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LOS GAUCHOS SE HACEN MILICOS

LA GUERRA SOCIAL POR LOS VACUNOS

A un gaucho de la época anterior al ferrocarril y


a la conquista del desierto, la pampa criolla, la pampa
desierta y la pampa india, le significaban una serie
concreta de recuerdos y experiencias formada en la
propia vida y en la ajena, que hacía fundamentalmente
a distintos niveles de alimentación. La lucha casi dia­
ria para escapar al hambre importaba en los tres casos
un esfuerzo humano distinto.
En el desierto era ya bordeando la muerte por ham­
bre o por sed. Refiriéndose a la zona de la pampa sin
habitantes que separaba la civilización blanca de la
india, Fierro hace el panorama de subsistencia, cuando
con Cruz inicia el exilio: “De hambre no pereceremos /
Pues según otros me han dicho /En los campos se hallan
bichos /De los que uno necesita / Gamas, matacos, mu­
litas, / Avestruces y quirquinchos / Cuando se anda
en el desierto / se come uno hasta las colas / Tampoco
a la sed le temo, / Yo la aguanto muy contento, /
Busco agua olfatiando el viento, / Y dende que no soy
manco / Ande hay duraznillo blanco / Cabo y la saco
al momento” (2215). Pero a “ La Vuelta” con la cau­
tiva el relato es más trágico: “ Penurias de toda clase /
Y miserias padecimos / Varias veces no comimos / O
comimos carne cruda; / Y en otras, no tengo duda, /
Con raíces nos mantuvimos” (II, 1521).
Üe esta subsistencia difícil, casi imposible, que de­
pendía mucho de la habilidad personal para sortear
las dificultades que imponía ese inmenso campo verde
sin agua y casi sin animales, podía escaparse a marcha
forzada, apuntando hacia las, tolderías, que socialmente
habían logrado, a pesar de su barbarie primitiva, un
nivel de convivencia, para resolver en la cooperación
de todos para la pesca, la caza y el malón, esas dos
imperiosas exigencias humanas. Fierro relata su vida
en la toldería: elEl alimento no abunda J Por más em­
peño que se haga— / Lo pasa como una plaga, / Ejer­
citando la industria— / y siempre como la nutria /
Viviendo a orillas del agua / En semejante ejercicio /
Se hace diestro el cazador---- Cai el piche engordador. •/.
Cai el pájaro que trina / Todo vicho que camina / Va
a parar al asador / Pues allí a los cuatro vientos / La
persecución se lleva, / Naide escapa de la leva, / Y
dende que la alba asoma / Ya recorre Uno la loma, /
El bajo, el nido y la cueva / El que vive de la caza / A
cualquier vicho se atreve — Que pluma o cáscara lle­
ve, / Pues cuando la hambre se siente / El hombre le
clava el diente / A todo lo que se mueve / Y aves y
vichos y pejes / Se mantienen de mil modos; / Pero
el hombre en su acomodo / Es curioso de oservar: /
Es el que sabe llorar—- / Y es el que los come a todos”
(439).
Y en ese enfrentamiento de estas dos sociedades,
blanca e india, de abundancia y miseri^, se conforma
el antagonismo del que nacen el üjnalóru) los fortines
defensivos y la guerra social por los vaetínos. El ham­
bre crónica del salvaje, que se superaba apenas con
el esfuerzo diario de la caza y la pesca, se canalizaba
cada tanto,, en las lunas llenas, en la furia colectiva
y antisocial del malón, verdadero saquéo de alimentos,
tributo de fuerza, que una sociedad inferior inpone a
otra más rica. Una guerra intermitente por los vacunos
que supera a los cien años, en que la ofensiva la tuvo
siempre el salvaje, apenas amenazado con los fuertes,
hasta que las expediciones conquistaron el desierto para
el blanco, dándole la propiedad definitiva de sus va­
quillonas. UY en alguna madrugada /Sin que sintié­
ramos nada / Se largaban a invadir / Es guerra cruel
la del Indio / porque viene. como fiera; / Atropella
donde quiera, / Y de asolar no se cansa— / Se cruzan
por el desierto /> Como un animal feroz / Dan cada
alarido atroz / Que lyzC&^rizar los cabellos99 (II, 478).
El objeto era e](/ganad)j. Todo lo demás que pudie­
ran llevarse, desde ÍW-eautivas a las mercancías, venía
por añadidura: “Cuando la invasión regresa / Llevan
miles de cabezas / De vacuno y lleguarizo— / Aquello es
un hervidero de pampas, un celemín— / Cuando riunen
el botín f Juntando toda la hacienda / En cantidad tan
tremenda / Que no alcanza a verse el fin99 (II, 608). El
instinto de conservación de la indiada no se había ele­
vado hasta comprender que tenia que vivir de las crías
y que era necesario capitalizar esos vacunos en grandes
rodeos. La idea de la producción le era completamente
ajena, porque estaba dominaba por el primitivismo del
consumo a cualquier costo: Luego la matanza empie­
za / Tan sin razón ni motivo, / Que no queda animal
vivo / De esos miles de cabezas / Y entra la china a
cuerear / Con un afán desmedido*9 (II, 645).
Y la reacción de la civilización blanca llegó un día,
pasando a la ofensiva, cuando los jefes militares con­
cretaron que era mejor atacar permanentemente, que
encerrarse tras los fortines y zanjas. “ Se empezó en
aquel, entonces / A rejuntar caballada, / Y riunir la
milicada, / Telidiéndole en el cantón f Para una des­
pedición / A sorprender a la indiada. Nos anunciaban
que iríamos / Sin carreta ni bagajes / A golpiar a los
salvajes / En sus mesmas tolderías / Que a la guelta
pagarían / Licenciándolo al gauchaje / Que en esta des­
pedición / Tuviéramos la esperanza, / Que iba a venir
sin tardanza / Según el Gefe contó / Un Merdstro o que
se yo / Que le llamaban don Ganza / Que iba a riunir el
Ejército / Y tuitos los batallones—•/ Y que traibfi unos
cañones / Con más rayas que Un cotín" (937).
Y uñ buen día terminó la guerra con el triunfo de
la pampa gaucha, casi en los años en que Fierro apa­
recía ocupando un lugar en la vida literaria. Así lo
adelantan los versos: uPerO s i y ó no. me értgaño / Con­
cluyó ese bandalaje. / Y esos bárbaros salvajes / No po­
drán hacer más daño / Las tribus están deshechas / Los
caciques. más altivos / Están muertos o cautivos / Pri­
vaos de toda esperanza /Y de la chusma y de lanza /
Ya muy pocos quedan vivos” (673). Y los vacunos pa-
, saron a ocupar nuevas yyférabes tierras de la pampa
india, en tanto que los Cortixi^s, como instituciones de
ordgn social fueron reemplazados por las grandes
tancia^j como instituciones ordenadoras de la produc-
ciérrte riquezas agropecuarias.
Claro que estty avance civilizador fue signado jam -
bién por la injusticia social que está en la esencia del
"sistema capitalista que se iniciaba a la vida en las
pampas. El Comandante Prado, en su Guerra al ma­
lón, ha dejado a la posteridad este aspecto humano de
las relaciones. Refiriéndose a los soldados que murie­
ron en las batallas de la pampa, a los gauchos, dice:
“Habían conquistado veinte mil leguas de territorio,
y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasa­
do a manos del especulador que la adquirió sin mayor
esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron — si­
quiera en el estercolera del hospital— , rincón mezquino
en que exhalar el último aliento de una vida de heroís­
mo, de abnegación y de verdadero patriotismo” .
“ Al verse después, en muchos casos, despilfarrada
la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulo­
sas de treinta y más lenguas; al ver la garra de favoritos
audaces clavada hasta las entrañas del país, y al ver
como la codicia les dilataba las fauces y les provocaba
babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de
maldecir la gloriosa conquista. Pero así es el mundo,
‘los tontos amasan la torta y los vivos se la comen’ ” . 1

“EL SER GAUCHO ES UN DELITO”

/ Hernández tenía plena conciencia de la gran lucha


i de clases que le tocó vivir. En el prólogo a la 8* edi-
1 Comandante Prado, Guerra al malón> 55, 127.
ción lo dice con claridad: “ Todos los abusos y desgra­
cias de que es víctima esta clase desheredada de nues­
tro país. Sus desgracias que son las de toda la clase
social a la que pertenece” . En el poema aparece ese
reconocimiento en forma literaria, que cierra con sen­
tencias de conducta humana criolla: “Dios sabe en lo
que vendrá / A parar esta contienda / Al pobre al me­
nor descuido lo levantan de un sogazo / Pero yo com­
prendo el caso / Y esta consecuencia saco / El gaucho
es el cuero flaco, / de los tientos para el lazo / Hace
mucho que sufrimos la suerte reculativa— / Trabaja el
gaucho y no arriba, / Porque a lo mejor del caso, / Lo
levantan de un zogazo / Sin dejarle ni salida / En su
ley está el de arriba / Si hace lo que le aproveche— /
Siempre es dañosa la sombra / Del árbol que tiene
leche / Parece que el gaucho tiene / Algún pecao que
pagar” (1685, II, 4847, 2127, II, 4841, II, 3885).
Una lucha de clases llevaba al extremo de la gue-
rra y al exterminio de una clase social, en la que era

T delito el hecho humano, natural, de ser gaucho y vivir


en la campaña, guerra a la que el criollo, en su infe­
rioridad social de condiciones, debió acomodarse como
pudiera. “Si uno aguanta, es gaucho bruto— / Si no
aguanta es gaucho malo— / ¡Déle azote, déle palo! /
¡Porqué es lo que necesita! / De todo el que nació gau­
cho / Esta es la suerte maldita / Él anda siempre ju-
yendo, / Siempre pobre y perseguido, / No tiene cueva
ni nido, / Como si juera maldito— / Porque el ser gau­
cho. . . ¡barajo! / El ser gaucho es un delito” (1879,
1319).
Y si era un delito, la dictadura de la ciudad había
organizado los^apayatos para reprimirlo. El primero de
ellos era eY Alcald^í “Estaba el gaucho~en su pago /
Con toda segjzrid^-— / Pero aura. . . ¡barbaridá! / La
cosa anda tan fruncida, / qUe gasta el pobre la vida /
En juir de la autoridá / Pues si usté pisa en su rancho /
Y si el Alcalde lo sabe, / Lo caza lo mesmo que ave /
Aunque su mujer aborte / Y al punto dese por muer­
to / Si el Alcalde lo bolea, / Pues ay no más se le
apea / Con una felpa de palos” (253). El otro género
^i3Í-Es%ado encargado de la represión, popular era el
Qraiandan^fe. “ Cuando vino el Comendante / Dijeron
tuTos nos asista!— / Llegó y les clavó la vista; f Le
echo a cada uno un responso /JY^ya^Qs^plantó en la
lista** (11,3415). El tercero: elvjuez de !Pg¿: “ Cantando
estaba una vez / En una gran djvefsiÓTT^/ Y aprovechó
la ocasión / Como quiso el Juez de Paz— / Se presentó,
y ay rio má^/-HtzÁ una 'arriada en montón” (309). La
cuarta: la /Ja¿ticia Ordinari^P “ Y el Juez por darlas.de
listo / ‘Amarrados como un Cristo9 / Nos dijo, Hrán
todos juntos9 / A la Justicia Ordinaria / Voy a mandar
a los tres99 (II,. 1789)..
En esa dura realidad habían nacido las formas de
la represión y los castigo^ brutales que se aplicaban al
gaucho. Primero el yazQte,/ “El Jefe nos cantó el pun­
to, / Diciendo quimeñíos juntos / Llevará el que se
resierte / La haremos pitar dej^-fuerte, / Más bien ¿tese
por dijunto99 (392). Luego el^cemi “ Y el lomo le hin­
chan a golpes, / Y le rompen lacabeza, / Y luego con
ligereza, / Así lastimao y todo / Lo amarran codo
con^eod¡o-/~Y^pál cepo lo enderezan99 (271). Por último,
la estaqueada?) uPorque era jugarle / Por los lomos con
la espada, f i aunque usté no hiciera nada, / Lo mes-
mito que en Palermo / Le daban cada cepiada / Que lo
dejaban enfermo / Y pa mejor, Una noche / ¡Qué esta-
quiada me pegaron! / Casi me desconyuntaron / Por
motivo de una gresca / ¡Ay juna, si me estiraron f Lo
mesmo que guasca fresca! / Jamás 'me puedo olvidar /
Lo que esa vez me pasó / Entre cuatro bayonetas / Me
tendieron en el suelo / De las manos y las patas / Me
ataron cuatro cinchones / Les aguanté los tirones / Sin
que un ¡ay! se me oyera99 (410, 835, 877). Pero a uno
que se quejó /Enseguida lo estaquiaron / Y la cosa se
acabó / Mas si voy al Coronel / Me hacen bramar en
l& estaca” (410, 835, 877, 785).
También existía la represión en masa en que él
gaucho era pieza de caza‘ para el Alcalde, o el Coman­
dante o el Juez de Paz. “ Ni los mirones salvaron / De
esa arriada de mi flor / Formaron un contingente / Con
los que del baile arriaron / Y sin que más causa hu-
hiera, / Ni que otro motivo diera— / Me agarraron
redepente / Y en el primer contingente / Me echaron a
la frontera / Se puso arisqo^el gauchaje, / La gente está
acobardada / Salió la partida armada, / Y trujo como
perdices / Unos cuantos infelices / Que entraron en la
bolteádá” (331, II, 3402).
Por último, las instituciones organizadas de repre­
sión en masa, el batallón y el cantón de la^frantera.
“ Porque ya no hay salvación / Y que usté quiera o no
quiera, / Lo mandan a la frontera,./ O le echan a un
batallón / ¡Aparcero! si usté viera / Lo que se llama
Cantón! / Ni envidia tengo al ratón / En aquella rato*
ñera / De los pobres que allí había / A ninguno lo lar-
garon / ¡Barajo! si nos trataban / Como se trata a ma­
levos / Y andábamos de mugrientos / Que el mirarnos
daba horror / En mi perra vida he visto / Una miseria
mayor” (279, 380, 407).
A los que se hacía pasar por. las redes más tupidas
de las formas légales de la represión les estaba esper­
rando la Penitenciaría de la ciudad. "Y fuimos con la
sumaria / A esa cárcel de malevos / Que por un bau­
tismo nuevo / Le llaman penitenciaria. / Lo que es el
ser presidiarios / No lo sabe la campaña / En soledá
tan terrible / De su pecho oye el latido— / Allí se
amansa el más bravo9 / Allí se duébla el más fuerte f
En esa estrecha prisión / sin poderme conformar, / No
cesaba de esclamar; / ¡Qué diera yo por tener / Un ca­
ballo que montar / Y una pampa que correr” (II, 1779,
1881, 1920).
No creemos que exista un documento de la época
en donde se dé una visión panorámica más completa
del conjunto de los aparatos de repfesTórt^político-so­
cial que aparecen imidos por un objetivo)visible, el
reclutamiento violento para formar fes~Tgnnngentes de
frontera, y uno oculto, y hasta diriamos, subconsciente.
HquiGlar al gauchaje como tino social.
EL resultado de tanta violencia organizada era la
paulatina desaparición del criollo en las pampas en
una verdadera guerra social de exterminio. "Ue este
modo es el pastel / Forque el gaucho — ya es un he­
cho / No tiene ningún derecho / Ni naides vuelve por
él / Mueren en alguna loma / En defensa de la ley J O
andan lo mesmo que el güey /arando pa que otros
coman / O por causa del servicio / Que tanta gente
destierra / O por causa de la guerra / Los hijos de la
miseria / Son muchos en esta tierra / Les divertiré que
en mi pago / Ya no va quedando un criollo— / Se los
ha tragado el oyo9 / O juido o muerto en la guerra— /
Porque, amigo, en esta tierra / Nunca se acaba el em-
broyo / Pero si siguen las cosas / Como va hasta el
presente, / Puede ser que redepente / Veamos el cam­
po desierto, / Y blanquiando solamente / Los güesos
de los que han muerto” (II, 820).
El motivo central de toda esta enorme represión
social era el sistema de levas de soldados para los ejér­
citos de frontera, con los que la ciudad lejana se hacía
presente en la campaña como una verdadera calami­
dad. El sistema, que imperaba desde la época colonial,
había sido abolido por Rosas, que logró organizar una
milicia voluntaria bien pagada, ñero volvió con toda
su violencia a renacer después de Caseros, y el gaucho
identificó de nuevo ejército con presidio, prefiriendo
en muchp-la vida libre de matrero. El 16 de noviem­
bre de 4 852)una circular del Ministerio de Gobierno
firmada por Mitre procede ya al reclutamiento por
medio de levas, que recaían sobre(“ los vagps-v mal en­
tretenido?*) Así siguieron las cosas hasta(Í86£ü en que
un nuevo decreto que disponía el sorteo parnia Guardia
Nacional en la defensa de las fronteras volvía a recaer
sobre los habitantes de la campaña. Hernández ataca
el decreto en El Río de la Plata. “ El servicio de fron­
teras sólo pasará sobre los pocos vecinos laboriosos y
acomodados que no pudiendo abandonar sus familias, se
sometan a las tristes consecuencias de una suerte fatal.
No sólo obligamos a una parte de la población de la
campaña a andar errante y al acaso, huyendo al servi­
cio personal, sino que se les hace víctimas de una irri­
tante injusticia a los que no abandonan su hogar para
hacer como los demás. ¿Qué se consigue con el sistema
actual de los contingentes? Empieza por producirse una
1 perturbación profunda en el hogar del habitante de la
| campaña. Arrebatado a sus labores, a su familia, qui­
táis un miembro útil a la sociedad que lo reclama,
para convertirlo en un vago. ¿Qué tributo espantoso es
ese que obliga a pagar al poblador del desierto? Pa­
rece que lo inenos que se quisiera fomentar es la po­
blación laboriosa de la campaña o que nuestro gobierno
quisiera hacer purgar como delito aprobioso el hecho de
nacer en el territorio argentino y de levantar la hu­
milde choza del gaucho. ¿Qué privilegio monstruoso es
el que así se quiere acordar a los capitales?” . 2
La leva caía sobre el gaucho^y-^ambiáa^obre _.la_
estancia! Era la forma como la ^iuda nl^nercan-Ml des­
cargaba sobre la campaña el rontra
el mdio que beneficiaba a todos. Mac Cann ya reeo-
noce el perjuicio que aun a los ganaderos traían las
levas. “ Cuantas veces el gobierno necesita de auxilios
~He esa naturaleza, sus oficiales visitan a quién se les
antoja, para incorporarlo al ejército. Es así como se
deseca la verdadera fuente de la industria nacional, y
el dueño del más próspero establecimiento puede de un
momento a otro ver paralizados sus trabajos por la lle­
gada de un comandante que se presenta exigiendo hom­
bres y caballos. Lo mismo ocurre en cuanto respecta
al ganado para la manutención de las tropas, y esta es
una de las menores exacciones que deben soportarse.
Dicho bárbaro tributo no podrá ser abolido muy pron­
to: provoca, como es natural, las quejas de todos los ha­
bitantes, así naturales como extranjeros, y no sólo es
tiránico y destructor de la industria nacional, sino que
las levas se llevan a cabo con diferencias injustas; el
poder del comandante es de tal manera arbitrario, que
está en sus manos eximir a quienes le place, y así que­
dan salvos sus amigos sin prestar servicio alguno, mien­
tras otros soportan pesadas cargas militares. El general
Rosas no estaba enterado de esas injusticias; cuando se le
han interpuesto quejas bien fundadas, invariablemente
ha reprimido los abusos; pero lo común y más prudente
2 José Hernández, El servicio de fronteras, Antonio Pagés
Larraya, Prosas de Martín Fierro, 198.
es guardar silencio, antes de atraerse la malquerencia
de las autoridades de la campaña y de las huestes de
subalternos. El sistema es funesto, sin duda, porqué la
tranquilidad y el bienestar de ]os ciudadanos, quedan
así librados a la irresponsabilidad de cualquier emplea­
do inferior” . 3

“ LE CAIN ENCIMA CON LA LEY


DE LA VAGAN CIA”

La desigualdad que caracteriza al capitalismo, que


se expresa sobre todo en el reparto de los bienes, pue­
de, en situaciones especiales como éstas, de acentuada
guerra social, agudizarse a tal grado, que la armazón
legal, que en la gran apariencia defienda a toda la so^
ciedadi se muestra en toda su crudeza como forma es­
crita de la opresión. La norma jurídica deja de ser un
acuerdo de convivencia entre las clases, más o menos
aceptado por todos, para devenir un abierto sistema
de subordinación social de unos por otros. Hernández
refleja, por boca del Negro de la payada, esta aguda
desigualdad en el campo del derecho público y privado,
con tal acierto de expresión, que los oprimidos de cual­
quier parte de la tierra se sentirán reflejados, en sus
versos. “La ley se hace para todos / Mas sólo al pobre le
rige / La ley es como tela de araña / En mi inorancia
lo esplico, / No la teme el hombre rico— / Nunca la
tema el que mande— / Pues la rompe el vicho grande /
Y sólo enrieda a los chicos / Es la ley como la lluvia: /
Nunca puede ser pareja— / El que la aguanta se que­
ja, / Pero el asunto es sencillo— / La ley es como el
cuchillo / No ofende a quién lo maneja / Le suelen
llamar espada / Y el nombre lo tiene bien— / Los que
la gobierna ven / A donde han de dar e l tajo— / Le
cai al que se halla abajo / Y corta sin ver a quién /
Hay muchos que son dotores / Y de su cencia no du­
do— / Mas yo soy un negro rudo, / Y aunque de esto
3 Martínez Estrada, Muerte y transfiguración del Martin
Fierro, I, 198.
cadas después de Caseros, vio entrar a un gaucho en
una pulpería de campaña de Buenos Aires, clavar su
puñal en el mostrador y gritar “ Viva Juan Manuel de
Rosas” *

“ TAN SOLO HALLÉ LA TAPERA”

La historia económica de nuestro país es el relato 7*


de la apropiación de los bienes de la pampa, que per­
tenecieron en común al indio, primero, y al gaucho
después, por obra de una^pequeña burguesía terrate-
ninete en ascenso. Hasta Caseroá ¿1 gaur.hn había sido
desposeído ya de la~ propiedad de la tierraT pero man­
tenía todavía en su poaer el derecho al^ usufructo de
urTpedazo de ella, que umdo a la propiedaS~real de un
rancho, de una tropilla, un pequeño rodeo y hasta al­
guna majada, que alimentaba la propia tierra, le datía
una cierta -iiidgpendendfa' econ^mic^ladi^dllát:
JDéspués de Uaseros, la (¡guerra ¿tocia! Jíesatada des­
de Buenos Aires contra el gailctrí^ y también contra el
indio, utiHzando a uno para la otra, alcanza también a
la desposesión. de esos bienes. Comienza perdiendo el
rancho. “ Volví al cabo de tres años / De tanto sufrir
al ñudo, / Resertor pobre y desnudo / No hallé ni ras­
tró del rancho— / ¡Solo estaba la tapera / Por Cristo,
si aquello era / Pa enlutar el corazón / ¡Y que iba ha­
llar al volver! / Tan solo hallé la tapera! (293* 1009).
También perdió el campo que utilizaba -para sus maja­
das, no sabemos a qué titulo. Lo real es que los restos
de su familia fueron desalojados sin piedad como lo
relata en otros versos. “Después me contó un vecino /
Que el campo se lo pidieron— / La hacienda se la ven­
dieron / Pa pagar arrendamientos, / Y qué se yo cuán­
tos cuentoSj^-Peto todo lo fujidiezon” (1033).
La Expropiación de la ííacienda)de los gauchos fue
el proceso^nermalrael período posterior a Caseros. Por
eso casi todos los personajes del poema relatan esta
desdicha económica que los dejaba sin el alimento bá­
sico y único del gaucho pampeano. Están allí las her-
niosas estrofas por su gran acento descriptivo al resu­
mir la tragedia de esta clase que se empinaba hacia
la miseria; versos que están en la memoria de todos los
argentinos, porque hacen a la pérdida de ía familia y
de la casa, base- de sustentación social del hombre de
todas las épocas. “ Tuve en mi pago en un tiempo /
Hijos, hacienda y mujer /.Pero empecé a padecer, / Me
echaron a la frontera— / ¡Y que iba hallar al volver! /
Tan solo hallé la tapera / Al dirme dejé la hacien­
da / Quera todito mi haber— / Pronto debíamos vol­
ver / Según el Juez prometía, / Y hasta entonces
cuidaría / De los bienes Icl mujer** (287, 1027). Al en­
contrar a Cruz vuelve a relatar su tragedia. “ Antes de
cair al servicio, / Tenia familia y hacienda— / Cuando
volví, ni la prenda / Me la habían dejao ya— / Dios
sabe en lo que vendrá / A parar esta contienda (1681).
Por boca de Picardía, esta tragedia se generaliza a otros
gauchos como ellos como resultado normal. de arriadas
y contingentes injustos. “ Y no averigüe después— /
De los bienes que dejó— / De hombre, su mujer ven­
dió / Por dos— Lo que vale diez** (II, 3693).
El segundo hijo de Fierro, más conocido por su
vida en común con el Viejo Vizcacha, relata también
una vida inicua a despojo. “ Y anduve así como to­
dos, / Y me recogió a su lado— / Allí viví sosegado /
Y de nada carecía / No tenía cuidado alguno / Ni que
trabajar tampoco— / Y me nombró de heredero / De
los bienes que tenía / El Juez vino sin tardanza / Cuan­
do falleció la vieja— / 'De los bienes que te deja*, /
Me dijo, ‘yo he de cuidar, / Es un rodeo regular / Y
dos majadas de ovejas* / M e dijo, ‘vos sos menor, /
Y por los años que tienes / No podes manejar bie­
nes. / Voy a nombrarte un autor* / ‘Yo cuidaré*, me *
había dicho, / De lo que tu propiedá— / Todo se con­
servará, / El vacuno y los rebaños— / Hasta que cum­
plas treinta años / En Que seas mayor de edad** (II,
2103).
El gaucho pierde también su caballo y su tropilla, *
que son los instrumentos de su libertad y de su tra­
bajo como peón bien remunerado. “ Yo llevé Un moro
de número39 dice Fierro cuando marcha para el fortín,
pero allá lo pierde todo. “ Y pa mejor hasta el moro /
Se me fue de entre las manos— / No soy lerdo. . . pero
hermano, / Vino el comendante un día / Diciendo que
lo quería / ‘Pa enseñarle a comer grano1 / Afigurese
cualquiera / La suerte de este su amigo, / A pie y
montando el umbligo, / Estropiao, pobre y desnudo33
(655). Recordemos que cuando Fierro sale, lleva con­
sigo casi todos sus bienes personales, con los cuales se
desenvolvía en las inclemencias de la pampa y en los
trabajos camperos. “ Y cargué sin dar más güeltas f
Con las prendas que tenía; / Gergas, poncho, cuanto
había / En casa, tuito lo alcé— / No me faltaba una
guasca; / Esa ocasión eché el resto: / Bozal, mamador,
cabresto, / Lazo, bolas y manea . . . ” (367). Pero en el
correr de los años de milico fronterizo fue borrando
todo “Poncho, gergas9 el apero / Las prenditas, los bo­
tones, / Todo, amigo, en los cantones / fue quedando
poco a poco— / Ya me tenían medio loco / La pobreza
y los ratones / Ya no tenía ni camisa, / Ni cosa que se
parezca; / Mis trapos sólo pa yesca / Me podían servir
al fin . . . 39 (367). Picardía cuenta de nuevo esta mise­
ria orquestada de los cantones, cuando el gaucho era
largado de nuevo para el pago. “Si alguna prenda le
han dao / Todo tiene que dejar / Aura poco a sucedi­
do> / Con un invierno tan crudo / Largarlos a pie y
desnudos / Pa volver a su partido99 (II, 3J5655T Asi^ace
a la vida popular argentina la figura del ud^spen^kaáo’ ’
unida por la propia miseria con la del 4<^íesc§ims?íá$)’,
como símbolos de la injusticia social. La burguesía uni-
taria había ya conseguido en el país de la abundancia
armar el submundo de la miseria, o, como dice Giménez
Vega, “ organizar la pobreza” .
Es notable la importancia que los historiadores ar­
gentinos han dado a la expropiación de bienes comunes
en nuestras luchas entre unitarios y federales. Es am­
plia la bibliografía liberal sobre la expropiación que
Rosas aplicó a los “ salvajes unitarios” y la aquivalente
documentación revisionista, probando la expropiación
que los unitarios hicieron a los federales antes y des-
pues del gobierno de Rosas. Decimos que es notable el
concepto claro de la propiedad burguesa que domina a
nuestros historiadores, porque son pocas las páginas en
donde se analiza la expropiación colectiva, e individual,
que se hizo a una clase social, a los gauchos de las
pampas, y que se realizó durante el período de la or­
ganización nacional'del país. Parecería que la propie­
dad del pueblo, de los pobres, aunque se tratara de
miles de desposeídos, estuviera al margen de la historia.
Es la esencia del capitalismo, que por el juego
normal de los bajos salarios y de la compraventa de
bienes, los sectores económicamente independientes va­
yan siendo despojados, en tanto la riqueza se polariza
en pocas manos, transformándose en capital, en el otro
polo se van concentrando los que no tienen al fin más
que su fuerza de trabajo, que venden por un salario.
Este es el proceso normal, en que actúan sólo factores
económicos, que se da en todos .los países, con distin­
to ritmo, pero que está en la esencia de la formación
y desarrollo del capitalismo. Pero también se encuen­
tra en la idiosincrasia del sistema aprovechar todos los
períodos de convulsión social, de revoluciones, de gue­
rras, de catástrofes sociales, para acelerar esa concentra­
ción, por métodos violentos legales. Estos “ factores de
violencia” han sido muy distintos según los países, y
encierran en cada uno lo que han dado en llamar los
economistas clásicos, el período de “ la acumulación pri­
mitiva” de capital y de trabajo. Cuanto mayor sea este
impulso inicial, plagado de robos, injusticias y depre­
daciones, mayor será el crecimieiiÍQ capitalista del país.
El método argentino se «yT^suing eiiwf liquidar a los
indios, expropiar la tierra en común del gaucho, expul­
sar al gaucho de la tierra de los estancieros, expropiarle
su ganado y su tropilla, enviarle a la frontera disolvien­
do su familia y volteando su rancho. Éstos fueron nues­
tros “métodos idílicos” del nacimiento del capitalismo
agropecuario, que abrieron paso en el país a la gana­
dería y a la agricultura capitalista extensiva de expor­
tación, incorporando el suelo al capital, y creando los
contingentes de proletarios “ libres” de todo medio de
vida propio, dispuestos a trabajar por un salario. Lo
que importaba por entonces era poner la tierra y los
vacunos en manos de los empresarios y no dé gente a
sueldo. El problema era transformar a las masas gau­
chas en salariadas, y los instrumentos ^ue éstas dispo­
nían, las tierras y las vacas, en capitalJ
De la guerra civil y de la guerra al indio sale pu­
ro, después de un proceso de gran violencia social, el
proletariado criollo privado ya de sus propios medios
de vida. La militarización fue acompañada por lo gene­
ral del despojo inicuo de los vacunos, los lanares y las
tropillas, de los que todavía disponían los peones de
estancia cuando fueron arrancados de sus pagos. Des­
aparecía la propia familia y los hijos entraban en el
duro mercado de trabajo a deambular por las estan­
cias. El Martín Fierro aparece así como el poema que
sintetiza este gran período revolucionario, de transfor­
mación social, que vivió el país conocido como “ la acu­
mulación primitiva” , de la que nacen al mismo tiempo
la burguesía terrateniente y el proletariado rural. Ésa
fue la gran lucha de clases después de Caseros. La agi­
tación. las violencias. (ncj>giraban tanto alrededor de un
salario que el patrón seguía pagando bien y regular­
mente, porque siempre la demanda estuvo por encima
de la oferta de manos. La lucha« casi la guerra social«
estuvo entablada en gran escala, en realidad, por la1
posesión de esa enórtflé Maásá ae bienes rurales que con­
trolaba el gauchaie v sobre la que apoyaba su indepen-
delicia económica.
^ En dos o tres décadas la tierra y los ganados tu­
vieron nuevos y flamantes dueños venidos de la ciudad,
que figuraban ya en los Registros de Propiedad y las
. ^oficinas de Marcas y Señales, especuladores en tierras,
jefes de milicias, Alcaldes y Jueces de Paz, o estan­
cieros, en una variada gama de una pequeña burguesía
rural en ascenso, muchos de los cuales llegaron, en me­
dio de una competencia despiadada por la posesión de
los bienes, a ser respetables estancieros terratenientes.
A fines del siglo pasado éramos ya “ la granja de
Inglaterra” , y luego llegamos a ser “ el granero del
inundo” , porque el capitalismo había sentado sus rea­
les sobre la pampa productiva, y porque el gaucho es­
taba definitivamente arrinconado en los límites de un
sistema Qé bajos salarios que bordeaba el hambre, las
enfermedades y la degradación social. La polarización
de la riqueza y la pobreza se había cumplido en nues­
tras praderas. Una miseria que había penetrado hasta
los huesos y que exigía además un adjetivo: “Pues esa
miseria vieja / No se remedia jamás / Todo el que vie­
ne detrás / Como la encuentra la deja” (II, 3875).
No exagerapaes^nada. El Informe sobre las clases
obreras que en (1905 escribió Biallet Massé, por encargo
del ministro Ramos Mejía, hace una trágica pintura
del estado social de nuestros trabajadores manuales, en­
cerrados entre la tnbermlogig y el hambre, similar al
que Engels y Marx realizaron de Inglaterra e Irlanda
medio siglo antes. •
El paraíso criollo se había diluido y nuestra clase
obrera rural estaba ya en el infierno de la explotación
capitalista despiadada que caracterizaba a Europa. El
progreso y la civilización habían llamado también a
nuestras puertas.

“ Y LOS HIJOS SE DISPERSAN COMO


CUENTAS DE ROSARIO”
Hernández pinta la vida familiar del gaucho en la
“ época de oro” en unos pocos versos que nos permiten
ubicar la medida justa de esta institución social que
acompañaba al gaucho durante su vida: “ Yo he cono­
cido esta tierra / En que el paisano vivía / Y su ran-
chito tenía / Y sus hijos y mujer— / Era una delicia t,
ver / Como pasaba sus días. / Y sentao junto al jogón /
A esperar que venga el día, / Mientras la china dor­
mía / Tapadita con su poncho / Y con el buche bien
lleno / Era cosa superior / Irse en brüzos del ámor / A
dormir como la gente / Eran días de apuro / Y alboroto
pa el hembraje, / Pa preparar los potajes, / Y oseqiáar
bien a la gente— / Y ansí, pues, muy grandemente ¡

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