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HACIA DÓNDE VAMOS?

“Durante las últimas tres décadas del siglo XX, con el surgimiento del credo neoliberal, la
destrucción de los ecosistemas y de la biodiversidad ha alcanzado niveles desconocidos en la
historia de la humanidad, al tiempo que la acumulación de riquezas financieras en cada vez menos
manos ha alcanzado proporciones obscenas”, afirmación del economista chileno Manfred Max-
Neef en “La economía desenmascarada” que invita a reflexionar sobre el peligroso rumbo de
nuestro planeta, y a preguntarnos si los países miembros de la ONU tendrán la voluntad política de
enderezarlo a partir de la cumbre sobre desarrollo sostenible de septiembre en Nueva York.

Max-Neef nos recuerda que la vida es una inacabable secuencia de bifurcaciones, que por ejemplo
el mundo de hoy no es el de Francisco de Asís, quien describía uno donde el amor no solo era
posible, sino coherente y con un significado universal, el que hablaba de hermano sol y hermana
luna. Pero tomamos el camino del astuto Maquiavelo, quien predicó que era mucho más seguro
ser temido que ser amado, práctica insolidaria general de las élites económicas en todo el planeta.

Debido a la creciente inequidad en el mundo, el crecimiento económico beneficia cada vez a más
pocos, a los ya adinerados, y como sucedió con la crisis del 2008 (un paquete de rescate para la
banca privada de cerca de 17 billones de dólares), son los pobres y la clase media quienes tienen
que pagar el precio más alto. Y este panorama de crecimiento económico sustentado en el
codicioso paradigma de la acumulación de riqueza, el de la sobreproducción justificada por si
misma más que por satisfacer necesidades, agravado por el acelerado crecimiento demográfico,
está minando los valores humanos y la capacidad del planeta para sustentar la vida.

Hoy nos enfrentamos a grandes desafíos: contaminación, calentamiento global, reducción de la


capa de ozono, acidificación de los océanos, deshielo de glaciares, agotamiento de la energía
barata de los combustibles fósiles, además de otros recursos naturales vitales como el agua
potable, creciente pérdida de biodiversidad (hoy se extingue el rinoceronte blanco), corrupción
cada vez mayor, decadencia de los sistemas educativo y sanitario, tercerización y degradación de
las condiciones laborales, hiper-consumismo, hiper-individualismo, desdén por la vida.

Urge, como lo menciona Max-Neef, reversar el proceso de deshumanización actual, reemplazar los
valores antropocéntricos dominantes de codicia, acumulación y poder, por los biocéntricos de
solidaridad, cooperación y bien común. Debemos cambiar para preservar la vida.

Resulta alentadora y gratificante la coincidencia de lo manifestado por Max-Neef con la última


encíclica del papa Francisco, “Laudato Si”, sobre el cuidado de la casa común, un llamado por el
respeto ambiental y la dignidad humana. En ella menciona que tomó el nombre de Francisco
porque en él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la
justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior: “Hoy creyentes y no
creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos
deben beneficiar a todos”, “El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y
la inclusión social”.

P.D.: Pese a que somos el país con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado del mundo, en el
PND se vulneran los páramos, nuestros santuarios ecológicos, con las llamadas licencias exprés
que permitirán a las transnacionales mineras su explotación, en tanto el Ministro de Ambiente
Gabriel Vallejo aprueba la nociva técnica de extracción petrolera conocida como “fracking”.

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