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El propósito de reunir todas las cosas en Cristo.

Texto:
De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento
de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la
tierra. Efe 1:10

La voluntad divina tiene un propósito, que nace en la eternidad y que se lleva a


cabo en el tiempo histórico de los hombres.

El propósito divino tiene un tiempo para su ejecución que se define como “la
dispensación del cumplimiento de los tiempos”.

La expresión está introducida por una preposición de acusativo que determina


la condición de propósito, de algo que se lleva a cabo en un tiempo que aquí se
define como dispensación, economía, administración de algo.

Un tiempo en el que Dios actúa y se manifiesta de una determinada manera,


que no ocurrió antes. Esta determinación divina fue adoptada como todas las
demás en Cristo, y se manifestó cuando llegó el cumplimiento del tiempo que
Dios había determinado.

El propósito divino se manifiesta en la revelación apostólica como “reunir todas


las cosas en Cristo”. El verbo que utiliza Pablo expresa la idea de recapitular.
La raíz del verbo podría venir de cabeza, pero más también -y con mayor
certeza- procede de cumbre, parte más alta, e incluso suma de dinero, como se
traduce en la carta a los Hebreos, el punto principal de un discurso (He. 8:1).

El sentido de la palabra como resumen de todo, aparece también en otro escrito


del apóstol (Rm.8:9).

Debe prestársele atención al sentido etimológico de la palabra: primeramente el


prefijo, establece el sentido de dispersión, disgregación de elementos; en
segundo lugar la raíz del verbo que como se dice antes tiene relación con
cumbre, parte más alta, suma de dinero, por tanto, se trata de reunir en algo los
elementos que estaban disgregados o dispersos.

Esto nos lleva a considerar tres posibles interpretaciones del propósito divino
expresado en la palabra:
1) Restaurar todo en Cristo, apoyada especialmente en el prefijo que puede
indicar repetición, lo que supondría volver a tomar todo.
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En ese sentido Cristo restaura, retoma, repara, renueva, todas las cosas
retornándolas a su estado primitivo. Lo que concuerda plenamente con la idea
de renovación propia de la economía mesiánica.

Sin embargo, esta interpretación no agota el contenido de la obra de Cristo, que


más que una renovación, es la unión de muchos en Él.

2) Reunir, bien sea bajo un jefe o Cabeza -en el caso de Cristo todas las cosas.
Sin embargo, también debe tenerse en cuenta que la raíz etimológica
mayormente admitida para la palabra, como se dijo antes, no es la de cabeza,
sino la de resumen. Por tanto, en esta segunda interpretación, Cristo sería la
personificación de todo y todo se resumiría en Él.

3) Reunir, no tanto como representación personificada de todas las cosas en


Cristo, sino como punto de encuentro de todo siendo Cristo el centro.

En el orden soteriológico y en el orden cósmico, bien se trate de cosas


materiales o del gran tema espiritual de la salvación, Cristo es el centro, el nexo
de unión de todo el universo (Col.1:16), y el núcleo final de la salvación, que
incluye tanto la obra redentora –de la que se habló antes en la Carta (v.Ef.1:7),
como de la vinculación salvífica de todos en el Salvador (vv. 4-5).

Todo cuanto el pecado había dispersado y separado se une en Cristo, quien


atrae todo en Sí para llevarlo a Dios (1Cor.15:28), quien como Creador es
principio de vida y como Salvador principio y base de la reconciliación con Dios.
De esa manera Dios se había comprometido eternamente en Cristo y para
Cristo. Por tanto, la palabra utilizada puede considerarse tanto como vinculada
con cabeza, en cuyo sentido Jesús es suprema autoridad sobre todo en cielos y
tierra (1:22), como con reunir, en cuyo caso Jesús es quien reúne todas las
cosas para ponerlas nuevamente bajo la autoridad definitiva de Dios.

El propósito divino se ejecuta en un determinado momento: “el cumplimiento de


los tiempos”. Esta expresión indica, como también otra semejante del
“cumplimiento del tiempo” (Gl.4:4), un momento en el tiempo conforme a la
determinación divina. Cuando todas las épocas o edades que el Padre puso en
su sola potestad se cumplan (Hch.1:7). Es el momento supremo de la plenitud
de Dios, conforme se hace realidad en el tiempo histórico de los hombres y de
la creación.
Dios desde la eternidad destinó a Cristo para administrar los tiempos y las
edades y llevarlos como Señor a la plenitud de los designios de Dios. Ese
propósito consiste en la recapitulación en Cristo de todas las cosas. Ese
cumplimiento de los tiempos tendrá lugar definitivamente en los cielos nuevos y
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en la tierra nueva donde Dios será todo en todos (1Cor.15:28). Se trata de una
obra consumada que restaura todo a la suprema autoridad de Dios y concluye
la obra encomendada a Cristo. La reunión de todas las cosas en Cristo
comprende primeramente la acción judicial del Señor, que pondrá a sus
enemigos bajo sus pies, en el sentido de victoria suprema sobre ellos, que
obedece a la consumación del propósito divino (Sal.110:1).

Las cosas todas se reúnen en Cristo, porque se sujetan a Él (1Cor.15:27), y en


ese momento todo queda bajo la sujeción a Dios. Ese momento será el final de
aquellos que cuestionan la soberanía de Dios (Sal. 2:2-3). Todo el cosmos
quedará sujeto a Dios por medio de Jesucristo, viéndolo ya como el que está
coronado de gloria y de honra (He. 2:9). Él congrega a Sí mismo todo lo que
hay en el cielo, que como Señor glorioso recibe la adoración y la alabanza de
todos los redimidos y de todos los ángeles (Ap. 5:1ss).

Pero esa autoridad unificadora tiene que ver, no solo con el cielo, sino también
con la tierra para lo que ha recibido el nombre de máxima autoridad (Fil. 2:9-11).
Todo esto forma parte del misterio de Dios que es Cristo.

La recapitulación de todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de la plenitud


de los tiempos, comprende cuanto pueda haber en “las que están en los cielos,
como las que están en la tierra. Nada quedará aislado o separado de Dios;
nada estará alejado de Su control. La agrupación, reunión o recapitulación de
todo será hecho, como todo cuanto Dios hace, es decir, en Cristo. Esa verdad
es resaltada por el apóstol en otro de sus escritos, “en Él… por medio de Él y
para Él” (Col.1:16).

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