Es relativamente fácil adquirir el hábito de la lectura, es mucho más difícil llegar a
ser un lector exigente y con criterio. Al fin y al cabo, la lectura implicaba la experiencia privada de un individuo que interactuaba de manera personal con la mente de otro, un intercambio tan íntimo y restringido que, una vez atrapado en alguna novela, el lector podría desconectarse del resto de la gente. Lo cierto es que la lectura desempeña un papel muy reducido en el modelo capitalista; casi podría decirse que es opuesta al consumo capitalista, en cuanto a que no produce nada, no genera ningún dinero ni tampoco nos hace parecer más jóvenes, sentirnos mejor o ser más rápidos. ¿Y si la lectura no nos hiciera sentir mejor? No hay nada digno o respetable de manera intrínseca en el acto de leer en sí. Leed solo porque no podéis evitarlo. ¡Cuidado! La lectura de este libro puede provocar una grave decepción con la realidad. Pero yo no quería ninguna venta al mundo sino una DISTRACCIÓN de este. No quería ENCONTRARME en los libros, […] sino huir de mí misma, desaparecer por completo. Mi vida interior era rica y compleja, pero todo permanecía dentro. No hablaba sobre los libros que leía porque no sabía cómo hacerlo. Es cierto, lo libros puede llevarnos a lugares maravillosos, pero también pueden dejarnos allí varados, alienados e inútiles, solos y desclasados, aislados de otros seres humanos, incluso de nuestros propios recuerdos, de nuestras propias experiencias, de nosotros mismos. ¿Se puede ser realmente infeliz en una habitación llena de libros? Las bibliotecas, como la lectura, son lugares donde podemos escapar de las exigencias y presiones de la vida diaria, de nuestros deseos y necesidades corporales. El amor por la presencia física de los libros no constituye en sí mismo ninguna forma de perspicacia cultural. Pero llega un momento en el que no hay nada más natural entre dos amantes que pasar la tarde juntos absortos en libros distintos. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que estar tumbado en la cama es la manera ideal de leer, la más propicia para sumergirnos en la riqueza y complejidad de otros mundos. Esta es la capacidad única de la literatura entre el resto de formas artísticas: puede retirar el velo de la ilusión durante un solo instante y nos permite vislumbrar la desdicha común y humana de la vida de los demás, y al mismo tiempo, por implicación, iluminar nuestra propia desdicha real o potencial. La literatura puede ayudarnos a reconsiderar y a reformular nuestro sentido de identidad, a reescribir nuestra propia historia y, como resultado, a pensar más profundamente en las consecuencias éticas y morales de nuestro comportamiento. En otras palabras, la literatura, al igual que el psicoanálisis, posee la capacidad de transformarnos de una manera lenta, dolorosa e irreversible.