Vous êtes sur la page 1sur 25

El Marxismo y la "Teoría Crítica"

Escrito por:
David Rodrigo García Colín Carrillo
REVOLUCIÓN VS REVISIONISMO POSMODERNO
En las academias y las universidades aquellos que quieren estar en la izquierda
del espectro político y desmarcarse de cualquier compromiso y militancia reales
en el movimiento, o tratan de justificar su oportunismo (Nueva Izquierda, etc.),
suelen defender lo que en los medios pequeñoburgueses snobistas se conoce
como “Teoría Crítica”. Por alguna razón, que sólo algunos iniciados conocen,
muchos de los que sostienen las ideas de ésta corriente (Escuela de Frankfurt)
afirman que es continuadora de las ideas de Marx. En realidad, el marxismo
clásico está tan alejado de esta escuela como lo está del posmodernismo.
No es difícil adivinar el porqué de la popularidad de ésta corriente en las
universidades, la Escuela de Frankfurt es una escuela que adopta poses y frases
izquierdistas al mismo tiempo que rechaza a las masas trabajadoras porque están
idiotizadas irremediablemente y no son tan inteligentes como estos sabios que
predican sobre enajenación desde sus torres de marfil (una forma de enajenación
elitista que curiosamente no fue analizada por estos “genios”), hablan de
revolución (la que sucede sólo en su imaginación) sin necesidad de quitarse las
pantuflas, la revolución y la lucha de clases se sustituye por el “terrorismo y el
radicalismo terminológico” y la “lucha de frases”.
En realidad en sus ideas no existe un solo átomo de novedad, el mismo pastiche
de los hegelianos de izquierda, que Marx y Engels derribaran en la “Ideología
Alemana” y “La Sagrada Familia” es presentada como la versión radical para los
pequeñoburgueses y snobs “inteligentes” que odian la banal sociedad de mercado
pero desprecian a las masas. En éste texto haremos un análisis del texto
fundacional de ésta escuela: “Dialéctica de la Ilustración” de Max Horkheimer y
Theodor Adorno con la esperanza de que los lectores de la teoría Crítica
contrasten las profundas ideas de Marx con las superficialidades infantiles de los
estos héroes de salón. Los testaferros de ésta escuela: Hebert Marcuse y Jurgen
Habermas serán abordados en otro texto. Tan sólo digamos que Marcuse, quien
trabajaría para la CIA durante la segunda guerra mundial (más bien en su
antecesora la US Office Strategic Services), argumentará en su obra más
emblemática “El Hombre Unidimesional” que la alienación y el control de los
aparatos de dominio es tan totalizador que vuelve imposible cualquier intento de
trascender el sistema desde dentro, los obreros ya no son más una clase
revolucionaria, en su lugar sólo cabe la utopía de que sectores de la sociedad
como los estudiantes, los oprimidos, los lúmpenes, los pueblos de los países
coloniales (por supuesto para el snob intelectual mientras la revolución suceda
más lejos mejor) puedan desencadenar un movimiento “antisistémico”. La
enajenación que para Marx es un proceso dialéctico que en momentos críticos es
roto y se convierte en su contrario es para Marcuse un fenómeno absoluto dado
de una vez y para siempre. Marcuse apoyaría el movimiento estudiantil surgido
en la décadas de los 60s aunque sólo fuera para inocular con sus prejuicios
posmodernos al movimiento estudiantil (por eso algunos consideran a Marcuse
como teórico del movimiento hippie). La apelación de Marcuse a los que más
sufren, en contraposición al movimiento obrero, es tan “novedosa” como el viejo
anarquismo de Bakunin y el viejo movimiento populista ruso.
La última versión de ésta escuela es Jurgen Habermas, el mismo que
durante la toma de los estudiantes del “Instituto de Investigaciones Sociales” en
Frankfurt, llamara a la policía para que reprimiera a un movimiento que
inicialmente se inspiraba en ésta “heroica” escuela, Habermás sostendría que en
el “Capitalismo tardío” las crisis periódicas del capitalismo han sido superadas –
que ésta estupidez fuera dicha en el umbral de la crisis de 1974 dice todo sobre
las perspectivas de éstos “genios”-y por lo tanto es posible una “acción
comunicativa” o un dialogo no utilitario entre todos los miembros de la sociedad
que permita la emancipación; ésta idea es tan “inteligente” como querer que el
león y su presa dialoguen para que el primero se alimente de chayotes en vez de
carne. ¡Estas tonterías son las que se enseñan en las universidades como grandes
teorías políticas que han dejado a Marx obsoleto¡.
Este estudio tratará de mostrar las posiciones encontradas entre El
marxismo revolucionario y el posmodernismo de pseudoizquierda. En 1931 fue
fundado, por Max Horkheimer, el “Instituto de Investigación social” en la
universidad de Frankfurt Alemania con el objetivo de la “autosuperación de la
filosofía en orden a su realización”. Inicialmente el Instituto realizaría
investigaciones bajo la óptica del marxismo. Las tesis que abordaremos en el
presente ensayo son las expresadas, por Max Horkheimer y Theodor Adorno en
“Dialéctica de la Ilustración” (publicado en 1944) elaborado después de que
emigraron a EUA tras el ascenso del nazismo. El abismo entre la “Filosofía
Crítica” y el marxismo clásico queda especialmente patente en la explicación que
Adorno y Horkheimer hacen del “fracaso” de la ilustración en su conocida obra
“Dialéctica de la Ilustración”. A partir de este punto – y sobre todo a partir de la
obra “Dialéctica de la Ilustración”- abordaremos la concepción materialista de la
historia de Marx y Engels, la idea de progreso, el papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre, el análisis del fascismo y el papel de las
masas en los procesos revolucionarios, todo a la luz de la concepción de
ilustración y la explicación de su fracaso hecha por los fundadores de la llamada
“Filosofía crítica”.
Marxismo Clásico y Teoría Crítica: dos contextos dos respuestas
Existen diferencias marcadas entre el contexto en el cual Marx y Engels
comenzaron a elaborar la teoría marxista y el contexto en el cual Horkheimer y
Adorno redactarían la obra conocida como “Dialéctica de la Ilustración” en
rasgos generales podemos afirmar que el marxismo nace, entre otras cosas
(proceso de industrialización y maquinización, primeras huelgas obreras), como
resultado de la revolución continental que afectó Europa en 1848 (es en esta
coyuntura que Marx y Engels escriben el famoso “Manifiesto Comunista”),
mientras que “Dialéctica de la Ilustración” es escrita en el contexto del asenso del
fascismo y la derrota de ofensivas importantes del proletariado (por ejemplo la
revolución alemana de 1933, la revolución española); a grandes rasgos podemos
decir que la diferencia entre el nacimiento del marxismo y la redacción inicial de
“Fragmentos Filosóficos” (Dialéctica de la ilustración).está entre una coyuntura
de ascenso del capitalismo y otra de contrarevolución y decadencia del capital.
Por ello muchos comentaristas señalan que la “Teoría Crítica” ha superado al
marxismo y sus dogmas en el progreso de la humanidad; sin embargo tal
afirmación es falsa.
Es verdad que en el periodo en el cual se escribió “Dialéctica de la
ilustración” veíamos a un péndulo histórico girando marcadamente hacia la
derecha en la forma del ascenso del fascismo, pero para tener una imagen
completa de las diferencias entre estas escuelas debemos percatarnos de que aún
cuando el Manifiesto Comunista fue escrito como un texto propagandístico y
agitativo ante una coyuntura revolucionaria, el marxismo de Marx y Engels se
mantuvo incolumne en sus planteamientos esenciales (lucha de clases, el papel
del proletariado, las crisis periódicas, el papel de las fuerzas productivas,
dialéctica materialista, etc) no sólo durante periodos revolucionarios sino durante
prolongados periodos de repliegue e incluso reaccionarios, el proceso de
desarrollo del marxismo con Marx y Engels no se da en un contexto homogéneo
sino que abarca tanto periodos revolucionarios como contrarevolucionarios. Así
por ejemplo, el final del periodo revolucionario abierto en 1948, en donde la
burguesía liberal traicionó las aspiraciones de las masas populares y en donde la
burguesía entra en un compromiso con los terratenientes, fue un periodo en
donde Marx, lejos de dejarse llevar por el reflujo de la contrarevolución, no solo
mantiene sus posturas teóricas firmes, sino que, entre otras cosas, estudia
pormenorizadamente el capitalismo y literalmente vive en el “Museo británico”
redactando los borradores de su obra magna “El Capital”; así mismo aprovecha la
derrota de la Comuna de París (1871), bañada salvajemente en sangre por la
burguesía, para profundizar su teoría de la “dictadura del proletariado” y la
necesaria destrucción del estado burgués (véase por ejemplo “La guerra Civil en
Francia”).
Si bien es cierto que el contexto en el cual Horkheimer y Adorno
escriben “Dialéctica de la Ilustración” (la primera edición vio la luz en 1944)
expresa una época donde presenciamos a la contrarevolución bajo formas
llevadas al extremo y nunca antes vistas en esa magnitud y extensión, magnitudes
que no fueron vistas por los fundadores del marxismo, también debe considerarse
que el asenso del fascismo en Alemania y el inicio de la segunda guerra mundial
fueron precedidas de un proceso revolucionario que puso en entredicho la
continuidad del sistema capitalista. Alan Woods afirma lo siguiente con respecto
a dicho periodo: “Este fue precisamente un periodo violento de lucha de clases
en un país tras otro: España (1931-37), Alemania (1930-33), Austria (1934),
Francia (1936). En Gran Bretaña vimos la formación del ILP, una escisión por
la izquierda del Partido Laborista y una oleada de huelgas no oficiales. En
EEUU hubo una oleada de radicalización con las huelgas de los camioneros y la
creación de la CIO. Fue un periodo de revolución y contrarevolución. Si triunfó
la contrarevolución, no fue un producto de las “ondas largas”, sino fruto del
fracaso de la dirección proletaria[1]” Nos parece que un análisis serio de la
derrota de dichas revoluciones lleva a la conclusión que lo que Marx llamaba el
factor subjetivo (la dirección de las organizaciones obreras-stalinismo y
socialdemocracia-) jugó un papel decisivo para explicar estas derrotas. Sin
embargo cuando Dialéctica de la Ilustración vio la luz el fascismo no sólo había
ascendido al poder, sino que presenciábamos la persecución racista y el inicio de
la segunda guerra mundial, ente esta situación ya encontramos en la obra de
Horkheimer y Adorno diferencias notables en comparación con las posiciones
originales de Marx y Engels e incluso diferencias importantes con respecto a las
que sostenían los autores de Dieléctica de la Ilustración a inicios de los 30s (
Horkheimer dirige el Instituto de Investigaciones Sociales desde 1930). Estas
diferencias con respecto al marxismo clásico –algunas de las cueles abordaremos
en el presente trabajo- incluyen aspectos como el papel de la clase obrera, el
papel del trabajo y las fuerzas productivas, el papel determinante en última
instancia de la economía sobre la superestructura, y las posiciones filosóficas,
entre otras. Las posturas de Horkheimer y Adorno pueden ser entendidas como
producto de la desmoralización pequeñoburguesa raíz del asenso del nazismo y
la guerra mundial. El papel de los marxistas, en nuestra opinión, era mantener
firmes las banderas del marxismo (sobre todo el papel de la clase obrera) y
preparar el terreno para futuros eventos revolucionarios. Por supuesto ese era un
papel que no podían realizar intelectuales de clase media como Horkhemer y
Adorno. En 1937 Trotsky, ante el ascenso de la reacción fascista y la
contrarevolución stalinista escribiría estas bellas palabras que resumen nuestra
postura con respecto a los periodos reaccionarios: “Épocas reaccionarias como
la actual, no sólo debilitan y desintegran a la clase obrera aislándola de su
vanguardia, sino que también rebajan el nivel ideológico general del
movimiento, rechazando hacia atrás el pensamiento político, hasta etapas ya
superadas desde hace mucho tiempo. En estas condiciones la tarea de la
vanguardia consiste, ante todo, en no dejarse sugestionar por el reflujo general:
es necesario avanzar contra la corriente. Si las desfavorables relaciones de
fuerzas no permiten conservar las antiguas posiciones políticas, por lo menos
hay que conservar las posiciones ideológicas, pues la experiencia tan cara del
pasado se ha concentrado en ellas. Ante los ojos de los mentecatos, tal política
aparece como "sectaria". En realidad no hace más que preparar un salto
gigantesco hacia adelante impulsada por la oleada ascendente del nuevo periodo
histórico”.[2]
Dos concepciones diferentes de la Ilustración
Para entender las diferencias centrales entre el marxismo y la “filosofía
crítica” señalemos lo siguiente: En “Dialéctica de la Ilustración” Horkeimer y
Adorno afirman que la ilustración se ha negado a si misma; transformándose en
dominación, mito y barbarie. La tesis fundamental es: “El mito es ya ilustración;
la ilustración recae en mitología[3]”. Con este motivo desarrollan toda una visión
apocalíptica llena de impotencia frente a la llamada “modernidad” en donde el
sujeto se vuelve objeto, en donde nada se salva al proceso de mercantilización, y
donde la burocratización despótica emerge en todas partes. En general se trata de
una descripción en estilo literario de la barbarie capitalista en un lenguaje
oracular y Nitzcheano salpicado de terminología marxista muy difuminada: “En
las condiciones actuales”, nos dicen en dialéctica de la ilustración “incluso los
bienes materiales se convierten en elementos de desdicha. Si la masa de ellos
actuaba en el periodo anterior, por falta de sujeto social, como la denominada
sobreproducción en las crisis de la economía interior, dicha masa produce hoy,
en razón de la sustitución de aquel sujeto social por parte de grupos de poder, la
amenaza internacional del fascismo: el progreso se invierte en regresión[4]”.
Para el marxismo clásico, por su parte, el “renacimiento” y la ilustración
constituyen fenómenos culturales que reflejan, en el caso del primero, la etapa de
las “monarquías ilustradas” –en donde la burguesía era “amamantada” por
aristocracias reales aburguesadas- y en el segundo (Ilustración) la preparación y
teórica para el asalto de la burguesía al poder político (revolución francesa) y la
consolidación de la hegemonía burguesa en la sociedad (por ejemplo la burguesía
Inglesa en el siglo XVII) una vez que su poder económico le permitía tales
pretensiones. Así la ilustración es el reflejo ideológico de condiciones materiales
concretas; se trata del impulso que dieron las primeras industrias , el
descubrimiento de nuevas rutas comerciales, el desarrollo de las ciudades, etc; al
pensamiento racional y empírico que era necesario para la producción industrial,
valorización del capital, la extracción de plusvalía y la competencia burguesa.
Este periodo abarca las revoluciones en los países bajos (los años 67-70 del siglo
XVI), la guerra civil en Inglaterra (en las décadas 40 al 80 del siglo XVII) y la
Revolución Francesa (silgo XVIII). La ilustración representa, en suma, un
proceso de tremendos cambios político sociales, un periodo en el que la
burguesía, para instaurar su nuevo orden social, debía derribar las barreras
objetivas y subjetivas de la edad media que se oponían al dominio del capital
Si bien los ilustrados franceses como Montesquieu, Diderot, Voltaire
concebían ese proceso como la lucha de la razón contra la superstición, la lucha
de la naturaleza humana eterna contra los dogmas de la religión; el marxismo
distingue las ideologías con las que los hombres de determinadas épocas
conciben su realidad (ideología) de las condiciones materiales reales y los
intereses materiales reales que esas ideologías representan. La ilustración es la
ideología de la burguesía en su etapa de ascenso y juventud mientras que el
llamado “fracaso del proyecto ilustrado”- expresado en las modas postmodernas-
no es en sí el fracaso de las ideas como tales sino el reflejo del callejón sin salida
del capitalismo expresado en fenómenos como, la miseria, las guerras y las crisis
periódicas.
Al contrario de esta concepción materialista de la historia Adorno y
Horkheimer conciben, el fracaso de la ilustración como producto de la ilustración
misma, es decir, producto de la ideología como tal, pues a decir, de estos autores
la Ilustración es totalitaria, mitológica en sí misma al perseguir el dominio de la
naturaleza que degenera en el dominio del hombre y su alienación, el concepto
mutila la realidad y cancela la búsqueda de la verdad: “La misma forma
deductiva de la ciencia refleja jerarquía y coacción[5]” (..)“La abstracción,
instrumento de la ilustración, se comporta respecto de sus objetos como el
destino cuyo concepto elimina: como liquidación”[6] (…)“La ilustración es
totalitaria”[7](…)“En cuanto señores de la naturaleza, el dios creador y el
espíritu ordenador se asemejan. La semejanza del hombre con Dios consiste en
la soberanía sobre lo existente, en la mirada del patrón en el comando”[8]. En
lugar de un análisis objetivo de las causas de la explotación nos encontramos con
un “terrorismo terminológico” que atribuye las causas de la explotación al poder
de las ideas, en lugar de analizar las bases objetivas de la ilustración los autores
despotrican a la ilustración desde un punto de vista que no hace sino replantear el
punto de vista de los hegelianos de izquierda y de la “crítica crítica” con la que
Marx polemizó. Es cierto que la teoría marxista constituye la negación dialéctica
de la dialéctica hegeliana y por tanto ésta es la base filosófica del marxismo pero
no debemos olvidar que en tanto negación dialéctica es cualitativamente distinta
a la postura idealista de Hegel aún cuando rescate el pensamiento dialéctico.
Marx mismo explica esta diferencia esencial en el primer tomo de El
Capital: “Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método
de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él. Para Hegel, el
proceso de pensmaiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en
sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa
en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo
material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre[9]”. Desde esta óptica
Marx rompe con la neohegelianos. La relación entre la “teoría crítica” y la
“crítica crítica” de los neo-hegelianos va más allá de la llamativa similitud entre
los nombres, ambos conciben el proceso histórico desde un punto de vista
idealista: “La crítica absoluta”, nos dice Marx con respecto a la “crítica crítica”
de los neohegelianos, “Ha aprendido de la fenomenología de Hegel, por lo
menos, el arte de convertir las cadenas reales y objetivas, que existen fuera de
mí, en cadenas dotadas de una existencia puramente ideal, puramente subjetiva,
que se da solamente en mí y, por tanto, todas las luchas externas, sensibles, en
puras luchas especulativas[10]”. Estas palabras se pueden aplicar perfectamente a
la “Filosofía crítica” que convierte las cadenas reales del capitalismo en cadenas
puramente ideológicas.
Horkeimer y Adorno ven a la ilustración como causa de la explotación
capitalista y no a la explotación capitalista (en su periodo de ascenso) como
causa de la ilustración. En este punto la diferencia entre el marxismo y estos
autores se refleja en la diferencia entre una concepción materialista de la historia
y una concepción semihegeliana e idealista de la misma.
Marx y Engels siempre hablaron con entusiasmo de los gigantes de
renacimiento y de los Ilustrados Franceses señalando que los hombres que
fundaron el dominio moderno de la burguesía tenían todo menos limitaciones
burguesas[11]. Para Marx y Engels el pensamiento racional y el empirismo, pese
a sus limitaciones, tenían partes de la verdad que había que rescatar de manera
dialéctica dotándolos de base material y comprendiéndolos en su contexto social
utilizando el método del materialismo dialéctico (que integra tanto al
racionalismo como al empirismo en un todo orgánico) para comprender el mundo
para su transformación revolucionaria; incluso para Marx la corriente empirista
de la ilustración retomada y desarrollada en líneas materialistas por los ilustrados
franceses representa la semilla del socialismo moderno: en “La Sagrada Familia”
Marx afirma lo siguiente: “Así como el materialismo cartesiano va a parar a la
verdadera ciencia de la naturaleza, la otra tendencia del materialismo francés
viene a desembocar directamente en el socialismo y en el comunismo[12]”; por el
contrario para Adorno la ilustración es el “pecado original” en sí mismo.
Es verdad que en algunos párrafos de la obra de Adorno y Horkeimer se
señala que la tarea es superar las limitaciones de la ilustración por medio de la
misma razón, de lo que se trata según la “teoría crítica” (y esto es lo único que lo
diferencia formalmente de la filosofía postmoderna) es de salvar a la ilustración;
salvar el elemento positivo de la dialéctica de su regresión: “No albergamos la
menor duda(...) de que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento
ilustrado. Pero creemos haber descubierto con igual claridad que el concepto de
este mismo pensamiento, no menos que las formas históricas concretas y las
instituciones sociales en que se halla inmerso, contiene ya el germen de aquella
regresión que hoy se verifica por doquier[13]” no obstante, en el conjunto de
“Dialéctica de la Ilustración” se trata de señalamientos que no cambian el punto
de vista esencialmente postmoderno de estos autores y subrayan su raigambre
idealista. Pare ellos el concepto es mutilador y totalitario, según ellos la mitología
o el temor a lo diferente es el comienzo de la ilustración y la ilustración recae en
mitología, el miedo es la causa de que la ilustración se cierre en sí
misma volviéndose dogmática y autodestructiva. “El desdoblamiento de la
naturaleza en apariencia y esencia, acción y fuerza, que hace posible tanto el
mito como la ciencia, nace del temor del hombre, cuya expresión se convierte en
explicación[14]”La raigambre postmoderna se revela en el miedo como motor de
la ideología y no la base material como base de ésta. Es sabido que la filosofía
posmoderna afirma que el miedo a la muerte es la base de la existencia, con ello
no hacen sino volver eterna la psicología del pequeñoburgués en la época del
declive senil del capitalismo. Por el contrario para Marx la causa de que la
ilustración se exprese en explotación no es causa de la ideología sino de la
producción basada en la extracción de plusvalía que encuentra su expresión en la
ideología burguesa.
Diversas apreciaciones de la ciencia
El hecho de que la ciencia dentro del capitalismo se haya desarrollado a
niveles sin precedentes con el objetivo central de la progresiva extracción de
plusvalía no quiere decir que para Marx la ciencia no fuera más que una
colección de mitos; sólo el posmodernismo sostiene semejante postura. El
capitalismo para su valorización requiere del desarrollo de la ciencia y la técnica
y por lo tanto requiere la producción de ideas objetivas que reflejen las leyes
naturales. Para Adorno y compañía los conceptos científicos son míticos, y
totalizadores: “El principio de la inmanencia, que declara todo acontecer como
repetición, y que la ilustración sostiene frente a la imaginación mítica, es el
principio de mito mismo[15]”sin percatarse que si la ciencia fuera pura mitología
no se podría aplicar a la producción con el éxito que requiere la extracción de
plusvalía (al ser trabajo materializado constituye una interacción objetiva entre la
fuerza de trabajo, los medios de trabajo y su entorno); la extracción de plusvalía
es un hecho objetivo que para potenciarse requiere hasta cierto punto del
descubrimiento de leyes objetivas; los mitos podrán servir para dominar las
mentes de los hombres, y contribuir a la consolidación del dominio real, pero por
sí mismos son incapaces de extraer ni un solo átomo de plusvalor.
Es verdad que la ciencia no escapa a la ideología y que en el
capitalismo es utilizada para la explotación, pero eso no elimina los elementos
objetivos de la ciencia y no elimina el potencial emancipador de la ciencia y la
técnica bajo otras relaciones de producción. De hecho tanto Marx como Engels
encuentran en la práctica transformadora (incluida la práctica científica) el
criterio de verdad, en una de sus famosas “Tesis sobre Feuerbach” Marx afirma
lo siguiente “La vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que
descarrían a la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución racional en la
práctica humana y la comprensión de este práctica[16]”. Lamentablemente
Horkeimer y Adorno “arrojan el agua sucia con todo y niño” como resultado de
su innegable posición idealista que tanto se aleja de Marx y que tanto se acerca al
posmodernismo.
El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre
Si bien al marxismo señala a la ilustración como un reflejo más o menos
fantástico de condiciones materiales concretas también señala que el desarrollo
del capitalismo, con su ciencia y tecnología modernas y el surgimiento de la clase
obrera moderna prepara las condiciones para su propia destrucción, el marxismo
no ve en el desarrollo de las fuerzas productivas una calamidad (a pesar de que
provoca calamidades) sino el motor subyacente de la historia. Constituye el punto
de partida del marxismo y del materialismo histórico que el desarrollo de las
fuerzas productivas constituye el motor, en última instancia, de la historia
(precisamente por eso fue llamado por el mismo Engels materialismo histórico);
Marx señaló con mucha claridad en su “Prólogo de la crítica de la economía
política” que en determinado punto el desarrollo de las fuerzas productivas (hay
que recordar que las fuerzas productivas representan la unidad dialéctica entre
fuerza de trabajo, medios de trabajo y objeto de trabajo) entra en contradicción
con las relaciones sociales y el modo de producción desencadenando un periodo
de revoluciones sociales que para triunfar debe poner en armonía esas fuerzas
productivas con nuevas relaciones sociales en un nuevo modo de producción. Es
claro que para Marx el desarrollo de la ciencia y el trabajo humano no
representan una tragedia (aún cuando es más que obvio que en la civilización
esas fuerzas están al servicio de la clase dominante) sino el potencial que tarde o
temprano hace posible una nueva forma de sociedad. Rechazar esta idea es
rechazar la médula, la tesis central de la teoría de la historia de Marx[17], eso es
precisamente lo que hacen Horkeimer y Adorno.
Para el marxismo la razón por sí misma no es un medio de emancipación,
como sí lo son las condiciones materiales concretas y la lucha real de la clase
trabajadora, sólo cuando la razón (la teoría) conecta con las contradicciones y las
lucha de clases para elevar la conciencia de las masas explotadas se convierte en
una fuerza material[18]“El trabajo es la fuente de toda la riqueza, afirman los
especialistas en economía política” no dice Engels, “Pero es muchísimo más que
eso. Es fundamental y primera condición de toda existencia humana, y ello en tal
medida que, en cierto sentido, debemos decir que el trabajo creó al hombre”.
Horkheimer y Adorno parecen concebir a todo trabajo como explotación: “La
naturaleza no debe ya ser influida mediante la asimilación, sino dominada
mediante el trabajo” mientras que el marxismo explica que el trabajo sólo se
transforma en explotación bajo ciertas condiciones materiales. . Y así como el
desarrollo de los gremios y las ciudades dentro de los marcos del feudalismo y
así como la revolución neolítica preparó la caída del feudalismo y del comunismo
primitivo respectivamente, la ciencia y tecnología modernas preparan las
condiciones para otro modo de producción, de Hecho en “El Capital” Marx
señala con toda claridad que el sistema fabril capitalista es el punto de partida
para nuevas relaciones sociales que representan la negación del capitalismo
pues “(…) al fomentar las condicione materiales y la combinación social del
proceso de producción, fomenta las contradicciones y antagonismos de su forma
capitalista, fomentando por tanto, al mismo tiempo, los elementos creadores de
una sociedad nueva y los factores revolucionarios de la sociedad
antigua[19]”(esta idea es central en el marxismo revolucionario y los ejemplos se
pueden reproducir a voluntad desde la obra temprana de Marx hasta El Capital).
Mientras que Horkheimer y Adorno ven en el dominio de la naturaleza al pecado
original, el marxismo ve en el trabajo que transforma la naturaleza la diferencia
cualitativa entre el reino animal y el reino cultural, el factor que transformó al
mono en hombre y la clave para comprender el desarrollo histórico.[20][21](..)
“Todo intento de quebrar la coacción natural quebrando a la naturaleza cae tanto
más profundamente en la coacción que pretendía quebrar[22]”
Ningún miembro de la “filosofía crítica” puede negar un hecho que la
antropología ha determinado más allá de cualquier duda, a saber: que el trabajo
transformó al mono en hombre; no es cierto que todo trabajo exprese
explotación, afirmar esto es concebir las relaciones sociales clasistas como
eternas. Es un hecho que durante la mayor parte de la historia humana (hasta
hace unos 10 mil años durante la revolución neolítica) el trabajo implicaba
relaciones sociales igualitarias[23]. Sólo bajo una concepción extremadamente
sentimental veríamos el dominio de la naturaleza por medio de la fuerzas
productivas como una catástrofe que implica de por sí dominación en términos de
explotación.

Posmodernismo y marxismo
Se puede sostener que las posiciones filosóficas del círculo de Frankfurt
están más cercanas al posmodernismo al concebir la crisis de la sociedad como la
expresión de la racionalidad, la objetivación, la materialización. Los
posmodernos creen que la sociedad está en crisis porque hay demasiada ciencia,
demasiada objetividad, demasiado materialismo, demasiada fe en la educación,
demasiada creencia en el progreso. En su lugar proponen la arbitrariedad, la
hermenéutica literaria y subjetiva, la irracionalidad, el misticismo y la intuición.
En lugar del análisis de la lucha de clases y de las contradicciones inmanentes del
capitalismo en Adorno y Horkheimer nos encontramos con los lamentos de corte
literario y los temblores de un Kierkegard; para muestra basta la siguiente
afirmación:“El terror meridiano en el que los hombres tomaron conciencia en el
que los hombres tomaron conciencia súbitamente de la naturaleza en cuanto
totalidad ha encontrado su correspondencia en el pánico que hoy está listo para
estallar en cualquier instante: los hombres esperan que el mundo, carente de
salida, sea convertido en llamas por una totalidad que ellos mismos son y sobre
la cual nada pueden”[24]; nos encontramos una colección desordenada de
aforismos contradictorios; en lugar de un estudio objetivo de la realidad para su
transformación nos encontramos con “el muro de los lamentos”. Más que una
filosofía revelan el estado de ánimo de amplios sectores sociales ante los horrores
de fascismo. Mientras que el marxismo clásico llama a la organización y
movilización de las masas, y en ello ve la única esperanza para sustraer a la
sociedad de la barbarie, Adorno y Horkheimer solo ven en las masas a sujetos
alienados, impotentes, ciegos, sordos.
Estemos o no estemos de acuerdo con Marx y Engels, el marxismo es una
concepción del mundo activa, militante y revolucionaria que trata de elevar la
conciencia de las masas en base a su propia experiencia para transformar
efectivamente la realidad; que ve en la alienación un fenómeno que es roto
periódicamente por momentos revolucionarios, ve en la cotidianeidad capitalista
la calma que prepara nuevos estallidos y nunca un estado inmutable y eterno.
Horkhemer y Adorno apelan en “Dialéctica de la Ilustración” – no a los
trabajadores a quienes ven como una masa impotente- sino a los conceptos y las
ideas por sí solas. Precisamente estas ideas fueron combatidas por Marx y Engels
en la “Ideología Alemana” en donde los fundadores del marxismo critican a los
hegelianos de izquierda el hecho de que sustituyen la lucha de clases por la
“lucha de frases”: “Pese a su fraseología que supuestamente hace estremecer al
mundo, los jóvenes hegelianos son en realidad los mayores conservadores. Los
más jóvenes entre ellos han descubierto la expresión adecuada para designar su
actividad cuando afirman que sólo luchan contra frases. Pero se olvidan añadir
que a estas frases por ellos combatidas no saben oponer más que otras frases y
que, al combatir solamente las frases de este mundo, no combaten en modo
alguno el mundo realmente existente[25]”
Marx y Engels; Horkeimer y Adorno acerca del progreso
A raíz de los horrores de la segunda guerra mundial espíritus sensibles
como el de Walter Benjamin , quien escribiera textos interesantes sobre arte y
capitalismo (además de haber leído con entusiasmo libros de Trotsky como “a
donde va Inglaterra” y “Mi Vida”), reaccionaron rechazando de plano la idea de
progreso en la historia. Walter Benjamin, quien se suicido huyendo de los nazis
en 1940, es considerado parte de la “Teoría Crítica” por textos escritos en el
abismo de la desmoralización: “(…) El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su
rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que nosotros aparece como una cadena de
acontecimientos, él ve una catástrofe única, que arroja a sus pies ruina sobre
ruina, amontonándolas sin cesar. El ángel quisiera detenerse, despertar a los
muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso y se
arremolina en las alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede plegarlas. Este
huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las
espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán
es lo que nosotros llamamos progreso[26]”.Sin duda ésta imagen apocalíptica es
muy sugerente y revela un gran talento literario. Pero un poema no sustituye un
argumento. El valor como argumento de éste fragmento es nulo, su valor radica
en que expresa de manera literaria un estado de ánimo pero no un análisis
objetivo de la causas de la segunda guerra mundial, ni de la decadencia
capitalista. Sin embargo muchos le dan a este fragmento un carácter
argumentativo del que carece por completo.
Es verdad que fenómenos como la primera y la segunda guerra mundial,
fenómenos como el fascismo y el nazismo han hecho pedazos las ilusiones
liberales burguesas sobre el progreso lineal e ininterrumpido que supuestamente
significaba la sociedad de la “libre empresa”, se suponía, según el ideario liberal,
que “el hoy siempre sería mejor que el ayer y el mañana mejor que el hoy”. La
teoría de la evolución de Darwin era interpretada por los pensadores liberales
como la prueba en la naturaleza de que el desarrollo era lineal e ininterrumpido.
Estas ideas liberales habían sido heredadas de la Ilustración la cual concebía el
triunfo de la razón sobre la superstición y la educación sobre la ignorancia como
el elemento que garantizaría, junto con la industria moderna, mayor felicidad y
progreso sin fin. Ya después de la primera guerra mundial y después de los
horrores del fascismo estos sueños se derrumbaron como un castillo de naipes: en
lugar de ilustración veíamos campos de concentración, en lugar de paz veíamos
el grotesco espectáculo de 55 millones muertos, en lugar de la razón veíamos el
irracionalismo y el veneno racista nazi. En este terreno qué ridículos y patéticos
suenan los sueños liberales sobre el progreso. Es natural que, desde un punto de
vista moralista y sentimentalista, Horkeimer y Adorno rechazaran estos sueños
como un mito y el autoengaño de la ilustración. Sin embargo si queremos tener
algo más que quejas y lamentos sobre estos acontecimientos debemos
explicarnos las causas objetivas de este callejón sin salida; Horkeimer y Adorno
no parecen encontrar las bases objetivas de la barbarie y sus aforismos parecen
orientarse a la ideología de la ilustración en sí misma y no a su base material; en
este camino lo único que podemos constatar es la descomposición de la
racionalidad frente a una sociedad que se ha vuelto irracional pero no las causas
de dicha descomposición. Sin embargo, de acuerdo con Marx, el capitalismo no
sólo ha traído sus crisis periódicas, su desempleo crónico y su concentración de
capital sino también el potencial de trascenderlo así como el esclavismo y el
feudalismo fueron trascendidos por nuevos modos de producción que, desde el
punto de vista de las fuerzas productivas, eran más progresivos.
Al mismo tiempo que el marxismo reconoce que el capitalismo en cierta
etapa de su desarrollo (Lenin señala que se trata del capitalismo en su fase
imperialista) nos lleva a la barbarie (creemos que la frase “Socialismo o barbarie”
era algo más que una frase destinada a la agitación) señala que las condiciones de
la superación de la barbarie se encuentran dentro de esa misma “sociedad
bárbara”. Puede parecer paradójico que al mismo tiempo que Marx y Engels
señalaban las contradicciones y los elementos de barbarie (crisis periódicas,
guerras, desempleo, miseria, etc) de la sociedad capitalista, al mismo tiempo
señalaban que el desarrollo histórico tiende al progreso. ¿Cómo explicar esta
aparente contradicción?, ¿no será que Marx y Engels aún eran presa de los
prejuicios burgueses de la ilustración?, ¿será verdad que tuvimos que esperar
hasta la escuela de Frankfurt para que estos prejuicios fueran rechazados y se le
pudiera enmendar la plana a Marx?.
La idea de progreso en Marx y Engels no es, en absoluto, la idea liberal
de progreso concebida como un progreso lineal ininterrumpido basado,
fundamentalmente, en la razón y la fuerza del pensamiento. Mucho menos la idea
de que el capitalismo significa progreso ininterrumpido y sin contradicciones. En
un ensayo publicado recientemente en internet bajo el título “El Materialismo
Histórico y Dialéctico aplicado al proceso de “hominización”, el surgimiento de
las clases sociales y la civilización” señalo lo siguiente con respecto a la idea de
progreso: “Marx y Engels no se basaban en consideraciones sentimentales o
subjetivas sino que concebían el progreso, -no en término morales, estéticos- ,
sino en términos materialistas: desde el punto de vista del control que un modo
de producción determinado da a los hombres sobre la naturaleza; es decir, desde
el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas y la capacidad de
estas para desarrollar la productividad del trabajo; este criterio no es arbitrario
porque refleja lo específicamente humano: la producción de su vida por medio
del trabajo y la producción de herramientas, además esta posición es el centro
de la teoría marxista de la historia y lo que la diferencia de las concepciones
idealistas burguesas[27] . Desde éste punto de vista es claro que el capitalismo, a
pesar de su moral individualista y egoísta, es infinitamente superior al
comunismo primitivo en sus fuerza productivas y por tanto, en la productividad
del trabajo humano. La superioridad de un modo de producción con respecto a
otro se refleja en el aumento absoluto de la población, en la progresiva división
del trabajo, en una producción agrícola más intensiva, en el desarrollo del
comercio, en la extensión e intensidad de la producción; es una realidad que la
sucesión de los diferentes modos de producción a través de la historia muestra
una tendencia clara hacia la complejidad; antropólogos serios como Gordon
Childe han demostrado de manera convincente que la evolución social
demuestra un proceso de mayor complejidad expresado en el aumento de la
población, en la división social del trabajo, en la separación de la ciudad del
campo, etc[28]orio y está lleno de contrastes: Engels señalaba a ese respecto lo
siguiente. Ello se refleja en términos ideológicos en fenómenos como el
surgimiento de nuevas ramas del saber: en el surgimiento de la filosofía y la
ciencia, en el surgimiento de la religión a partir del pensamiento mágico, en el
surgimiento de la ciencia a partir de la religión. Al mismo tiempo que cada modo
de producción describe un desarrollo progresivo desde el punto de vista del
control de los hombres sobre la naturaleza este progreso está lejos de ser lineal
e incluso homogéneo en cuanto observamos sus consecuencias en la
superestructura social. Así la moral de la sociedad de clases parece una caída (y
desde un cierto punto de vista lo es) de la humanidad desde el pedestal de la
moral del comunismo primitivo, mientras que el conocimiento de ciertos aspecto
de la naturaleza avanza con el desarrollo de las fuerzas productivas de la
sociedad de clases ( por otro lado un bosquimano observa más detalles de la
naturaleza a simple vista que ni el mismo Einstein sería capaz de detectar); la
filosofía griega aparece como un enorme paso adelante frente a el mito y la
religión de las sociedades de “despotismo asiático”; por otro lado la situación
de las masas trabajadoras no resulta muy bien parada si la comparamos con la
situación de relativa abundancia del despegue cultural de hace cuarenta mil
años (apogeo del comunismo primitivo); pero dicho nivel de vida se queda corto
si, a su vez, lo comparamos con la riqueza en la que vivía la clase dominante
romana. En suma el progreso histórico es contradict: “Siendo la base de la
civilización la explotación de una clase por otra, su desarrollo es constantemente
antinómico. Cada progreso en la producción es al mismo tiempo un retroceso
para la clase oprimida, es decir, para la mayoría. Cada beneficio para unos es
por necesidad un perjuicio para otros; cada grado de emancipación conseguido
por una clase es un nuevo elemento de opresión para otra”[29]. No obstante
desde el punto de vista decisivo y fundamental del desarrollo de las fuerzas
productivas el esclavismo es superior al comunismo primitivo, el feudalismo al
esclavismo, el capitalismo al feudalismo y el verdadero socialismo lo será en
comparación al decadente sistema capitalista[30]”.
Es posible afirmar, por tanto, que los que cayeron presa de prejuicios
burgueses eran precisamente Adorno y Horkeimer y no Marx y Engels. La
ideología dominante en el periodo de ascenso del capitalismo es el liberalismo y
el reformismo junto con la creencia en el progreso lineal e ininterrumpido
(durante el prolongado boom de la posteguerra -1945-1974 – presenciamos un
nuevo ascenso de las ideas reformistas cuya base material ha entrado de nuevo en
crisis a partir de mediados de la década de los setenta del siglo pasado); la
ideología dominante burguesa durante el periodo de decadencia senil del
capitalismo, además del empirismo estrecho (positivismo), es la ideología
postmoderna: el irracionalismo, misticismo, arbitrariedad y pesimismo
decadentes. Horkeimer y Adorno, no obstante sus pequeñas diferencias formales
con el postmodernismo que no cambian la esencia de la cuestión, son
representantes de esta tendencia (pesimismo, arbitrariedad, idealismo y
descomposición del pensamiento). El capitalismo es ya incapaz de progresar, de
entender racionalmente su entorno (haciendo excepción de la ciencia positiva
necesaria para la valorización del capital), de producir ideas originales, de
producir sistemas filosóficos, por lo tanto sus ideólogos sostienen que todo
progreso es imposible y que estamos ante el fin de la historia y el fin de las
ideologías y todo el que lo contradiga no es más que un utopista irremediable.
Sin embargo el hecho de que el capitalismo este en decadencia y sea incapaz de
progresar no quiere decir que derrocando al capitalismo todo progreso sea
imposible
Horkeimer y Adorno en la obra referida rechazan el progreso porque
centran su crítica a la ideología ilustrada en sí misma y es natural que en ella
encuentren descomposición y mitología. Su error esta en haber abandonado por
completo el materialismo histórico a favor de la interpretación subjetiva, el
desarrollo de esta escuela demuestra que si abandonamos el punto de vista
materialista nos deslizaremos irremediablemente hacia el pesimismo burgués o,
en ciertas condiciones como el boom de la postguerra, de regreso al reformismo
burgués (Habermas). El procedimiento de Horkeimer y Adorno está muy alejado
del marxismo que pretende ser una ciencia de la revolución. En lugar de un
diagnóstico serio y objetivo no encontramos más que lamentaciones de lo nocivo
que es controlar a la naturaleza (cuando sin ese control el ser humano como
especia no hubiera surgido). Es un procedimiento similar al de un médico que
ante los terribles dolores de su paciente se quejara amargamente con él por medio
de aforismos oscuros y contradictorios acerca de la decadencia irremediable de
su salud y la impotencia total de sus defensas naturales frente a los espíritus
malignos de la ilustración que, según nuestro hipotético doctor, son la causa de
sus males. Seguramente el paciente no ganaría nada con los lamentos de su
doctor, se perdería un tiempo valioso y quizá el paciente podría morir. De la
misma forma, ante la decadencia del capitalismo no avanzamos ni un milímetro
con frases sentimentales y consideraciones subjetivas y menos aún atribuyendo la
decadencia del capitalismo al espíritu mítico de la ilustración y al
control totalitario de la naturaleza. El marxismo opera una forma totalmente
opuesta: en la decadencia del capitalismo encuentra la expresión de la
contradicción concreta entre el desarrollo de las fuerzas productivas
(precisamente ese control de la naturaleza que se supone tan totalitario y nocivo),
la propiedad privada y el estado nacional. En lugar de lamentos se señala la base
objetiva de la contradicción y la manera de superarla: expropiando la banca, la
tierra y la industria poniéndola bajo el control democrático de los trabajadores
(esos que para Horkeimer y Adorno no son más que masas enajenadas e
impotentes). Estemos o no de acuerdo con el marxismo revolucionario no
podemos negar que entre éste y Horkeimer y Adorno existe el abismo que separa
a la filosofía postmoderna de la revolucionaria.
Es verdad que bajo el capitalismo en su fase imperialista es imposible el
progreso, es verdad que el veneno nazi demuestra que el capitalismo actual
tiende a la decadencia y no al progreso (como en su etapa inicial), ¿ello nos
autoriza a desechar de plano la idea de progreso?, creemos, con Marx, que no;
sino que la crisis y degeneración del capitalismo señala la necesidad de un nuevo
salto.
¿El fascismo refuta la teoría materialista de la historia?
Para los autores de “Dialéctica de la Ilustración” la ideología en la
actualidad se acepta en bloque perdiendo su base material, la ideología ya no se
basa en la experiencia real de los hombres, es inmune a la experiencia y se
retroalimenta y origina así misma: “no son ya las leyes objetivas del mercado
que dominaban sobre las acciones de los empresarios y conducían a la
catástrofe. Antes bien, la decisión consciente de los directores generales, que en
cuanto resultante nada tienen que envidiar en férrea necesidad a los más ciegos
mecanismos de los precios, cumple la vieja ley del valor y con ella el destino del
capitalismo”[31]. Según esto la dinámica objetiva del capitalismo es sustituida
por la maldad de los “directores generales” producto de sus ideales ilustrados.
Supuestamente el fascismo es la muestra de este hecho, la impotencia de las
masas de muestra que la ideología ya no se conmueve por la realidad material; en
lugar de descubrir las bases objetivas de la ideología estos autores se trasladan al
terreno de la psicología y el psicoanálisis puro (un psicoanálisis al que
probablemente se opondría Freud). No obstante es muy dudoso que el fascismo
no responda a una base objetiva[32], Trotsky analizó el desarrollo del fascismo
incluso antes de que este llegara al poder y de que se presentara a la conciencia
de “le escuela crítica” y cuando se podría haber hecho algo que no fuera
lamentarse y llorar amargamente; el análisis de Trotsky era un programa de
frente único para las organizaciones obreras. Es interesante citar brevemente el
análisis de Alan Woods que resume la posición de Trotsky en su obra clásica “La
lucha contra el fascismo” para percatarnos de la distancia que separa al marxismo
de las posiciones de los autores de “Dialéctica de la Ilustración”. El fascismo es
el producto del fracaso de la revolución como resultado de las direcciones
obreras (socialdemócrata y stalinista) combinada con las crisis económica y la
paralización del gobierno burgués parlamentario, el fascismo corta “el nudo
Giordano” con la espada del totalitarismo apoyándose en la pequeña burguesía
arruinada: “El fascismo se diferencia de otras formas de reacción como el
bonapartismo, en que cuenta con una base de masas. Por esta razón es muy
peligroso para la clase obrera. Su base de masas le permite aplastara y atomizar
al movimiento obrero de una forma que las dictaduras policiales normales no
pueden hacer. La base social del fascismo siempre es la misma: la pequeña
burguesía y el lumpenproletariado. Para ganara a la masa de la pequeña
burguesía arruinada los nazis imitaron el lenguaje del socialismo. Utilizaron la
demagogia anticapitalista e incluso se autodenominaban nacionalsocialistas. El
tendero pequeñoburgués odiaba los grandes monopolios capitalistas que le
arruinaban, pero también odiaba y temía al proletariado al que se veía abocado.
Fulminaba con igual vehemencia a los huelguistas que estaban “destruyendo al
país” como a los grandes bancos y monopolios que “absorben nuestra sangre”.
Para ganara a esta capa los fascistas atacaron demagógicamente al gran
capital, normalmente en forma de capital financiero (..) Esta concentración en el
capital financiero les permitió atacar a los “malos” capitalistas judíos que se
oponían a los “buenos” capitalistas arios. Hitler denunciaba a la gran
burguesía por su “cobardía proverbial”, su “senilidad”, su “podredumbre
intelectual” y su “cretinismo”. Y el régimen nazi, como el régimen de Mussolini
en Italia, no era otra cosa que una dictadura cruel del capitalismo monopolista.
En realidad ofreció salvar a la burguesía de sí misma, tomar las riendas del
poder estatal de sus temblorosas manos, deshacerse del viejo, senil y cobarde
régimen del parlamentarismo burgués, con sus compromisos y pactos, y
sustituirlo por el dominio abierto y desnudo del capital. ¡ Por supuesto los
banqueros y monopolistas tuvieron que pagar a los gángsteres fascistas por el
privilegio¡ (..)El racismo en forma de antisemitismo fue un elemento clave en el
nazismo alemán, aunque el principio apenas jugó papel alguno en el fascismo
alemán e italiano. Sin embargo no era algo original sino una tradición que se
remontaba a la edad media, un periodo del que procedían la mayor parte de las
herramientas intelectuales de los nazis. El odio a los pequeños prestamistas
judíos sirvió como una forma de desviar la atención de las masas de los grandes
capitalistas. A los plebeyos desclasados y a los comerciantes arruinados se les
hizo sentir superiores a las “razas menores” de Europa-polacos, checos,
yugoslavos, rusos y, por supuesto, judíos-. El fascismo es la esencia destilada del
imperialismo. El racismo es solo el reflejo más notorio de este hecho (…)a las
masas desposeídas de la pequeña burguesía y el lumpenproletariado alemanes
les seducía el veneno racista. Aunque tenían los bolsillos vacíos y agujeros en los
pantalones, se les hacía sentir que formaban parte de una unión mística de todos
los arios “puros” y la Gran Nación Alemana, que (en sus confusos cerebros)
pertenecía a todos.[33]”
El fascismo resolvió, desde el punto de vista burgués, contradicciones
objetivas en la correlación de fuerza entre las clases, la necesidad objetiva de
desviar la atención de las masas hacia otras “razas”, la necesidad del
imperialismo alemán, privado de colonias por los tratados de Versalles, de
hacerse de una nueva repartición del mundo y, sobre todo, la necesidad de la
burguesía de aplastar la efervescencia obrera prohibiendo incluso los clubs de
ajedrez. ¿Esto quiere decir que en cada crisis del capitalismo el fascismo renace
necesariamente?; No, plantear el problema de esa manera es caricaturizar la
dialéctica materialista, la crisis del capitalismo lleva al fascismo cuando la
tensión revolucionaria no es resuelta por la vía socialista (producto de la
bancarrota ideológica de las direcciones obreras) y la burguesía es incapaz de
aplastar el movimiento por medios “democráticos”, sólo entonces surge la
posibilidad de resolver la tensión por medio de la bota militar (bonapartismo
clásico) o, cuando la clase media se desencanta de la revolución y exige “orden”,
por medio de un movimiento de masas fascista. El surgimiento del fascismo
alemán e Italiano, el golpe de Pinochet en Chile (aún cuando la base de masas de
Pinochet era mucho más reducida y su régimen sería mejor definido como un
bonapartismo militar de derecha) y, hoy en día, los acontecimientos en Bolivia o
Venezuela son una prueba convincente de ello.
No solo el análisis literario de Horkeimer y Adorno es bastante malo sino
prácticamente reaccionario. Si la ideología y el fenómeno fascista no responden a
una base objetiva susceptible de ser estudiada científicamente seremos incapaces
de evitar nuevos fenómenos similares. Esto no es una cuestión menor, el
fascismo renace en procesos revolucionario como en Bolivia o Venezuela,
concretamente en Bolivia las bandas fascistas (“juvetud cruzeña” y otros grupos
paramilitares) han asesinado a decenas de obreros y campesinos y preparan, junto
con los mandos altos del ejercito, un golpe de estado en las mismas líneas que el
golpe de Pinochet; si no decimos sinceramente a los obreros y sus organizaciones
(la COB, el MAS) que la única solución es la expropiación de la burguesía bajo
control obrero el golpe será en última instancia inevitable.
Determinismo mecánico o determinismo dialéctico
Esto no quiere decir que el marxismo sea un vulgar mecanicismo. “La
visión marxista de la historia no tiene nada que ver con el determinismo
mecánico que muchos de los detractores del marxismo pretenden atribuir a este;
por el contrario cualquiera que comprenda las implicaciones de la visión
materialista y dialéctica de la historia que implica el materialismo histórico
puede entender lo lejano que esta el marxismo del mecanicismo lineal; la
evolución de la cultura humana no está determinada mecánicamente por el modo
de producción[34] De hecho Marx y Engels hablaron del papel subjetivo en la
historia, afirmaron que la historia la hacen los hombres y que las ideas que estos
sostienen no juegan un papel secundario sino que pueden frenar el proceso
histórico o acelerarlo dependiendo de la clase a la que representen esas ideas y
de si sirven de expresión al desarrollo de las fuerzas productivas. Es verdad que
existe una interacción dialéctica entre la base y la superestructura social, pero el
papel de las fuerzas productivas es decisivo en última instancia. Son las fuerzas
productivas el factor que permite que las ideas conquisten a las masas o sean
marginales, que las ideas cambien a la sociedad o mantengan el status quo. ”.
Engels y Marx respondieron a la interpretación mecánica en varias ocasiones. En
una carta a Bloch Engels aclara lo siguiente: “Según la concepción materialista
de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la
producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado
nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es
el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta,
absurda” (…)[35]”.
¿Impotencia de las masas o impotencia de Horkeimer y Adorno?
La idea de que la ideología burguesa es todopoderosa y que las masas son actores impotentes es
objetivamente falsa conciencia y prácticamente reaccionaria. No se puede ocultar el profundo
desprecio por las masas trabajadoras expresado en “Dialéctica d ela Ilustración”: “La regresión de
las masas consiste hoy en la incapacidad en poder oír con los propios oídos aquello que no ha sido
aún oído, de tocar con las propias manos aquello que no ha sido aún tocado: la nueva figura de
ceguera que sustituye toda ceguera mítica vencida[36]” o como muestra la siguiente afirmación:
“La impotencia de los trabajadores no sólo es una artimaña de los patrones, sino la consecuencia
lógica de la sociedad industrial, en la que se ha transformado finalmente el antiguo destino bajo el
esfuerzo de sustraerse a él”[37]. El complemento natural de toda su posición filosófica es la
negación del papel revolucionario del proletariado, el fin de las crisis periódicas, el ascenso de un
nuevo tipo de estado totalitario y toda una colección de prejuicios francamente
pequeñoburgueses: “las masas...carecen no solo de solidaridad de clase, sino también de la plena
conciencia del hecho de ser objetos y no sujetos del procesos social que ellas mismas mantienen no
obstante en su condición de sujetos[38]”. Incluso el proletariado prácticamente ha dejado de existir
a pesar de que las relaciones de producción siguen vigentes: “éstas continúan existiendo
incolumnes, aun cuando sea casi tan vano buscar sus beneficiarios como imposible distinguir
donde están los proletarios[39]” También Adorno pone en duda la vigencia de la teoría de la
plusvalía: “debido a la expansión del progreso técnico, es decir, a la industrialización, la
participación del trabajo vivo –único del que deriva según su propia concepción, la plusvalía- tiene
tendencia a disminuir hasta el punto de convertirse en un valor límite, sucede que la idea
fundamental, esto es la teoría de la plusvalía se ve afectada[40]”. El totalitarismo de la industria se
extiende a todas las esferas de la vida compulsivamente tragándose a las clases sociales e
impidiendo que piensen de manera distinta (claro esto no se aplica, como debemos suponer, a la
todopoderosa “filosofía crítica”): “la máxima de Marx, según la cual la teoría misma se vuelve una
fuerza real no bien se aplica a las masas, ha sido derogada por el curso de las cosas[41]”. Las
fuerzas productivas ya no determinan el momento en que las relaciones de producción deben ser
transformadas: “Más que nunca, las fuerzas productivas son tributarias de las relaciones de
producción, y ello de una manera acaso tan perfecta, que estas últimas aparecen precisamente por
esta causa como la esencia misma de la producción[42]”. Las crisis de sobreproducción han sido
sustituidas por la planificación de una burocracia parasitaria al servicio del mercado degradando
todas las esferas de la vida: “Unicamente dentro de la perspectiva de una aniquilación total han
dejado las relaciones de producción de paralizar las fuerzas productivas[43]” . Incluso Marcuse, el
menos malo de las eminencias de esta escuela, estaba de acuerdo en la mayoría de estos prejuicios –
que como vemos son el sello característico de la “teoría crítica”, no sin razón a Marcuse se le
incluye en esta tendencia- : “Me parece” nos dice Marcuse “que la sociedad capitalista se funda
precisamente en su capacidad de absorber el potencial revolucionario, de liquidar la negación
absoluta, y de sofocar la necesidad de un cambio cualitativo del sistema[44]”. más adelante dice
que “estamos ante una sociedad clasista pero en la cual la clase obrera ya no representa la negación
de lo que existe[45]”Esta no es una tendencia solo de los países avanzados sino incluso de los
países más atrasados: “..creo que se extenderá con relativa rapidez incluso a los países industriales
menos desarrollados[46]”. Según Marcuse la sociedad de “altísimo desarrollo industrial” es una
sociedad en que han desaparecido las crisis de sobre producción “una sociedad en la que lo que
fue una libre economía de mercado se ha transformado en una economía de beneficio pilotada, de
carácter monopolista privado o dirigista estatal, en un capitalismo organizado” (..)”toda oposición
real está a punto de desaparecer” (...) “Y todo esto, en la sociedad industrial altamente
desarrollada, sucede sin necesidad de terror, en el ámbito de la democracia, bajo la forma de un
pluralismo democrático[47]”

Es verdad que la mayor parte del tiempo las masas trabajadoras están
sumidas en su lucha diaria por la supervivencia y aceptan acríticamente toda una
colección de dogmas que mantienen la estabilidad del sistema, en este punto el
marxismo no puede confundirse con la fetichización de las masas y el
proletariado: es falso que las masas estén siempre en revolución como algún
ultraizquierdista pudiera afirmar pero también es falso que las masas sean
siempre pasivas. También es cierto que los terremotos son fenómenos
excepcionales, pero los geólogos saben que, en última instancia, son inevitables;
lo mismo podemos decir de las revoluciones sociales, “ el proceso molecular de
la revolución” (Trotsky) o la acumulación de tensiones sociales hace a las
revoluciones fenómenos tan inevitables como los terremotos. Es irónico que el
mismo tiempo que Adorno y Horkeimer escribían su colección desordenada de
aforismos hablando de la impotencia de las masas veíamos fenómenos
importantes como el movimiento partisano en Italia que fue un movimiento de
masas[48]. Durante los años 30s presenciamos fenómenos importantes como la
revolución alemana de 1933 y la heroica revolución española de 1931-1939;
Trotsky decía que los obreros españoles no sólo podían haber tomado el poder
una vez sino 8 veces; una y otra vez sus esfuerzos se vieron desbocados por la
nefasta postura stalinista del frente popular y la actitud infantil de la dirección de
la CNT anarquista (comuna de Asturias): Estos acontecimientos lo que
demuestran no es la estupidez de las masas sino la necesidad de lo que Marx y
Engels señalaron una y otra vez: un partido revolucionario armado con una teoría
revolucionaria, sin esta condición la energía revolucionaria se disipa
frecuentemente como el vapor se disipa sin un pistón que canalice su poder.
Conclusión
Las ideas expresadas en “Dialéctica d ela Ilustración” contradicen casi
todo lo que Marx y Engels escribieron y se retrotrae a las posiciones
neohegelianas de cuyas cenizas y escombros el marxismo surgiría, si bien las
posturas expresadas en “Dialéctica de la Ilustración” reflejan un periodo de negra
reacción, a nuestro parecer, se equivocaran en los puntos que hemos tratado de
criticar en este ensayo. Si bien es posible que estos autores hayan hecho aportes
en el terreno de los mecanismos de la enajenación y los medios de control de las
clases dirigentes estos posibles aportes no han sino el tema de este ensayo sino
más bien las diferencias centrales con el marxismo clásico, en este terreno no
cabe duda que la teoría crítica difiere con el marxismo de Marx en toda una serie
de puntos: difiere en cuanto al punto de partida (materialista dialéctico) con el
cual los fundadores del marxismo elaboraran su teoría revolucionaria –
sustituyéndola, en el mejor de los casos, por una especie de “dialéctica” idealista-
, haciendo a un lado las coincidencias superficiales, difiere en cuanto al
diagnóstico y las causas del fracaso de la ilustración (o lo que es más correcto el
fracaso del capitalismo), difiere en cuanto al proletariado como sujeto
revolucionario, difiere en su consideración del papel del trabajo y la fuerzas
productivas en el desarrollo histórico, difiere en cuanto al tema del desarrollo
progresivo del proceso histórico, difiere en cuanto a su visión del papel de las
masas en la historia, difiere en cuanto a la inevitabilidad de las crisis periódicas
……. etc, etc. La única coincidencia esta en el papel nefasto del capitalismo
(aunque los autores de “Dialéctica de la Ilustración” rechazaron incluso
formalmente lo que les unía al marxismo al rechazar la terminología conforme
editaban nuevas versiones de esta obra incluida el término capitalismo. Los
autores de “Dialéctica de la ilustración” difieren con Marx en los puntos nodales
que le dan especificidad al marxismo. Es claro que cada quien es libre de adoptar
las posiciones políticas y filosóficas que considere pertinentes, y cada quien es
libre de aceptar o rechazar la teoría marxista, pero también es necesario llamar al
pan “pan” y al vino “vino”. Creemos que no puede considerarse marxista a
personas que rechazan los puntos que hacen al marxismo ser lo que es, al menos
cuando Horkheimer y Adorno escribieron “Dialéctica de la Ilustración” ya era
evidente diferencias importantes con respecto al marxismo de Marx y Engels.
Decía Marx que toda teoría se refleja tarde o temprano en la práctica; es
inegable que Marx y Engels (lo mismo podemos decir de Rosa Luxemburgo,
Lenin y Trotsky, entre otros) sacrificaron toda su vida a la causa del socialismo
(sacrificando en el caso de Marx a su propia familia, padeciendo las peores
situaciones), a pesar de los errores que podamos encontrar en los fundadores del
marxismo, a pesar de que cada quien es libre de aceptar o rechazar la ideas del
marxismo, su “praxis” resulta intachable desde el punto de vista de su propia
teoría.
Es nuestra opinión que estas diferencias se vieron expresadas en la
posición que Horkheimer y Adorno adoptaron ante la movilización estudiantil de
1968, cuando los estudiantes en rebeldía tomaron el “instituto de Investigaciones
sociales”, entonces Horkeimer y Adorno tuvieron la oportunidad de demostrar la
solidéz de su actitud “crítica” cuando por sus instrucciones Habermas llamara a
la policía para que reprimiera el movimiento; ¡no por nada Habermas es ahora
un teórico mal disfrazado del liberalismo burgués¡.
Bibliografía:
Adorno, Theodor; Horkeimer, Max “Dialéctica de la ilustración.
Fragmentos filosóficos. Trotta, España,
Horkheimer, Max “Critica de la razón instrumental”; Sur, Buenos Aires,
1973
Adorno, Theodor; Garaudy, Roger; Hyppolite, jean “¿Marx superado?”, Distribuidora Baires S. R.
L., Colección Papeles Políticos, Argentina, 1974.

Walter Benjamín, Tesis sobre la historia y otros


fragmentos, Traducción de Bolívar Echeverría, Editorial Contrahistorias.
Marcuse, Hebert; “Discusión con los marxistas”, Proceso, argentina, 1970.
Marx. C.; Engels, F. “Obras escogidas en tres tomos” Moscú. Editorial
Progreso. 1981
Marx “El Capital tomo I”, FCE, México, 1999
Marx, C; Engels, F; “La Sagrada familia”; Grijalbo; México; 1967
Engels, F; “Dialéctica de la Naturaleza”; Cartago; México, 1983
Gordon Childe “Qué sucedió en la historia”, Pleyade, Aregentina, p. 1972
[1] Alan Woods “el marxismo y la teoría de las ondas largas”, en Marxismo Hoy numero 10, Fundación
Federico Engels, España, 2002.
[2] León Trotsky “Bolchevismo y Stalinismo”,
en:http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/bolchev.htm(link is external)
[3] “Dialéctica de la Ilustración”, Max Horkeimer, Teodor Adorno, p. 56
[4]Ibid. p55
[5] Ibid. p. 75
[6] Ibid. p.68
[7] Ibid. p. 62
[8] Ibid. p. 64
[9] Marx, C. “El Capital” Tomo I, FCE, p. XXIII,
[10] “La Sagrada Familia”, C. Marx, p. 149
[11] En su “Dialéctica de la naturaleza” y en el “Antidhuring” (obra que, por cierto, fue coescrita por Marx y
expone las posiciones filosóficas de ambos autores) Engels señala lo siguiente con respecto a la época
conocida como el renacimiento y, sobre todo, el periodo ilustrado (revolución Francesa): “Fue la mayor
revolución progresista que la humanidad hubiera experimentado hasta entonces, una época que necesitba de
gigantes y los produjo: gigantes en poder de pensamiento, en pasión y carácter, en universalidad y
conocimientos. Los hombres que fundaron el dominio moderno d ela burguesía tenían cualquier cosa menos
limitaciones burguesas” ( “Dialéctica de la naturaleza”, Engels. p28)
[12] “La Sagrada Familia” C. Marx, 195
[13] Ibid. p 53
[14][14] “Dialéctica de la ilustración”, (…) p. 70

[15] Ibid. p. 67
[16] “Tesis Sobre Feuerach”, Marx, en Obras escogidas en tres tomos, p. 9
[17] Marx mismo señala la “esencia” de su visión de la historia de la siguiente manera, la cual no deja lugar a
dudas: “(..) al llegar a determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales e la sociedad entran
en contradicción con las relaciones de producción existentes (…) De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social”
(Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, Marx, en Obras escogidas en 3 tomos, p.
518)
[18] En su texto “En torno a la Crítica de la Filosofía del Derecho” Marx señala que el punto central de una
teoría revolucionaria debe ser su capacidad para conectar con las masas trabajadoras:”Así como la filosofía
encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas
espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamiento muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se
llevará a cabo la emancipación de los alemanes como hombres” (“La sagrada Familia”, Marx, Engels, p.15)
[19] “El Capital tomo I”, Marx, p.421
[20] “El Papel del Trabajo en la transformación del mono en hombre”, en “Dialéctica de la naturaleza”, F.
Engels, p.138
[21] “Dialéctica de la ilustración”, (…) p.73
[22] Ibid. p. 68
[23] Véase por ejemplo la “Introducción a la antropología general” de Marvin Harris el padre del llamado
“materialismo cultural” y uno de los más grandes antropólogos del siglo XX.
[24] “Dialéctica de la ilustración” (…), p.82
[25] “Ideología Alemana”, C. Marx, en obras escogidas en tres tomos, pp 14-15
[26] Walter Benjamín, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Traducción de Bolívar Echeverría, Editorial
Contrahistorias, Tesis IX, p. 24.

[27] La idea de que el desarrollo de las fuerzas productivas representaba el criterio objetivo de progreso era
para Marx tan importante que incluso señaló que el dominio británico de la India, con todo y su cruel
brutalidad, preparaba las condiciones para la emancipación de los trabajadores hindúes: “La industria
moderna, llevada a la India por los ferrocarriles, destruirá la división hereditaria del trabajo, base de las castas
hindúes, ese principal obstáculo para el progreso y el poderío de la India. Todo cuanto se vea obligada a hacer
en la India la burguesía no emancipará a las masas populares ni mejorará sustancialmente su condición social,
pues tanto lo uno como lo otro no sólo depende del desarrollo de las fuerzas productivas, sino de su
apropiación por el pueblo. Pero lo que sí no dejará de hacer la burguesía es sentar las premisas materiales
necesarias para la realización de ambas empresas. ¿Acaso la burguesía ha hecho nunca algo más?, ¿Cuándo
ha realizado algún progreso sin arrastrar a individuos aislados y a pueblos enteros por la sangre y el lodo, la
miseria y la degradación? (..) Y sólo cuando una gran revolución social se apropie de las conquistas de la
época burguesa, el mercado mundial y las modernas fuerzas productivas, sometiéndolos al control común de
los pueblos más avanzados, sólo entonces el progreso humano habrá dejado de parecerse a ese horrible ídolo
pagano que sólo quería beber el néctar en el cráneo del sacrificado”;( “Futuros resultados de la dominación
británica en la India”, C. Marx, en “Obras escogidas en tres tomos” p.510)
[28] El célebre antropólogo marxista vere Gordón Childe señala que el criterio de progreso basado en el
desarrollo de las fuerzas productivas puede ser verificad de manera científica por medio del estudio del
comportamiento de las curvas de población en puntos críticos del desarrollo histórico como lo son el
surgimiento de nuevos modos de producción: “Si examinamos todo el largo proceso que revelan los
documentos arqueológicos y literarios, resultaría por demás evidente que una sola tendencia directiva en la
esfera económica de los métodos por los cuales las sociedades más progresistas se procuran su sustento. En
este dominio sería posible reconocer innovaciones radicales y verdaderamente revolucionarias, seguidas por
tales aumentos en la población que, si se dispusiera de estadísticas fidedignas, cada una sería reflejada por una
aguda curva en el gráfico de la población” (“Que sucedió en la historia”, Vere Gordon Childe, p. 37)
[29] “El Origen de la familia”, Engels, p.204
[30] García Colín Carrillo David R. ““El Materialismo Histórico y Dialéctico aplicado al proceso de
“hominización”, el surgimiento de las clases sociales y la civilización”, en
“http://www.militante.org/node/299(link is external)
[31] “Dialéctica de la ilustración”, (…) p. 90
[32] El fascismo como todo fenómeno de importancia tiene una base objetiva. El fetichismo de la mercancía
en la sociedad capitalista, por ejemplo, es también una confirmación del papel decisivo, en última instancia,
de las condiciones materiales en el surgimiento de fenómenos ideológicos. La enajenación del sujeto en la
sociedad capitalista, expresada en su “nonplus ultra” en el fetichismo de la mercancía, haya su base en las
relaciones sociales capitalistas que aparecen como relaciones entre cosas: “las relaciones entre unos y otros
productores”, -nos dice Marx en El Capital, en “El fetichismo de la mercancía y su secreto”-, “relaciones en
que se traduce la función social de sus trabajos, cobran la forma de una relación social entre los propios
productos de su trabajo”, el hecho de que la fetichización de la mercancía tenga su sustrato material se
expresa en el hecho de que dicha fetichización desaparece en otros modos de producción “Por eso, todo el
misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que nimban los productos del trabajo
basados en la producción de mercancías se esfuman tan pronto como los desplazamos a otras formas de
producción” (Vease “ “El Capital”, Marx, pp 36-47)
[33] “La lucha contra el fascismo”, León Trotsky, pp 22-24
[34] García Colín Carrillo David R. ““El Materialismo Histórico y Dialéctico aplicado al proceso de
“hominización”, el surgimiento de las clases sociales y la civilización”, en
“http://www.militante.org/node/299(link is external)

[35] “C Marx F Engels Obras Escogidas”. Vol. 3. p. 514.


[36] “Dialéctica de la ilustración” (…), p. 89
[37] Ibid, p. 89
[38]“¿Marx superado?” Theodor Adorno, Roger garandy, Jean Hyppolite...; p. 17
[39] “Dialéctica de la Ilustración” (…). p.33
[40]Ibid. p.18
[41]Ibid. p.25
[42]Ibid. 27
[43]Ibid, p. 29
[44]“Discusión con los marxistas”, Hebert Marcuse, Proceso, argentina, 1970, p.12
[45] “Dialéctica de la ilustración” (…), Ibid. p. 13
[46]Ibid. p.13
[47] Ibid. pp 13-14
[48] Entre 1943 y 1948 se abre en Italia un periodo revolucionario en Italia caracterizado por la ocupación
d efábrica sy la huelga general a tal grado que estos acontecimientos generaron la caída de Duce. En el
destacado libro “La guerra partisana” de Paolo Brini leemos que la batalla de salingrado cambia la correlación
de fuerzas y “ se tradujo en el estallido de las huelgas de marzo del 43 que llevaron a la defenestración del
Duce por obra del Gran Consejo en la noche del 25 de julio. El objetivo de la burguesía era, entonces, intentar
mantener al fascismo sin Mussolini confiando en el gobierno al general Badoglio y mientras tanto intentaba
alcanzar algún acuerdo con las fuerzas aliadas. Esos 45 días se podrían caracterizar como una situación de
fermento preinsurreccional entre las masas y de una feroz represión por parte del régimen, 93 muertos y unos
2000 arrestos entre los manifestantes”. Estos datos no dejan lugar a dudas de que la guerra partisana
representó un movimiento de masas.

Vous aimerez peut-être aussi