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Gina Murillo
ISBN:-10: 1494875993
ISBN-13: 978-1494875992
INDICE:
Prólogo……………………………………………………………3
Primeros pasos de la comunicación no verbal….11 Herramientas innatas
Explicación preliminar de la teoría de la comunicación no
verbal…………………………………………………………37
Teoría de la comunicación no verbal……………….55
Kinesia
Paralingüística
Proxémica
La intimidad
Comunicación no verbal y autenticidad………………97
Dificultad de controlar la comunicación no verbal
Conclusión………………………………………………………….101
Bibliografía…………………………………………………………103
Sinopsis
¿Cuántas veces hemos querido ser invisibles, creyendo que sin emitir una palabra lo
conseguíamos? Pues esto es imposible. Las palabras silenciosas, a través de los gestos,
mirada, sonrisa, imagen y actitudes nos lo impiden.
A menudo, las situaciones, actitudes, emociones, sentimientos… no son lo que parecen.
¿Cuántas veces hacemos preguntas y nos quedamos con más dudas?
La comunicación no verbal se utiliza para comunicar estados y actitudes personales.
Tratar de conocerla, nos ayuda a reconocer en cierta manera, la enigmática y solapada
en ocasiones, sincera y franca en otras, y siempre fascinante comunicación humana.
LOS GESTOS:
EL GESTO: es el movimiento corporal propio de las articulaciones, principalmente los
movimientos corporales realizados con las manos, brazos y cabeza.
Gesticular es hablar, los gestos acompañan la palabra. Los gestos nos proporcionan
más control de la comunicación.
Los gestos dependen de la cultura, hábitos familiares y del grado de familiaridad de la
situación. Ej. no se utilizan del mismo modo en el ámbito profesional que en el familiar
o social.
Tipos de gestos descritos:
GESTOS INNATOS: corresponden a aquellos gestos que compartimos todos los
humanos, sin importar nuestro origen cultural o social. Ej. tristeza, alegría, asco…
GESTOS ADQUIRIDOS: son aquellos que aprendemos por medio de la imitación de
los gestos que hacen las personas que nos rodean.
Estos tipos de gestos, no hace falta que los expertos los definan, la propia experiencia
se encarga por sí sola de hacerlo.
Ahora sí, los expertos hablan de cinco tipos de gestos, definiéndolos de la siguiente
manera:
EMBLEMÁTICOS, EMBLEMAS O GESTOS SIMBÓLICOS: representan una palabra
o un conjunto de palabras bien conocidas. Son señales emitidas intencionadamente. Su
significado es muy claro. Son gestos que tienen un significado arbitrariamente asignado;
es decir, que se pueden traducir por palabras con precisión. Son gestos propios de cada
cultura, como las palabras son propias de cada idioma. El aplauso, como gesto de
reconocimiento y alabanza, es un gesto emblemático, aunque es común a muchas
culturas; asentir inclinando la cabeza hacía delante o negando la cabeza hacia los lados
también lo son; y también hay emblemas generalizados, como el signo de hacer autostop
o el signo de OK.
GESTOS ILUSTRADORES O ILUSTRATIVOS: se producen durante la comunicación
verbal y sirven para ilustrar lo que se está diciendo. Son aquellos que acompañan el
discurso hablado y lo precisan o complementan. Saber qué hacer con las manos al
romper un silencio o comenzar una intervención, es la base para después actuar con más
naturalidad. Para comenzar el discurso se aconseja: mantener los dedos unidos de
ambas manos y después continuar ilustrando el mensaje con su movimiento. Ej. marcar
dirección o indicar una posición global…
Damos por hecho que la postura corporal apoya los gestos y las palabras. No olvidar
nunca: mantener la cabeza alta, el pecho fuera y pies firmes y en equilibrio. El
movimiento de las manos debe actuar entre el cuello y la cintura.
Los gestos ilustradores han generado mucha investigación y despertado mucho interés
porque están relacionados con el lenguaje verbal; con su estudio se pretendía resolver
la polémica de la naturaleza del pensamiento humano, si pensamos en enunciados
verbales o mediante imágenes, y qué relación hay entre ambos mecanismos de
representación (Fernández Dols, 1994)
LA MIRADA:
La mirada es la orientación de los ojos en dirección al interlocutor. La mirada es
especial dentro de los canales de la comunicación no verbal porque tiene una doble
naturaleza: es a la vez instrumento y canal de captación de la comunicación no verbal.
La mirada como instrumento de comunicación no verbal: por un lado, la mirada es un
modo de emitir información, como lo son otros elementos de la comunicación no
verbal. En este sentido, cumple algunas de las mismas funciones que otros canales de
comunicación no verbal; y, a pesar de que la variedad de movimientos posibles de los
ojos y su área cercana es muy limitada si la comparamos con las expresiones faciales o
con gestos, lo cierto es que la mirada cumple muchas funciones y muy diversas.
LA MIRADA COMO INSTRUMENTO:
A/ La mirada sirve para regular los turnos de palabra: miramos al otro cuando estamos
esperando la respuesta y retiramos la vista cuando vamos a empezar a hablar nosotros.
B/ La mirada se utiliza para inferir el grado de atención o de implicación de nuestro
interlocutor. Se sabe desde hace mucho tiempo que la dilatación pupilar aumenta con el
interés por otro, y por ese motivo las personas que nos miran con la pupila más dilatad
nos resultan más atractivas. Las mujeres de la cultura grecorromana, conscientes de
esto, ingerían como parte de su arreglo personal, una sustancia que incrementaba el
grado de dilatación pupilar, a la cual le dieron el nombre de belladona por sus efectos
sobre el atractivo femenino percibido.
C/ La mirada sirve para expresar emociones o establecer jerarquías en la interacción,
del mismo modo que la expresión facial o el tono de voz.
D/ Utilizamos también la mirada como ilustrador deíctico, es decir, para señalar algo
de lo que estamos hablando. Ésta es una función que suelen cumplir los gestos
manuales, pero la mirada habitualmente los suple o complementa.
LA MIRADA COMO CANAL DE CAPTACIÓN DE LA COMUNICACIÓN NO
VERBAL:
Por otra parte, es el canal por medio del cual tomamos conciencia de casi toda la
comunicación no verbal de nuestro interlocutor. En este sentido, la mirada tiene una
función que sólo a ella le corresponde: la de captar la información y recibir
retroalimentación acerca de la relación. Esta circunstancia tiene dos tipos de
consecuencias: (a) provoca problemas y cambios en las situaciones que impiden la
mirada y (b) induce también cambios en nuestra conducta cuando nos sentimos mirados.
Cuando las circunstancias de la interacción nos dificultan o nos impiden ver al otro, la
regulación y sincronización de la interacción se dificultan: los ratos de silencio son más
largos, los solapamientos en el turno de palabra son más probables y el equilibrio o
simetría en la duración de las intervenciones de uno y otro es menor (Rimé y
Schiaratura, 1991). Por este motivo, hablar por teléfono nos resulta generalmente más
complicado y menos fluido que hablar cara a cara y, por consiguiente, nos resistimos a
discutir por teléfono temas que ya en sí entrañan cierta dificultad: al desaparecer la
información reguladora que transmiten los gestos del otro, tenemos que guiarnos sólo
por elementos paralingüísticos como la entonación, y la sincronización se entorpece.
Además, cuando no podemos ver al otro se modifica la estructura del discurso verbal,
haciéndose más precisa y diferenciada: utilizamos un vocabulario más variado y una
sintaxis más compleja, tendemos a utilizar un lenguaje más parecido al escrito
(Moscovici, 1967). Al vernos privados de gran parte de los medios no verbales que
solemos usar para matizar el contenido de lo que decimos, nos vemos obligados a
traducir en palabras lo que en una situación cara a cara comunicaríamos con gestos. En
definitiva, lo que estos resultados parecen mostrar es que entre el lenguaje verbal y no
verbal hay una cierta relación de complementariedad, aunque las posibilidades de
traducción de uno y otro tiene sus límites.
Por otra parte, la función de captación de la información de la mirada convierte “la
experiencia de sentirse mirado” en una experiencia singular, con profundos efectos en
la conducta del actor. Estos efectos son principalmente de dos tipos:
A/ El hecho de sentirse mirado parece uno de los más poderosos inductores de
autoconciencia pública: es decir, nos hace conscientes y centra nuestra atención en los
aspectos públicos y observables de nosotros mismos. Eso tiene consecuencias en la
conducta porque tendemos a comportarnos de manera diferente dependiendo de en qué
centremos nuestra atención. Cuando somos muy conscientes de la parte observable de
nosotros mismos, nuestra conducta se orienta en función de los estándares de quien nos
mira (Carver y Scheier, 1981). Éste es uno de los motivos por los que la mirada y la
vigilancia tienen un sorprendente poder de inducir conformidad a las normas.
B/ Por otro lado, tanto la mirada excesivamente insistente como la mirada
excesivamente esquiva nos resultan incómodas. La ausencia de mirada por parte del
interlocutor es desconcertante y perturbadora: no ser mirados equivale a ser ignorados,
y todos parecemos necesitar un mínimo reconocimiento básico de nosotros mismos que
se manifiesta en la mirada del otro. Pero ser mirados con excesiva insistencia es
también una experiencia molesta, que con frecuencia se experimenta como expresión de
hostilidad o, al menos, de falta de tacto. Nadie puede desarrollar en una interacción
social su papel de un modo perfecto, sin cometer ningún error y manteniendo en todo
momento un control absoluto de todos los aspectos de su conducta. Una mirada
excesivamente insistente no pasa por alto ningún error potencial en nuestra “actuación”
social, y por eso resulta bastante amenazante, sobre todo cuando no nos sentimos muy
seguros y/o no tenemos mucha práctica en el papel que nos corresponde representar
(Argyle, 1972).
RESUMEN DE LA MIRADA:
QUÉ ES…
La orientación de los ojos en dirección al interlocutor
QUÉ FUNCIONES PRINCIPALES CUMPLE…
Recibir retroalimentación acerca de la interacción
Regular los turnos de palabra en las conversaciones
Expresar emociones
Definir la naturaleza de la relación
¿CUÁLES SON LAS INVESTIGACIONES MÁS RELEVANTES?
Sobre la expresividad de la mirada
Sobre la experiencia de sentirse mirado
EL ASPECTO EXTERNO:
LA PROXÉMICA:
Se llama “proxémica” a la disciplina que se ocupa del estudio de la percepción y el uso
del espacio por el hombre. Este término fue acuñado por el antropólogo Edward T.
Hall, es el autor que se ha ocupado con mayor extensión y profundidad de las
relaciones entre el espacio y la interacción humana. Como se refleja en el título de dos
de sus libros más populares, para Hall el espacio es “lenguaje silencioso” o “la
dimensión oculta” de la interacción: es inevitable que esté presente y que adopte una
determinada configuración, pero resulta muy difícil de estudiar porque es una
dimensión de la interacción de cuya influencia omnipresente no somos habitualmente
conscientes. Hasta tal punto suele estar alejada de la conciencia la influencia del marco
y los hábitos de uso espacial en nuestros patrones de relación que sólo nos damos
cuenta de ella cuando los contrastes culturales nos lo hacen muy patentes; y aun en estos
casos, la mayoría de las veces sólo somos conscientes de un sentimiento vago de
incomodidad o irritación, y nos cuesta advertir que su causa es que el otro nos está
hablando desde una distancia menor o mayor de la que es normativa en nuestra cultura,
o que alguien está invadiendo un territorio que consideramos propio.
El espacio:
Es simultáneamente “marco e instrumento de la comunicación”, y desde ambos puntos
de vista vamos a considerarlo. Por una parte, toda interacción interpersonal acontece en
un marco espacial que le otorga un determinado carácter: en este sentido, el espacio
opera como señal informativa para los participantes en la relación, como elemento a
partir del cual éstos infieren qué tipo de relación es posible o esperada en dicho marco
físico. Por otra parte, utilizamos constantemente en la interacción cara a cara señales
comunicativas que estructuran de un modo peculiar el espacio de interacción: en este
sentido, la conducta espacial opera como señal comunicativa acerca de la relación
misma, como manifestación de implicación, intimidad o dominancia respecto al otro
(Corraliza, 1994)
EL ESPACIO COMO MARCO PARA LA COMUNICACIÓN:
Casi ninguna de nuestras conductas cotidianas tiene lugar en un espacio “en estado
natural”, sino en espacios “producido” por el hombre, y el carácter del espacio
determina el carácter de la relación que en él tiene lugar: “nosotros, damos forma a
nuestros edificios, y después nuestros edificios nos “dan forma a nosotros” (Ventre,
1989). El espacio que nos rodea imprime carácter a la relación al menos en tres
sentidos:
A/ Por una lado y, porque configura los patrones de relación cotidianos. Es la estructura
espacial y arquitectónica de un determinado entorno la que establece lugares de
encuentro y vías de tránsito, y por consiguiente determina quiénes es probable que se
encuentren y se traten, y de qué modo. Se han estudiado mucho, por ejemplo, los
distintos patrones de relación social en medios urbanos y rurales, porque constituyen un
ejemplo modo en que la configuración física del medio espacial determina las formas y
posibilidades de relación de quienes lo habitan. Hall (1968), de un modo más general,
distinguía también los espacios “sociópetas”, que están estructurados de tal modo que
favorecen la comunicación entre los sujetos, y “espacios “sociófugos”, organizados de
manera que favorecen el aislamiento. Debido a las diferencias culturales, un espacio
que en una cultura parece acogedor y fomenta la relación interpersonal puede resultar
en cambio un espacio “sociófugo” en otra.
B/ Por otra parte, porque el espacio habla: es decir, el contexto nos “proporciona una
información sobre cómo debe interpretarse lo que se está diciendo”. En este sentido,
Hall (1966) distinguía entre culturas de contexto “alto” y “bajo”, según la proporción
de información que dejan al contexto en relación con el mensaje verbal: en las culturas
de contexto “alto” hay que decir muy pocas palabras para ser entendido, porque la
situación comunicativa y la conducta espacial están fuertemente ritualizadas y cargadas
de sentido; en culturas de contexto “bajo”, como las nuestras, casi todo debe ser
explicitado verbalmente para evitar malentendidos porque el entorno espacial tiene un
significado menos inequívoco y en el mismo contexto pueden mantenerse más tipos de
interacciones distintas. Parece que el contexto espacial y el lenguaje tienen una relación
complementaria, de modo que cuanto más “habla” el espacio, menos palabras explícitas
hacen falta (Muñoz y Avello, 1991)
EL ESTATUS JERÁRQUICO:
Aunque la influencia social siempre es recíproca, hay muchas ocasiones en que las
relaciones de influencia recíproca no son simétricas. Esto es lo que sucede, por
ejemplo, entre dos personas con distinto estatus jerárquico: ocupar un puesto relevante
en una empresa o ser el hermano mayor en una familia conlleva tener un cierto estatus,
una posición que otorga una cierta influencia relativa sobre la conducta de los otros, y
determina también el modo particular en que esta influencia se ejerce.
El análisis de estos patrones diferenciales de conducta no verbal entre superiores y
subordinados parece indicar esencialmente tres cosas:
A/ En primer lugar, el poder asociado al estatus jerárquico adquiere formas
“invasivas”, que respetan poco el espacio personal del subordinado y cortan sus
iniciativas de expresarse o actuar. Cuando el contacto físico no es recíproco se
interpreta como una violación de la intimidad (Schlenker, 1980), y se ha demostrado
que este tipo de conducta es significativamente más frecuente en los superiores
jerárquicos, que también son más tendentes a interrumpir y hablar sobre la voz de otros
(Henley, 1977).
B/ En segundo lugar, este tipo de poder, es un poder de alta visibilidad, y que requiere
de dicha visibilidad para su ejercicio. Son numerosas las investigaciones que muestran
que los superiores jerárquicos tienden a realizar conductas no verbales que les colocan
en el centro del escenario, garantizando así la atención del subordinado.
C/ En tercer lugar, el subordinado tiende a reaccionar prestando la atención que se le
requiere, y a mirar y escuchar al superior en mucha mayor medida que lo contrario.
Conocer bien y evaluar con precisión a quien controla su sueldo o destino parece
convertirse en una necesidad y un precio a pagar para quien depende de otro (Fiske,
1993)
LA PERSUASIÓN:
Se han estudiado también mucho las conductas no verbales que favorecen la eficacia de
la persuasión: desde los cursos de formación para vendedores hasta el entrenamiento en
estrategias de negociación en conflictos organizacionales, siempre ha parecido muy
obvio el interés práctico de saber qué patrones de conducta no verbal facilitan que una
persona consiga persuadir a otra. La investigación sobre esta cuestión muestra que estos
patrones son muy diferentes de los que favorecen la eficacia del poder jerárquico, y
revela algunos aspectos que son interesantes para comprender la naturaleza de la
persuasión como forma de influencia. También aquí son tres los resultados que parecen
confirmarse consistentemente en estos estudios:
A/ En primer lugar, a medida que se incrementa la voluntad de persuadir, se incrementa
también la gesticulación por parte de la fuente (persona que trata de persuadir a otra)
(Meharabian y Williams, 1969). Este incremento de la gesticulación tiene diversas
interpretaciones posibles: podría ser, por ejemplo, consecuencia de un incremento en la
activación de la fuente. Pero, independientemente de las especulaciones acerca de las
causas, ciertamente tiene un efecto, y es lograr un incremento de atención por parte del
blanco de influencia.
B/ En segundo lugar, Timney y London (1973) mostraron que el persuasor empleaba
más tiempo mirando al blanco de influencia que lo contrario, y Scherer (1979) mostró
que la eficacia de la persuasión estaba en la relación con la duración de la mirada. Así
pues, a diferencia de lo que veíamos en la influencia asociada a relaciones formales de
estatus, parece que la atención que la fuente presta al blanco es un elemento importante
en el proceso de persuasión.
C/ En tercer lugar, probablemente el resultado empírico más consistente a través de los
estudios se refiere a la gran cantidad de conductas no verbales afiliativas, que el
persuasor emplea, como son la sonrisa, el contacto visual, los movimientos afirmativos
de cabeza, el tono de voz cálido o la inclinación del cuerpo hacía el blanco de
influencia (Hall, 1980). La eficacia de la persuasión parece claramente asociada a esta
estrategia, de modo que consiguen persuadir en mayor medida quienes emplean estas
conductas afiliativas.
La persuasión es un proceso de influencia que se produce en el marco de relaciones de
interdependencia más simétricas que el control jerárquico. En la persuasión también
parece eficaz captar la atención del interlocutor, pero es importante a su vez prestarle
atención; y las conductas afiliativas son conductas orientadas a manifestar interés y
simpatía por el blanco de influencia, a hacerle patente que sus necesidades y sus
motivaciones son comprendidas, aceptadas y tenidas en cuenta. A diferencia del poder
jerárquico, la persuasión es un proceso de influencia entre iguales. Esta diferencia en el
marco socioestructural configura de modo diverso la forma que adquiere la influencia y
las estrategias no verbales que ambos interlocutores emplean.
LA COMUNICACIÓN NO VERBAL Y LA
EXPRESIÓN AFECTIVA
Muchos investigadores se han interesado por las conductas no verbales que son
expresiones espontáneas y no reguladas, de estados internos como emociones y afectos.
La conducta no verbal puede reflejar estos estados, y el conocimiento acumulado en
este ámbito así nos lo indica. Sin embargo, desde una perspectiva psicosocial, tal vez
uno de los aspectos más interesantes de la conducta no verbal es que muy rara vez
carece absolutamente de regulación. En las interacciones sociales, la mayoría de veces
la gente ejerce cierto grado de control sobre su conducta expresiva no verbal. Este
pretendido control no siempre es consciente y no siempre tiene éxito, pero es
omnipresente (De Paulo, 1992). Esta tensión constante entre espontaneidad y control a
que está sometida la conducta no verbal hace de ella un elemento clave en procesos
tales como la expresión de sentimientos íntimos y la detección del engaño.
LA INTIMIDAD:
Muchos de los modelos teóricos e investigaciones empíricas sobre comunicación no
verbal coinciden en afirmar que el grado de intimidad en una relación es un elemento
clave para determinar la densidad y la naturaleza del intercambio no verbal entre dos
personas. Algunos autores llaman a esta variable intimidad (Argyle y Dean, 1965),
otros inmediatez (Meharabian, 1968) y otros implicación (Patterson, 1991), pero todos
ellos están de acuerdo en tres conclusiones acerca de la conducta no verbal y las
relaciones de intimidad.
A/ La primera es que, a medida que se incrementa la intimidad entre dos personas, se
incrementa la proximidad y la densidad del intercambio no verbal entre ellas: la
distancia interpersonal se acorta, el contacto físico y visual se incremente, se considera
admisible una mayor variedad de expresiones faciales. Los teóricos asumen que esto
sucede porque, a medida que la relación entre dos personas gana en profundidad y en
implicación recíproca, la regulación de la interacción entre ambas descansa en mayor
medida que al principio en elementos no verbales. La sabiduría popular diría que,
llegado el punto, “no hacen falta palabras”.
B/ La segunda es que los patrones de comunicación no verbal en relaciones íntimas son
más variadas, más flexibles y menos predecibles que en relaciones menos íntimas. Los
teóricos deducen que al aumentar la intimidad disminuye el grado de regulación
consciente de la conducta no verbal, de modo que ésta deja de servir a una función de
influencia interpersonal y pasa a cumplir esencialmente una función de expresión
afectiva o emocional.
C/ La tercera es que los distintos elementos verbales y no verbales se combinan entre sí
para regular el nivel de intimidad que parece adecuado en cada situación. Y así, por
ejemplo, si estamos revelando algo que nos implica mucho personalmente, procuramos
no mirar directamente a otra persona; o si la distancia espacial nos parece excesiva,
tendemos a “ acortarla” tocando con más frecuencia a nuestro interlocutor Argyle y
Dean, 1965).
En resumen, la conclusión más general que puede extraerse de la investigación, es que
en el contexto de una relación íntima, la comunicación no verbal se interpreta
fundamentalmente como expresión afectiva espontánea y como reflejo del yo auténtico
del otro. Y esto tiene dos implicaciones:
1/ En el marco de las relaciones íntimas, la conducta no verbal se considera sincera; es
decir fiel representación de los pensamientos y sentimientos internos del actor. Por eso,
aunque al aumentar la intimidad aumenta el conocimiento detallado de los patrones de
conducta no verbal de la otra persona, se ha encontrado que en las relaciones íntimas es
más difícil detectar el engaño (MacCornack y Parks, 1986): cuanto más íntima es una
relación, más convencido está uno que “sabe” lo que está pensando el otro (Knapp,
1983); pero la capacidad de detectar la mentira disminuye, porque el engaño no entra
en las “reglas de juego”.
En el marco de las relaciones íntimas, a diferencia, por ejemplo, de las situaciones de
convención social, la conducta no verbal se considera libre de los condicionantes de
los roles sociales; es decir, reflejo de la individualidad, originalidad y singularidad
propia de cada persona, de aquello que la caracteriza como ser único y la distingue de
todas las demás.
EL ENGAÑO:
El engaño es aquel tipo de relación en el cual la persona da una imagen que ella misma
considera que no corresponde con su realidad interna. En este sentido, la comunicación
no verbal utilizada con fines de engaño es lo contrario de la función de expresión
afectiva.
Todos utilizamos constantemente la comunicación no verbal con fines de engaño; es
decir, sabiendo que nuestras manifestaciones externas no se corresponden con lo que
pensamos o sentimos. La mayoría de las veces que disimulamos o fingimos
cotidianamente se trata de un engaño socialmente aceptable, o incluso exigido por las
reglas de la cortesía y el tacto (Friedman y Tucker, 1990). En cambio hay otras formas
de engaño que son parcialmente dañinas o socialmente censurables, como la
manipulación y el fraude. La investigación se ha centrado normalmente en estas últimas,
porque son las que la gente se toma la molestia de intentar detectar.
Los datos sobre lo que nos hace sospechar engaño por parte del otro parecen indicar
varias cosas (DePaulo, Stone y Lassiter, 1985; Friedman y Tucker, 1990; DePaulo,
1992):
A/ El engaño se descubre o se supone cuando las informaciones que emite una persona
por diversos canales nos parecen contradictorios entre sí. Son muchos los trabajos que
indican que la inconsistencia es una de las claves fundamentales para detectar el
engaño. Parece, pues, que esperamos siempre que el otro ofrezca una imagen coherente,
y ante la contradicción ponemos en duda que esté expresando su “verdadera realidad”
interna.
B/ Las vacilaciones, las dudas o lo que podríamos llamar “errores de la puesta en
escena” son otro de los indicadores esenciales que nos hacen sospechar engaño; y en
este caso con razón, porque son también algo que sucede con más frecuencia a quien
está mintiendo que a quien dice algo que sea cierto. Parece que el actor que representa
un papel que no se cree o que no sabe del todo bien revela esa inexperiencia en un
deficiente control expresivo. Pero, paradójicamente, una puesta en escena que parece
“demasiado ensayada” también nos hace sospechar engaño. Parece, por tanto, que la
credibilidad se otorga a una actuación fluida y desarrolla facilidad, pero que contenga
elementos que la hagan aparecer como “espontánea” y no excesivamente controlada.
C/ La capacidad de detectar engaño es limitada. Pero mucho más limitada es todavía la
capacidad de inferir la verdad a partir de un mensaje engañoso; la mayoría de las veces
no podemos deducir la verdad simplemente asumiendo lo contrario de lo que el
mentiroso ha expresado, porque con frecuencia “el reverso de la verdad tiene cien mil
caras” (DePaulo, Stone y Lassiter, 1985)
Lo que parece muy claro es que los elementos en los que nos fijamos fundamentalmente
para detectar el posible engaño son conductas no verbales, con mucha diferencia sobre
las verbales. En realidad el engaño se manifiesta también en el contenido del discurso
(DePaulo, Stone y Lassiter, 1985); Friedman y Tucker, 1990), pero el discurso no nos
parece revelador. De nuevo parece confirmarse la creencia popular de que es más
difícil mentir con los gestos que con las palabras; y por eso, ante la contradicción,
creemos a los gestos.
COMUNICACIÓN NO VERBAL Y AUTENTICIDAD
Comunicación no verbal
Flora Davis
Wikipedia