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Territorio, Estado, Política

Territorio:
En este trabajo abordamos los conceptos de territorio, estado y política, los cuales son pilares en nuestras
reflexiones sobre la Argentina.
Comenzamos reflexionando la idea de territorio por que es el que da las características concretas o
substanciales para el desarrollo de las fuerzas sociales. El territorio es el lugar en el cual las abstracciones
conceptuales se materializan y se encarnan en el juego de fuerzas más vitales y concretas, es donde se da el
desarrollo de la vida y del hombre.
El territorio tiene características inevitables, que no se pueden ignorar, para pensar las relaciones sociales,
políticas, económicas, es el escenario donde se monta el teatro de la vida real, es el influjo telúrico que
modela la voluntad de los hombres.
Por este motivo el territorio y sus distintas manifestaciones (climas, hidrografía, relieve, etc.) tienen un
dinamismo propio, una fuerza propia que deja su huella en los hombres, aunque también los hombres
dialécticamente plasman su voluntad en él. El territorio siempre impone condiciones al accionar de los
hombres y estos también tienen la potencia con su propia voluntad de modificarlo. De esta manera tierra y
hombre son una unidad que provoca distintas manifestaciones según las épocas, los contextos y el juego de
voluntad y sentido, y estas implicancias mutuas nunca quedan definidas y estancas, sino que siempre están
en un movimiento.
Así el territorio es el último nivel en el que se encuentran y se coordinan las diferentes fuerzas que
intervienen de la vida económica, política y social. Las ciencias sociales se olvidaron del territorio,
apostando a una reflexión abstracta, casi inmaterial desubstancializando la acción humana.
El territorio, entonces, aparece en las causas de los asentamientos humanos, en las condiciones estructurales
de los grupos sociales, en las economías endógenas, etc. Los pueblos van adquiriendo características
internas dependiendo de las fuerzas necesarias y suficientes de su territorio, que les da recursos para
mantenerse unidos y satisfacer sus necesidades en donde se encuentran.
El desarrollo endógeno de una sociedad se da en función de los aprovechamiento de los recursos naturales
que les brinda su territorio, de esta manera el conocimiento de este es fundamental para la vida humana, de
este depende la calidad y magnitud de la vida.
Ademas del análisis de las características endógenas del territorio tenemos que tener en cuneta su área de
influencia, de esta manera se complejiza la idea de territorio, ya que el desarrollo se da en función de las
características endógenas, pero también exógenas, es decir, del análisis de las relaciones de poder que se
generan entre los distintos sistemas de territorios organizados para satisfacer las necesidades de los pueblos
que los habitan.
En este sentido, se toma a la historia como un desarrollo sin suelo y se discute si el desarrollo de formas
abstractas, si ha sido continuo, discontinuo, lineal, quebrado, en forma de ola o de espiral. Pero si
incorporamos la variable geográfica nos permite comprender el desarrollo de manera tal que pensemos los
movimientos históricos constituyan un continuo desplazamiento, hacia nuevos espacios con características
estratégicas dependiendo del momento histórico, un avance de un lugar a otro estirándose o también
interrumpiendo los invisibles hilos que mantenían el enlace con el territorio original.
Entonces cuando hablamos de territorio, pensamos la profunda relación que existe entre la organización de
los hombres y el medio geográfico. Intentamos establecer la importancia fundamental para el pensamiento
político social y económico. Es darle importancia al territorio como una de las potencias más importantes
que le da crecimiento al la organización social del estado, así entender la situación geográfica de los estados
analizando las ventajas y las desventajas para el desarrollo de la vida, no ayuda a pensar una epistemología
realista y concreta con vocación de influencia en la realidad.
Así con respecto a la política la importancia del poder territorial, es central para entender la dominación
entre los hombres, ya que siempre el poder busca una racionalizar el espacio según sus necesidades.
El estado:
Habiendo aclarado la importancia de la variable territorial para la organización social queremos
aproximarnos al concepto de estado, ya que es fundamental para dar cuenta del la importancia de la
organización entre los hombres. A este concepto lo vamos a abordar dando cuneta de una doble estrategia de
las organizaciones estatales. Esto es una estrategia de poder y otra de orden. Y si bien a estas dos la
separamos analíticamente hay que tener en cuenta que no son contradictorias, sino complementarias.
Vamos a abordar primero la estrategia de poder; en la cual tomamos al estado como Gobierno o Aparato
Estatal, es importante dar cuenta de esto por que nos permite pensar al estado desde una manera realista, en
la cual el estudio del estado es el estudio de luchas de fuerzas sociales en la arena de lo geográfico-político-
económico fuera de posiciones epistemológicas ingenuas, idealistas, o teórico metafísica.
Para la estrategia de poder el estado consiste en la pelea por la organización del territorio, la economía y
sociedad, en un plano corporativo, en el plano de la defensa de los intereses particulares de los distintos
grupos. El estado puede ser identificado con el gobierno al servicio de los intereses que se benefician con el
control de la maquinaria estatal, la política así es acumular fuerzas, ocupar posiciones, controlar procesos,
ampliar cuotas de poder, ocupar territorios, para finalmente pasar a la conquista del gobierno. Esto lleva el
riesgo de caer en una visión institucionalista del estado, pero es fundamental dar cuenta de esto.
El estado es, en esta primera estrategia, un conjunto de instituciones que ordena el mundo territorial-social-
político-económico imponiéndole un orden, dándole a la vida cotidiana una regularidad que le permite a
los hombres darle sentido a sus acciones. Así el estado debe controlar y regular distintos procesos a través
de distintas instituciones
Hay 3 variables que facilitan la reflexión del estado en el sentido planteado, estos son el “origen histórico”,
“la característica de clases” y la “autonomía relativa”.
Con respecto al origen histórico, Lechner siguiendo a Marx piensan que el Estado Moderno, o sea la forma
de organizar el mundo territorial, político y económico, surge con la división del trabajo y la propiedad
privada. Y que la contradicción principal se da entre el interés del individual o común y el interés general de
todos los individuos.
El interés común se materializa de una forma una propia e independiente de los individuos, que es el estado.
Esto no permite diferenciar entre interés común y general. El interés común se genera por la división del
trabajo, que ubica a los sujetos en distintos espacios, cumpliendo distintos roles y con distintos intereses en
la producción, y la propiedad privada de los medios de producción, que define los intereses comunes de
los que participan de la producción (propietarios y no propietarios).
Así el interés común es el interés común de una clase, que hace valer su interés particular o común, como
interés general de toda la sociedad, bajo la forma de estado. Tal transformación es propia de una relación de
dominación. Cualquiera que aspira a la dominación se legitima por medio del reconocimiento de un orden
jerárquico. Así la denuncia de este interés general como una comunidad ilusoria nos permite desnaturalizar a
la organización estatal, y pensar al estado como una herramienta para la organización social, política y
territorial.
De esta manera los antagonismos forman lo social a través de la división del trabajo, logrando la unidad de
lo diferente, la unificación que impone la dominación realiza una unificación del cuerpo social en cuanto
constitución de un cuerpo político con una interdependencia funcional.

El estado entonces es la reunión política de la sociedad dividida en distintos intereses y el estado así se
puede pensar como poder de clase y como una maquina gubernamental que ordena el todo político
económico y territorial. Pero como el aparato estatal se eleva sobre los distintos intereses adquiere una
autonomía frente a las diversas fracciones y sus intereses particulares que luchan por ocupar espacios y
redireccionar su sentido.
La acción estatal responde más a una lógica política que a una económica. La real política es una relación
social de poder que no se agota en la relación social de producción. Ya que la relación social que produce el
estado, es un fenómeno que desborda de lejos la actividad de la máquina estatal. No basta con ampliar el
aparato de coerción física por los aparatos ideológicos del estado y las funciones del estado con el proceso
económico.
El estado gobierno no explica la independización del estado en un sujeto que resuma y represente a la
sociedad entonces aparece la segunda estrategia que Lechner llama de orden.
La estrategia de orden es la que intenta generar una forma de estado, se basa en las representaciones
colectivas del orden general. En lo que podríamos llamar el “espíritu” de la constitución de un orden, es la
que genera una representación colectiva del ordenamiento territorial, la ideología política, y la lógica
económica.
Esta estrategia tiene en cuenta que el estado occidental se funda en complejos procesos y resortes de poder,
son las relaciones de poder las que van haciendo el orden, logrando una diferenciación y jerarquización. Se
constituye así una microfísica del poder, un poder diluido, no económicamente clasista; el complejo ámbito
de la vida cotidiana, en el que los hombres se auto-reproducen a sí mismos y a la vida social en cuanto al
orden genérico.
Esto no se vislumbra de manera inmediata, sino a través de la de la cristalización del sentido implícito de las
prácticas sociales. Ya que se discute el conocimiento de los mecanismos de poder para construir y defender
un orden. Esto es lograr la hegemonía, que es el paso en que ciertas ideas sean aceptadas por una totalidad y
no solo como corporativas, y cuando se transforman en hechos masivos se deja de confundir lo político
como mera gestión burocrática estatal.
Entonces no se trata de ampliar el estado, agregando aparatos represivos, aparatos hegemónicos, sino ver al
estado como una agente educador, que presiona, solicita, increpa, incita, castiga. El momento se va
generando una representación colectiva que intenta condensar toda la sociedad civil de la época.
El estado en este sentido nos dice Lechner es la mediación de la sociedad consigo misma. La forma del
estado reside en la sociedad misma, es una distinción interna de la sociedad y por lo tanto diferente.
Siempre hay necesidad de un referente trascendental, así la forma de estado seguirá siendo la mediación
históricamente necesaria para que una sociedad que siga estando dividida, se afirme así misma y pueda
actuar sobre si misma.
Esta línea de investigación es la que sigue Gramsci, este rechaza la identificación del estado como el planteo
economisista que ve en la dominación solo su aspecto económico coercitivo de imposición, ignorando el
consentimiento de los dominados.
De esta manera dice que no es posible comprender las actuales “reglas de conducta” sin haber estudiado las
transformaciones secular de las redes y resortes de poder instalados a través de un aparato estatal
centralizado. Así el comportamiento moderno remplaza la fuerza física por el calculo y la negociación, por
el disimulo, el engaño y la persuasión, supone cierta monopolización de la violencia. El consentimiento es
más que una disposición anímica o una opinión ideológica, es un actuar práctico que se manifiesta en el
comportamiento cotidiano.
Allí donde el estado logra un autentico desarrollo, el hombre no solo lleva una doble vida en el pensamiento,
en la conciencia, sino también en la existencia, esto es en la vida de la comunidad civil que actúa como
particular y la vida de la comunidad política en la que se considera como ser colectivo.

El estado es el sentido por referencia en el cual los hombres se reconocen entre si como miembros de una
sociedad. Esta exteriorización es una alienación. La sociedad pone el sentido que reune y resume su división
fuera de ella, el lugar del sentido debe estar escindido de la sociedad para poder englobar y legitimar la
escisión en la sociedad.
La acción gubernamental se basa en condicionar y establecer conductas y costumbres conformistas, que se
hacen regularmente y que permiten el desarrollo sin constantes sobresaltos de la vida de los hombres por lo
tanto permite y logra reificar las relaciones sociales de poder dentro de la sociedad.
La fuerza del estado moderno depende de una armoniosa geopolítica, el estado no se preocupa de estas
variables por propósitos éticos si no por su propio beneficios para fortalecerse interior y exteriormente, para
tener el poder
La política
Por último nos aproximamos a la idea de política ya que esta nos permite comprender la praxis del hombre
entere la organización estatal y la territorial.
De Ipola reflexiona que la política puede ser concebida, o bien como un “subsistema” dotado de funciones
predeterminadas –en particular, la “autorregulación” de lo social – o como una “superestructura” del
edificio social, con causas y efectos también predeterminados, o bien como la dimensión de la contingencia
inherte a lo social, como su dimensión de apertura, que posibilita la intervención eficaz de la decisión
individual y colectiva del mundo social y, en particular, que permite, dadas ciertas circunstancias, el
cuestionamiento del principio estructurante de una sociedad, de su pacto social fundamental, ya reafirmarlo,
ya para subvertirlo e instituir un nuevo orden. Importa precisar de inmediato que la mencionada disyunción
no pretende en modo alguno ser excluyente (en realidad, sería teóricamente catastróficas si lo pretendiera).
De Ipola da cuenta que las hipótesis antes enunciadas configuran dos metáforas fundantes del imaginario
político moderno – y quizás del imaginario político a secas. Al decir metáforas “fundantes” queremos
afirmar que el imaginario político moderno tiene dos concepciones fuertes, que parecen opuestas,
excluyentes del modo de ser la política. Una, como vimos, piensa a la política como parte de un todo que
la exede, todo sobre lo cuál solo puede incidir en el interior de límites acotados. No es necesario, la menos
desde el punto de vista teórico, que esa parte sea conceptualizada como una estructura o inscripta en una
teoría general de los sistemas.
La otra concepción piensa lo contrario la política como una todo capaz de exceder cualquier límite. Si de
algún modo la noción de sistema evoca la idea de orden, la imagen que parece subyacer bajo esta
concepción “totalista” de la política es sin dudas la idea de la revolución.
Ahora bien, precisamente aquí cabe recordar que, en ambos casos, esas imágenes (sistema- revolución)
funcionan a su vez metafóricamente. Son metáforas de la metáfora fundante.
Estas dos metáforas opuestas imponen sin embargo algunas precisiones. En primer lugar, es bien sabido que
la historia moderna ha registrado a menudo la emergencia de “terceras opciones”. Se trata de formaciones
“híbridas”, no siempre efímeras ni incluso transicionales, que son habitualmente designadas apelando a
figuras cercanas al oxímoron. El ejemplo mas claro es la llamada “revolución tranquila”, formulas que
remitirá a políticas modernizadoras adoptadas por gobiernos a fines de los `50.
Como se sabe, estas formulas transaccionales constituyen, para quienes las adoptan, un terreno fértil para la
lucha ideológica. En ellas son en efecto un envidiable caldo de cultivo para la emergencia e incluso la
proliferación en el campo político de “significados flotantes” que buscan ser apropiados y resignificados por
las diferentes tendencias.
Las metáforas se plantean una disyunción pero no debe ser tomada como excluyente, así evitamos ceder
ante dos tentaciones que acechan permanentemente el dominio de la reflexión y de la acción política. Una,
supuestamente realista, que aspira a retener exclusivamente la metáfora “sistemáica” y a decretar la
definitiva obsolescencia de la metáfora “rupturista”; la otra; por el contrario, reconoce sólo a esta última
como la autentica figura de la política y se la deniega a la primera, a la que califica despectivamente de
“ingeniería social” y de otros modos menos respetuosos. Así ambas se privan por diferentes razones no solo,
de aprehender las periódicos vaivenes (impredecibles, pero nunca arbitrarios) de la política moderna, sino
mas profundamente de encarar a la política como objeto de un pensar específico. Esta privación asume en
quienes hacen suya la metáfora “débil”, sistemática, y ocluyen por principio todo consideración de la
metáfora “fuerte”, la forma de una concepción de la política como simple análisis y calculo
(preferentemente a cargo de expertos). Y asume, entre quienes optan por la metáfora rupturista, y solo
tienen sarcasmos para la concepción sistemática, la forma ya de la creencia en las virtudes salvadoras de
alguna ley histórica que intervendrá oportunamente para subvertir de pies a cabeza el todo social, ya de una
suerte de teoría del “complot afortunado”, cuasi-balquista, que nos ahorrará todas las miserias y los desvelos
de la construcción de hegemonía.
Solo quien osa emprender la ardua travesía del laberinto que ambas metáforas dibujan en el dominio huidizo
e irrepresentable de lo social cabe pensar que, efectivamente piensa la política.

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