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Veïns i veïnes, visitants, turistes i transeünts.

Escolteu
tots!!

Us vinc a pregonar amb alegria la gran noticia que


comença la festa major d’aquesta ciutat, la meravellosa
ciutat de Barcelona.

Una festa que trenca la rutina quotidiana. I amb la festa


arriben somriures, petons, records i moltes coses més.

Pero, antes que nada, os digo a todos: vecinos, vecinas,


visitantes, transeúntes, turistas o incluso cronistas: no me
conocéis. Soy la pregonera de estas fiestas de la Mercè
pero no soy de aquí no soy barcelonesa. Me tengo que
presentar.

Soy Manuela Carmena, ex alcaldesa de Madrid. Madrileña


por los cuatro costados pero enamorada irremisiblemente
de Cataluña y de Barcelona. Y empeñada, eso sí, en unir
como sea, y para siempre, estas dos grandes ciudades del
sur de Europa. Madre madrileña, hija de abuelos
pasteleros nada menos que de la muy castiza calle Toledo,
en el corazón de Madrid, que, como dijo el poeta, es el
rompeolas de todas las Españas. Españas diversas,
distintas, con esencias nacionales propias, que han de
respetarse y valorarse desde sus diferentes identidades.

Por eso, vecinos y vecinas, transeúntes, visitantes todos,


tengo que daros las gracias a todos por estar aquí y, en
primer lugar, a este Ayuntamiento de Barcelona, que me ha
permitido, nada menos, que ser pregonera de la Mercè del
2019.

Por eso hoy os convoco a todos a la fiesta, a la fiesta


mayor de la ciudad de Barcelona, a la fiesta del encuentro,
de los recuerdos, de las risas, de las sonrisas, de los
estrenos, de las sorpresas. Bendita fiesta que rompe la
rutina de todos los días.

Con deleite, profundizo en esta fiesta vuestra y de dónde


viene. Ha quedado ligada a la advocación de la virgen de
la Mercè. A lo largo la historia las advocaciones siempre
han respondido a valores. Qué importante resulta ahora
esa advocación. Qué importante, me parece a mí, el valor
del concepto de la merced, que es el de la acogida, el de la
compasión, el de la ayuda a quien más lo necesita. Estoy
segura que también lo compartís.

Estem de festa!! La fiesta siempre trae alegría, pero es


nueva para cada uno y cada año llega distinta. En este
2019, a veces parece que el mundo olvida la grandísima
conquista de la humanidad: los Derechos Humanos. Por
eso, esta bendita fiesta mayor de Barcelona llega como
campeona de la compasión, ese valor positivo del
desarrollo de la humanidad, que si siempre se necesita, se
necesita ahora mucho más para redimir del cautiverio
absurdo del egoísmo y la crueldad en la que se encuentran
tantos países y tantas sociedades. Y, lo que es peor, en la
que han caído tantas conciencias, que cierran los ojos ante
esa oleada de hombres, mujeres y niños que mueren al
borde de las asesinas fronteras del mar y los muros.
Solamente la empatía, el respeto y la consideración de
unos con otros, nos permite crecer como seres humanos.

Vecinas, vecinos, visitantes, transeúntes, turistas todos y


todas los que abrís vuestros oídos y mentes para escuchar
este anuncio. Vuestra fiesta es una fiesta de otoño, de ese
otoño que tiñe las hojas del color dorado. Pues bien, deseo
que vuestra fiesta se vincule con la fiesta mayor de Madrid,
el 15 de mayo. Es otra fiesta de temporada, fiesta de la
primavera, cuando brota de nuevo la vegetación. Aquí la
Mercè, allí el Isidro. Un patrón de Madrid que es un
campesino de alpargatas y manos enrojecidas, que nada
tiene que ver ni con las altas burocracias ni con el poder.
Un Madrid sin mar que en su fiesta mayor canta a un rio
chiquito, que ahora vuelve a discurrir entre la vegetación y
a donde han vuelto las aves. Un Madrid que quisiera ser
capital de la ecología y los huertos urbanos…en sintonía
con vosotros, que habéis liderado tantas innovaciones.

Tuve la inmensa suerte de vivir dos años aquí. Era otra


Barcelona, la Barcelona de los años 60 del siglo pasado.
Como antes os decía, me enamoré de vuestra ciudad. Era
ya muy bella entonces, aunque la hayáis mejorado tanto
después.

Llegué a Barcelona en el año 1966 y vuestra ciudad era,


como ahora, una ciudad emprendedora, progresista,
ilustrada y abierta a Europa. Eran los años oscuros de la
dictadura de Franco. Mi marido y yo éramos estudiantes
represaliados expulsados de la universidad de Madrid. Se
me impidió acabar mi carrera de derecho en Madrid y la
terminé en Valencia, donde solo fui a hacer los exámenes
finales. Mi marido tuvo que cursar los dos últimos de su
carrera de arquitectura aquí, en Barcelona (en una
Barcelona modernista y modernísima que me acogió con
los brazos abiertos a pesar del oscuro momento histórico
que había). Todavía estudiante, tuvo ya la oportunidad de
trabajar en alguno de los grandes estudios de arquitectura.
Su expulsión fue lógicamente un trauma familiar. Sin
embargo, siempre ha valorado su paso por Barcelona para
su carrera.

Él aun de estudiante y yo, recién licenciada, no vinimos


vivir a Barcelona. Disfrutamos. Os conocimos y conocimos
a vuestras gentes y vuestras tradiciones. Nos deleitamos
con vuestras Ramblas, con vuestro parque Güell, con el
gran Montjuic, con la inacabada Sagrada Familia, pero a
su vez conocimos, y me atrevo a decir que también
participamos, en esa lucha constante a la que se enfrentan
las ciudades para ser más justas, más solidarias, para
superarse siempre a sí mismas, construyendo una ciudad
mejor para todos.

Recuerdo bien lo que quizá muchos de vosotros,


barceloneses y barcelonesas jóvenes, no recordáis ni
llegasteis a conocer: en Barcelona había chabolas. En
concreto, me refiero a la gran barriada de chabolas que era
el suburbio de la “Bomba”. Ese mar de chabolas, ese
suburbio también era Barcelona.

Pero al hablar de la “Bomba”, de lo que era ese gran


suburbio que yo conocí en el año 1967, no puedo dejar de
hablar de algunas de las personas que encontré allí. Casi
todos ellos habían venido de Jaén. Eran campesinos sin
futuro que habían encontrado en Barcelona la patria del
pan. Tuve la inmensa suerte de ser amiga de muchos de
ellos. Lo fui sobre todo de una mujer sublime. Se llamaba
Pura, era una madre coraje. Analfabeta, reina de su
chabola, madre de familia administradora de la pobreza,
luchaba por los derechos que se le hurtaban. A mí, joven
veinteañera, me enseñó más de la vida que mis verdaderos
maestros. Pura fue detenida en una celebración del 1 de
mayo en Torre Baró. Estuvo en la cárcel. Tuve la suerte de
ser su abogada y de verla descubrir, en su tedioso tiempo
vacío de presa aprender a leer sin que nadie le enseñara.
Lo hizo copiando las etiquetas de los botes que tenía a
mano. También conocí su capacidad de dar vida desde la
cárcel a toda una generación de bonitas muñecas de
ganchillo, que acababan en una deliciosa y progresista
juguetería de la calle Aragó.

Y de la Barcelona de entonces también era aquel antiguo


Juzgado de guardia, en donde algunos abogados
intentábamos rescatar a tantos de aquellos que estaban
encausados por haber escrito o dicho lo que no “debían”,
digámoslo hoy entre comillas. Eran cautivos del odiado
Tribunal de Orden Público. Allí conocí a tantos que han
sobresalido felizmente en democracia. Ahí conocí, y con
tanto cariño recuerdo, a Montserrat Roig, que sería esa
gran escritora catalana que fue joven siempre, porque la
cruel enfermedad no la dejó envejecer

Las ciudades siempre se han de configurar como núcleos


vitales, locomotoras de los territorios a los que se vinculan
y sirven.

Las ciudades aparecieron en el mundo como núcleos


solidarios para defenderse de los poderes feudales Hoy
día, más de cinco siglos después, las ciudades siguen
siendo unidades absolutamente determinantes en la vida
contemporánea del mundo actual.
Las ciudades han incorporado derechos ciudadanos que ni
tan siquiera aparecen recogidos con nitidez en nuestro
ordenamiento jurídico como tal, pero que ya forman parte
de la doctrina internacional y entre los que se encuentra el
mantenimiento de la identidad de las ciudades, su identidad
cultural y urbanística, y también diría yo la identidad de su
esencia, de su talante.

Fiesta mayor de la ciudad de Barcelona, sustento necesario


para que la ciudad sepa que tiene que reencontrarse con
su identidad, para anudar los desgarros, superar lo que se
enfrenta en su seno porque la verdad siempre es poliédrica
y sabemos que cuando tiene que ver con nuestras
emociones nos cuesta arrancarla del corazón.

En el 2016, colgada de las ventanas de una empresa de


publicidad de la Gran Vía de Madrid, apareció una gran
pancarta blanca. Se desplegaba a modo de armisticio en la
guerra de banderas desatada entre nuestras dos grandes
ciudades. En la blanca pancarta solo se leía un verbo:
“parlem”. Es una actitud y una conducta. Pronto, en sus
oficinas ce Barcelona, la misma empresa desplegó el otro
cartel paralelo igualmente necesario: Hablemos! Cuántos
de esos gritos hubiéramos necesitado. Cuantos seguimos
necesitando.
Parlem! Qué belleza de este vuestro idioma, tan rico tan
preciso, con una entonación, con una música que a mi me
parece un encaje de blonda tejido con los miles de hilos de
vuestras cuerdas vocales. Hablar, escuchar son verbos que
describen la esencia de la democracia. Esa democracia
que nos trajo la libertad y que no podemos dejar de mimar
y cuidar. Cuidar la democracia como cuidamos a los
nuestros a nuestros amigos a nuestros quereres. Cuidar lo
público es cuidar lo de todos y hay que hacerlo con interés
inteligencia y respeto a nuestras normas a nuestras reglas
que han de ser los protocolos de nuestro comportamiento.
Como os decía antes, me hubiera gustado poder pregonar
vuestra fiesta en vuestra lengua, pero no siempre es
posible tener la suerte o la habilidad de hablar bien varios
idiomas. Desgraciadamente no la tengo. Durante mi
estancia en Barcelona, me esforcé en entender bien el
catalán. Eso lo logré, pero no así hablarlo, que no lo
conseguí. Aunque no podamos hablar un determinado
idioma siempre podemos quererlo y admirarlo. Siempre
quise y admiré al catalán. Siempre dije a los que estaban
cerca de mí que deberían quererlo y admirarlo.

Sí, parlem, siempre parlem, si siempre parlem. Si,


hablemos, y que la fiesta nos permita vernos a cada uno de
nosotros con los ojos de los demás, que la música y la
poesía de los otros nos permita escucharla y bailarla como
si fuera nuestra. Que la fiesta permita la eclosión de todas
nuestras emociones-Que la fiesta permita que todas
nuestras emociones se anuden y enlacen en este todo de
esta ciudad. Ciudad única avanzada siempre a su tiempo y
a su historia. Esta ciudad que se abrió al mar y que ahora
se tiene que abrir a un mar diferente; al mar de las olas
desordenas que se levantan en tiempos de tormentas.

Hay que hablar y escuchar, pues esa y no otra es la


identidad de esta ciudad siempre deseada y deseable.
Barcelona ciudad sin exclusiones. Barcelona ciudad
mágica ciudad querida por todos y por tantos.

Viva la ciudad de Barcelona!!

Bones festes de la Mercè!!,

Moltes gràcies!!

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