia.
irán a los banqueros que han dado apoyo financiero a] En las tierras templadas del Sur las exportaciones
sistema (entre los cuales predominan los alemanes; como primarias para alimentos tienen un desarrollo algo me-
304 Capítulo 5 ji Madurez del orden neocolonial 30'j

,1•
nos agitado: la expansión argentina, la uruguaya, apoya- consecuencias de una vinculación. menos directa con los
das en la lana, la carne y el cereal, son tan rápidas como centros de decisión política nacional. Ya en la primera
la del Brasil cafetero; en 1898 las exportaciones ar- década del siglo xx, en efecto, el comercio cerealero
gentinas se sitúan al mismo nivel que las brasileñas (en es dominado por un oligopolio formado por muy esca-
torno a los veinticinco millones de libras esterlinas); sas organizaciones exportadoras; su predominio se hace
su crecimiento a partir de los niveles de 1880 es aún sentir muy duramentepih:-#t:tetapasde coyuntÍ1ra:~s-
más rápido que el brasileño, y seguirá creciendo de favorable (como la de 1'912), y son al cabo los terra-
modo sostenido pese a sus altibajos, hasta decuplicar, tenientes quienes deben sacr)ílcaruna, par~e~!potiesta-
en 1928, las cifras de treinta años antes. Este creci- de sus lucros para mantener' el ritmo de producción,
miento es, en primer término, consecuencia de la ex- accediendo a las demandas de arrendatarios y medieros.
pansión del cereal, comenzada en la década del 70, pro- Todavía más marcadamente que en el Brasil cafetero
seguida en la siguiente, que se hace vertiginosa luego de --porque en la Pampa del cereal el sector terrateniente ,1\
la crisis de 1890: en medio de la baja de precios inter- es más débil-, la hegemonía de los comercializado res
nacionales y frente a la interrupción de las inversiones vinculados a las finanzas metropolitanas es el aspecto
extranjeras, la Argentina rehace su economía ampliando dominante de la expansión cerealera.
sus tierras de trigo y maíz. Santa Fe y el sur de Córdoba, Esa misma hegemonía será alcanzada sólo más lenta
tierras a las que la falta de comunicaciones había con- y menos completamente en la pampa ganadera, cuyo
denado a una ganadería escasa y pobre, son ahora el núcleo sólido se encuentra en la provincia de Buenos
teatro de la expansión cerealera, hecha posible gracias Aires, firmemente dominada por una clase terrateniente
al flujo inmigratorio que, sin duda se interrumpe con la acostumbrada a mantener celosamente sus vínculos con
crisis pero que ha acumulado en la etapa anterior a una el poder político nacional (conservados pese al percance
fuerza de trabajo que ya no encuentra posibilidades de que significó en 1880 la federalización de la ciudad que
ocupación en las ciudades. Los refugiados de la crisis había sido a la vez capital de la nación y de la provin-
del pequeño comercio urbano tienen exigencias modes- cia). Desde 1895 el crecimiento de la provincia de Bue-
tas, y se adaptan a un régimen de la tierra en que triun- nos Aires se hace más rápido que el de Santa Fe; en
fa el arrendamiento para dejar luego paso a la medie- 1914, la gran provincia ganadera será también la pri-
ría, que avanza hasta 1914 porque el dinero circula mera productora de cereales de la Argentina; a la vez
poco en esa pampa cerealera de donde provienen buena
parte de las exportaciones argentinas.
En el sur cordobés, y sobre todo en Santa Fe, los
viejos terratenientes comparten el predominio con nue-
Iri
I
(
que la expansión del cereal (mediante la difusión del
régimen de arrendamiento que no afecta el monopolio
(le la tierra por los grandes propietarios de la etapa de
predominio ganadero) se da la transformación de la ex-
vos propietarios, en parte de origen inmigratorio, que plotación de ganado, inducida por la disminución de la
han conquistado la tierra a partir de posiciones domi- demanda externa de lana y la difusión del frigorífico.
nantes en el comercio local. Estos serán siempre menos La revancha del vacuno, su mestización sistemática
poderosos que los que dominan la pampa ganadera de para crear animales cuya carne satisfaga las exigencias
Buenos Aires; por una parte necesitan mano de obra del mercado europeo del producto congelado (y a partir
más abundante, por otra surgen en una etapa de mer- de los años inmediatamente anteriores a 1910 las aún
cados internacionales más estrictamente regulados por más estrictas del enfriado) llenan la historia ganadera
las empresas comercializadoras; por último, sufren las argentina hasta la primera guerra mundial; estos ca111-
TIalperin, 20
306 Mudurez del orden neocolonial 307
Capítulo 5

bias son posibles gracias a inversiones ahora más con-


I I',orífico, junto con progresos en el transporte ferrovia-
siderables de los sectores terratenientes: el alambrado rio; las exportaciones, que alcanzan el nivel de los seis
de los campos, comenzado en rigor en la década de 1870, millones de libras anuales al comenzar el siglo xx, en
prosigue a ritmo más rápido; del mismo modo se acen- 1919 serán de veintisiete millones, con muy neto pre-
túa la importación de reproductores ... Pero -como an- dominio de los productos ganaderos. Como en la Ar-
tes- las inversiones más importantes corren a cargo I~entina, una clase terrateniente ante cuyo predominio
del Estado y del capital extranjero: la red de ferroca- ('n político las zonas rurales se detiene el proceso de de-
rriles se hace más densa, hasta alcanzar los treinta y tres mocratización que vive el Uruguay urbano, se defiende
mil kilómetros en 1914 (habían sido dos mil quinientos 111'11 de su paulatina mediatización por los dueños del
en 1880); se construyen a muy alto costo el puerto comercio y los transportes.
artificial de Buenos Aires y el de La Plata-Ensenada' El Brasil central, la Argentina, el Uruguay Cuentan
un sistema de canales hace más utilizable la vasta zona entre los relativos éxitos en la tentativa de moderniza-
pantanosa del centro de la provincia de Buenos Aires. ción emprendida por toda Latinoamérica. Las limitacio-
Sobre todo los frigoríficos, salvo algunos de los prime- nes de esos éxitos no necesitan ser subrayadas: en la
ros y más pequeños, son propiedad de empresas extran- Argentina del cereal y aun más marcadamente en el
jeras: las inglesas, primero dueñas del campo, compiten Brasil del café se crean sociedades rurales caracterizadas
desde 1905 con las norteamericanas. por la extrema inestabilidad; h.hegemonía de los terra-
La consecuencia es también aquí una posición de pre- tenientes sólo se conserva al precio de la inseguridad
dominio para transportistas y comercializadores, que son de los labradores, sobre los cuales el sistema se esfuerza
emisarios locales de las economías metropolitanas; sin en volcar el peso mayor de las etapas negativas de la
embargo, la ganadería sentirá sólo más tardíamente que coyuntura: la inmigración italiana que cultiva el café
la agricultura la incidencia negativa de esta situación: como el trigo (en Santa Fe, en 1914, hay casi cuatro
hasta la primera guerra mundial la competencia entre agricultores italianos por cada argentino) tiene una al-
frigoríficos ingleses y americanos garantiza una etapa de tísima proporción de retornos; en la primera década del
altos precios; la guerra misma, creando escasez y dificul- siglo xx la Argentina conocerá además una inmigración
tad en el transporte marítimo, fomenta la exportación estacional ultramarina: los cosechadores del trigo y el
ganadera a la vez que pone en crisis a la de cereal: los maíz argentino viven ahora la mayor parte del año en
precios de la carne suben aún más. Sólo la primera etapa
iJ aldeas de Emilia y la baja Lombardía.
de la postguerra enfrenta a amplios sectores ganaderos 1 Ese sistema no hubiera, sin embargo, podido surgir
con las consecuencias de la entrega de la comerciali- sin alicientes económicos cuya existencia suele hoy ig-
zación y el transporte a intereses metropolitanos: los norar una literatura demasiado sistemáticamente pesi-
norteamericanos victoriosos dictan su ley al mercado y mista; esos alicientes iban a desaparecer progresivamente
los precios bajan... ' a medida que la desaparición de nuevas tierras dispo-
El Uruguay vive, en escala reducida, experiencias aná- nibles y el crecimiento de la oferta local de mano de
logas a las argentinas; aquí la expansión del cereal es, obra los hiciesen innecesarios: a 10 largo de esta etapa
sin embargo, menos significativa que en la orilla opuesta la situación de los trabajadores en tierra ajena va, en
del Plata, y el retorno al vacuno igualmente menos mar- efecto, a deteriorarse.
cado. Pero como en la Argentina se da aumento de la Aun así es superior a cuanto se conoce en el resto
producción, mestización y difusión más tardía del fri- de América Latina. Los booms agrícolas y mineros se
308 Capítulo 5 1'vLi<Iurez del orden neocolonial 309

dan en otras partes utilizando una mano de obra que l' inccntra en manos de las compamas industrializadoras
no es necesario atraer mediante alicientes económicos 11\ lena parte de la tierra azucarera.
(o, alternativamente, la emplean en número tan escaso Las crisis .de demanda están constantemente presentes
que sus progresos pierden significación dentro del con- ('11la historia del azúcar latinoamericano: en desventaja
junto de la economía y la sociedad). Esos booms im- ('11 el mercado continental europeo frente al de remo-
plantan -mucho más nítidamente que en los casos ya lacha, limitado en el británico por la presencia del de
LIS West lndies, el azúcar latinoamericano tenía su des-
examinados- islotes económicos mejor vinculados a la
metrópoli que al resto del país; en el caso excepcional «mboque principal en los Estados Unidos. Allí mismo
de afectar a una nación entera le imponen una depen- IIl1a legislación proteccionista lo condenaba a compensar
dencia aún más estricta que la vigente en los ejemplos el aumento del volumen absorbido con una caída de
anteriores. precios: la velocidad con que la concentración de pro-
Es el caso de la agricultura tropical: las tierras del
.lucción y comercialización se dio, por ejemplo, en Cuba
lue sin duda estimulada por la reducción constante de
azúcar en Puerto Rico, Cuba, el Perú dan lugar a con-
los 'márgenes de ganancia posible.
centración de propiedad en manos de las empresas in-
dustrializadoras que -aun avanzando muy rápidamen- La riqueza azucarera tiene entonces algo de devasta-
te- va más despacio que la conquista del control del dor: ha cambiado a Cuba, a Puerto Rico hasta tornar-
los irreconocibles para quien los había conocido antes
mercado productor por éstas. En Cuba y Puerto Rico
(le esa transformación. Otros cultivos tropicales tieneñ
el sistema realiza al máximo sus posibilidades: los fe-
capacidad de transformación más limitada: así el hene-
rrocarriles privados de las grandes centrales azucareras
quén, localizado en las tierras secas del Yucatán, en
-que son ya casi todas norteamericanas- les aseguran
México, que en 1898 contribuía, sin embargo, con el
el monopolio de compra sobre tierras cuya propiedad no
15 por 100 de las exportaciones mexicanas, o más tar-
les es entonces necesaria; por el contrario, el campesino
díamente la banana, típica de las zonas bajas y húmedas
propietario ha perdido toda autonomía, y debe resolver
del litoral caribeño y de algún rincón de la costa ecua-
como puede los problemas que le plantea una produc-

,
toriana. El cultivo del banano es ampliado por inicia-
ción con ganancias decrecientes. En Puerto Rico el pro- tiva de un conjunto de empresas estadounidenses que
ceso es aún más dramático, por cuanto el monocultivo a principios del siglo se fusionan en la United Fruit
azucarero se introduce bruscamente en su etapa madura, Cornpany, En la costa atlántica de Guatemala, de Hon-
cambiando el paisaje mismo de la isla luego de su con-
quista por los Estados Unidos. En el Perú la industria
1 duras, de Nicaragua, de Costa Rica, de Panamá, de
Colombia, de Venezuela, se tallan vastos dominios te-
costeña del azúcar -originaria de tiempos coloniales, víc- rritoriales; en Panamá, por ejemplo, la compañía posee
tima de la crisis del comercio libre (1780), de la de una red ferroviaria privada casi tres veces más extensa
mano de obra esclava en tiempos postrevolucionarios, que la pública (sin duda muy exigua). A veces estos
resurgida en la segunda mitad del siglo XIX, capaz de dominios están vacíos de hombres, y la compañía in-
proporcionar hacia 1880 saldos exportables tan impor- duce las migraciones que salvarán esa carencia: en Costa
tantes como los del salitre- es ahora preferida por las Rica se transforma el equilibrio étnico al crear, frente
inversiones británicas y norteamericanas: su expansión al altiplano blanco, una costa de población negra y mu-
en el norte del país se hace gracias a ellas, pero un pro- lata (a menudo originaria de las West lndies). La ba-
ceso que también aquí se acelera en tiempos de crisis nana se transforma en exportación dominante de varios
Madurez del orden neocolonial 311
310 Capítulo 5

países centroamericanos, y su unico mercado consumi- En la Amazonia colombiana, ecuatoriana, peruana, ve-
dor se encuentra en Estados Unidos, que absorbe pro- nezolana, la explotación es aún más primitiva y des-
porciones elevadísirnas de sus exportaciones (en Nica- tructiva; a falta de las reservas de mano de obra que el
ragua, en 1918, es más del 90 por 100 del total de las nordeste ofrecía en el Brasil, debe disciplinar mediante
exportaciones nacionales el que encuentra ese desem- violencia y crueldad aún mayores la más escasa efecti-
boque). vamente disponible; en la búsqueda de rápidos prove-
La solidez del imperio del banano, sus avances, que chos se destruyen los árboles mismos, que en el Brasil
son sólo sangrados periódicamente, pues el manteni-
son los del consumo de la fruta en los Estados Unidos,
miento del stock está en el interés del siringueiro, que
se contraponen a la fragilidad del episodio cauchero, que
t io puede cosechar sino en la zona que le ha sido asig-
introduce una efímera y tormentosa prosperidad en la
liada y sería la primera víctima de la desaparición de
cuenca amazónica. La expansión del consumo del caú~;
los árboles. La ola de explotación destructiva avanza
cho, obtenido de la savia de un árbol silvestre en la re- '
;tsí sobre la Amazonia peruana, destruyendo las planta-
gión, acelera el ritmo de explotación. En la Amazonia
brasileña son campesinos fugitivos de la superpoblación , «iones naturales y también todo el modo de vida de
I,oblaciones neolíticas, arrojadas a participar en la eco-
y las sequías periódicas del sertdo nordestino quienes
uornia del siglo xx mediante el doble estímulo del al-
se transforman en siringueiros, en recolectores del cau-
cho silvestre; sus avances en la cuenca tropical, sólo ,'oiJol y el terror.
poblada -salvo en las principales rutas fluviales- por Gracias al caucho, entonces, en el corazón geográfico
tribus de indios insumisos, se traducen en avances de .Ic América Latina se repiten los horrores que contem-
la frontera brasileña, en particular sobre la Amazonia I'oráneamente están haciendo célebre al Africa Central.
,,'boliviana (compra del territorio de Acre en 1902). El I 'or poco tiempo; con su esplendor y su miseria el boom
caucho empieza a contar en las exportaciones brasile- {; «.urchero se disipa cuando las plantaciones cultivadas de
i J}as; en 1899 cubre el 19 por 100 de ellas, en 1910 más Malaya y las Indias holandesas logran ofrecer un pra-
.Íucto más barato y abundante que el silvestre. Desde
~del 25 por 100, con diecinueve millones de libras ester-
linas. La riqueza cauchera no podría ser aborbida por «nronces, ni aun los esfuerzos de los intereses norteame-
ningún sector terrateniente, puesto que surge de tierras ricanos, deseosos de liberarse del monopolio angloholan-
sin dueño; los siringueiros sólo participan en ella en ,ks, logran resucitar el episodio cauchero amazónico ce-
I r.ulo en la segunda década del siglo xx: ciudades se-
medida mínima: han comenzado su actividad gracias a
III i lnntasmagóricas quedan como único monumento de
los anticipos de los comerciantes locales, y nunca se
librarán de su condición de deudores de éstos, muy cer- ':,,' pasado, perdidas en la selva.
cana en sus consecuencias a la servidumbre. Son los co- Menos súbitas son las transiciones en las explotacio-
lit 's mineras: en perspectiva larga éstas se muestran tam-
merciantes los únicos beneficiarios locales del boom cau-'
I,i''-II, sin embargo, sometidas a altibajos significativos.
chero, cuyos lucros se orientan, sin embargo, sobre todo
hacia la metrópoli; con 10 que queda en la Amazonia I,;\ última etapa del siglo XIX es de recuperación de la
basta, sin embargo, para hacer surgir en el centro de n:plotación de metales preciosos: si en Bolivia ésta es
la cuenca un esbozo de ciudad monumental: Manaus k-uta, en México se da mucho más rápidamente, y en
con sus temporadas de ópera italiana al borde d~1aSé{ I'<'rú transforma profundamente la estructura de las ex-
va, sus cien mil habitantes y sus hoteles de lujo, es el 1"'I'taciones, compensando parcialmente la pérdida de las
1 i.-rras salitreras. La explotación del mineral argentífero
símbolo de la alocada prosperidad cauchera.
312 Capítulo 5 Madurez del orden neo colonial It \

se renueva profundamente del punto de vista técnico, En Chile el cobre no logra desplazar al salitre, qlll'
lo que impone fuertes inversiones de capital; éste es sigue, hasta 1930, dominando las exportaciones chilcnns.
de origen metropolitano (en este rubro tan tradicional El salitre, botín principal de la victoria sobre los vcci 111lS
sigue siendo predominantemente inglés); gracias a las del Norte, que hace surgir en el desierto marino de Ala
nuevas inversiones las exportaciones de metal precioso cama ciudades de decenas de miles de habitantes -Anto
cubren en 1898 el 60 por 100 del valor total de las lagasta, Iquique-, cuya densa población minera recil«:
mexicanas y alcanzan a siete millones y medio de libras de lejos los alimentos y aun el agua, comienza por sul rir
esterlinas, casi duplicando las de las etapas más bri- las consecuencias de la primera guerra mundial, CJIH"
llantes del apogeo minero del setecientos; las bolivianas »cpara a Chile de su mejor mercado, el proporcionado
cubren el 70 por 100 de las exportaciones nacionales por la agricultura centro europea ; herencia permanente
de 1897, con un millón y medio de libras esterlinas; del bloqueo que sufre Alemania en 1914-19, será una
las peruanas alcanzan el millón. Pero esos avances están producción de fertilizante sintético que entrará en com
destinados a no continuar: hacia 1910 las exportaciones pdencia cada vez más dura con el producto natural:
mexicanas conservan el nivel de diez años antes; las :11111 los años de estancamiento que siguen hasta 1930
peruanas y bolivianas quedan decididamente rezagadas. 110 son, sin embargo, sino una débil anticipación de la
En 1920 aún en México la plata habrá dejado de do- 'lisis final del salitre, que alcanza toda su gravedad luego
minar la estructura de las exportaciones... Son otros .11'esa fecha.
metales los que ahora triunfan, gracias a la demanda Más tardía es la expansion petrolera que, anticipada
creciente que de ellos hace la industria: el cobre, cuyo ,lt-sde comienzos del siglo por explotaciones dispersas
consumo se vincula sobre todo a la expansión de la 1" ,1" todo el continente, se localiza progresivamente en
electricidad; el estaño, relacionado sobre todo con la "I:II\(1es centros productores. En la década del 20 va a
industria de conservas. 1.1e:lheza México, seguido de lejos por Venezuela, CA
La expansión del cobre -cuya explotación es muy 1IIIIIhiay Perú. En medio de la guerra civil, que destroza
antigua en toda la zona andina y que ha tenido ya un ,1 orden rural, el petróleo ofrece en México el principal
boom más modesto en Chile en el siglo XIX- llena las 1'11'1"( 1 de exportación y se expande con un movimien ro
primeras décadas del siglo xx. En el Perú es la Cerro IllIrI"l"rnemente ascendente que contrasta con el de la
de Paseo Copper Corporation -norteamericana- la que '1lIllomía general. Las compañías inglesas, y sobre todo
comienza la explotación en gran escala, utilizando para 1"11unrncricanas, que explotan el petróleo mexicano cons-
el transporte una de las empresas de ingeniería más 11111','11 en medio del desorden general su orden propio:
audaces del mundo, la línea férrea que, a través de los .1."1,, SIl puerto de Tampico forman un sistema de trans
Andes, comunica el Callao con el Cerro de Paseo, donde 1"'11<':: V comunicaciones que logra superar las pertur
surge, a más de cuatro mil metros de altura, un complejo 1". ""It'S de esos años revueltos. En Venezuela, ('11
industrial y minero ultramoderno, rodeado de las muy "",1111 del orden férreo impuesto por Gómez, las cornpn-
primitivas poblaciones de los obreros serranos; frente a "1.1'; petToleras aceleran también el ritmo de la explota-
él André Siegfried evocará a la vez al Tíbet y a las an- , 11111: la cuenca de Maracaibo comenzará a poblarse de
ticipaciones del futuro en que se complacía el cinema de I IIII•.~: petroleras, mientras en Curacao, tierra de la ro
la década del 20... En Chile la explotación del cobre l' 111;1 holandesa, frente a la costa venezolana, la compu
avanza aún más rápidamente, también progresivamente 111.1:lIlf',hho1andesa Royal Dutch Shell instala refinerías
dominada por capitales norteamericanas. ,l.'" I i 11:I.I:1Sa sucesivas ampliaciones (las norteamericn
314 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 315

nas, de las cuales la más importante es la Standard Oil sodios de alcance más limitado (por ejemplo, el celo
reúnan, por su parte, en los Estados Unidos). En Co- lluevo con que agentes franceses, en el Río de la Plata,
lombia y Perú el ritmo de la explotación es menos diná- examinan los avances del consumo de alambre francés y
mico, luego de comienzos muy prometedores; en la Ar- buscan acelerarlos) nos muestran las consecuencias que
gentina la explotación -compartida entre una empresa tienen en las áreas marginales la identificación entre los
estatal y las que dominan la actividad petrolera mun- intereses políticos de los países metropolitanos y lo.s
dial- avanza también lentamente. económicos del sector cada vez más concentrado que di-
rige su expansión comercial y financiera. .
Hay todavía otra causa de fuerza para esos domina-
Las explotaciones agrícolas o mineras que alcanzan dores del orden neocolonial: si las innovaciones que éste
su expansión en la etapa de madurez del neocolonialis- .lirectamente introduce suelen crear islas económicamen-
mo tienen así más de un rasgo común: !~ tendencia al tl: mal soldadas con el conjunto de la nación, sus efec-
monopolio o al oligopolio crea empresas insólitamente los indirectos alcanzan a sectores mucho más amplios.
poderosas; la comparación entre los presupuestos de más Más de un estado no podría sobrevivir sin los aportes
de un estado latinoamericano y más de una de esas de impuestos y regalías, que pueden ser .a veces insig-
empresas gigantes ha sido reiteradamente hecha, y es niíicantes comparados con los lucros privados de .las
en verdad impresionante; éstas pueden mover con ma- -randes industrias extractivas, pero que hacen la dife-

,
yor libertad que cualquier estado un poderío financiero 'I~'licia entre el equilibrio presupuestario y una indigen-
a menudo mayor que el de algunos de éstos. Ese poder ,ía que lo expondría al descontento popular y a la có-
no es, sin embargo, el único que las nuevas protagonis- le-ra acaso más inmediatamente peligrosa de las fuerzas
tas de la economía latinoamericana pueden esgrimir: se .urnadas. Al mismo tiempo, los ingresos de las expor-
continúa en el de corrupción, que está lejos de ser des- i.rciones, pese a la parte a veces import~nte q~e se de.s-
deñable, y que va desde la compra lisa y llana de in- una a ganancias de la inversión extranjera, sirven, S111
fluencias en emergencias graves hasta la mediatización «mbargc, para mantener un nivel de impo.rt~ciones para
de sectores altos locales empobrecidos, en los que reclu- «msumo que sería también peligroso deprimir.
tan abogados y asesores más apreciados por su ascen- Tanto más peligroso porque esta etapa es a la vez de
diente político que por su competencia técnica. Menos 'I<Til11iento continuado de la población urbana; la ciu-
fácil de seguir es el influjo indirecto ejercido en las crisis .l.«] de México triplica su población entre 1895 y 1910,
políticas internas, pese a que suele serles asignado uno l' nlcanza para esta fecha el millón con los suburbios;
muy vasto. I ;11t'1l0SAires también triplica entre 1898 y 1918, y llega
No terminan aquí los resortes de los nuevos conquis- ti millón seiscientos mil; La Habana, Lima, Santiago,
tadores de la economía latinoamericana: sus intereses son 1'" '''ulá Montevideo crecen muy rápidamente. Ahora
reconocidos como propios por una potencia metropoli- " si" sólo en muy contadas regiones (entre ellas 1a
1>11'11,
tana o aspirante a tal; de allí, en los casos extremos, 111:1:; significativa es el litoral rioplatense) existe un fuerte
abiertas intervenciones políticas, y en la vida cotidiana ,,>11:;111110 rural de productos importados, en todas par-
otras más discretas, que ya cesan de sorprender: desde t,':: 1:1 expansión urbana implica una ampliaci~n de esos
la guerra del Pacífico -en que inversores ingleses, fran- '''II::111110S,que es preciso pagar con exportaciones. Ha-
ceses y norteamericanos intentan hacer pesar el prestigio , "du es cada vez menos fácil: la nueva estructura insti-
de sus naciones en favor de sus intereses- hasta epi- II"i, Illal del comercio y las finanzas internacionales con-
316 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 317
solida una tendencia vinculada por otra parte con la mente antes de 1930 son sobre todo las de las ciudades
incorporación creciente al mercado mundial de nuevas "11 expansión y las de algunas zonas rurales relativa-
áreas productoras de materias primas; al revés de lo 111L:ntemodernizadas (de nuevo e! litoral cerealero ar-
que había ocurrido durante casi todo e! siglo XIX, los ¡',cntino y uruguayo) u otras aun más reducida~ de eco-
'términos de intercambio se mueven en e! siglo xx en uomía minera (casi exclusivamente las de Chile). Aun
sentido predominantemente desfavorable a los produc- Iimitada a ser expresión de una parte de las áreas mo-
tos primarios; e! hecho de que asciendan al papel de .lernizadas, la política no deja por ello de estar marcada
primera potencia industrial los Estados Unidos, que ne- J10r las tensiones que en ellas introducen procesos que
cesita mucho menos de mercados extranjeros para colo- 1:1S exceden.
car su producción, contribuye también a acelerar ese
deterioro. A él responden las economías latinoamerica-
nas aumentando e! ritmo de producción, y sólo muy La evolución política presenta en esta etapa tres as-
ocasionalmente intentando organizar el mercado expor- Jwctos distintos: revolucionaria en México, en los países
tador; e! único ejemplo que podría alinearse al lado del .rustrales (Chile, Argentina, Uruguay) está marcada por
brasileño es el cubano de! azúcar; uno y otro se dan . 1:1 democratización pacífica de la vida política, acompa-
frente a mercados, cuya capacidad de consumo no podría nada del triunfo de partidos populares; en e! resto de
seguir ampliándose, y esa situación es aún, hasta antes l.ntinoamérica vive sustancialmente encerrada en las al-
de 1930, excepcional.
I crnativas de oligarquía y autoritarismo militar, sin que
1:llten situaciones intermedias.
México elabora en las últimas décadas de! siglo XIX
Las innovaciones de la etapa 1880-1930 afectan direc- (,1 ejemplo más maduro de dictadura progresista que se
tamente a áreas menos vastas y sobre todo menos po- conocerá en Latinoamérica. Heredero escasamente fiel
bladas que las que culminan en esta etapa, pero en rigor ,k la Reforma Porfirio Díaz es, ante todo, e! restaura-
han comenzado antes. El petróleo, e! cobre, e! banano, (101' del orden' deshecho en e! campo por la herencia
no logran poblar regiones antes vacías en la medida en .k-niasiado pesada de las guerras; es también e! «tirano
que lo hacen el café y los cereales; aun menos que éstos honrado»: e! que pone su fuerza al servicio de la. c~usa
logran eliminar de! cuadro latinoamericano una vasta •l.,1 progreso. Bajo su gobierno se tiende lo prmclpal
zona de agricultura y ganadería mal integradas al mer- .1,' la red ferroviaria mexicana, se restaura la minería de
cado, sometida a la presión expropiadora sobre todo en
beneficio de haciendas de explotación extensiva, no siem-
pre mejor vinculadas con éste. En México el avance
de la hacienda contribuye a provocar una explosión re-
volucionaria que no tiene par por su violencia y dura-
ción en e! siglo xx latinoamericano; en las tierras an-
, la plata, se expande en e! Yucatán árido el henequén y
l' '1 orna a sus viejos rincones del declive del Anahuac
ILicia el Pacífico la prosperidad azucarera. Para e! más
ukntoso y honrado de los ideólogos del régimen, Justo
>;Il'1'I'<1

1111:t1
e! México de Díaz es el México mestizo, síntesis
del pasado indio y el español. Para el régimen mis-
dinas e! mantenimiento en lo esencial de! estatuto de la 1111', es cada vez más un México europeo, a la vez pro-
tierra provoca resistencias sólo esporádicas, alzamientos ",'clo y ficción; en las grandes ocasiones las gentes de
campesinos muy localizados y tan violentos como efí- :1:;P"l'tOindígena son alejadas por la policía de las calles
meros. Salvo en México, entonces, las tensiones sociales '('lIll'ales de la capital: darían a los ilustres visitantes
que alcanzan madurez bastante para expresarse política- .-xtraujeros una idea tendenciosa de! país en que se
li
318 Capítulo 5 Madurez del orden neocolonial 319 :1

hallan ... Esta actitud no es, por cierto, nueva (aunque


!o es la fundamentación racista que suele justificarla);
una fuerza de oposición. Esta surge demasiado rápida- il
1,
mente; en sus primeras etapas los grupos opositores I1
Jun~o con ella avanza la reconciliación con los apoyos buscan sobre todo el favor del gobernante que parece I

s~clales de la anterior hegemonía conservadora: el go- haberlos convocado. Francisco Madero, un hacendado del
bierno de Díaz, que es el de los terratenientes, comienza Norte, cuenta entre las figuras a las que el ambiguo lla-
a ser cada vez más el amigo fiel de la Iglesia que ha ruado de Díaz ha sacado del silencio: aspirante primero
luchado tenazmente contra la Reforma. Pero su con ser- a acompañar como vicepresidente opositor al inevitable
vadorismo no es sino la otra cara de su progresismo: don Porfirio, se transforma finalmente en su rival des-
el avance de los ferrocarriles y cultivos va acompañado íortunado
: J (la máquina electoral demasiado perfecta
de otro más rápido: el de la gran propiedad de viejos montada en un trentenio de gobierno da a Díaz millo-
y nuevos terratenientes, que avanza sobre tierras de co- ncs de votos, y a su rival poco más de un centenar).
munidades indígenas y campos despoblados, y es bene- Arrojado a la cárcel y luego al destierro, Madero agrega
ficiaria principal del sometimiento del entero territorio a sus lemas electorales de sufragio electivo y no reelec-
antes en manos de indios de guerra. ción otros que marcan la transición de la tradición de
~sos avances van acompañados de una afirmación pau- la Reforma a la de la Revolución: afectan el estatuto
latina del autoritarismo político. Aun en 1880 Dfazha- (le la tierra, cuya conquista por grandes terratenientes
bía creído oportuno atenerse a su lema revolucionario nacionales y extranjeros había sido febrilmente cornple-

I
de no-reelección y darse por cuatro años un sucesor dó- lada en la época de Díaz. Estos anuncios de una refor-
cil a su influjo. Pero a partir de 1884 iba a mantenerse ma agraria están incluidos en el Plan de San Luis Potosí,
interrumpidamente en la presidencia hasta 1911. Al 11l111toinicial de la revolución maderista, cuyo foco prin-
mismo tiempo iba a formar una máquina política cada cipal está en el México septentrional, y es dirigida allí
vez más segura; la necesidad de contar con numerosos por hacendados, tratantes de ganado y contrabandistas
incondicionales llevó a una deterioración progresiva del en gran escala, pero que da lugar en el centro a un
personal político; hacia el final de su gobierno Díaz movimiento de base más popular, el de Emiliano Zapata
llamaría a su Parlamento la caballada. El avance hacia cn las ricas tierras azucareras de Morelos, en que la
la dictadura vitalicia fue lo bastante lento como para cxpropiación de las comunidades había sido llevada muy
poder vencer paulatinamente las resistencias que encon- .ulclante. Es entonces en los sectores rurales, que el ré-
traba, que no fueron nunca demasiado amplias; Díaz •.imen de Díaz había sometido a presiones brutales, don-
prefiere, por otra parte, la generosidad al rigor para tra- ; Ic la revolución encontró sus apoyos decisivos.
tar con sus adversarios; si este método es costoso para El derrumbe del régimen de Díaz fue casi inmediato,
el erario mexicano, no cabe duda de que es eficaz. v abrió el camino a la presidencia de Madero; ésta fue
En 1910 el centenario del grito de Dolores es pre- .uompafiada de choques entre los distintos sectores re-
tex~o p~ra que el r,égimen ofrezca un postrer homenaje VI,J ucionarios (engrosados ahora por el grueso de los
a SI mISmO} todavía entonces Díaz hace en Europa y .ulhcrentes al viejo régimen). Para vencer la insurgencia
Estados Umdos figura de gobernante ejemplar. Sin em- ti,' Zapata en Morelos, Madero usó a un general del
bargo, el problema de la sucesión está ya abierto' en vil'jo ejército, Huerta; con menos éxito lo empleó luego
1908 el propio Díaz parece recogerlo cuando en' una I':I1'a oponerse a las tentativas restauradoras del general
célebre entrevista a un periodista estadounidense declara 1,'1:lixDíaz, sobrino de don Porfirio; después de algunos
que ha llegado la hora en que México vuelva a tener .lí:IS de aparatosa batalla en el centro de la capital, Huerta
.320 .321
Capítulo 5 ril,.Jmcz del orden neocolonial

y Félix Díaz hicieron público su acuerdo, inspirado por I,';I;IS conquistaban la capital, para dividirse .de .in~e-
el ministro de los Estados Unidos. Madero, apresado ,1';1 t o; Villa y Zapata, que no aceptaban la mstitucio-
por sus supuestos defensores, fue asesinado. La insu- n.ilización del movimiento sobre las líneas impuestas por
rrección resurgió en el Norte, con Pancho Villa y sus ',11 jefe, lograron expulsarlo a su vez. de la ciudad de
llaneros, que no habían dado aún el paso hacia el ban- México en noviembre. Carranza, refugiado en Vera cruz
didismo liso y llano, en el centro con Zapata y sus ,11 lado de la única fuente importante de ingresos fisca-
soldados campesinos. Sólo cobraría cuerpo, sin embargo, I,'s, ganó el apoyo de Obregó?; la.s Adici?n~s al plan ,de
gracias a la adhesión de algunos grandes hacendados nor- ( .uadalupe (debidas acaso al influjo del último) lllclUla?
teños, el más importante de los cuales era Venustiano promesas de reforma social, que ~unque centradas pn-
Carranza, senador bajo Díaz y gobernador de Coahuila .uordialmente en el problema agrario ganaron a los cons-
bajo Madero. De Carranza era el plan de Guadalupe, t itucionales sobre todo el apoyo de sectores populares
programa de la revolución antihuertista que le fijaba urbanos hostiles a la tradición de Díaz y Huerta y a la
como objetivo la restauración del orden constitucional vez temerosos de la opresión rústica de Villa y Zapata.
quebrado por Huerta. Villa, Zapata y sobre todo Alvaro I ':n medio de la lucha, en las ciudades tomadas por los
Obregón, un antiguo maestro de escuela que surgía como
constitucionalistas, éstos organizaban centros obreros, en
caudillo poderoso en Sonora, preferían motivaciones me-
los que reclutaban apoyo armado. En 1915 Carra?za :s-
nos tradicionales, pero aceptaban la jefatura de Carranza,
taba ya sustancialmente victorioso; en 1917 su vrctoria,
que el estilo de lucha hacía necesariamente casi nominal. '.\
identificada con la de la revolución, se traducía en una
En ese conflicto un nuevo elemento fue introducido
nueva constitución, que retomaba de la de 1857 el ~n-
por el presidente Wilson, que miraba con reprobación
ticlericalismo y lo unía a actitudes nuevas, que conju-
al gobernante del que la diplomacia de su país había
contribuido a dotar a México. Se negó a reconocer el .1 "aban el nacionalismo y la tendencia a la reforma social
t;eflejadas en el arto 27 que nacionalizaba las r~quezas
gobierno de Huerta; cuando éste se mostró poco dis-
minerales y recogía la exigencia de reforma agraria, o el
puesto a abandonar el campo en favor de una solución
constitucional, Wilson buscó sin éxito apoyo a sus pla- 123 que imponía, al Estado la ,Protección de los t~ab~-
nes en la ascendente revolución constitucionalista; final- [adores y reconocía la personalidad moral de los sindi-
mente, a partir de algunos incidentes entre fuerzas huer- catos). .'
tistas y otras norteamericanas que guardaban el área Entre 1916 y 1920 las resistencias eran ;renCI?aS; en
petrolífera de Tampico, dispuso a comienzos de 1914 la esa última fecha Obregón alcanzaba la presidencia, y se
ocupación de Veracruz. La medida fue recibida con in- consolidaba el poder revolucionario. La experie?cia ~a-
dignación por huertistas y constitucionalistas, y de la bía costado centenares de miles de muertos y diez anos
impasse en que lo dejó la persistencia de Huerta en el de colapso para la economía mexicana. El resu~tado era
poder, Wilson sólo logró salir gracias a la mediación la hegemonía política de los generales nortenos, que
conjunta de Argentina, Brasil y Chile, que dio lugar arbitraban entre un movimiento obrero bien pronto co-
a una morosa conferencia que desde Niagara Falls trató rroído por la corrupción y uno campesino que ~e m~s-
de imponer un gobierno provisional a México. Mientras traba, luego de haber alimentado .el fur?r revolucionario,
tanto la impopular ocupación de Veracruz privaba a inesperadamente moderado. Al mismo tiempo el personal
Huerta de las rentas aduaneras; el 14 de julio de 1914 polltico y aun militar volvía ~ me~~do a reclutars.e ent.re
el presidente huía, y el 20 de agosto los constítuciona- los fieles servidores de la situación prerrevolucionaria,
Halpcrin, 21
322
Capítulo 5 ~,I."Iurcz del orden neocolonial 323

cuya docilidad Obregón aprendió pronto a apreciar tan 1.,; y novelistas creaban la épica de la. revoluciór:, un
bien como Díaz.
1'!',ill1cn parecido al poríirista (con elecciones am~nad~s
Obregón y Calles, su sucesor desde 1924 mostraron \ cuerpos parlamentarios unánime?, gene~a,les e~tlq~ec~-
escaso entusiasmo por expandir los ejidos '(las tierras , l. IS acompañados ahora -como innovacron mas sigrn-
co~unales cuya restauración había prometido la revo- 11(;ltiva- de sindicalistas millonarios) parecía devolver
~uClón) a~í co.mo por distribuir latifundios entre peque- ,1 México una paz tampoco demasiado distinta de l~ J:or-
nos propretanos, la presión de la plebe rural era, por íuiuna. La revolución que se había declarado socialista
e~ mon:ento, escasa. Buscaron cautelosamente un modus (»mcnzaba por otra parte .a descu?rir en~migos. a su ~z-
uioendi con los Estados Unidos; luego de algunos zig- .juicrda, y dentro del partido oficial surgían quienes m-
zagueas, en 1927 la Corte Suprema de México sarantizó vocaban el ejemplo del fascismo; por otra parte, Calles
a las ,propiedades norteamericanas y a las co~cesiones i' roclamaba el fracaso de la. devolución de. las tierras
petrolíferas contra los riesgos implícitos en el artículo 27 (Oll1unitarias y ponía como ejemplo a Francia y su pro-
de la constitución promulgada diez años antes. Los ene- I,iniad individual relativamente dividida.
I~igos del. régimen fueron los tradicionales del libera- Veinte años de revolución parecían entonces desem-
Iismo mexicano: al lado de los sectores terratenientes 1)( leal' en una restauración cada vez más dispuesta a decir
de vieja riqueza (es decir, de riqueza anterior a 1911) ',11nombre; sólo la lucha antirreligiosa -agudizada nue-
que ~o gustaban de ser gobernados por advenedizos, v.unente-i- mantenía vivas las tensiones del pasado. La
apreciaban poco el culto oficial de la revolución que con (lisis mundial y sus consecuencias iban a devolver una
tonos a menudo socialistas era prodigado por el nuevo nueva juventud a la revolución mexic?x:a; ya ~nt:s de
orden, y sobre todo añoraban el orden tanto más ri- .' lb la presencia de organizaciones pohtIc~s y sindicales
guroso que había sabido imponer don Porfirio contaba masivas (por escasa que fuese su autonomta frente a un
so?re todo la Iglesia, que en 1926 llegó a un' conflicto i'0der político que era sustancialmente militar) recor-
abierto, la guerra de los cristeros resucitó, en el centro- .Iaba los cambios irreversibles que diez años de guerra
norte mexi~ano, las hazañas a menudo sangrientas del (¡vil habían arrojado sobre México.
conservadorismo de base popular de setenta años antes.
Pero la resistencia católica fue vencida sin dificultad' La democratización de la base política se dio en el
en. 1928 la r.e,elección de .Obregón obligaba a una previ~ «xtrerno austral de Latinoamérica de modo menos vio-
remterpretacíon de la primera de las exigencias revolu- l.uto. En el Uruguay fue ella el desenlace de una corn-
~lOnatlaS, pero aseguraba al movimiento mexicano un I.lcja evolución interna dentro del parti~o color~do: La
Jefe que -al revés de Calles- no sólo era dueño de :;ignificación de los partidos había parecido desdibuiarse
un virtuosismo político adecuado a la concreta situación IIICUO de 1851 en la búsqueda de una alianza de las
del país, sino que conservaba, en medio del laberinto a Illc;zas políticas de la oligarquía urbana que las liberase
n:enudo sangriento del México postrevolucionario, arnbi- .lc la tutela de los caudillos de base rural; se borró aún
ciones ~as altas qu<: la de afirmar su propio poder. III;ÍS durante el régimen militarista de Latorre y Santos;
Asesinado Obregon, en 1928, Calles quedaba dueño si ambos se proclamaban colorados (y el primero era,
del poder real, corporizado en el Partido Nacional Re- ('1\ efecto, un veterano de la Defensa de Montevideo)
volucionario en que el movimiento se organizaba. Res- .-ran sobre todo personeros del ejército profesional. El
petuoso del principio de no-reelección Calles colocó en retorno al gobierno civil pareció marcar la vuelta al pre-
la presidencia a figuras algo desvaída~; mientras pinto- dominio del sector colorado de la oligarquía urbana; con
ívl.ulurez del orden neocolonial 325
324 Capítulo 5
íinanciero el Uruguay colorado iba a encontrar mayores
ello la división. ,de partidos volvió a adquirir sentido.
I .uilidades para instalar sus empréstitos que en el de
Pero esta Sol,uclOn era necesariamente endeble: el Uru-
guay se habla .transformado desde 1873; Montevideo I .ondres).
era a fines ~el siglo XIX una ciudad tres veces mayor que Esas transformaciones dejaban de lado, deliberada-
mente, a la zona rural ganadera y latifundista, que pro-
cuarenta an?s antes; la campaña había sido por otra
v.ia los saldos exportables gracias a los cuales la expe-
parte s~metIda a un orden férreo que favorecía a los
terrate~l~ntes y hacía posible una expansión económica riencia colorada era posible: mientras la democracia po-
muy ~~pIda. La r~stauración civil se tradujo en la ins- I í I ica arraigaba en el resto del Uruguay y se proclamaba
I:t necesidad de continuarla con la democracia social
tauracion de un difícil equilibrio con el partido blanco
represel?-tado por los últimos grandes caudillos rurales; (que iba a tener impulso a partir de la segunda presi-
los gobiernos ~ol~rados solían pactar con la oposición la .lcncia de Batlle, en 1911, con un sistema de retiros y
entrega ~e vanas Jefaturas políticas de departamentos ru- Ill'DSiones y la benevolencia oficial ante el avance del sin-
rales a Jefes bl~l?-cos; el Uruguay se aproximaba así a .Iicalismo), en los departamentos ganaderos la política
una de esas escisiones que habían sido frecuentes en su :;eguía también ella marcada por la huella de la hegemo-
Ilía de los señores de la tierra. El Uruguay seguía más
pasa?~, y frente al gobierno de Montevideo comenzaba
a erigrrse un poder rival en la campaña. "scindido de lo que podía advertirse a primera vista,
v Batlle buscó legitimar esa escisión en la estructura
De e~~ peligrosa pendiente el país fue sacado por la
política del país, y con ello mismo privarla de su peli-
renovación d~~ partido c.~lorado, que fue obra de José
:'yosidad: esa es acaso la justificación más auténtica de
Batl~e y Ordonez; este hIJO del patriciado montevideano
:;)1 tentativa de introducir un poder ejecutivo colegiado,
armo tenazmente una máquina política de base popular
con raíces en. ~ontevideo y los departamentos rurale~ que permitiera a la minoría blanca compartir desde po-
que .la expansion montevideana había transformado en »ición subordinada el poder. El proyecto fue recogido
granJero,s; sobre e.sa parte del Uruguay, en que se agol- ;;(ílo a medias por la constituyente de 1919 (que daba
;Ji Consejo de Gobierno funciones de administración y
paba mas de la mitad de la población del país, se asentó
l~ nueva hegemonía colorada. Presidente en 1903 Batlle r,'servaba las políticas y militares al presidente de la Re-
.hb~ó .la batall~ decisi.va contra la resistencia bl;nca en 11I'¡]llica).La constituyente marcó la quiebra de la uni-
la última y mas sangrienta de las guerras civiles' al mis ,I:td colorada; los notables del partido, hostiles por igual
mo tiempo llevó adelante un plan de reforma legislativa ,11 autoritarismo y al radicalismo de Batlle (que haría con-
que t:ansformó. al Uruguay en un estado moderno; a la ::"I',rar por la constitución su anticlericalismo creciente)
vez ~1O fuert<;, Impulso a las obras públicas e inauguró ,rearan un grupo disidente. La división de la oposición
u?a ~ntervenclOn estatal en la economía que hizo la ori- I.l.inca salvó, sin embargo, la hegemonía política del jefe
gmahd~d. de. ,la experiencia uruguaya: monopolios de .olorado.
comerClahz~clOn.'y seguros iban a surgir para comple- Pero las bases del Uruguay batllista, que había pasa-
t~r una legIs.laclOn aduanera sistemáticamente proteccio- ,1,) en quince años de la guerra de montonera y lanza al
m~ta; a par~lt de 1920 la construcción de carreteras iba """Iare state, eran frágiles. lo eran en lo político: ese
a intentar liberar al país del monopolio del transporte moderno partido de ideas y de masas que quería ser el
por los. ferrocarriles británicos. Todo esto lo realizarían l.atllismo se apoyaba sobre todo en la figura de su crea-
los gobiernos colorados buscando contra la influencia in- dor; el vencedor de los caudillos era él mismo un cau-
glesa el apoyo de los Estados Unidos (en cuyo mercado di Iio, y su prestigio era hasta tal punto personal que
326 Capítulo 5 1\1.1< lurcz del orden neocolonial 327

luego de su muerte el problema de la sucesión se planteó I «rul, beneficiarias principales de la modernización eco-
como problema dinástico; aun en la década del 50, la IH)mica, y los de los amos extranjeros del comercio y el
querella entre la brancbe ainée y la brancbe cadette (en t r.msporte; serían las clases altas de la~ zonas menos
la que se había refugiado el talento político heredado) 111' «lernizadas del Interior las que tornarían a su cargo
iba a contribuir a la inestabilidad política. La muerte l. 1 principal de la tarea política, enco?tr,an~o. así a me-
de Batlle debía entonces afectar gravemente la solidez '" 1(\0 una vía indirecta para compartir individualmente
del sistema, que aun en sus momentos más brillantes 1:, prosperidad que se expandía en otra~ zonas. ~os sec-
había vivido atravesando crisis casi permanentes. Por It I\'CSpopulares urbanos y rurales del. ,htoral" ~OCIOSme-
otra parte, el batllismo no tenía programa sino para I Hires del proceso, perdían gravitaclOn política ~n la
tiempos de prosperidad; sólo reinando ésta era posible medida en que en su composición entr.aban en numero
financiar la modernización política del Uruguay mercan- .rcciente los extranjeros, los del Interior -totalmente
til, granjero y burocrático utilizando las ganancias de i (' xcluidos de los beneficios del cambio- no tenían aún
las exportaciones y sin afectar no sólo la viabilidad eco- ·1I ninguna tradición política independiente de los sectores
nómica de la producción primaria sino todavía la pros-
peridad de las clases terratenientes, a las que hubiese
sido políticamente muy peligroso lanzar a la desespera-
, .il tos locales.
En el decenio que comenzaba en, 1880, J~
id d
pr?spen a
.ugentina creció rápidament~; el. paIs ca,mblO mas en eso,s
ción. La expansión de la primera década del siglo, el .licz años que en toda su historia anterior, ~llo, fue .~OSI-
largo verano de la guerra y la postguerra -cuyas posi- 1,1c gracias a un aumento vertiginoso de la mmIgr~clOn y
bilidades el Uruguay supo utilizar mejor que la vecina
Argentina, más apegada a la hegemonía británica- fue-
"e la inversión extranjera; la primera era predomm~nte-
mente italiana, la segunda británica, El Estado naclO~al
ron el clima económico en que floreció el Uruguay bat-
.lcbió competir en la bolsa de L~~d~es con los provin-
llista, cuya confianza optimista en las posibilidades na-
«inles, y bien pronto con los ~~n~ClplOs, lan~ados a un,a
cionales pasó a ser algo más que una fe política y se
onerosa carrera de progreso edilicio. Al comienzo, el. re-
transformó en un rasgo de la conciencia nacional, tan
,\limen roquista buscó poner un límite a esa conqUl.s;a
distinta en este aspecto de la que a lo largo del siglo XIX
r'i nanciera del país (así trató de reser,:ar la expansl~~
se había atormentando ante el espectáculo de un país
.1 lorroviaria para las líneas del Estado). BIen pronto debió
que no se decidía a reconciliarse consigo mismo.
ahandonar esas reticencias: el capital l~cal se volcaba
La crisis iba a traer un desengaño sólo paulatino;
"11 la especulación en tierras, más rendIdor~ que cual-
hasta ella, sin embargo, el Uruguay ofreció el ejemplo ~
'1 quier otra; el Estado necesitaba f~ndos crecientes para
más feliz de democratización política y modernización
social que se dio en esta etapa latinoamericana. Por I linanciar una estructura que el mismo progreso de~o-
comparación, las experiencias argentina y chilena pare- j :',rMico y económico ha~í~ más compleja, >: que ,nec~~lda-
cen mucho menos logradas. •les de patronazgo político recar~~ban aU:1 ma~. Fmal-
I
mente el crédito extranjero debió financiar aun parte
del costo normal de la administración; el sucesor de
La marcha hacia la democratización fue en la Argen- ((oca su cuñado Juárez Celman, siguió preservando ese
tina mucho más rica en incidentes. En 1880 el general ri tm~ de alocada prosperidad, que e~~ la ú~:lÍca garant~a
Roca logró armar un régimen político en que se con- (le estabilidad política; para ello debió sacn?car ~~davIa
jugaban los intereses de las clases terratenientes del li- h estabilidad monetaria, lanzándose a una inflación del
32')
3;28 Capítulo 5 r I "l. 11' 'o', del orden neocolonial

papel moneda mediante la multiplicación de bancos emi- . 1 la residencia que parecía ser
sores privados. "",lid:!lo naclO,na» a dis ~esto a arriesgar su super-
r 1111'. se mostro poc~ P 1 ctorales honradas. El 1'<1-
En esa década de cambio vertiginoso también la Ar- , 1\" '1 J( ia en confrontaclOne~ ~t~.l nte la revolución en
gentina encaró -más prudentemente que otros países- , ··b ensavar mu 1 me e ••
,11,111::1110 1 a a . f no le iban a quitar Vl-
la laicización de la vida pública; en este aspecto de su 1."" y 1904, pero .sus racasos nte sravitaba sobre el
programa, que dio al Estado el registro de nacimientos, "''', su amenaza siempre pre?e d 1904 se disgregaba
casamientos y defunciones, creó el matrimonio civil y ' dor que a partir e b
"1' \"11 conserva, , d 1 general Roca so re
limitó la influencia eclesiástica en la escuela, Roca contó l ela heO'emollla e 1 ¡
,¡ '( 'svanecers b • ciale s que era e con-
con el apoyo de sus grandes opositores -Mitre, Sar- li de grupos provm id
',! I:I:\a alanza ~ E 1912 el nuevo presi ente
miento- que, por su parte, habían aplicado en el pa- ,'1 v:ldorismo argentmS~' np _ creyó llegada la hora
sado políticas secularizadoras aún más cautas. el ' Roque aenz ena, '1' 1
' ," ,,;nva 01,. 1 ufra io universal, so o nommai-
El remplazo de la lucha política por la administra-
,\, hacer re~hdad e 1~ Ar~entina hasta entonces. Con
ción de las cosas, encarada con criterios técnicos, que "I"llle practicado en. 0 ' al poder: en 1916
constataba en 1886 el presidente ]uárez Celrnan, se b' 1 dicahsmo e1 camino ..l'
, 11" se a na a ra d .0'1 de conspiraciol1~s r;:.JJ.:ª-:
reveló una innovación efímera. Los esfuerzos desespe- 100
,1 ¡de de un cu~rto e 11 b a la presidencia de la
rados por postergar la crisis no impidieron que ésta 1,' 1Iinólito Yngoyen, ega a ,
estallase en 1890;_junto con ella se dio un despertar '. • j, j stada mayona.
IllJI',hhca por muy a:1 f poyaba en las clases
político de inesp-erada amplitud. Fracasada una revolu- I,',se radicalismo tyun arte ~en a amplios sectores
ción cívico-militar, ]uárez debió renunciar; su sucesor muy
111('( lías urbanas del 11Íora.' dY d . en casi toda la clase
fue el vicepresidente Pellegrini, que unía a la confianza 1 d ntro de as Clu a es, . '1
de los financistas europeos la del ex presidente Roca 1" 'IJU ares e d 1 1 en una parte sustancia
lIl<'dia rural de la zona e cerei; zona ganadera; en gru-
(lanzado a la oposición solapada por las veleidades de n
,\,. los hacendados meno¿es í 1ases altas del Interior.
independencia de su cuñado y sucesor). El frente revo-
lucionario se dividió frente a esta rectificación de la
1" 's marginales dentro e d e no pudiese practica¡'
( :'1II esos apoyos se ~omprednre nql'u~UYcoherente. A par-
línea oficial; el general Mitre se manifestó dispuesto a ,. i muy innova o a d . .
una po 1mea n . ' su capacidad a mJl11S-
participar en una reconciliación de los sectores dirigen- 1 ir de 1916 y ngoyen c01nsagí~n~t da- a la eliminal,!h,ln
tes devueltos al sentido de la moralidad política y ad- II'l tiva -que iba a reve arse rmi a 1 aba oprobiose en
ministrativa por la dura experiencia de 1890. Pero la . 11 d 1 sado que proc am .
,k las hue as e pa 11 a la vez que emcn-
agitación había dejado como herencia una movilización "\ cuerpo de funcionarios; c1or:e 0'tergab1e consolidaba
más amplia de la habitual, poco dispuesta a desaparecer · d ber mora impos , I
espontáneamente. De la coalición política que había res- día cump 1ir un e 1 '1 se hizo invencible en e
, . electora que so o ., . , (J'
paldado la revolución se separó la Unión Cívica Radical una maquma , . o el radicalismo mnovo poc ,
1',ohierno.. En 10 e~onoml~r el enfrentamiento heredado
que, en ruptura total con el orden conservador, procla- ('11 lo socia] busco super. b defensor del orden S\1
maba la necesidad de volver al imperio de la verdad e-ntre un régimen que se }u~gata sindical de raíz urb:\lllI
constitucional y electoral. . d y un movnnien o d . [.
nal amenaza o [era) pese a su pre omrnm
Si el programa del radicalismo no tenía nada de re- (y a menudo extranjera que, 'tremadamentc pe1,
volucionario, la salida revolucionaria era la única que moderación, era prísen,tado 1cO~~ct~es más mo(lcr:\dll~
le quedaba abierta; el régimen conservador, tras de des- I'roso. Para ello a ento a ¿s 1 que (por no r,::;\;1I
embarazarse en 1892, gracias a la habilidad de Roca, de" .id sindicalismo, Y sobre to o a os
.330
331
Capítulo 5 1\1.,. IIIITZ del orden neocolonial ,

vinculados al minoritario partido socialista, fundado en - admirable jefe político que sin
•\,. .sc jefe, un ex~r~nO'7 en úblico logró gozar de una

b!
1896) podían ser discretamente utilizados por la máqui- ILtiK'r hablado casi Jam Pla Aroentina tanto por su
na electoral del radicalismo, En el campo recogió, con 1" '\HIlaridad incompara eden o
las primeras leyes de arrendamiento, las muy moderadas 1, d co,rno por su h on ura.
exigencias de los arrendatarios de la zona del cereal, a
1111\' ttu ", dí a Yrigoyen mantenerse en la
I a const1tuc1on impe la cederle eligió a Mar-
cuya organización -la Federación Agraria Argentina-
l'Il',;i.id encía ' 1ueg o de 1 1922' ' para su
aristócrata que h abíla Sl'do
otorgó apoyo también discreto pero decisivo, Igual dis- ,,'io Torcuato de A vear'l un onía de la belle époque y
creción mostró para apoyar el movimiento de reforma
uniPersitaria, pese al vocabulario extremo que algunos
•,111;\tode Parí~ durant
'111l'Yrigoyen Juzgaba e
d ~a:~do frívolo e insignifica?-te
1 del partido y del gob1er-
de sus dirigentes empleaban: esperaba de él que pusiera \,:Ira disputarle la jefatura'dreat no logró socavar el pre-
sí, e,1 nuevo presib en 1e máquina partí idari
fin al predominio que miembros de la aristocracia con-
11", Pero ana, su
servadora retenían en la Universidad,
,¡"minio de yngoyen so servador lo apartó del jefe de
A la vez que alentaba a las tendencias renovadoras "::1 ilo de gob1ernO neocon " , daba luzar a una larga
moderadas (de cuyo avance esperaba una disminución id 1924 una escision b 1 "
.. 11 partí o; en d enlace fue la e eCClOn pre-
;Ir.' la gravitación de los sectores conservadores en la vida
1'\'Ilcba de fuerza, cuyo eS t r radical amipersona-
cId país) el radicalismo combatió con energía a menudo , 1 d 1928 Contra e l sec o n
.idcl1C1a e ' id te Alvear y los grupos co -
l';mtal a las que, directa o indirectamente, parecían sig-
Ida (apoyado por el pres1, ehacerse reelegir por una ma-
~J;¡;CJr una amenaza revolucionaria para el orden social.
.l'l'vadores) y ngoyen logro 1 país' ese «plebiscito», en
r:',l 1919 una intervención del ejército fue la culmina-
ción de la Semana Trágica, en cuyo comienzo algunos
votia sin precedentes en '1 t~ba tras de su anc1ana
LIvor de ut; partido ;fue r~la~ivc~nprestigio, significaba el
jetes sindicalistas y sobre todo muchos de sus adver-
1,·fe con dmgentes e d' li despoj ado de buena
sarios habían creído posible la instalación del poder " d un ra ica isrno di u
.ulvemm1ento e lIases altas y me las s -
soviético en Buenos Aires; el desenlace fue una repre-
sión que causó centenares de víctimas obreras y contó 1';lrte de los cont?ctos ~d~ c~n~ervar en 19,16'y 1922;
Ill'riores que ha?;a sib imiento del radlCahsmo con
con la colaboración voluntaria de organizaciones de orien-
:;ignificaba también e rlfti~o activo del país,
tación conservadora; aún más innecesariamente salvaje
("\si
.. todo el "personal , pOI'
e 10rosa aun en ese año de 1928
(e·x ia represión de la huelga de peones rurales patagó-
mco-, en 1921. Era una srtuacion P , b 1 ' d la prosperidad argen-
, 1 punto mas a to e d ter
Esa combinación de halago y rigor es menos incohe- que marco e , de doscientos millones e es~ .
1 ina, con exportaclonel~s de 1913), Al año siguiente la
rente de 10 que los adversarios del radicalismo querían
Iinas oro (~os veces .: devastar las estructuras de
suponer; la clave de su coherencia no habría de encon-
crisis mun~lal comen~ad13 abierta a los vientos del m~n-
trarse, sin embargo, en las tomas de posición doctrinarias
de los dirigentes, que se rehusaban a admitir la existen-
una Argentma demasla o b' 13
modificado un sistema lID-
,lo El radicalismo no ha 1 . los intereses terrate-
cia misma de problemas sociales; para Yrigoyen la po- , ra no 00 pear al'"
positivo qu~, pa b ~ do las importaciones; ~a ~rlsls
lític:l se agotaba en sí misma; estrictamente político era
nicntes, castlgaba so r~ °d ásticamente trajo la 1l1dlgen-
ese. austero ideal de regeneración a cuyo servicio el jefe comercial que las, redujo ría desaparición del resr::lldo
radical ponía un arte maniobrero capaz de convivir con cia del Estado (Junto CMOl:t la economía y las [inan-
su elevada (si bien algo vacía) conciencia moral. Como . 1 moneda) len ras b 1 Í11
.iureo para a ab b Y rigoyen prepara a a -
el batllismo, el radicalismo era difícilmente separable zas del país se derrum a an, :
332
Capítulo 5
Ivl.u lurez del orden neocolonial 333
tima de sus hazañas políticas: la conquista del Senado,
que durante toda la etapa radical había sido fortaleza ,,;¡ha a ser cada vez más el del s~litre, y e~ ~obre. Y a la
conservadora. Esta suprema victoria nunca sería alcan- V('Z era el protagonista de una victoria mIlItar. que cam-
zada; las elecciones de comienzos de 1930 revelaban una I'¡'lba en su favor todo el equilibrio sudamericano: e~e
fl:'erte pérdida de populatidad del radicalismo yrigoye- ,'~'ito daba al liberalismo un arraigo aún mayor, BaJO
~lsta; en septIembre de ese año un golpe militar ponía e ,1 siano liberal el presidente Santa María, entre 1881 y
fin al gobierno de Yrigoyen; junto con él parecía con- I ¡;~6,obtuvo para Chile los máximos, provech~s. tern-
denada la experiencia democrática que la Aro-entina ha- I oriales sobre Perú y Bolivia, comenzo una política ~e
bía comenzado en 1912. b
;IIIlpliación de las funciones del Estad? y d~ obras pu-
Sl:'r~ido de un país de más complejo equilibrio entre l.licas (posible gracias a la abundancia traIda. a~ fi~~o
10 VIeJO y lo nuevo, el radicalismo se mostró menos in- I"Jr las rentas del salitre), llevó adelante l~ lalc.lzaclOn
novador que el batllisl110 uruguayo; las grandes líneas e k cementerios, registros anagráficos y l?atnmol110s. L,a
del orden dado al país por los conservadores fueron .ucesión de Santa María provocó la 9Ulebra de. la Ul11-
rr:ejor respetadas; la prosperidad --que en la etapa ra- •Lid liberal; si los tres partidos -lIberal, radical, na-
dical fue muy grande- no era sino el último tramo de , 1
• lell1a -
que formaban a la izquierda
,
del conservado-
• 1 BId
un proce~? ascendente cuyo impulso venía de atrás, y 11~;1l10 aceptaron al candidato presidencia a mace a,
la perpleJ1dad frente al propio país que en la década ministro y favorito de Santa M~rí~, dentro de .cad~ uno
del 20 domina en Buenos Aires mientras Montevideo ,I(~ ellos las disidencias se multiplicaron. ~a victoria de
celebra el éxito de una fórmula político-social que se ha I'.almaceda fue, sin embargo, logra?a gracias a, los vas-
eccarnado en una empresa nacional, muestra muy bien I.,S recursos que la prosperidad chilena concedla. al go-
las consecuencias de esa diferencia. Pese a ella, aquí l-icrno; el nuevo presidente prosiguió la ?bra 1l1nov~:
como .en el Uruguay, el movimiento popular se revela .lora de su predecesor; pero para poder continuarla ,deblO
muy lIgado por una parte a un caudillo (yen este sen- ,. 'cnrrir al crédito extranjero de modo cada vez mas fre-
tido la decadencia de Yrigoyen resultó más inmediata- e ucnte. En 1890 llegaba a Chile la crisis, y, con. ella la
mente catastrófica que la muerte de Batlle) y por otra n-acción contra la afirmación del pode:- presIdencIa~ que
a la prosperidad económica, indispensable para llevar hnhía sido posible gracias a la p:-o~p~;'ldad de la decada
adelante SIn tormentas una moderada redistribución de .uiterior. La mayoría liberal se dividió e? el parlamento
los ingresos. ('11 torno al problema de la sucesión presidencial; Balma-
«('da intentó gobernar sin contar ya con ella, y al co-
nicnzar 1891 promulgó por decreto el presupuesto n~-
En Chile, ni aun en etapa de prosperidad pudo darse «ional que el Congreso se negaba a ~probar. La mayoJli
una ampliación de la base política sin tormenta. La afir- 1':lrlamentaria, con apoyo de la rnarina ~ una parte e,
mación. !ib~ral n~ .habfa sido en 1871 sino el reflejo en "jl:rcito, se hizo fuerte en.el Nort~ y paso a con~rolar as!
el eqUllIbno polItlco de la complejidad nueva que al- l.i fuente de las exportaciones chilenas; a mediados del
ca!lzaban los sect.ores dirigentes chilenos gracias al auge IIlll sus fuerzas invadían el Chile central, y tras de dos
rninero y comercia], La guerra del Pacífico iba a confir- :;:lIwrientas batallas tomaban Santiago, donde Balmadei
mar Y acentuar las transformaciones que habían llevado ,Li ~e suicidaba. Esta peripecia ponía fin al avance e
al triunfo liberal; en el intercambio internacional Chile ""der presidencial en Chile. ¿También frustraba una
era cada vez menos el país del trigo y los cueros; pa- untativa de la burguesía nacional chilena para tomar ~l
I'"dcr? Así se ha sugerido recientemente; pero esta hi-
334 Capítulo 5 I\l.ldurcz del orden neocolonial

pótesis no parece demasiado plausible: en la política de , JI in sindicalista, organizaba el Partido Comunista, la


Balmaceda sólo algunas iniciativas aisladas parecen ade- , 1:lse obrera en su conjunto otorgaba adhesión al nuevo
cuarse a los intereses de esa burguesía nacional; por J'It·sidente. Este encontró frente a sí la resistencia par
añadidura, el desarrollo mismo de la crisis no permite l.uncntaria, mal equilibrada por la minoría que le era
descubrir en ningún momento de ella la presencia de .It licra, formada ella también en la escuela de un parla-
ese sector-clave, cuya existencia misma es sólo postula- 1IIl'ntarismo poco amigo de la disciplina. El conflicto
da y no demostrada. Tampoco la trayectoria posterior '111re los poderes transformó la elección de renovación
del grupo político adicto a Ba1maceda -que se adaptó 1"rl:lInentaria de 1924 en un plebiscito, que el presiden-
muy bien al sistema parlamentario y se caracterizó tan 1<' ganó holgadamente (no sin volcar en su favor los
sólo por su extremo oportunismo- hace adivinar tras ,. '(III'SOS del Estado). La mayoría favorable no se mostró,
de él la presencia de un sector social importante, poster- ,111embargo, más eficaz; ante el marasmo legislativo.
gado por la solución dominante en Chile. ,1 :-) de septiembre Alessandri debía alejarse del país
En todo caso el parlamentarismo, que provocó la frag- \ dejar el poder a una junta militar; ésta pareció orien-
mentación progresiva de los partidos chilenos, fue acom- I .u:«: hacia una salida favorable a la Alianza conserva-
pañado de un inmovilismo político sólo quebrado frente .l, ,ra; por esta razón fue barrida por otro sector militar,
a las agitaciones sociales, reprimidas violentamente en '1"(' devolvió el poder a Alessandri e impulsó la reforma
Santiago y Valparaíso y aun más duramente en el norte , «nstitucional. La constitución de 1925 separaba la Igle-
minero y salitrero. Las consecuencias de la universali- '1,1 del Estado, establecía el régimen presidencialista e
zación del sufragio no eran ya limitadas primordialmen- 1I1t1'lía principios juzgados socialistas por algunos (fun-
te por la acción del gobierno, sino por la de una corrup- '1"'1 social de la propiedad, protección al trabajador y
ción electoral que requería movilizar sumas demasiado 1 h salud popular). Resultado de la revolución de enero
grandes para que fuera posible hacer política sin contar '1"(- devolvió a Alessandri a la presidencia fue también
con mucho dinero. Como en la Inglaterra anterior a 1, .rlirmación del ejército como árbitro entre los poderes
1832, los partidos buscaban ante todo candidatos ca- .I,,1 I':stado, que trataba ahora de imponer un ritmo ace-
paces de financiar su victoria ... 1" ;,.10 al proceso innovador. Jefe de la tendencia militar
Dos coaliciones inseguras dominaban la fútil política '¡lit' había dominado en enero era el coronel Ibáñez,
chilena: la Unión liberal y la Alianza liberal-conserva- ,"ltlidato a la sucesión presidencial a la vez que minis-
dora. En 1920, con motivo de la renovación presiden- 11.I (le guerra de Alessandri. La renuncia del restaurado
cial, en un clima social más agitado, la oposición entre 1" (·,';idente, algo fatigado de soportar la tutela de su di-
ambas se cargó de un contenido más preciso. A la unión n.imico ministro, obligó a éste a renunciar a sus ambi-
conservadora se oponía la candidatura del liberal Ar- , It Itll'S presidenciales; en su lugar era elegido como can-
turo Alessandri. Defensor de dirigentes obreros del ,It.lalo único Emiliano Figueroa Larraín, político mode-
norte salitrero, Alessandri supo presentarse como el can- 1I,lí:;imo; a su lado seguiría gravitando como ministro
didato de la renovación y de las clases populares; en ,1, (;lIerra el coronel Ibáñez, que en 1927, tras de la
algún momento iba a denunciar a la «chusma dorada» ruuucia de Figueroa, era a su vez ungido presidente en
que gobernaba a Chile e invitar a sus seguidores a ata- 1111.'elección en que fue candidato único.
car sus suntuosas residencias. La victoria de Alessandri 1,:1gobierno de Ibáñez se caracterizó por una actividad
fue ajustada, pero tuvo consecuencias decisivas. El mo- 1,1" i1: obras públicas (carreteras y puertos, edificios
vimiento obrero creció; mientras un sector, de extrae- , '" "lares, reforma escolar y de la sanidad); al mismo
~,\'ldl1lt'Z del orden neocolonial 337
336 Capítulo 5

tiempo se transformó progresivamente en una dictadura ,1 .1iscutido moralizador de las finanzas que estable-
que conservaba el apoyo del amedrentado parlamento. , 1" ,·1 nexo entre la economía peruana y la casa parisiense
Esa dictadura progresista (y no necesariamente hostil a ,1,' I )rcyfus, se transformó ahora en uno de los jefes
las aspiraciones de los sectores populares) se apoyaba en ,1,· la resistencia contra el avance chileno; aunque esa
la prosperidad de los años 1925-29; a lo largo de ellos 1",i:;lcncia de reveló fútil bastó para hacer de Piérola un
acudió sistemáticamente al crédito, en especial el norte- ',lIldillo popular capaz de sobrevivir con acrecido pres-
americano, para financiar sus ambiciosos programas. La II,'.JOen el clima de postguerra.
depresión la transformó en un régimen más duro y re- (:01110 tal capitaneó en 1895 la revolución contra el
presivo, a la vez que la privaba del apoyo popular; a I JI,·dominio militar (que buscaba consagrarse conservando
mediados de 1931, tras de unos días agitados en San- IJI la presidencia al general Cáceres); una guerra civil
tiago, el presidente Ibáñez cruzaba la frontera hacia el ,<I,'Jl(Uda y sangrienta le dio el poder. Obtenido éste,
destierro. Dejaba tras de sí un país arruinado -por él, v .ipoyado en una popularidad muy vasta entre las clases
según sus adversarios; sobre todo por una crisis que 1" '11\ rlares de Lima, Piérola se mostró cada vez menos
golpeaba los mercados extranjeros y privaba a la mo- ,1 adversario y cada vez más el continuador de los ci-
neda chilena de casi todo su valor internacional (el peso vilistas: en particular la reforma monetaria, que introdu-
chileno parecía, en efecto, encontrarse en caída libre). 1" en Perú el patrón oro, si favoreció a los exportado-
En Chile, entre las minorías tradicionalmente gober- 11";e importadores y dio más regularidad a la vida
nantes y las aspiraciones modernizadoras, el ejército ha- ,., onómica, significó también acrecida penuria para los
bía ocupado la escena como árbitro más capaz de inter-
pretar a estas últimas que los sectores de la clase polí-
tica tradicional que se proclamaban innovadores y po-
pulares. Pero las soluciones que aportaba no estaban
I -,,'dores populares. La acción de Piérola se tradujo tam-
I,i,:n en una reforma de la estructura impositiva; la re-
1.uidación quedó ahora a cargo de una sociedad mixta
I va los gobiernos militares que siguieron a la derrota
menos ligadas a la prosperidad que las de los partidos I ¡;J1 lían entregado ferrocarriles, minas, puertos y guaneras
civiles de más allá de los Andes; el militarismo progre- ,1 los acreedores extranjeros del Perú, librándose de ese
sista chileno, víctima también él del fin de los años bue- IlIodo tan expeditivo de la deuda externa). Piérola co-
nos, fue tan gravemente afectado por la crisis como III\'IlZÓa erigir una estructura administrativa adecuada
aquéllos. 1';1 ra el Perú en reconstrucción económica; la expansión
;1;',I'ícolaen la costa, la de la minería y la ganadería se-
rrana permitieron el retorno a la prosperidad al país
En el resto de Hispanoamérica las tendencias a la am-
pliación de la participación política se hicieron sentir mntilado por la derrota; esa prosperidad se distribuía
de modo aún más saltuario, y con consecuencias más ,;q',ún líneas comparables a las de la preguerra: en pri-
limitadas. En los países andinos del Pacífico -Perú y 1I1<'t: término la gozaban las clases altas de Lima; luego,
Ecuador- hallamos desarrollos tras de los que gravita 1, 's terratenientes de la sierra y los sectores medios y
la división heredada y no superada entre su sector mo- populares urbanos; por último (en medida muy escasa),
derno y la masa rural indígena mal incorporada a la los sectores populares rurales que participaban en la ex-
nación. En el Perú la herencia de la guerra fue el resur- pansión costeña. La vasta población indígena serrana
gimiento del caudillismo militar, al cual se opuso el permanecía, en cambio, al margen del proceso; su única
civil de Nicolás de Piérola; el adversario del civilismo, pat:ticipación en él se daba a través de la incipiente
11"lperin,22
338 Capítulo 5 r\l,ld'II'CZ del orden neocolonial 339

emigración a la costa, en parte para proporcionar mano ",11' movimiento, que tenía su base en Lima y en el
de obra a la agricultura de regadío en expansión. II<lrlc mestizo, donde la sierra y la costa se vinculaban
Los gobiernos que sucedieron al de Piérola continua- uujor y la primera estaba siendo transformada por la
ron su orientación; en la ola de progreso desigualmente 111. l( Icrnización agrícola, gustaba, sin embargo, de pre-
distribuido las consecuencias de la movilización popu- .rnrarse como la voz largamente suprimida del Perú
lar que significó la guerra civil de 1895 fueron atenuán- Illdígena, de cuya tradición, reinterpretada a la luz de
dose progresivamente; de ellas sólo sobrevivió la popu- 1111 marxismo que afirmaba haber combinado con las
laridad plebeya de Pié rola (el califa de los verdaderos I¡'<lrías de Einstein, el jefe y teórico del movimiento,
creyentes según lo caracterizaban quienes no compartían \! jetar Raúl Haya de la Torre, decía haber deducido una
su algo nebuloso credo) y la tensión entre este singular , l. letrina que no carecía de analogías con la del popu-
caudillo civil y urbano y los sectores oligárquicos cuya 11:;1110 ruso, aunque proclamaba tenerlas sobre todo con
política hacía. Pero todo esto importaba cada vez menos l.,,; de Sun Yat Sen y las del México revolucionario.
mientras el Perú se orientaba hacia la dictadura progre- 1:-;(, eclecticismo doctrinario, al que se sacrificaban exi-
sista, que culminó en el gobierno de Augusto B. Le- l'c'llcias de coherencia, no impidió al movimiento -que
guía; durante once años, entre 1919 y 1930, el antiguo 1,J( 'go se llamaría aprista a partir de la sigla de la alianza
presidente constitucional y experto ministro de Hacien- ·l.· partidos latinoamericanos que intentaría encabezar-
da se transformó en líder de la Patria Nueva, y en titu- .:; ICDder rápidamente su influjo y ganar la atención (tra-
lar de una dictadura cada vez más severa, mientras el .1'll'ida de inmediato en persecución) del gobierno de la
alud de inversiones y préstamos norteamericanos acele- ¡';llria Nueva.
raba el proceso de expansión de la economía y las obras Ese gobierno iba a durar tanto como la prosperidad;
públicas hasta darle un ritmo frenético. I ,"I',llía buscaba también, a su modo, arbitrar entre una
La dictadura de Leguía, aun más que la revolución de
Piérola, debía hallar resistencias en sectores de la oli-
·"i ¡',arquía aquí más poderosa que en los países australes
v scctotes populares más débiles y limitados que en és-
garquía limeña, cuyo poderío político mediatizaba y cu- l' I~;; el intento exigía también aquí una coyuntura eco-
yas rivalidades internas explotaba para mejor someterla, ", uuica constantemente favorable. La crisis de la Patria
distribuyendo arbitrariamente las ventajas económicas Nlleva devolvió al primer plano a un factor que desde
que en el Perú, y no sólo en el Perú, derivan del favor 1 ~;,)') se había mantenido en la sombra; invocando la
político. Pero esas resistencias no impidieron que en lo '<lITllpción y la opresión del régimen de Leguía fue una
esencial la política económico-financiera de la Patria Nue- " 'vo]ución militar -recibida con aprobación tanto por
va fuese muy escasamente nueva; aun en la búsqueda 1,1:, continuadores del civilismo como por el naciente
de apoyos políticos populares el régimen se detenía, por .u.rismo-c- la que puso fin, en 1930, al largo gobierno
otra parte, en la plebe de Lima. La sierra, que la Patria •l.,1 dictador civil.
Nueva comenzó a cruzar de rutas, no fue tocada tam-
poco ahora en su estructura socio económica básica.
El gobierno de Leguía, que había debido enfrentar 1~1origen del Ecuador moderno es también él una gue-
la oposición de algunos sectores de oligarquía urbana, I r.t civil; la del caudillo liberal Eloy Alfara contra la
tuvo también frente a sí la de sectores antes menos 11I'1',el11oníaconservadora de las grandes familias terra-
articulados que se expresaban a través de un movimiento u-nicntes de Quito. Contra ellas contaba Alfaro con el
surgido en Perú a partir de la agitación universitaria: .II'0YO de Guayaquil y la costa, de donde salía el cacao
340 Capítulo 5 M:ldurez del orden neocolonial 341

que seguía siendo, como un siglo antes, el principal 111.vadora, seguida con expectante simr.atía p~r. sectores
aporte ecuatoriano al comercio mundial. Vencedor en II1I1Yamplios, se lanzó a una renovacion vertigrnosa de
1895, Alfara impulsó las constituciones de 1895 y 1908, L, estructura financiera y administrativa del Estado; esa
que marcaron la transformación progresiva del Ecuador modernización indispensable fue encarada con energía
en un estado laico; prosiguió la obra del ferrocarril de 1'('1'0 también con extrema volubilidad en cuanto a .la
Quito a Guayaquil, cuya inauguración en 1908 anun- "!t-<:ción de las soluciones, y bien pronto pudo adver~I~-
ciaba a juicio del gobierno liberal el nacimiento de un ';(' que su eficacia era limitada. Fue, con todo, la ~tlSIS
nuevo Ecuador mejor unido al mundo exterior. Ese anun- ,1,' 1930 la que también aquí marcó un agravamIento
cio era en parte ilusorio; el problema de las comunicacio- ,1,' las tensiones sociales y políticas, que puso fin a la
nes no era. sin duda, el único ni el más importante para ,,,:periencia comenzada tres años antes.
la economía serrana, que tenía, por el momento, muy )Joco
que ofrecer al mercado externo y que siguió parcial-
mente encerrada en los límites de una economía de sub- I':ll el resto de Latinoamérica seguía dándose, de modo
sistencia; tampoco en los aspectos sociales el predomi- 1¡l:ís puro, la alternativa entre predominio oligárquic~'y
nio liberal introdujo allí innovaciones sustanciales; el re- 1Il'''cmonía militar. Notemos, sin embargo, la excepcron
sultado fue que la aristocracia terrateniente, hostil al , ,,; :stituida por Costa Rica, donde la continuidad insti-
dominio liberal, seguía dominando la sierra. Por su parte, uuional sólo fue quebrada en la segunda década del
el liberalismo se dividió bien pronto, entre el impacien- 1",10por una tentativa dictatorial cuyo desenlace fue la
te autoritarismo y el tono popular de Alfara y el estilo .Ir.olución del ejército; allí el gobierno seguía en manos
más circunspecto de los notables del partido. El retorno ,1,' la clase media rural del valle central, vinculada al
del caudillo a la presidencia no se dio sin tormentas, y
abandonada ésta terminaría su carrera linchado por la
multitud mestiza de Quito, nunca ganada del todo por
1 ,"llivo del café. Y otra excepción de más bulto, la de
t .uha , donde el tardío acceso a la Independencia
u u.rciones que, comenzando por ser excepcio.nales, s:
creó

un liberalismo identificado con el triunfo de la costa. l'l('1( 111 acercando cada vez, más al cuadro latinoameri-
Pese al recuerdo de Alfara, transformado en bandera I .t lltt ,
del liberalismo (las casas liberales de clase media comen- (:lIba comienza su vida política independiente dotada
zaron a colocar el busto de yeso del gran caudillo allí ,le IIn esquema de organización partidaria totalmente or-
donde antes se habían entronizado imágenes devotas), 1,,, IllXO: un partido liberal se opone allí también a uno
luego de su muerte su partido se transformó cada vez , "I1:;c'rvador. De hecho, las cosas son más complejas:
más en expresión de la oligarquía costeña, ahora am-
pliada con algunos profesionales de clase alta vinculados 1 '11 las filas liberales se agolpan casi todos los que han

con el comercio internacional (que comenzaban ya a re-


¡ 1",llll la guerra de independencia; el conservador es un
1',111 ido de intereses en que abundan los que han sido
clutarse también en la aristocracia serrana). Esa trayec- 11:1',1:1 el fin partidarios del dominio español. Y además
toria era acaso inevitable dada la gravitación negativa 1",1.ulos Unidos, libertador y conquistador de Cuba, man-
del Ecuador indígena, que sólo salía de su apatía para 1"11(' su tutela e intenta evitar el triunfo de los libe-
apoyar ocasionalmente a la resistencia conservadora; en 1.11.-,:,a los que teme por igual por sus virtudes como
1927 el predominio del liberalismo, cada vez más frag- 1'''' SIIS defectos. La constitución de 1900, surgida de
mentado, fue quebrado por un golpe militar que puso 1111:1 asamblea dominada por los liberales, incluye, contra
en el poder al doctor Eusebio Ayora; su dictadura re- 1,", .lcscos de la potencia protectora, el sufragio univer-
342 Capítulo 5 11l." lurez del orden neocolonial 343

sal; Jncluye también, por presión de esa potencia, ga- I':n 1924 logró ser elegido presidente el general Ge-
rantías para la re~resentación de las minorías en el par- 1,lrdo Machado, canelidato liberal primero combatido y
lamento (que seran burladas mediante la invención de IlIt':~o apoyado por Zayas. Este antiguo gerente ele la su-
partidos opositores títeres, en la cual los sucesivos go- , I1rsal habanera de la General Electric Company pudo
~ernantes cubanos mostrarán una infatigable maestría). .u.rovechar el retorno de la prosperidael financiera in-
1ero, finalmente, los Estados Unidos logran aloa más r.macional (mientras la economía cubana seguía, sin em-
sustancial: el primer presidente cubano Tomás Estrada 1',lrgo, golpeada por los bajos precios del azúcar). Si la
Palma, li.b~;al mo~erado, es elegido baj~ su auspicio por ",rrnpción se mantuvo, fue acompañada (como no lo
una coalición de liberales y conservadores, y se inclina 1""lía sido en época ele Zayas) de la ejecución de un
cada vez más a estos últimos, mientras los primeros se .unhicioso plan de obras públicas, que incluía la carre-
vuelven en busca de protección a los Estados Unidos 1,1':1central de Cuba y muy numerosas obras de sanidad.
que por l.a enmien?a .Platt (incorporada bajo presión d~ 1',111928 Machado lograba postergar la elección presi-
la potencia beneficiaria a la constitución cubana) tienen ,It-ncial hasta 1930, mientras la crisis del precio elel
derecho a intervenir en Cuba para asegurar la vida, pro- ,I/Iíear se agudizaba, al triunfar en Estados Unidos un
piedad y libertad individual. En 1906 los Estados Uni- Itlllteccionismo más cerrado. Las tentativas ele disminuir
dos, llamados por los liberales, colocan a Cuba bajo ad- I;¡,; ventas creando un ente público destinado a comprar
ministración militar; en 1908, con una nueva ley elec- v almacenar azúcar no lograron cambiar sustancialmente
toral, que los ocupantes proclaman candorosamente [raud- L, situación. Desde 1928, por otra parte, la resistencia
proo], triunfa la oposición liberal, para dividirse en 1912 'tllltra el gobierno de Machado, transformado en dicta-
y dejar el poder al conservador García Menocal, que .lurn abierta, se hizo más violenta: en particular los es-
logra la reelección en 1916, contra un alzamiento liberal ru.Iiantes universitarios se lanzaron a una agitación a
contemplado esta vez con indiferencia por los Estados m.-nudo terrorista, que no pudo ser sofocada pese a la
Unidos, con cuya política internacional Menocal se ha l.ruralidad de los medios elegidos para ello. En 1933 un
apresurado a alinearse. La segunda presidencia de Me- IlIlt'VOgobierno de los Estados Unidos, el de F. Delano
nocal estuvo acompañada de una enloquecida prosperidad 1(, iosevelt, buscó poner fin a la crisis permanente en que
azucarera, causada por los altos precios de guerra; la ILlhía desembocado el régimen de Machado; a mediados
clase política cubana participó con entusiasmo en la danza
de los millones, abandonando sus últimas reticencias I ,1" año una revolución militar expulsaba al dictador, y
!,,,nía fin no sólo a un gobierno sino a una etapa en la
frente al avance de la corrupción. El desenlace fue, en historia de Cuba. Ya en 1933, en efecto, la vinculación
1920, una crisis de precios, que repercutió en el con- J ,lllre las insuficiencias de la vida política cubana y la
junto de la vida cubana, y que debió enfrentar el presi- , !, 'pendencia de Cuba respecto de su metrópoli, de hecho
dente Zayas, liberal disidente, impuesto por Menoca! l'I':1 universalmente advertida; las consecuencias negati-
contra la resistencia de sus antiguos correligionarios. Za-
vas buscó asesoramiento para salir de la crisis en el go-
bierno ele los Estaelos Unidos, que envió en misión de
consejero al general Crowder: el resultado fue un nuevo
I I':IS que derivaban de la dependencia total de la eco no-
111 ia cubana respecto de la estadounidense
f'!':II1.
también lo
En un estudio destinado a hacerse célebre, Azúcar
v población en las Antillas, Guerra y Sánchez profetiza-
avance en la conquista de la tierra azucarera de Cuba 1>:1,desde 1927, para Cuba un futuro comparable al de
por parte ele las compañías norteamericanas y un nuevo LISWest lndies; colonia de plantación de una metrópoli
crédito ele la banca Margan para el Estado cubano. , p le producía ella misma el azúcar que era la única ri-
344 Capítulo 5 11 h 1"rcz del orden neocolonial 345

queza cubana, un futuro de miseria creciente parecía ser u.r.-rés de los Estados Unidos se vinculaba con la posi-
la prolongación verosímil de desarrollos que ya se esta- ¡·"idad de abrir allí un canal alternativo al de Panamá;
ban viviendo en la gran isla antillana. '" J 907 contribuyeron a expulsar al dictador liberal
",,·laya y desde 1912 una guardia de la legación norte-
"111l';'ic~na,constituida por infantes de marina, sirvió de
Las consecuencias políticas de la afirmación de la he- ,tj
,1
,q ,,,yo al predominio del partido conservador nicaragüen-
gemonía norteamericana se hacían sentir simultáneamen- ¡ ",', que en 1916 concedía a los Estados Unidos la au-
te. en un marco más amplio. En primer lugar, en Puerto i..rización necesaria para construir, cuando lo creyera
RICO, transformada por la paz de París en posesión de "1" .rtuno, el nuevo canal, a cambio de tres millones de
~os Estados Unidos, y arrasada en su economía por el .lol.ucs, destinados sobre todo a pagar las deudas inter-
Impacto de la nueva metrópoli, que significó el triunfo u.uionales de Nicaragua. En 1924 se retiró la guardia
del azúcar sobre el café, transformada en su estructura 01,· la Iezación y estalló la guerra civil, concluida insta-
demográfica por una explosión provocada en parte por 1.II1lloe~ el poder a un nuevo presidente conservador,
las enérgicas campañas sanitarias de la administración m.mtenido en él, ante el hostigamiento de la oposición,
norteamericana, sometida a una política educativa y cul- 1" Ir fuerzas militares norteamericanas.
1':11 esa guerra se hizo célebre un jefe de guerrilleros,

,
tural que combatía el analfabetismo creando un aparato
enseñante que usaba como lengua propia el inglés. .1 general Sandino, capaz de jaquear tanto a la guardIa
Frente a esta situación colonial las respuestas abarca- IlIt':lragüense como a las tropas de ocupación; ante su
ron desde el estadismo (partidario de la incorporación I"~;istencia, y a fin de liquidar el episodio nicaragüer:s~,
de Puerto Rico a los Estados Unidos) pasando por el I,,~; Estados Unidos se resignaron finalmente a admitir
autonomismo hasta el independentismo. Pero por el mo- ,1 1111 presidente liberal en 1928. Poco después, Sandir:o
mento esos movimientos conmovían tan sólo a sectores '1:\ asesinado; aun más importante era que la guardIa
de clase alta y media urbana, que por otra parte de- n.uional hubiese sido armada y reorganizada durante la
pendían en muy alta medida de la metrópoli (que en- lucha por el ocupante; gracias a la superioridad militar
f:entó, por su parte, las disidencias con medidas repre- ,1,· ese cuerpo, su comandante, el general Anastasia S~-
sivas): la eficacia de estos movimientos fue entonces muy IIIOZa, iba a conservar hasta su muerte un papel domi-
restringida; más exitosa fue, en cambio, la resistencia 'J: 111 te en la política nicaragüense, y la hegemonía norte-
difusa a la adopción total de las pautas del país domi- .uuericana pudo perpetuarse por ese medio más indirecto
nante; pese a las transformaciones impuestas a la cultura v menos escandaloso.
y . el modo de vida portorriqueño desde 1898, Puerto
RICO seguiría siendo país hispánico.
En Santo Domingo la intervención directa norteame-
1ir.ina comenzó en 1916, cuando un presidente dornini-
Pero no sólo Cuba y Puerto Rico están sometidos a la ';1\'0 llamó a tropas estadounidenses para preservar la
tutela directa de los Estados Unidos; también el resto paz interior; bajo la égida de los ocupantes fue rernpla-
del Caribe y Centroamérica continental comienzan a vi. /:,.10 por el doctor Henríquez y Carvajal, que por su
vil' las consecuencias políticas de la hezemonía econó- I'arte se negó a concertar con los Estados Unidos un tra-
mica y militar norteamericana. En parti~ular Nicaragua 1:1l10que ponía en manos de éstos la percepción de las
y Santo Domingo pudieron sentirlas. En Nicaragua el I cntas aduaneras, y bajo su asesoramiento las finanzas
346 347
Capítulo 5 ri." ¡III'l'Z del orden neocolonial
y.la defensa nacional dominicana. Los ocupantes respon- IIII<"VO sobemante en una verdadera conquista del país
dieron confiscando esas rentas y poniendo sitio financiero 1'''1' susomilicias de pastores. Así el oeste andino ganaba
al gobierno por ellos instalado. Como no lograran ven- l.. hcgemonia, para no perderla por casi medio siglo.
cer la resistencia de éste, 10 remplazaron por Una admi- 1.1:;1 ro -recibido con el entusiasmo algo forzado que
nistración militar directa, concluida en 1922. También 1.1.Tite caraqueña mostraba a sus sucesivos dominado-
¡.'
aquí la herencia de la ocupación fue la creación de una ';¡ 1':; - se mostró dispuesto a proseguir, a su manera algo
guardia nacional más poderosa y mejor organizada de 10 i ,,¡;ílíca, la modernización de Venezuela; el culto p~r el
que había sido habitual en América Central; en 1930 el I 11 ":~reso, la orientación laica continuaban en las pnrne-
general Rafael Leónidas Trujillo, con la adhesión de ese 1.1:; etapas de la Venezuela andina las tendencias de la
cuerpo, logró hacerse presidente de la República Domi- '1" ,,'a anterior, Al mismo tiempo el nuevo gobernante,
nicana. .ur--ido de las aisladas tierras montañesas, advertía me-
"",: 'hien que sus predecesores la importancia del lazo
, 'JlI las nuevas metrópolis; se dejó llevar sin alarma ex-
En el resto de Centroamérica la presencia norteame- "':;íva al conflicto con Gran Bretaña, Alemania e Ita-
ricana no iba a hacerse sentir del mismo modo; allí con- 11.1;salvado de sus peores consecuencias por la media-
tribuyó, a 10 sumo, a favorecer 10 que llamaba la esta- , l. -n algo tardía de los Estados Unidos, no vaciló en
bilidad política, que en palabras más pobres se traducía ,I'¡ rentar otro conflicto, esta vez con Holanda, a la que
en la estabilidad de regímenes autoritarios; esta misma " 1l,;aba de tolerar que su posesión de Curazao se trans-
tendencia, por otra parte, era también favorecida por l.umase en base para los adversarios del gobierno ve-
el desarrollo de economía y sociedad centroatnericanas. 11t'/lll:1no. Holanda no era, sin duda, una gran potencia;
En Guatemala, la dictadura de Manuel Estrada Cabrera 1 ':;I'0ndió, sin embargo, con ataques navales y, blo<;J.ueo
duró desde 1898 hasta 1920; sus vencedores sólo ate- .1,' las costas. En pleno conflicto, Castro debió alejarse
nuaron los rasgos tiránicos que el estilo político gua- ,1,' Venezuela a buscar en Alemania cura para sus ma-
temalteco había adquirido durante su largo reinado' pero l,";; el menudo montañés resistía mal las consecuencias
en 1930 iba a comenzar una nueva larga dict~dura ,1" llueve años de residencia en su Capua caraqueña.
la del general Ubico... En Honduras la inestabilidad er~ I l,· í lí en custodia el poder a su fidelísimo y algo limi-
la norma; sólo en 1932 iba a instalarse, sobre la ruina 1.1.111 vicepresidente, el general Gómez; éste, que espe-
de más efímeras hegemonías militares, la dictadura del 1,II,;t su momento, hizo sus paces con los acreedores y
general Carias; en el Salvador, del mismo modo la evo- 1.1';potencias alarmadas por los excesos de temperamento
lución hacia dictaduras estables sólo maduró hacia 1930' .1" Castro; en 1909 se instalaba en el gobierno, para
tampoco aquí la inestabilidad anterior había significad~ ui.mtcnerse en él hasta su muerte,
necesariamente una atenuación de los rasgos dictatoriales. 1,:1 régimen de Gómez iba a llegar a ser, en la pri-
Más sólidamente enraizado estaba el autoritarismo en 1111' ra postguerra, algo así como el 1deal-t}' pu~ de la die-
Venezuela; luego de las alternativas que siguieron a la 1.1.1I1t'alatinoamericana. Nada faltaba en el, 111 el respeto
caída de Guzmán Blanco, entre las que no faltó un ,1 las formas legales (Gómez abandonaba periódicamente
efímero triunfo legalista, en 1899 se impuso, en breve 1.1 presidencia en manos de hombres sabiamente elegi-
guerra civil, el general Cipriano Castro; con él se impo- .l. I!;, y vigilados de cerca) ni la extrema ferocidad frente
nía un nuevo grupo depositario del poder político y mi- ,1 los disidentes, ni una ferocidad análoga para custodiar
litar: el de los oficiales andinos, que habían seguido al ,·1 orden interno y la disciplina de trabajo, ni el espí-
348 Capítulo 5 ~.I,,,lul'ez del orden neocolonial 349
ritu servicial frente a potencias e inversores extranjeros, 111:;I:lUraciónde la república había significado un aumen-
ni la corrupción del sector gobernante, ni la fiebre de 1" de poder del ejército, protagonista de la revolución
progreso traducida en carreteras y plantas de mejora- u iunfante, y su gravitación se hizo sentir durante toda
miento sanitario. Durante la época de Gómez se desa- 11 historia republicana del Brasil. Pero hasta 1930 ésta
rrolló en Venezuela la extracción de petróleo, que pasó .r ' dio en el marco de una política dominada por los
de un millón de barriles en 1920 a más de ciento cin- ",'lores influyentes en los distintos estados, que forma-
cuenta quince años más tarde. El petróleo estaba co- I';111ahora en el Partido Republicano, el único con gra-
menzando a cambiar la vida de Venezuela según líneas vu.ición real en la política brasileña; las clientelas rús-
que no eran nuevas en Latinoamérica: la prosperidad II,;IS de los coroneles, las de las oligarquías urbanas
afectaba directamente a sectores urbanos de actividad .lominaban la elección de los cuerpos representativos. En-
secundaria y terciaria; la producción primaria iba, por lit' 1891 Y 1894 gobernaron sucesivamente los jefes
el contrario, a perder importancia, salvo en el rubro que ruilitares de la revolución, Deodoro da Fonseca y Flo-
pasaba a ser dominante (y que en este caso absorbía ILIIIO Peixoto; luego del fracaso de esta experiencia de
sólo una parte pequeña de la mano de obra disponible). "":;Iión directa, en medio de la guerra civil fue elegido
Aun un cambio tan limitado debía tener consecuencias 1>1 ,'sidente el político paulista Prudente de Moraes, rem-
en el equilibrio político de una Venezuela dominada por I ",I;,aclo en 1898 por otro político del mismo Estado, Cam-
la envejecida dique de oficiales andinos; sólo los alcan- 1''':: Salles; el Brasil republicano parecía ser aún .. más
zaría, sin embargo, luego de la muerte de Gómez, ocu- ,1 del café como que el del avance del poder militar;
rrida en 1935 y acompañada de una explosión de salvaje '11 1902 era un tercer político del estado hegemónico,
alegría popular.
lI"drigues Alves, el que remplazaba a Campos Salles ...
1:11<'necesaria una coalición de clientelas políticas de los
,1"III:ís estados para poner en el gobierno federal, en
Las tierras centroamericanas y Venezuela, dominadas 1010(" a Affonso Penna, oriundo de Minas Geraes. Muer-
por soluciones dictatoriales de base militar, muestran, 101l'cnna, la lucha por la sucesión fue por primera vez
sin duda, en esta etapa grandes diferencias. Notemos, l. o »upafiada de alguna participación popular: Rui Bar-
sin embargo, un elemento común: la abundancia de las 1"1';;1,el tribuno que había preparado el triunfo de la
crisis productivas, la aparición tardía de los rubros de 1'1II'¡Jllica para quedar excluido de sus elencos gobernan-
producción que se hacen dominantes, a veces la con- 1,:', alzaba ahora su candidatura contra la del mariscal
quista de una parte de la tierra fértil por inversores I l.rrncs de Fonseca, sobrino del fundador militar del
extranjeros confluyen en provocar un debilitamiento de l'I',illlCl1 y heredero de su predicamento en el ejército,
los grupos oligárquicos tradicionales; Cuba, en rigor no 1,1 victoria del candidato militar, a cuyo servicio obró
los tiene ya hacia 1930; en Santo Domingo, en Vene- o I poder del Estado, dejó una secuela de tensiones alla-
zuela, en parte de Centro américa continental estos gru- ILI'l:is, sin embargo, cuando Barbosa y sus adictos apo-
pos sobreviven a la pérdida de la mayor parte de su \'.11011, en 1914, a un candidato de unión nacional, Braz,
poder. En otras comarcas latinoamericanas se defienden "I',llido cuatro años después por otro, el veterano Ro-
mejor; aquí el modelo de la república nominalmente de- o III¡',IICSAlves, Al morir éste, Barbosa intentó de nuevo
mocrática y de hecho aristocrática se conserva también "I'ollcr su nombre al del candidato oficial; de nuevo
mejor. 111('vencido por la implacable máquina oficial...
Es en primer término el caso del Brasil. Sin duda la 1':11 1922 fue elegido presidente Artur Bernardes, un
350 Capítulo 5 I\l:ldurez del orden neocoloniaI 351
político de Minas Geraes que debió enfrentar una suerte posibilidades nuevas le ofrecía la nueva situación bra-
de veto militar, pronunciado por Hermes de Fonseca. "dcfia.
Su gobierno fue agitado por la oposición de los diri- Por otra parte, aun en sus momentos más exitosos, la
gentes veteranos del ejército; lo fue aún más por una 1•'pública brasileña no había conocido la relativa solidez
rebelión de oficiales jóvenes, los tenantes, que en 1924 l 1" la argentina. Un federalismo más arraigado condena-
se levantaron en favor de una ampliación del régimen, 1);1a la penuria crónica al poder central; las consecuencias
incapaz de superar espontáneamente su marco oligárqui- 1"'!',ativas de la dependencia de un rubro de exportación
co. El movimiento pudo ser sofocado; entre sus diri- ,.Isi único -el café- se hicieron sentir, por añadidura,
gentes se encontraba Luis Carlos Prestes, futuro jefe .11 el Brasil mucho antes de la crisis de 1930. La demo-
del comunismo brasileño; se encontraban también otros «r.rtización era, además, una posibilidad sólo a me-
oficiales que tendrían trayectorias menos insólitas y que l 1ius practicable en el Brasil: el predominio de una po-
alcanzarían a gravitar sobre el ejército y la política bra- I.l.ición rural que sólo a través de cambios sociales, por
sileña en la década siguiente. •., momento impensables, hubiese podido liberarse de la
En 1926 alcanzó la presidencia, por el procedimiento 111I da política de las cIases terratenientes hacía que las
habitual, el paulista Washington Luis Pereira da Souza. " -nsecuencias previsibles de la democratización del sufra-
¡:JO fuese la confirmación de la hegemonía de las oligar-
Para su sucesor intentó imponer al también paulista Ju-
lio Prestes; ello alentó a elementos de los estados mar- '1l1ías rurales. Luego de la crisis, que agravaba las difi-
ginales del Norte y del Sur a utilizar el descontento que • 111 tades de la economía brasileña, la búsqueda de una
en los políticos de Minas Geraes provocaba el retorno 1111' .va base política, iniciada más tardíamente que en los
al monopolio paulista de la presidencia para romper la 11.líses australes, debía buscar también canales distintos,
'.'paces de dar a los sectores dispuestos a buscar una
continuidad de la hegemonía del Brasil central. La Alian-
,,!Iida para la impasse de la economía nacional una gra-
za Liberal presentó por candidato a la presidencia a
v i I ación mayor no sólo que la que habían alcanzado bajo
Getulio Vargas, político que había sido ya gobernador
1.1república oligárquica sino también que la que hubiese
de Río Grande do Sul y hombre de confianza de uno
l l.'rivado del empleo sincero del sufragio universal.
de los grandes electores de la república oligárquica, el
también riograndense Borges de Medeiros. Prestes ven-
ció; una revolución fue la respuesta de los derrotados;
I ':n la América española la república oligárquica con-
luego de quince días de desganada resistencia las fuerzas
.t -rvótoda su pureza en Colombia y arraigó en esta
militares invitaron al presidente saliente a abandonar el
'1;lpa con inesperado vigor allí donde antes se había
país y colocaron en el poder, como presidente provisio-
IIllplantado mal: en las naciones mediterráneas sudame-
nal, a Getulio Vargas.
1I':lllaS, en Bolivia y Paraguay. En Colombia la conver-
El desenlace fue, como todas las etapas anteriores en ',11;11de Núñez había dado un jefe y un programa al
la historia de la república oligárquica brasileña, un dra- , •-nscrvadotismo: le había devuelto además el poder po-
ma interno a los sectores gobernantes. El triunfo de IJli("(J, que iba a conservar hasta 1930; entre 1899 y
Vargas no debía significar necesariamente el fin del sis- I ese poder le fue disputado por una salvaje guerra
l )())

tema. Si 10 trajo fue porque éste había agotado ya sus • 11'ji, la de los mil días, que causó millares de víctimas
posibilidades y porque, por añadidura, el jefe de la re- v 1k-shizo además la economía y las finanzas colombianas.
volución lo advertía muy bien y adivinaba también qué I lS partidos oligárquicos revelaban de nuevo que po-
,l
352 Capítulo 5 l.r.lurcz del orden neocoloniaI 353

dían en Colombia movilizar en su séquito masas po- 1"'11tinas) con vistas al mercado extranjero, usando puer-
pulares muy amplias, sin por ello perder su carácter. ",:: privados y una flota fluvial también extranjera. En
Aleccionado por la guerra civil, el conservadorismo trató J,,, I() caso, la política paraguaya comenzó por estar diri-
de asegurar a su rival una participación subordinada en 1'." la por jefes militares veteranos de la guerra contra la
el poder. Sólo lo sacaría de ella la escisión del conser- triple Alianza, ahora al servicio de la política brasileña;
vadorismo en 1930; la entrega pacífica del gobierno al , ut rc ellos se destacó el general Caballero, fundador del
partido liberal fue celebrada como un signo de la perfec- I ',Irl ido colorado, que iba a gobernar el Paraguay durante
ción institucional alcanzada en Colombia; esa entrega 111I tercio de siglo; el triunfo de un partido de oposi-
no significaba, por cierto, el acceso al poder de sectores , 11111 -el liberal- es un hecho del siglo xx.
sociales nuevos, sino en lugar muy subordinado: en 1930 N i el coloradismo ni el liberalismo (llegado al poder
la vida política colombiana seguía dominada por las I '''r vía revolucionaria) estaban dispuestos a convivir or-
alianzas y los feudos de las grandes familias bogotanas ,1"ILldamente con fuerzas opositoras; tampoco hubieran
y provinciales, y el triunfo liberal no introducía, en 1"" Ii( lo hacerlo sin grave riesgo para su poderío: ni uno
cuanto a esto, innovaciones sustanciales. '" 111 ro sector contaban con participación popular sino
Esa estabilidad era posible por el mantenimiento de '11 « indición de séquito de dirigentes de élite; la vida
ciertos rasgos arcaicos en la estructura nacional de Co- 1',111 i.laria, concentrada en éstos, se acompañaba de las
lombia: la compartimentalización regional, el predomi- ,I',I'/lsiones y desgarramientos propios de organizaciones
nio de la población rural, y dentro del sector urbano la '1' 1" conservaban en parte el carácter de clique. El libe-
multiplicidad de centros capaces de competir en parte 1,,1",1110se presentó con un programa modernizador y
con la capital; sobre todo la vinculación incompleta de ',IIILllncnte antimilitarista; de hecho, su triunfo fue el
la economía nacional con el mercado mundial (agrava- .1, h i nfluencia argentina sobre la brasileña; bajo su égida
da en sus consecuencias porque la zona de gran propie- l." progresos políticos fueron en extremo modestos, y
dad ganadera que formaba el núcleo geográfico y polí- ,1 1'::I:lllo de sitio fue tan empedernidamente aplicado
tico de Colombia seguía particularmente mal vinculada , ,," 11)hajo los gobiernos colorados.
con él). Estos rasgos estaban, sin embargo, perdiendo
paulatinamente vigencia, y los días de la república oli-
gárquica aparecían contados en Colombia. 1':,1Bolivia el surgimrento de un sistema de partidos
L¡rdío; se vincula con el lento avance de las oligar-
• 1'11,1'; urbanas, acelerado sólo luego de la expansión de
En Paraguay la afirmación de una clase terrateniente 1.1 ruiucria del estaño. Sin duda estas oligarquías iban a
poderosa (si tiene raíces coloniales y postcoloniales que "11'" .n el nuevo orden, salvo excepciones estrictamente
los historiadores paraguayos prefieren a menudo ignorar) ruItviduales, papel subordinado; en la medida en que
se da sobre todo luego de la derrota de 1870; a partir "1""1'011comprender (mejor que los herederos del mili-
de ella el Paraguay se orienta hacia el mercado exterior: ',",:,,110) las necesidades de los nuevos sectores dominan-
cueros destinados a Europa; tabaco y yerba para el más 11', IO/ltaron, sin embargo, con su favor. La moderniza-
cercano mercado rioplatense. Esto sin contar con los pro- , 11111 d,· la administración del Estado, el progreso de los
ductos del Chaco paraguayo (maderas, tanino), sólo no- 11d/l',portes, la creación de un sistema de enseñanza pú-
minalmente incorporados a la economía nacional, pues 1,1",1 son las preocupaciones principales del liberalismo,
son explotados por compañías extranjeras (inglesas y ar- ,d 11'1<' se enfrenta bien pronto un partido de inspiración
1111111'1111, 23
.354
Capítulo 5 1\1:ldurez del orden neocolonial .355

católica y de extracción social análoga a la de su rival; I ;.~;losejemplos son -como suele ocurrir- menos fre-
ambos se reparten la adhesión de la élite urbana domi- '1lentes que los casos más complejos y de menos fácil
nante en esa Bolivia que abarca quizá un quinto del total r.xlucción a esquema. Uno y otro llevan en común, pese
de la población del país, que habla español y está incor- .1 todas las oposiciones y diferencias (y también los m~s
potada al mercado internacional; la masa indígena del 1IIIIlJerOSOScasos intermedios) la huella de un cambio
altiplano es apenas tocada por las innovaciones de esta 'lile afecta a la entera Latinoamérica en esta etapa: dic-
etap~ (ya en la ~nt~rior ha perdido la mayor parte de I .uluras y oligarquías son cada vez más las emisarias
l~s tierras co.muD1tanas). Para el sector de la nación que 1",líticas de las fuerzas que gobiernan a Latinoamérica,
vIve. en el. ritmo del mundo, el estaño adquiere impor- l' que cada vez la gobiernan más desde fuera. Se ha
tanc~a creC1ent~; el estaño son las grandes compañías que .'·11alado va cómo la continuación del crecimiento latino-
dO~l?an la rninería ~ la exportación; éstas -de origen .llllcrican~ tuvo como precio una redistribución del po-
bohvlano:- se han lTItegrado en el aparato financiero ,1"1" entre los sectores dominantes locales y extranjeros,
rnetropolitano y controlan también las refinerías insta- '11 beneficio de estos últimos. Pero esa redistribución
la?as en ultramar. El estaño son también los distritos '" 1 era sino un aspecto de una transformación más am-
mineros , donde trabajadores indígenas se han concentrado I ,li:l: a medida que Latinoamérica se incorporaba como
por decenas de miles y se hacen recomendables por el .11' ':1 dependiente al sistema económico que se estaba
momento por su sumisa disciplina. En Bolivia, como I!.ltiendo mundial, se hacía más vulnerable a las crisis
en pocas otras comarcas latinoamericanas se hace sentir "Ill'l"ales de ese sistema. En 1929 comenzó la más de-
el. predom~ni.o económico, social, político' de los que do- ',-,i::t:!c1ora de todas esas crisis; de ella y sus consecuen-
minan el UDlCOstock exportable realmente sianificativo' , 1:1:: el lazo neocolonial no iba a recuperarse nunca; ago-
la rehabilitación de las élites urbanas se pag~' al preci~ 1.1,1, 1 en sus posibilidades, no por eso ha sido templa-
de una extrema docilidad frente a esos intereses y el It1" por un nuevo modo de inserción de Latinoamérica
aparato institucional más refinado que la Bolivia del si- , 11 ,,1 mundo.

glo x~ opone. a la tosquedad de la vida política en la


centuria anterior es un velo excesivamente transparente
para esa situación básica.
,La sol~1Ción pol.ít~c?, que ~e da en Bolivia es posible
solo gracI~s a la división radical del país, la mayor parte
del ~ual vIve. :-como se dice- al margen de la historia,
gracias también a que a lo largo del siglo XIX las élites
u.rbat;as han aprendido, a través de muy duras expe-
nencias, a ser modestas en sus pretensiones. En todo
caso, el orden de la Bolivia del estaño, por injusto que
aparezca, puede mantenerse, por el momento sin enfren-
tar oposiciones temibles y hace, por lo tanto' innecesaria
una gravitación militar demasiado intensa. '
Como Venezuela ofrecía un ejemplo de manual de la
d~cta~ura milit~r, Bolivia lo ofrece de la república olí-
garquica en la epoca de madurez del sistema neocoloniaI.
6. Crisis del orden neocolonial
"!:.ís del orden neocolonial 357

, '" del siglo xx, los Estados Unidos se acerca:on pro-


1'.Il'Sivamente a la hegemonía económica ~undlal, Iban
d revelar paulatinamente luego de la cnsrs ,todas sus
"lIlsecuencias; la catástrofe coyuntural que esta repre-
.'·lltó, atenuada para América Latina.?or la segun.da gue-
11;1 y sus efectos a plazo corto, dejó en herencia cam-
I"IlS de efectos menos inmediatos, pero a la larga muy
,'.I:lVes. .,
l.a relación entre el centro industrial de ~a ec.onomla
v :;11periferia orientada a la producción pnmana. cam-
I,,,JI,a decisivamente a través de las muy comphcada.s
I "ripccias, de las cuales la más impr.esionante era, l?re~I-
..uucnte, la crisis de 1929. En el SIglo XIX la penf~na
1111había cumplido tan sólo pape! de proveed?ra, smo
1.IIII!Jién -y acaso sobre todo~ ~e con~umldo:a de
1,·11'1 e importante de la producción m?ustnal: aSI ocu-
",,', en e! período anterior a 1873, dominado en e! cen.t;o
1" '1' la industria textil, y de nuevo en el de eX'pans~~n
Mil novecientos treinta se llevó consigo, como el viento ,1,· la metalurgia y la química. En e! siglo x:x.Ia situación
se lleva castillos de barajas, a más de una de las situacio- , .11I1!Jiacada vez más: sólo después de la cnsls, y -so,bre
nes políticas latinoamericanas; de las que sobrevivieron l' " l.I-- de la segunda guerra mundial podr~n medI.rs~
a esas primeras tormentas, pocas iban a durar todavía L,:: consecuencias de ese cambio para los paises per~fe-
mucho. Pero este espectáculo abigarrado escondía cam- 11."S. El resurgimiento de los capitalismos metropohta-
bios aún más importantes, cuyas consecuencias no se "":;, luego de la crisis y la segunda guerra mur:dlal, .se
borrarían ya en Latinoamérica: aun más que la primera ,L, I~raci;s a la expa?sión ~el merc~do. consumidor m-
guerra mundial, la depresión reveló la fragilidad del 1"1111; ahora aun la industria metalúrgica encuentra en
orden mundial al que Latinoamérica había buscado tan 1,i-: productos de consumo duradero -per?, c~da vez
afanosamente incorporarse. La crisis de 1929 en efecto 1I".IIlIS duradero- un equivalente de las pirámides de
no sólo creó a la economía latinoamericana' problema~ "!''1,IO en cuya ausencia Keyn~s .había señalado una de
de dimensiones incomparablemente mayores que las que 1.1'.causas de la flaqueza econorruca de la era del ferro-
, di ril: si, como había señalado Key?es, una vez cons-
la precedieron; ofreció, además, en las metrópolis e!
espectáculo de un derrumbe económico acompaílado de IlIli.la la línea ferroviaria Londres-Liverpool, no era ya
catástrofe social y crisis política en e! que durante una I",:;il,/e construir otra con la misma rut.a.: ahor~ ~le nuevo
docena de años pareció adivinarse el fin de un mundo. L, .l.-manda era capaz -por acumulación .Y rápido :em-
y pese a la recuperación del capitalismo (luego de una l' !.Ji.Il-- de adecuarse en las metrópolis rnisrnas al ntmo
crisis que no resultó ser la final por algunos profetizada), ,1,· IIl1a producción en expansión constante. ,
el mundo ya no volvería, en efecto, a ser e! mismo. Las I )1' allí el relativo divorcio entre las economías metro-
transformaciones insinuadas desde que, en el primer ter- 1,,,1iI .mas y las periféricas, de las. que .se espera ahora
1'" ·.Illlninantemente ciertas materias primas. no todas,
356
358 359
Capítulo 6 ( .risis del orden neo colonial

por cierto, indispensables. Según una caracterización jus- I ropolitana es ella misma, a la vez que económica, po-
tamente célebre, las áreas periféricas amenazan trans- lítica y social; el ascenso mundial del fascismo (uno de
~ormarse en los slums del planeta, comparables a esas '(IYOS episodios, la guerra civil de España,. debía tener
areas urbanas cuya degradación -una vez comenzada- .unplio eco en América española), la alt~rnatI:va que p.ara
parece irrefrenable. 'dlS avances ofrece la izquierda revolucionaria, constitu-
. Latinoamérica va a sufrir plenamente las consecuen- ven el primero de los ~arco~ político-id.eológi~os dentro
eras de este nuevo clima económico mundial: ellas sólo ,le los cuales una Latinoamérica que SIgue siendo sen-
se harán claramente visibles hacia mediados del siglo. '.ihle al ritmo del mundo debe buscar su nuevo camino.
Hasta ;:ntonces la crisis puede presentar a veces rasgos I.a segunda guerra mundial crea un complicado in ter-
catastroficos, pero s~ los supone transitorios, y por su medio hasta que la guerra fría define de nuevo los cam-
parte la guerra cornge en parte las consecuencias nega- pos, influyendo de modo cada vez más directo desde
uvas de la crisis.
'lile el sistema interamericano se ve transformado -so-
Una y otra. significan ya cambios muy profundos, fren- I,re tocio por acción de los Estados Unidos- en un
te a los cuales los países latinoamericanos intentarán iustrumento para ser utilizado en ella. A9uí est~s ~ta-
un penoso esfuerzo ,de readaptacíon. Este es múltiple; I':IS se examinarán sucesivamente: en pnm~r .termIno
es Ja entera eC,O~lOmIanacional, y con ella el equilibrio l' verá la dominada por las respuestas economicas, sa-
soc.Ial y el POlItICO, los que evolucionan conjuntamente o i.ilcs y políticas a la crisis y la guerra; luego la actual,
estlm~lados por el cambio en la relación con la economía 1I1;lreaclapor los rasgos de la situación aún. m~s graye
n:undI~l. Esta evolución varía, por otra parte, según las 'lile vino a revelarse al cesar las consecuencias inmedia-
dimensiones alcanzadas por las economías nacionales: los 1.(; del segundo conflicto mundial.
países más pequeños, incapaces de elaborar respuestas a
la nueva coyuntura, .se limitan a sufrirla; algunos, por
otra parte, se ven libres -por circunstancias estricta- 1) l.a búsqueda de un nuevo equilibrio
mente locales- de sus consecuencias más graves (es el
caso de'y enezuela, que e? medio de la crisis expande su la crisis tiene consecuencias diferentes en el sector
producción petrolera). Solo en los más importantes (en ¡'llIllario y el secundario: caída de pre~ios en el primer~,
los que se han constituido en la etapa anterior, en torno .. lida de producción en el segundo. SIn duda, la OpOSl-
al des~rroll?, de la producción primaria, sectores urbanos '1"11, excesivamente esquemática, exige correcciones nu-
de .0nentaCI?n mercantil relativamente amplios y corn- 11 «'rosas: ciertos sectores de producción primaria (sobre
plejos, un SIstema de transporte interno desarrollado r (o "1,, la minería) recurren precozmente a la disminución
un~ administración pública de organización también re- .l, producción; otros sufren con intensidad menos .n:~r-
lativamente madura) comenzaron procesos económicos , .1< h el derrumbe de precios. En todo caso, la OpOSlCIOn
sociales y políticos, que inaugurados en el clima cread; o" v.ilida en la medida en que anticipa una situación
por la crisis o en algunos casos por la guerra alcanzarán .l'll' .lomina luego de la crisis a las economías latino-
plena ~igencia sólo en la postguerra e irán revelando su uu.-ticanas: el deterioro de los términos de intercambio.
agotamiento a partir de 1950. 1.:1 agravación de este deterioro no es la única con-
. La econom!a gobierna así la evolución política y so- " u.-ncia de la crisis; va acompañada del derrumbe del
cial e~ los anos posteriores a la crisis; no la gobierna 1I«'ll':lllo financiero mundial, del que los países la tino-
sola, S111embargo. Se ha señalado ya cómo la crisis me- \11(,"iC;IIlOSesperarían en vano nuevos créditos. Pero aquí
360 Capítulo 6 (:risis del orden neocolonial 361

la amplitud de la catástrofe crea consecuencias inéditas, ahora sistemáticamente subvencionado, en una política
en parte menos graves que las de crisis menos intensas. que se ha comparado con la del New Deal norteameri-
Ahora este arrabal del mundo que es Latinoamérica cano, y que si tiene analogías con ella en el plano eco-
comparte con algunas de sus orgullosas metrópolis su nómico no la tiene en el social, en la medida en que en
condición de deudora morosa y arruinada; es la Europa l.atinoamérica esas subvenciones benefician sobre todo
devastada por la primera guerra mundial, efímeramente ;1 grandes terratenientes. En todo caso es preciso cos-
reconstruida en medio de un flujo de créditos norte- rcarlas. ¿De qué manera? Surge aquí otro de los ele-
americanos, la que encabeza ahora el grupo insolvente. mentes que la crisis trajo consigo: en casi todas partes
El resultado es que el problema creado a este grupo es Impulsó una nueva política monetaria y cambiaria.
visto ahora con espíritu más comprensivo que cuando En el primer aspecto puso punto final a las tenta-
lo integraban sólo países a los que no se sabía si era I ivas de convertibilidad; la idea misma perdía decisiva-
preciso tomar en serio. mente prestigio en los países metropolitanos. Ese aban-
Pero aun sin ubicar entre los urgentes el problema , I( lila de la convertibilidad monetaria sólo en algunos
de la deuda pública acumulada entre 1918 y 1930, que p.iíscs (por ejemplo Chile) trae consigo los comienzos
es en casi todas partes muy cuantiosa (en algunos países. ,Ir- la inflación que se hará general en etapas posteriores;
como Perú, es abrumadora), la crisis, con sólo hacer "11 casi todas partes, por el contrario, los rasgos gene-
desaparecer en 10 inmediato la posibilidad de recurrir 1 .ilcs de la economía son favorables a la deflación, y
nuevamente al mercado financiero mundial, crea a la fi- una política monetaria y crediticia más fácil no logran
nanza pública una situación casi tan grave como la de la ':¡1I0 frenar ese impulso, sobre todo porque las corree-
economía. ,iones monetarias a la coyuntura se aplican por el mo-
¿Cuáles son las consecuencias? Las que afectan al co- ",('nto muy moderadamente.
mercio comienzan por darse sobre todo como una dismi- [unto con ellas funcionan otras más nuevas: el Estado
nución brusca y duradera del poder de compra derivado 11;1' encontrado, a la vez que una nueva fuente de gastos.
de las exportaciones; la sustitución de importaciones, "Il'speradas fuentes de recursos en el control de la eco-
que ya se había esbozado ante cada crisis, tiene ahora al- u.uuia, y sobre todo en el del intercambio: las subven-
cances nuevos. Por otra parte, la producción primaria, ,illlles tenderán a ser costeadas por disimuladas tasas a
sin duda muy lentamente, busca contrarrestar la caída l., importación, ya sea derivadas de los cambios múltiples
de precios imitando a la industrial, y reduciendo tam- r1'llra fijados para las monedas nacionales, o bien instru-
bién ella su volumen. Esto no es, sin duda, fácil; ante '''''Iltadas por otros medios. De este modo viene a acen-
la multiplicidad de productores (que aun en regiones 1 ":Irse el efecto provocado por la caída del poder de
de gran propiedad dificulta una autorregulación de los '<>Illpra de las exportaciones, y a la vez comienzan a di-
sectores productivos) es el Estado el que busca gobernar 1, 'icllciarse sus consecuencias según sectores: el protec-
el ritmo de producciones y exportaciones; 10 que era , ionismo industrial asoma como corolario de la protección
excepcional en la etapa anterior, se hace ahora habitual: ,r1 sector productor primario.
los contingentes de producción, las compras oficiales de Dentro de éste la crisis y las políticas que buscaban
cosechas para almacenamiento (o más radicalmente para , «nrrarrestarla no dejaron de tener consecuencias. La
su destrucción) aparecen en Cuba, Brasil, Argentina ... ,lisis era en sí misma una causa de detención en los
El gobierno de la economía productiva por el Estado. .ivunces hacia el monocultivo exportador (puesto que no
es una empresa costosa; el sector primario pasa a ser "1:1 tan sólo crisis de precios, sino más aún volumen de
j
362 Capítulo 6 I Il:.is del orden neocolonial 363
demanda); en ese monocultivo comienza, por otra parte, 'Cuáles son esos sectores? Básicamente los de una
a advertirse uno de los responsables principales de las 111< í~stria liviana que atiende como puede las nec~sidades
dificultades en que se encuentra Latinoamérica. Los es- !~'¡.' .1 las que la imposibilidad de importar ha dejado en
tados que hasta entonces han permanecido ciegos al pro- t
Ikscubierto. Esa industria se ubicará allí donde están sus
blema 10 advierten en la medida en que ahora afecta l'llsibles consumidores" donde e~t.á también su mano de
también la prosperidad de los sectores dirigentes de la
economía. La diversificación productiva pasa a ser una
I "l,ra potencial y sus futuros dirigentes; .en las con~en-
11.u.iones urbanas muy ligadas al comercio u1t.r~marm~,
consigna muy recibida, y en efecto tienden a realizarse :1t1l1en algunas que tienen sobre tod~ func1?n. ad~~1-
algunas tentativas -de resultado variable y alcances en 1I¡,:lrativa. En un aspecto entonces la industrialización
general modestos- para dirigir desde el poder la di- 1" IIC las huellas de los cambios introducidos en la etapa
versificación de la economía.
uucrior: las áreas que en ésta habían actuado como
Todas estas innovaciones implicaban la adopción de , niisarias de las metrópolis ultramarinas, sin abandonar
una nueva imagen de las relaciones entre estado v eco- 1" '1' cierto esta función, se const~tuy.e,n en zo~a~ metr?-
nomía; la ruina del liberalismo -afectado a la vez por I " \ Iilanas para esa nueva orgamzacron economica mas
su desprestigio en las metrópolis mismas y por su in- , «rrada en sí misma que la crisis está creando.
eficacia para justificar las políticas ahora ventajosas a los 1,:1 proceso -se ha señalado ya- comie~za e~ sec-
sectores dominantes- es muy rápida, y para proclamarla '" les de industria liviana; en esto no hace S1110reiterar
se unen conservadores e innovadores: la Argentina de I orden de avance que había seguido ya en las áreas
la restauración conservadora no se distingue aquí del III',ropolitanas. Pero, como los hechos.10 .van a re,:elar
Brasil sumergido en una compleja revolución que aún , 1I el futuro, el tránsito a las etapas siguientes sera en
no encuentra rumbo decidido, o del México que, por el 1.11 i noamérica particularmente difíci1. Ello se debe a ra-
contrario, extrae de la situación nueva el impulso nece- "lIt'S muy complejas: por una parte, e~ esta nueva etapa
sario para dar nueva juventud a su revolución. La apli- 1, '1 inoamérica sigue utilizando una 111fraestructu~a en
cación de nociones dirigistas, que contribuye indirecta- I '"t'lIa parte heredada del pasado: f~lta aquí el est~mulo
mente a la crisis de la tradición política liberal, está por 'I"t' pudo significar en algunas reglOn~s. metropolitanas
otra parte limitada por las posibilidades del Estado ár- 1.1 «xpansión ferroviaria. Sin dud~, es~ 1~fraestructura se
bitro, disminuidas ellas también por la crisis; la inter- ,,1 icnde y amplía, pero en medida limitada por los as-
vención, que favorece en general la difícil supervivencia I "ti IlS financieros de la crisis, y p~r otr~ ~arte con rno-
de los sectores que, habiendo dominado el sistema pro- ,I.diclades -derivadas de los cambios tecmcos- que le
ductivo anterior a la crisis, han logrado superar sus pri- 1, " 1:1 n eficacia para la creación de una industria p~sada
meros embates, carece de medios -a menudo también 1,,1 ;ti, aun en el caso de que otros factores no la h1c1er?n
de deseos- de acelerar (mediante una acción que no , r nmadamente difícil; el triunfo de la ruta sobre el nel
podría excluir las inversiones públicas) los cambios que 1 " .ilminos países particularmente mal. prepar?dos para
preparan, en medio de la crisis, una Latinoamérica reno- 1, .xpansión del transporte de sup~rfic1e, el tnu~~~ pre-
vada. En este campo la intervención estatal es particu- ,'" •.lcl avión) comienzan por significar la apanC1~n de
larmente limitada e incoherente; en medio del avance III1(VOSrubros de importación (vehículos y c?mbu.st~~les)
del dirigismo, el clima en que se desarrollan los sectores 11:, de pasar mucho tiempo hasta que la disponibilidad
ahora más dinámicos de las economías nacionales comien- ,1,· t:lpitales y la ampliación de los merc~dos loca.les hagan
za por ser a menudo inesperadamente caótico. I ,,,¡,,le la sustitución de esas nuevas importacrones.
364 , .risis del orden neocolonial 365
Capítulo 6
Más aún que la cnsis, la guerra de 1939-45 estimula tocadas por ese procesa; en las primera~, el d~ficit ener-
esta industrialización, de alcance sin duda limitado pero ",~tico conduce en algunos casos a raCIOnamIentos que
de amplitud antes desconocida en Latinoamérica,
efectos de la guerra son complejos, en la medida en que
Los
l
,1
',',
I,lcen que mientras las ciudades
('Ilcen d er sus luces , a1aunas o
d L' de Europa
, e
El mismo déficit se
, , vuelven
atlOoametlca comiencen
"
,
d
a

, , presenta ' b1 en vivien a e


ella incide de modo variable en la demanda de los dis-
tintos productos primarios que Latinoamérica exporta, I ,1 apagar 1as,
1 "
rusta acion u,
rbana: en proporcion vana e, segun situa-
de Jas v- d d
"

Pero la tendencia general, que los primeros años de '


«rones lIs
oca e , aparecen en torno e'h as cm a es id que
postguerra acentúan, es al aumento de demanda externa «recen barrios llamados de emergencia, qus an veni o,
y precios, Sin duda esos aumentos no significan acrecen- ",111 ern b a rgo , para quedarse: desde A' Méxio, S' hasta Cara- d
tamiento inmediato de la capacidad de importar: de las , ;IS, L'lma, R'10 de Janeiro " Buenos ires y, annago e
naciones en guerra las del Eje quedan inmediatamente ( :hile los barrios de barracas sm agua, corrIente, a veces
aisladas del comercio mundial, y las Naciones Unidas ,
';111e 1ec tri c,idad se hacen cada 1 vezblacímas, frecuentes,
1 y en'
disminuyen drásticamente la exportación de productos o'
11 os VIven
' proporciones de a po 1acion tata que d 1 osci-
industriales; en cambio, las naciones latinoamericanas l: ,/ mediados del siglo entre e 5 por 100 e gran
,11,111 a O d R' d J ' E
acumulan reservas monetarias, a veces importantes, en 1, 'llenos A'!te,.s y el 50 por 10 e 10 e " aneiro. n
los países metropolitanos, "
. «ctores SOCI iales más altos , las, , consecuenCIas negativas 1
Esto significa que los sectores primarios producen con , I" un proces O de Concentra Clan urbana, ir d parad el cua
ritmo acelerado; la guerra corrige aquí los efectos ne- 1 h preparado se hacen sentir e mo o menos
u.u a se a ' d dable' " carestía dee alo a qui'1eres v vrvren
iviend a,
gativos de la crisis, Significa también que el sector in- 1
, lile, pero 10 u ' ivel juzsad " 1 (
dustrial goza, todavía más que en la etapa anterior, de ""(":Isez de servicios a ese nivel Juzga, os e~encla es en
las ventajas de la desaparición de la competencia me- l'.ucnos A'tres , sera' preciso esperar
, 1 vanos
d d anos para ob-
tropolitana: la guerra, todavía más que la crisis, estimu- 1,'11('1: t e1e'f ono a domicilio), dificu ta es e transporte ur-
la entonces la industrialización, Pero a la vez acentúa 1';1110,.. li "1 '1
sus rasgos negativos: a las insuficiencias de una infra- No es so'10 la industria izacion a qUe rmpu sa esa
, , h id
estructura cada vez menos adecuada a medida que avan- '''l1centraclOn ' , u'rbana: los sectores 1pnmarloS 1 ' an SI o
za el proceso de industrialización se suman las fallas r.uurnen I " af ectados a su modo por , as a ternativas bque '
técnicas de las industrias mismas, armadas con medios I ,," h abierto Esta comenzo por proVocar una aja
,1 ,1 isis a , 'fi f ibl
de fortuna cuando es imposible importar maquinarias y l' " demasiado catastro ca para qUe uese posi e
" ¡neCIOS " , ionali
herramientas de los países metropolitanos, cuando el mo- I '1 mediante cualquier
'''111 -atir a 1 1"expansion" d'o raciona iza- ,
nopolio de hecho creado por la falta de concurrencia ,Inll "{ e e 1a producción: en a irnitacron e esta, , parecra1
metropolitana hace descuidar la incidencia de ese pri- ,"II("On t rarse el único paliativo;imnosibl
en estas condiciones
L 1 h
a
mitívismo de la producción sobre los costos, IIloc!ernización agraria era imposr e, a guerra a ace
Así, Latinoamérica llega a 1945 con una estructura I imposible por otras razones -las mismas que
, " lluevo industri 1
productiva que en los países más poblados se ha trans- 11111\1(. \en ava nces te'cnicos en la 10 ustna_; d e sector
formado profundamente, pero está también profunda- .,' permanece entonces muy poco toca o en sus
l'IIII1.1tIO 1 itad bi
mente desequilibrada: las insuficiencias del sistema de 1 . .
',I~,('S econom
' l'CO
-sociales por os agrta h Osid camb lOSbi co-
transportes tienden a acentuar aún más brutalmente la vuní nra 1es, Ahora bi en '" este sector a1vern o ah sor len-
separación entre áreas industrializadas (que son a la vez 1..\
, '1 I.K a vez
peor una población
" rura 1 en muc os casos '
consumidoras de los productos industriales) y áreas no ',11 I «xupa da:
a, e n las zonas mas arcaicas a entera economía
366
Capítulo 6 I .risis del orden neocolonial 367

agraria sigue mal incorporada al mercado nacional. En .lurará lo suficiente como para asegurar una larga bonan-
uno y otro caso el sector primario ofrece un sobrante /:1 para las exportaciones primarias. La postguerra ~aun
de humanidad que se volcará en las ciudades a menudo prolongada por el boom de la crisis coreana- sera, en
en número mayor de lo que la nueva estructura indus- «.unbio, más corta de lo esperado, y en. ella no se. re-
trial puede absorber. Así, en el Perú se rompe cada .uclven -salvo excepciones que siguen SIendo margI;la-
vez más la incomunicación humana entre sierra y costa !,'s- las fallas estructurales acumuladas en la etapa abier-
(que en rigor ha comenzado a ceder en la década de 1;1 por la crisis: desde ~ed~ados d,e la década del 5~ se
1920), y Lima se hace una ciudad india v mestiza- en , ornienza a tomar conciencia de estas, porque gravlt~n
México crecen no sólo los centros de la nueva indu~tria ':Ida vez más decisivamente en la marcha ~e la econo~Ia
sin~ también ciudades de provincia en las que existen " provocan tensiones crecientes en las s?c~e.dades latino-
posibilidades ocupacionales muy limitadas; en el Brasil, .uncricanas: el agotamiento de las posibilidades de la
al lado de la metrópoli industrial de Sao Paulo crece 1\ periencia comenzada hacia 1930 se hace entonces en
t~mbién la burocrática Río de ]aneiro, y en el no;te Re-
':I:;i todas partes inocultable.
cife, la capital económica del estancado y sobrepoblado
nordeste; en la Argentina, donde la estructura agraria
pamp,eana , -:n~smoderna- ofrece un sobrante ci.~po- La experiencia, que por entonce.s se agota, no sólo l~a
blacíón mas hmItado, son las provincias marginales -del "::I:lelo marcada por una muy cambiante coyuntura econo-
noroeste, de la Mesopotamia- las que comienzan por micn; la relación entre Latinoamérica J el resto. del mun-
r
orrecer .
emIgra?t,es a 1os centros ur banos en expansión, ,1, I ha sido afectada de modo aún mas complejo por las
y ? ellas seguirán el Paraguay (que llegará a tener un , ousecuencias político-sociales de la crisis .q~e desembo-
qUl~1t? ele sus nacIOnales más allá de sus fronteras) y :i11 en la segunda guerra mundial. La. cnsIs, ~fecta, en
BolIvIa ... I

primer término, la. relación entre Latinoamérica y sus


En medio de los cambios el futuro comienza entonces uxtrópolis; siznifica ante todo un nuevo paso en la de-
a ofrecer perspectivas apocalípticas; dominándolo todo .ulcncia de! lazo europeo. Sin duda en este .aspecto
l

aparece ahora la explosión demográfica; como en otras ';(1:; innovaciones tienen a primera vista un sentido am-
~íre~s marginales, tam~ié~ e~ Latinoamérica el progreso l,i".lIo: son las economías metropolitanas las9ue se clau-
sarutano (~ese a sus Íirnitaciones ) ha roto un equilibrio '.1 :1':111 a los vínculos mercantiles con las marginales, .estas
secular; rmcntras la natalidad se mantiene a menudo uh imas buscan, por e! contrario, manten~r, en medio de
a niveles fisiológicos, la mortalidad disminuye rápida- 11 ruina e! caudal más considerable posible de exporta-
mente.
,'i'l1les; para lograrlo ofrecen concesi~nes a menudo muy
La gravedad de esos problemas -y sobre todo su 111\ portantes a los intereses metropolitanos. .
ca~ácter permanente- serán, sin embargo, un descubrí- 1':1 caso más significativo es acaso el de la Argentina,
rniento tardío; en los años de la crisis en los de la 'lile -afectada por la transformación de! imperio britá:
pros~eridad de guerra, se cree aún qu'e será posible lIien en un área económica que tiende a cerrarse sobre SI
solucionarlos en el marco de la reconstrucción económica IIlisllla- busca incorporarse económicamente a ésta, para
de postguerra, a la que Latinoamérica se aproxima con :.:dvar lo salvable de su economía exportadora. S~ trata,
reservas de oro y divisas en más de un caso mucho más ·.¡II embargo, de un ejemplo extremo, y aun est~ no
vastas de las que poseyó en cualquier momento del pa- IlIlede considerarse exitoso: yor una p,arte, e~a, ~lllfica-
sado, y en la que, según espera, la penuria metropolitana .it'lll bajo e! signo de la cnSIS, que e! area británica en-
.368
Capítulo 6
I .risis del orden neocolonial .369
saya a partir de 1932, sólo se realizará muy limitadamen-
te; por otra, la política de aproximación orientada desde les: la consolidación política bajo signo autoritario que
:;L: da en Centro américa continental y en Santo Domingo
Buenos Aires sólo en parte logra contrarrestar las ten-
dencias que la crisis fortifica: también para la Argentina t.icilita, por añadidura, ese cambio de rumbo, est~ble-
la victoria de la ruta sobre el riel, la modernización de viendo regímenes a la vez estables y devotos a los inte-
los consumos de utilaje doméstico siguen favoreciendo reses metropolitanos. Esto no significa, por cierto, que
el avance económico de Estados Unidos. h presión política directa desaparezca: se ejerce, por el
De este modo, a pesar de la crisis que interrumpe «mtrario, muy abiertamente en Cuba, y a partir de 1941
bruscamente las inversiones de la década anterior, el "11un número creciente de países; junto con esa presión
avance -relativo- de la hegemonía económica estado- .ihicrta se atribuyen a Estados Unidos acciones más dis-
unidense prosigue ahora. Sin duda -salvo excepciones «retas, pero no siempre de resultados insigni~c~ntes. En
locales-e>, Estados Unidos no podría asumir el papel que IlIdo caso, la intervención armada parece eliminada del
tuvo hacia mediados del siglo XIX Gran Bretaña: su ten- uscnal político del país hegemónico, que aun en el duro
dencia a limitar las importaciones, que viene de lejos . «inflicto con México, a propósito de la nacional~zación
que la crisis acentúa, hace que para rubros muy impor- ,1,,1petróleo, muestra en este aspecto una prudencia des-
'"llocida en el pasado.
tantes de las economías exportadoras latinoamericanas el
mercado norteamericano siga entrecerrado o totalmente ( ;racias a esa prudencia, Estados Unidos puede apo-
v.rr con una autoridad mayor la consolidación del sistema
clausurado. De modo que, aparte las zonas en que Es-
tados Unidos domina desde antes de la crisis sobre ex- 1',III;llllericano, por la que muestra interés creciente. Este
portaciones e importaciones (son sobre todo las mineras, 111il'r~s es compartido, de modo cada vez más amplio,
pero también algunas de agricultura tropical, como el ,1"1111'0de Latinoamérica; gracias a ello los sacrificios
'pi" fa política del buen vecino implica (y que como se
Caribe hispánico y Centroamérica), algunas de las más
importantes se ven impulsadas hacia un comercio trian- lid visto son limitados) encuentran amplia y rápida re-
gular, aunque la inconvertibilidad monetaria que avanza , "lIlpensa. Pero si el eco latinoamericano del par;ame-
sobre Europa lo hace menos fácil. 11'.mismo se acrece, ello es sobre todo consecuencia de
L. , risis europea. La década del 30 está marcada, en efec-
Los avances de la hegemonía económica norteamerica-
na, aunque importantes, son ahora menos rápidos que 111,por los signos crecientes del fut~ro con~icto b~lico;
,1,..,.1,' sus comienzos, la ruina del SIstema internacional
los del influjo político de la potencia norteña: ésta revisa
su política latinoamericana; el republicano Hoover da "111rada en la Liga de las Naciones (en el que muchos
aquí los primeros pasos, y es seguido por su sucesor, el 1""lloamericanos habían visto una alternativa válida para
demócrata Roosevelt, cuya good neighbor policy, en el 1111panamericanismo condenado a reflejar la hegemonía
,;I;t.lounidense) se hace evidente; el avance japonés so-
clima de renovación política general aportado por el New
Deal, parece más nueva de 10 que en efecto es. 1.1" China, la conquista italiana de Etiopía y sobre todo
L, ,I.-strucción del orden centro europeo por una Alema-
La política de buena vecindad implica la renuncia a la
intervención armada directa y el apoyo creciente a las IlId que desde 1933, se ha hecho fascista, son todos
organizaciones panamericanas. En su primer aspecto esta 1", 1"lS que confieren un nuevo valor a la posibilidad
política surge cuando los Estados Unidos han logrado ," "t¡',:lllizar un orden panamericano, abrigado contra la
1IIIII1l'IIta mundial por el prestigio y la fuerza de los
organizar, en las zonas por ellos antes ocupadas militar-
1,·;1 JI.los Unidos.
mente, fuerzas armadas locales que les permanecen fíe-
1\ ('se atractivo son sensibles aún algunos de entre
'1.11111'1 iu. 24
370 Capítulo 6 Crisis del orden ncocolonial 371
quienes simpatizan con los supuestos políticos del pro- Iruido a España, habrían coincidido, sin duda, muchos
ceso contra cuyas consecuencias el panamericanismo ofre- latinoamericanos de muy variados signos políticos.
ce protección. En efecto, sea o no a partir de un equí- Las dificultades para la consolidación del panarnerica-
voco, el fascismo -bajo su forma italiana primero, luego nismo no vinieron entonces del eco de las nuevas ex-
a través del modelo alemán- encontró simpatías muy periencias políticas en curso en el viejo mundo (sólo
vastas en sectores gobernantes hispanoamericanos, tanto luego de desencadenada la segunda guerra éste se haría
entre dictadores militares que veían en él una reivindi- sentir, pero de modo escasamente efectivo). Tampoco
cación inesperada de su propio autoritarismo, cuanto provinieron de que, aun corregidas las intervenciones
en algunos grupos de oligarquía tradicional que comen- II1,ís escandalosas, la acción estadounidense seguía sien-
zaban a temer por las consecuencias de la democratiza- .Io la de una potencia hegemónica de mano nada blanda,
ción política; llegó a encontrarlas en algunos casos aun v de que su política económica se desentendía de la bús-
en grupos renovadores, que buscaban crear constelacio- queda de cualquier reciprocidad de ventajas con los países
nes políticas nuevas en las que el ejército intentaba ha- mil los que establecía contacto: todo esto contaba menos
cerse expresión, contra las oligarquías dueñas de los me- ,bde que la consolidación del panamericanismo parecía
canismos constitucionales, de enteros pueblos aún inca- «írccer ventajas directas a los países latinoamericanos.
paces de hacerse oír por sí mismos. Pero aun aquellos 1'01' el contrario, los obstáculos al panamericanismo si-
gobernantes que buscaban cada vez más abiertamente 1',llieron proviniendo sobre todo de los países más liga-
inspiración en el fascismo, nada deseaban menos que '¡liS a metrópolis europeas; en este aspecto la Argentina
incorporar a sus países a la danza de la muerte que el m.uituvo el papel que se había asignado desde 1889;
fascismo se preparaba a desencadenar nuevamente sobre 1\('1'0 la debilidad creciente de su resistencia reflejaba de-
el planeta; con un eclecticismo político que, por otra m.rsiado bien la decadencia inexorable del influjo britá-
parte, no era nuevo en Latinoamérica, se harían a me- uico , incapaz ya de rivalizar abiertamente con el estado-
nudo voceros fervorosos, en las conferencias panameri- uuiclense.
canas, del credo de paz internacional basado en el res- l.a conferencia panamericana de Montevideo -1933-
peto mutuo que Roosevelt contraponía al espíritu agre- .1" j,í como fruto un tratado de no agresión y concilia-
sivo de las potencias fascistas. La guerra de España, que '1"'11, de iniciativa argentina, que recibió el apoyo ines-
presentó el dilema de modo más inmediato para la con- I",rado de los Estados Unidos; a cambio de él, el secreta-
ciencia latinoamericana, al ofrecer de las alternativas de 1 ", de Estado norteamericano, Cordell Hull, logró evitar
derecha e izquierda versiones que ésta podía hallar casi un.t condena masiva del proteccionismo aduanero de su
domésticas, si contribuyó a arraigar aún más la tensión 1',lí:;; la conferencia se pronunció, en cambio, en favor
ideológico-política, enseñó también las consecuencias que ,1,- acuerdos bilaterales de liberalización aduanera recí-
podía tener el entregarse demasiado libremente a ella y 1'1' lel.
ofrecer el propio territorio para el Armageddon; en 1939, 1':11 1936 se reunía en Buenos Aires una conferencia
luego de la victoria de Franco, un oficial del ejército 1',III;uuericana por el mantenimiento de la paz, que re-
argentino, que era entonces ferviente admirador del fas- IlrllllÍ el principio de no intervención recogido en el
cismo, el mayor Perón, visitaba un Madrid devastado; 1';ll'lo de Montevideo de 1933; el propósito que había
con su opinión de que, por necesarios que fueran los ll-v.ulo a Estados Unidos a propiciar la conferencia, y
cambios en su país, era aún más necesario evitar que Id presidente Roosevelt a visitar la capital argentina (que
se dieran a través de una lucha como la que había des- ,'1;1 ya el de transformar la organización panamericana
Crisis del orden neocolonial 373
372 Capítulo 6
parte de los países latinoamericanos creían necesario
en un organismo capaz de hacer sentir su gravitación mantener una extrema prudencia; la conferencia se limi-
en la arena política internacional) no pudo alcanzarse tó a proclamar la decisión de intervenir conjuntamente
entonces; sólo a medias iba a ser logrado en la confe- para evitar transferencias de territorios coloniales encla-
rencia panamericana de Lima, de 1938; allí la Argentina vados en América a otras potencias europeas; por 10 de-
se opuso tenazmente, y finalmente con éxito, a la crea- más, autorizaba a los estados miembros a actuar en ca-
ción de un Comité consultivo interamericano, de carác- sos de urgencia sin someterse al lento proceso de con-
ter permanente, propuesta por Estados Unidos; la solu- sulta previsto; naturalmente, esta autorización era una
ción transaccional finalmente recogida en la Declaración concesión a los Estados Unidos, otorgada tanto más fá-
de Lima incluyó una recomendación que si propiciaba cilmente por cuanto los países latinoamericanos no de-
las consultas entre los estados americanos, de ningún seaban por el momento tomar posición frente a la polí-
modo las hacía obligatorias. tica de cada vez más abierta intervención en el conflicto
Se llegaba así a la segunda guerra mundial; desen- adoptada por la administración Roosevelt.
cadenada ésta, la conferencia panamericana de Panamá En efecto, los Estados Unidos manejaron su política
creaba una vasta zona oceánica en torno a Estados Uni- internacional sin recurrir nuevamente al mecanismo pan-
dos y Latinoamérica, dentro de la cual reclamaba que americano: arrendaron así unilateralmente bases navales
los países beligerantes se abstuvieran de actos de guerra. en posesiones británicas, ocuparon juntamente con Brasil
Aunque el valor jurídico de esta declaración era más la Guayana holandesa ... Sólo después de producido el
que dudoso, y la voluntad de imponerla por la fuerza ingreso de los Estados Unidos en la guerra, el meca-
a los países en guerra faltaba por completo (tres meses nismo panamericano volvería a ser puesto en movimien-
después de la declaración la batalla naval angloalemana to: en enero de 1942 se reunía en Río de Janeiro una
de Punta del Este iba a desarrollarse a la vista de las nueva conferencia panamericana, que (por la resistencia
costas del Uruguay), la conferencia de Panamá no dejó (le Argentina y Chile a resoluciones más estrictas) se
I
de tener consecuencias significativas; el movimiento pan- limitó a recomendar la ruptura de relaciones con las po-
americano tomaba por primera vez posición política uná- I
rcncias del Eje; Chile iba a tardar un año, y Argentina
nime frente a una emergencia internacional, y parecía !
¡ dos, antes de recoger esa recomendación.
esbozar su transformación en una liga de neutrales, como En cambio, la nueva política norteamericana encon-
las que Europa había conocido en el pasado. I raba apoyos entusiastas en otros países latinoamerica-
Pero esa transformación estaba destinada a no madu- IIOS; si las declaraciones de guerra de los países centro-
rar; la neutralidad no era la política definitiva de los
Estados Unidos frente al conflicto mundial. Sus dirigen-
I
I
americanos y del Caribe -producidas en noviembre de
1941- no tenían nada de inesperado, las de México
tes enfrentaban ahora un problema más complicado: im- I (mayo de 1942) y sobre todo Brasil (agosto de ese año)
pulsar al movimiento panamericano al mismo avance gra- ;¡
eran más significativas. México aprovechaba la coyuntu-
dual hacia la intervención que efectuaría un país en 1940 i
ra guerrera para retornar sin humillantes retractaciones
y 1941. La conferencia de La Habana, reunida a fines a una política amistosa con su poderoso vecino; Brasil
de 1940, estaba dominada por las consecuencias de los la utilizaba para acrecer su importancia militar y política
triunfos alemanes en Europa; ante la posibilidad de una ('11 Latinoamérica; su presidente Vargas, que -adivi-
victoria del Eje en el conflicto, ante la resistencia vigo- nando por un instante en la conquista de Francia por
rosa de Gran Bretaña y los signos crecientes de apoyo /\ lcmania el fin de la democracia liberal- se apresuró
que ésta encontraba en los Estados Unidos, la mayor
374 375
Capítulo 6 1:, isis del orden neocolonial

a pronunciar so~re ,su ,supu;sta tumba un responso algo .uccanismos destinados a realizar las previsiones del pac-
prematuro, se almeo solo días después en la cruzada de- 11) de Chapultepec. Ya entonces el fortificado sistema
mocrática que Esta~os Unidos encabezaba, y en la que I,:mamericano tenía, a los ojos de la potencia hegemó-
no era el recluta mas desconcertante, acompañado como nica, una función precisa: hacer sentir su peso en la
e?taba de un nutrido pelotón de dictadores centroame- !',llcrra fría. Con vistas a ella Estados Unidos reexamina-
ncanos. 1 J:¡ su política latinoamericana. El fin de la guerra había
Pr~nte al entusiasmo brasileño, la reticencia argentina .i.lo acompañado de caídas de regímenes dictatoriales,
no solo se apoyaba -como querían los adversarios de 'JlIC no habían sido vistas sin simpatía desde Washing-
su política~ en el prestigio alcanzado por el Eje entre Ion; la caída de los efímeros regímenes constitucionales
muc?os de sus políticos conservadores y jefes militares' 'l"C bien pronto siguió no iba tampoco a ser llorada
se vmculaba también con la perduración del ascendiente di í; los Estados Unidos, que habían debido a la vez
británico, opuesto entonces como antes a la inclusión total .rl .sorber un revés político muy grave al tratar infructuo-
de la Argentina en el área de predominio norteameri- .unente de impedir que el coronel Perón, heredero p~-
cano. La guerra iba a devolver a los Estados Unidos I,1 ico del gobierno militar argentino, fuese electo presi-
a una política de más abierta intervención en Latinoamé- .l.nte en las elecciones de 1946, se disponían no sólo
rica; en especial contra la Argentina, regida desde 1943 I convivir con el autoritario gobernante del sur, sino a
por un gobierno militar, iba a ejercer presiones cada -urolarlo en su nueva cruzada antibolchevique. En esto
vez más violentas; a comienzos de 1944, agregando a urvicron éxito limitado: la Argentina peronista, como
l~s pruebas de que algunos agentes consulares argen- u ues la conservadora y antes la radical y antes de nue-
tinos eran a la vez agentes secretos de Alemania ame- v, 1 la conservadora, seguía encabezando las resistencias
naza? de intervención muy precisas, pudo Estados Uni- ,d avance de un panamericanismo en el que se adivinaba
dos Imponer, finalmente, a su reluctante candidata a alía- , ,1< la vez más claramente el instrumento de la nueva po-
d~, la rupt~~a ~e relacio~es con Alemania y Japón; la reac- ¡"licia hezemónica. Pero ese instrumento -elaborado
cion del. ejercito argennno ante esa prueba de debilidad , '111 la colaboración de las naciones latinoamericanas
del presidente Ramírez provocó su derrocamiento' Es- '11:lIldo sus peligros no se columbraban del todo- pa-
tados Unidos organizó una cuarentena diplomática' con- l.', 'ía ser de una eficacia incontrastable, sobre todo cuan-
tra el gobierno de su sucesor, el general Parrell· la .1,. quienes se oponían a sus avances deseaban evitar
conferencia panamericana de México (febrero de 1945) .Iioques frontales. Argentina aceptó así la creación de
abría, sin embargo, la puerta para el retorno de la Ar- 1111:1 muy vasta «región americana» que incluía territo-
gentina a la comunidad americana, facilitado cuando los 1 1< 1;; de Estados que no eran miembros de la organización
mismos jefes militares que habían expulsado a Ramírez i',lllamericana, y un ataque a la cual constituiría agresión
declaraban la guerra a Alemania (marzo de 1945). 1 lodos los estados americanos, aceptó que la definición
La conf.erenc.ia de México no sólo resolvía el proble- ,Ir- agresión, extremadamente vaga, incluyese hechos no
ma argentino; 1l1troducía una transformación de todo el ,.J,.l1tHicables como ataques militares, aceptó que el me-
sistema panamericano, creando un organismo regional ',lllismo de defensa se pusiese en movimiento frente a
qu~ entr.e otras funci?~es. asumía ahora la de dirigir la . u.ilqnier hecho o situación que amenazase la paz ame-
resrstencia a la agresión 1l1ternacional en el área ame- r r.nua aunque no constituyese agresión. Prefirió dar su
ricana. 1';11 .illn en el terreno del procedimiento, proponiendo
En 1947 la conferencia de Río de J aneiro creaba los .JI1<' las medidas colectivas se adoptasen sólo por unani-
376 rr isis del orden neocolonial 377
Capítulo (,

midad. Rechazado este criterio, se exigió la mayoría de ,l' le eventualmente podía prestar utilid~des más inme-
dos tercios, y sólo se declaró obligatorias a aquéllas de- .li.rras que las de una barrera a1?'ticomu,n~sta.
cisiones que no imponían la utilización de fuerza mi- Por el contrario, la alternativa política fundamental
litar. p.irccia entonces seguir dándose entre l~ democracl~ Pci- , ,

I
111 ica y la dictadura; los avances de esta ~ partlr,. e
En 1948 la conferencia de Bogotá creaba la Organi-
zación de Estados Americanos, organismo regional de 1')48 eran para muchos la clave de la efectiva política
compleja estructura; maduraba así la transformación de 1:11 inoamericana de los Estados Unidos (a~entuada desde

la organización panamericana en un pacto regional diri- ,1 retorno del partido republicano al gobierno en 1952)
gido por organismos permanentes y comprometido hon- 'I"e la cruzada anticomunista ocultaba cada vez peor.
damente en los conflictos internacionales. Institucional.
mente, Estados Unidos había logrado preparar una or-
ganización lista para enfrentar las consecuencias de la Y, sin duda, la existencia de esta alternativa, no po-
,llÍa ser negada; tampoco podría serlo la de palses q~e
entrada del área americana dentro de la guerra fría; en
';,' mantenían, luego de 1930, de. ~940, de 1945, e ,.
la década del 50 la Organización de Estados America-
,('rrados en los términos muy tradicionales de una polí-
nos iba a estar cada vez más absorbida por ésta: ya en
I í,a definida ya en etapas anteriores; en algunos. ~e los
1954 -acaso un tanto prematuramente- los Estados uu-nores, que, por otra parte, conse.rvaban t;amblen os
Unidos utilizaban la conferencia de Caracas para denun- I :lsgos económicos de la etapa anterior, la dictadura se-
ciar que la evolución política de Guatemala amenazaba
1'!lía sobre las líneas del pasado (es el caso de Guatem,a-
la unanimidad del apoyo americano al mundo libre; la I.tl o se afirmaba con modalidades nuevas y rasg?s aun
declaración de Caracas proclamaba que la actividad co- II1:ís nítidos que en cualquier pasad~: de es?s regirnenes
munista en América era una intervención en los asuntos :';l11tO Domingo y Nicaragua ofrecieron, sm duda, l<t
internos americanos y afirmaba que la instalación de un "j,'mplos más acabados, que remplazaron a Venezue a
régimen comunista en cualquier estado americano im- (lanzada luego de la muerte de Gómez, en. 1935, a una
plicaba una amenaza al sistema, que requería una reunión «volución más compleja) como modelo~ ideales de la
consultiva para adoptar medidas. De este modo, con la .lictadura latinoamericana. En estos pals~~ tocados en
lentitud inexorable que caracterizó todos los progresos r ':I'0ca relativamente tardía por la expa~slOn de l.as ex-
del movimiento panamericano, el principio de no in-l.',: 1 .rtaciones
J( la dictadura se transformo en :un instru-
tervención tendía a transformarse en el principio de « uu.nto de ~onquista del predominio económico p~r el
intervención; a la transformación así insinuada sólo se Tetor gobernante: la familia TrujilIo en Santo Domingo,
opuso el voto de Guatemala y la abstención de México 1:1 de Somoza en Nicaragua, llegaron. a ap?derarse de
y la Argentina. 1':lItes muy importantes del pat~in:om.~ nacional. rstos
En este momento la posibilidad de experiencias so- .ivances, que llevaron a la medlat~aclOn de las o igar-
cialistas en suelo americano parecía aún remota; la or- '1" ías tradicionales, fueron acou:panados de los n? de-
ganización de un aparato anticomunista era generalmen- IIIlS significativos de los emisarios .de la eC~n?mla 0-
te juzgada fruto de la manía persecutoria que entonces minante: conquista de parte de .la tierra doml~lcana yor
aquejaba a la potencia hegemónica o -según observa- '"lllpañías azucareras norteamencanas; de la mcaraguen-
dores más maliciosos- deliberada utilización de esa ::<' por las empresas fruter~s... »Ó»

manía para erigir un instrumento de hegemonía política I~n uno y otro caso la implantación de los regímenes
378 Capítulo 6 379
, r r.:í s elel orden neocolonial
dictatoriales es, por añadidura, herencia de la ocupación I""l1cfactor. Tampoco el asesinato de Trujillo terminó
I~tlltar estadoumdense; son los jefes de las guardias na- , '111el régimen por él organizado; sus matado~es, que
clO.nales, que de~en su situación al favor del ocupante, Il.\hían sido antes sus colaboradores y se consideraban
quienes -orgamzando tropas excepcionalmente bien ar- I-rcderos naturales de su poder. han buscado conser-
madas y mantenidas, que les son personalmente leales- v.ulo abriendo una crisis que vino a desembocar en la
logran contar con un aparato militar independiente de IIJ:IS general de los años sesenta ...
las bases más tradicionales del poder local, que se mues-
tra, por lo tanto, menos permeable al influjo de éstas
que al ejército al que remplazan. La dictadura puede ;\1 lado de estas dictaduras de nuevo tipo, otras más
así alcanzar extremos algo delirantes' su dominio sobre u.ulicionales sobreviven -se ha dicho ya- a todos 20s
el país es total, porque su fuerza ~s en buena parte ',i1l1bios: es el caso de Guatemala; el de otro~ pequenos
externa al país mismo. La solidez de estos regímenes 1';líses exportadores, d~nde la dictad~r~ ~IlItar, a:rn
explica que para terminar con ellos se haya recurrido , «nscrvando en lo esencial sus rasgos origmanos, adquie-
al único camino que quedaba abierto: el atentado per- l.' una solidez que no ha tenido en el pasado: asr ocurre
sonal, que al eliminar al dictador pone en crisis la dic- ,11 El Salvador y Honduras. En unos y otros casos la
tadura. Así, Anastasio Somoza es asesinado en 1957' ,¡IIladura sirve sobre todo para la defensa, contra ten-
sus hijos logran, sin embargo, salvar el poder efectivo 1,11 ivas rivales de implantar regímenes analogos, y es
y utilizan la oportunidad para dirigir una democratiza- l. l.'más el instrumento político más adecuado para la
ción necesariamente superficial, destinada sobre todo a 111 i Iización del poder en la conquista de la riqu~z? Fren-
eliminar los aspectos más escandalosos del rézirnen cuya
dirección heredan. b
1,' :1 ella la oposición no falta: es la de Jos VIeJOSpar-
11,los -conservadores o liberales- dominados por l~s
En Santo Domingo, TrujilIo fue asesinado en 1961' ,,11)',arquías tradicionales (que, sin embargo, ofrece.n nu-
l~ iniciativa fue .debida, a un grupo de altos jefes mi~ III"ro suficiente de adherentes, y a menudo la etiqueta
litares; la demasiado VIstosa dictadura dominicana era ,1,' uno de los partidos, al dictador; así el nicaragüense
causa de excesivo escándalo. En treinta años de gobier- ': 1I1110zaes liberal, y el hondureño Carias, conservador),
no -la era de TrujilIo-, el gobernante había dado su Ill'rn también la que ocasionalmente se form~ en las cer-
nombre a la capital; el de su madre, a la sezunda ciudad , ;\11las del poder, más peligrosa que.1a antericr.. . Falta,
del país; había adoptado el apelativo benefactor y el ,'11 cambio, oposición popular organizada, ~orque la po-
más modesto de Primer Periodista; había organizado, 111 ización sólo alcanza a sectores muy limitados de po-
en 1937, la matanza de algunos miles de trabajadores l.l.ición.
estacionales haitianos; había reunido una fortuna inmen- I(ste cuadro, que ochenta años antes h.ubiese, s!do a~a-
sa y gozado de la confianza de los sucesivos gobiernos ;tl válido para zonas muy amplias, de La~moamenca, solo
norteamericanos. Acostumbrado a desembarazarse de opo- 1I1',C ahora para sus rincones mas arcaicos. En efecto,
sitores y críticos, llegó en su audacia a organizar el se- .tlJ"o ha cambiado en casi toda ella en est.e aspecto., y
cuestro en Nueva York del profesor español Jesús de 1:1:;consecuencias del cambio se hacen s~ntI~ muy vI,:a-
Galíndez, culpable de haber escrito una tesis de docto- 11H'l1teen la política. Liberalismo constitucional y dIC-
rado poco comprensiva de las excelencias del rézimen \;1<1111:3 tienen en casi todas partes un nuevo sentido, en
dominicano. Raptado y llevado a la República D;mini- I:t medida en que intentan ser respuestas a un ~r~~lema
cana, Galíndez fue finalmente asesinado por decisión del 1.uubién nuevo y cada vez más urgente: la ampliación de
380
Capítulo (,
"I:;is del orden neocoloniaJ 381
la vida, política mediante la participación de masas cada
~ez mas amplias. Fre,nte a ese problema, la tendencia .Ii.ntelas y la autenticidad electoral. Vargas intentó re-
liberal comle~1Za por Identificarse con la favorable al" r.rr.lar su cumplimiento, postergando la convocación de
apertura -SIn duda prudente- a esos nuevos secto- 1.1 prometida Asamblea Constitucional; finalmente -tras
f
re~ una apertura cuyas consecuencias sociales no se .1., tres años de dictadura- la reunió en 1933. Ya para
adivinan del todo) .. Per? a ~,edida que las experiencia" "lllonces había debido sofocar, a más de alzamientos
se acul?ul~~, esta IdentIficacIon entre liberalismo y de- IIWllores, uno muy grave de Sao Paulo, que tardó tres
moc~atI~aclOn se hace cada vez más problemática (10 que unses en ser doblegado. La constitución de 1934 intro-
no. sIgmfica que los regímenes dictatoriales tomen neceo ,1, nia un sector de representación corporativa en la cá-
saname.nte a su cargo la empresa a la que el liberalismo ur.rru de diputados y concedía el voto a las mujeres; ni
progresIvamente renuncia). ut ut ni otra innovación podían cambiar los datos esen-
La evolución latinoamericana entre 1930 y -apro~I:1 .r.rlcs de la vida política brasileña. Esta se hacía cada
~ad~~ente- 1955 se caracteriza entonces por la gra- ","1, más agitada: a fines de 1935, Vargas reprimía de
vrtacron .de . ~se pr?blem~ nuevo. Pero, necesariamente, 111. Ido sangriento un abortado alzamiento comunista, que
esa gravltac~?n var~a en Intensidad según situaciones lo-, ¡"Ilía por jefe a Luis CarIos Prestes, uno de los más
cales: también vanan las reacciones frente a ella. Será 1" Ji iulares entre los ten entes de diez años antes. Cap-
preciso entonces exami~ar los procesos en el marco na- tillado, y finalmente condenado a prisión por supuestos
cional, en el cual efectIvamente se dieron. ' .l.litos comunes, Prestes iba a permanecer en ella por
,lit 'Z años. La ola de anticomunismo y la bancarrota del
l. -¡',i men constitucional (que no despertaba la inquietud
Fue ~cas~, en Brasi~ donde las consecuencias de In ,l., Vargas, sin embargo presidente constitucional des-
nue.va situacrón se reflejaron más rápidamente en la vida ,l., 1934), dio alas a un movimiento de inspiración fas-
nacional, ~n. 1930, la n;volución liberal había puesto fin , 1,;1:1, el integralismo, que el gobierno comenzó a perse-
al pred~mInIO. de las oligarquías políticas de Sao Paulo, .-uir hacia 1937. Para responder a la amenaza fascista
y ~a~ecIa abr~r el camino a una ampliación de la base I v evitar la peligrosa lucha por la sucesión presiden-
política semejante .a la ya lograda desde quince años , 1:11), Vargas adoptó él mismo un mitigado fascismo; en
antes en la ArgentIna. Pero faltaban aquí las condicio- ,·1 ¡',oIpe de Estado de noviembre de 1937 proclamó el
nes para ella: la politización estaba limitada a las ciu- ¡:,/,rdo Novo} cuyas instituciones eran descritas en una
d~des, la yoblación rural~ abrumadoramente mayoritaria '<>Ilslitución que oportunamente sería sometida a apro-
aun, servra de ?ase a chentelas políticas muy tradicio- I'.wi,ín plebiscitaria (la oportunidad, sin embargo, esta-
n~les? el sufragIO universal (éste estaba y seguiría res- 1,.1 destinada a no llegar nunca). La nueva constitución
tnnwdo a l?s a~f,abetos) no hubiera cambiado en lo .10 .utuaba los rasgos corporativos, aumentaba el poder
esencial la srtuacrón, La crisis, por otra parte, creaba .1"1 presidente frente al Congreso y disminuía fuerte-
problemas nuevos, que tampoco en la Argentina la de- IIIt'11 te el de los estados frente al gobierno federal. De
mocracia de sufragio universal se había ~ostrado capaz 1"",/10, la dictadura de Vargas iba a funcionar durante
de resolver. ·.I.'1e años sin constitución alguna, con prohibición de
El gobierno surgido de la revolución liberal había 1':11" idos políticos, disolución de todos los cuerpos legis-
adoptado, SIn. embar?~, un programa centrado en la re- 1.11 ivos y remplazo de los gobernadores estaduales por
forma de la vida politica, mediante la eliminación de las JII'.elltes del propio Vargas, Algunos rasgos políticos no-
\'1",1. ISOSpara Latinoamérica aportaba esta dictadura en
382
Capítulo 6 , '1',1', <Id orden neocolonial 383
la medida en que completaba el aparato policial CO/l 1',111';1 del Senado se adaptada admirablemente al estilo
otro de censura y propaganda más elaborado de 10 que .I, la reconquistada democracia constitucional (en cuyo
era habitual.
11I,'IIll, por otra parte, había vivido los primeros treinta
Tras de vencer un golpe de mano integralista (que "¡III', de su carrera política). En particular, la sucesión
estuvo a l?~nto de capturar al presidente y su familia), ,1, I iutra separó a Vargas del Partido oficial; el veterano
Vargas ~eJo de encontrar resistencias abiertas, y utilizó 1",llljeo había organizado otro, el Laborista, que en ~950
s~s amplios poderes para asegurarse una libertad de ma- 1" 11,'vó a la presidencia con apoyo de los comunIst~s,
nIobra que le era por otra parte imprescindible. ,11\'11:; avances electorales, juzgados peligrosos, fueron m-
La crisis internacional había hecho ya sentir sus con. I, u umpidos en 1948 por la ley que proscribió nueva-
secuenci.a~ ,en el ~rasil; frente a ella Vargas iba a asumir ",,111,' al Partido (y que Vargas combatió con energía).
~na pOSIClOnhostil a las potencias fascistas sólo desmen- 1'11 su segunda presidencia, Vargas debió enfrentar
tida ~~ando pareció creer por un instante' en su triunfo 1111,1 oposición firmemente atrincher.ada en el ~arlaf?,ento,
definItIvo. Esta. hostilidad se debía primordialmente al '1'" j 1 11 pidió cualquier reforma, mientras la inflación se
apoyo q~e Itah~, y sobre todo Alemania, habían pres- ", ,Inaha; campañas de prensa cada vez más violentas lo
tado al 1l1tegralIsmo; se acentuó, sin embargo, desde 11,v.non , en 1954, al suicidio; dejaba un breve testamen-
que Estados Unidos se alineó contra el Eje; durante 1" 1,"lítico que -de acuerdo con las posiciones que lo
e~ta etapa de su carrera Vargas buscó, en efecto, inten- '''I,lllcrizaron en la última etapa de su carrera- señala-
siíicar el acerc.amiento a .la gran potencia del Norte, y 1,,, ('11 los enemigos nacionales y extranjeros del bien-
la guerr~ le dIO oportumdad para ello. La guerra hizo ,d " I popular y la verdadera independencia del Brasi.l, a
a la ,:ez 1l1actual al Estado Novo; adaptándose a los nue-
vos tiempos, Vargas se apresuró a anunciar el retorno al
1,,·, r..sponsables de su muerte. Ciertos sec.tores 1~1 ejer-
. "" incitaron al vicepresidente (adversario político de
constitucionalismo liberal. Con todo, sus adversarios (y
"'"¡',as) a impedir una sucesión presidencial favorable a
los. :ectores . del. ejército que apoyaban ahora la restau- l. lu.rcderos políticos del viejo caudillo, al que la muer-
1';

racion constItucIOnal) desconfiaban del veterano dirigen- 1, I"tllía devuelto su entera popularidad. Otros sectores
te, cap~z ?~ confiscar en su beneficio el proceso de de- III,III:II'CS,sin embargo, se impusieron e im?usieron.la
mocratlzaCIO? que todos juzgaban inevitable. En 1945 , 1111 I'l'.a del poder al presidente electo, juscelino ~ubIts-
un. golpe militar, que contó con el beneplácito del em- , 1,,-1,. socialdemócrata, elegido con apoyo laborista (y
bajador norteamericano, apartó a Vargas del poder y 10 • "11 el del siempre proscrito comunismo).
e?~<:mendó al presidente de la Corte Suprema, que pre- Kuliitschek orientó su acción política hacia una trans-
sldl~ el pr?ceso electoral. En él resultó victorioso el l"IIII:lción que quería radical de la estructura económica
Partido Social Demócrata, fundado por Vargas para en- .1,I 1\lasil; el símbolo de ésta debía ser el traslado de la
cuad~ar a una parte d~ sus partidarios, el general Dutra, 'lJ,il:t1 a un desierto rincón de la meseta central, anun-
candIdat? de ese partido, era elegido nuevo presidente , 1" de la unificación económica real del país y del apro-
del Brasil. ~l r~~orno al régimen constitucional (con una "" Iuuuiento pleno de sus recursos. Entre 1955 y. 19?O
~ueva constrtucíón que devolvía buena parte de sus an- ,1 presidente se proponía hacer recorrer al ~rasl1. cm-
trguos poderes a los estados) significaba, entre otras co- "I,'llla años de progreso ... Los resultados inmediatos
sas, un desquite del Brasil rural, y el partido socialdem6- I"non muy considerables (Brasil llegó a tener una tasa
crata se mostró bien pronto más dócil al influjo de éste ,1,· «rccimiento del producto bruto nacional que contaba
que a las sugerencias de su fundador, que desde una ,"lle las más altas del mundo), pero no dejaron de inci-
, II::is del orden neocolonial 385
384 Capítulo 6
',lllza formal no impide diferencias significativas en el
dir negativamente en una inflación violenta, no acompa- ',l'lItido real de esas organizaciones: por una parte, éstas
ñada de aumentos de salarios capaces de devolver poder ''') son impuestas a una masa obrera de larga experien-
adquisitivo a los sectores populares. En este clima la '1;1 sindical; ofrecen a casi toda ella la primera expe-
propaganda de un colorido político paulista, Janio Qua- r nncia que en este aspecto va a atesorar; por otra, co-
dros, encontró amplio eco y 10 llevó a la presidencia I.'¡"iran en una política de aumento real -aunque mo-
contra la poderosa máquina socialdemócrata y laborista. o Inado- del nivel de vida obrero. Este sindicalismo de
Era, como muchos juzgaban, el fin del varguismo; pero ",1 :Ido no puede entonces considerarse una imposi~ión
no el principio de una nueva fórmula política; la mezcla , l<'Ieida sobre la clase obrera; la falta de espontaneidad
de liberalismo económico, crítica a la corrupta clase po- 01' 1<' lo caracteriza, su dependencia del poder político
lítica y la no menos corrupta burocracia sindical, y anti- l' ,¡lcjan fielmente características reales de los sectores
imperialismo que Quadros ofrecía, si podía reflejar fiel- ,<I,i:lles que agrupa.
mente los humores dominantes en el electorado brasi- I,() que caracteriza entonces a la primera década var-
leño, no era una válida solución de remplazo para la
"."isla es una política que concilia intereses de, ~xporta-
que en 1960 se revelaba agotada.
,I"ll'S y del naciente sector industrial; esta p.ohuca, do-
¿Pero, precisamente, cuál era esa solución que había II,ilI:IJa por los datos de la coyuntura mundial que go-
logrado marcar durante treinta años la vida brasileña? l.i.-rnan a través del comercio la economía brasileña, se
Del relato anterior -lleno de golpes de escena y súbi- 01' «mpafia de u_na_acción del Estado que favorece :-~1Uy
tos cambios de actitud- surge quizá el superior talento I «udentemente-c- a los sectores obreros e~ la dl~t~lbu-
maniobrero de un veterano de la política oligárquica que ""'1; esta acción complementa la tutela mas tradlClO?al
advirtió a tiempo su caducidad. Pero a lo largo de un I \' no abrumadora) de los intereses de las clases medias.
cuarto de siglo, Vargas hizo algo más que luchar por '", advierte en seguida una cierta similitud entre la ex-
la supervivencia; dirigió una transformación a la vez ''''Iiencia varguista -políticamente autoritaria- y las
económica, social y política de su país, menos incohe- '1' 1<'con signo liberal y constitucional se ,d!eron .antes
rente de lo que a primera vista parece. La primera dé- ,1. 1930 en los países australes. Esta política deja de
cada varguista asiste a la dificultosa instalación de un 1.,.10 dos problemas fundamentales en la vida brasile-
régimen de economía dirigida sobre todo a través del 11,1: la existencia de un Brasil tradicional, muy poco to-
control del comercio externo; la finalidad primordial (so- , ,1< 1,) por las consecuencias de la expansión industrial
bre todo desde que, tras de vencer dificultosamente en (;,;"vo como fuente de mano de obra), y la constitución
1932 la disidencia paulistana, Vargas decide no dar ,1,' Il11aindustria predominantemente liviana, que se trans-
nuevas razones de queja a los barones del café) es -aquí ¡<l111Iaella también en importadora (de metales y com-
como en otras partes- la protección de las exportacio- I,,,:;tible) y hace renacer los problemas de desequilibr~o
nes; el resultado secundario una expansión industrial ,1" la balanza comercial, para solucionar los cuales habla
seguida con atención por el gobernante, que encuentra 'dlroido.
en los sectores obreros (engrosados por migraciones in- (:1 primer problema fue esca';lloteado más ~i:~ que
ternas que sumergen a los grupos de más antigua forma- " '::lIcIto por la experiencia varguista; la desaparición del
ción e ignoran sus organizaciones sindicales y políticas) I'nrlarnento, la de la organización federal, eliminaron
un posible apoyo; para canalizarlo crea una legislación lu uscamente del equilibrio político a ese peso inmenso
laboral y una organización sindical que recuerda a las ,1"1 Brasil tradicional; el retorno al constitucionalismo
que en Europa imponen los fascismos. Pero la seme-
I l.rlpcrin , 25
386 Capítulo 6 '1 ixis del orden neocolonial 387
y al federalismo reveló -a través de los triunfos del I H'se a sus éxitos, no logra transformar la situación en
Partido Social Demócrata- que luego de quince años .us aspectos esenciales. En 1960 el Brasil ha agotado las
esos sectores estaban dispuestos en buena parte a dar 1" isibilidades de la experiencia comenzada treinta años
su apoyo al nuevo orden (a cambio, desde luego, de que .uu cs ; comienza para él la búsqueda dolorosa de nuevas
éste respetara sus bases económicas, sociales y políticas). ',' iluciones.
Pero si así podía alcanzarse un equilibrio político nuevo,
el económico seguía profundamente distorsionado; ese
sector tradicional, que era la mayor parte del país, que Políticamente la experiencia argentina muestra muy
intervenía en la vida nacional sobre todo como una suer- I'"m de esa continuidad que en medio de sus cambios
te de foco de alta presión demográfica, fijaba un límite · l.- orientación supo conservar la brasileña. La revolución
muy preciso a las posibilidades de expansión del sector .k- 1930, tras de vacilar ante la tentación de un corpo-
más moderno. 1,11ivismo de inspiración fascista que eliminase el enfa-
El segundo problema fue encarado más sistemática-' ·l. ':;0 sufragio universal, prefirió una solución menos ra-
mente: Brasil, con Volta Redonda, inauguró, ya a co- .li.:n], pero no menos eficaz: la restauración formal del
mienzos de la década del 40, la tendencia a crear una l' '~',imen constitucional con falseamiento sistemático de
industria siderúrgica, como punto de partida para una l. 1:; resultados electorales (necesaria porque el radicalis-
industria pesada. Pero -pese a la utilización de créditos 11111, cuya jefatura tomó Alvear, reconciliado ahora con
norteamericanos- este sector (que contaba con posibili- \' ril'.0yen, recuperó bien pronto su fuerza). Gracias a
dades inmensas, dada la riqueza mineral del país) se ,',11' procedimiento, una coalición de conservadores y ra-
desarrolló más lentamente de lo esperado. Igualmente, o 11l:t1esirreductiblemente antiyrigoyenistas pudo llevar a
pese a la creación de una empresa estatal para la explo- 1.1presidencia al general Justo, que dirigió con talento
tación del petróleo, el Brasil siguió siendo deficitario en 1.1difícil restauración: bajo su égida algunos políticos
combustibles. La posguerra reveló entonces a un país ,11' pasado socialista introdujeron un dirigismo orientado
profundamente transformado, pero siempre gobernado " .iscgurar sobre todo la rehabilitación de la economía
por la suerte de sus exportaciones; el café, que seguía "1 .ropecuaria; consecuencia indirecta de ello fue, como
dominándolas, tras de gozar de una bonanza de casi diez '11 otras partes, una expansión industrial favorecida por
años, sufrió, a fines de la década de 1950, el impacto 1.1limitación de importaciones.
de la concurrencia africana, con caída vertiginosa de los I':sa política, sin duda ineludible, se acompañó de una
precios mundiales. 1'11'1 ccción celosa de los intereses del comercio exporta-
El equilibrio cuidadosamente mantenido hasta enton- ,1111Y de las clases terratenientes (sobre todo las más
ces, que había disminuido las tensiones sociales, y con vuunladas a éste) que hizo una de las diferencias entre
ello facilitado la expansión económica, contribuía ahora 1., «xperiencia argentina y la del New Deal norteameri-
a dificultar la búsqueda de una salida, que hubiera im- · ,11111, en la que a ratos sostenía inspirarse la primera.
puesto opciones político-sociales hasta entonces eludidas. ,,1 predominio político de la oligarquía conservadora
Las necesidades del Estado, cuya burocracia es parte im- 1I1.II11Cnidogracias a presiones que se acentuaron desde
portante de las clases medias, la presión de los asala- '1"1', en 1934, el radicalismo abandonó la abstención
riados, la de los exportadores -beneficiarios de las de- ,1"<'Ioral, transformaba cada vez más el régimen cons-
valuaciones- empujan a la inflación; Kubitschek intenta 1IIIII'ional en una ficción excesivamente transparente: la
utilizarla aún en una suerte de huida hacia adelante que, ,,,d''':J autoritaria (un peligro que el general Justo esgri-
388 Capítulo 6
I 11',ís del orden neocolonial 389
mía para mantener en la disciplina a los partidos opo-
sitores) seguía siendo una perspectiva cierta. "'Ia( dominante a partir de 1930; en lo internacional
Si se llegó tan tardíamente a ella fue acaso por la orientó hacia una neutralidad que, bien vista por Gran
t '

escasa resistencia que el régimen neoconservador encon- "'Idaña, iba acompañada en los sectores gobernantes de
tró: ni el radicalismo, ni los partidos de izquierda -el · .ilidas simpatías hacia las potencias del Eje.
socialista, cada vez más moderado, y el comunista, en Al demorarse la victoria de éstas y acentuarse las
extremo minoritario- que se dedicaban a colonizar el I 'Il'siones de los Estados Unidos, aun el doctor Castillo
movimiento sindical significaban una amenaza efectiva. ~ • •uncnzó a sospechar que un cambio de rumbo era ne-
~l radicalismo, políticamente opositor, se comprometió, ,,·~;ario. Con decoro que iba a faltar en el futuro, pre-
S111 embargo, a través de sus representantes minorita- lililí, antes que dirigirlo personalmente, dejarlo a cargo
rios en el Congreso, en los aspectos más turbios de la .1.-1 sucesor que él mismo se había elegido, el doctor
corrupción económica que caracterizó a los últimos años 1',11 rón Costas, un político norteño cuya candidatura de-
del gobierno Justo; las izquierdas temían provocar, con' 1",', imponer no sin esfuerzo al partido conservador, don-
cualquier exceso de combatividad, un desenlace abierta- · l., no faltaban aspirantes de mayor envergadura; era
mente autoritario del que no se prometían nada bueno ... IIlllllrio, por otra parte, que el doctor Patrón Costas,
El gobierno, por su parte, buscó ampliar sus bases uti- III.ís vinculado a Estados Unidos que a Gran Bretaña,
lizando políticamente un renacimiento católico que no d "1 a imponer una política de apoyo militante a las
e~taba exento de concomitancias clerical-fascistas, inten- rh:iones Unidas. Ya en ese momento el doctor Castillo
sificadas gracias a la guerra civil española. .:.' aba dispuesto a tratar a sus correligionarios con la
La tensión ideológica crecía entonces, para decrecer misma dureza caprichosa que al resto del país; a falta
cuando el alineamiento de Gran Bretaña contra las po- .1,· apoyos políticos, creía contar con el del ejército. Este,
tencias fascistas hizo oportuna una rectificación del rum- istemáticarnente halagado por el presidente, no era me-
bo: el candidato de la coalición gobernante para suceder IIllS cultivado por la oposición; el radicalismo había apo-
a~ general Justo, el doctor Ortiz, vencedor en 1937 gra- v.u Ío discretamente un golpe militar preparado por el
eras a una orgía de violencia electoral sin precedentes, i',"Ill~ral Justo (ahora convertido en apóstol de la derno-
se mostró cada vez más dispuesto a reincorporar a los 'I:teia) y frustrado por la muerte de éste en 1942; creyó
radicales a la vida política y llegó a devolverles el con- Illego encontrar un nuevo punto de apoyo en el mini s-
trol de la provincia de Buenos Aires (con sólo organizar Illl de guerra de Castillo; se decía, en efecto, que el
en ella elecciones honradas). 1940 parecía entonces ser :',l'llcral Ramírez estaba dispuesto a transformarse en pre-
el año del retorno a la democracia de sufragio universal .i.lcnte de la república con apoyo radical.
en la Argentina; esta reorientación de la política interna Pero el desprestigio y la impotencia de los partidos
debía ir acompañada de un repudio más abierto al avan- I'lllíticos incitaban al ejército a una gestión directa; esta
ce del fascismo en el mundo. Esta solución encontró la l. -ndencia se acentuaba por cuanto sectores predominan-
firme oposición conservadora; la enfermedad (y luego " 's del cuerpo de oficiales seguían creyendo obstinada-
la muerte) del doctor Ortiz puso en manos de su vice- mente en la victoria del Eje, y se oponían a una quiebra
presidente, el ultraconservador doctor Castillo, la direc- •k la neutralidad, ahora favorecida por todos los grupos
ción de la vida política argentina. Este anciano, que plllíticos, cada vez menos convencidos de la invencibili-
remplazaba por una firmeza algo testaruda el talento •Lid alemana. La revolución del 4 de junio de 1943, que
político que le faltaba, devolvió vigencia al estilo elec- • -n una proclama pública se declaraba restauradora de la
.l.mocracia, en otra apenas secreta se proclamaba instau-
390 Capítulo 6 ',,,;is del orden neo colonial 391

radora de un regrmen duramente autoritario, destinado , I do segundo plano buscaban poner obstáculos a un
a imponer los severos sacrificios necesarios para asegurar '" ,1iicrno que, por inspiración del coronel Perón, no sólo
la hegemonía argentina en Latinoamérica (se reflejaba 11; d) ía creado un sistema de normas laborales favorables
aquí el recelo militar ante los avances del poderío brasi- ,1 [os obreros industriales, sino también, con el estatuto
leño). La proclama secreta no era necesariamente más ve- ,1,'\ peón y las nuevas normas sobre arrendamientos (con-
raz que la pública; la revolución, dirigida nominalmente I,.,·l:ición de precios y fijación de los arrendatarios en los
por Ramírez y, de hecho, por una logia de oficiales que I,n'dios) parecía querer socavar el predominio de esas
reconocía la inspiración del coronel Perón, iba a buscar ,Li';es en la Argentina rural.
a tientas su rumbo. A fines de 1943 afirmaba sus ten- Así, las tentativas de conciliación dieron paso a un
dencias autoritario-clericales, suprimiendo el laicismo , 1"'que frontal: el coronel Perón, tras de buscar infruc-
escolar y disolviendo todos los partidos políticos. "Iusamente el apoyo de los partidos tradicionales (para
En 1944, luego de la sustitución de Ramírez (juz- 1" cua] manifestó públicamente que estaba dispuesto a
gado responsable de la ruptura con el Eje) por su vice- I'.1l1 ur con quien quisiera hacerlo), debió lanzar su can-
presidente Farrell, y en medio de la cuarentena diplomá- ,1"l.uura presidencial sin otros apoyos que los que había
tica organizada por los Estados Unidos, acompañados I,udido conseguir desde el poder. Que éstos eran im-
3 regañadientes por Gran Bretaña, esas tendencias pa- 1'''l'lal1tes se iba a revelar en octubre de 1945, cuando
recieron acentuarse. Pero a fines de ese año comenzó "' 1;1irresoluta conjura militar lo llevó de la vicepresi-
a marcarse un cambio de rumbo, inducido por el curso .l.ucia a la prisión. Una movilización popular, alentada
de la guerra: ni aun los oficiales que habían expulsado ,111duda por los adictos que conservaba en ejército y
unos meses antes a Ramírez podían seguir creyendo en I,,'¡ida, pero mucho más auténtica de lo que los opa si-
la victoria del Eje; en un país cuyas élites seguían con " "es gustaban imaginar, logró del presidente Farrell,
la mirada puesta en Europa, la liberación de París fue 1''''0 dispuesto a la resistencia, su liberación. Frente a
vista como el signo seguro del derrumbe mundial del 1"'1""11,una coalición de partidos de centro e izquierda
fascismo. 1"111 re los cuales se contaba el comunista, devuelto a la
El año 1945 fue consumido en esfuerzos de las auto- l'I',:didad por el régimen militar) debían ahora apoyarse
ridades militares por asegurar una salida constitucional- '.ul,re todo en las clases altas y medias; en las. eleccio-
liberal que les fuese grata. Pero esto era muy difícil: 11<':;de 1946 eran derrotados ajustadamente por el can-
los partidos políticos, hacía unos meses condenados .li.lato oficial, que, más modesto que sus modelos eu-
como restos de un pasado corrupto, se mostraban reti- "'IIl'OS, de los que ahora la experiencia le hacía descreer,
centes ante los halagos que les eran ahora prodigados. ,¡,·,Jaraba inaugurada una época política destinada a durar
Estaban además vigilados por sus clientelas electorales ,":;"l1la años.
de clase media, alentadas por los triunfos antifascistas I .a victoria peronista marcaba, en efecto, una época
a una movilización política que contrastaba con los pre- uu.va ; un elemento también nuevo cambiaba el equili-
vios quince años de apatía; en una unión de partidos l'l'iu político argentino: la clase obrera, a la que la indus-
democráticos, en las que el populismo radical-yrigoye- u i.ilización de guerra había acrecentado en número, a la
nista encontrase el contrapeso de otros sectores libera- ,"1<' el remplazo de la inmigración extranjera (cesada
les tradicionales, esas clases esperaban encontrar la so- '¡I::i totalmente en 1930) por la interna daba una gra-
lución que le diese finalmente el poder. Estaban, ade- l' u.uión electoral aún más rápidamente creciente. Esa
más, controlados por las clases altas, que desde un dis- ,1:,::,' obrera formaba, junto con el ejército y la Iglesia,
392 Capítulo 6 I "',is del orden neocolonial 393

l~ ~as: política del peronismo, y sin duda fue benefi- .undo ya absorbida al máximo por las migraciones in ter-
ciana Importante de la prosperidad que trajo la gue- ILlS; la sólida situación de los obreros industriales pro-
rra y que duró hasta 1949. A más de imponer la vcnia , a la vez que de la política, de la economía misma.
n~e~a políti~a social que ese apoyo obrero suponía y 1'.,1' otra parte, el peronismo contaba con mayorías elec-
exrgia (contInuada en la más paternalista organizada lel rales demasiado inseguras para poder amenazar el
con admirable eficacia por Eva Perón, que se había asig- Id('IlCstar, sea de la clase obrera, sea de las medias, en
nado el doble papel de «hada buena» de los humildes 1.1:; que logró sus avances más sustanciales luego de 1946
y de militante abanderada de los trabajadores, y ponía r lr.rsta pasar a contar con el 65 por 100 del electorado).
en el segundo una dura sinceridad que a su marido fal- 1.;1:: transformaciones más fundamentales que proclamaba
taba ,de~ todo) el peronismo innovó también en política u.xcsario introducir en la estructura económica irnpli-
economica: los mecanismos de control legados por los ,.Ihan entonces sacrificios que el gobierno no podía im-
conservadores fueron ahora utilizados para subvencionar ' 1" .ncr, mientras no se transformase en una dictadura
no al sector primario sino al industrial; el mantenimien- ,:;1 rcmadamente rígida. Esta transformación la intentó
t? ?el valor oficial del peso abarataba las importaciones, ,·1 peronismo, limitando la libertad de los opositores y
hml~adas a combustibles y materias primas industriales, 'dl',:111izando verticalmente el partido oficial, pero resul-
sa~nfic~ndo los lucros potenciales de los productores 1," la difícil consolidarla sin provocar resistencias en los
pnmanos para la exportación. Al mismo tiempo que ,,¡ ros apoyos del régimen (singularmente en el ejército,
el control de la economía por el Estado se acentua- I H'CO deseoso de comprometerse en una nueva quiebra
ba (monopolio del comercio exterior, nacionalización del .rhierta de la legalidad). Al mismo tiempo, la fórmula
Banco Central y concentración en éste de la mayor parte 'onómica peronista sólo servía para tiempos de pros-
t '

de las reservas de los privados), las nacionalizaciones Ill'ridad; a partir de 1950, el régimen debió aplicar una
(de ferrocarriles, teléfonos, gas y transporte urbano) au- IH,lítica neoconservadora, alentando mediante nuevas re-
me~taban la capacidad potencial del Estado para orientar l.uiones de precios internos la producción primaria para
posibles transformaciones económicas, pero -lo mismo l., exportación y a la vez solicitando la colaboración del
que la repatriación de la deuda externa- disminuyeron ,;¡pital extranjero para la expansión industrial y de la
gravemente las reservas de divisas acumuladas durante -xplotación de combustibles. Este cambio de rumbo, que
la guerra. La mayor parte de éstas se invirtieron sin '.l· completaba en un acercamiento creciente a los Es-
embargo, en el equipamiento de la industria livian~' la r.ulos Unidos, fue despiadadamente censurado por la opo-
creación de una industria pesada no pasó de un pro- '.ición (convertida masivamente por oportunismo polé-
yecto legado p.or el peronismo a sus enemigos y suceso- mico a un cerrado nacionalismo económico) y no tuvo,
res en el gobierno. Igualmente faltó inversión pública 1'01' otra parte, tiempo de madurar; Perón, consciente
en trans~o!t~s (ferrocarriles y caminos) y fue muy limi- .1,' que con él arriesgaba su apoyo político más sólido, lo
tada la dltlgIda a otros servicios públicos. .u.licó lentamente y con pulso vacilante. Al mismo tiem-
De estas insuficiencias no podría hacerse única res- 1'0 las tentativas de acercar al régimen sectores oposito-
ponsable a la dirección económica peronista: el peronis- I<'S (señaladamente conservadores) fracasaron, y la crea-
mo encontraba para su acción límites mucho más rí- ,i¡ln de un partido Demócrata Cristiano, no obstaculizada
gidos que, por ejemplo, el varguismo brasileño. Desde por los obispos, convenció a Perón que la Iglesia co-
1945 había en la Argentina pleno empleo; la población .ncnzaba a contemplarlo desde una perspectiva -si así
de las zonas marginales de sub empleo disimulado estaba puede decirse- póstuma. El conflicto al que se lanzó
.394 Capítulo 6 395
(lisis del orden neocolonial

contra ella sirvió para agregar a los sectores opositores lna. De nuevo aquí el punto de partida es la crisis y la
los clericales y fascistas; entonó la oposición siempre 1':lja brutal de las exportaciones: salitre (ya afectado por
presente en sectores importantes de la oficialidad y pro- L, concurrencia del fertilizante sintético) y cobre. Esa
~ocó una revolución militar que en cinco días de sep- -iiuación es enfrentada del modo habitual: cupos a l~
tl.embre de 1955 barrió con el gobierno peronista; esa t'\ portación, que culminan en acuerdos con los otros p.al-
~lctoria ~emas~ado fácil probaba que en la nueva Argen- ',t'S productores de fertilizantes; control. de los cambios
tina, nacida diez años antes, mucho de la vieja había uionetarios y las importaciones. A partl~ d~ 1934, esa
logrado sobrevivir; el peronismo, surgido de una etapa IH .litica se continuará con un fomento mas dlr~cto. de la
favorable de la coyuntura, no había logrado transformar IlIdustrialización... Ahora bien, los rubros mas llnpo~-
las estructuras económicas; si no ignoraba la existencia r.uites de la exportación chilena, vinculados con l~ ~l-
del problema, su solución no le era menos imposible Il('l'ía se hallan en cuanto a producción y comercializa-
que a los partidos dominantes en la Argentina prein- t j, ín' 'en manos predominantemente extranjeras; l?s sec-
dustrial. Del mismo modo que en el Brasil, aunque des- lul'es terratenientes nacionales no permanecen, S111em-
de 19~7 la Argentina contaba con una producción se- 1':ll'go, ajenos a los cambios en la organización econó-
cun?ana que pesaba más que la primaria en el producto IlIica. La producción agrícola-ganadera (ganado, cer~a1es,
nacional, aunque el censo de ese mismo año reveló nue- vino) encuentra su desemboque en el mercad? naclO~al
vos avances de la urbanización, toda esa estructura más ,1,.nde se ubica a precios más altos que los mternacio-
compleja seguía siendo dependiente de las exportaciones n.ilcs; está tradicionalmente defendida por ~arreras ~ro-
y, por lo tanto, de la suerte de la producción agrope- It'ccionistas que la disminución de la CapaCl?a~ de im-
cuaria controlada en lo esencial por las clases terratenien- 11ul'tar consolida; la industrialización y el c~eclmlento de-
tes; las consecuencias para la economía argentina de la IIlugráfico que se da a un ritmo casi explOSIVOle ofrecen
sequía de 1951, y luego las de la caída de precios inter- 1111 mercado a cuyo crecimiento se adapta .ma1; la conse-
nacionales de 1952-53 lo probaron acabadamente. .ucncia es un aumento constante de precios de produc-
La solución de equilibrio que quería ser en lo econó- lus primarios. Consecuencia inevitable no sólo por ra-
mico-social el peronismo, se revelaba en 1955 agotada; .ones económicas: las raíces del poder de esta clase te-
la Argentina que dejaba, si no enfrentaba los problemas I 1':1 teniente son sobre todo políticas, y son bastante fuer-
más frecuentes en Latinoamérica, los tenía acaso no me- I<'s para impedir que sus intereses sean ignorados; su
nos, graves, en la medida en que el equilibrio social pa- ,1,uninio de los sectores rurales (donde se encuentra una
recia cerrar a la vez todos los caminos para salir del n.ute muy importante del electorado chileno) pan;ce .ser
estancamiento; todas las víctimas que las soluciones al- ,.\ freno más importante a los avances de la radicaliza-
ternativas imponían (clase obrera, clases medias, secto- ,j,'m política que caracteriza a esta etapa.
res terratenientes, industriales) eran demasiado podero- En ella, en efecto, comienza a madurar una confronta-
sas para que esas soluciones pudiesen adoptarse de modo ,ilín de fuerzas más cercana a los ejemplos europeos de lo
integral. 'lile es habitual en Latinoamérica. Caído Ibáñez, la unión
,1,' los partidos constitucionales. (orientada en los he;
,itos, si no en las palabras, hacia la derecha) se rev~!o
Una experiencia políticamente muv distinta marcada ';ulución insuficiente; en junio de 1932, una revolución
si~ e~bargo, por rasgos económico-sociales pa~cialment~ militar, protagonizada por la fuerza aérea, proclamaba la
coincidentes con los brasileños y argentinos, fue la chi- re-pública socialista, destinada también a durar poco; ya
(:I'isis del orden neocolonial 397
396 Capítulo 6
El Frente Popular Ilevó a la presidencia a Pedro Agui-
en octubre, bajo la égida militar, una elección devolvía rrc Cerda, político radical que había termina~o .por
a Alessandri la presidencia; el antiguo tribuno de la i.lcntificarse apasionadamente con la alianza de las izquier-
plebe retornaba al poder con el apoyo de grupos de .las: pese a su triunfo electoral y su inesperada popu-
derecha y de centro, luego de triunfar sobre Marmaduke luridad personal, su poder estaba limitado por una opo-
Grave, el jefe de la aviación militar que había tratado «ición atrincherada en el Parlamento y apoyada dentro
de implantar el socialismo en Chile. ,Ic la coalición triunfante por la derecha radical. Sobre
En ese momento ya existía una nueva izquierda chi- lodo el terremoto de 1939 (que devastó el sur de Chile
lena, de base pequeño-burguesa y obrera; de comienzos v afectó las posibilidades de reforma de la economía) y
del siglo era el Partido Democrático, muy cercano al ,·1 pacto germano-soviético de ese mismo año, que hi~o
movimiento sindical, de la década del 20 el Partido Co- 'IIIC el Frente Popular se acercara a la guerra mundial
munista, surgido de la evolución de dirigentes obreros ,. 1I1 el ánimo profundamente dividido, afectaron la efica-
de origen predominantemente anarco-sindicalista, en la ,i:l y la solidez de esa formación, de la que no sólo sus
siguiente se hizo fuerte el Partido Socialista, vinculado .1< Iherentes habían esperado por un momento una retor-
en sus primeras etapas a los movimientos militares de niulación válida de la problemática política chilena. En
izquierda; transformado luego del fracaso de éstos en 1')41 moría Aguirre Cerda, y dejaba una sucesión muy
un partido político de vocación electoral. ,oll1prometida: inflación y escasez de productos esencia-
A 10 largo del gobierno de Alessandri la inclinación l,·;; de consumo eran el resultado de la impotencia polí-
predominantemente conservadora de éste (y la de su I ica del gobierno enfrentado con los problemas que la
partido liberal) alejó de su lado al radicalismo, que había , «yuntura guerrera ofrecía. El Frente Popular había, sin
formado tradicionalmente en las coaliciones liberales chi- «mbargo, dejado algunas hueIlas de su paso, bajo la for-
lenas; la nueva problemática política, de tono predomi- lila de avances sustanciales de la legislación laboral. No
nantemente social, originaba, a la vez que la alianza en- ILlbía logrado entrar en el campo: la sindicalización de
tre los viejos adversarios liberales y conservadores, la l. IS arrendatarios y asalariados rurales, proyectada para
reubicación del partido de burócratas, maestros y pe- '1' rcbrar la hegemonía de los terratenientes, seguía sien-
queña clase media que era el radicalismo, dispuesto aho- ,1<) ilegal gracias a la oposición no sólo de los partidos
ra a acercarse cautamente a los nuevos partidos obreros. , •mservadores, sino también de la derecha radical.
Mientras el fascismo avanzaba entre los sectores conser- Fue ésta la que heredó la sucesión abierta por la
vadores (formación del nacionalsocialismo chileno) y '1' ricbra del Frente. Su candidato, José Antonio Ríos, fue
desde 1933 la Milicia Republicana se organizaba como \l. liado por una izquierda amedrentada por la resurrec-
cuerpo voluntario para combatir el extremismo (sobre ,¡.·111 política del general Ibáñez, nuevo abanderado de
todo el de izquierda), en 1936 se constituía, en oposi- 1.1:; derechas, cuya gastada propaganda rejuvenecía con
ción al régimen de los partidos conservadores, dirigido , «nsignas autoritarias y demagógicas. Ríos, apoyado aho-
con mano dura por Alessandri, el Frente Popular, que 1;1 por los comunistas, acentuó la orientación filonorte-
en las elecciones de 1938 vencía por estrecho margen, .uucricana que desde su origen había sido la del Frente
gracias al apoyo de las zonas mineras y al voto de las I 'opular; obtuvo como consecuencia un apoyo económico
ciudades, de donde había logrado desterrar el soborno, 'IIIC le permitió proseguir el fomento de la industriali-
arma preferida de los sectores conservadores; el voto ..uión, pero no frenar una inflación alimentada conjun-
rural seguía en manos de éstos (y del sector derechista i.uncnte por las necesidades del Estado, las de su cuerpo
del radicalismo, apoyado por los terratenientes del Sur).
398 Capítulo (, , ",", del orden neocolonial 399

de funcionarios y la escasez crónica de productos esen- , m.lustria del cobre y realizando una reforma agraria
ciales, acentuada por la guerra. Muerto Ríos en 1946, "'1',11. de dar al campo la capacidad de consumo cuya
su sucesión fue conquistada por una coalición radical- ,11",( -ncia estaba asfixiando a la industria liviana, una vez
comunista, heredera del espíritu del Frente Popular, que ,d. ;11 Izados los límites del mercado urbano; habría pro-
llevó a la presidencia a Gabriel González Videla. Este , LIIII:ldo,además, el fin de la política de pequeñas transac-
logró ganar el apoyo parlamentario del Partido Liberal ""'Il'S y pequeñas y grandes corrupciones qu~ la com-
sin perder el del comunista; con ello obtuvo respaldo 1,1'1 i.lad del espectro político chileno había. Ir.?p~~sto;
legislativo, pero naturalmente se vedó toda posibilidad I"d '1:1 afirmado, además, que pondría fin a la inflación ...
de una política coherente. A González Videla se había I ksde el gobierno no hizo nada de todas esas cosas;
opuesto en nombre de la derecha Eduardo Cruz Cake , limitó penosamente a sobrevivir; la búsqueda de un
abanderado de un nuevo conservadorismo social-cristia~ ''1 '''VO externo en la Argentina peronista fracasó a causa
no, del que sectores importantes iban pronto a fusionarse ,1,-1 receloso sentimiento nacional chileno, exacerbado por
con grupos católicos más izquierdistas en lo que iba' 1" "IIi'oria del presidente argentino, que llegó a procla-
luego a ser el Partido Demócrata Cristiano; por el mo- 111.11. en su mejor estilo Luis XIV, que ya no había
mento la evolución del catolicismo político chileno no i\ llll,·s; a causa también de la oposición de los sectores
hacía sino comenzar. " ti .ucnientes, poco deseosos de enfrentar la concurren-
La del frente de izquierda seguía un ritmo más agi- "d plena de la producción argentina. La presidencia Ibá-
tado. En 1947, cuando desde Francia e Italia hasta el ,.': IIHUCÓ entonces la exacerbación de las tensiones so-
Brasp los comunistas dejaban de ser bien vistos y los ",d,'s acumuladas en un cuarto de siglo, que buscó en
partidos que habían sido sus aliados se alineaban disci- \',11111 resolver a través de una aceleración de la inflación,
plinadamente para la guerra fría, González Videla se '11\',1 incidencia provocó agitaciones crecientes. Política-
convirtió también -con su impetuosidad característica- 111,'11'" un nuevo frente de izquierda -ahora formado
a esa nueva pol~tica; sus antiguos aliados de la izquierda o"llIsivamente por los partidos obreros, comunista y
pasaron del gobierno a la ilegalidad, simbolizada ante el "", I;dista, el primero aún nominalmente en la clandesti-
mundo en la fuga del país de Pablo Neruda, gran poeta "'01.,,1- comenzaba a enfrentar a una derecha que, en
a la vez que senador comunista. 1" 111'.made Jorge Alessandri, cuya probidad y since-
Estos cambios políticos no cambiaron los datos esen- ",1.,,1 no podían discutirse, encontró un abanderado ca-
ciales de la vida chilena: los sectores terratenientes se- I"" de ganar para ella a un sector de las clases medias
guían atrincherados en sus bastiones y defendían una "" ',lIlas, tradicionalmente frentistas pero ahora fatiga-
política de altos precios y producción estancada, las cla- ,1.". (le la inflación y deseosas de probar el remedio de
ses medias y la aristocracia obrera defendían su nivel de 1., "11 odoxia económica liberal. Gracias a ello la derecha
vida y celebraban con los otros sectores armisticios cu- 1,",10 vencer al candidato frentista, el socialista Allende,
yos términos la inflación dejaba inmediatamente atrás. 1'''' m.ryorfa muy estrecha; los dos candidatos del centro,
En 1952, gracias a la fatiga que esta impasse político- , I ,1,-mocristiano Frei y el radical Bossay, quedaban muy
social había logrado producir, el general Ibáñez hizo su l' 1 I .t ~;.
reingreso triunfal en la vida chilena, sin más apoyo en 1)" este modo Chile dejaba también atrás esa solución
los grupos políticos significativos que el de algunos sec- '11 ,·1 equilibrio social que el primer frentisrno había
tores socialistas. Ibáñez había declarado la necesidad de "I"'(ido hacía más de veinte años; el equilibrio alean-
atacar las causas de la crisis nacionalizando la minería ",1" hahía llevado a un estancamiento ya en 1958 in so-
400 ¡JO)
Capítulo (, , ".J'; del orden neocolonial
portable; las soluciones alternativas, aunque encuadra. " por sectores del gobierno y de la ?posición católica.
das en el marco constitucional de un modo más firme .r..pcrada por las limitaciones a la ltbe~tad del c.u110.
de lo que es habitual en Latinoamérica implican la ad- 1,',111934 el general Cárdenas es presidente balo la
misión de la existencia de oposiciones 'económico-socia- • ".f' la de Calles; en 1935 rompe con su po~ero~o pro-
les frente a las cuales la función de la política no es ya l. , 11 Ir, apoyándose contra él a la vez en la Izq~l~rc1a y
atenuarlas sino utilizadas para las transformaciones que • 1I 1:1 derecha, y preparando discretamente un tácito ar-
Juzgaba deseables; en este nuevo diagnóstico coincidían, IIII';licio con la Iglesia. La caída de Calles, obra maestra
pese a todas sus divergencias en otros puntos, la derecha ,L virtuosismo político, transformó a Cárdenas en el
neoliberal y la izquierda obrera ...
"1' ladero dominador de la vida mexicana; bien pronto
1"l' lo advertirse que el vencedor se proponía hacer algo
, "fl su triunfo. Cárdenas dio apoyo a una nueva oleada
Agotamiento de la solución de equilibrio social en .1,· 1IrFanización sindical, destinada a remplazar la que
B~a?il, en la A;~entina, en Chile; en los tres países 1,,1 ,í:l '"desembocado en la jefatura de Morones y otros
cnSIS de las políticas basadas en esa solución. Frente a l' 1.-:: desprestigiados por la corrupción; contra ellos apo-
e~as crisis la continuidad mexicana resalta cada vez más '" :l la CTM, cuyo jefe, Vicente Lombardo Tole~ano.
VIgorosamente; México, que en la década del 30 era "" ocultaba la simpatía que en el plano inter~ac~onal
puesto como ejemplo por izquierdistas y progresistas, n rl.utaba a la Unión Soviética; sin duda el movrrmento
que en la del 40 servía a sus adversarios para mostrar "I,'t 'ro mexicano seguía siendo dependiente del poder
las consecuencias negativas de la excesiva audacia avan- 1,,,1íl ico pero a la vez representaba mejor los intereses
va progresivamente hacia la respetabilidad: W. Rostow, .1,' los' sectores a los que agrupaba. El presidente 10
que comenz? por poner a la Argentina como ejemplo de '1llt'lía así, porque necesitaba el apoyo de esos sectores
take-off lat1l10americano, resolvió luego prudentemente 1,,11:1 la política innovadora, que iba a ser la s~ya ", ,
remplazada por México, un país que ofrecía menos sor- I':sta se manifestó en los avances de la legislación l?-
presas decepcionantes a los nuevos economistas trocados 1,,,,:11, pero sobre todo en el sector rural: Cárdenas dl~]
en profetas.
1111nuevo ritmo a la división de los latifundios; multi-
La continuidad del avance mexicano no excluye los 1,11, 'tí los ejidos (propiedades comunales) y las pequ~ílas
de cambios de rumbo. El punto de partida está dado ,._p!otaciones individuales, ~fectando a cer~a de veinte
por la revolución y su inesperado rejuvenecimiento en IlIillones de hectáreas; gracias a esos cambios, la revo-
la década del 30. Al comenzar ésta, México está gober- 1,lt'i(íl1 echaba finalmente raíces en ese sector rural del
~ad~ por los generales norteños, auxiliados por jefes '1"" habían surgido sus impulsos más radicales. .
sindicales y campesinos, cuya organización política es el l .a reforma agraria afectó a las relacione? entre Méxi-
Partido Revolucionario Nacional. El orden vuelve a Mé- , " Y las potencias metropolitanas (en particular los Es-
xico, y ese orden se parece al antiguo; desde su retiro I.Hlos Unidos, con quien se daba la mayor parte del
de Cuernavaca, el general Calles mueve los hilos que 1111 «rcarnbio comercial mexicano). Más las iba ~ afectar
manejan a los sucesivos presidentes; en 1933 proclama ,1 avance de nacionalismo económico, en particular la
que el futuro de la revolución es socialista, pero eso no , ·,propiación de las compañías petroleras, decretada en
cambia, ni aun a sus ojos, el estado de las cosas. Al 1" )(). Estados Unidos no imitó a Gran Bretaña, que
lado de la ortodoxia revolucionaria -cada vez más va- t lI11pió las
t relaciones con Méxic?, pero organizó. prc-
cía- crece la simpatía por el fascismo, alimentada a la 'Hll1eS económicas, a veces excesrvamente poco discrc-
I hlpcrin. 26
402
Capítulo (, 1 11',":del orden neocolonial 403
tas, que su vecino sólo logró superar estrechando sus .1'1',lrialización, acelerada hasta alcanzar un ritmo febril
lazos comerciales con Alemania y Japón. Su victoria so- .lur.mte la presidencia de Miguel Alemán (1946-1952).
bre las pretensiones norteamericanas dio a Cárdenas un I II<':~Ose creyó necesario atender .mejor. al equ}Ii?rio
prestigio vastísirno y sirvió para ampliar las bases po- "IIIt' industria y agricultura: las rnversiones públicas
líticas de la revolución, a la vez que para utilizar la , orientaron hacia diques gigantescos y obras de re-
actitud patriótica del episcopado en la emergencia como 11,líll, que ampliaron decisivamente el á!~a cultivable.;
justificativo para nuevas atenuaciones de la política an- ,ti t.-rtninar la década del 50, la proporcron entre agn-
ticlerical.
, 11I111 ra e industria en el producto nacional era sustan-
La compañía de petróleos mexicanos -Pemex-, , r.rhncnte la misma que veinte años antes; la masa total
creada para administrar la explotación petrolera, fue el ,1, ('Sc producto se había multiplicado dos v~ces y me-
aspecto más temprano de una política de inversiones ,1,,: desde 1947 la participación de los trabajadores en
públicas en la producción destinada a continuarse con 11distribución volvía a subir, aunque muy lentamente.
matices menos polémicos en sectores industriales cada 1:,:; 1os cambios no dejaban de crear un nuevo equili-
vez más amplios. Financiera Mexicana, ente estatal, He- 1"1(' social: pese a que México seguía siendo un país
garía a realizar el 40 por 100 de las inversiones indus- 1" "lllminantemente rural, ahora el 40 por 100 de s~
triales en la etapa que se abre en la década del 40 Y a 1"" .lución era urbana. Más impresionante era el creo-
dominar, por 10 tanto, de un modo que no tiene par 11I1'illo de las clases medias, casi inexistentes en 1910,
en Latinoamérica, el sector secundario en expansión. En ti1111:1presentes no sólo en los sectores urbanos: .si~o
particular la industria pesada es debida, en buena parte, IlIltI,ién en algunas zonas rurales. Ese nuevo equilibrio
en México, a la inversión estatal. , 1,1, sin duda, bastante distinto del previsto por los
La nueva dirección dada a la economía mexicana por l' Illldas de 1910: el México socialista se aproximaba a
la reforma agraria y la industrialización inducida estuvo ,1 ,,1 país latinoamericano que mejor había sabi~o adap-
lejos de revelar de inmediato su eficacia. En efecto, el 111:" al clima del capitalismo de la segunda mitad del
país debía enfrentar muy graves dificultades heredadas: 11',1" xx.
en particular la limitada capacidad productiva de la ~;ill duda el nuevo orden mexicano no dejaba de pre-
agricultura mexicana, hecha más grave por el vertiginoso '111:11'puntos frágiles, vistos con inquietud por sus
crecrrruento de la población y todavía más por el au- 1111' '\I"S admiradores bienpensantes. El más inquietante
mento de los consumos que la política de Cárdenas ,1" .llos estaba dado por la explosión demográfica;
debía necesariamente producir (aumento del consumo ru- ',1.1, que por el momento logra ser contrarrestada en
ral, a menudo presentada como disminución de la pro- u-. efectos gracias a un desarrollo muy rápido, no pre-
ducción; aumento del consumo urbano, consecuencia de '111:1signos' de cesar, y arriesga hacerse incontrolable.
la industrialización). La guerra resolvió ese problema 1','1ll va antes de ello su incidencia se hace amenazadora
brutal pero eficazmente: creó una generalizada escasez ,,,I,n' todo en el sector rural, donde la propiedad co-
de alimentos, con zonas de penuria particularmente gra- 1I1llllitaria ha perdido favor, ya partir de la década del 40
ves; a 10 largo de los primeros siete años de la década , " li.m extendido las explotaciones individuales con in-
del 40 la participación de trabajadores urbanos y rura- '" ," I able tendencia a reconstruir explotaciones grandes
les en el producto nacional bajó constantemente, anu- " medianas, que pueden ser económicament~ más ren-
lando las modestas ganancias de la época de Cárdenas. ,I,( loras, pero que agravan las tensiones SOCIales en el
Ese descenso es el que financió la primera etapa de in-
II ',IIlIi'O. Ese peligro no era, sin duda, ignorado, y el pro-

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