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Introducción
Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, en Venezuela se estaba
gestando un ambiente idóneo para el establecimiento de una sólida cultura
musical. A raíz del guzmanato, las ciudades más importantes del país acogieron
con gran entusiasmo el sueño europeo del Ilustre Americano que no tardó en
manifestarse a través de la moda, las costumbres y sobre todo, a través de la
música. Una de las características más relevantes de la actividad musical
decimonónica venezolana era la existencia destacada de la música de salón, en
el que se difundieron diversos géneros musicales, los cuales, por su carácter
popular, eran sin duda los más tocados, escuchados y bailados por el público
asistente a las veladas, saraos y tertulias artístico-musicales.
El piano era uno de los instrumentos más representativos del salón, y
por ello, un gran número de pianistas llenaban las expectativas musicales de
un público bien selecto. Entre estos pianistas venezolanos, quienes también
fueron compositores, podemos encontrar a Heraclio Fernández (1851-1886),
José Ángel Montero (1832-1881), Federico Villena (1835-1899), Ramón
Delgado Palacios (1867-1902), Redescal Uzcátegui (1871-1943), Andrés
Delgado Pardo (1870-1940), Salvador Narciso Llamozas (1854-1940), Jesús
María Suárez (1845-1922), Federico G. Vollmer, Narciso L. Salicrup (1869-
1917) y Pedro Elías Gutiérrez (1870-1954), ente otros. Todos ellos, como es
bien sabido, formaban parte importante de la vida musical venezolana de
finales del siglo XIX. Sin embargo, pese a la evidente preponderancia de
nombres masculinos en esta lista, las mujeres jugaron un rol muy importante
dentro de la vida cultural de los salones de la época. Un rol tan importante
que la historia musical no puede dejar pasar por debajo de la mesa.
La venezolana siempre estuvo a la par de los acontecimientos de la historia
de Venezuela construyendo poco a poco su propia emancipación dentro de
una sociedad esencialmente patriarcal. Pero es a partir de 1870, año en que
Guzmán Blanco asume el poder y proclama la educación gratuita y obligatoria
para todos los venezolanos, cuando la mujer empieza, de manera más
significativa, a formarse intelectualmente y a tomar posición militante en la
vida cultural y pública del país. Muchas de ellas encontraron en la escritura
un medio apropiado para expresarse, ya fuera a través de la prosa o de la
poesía, y otras lo encontraron en la actuación, las artes plásticas y la música.
En cuanto al ámbito musical, una pianista y compositora muy conocida
por todos fue Teresa Carreño, quien pudo destacarse más allá de los límites
geográficos del país llegando a ser un ejemplo de la mujer venezolana del
siglo XIX. Aunque Carreño obtiene su mayor desarrollo y auge musical en
Europa, su realidad no se difiere de lo que ocurría en nuestro país. Pues este
caso no fue en absoluto un producto excepcional en su época, sino que su
presencia obedece a un inusitado auge de la actividad pública femenina en el
ámbito musical que se estaba desarrollando en el continente europeo y por
ende, en muchos países latinoamericanos.
Se han encontrado evidencias importantes con respecto a la febril
participación de las mujeres en el ámbito musical venezolano. Mujeres, quienes
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de las mujeres que han logrado formar hogares firmes en contra de grandes
dificultades".(1995:96)
Durante mucho tiempo, la lupa utilizada por la historia tradicional
venezolana al estudiar el siglo XIX, y más aún, al estudiar los siglos que lo
anteceden, ha mostrado una visión heroica protagonizada principalmente
por los hombres. Esta actitud deja completamente de lado a la historiografía
de la mujer, dándonos a entender que la misma no parecía ser importante
para el desarrollo de la "Nueva República".
Sin embargo, ya a finales del siglo XIX, por medio de la prensa de la
época, notamos que la mujer era considerada un ser de suma importancia
para la sociedad, sobre todo para aquella que estaba desarrollándose bajo
el pretexto de conquistar el orden y el progreso durante el guzmanato. Todo
esto se resume en una frase del ilustre pensador francés Jean Jacques Rousseau
que recorría con fuerza el pensamiento de los venezolanos de aquel momento
y que aparece en un ejemplar de la reconocida revista El Cojo Ilustrado: "serán
siempre los hombres lo que las mujeres quieran; hagamos á las mujeres
virtuosas y libres y los hombres serán libres y virtuosos".(1896:235)
Ella se convirtió entonces, según el escritor Enrique Nóbrega, en "un
elemento de apoyo para lograr la construcción de la sociedad moderna, como
un aporte más en la consecución del progreso del país y de la humanidad en
general"(1997:11). Esto llevó a la mujer, por su necesaria participación social,
a romper un poco su límite hogareño para traspasar, con mucha adversidad
por la parte del sexo opuesto, a los espacios públicos.
La emancipación femenina, tanto en Venezuela como en el resto del
mundo, se iba extendiendo de modo in crescendo con una gran diversidad de
trabajos remunerados fuera de la casa, los cuales "se suponían iban acordes
con su naturaleza y sus capacidades racionales y temperamentales"(Nóbrega,
1997:17). La mujer de origen más humilde estaba limitada a trabajos de
ser vicio doméstico, así como también a la economía infor mal,
desempeñándose como dulcera y lavandera, entre otros oficios. Las mujeres
de los campos hacían trabajos remunerados a destajo tales como seleccionar
y recolectar granos de café y moler azúcar. A las señoritas de clase media les
correspondería el servicio de criadoras, así como el de la enseñanza particular
o pública. Las empresas como las pensiones y hotelerías fueron creciendo
con sus empleadas. Y en cuanto a la categoría de artes y oficios, encontramos
un grupo grande de escultoras, pianistas, compositoras, copistas, pintoras,
reposteras, costureras, etc., cuyos servicios eran ofrecidos en su mayoría a
través de la prensa.1
De la misma manera como esta liberación progresiva de la mujer
enorgullecía a algunos del sexo opuesto, también preocupaba a otros, tal
como lo señala un artículo que se encuentra en la sección "Miscelánea" de la
revista El Cojo Ilustrado, en el cual se intentaba alertar sobre la participación
de las mujeres en los oficios tradicionalmente ocupados por los hombres. En
este texto, titulado "La invasión de las mujeres", se señala que en América,
1
Véase: Rodríguez Campos. (1998). "La mujer en la economía venezolana del siglo XIX".
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durante los últimos veinte años -esto es entre 1875 y 1895- "el elemento
femenino [había] abrazado todas las carreras conocidas"(1895:706). Según
este escrito, las mujeres estarían ocupando desde las últimas décadas los
cargos de tenedoras de libros, copistas, escribientes, secretarias, actrices,
literatas, periodistas, médicas (sic), cirujanas y maestras de música
profesionales. De estas últimas, por cierto, señala que de tres mil ochocientas
mujeres que ejercían en el año de 1870 la profesión musical, se verificó un
incremento notable que llegó a alcanzar en 1895 la suma de unas treinta y
cinco mil mujeres sólo en este oficio.
Lo anteriormente expuesto nos permite suponer que la mujer venezolana,
al cruzar los límites del hogar, logra acceder al disfrute de las actividades
públicas que le permiten alcanzar una cierta independencia económica,
entrando en sintonía con la nueva concepción civilizadora promovida durante
el gobierno del Ilustre Americano.
La educación femenina contribuyó de manera indiscutible en la
construcción de este nuevo camino para las mujeres. En 1870, al decretar el
nuevo presidente Antonio Guzmán Blanco la gratuidad y obligatoriedad de
la educación primaria para todos los habitantes del país, ésta se extiende
hacia el género femenino. La educación y la cultura venezolana incluyen por
primera vez de manera formal y definitiva a todas las mujeres venezolanas.
En 1893, por decreto del presidente Joaquín Crespo, cuyo gobierno duró
desde 1893 hasta 1897, se creó en Caracas la Escuela Nacional de Mujeres,
cuyo objetivo era titular maestras para la enseñanza en las escuelas primarias.
Muchas de estas maestras podían ser directoras de colegios. Además, las
mujeres podían optar a ciertas instituciones artesanales llamadas "Escuelas
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para tal fin, sino que además se extendió a los hogares, ya fuera por medio de
las clases particulares privadas impartidas por músicos venezolanos o
extranjeros, o bien por la publicación de libros, como es el caso de La Música
escrita para las Madres de Familia de Jesús María Suárez.4
Como se observa, la vida musical del país -al contrario de lo que habían
señalado algunos musicólogos en estudios anteriores- fue muy activa en las
últimas décadas del siglo XIX. Eran muy usuales los saraos, tertulias, veladas,
audiciones, concursos y conciertos, así como las retretas que no cesaban de
sonar cada domingo en las plazas. También proliferaban las presentaciones
de óperas, zarzuelas y operetas realizadas por compañías nacionales e
internacionales, todo lo cual manifiesta una importante actividad del arte
dramático en el país. A esto se suman también las manifestaciones religiosas
que contenían música especialmente compuesta para su fin. Además, el
gobierno en muchas oportunidades promovía y auspiciaba la venida de artistas
extranjeros de reconocida trayectoria para presentarse ante el público
venezolano.
Durante los últimos años del siglo XIX, en Caracas se ofreció un
importante número de conciertos, principalmente en el teatro Guzmán Blanco
(actualmente Teatro Municipal), así como en las salas de la Academia o
Instituto Nacional de Bellas Artes, en la de la Unión Filarmónica y de los
Clubes "Unión", "Venezuela" y "Alemán". En las sedes de estos clubes se
organizaban mensualmente saraos y veladas musicales. Además, estaban las
casas de venta de instrumentos y partituras tales como la "Agencia de pianos
Steinway", "la librería del señor Cedillo" y el "salón del establecimiento del
señor Heny", en donde sus dueños cedían sus espacios para la presentación
de conciertos de artistas conocidos. También las salas de los hogares de la
alta sociedad se prestaban para algunas tertulias y veladas, ya sea para celebrar
algún evento familiar importante o para reunirse con amigos y compartir
entre canapés, copas, música y poesía.
Por otra parte, la prensa nacional jugaba un papel importante dentro del
ámbito musical del momento pues en ella se publicaban informaciones de
corte musical, entre las cuales se encuentran reseñas de eventos, críticas
musicales, biografías de compositores nacionales y extranjeros, historia
musical, ensayos, descubrimientos e inventos musicales. En algunas de estas
publicaciones se anexaban partituras tanto de origen nacional como
internacional. Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, aparecen por
la ciudad caraqueña y en muchas otras regiones del país5 diversas prensas de
importancia musical como lo son El Zancudo (1876) de Heraclio Fernández y
Gabriel Aramburu, El Arte Musical (1878) de José Angel Montero, La Lira
Venezolana (1882) de Salvador N. Llamozas y El Cojo Ilustrado (1892-1915)
de J.M. Irigoyen, entre otras.
4
Ejemplar del cual sólo se tiene referencia.
5
Era usual que una prensa venezolana se intercambiara con otra o que los editores obsequiaran
con regularidad un ejemplar a otra empresa editora, por lo que la prensa caraqueña era leída en
diversas regiones del país y viceversa. Existían prensas o revistas en otras ciudades que también
ofrecían noticias musicales e incluso partituras, como es el caso de El Metrónomo de Valencia, el
cual estamos apenas estudiando.
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Número de Gala de El Cojo Ilustrado dedicado a las damas venezolanas.
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Andueza Palacios (1890-1892); Villegas (1892-1892); Villegas Pulido (1892-1893); Crespo
(1893-1897); Andrade (1897-1899); Castro (1899-1909).
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1. El bel canto
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Desde los tiempos antiguos, la mujer siempre estuvo vinculada al arte, pero el sistema del
patriarcado no reconocía su labor y menos aún le permitía mostrarla.
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Como rechazo a su condición civil, pues ya Carreño llevaba dos matrimonios, y a la mala
calidad del evento debido a que no hubo tiempo de buscar unos buenos cantantes por lo
rápido de la invitación, la sociedad caraqueña decidió no asistir masivamente a los conciertos, lo
cual llevó a esta compañía al fracaso. Como pago a los cantantes extranjeros, Teresa Carreño
decidió vender su piano junto a otras pertenencias al gobierno venezolano.
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Este ambiente era propicio para la venezolana que deseaba deleitar a un
público con su voz, que en ocasiones había sido formada desde la niñez,
cuando la cátedra de canto formaba parte del pensum de estudios en algunos
colegios, como vimos en la fotografía del Instituto de piano y de canto de
Valencia.
En la prensa El Cojo Ilustrado, se pueden encontrar hasta treinta referencias
escritas (entre crónicas y artículos) sobre nueve cantantes venezolanos
pertenecientes a las compañías de ópera. Entre las mujeres que se encontraban
podemos nombrar a Carmen Felicitas León y Conchita Micolao del Río
(mezzosoprano). De esta última, la revista reseña un recital ofrecido en el
Teatro Municipal, en donde interpreta El profeta (Le prophete) de Giacomo
Meyerbeer, la Cavatina Veux vivre dans ce reve de Romeo y Julieta (Roméo et Juliette)
de Charles Gounod, un trozo de El Barbero de Sevilla de Giocchino Rossini,
La Cenicienta (La Cenerentola) también de Rossini, un bolero y una
romanza.(1893:75)
Era frecuente que en las inauguraciones o eventos especiales de algunos
institutos participaran algunas representantes del arte lírico venezolano. Como
ejemplo de ello tenemos el caso de la celebración del segundo aniversario de
la "Clínica de niños del Hospital Linares", en el que se presentaron las señoritas
Luisa María Montero y Mercedes Elena Silva Larrazábal; o en la celebración
del primer aniversario de la institución "Refugio de la infancia", donde se
presentó la señorita Anita Budriesi.
La señora María Brito de las Casas9, quien era la directora de la Escuela
Nacional de Canto de Caracas, dependiente de la Academia Nacional de
Bellas Artes desde 1886, solía hacer conciertos filantrópicos, en donde se
destacaban muchas de sus alumnas. Entre estas últimas se encontraban las
señoras y señoritas Josefina de Power, Lola de las Casas, Isabel Ofelia Silva
Larrazábal, Mercedes García Llamozas y María Luisa Montero.
Los exámenes de esa escuela de canto, así como de las demás escuelas
del Instituto Nacional de Bellas Artes, eran públicos. En una reseña de El
Cojo Ilustrado (1893:98), se lee una felicitación a unas señoritas que se
distinguieron notablemente en sus exámenes: las alumnas Lastenia Pachano,
Guillermina González, Socorro Machado y Rosario Arroyo, cuya maestra
era la señorita Budriesi.10 Esta última se presentó años más tarde en el primer
Certamen Literario de la misma prensa, acompañada al piano y al violoncello
por la señorita María Irazábal y el señor Emilio J. Mauri
respectivamente.(1898:53). El Cojo Ilustrado aplaudió la participación de
las mujeres en este evento:
Grato es también á la dirección presentar testimonio de reconocimiento
á las señoritas Mercedes Domínguez Olavarría (cantante), Anita Budriesi y
María Irazábal, quienes se presentaron á darle brillo á la fiesta de las letras,
9
Cantante lírica, pianista, compositora y docente.
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Budriesi era mezzo-soprano dramático; nació en Turín en 1873 y realizó estudios de canto en
el Conservatorio de Milán. Posteriormente se trasladó a Venezuela donde desarrolló su carrera
musical.
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alcanzando su objeto del modo más halagador para la concurrencia que premió
sus facultades en la música y el canto con nutridos y entusiastas
aplausos.(1898:91)
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2. Las sociedades femeninas
Ramón de la Plaza
(1883:CCXC)
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Oriunda de Barquisimeto
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Oriunda de Barquisimeto
15
Oriunda de La Victoria
16
Oriunda de Valencia
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Se conservan dos ediciones en el archivo José Angel Lamas de la Biblioteca Nacional.
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Véase: Marciano. (s/f). [tríptico].
19
Primera mujer en la historia que obtiene el Premio Roma de Francia destinado a la composición.
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Esta última fue única miembro femenina del famoso grupo de los seis, compuesto por
Milhaud, Poulenc, Honneger, Auric y Durey.
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Marciano. (s/f). [Entrevista].
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El piano, que –como sabemos- era el instrumento de moda de la época,
fue un factor importante para que se diera este fenómeno femenino, pues
facilitaba el acceso a la composición por la rápida reproducción del sonido
creado, además de que existía un ambiente de mucho interés en componer
música para este instrumento. La escritora Patricia Adkins Chiti en su libro
Las Mujeres en la Música señala que "el piano, más que cualquier otro
instrumento, fomentó la actividad compositora de las mujeres porque estaba
en casa, lo podían estudiar cuanto y cuando querían y les ofrecía la posibilidad
de oír inmediatamente lo que habían compuesto". (1995:117)
Tal era el auge de este fenómeno pianístico femenino, que las revistas, la
prensa y los álbumes musicales del momento, guardaban un espacio muy
especial para la publicación de sus obras. El Cojo Ilustrado, por ejemplo, que
contaba con el prestigio de ser una revista ejemplar de excelente corte cultural
y literario, publicó entre sus páginas un total de 21 piezas realizadas por
compositoras venezolanas. Veamos un comentario que hace la revista con
respecto a una de estas artistas:
Nunca más honrada que hoy esta sección de El Cojo Ilustrado, pues sírvele de
ornato y gala una de las bellas producciones de genial y hermosa dama (Isabel
Pachano de Mauri) honra de nuestra sociedad, y cuyo espíritu sabe remontarse á
las purísimas esferas del divino arte y dominar allí como señora, y, ungida de
santa caridad artística, obsequiar á este indigno periódico con acabada obra de su
numen musical. Al poner á sus píes la humilde ofrenda de nuestra gratitud,
invocamos su benevolencia para que repita la preciosa merced de su inestimable
don que así colmará de honra y prez á esta Revista."(1892:276)
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no del tamaño de Carreño, pero sí muy cerca de ella. En este álbum, estas
señoras y señoritas comparten páginas con también afamados compositores
como lo son: Azpúrua, Eduardo Calcaño, Delgado Palacios, Manuel E.
Hernández, Felipe Larrazábal, Llamozas, Montero y J. M. Suárez.
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El corpus de obras de las compositoras venezolanas de finales del siglo
XIX comprende piezas para piano; voz y piano; música de cámara y obras
para orquesta. La mayoría de estas piezas corresponden a los géneros de
salón: valses, polcas, mazurkas y danzas; y el resto se destina a nocturnos,
barcarolas, marchas, himnos, romanzas y música religiosa.
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Son más de treinta compositoras las que encontramos entre las fuentes
revisadas. Entre ellas están: Isabel Pachano de Mauri, Dolores Muñoz Tébar
de Stolk, Adina Manrique, María Montemayor de Letts, Leticia Agüero,
Rosario Silva Simonovis, María Teresa Silva, Trina Castillo, Engracia Agüero,
Sofía Limonta de Mora, Rosa María Miramontes de Basalo, Cleofe Arciniega,
Adelina Spinetti, Amelia Pérez Dupuy, Sofía de Pecchio, etc. Esto comprueba
la importancia que tuvo la composición femenina en aquella época.
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"Sincero afecto" de Cleofe Arciniega.
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"Mercedes". Valse para piano de Isabel Pachano de Mauri.
Palabras Finales
REFERENCIAS
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Archivos consultados:
Archivo de la Fundación José Antonio y Carmen Calcaño, Caracas.
Archivo José Angel Lamas de la División de Música y Sonido de la Biblioteca Nacional. Archivo
de la Fundación Vicente Emilio Sojo, Caracas.
Archivo de la profesora Alecia Castillo, Valencia.
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