a la conquista del desierto, la pampa criolla, la pampa desierta y la pampa india, le significaban una serie concreta de recuerdos y experiencias formada en la propia vida y en la ajena, que hacía fundamentalmente a distintos niveles de alimentación. La lucha casi dia ria para escapar al hambre importaba en los tres casos un esfuerzo humano distinto. En el desierto era ya bordeando la muerte por ham bre o por sed. Refiriéndose a la zona de la pampa sin habitantes que separaba la civilización blanca de la india, Fierro hace el panorama de subsistencia, cuando con Cruz inicia el exilio: “De hambre no pereceremos / Pues según otros me han dicho /En los campos se hallan bichos /De los que uno necesita / Gamas, matacos, mu litas, / Avestruces y quirquinchos / Cuando se anda en el desierto / se come uno hasta las colas / Tampoco a la sed le temo, / Yo la aguanto muy contento, / Busco agua olfatiando el viento, / Y dende que no soy manco / Ande hay duraznillo blanco / Cabo y la saco al momento” (2215). Pero a “ La Vuelta” con la cau tiva el relato es más trágico: “ Penurias de toda clase / Y miserias padecimos / Varias veces no comimos / O comimos carne cruda; / Y en otras, no tengo duda, / Con raíces nos mantuvimos” (II, 1521). Üe esta subsistencia difícil, casi imposible, que de pendía mucho de la habilidad personal para sortear las dificultades que imponía ese inmenso campo verde sin agua y casi sin animales, podía escaparse a marcha forzada, apuntando hacia las, tolderías, que socialmente habían logrado, a pesar de su barbarie primitiva, un nivel de convivencia, para resolver en la cooperación de todos para la pesca, la caza y el malón, esas dos imperiosas exigencias humanas. Fierro relata su vida en la toldería: elEl alimento no abunda J Por más em peño que se haga— / Lo pasa como una plaga, / Ejer citando la industria— / y siempre como la nutria / Viviendo a orillas del agua / En semejante ejercicio / Se hace diestro el cazador---- Cai el piche engordador. •/. Cai el pájaro que trina / Todo vicho que camina / Va a parar al asador / Pues allí a los cuatro vientos / La persecución se lleva, / Naide escapa de la leva, / Y dende que la alba asoma / Ya recorre Uno la loma, / El bajo, el nido y la cueva / El que vive de la caza / A cualquier vicho se atreve — Que pluma o cáscara lle ve, / Pues cuando la hambre se siente / El hombre le clava el diente / A todo lo que se mueve / Y aves y vichos y pejes / Se mantienen de mil modos; / Pero el hombre en su acomodo / Es curioso de oservar: / Es el que sabe llorar—- / Y es el que los come a todos” (439). Y en ese enfrentamiento de estas dos sociedades, blanca e india, de abundancia y miseri^, se conforma el antagonismo del que nacen el üjnalóru) los fortines defensivos y la guerra social por los vaetínos. El ham bre crónica del salvaje, que se superaba apenas con el esfuerzo diario de la caza y la pesca, se canalizaba cada tanto,, en las lunas llenas, en la furia colectiva y antisocial del malón, verdadero saquéo de alimentos, tributo de fuerza, que una sociedad inferior inpone a otra más rica. Una guerra intermitente por los vacunos que supera a los cien años, en que la ofensiva la tuvo siempre el salvaje, apenas amenazado con los fuertes, hasta que las expediciones conquistaron el desierto para el blanco, dándole la propiedad definitiva de sus va quillonas. UY en alguna madrugada /Sin que sintié ramos nada / Se largaban a invadir / Es guerra cruel la del Indio / porque viene. como fiera; / Atropella donde quiera, / Y de asolar no se cansa— / Se cruzan por el desierto /> Como un animal feroz / Dan cada alarido atroz / Que lyzC&^rizar los cabellos99 (II, 478). El objeto era e](/ganad)j. Todo lo demás que pudie ran llevarse, desde ÍW-eautivas a las mercancías, venía por añadidura: “Cuando la invasión regresa / Llevan miles de cabezas / De vacuno y lleguarizo— / Aquello es un hervidero de pampas, un celemín— / Cuando riunen el botín f Juntando toda la hacienda / En cantidad tan tremenda / Que no alcanza a verse el fin99 (II, 608). El instinto de conservación de la indiada no se había ele vado hasta comprender que tenia que vivir de las crías y que era necesario capitalizar esos vacunos en grandes rodeos. La idea de la producción le era completamente ajena, porque estaba dominaba por el primitivismo del consumo a cualquier costo: Luego la matanza empie za / Tan sin razón ni motivo, / Que no queda animal vivo / De esos miles de cabezas / Y entra la china a cuerear / Con un afán desmedido*9 (II, 645). Y la reacción de la civilización blanca llegó un día, pasando a la ofensiva, cuando los jefes militares con cretaron que era mejor atacar permanentemente, que encerrarse tras los fortines y zanjas. “ Se empezó en aquel, entonces / A rejuntar caballada, / Y riunir la milicada, / Telidiéndole en el cantón f Para una des pedición / A sorprender a la indiada. Nos anunciaban que iríamos / Sin carreta ni bagajes / A golpiar a los salvajes / En sus mesmas tolderías / Que a la guelta pagarían / Licenciándolo al gauchaje / Que en esta des pedición / Tuviéramos la esperanza, / Que iba a venir sin tardanza / Según el Gefe contó / Un Merdstro o que se yo / Que le llamaban don Ganza / Que iba a riunir el Ejército / Y tuitos los batallones—•/ Y que traibfi unos cañones / Con más rayas que Un cotín" (937). Y uñ buen día terminó la guerra con el triunfo de la pampa gaucha, casi en los años en que Fierro apa recía ocupando un lugar en la vida literaria. Así lo adelantan los versos: uPerO s i y ó no. me értgaño / Con cluyó ese bandalaje. / Y esos bárbaros salvajes / No po drán hacer más daño / Las tribus están deshechas / Los caciques. más altivos / Están muertos o cautivos / Pri vaos de toda esperanza /Y de la chusma y de lanza / Ya muy pocos quedan vivos” (673). Y los vacunos pa- , saron a ocupar nuevas yyférabes tierras de la pampa india, en tanto que los Cortixi^s, como instituciones de ordgn social fueron reemplazados por las grandes tancia^j como instituciones ordenadoras de la produc- ciérrte riquezas agropecuarias. Claro que estty avance civilizador fue signado jam - bién por la injusticia social que está en la esencia del "sistema capitalista que se iniciaba a la vida en las pampas. El Comandante Prado, en su Guerra al ma lón, ha dejado a la posteridad este aspecto humano de las relaciones. Refiriéndose a los soldados que murie ron en las batallas de la pampa, a los gauchos, dice: “Habían conquistado veinte mil leguas de territorio, y más tarde, cuando esa inmensa riqueza hubo pasa do a manos del especulador que la adquirió sin mayor esfuerzo ni trabajo, muchos de ellos no hallaron — si quiera en el estercolera del hospital— , rincón mezquino en que exhalar el último aliento de una vida de heroís mo, de abnegación y de verdadero patriotismo” . “ Al verse después, en muchos casos, despilfarrada la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulo sas de treinta y más lenguas; al ver la garra de favoritos audaces clavada hasta las entrañas del país, y al ver como la codicia les dilataba las fauces y les provocaba babeos innobles de lujurioso apetito, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista. Pero así es el mundo, ‘los tontos amasan la torta y los vivos se la comen’ ” . 1
“EL SER GAUCHO ES UN DELITO”
/ Hernández tenía plena conciencia de la gran lucha
i de clases que le tocó vivir. En el prólogo a la 8* edi- 1 Comandante Prado, Guerra al malón> 55, 127. ción lo dice con claridad: “ Todos los abusos y desgra cias de que es víctima esta clase desheredada de nues tro país. Sus desgracias que son las de toda la clase social a la que pertenece” . En el poema aparece ese reconocimiento en forma literaria, que cierra con sen tencias de conducta humana criolla: “Dios sabe en lo que vendrá / A parar esta contienda / Al pobre al me nor descuido lo levantan de un sogazo / Pero yo com prendo el caso / Y esta consecuencia saco / El gaucho es el cuero flaco, / de los tientos para el lazo / Hace mucho que sufrimos la suerte reculativa— / Trabaja el gaucho y no arriba, / Porque a lo mejor del caso, / Lo levantan de un zogazo / Sin dejarle ni salida / En su ley está el de arriba / Si hace lo que le aproveche— / Siempre es dañosa la sombra / Del árbol que tiene leche / Parece que el gaucho tiene / Algún pecao que pagar” (1685, II, 4847, 2127, II, 4841, II, 3885). Una lucha de clases llevaba al extremo de la gue- rra y al exterminio de una clase social, en la que era
T delito el hecho humano, natural, de ser gaucho y vivir
en la campaña, guerra a la que el criollo, en su infe rioridad social de condiciones, debió acomodarse como pudiera. “Si uno aguanta, es gaucho bruto— / Si no aguanta es gaucho malo— / ¡Déle azote, déle palo! / ¡Porqué es lo que necesita! / De todo el que nació gau cho / Esta es la suerte maldita / Él anda siempre ju- yendo, / Siempre pobre y perseguido, / No tiene cueva ni nido, / Como si juera maldito— / Porque el ser gau cho. . . ¡barajo! / El ser gaucho es un delito” (1879, 1319). Y si era un delito, la dictadura de la ciudad había organizado los^apayatos para reprimirlo. El primero de ellos era eY Alcald^í “Estaba el gaucho~en su pago / Con toda segjzrid^-— / Pero aura. . . ¡barbaridá! / La cosa anda tan fruncida, / qUe gasta el pobre la vida / En juir de la autoridá / Pues si usté pisa en su rancho / Y si el Alcalde lo sabe, / Lo caza lo mesmo que ave / Aunque su mujer aborte / Y al punto dese por muer to / Si el Alcalde lo bolea, / Pues ay no más se le apea / Con una felpa de palos” (253). El otro género ^i3Í-Es%ado encargado de la represión, popular era el Qraiandan^fe. “ Cuando vino el Comendante / Dijeron tuTos nos asista!— / Llegó y les clavó la vista; f Le echo a cada uno un responso /JY^ya^Qs^plantó en la lista** (11,3415). El tercero: elvjuez de !Pg¿: “ Cantando estaba una vez / En una gran djvefsiÓTT^/ Y aprovechó la ocasión / Como quiso el Juez de Paz— / Se presentó, y ay rio má^/-HtzÁ una 'arriada en montón” (309). La cuarta: la /Ja¿ticia Ordinari^P “ Y el Juez por darlas.de listo / ‘Amarrados como un Cristo9 / Nos dijo, Hrán todos juntos9 / A la Justicia Ordinaria / Voy a mandar a los tres99 (II,. 1789).. En esa dura realidad habían nacido las formas de la represión y los castigo^ brutales que se aplicaban al gaucho. Primero el yazQte,/ “El Jefe nos cantó el pun to, / Diciendo quimeñíos juntos / Llevará el que se resierte / La haremos pitar dej^-fuerte, / Más bien ¿tese por dijunto99 (392). Luego el^cemi “ Y el lomo le hin chan a golpes, / Y le rompen lacabeza, / Y luego con ligereza, / Así lastimao y todo / Lo amarran codo con^eod¡o-/~Y^pál cepo lo enderezan99 (271). Por último, la estaqueada?) uPorque era jugarle / Por los lomos con la espada, f i aunque usté no hiciera nada, / Lo mes- mito que en Palermo / Le daban cada cepiada / Que lo dejaban enfermo / Y pa mejor, Una noche / ¡Qué esta- quiada me pegaron! / Casi me desconyuntaron / Por motivo de una gresca / ¡Ay juna, si me estiraron f Lo mesmo que guasca fresca! / Jamás 'me puedo olvidar / Lo que esa vez me pasó / Entre cuatro bayonetas / Me tendieron en el suelo / De las manos y las patas / Me ataron cuatro cinchones / Les aguanté los tirones / Sin que un ¡ay! se me oyera99 (410, 835, 877). Pero a uno que se quejó /Enseguida lo estaquiaron / Y la cosa se acabó / Mas si voy al Coronel / Me hacen bramar en l& estaca” (410, 835, 877, 785). También existía la represión en masa en que él gaucho era pieza de caza‘ para el Alcalde, o el Coman dante o el Juez de Paz. “ Ni los mirones salvaron / De esa arriada de mi flor / Formaron un contingente / Con los que del baile arriaron / Y sin que más causa hu- hiera, / Ni que otro motivo diera— / Me agarraron redepente / Y en el primer contingente / Me echaron a la frontera / Se puso arisqo^el gauchaje, / La gente está acobardada / Salió la partida armada, / Y trujo como perdices / Unos cuantos infelices / Que entraron en la bolteádá” (331, II, 3402). Por último, las instituciones organizadas de repre sión en masa, el batallón y el cantón de la^frantera. “ Porque ya no hay salvación / Y que usté quiera o no quiera, / Lo mandan a la frontera,./ O le echan a un batallón / ¡Aparcero! si usté viera / Lo que se llama Cantón! / Ni envidia tengo al ratón / En aquella rato* ñera / De los pobres que allí había / A ninguno lo lar- garon / ¡Barajo! si nos trataban / Como se trata a ma levos / Y andábamos de mugrientos / Que el mirarnos daba horror / En mi perra vida he visto / Una miseria mayor” (279, 380, 407). A los que se hacía pasar por. las redes más tupidas de las formas légales de la represión les estaba esper rando la Penitenciaría de la ciudad. "Y fuimos con la sumaria / A esa cárcel de malevos / Que por un bau tismo nuevo / Le llaman penitenciaria. / Lo que es el ser presidiarios / No lo sabe la campaña / En soledá tan terrible / De su pecho oye el latido— / Allí se amansa el más bravo9 / Allí se duébla el más fuerte f En esa estrecha prisión / sin poderme conformar, / No cesaba de esclamar; / ¡Qué diera yo por tener / Un ca ballo que montar / Y una pampa que correr” (II, 1779, 1881, 1920). No creemos que exista un documento de la época en donde se dé una visión panorámica más completa del conjunto de los aparatos de repfesTórt^político-so cial que aparecen imidos por un objetivo)visible, el reclutamiento violento para formar fes~Tgnnngentes de frontera, y uno oculto, y hasta diriamos, subconsciente. HquiGlar al gauchaje como tino social. EL resultado de tanta violencia organizada era la paulatina desaparición del criollo en las pampas en una verdadera guerra social de exterminio. "Ue este modo es el pastel / Forque el gaucho — ya es un he cho / No tiene ningún derecho / Ni naides vuelve por él / Mueren en alguna loma / En defensa de la ley J O andan lo mesmo que el güey /arando pa que otros coman / O por causa del servicio / Que tanta gente destierra / O por causa de la guerra / Los hijos de la miseria / Son muchos en esta tierra / Les divertiré que en mi pago / Ya no va quedando un criollo— / Se los ha tragado el oyo9 / O juido o muerto en la guerra— / Porque, amigo, en esta tierra / Nunca se acaba el em- broyo / Pero si siguen las cosas / Como va hasta el presente, / Puede ser que redepente / Veamos el cam po desierto, / Y blanquiando solamente / Los güesos de los que han muerto” (II, 820). El motivo central de toda esta enorme represión social era el sistema de levas de soldados para los ejér citos de frontera, con los que la ciudad lejana se hacía presente en la campaña como una verdadera calami dad. El sistema, que imperaba desde la época colonial, había sido abolido por Rosas, que logró organizar una milicia voluntaria bien pagada, ñero volvió con toda su violencia a renacer después de Caseros, y el gaucho identificó de nuevo ejército con presidio, prefiriendo en muchp-la vida libre de matrero. El 16 de noviem bre de 4 852)una circular del Ministerio de Gobierno firmada por Mitre procede ya al reclutamiento por medio de levas, que recaían sobre(“ los vagps-v mal en tretenido?*) Así siguieron las cosas hasta(Í86£ü en que un nuevo decreto que disponía el sorteo parnia Guardia Nacional en la defensa de las fronteras volvía a recaer sobre los habitantes de la campaña. Hernández ataca el decreto en El Río de la Plata. “ El servicio de fron teras sólo pasará sobre los pocos vecinos laboriosos y acomodados que no pudiendo abandonar sus familias, se sometan a las tristes consecuencias de una suerte fatal. No sólo obligamos a una parte de la población de la campaña a andar errante y al acaso, huyendo al servi cio personal, sino que se les hace víctimas de una irri tante injusticia a los que no abandonan su hogar para hacer como los demás. ¿Qué se consigue con el sistema actual de los contingentes? Empieza por producirse una 1 perturbación profunda en el hogar del habitante de la | campaña. Arrebatado a sus labores, a su familia, qui táis un miembro útil a la sociedad que lo reclama, para convertirlo en un vago. ¿Qué tributo espantoso es ese que obliga a pagar al poblador del desierto? Pa rece que lo inenos que se quisiera fomentar es la po blación laboriosa de la campaña o que nuestro gobierno quisiera hacer purgar como delito aprobioso el hecho de nacer en el territorio argentino y de levantar la hu milde choza del gaucho. ¿Qué privilegio monstruoso es el que así se quiere acordar a los capitales?” . 2 La leva caía sobre el gaucho^y-^ambiáa^obre _.la_ estancia! Era la forma como la ^iuda nl^nercan-Ml des cargaba sobre la campaña el rontra el mdio que beneficiaba a todos. Mac Cann ya reeo- noce el perjuicio que aun a los ganaderos traían las levas. “ Cuantas veces el gobierno necesita de auxilios ~He esa naturaleza, sus oficiales visitan a quién se les antoja, para incorporarlo al ejército. Es así como se deseca la verdadera fuente de la industria nacional, y el dueño del más próspero establecimiento puede de un momento a otro ver paralizados sus trabajos por la lle gada de un comandante que se presenta exigiendo hom bres y caballos. Lo mismo ocurre en cuanto respecta al ganado para la manutención de las tropas, y esta es una de las menores exacciones que deben soportarse. Dicho bárbaro tributo no podrá ser abolido muy pron to: provoca, como es natural, las quejas de todos los ha bitantes, así naturales como extranjeros, y no sólo es tiránico y destructor de la industria nacional, sino que las levas se llevan a cabo con diferencias injustas; el poder del comandante es de tal manera arbitrario, que está en sus manos eximir a quienes le place, y así que dan salvos sus amigos sin prestar servicio alguno, mien tras otros soportan pesadas cargas militares. El general Rosas no estaba enterado de esas injusticias; cuando se le han interpuesto quejas bien fundadas, invariablemente ha reprimido los abusos; pero lo común y más prudente 2 José Hernández, El servicio de fronteras, Antonio Pagés Larraya, Prosas de Martín Fierro, 198. es guardar silencio, antes de atraerse la malquerencia de las autoridades de la campaña y de las huestes de subalternos. El sistema es funesto, sin duda, porqué la tranquilidad y el bienestar de ]os ciudadanos, quedan así librados a la irresponsabilidad de cualquier emplea do inferior” . 3
“ LE CAIN ENCIMA CON LA LEY
DE LA VAGAN CIA”
La desigualdad que caracteriza al capitalismo, que
se expresa sobre todo en el reparto de los bienes, pue de, en situaciones especiales como éstas, de acentuada guerra social, agudizarse a tal grado, que la armazón legal, que en la gran apariencia defienda a toda la so^ ciedadi se muestra en toda su crudeza como forma es crita de la opresión. La norma jurídica deja de ser un acuerdo de convivencia entre las clases, más o menos aceptado por todos, para devenir un abierto sistema de subordinación social de unos por otros. Hernández refleja, por boca del Negro de la payada, esta aguda desigualdad en el campo del derecho público y privado, con tal acierto de expresión, que los oprimidos de cual quier parte de la tierra se sentirán reflejados, en sus versos. “La ley se hace para todos / Mas sólo al pobre le rige / La ley es como tela de araña / En mi inorancia lo esplico, / No la teme el hombre rico— / Nunca la tema el que mande— / Pues la rompe el vicho grande / Y sólo enrieda a los chicos / Es la ley como la lluvia: / Nunca puede ser pareja— / El que la aguanta se que ja, / Pero el asunto es sencillo— / La ley es como el cuchillo / No ofende a quién lo maneja / Le suelen llamar espada / Y el nombre lo tiene bien— / Los que la gobierna ven / A donde han de dar e l tajo— / Le cai al que se halla abajo / Y corta sin ver a quién / Hay muchos que son dotores / Y de su cencia no du do— / Mas yo soy un negro rudo, / Y aunque de esto 3 Martínez Estrada, Muerte y transfiguración del Martin Fierro, I, 198. cadas después de Caseros, vio entrar a un gaucho en una pulpería de campaña de Buenos Aires, clavar su puñal en el mostrador y gritar “ Viva Juan Manuel de Rosas” *
“ TAN SOLO HALLÉ LA TAPERA”
La historia económica de nuestro país es el relato 7*
de la apropiación de los bienes de la pampa, que per tenecieron en común al indio, primero, y al gaucho después, por obra de una^pequeña burguesía terrate- ninete en ascenso. Hasta Caseroá ¿1 gaur.hn había sido desposeído ya de la~ propiedad de la tierraT pero man tenía todavía en su poaer el derecho al^ usufructo de urTpedazo de ella, que umdo a la propiedaS~real de un rancho, de una tropilla, un pequeño rodeo y hasta al guna majada, que alimentaba la propia tierra, le datía una cierta -iiidgpendendfa' econ^mic^ladi^dllát: JDéspués de Uaseros, la (¡guerra ¿tocia! Jíesatada des de Buenos Aires contra el gailctrí^ y también contra el indio, utiHzando a uno para la otra, alcanza también a la desposesión. de esos bienes. Comienza perdiendo el rancho. “ Volví al cabo de tres años / De tanto sufrir al ñudo, / Resertor pobre y desnudo / No hallé ni ras tró del rancho— / ¡Solo estaba la tapera / Por Cristo, si aquello era / Pa enlutar el corazón / ¡Y que iba ha llar al volver! / Tan solo hallé la tapera! (293* 1009). También perdió el campo que utilizaba -para sus maja das, no sabemos a qué titulo. Lo real es que los restos de su familia fueron desalojados sin piedad como lo relata en otros versos. “Después me contó un vecino / Que el campo se lo pidieron— / La hacienda se la ven dieron / Pa pagar arrendamientos, / Y qué se yo cuán tos cuentoSj^-Peto todo lo fujidiezon” (1033). La Expropiación de la ííacienda)de los gauchos fue el proceso^nermalrael período posterior a Caseros. Por eso casi todos los personajes del poema relatan esta desdicha económica que los dejaba sin el alimento bá sico y único del gaucho pampeano. Están allí las her- niosas estrofas por su gran acento descriptivo al resu mir la tragedia de esta clase que se empinaba hacia la miseria; versos que están en la memoria de todos los argentinos, porque hacen a la pérdida de ía familia y de la casa, base- de sustentación social del hombre de todas las épocas. “ Tuve en mi pago en un tiempo / Hijos, hacienda y mujer /.Pero empecé a padecer, / Me echaron a la frontera— / ¡Y que iba hallar al volver! / Tan solo hallé la tapera / Al dirme dejé la hacien da / Quera todito mi haber— / Pronto debíamos vol ver / Según el Juez prometía, / Y hasta entonces cuidaría / De los bienes Icl mujer** (287, 1027). Al en contrar a Cruz vuelve a relatar su tragedia. “ Antes de cair al servicio, / Tenia familia y hacienda— / Cuando volví, ni la prenda / Me la habían dejao ya— / Dios sabe en lo que vendrá / A parar esta contienda (1681). Por boca de Picardía, esta tragedia se generaliza a otros gauchos como ellos como resultado normal. de arriadas y contingentes injustos. “ Y no averigüe después— / De los bienes que dejó— / De hombre, su mujer ven dió / Por dos— Lo que vale diez** (II, 3693). El segundo hijo de Fierro, más conocido por su vida en común con el Viejo Vizcacha, relata también una vida inicua a despojo. “ Y anduve así como to dos, / Y me recogió a su lado— / Allí viví sosegado / Y de nada carecía / No tenía cuidado alguno / Ni que trabajar tampoco— / Y me nombró de heredero / De los bienes que tenía / El Juez vino sin tardanza / Cuan do falleció la vieja— / 'De los bienes que te deja*, / Me dijo, ‘yo he de cuidar, / Es un rodeo regular / Y dos majadas de ovejas* / M e dijo, ‘vos sos menor, / Y por los años que tienes / No podes manejar bie nes. / Voy a nombrarte un autor* / ‘Yo cuidaré*, me * había dicho, / De lo que tu propiedá— / Todo se con servará, / El vacuno y los rebaños— / Hasta que cum plas treinta años / En Que seas mayor de edad** (II, 2103). El gaucho pierde también su caballo y su tropilla, * que son los instrumentos de su libertad y de su tra bajo como peón bien remunerado. “ Yo llevé Un moro de número39 dice Fierro cuando marcha para el fortín, pero allá lo pierde todo. “ Y pa mejor hasta el moro / Se me fue de entre las manos— / No soy lerdo. . . pero hermano, / Vino el comendante un día / Diciendo que lo quería / ‘Pa enseñarle a comer grano1 / Afigurese cualquiera / La suerte de este su amigo, / A pie y montando el umbligo, / Estropiao, pobre y desnudo33 (655). Recordemos que cuando Fierro sale, lleva con sigo casi todos sus bienes personales, con los cuales se desenvolvía en las inclemencias de la pampa y en los trabajos camperos. “ Y cargué sin dar más güeltas f Con las prendas que tenía; / Gergas, poncho, cuanto había / En casa, tuito lo alcé— / No me faltaba una guasca; / Esa ocasión eché el resto: / Bozal, mamador, cabresto, / Lazo, bolas y manea . . . ” (367). Pero en el correr de los años de milico fronterizo fue borrando todo “Poncho, gergas9 el apero / Las prenditas, los bo tones, / Todo, amigo, en los cantones / fue quedando poco a poco— / Ya me tenían medio loco / La pobreza y los ratones / Ya no tenía ni camisa, / Ni cosa que se parezca; / Mis trapos sólo pa yesca / Me podían servir al fin . . . 39 (367). Picardía cuenta de nuevo esta mise ria orquestada de los cantones, cuando el gaucho era largado de nuevo para el pago. “Si alguna prenda le han dao / Todo tiene que dejar / Aura poco a sucedi do> / Con un invierno tan crudo / Largarlos a pie y desnudos / Pa volver a su partido99 (II, 3J5655T Asi^ace a la vida popular argentina la figura del ud^spen^kaáo’ ’ unida por la propia miseria con la del 4<^íesc§ims?íá$)’, como símbolos de la injusticia social. La burguesía uni- taria había ya conseguido en el país de la abundancia armar el submundo de la miseria, o, como dice Giménez Vega, “ organizar la pobreza” . Es notable la importancia que los historiadores ar gentinos han dado a la expropiación de bienes comunes en nuestras luchas entre unitarios y federales. Es am plia la bibliografía liberal sobre la expropiación que Rosas aplicó a los “ salvajes unitarios” y la aquivalente documentación revisionista, probando la expropiación que los unitarios hicieron a los federales antes y des- pues del gobierno de Rosas. Decimos que es notable el concepto claro de la propiedad burguesa que domina a nuestros historiadores, porque son pocas las páginas en donde se analiza la expropiación colectiva, e individual, que se hizo a una clase social, a los gauchos de las pampas, y que se realizó durante el período de la or ganización nacional'del país. Parecería que la propie dad del pueblo, de los pobres, aunque se tratara de miles de desposeídos, estuviera al margen de la historia. Es la esencia del capitalismo, que por el juego normal de los bajos salarios y de la compraventa de bienes, los sectores económicamente independientes va yan siendo despojados, en tanto la riqueza se polariza en pocas manos, transformándose en capital, en el otro polo se van concentrando los que no tienen al fin más que su fuerza de trabajo, que venden por un salario. Este es el proceso normal, en que actúan sólo factores económicos, que se da en todos .los países, con distin to ritmo, pero que está en la esencia de la formación y desarrollo del capitalismo. Pero también se encuen tra en la idiosincrasia del sistema aprovechar todos los períodos de convulsión social, de revoluciones, de gue rras, de catástrofes sociales, para acelerar esa concentra ción, por métodos violentos legales. Estos “ factores de violencia” han sido muy distintos según los países, y encierran en cada uno lo que han dado en llamar los economistas clásicos, el período de “ la acumulación pri mitiva” de capital y de trabajo. Cuanto mayor sea este impulso inicial, plagado de robos, injusticias y depre daciones, mayor será el crecimieiiÍQ capitalista del país. El método argentino se «yT^suing eiiwf liquidar a los indios, expropiar la tierra en común del gaucho, expul sar al gaucho de la tierra de los estancieros, expropiarle su ganado y su tropilla, enviarle a la frontera disolvien do su familia y volteando su rancho. Éstos fueron nues tros “métodos idílicos” del nacimiento del capitalismo agropecuario, que abrieron paso en el país a la gana dería y a la agricultura capitalista extensiva de expor tación, incorporando el suelo al capital, y creando los contingentes de proletarios “ libres” de todo medio de vida propio, dispuestos a trabajar por un salario. Lo que importaba por entonces era poner la tierra y los vacunos en manos de los empresarios y no dé gente a sueldo. El problema era transformar a las masas gau chas en salariadas, y los instrumentos ^ue éstas dispo nían, las tierras y las vacas, en capitalJ De la guerra civil y de la guerra al indio sale pu ro, después de un proceso de gran violencia social, el proletariado criollo privado ya de sus propios medios de vida. La militarización fue acompañada por lo gene ral del despojo inicuo de los vacunos, los lanares y las tropillas, de los que todavía disponían los peones de estancia cuando fueron arrancados de sus pagos. Des aparecía la propia familia y los hijos entraban en el duro mercado de trabajo a deambular por las estan cias. El Martín Fierro aparece así como el poema que sintetiza este gran período revolucionario, de transfor mación social, que vivió el país conocido como “ la acu mulación primitiva” , de la que nacen al mismo tiempo la burguesía terrateniente y el proletariado rural. Ésa fue la gran lucha de clases después de Caseros. La agi tación. las violencias. (ncj>giraban tanto alrededor de un salario que el patrón seguía pagando bien y regular mente, porque siempre la demanda estuvo por encima de la oferta de manos. La lucha« casi la guerra social« estuvo entablada en gran escala, en realidad, por la1 posesión de esa enórtflé Maásá ae bienes rurales que con trolaba el gauchaie v sobre la que apoyaba su indepen- delicia económica. ^ En dos o tres décadas la tierra y los ganados tu vieron nuevos y flamantes dueños venidos de la ciudad, que figuraban ya en los Registros de Propiedad y las . ^oficinas de Marcas y Señales, especuladores en tierras, jefes de milicias, Alcaldes y Jueces de Paz, o estan cieros, en una variada gama de una pequeña burguesía rural en ascenso, muchos de los cuales llegaron, en me dio de una competencia despiadada por la posesión de los bienes, a ser respetables estancieros terratenientes. A fines del siglo pasado éramos ya “ la granja de Inglaterra” , y luego llegamos a ser “ el granero del inundo” , porque el capitalismo había sentado sus rea les sobre la pampa productiva, y porque el gaucho es taba definitivamente arrinconado en los límites de un sistema Qé bajos salarios que bordeaba el hambre, las enfermedades y la degradación social. La polarización de la riqueza y la pobreza se había cumplido en nues tras praderas. Una miseria que había penetrado hasta los huesos y que exigía además un adjetivo: “Pues esa miseria vieja / No se remedia jamás / Todo el que vie ne detrás / Como la encuentra la deja” (II, 3875). No exagerapaes^nada. El Informe sobre las clases obreras que en (1905 escribió Biallet Massé, por encargo del ministro Ramos Mejía, hace una trágica pintura del estado social de nuestros trabajadores manuales, en cerrados entre la tnbermlogig y el hambre, similar al que Engels y Marx realizaron de Inglaterra e Irlanda medio siglo antes. • El paraíso criollo se había diluido y nuestra clase obrera rural estaba ya en el infierno de la explotación capitalista despiadada que caracterizaba a Europa. El progreso y la civilización habían llamado también a nuestras puertas.
“ Y LOS HIJOS SE DISPERSAN COMO
CUENTAS DE ROSARIO” Hernández pinta la vida familiar del gaucho en la “ época de oro” en unos pocos versos que nos permiten ubicar la medida justa de esta institución social que acompañaba al gaucho durante su vida: “ Yo he cono cido esta tierra / En que el paisano vivía / Y su ran- chito tenía / Y sus hijos y mujer— / Era una delicia t, ver / Como pasaba sus días. / Y sentao junto al jogón / A esperar que venga el día, / Mientras la china dor mía / Tapadita con su poncho / Y con el buche bien lleno / Era cosa superior / Irse en brüzos del ámor / A dormir como la gente / Eran días de apuro / Y alboroto pa el hembraje, / Pa preparar los potajes, / Y oseqiáar bien a la gente— / Y ansí, pues, muy grandemente ¡