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Tema 7: La evolución política: IMPERIO Y PAPADO.

MONARQUIAS
OCCIDENTALES. LAS CRUZADAS

1.- PONTIFICADO e IMPERIO

Las relaciones entre el poder temporal, el Emperador; y el poder espiritual, el


Pontificado, serán intensas durante los siglos XI-XIII. Estas relaciones están
caracterizadas por el enfrentamiento, la llamada lucha por el dominium mundi.

1.1.- Relaciones en los siglos XI y XII

Desde la muerte de Otón III hasta la llegada al trono de Federico I Barbarroja, tres
dinastías imperiales se suceden y son tres los elementos comunes de su política: la
consolidación del poder en Alemania frente a los feudatarios, la defensa de sus
fronteras orientales y las difíciles relaciones con el Papado.

Durante la primera mitad del s. XI, su autoridad fue incuestionada lo que les hizo
verdaderos jefes de la Cristiandad. En su mano estaba la designación del Pontífice,
luna política cesaropapista.

A la muerte de Otón III sube al trono Enrique II que heredaba problemas en Polonia,
Lombardia y con los clanes romanos.

En 1024 muere el Emperador y el Papa Benedicto VIII.

Conrado II (1024-1039) inicia una nueva dinastía: la de Franconia, devolviendo al


imperio el prestigio perdido. Polacos, bohemios y húngaros fueron derrotados y
firmaron humillantes acuerdos de paz. En 1032, Conrado II reclamo Borgoña,
quedando anexionada al Imperio. En Italia su política siguió las pautas cesaropapistas,
buscando apoyo entre la pequeña nobleza contrarrestando así a los obispos y la alta
nobleza.

Enrique III (1039-1056) continuó su línea. Su tutela sobre el Pontificado queda


plasmada con la elección del Papa Clemente II y más tarde el Papa León IX,
candidatos imperiales.
La política reformista del Papa Gregorio VII (Tema 9) alcanza su máxima expresión
con el Dictatus Papae (1075), punto de arranque de la conflictiva relación con
Enrique IV. El detonante fue en 1075 cubrir el obispado de Milán. Un sínodo de
obispos reunidos por Enrique IV en Worms repudia la actuación de GregorioVII. El
monarca envía una insultante carta al Papa invitándole a abdicar. La replica del
pontífice fue fulminante e inédita: la excomunión de Enrique IV. Los príncipes
alemanes aprovecharon la oportunidad para debilitar al soberano, que opto por pedir
perdón al Papa.

La reconciliación fue en el Castillo de Canossa, en los Apeninos, Gregorio VII levantó


la excomunión al monarca, pero enseguida se alzaron voces preguntándose:
¿Perdonado como cristiano o también como rey? Esta situación fue aprovechada por
los grandes feudatarios alemanes que erigieron como rey a Rodolfo de Suabia. Desde
1080, se agravan los acontecimientos: Gregorio VII dicta una nueva excomunión
contra Enrique IV y este responde con un concilio de obispos antigregorianos que
eligen papa a Clemente III. Rodolfo de Suabia es derrotado y muerto en Elster y
Enrique IV ataca Italia acompañado de su antipapa que le corona como emperador a
las afueras de Roma, gesto de escaso valor ya que tuvo que volver a Alemania a
enfrentarse a un nuevo candidato de los nobles.

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El último choque entre Enrique IV y Gregorio VII se inicia en 1084. Apoyado por un
gran ejercito, el emperador entra en Roma con su antipapa Clemente III. El Papa
Gregorio VII apoyado por Roberto Guiscardo y los normandos del sur de Italia logran
expulsarlos. Gregorio VII, el triunfador, muere en 1085 y su sucesor será Urbano II. En
sus manos se garantiza la continuidad de la reforma.

Los veinte años que Enrique IV sobrevivió a su rival fueron de continua desazón: tenía
dificultades para mantener a su antipapa Clemente III, sus súbditos se rebelaban y los
príncipes levantaron contra él dos posibles candidatos: Conrado, que muere en 1101,
y el futuro Enrique V que le sucederá tras su muerte en 1106.

Durante estos años, los Papas legítimos no desaprovecharon oportunidades: Urbano II


(1088-1099) más flexible y político que Gregorio VII, aplicó discretamente la reforma.
Se le conoce por haber presidido en Concilio de Clermont (1095). En el se promulgó
una serie de medidas e instó a poner en marcha la primera cruzada. La excomunión
que pesaba sobre Enrique IV y Felipe I de Francia convirtió al Pontífice en la
verdadera cabeza de esta gran operación. Además con Urbano II el proceso de
centralización pontificia cobró fuerza e impulsó el sistema de legados. A su muerte, la
reforma parecía bien encarrilada.

El panorama política alemán también era propicio. En 1107, Enrique V parecía


dispuesto a las buenas relaciones con la Santa Sede. Tras duras negociaciones, en
1111 el monarca se compromete a renunciar a la investidura de cargos, a cambio los
obispos le entregarían todos los bienes feudales, pero ni los obispos ni Enrique V
parece que estaban dispuestos. El conflicto renació: Enrique V fue excomulgado por el
nuevo Papa Pascual II. En 1119, Occidente estaba hastiado con la polémica, más
cuando Francia e Inglaterra habían llegado a acuerdos en el tema de investiduras.

Una nueva generación a la cabeza de Iglesia (Calixto II e Ivo de Chartres) optó por el
pragmatismo. Chartres diseñó una fórmula capaz de zanjar el asunto: como
reformador era intransigente con las condiciones del candidato, pero introdujo el matiz
de separar la ordenación, de sentido sacramental, de la investidura, que podía ser una
facultad regia. Las diferencias con Enrique V fueron limándose hasta que llegan a un
acuerdo. Firman el Concordato de Worms en 1122: Enrique V admitía la libre elección
y consagración del elegido canónicamente y además se comprometía a devolver a la
Iglesia de Roma los bienes arrebatados y a ayudar al Papa cuando este lo requiriese.
A cambio Calixto II otorga a Enrique V la facultad de estar presente en las elecciones
de lo obispados alemanes, vigilando el proceso y asegurándose tras el nombramiento
del obispo la fidelidad de este. Calixto II lo interpretó como un éxito y preparó una
reunión en el palacio de San Juan de Letrán. Se celebro el I Concilio de Letrán, que
duró doce días y se ratificaron las disposiciones del Concordato de Worms. Su
sucesor Honorio II (1124-1130) continuó su tarea y las buenas relaciones con
Occidente, sobretodo con Lotario III.

Aun así quedaba un asunto sin resolver: la articulación de la comunidad cristiana y de


su gobierno. La reforma había establecido la supremacía Papal relegando al
emperador a un segundo plano. Esto provocó en los años centrales del siglo XII la
formación de dos partidos: los welfen (Alemania) güelfos (Italia), partidarios de la
supremacía del Papa, y los weibligen o gibelinos, partidarios de la supremacía
imperial.

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1.2.- La Lucha por el Dominium Mundi

Federico I Staufen, llamado Barbarroja. Elegido para el trono con la esperanza de


poner fin a las discordias en Alemania e Italia. Enseguida demostró su deseo de
alcanzar la plenitud de poder que, a su juicio, Dios le había dado.

Alemania era una yuxtaposición de principados más que un Estado. El monarca, un


poder arbitral. Federico fue elegido como el mas idóneo para encontrar la paz entre
germanos. Tuvo que atender intereses contrapuestos: los del núcleo fuerte del
welfismo, los ducados de Sajonia y Baviera, que tras la muerte de Enrique el Soberbio
queda en manos de Enrique de León, menor de edad, convirtiendo los ducados en
pasto de las ambiciones de sus rivales. Federico protegió su patrimonio, y para
compensar a uno de los príncipes rivales, elevo a la categoría de ducado su feudo en
Austria.

La Península Itálica fue su principal preocupación. Ayudó al Papa Adriano IV a sofocar


la revuelta de Arnaldo de Brescia, a cambio, el Papa corona con solemnidad a
Federico como emperador en 1154. Las buenas relaciones se truncan tras un
incidente en la dieta imperial de BesanÇon en 1157, en la que el legado pontificio le
acusa de recibir el Imperio como “beneficium” de la Santa Sede. Renace la pugna
entre sacerdocium e Imperium. Federico I en una dieta en Roncaglia en 1158, elabora
una lista de “regalias” que consideraba propiedad imperial. En 1159 muere Adriano IV
y el colegio cardenalicio es incapaz de elegir un candidato por consenso. La facción
imperial proclama a Víctor IV, mientras que la siciliana optaba por Alejandro III. Las
sucesivas incursiones imperiales por Italia concluyen con la derrota de Federico I ante
las tropas papales apoyadas por la Liga Lombarda en la batalla de Lemagno en 1176.
Esta derrota obligó al emperador a abrir la vía de la negociación: la conferencia de paz
fue en Venecia en 1177 y en ella reconoce a Alejandro III como Papa y se absuelve al
emperador, se reconoce a su hijo Enrique como rey de los romanos y se firma la paz
con las ciudades lombardas y con el Rey de Sicilia Guillermo II. Se convoca el Concilio
de Letrán en 1179 en el que se establece, entre otros muchos temas, la elección Papal
con dos tercios del colegio de cardenales para evitar problemas.

En 1181 muere el papa Alejandro III. El emperador no pierde el tiempo. En Alemania


procede al despojo de Enrique de León y en un viaje a Italia firma la Paz de
Constanza: su autonomía a cambio de fidelidad. En el Sur de Italia su mayor éxito:
Casa a su heredero con la princesa Constanza, heredera de Sicilia.

En 1187 se predica la tercera cruzada por el Papa Clemente III, a la que se


comprometen a acudir todos los monarcas europeos. En ella el emperador muere
ahogado.

El fin del breve reinado de su hijo, Enrique IV, deja consolidada la posición en el sur de
Italia, y coincide con el ascenso al papado de Inocencio III.

1.3.- Triunfo de la Plenitudo Potestatis

Inocencio III poseía una excelente formación intelectual. Como Pontífice, proclamó su
autoridad absoluta en la Iglesia, lo que suponía la realización del programa de los
gregorianos: Plenitudo potestatis. Su ideal era una comunidad de pueblos cuyos
príncipes debían de encargarse de promover la religión, con un poder papal fuerte,
cuya firmeza demostró desde su toma de posesión: la Curia romana fue objeto de un
severo saneamiento, la Chancillería reorganizada, el Colegio Cardenalicio reunido con
regularidad y se castigó con energía todo tipo de corrupciones. Frente a los enemigos
no dudo en echar mano de la cruzada.

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Inocencio III actúo como arbitro entre poderes terrenales. En el sur de Italia, tras la
muerte de Enrique IV y Constanza, se mostró como valedor de un menor, Federico II,
frente a normandos y alemanes. El Pontífice actuó como tutor hasta su mayoría de
edad. Con respecto al imperio, la muerte de Enrique IV puso a tres posibles
candidatos a la corona alemana: Federico de Sicilia, su tío Felipe de Suabia y Otón de
Brunswick. La guerra civil fue inevitable y se reclamó el arbitraje pontificio que legitimó
a Otón. El problema se simplificó con la muerte de Felipe de Suabia. Otón fue
coronado emperador en 1209. Crecido por el éxito aspiró a controlar toda Italia. Eso
era mas de lo que Inocencio III podía soportar, en unos meses lo excomulga y
deposita sus esperanzas en Federico de Sicilia, aunque tuvo cuidado en asegurarse la
promesa del joven de mantener separados el Imperio y Sicilia.

El conflicto deja de ser alemán para convertirse en europeo, detrás de Otón se


situaron el Rey ingles Juan y algunos nobles del Norte de Francia. Del lado de
Federico, el Pontífice y el rey Felipe II de Francia. La victoria de estos no solo fue la
derrota de Otón, sino un gran triunfo del Papa.

Inocencio III había convertido su sueño en realidad: un Pontífice como poder supremo
de la cristiandad. Convoca el IV Concilio de Letrán como broche de oro. En el, distintas
disposiciones, de todos los ámbitos, entre ellas una nueva cruzada contra los judíos y
herejes. Federico II fue ratificado en su derecho al trono. En 1216 moría Inocencio III
siendo sucedido por el Papa Honorio III.

1.4.- Apogeo y crisis del Imperio: Federico II

Federico fue un político hábil y con gran capacidad de organización, hombre culto y
escéptico, precursor del Estado moderno.
Era depositario de una doble herencia: la del Imperio germano por su padre, Enrique
IV y la italiana por su madre, la princesa Constanza. El soberano tuvo que afrontar
problemas que solucionó con habilidad y que le crearon enemigos, algunos tan
poderosos como la iglesia romana, que le presentaba como amigo de los judíos y
musulmanes y sospechoso de herejía.

El monarca se sintió ante todo italiano, descuidando los asuntos alemanes. Trató de
convertir el reino de Sicilia en un estado laico y obediente al soberano. Los sucesivos
Papas no llevaban bien esta política que rompía con el equilibrio logrado por Inocencio
III.

Antes de su ascenso al pontificado, Honorio III había sido preceptor de Federico II.
Mientras el Papa estaba en la quinta cruzada, Federico II consolidaba sus posiciones:
nombro rey de los romanos a su hijo Enrique, aunque tranquilizó al Papa asegurándole
que ambos territorios (Alemania e Italia) se administrarían independientemente. El
Papa lo aceptó y corona solemnemente como emperador en Roma al monarca. En los
años siguiente Federico II impuso su autoridad en Sicilia y en ciudades de Lombardia.
El Papa Gregorio IX, no eludió el choque con el monarca: lo primero, le instó a su
marcha a Tierra Santa. El monarca parte enseguida y vuelve so pretexto de
enfermedad. El Papa manda la excomunión contra el Emperador. Federico,
sorprendentemente, vuelve a hacerse a la mar con un reducido contingente, y
demuestra sus dotes diplomáticas. A su vuelta, consigue la reconciliación con el Papa.
Fue el acuerdo de San Germano por el que, a cambio del levantamiento de la
excomunión, el monarca se comprometía a devolver todos los bienes arrebatados a la
Iglesia. Fue un respiro para poder afrontar los problemas acumulados en Alemania e
Italia.

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En Alemania reprimió la rebelión de su hijo Enrique, que acabo muriendo en prisión.
En el Norte de Italia, obtuvo una victoria sobre las ciudades lombardas. Gregorio IX no
dudó en lanzar una nueva excomunión. La guerra entre güelfos y gibelinos se unió a
otra propagandística. Ambos se acusaban de herejía y ambos abogaban por un
concilio. En 1240 parecía la situación propicia pero una escuadra siciliana hace
prisioneros a numerosos eclesiásticos que acudían al concilio. Poco después muere
Gregorio IX y se nombra Papa a Inocencio IV.

El concilio se celebra en Lyon, y concluye con la deposición del emperador. La guerra


se recrudece y en Alemania, los enemigos de Federico II ofrecen la corona al langrave
de Turingia Enrique Raspe y a su muerte a Guillermo de Holanda. En Italia, la guerra
entre güelfos y gibelinos es encarnizada. En medio de todo, en 1250 fallece Federico
II. Como heredero del Imperio y Sicilia deja a su hijo Conrado, decisión que no respeta
el Papa Inocencio IV que apoya a Guillermo de Holanda. Conrado muere
inesperadamente, dejando como heredero a un niño, Conradino. Fue una oportunidad
para el Papa Inocencio IV que puso al niño bajo su tutela, pero muere unos meses
después, abriéndose el período conocido como el gran interregno.

En 1256, dos años después de la muerte del Papa Inocencio IV y de la muerte de


Conrado IV, muere Guillermo de Holanda. La falta de acuerdo provoca que Alemania
pase 20 años sin un monarca al frente.

Dos candidaturas: Alfonso X de Castilla y Ricardo de Cornualles, hermano de Enrique


III de Inglaterra. Ninguno de los dos mostró interés por el trono. Ante la falta de
autoridad, en Alemania se reforzaron los distintos poderes locales y aumentaron la
ligas ciudadanas buscando la autodefensa y protección de sus intereses comerciales.
En 1272 moría Ricardo de Cornualles. El Papa del momento Gregorio X, dejo en
manos de los alemanes la resolución del problema, favoreciendo a un noble de
segundo rango: el Conde Rodolfo de Habsburgo.

En Sicilia, el Papa ofreció el reino a Francia. El príncipe Carlos de Anjou se proclamó


rey de Sicilia.

2.- MONARQUIAS

Importantes cambios dinásticos se producen entre 987 y 1066 que provocan un


acercamiento entre los reinos de Francia e Inglaterra, produciendo, en ocasiones,
conflictos bélicos.

2.1.- Los Capeto en Francia

En torno al año mil, Los Capeto eran titulares de unas tierras al oeste del imperio, con
autoridad reducida. Sus posesiones: algunas villas, un palacio en París y localidades
como Orleans o Senlis.

La nueva dinastía supo explotar el prestigio de la Corona. Al asociar a su hijo Hugo


Capeto al trono fijaba un modelo de sistema monárquico.

Los cuatro primeros Capeto no dieron excesivo prestigio, después de la muerte del
cuarto, sube al trono Luis VI (1108-1137), protagonista destacado. Audaz en sus
intervenciones políticas, sus mayores éxitos, los obtuvo contra los señores de L`Ile de
France, a los que sometió con la ayuda de las comunas ciudadanas y la Iglesia. Luis
VI fue el primer Capeto que realizo intervenciones en el sur de Francia, con dos
expediciones a Auvernia. El matrimonio de su hijo Luis VII con Leonor, heredera del
ducado de Aquitania, fue el signo del interés de la realeza por regiones ignoradas.

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2.2.- La conquista Normanda de Inglaterra

Anglosajones y normandos de ascendencia danesa, se disputaban la hegemonía de


Inglaterra a finales del S. X. principios del XI. Con Canuto el Grande la unificación del
Mar del Norte fue una realidad, pero a su muerte en 1035, este Imperio entro en crisis.

En 1043, los anglosajones eligieron a uno de los suyos, Eduardo el Confesor. Bajo su
reinado se perdió prestigio, a su muerte, sin herederos, varios candidatos disputaron
su herencia, siendo Guillermo, duque de Normandía su sucesor. Con Guillermo el
Conquistador se produce la normandización de Inglaterra. Su genio político se
demostró cuando supo dominar y acabar con las turbulencias de los barones
normandos. Bajo su firme mano Normandía acabo siendo un estado feudal. Su ejército
era conocido en todo occidente, y la Iglesia de Normandía se erigió en una estructura
perfecta: entre 1035 y 1066 una veintena de abadías entraron en la reforma.
Normandía fue el banco de pruebas de gobierno que se aplicarían después en
Inglaterra.
En 1066, el otro candidato, Haroldo de Wessex no pudo derrotar a Guillermo en
Hastings y muere. Guillermo se hace proclamar rey en Westminster, con la protección
del papal. Durante 20 años, Guillermo vivió a caballo entre su reino y su ducado,
Inglaterra tuvo una remodelación institucional en la que se fundieron elementos
anglosajones y normandos. La Iglesia Inglesa conoció la celosa política reformadora
de Lanfranco, amigo y consejero de Guillermo y antiguo abad del monasterio de San
Esteban de Caen. En 1085, se calcula que los obispados, salvo dos, eran de
normandos, al igual que las abadías, salvo tres. Guillermo repartió un enorme botín
territorial entre sus compañeros de victorias. Tenía un espíritu organizador, realizo una
encuesta para verificar cual era la riqueza del país: cada Condado, aldea se
registraba, cada uno con sus poseedores, habitantes y categoría jurídica. El resultado
se deposito en la Tesorería real de Winchester, en el “ Domesday BooK”.

A su muerte, Su primogénito se quedó con Inglaterra y su segundogénito con


Normandía. El nuevo monarca inglés no fue popular y se granjeó enemigos en la
iglesia. En 1100 muere, y su hermano, Enrique de Beauclerc es el nuevo rey, mas
prudente, firma un tratado con Roma respetando la libertad eclesiástica.

A la muerte de Enrique los barones ingleses, prefieren al nieto del Conquistador,


Esteban de Blois, que a la hija del fallecido, la princesa Matilde. Los historiadores
tildan sus veinte años de reinado como la “anarquía del rey Esteban”. Matilde intentó
hacer valer sus derechos, pero ni su esposo, Godofredo de Anjou le apoyó, mas
preocupado por incorporar Normandía a sus dominios. Al final Enrique, hijo de
Godofredo y Matilde fue reconocido por Esteban como heredero al trono, al que
subiría en 1153.

2.3.- Enrique II y el imperio Angevino

Medio siglo cubren los reinados de Enrique II, Ricardo Corazón de León y los inicios
de Juan sin tierra en el que los monarcas ingleses de la dinastía de Anjou (o
Plantagenet) acaparan un enorme poder territorial: el imperio angevino.

Se extendía desde el muro de Adriano hasta el Loira y Enrique lo había ampliado hacia
el sur. Leonor de Aquitania y Luis VII de Francia habían anulado su matrimonio. A las
pocas semanas, Leonor se casaba con Enrique aportando al patrimonio de los Anjou,
las tierras de Aquitania. El imperio llegaba hasta los pirineos.

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Cuan más grande es el territorio, mayores los conflictos. El bloque anglo-normando
era sobre el que el rey ejercía mayor poder. Enrique mantuvo la política de
centralización y los mayores conflictos surgieron con la Iglesia. La crisis estalla con la
promulgación en 1164 de las “Constituciones de Clarendon” en la que Enrique trata de
restringir la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos y les instaba a adoptar
procedimientos civiles. El rey encuentra apoyo entre algunos obispos pero choca con
la oposición de su amigo el arzobispo de Canterbury, que termina huyendo a Francia
acusado por la justicia y cuando vuelve, es asesinado. Semejante escándalo supuso
para Enrique una humillante penitencia y anular las constituciones de Clarendon.

El autoritarismo real provocó numerosos conflictos en el territorio: ello provoco una


vasta rebelión entre 1173 y 1174 en el que señores ingleses e incluso sus hijos,
instigados por su madre Leonor, los reyes de Francia, Escocia y los condes de
Flandes. El rey captura a su esposa y consigue rechazar a sus rivales. Muere en 1189.

2.4.- Enfrentamientos entre Capetos y Anjou.

La herencia de Enrique II fue a parar a manos de Ricardo I (Corazón de León). Junto


con Felipe Augusto y Federico Barbarroja en la tercera cruzada dio muestras de gran
talento militar. Al volver de Tierra Santa fue hecho prisionero por Leopoldo de Austria,
lo que aprovecho el rey francés para intentar conquistar Normandía. Ricardo fue
liberado y recupera sus dominios derrotando al rey francés. El Papa media entre ellos
y firman una tregua, durante la que Ricardo muere. Sin herederos, su herencia se
disputa y su hermano Juan con su madre, Leonor señora de Aquitania, controlan
Inglaterra y Normandía, pero los barones de Anjou optan por apoyar a Arturo de
Bretaña. En 1202, Juan obtuvo la victoria sobre sus rivales y prende a Arturo. El
monarca ingles despilfarra su éxito en pocos meses. Arturo muere en prisión y el
continente se rebela. Felipe Augusto aprovecha e invade Normandía, Leonor muere y

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Alfonso VIII de Castilla pretende Aquitania ya que está casado con su hija, también
Leonor.
El imperio angevino entra en crisis. A Juan sin Tierra no le queda más que parte de
Aquitania en el continente, los territorios del norte de Francia estaban en la orbita de
los Capeto, incluso el litoral meridional de Inglaterra era vulnerable.

2.5.- Juan sin tierra y la carta magna.

La liquidación del imperio angevino colmó la paciencia de la sociedad inglesa contra el


tercer Anjou (Plantagenet). Juan sin tierra se vio obligado a suscribir en 1215 la Carta
Magna, un documento con 63 artículos que garantizaba las libertades de la iglesia de
Inglaterra, la confirmación de privilegios feudales, regulación de la justicia, multas ….

Juan no se sintió del todo ligado a ese texto y contó con el apoyo de Inocencio III. La
guerra entre el rey y los señores feudales ingleses se reanudo. En apoyo de estos,
desembarco en Inglaterra, Luis, primogénito de Felipe Augusto. La muerte en 1216 de
Juan sin tierra e Inocencio III calmo la situación. El heredero era un niño de corta
edad. El nuevo Papa, Honorio III más prudente, contribuyó a la firma de la paz de
Lambeth, con la que se mantenía la Carta Magna, texto que estaba muy alejado del
concepto actual de los textos constitucionales y se limitaba a temas puntuales y
domésticos en el único contexto posible: el feudal.

2.6.- de Enrique III a Eduardo I

La regencia de la minoría de edad de Enrique III la ejerció Guillermo el mariscal, fiel


servidor de Enrique II, Ricardo Corazón de León y Juan sin tierra. Tras su muerte en
1219, Enrique fue haciéndose con las riendas del poder, pero dependía demasiado del
papado, lo que le valió la antipatía del clero inglés y de la nobleza que no tardó en
rebelarse por su favoritismo hacia la corte de su esposa Leonor de Provenza. Los
fracasos en el exterior acrecentaron su desprestigio. No consiguió recuperar ninguna
posición en Francia y perdió la mayoría de las que le quedaban. En 1254 aceptó la
corona de Sicilia para su hijo Edmundo, y tres años más tarde puso a su hermano
Ricardo de Cornualles como candidato a la Corona Imperial.

Graves problemas financieros hacen estallar la rebelión. En 1258 un período de malas


cosechas hace de detonante. A la cabeza el conde de Leicester, que consigue un
primer éxito haciéndole firmar la “Provisiones de Oxford” con las que asumían amplias
funciones judiciales fiscales y políticas. Seguidamente las “Provisiones de
Westminster”, que suponen una primera fisura entre la nobleza, ya que pretendían
someter a los barones al régimen de encuesta. Enrique III ve la posibilidad, ante la
fisura, de dar marcha atrás con ambas reformas. Luis IX de Francia actúo como
árbitro, apoyando a su cuñado, pero las clases populares: artesanos, clases medias y
los marinos de los cinco puertos les derrotaron en Lewes. El monarca es prisionero y
el vencedor, Simon de Montfort, se dispone a ejercer un gobierno personal y convoca
un Parlamento, aunque no consiguen la paz. La solución vendría de manos del
heredero Eduardo.

Entre unos y otros, se fue abriendo camino un nuevo partido y Eduardo se puso a la
cabeza. En 1256 Simon de Montfort es derrotado y muerto en Ewesham, y Enrique II,
en los últimos años de su reinado fue suplantado en sus funciones por su heredero.
Eduardo mantuvo en pie los núcleos fundamentales de la “Carta Magna” y de la
“Provisiones de Oxford”. En 1272 sube al trono y dá un nuevo impulso a las reformas.

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2.7.- La Francia de San Luis

A la muerte de Felipe Augusto en 1223 le sucede Luis VIII. En 1224 elimina la


presencia inglesa en Poitou. Más tarde se embarca en la cruzada, desatendiendo su
reino. En 1226 el ejército conquistaba Avignon pero Luis VIII moría poco después,
dejando a un menor como heredero, Luis, y a sus otros hijos con importantes
“apanages”: a Roberto le dona Artois, a Alfonso Poitou y a Carlos Anjou y Turena. La
regencia fue ejercida por su viuda, Blanca princesa castellana hija de Alfonso VIII, que
resistió los intentos de control por parte de la nobleza y Luis IX accedió al trono sin
mayores sobresaltos a su mayoría de edad. El nuevo rey prosiguió la consolidación de
los territorios del mediodía de Francia. En 1229 por un tratado los Capeto ponían fin a
la guerra contra los albigenses y obtenían parte del condado de Tolosa. Alfonso de
Poitiers se casa con la hija de Raimundo VII de Tolosa con lo que el territorio esta
abocado en corto plazo a la casa real francesa. En Provenza llevó una política
matrimonial similar.

Tras las victorias contra albigenses e ingleses, la tradición dice que Luis IX hizo la
promesa de emprender una nueva cruzada: la séptima. Como operación militar
fracaso, pese al éxito inicial en el delta del Nilo, sufrió una grave derrota en Mansura.
En 1252 muere su madre y Luis IX vuelve a Francia.

A su regreso Luis IX vivió en pleno auge cultural: el gótico, la expansión de la


universidad, construye la Sainte Chapelle, joya de la arquitectura ojival, y apoya
fundaciones monásticas. En el círculo más influyente del rey estaban los dominicos
Tomas de Aquino y Vicente de Beauvais y el franciscano Roberto de Sorbon.

Fue un monarca con un sentido cristiano de la política, aunque no dudó en defender


los ideales de paz. Mediaciones colocaron a Flandes y Navarra en la orbita francesa.
Sus mayores éxitos los obtuvo con los acuerdos de paz suscritos con Jaime I de
Aragón (Tratado de Corbeil) y con Enrique III de Inglaterra (Tratado de Paris).
Promulgó distintas ordenanzas apuntalando la unidad jurídica y legislativa. La última
fue dirigida a los blasfemos, en un intento de moralizar el reino y preparar una nueva
cruzada. El ejército desembarca en el Norte de África, pero queda atrapado por la
peste a las puertas de Túnez. Luis IX muere y con él, termina una época y una forma
de hacer política.

3.- LAS CRUZADAS

En el concilio de Clermont- Ferrand (1095) el Papa Urbano II hizo un llamamiento a la


cristiandad occidental para peregrinar a los santos lugares y recuperar Jerusalén, en
manos musulmanas. La espectacular respuesta se convirtió en uno de los fenómenos
de mayor transcendencia del medievo y arquetipo de la Edad Media.

3.1.- Motivaciones de las Cruzadas

Diferentes factores explican su comienzo. Primero, razones geoestratégicas, para


equilibrar las tres civilizaciones del mediterráneo: Bizancio, Islam y occidente,
especialmente entre estas dos últimas puesto que las cruzadas coinciden con el
impulso de la reconquista en la Península Ibérica. Segundo: razones
socioeconómicas, ya que permitían paliar los problemas de la sociedad feudal:
excedente de población, oportunidad para los segundones de la nobleza, y válvula de
escape a la violencia propia de la época. Tercero, razones de prestigio y reafirmación
de la autoridad: tanto para los Papas como para el clero que ven reforzada su
influencia y controlan el proceso, y para reyes y emperadores que refuerzan la
legitimidad de su poder, además de los beneficios económicos. Por ultimo, razones en

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el ámbito de la mentalidad colectiva de una sociedad, en la que las ideas milenaristas
están presentes y que la peregrinación, es una manifestación de devoción socialmente
aceptada. Y si lo era para ir a Roma o Santiago, mucho más a Jerusalén, símbolo de
la ciudad celestial anunciada tras la resurrección de Cristo.

3.2.- Principales acontecimientos

El ambiente era propicio y lo demuestra la inmediata respuesta al llamamiento del


Papa. Rápidamente se organizo la primera “cruzada popular” dirigida por Pedro el
Ermitaño, que cometió numerosos desmanes entre la población judía y que fue
exterminada por los turcos en Nicea. Al mismo tiempo, fue la cruzada caballeresca,
compuesta por cuatro contingentes a cuya cabeza estaban los nobles europeos y
confluyeron en Asia Menor. Militarmente fue un éxito y sus victorias dieron lugar a
cuatro Estados: el reino de Jerusalén, el principado de Antioquia, y los condados de
Edesa y Trípoli. Estos estados se organizaron a la manera occidental pero no se
produjo un proceso de colonización.

El éxito de la cruzada provoca la reacción musulmana, que recupera, en 1144, Edesa.


Esto impulsó la predicación de la segunda cruzada, cuyo principal impulsor fue San
Bernardo de Claraval que logró incorporar a rey Frances Luis VII y al Emperador
Conrado III. Los problemas internos la hacen fracasar y no reconquistan Edesa ni
toman Damasco.

En los años siguientes, las posiciones de las cruzadas se debilitan por la unificación de
los poderes musulmanes en manos de Saladino y sufren un descalabro en 1187 en la
batalla de Hattin y los musulmanes recuperan la mayoría de las posiciones, incluido
Jerusalén.

La tercera cruzada, encabezada por el emperador alemán Federico I, que murió


ahogado, y los reyes de Francia e Inglaterra Felipe II y Ricardo Corazón de León evito
el desplome definitivo salvando algunas plazas costeras y creando el reino de Chipre y
consiguiendo, además, el permiso de Saladino para acceder a los peregrinos a
Jerusalén.

La historiografía menciona ocho cruzadas. La más alejada de los ideales fue la cuarta
cruzada, predicada por el Papa Inocencio III, que fue instrumento de Venecia para sus
intereses en el mediterráneo. Tomaron y saquearon Constantinopla e instauraron un
efímero estado latino.

La quinta, séptima y octava se dirigieron hacia Túnez y Egipto y acabaron en rotundos


fracasos, incluida la muerte del San Luis IX de Francia a causa de la Peste.

La más extraña fue la sexta, encabezada por el emperador Federico II, excomulgado,
que a merced de su diplomacia, consiguió la entrega Jerusalén, a cambio de respetar
el culto musulmán.

Doscientos años después de la predicación de la primera cruzada, el fenómeno de las


cruzadas concluye. Fueron reflejo de una mentalidad y circunstancias
socioeconómicas y perdieron su razón de ser, como consecuencia de la
transformación de todas ellas en los siglos bajomedievales.

3.3.- Las ordenes Militares.

Uno de los fenómenos más notables asociados a las cruzadas fue la creación de las
Ordenes Militares. Estas instituciones aunaban aspectos religiosos (votos de castidad,

Tema /: La evolución política: Imperio y Papado, Monarquías Occidentales 10


obediencia y pobreza) con el componente caballeresco y militar. Dependían del
papado y organizaban su vida al amparo de una regla monástica, generalmente
benedictina. Una de las más importantes fue la Orden de San Juan o del hospital de
Jerusalén, y vestían hábito negro con una cruz blanca.

Los Templarios, Orden de los Caballeros del templo, fundada por Hugo de Payens,
vestían habito blanco o negro y con cruz roja. Dispuso se un gran potencial humano,
económico y de posesiones territoriales, tanto en Tierra Santa como en occidente (800
centros). Este inmenso poder fue la causa de su desaparición. Sus implicaciones
financieras con las monarquías, provocaron la animadversión regia y su disolución por
el Papa Clemente V en 1312.

En la segundo cruzada, se creo la Orden de los Caballeros Teutónicos, que trasladó su


actividad a Alemania y Prusia, fusionándose con la Orden de los Caballeros
Portaespadas que actuaba en las regiones bálticas, donde alcanzó considerable
importancia.

En otros territorios surgieron instituciones similares como las Órdenes de Santiago,


Calatrava, Alcántara y Avis en la Península Ibérica.

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