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CONLFICTO ARMADO Y EL DEBER DE MEMORIA

El conflicto armado ha sido un caso que ha perpetuado en la sociedad Colombiana durante más de
50 años. No es un secreto que la población rural es la que ha sido mayormente afectada. Sin
embargo, es un conflicto que sin duda ha impactado a toda la población en general, directa o
indirectamente. Y aunque en el 2016 se realizó un tratado de paz, el cual disminuyó en gran medida
la guerra, lastimosamente es un tema que aún sigue vigente y no lo podemos dar por finalizado o
dejarlo en el “olvido”. Como plantea Mejía “ha sido tan cruel la degradación de nuestra guerra que
ocultarla es un acto de revictimización, empezando por los soldados, policías y sus familias
agredidos a través de múltiples formas” (2019). Es decir que esto no puede ser ignorado como si
fuera cualquier situación normal en una sociedad, sino que más bien debe ser visto como algo
inaceptable. Por tal motivo, considero que a todos los colombianos y no sólo al Estado, nos compete
el deber de memoria, el cual consiste en ser conscientes de nuestro pasado y poder reconocerlo
como algo no víable para el futuro.

En primer lugar, porque debemos honrar a las víctimas y dar testimonio del horror cometido contra
ellas. En un país donde se reconocen 8 millones de víctimas causadas por la guerra, la cual ha
dañado familias, matado personas inocentes, arrebatado viviendas, propiedades, etc, lo mínimo que
podemos hacer como ciudadanos es sensibilizarnos, apiadarnos, ser conscientes, tener presente lo
sucedido y contarlo. Y no solo como unas cifras o nombres, sino como personas a las que se les ha
arrebatado sueños, proyectos y/o anhelos. Es como darle una segunda vida a los que murieron, y
también honrar a los que vivieron, ya que la historia siempre se cuenta desde las perspectivas de los
poderosos/vencedores y los débiles/vencidos se callan, dado que el olvido siempre le va a resultar
funcional a la barbarie. Pero “ningún suceso pasado deber ser contado sin las víctimas para
concientizarnos de que tan horrible se vive la batalla o guerra”. (Benjamín, et al).

En segundo lugar, para que el horror cometido no vuelva a repetirse o a suceder. La memoria tiene
un valor hermenéutico; la capacidad de conocer la realidad, porque de otro modo quedaríamos
atrapados en la oscuridad. Esto nos ayuda a saber cuando hay indicios de injusticias y prácticas
retorcidas contra la sociedad y no volver a permitirlo. “La memoria intenta preservar el pasado sólo
para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva
sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento” (Citado por Todorov, 1995, pp.
4). Es decir que si nos vemos inducidos (por la barbarie) en el olvido, caeremos nuevamente en el
horror, en el fanatismo y/o la guerra. Para Todorov “el pasado se convierte por tanto en principio de
acción para el presente” (1995, pp. 51). Y tiene mucho sentido, por lo que si conocemos el pasado,
sabremos cuando nos estén avisando y si somos conscientes trataremos de evitarlo.

Finalmente, para proyectarnos a un futuro mejor, ya que a partir de las “lecciones” del pasado
podemos aprender y aspirar a un país o a una sociedad que aporte y genere cosas más positivas. En
este sentido, reconociendo el pasado podemos enseñarle a las siguientes generaciones que la
violencia nunca es el camino. Un estudio relaciona “el rol de las condiciones de vida y las
relaciones sociales en el surgimiento y desarrollo del conflicto armado colombiano” (Taborda,
Muñetón & Horbarth, 2018, pp. 219), desmintiendo causas propiamente políticas. Por lo tanto, se
puede inferir que dados los antecedentes, la educación es de gran importancia para no caer en este
tipo de actuaciones, en las cuales el Estado debe tener mucha pertinencia, con esos jóvenes que no
tienen las condiciones para una educación digna y toman malas decisiones. Por tal motivo, ahora se
tienen que tomar las medidas correctas para un futuro venidero y hacer uso de la memoria ejemplar,
la cual “permite utilizar el pasado con vistas al presente, aprovechar las lecciones de las injusticias
sufridas para luchar contra las que se producen hoy día” (Todorov, 1995, pp. 53).

En conclusión, el deber de memoria es pertinente en todos los ciudadanos, el ser conscientes de


nuestro pasado es justo con las víctimas y además necesario para actuar en pro de en un país en el
que se pueda soñar, aprender, anhelar, sin miedo a que nos quiten esos sueños, y en el que sobre
todo, se pueda respirar paz. Con la contribución de cada uno se pueden lograr grandes cosas y no
actuar precisamente porque te haya afectado el conflicto directamente, sino porque sucede en un
país en el que vives y en el que también quieres crecer como persona o profesionalmente y en el
que también quieres ver alcanzar cosas a otras personas que creen no poder hacerlo pero que con
esfuerzo lo pueden lograr ya que se encuentran en un país lleno de oportunidades. Y el camino no es
“olvidando” o ignorando lo sucedido, ni mucho menos actuando individualmente, sino aceptando la
realidad, porque negándola jamás se permitirá superar la tragedia, más bien, buscando una sociedad
mejor sensibilizándonos, apoyando a personas que han pasado por momentos difíciles, los cuales,
en algún momento, cualquiera de nosotros puede pasar también. Todo esto con el granito de arena
que cada uno de nosotros puede aportar, el Estado y la sociedad civil, afirmando nuestra realidad y
diciéndole no a la guerra y apuntando un camino mejor (el cual afortunadamente ha ido cambiando)
para así finalmente intentar conservar la humanidad.

Referencias.

Mejía, J. (2019). Conflicto armado: más que un término. Colombia: El Espectador.

Taborda, M., Santa, G. & Horbath, G. (2017). Conflicto armado y pobreza en Antioquia, Colombia.
Cenes. (37), 65. 213-246.

Todorov, T. (19965). Los abusos de la memoria. Árlea. Francia.

Brenda Lucía Tilano Gutiérrez.

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