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El sistema nervioso central

La organización del sistema nervioso

Todas las partes del sistema nervioso están conectadas entre sí. Sin embargo, para
entender su anatomía y funciones es útil analizar el sistema nervioso en términos de
las divisiones y subdivisiones mostradas en la figura 2-6. El sistema nervioso central
incluye el encéfalo y la médula espinal, los cuales contienen, en conjunto, más del 90
por ciento de las neuronas del cuerpo. El sistema nervioso periférico consta de nervios
que conectan el encéfalo y la médula espinal con todas las demás partes del cuerpo,
llevando y trayendo mensajes entre el sistema nervioso central y los órganos de los
sentidos, los músculos y las glándulas. El sistema nervioso periférico se subdivide en el
sistema nervioso somático, que transmite información acerca de los movimientos del
cuerpo y el ambiente externo, y el sistema nervioso autónomo, que transmite
información hacia y desde los órganos y glándulas internos. (Más adelante en el
capítulo analizaremos el sistema endocrino, que trabaja de la mano con el sistema
nervioso.)

El encéfalo

El encéfalo es la sede de la conciencia y la razón, el lugar donde se centran el


aprendizaje, la memoria y las emociones. Es la parte de nosotros que decide qué hacer
y si una decisión fue correcta o errónea, e imagina cómo habrían resultado las cosas si
hubiéramos actuado de manera diferente. Aunque la médula espinal recibe menos
atención, no es menos importante para entender la conducta y los procesos mentales.

El núcleo central: En el punto en que la médula espinal entra al cráneo se convierte en


el metencéfalo. Como el metencéfalo se encuentra incluso en los vertebrados más
primitivos, se cree que fue la primera parte del encéfalo en evolucionar. La parte del
metencéfalo más cercana a la médula espinal es la médula, una estructura estrecha de
cerca de 3.8 centímetros (1.5 pulgadas) de largo. La médula controla funciones
corporales como la respiración, el ritmo cardiaco y la presión sanguínea. La médula
también es el punto donde se cruzan muchos de los nervios que provienen de los
centros encefálicos superiores o que se dirigen a ellos; los nervios de la parte izquierda
del cuerpo cruzan al lado derecho del encéfalo y viceversa (un tema al que
regresaremos). Cerca de la médula se encuentra el puente, el cual produce las
sustancias químicas que nos ayudan a mantener el ciclo de sueño-vigilia (analizado en
el capítulo 4, Estados de conciencia). Tanto la médula como el puente transmiten
mensajes a las áreas superiores del encéfalo.
En la parte superior y trasera del tallo cerebral se encuentra una estructura
contorneada llamada cerebelo (o “pequeño encéfalo”), que es responsable de nuestro
sentido del equilibrio y de la coordinación de las acciones del cuerpo para asegurar que
los movimientos se produzcan en secuencias eficientes. El daño al cerebelo ocasiona
graves problemas en el movimiento, como movimientos espasmódicos y tropezones.

Por encima del cerebelo, el tallo cerebral se amplía para formar el mesencéfalo (o
encéfalo medio), que es especialmente importante para la audición y la visión. También
es uno de diversos lugares del encéfalo donde se registra el dolor. Más o menos
directamente por encima del tallo cerebral se encuentran dos estructuras con forma de
huevo que componen el tálamo. A menudo se describe al tálamo como una estación de
relevo: casi toda la información sensorial de las partes inferiores del sistema nervioso
central pasa a través del tálamo en camino a los niveles superiores del encéfalo. El
tálamo integra y da forma a las señales entrantes. Directamente por debajo del tálamo
se encuentra el hipotálamo, que es más pequeño y ejerce una influencia enorme en
muchos tipos de motivación. Partes del hipotálamo rigen el hambre, la sed, la pulsión
sexual y la temperatura corporal y están directamente relacionadas con conductas
emocionales como la ira, el terror y el placer.

La formación reticular (FR) es un sistema de neuronas similar a una red que serpentea
a través de todas esas estructuras. Su principal tarea parece ser enviar señales de
“¡Alerta!” a las partes superiores del encéfalo en respuesta a los mensajes entrantes.
Sin embargo, la FR puede apagarse. Durante el sueño, la FR es desactivada; los
anestésicos funcionan principalmente desconectando en forma temporal el sistema; y
el daño permanente en la FR puede inducir un estado de coma.

El sistema nervioso periférico

El sistema nervioso central depende del sistema nervioso periférico: los circuitos
nerviosos recaban información acerca del ambiente externo a partir de los órganos
sensoriales, y del ambiente interno a partir de los órganos y glándulas del cuerpo;
llevan esta información a la médula espinal y al encéfalo, y luego transmiten
“instrucciones” del encéfalo y la médula espinal que indican al cuerpo cómo responder.
Como se mencionó antes, el sistema nervioso periférico está constituido por dos
divisiones principales: los sistemas somático y autónomo.

El sistema nervioso somático

El sistema nervioso somático está compuesto por todas las neuronas aferentes, o
sensoriales, que llevan información al sistema nervioso central y por todas las neuronas
eferentes, o motoras, que llevan mensajes del sistema nervioso central a los músculos
esqueléticos del cuerpo. Todas las cosas que podemos percibir (imágenes, sonidos,
olores, temperatura, presión, etcétera) tienen su origen en el sistema nervioso
somático. De igual manera, todas nuestras acciones voluntarias (comer y beber, leer y
escribir, encender una computadora, tocar piano o jugar béisbol) son dirigidas por el
sistema nervioso somático. En capítulos posteriores veremos cómo afecta el sistema
nervioso somático nuestra experiencia del mundo dentro y fuera de nuestro cuerpo.

El sistema nervioso autónomo

El sistema nervioso autónomo comprende todas las neuronas que transmiten mensajes
entre el sistema nervioso central y los órganos internos del cuerpo (las glándulas y los
músculos lisos como el corazón y el sistema digestivo). El sistema nervioso autónomo
es crucial para funciones corporales como la respiración, la digestión y la circulación,
pero también figura en la experiencia de varias emociones, un hecho que reviste
especial interés para los psicólogos.

El sistema nervioso autónomo consta de dos ramas: las divisiones simpática y


parasimpática. Esas dos divisiones actúan casi en completa oposición entre sí, pero
ambas están implicadas en el control e integración de las acciones de las glándulas y
los músculos lisos dentro del cuerpo. Las fibras nerviosas de la división simpática están
más ocupadas cuando se está asustado, enojado o despierto. Transmiten mensajes
que le dicen al cuerpo “¡Ésta es una emergencia! Prepárate para actuar ahora”. En
respuesta, el corazón late más rápido, la respiración se agita, las pupilas se agrandan y
la digestión se detiene. El sistema nervioso simpático también le indica al sistema
endocrino que empiece a bombear sustancias químicas en el torrente sanguíneo para
fortalecer esas reacciones (como se describe más adelante). Las fibras nerviosas
simpáticas se conectan con cada órgano interno del cuerpo, lo que explica por qué es
tan generalizada la reacción del cuerpo al estrés súbito. Sin embargo, la división
simpática también puede actuar de manera selectiva sobre un solo órgano.

El sistema nervioso simpático tiende a actuar como una unidad, movilizando con
rapidez al cuerpo entero para la acción inmediata y sostenida. Usted ve un venado o
cualquier otro animal en medio de la carretera, frena y evita una colisión. La
movilización rápida es claramente adaptativa. Pero ¿por qué sigue su corazón latiendo
con rapidez —y por qué permanece alerta el sistema nervioso simpático— durante
cierto tiempo después que ha pasado el peligro?

En muchas situaciones, permanecer tranquilo es una reacción más adaptativa que


explotar de ira. De todos modos, conservamos la respuesta de “lucha o escape” como
parte de nuestra herencia evolutiva. Aunque las reacciones simpáticas a menudo se
mantienen incluso después de que ha pasado el peligro, a la larga incluso la reacción
más intensa de la división simpática se desvanece y el cuerpo se tranquiliza. Este
efecto tranquilizador es promovido por la división parasimpática.

El sistema endocrino
El sistema nervioso no es el único mecanismo que regula el funcionamiento de nuestro
cuerpo. El sistema endocrino desempeña un papel clave al ayudar a coordinar e
integrar reacciones psicológicas complejas. De hecho, como hemos mencionado a lo
largo de este capítulo, el sistema nervioso y el sistema endocrino trabajan juntos en
una conversación química constante. Las glándulas endocrinas liberan sustancias
químicas llamadas hormonas que son transportadas por todo el cuerpo por el torrente
sanguíneo. Las hormonas cumplen una función similar a la de los neurotransmisores:
transmiten mensajes. De hecho, una misma sustancia (por ejemplo, la norepinefrina)
puede funcionar como neurotransmisor y como hormona. Una diferencia importante
entre los sistemas nervioso y endocrino es la velocidad. Un impulso nervioso puede
viajar a través del cuerpo en unas cuantas centésimas de segundo. En cambio, viajar
por el torrente sanguíneo es un proceso más lento: las hormonas pueden necesitar
segundos, incluso minutos, para alcanzar su destino. Las hormonas interesan a los
psicólogos por dos razones. En primer lugar, porque en ciertas etapas del desarrollo,
las hormonas organizan al sistema nervioso y los tejidos corporales.

La glándula tiroides se localiza justo por debajo de la laringe o caja de voz. Produce
una hormona primaria, la tiroxina, que regula la tasa de metabolismo del cuerpo y, por
tanto, el estado de alerta y de energía de las personas y lo gordas o delgadas que
tienden a ser.

La glándula pineal, del tamaño de un guisante, se localiza en la mitad del encéfalo.


Secreta la hormona melatonina que ayuda a regular los ciclos de sueño-vigilia. Las
perturbaciones en la melatonina son responsables, en parte, del “mal del viajero”.

El páncreas se encuentra en una curva entre el estómago y el intestino delgado;


controla el nivel de azúcar en la sangre secretando dos hormonas reguladoras: insulina
y glucagón. La hipófisis, que se localiza en la parte inferior del encéfalo, está conectada
con el hipotálamo. La hipófisis produce el mayor número de hormonas diferentes y por
tanto tiene la gama más amplia de efectos sobre las funciones del cuerpo. La hipófisis
influye en la presión sanguínea, la sed, las contracciones del útero durante el parto, la
producción de leche, la conducta e interés sexual, el crecimiento del cuerpo, la cantidad
de agua en las células corporales, entre otras funciones. A menudo se le llama la
“glándula maestra” debido a su importante papel en la regulación de otras glándulas
endocrinas.

Las gónadas (los testículos en los varones y los ovarios en las mujeres) secretan
hormonas que tradicionalmente han sido clasificadas como masculinas (los
andrógenos) y femeninas (los estrógenos). Ambos sexos producen los dos tipos de
hormonas, pero los andrógenos predominan en los varones mientras que los
estrógenos predominan en las mujeres.
Páncreas: Órgano situado entre el estómago y el intestino delgado; secreta insulina y
glucagón para regular los niveles de azúcar en la sangre.

Hipófisis Glándula localizada por debajo del encéfalo; produce la mayor cantidad de
hormonas del cuerpo. Gónadas Las glándulas reproductivas: testículos en los varones
y ovarios en las mujeres.

La testosterona y otros andrógenos también se han vinculado al interés y la conducta


sexual en adultos de uno y otro sexo. Todavía no está claro el hecho de que el
estrógeno influya en la conducta sexual.

Las dos glándulas suprarrenales se localizan justo por encima de los riñones. Cada
glándula suprarrenal tiene dos partes: un núcleo interno, llamado médula suprarrenal y
una capa externa, llamada corteza suprarrenal. Tanto la corteza como la médula
suprarrenal afectan la reacción del cuerpo al estrés. Estimulada por el sistema nervioso
autónomo, la corteza suprarrenal vierte varias hormonas en el torrente sanguíneo. Una,
la epinefrina, activa al sistema nervioso simpático, lo que se manifiesta de diversas
formas: el corazón late más rápido, la digestión se detiene, las pupilas de los ojos se
agrandan, se envía más azúcar al torrente sanguíneo y la sangre se prepara para
coagular más rápido si es necesario. Otra hormona, la norepinefrina (que también es
un neurotransmisor) no sólo eleva la presión sanguínea al hacer que los vasos
sanguíneos se constriñan, sino que también es llevada por el torrente sanguíneo a la
hipófisis anterior, donde provoca la secreción de mayor cantidad de la hormona
adrenocorticotropa (HACT), prolongando de esta manera la respuesta al estrés. Ésta
es la razón por la que al cuerpo le lleva tiempo regresar a la normalidad después de
una excitación emocional extrema.

El sistema límbico

El sistema límbico es un anillo de estructuras holgadamente conectadas que se


localizan entre el núcleo central y los hemisferios cerebrales. En términos evolutivos, el
sistema límbico es más reciente que el núcleo central y sólo está completamente
desarrollado en los mamíferos. Los animales con sistemas límbicos primitivos, como
los peces y los reptiles, tienen repertorios conductuales limitados: sus patrones de
alimentación, ataque o apareamiento son fijos. Los mamíferos (incluidos los seres
humanos) son más flexibles en sus respuestas al ambiente, lo que sugiere que el
sistema límbico suprime algunas conductas instintivas.

El sistema límbico parece desempeñar un papel central en momentos de estrés,


coordinando e integrando la actividad del sistema nervioso. Una parte del sistema
límbico, el hipocampo, también juega un papel esencial en la formación de nuevos
recuerdos. Las personas con daño severo en esta área son capaces de recordar
nombres, rostros y acontecimientos que grabaron en la memoria antes de que el área
fuera lesionada, pero no pueden recordar nada nuevo. Los animales con daño en esa
área no logran reconocer dónde acaban de estar; como resultado, exploran la misma
parte pequeña de su ambiente una y otra vez, como si fuera constantemente nueva
para ellos.

La amígdala y el hipocampo también están implicados en el gobierno y regulación de


emociones, sobre todo de las relacionadas con la autopreservación.

La corteza cerebral: Montado por encima y alrededor del núcleo central y el sistema
límbico, ocultándolos prácticamente, se encuentra el cerebro. El cerebro se divide en
dos hemisferios y está cubierto por una delgada capa de materia gris (células no
mielinizadas) llamada la corteza cerebral. Esto es en lo primero que piensa la mayoría
de la gente cuando habla del “encéfalo”; es la parte del encéfalo que procesa el
pensamiento, la visión, el lenguaje, la memoria y las emociones. La corteza cerebral
ocupa la mayor parte del espacio dentro del cráneo, pues da cuenta de cerca del 80
por ciento del peso del encéfalo humano y contiene aproximadamente el 70 por ciento
de las neuronas del sistema nervioso central.

El lóbulo temporal, localizado delante del lóbulo occipital, aproximadamente detrás de


la sien, juega un papel importante en las tareas visuales complejas como el
reconocimiento de rostros. El lóbulo temporal también recibe y procesa información de
los oídos, contribuye al balance y el equilibrio, y regula emociones y motivaciones como
la ansiedad, el placer y la ira. Además, se cree que la capacidad para entender y
comprender el lenguaje se concentra principalmente en la parte posterior de los lóbulos
temporales, aunque parte de la comprensión del lenguaje también tiene lugar en los
lóbulos parietal y frontal.

El lóbulo parietal está alojado en la parte superior de los lóbulos temporal y occipital y
ocupa la parte superior posterior de cada hemisferio. Este lóbulo recibe información
sensorial de todo el cuerpo: de los receptores sensoriales en la piel, los músculos,
articulaciones, órganos internos y papilas gustativas. Los mensajes de esos receptores
sensoriales son registrados en la corteza somatosensorial primaria. El lóbulo parietal
también parece supervisar las habilidades espaciales, como la habilidad de seguir un
mapa o decirle a alguien cómo ir de un lugar a otro.

El lóbulo frontal, situado justo detrás de la frente, representa aproximadamente la mitad


del volumen del encéfalo humano, pero sigue siendo la parte más misteriosa del
encéfalo. El lóbulo frontal recibe y coordina mensajes de los otros tres lóbulos de la
corteza y parece seguir la huella de los movimientos previos y futuros del cuerpo. Esta
habilidad para monitorear e integrar las tareas complejas que se están realizando en el
resto del encéfalo ha llevado a algunos investigadores a conjeturar que el lóbulo frontal
funge como “centro ejecutivo de control” para el encéfalo.
Bibliografía

 Charles Morris. (2009). Psicología General. México: Prentice Hall Inc.


Universidad Autónoma de Santo Domingo

Facultad de Humanidades

Nombre

Eusebia

Apellido

Valentín Disla

Materia

Psicofarmacología

Profesora

Resi Nina Estrella

Matricula

100090322

Fecha

08-09-19

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