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Cronológicamente el libro cubre el período que va desde el siglo XVII hasta el final del
siglo XX. Son cuatro siglos de historia, que abarcan los últimos doscientos años del
período colonial y las primeras dos centurias de vida independiente, como quien nos
señala que la corrupción fue ya moneda corriente antes de la llegada del sistema de la
república, pero que ésta tampoco pudo deshacerse de ella.
El primero de los ciclos estudiados por Quiroz abarca el periodo colonial tardío, marcado
por los malos manejos de los funcionarios reales a favor de sus propios intereses,
especialmente los relacionados con la administración de las rentas reales provenientes
de la actividad minera.
Un nuevo ciclo de corrupción sería iniciado por la explosión del auge guanero, que se
materializaba en una engañosa prosperidad urbana, en donde los costos de la
corrupción llegaron a 108 millones de soles en 1870, como producto del manejo
malintencionado de la deuda pública, los contratos de obras y de la concesión guanera.
Se alquilan militares, el legado del Califa Leguía y los civilistas, Escándalos del Oncenio
de Leguía, Sanciones ineptas
A veces la búsqueda de pactos políticos trascendió las fronteras: Como cuando en 1936,
de acuerdo con el investigador, los apristas intentaron convencer al presidente boliviano
de aquel entonces para que les ayudase a derrocar a Óscar R. Benavides. En caso de
triunfo, los complotados antiimperialistas prometían que nuestro país «no se opondría a
que Chile cediera a Bolivia una salida al mar a través de territorios que habían sido
peruanos».
El último ciclo analizado por Quiroz no podía ser otro que el registrado entre 1990 y
2000, comandado por el binomio nefasto Fujimori-Montesinos, quienes a través de la
cooptación de todas las ramas del poder público, tras el autogolpe de 1992, gozaron de
plenas libertades para hacerse con los fondos públicos en beneficio propio.
Esta es una breve lista que sintetiza las coincidencias en el ejercicio del poder de varios
presidentes de la república en la historia del país en los últimos dos siglos según Quiroz:
Hay una correlación entre la época que nos ha tocado vivir y el fin de las ideologías y
de la política: eso hace que el ejercicio del poder en muchos países esté viciado con
actos de corrupción. Encontramos corrupción en la misma crisis económica de Estados
Unidos: las agencias de calificación de riesgo hicieron mal su trabajo con entidades
aparentemente sólidas y confiables que luego se derrumbaron. Algo así deja la
sensación de que la política, como servicio a los demás, es ahora una forma de
aprovecharse de los recursos ajenos.
Alfonso W. Quiroz demuestra que Leguía no solo concentró casi todas las prácticas de
corrupción conocidas hasta ese momento, sino que al mismo tiempo se convirtió en una
suerte de modelo a seguir por varios presidentes del siglo XX.
Por ejemplo, Manuel Prado Ugarteche gobernó en periodos marcados por el derroche
de recursos, favorecimiento ilegal a empresas extranjeras y denuncias de narcotráfico
(su director del ministerio de Gobierno recibía sobornos de mafias de cocaína), Manuel
Odría fue sindicado por enriquecimiento ilícito, por financiar una policía secreta y por
otorgar contratos de obras públicas a cambio de favores políticos (incluso un asistente
suyo fue descubierto en el negocio de armas), Fernando Belaúnde fue aparentemente
permisivo (dado su interés en conservar el apoyo de las fuerzas armadas) con casos de
contrabando dentro de la Marina de Guerra, y Velasco Alvarado permitió abusos y
corrupción durante la implementación de la reforma agraria y el manejo de empresas
estatales como Petroperú y Pescaperú. Sobre esta última el historiador dice: “Sus
fondos se gastaron en viajes en jet privados, equipos de fútbol y diversos lujos. Sus
déficits fueron virtualmente ignorados puesto que se sabía que el Estado los cubriría
generando nuevas deudas”
La década de 1990 fue la que pareció ofrecer el mejor ambiente para que se
desarrollaran negocios turbios entre funcionarios del gobierno de turno y compañías e
inversionistas privados. El contexto de privatización de la economía fue el escenario
perfecto para malas prácticas entre una y otra esfera.
Ese mismo funcionario que, en el año 2000, firmaría un decreto secreto con el cual se
compensaba con quince millones de dólares a Vladimiro Montesinos por servicios
prestados al país.
Quiroz define la corrupción como el mal uso del poder político burocrático por parte de
camarillas de funcionarios coludidos con mezquinos intereses privados para obtener
ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del desarrollo social mediante la
malversación o el desvío de recursos públicos y la distorsión de las políticas e
instituciones. Es decir, corrupción es el abuso de los recursos públicos para beneficiar
a unas cuantas personas o grupos, involucra explícitamente el poder y la política, al
sector público y al privado y su efecto en políticas, instituciones y en el progreso del
país.
CONCLUCION:
A lo largo de la historia que cuenta Alfonso Quiroz se puede ver con claridad cómo, en
lugar de irse construyendo un Estado republicano con leyes y marcos normativos
adecuados, con funcionarios que hacen cumplir la ley y con ciudadanos que van
aprendiendo a sentirse parte de una sociedad incluyente que los considera, a diferencia
de esto, se va perfilando y consolidando un Estado sin derecho, en el que las leyes
están dadas para no ser cumplidas, y donde las formas patrimoniales del poder se van
remodelando y recreando en cada periodo de la historia. La corrupción atenta
persistentemente contra el desarrollo nacional y se pierden importantes oportunidades
para lograrlo.
La corrupción es: «El mal uso del poder político y burocrático coludido con intereses
privados».
Alfonso W. Quiroz