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Las emociones del alumno y del docente entran cada día en

la escuela, se mezclan entre sí y con los demás, y generan


innumerables matices y estados de ánimo diversos. Hay
tantos estados emocionales como personas en cada aula.
Factores genéticos, experiencias de vida y del entorno socio-
cultural de cada uno hacen a esta particularidad y
especificidad de cada persona, convirtiendo cada experiencia
en el aula en algo único. Esta dimensión emocional está
presente en la vida cotidiana de la escuela y tiene un impacto
sobre los aprendizajes.
Las escuelas experimentan realidades complejas en sus
alumnos, y día a día, los docentes deben enfrentar
situaciones de desmotivación, apatía, violencia, dificultades
atencionales, conflictos y dificultades de índole cognitivo y
emocional. Justamente por ello, son contextos de vital
importancia en donde prevenir y promover una buena salud
emocional, física, mental y social, y en donde se asegure el
bienestar de los alumnos y del personal profesional.
En el documento denominado “La educación emocional y
social en Argentina: entre certezas y esperanzas”, en el
marco del Análisis Internacional de la Fundación Botín (2013),
Isabel María Mikulic sostiene que en Argentina la principal
“deuda social” que mantiene la sociedad con la niñez es el
derecho a una educación de calidad (manifestado por el 62%;
DII-ODSA, 2009). Los factores que permiten el desarrollo de
un niño, en sus primeros años de vida, no son sólo los
aspectos relacionados a su salud física, condiciones de
hábitat y alimentación, sino que implican también aspectos
relacionados con las aptitudes cognitivas, sociales y
emocionales (Salvia, 2010.) Las “oportunidades de recibir
educación emocional y social” a las que acceden los niños en
Argentina, es nula y sabemos que la mitad de la infancia
entre 2 y 4 años se encuentra fuera de los procesos de
escolarización, y la exclusión educativa tiende a ser más
regresiva a medida que se incrementa la pobreza (Boletín 1.
Año 2009, ODSA-UCA-Fundación Arcor).
Las escuelas tienen la posibilidad de facilitar una perspectiva
distinta, en la cual su función se extiende desde la
competencia académica hasta el desarrollo del niño en su
"totalidad" (Huitt, 2010), en forma integral, con un mayor
enfoque en el bienestar personal y comunitario.
Sobrepasando el viejo paradigma, este nuevo enfoque en las
escuelas trabaja como vehículo para proveer y motivar no
solo las capacidades cognitivas sino también promover el
bienestar físico y psicológico de sus alumnos.
La educación emocional se propone el desarrollo de la
personalidad integral del individuo, de tal forma que esté
preparado para afrontar los retos de la vida cotidiana.

Sonia Williams de Fox


Autor Sonia Williams de Fox es Especialista en
Lic. en Psicología Educacional (UCA), Pro
y Profesora en el nivel Inicial. Cuenta con
docentes y directivos en nivel Inicial y Pri
Bs. As. e interior del país. Se desempeñó
Profesorado del Instituto Superior Pedro
Mejora Escolar del Proyecto PEF (Proyect
Universidad de San Andrés. Fue Coordina
Arte- Bienestar y Creatividad en la comun
Universidad de San Andrés, el Ministerio
Cultura del GCBA y la Fundación Crear Va
coordinadora del área de Extensión de la
de San Andrés y forma parte del Equipo d
universidad. Actualmente se dedica a la fo
relacionadas con la Educación Emociona
escuela. Es coautora del libro El cerebro q
autora del libro Las emociones en la escu

Delfina Terrado
Delfina Terrado Kaehler es Lic. En Psicol
como voluntaria en Ghana (África) dond
niños en el año 2012. Realizó una Ma
(University of East London), donde se es
de bienestar a través de la implemen
entornos. Se entrenó como facilitadora de
Adolescentes creado por Dr. Martin Selig
agencia de mentoreo en psicología p
International Positive Education Network.

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