Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
probablemente, uno de los sueños utópicos más antiguos; tanto para escritores como para
críticos, una clasificación cerrada y determinante es, además de árida, innecesaria para la
comprensión del fenómeno literario. Podría decirse que la teoría literaria se origina a partir
de la tendencia cientificista de los siglos XVIII y XIX, alimentada por el surgimiento del
positivismo, cuya pretensión fue, entre otras, equiparar el quehacer humanístico con el
los llamados géneros mayores (novela, cuento, poesía, teatro, discurso), considerados como
únicos representantes de las “bellas letras” y de este modo, se excluyó en el estudio formal
a otras formas escritas o textos que orbitaban alrededor de estas categorías fijas.
Hacia finales del siglo XIX y durante el XX, surgieron voces que problematizaron
este sistema y fomentaron el análisis de aquellos géneros que, si bien formaban parte de las
expresiones humanas desde hace siglos, no habían sido atendidos en dicha disposición
arbitraria. Entre estas prácticas de escritura podemos identificar los llamados “no
1
ficcionales”1 como la autobiografía, las memorias y el ensayo (entre otros, como los
2017, 452), cuya capacidad de relacionalidad establece conexiones con otros tipos de textos
literarios, pretendo analizar algunos vínculos que revelan la oscilación entre escritos tan
que implica que pueden contaminarse2 (en el sentido más amplio y positivo de la palabra),
Kurt Spang asegura que una de las dificultades del estudio de los géneros literarios
es que “algunos tienen varios siglos a sus espaldas y por tanto han ido modificándose y
adaptándose a las necesidades de cada época” (Spang 2000, 7). Esto implica que no pueden
pues en realidad suelen cambiar con el paso del tiempo y el espacio: de un siglo a otro, de
1
Entiendo como género no ficcional aquel que postula un vínculo con la realidad extratextual implícita o
explícitamente, ese vínculo es aceptado por el lector y crea expectativas de lectura específicas (como que el
texto sea verosímil, con apego a acontecimientos comprobables o que surge a partir de una experiencia
personal de un autor comprometido éticamente). Este término ha sido discutido por un importante número de
autores. Sin embargo, considero que en los géneros no ficcionales existe un pacto de lectura contrario al pacto
de ficción, en el que el lector sabe que lo que se cuenta es una “creación” que no tiene un referente exacto ni
comprobable en el mundo fuera del texto y el lector es consciente de que los hechos presentados en el texto
no son, ni fueron “reales”.
2
Hay dos acepciones sugerentes en el Diccionario de la Real Academia Española sobre “contaminar”:
“Alterar nocivamente la pureza o las condiciones normales de una cosa o un medio por agentes químicos o
físicos” / “Alterar la forma de un vocablo o texto por la influencia de otro”. En la primera definición, se
presenta un valor negativo de la contaminación, pero también se da por sentado que existe un estado de
pureza o normalidad de lo existente en el mundo (esta valorización es cuestionable, ya que se conoce que
ningún ser, objeto o incluso pensamiento existe aisladamente); en la segunda, más fértil, se reconoce la
posibilidad de cambio (evolución tal vez) de un texto por influencia o contacto con otro. En ambas nociones,
es evidente que es necesaria la intervención de un elemento distinto al inicialmente dado, y que el resultado es
algo nuevo, diferente. Disponible en: https://dle.rae.es/?id=AU1m1dd [Última consulta: 24/05/2019].
2
una civilización a otra, tienen una función y una expresión diferentes: el contexto, las
expectativas de una sociedad determinan las formas literarias y les atribuyen expectativas
distintas.
procedente del origen del primero y los antecedentes de la segunda: los Ensayos de Michel
de Montaigne, debido a que el humanista francés inaugura una nueva forma de concebir e
interpretar el mundo:
mundo: a partir de los ensayos, el hombre reconoce la posibilidad laica de escribir en torno
humano” (en los dos sentidos en que “ser” debe comprenderse, es decir, como la
circunstancia del ser-existir como humano) se reconoce como fundamental para lo que
la autobiografía moderna.
autobiografía”:
3
natural, desnudo e ingenuo, y nos entrega en los Ensayos sus confesiones
impenitentes.
Los Ensayos serán uno de los evangelios de la espiritualidad moderna.
Desligado de toda obediencia doctrinal, en un mundo en vías de creciente
secularización, el hombre de la autobiografía se impone como tarea el sacar a la
luz las partes más recónditas de su ser. La nueva época practica la virtud de la
individualidad, particularmente apreciada por los grandes hombres del
Renacimiento, defensores de la libre empresa tanto en el arte como en la moral,
en las finanzas, la técnica o la filosofía (Gusdorf 1991, 12).
configuración del hombre moderno, debido a que vincula la tradición occidental del
paradigma del hombre en la Tierra y las nuevas formas de pensamiento ilustrado propician
La posibilidad de escribir sobre la experiencia propia abre camino para la configuración del
en un tono de confianza y reflexión. Así se observa que muchos de los ensayos, de carácter
diálogos también con la vida del autor. Si lo comprendemos de esta manera, descubrimos
3
Entiendo el concepto de “acto autobiográfico” como el impulso personal por el conocimiento y
reconocimiento de la vida; es una acción reflexiva en la que el sujeto, consciente de su individualidad, decide
hacer una valoración de su trayecto vital apartada de la justificación o confesión religiosa para comprender su
lugar en el mundo con fines civiles o seculares.
4
un origen previo de las autobiografías modernas: los Ensayos fundan los géneros
cercana con una realidad externa y que, generalmente, se basan en experiencias personales.
En el siglo XX, Philippe Lejeune, uno de los más dedicados estudiosos de la teoría
autobiografía y propuso una definición basada en una serie de oposiciones entre los textos
retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis
-Hay una correspondencia entre “la identidad del autor (cuyo nombre reenvía a una
Por otro lado, el ensayo se diferencia en su forma (no es una narración pero sí un
enunciadas no deben ser cumplidas en su totalidad necesariamente, por tanto, pueden darse
excepciones. Esta definición es mucho más abierta en comparación con las clasificaciones
géneros tan cercanos pueden ser de carácter subjetivo: en el entendido de que se trata de
advertir segmentos de oscilación o nociones compartidas por uno o más tipos de texto, y
con esta comprensión, se evidencian los límites difusos entre, por ejemplo, el ensayo, la
autobiografía y las memorias. En primera instancia, los tres géneros tienen un génesis
cognoscitivas.
Karl Weintraub señala que “la autobiografía parte del supuesto de que es el propio
escritor el que está tratando de reflexionar sobre el ámbito de experiencias de su propia vida
interior, o sea, que el autor es alguien para quien la vida interior es importante” (Weintraub
1991, 19); por tanto, la autobiografía surge a partir una vida individual y se conduce en el
la justificación de ese paso por el mundo. Se trata de un yo que se narra a sí mismo para,
El ensayo brota de la perspectiva personal, que es una de las expresiones del yo,
6
lecturas, un espacio de diálogo, y se constituye así como experiencia de
experiencias, escritura de lecturas y lectura de escrituras (Weinberg 2014, 27).
retrato del individuo, así como del proceso de pensamiento que deviene en meditación del
contexto histórico, geográfico y social, se entrelaza con algunas de las motivaciones del yo
intereses, incluso los defectos y los temores del ensayista por medio del estudio riguroso de
realidad.
para la reflexión del mundo se vuelca en torno a la individualidad del héroe romántico.
cosificación del mundo y del hombre, los románticos viran la mirada hacia la vida interior
del sujeto, hacia su dimensión espiritual” (Garzón 2017, 126); no obstante, esto no implica
una pérdida del lugar del ensayo, sino una mayor vinculación en la época romántica con la
Los trabajos de Montaigne son determinantes en este periodo, pues “más allá de las
Tanto la autobiografía como el ensayo son géneros en los que la presencia (implícita
relaciones extratextuales de los individuos con la obra literaria. Para el ensayo, estos lazos
Montaigne abre la posibilidad de diálogo entre el autor y sus lectores desde las primeras
páginas de sus Ensayos: “El autor al lector. Este es un libro de buena fe, lector […] Así,
lector, sabe que yo mismo soy el contenido de mi libro, lo cual no es razón para que
emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladi” (Montaigne 1912, LXV-LXVI). La
relación entre el escritor francés y sus lectores llega a ser tan íntima que el lector pasa a ser
punto tal, que apelará directamente al interés del primero para su mayor comprensión.
En los géneros no ficcionales, la presencia del “otro” se ratifica con mayor fuerza
“el pronombre personal yo remite al enunciador del discurso en el que figura el yo; pero
este enunciador es él mismo susceptible de ser designado por un nombre (se trate de un
8
nombre común, determinado de maneras diferentes, o de un nombre propio)” (Lejeune
1991, 51). Así pues, al corresponder el nombre del autor con el del narrador, la expectativa
de significados en el texto mismo; para Juan Eduardo Tesone, “nuestro nombre propio es
inseparable de nosotros mismos, es la esencia de la persona” (Tesone 2016, 25), por esto, el
escrito firmado con el nombre propio del autor se corresponde con el narrador y con el
personaje y adquiere, de esta manera, una doble dimensión: como expresión escrita (como
sus palabras. El ensayista se presenta como el aval del proceso de reflexión que se está
llevando a cabo” (Weinberg 2014, 26); el autor enlaza su proceso de escritura con la
que conlleva una historia familiar, social y, fundamentalmente, escritural: concatena este
escrito literario con los otros (muchos o pocos) resultados de su quehacer creativo y con la
garantía jurídica de que su nombre pertenece a un ser con existencia real y legal en su
contexto.
ético- político que supone una doble responsabilidad: al firmar, el yo responde de sí mismo
ante el otro, y esa misma lógica de alteridad implica que el texto firmado es también un
4
Citado por Celia Fernández Prieto en “¿De qué hablamos cuando hablamos de autobiografía?”.
9
legado al otro que no se limita a recibirlo, sino que debe confirmarlo y asumir su parte de
en su escritura y compone un relato con un sentido para sí mismo, pero que también
implica a un lector a quien dirige su narración; ese segundo participante dialogará de forma
forma, el lector sigue el camino de escritura plasmado por el autor en su autobiografía para
texto.
lo que Bajtín llamó valor biográfico: aquello que en cada relato, en cada puesta
en forma de la vida –de lo verbal al audiovisual– interpela tanto al narrador
como al narratario respecto de su propia existencia en términos éticos, estéticos
y hasta podríamos decir, políticos. Es esa comunión fugaz, esa virtual sintonía,
lo que seguramente alimenta el deseo sin pausa de asomarnos a las “vidas
reales”, aunque sepamos de lo vano del intento, de lo inasible de esa realidad,
del carácter inevitablemente ficcional de todo relato (Arfuch 2013, 51)
Es decir, para la estudiosa argentina la función del lector va más allá de la verificación de
datos o una lectura pasiva en que la persona observa lo plasmado en el texto; para este
tiene un papel activo de diálogo y reconocimiento del proceso de pensamiento, incluso una
Como los géneros del yo forman parte de las narrativas “donde el yo se enuncia
para y por otro –de maneras diversas, también elípticas, enmascaradas–, y al hacerlo pone
10
en forma –y, por ende, en sentido– esa incierta vida que todos llevamos, cuya unidad, como
tal no existe por fuera del relato” (Arfuch 2013, 75); algunas de las estrategias empleadas
por el autor para dar un grado de confiabilidad a su texto, evidencian una relación diferente
entre los géneros autobiográficos y la ficción. En este tipo de textos no se establecen pactos
de semejanza o diferencia con la realidad, sino pactos de lectura y ética extratextuales que
Del mismo modo, en el ensayo siempre está presente lo que llamaría Liliana
Weinberg, “una exigencia ética de buscar la verdad” (Weinberg 2014, 23): no se trata de
una “verdad trascendente” o filosófica, sino de una “verdad en construcción, que busca una
nueva forma de garantía en el propio despliegue del acto enunciativo” (23). La fiabilidad de
posibles lectores. Se vincula, asimismo, con la promesa de “buena fe” que declara el
escritor, la cual:
exploración de una forma de sinceridad más allá de una verdad científica. En esta búsqueda
11
confianza del lector a quien dirige sus reflexiones, para garantizar la carencia de “engaños”,
Para Gusdorf,
Esta implicación del estilo también abre la puerta a la posibilidad de que los recuerdos
nos encontremos ante dichos que no se apegan completamente a los hechos establecidos
con el propósito de encontrar en su obra una justificación personal; en este sentido, dista
Generalmente, las memorias tienen una “función documental, una vinculación con la vida
pública y social, con los acontecimientos y personajes históricos de una época […] el
hecho de estar referidas a acontecimientos externos al escritor que los ha vivido, con
12
trascendencia en otras personas (Puertas Moya 2003, 32). El punto de vista del
intimidad” (1996), donde analiza los niveles de relación del sujeto con su entorno,
espacio privado (el entorno más cercano al individuo, la familia), mientras que el sujeto
literaria es posible ver el pasado desde una perspectiva más humana, como lo propone
Ortega y Gasset: “el encanto de las Memorias radica precisamente en que veamos la
historia otra vez desecha en su puro material de vida menuda […]. En las Memorias vemos
marco de las reflexiones abocadas en el entorno, tal como sucede en la formulación del
cavilaciones del autor también como testamento para la historia (con minúscula, no oficial,
incompleta, cuestionable, que invita al diálogo) y como invitación para los posibles
lectores.
memorialista comparten algunos intereses comunes: “El hombre que emprende la escritura
13
de sus memorias se figura, con total buena fe, que está haciendo tarea de historiador, y que
las dificultades, si encuentra algunas, podrán ser vencidas gracias a las virtudes de la crítica
y experiencias que formaron su pensamiento y su historia personal, con el fin de dar mayor
certidumbre a su texto: regresamos a los actos de buena fe, en que el escritor hace un
la voz individual para dar constancia de una perspectiva distinta a los discursos establecidos
por la Historia (con mayúscula). En este sentido, son fuentes alternativas de conocimiento
que, en lugar de centrarse únicamente en el yo como centro del discurso, se abren al espacio
público y a los acontecimientos relevantes de una sociedad, para, a partir del uno mirar al
todo. Con Montaigne, el ensayo adquiere una dimensión mayor a la individual en la que
“logra vincular una larga herencia cultural albergada en sus lecturas con una nueva
la búsqueda abierta de nuevos órdenes del conocimiento y del sentido” (Weinberg 2014, 9).
igual que en las memorias, el yo es necesario, pues, en muchos casos, impulsa el discurso y
lo atraviesa como hilo conductor. Sin embargo, para Anna Caballé “la autobiografía viene
alimentada, en su origen, por esa fuerza testimonial de quien quiere comunicar a otros la
14
singularidad de una experiencia tan propia como expresable” (Caballé 2004, 11), es decir,
hace de la individualidad el motivo de su escritura; por otro lado, “en las memorias, el
hecho externo se traduce en experiencia consciente, la mirada del escritor se dirige más
hacia el ámbito de los hechos externos que al de los interiores. Así, el interés del escritor de
los recuerdos más significativos” (Weintraub 1991, 19). Esta oposición, interior-exterior,
las experiencias en tanto que humanas y dar sentido al espacio del yo en el contexto de la
sociedad.
apertura al espacio público” (Weinberg 2017, 453). Este género tiene la capacidad de
establecer conexiones con otros tipos de textos, para enriquecer tanto su propio discurso
como la autobiografía y las memorias apelan a nuestra humanidad, nos hacen sentir atraídos
a conocer las vidas de los escritores, pues compartimos con ellos “la conciencia de finitud y
el deseo de trascender” (Amaro, 23), de algún modo apelan también a nuestro conocimiento
del mundo, a nuestra experiencia vital y a lo que hemos experimentado a partir de otras
varios siglos desde su aparición. El ensayo, género oscilante y en movimiento, nos hace la
15
invitación de adaptar nuestra vida también y de expresarla de una forma enriquecida para
Bibliografía
Amaro, Lorena. Vida y escritura: teoría y práctica de la autobiografía. Chile: Universidad Católica
de Chile, 2009.
Arfuch, Leonor. Memoria y Autobiografía. Exploraciones en los límites. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica de Argentina, 2013.
Castilla del Pino, Carlos. «Teoría de la intimidad.» Revista de Occidente, nº 182-183 (1996): 15-31.
Fernández Prieto, Celia. «De qué hablamos cuando hablamos de autobiografía.» Quimera, nº 240
(2004): 18-21.
Garzón, Libertad. El ensayo en clave literaria. Vol. I, de El ensayo en diálogo, de Liliana Weinberg
(Coord.), 119-132. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2017.
Montaigne, Michel de. Ensayos. Tomo I. Paris: Casa Editorial Garnier Hermanos, 1912.
Ortega y Gasset, José. «Sobre unas memorias.» En Obras completas III, de José Ortega y Gasset,
588-592. Madrid: Revista de Occidente, 1966.
Puertas Moya, Francisco Ernesto. Como la vida misma. Repertorio de modalidades para la
escritura autobiográfica. Salamanca: Editorial Celya, 2003.
16
Tesone, Juan Eduardo. En las huellas del nombre propio. Lo que los otros inscriben en nosotros.
Madrid: Biblioteca Nueva, 2016.
Weinberg, Liliana. El ensayo en busca del sentido. Madrid: Iberoamericana Vervuert, 2014.
Weinberg, Liliana. El ensayo: un género sin residencia fija. Vol. II, de El ensayo en diálogo, de
Liliana Weinberg (Coord.), 449-461. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2017.
17