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La Gestión del Riesgo

Empresarial
Por José Alcibíades Guerra Parada

en EMPRESAS

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José Alcibíades Guerra Parada
Economista Especializado en Alta Gerencia UMNG
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La gestión integral del riesgo hace referencia a un proceso sistemático de


toma de decisiones en un ambiente de certidumbre sobre un evento que
puede llegar a suceder, cuya probabilidad e impacto trae consecuencias
adversas en caso de materializarse. Es un tema que no se debe evadir en el
desarrollo del día a día de los negocios, sino que se constituye en un reto
estratégico si se quiere alcanzar un mejor desempeño, crecer y competir
dentro de cada sector, ya que se constituye en un componente básico de la
gestión empresarial.

De por sí la gestión integral implica una administración holística, global, de


los riesgos en todos los niveles de la organización, con el fin de facilitar el
logro del direccionamiento estratégico y la toma de decisiones, teniendo en
cuenta la interacción de la empresa con su entorno, la relación con los
grupos de interés, la interrelación entre los procesos, así como la
implementación de mecanismos que garanticen la continuidad del negocio y
la protección de los recursos e intereses.

Es así que la gestión del riesgo exige que se establezcan acciones, no


aisladas, sino de manera estructurada, integral y permanente para
identificar, analizar, medir, calificar, evaluar y monitorear todo tipo de
riesgos que puedan afectar el cumplimiento de los objetivos de las
organizaciones, con el propósito de responder con medidas efectivas para
su manejo y control a través de un plan de acción. En cuanto a normatividad
los referentes internacionales son Coso II (septiembre de 2004) donde se
establece un marco integrado, basado en objetivos estratégicos, para la
gestión de riesgos corporativos con diferentes técnicas de aplicación,
centrándose en los riesgos relativos a la información financiera. Esta se
constituye en una de las normas previas de la administración del riesgo.

Gestión de Tendencias y Riesgos, a través de los Seguros Empresariales


Posteriormente viene la ISO 31000 de 2009 que establece el contexto, de
forma que sienta las bases para que la organización pueda articular sus
objetivos, definir los parámetros internos y externos a tener en cuenta y
establecer los principios fundamentales para la gestión de riesgos, así como
el marco referente que la delimita y direcciona y un proceso que facilita su
ejecución. Esta norma se refiere al proceso de identificación, análisis y
evaluación cualitativa y cuantitativa de la exposición al riesgo en las
diferentes actividades y procedimientos de la empresa.

Por su parte la norma ISO 31010, también de 2009, aparece como un


soporte estándar de la anterior, proporcionando orientación para la
selección y aplicación de las técnicas y herramientas sistemáticas para
valorar y evaluar los riesgos. Se trata de normas genéricas aplicables a
diferentes tipos de sectores y organizaciones, trátese de empresas,
asociaciones (públicas, privadas o comunitarias) o personas a nivel grupal o
individuamente, según sus necesidades, objetivos, contexto en el que
operan, estructura, negocios, transacciones que realizan, servicios que
prestan, etc. Estas técnicas facilitan la comprensión de sus aplicaciones,
elementos de entrada, procesos, resultados, fortalezas y limitaciones.

Entre los beneficios que conlleva una diligente gestión integral del riesgo se
encuentran mejoras en la etapa de planificación estratégica, minimización
de amenazas, aprovechamiento de oportunidades, reconocimiento de
riesgos emergentes, manejo de riesgos transversales, obtención de una
visión integrada del negocio, protección de activos y mejora de la imagen de
la organización. Igualmente, permite realizar una asignación más eficiente
de los recursos financieros y operativos y desarrollar una estructura que
permita que las actividades futuras se ejecuten en forma controlada y se
promueva el crecimiento empresarial

No obstante, para que la Gestión Integral del Riesgo sea efectiva debe estar
alineada con las funciones claves de la organización, ya que para que un
programa o sistema sea exitoso debe estar incluido dentro de las funciones
del gobierno corporativo, donde la junta directiva y la alta gerencia definen
las políticas, los objetivos estratégicos y los lineamientos de la gestión de
riesgos, a la vez que realizan una continua revisión de la misma.
Adicionalmente, las organizaciones tienen la obligación de diseñar
indicadores de desempeño adecuados, que deben monitorearse
permanentemente y los administradores asumir responsabilidades ante los
comités de riesgos y la junta directiva por su cumplimiento y
retroalimentación.

Más que un formal y simple cumplimiento normativo, lo que se debe buscar


es que las organizaciones cuenten con sistemas robustos y efectivos de
administración del riesgo. Estos deben contemplar claramente políticas,
procedimientos, procesos y demás mecanismos encaminados a intervenir
sobre las amenazas o vulnerabilidades, con el fin de prevenir, mitigar o
controlar los riesgos existentes, lo cuales pueden ser de: mercado, liquidez,
de crédito, operativo, de lavado de activos, estratégico, legal, entre otros.
Para ello es importante diseñar controles o mitigantes adecuados y
oportunos de riesgo. En este sentido, los directivos y la alta gerencia deben
ser los órganos orientadores, encauzadores y supervisores permanentes de
la implementación, cumplimiento y efectividad de las políticas,
procedimientos y controles adoptados en las instituciones.

Pero el compromiso para administrar adecuadamente el riesgo debe ser de


todas las áreas de la organización, articulando la totalidad de los grupos de
interés en los diferentes niveles, de tal forma que se minimicen las
amenazas y se disminuya la posibilidad y el impacto de materialización de
los riesgos, que puedan llegar a afectar el logro de los objetivos
institucionales. Dicha gestión no debe tomarse simplemente como una
carga financiera, como un gasto sino como una inversión productiva que les
traerá a las empresas protección y resultados benéficos, a la vez que les
evitará dolores de cabeza a mediano y largo plazo. Tampoco debe
asimilarse como una obligación legal más, sino como una responsabilidad
social, dándole la importancia que merece verdaderamente.
Como se anotó el manejo del riesgo necesariamente debe incorporar etapas
para su identificación, su medición o evaluación, su control y su monitoreo.
En este sentido se deben aportar los recursos presupuestales, humanos,
técnicos y de capacitación suficientes a las áreas responsables de su
cumplimiento y gestión, para que sea adecuada su prevención, detección,
mitigación y control, de acuerdo con el tamaño de la entidad, la naturaleza
de los productos y servicios que ofrecen al público, el volumen de sus
operaciones y el nivel de riesgo que se percibe internamente.

Administración del riesgo en el sector financiero


En el caso de la administración del riesgo en el sector financiero se requiere
que previamente al diseño de un programa de cumplimiento, como uno de
los pasos básicos se debe definir qué tan vulnerable es una institución
frente a cada situación de riesgo que se identifica y analiza, calificar en qué
nivel se encuentra (crítico, alto, medio alto, medio, moderado o bajo) y así
poder determinar la clase, el impacto, frecuencia y valoración de los
controles que se necesitan para mitigar los eventos que lleguen a suceder.
Esto depende del análisis minucioso que se haga a los diferentes agentes o
factores generadores de riesgo: tipo de clientes, tamaño de la entidad,
mercado donde se desenvuelve, ubicación o jurisdicciones, productos y
servicios que ofrece y canales de distribución que utiliza, así como la
normatividad aplicable del país y los estándares y mejores prácticas
internacionales que se puedan asimilar.

Finalmente es necesario agregar que, lo fundamental en la búsqueda de


una verdadera cultura de riesgo es crear compromiso y generar conciencia
colectiva a nivel de todas las áreas de la organización, al punto en donde
todos los empleados sientan la necesidad y la obligación de detectar e
impedir la cristalización del riesgo o de controlarlo y reducirlo minimizando
su probabilidad e impacto, constituyéndose en su deber moral más que en
su deber laboral.

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