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Consejo asesor:
José Manuel Blecua
Fàtima Bosch
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Salvador Cardús
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Joan Subirats
Jaume Terrades
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Edifici A
08193 Bellaterra (Cerdanyola del Vallès)
Tel. 93 581 10 22
sp@uab.cat
www.uab.cat/publicacions
ISBN: 978-84-941904-0-7
Depósito legal: B.1401-2014
Impreso por Novoprint
Impreso en España – Printed in Spain
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión
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Jean-Paul Sartre,
Le Diable et le bon Dieu
Abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
1. Génesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
2. Vida y la gran crisis (tóxica) del oxígeno . . . . . . . . . . 27
3. Especies reactivas de oxígeno, envejecimiento
y muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
4. Las fábricas de energía de la célula . . . . . . . . . . . . . . . 31
5. ¿Solo los tóxicos sintéticos infunden respeto? . . . . . . . 33
6. Nacimiento e infancia de la toxicología . . . . . . . . . . . 34
7. Chamanes, curanderos y comunicación
con los espíritus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
8. Flechas y dardos envenenados: facilitar la caza . . . . . 41
9. Drogas paralizantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
10. Envenenamientos a la carta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
11. Armas de guerra y de terror . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
12. De la electricidad a la química . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
13. La droga de la diosa de la muerte
y de las mujeres bellas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
14. De gases nerviosos a insecticidas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
15. Carbamatos, fisostigmina y ordalías . . . . . . . . . . . . . . . 63
16. Intoxicación por anticolinesterásicos . . . . . . . . . . . . . 65
17. Las muy potentes toxinas bacterianas . . . . . . . . . . . . . . 68
18. Difteria, antitoxinas y vacunas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
19. Los tóxicos en las ejecuciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
20. Suicidios y eutanasia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
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bas de ensayo y error con plantas y setas, hasta dar con la rece-
ta adecuada. Y las hallaron a lo largo del tiempo y en distintos
lugares: la importancia del tema radica en que los términos
«tóxico» y «toxicología» derivan etimológicamente de las pala-
bras griegas toxon y toxikón, que proporcionan el sentido de
aquello que se utiliza en las puntas de las flechas y que facilita
la caza con arco.
El uso antiguo de estas aplicaciones se conoce, entre otras,
por la mención que se hace en el libro de Job (6: 3-4) de la
Biblia, en donde se lee: «Por eso han sido destempladas mis
palabras, pues se han clavado en mí las saetas de Omnipotente,
cuyo veneno bebe mi espíritu».
Más patente es la referencia (hay varias más) de un episo-
dio de la vida de Heracles (el Hércules romano) en la rica e
imaginativa mitología de la antigua Grecia. Según ella, tras
matar en uno de sus «trabajos» a la hidra de Lerna, el héroe
untó las puntas de sus flechas con la venenosa sangre del mons-
truo. Más tarde, el centauro Neso intentó seducir a su esposa
Deyanira, por lo que Heracles le atravesó con una de esas fle-
chas. Antes de morir, Neso le indicó a Deyanira que emparara
con un trapo su sangre, a sabiendas de que estaba emponzoña-
da, y le dijo que tenía poderes afrodisíacos (debe hacerse notar
que «veneno» proviene de Venus, y tiene el sentido de «poción
amorosa») y que le serviría para reavivar el amor de Heracles si
alguna vez se apagaba. Ella guardó secretamente en un frasco
el líquido que escurrió del trapo, y solo tiempo después sintió
necesidad de emplearlo al creer que Heracles se había enamo-
rado de otra mujer. Empapó con él la ropa de su esposo y
comprobó horrorizada que al ponérsela le provocó agónicos
dolores. Arrepentida, se suicidó. Por su parte, Heracles ordenó
a los suyos que construyeran una pira para subirse a ella y mo-
rir devorado por las llamas. Antes de que eso ocurriera, Zeus
—en realidad su verdadero padre biológico, algo que había
estado ocultando para dar mayor interés a la intriga— lo resca-
tó y lo llevó al Olimpo, donde le concedió la inmortalidad.
sis) para parecer más «bellas». Este es uno de los efectos que
provoca la atropina empleada como colirio, y es por ello que
una de las aplicaciones médicas que tiene es en el campo de la
oftalmología, ya que permite examinar mejor el fondo del ojo
(su uso está contraindicado en el caso de sufrir glaucoma —i. e.,
hipertensión intraocular).
con algún átomo de nuestro cuerpo, sin poder escapar, son ele-
vadísimas. En definitiva, toxicológicamente el U, Th, Ra o Rn
no difieren grandemente en peligrosidad, pero sí en riesgo.
Ciertas regiones del planeta son de manera natural más ricas
en Rn que otras (i.e., la geología del subsuelo influye mucho).
Pero en general el Rn lo hallaremos más concentrado en aguas
subterráneas o en las bolsas de gas natural (las rocas que los en-
vuelven tienen radiactividad), en las minas que el hombre per-
fora en las profundidades de la Tierra (en particular buscando
U) o en las casas y los edificios, en especial en los sótanos (luga-
res habitualmente mal ventilados, donde el Rn tiende a concen-
trarse a causa de su densidad superior a la del aire) o en las habi-
taciones donde corre el agua, como los lavabos o las cocinas.
cuello, las axilas, las ingles y los genitales, además de otras alte-
raciones dérmicas, pero raramente el tema va más allá. Puestos
a no desear quedarse cortos y proteger al ciudadano, el regula-
dor habitualmente opta por el peor de los escenarios y situarnos
como especie muy sensible a los efectos de las «dioxinas», pero
en realidad todo apunta a que somos de las resistentes.
Otro problema para el toxicólogo es cómo determinar
cuántas «dioxinas» tiene un alimento, cuando ni todas las «dio-
xinas» son PCDD, ni solo las PCDD muestran «actividad dio-
xina», ni todos los congéneres de un grupo de POP industriales
son tóxicos por igual. Para solucionar esta cuestión se ha trata-
do de simplificar, de manera que solo se trabaja con PCDD,
PCDF y PCB, y se ha prescindido del resto de productos (so-
bre los que, además, no se dispone de excesiva información). A
la 2,3,7,8-TCDD se le asigna el máximo valor (o factor) de
toxicidad, expresado como TEF, que en este caso es 1,0. Lue-
go, el resto de congéneres se comparan con ella para asignarles
valores de TEF, con el resultado de que muchos carecen de él
(o tiene valor de 0,0, sin «actividad dioxina»). Por lo tanto, que
la 1,2,3,4,7,8-HxCDD o el 2,3,7,8-TCDF tengan un TEF de
0,1, significa simplemente que son 10 veces menos tóxicos que
la 2,3,7,8-TCDD. Y que el 1,2,3,4,6,7,8-HpCDF y el
2,3,3’,4,4’,5-HxCB lo tengan de 0,01 y 0,00003 implica que
son 100 y 33.333 veces menos tóxicos, respectivamente.
En la práctica, pues, lo que se hace es determinar en el
alimento en cuestión la concentración por separado de los dis-
tintos congéneres de PCDD/F y PCB (p. e. mediante GC/MS-
TOF) y multiplicar cada uno de ellos individualmente por su
respectivo TEF. El resultado de sumarlo todo (Σ[(PCDDi) ⋅
(TEFi)] + Σ[(PCDFi) ⋅ (TEFi)] + Σ[(PCBi) ⋅ (TEFi)]) se expresa
como TEQ (equivalente tóxico a la 2,3,7,8-TCDD), y con
TEQ se legisla o se redactan los trabajos científicos en la actua-
lidad.
Los estudios que se han realizado en España o en el mun-
do muestran que, en términos de pg TEQ kg-1 BW diarios, el
las que se han visto envueltas, y que han recibido los no muy
afortunados nombres de crisis de «los pollos belgas» de 1999, de
«los salmones escoceses» de 2004, de «los cerdos de Irlanda»
de 2008, o de los «cerdos de Alemania» de 2011. Habitual-
mente se trató de contaminación de los piensos con PCB u
otros POP que llevaban como impurezas PCDD/F.
Finalmente, conviene remarcar el uso que en septiembre
de 2004 se dio a las TCDD (la composición exacta no trascen-
dió) cuando fueron empleadas para envenenar al entonces as-
pirante a la presidencia de Ucrania, Víktor Andríyovich Yús-
chenko [1954]. Afectado de pancreatitis, úlceras estomacales y
de un incapacitante dolor de espalda, la aparición de fotogra-
fías con su cara deformada dio pie a especular al toxicólogo
inglés John Anthony Henry [1939-2007] que podría tratarse
de cloracné y, por tanto, de exposición a «dioxinas», lo que
solo más tarde pudo confirmarse analíticamente.
43. Peces tóxicos
La zona afectada fue la cuenca del río Jinzu, cuyas aguas y se-
dimentos quedaron fuertemente contaminados con Cd y otros
metales, lo que se tradujo en un primer momento en la des-
aparición de los peces. El agua del río se empleaba para beber,
cocinar o lavar (especialmente en la ciudad de Fuchu), pero
también para regar campos de arroz, planta capaz de acumular
Cd con facilidad. La causa de la enfermedad no fue fácil de
establecer, y solo hacia 1955 empezó a sospecharse del Cd, y
aún hubo de esperarse a 1961 para confirmarlo.
Por alguna razón no esclarecida, la enfermedad se cebó en
mujeres posmenopáusicas, que se quejaban de dolor (itai-itai).
La osteomalacia (empeorada seguramente por una deficiente
dieta en vitamina D y acompañada de fracturas frecuentes de
huesos), la anemia y la insuficiencia renal fueron síntomas típi-
cos. El número de afectados graves oficialmente reconocido
fue de 196, aunque se estima que otros 300-500 sufrieron con-
secuencias en menor grado. En 1980 se emprendió una enor-
me tarea de descontaminación de 1.500 ha de suelos agrícolas,
que no se dio por finalizada hasta 2011, y que ha reducido
significativamente la polución por Cd de la región.
Un caso todavía más dramático (en particular por las cir-
cunstancias que lo provocaron y por el superior número de
afectados), y cuyas nocivas consecuencias van a prolongarse
todavía por varios años más en el futuro, es el de Bangladesh y
el metaloide As. La zona del delta del Ganges siempre ha pre-
sentado problemas de contaminación por gérmenes de sus
aguas superficiales, lo que engendraba una extensiva morbili-
dad y mortalidad por patologías GI que afligían sobre todo a
niños. Por este motivo, a partir de 1970, la UNICEF (United
Nations Children’s Fund) promovió —con toda la buena fe—
un extensivo programa con la intención de paliar o erradicar
el problema, por el cual se proporcionaría a los habitantes de la
zona agua subterránea considerada inicialmente mucho más
segura. Para ello se construyeron pozos entubados a diferentes
profundidades y provistos de una bomba manual extractora,
así que es normal que sea el que más se disuelve y el que más
aumenta su concentración en el agua si se le dan facilidades
(los niveles normales suelen rondar los 10 μg L–1, pero las aguas
acídicas pueden multiplicar ese valor por mil). Estando disuel-
to, es ahora bioaccesible y puede absorberse, y eso es lo que le
vuelve peligroso. En otras circunstancias no lo es, o de otra
manera no estaría autorizado el metal en latas de cerveza o en
el papel de aluminio para envolver bocadillos. Más aún, hay
humanos con problemas de acidez gástrica o con reflujo gas-
troesofágico que pueden llegar a ingerir varios gramos al día
de Al en forma de antiácidos (p. e., Al(OH)3), pero se trata de
compuestos insolubles y, por tanto, no absorbibles. El tracto
digestivo (de la boca al ano) está fisiológicamente considerado
un medio externo, y la mayoría de tóxicos (una excepción son
corrosivos como los mismos ácidos o los álcalis) necesitan ab-
sorberse, llegar hasta la sangre y distribuirse para demostrar que
lo son. El Al no es en este sentido una excepción: solo de-
muestra que es un neurotóxico si llega al SNC, y solo provoca
fragilidad ósea si llega al hueso.
Aunque no relacionado con el problema de las lluvias áci-
das, ciertos compuestos a base de Al se han visto en los últimos
años envueltos en una agria (y no siempre desinteresada) polé-
mica por su empleo en antitranspirantes. El uso de estos pro-
ductos (y en menor medida de los desodorantes), en particular
inmediatamente después del rasurado de las axilas (que puede
haber producido heridas invisibles), hace que los compuestos
de Al (también los parabenos se han puesto en la picota) pue-
dan teóricamente absorberse, teóricamente actuar como estró-
genos («xenoestrógenos») y teóricamente potenciar o iniciar
un cáncer de mama (el uso de antitranspirantes en general se
ha cuestionado también al impedir que se excreten tóxicos a
través del sudor). La FDA se limita a advertir que las pruebas
no son concluyentes, pero que si el consumidor está preocu-
pado por el asunto, puede optar libremente por adquirir en el
mercado productos libres de Al (y también de parabenos).
Como siempre con estos temas, las empresas que han sustitui-
do productos químicos discutidos nunca queda claro si lo ha-
cen para proteger al consumidor o por razones comerciales
(«nosotros nos preocupamos por la salud de nuestros clientes,
la competencia no: compre nuestra marca»).
El tema del Al en la alimentación tampoco es merecedor
(por el momento) de una legislación contundente, siempre y
cuando la lógica y la precaución imperen en su empleo. En
fin, que sabiendo que el ácido disuelve los metales (algunos
más que otros) y que el calor favorece muchas reacciones quí-
micas, no es conveniente cocer ni guardar en una cazuela de
Al0 alimentos como sardinas en escabeche, pollo al limón o
pato a la naranja.
Es como el plástico transparente que envuelve hoy en día
la mayoría de las hamburguesas de carne: está para facilitar su
confección y que cuando se apilen no se peguen entre ellas,
además de para impedir el contacto con los dedos mientras se
manipulan, pero debe retirarse justo antes de echarlas a la sar-
tén o a la plancha. Es de sentido común que los plásticos, deri-
vados de la importante industria petroquímica, no suelen resis-
tir demasiado bien las temperaturas elevadas (ni siquiera el
Teflon® —PTFE, politetrafluoroetileno— de las sartenes anti-
adherentes lo hace: a partir de 260-280 ºC, se descompone,
humea y libera muy peligrosos y reactivos gases fluorados). Si
esto tan básico se entiende, no hay necesidad de advertirlo ex-
plícitamente o de legislar sobre ello.
ojos, el pico y las patas se debe retirar con cuidado, así como el
más superficial de las plumas, pero sin llegar a hacer un verda-
dero lavado. Hasta hace unos veinticinco años, se los bañaba
demasiado rápido y por eso los éxitos de rehabilitación eran
muy exiguos, ya que son animales salvajes debilitados y muy
fácilmente estresables. También se deben irrigar los ojos con
una solución oftálmica y poner crema hidratante en las patas.
Por intubación gástrica se les ha de administrar soluciones lí-
quidas de electrolitos y alimentos (acción que se debe repetir
cada pocas horas), además de adsorbentes (carbón activo), pro-
tectores de la mucosa gástrica (pectina) y antibióticos. Parente-
ralmente se les puede administrar hierro, complejo vitamínico
B y dexametasona. Se debe situar al animal en una zona tran-
quila y cálida, si es posible en compañía de otros ejemplares de
su misma especie, y poner a su disposición agua y comida.
El lavado del cuerpo se hace solo cuando el paciente ha
recuperado su estado de hidratación y de temperatura corporal
normales (algo que puede necesitar varios días). Esta tarea de
limpieza la deben efectuar con presteza un mínimo de dos
personas (los animales tratarán de «defenderse» picoteando a
los ojos), empleando para ello detergente líquido neutro y
abundante agua templada. El proceso de lavado debe repetirse
una vez al día hasta que todo el petróleo haya desaparecido.
Debe prestarse especial atención en no dañar la estructura de
las plumas y en enjuagar bien los restos del detergente. Al final
de cada lavado, debe secarse convenientemente el animal.
Cuando ya está completamente limpio, se proporciona al pa-
ciente la posibilidad de acceder al agua, sea mediante una ba-
ñera o una piscina pequeña. El proceso de recuperación de la
impermeabilidad de las plumas no es inmediato, pero el con-
tacto continuado con el agua lo favorece. Cuando parece que
el individuo ya está totalmente recuperado, se le acostumbra
gradualmente a la temperatura externa y se le libera durante
una mañana en un lugar alejado de la zona de la marea negra.
A los políticos, luciendo su sempiterna sonrisa, se les puede
78. Barbitúricos
sayo clínico con humanos en la etapa de I + D para que sea vali-
dado por la administración sanitaria correspondiente, o las bue-
nas prácticas agrícolas (GAP), que tienen como objetivo esencial
que los niveles de plaguicidas en los alimentos sean toxicológi-
camente aceptables. Las GAP no están contra el uso de los pla-
guicidas, pero sí abogan por su uso racional, controlado y opor-
tuno, tomando además en consideración la salud de los
trabajadores que los fabrican, transportan, almacenan y aplican.
Históricamente, la etapa de I + D de productos farmacoló-
gicos ha dado lugar a más de una situación inesperada y hasta
peligrosa. En marzo de 2006, la empresa farmacéutica alemana
TeGenero AG inició un estudio clínico de fase I con seis indi-
viduos sanos, todo bajo normativa GCP, en unas dependen-
cias del Northwick Park Hospital de Londres. Se ensayaba el
primer fármaco que esta recién creada empresa deseaba intro-
ducir en el mercado, un agente inmunomodulador de nombre
todavía provisional: el TGN1412. De hecho, como era la pri-
mera prueba en humanos, les inyectaron una dosis 500 veces
inferior al máximo que habían tolerado bien los macacos can-
grejeros (Macaca fascicularis) en los ensayos preclínicos. Pero los
seis sujetos del estudio enfermaron gravemente, y en especial
dos de ellos estuvieron a las puertas de la muerte. Las indemni-
zaciones que hubieron de afrontar llevaron a TeGenero a la
bancarrota y condenaron al TGN1412 al baúl de los olvidos.
80. Micotoxinas
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2,3,7,8-TCDD: 129, 130, 132, adelfa: 37, 38
133, 135 adrenalina: 56, 57, 168
2,4-dinitrofenol (DNP): 129 Aegean Sea: 237, 242
2,4,5-T: 130, 134, 135 aflatoxinas: 68, 255, 257
4-metilpirazol: 199, 267 agentes antitumorales: 166, 167
agua oxigenada: 29, 30, 33
absenta: 195-197 águila calva: 157, 238
aceite de orujo: 223 águila real: 156
aceite tóxico, síndrome del: 186, ahumado de alimentos: 223
206-215 Aikichi, K.: 110
acetaldehído: 148, 193, 199 AINE: 170-174
acetanilida: 170, 171, 208 ajos: 38
acetilcolina: 57-60, 64, 65, 82 Aktion T4: 77, 79
acetilcolinesterasa: 59, 64-66, alambique: 190, 201
68, 204 alcaloide: 35, 43, 44, 55, 57, 60,
ácido acetilsalicílico: 165, 170- 74, 86, 181-184, 256, 258,
172, 266 260, 264, 265, 272
ácido domoico: 143 alcohol: 60, 81, 171, 177, 180,
ácido fórmico: 198 182, 188-202, 218, 220, 251,
ácido lisérgico: 258-260 263
ácido okadaico: 144 alcohol by volume: 191
ácido sulfúrico: 74, 155, 200, alcohol deshidrogenasa: 193,
230 198, 199, 216
ácidos grasos: 30, 31, 208, 211 alcoholismo: 192-195, 197, 261
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