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Pero estos ritmos y cambios que sufre la sociedad, también nos ofrecen
oportunidades, nuevos y variados caminos de formación, acceso a una gran
cantidad de información y la opción de poder desarrollar distintas facetas tanto
profesionales como personales. Más contenido, y al alcance de todos. La clave
estará en cómo saber aprovecharlo.
Es por ello que se debe armonizar la relación entre maestro y alumno, puesto
que la relación del maestro con su alumno se ha deteriorado. Desde
antiguamente, la única vía de acceso al conocimiento que tenía un alumno era a
través de su maestro. El maestro no se limitaba únicamente a hablar o a leer de
un libro sino que ayudaba a su discípulo a forjar su carácter y a desarrollar una
actitud proactiva basada en el respeto y la confianza. Esa relación ha
desaparecido. Ahora el maestro tiene que competir con los medios sociales, y la
gran cantidad de información que estos suministran.
El papel del alumno, por tanto, adquiere más autonomía, lo que supone un
mayor compromiso y siguiendo a Biggs ello supone una mayor motivación, lo
cual provoca una mejora de la calidad del aprendizaje. Se les prepara para que
sean capaces de adaptarse a la Modernidad líquida, donde deben superar el
modelo individual buscando apoyarse en comunidades de aprendizaje.
El camino hacia el éxito pasa por ser uno mismo, tener ideas nuevas,
proyectos originales, primar la calidad sobre la cantidad. Dejarse guiar y fluir,
aprender y desaprender, estar dispuesto al cambio y adaptarse a las
circunstancias. Convertirnos en sujetos líquidos y moldeables, pero con un
criterio propio adquirido a través de herramientas como la Educación Líquida.
Bibliografía
Revistas:
Buendía, C. A. (2010). ¿Es el maestro un filósofo? El riesgo de educar, 9,
13-32. Recuperado de https://www.ucss.edu.pe.