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Una escuela inclusiva implica construir una cultura de RESPETO Y ACEPTACIÓN AL OTRO, se
ha asociado generalmente a la discapacidad, pero trasciende las necesidades educativas
especiales y se convierte en un concepto abarcante de la naturaleza humana. La educación
intercultural, la educación que promueve la igualdad de géneros, la educación en la
ruralidad y las apuestas que pretenden responder a las necesidades educativas especiales
o a las necesidades específicas de apoyo educativo responden a los principios de la
educación inclusiva. Por tal razón hablar de educación inclusiva no es hablar de una ruta
trazada per sé para lograr el acceso, participación, adaptación y permanencia de los
estudiantes “diferentes”, por el contrario HABLAR DE INCLUSIÓN ES RECORRER UN CAMINO
INACABADO DE RUPTURA DE LOS ESTÁNDARES SOCIALES a los que estamos acostumbrados
para apostar a una construcción social que posibilite el cambio y movilice procesos de
transformación donde se asuma el presupuesto básico de la dignidad humana
independiente de las características personales de los sujetos.
La inclusión educativa implica generar nuevas rutas, estrategias, metodologías y didácticas
con el fin de asumir que, si el mundo es diverso y plural, la escuela es el escenario donde
debemos aprenderlo.
Para avanzar en este reto es menester trabajar con todos los actores implicados en el acto
educativo, pero muy especialmente con los docentes. Encontrarse con la diversidad de
lenguas, capacidades, creencias o cosmovisiones se convierte en un elemento retador y
difícil para el maestro, por tal razón responder a la diversidad del alumnado implica abordar
este fenómeno desde el paradigma de la complejidad, profundizando en la comprensión de
la naturaleza humana; pero en primer lugar se debe asumir la posición de humanidad del
maestro, se le debe reconocer como sujeto atravesado por una historia, una experiencia,
unos paradigmas y unas construcciones. Desde mi perspectiva la revalorización del rol
docente es el primer paso en la construcción de una escuela distinta que responda a los
ideales de la inclusión escolar, este reconocimiento se verá reflejado en la valoración del rol
del profesor y por supuesto en la formación continua y permanente que le facilite su
accionar; este cambio es el primer paso para lograr un clima de centro educativo inclusivo
que responda a la normativa internacional y nacional de la educación con calidad para todos
y todas.