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IDEAS Y POEMAS

Más de cien relatos poéticos

Adolfo Medina Macías

A mi mujer María Virginia


Mis hijos Adolfo Simón, Jacobo Elías,
Juan David, Isaías Ricardo, Carlos Eduardo
A mi hija María Esther a mis nietos Elián y Paulo David,
a mis nietas Luna y Amelia,
A mis familias ampliadas,
La mía y la de mi esposa y las de mis hijos.
Adolfo Simón Medina Macías

Nació en Barquisimeto, Venezuela, un 28 de


septiembre de 1948, un día Martes a las 3:00 am.
Ve la poesía, libre, sin ataduras. Los cambios iniciados en
la Física en 1905, sacudieron los cimientos de la ciencia y
la filosofía, comenzando una era de cambios cada vez más
asombrosos, al final de esta tormenta emerge una figura:
el ser humano creador de toda experiencia, con el cual
todo es posible, sin él nada lo es.

Hoy, el mundo es otro, los cambios generados en el


quehacer humano colocan la vida en otro nivel, el mundo
y el conocimiento están a una distancia no mayor de
2cm. Y sin embargo la gente no mira a su alrededor, le
han puesto gríngolas a su mente y la han cercado, su
zona de confort se ha vuelto prácticamente impenetrable.
Hoy por hoy el ser humano lee lo que le dicen que lea
porque se le olvidó lo que significa Leer, por eso coloco
esta frase de Sara Sefchovich, muchísimas Gracias Sara
por esas palabras. Están en hachedesilencio.net

Lo que sucedió usted lo sabe:


Aprendí a leer y mi soledad encontró compañía,
El silencio se pobló de voces,
El vacío se llenó de fantasías.

Siempre tuve interés por la poesía, de pequeño siempre


iba a casa de mi Tío Francisco a leer libros, usando como
criterio mi intuición para determinar si me interesaba o
no. Alguien me dijo una vez, escribe y con el tiempo lo
hice en papeles y servilletas, muchas fueron desechadas,
otras quedaron porque me gustan. Los temas son el
silencio fundamento de la música, la soledad que todos
sentimos en algún momento, las montañas por su magia,
y el amor, fuente de todo. He colocado un cuento o
mejor dicho un pequeño relato que se me llegó cuando
hacía las correcciones, al final.
Un día, uno de esos poemas fue llevado a un
concurso de varias escuelas, por la muy joven sobrina de
un obrero, recibiendo tales elogios que decidieron darle el
primer premio. Cuando supe eso, pensé, por primera vez,
en publicar y llevar mis versos al mundo, y ese es el libro
que tienes en tus manos.
RELATOS EN VERSOS

Más de cien relatos poéticos

Adolfo Medina Macías


I
Abrí...
El postigo de un templo, a medias...
Y quise contemplar la noche,
La luz estalló en el oscuro silencio,
Ya no hubo más templo
Solo quedaron sus bases
Todas las estrellas estaban ahí.

II
Los colores se hicieron armonías.
En el pasado fueron un recuerdo
En el presente son preguntas.
Y en la eternidad, solo la caricia de un beso
De unos labios quedos y ufanos de amor...
En el umbral de un te quiero.

III
Hay momentos...
Que me gustaría tener palabras a flor de piel y...
Conversar contigo del pequeño pájaro cantando allí,
Entre los claroscuros de la tarde,
Más me es difícil salir de unos ojos
Que me abrazan con su mirada clara,
Hoy, todavía los veo grato es saberte en mí.
IV
Día de neblinas en el alma...
Gasa blanca en los caminos
Cercano horizonte, fértil para soñar.
Soles en gotas de rocío
En la morena tierra
Para bebérsela en besos, caricias.

V
Esta neblina bazar de sueños, está cerca...
Sombras son los árboles...los pájaros callan,
Para no agitar el profundo abismo
Que nos separa del mundo.
Una raya en la neblina es el canto del gallo
Dando las horas nona, luego,
Vuelve el silencio, avaro de armonías.
Solo a veces, a los elegidos,
Les brinda regalos
Dulce caricia que cobija la vida
Luz sin sombras en la mirada,
Susurro de hojas entre la brisa.
La neblina se recoge, la montaña asoma sus verdes,
Sus colores, su música, la vida continúa...
Solo ha sido un breve instante.

VI
Hoy, día de los seres que vuelven a los otros reinos,
Viajeros sin tiempo ni escalas ni alcabalas,
Recta vía, sin curvas, tropiezos ni atajos a la otredad...
Metafísica estancia de reposos y sueños
Instante sin medidas ni definiciones
Solo verdad, belleza y bondad.

VII
La lluvia dejó un reguero
De reencarnaciones vegetales,
Renovando el paisaje,
La vida se multiplica en colores y armonías.
Solo el lenguaje queda entre rejas,
Creativo de más rejas, dando una sensación de libertad.
La palabra limita al nombrar, aislando,
Creando una fosa invisible e imperceptible,
Solo franqueable por el que sabe mirar,
Muy pocas escapan al cerco, entre ellas: La Vida,
La Verdad, La Belleza y La Bondad,
Solo cuatro, El Milagro.
VIII
Canto de piedra hermoso, de templo y tálamo...
Donde todo un universo bulle calladamente.
Piedra que tú misma hiciste
Para guardar tú Luz y tú Música.
Ya es tiempo que comiences tu vuelo de alondras,
Ya no más piedras, solo agua pura
Transparentando la Luz y la Música.
Porque eso eres tú
Luz y Música y una hermosa y dulce sonrisa.

IX
Una pequeña abertura entre cuatro líneas
Un pequeño rectángulo dentro de otro…
Un mundo de carbón donde habitan los sueños
Líneas cerradas y abiertas
Símbolos sordos y vibraciones invisibles
Albergando mundos, gentes…
Y otras cosas más banales.
Para aquel que vive en el papel,
El trazo se le hace infinitamente alto,
De allí la intolerancia.
X
Lluvia… a veces por momentos,
Es el sol que derrite las nubes
Para fecundar la tierra.
Llueve… a veces por un largo instante,
Es la tierra seca que quiere reflejar el sol
Llueve… a cántaros, que hasta el silencio se moja
Y se multiplica en gentes, risas y música
Llueve… no hay rayos ni centellas,
Es solo un pequeño dios jugando con la sopa y ríe.

XI
Hoja de papel en blanco
Inmenso mar para cruzar
Sin orillas
¿De dónde viene el viento?
¿De dónde la brisa?
Del aire, afirma el faculto y también el azul, añade
Y de noche allá en la Luna hay brisa también, poquitica,
Pero no hay azul, si también hay sol porque no hay aire…
Con esa palabra, hay, se puede escribir cualquier cosa,
y también decirla.
Esa cualquier cosa puede estar en el mar
Y naufragar o flotar o vivir

XII
Hoy vuelvo a la hoja de papel
Antaño un gran árbol en la selva.
El sol y la luna soñaron sueños de la tierra,
De vuelos, de aguas, de viento.
La luna en la calma del estanque
Dibuja menguante un porvenir.
El sol se hizo mota de luz en la gota de rocío.
Quizás soñó el gran árbol,
Que alguien escribía sobre sus pequeñas cosas,
El canto del pájaro
Y la brisa que acaricia el bigote del tigre.

XIII
Un reloj de muchas horas
Con cadenita…Anclado en alguna parte,
¿Cómo funciona? ¿Tiene alarma?
A lo mejor brilla de noche,
Para qué sirven sus horas si nada son
XIV
Hoy, lápiz de tinta negra escribo cosas nuevas.
Ayer, mañana, hoy fluye mucha tinta,
Casi incontrolable, solo el trazo rápido, permite la
escritura. Hoy, es día de vuelos y reposos,
De rumbo fijo, a cada instante hay uno Nuevo.
Así es

XV
Día de besos y caricias en el alma,
Risa de Elfos luminosos en las gotas de rocío
Ondinas en la lluvia sobre la fecunda tierra
Gnomos guardando tesoros de luz para todos
Salamandras de colores y fuego
Gaia hermosa, siempre…

XVI
Hoy la nostalgia es dulce
Es un vago recuerdo de cosas,
De hechos que ya caducaron
Unas felices y otras no tanto.
Son, el balón aquel, el guante de beisbol,
Los juegos ganados y los perdidos.
Y sobre todo la alegría de jugar,
Hoy, añoranzas
XVII
Sala de espera, consultorio,
Uno a uno,
Cada quien con su vida a cuesta.
Cada quien consigo mismo y su locura
Solo veo salud, la máxima,
Soledades mirándose unas a otras,
Hablando, sonriendo,
Viviendo el sueño, caminando el sueño.
Solo durmiendo sin soñar, palabras, cercos
Y justo ahí
El infinito

XVIII
El silencio llueve, gota a gota
En la palabra, la gente.
En cada calle sin esquinas, redonda,
Vacía de todo
Llena de encuentros, a cada paso,
Con el pasado, ausente en el presente,
Cotidiano, de cualquier día de lluvia
En la tarde de un domingo cualquiera,
Insulso, llueve a cántaros
El mundo entero es un inmenso aguacero.

XIX
Silencios de caña dulce
Entre quebradas de vuelos,
Arreglos de colores, compás de pájaros eternos.

XX
Volví mis ojos de junco y ambrosías
Una noche clara, silenciosa, de soledad y romerías,
Y velando eternidades escuche la lejanía,
Rastros de estrellas y gratas mañanas con olor a mar
En suaves murmullos cobijé
Verbos y palabras,
Shh… la araña teje sus lazos taciturnos.
XXI
Canto de pájaros lejanos,
Es la tarde de un pueblo ausente, lejos,
De este mundo, de cualquier mundo
Canto, Largo, melodioso…
Hace un camino en la soledad,
Lo sigo, me lleva, me muestra cosas
Que no recuerdo cuando vuelvo.
Veo la tarde brillosa,
Todo brilla distinto
La luz está en todas partes
Algo grande ha ocurrido
Veo y miro
Entiendo y sé la Fe
Está conmigo, aquí, siempre, para siempre.

XXII
Soledad… Plena de luz y sonido,
Nunca estás en el recuerdo,
Solo en libertad.
XXIII
Hola…
Y los ojos brillantes
Llenos de luz, dibujaron tu sonrisa
Entre la brisa, escondiendo tú silencio
En la tibia piel de tu figura.
Un valle, lleno de caminos y rodeado de rosas
Fue la presencia de tu piel en mi destino.
Y aquella luz entre la sombras
Fue la caricia de ti.

XXIV
Hoja en blanco fue tu vida frente a la mía,
Árboles y sabanas, quietud de noche buena.
Dulces entre los labios y la palabra
De sábanas y cristales en la lejanía.
Piel tibia entre mis manos,
Suave rumor de piernas que se entrecruzan
Buscando vientos entre la brisa.
Gemidos reposados entre mis brazos
Rumor de besos en los ojos cerrados de tu pecho.
XXV
Martes en la mañana,
Tercer día de la semana
Dos veces dijo Dios, Bueno.
Y el hombre manso y temeroso
Rápido replicó: Amén.
Así fue contado y aceptado desde entonces.

XXVI
Eran estrellas que brillaban
En tus nocturnos ojos
Y tu piel se hizo viento de gaviotas.
Fue tu presencia
un tierno sortilegio de caricias.
Hoy al volver mis ojos
Respiro tu ausencia…
Recuerdo el sueño.
XXVII
Se lavan las cosas, los carros,
Del polvo que llevan,
Recuerdo de calles y días pasados.
Nada presente. Solo el inútil ayer.

XXVIII
Érase una vez el silencio, el relato,
y un tiempo lo hizo historia.
Érase una vez el sentimiento, el recuerdo
Y un tiempo lo hizo eterno
Érase una vez la vida, el viaje
Y un tiempo lo hizo equipaje
Érase una vez el amor, un tiempo lo hizo melancolía
Érase una vez el tiempo
Y ya no pude hallar sino huellas borradas,
Por el silencio, el sentimiento, la vida y este amor
Que siempre me recuerda
Érase una vez……
XXIX
Esos ojos serenos, dulces caricias cuando me miran,
En el desván de un recuerdo lejano,
Y sin embargo cerca, muy cerca de mí,
De mi silencio, lleno de ti y tu sonrisa presente
Como la noche serena, ajeno de vientos y brisas.
Esos ojos, tu cuerpo lleno de soles,
Vientos, caricias, risas.
Y ese quedarme solo en ti, en tu sedosa piel morena de
amor, terciopelo de tus besos.
Palabras, palabras, palabras.
Y tú, palabra inmensa, enamorada, tú y solo tú,
Como tantas cosas que decimos, afirmamos entre
nosotros. Solo mía, quebranto de soledad.

XXXI
El camino, ligero de verbos y palabras
Me lo dijeron tus ojos,
Allá en las estancias de tu alma adolorida de tanta vida.
Por más que brillaban, tu ausencia era presente
En tu querer de ser mujer,
En la ternura de tus deseos, inquietos y traviesos
De niña jugando en los rincones de su alma
No supe que decir, al decir una palabra y un gesto,
Tu soledad se hizo compañera en mis silencios.

XXXII
Sol de mediodía, doble equinoccio,
Escoba de luz, el yagrumo muestra sus canas,
Orgullosas de tierra. También soy alto grita…
El viento lo mece, marcando compases de música,
Bailando con la escoba en este mediodía amontañado.

XXXII
Un papel blanco, callado trazos de líneas,
Sonoro gesto de lomas y barrancos
Pequeños riachuelos buscando mares
Y allá, en el destino, una gaviota,
Dibuja un sendero entre las olas,
Sobre el constante devenir de las mareas.
Maravilloso artificio de fuerzas,
Estático movimiento uniforme
Entre las constancias de la vida y la muerte.
Soledad que se siente
En cada instante
Con el ritmo de una nota cadenciosa y dulce

XXXIII
Nubes en el cielo,
Senderos sin principio ni fin,
Solo breves blancuras como breves son
Los triunfos y las derrotas.
Y sin embargo, hay que caminarlos,
Ligeros de equipaje…
El sol los borra, no te caigas…
Solo es una ilusión.

XXXIV
Día de difuntos,
Un artista ya ido.
Hoy su cuerpo parte a la tierra, su hogar,
Pequeño ataúd sin clavijas, rejas o puertas,
Girando en la vastedad del universo…
Nunca sola, solo callada.
La vida continúa.
Siempre.
XXXV
La luna brilla
El pájaro vuela
Un breve rumor en el aire
El silencio se hace inmenso
Para escuchar a las estrellas
Miles de postigos por donde se cuela
La luz del hogar
Sueña Chopin

XXXVI
Tres días de luna llena
Son lunas alegres, liberadas
Tendremos tres noches de día
¿Se darán cuenta los humanos?
¿Qué harán? ¿Cómo sentirán?
Ya pasaron los días anochados
Absorta la gente en carros y celulares,
Enceguecida por la tecnología…
Siguen su cotidianidad
Todo sigue su curso igual
Todo está bien.

XXXVII
Los perros ladran
Un rumor de alas se aleja
La tarde es un largo bostezo
Es domingo
Risas en el parque, un perro persigue mariposas
Un niño llora una picada, la madre besa la herida
Unos ojos aguados sonríen,
La radio canta viejas canciones
Hay bulla en la cocina
Los ojos cerrados traen manjares
Almuerzo.

XXXVIII
Un árbol japonés, en un costado del camino,
Buscando el viento que mece las cañas.
Una gasa de tierra blanca, ingrávida,
Lo envuelve y cobija.
Los pájaros trazan líneas en el aire,
Palabras antiguas, de lenguas olvidadas
Canciones de otras tierras y mares,
De otras lunas y soles bajo el mismo cielo,
Sublime concierto de vuelos, colores y cantos,
En ese rincón de bambúes, al borde del vacío,
Que sostiene el árbol japonés.

XXXIX

En la tarde el sol busca curvas en el ocaso


y la luz llena de besos,
Busca semillas para sembrar
La oscuridad hace camas con la prudencia,
Los recuerdos, los días
Entre azules y blancos cristalinos del agua diaria,
La brisa amasa amores,
En los claroscuros de puertas y ventanas
Una cadencia de amores antiguos…
En cada beso,
Cuerpos buscándose,
Fundiéndose en uno solo,
En su afán de alegrías en el zaguán de tu cuarto.
Bebiendo amores en la tarde de senderos de tu cuerpo.
XL
Silencio
Que imponente entre las palabras, oraciones, rezos…
Que dulce se esconde en las palabras no dichas
Verbo largo y sosegado como la tierra
Como expresarlo en la tarde acostada del horizonte,
Allá donde se toca el gesto eterno del arco iris,
En el vuelo quedo de las gaviotas y las montañas azules
Tan cercanas como la vida.
Bajo la cobija que arropa sueños,
En el tacto dulce de tu piel bajo la música,
Cadencias de gestos amorosos
Dibujando flores con besos y risas,
Mil palabras en el brillo de tus ojos.
Silencios que hacen armonías de amor entre la brisa.
XLI
Hay flores en la mesa, bello gesto colorido,
El arte sencillo siempre se abre paso.
Los pétalos caen sobre la mesa,
Reposan de su efímero viaje,
Y sin embargo…eterno en su propósito:
Un canto a la vida.
Son cosas que pasan en medio de las neblinas
Amontañadas donde cantan los gallos,
Canciones y coplas con otros pájaros

XLII
Esa arista sonora de gallo…
Reposada, serena…
Dibuja cálidas hamacas,
Meciendo amor.
El tibio sol se demora,
No quiere perturbar,
El roce de los cuerpos abrazados
En fogosa creatividad.
Solo la respiración acompasada,
Sosiega el canto a la vida del gallo

XLIII
Que tiene el aire que me cobija,
Juega con las hojas y las flores,
Sostiene al pájaro,
Se acolina en la montaña suspirando colores

XLIV
La luna se mece en el silencio,
Está escondida en los rocíos de la noche,
A veces es el pomo de la ventana
Por donde se cuela el viento,
Otras, una rendija por donde se asoma Dios
A ver su reflejo, asómate.
Solo hay silencio y un suave rumor,
De ondulaciones marinas tras el vuelo del pelícano,
Quizás no entiendas, no importa.
Es solo el Amor que pasa y juguetea con la Luna
XLV
Amada…llueve, la cama esta tibia,
El amor también se siembra.
Juguemos bajo la lluvia

XLVI
El árbol al borde del asfalto,
Fiel testigo de agua profunda.
Inmóvil, ajeno al tráfico, al apuro, al stress.
Saluda al sol con el amarillo de sus hojas.
El viento se hace un susurro,
Para no perturbar esa magnífica muestra de amor,
Hecha de verde y amarillo,
Entre el tumulto de ruidos sordos de la carretera.
Allí, solo él saca aguas para compartir su regalo,
Y devolver al sol un amarillo de sabiduría.

XLVII
Y no sé, si esa lluvia,
Es la risa de un dios cercano
O el llanto de un dios lejano.

XLVIII
Soledad…
El silencio
No es más que el susurro de una sonrisa.

XLIX
Todo igual.
Las mismas sonrisas congeladas,
Vidas ausentes, pasajeros del viento,
Eternas vueltas por los mismos caminos.
No se cansan de mirar,
Las mismas calles, las mismas caras,
Los mismos pueblos.
Lo han convertido todo en una severa monotonía,
La música calla para no despertar sospechas

L
La gente disfruta ser llamada por números,
Los nombres se ocultan,
Las cosas se aluden, no se nombran.
Dicen que el mundo está dividido,
No parece, solo gira cada día
Como la noria sideral que es,
Para qué el tiempo, en estas cosas que se aluden

LI
Cuando dios jugaba con castillos en la arena,
Eran tibias las olas y azul el cielo,
Y el mar todavía era dulce como hoy,
Cuando llueve Dios en el alma

LII
Oye la hora redonda que esconde la recta,
En la plenitud de su infinito,
En el espejo huérfano de geometría y de sabios.
La comedia en espiral de notas, sin arribas ni abajo,
Solo ellas, buscando eternidad en el humo y la copa,
El futuro presente en la rosa porvenir.
Y una estrella buscándole caminos a la luna
Oye

LIII
Soledad. Plena de luz y sonido,
Nunca estas en el olvido
Solo en libertad.
LIV
Eran estrellas,
Que brillaban en tus nocturnos ojos,
En tu piel serena de cundiamor.
Fue tu presencia un tierno sortilegio,
Hoy al volver mis ojos,
Respiro tu ausencia, recuerdo el sueño.

LV
Hola…
Y tus ojos brillantes llenos de luz
Dibujaron tu sonrisa entre la brisa,
La tibia piel de tu figura guardo su prudencia.
Un valle lleno de caminos y rodeado de rosas
Fue la presencia de tu vida en mi destino
Y aquella luz entre las sombras,
Fue la caricia de ti.

LVI
Los días pasan, las nubes y el cielo,
Guardan las risas de los juegos,
Los pájaros vuelan raudos y veloces,
El trueno, es una inmensa carcajada de Dios
Celebrando el encuentro, te amo vida de mi sueño.

LVII
¿Cómo está mi hija?
La busco y no la veo,
La llamo y no contesta.
Ya sé… está en mi corazón
En mi amor
A veces Dios también juega con acertijos.

LVIII
Entre la cálida brisa de noches menguantes
Y mil cocuyos alumbrando la madrugada
Recogí mis besos de la aurora celosa,
Y con el callado vuelo del viento los sembré
Con mil caricias en tu piel y las brisas de tu cuerpo.
Que dulce melodía la de tus breves suspiros.

LIX
La vida, dulce verbo que se va
En ver y dar a veces,
Soledad sin conocer las letras y mucho menos la palabra.
Silencio en el cují antiguo, y por lo mismo de la casa.
Tiempo de budare y olores de caramelo
De tajadas fritas, poco a poco,
El tiempo era siempre la vida.

LX
El viento traía el murmullo del mar
Como mil gaviotas en silencioso y raudo vuelo.
Todo giró como la tierra…
En silencio,
Lejos se oían los tonos, semitonos, graves y agudos,
De una sublime sinfonía de repiques,
De campanarios peregrinos de la catedral del universo
Todos los matices de todos los colores,
Lo sentí en un solo instante,
La música y los colores
Fueron amarrando mi vida y mi silencio.
Pasó el torbellino,
Dejándome el más dulce y sublime asombro,
Estaba mirando en tus ojos.
LXI
Hoy, ya hace mucho que los techos son recuerdos,
De gatos en la temblorosa noche,
Hoy, la plaza se llena de mil batallas,
Con espantos y aparecidos,
Y un mirar oyendo los crujidos de cien años.
Hoy, los vi en sombras difusas,
El patio, el solar, serán siempre tierra de espantos.
Hoy.

LXII
Prende el fósforo, se apaga
Apúrate
El silencio cabalga nuestros besos,
Estancias breves, dibujan sobresaltos.
Lejanas y ligeras las promesas,
De unos labios temblorosos buscándose
En la puerta de un cuarto

LXIII
Soledad,
Azul como velo marino, profunda
Transparente al sentimiento, opaca al sonido.
Sonrisa de media luna, canción nocturna
LXIV
Caminos, Veredas con olor a yerbabuena,
Un pequeño árbol crece
En medio de tanta inmensidad.
El viento, sutil encaje, en pequeños remolinos,
Va deshebrando el aire con la aguja de su aliento.

LXV
Quiso un rayo de luz andar el camino,
Tomando la huella azul, se hizo peregrino.
Volvió raudo sus ojos en una efímera mirada
A su vieja montaña de caprichos y antojos.
Sereno se veía el mundo,
Mudo, un terciopelo de recuerdos lo llamaba,
Empezando a recordar el tesoro de sus cuentos,
El rayo de luz comenzó a medir su tiempo.
LXVI
Una canción, de viejos caramelos sin recetas,
Guardados en la memoria.
Una canción de viejas palabras
En un arcón de maderas y sonidos de antaño,
En un zaguán ya olvidado,
Solo sílabas repetidas
De una canción de otra vida.

LXVII
Tierna fue la noche y dulce fue el secreto.
Todo pasado de neblina, tiene un sabor a miel,
En le penumbra de una vela
La noche es una hormiga sedienta.
Y la sombra, fugaz hechizo de luz,
Va cediendo en compases y armonías.
Rítmica canción de primeras vidas, eternas,
De labor de pequeños mundos
Y risueños seres en vergeles de alegrías,
Aquí en la tierra
LXVIII

La luna pare estrellas


Para que beban luz
Los peces del alba.

LXIX

Si el tiempo no es un suave pasar por la vida,


Si no es una efímera palabra,
Un plano infinito,
Ese cuento fastidioso y simple,
Es, por así decirlo,
La eternidad detenida en un instante,
Que siempre creemos estar viviendo en pequeñas sílabas
Es…
LXX

Un cuento de cocuyos lejanos,


Nocturnos, voladores, íntimos, caseros
Como una siesta en hamaca.
Un cuento de sombras vivas con palabras y añoranzas
En el zaguán de baldosas y postigo.
Un cuento de la vida misma, corriente,
Decires y suspiros plácidos
En la paz de una plaza.
Canta el cuento en memorias replicantes,
De incienso y Niño Jesús.

LXXI

Hoy, escuche tu voz, antigua, eterna.


Ya era como una neblina, preguntaste y recordé,
Tu silencio, tu dulzura, tu no sé qué.
Frases cotidianas de quien va al mercado,
Amadas como abrigo cuando hace frío.
Imagine tu risa, toda tú y tu misterio,
Y esa frescura de tu cuerpo llenito de nostalgia.
Quise como siempre, llenarte de besos.
Pero eras ausente

LXXII
Vivir un sortilegio en tus ojos negros de noche buena,
Son las risas que quitan las penas,
Besar tu piel morena y fina
Son los placeres de madrugadas serenas,
Oír tu voz de agua clara
Es el susurro del sol en las estancias del alma
Y al vivir en nosotros, amándonos,
Será el mundo que soñamos.

LXXIII
Hoy, de tus ojos almendrados, recuerdo su ternura,
De tu cuerpo las caricias y aroma de un te quiero.
En esa tarde acaramelada de besos,
Tu figura se asentó en mis requiebros.
Te fuiste lejana en la noche de luna llena,
el lugar quedo vacío de ti, tu voz, tu palabra
Es triste no volverte a ver
Y, sin embargo siempre estarás en mí,
Tu mirada, tu color, tu belleza, tu sonrisa
Y ese dejo de mujer siempre amada y bella.
LXXIV
A una dama que quería yo la pintara
Una pintura de ti, es un dibujo del cielo,
Es trazar en el aire el brillo de mil luceros
Con la primera luz del día.
Una pintura de ti es sentir la caricia
De un beso ardiente en un zaguán a media luz.
Una pintura de ti es abrazar el arco iris,
Desde el rojo intenso al más sublime azul.
Una pintura de ti es grabarse en el alma, beso a beso,
Esa, tu piel de junco y tierra enamorada,
Con el brillo de tus ojos negros.
Una pintura de ti y de mí,
Los dos juntos será como
El canto de los ríos,
La neblina en las montañas,
El amor en el amor

LXXV
En el dulce sueño
De unos ojos negros, generosos de luz,
La eternidad meció en sus alas la vida,
Vino la mañana,
Y una luz inundó para siempre el universo.

LXXVI
La tarde se fue con la luz de colores del ocaso
En la eternidad de un instante en el horizonte,
Regando la noche de otra humanidad,
Solo viento, viento, viento…
Girando en los arco iris de mundos lejanos.
Aquí en esta tierra de gracia,
Mil cocuyos levantan un huracán

LXXVII
Hoy, me cansa el tiempo,
Ese inútil tiempo,
De paz, de guerra, de silencio.
Hoy, como todos los días,
El tiempo de un reloj me es inservible.
Hoy, no entiendo la palabra y su fugaz instante,
No quiero saber de la eternidad.

LXXVIII
La noche se hizo ligera,
La senda, una breve curva con barandas de alegría,
En los ojos camineros de tu presencia,
Donosura de mujer hermosa…
Como te detengo, si a cada instante la vida, tu vida
Es un carnaval de besos y caricias.
LXXIX
Hoy, que proso tus ojos vivos,
Que puedo decir de tu mirada,
De tu vida y la tibieza de tu cuerpo,
Que siento en tu piel toda la cadencia del universo.
Hoy, como tantas veces, te amo sin medida.

LXXX
Abrí mis ojos en una mesa feliz
Cruce mi vida y tú figura se fue calando en mi
No dije nada, pero el mar fue llenándome de silencios,
De callados besos fugaces,
De azules y corales que siempre veo en tus pupilas,
Como amo ese gesto de tus pupilas…

LXXXI
Hoy mi alegría
Amaneció de lágrimas
Saladas y fecundas como el mar
LXXXII
En la noche clara de tus ojos,
El roce de mis labios hizo nido,
Y tu voz de almendras fue creciendo en mí.
Tu cuerpo, dulce sueño de rosas y de juncos,
Sediento de rocíos,
Poco a poco y calladamente
Le fui calmando su sed de estrellas y de soles…
En la noche clara…

LXXXIII
Hoy día de azul la vi,
Ojos negros, pelos negros y un rubí,
En la brisa, en la mañana y en la tarde la sentí.
Hoy la vi
Silueta de tierra
Y un gajo de azul profundo en su mirada,
Hoy la vi de noche buena
Hoy…
LXXXIV
En un claro de noche
Busque tus ojos de terciopelo y aceituna,
En tu piel de hilo y seda.
Escrita con luna de primavera
Encontré tu vida, fecunda de trópicos,
Llena de brisa fresca, y quiso mi voz de romero
Sembrar una palabra, ver tu sonrisa de ensueño

LXXXV
La luna casi sol de ocaso
Alumbra las tardes y una calma de cundiamor
Se posa tiernamente en tu voz.
Moza, lozano brillo de tierra mojada,
Limo sereno y brillante de agua ligera,
Luz de eternos soles en la quietud
De un calmoso porvenir, color de tierra mojada,
Preñada de tanto verso
Y tú… quien sabe donde
En las breves lunas de los sueños.
LXXXVI
Cuando vuelvas con la aurora,
Tu voz de caña madura, dulce quizás,
Hará las noches
Y en tus labios, recuerdos del cundiamor,
La luz no hará sombras
Y ese viento de claveles besará tu vida,
En cada recuerdo, en cada gesto, en cada sitio,
En cada verbo de tu nombre.
Cuando vuelvas.

LXXXVII
Era noche, nuestros ojos se encontraron,
En aquel paisaje poblado de fantasías,
Fue la sabia madurez de tu cariño,
La presencia de tu piel, tu sonrisa, tu estar ahí,
El hechizo de mil besos, lo hizo todo
LXXXVIII
El canto de un pájaro solitario,
En cualquier casa,
Limita su cielo a la distancia de su voz
En la brevedad de su vida.
Trópicos sedientos,
Desiertos amarillos de sol y azules de eternidad.
Voluble es el viento y también el sentimiento

LXXXIX
Escribir, cualquier cosa, sin motivo,
Como el vuelo alegre de cualquier pájaro.
Decir, por ejemplo,
La brisa es un instante de eternidad,
Y el viento una brisa de Dios,
El tiempo un teatro del hombre,
Y la vida… aquel instante de viento.
XC
El mar, fecunda humedad
En la manzana sideral de un planeta.
Percepción de pelícanos y gaviotas,
Efímero vientre de luz y sombras
Eterno hechizo silencioso en la memoria del hombre,
Visión de una imagen en el espejo de Dios.
Y el hombre,
Sueña gaviotas con la rítmica cadencia
De unas olas en la arena.
Y el caracol, ya vacío, también sueña mares.

XCI
La tierra, papagayo sideral,
Pacífica y tierna madre,
Brilla en los ojos de todos los niños del mundo
Ella, con infinito celo, guarda para todos,
Un pedazo de azul cielo en cada uno
XCII
La noche, vivienda de espantos y aparecidos,
Estrellas que titilan con el ritmo
De infantiles miedos.
Sombras de ancianas sepulturas y fugaces temores.
Amores inconclusos de crepúsculos inquietos
En el dintel de puertas amorosas buscando lecho,
Besos tibios en la mejilla de la amada
Respirando aromas de caricias…
Noche…

XCIII
Ayer, la soledad
Hoy, tu mirada
Mañana, tú presencia
Después, la eternidad de tus besos
XCIV
Hoy con la lluvia, han vuelto a nacer,
Cien mil creyentes que todo lo sabían
Y a nada apostaban.
Hoy, seguimos siendo humanos,
En la tierra, en el barro, en el agua,
Los dioses han vuelto hacer de las suyas.
Volveremos a sembrar, volveremos a soñar,
Con sueños rutinariamente inocentes,
Todos llenos de adultez, de seriedad, de yo sabía.
Hoy…es cualquier día.

XCV
La noche trajo un coro de grillos y cocuyos,
Acordes de luz y sonido.
Entre las formas en la sombra,
Encontré la hermosa geografía de tu cuerpo,
Besándola,
La nostalgia huyó sin dejar rastros,
Brillaron tus pupilas,
Llenas de cielo y mar,
Mientras encallaban rizos de luz en la arena.

XCVI
Neblinas,
Voces sembrando flores y limones
Hay una calmada quietud.
El monte sereno observa,
Rayas negras en la gasa
Es la cebra cabalgando el sueño.
En este rincón del mundo, la brisa me llama,
Yo le respondo
Siempre estas entre flores de limón y rosas de colores

XCVII
Isla de limones verdes, entre naranjas floridas,
El gallo canta tras la quietud dorada de la tarde.
El crepúsculo, calmoso, alarga su magia en el horizonte,
Y cuando la montaña comienza a llenarse de noche
Se oye el canto de pájaros bendiciendo estrellas.
XCVII
En el pecho de una roca triangular,
El musgo dibuja antiguas geometrías,
Es el lenguaje olvidado de las plantas.
Es la palabra lenta, infinitas variaciones,
No tiene sonido, así dicen, sin embargo
Con el viento hace música,
y con la brisa…lleva el ritmo.
Es solo una palabra
Anclada en el alma, que llena el mundo.

CIX
Hola corazón, vuelve la tinta al papel,
Sopla una brisa ligera sobre la espuma del mar,
Un viaje comienza, el barco vuelve a zarpar.
El universo está allí, iremos más allá,
Tú y yo alma mía.

C
El tiempo de las flores ha llegado
Siempre hay un comienzo para encontrar la luz.
CI
Otras palabras, otros rumbos,
La luna dibuja senderos en la noche de plata,
Caminantes de las sombras,
Van temprano a la estación a tomar el bus
A las estrellas,
Son los hilos del dios sastre,
Cosiendo la vida.

CII
El sol alto en el horizonte,
En la inmensidad, solo un postigo lejano,
Su luz distinta alumbra todo.
El vuelo de aves marca rumbos
Destinos en el cielo

CIII
Hola dulcinea,
Qué rayito de sol me roba tu mirada,
En que luna reposan tus sueños
Dime, que me muero por regar
La tierra fértil de tu cuerpo
CIV
Barco y remeros de grafito
Navegan con destino: La Otredad

CV
La lluvia cae, soñando flores y frutos,
Sobre la tierra seca para cultivarla,
Para llenar las mesas, hay risas por doquier
La música toca a bailar, todo se apresura.

CVI
Ese animal, en el suelo,
Ya no tiene frío,
La tibieza de su alma ya partió.
Su cuerpo pronto será…
Brisa, viento, aire…
Ahora persigue mariposas,
Flores voladoras,
Acordes de colores en la risa de un niño
Que junto a él jugando las persigue.
CVII
La luna de terciopelo
Se ocultó en su pelo
Ella me dijo cosas
Yo le regalé rosas

Un cuento

Ocurrió un día que el Hombre de la cruz, el prisionero


solitario, escapó sin dejar rastro. Todos se dedicaron a
buscarlo. El Universo lo reclamó y lloró su ausencia.
Qué las flores lo han hechizado, y se ha perdido entre
colores y fragancias, cantaban las hadas del bosque de
claveles, jazmines y rosas. Los soles se multiplicaron en
las gotas de rocío buscando su rastro, solo encontraron
vergeles.
Tiempo después me contó cuando lo vi:
Me encontraron en la fuente del Amor abrazado a mi
alma, nunca estuve preso, solo hablando en silencio con
ella, de las pequeñas cosas, la risa del niño al despertar y
el aroma de nardos de mi alma viajera.
¿Volverás?... Nunca me he ido.

IDEAS Y POEMAS

Más de cien relatos poéticos

Adolfo Medina Macías

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