Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
MAGISTERIO
PÍO XI (1922-1939)
Contexto
Matrimonio de la princesa Juana de Saboya (hija de Vittorio Emanuele III) con el rey de
Bulgaria, en una segunda ceremonia en el rito greco-ortodoxo (1930).
Conferencia de Lambeth (1930): los obispos anglicanos declararon como lícito el uso de los
medios artificiales de contracepción.
Estructura
I. "Proles, fides, sacramentum”
a) Los hijos
b) La fidelidad conyugal
c) Sacramentum
- “Quod deus coniunxit”
- “Magen de una unión divina”
II. Insidias, fraudes, peligros
a) Obligación sacrosanta
b) Negación blasfema
c) Insidias contra la fecundidad
- Solemne condenación
- “Indicaciones terapéuticas”
d) Contra la fidelidad
- Perversas licencias
e) Emancipación de la mujer
- Sobre la arena...
F) Contra el sacramento
- El acto “civil”
- Matrimonio mixto
- Divorcio
Fundamentos
Se basa en los “bienes del matrimonio” de Agustín.
Aparece el Derecho Canónico como apoyo a la teología de Agustín: “lo mismo dice con frase
enérgica el Código de derecho canónico: El fin primario del matrimonio es la procreación y
educación de la prole” (8).
“Ningún motivo, sin embargo, aun cuando sea gravísimo, puede hacer que lo que va
intrínsecamente contra la naturaleza sea honesto y conforme a la misma naturaleza;
y estando destinado el acto conyugal, por su misma naturaleza, a la generación de
los hijos, los que en el ejercicio del mismo lo destituyen adrede de su naturaleza y
virtud, obran contra la naturaleza y cometen una acción torpe e intrínsecamente
deshonesta” (20).
Es intrínsecamente malo lo que va “en contra” de la naturaleza. Nos remite al recurso a la ley
natural que proviene de los estoicos.
“Por lo cual no es de admirar que las mismas Sagradas Letras atestigüen con cuánto
aborrecimiento la Divina Majestad ha perseguido este nefasto delito, castigándolo a
veces con la pena de muerte, como recuerda San Agustín: Porque ilícita e
impúdicamente yace, aun con su legítima mujer, el que evita la concepción de la
prole. Que es lo que hizo Onán, hijo de Judas, por lo cual Dios le quitó la vida” (20).
Las lecturas están condicionadas por el marco cultural. La muerte de Onán es… ¿porque no permite
la procreación? El pecado está en el egoísmo de Onán porque la descendencia no será suya.
Fines secundarios del matrimonio: “Sabe muy bien la santa Iglesia que no raras
veces uno de los cónyuges, más que cometer el pecado, lo soporta, al permitir, por
una causa muy grave, el trastorno del recto orden que aquél rechaza, y que carece,
por lo tanto, de culpa, siempre que tenga en cuenta la ley de la caridad y no se
descuide en disuadir y apartar del pecado al otro cónyuge. Ni se puede decir que
obren contra el orden de la naturaleza los esposos que hacen uso de su derecho
siguiendo la recta razón natural, aunque por ciertas causas naturales, ya de tiempo,
ya de otros defectos, no se siga de ello el nacimiento de un nuevo viviente. Hay,
pues, tanto en el mismo matrimonio como en el uso del derecho matrimonial, fines
secundarios -verbigracia, el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la
sedación de la concupiscencia-, cuya consecución en manera alguna está vedada a
los esposos, siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende,
su subordinación al fin primario” (22).
Esto es lo que quiebra el viejo paradigma. Para la Iglesia, el bien del matrimonio era la procreación.
Ahora se habla de fines secundarios. Se quiebra el viejo paradigma porque aparecen otros fines.
La concupiscencia es esa pasión desordenada.
Matrimonio mixto: “Mucho faltan en esta parte, y a veces con peligro de su eterna
salvación, quienes temerariamente y con ligereza contraen matrimonios mixtos, de
los que la Iglesia, basada en gravísimas razones, aparta con solicitud y amor
maternales a los suyos, como aparece por muchos documentos recapitulados en el
canon del Código canónico, que establece lo siguiente: La Iglesia prohíbe
severísimamente, en todas partes, que se celebre matrimonio entre dos personas
bautizadas, de las cuales una sea católica y la otra adscrita a una secta herética o
cismática; y si hay peligro de perversión del cónyuge católico y de la prole, el
matrimonio está además vedado por la misma ley divina[64]. Y aunque la Iglesia, a
veces, según las diversas condiciones de los tiempos y personas, llega a conceder la
dispensa de estas severas leyes (salvo siempre el derecho divino, y alejado, en
cuanto sea posible, con las convenientes cautelas, el peligro de perversión),
difícilmente sucederá que el cónyuge católico no reciba algún detrimento de tales
nupcias” (31).
Nuestro Predecesor Pío XI, de feliz memoria, en su Encíclica Casti connubii, del 31 de
diciembre de 1930, proclamó de nuevo solemnemente la ley fundamental del acto y
de las relaciones conyugales: que todo atentado de los cónyuges en el
cumplimiento del acto conyugal o en el desarrollo de sus consecuencias naturales,
atentado que tenga por fin privarlo de la fuerza a él inherente e impedir la
procreación de una nueva vida, es inmoral; y que ninguna "indicación" o necesidad
puede cambiar una acción intrínsecamente inmoral en un acto moral y lícito (cf. AAS,
vol. 22, págs. 559 y sigs.).
Va tomando fuerza la idea de que lo que se utilice es “intrínsecamente malo”, lo que quiere decir
que en ningún momento se puede usar.
Esta prescripción sigue en pleno vigor lo mismo hoy que ayer, y será igual mañana y
siempre, porque no es un simple precepto de derecho humano, sino la expresión de
una ley natural y divina.
No está claro el tema de las relaciones sexuales fuera de los días fértiles.
De esta prestación positiva obligatoria pueden eximir, incluso por largo tiempo y
hasta por la duración entera del matrimonio, serios motivos, como los que no raras
veces existen en la llamada "indicación" médica, eugenésica, económica y social. De
aquí se sigue que la observancia de los tiempos infecundos puede ser "lícita" bajo el
aspecto moral; y en las condiciones mencionadas es realmente tal. Pero si no hay,
según un juicio razonable y equitativo, tales graves razones personales o derivantes
de las circunstancias exteriores, la voluntad de evitar habitualmente la fecundidad de
la unión, aunque se continúe satisfaciendo plenamente la sensualidad, no puede
menos de derivar de una falsa apreciación de la vida y de motivos extraños a las
rectas normas éticas.
Hay una prescripción obligatoria (tener hijos), pero por ciertos factores, se puede eximir de dicha
prescripción, incluso por todo el matrimonio. Se supera una lectura totalmente diversa. La realidad
científica muestra que es lícito no tener los hijos.
Cambio de acento:
Herbert DOMS (1890-1977): nació en la ciudad de Ratibor, hoy Polonia. Estudió ciencias naturales e
hizo el doctorado en filosofía en Munich. A los 30 años ingresa en el seminario y estudió teología
en la universidad católica de Breslau. En 1929 se doctoró en dogmática. Después de la segunda
guerra, fue docente de teología moral en la universidad de Monastyro
Publicó dos volúmenes sobre el matrimonio: “Este misterio es grande” y “Unidad de los esposos y
la prole” (“Sentido y finalidad del matrimonio”), con una clara posición personalista del matrimonio.
“La finalidad del acto conyugal no es engendrar, sino la unión personal de los esposos. Los hijos
son efectos y no fines del matrimonio”.
PABLO VI (1963-1978)
Estructura
I. Nuevos aspectos del problema y competencia del magisterio
Nuevo enfoque del problema
Los cambios que se han producido son:
rápido desarrollo demográfico.
en el campo económico y en el de la educación, con frecuencia hacen hoy difícil
el mantenimiento adecuado de un número elevado de hijos.
tanto en el modo de considerar la personalidad de la mujer y su puesto en la
sociedad, como en el valor que hay que atribuir al amor conyugal dentro del
matrimonio y en el aprecio que se debe dar al significado de los actos
conyugales en relación con este amor.
dominio y en la organización racional de las fuerzas de la naturaleza, de modo
que tiende a extender ese dominio a su mismo ser global: al cuerpo, a la vida
psíquica, a la vida social y hasta las leyes que regulan la transmisión de la vida.
El amor conyugal
La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es
considerado en su fuente suprema, Dios, que es Amor (6), "el Padre de quien procede toda
paternidad en el cielo y en la tierra" (7).
El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o producto de la evolución de
fuerzas naturales inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar en la
humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal,
propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo
perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de
nuevas vidas.
En los bautizados el matrimonio reviste, además, la dignidad de signo sacramental de la
gracia, en cuanto representa la unión de Cristo y de la Iglesia.
Reacciones y conflictos
Obispos Alemanes (1974)
Congregación de la Doctrina de la fe: “Persona Humana” (1975)
Human Sexuality (1976), condenado por la Congregación de la Doctrina de la Fe (1979)
FRANCISCO (2013- )
Sínodo sobre la familia (General, 2015)
Se habla del “amor del matrimonio”, se podría pensar cómo se retoma el pensamiento de Doms,
donde los hijos son consecuencia de ese amor.
MAJORIANO
El lenguaje, el razonar del discernimiento es una novedad teológica que AL propone a toda la
Iglesia. Poniendo en paralelo FC (frecuencia del termino discernimiento 7 veces, discernir 5 veces)
y AL (discernimiento 32 vueltas, discernir 9), es claro que ahora nos encontramos frente a un
Magisterio que nos propone razonar metiendo al centro el discernimiento.
Podemos observar 3 elementos que están detrás de AL:
• El Vaticano II había pedido de abandonar el paradigma moral de la aplicación de la norma,
superando la visión de conciencia que hace de la conciencia el juicio y el silogismo práctico
que aplica la norma.
Moral autónoma teónoma, en esta persona la norma es la expresión de un valor moral. El
sujeto no obedece por miedo al castigo, sino porque siente dentro de sí el valor. La norma
en un adulto es propia, interna.
El valor para el cristiano es Dios, el Bien absoluto. Pero Dios está en una dimensión fuera
del tiempo y del espacio, mientras que los valores están circunscriptos en estas
coordenadas. La expresión del bien se expresa en realidades culturales.
• Durante el trabajo del Sínodo se dijo que se necesitaba volver a proponer con fuerza la
metodología, el lenguaje y la manera de proceder del discernimiento como era propuesta por el
V II (ver y comparar en paralelo las citaciones que hacen del CV II en los textos conclusivos del
Sínodo en relación a los textos preparatorios), el Papa Francisco hace suya esta indicación.
Se debe descubrir primero el valor para comunicar y proponer, porque de otro modo se estaría
imponiendo ante la ausencia de razones y motivaciones.
36. Al mismo tiempo tenemos que ser humildes y realistas, para reconocer que a
veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a
las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos
corresponde una saludable reacción de autocrítica. Por otra parte, con frecuencia
presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en
el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en
el deber de la procreación. Tampoco hemos hecho un buen acompañamiento de los
nuevos matrimonios en sus primeros años, con propuestas que se adapten a sus
horarios, a sus lenguajes, a sus inquietudes más concretas. Otras veces, hemos
presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi
artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades
efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no
hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más
deseable y atractivo, sino todo lo contrario.
37. Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales,
bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos
suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y
llenábamos de sentido sus vidas compartidas. Tenemos dificultad para presentar al
matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un
peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los
fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus
límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se
rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a
pretender sustituirlas.
54. En esta breve mirada a la realidad, deseo resaltar que, aunque hubo notables
mejoras en el reconocimiento de los derechos de la mujer y en su participación en el
espacio público, todavía hay mucho que avanzar en algunos países. No se terminan
de erradicar costumbres inaceptables. Destaco la vergonzosa violencia que a veces
se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que
no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La
violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos
matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en la
grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la
desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman
las decisiones. La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales ,
donde la mujer era considerada de segunda clase, pero recordemos también el
alquiler de vientres o «la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino
en la actual cultura mediática»[42]. Hay quienes consideran que muchos problemas
actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer. Pero este argumento
no es válido, «es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo»[43]. La
idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se
superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se
desarrolle un ejercicio de reciprocidad. Si surgen formas de feminismo que no
podamos considerar adecuadas, igualmente admiramos una obra del Espíritu en el
reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos.
Seguimos con una mentalidad binaria, pensamos “el humano es un compuesto de cultura y
naturaleza”. ¿La naturaleza sería el don de Dios y la cultura lo propiamente humano? Lo humano se
manifiesta también en otros géneros, ¡existe!