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Occidente:
- Donatismo: surgió en Cartago con el obispo Donato durante los siglos IV y V,
como reacción frente a los sacerdotes que se habían doblegado a los edictos de
Diocleciano considerados traidores (traditores). Era una iglesia paralela,
extremadamente rígida, era un cristianismo extremista. Fue seguido por
campesinos pobres y bereberes que estaban contra la oligarquía romana.
- Priscilianismo: herejía típicamente hispana en los siglos IV y VI. Los orígenes
de Prisciliano son oscuros pudo ser oriundo del norte Bético o de Lusitania.
Doctrina en la que se intentó mezclar el cristianismo con ciertas prácticas
religiosas ancestrales. Promulgaba la pobreza estricta y algunas propuestas
causaron escándalo: negación del matrimonio, justificación de la mentira como
defensa, negación de la resurrección y duras críticas a los vicios del clero.
Fueron condenados en el concilio de Zaragoza (380). Prisciliano fue condenado
a muerte y honrado, junto a sus discípulos, como mártires en Galicia.
- Pelagianismo: Pelagio, monje bretón, pensaba que el hombre se bastaba por sí
para evitar el pecado y colocarse en el camino de la salvación. Negaban la
Redención, el bautismo y el pecado original. Tuvo aceptación como un tipo de
vida monástico pero Pelagio empezó a tener diferencias con San Agustín (uno
de los padres de la Iglesia) y en el Concilio de Cartago (411) fue condenado. El
pelagianismo se mantuvo firme en amplios sectores de la sociedad bretona.
- Adopcionismo: defendida por Elipando (metropolitano de Toledo) en el siglo
VIII, surge en los reinos hispanos. Doctrina según la cual Jesús era un ser humano,
elevado a categoría divina por designio de Dios al ser adoptado por él. Esta doctrina
fue apoyada por el obispo de Urgel, Félix. Esta diócesis pirenaica lindaba con el
imperio de Carlomagno, que se vio obligado a intervenir y condenarla en
Ratisbona (792), pero Elipando no se retractó. Pero fue el Beato de Liébana
quien acabó con ella.
ORGANIZACIÓN INSTITUCIONAL
La iglesia asumió las estructuras romanas para plasmar un aparato jerárquico.
El pontificado
La cabeza institucional de la iglesia era el Pontificado, el problema era donde ubicar la
sede. Cartago fue descartada al producirse la herejía donatista, pero aún quedaba
Oriente. Se fundamentan entonces en el hecho de que los obispos de Roma son
sucesores del apóstol San Pedro. León I (440-461), el último papa del mundo antiguo,
fue el primero en desarrollar la teoría del primado de Roma y Gregorio I, el Grande
(590-604), se convierte en el primer papa de la Edad Media y hará de Roma lo que en el
futuro serán considerados como los Estados Pontificios. Buen diplomático, Gregorio I
supo mantener hacia los patriarcas de oriente una política de flexibilidad y negoció con
los lombardos el intento de apoderarse de Roma. Con él se logró la consolidación del
papado y la unificación litúrgica (todos rezaban lo mismo).
A lo largo del siglo VII el papado se siguió robusteciendo pero a comienzos del siglo
VIII, hubo una crisis doctrinal con los bizantinos y los lombardos pretendían, éstos
últimos, intervenir en las elecciones pontificias. El papa Zacarías (741-752) buscó
apoyo en los francos y a cambio legitimó la dinastía carolingia. Como agradecimiento,
Pipino el Breve donó a Esteban II (752-757), sucesor de Zacarías, el Exarcado y
Pentápolis (zonas bizantinas) que unidos al Ducado de Roma, suponen el germen del
Estado Pontificio. Todo ello, confirmado más tarde por Carlomagno, cuando añade los
territorios de Ferrara y Bolonia que tenían los lombardos.
Obispos y presbíteros
El gobierno de la iglesia se basó en tres grupos: obispos, presbíteros y diáconos. Los
obispos (vigilante) serán quienes den a las iglesias un sentido de gobierno monárquico.
Ejercieron de mediadores entre la población indígena del imperio y los bárbaros cuando
desapareció el poder imperial. Lleva el control, la vigilancia y el cumplimiento de las
leyes. Los presbíteros (sacerdotes) eran auxiliares de los obispos y desempeñaban
muchas de sus funciones. Los diáconos (servidor) eran simples ecónomos, administraba
los bienes de la diócesis. Hasta los primeros tiempos del Medievo, el diaconado sería
también desempeñado por mujeres.
El candidato a obispo debía ser varón, bautizado, presbítero y contar al menos con 30
años de edad. El anillo, el báculo y el sello son signos que atestiguan su dignidad y
autoridad. Eran como si procediesen del estamento nobiliario. De hecho diversos
monarcas europeos y poderes laicos conseguían que las sedes fueran ocupadas por
personas afines a ellos. Por lo que en la elección del obispo intervenían el clero y los
laicos más influyentes.
El obispo esta a la cabeza de la diócesis (territorio sobre el que ejerce jurisdicción), el
papa le hacía entrega de este territorio para que lo gobernase en cooperación con los
presbíteros. Cada diócesis tenía su catedral o iglesia principal. Un determinado número
de diócesis formaban una provincia eclesiástica. Si la sede se ubicaba en una metrópoli
(ciudad importante o principal) se le denomina metropolitano o arzobispo. La diócesis
del metropolitano goza de título honorífico de rango superior y depende directamente de
la Santa Sede (oficina papal). El primado o primacía era un título honorífico que se le
concedía a determinadas archidiócesis (diócesis con rango superior) por ser muy antigua
o tener relevancia histórica.
Concilios
Los concilios son asambleas de diferentes obispos con la posible asistencia de ciertos
presbíteros e, incluso, laicos donde se tratan asuntos importantes. Los concilios
ecuménicos son cuando se reúnen todos los obispos conjuntamente con el papa. El
primero fue en Nicea (325). Los concilios nacionales estarían en un nivel inferior y, por
último, los concilios provinciales en el que intervienen los obispos y determinados
clérigos de una provincia eclesiástica y tiene que ser convocado por el metropolitano
que lo preside.
Sínodos diocesanos reuniones convocadas y presididas por el obispo con el objetivo de
examinar el estado de la diócesis, así como debatir y aprobar resoluciones para su buena
marcha. Los posibles defectos se corrigen mediante la promulgación de los
correspondientes estatutos sinodiales.