Vous êtes sur la page 1sur 3

CUENTOS PÁRA ENSEÑAR VALORES

Las tres puertas


Un joven discípulo dijo a un sabio filósofo: – Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando mal
de ti.
– Espera, le interrumpió el filósofo. ¿Ya hiciste pasar por las tres puertas lo que vas a
contarme?
– ¿Qué tres puertas?
– Sí, la primera es la verdad ¿Estás seguro que es totalmente cierto lo que vas a decirme?
– No, lo oí comentar a unos vecinos.
– Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda puerta, la bondad. Lo que quieres
decirme ¿es bueno para alguien?
– No, al contrario.
– Y la última puerta es la necesidad ¿es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?
– No, no es necesario.
– Entonces dijo el sabio sonriendo: “Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, mejor será
olvidarlo para siempre”

La vida que sostienes está en tus manos


Un grupo de chicos conocían a un hombre sabio de su pueblo y urdieron un plan para
engañarle. Atraparían a un pájaro vivo e irían a visitar al hombre sabio. Uno de ellos
sostendría el pájaro detrás de la espalda y le preguntaría: “Hombre sabio, ¿el pájaro está
vivo o muerto?”.
Si el hombre sabio respondía que estaba vivo, el chico aplastaría rápidamente al pájaro y
diría: “No, está muerto”. Si el hombre sabio decía: “El pájaro está muerto”, el chico le
enseñaría el pájaro con vida.
Los chicos consiguieron que el hombre sabio los recibiera, el que sostenía al pájaro le
preguntó: “Hombre sabio, ¿el pájaro está vivo o muerto?”
El hombre sabio permaneció en silencio durante unos instantes. Después se agachó hasta
que quedó a la misma altura que el chico y le dijo: “La vida que sostienes está en tus
manos”.

El Obstáculo en el Camino
Hace mucho tiempo, un rey colocó una gran roca obstaculizando un camino. Se escondió
y miró para ver si alguien quitaba la tremenda piedra. Algunos pasaron simplemente
dando una vuelta. Muchos culparon al rey por no mantener los caminos despejados, pero
ninguno hizo nada para sacar la piedra del camino.
Un campesino, que pasaba por allí con una carga de verduras, la vio. Al aproximarse a ella,
puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de
empujar y fatigarse mucho, con gran esfuerzo, lo logró. Mientras recogía su carga de
vegetales, vio una bolsa en el suelo, justo donde había estado la roca.
La bolsa contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey diciendo que el oro
era la recompensa para la persona que removiera la piedra del camino.
El campesino aprendió ese día que cada obstáculo puede estar disfrazando una
oportunidad.

Compartiendo la luz
Hu-Song, filósofo de Oriente, contó a sus discípulos la siguiente historia:
“… Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no
podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea.
Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin
embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás
prendieran su propia tea y así compartiendo la llama con todos la caverna se iluminó”.
Uno de los discípulos preguntó a Hu-Song: ¿Qué nos enseña, maestro, este relato?
Y Hu-Song contestó: Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la
compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la
desvanece, sino que por el contrario la hace crecer.

El sembrador de dátiles
En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo
Eliahu de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y
vio a Eliahu transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
-Que tal anciano? La paz sea contigo.
– Contigo -contestó Eliahu sin dejar su tarea.
-¿Qué haces aqui, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
-Siembro -contestó el viejo.
-Qué siembras aqui, Eliahu?
-Dátiles -respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.
-¡Dátiles!! -repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor
estupidez.
-El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a
beber una copa de licor.
– No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos…
-Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
-No sé… sesenta, setenta, ochenta, no sé.. lo he olvidado… pero eso, ¿qué importa?
-Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y recién después de ser
palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo
sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a
cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
-Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar
esos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy
planto… y aunque solo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi
tarea.
-Me has dado una gran lección, Eliahu, déjame que te pague con una bolsa de monedas
esta enseñanza que hoy me diste – y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una
bolsa de cuero.
-Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no
llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y sin embargo, mira, todavía no
termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.

Posición de responsabilidad
Cuando el enorme bosque comenzó a incendiarse, cada animal asustado, se lanzó a
correr…
La mayor parte dejó las llamas atrás y cruzó a la otra orilla del río, salvando su vida. Desde
allí veían como todo desaparecía bajo el fuego…
De pronto uno de ellos vio que un pequeño picaflor hacía algo extraño. Con su pequeño
pico tomaba agua del río, volaba hasta el incendio y dejaba caer gotitas de agua sobre las
llamas.
Los animales, al verlo comenzaron a reírse; y le preguntaron si no se sentía ridículo
haciendo eso…
El picaflor los miró y les contestó: yo, simplemente, estoy haciendo mi parte.
Al entender su actitud cada animal comenzó a juntar agua del río y llevarla de alguna
manera hacia el incendio hasta apagarlo.
Proacción
Hay un viejo cuento con cuatro personajes: TODOS, ALGUIEN, CUALQUIERA y NADIE.
Ocurre que había que terminar un trabajo muy importante para el día siguiente
TODOS sabían que ALGUIEN lo haría.
CUALQUIERA podría haberlo hecho, pero en realidad NADIE lo hizo.
ALGUIEN se enojó cuando se enteró de lo sucedido, porque le hubiera correspondido
hacerlo a TODOS.
El resultado fue que TODOS creía que lo haría CUALQUIERA y NADIE se dio cuenta de que
ALGUIEN no lo haría.
¿Quieren saber cómo termina esta historia?
ALGUIEN reprochó a TODOS porque en realidad NADIE hizo lo que hubiera podido hacer
CUALQUIERA.
En: http://informatizarte.com.ar/blog/?p=2068

Vous aimerez peut-être aussi