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LAS MUJERES EN LA MÚSICA DEL SIGLO XIX


VENEZOLANO
por Desirée Agostini

En Venezuela, a finales del siglo XIX,


el romanticismo musical creó un ambiente
adecuado para las habilidades artísticas y
creativas de la mujer. La música de salón, las
tertulias y demás movimientos culturales y
musicales de la época, abrieron paso a la vida
musical de la venezolana, propiciando la
expresión de sus sentimientos ante un mundo
que por muchos siglos le había cerrado sus
puertas. Muchas mujeres se destacaron como
compositoras, pianistas, cantantes,
instrumentistas de orquesta, copistas y
profesoras de música e instrumento. Variados
manuscritos y piezas impresas en periódicos,
revistas y en álbumes importantes de la época,
así como artículos publicados en las mismas
fuentes, nos confirman una activa participación
femenina en la vida musical venezolana del
momento. Por ello, es necesario el rescate de su
música, a través de una debida catalogación,
trascripción y edición crítica de las piezas, junto
a un adecuado estudio biográfico, social e
histórico de ese fenómeno musical, lo cual no
sólo nos ayuda a señalar que la ausencia de la
mujer en el campo musical venezolano del siglo
XIX es sólo un mito de la historia venezolana,
sino que además, este estudio podría
contribuir de manera importante en la
consolidación de los estudios de género, el
cual era un aspecto inédito, en el campo de la
musicología en Venezuela.

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Introducción

Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, en Venezuela se estaba
gestando un ambiente idóneo para el establecimiento de una sólida cultura
musical. A raíz del guzmanato, las ciudades más importantes del país acogieron
con gran entusiasmo el sueño europeo del Ilustre Americano que no tardó en
manifestarse a través de la moda, las costumbres y sobre todo, a través de la
música. Una de las características más relevantes de la actividad musical
decimonónica venezolana era la existencia destacada de la música de salón, en
el que se difundieron diversos géneros musicales, los cuales, por su carácter
popular, eran sin duda los más tocados, escuchados y bailados por el público
asistente a las veladas, saraos y tertulias artístico-musicales.
El piano era uno de los instrumentos más representativos del salón, y
por ello, un gran número de pianistas llenaban las expectativas musicales de
un público bien selecto. Entre estos pianistas venezolanos, quienes también
fueron compositores, podemos encontrar a Heraclio Fernández (1851-1886),
José Ángel Montero (1832-1881), Federico Villena (1835-1899), Ramón
Delgado Palacios (1867-1902), Redescal Uzcátegui (1871-1943), Andrés
Delgado Pardo (1870-1940), Salvador Narciso Llamozas (1854-1940), Jesús
María Suárez (1845-1922), Federico G. Vollmer, Narciso L. Salicrup (1869-
1917) y Pedro Elías Gutiérrez (1870-1954), ente otros. Todos ellos, como es
bien sabido, formaban parte importante de la vida musical venezolana de
finales del siglo XIX. Sin embargo, pese a la evidente preponderancia de
nombres masculinos en esta lista, las mujeres jugaron un rol muy importante
dentro de la vida cultural de los salones de la época. Un rol tan importante
que la historia musical no puede dejar pasar por debajo de la mesa.
La venezolana siempre estuvo a la par de los acontecimientos de la historia
de Venezuela construyendo poco a poco su propia emancipación dentro de
una sociedad esencialmente patriarcal. Pero es a partir de 1870, año en que
Guzmán Blanco asume el poder y proclama la educación gratuita y obligatoria
para todos los venezolanos, cuando la mujer empieza, de manera más
significativa, a formarse intelectualmente y a tomar posición militante en la
vida cultural y pública del país. Muchas de ellas encontraron en la escritura
un medio apropiado para expresarse, ya fuera a través de la prosa o de la
poesía, y otras lo encontraron en la actuación, las artes plásticas y la música.
En cuanto al ámbito musical, una pianista y compositora muy conocida
por todos fue Teresa Carreño, quien pudo destacarse más allá de los límites
geográficos del país llegando a ser un ejemplo de la mujer venezolana del
siglo XIX. Aunque Carreño obtiene su mayor desarrollo y auge musical en
Europa, su realidad no se difiere de lo que ocurría en nuestro país. Pues este
caso no fue en absoluto un producto excepcional en su época, sino que su
presencia obedece a un inusitado auge de la actividad pública femenina en el
ámbito musical que se estaba desarrollando en el continente europeo y por
ende, en muchos países latinoamericanos.
Se han encontrado evidencias importantes con respecto a la febril
participación de las mujeres en el ámbito musical venezolano. Mujeres, quienes
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siendo aficionadas o profesionales, vieron en esta actividad un camino


oportuno de vida social, que elevaría y ampliaría sus roles dentro de una
sociedad. Algunas de ellas desarrollaron sus habilidades artísticas como
intérpretes de varios instrumentos, siendo el piano el más prometedor de
todos.
En el área de la composición, las investigaciones nos arrojan números
asombrosos. Las aficionadas componían pequeñas piezas como para satisfacer
los gustos de su círculo familiar y de amigos, mientras que las más preparadas
llegaron a ofrecer obras de mayor envergadura aparentemente dirigido a otro
tipo de público más exigente.
Conocemos muchas de estas creaciones gracias a las publicaciones
periódicas nacionales y a los álbumes musicales, que les brindaron amplia
cabida y difusión. Aunque algunas composiciones no corrieron con la misma
suerte de ser publicadas, éstas se conservan en archivos tanto públicos como
privados, lo que al contrario ocurre con otras composiciones que
lamentablemente son nombradas por algunas fuentes, pero aún no se han
podido encontrar.
La existencia de estas composiciones realizadas por mujeres había
despertado desde hace tiempo el interés de muchos musicólogos y estudiosos
venezolanos. Entre ellos, encontramos a Ramón de la Plaza (Primer libro
venezolano de literatura, ciencias y bellas artes, 1895); José Antonio Calcaño (La
ciudad y su música, publicada primeramente en 1958, aquí se utiliza la edición
de 1985); Ernesto Magliano (Música y Músicos de Venezuela, 1980); Mario
Milanca Guzmán (La música en el Cojo Ilustrado, 1983 / La música del Centenario
del Libertador, 1995); Ignacio Barreto (los artículos: "La música y El Cojo
Ilustrado", 1994 / "Entre el virtuosismo y el diletantismo: la música en el
centenario de Sucre", 1995); Hugo Quintana (La música en la Caracas del siglo
XIX y comienzos del XX vista a través de las páginas de El Cojo Ilustrado, 2000) y
Fidel Rodríguez (Caracas, la vida musical y sus sonidos (1830-1888), 1999 /
Música y Nacionalismo durante el guzmanato (1970-1888), 2000 / Los compositores
venezolanos y sus obras en la Lira Venezolana y El Zancudo (1880-1883), 2000).
Todos ellos nombran a un grupo de mujeres que participaban en la música
durante finales del siglo XIX y confirman la presencia de compositoras en
las publicaciones periódicas venezolanas de la época.
También, en la Enciclopedia de la Música en Venezuela (1998), varios autores,
entre los cuales se incluyen algunos de los musicólogos antes mencionados,
se han acercado al aspecto biográfico de algunas de estas mujeres. Por otro
lado, Héctor Pérez Marchelli ha mostrado particular interés por la actividad
musical de María del Rosario Silva Simonovis, viuda del gran pianista y
compositor Ramón Delgado Palacios.
Por razones obvias, la figura de Teresa Carreño ha sido objeto de estudio
no sólo por venezolanos (Mario Milanca Guzmán, José Peñín, Laura Pita,
Juan Francisco Sans) sino también por extranjeros (Brian Mann, Marta
Milinoswky, etc.).
Aunque este tema de la mujer y la música ya había sido recorrido por los
antes nombrados, no es sino hasta hoy cuando se materializa el estudio
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efectivo de este fenómeno dentro de la disciplina musicológica. Quizás, la
razón por la cual esta disciplina había postergado este tipo de estudios de
género en la música de una manera profunda, se deba no al hecho de que
fueran mujeres, sino a que la música que cultivaron fue de salón, considerada
hasta hace poco por la disciplina como "trivial" o "prosaica", para usar
términos popularizados por Carl Dalhaus y Robert Schumann respectivamente
y, sin ir tan lejos, por el mismo Calcaño quien dijo que la música de la segunda
mitad del siglo XIX "fue cayendo cada vez más" refiriéndose al tipo de
música que se componía y a su dudosa calidad. Sin embargo, ya superada
esta mitología del oscurantismo musical decimonónico, era de esperarse que
por lo menos hubiese existido una inquietud por revisar cuán importante
constituía la presencia de las mujeres en la música de ese siglo. Sin entrar en
detalles feministas, cabría aquí lo que Aleyda Aguirre comentó en un ensayo
que escribió en 1999 para la Internacional Alliance for Women in Music
(IAWM): "si las mujeres han sido excluídas de la historia de la creación musical
es por la idea misógina de que ellas no son capaces de una creatividad tan
abstracta como la música y que, por lo tanto, cualquier creación de mujeres
en este campo tiene que ser algo de poca calidad".(Aguirre:1999)
Este artículo no espera otra cosa que ir eliminando esta idea "misógina"
de la que habla Aguirre y así poder ampliar y concretar los datos para la
realización de una historia musical más justa. En él presentaremos un
panorama general de la mujer venezolana del período estudiado, así como la
vida cultural que se vivía en ese momento, para luego mostrar el perfil de la
mujer venezolana a través del canto, del piano, de la orquesta y de la
composición. Además, incluimos un catálogo de la obra pianística de las
compositoras, ya que fue lo que más proliferó por ser el piano el instrumento
más demandado como se dijo anteriormente. Este catálogo demuestra el
gran número de compositoras que existieron a finales del siglo XIX.
No está demás decir que el presente trabajo es apenas el comienzo de
una ardua investigación que se está realizando a lo largo del territorio nacional.
Mientras más datos se obtengan, más veraz será la información y más
completa, justa y confiable será nuestra historia musical venezolana.

El perfil de la mujer venezolana a finales del siglo XIX

La mujer venezolana comienza a sembrar su propia independencia desde


comienzos del siglo XIX cuando, con la figura del héroe y del soldado,
comparte la fuerte tarea de desprenderse del yugo de la Colonia. En algunos
casos excepcionales, las mujeres participaban directamente en la guerra, y
otras, de manera indirecta, participaban ya fuera cosiendo o remendando las
ropas de los soldados, preparando los víveres de la campaña, atendiendo a
los enfermos o incluso participando ideológicamente en la misma guerra. De
acuerdo con Gladys Monroy Pino, autora del libro Ellas en la historia de
Venezuela, "mucha de la gracia, del encanto, vitalidad persistente, idealismo
y valores morales de la América Latina, sale directamente de los esfuerzos

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de las mujeres que han logrado formar hogares firmes en contra de grandes
dificultades".(1995:96)
Durante mucho tiempo, la lupa utilizada por la historia tradicional
venezolana al estudiar el siglo XIX, y más aún, al estudiar los siglos que lo
anteceden, ha mostrado una visión heroica protagonizada principalmente
por los hombres. Esta actitud deja completamente de lado a la historiografía
de la mujer, dándonos a entender que la misma no parecía ser importante
para el desarrollo de la "Nueva República".
Sin embargo, ya a finales del siglo XIX, por medio de la prensa de la
época, notamos que la mujer era considerada un ser de suma importancia
para la sociedad, sobre todo para aquella que estaba desarrollándose bajo
el pretexto de conquistar el orden y el progreso durante el guzmanato. Todo
esto se resume en una frase del ilustre pensador francés Jean Jacques Rousseau
que recorría con fuerza el pensamiento de los venezolanos de aquel momento
y que aparece en un ejemplar de la reconocida revista El Cojo Ilustrado: "serán
siempre los hombres lo que las mujeres quieran; hagamos á las mujeres
virtuosas y libres y los hombres serán libres y virtuosos".(1896:235)
Ella se convirtió entonces, según el escritor Enrique Nóbrega, en "un
elemento de apoyo para lograr la construcción de la sociedad moderna, como
un aporte más en la consecución del progreso del país y de la humanidad en
general"(1997:11). Esto llevó a la mujer, por su necesaria participación social,
a romper un poco su límite hogareño para traspasar, con mucha adversidad
por la parte del sexo opuesto, a los espacios públicos.
La emancipación femenina, tanto en Venezuela como en el resto del
mundo, se iba extendiendo de modo in crescendo con una gran diversidad de
trabajos remunerados fuera de la casa, los cuales "se suponían iban acordes
con su naturaleza y sus capacidades racionales y temperamentales"(Nóbrega,
1997:17). La mujer de origen más humilde estaba limitada a trabajos de
ser vicio doméstico, así como también a la economía infor mal,
desempeñándose como dulcera y lavandera, entre otros oficios. Las mujeres
de los campos hacían trabajos remunerados a destajo tales como seleccionar
y recolectar granos de café y moler azúcar. A las señoritas de clase media les
correspondería el servicio de criadoras, así como el de la enseñanza particular
o pública. Las empresas como las pensiones y hotelerías fueron creciendo
con sus empleadas. Y en cuanto a la categoría de artes y oficios, encontramos
un grupo grande de escultoras, pianistas, compositoras, copistas, pintoras,
reposteras, costureras, etc., cuyos servicios eran ofrecidos en su mayoría a
través de la prensa.1
De la misma manera como esta liberación progresiva de la mujer
enorgullecía a algunos del sexo opuesto, también preocupaba a otros, tal
como lo señala un artículo que se encuentra en la sección "Miscelánea" de la
revista El Cojo Ilustrado, en el cual se intentaba alertar sobre la participación
de las mujeres en los oficios tradicionalmente ocupados por los hombres. En
este texto, titulado "La invasión de las mujeres", se señala que en América,
1
Véase: Rodríguez Campos. (1998). "La mujer en la economía venezolana del siglo XIX".
71
durante los últimos veinte años -esto es entre 1875 y 1895- "el elemento
femenino [había] abrazado todas las carreras conocidas"(1895:706). Según
este escrito, las mujeres estarían ocupando desde las últimas décadas los
cargos de tenedoras de libros, copistas, escribientes, secretarias, actrices,
literatas, periodistas, médicas (sic), cirujanas y maestras de música
profesionales. De estas últimas, por cierto, señala que de tres mil ochocientas
mujeres que ejercían en el año de 1870 la profesión musical, se verificó un
incremento notable que llegó a alcanzar en 1895 la suma de unas treinta y
cinco mil mujeres sólo en este oficio.
Lo anteriormente expuesto nos permite suponer que la mujer venezolana,
al cruzar los límites del hogar, logra acceder al disfrute de las actividades
públicas que le permiten alcanzar una cierta independencia económica,
entrando en sintonía con la nueva concepción civilizadora promovida durante
el gobierno del Ilustre Americano.
La educación femenina contribuyó de manera indiscutible en la
construcción de este nuevo camino para las mujeres. En 1870, al decretar el
nuevo presidente Antonio Guzmán Blanco la gratuidad y obligatoriedad de
la educación primaria para todos los habitantes del país, ésta se extiende
hacia el género femenino. La educación y la cultura venezolana incluyen por
primera vez de manera formal y definitiva a todas las mujeres venezolanas.
En 1893, por decreto del presidente Joaquín Crespo, cuyo gobierno duró
desde 1893 hasta 1897, se creó en Caracas la Escuela Nacional de Mujeres,
cuyo objetivo era titular maestras para la enseñanza en las escuelas primarias.
Muchas de estas maestras podían ser directoras de colegios. Además, las
mujeres podían optar a ciertas instituciones artesanales llamadas "Escuelas

Curso de pintura. Colegio Nacional de niñas. (Fuente: El Cojo Ilustrado)

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Alumnas del Instituto de piano y canto de Valencia. (Fuente: El Cojo Ilustrado)

de Artes y Oficios", en donde las de mejor posición económica podían estudiar


bordado, encuadernación, corte y costura, pintura, canto y piano.2
Resulta sorprendente el avance alcanzado por la venezolana en el campo
del conocimiento a finales del siglo XIX. En 1895, por ejemplo, en El Cojo
Ilustrado se felicita a la señorita María Teresa García por ser la primera mujer
venezolana que se presenta ante una Academia de Ingenieros. Otro dato
curioso, es que en la misma prensa, al año siguiente, aparece un artículo

Grupo de señoritas del curso de Filosofía. Barquisimeto, Estado Lara.


(Fuente: El Cojo Ilustrado)
2
Recomendamos dos trabajos sobre la educación femenina venezolana: Marcano (1983).
"Evolución de la educación femenina entre 1830-1900 / Yépez Castillo (1998). "La mujer en el
marco educativo y cultural del siglo XIX".
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escrito por Francisco de P. Reyes, en el que se habla sobre la participación de
ocho mujeres en un curso de filosofía en el Colegio Federal del Estado Lara:
"nos parece que es nuestro primer trienio filosófico seguido en aulas por
señoritas en Venezuela".(1896:235)
Se suma a esto, otro rastro de inteligencia femenina de la época cuando
encontramos entre unas de las obras laureadas en el Certamen de la Sociedad
"Amantes del Saber", celebrado en Caracas, la obra de la señora Soledad
Acosta de Samper llamada, nada más y nada menos que "Consideraciones
históricas sobre el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho"(El Cojo Ilustrado:
1895:118).
Como vemos, el ambiente que se respiraba en aquella época era un
ambiente propicio para el desarrollo de la mujer como ser social, productivo
e imprescindible para el porvenir del país. La mujer venezolana decimonónica
logró capturar mayor respeto ante la sociedad porque ahora no sólo era joven
casadera, esposa y/o madre, sino también una persona que tenía la capacidad
de desarrollarse en varias áreas, siempre y cuando no difieran tanto de "las
labores propias de su sexo", lo cual, irremediablemente, seguía siendo
controlado por el sistema patriarcal que imperaba aún entonces.

Colegio Nacional de Niñas. Curso de Pedagogía (Fuente: El Cojo Ilustrado)

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Colegio Nacional de Niñas. Curso de Geometría (Fuente: El Cojo Ilustrado)

Panorama musical de finales del siglo XIX


Es obvio que con la necesidad de seguir promoviendo el porvenir y la
modernización del país, a finales del siglo XIX en Venezuela se verificó un
esfuerzo importante a favor de la creación de una idónea política cultural.
Con ello, una cultura musical comenzó a conformarse siguiendo el modelo
europeo a través de escuelas e institutos especialmente diseñados para la
educación musical. Se crean además, sociedades filarmónicas y teatros para
la presentación de óperas, operetas, zarzuelas, recitales, música de cámara y
de orquesta. De este modo, las élites venezolanas afianzaron sus posibilidades
de desarrollo cultural e intelectual, logrando colocarse en buena posición
con respecto al mundo moderno.
La enseñanza musical del país era impartida básicamente a través de tres
modalidades: colegios y escuelas, institutos especializados y clases
particulares3. En Caracas, el centro de enseñanza artístico-musical que llegó
a alcanzar prestigio fue el Instituto Nacional de Bellas Artes, creado por el
decreto presidencial del General Francisco Linares Alcántara, el 3 de abril
de 1877. Diez años más tardes, en 1887, este centro se consolida y cambia
su nombre por el de Academia Nacional de Bellas Artes, cuya dirección
estuvo a cargo del pintor, escultor y violoncellista Emilio Mauri, quien ejerció
el cargo hasta su muerte, acaecida en 1907. Si bien es cierto que anteriormente
se habían concretado otros proyectos de enseñanza musical, ninguno de ellos
3
Véase: Fidel Rodríguez (1999). pp. 22-37.
75
Salón de conciertos de la Academia Nacional de Bellas Artes. Caracas.
(Fuente: El Cojo Ilustrado)
llegó a ser tan sólido como este último. En esta academia (que luego volvió
a llamarse Instituto) funcionaron oficialmente las escuelas de dibujo, pintura,
escultura y música. Entre las materias teóricas dictadas en la escuela de música
figuraban: solfeo, armonía, contrapunto, fuga, estética y composición; y entre
los instrumentos que se impartían estaban el piano y el canto, además de los
instrumentos de cuerdas y viento. En su sede se realizaban conciertos,
concursos y exámenes anuales en los que se otorgaba el "Premio de Arte" a
los mejores talentos, el cual consistía en una beca para estudiar en el extranjero,
especialmente en Francia.
Paralelamente, son publicados algunos ensayos críticos sobre las
manifestaciones artísticas del momento, como por ejemplo, la obra del General
Ramón de la Plaza: Ensayos sobre el arte en Venezuela (1883) y el Primer libro
venezolano de literatura, ciencias y bellas artes (1895). Son dados a conocer también
modestos tratados sobre teoría, solfeo, armonía e historia de la música entre
los que figuran: Rudimentos de la música (1873) y Compendio de historia musical
(1909) de Jesús María Suárez; Tratado de teoría musical (1884) de Antonio
Jesús Silva; y Compendio de gramática musical (1890) de Francisco M. Tejera. La
educación musical llegó a ser imprescindible a finales del siglo XIX al punto
de que no bastaba con su aplicación en las escuelas o en institutos diseñados
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para tal fin, sino que además se extendió a los hogares, ya fuera por medio de
las clases particulares privadas impartidas por músicos venezolanos o
extranjeros, o bien por la publicación de libros, como es el caso de La Música
escrita para las Madres de Familia de Jesús María Suárez.4
Como se observa, la vida musical del país -al contrario de lo que habían
señalado algunos musicólogos en estudios anteriores- fue muy activa en las
últimas décadas del siglo XIX. Eran muy usuales los saraos, tertulias, veladas,
audiciones, concursos y conciertos, así como las retretas que no cesaban de
sonar cada domingo en las plazas. También proliferaban las presentaciones
de óperas, zarzuelas y operetas realizadas por compañías nacionales e
internacionales, todo lo cual manifiesta una importante actividad del arte
dramático en el país. A esto se suman también las manifestaciones religiosas
que contenían música especialmente compuesta para su fin. Además, el
gobierno en muchas oportunidades promovía y auspiciaba la venida de artistas
extranjeros de reconocida trayectoria para presentarse ante el público
venezolano.
Durante los últimos años del siglo XIX, en Caracas se ofreció un
importante número de conciertos, principalmente en el teatro Guzmán Blanco
(actualmente Teatro Municipal), así como en las salas de la Academia o
Instituto Nacional de Bellas Artes, en la de la Unión Filarmónica y de los
Clubes "Unión", "Venezuela" y "Alemán". En las sedes de estos clubes se
organizaban mensualmente saraos y veladas musicales. Además, estaban las
casas de venta de instrumentos y partituras tales como la "Agencia de pianos
Steinway", "la librería del señor Cedillo" y el "salón del establecimiento del
señor Heny", en donde sus dueños cedían sus espacios para la presentación
de conciertos de artistas conocidos. También las salas de los hogares de la
alta sociedad se prestaban para algunas tertulias y veladas, ya sea para celebrar
algún evento familiar importante o para reunirse con amigos y compartir
entre canapés, copas, música y poesía.
Por otra parte, la prensa nacional jugaba un papel importante dentro del
ámbito musical del momento pues en ella se publicaban informaciones de
corte musical, entre las cuales se encuentran reseñas de eventos, críticas
musicales, biografías de compositores nacionales y extranjeros, historia
musical, ensayos, descubrimientos e inventos musicales. En algunas de estas
publicaciones se anexaban partituras tanto de origen nacional como
internacional. Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, aparecen por
la ciudad caraqueña y en muchas otras regiones del país5 diversas prensas de
importancia musical como lo son El Zancudo (1876) de Heraclio Fernández y
Gabriel Aramburu, El Arte Musical (1878) de José Angel Montero, La Lira
Venezolana (1882) de Salvador N. Llamozas y El Cojo Ilustrado (1892-1915)
de J.M. Irigoyen, entre otras.
4
Ejemplar del cual sólo se tiene referencia.
5
Era usual que una prensa venezolana se intercambiara con otra o que los editores obsequiaran
con regularidad un ejemplar a otra empresa editora, por lo que la prensa caraqueña era leída en
diversas regiones del país y viceversa. Existían prensas o revistas en otras ciudades que también
ofrecían noticias musicales e incluso partituras, como es el caso de El Metrónomo de Valencia, el
cual estamos apenas estudiando.
77
Número de Gala de El Cojo Ilustrado dedicado a las damas venezolanas.

Los venezolanos estaban bien informados con respecto a las últimas


creaciones musicales del viejo continente, pues la importación de partituras
era de fácil suministro para el país. Una de las casas musicales de mayor
prestigio fue el "Almacén de Música de S.N. Llamozas & Cía." (fundado en
1889), encargado principalmente de la importación de obras e instrumentos
musicales, así como de la edición de partituras de compositores venezolanos.
A pesar de la significativa inestabilidad política y económica que vivía el
país, sobre todo durante la última década del siglo XIX, en la que desfilaron
por el gobierno seis presidentes provisionales o electos6, su cultura musical
parece no haber sido sustancialmente afectada, logrando mantenerse en un
buen nivel de actividad.

La mujer venezolana y la música a finales del siglo XIX


La influencia de artistas extranjeras, la creación de escuelas y academias
especializadas en las Bellas Artes, el acceso a los libros y a la prensa, las
clases particulares con eminentes pedagogos y la necesidad de hacer algo
más que coser, bailar, cocinar, leer y rezar, permitieron a las venezolanas

6
Andueza Palacios (1890-1892); Villegas (1892-1892); Villegas Pulido (1892-1893); Crespo
(1893-1897); Andrade (1897-1899); Castro (1899-1909).
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penetrar en el mundo artístico a través de la escritura, la poesía, la actuación


y la música, entre otras artes. El arte se convierte para ellas en un oportuno
camino para hacer que sus expresiones sean el reflejo de un renacimiento
intelectual digno que había estado reprimido7.
La música, por lo tanto, fue para la mujer venezolana un maravilloso
medio de expresión, en donde podían actuar a sus anchas sin reproches de la
sociedad. La relación entre la música y la mujer se remonta a finales del siglo
XVIII cuando sus gustos se orientaban hacia la ejecución del arpa y la guitarra.
Y a mediados del siglo XIX, algunas venezolanas tenían cierta predilección
por el bel canto, la guitarra y el violín, pero sin duda, a la mayoría les animaba
más el piano.

1. El bel canto

La ópera, la opereta y la zarzuela contaban con una gran difusión durante


los últimos años del siglo XIX. Muchas compañías nacionales e internacionales
llenaron las salas de los principales teatros complaciendo a una multitud de
oyentes. Entre las compañías extranjeras que se presentaron en Caracas, estuvo
la que fundó Teresa Carreño en su nuevo rol de productora y cantante lírica,
invitada especialmente por Guzmán Blanco.8

Pintura "Ave María" de C. Haigh-Wood (Fuente: El Cojo Ilustrado)

7
Desde los tiempos antiguos, la mujer siempre estuvo vinculada al arte, pero el sistema del
patriarcado no reconocía su labor y menos aún le permitía mostrarla.
8
Como rechazo a su condición civil, pues ya Carreño llevaba dos matrimonios, y a la mala
calidad del evento debido a que no hubo tiempo de buscar unos buenos cantantes por lo
rápido de la invitación, la sociedad caraqueña decidió no asistir masivamente a los conciertos, lo
cual llevó a esta compañía al fracaso. Como pago a los cantantes extranjeros, Teresa Carreño
decidió vender su piano junto a otras pertenencias al gobierno venezolano.
79
Este ambiente era propicio para la venezolana que deseaba deleitar a un
público con su voz, que en ocasiones había sido formada desde la niñez,
cuando la cátedra de canto formaba parte del pensum de estudios en algunos
colegios, como vimos en la fotografía del Instituto de piano y de canto de
Valencia.
En la prensa El Cojo Ilustrado, se pueden encontrar hasta treinta referencias
escritas (entre crónicas y artículos) sobre nueve cantantes venezolanos
pertenecientes a las compañías de ópera. Entre las mujeres que se encontraban
podemos nombrar a Carmen Felicitas León y Conchita Micolao del Río
(mezzosoprano). De esta última, la revista reseña un recital ofrecido en el
Teatro Municipal, en donde interpreta El profeta (Le prophete) de Giacomo
Meyerbeer, la Cavatina Veux vivre dans ce reve de Romeo y Julieta (Roméo et Juliette)
de Charles Gounod, un trozo de El Barbero de Sevilla de Giocchino Rossini,
La Cenicienta (La Cenerentola) también de Rossini, un bolero y una
romanza.(1893:75)
Era frecuente que en las inauguraciones o eventos especiales de algunos
institutos participaran algunas representantes del arte lírico venezolano. Como
ejemplo de ello tenemos el caso de la celebración del segundo aniversario de
la "Clínica de niños del Hospital Linares", en el que se presentaron las señoritas
Luisa María Montero y Mercedes Elena Silva Larrazábal; o en la celebración
del primer aniversario de la institución "Refugio de la infancia", donde se
presentó la señorita Anita Budriesi.
La señora María Brito de las Casas9, quien era la directora de la Escuela
Nacional de Canto de Caracas, dependiente de la Academia Nacional de
Bellas Artes desde 1886, solía hacer conciertos filantrópicos, en donde se
destacaban muchas de sus alumnas. Entre estas últimas se encontraban las
señoras y señoritas Josefina de Power, Lola de las Casas, Isabel Ofelia Silva
Larrazábal, Mercedes García Llamozas y María Luisa Montero.
Los exámenes de esa escuela de canto, así como de las demás escuelas
del Instituto Nacional de Bellas Artes, eran públicos. En una reseña de El
Cojo Ilustrado (1893:98), se lee una felicitación a unas señoritas que se
distinguieron notablemente en sus exámenes: las alumnas Lastenia Pachano,
Guillermina González, Socorro Machado y Rosario Arroyo, cuya maestra
era la señorita Budriesi.10 Esta última se presentó años más tarde en el primer
Certamen Literario de la misma prensa, acompañada al piano y al violoncello
por la señorita María Irazábal y el señor Emilio J. Mauri
respectivamente.(1898:53). El Cojo Ilustrado aplaudió la participación de
las mujeres en este evento:
Grato es también á la dirección presentar testimonio de reconocimiento
á las señoritas Mercedes Domínguez Olavarría (cantante), Anita Budriesi y
María Irazábal, quienes se presentaron á darle brillo á la fiesta de las letras,

9
Cantante lírica, pianista, compositora y docente.
10
Budriesi era mezzo-soprano dramático; nació en Turín en 1873 y realizó estudios de canto en
el Conservatorio de Milán. Posteriormente se trasladó a Venezuela donde desarrolló su carrera
musical.
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Escuela de Canto del Instituto de Bellas Artes, Conservatorio de Música y Declamación


(Fuente: El Cojo Ilustrado)

María Brito de las Casas Adela Budriesi


(Fuente: El Cojo Ilustrado) (Fuente: El Cojo Ilustrado)

alcanzando su objeto del modo más halagador para la concurrencia que premió
sus facultades en la música y el canto con nutridos y entusiastas
aplausos.(1898:91)

81
2. Las sociedades femeninas

A finales del siglo XIX, existieron algunas asociaciones orquestales de


importancia como "La Unión Filarmónica", fundada en Caracas en 1886 por
Charles Werner y el doctor Eduardo Calcaño; y al menos dos asociaciones
conformadas exclusivamente por mujeres: "La Sociedad Armonía", en la
ciudad de Coro, y la Sociedad "El Bello Sexo Artístico", con sede en la
ciudad de Valencia.
La iniciativa de crear la Sociedad "El Bello Sexo Artístico" se debió a las
señoritas Epaminondas López Pulicani, Teresa Boggio y Caridad Soler. En
1891 la Sociedad se consolida gracias a las hermanas González Guinand.
Fue la señorita Isabel González Guinand quien se ocuparía de presidir la
institución. El surgimiento de esta agrupación motivó a las mujeres a tocar

El Bello Sexo Artístico. (Fuente: El Cojo Ilustrado)

instrumentos como violines, violoncellos, flautas, clarinetes y bombardinos,


los cuales llegaron a dominar con mucha destreza. Esta asociación filarmónica
se presentó ante el público por vez primera en la inauguración de la Iglesia
Matriz de Valencia, el día 25 de Junio de 1893, fecha en la que se celebra el
82
Agostini, Las mujeres en la mús....

Sagrado Corazón de Jesús. La orquesta, conformada por quince señoritas11,


interpretó la Misa en re menor del Maestro José Rius, director de la agrupación12.
El gran entusiasmo despertado por el concierto motivó a sus participantes a
seguir realizando presentaciones de carácter benéfico que contribuyeron a la
construcción de la Santa Capilla de la Iglesia Matriz.
Las presentaciones de esta agrupación femenina se caracterizaron por su
seriedad artística y su finalidad altruista. Ello las hizo merecedoras del aplauso
unánime del pueblo carabobeño y de las demás ciudades de la nación, así
como lo expresa la prensa caraqueña El Cojo Ilustrado que felicitó el logro
artístico de las damas valencianas:
En una suntuosa festividad consagrada al Corazón de Jesús, se ha exhibido
en el coro de la Iglesia Matriz de la ciudad de Valencia una sociedad musical
de señoritas valencianas, cuyo suceso ha llamado naturalmente la atención y
merecido con justicia muy sinceros aplausos, así por el delicado espíritu que
ha informado la creación del nuevo civilizador instituto, como por la habilidad
y talento que han mostrado las personas que lo componen. (1983:334)

3. Las musas del piano


Puesta la ebúrnea mano sobre las teclas, (...) vagan por el espacio esparciendo
acentos que remedan aves y vientos, clamores del desierto, rumores del bosque,
píos de pajarito; o bien imprimen el lento modular de la meditación para
contarnos la historia de su instantánea fantasía.

Ramón de la Plaza
(1883:CCXC)

Es conocido que durante el siglo XIX, el piano, en virtud de su


versatilidad, se convierte en el medio ideal para la difusión de la estética
romántica. Además, el sonido del piano se adaptaba tanto a los espacios
domésticos como a las salas de concierto y el acelerado perfeccionamiento
mecánico del piano permitió el desarrollo de un virtuosismo sin precedentes
al cual se integraría un número importante de pianistas profesionales. Este
cúmulo de ventajas contribuyó al enorme interés que los compositores
románticos mostraron por el piano, cuyo repertorio sea quizás el más extenso
que instrumento alguno haya acumulado a lo largo de la historia de la música.
Según Herminia Girón, quien realizara un trabajo sobre el pianista
decimonónico Ramón Delgado Palacios, entre las primeras noticias que se
conocen sobre el piano en Venezuela, resulta especialmente relevante la que
se lee en el testamento del destacado músico colonial Juan Manuel Olivares,
11
Epanimondas López Pulicani, Elena López Pulicani, Elena López Pulicani, Josefina López
Pulicani, Juana García Betancourt, Esperanza Salom, Socorro Lizardo, Isabel González Guinán,
Luisa Antonia González Guinán, Virginia Burgos García, María López Pulicani, María Isabel
Pérez, Felicia Célis Silva, Trinidad Freytes y Ana Luisa Codecido.
12
De este director sabemos por la prensa El Metrónomo, que vino desde España a Venezuela con
una compañía de zarzuela y decidió quedarse a vivir en Valencia. Fue director de la Sociedad
Filarmónica Santa Cecilia.
83
quien fallece en las inmediaciones de Caracas en 1797, dejando a sus sucesores
"un piano sin concluir". En 1798 se encuentran también datos sobre un
clave-piano de nogal sin herrajes, perteneciente a Don Gervasio Navas. Ya
en 1811, el gusto femenino por el piano comienza a desarrollarse, tal como
lo confirma la prensa El Mercurio Venezolano, en el cual se informa que el gran
músico Cayetano Carreño, quien más tarde sería el abuelo de Teresa Carreño,
había difundido con gran agrado y destreza el gusto por el piano entre el
bello sexo.(Girón:1988)
A lo largo de ese siglo y sobre todo a sus finales, en la mayor parte de
nuestro país el piano pasa a ser el instrumento de mayor aceptación entre las
familias pudientes. En cada casa tenía que haber aunque sea un piano vertical
en la sala. La educación pianística se puso de moda en los colegios nacionales
y a nivel particular. El piano se convierte en un instrumento elitesco, sinónimo
de status, elegancia, respeto e incluso de inteligencia, ya que nace la figura
del pequeño genio en potencia cuyos padres, con ínfulas engrandecidas, no
tardaban en exhibir a la sociedad. Era muy común que las niñas y señoritas
tuvieran clases de piano, así podían, entre otras cosas, conseguir más
fácilmente un candidato para el matrimonio. Las noticias que nos entregan
los numerosos viajeros del siglo XIX en Venezuela dan testimonio de la
existencia del piano en los hogares venezolanos, y sobre todo en las principales
ciudades: "En muchas casas se escuchan música y baile. La gran pasión de
las criollas por el baile es la causa de que en Caracas se encuentre un piano
en cada casa acomodada".(Benedittis, 1999:38)
El romanticismo musical, manifestado a través de la música de salón,
muy en boga entre la música popular del momento, fue sin duda otro aspecto
importante para la proliferación de mujeres pianistas. Valses, polcas, mazurcas
y danzas formaban parte del repertorio más interpretado y bailado en los
salones decimonónicos. Habían pianistas que tocaban en sus casas pequeñas
piezas para llenar las expectativas de las personas más cercanas, y habían las
que, más dedicadas al estudio, lograban desarrollar una carrera, incluso
profesionalmente, como ejecutantes, docentes y compositoras.
Durante el entresiglo XIX-XX, la célebre pianista venezolana Teresa
Carreño se convirtió en un modelo importante y fuente de inspiración para
las mujeres venezolanas que aspiraban a desarrollar sus condiciones musicales
a través del piano. Muchas de ellas lograron imprimir una gran huella en el
ámbito pianístico venezolano logrando ser reconocidas y aplaudidas incluso
por el gremio masculino. Entre ellas podríamos señalar a María Saumell,
Sofía Limonta, Amalia Travieso, Amalia Brandt de Rodríguez, Emma Silveira,
Berenice Álamo, Ismenia Castillo13, Concepción Azpúrua de Ponce de León,
Aída van Stenis, Inés Angelina Borges, Friné Pérez14, María Tur, Angela María
del Corral, Ana Misley15, Amalia Travieso, Luisa Uslar de Lugo16, Mercedes

13
Oriunda de Barquisimeto
14
Oriunda de Barquisimeto
15
Oriunda de La Victoria
16
Oriunda de Valencia
84
Agostini, Las mujeres en la mús....

Domínguez Olavarría y María Irazábal, sin contar a muchas otras que


nombraremos más adelante.
En cuanto a las pianistas arriba mencionadas podríamos señalar -a fin de
demostrar lo importantes que eran para la sociedad y la vida musical del
momento- algunos datos tomados principalmente de la prestigiosa revista El
Cojo Ilustrado. En esta fuente se lee que la pianista Aída van Stenis presentó
su último examen de piano en el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1903,
obteniendo el diploma de profesora de piano, bajo la tutela de Sofía de
Pecchio, de quien hablaremos más adelante. A propósito de ello se señala:
"Los exámenes de la señorita van Stenis fueron una brillante demostración
de sus aptitudes y conocimientos, tanto como un satisfactorio éxito á los
esfuerzos y competencia de la profesora, la señora de Pecchio"(1903:502)
Por otra parte, se conoce que María Saumell, nacida en 1868 en Caracas,
fue una pianista cuya trayectoria musical se proyectó más allá de las fronteras
nacionales. María Saumell tocó su primer concierto a los cinco años en el
Teatro Municipal el 30 de septiembre de 1874, en presencia del presidente
Guzmán Blanco. Luego dio tres conciertos más por los cuales fue invitada a
varias ciudades del país y a Curazao en donde participó como concertista en
varias ocasiones. En un festival artístico que se efectuó en el Teatro Municipal
fue condecorada por el doctor Juan Pablo Rojas Paúl con la medalla de
Instrucción Pública. María Saumell falleció en la primera década del siglo
XX. Según Ernesto Magliano, esta pianista además "compuso muchos valses
de extraordinaria belleza"(1980:68), los cuales aún no se han podido localizar.
Un dato curioso -y que demuestra también lo importante y valoradas que
eran las pianistas inclusive por el gremio masculino pianístico-, es el que
vemos en la misma prensa, en el cual se le agradece al pianista Ramón Delgado
Palacios por el obsequio de un "gran vals para piano" llamado "Mi aplauso"
que fue editado en Alemania, dedicado nada más y nada menos que a "la
distinguida señorita Amalia Travieso, discípula muy aplaudida del renombrado
maestro y compositor señor Jesús María Suárez".(1898:767)
En Venezuela fue común la participación de mujeres pianistas en eventos
de gran importancia. En este sentido, podemos nombrar la participación en
el Centenario de Sucre de la señora Isabel Pachano de Mauri, presentando
una Melopeya de su autoría y la señorita Trinidad Jiménez R. con su paso
doble Gloria á Sucre. Ambas piezas fueron compuestas expresamente para
este evento (El Cojo Ilustrado: 1895,118). También se tiene noticia de que
Sofía Limonta tocó una Fantasía al piano en el Centenario del Libertador el
13 de agosto de 1883, acto presentado en el Teatro Guzmán Blanco
(Milanca,1883:70).
En cuanto a la actividad docente, un número importante de pianistas
venezolanas realizó una labor destacada. Entre éstas merecen ser mencionadas
Ana S. de Toro, Tomasa Borges de Lozano, Josefina Sucre de Acosta, Ana
Teresa Abreu, Amalia Brandt de Rodríguez, María Brito de las Casas, María
de J. Montero de Brito, Josefa Gallardo, Felipa Velásquez y, especialmente,
Sofía R. de Pecchio y Rosa M. Miramontes de Basalo, quienes continuaron
dictando clases en Caracas aún durante los primeros años del siglo XX.
85
Escrito de María Brito de las Casas para El Cojo Ilustrado.

Algunas de estas profesoras ofrecían sus servicios a través de la prensa.


Tal es el caso de Sofía R. de Pecchio, quien el 17 de octubre de 1885 ocupa
espacio en la Opinión Nacional de Caracas, anunciándose como profesora de
piano diplomada y laureada con dos condecoraciones del "Conservatorio de
Milán". También la pianista Elvira Urdaneta de Pulgar aparece anunciándose
en un aviso publicado por El Cojo Ilustrado:

Anuncio de Elvira Urdaneta de Pulgar. (fuente: El Cojo Ilustrado)

86
Agostini, Las mujeres en la mús....

El Cojo Ilustrado dedicó un espacio para agradecer a la señora Sofía R. de


Pecchio el obsequio de su pieza para piano "Nocturno", y aprovechó para
aplaudir sus labores docentes, señalando las aptitudes de una de sus alumnas
y los comentarios de sus colegas:
En días pasados conocimos sus excelencias de maestra con al audición
de una de sus muchas discípulas (…) la encontramos segura de sí misma y
poseedora de una base mecánica de la mejor ley. Desde ahora auguramos a
María triunfos espléndidos para el porvenir, pues además de su natural
disposición para la música tiene en la señora de Pecchio guía segura para
progresos serios en el arte. Tenemos también noticia, por los comprofesores
de dicha señora, de sus acuciosidades en la enseñanza y su interés siempre
creciente en pró de todo aquello que procure á sus discípulas rápidos
adelantos. Es, pues, deber nuestro, al par que manifestar á la señora de Pecchio
nuestra gratitud por el regalo que ha servido hacernos, y poner a su disposición
las columnas de El Cojo Ilustrado, encarecer su valor profesional y aplaudir
con sinceridad sus talentos y correcta escuela de enseñanza(sic).(1893:231)

Escrito "La Enseñanza" de Sofía R. de Pecchio para El Cojo Ilustrado


87
Otra profesora muy reconocida fue la profesora barquisimetana Rosa
María Martínez Miramontes de Basalo (1857-1943), quien tuvo por principal
maestro a Salvador N. Llamozas y llegó a ser una de las más distinguidas
profesoras de la Escuela de Piano de Caracas. En 1893, ocupó la dirección
de una Escuela de Piano creada por el gobierno del presidente Joaquín Crespo.
En el Conservatorio de Música y Declamación, que fue una continuación
del Instituto Nacional de Bellas Artes (y actualmente denominado Escuela
de Música José Angel Lamas), ella se encargó de la primera clase superior de
Piano para mujeres, desde 1897 hasta 1936, año en que fue jubilada. Elaboró
un método de ejercicios prácticos para piano, publicado por la S.N. Llamozas
& ca. Editores17 y seleccionado por un jurado conformado por Salvador
Llamozas, Andrés Delgado Pardo e Ignacio Bustamante, el 12 de Octubre
de 1911, para ser incluido en el programa de estudios de piano de la Escuela
de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes. Después de su jubilación,
la señora Martinez Miramontes de Basalo fundó en su casa la Escuela de
Música "Teresa Carreño" cuya dirección asumió hasta la muerte.
Datos como estos se multiplican en las páginas de la prensa del momento.
Era muy común hablar de la mujer pianista, de la compositora y de la docente.
Este fenómeno era tan fuerte, que nos atrevemos a decir que eran más las
mujeres que tocaban el piano que los hombres, pero lamentablemente sólo
se conocen primero los logros de aquellos, dejando en segundo plano lo que
hacen las mujeres. Nos referimos a la manera en como fue contada la historia,
porque queda bien claro en este apartado que, para finales del siglo XIX, la
mujer ya era protagonista de la vida musical de una sociedad que fue su
orgulloso testigo.

Pintura "La lección de piano" de Emilio Mauri. (Fuente: El Cojo Ilustrado)

17
Se conservan dos ediciones en el archivo José Angel Lamas de la Biblioteca Nacional.
88
Agostini, Las mujeres en la mús....

4. La mujer venezolana y la creación musical

Según la pianista venezolana Rosario Marciano, la relación de la música


con el aspecto creativo de la mujer no es un tema novedoso18. En un tríptico
que publicó a raíz de investigaciones que realizó en Europa, menciona el
nombre de la primera mujer compositora de la historia musical universal.
Ella era de Mesopotamia, alrededor del año 2.500 A.C., llamada Enheduanna,
quien fuera hija del rey Sargon de Akkad. Esta princesa se hizo sacerdotisa
de la divinidad Sin (la Luna), a la cual le rindió culto durante toda su vida.
Como fruto de su religiosidad, la princesa sacerdotisa dejó para la posteridad
más de sesenta tablillas de terracota, las cuales contienen diversos himnos,
además de las explicaciones correspondientes sobre la manera de cómo
interpretarlos.
Durante los siguientes siglos, aunque las mujeres podían desarrollar el
don de la composición musical, muchas de ellas no se dedicaron a este oficio
debido básicamente a fuertes condicionamientos de carácter social que
relegaban a la mujer a otro tipo de ocupaciones. Es a partir del siglo XIX,
cuando estas composiciones comienzan a asomarse por algunas grietas de
un muro que por mucho tiempo estuvo hermético. Así, a lo largo de ese
siglo, encontramos a un grupo numeroso de compositoras de todas partes
del mundo que se atrevieron a mostrar sus obras, pero aún con cierta timidez.
Entre ellas podemos nombrar a la condesa Stefhanie Wurmbrand-Stuppach
y Alma Mahler, de Austria; Ingeborg von Bronsart de Alemania; Agathe
Backer-Groendahl, de Noruega; Ethel Smyth, de Inglaterra; Amy Marcey
Cheeney Beach (H.H. Beach), de Estados Unidos; Cecile Chaminade, Lili
Boulanger19 y Germaine Tailleferre, de Francia20. Algunas compositoras de
esta época alcanzaron renombre, como es el caso de Clara Schumann (esposa
de R. Schumann); Fanny Meldenssohn (hermana de Felix Mendelssohn), y
nuestra gran pianista Teresa Carreño.
Rosario Marciano enfatiza que estas compositoras debían resolver un
problema de tipo social, tratando de subsanar la brecha existente entre sus
ocupaciones como ama de casa y sus aspiraciones a la composición. Señala
además que "la mujer de esta época -refiriéndose al siglo XIX- es un reflejo
del tiempo que vive y crea obras que se caracterizan por su virtuosismo,
brillo, enormes dificultades técnicas y por su irresistible coquetería".21
En Venezuela, así como en otros países latinoamericanos, existió durante
el siglo XIX un número considerable de compositoras, algunas aficionadas y
otras de gran destreza profesional. A finales del siglo, muchas pianistas
venezolanas comenzaron a mostrar sus obras musicales en público
haciéndolas merecedoras de exclamaciones de admiración y orgullo nacional.

18
Véase: Marciano. (s/f). [tríptico].
19
Primera mujer en la historia que obtiene el Premio Roma de Francia destinado a la composición.
20
Esta última fue única miembro femenina del famoso grupo de los seis, compuesto por
Milhaud, Poulenc, Honneger, Auric y Durey.
21
Marciano. (s/f). [Entrevista].
89
El piano, que –como sabemos- era el instrumento de moda de la época,
fue un factor importante para que se diera este fenómeno femenino, pues
facilitaba el acceso a la composición por la rápida reproducción del sonido
creado, además de que existía un ambiente de mucho interés en componer
música para este instrumento. La escritora Patricia Adkins Chiti en su libro
Las Mujeres en la Música señala que "el piano, más que cualquier otro
instrumento, fomentó la actividad compositora de las mujeres porque estaba
en casa, lo podían estudiar cuanto y cuando querían y les ofrecía la posibilidad
de oír inmediatamente lo que habían compuesto". (1995:117)
Tal era el auge de este fenómeno pianístico femenino, que las revistas, la
prensa y los álbumes musicales del momento, guardaban un espacio muy
especial para la publicación de sus obras. El Cojo Ilustrado, por ejemplo, que
contaba con el prestigio de ser una revista ejemplar de excelente corte cultural
y literario, publicó entre sus páginas un total de 21 piezas realizadas por
compositoras venezolanas. Veamos un comentario que hace la revista con
respecto a una de estas artistas:
Nunca más honrada que hoy esta sección de El Cojo Ilustrado, pues sírvele de
ornato y gala una de las bellas producciones de genial y hermosa dama (Isabel
Pachano de Mauri) honra de nuestra sociedad, y cuyo espíritu sabe remontarse á
las purísimas esferas del divino arte y dominar allí como señora, y, ungida de
santa caridad artística, obsequiar á este indigno periódico con acabada obra de su
numen musical. Al poner á sus píes la humilde ofrenda de nuestra gratitud,
invocamos su benevolencia para que repita la preciosa merced de su inestimable
don que así colmará de honra y prez á esta Revista."(1892:276)

Isabel Pachano de Mauri. (Fuente: El Cojo Ilustrado)

Algunas de estas compositoras llegaron a alcanzar verdadera popularidad


en su época, tal como reseña la revista nombrada:
Casi no habrá en Caracas quien, conociendo los secretos del teclado ó estando en
vía de poseerlos, no haya ejecutado con verdadera complacencia las composiciones
musicales de la señora María Montemayor de Letts, cuyas piezas de baile,
singularmente, son popularísimas, como que en ellas se adunan el carácter de
nuestros aires nacionales y el sello de originalidad que imprime en ellas la
inspiración donosa y varia de la autora. (1892:66)

María Montemayor de Letts (Fuente: El Cojo Ilustrado)

También, para el álbum Armonías del Avila, encontramos que "cuatro


damas concurren con celebradas composiciones á la formación del álbum
(…): Teresa Carreño, María Montemayor de Letts, Isabel Pachano de Mauri
y la señorita Adina Manrique"(El Cojo Ilustrado,1898:565). Por primera vez
vemos a Teresa Carreño, quien gozaba para ese año de fama mundial, al lado
de compositoras que también tenían fama pero sólo en su propia tierra.
Seguramente, si ellas hubiesen podido pisar otros horizontes, como lo hizo
Teresa Carreño, hubiesen alcanzado reconocimiento a nivel mundial, quizás

90
Agostini, Las mujeres en la mús....

no del tamaño de Carreño, pero sí muy cerca de ella. En este álbum, estas
señoras y señoritas comparten páginas con también afamados compositores
como lo son: Azpúrua, Eduardo Calcaño, Delgado Palacios, Manuel E.
Hernández, Felipe Larrazábal, Llamozas, Montero y J. M. Suárez.

Escrito de Adina Manrique para El Cojo Ilustrado.


Pianista y compositora de varias piezas de voz y piano.

Fragmento de "Huyo de ti"


de Isabel Pachano de Mauri.
(Fuente: El Cojo Ilustrado)

91
El corpus de obras de las compositoras venezolanas de finales del siglo
XIX comprende piezas para piano; voz y piano; música de cámara y obras
para orquesta. La mayoría de estas piezas corresponden a los géneros de
salón: valses, polcas, mazurkas y danzas; y el resto se destina a nocturnos,
barcarolas, marchas, himnos, romanzas y música religiosa.

Dolores Muñoz Tébar de Stolk.


(Fuente: El Cojo Ilustrado)

María Teresa Silva


(Fuente: El Cojo Ilustrado)

92
Agostini, Las mujeres en la mús....

Son más de treinta compositoras las que encontramos entre las fuentes
revisadas. Entre ellas están: Isabel Pachano de Mauri, Dolores Muñoz Tébar
de Stolk, Adina Manrique, María Montemayor de Letts, Leticia Agüero,
Rosario Silva Simonovis, María Teresa Silva, Trina Castillo, Engracia Agüero,
Sofía Limonta de Mora, Rosa María Miramontes de Basalo, Cleofe Arciniega,
Adelina Spinetti, Amelia Pérez Dupuy, Sofía de Pecchio, etc. Esto comprueba
la importancia que tuvo la composición femenina en aquella época.

"Nocturno" de Sofía R. de Pecchio.

93
"Sincero afecto" de Cleofe Arciniega.

"Mi primera flor" de María Teresa Silva.

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Agostini, Las mujeres en la mús....

"Sensitiva" de Ana Luisa Ramírez.

"Ausencia" de Rosa M. de Basalo

95
"Mercedes". Valse para piano de Isabel Pachano de Mauri.

Palabras Finales

Con estas investigaciones nos hemos dado cuenta de que la ausencia de


la mujer en el campo musical venezolano del siglo XIX es sólo un mito de la
historia musical venezolana que ahora podemos desmentir con hechos
concretos. El rescate de su música, aportarán a la musicología actual una
nueva visión en cuanto a los estudios de género y de la mujer, que hasta
ahora no habían sido tomados muy en cuenta, con excepción de los trabajos
de investigación que se han hecho sobre Teresa Carreño.
Aún falta mucho de descubrir y rescatar, y una de nuestras dos misiones
es poder incluir a estas mujeres en la historia musical venezolana, e incluso –
¿y por qué no?- abrirles, por lo menos a las más sobresalientes, un espacio en
la lista de "las mujeres y la música" de Latinoamérica y del mundo, así como
en la lista de los compositores de ambos géneros. Nuestra segunda misión, y
quizás la más satisfactoria, es la de devolverle -por medio de la edición crítica
y la publicación- la vida a esa música que una vez fue disfrutada en los
espacios decimonónicos, ya que es una música que, al igual que la de sus
contemporáneos, también merece ser escuchada.
96
Agostini, Las mujeres en la mús....

REFERENCIAS
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1886. Aporte histórico al acervo musical venezolano. Trabajo Especial de Grado, mención
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En: Mujeres en la música. Historical Women Composers en Internacional Alliance for Women
in Music (IAWM).
http://luthien.nuclecu.unam.mx/jornada/990906.dir/musicas.htm./.
Benedittis, Vince de. (1999). "Presencia de la música en los relatos de viajeros del siglo XIX".
Trabajo especial de grado. Caracas: Universidad Central de Venezuela.
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Marciano, Rosario. (s/f). [Entrevista]. En: Programa Música, tiempo y espacio. Caracas:
Fundación Vicente Emilio Sojo.
_______________. (s/f). [tríptico]. 4.000 años de composición femenina. Caracas: Ministerio
de Información y Turismo.
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Monroy Pino, Gladys. (1995). Ellas en la historia de Venezuela. Caracas: Talleres tipográficos de
Miguel Angel García e hijo.
Nóbrega, Enrique. (1997). La mujer y los cercos de la modernización: los discursos de la
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Veracoechea, Ermila (coord.). La Mujer en la Historia de Venezuela. Caracas. Pp. 327-364.
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97
Fuentes hemerográficas:
El Cojo Ilustrado. (1892-1915). Revista quincenal. Caracas: El Cojo.
Valses venezolanos. (1898). Album para piano. Caracas: Editorial S. N. Llamozas & c.a.
Armonías del Avila. (1898). Album para piano. Caracas: Editorial S. N. Llamozas & c.a.
El Metrónomo. (1884-1886). Semanario artístico. Valencia: Sociedad Filarmónica Santa Cecilia.
El Zancudo. (1880-1883). Revista musical. Caracas: Gabriel J. Aramburu, editor.

Archivos consultados:
Archivo de la Fundación José Antonio y Carmen Calcaño, Caracas.
Archivo José Angel Lamas de la División de Música y Sonido de la Biblioteca Nacional. Archivo
de la Fundación Vicente Emilio Sojo, Caracas.
Archivo de la profesora Alecia Castillo, Valencia.

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Agostini, Las mujeres en la mús....

PONENETE

Desirée Agostini García

Pianista, docente e investigadora. Licenciada


en Artes, mención Música, en la Universidad
Central de Venezuela, en donde presentó la
tesis: “Música para piano de compositoras
venezolanas publicada en El Cojo Ilustrado
desde 1892 a 1907”. Maestra licenciada de
los cursos de la Yamaha Music Foundation
de Japón en Venezuela desde hace nueve
años, participando a su vez en diversos
seminarios latinoamericanos dirigidos por
maestros japoneses, para obtener y compartir
conocimientos sobre la metodología de los
cursos y para perfeccionar el nivel musical de
los mismos maestros. Ha realizado recitales
como solista y pianista acompañante y ha sido profesora de piano desde
hace muchos años en diversas escuelas de música y a nivel particular. Ha
participado como ponente en congresos y jornadas de investigación en la
Universidad Central de Venezuela, en el Celarg y en el Iudem. En esta última
institución, actualmente está cursando la carrera de Educación Musical. Ha
publicado artículos en revistas especializadas. Actualmente, cursa la maestría
de Musicología Latinoamericana en la UCV, y en Valencia está realizando
investigaciones bajo el auspicio del CDCH de la Universidad de Carabobo,
junto a la Dra. Alecia Castillo sobre la música de la Universidad de Carabobo.
Desirée Agostini sigue realizando investigaciones sobre la participación de
la mujer en el ámbito musical del siglo XIX y XX tanto en Venezuela como
en Latinoamérica.

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