EL PROBLEMA TEOLÓGICO 1 (II): LA
REVELACIÓN DE JESÚS
La resurrección hace justicia a la persona de Jesús,
confirma la verdad de su vida y lleva a afirmar su
actual plenitud. Todo ello llevará, dicho en palabras
sencillas, a la afirmación de que Jesús es alguien “muy
especial”.
1. El origen de la fe en Jesús
Antes de preguntarse por el tipo de fe que generó la
resurrección, hay que ver si ese Jesús ya en vida,
desencadenó fe, en orden a entender la fe pospascual de
los discípulos y establecer en qué sentido la cruz-
resurrección son esenciales a la fe definitiva.
1.1. Discusión teológica sobre la fe prepascual en
Jesús. Se trata de establecer la continuidad-
discontinuidad de la fe en Jesús antes y después del
acontecimiento pascual. Las posturas de Schillebeeckx
y Kessler lo ejemplifican. El primero admite la novedad
que acece en la resurrección, pero como nuevas
experiencias de fe después de la muerte de Jesús,
experiencias de la nueva presencia de Jesús. Kessler
acentúa la tesis de la discontinuidad y se apoya entre
otras cosas en la huida de los discípulos a Galilea y el
regreso y aparición (sorprendente) en Jerusalén (dicho
todo en el contexto del misterio pascual). Para Kessler
la experiencia pascual nos fundamentalmente una
experiencia de conversión, sino algo más profundo.
1.2. Fe en Jesús antes de pascua. El que la cruz fuese
el fracaso absoluto (Kessler) o relativo (Schillebeeckx)
es importante para saber si la fe (decidirse por una
ultimidad) postpascual depende en todo o sólo en parte
de la resurrección de Jesús y hasta qué grado.
Por un lado no podemos negar que en vida tuvo Jesús
discípulos que le siguieron honradamente con
esperanza y dedicación. Pero por otro lado tampoco
podemos negar que la cruz anula o al menos debilita su
fe. Si esto es así hay continuidad con la fe postpascual.
Por lo que toca a su relación con el reino de Dios, Jesús
es presentado de tal manera que en sus palabras y en
sus hechos aparece en especial relación con él y con sus
exigencias: Jesús predica no sólo la venida del reino,
sino la cercanía y la certeza de esa venida, tiene una
actitud escandalosa de libertad ante la ley, habla con
autoridad, como lo reconoce la gente, tiene la
pretensión de que la salvación escatológica se decide en
la toma de postura ante él y exige seguimiento radical
sin dar para ello más justificación que la llamada
misma. Por eso él es el que “llama” a los discípulos y
1
Tomado de J. Sobrino, del pro-manuscrito que dará
origen al texto: La fe en Jesucristo, que ya ha editado
Trotta.
no son éstos los que le eligen, -lo cual implica una
relación que expresa algún tipo de fe.
La conclusión es que Jesús es presentado de tal manera
que pudo aparecer realmente como alguien” muy
especial” en relación algo que para él y para sus
oyentes era lo último: el reino de Dios. De esta forma,
lo último aparece relacionado íntimamente con él. Y
aquí está la razón objetiva de que pudiera surgir una
pregunta acerca de Jesús que pueda denominarse
pregunta de “fe”: la relación de Jesús con lo que el
reino tiene de último.
Por lo que toca a su relación con Dios los evangelios
dan cuenta de su total confianza en el Padre y de su
total disponibilidad a Dios; Jesús no se dirige a Dios
sólo como Padre, sino que lo hace con el término
“abba”, que expresa una cercanía y una familiaridad
inaudita. El lenguaje de “abba” (Padre mío) y el de
“vuestro Padre” muestra la conciencia de una
“especial” relación con Dios, lo cual fue captado por los
oyentes.
Tomando a una la especial relación con Dios y la
especial relación el reino de Dios es razonable que
surgiera la pregunta sobre quién es Jesús y la que la
respuesta incluyese que estaba relacionado muy
especialmente con la realidad última y por lo tanto, la
manera de relacionarse con él para los discípulos
tendría que ser distinta a como se relacionaban con
otros seres humanos.
1.3. Reflexión sistemática sobre la fe en Jesús antes de
pascua. La resurrección añade algo decisivo a la fe
antes de pascual, a la que pudiéramos llamar fe
“primera”. Y añade dos cosas. Una, obviamente, es la
definitividad. Otra, quizás lo más importante, es el
tener que integrar la realidad de la cruz en es nueva fe,
la fe “segunda”. Y tener que integrar la cruz significa
aceptar que la negatividad le afecta a lo último, a lo
divino.
Si los discípulos no hubiesen sido testigos de algo
especial en la relación de Jesús con Dios y con el reino,
la resurrección no hubiera tenido por qué desencadenar
fe en Cristo ni cristología, sino que pudiera haber sido
comprendida como portento milagroso y nada más.
Creer en Jesús antes de pascual pudo significar aceptar
de alguna forma, con mayor o menor radicalidad, su
mesianismo y hacer cosa y praxis su propia utopía, sus
valores, su modo de proceder. Pero que esa fe tuviese
una dimensión teologal, es decir, que incluyese una
relación de ultimidad con Jesús, no aparece con
claridad en vida de Jesús.
Pero antes de la cruz y resurrección la fe en Jesús no
podía tener la dimensión de entrega total, pues no se
había manifestado la totalidad de Jesús. Para su fe
teologal la cruz será decisiva y no optativa. Se puede
1
hablar de fe en Jesús durante su vida, pero antes de
pascua el momento teologal de esa fe no se centra
todavía en él, sino en Dios y en un Dios mesiánico. Con
anterioridad a la cruz, fe en Jesús podía significar que
en él se verificaba l que los discípulos ya esperaban.
Reconocer al resucitado en el crucificado fue la
expresión de que su fe había salido victoriosa en la
crisis (de la cruz).
Por lo tanto, el asunto no es si la resurrección fue
absolutamente necesaria para que los discípulos
tuviesen algún tipo de fe en Jesús. El asunto es qué
aporta la resurrección de Jesús a la fe y cómo la
configura de forma distinta a la fe que existía en el A.T
y a la fe en Jesús que pudo existir antes de su muerte, si
la resurrección de Jesús acaeció como acontecimiento
escatológico.
2. Fe en Jesús después de la pascua.
Lo que interesa en esta parte es ver cómo comenzó el
proceso de la cristología.
2.1. La vía de la praxis
La “fe” en Jesús se expresó radicalmente, ante todo,
antes de que los cristianos se esclareciesen teóricamente
sobre la realidad de Jesús, en la vía. La ultimidad de
Jesús fue confesa con la ultimidad de la vida.
Esto aparecen en el NT de diferentes formas y con
diferentes motivaciones. Lo importante de todo esto no
son tanto los contenidos, sino su formalidad: hay que
ser así porque así fue Jesús, aunque haya otras
motivaciones como la recompensa, la parusía... En los
sinópticos la exigencia de configurar la propia vida de
acuerdo a la de Jesús aparece en la llamada al
seguimiento.
Mientras el “predicador” no vino a ser el “predicado”,
no se identificaron “seguir” y “creer”, sino hasta con la
resurrección.
Confesar a Jesús con la vida es la forma más radical de
afirmar lo absoluto de Jesús.
En el NT aparecen prácticas y actitudes que se exigen
porque así lo exigió Jesús: cambio de culto antiguo, o la
cena del Señor, la regulación del matrimonio...
La experiencia del resucitado se convirtió no sólo en
posibilidad de conocimiento teórico sobre quién es él,
sino en posibilidad de rehacer su realidad.
En conclusión: sea cual fuera la conciencia teórica de
los primeros creyentes, llamasen a Jesús hijo del
hombre o profeta, en la vida real ya daban testimonio
de que Jesús era para ellos algo único, último y radical.
Había fe práxica que fe acompañada de formulaciones.
2.2. La vía teórica: el origen de la cristología.
Junto a la vía de la praxis los primeros cristianos
desarrollaron -por necesidad- una vía teórica para
expresar quién es ese Jesús crucificado y resucitado y
cuál es su relación con la realidad última, Dios.
2.2.1. ¿Próxima venida o exaltación?
Entre los 40 y 50 ya se había completado el germen
fundamental de la cristología: aquel crucificado era
Hijo de Dios. La pregunta es cómo llegaron a ello y
cuál fue el punto de partida de la reflexión.
En la primera reflexión pudieron estar presentes dos
elementos: la expectativa de la venida de Cristo en el
futuro y su exaltación en el presente, elementos que no
se excluyen, pero que expresan matices distintos.
El que ha de venir. La primera comunidad mantiene la
expectativa escatológica y relaciona al resucitado en el
que ha de venir.
El exaltado. No ya visto desde el futuro, sino desde el
presente la reflexión cristológica primitiva subrayará al
exaltado y esto lo expresan con el título de Señor. Por
haber sido resucitado por Dios, Jesús ha sido axaltado,
participa de la dignidad y del poder de Dios y es por
ello, el verdadero mesías. La exaltación se debe
entender también como confirmación de la vida
verdadera, la de Jesús.
Conclusión: a partir de la resurrección los cristianos
profundizan en tres cosas. La primera es la verdad: la
vida de Jesús ha sido verdadera vida; en vivir como
Jesús eso consiste ser humano. La segunda es la
exaltación: el difamado es el verdadero, el fracasado es
el victorioso, el ajusticiado es el justo, el crucificado es
el resucitado. Y esa exaltación no aparece como un
premio arbitrario que Dios concede a Jesús, sino como
la manifestación de la verdad de la vida de Jesús. La
tercera es la esperanza. Jesús se convierte en símbolo
de posibilidad de salvación, ya en el presente, y en el
futuro cuando regrese al final de los tiempos. Su vida y
su destino no son sólo suyos, sino que se desbordan
hacia los otros: hay salvación.