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Un cortado descafeinado con leche

normal y sacarina.

De Oscar Ortiz de Lejarazu


Acto I. Escena 1ª.

La acción se desarrolla en un bar. El

escenario debe tener como elementos

básicos; una barra de bar y varias mesas

con sus sillas. No se deben añadir muchos

más elementos pues debe dar sensación

de austeridad y sencillez. Tras la barra se

encuentra el camarero. Va vestido con

camisa blanca, pantalones de pinzas y

pajarita negra. Se encuentra leyendo un

libro, concretamente una Biblia. Suena

una melodía suave, del tipo de música que

se encuentra uno en la consulta del

dentista. En ese momento entra una

persona, completamente desorientada.


Lleva una camisa algo desabrochada, una

corbata medio suelta y un pantalón de

traje. Mira a su alrededor sin parecer

comprender dónde se encuentra ni por

qué está allí. El camarero le observa con

una sonrisa en la cara. El visitante se

sienta en una mesa, baja la cabeza y se

pone las manos sobre ella. Mientras tanto,

el camarero prepara una taza, vierte

líquido en ella, le pone una cucharilla y un

sobrecito. Añade un líquido blanco y mira

al visitante nuevamente con una sonrisa

en la boca.

Camarero: Hola, ¿puedo ayudarte en

algo?. (El visitante está mascullando algo


constantemente) ¡Pobre! Está todavía

impresionado. Habrá que hacer algo para

animarle. Aunque con los que vienen aquí

por primera vez hay que tener mucho

cuidado. Si dices algo inconveniente se

pueden marchar. Y a mí me interesa

mucho mantener la clientela. ¿De dónde

habrá venido? No sé, no sé. Si me acerco a

él a lo mejor se molesta, se va y le pierdo

para siempre. Pero si no le digo nada, va a

pensar que aquí no atendemos a la gente

como es debido y a lo mejor también se va.

¡Tiene gracia! Qué sé yo el tiempo que

llevo en este lugar y todavía no me

acostumbro a recibir a los nuevos clientes.


En fin, será mejor iniciar el contacto.

Cuanto antes empecemos, antes

acabamos. (Se dirige al visitante, se para

ante él y le observa) ¿Hola?

El visitante empieza a aumentar el

volumen de su voz, repitiendo la misma

frase.

Visitante: Cuidado con el camión.

Cuidado con el camión. ¡Cuidado con el

camión! (Se tapa la cara y empieza a

llorar).

Camarero: Parece ser que no ha

superado aún el trauma. (Le pone la mano

en el hombro) Tranquilo, hombre. Te voy a

traer algo para que te sientas mejor,


¿vale? (El visitante asiente con la cabeza.

El camarero va a la barra y coge la taza.

Vuelve a la mesa, la deja frente al

visitante y se sienta a su lado). Tómate

esto, te sentirás mejor.

Visitante: ¿Qué es?

Camarero: Un cortado descafeinado con

leche normal y sacarina.

Visitante: ¡Qué asco!

Camarero: Bueno, es lo que hay. ¿Te

apetece a lo mejor alguna otra cosa?

Visitante: ¿Tenéis whyskey de Kentucky?

Camarero: No.

Visitante: ¿Escocés?

Camarero: No.
Visitante: ¿Dyc?

Camarero: Tampoco.

Visitante: ¿Coñac, ron, ginebra?

Camarero: No, no y no.

Visitante: Pero, ¿qué clase de bar es

este? ¿Puede saberse qué hay además de

esta porquería?

Camarero: Tenemos vino dulce.

Visitante: Bueno, es mejor que nada.

Camarero: Sin alcohol, por supuesto.

Visitante: ¡Joder! Esto parece una

maldita clínica de desintoxicación.

Camarero: Si lo quieres llamar así. ¿Te

traigo el vino?
Visitante: No, déjalo. Es igual. ¿Cómo se

llama este sitio?

Camarero: La taberna Nostradamus.

Visitante: Vaya nombrecito.

Camarero: Original, ¿eh?

Visitante: Extraño, solamente extraño.

Camarero: Sí, tienes razón. Es un nombre

un poco extraño para un sitio como este.

Visitante: ¿Dónde estamos?

Camarero: Te lo acabo de decir, en la

taberna Nostradamus.

Visitante: Ya, ya. A lo que me refiero es

que a ver dónde se encuentra esta

taberna.
Camarero: Esa es una pregunta un poco

difícil de responder.

Visitante: ¿Por qué? Las tabernas se

encuentran en lugares, y yo sólo quiero

saber cómo se llama este lugar.

Camarero: La taberna Nostradamus.

Visitante: ¡Y dale! Ya sé que es la taberna

Nostraleches esa. ¡Quiero saber dónde

está esta maldita taberna, demonios!.

Camarero: (Haciendo gestos con las

manos para que baje la voz) ¡Chist! Te van

a oír.

Visitante: ¿Quién? Yo no veo a nadie.


Camarero: Ya, pero están por todos lados.

Tienes que andar con cuidado o vendrán a

convencerte.

Visitante: ¿A convencerme? ¿De qué?

Camarero: De que te vayas con ellos.

Visitante: Yo no voy a ningún sitio.

Camarero: Bueno, sí y no.

Visitante: Me estoy empezando a cansar

de los enigmas.

Camarero: Bueno, bueno. Un poco de

calma. Lo sabrás todo a su tiempo.

Visitante: ¿Qué hay que saber?

Camarero: Pues... todo.

Visitante: De verdad que me estoy

empezando a poner nervioso.


Camarero: No tienes por qué. Aquí estás

seguro. ¿Te pongo el vinito?

Visitante: No, gracias. (Da un sorbo a la

taza) ¡Joder, que asco!

Camarero: Lo siento, aunque llevo mucho

tiempo aquí, aún no le cojo la mano al

café.

Visitante: ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Camarero: Una eternidad.

Visitante: Ya, cuando la tarea que haces

en un sitio no es de tu agrado o no se te da

bien, las horas parecen eternas, y los años

ni te cuento.

Camarero: Pero lo mío no es relativo. Es

cierto que llevo aquí una eternidad.


Visitante: Te comprendo, no pasa nada.

Es normal.

Camarero: ¿Cómo te encuentras ahora?

¿Mejor?

Visitante: Sí, un poco más tranquilo.

¿Cómo te llamas? Me gusta saber el

nombre de la gente con la que hablo.

Camarero: Me llamo Pedro. Pero hay

algunos que me llaman Simón.

Visitante: ¿Ah, sí? ¿Y eso?

Camarero: Ya sabes, gente nostálgica.

Hay algunos a los que no consigues

cambiar las costumbres ni aunque les

condenes.
Visitante: Me parece que te relacionas

con gente muy rara.

Camarero: Bueno, por aquí viene de todo

tipo de gente. De todas las razas, con

costumbres dispares. Pero uno se hace a

todo con el tiempo.

Visitante: Sí, tienes razón. Pero no te he

dicho mi nombre, me llamo...

Camarero: Antonio.

Visitante: (Se asombra) ¡Vaya! ¿Cómo lo

has sabido?

Camarero: Soy bueno adivinando

nombres.

Visitante: Y tanto. Me dedico a la...

Camarero: Venta de seguros.


Visitante: ¡Pero bueno! ¿Eres una especie

de adivino o algo así?

Camarero: No, nada de eso.

Visitante: Ahora sí que me he perdido.

Camarero: Tiene mucho que ver con este

lugar.

Visitante: ¿Con este lugar? ¿Pero qué es

exactamente este sitio?

Camarero: Digamos que es una especie

de... sala de espera.

Visitante: ¿Sala de espera? ¿Para entrar

dónde?

Camarero: Eso depende.

Visitante: ¿Cómo?

Camarero: Que eso depende de ti.


Visitante: ¿De mí? Aún no tengo muy

claro que pinto yo en toda esta historia.

¿Podrías explicármelo?

Camarero: La verdad es que no. Hay

ciertas normas, ciertos pasos que se

deben seguir antes de que tengas una

clara idea de cuál es tu papel en esta

historia. Si nos saltamos esas normas las

consecuencias podrían ser terribles.

(Siente un escalofrío) ¡Uf! No quiero ni

pensarlo.

Visitante: No entiendo. ¿Qué puede ser

tan terrible para que te dé pánico saltarte

las normas?
Camarero: (Acercándose al visitante) ¡El

caos!

Visitante: (Asombrado) ¡El caos!

Camarero: (Con misterio) Sí, el caos.

Visitante: ¡Pero haberlo dicho antes!

¡Claro!. El caos. Si te saltas las normas se

produce el caos y una vez que se produce

el caos, las cosas ya no son como son sino

como aparentan ser y entonces todo se

distorsiona y lo que conocemos o creemos

conocer ya no se parece en lo más mínimo

a lo que habíamos visto hasta ese

momento.

Camarero: Veo que estás empezando a

comprender.
Visitante: (Enfadado) ¿Me estás tomando

el pelo? Esto es una especie de locura

colectiva y a mí también me ha afectado.

¿Sabes qué te digo? Que yo me voy.

Quédate con tu café de mierda. No lo

necesito para nada. Además no me gusta

el café servido así. ( Se levanta y empieza

a buscar una puerta que no existe)

Camarero: Eso ya lo sabía yo.

Visitante: ¿Ah, sí? Entonces ¿por qué me

lo has puesto? (Continúa buscando la

puerta por todo el escenario sin

encontrarla)

Camarero: Sólo intentaba refrescarte la

memoria.
Visitante: ¿Refrescarme la memoria?

¿Qué es esto, una especie de terapia?

Camarero: Eso es exactamente lo que es.

Una terapia.

Visitante: Yo no necesito una terapia. Lo

que necesito es encontrar la manera de

salir de aquí de una puñetera vez.

Camarero: En eso sí que no puedo

ayudarte.

Visitante: ¿Cómo que no? Tú tienes que

saber dónde está la puerta de salida. Estás

aquí ¿no?. Entonces tienes que saberlo.

Camarero: Yo siempre estoy aquí.


Visitante: (Que sigue buscando la puerta)

¿Quieres decir que no sales de aquí para

nada?

Camarero: Prácticamente.

Visitante: Entonces, has salido alguna

vez.

Camarero: Alguna, en contadas

ocasiones.

Visitante: ¿Y cómo has salido?

Camarero: Es una pregunta bastante

compleja de responder.

Visitante: ¡No digas estupideces! De los

sitios se sale igual en todos. Por la puerta.

Coges la manilla, la bajas, tiras o empujas

y la puerta se abre. Es bastante sencillo.


No vas a convencerme de la complejidad

de algo tan simple como abrir una puerta.

Camarero: Sí, en eso tienes razón. Puede

ser muy simple... si tienes la llave.

Visitante: Bueno, por fin llegamos a

alguna conclusión. Hace falta la llave.

Camarero: Exacto.

Visitante: (Vuelve a sentarse con el

camarero) Vale, venga esa llave.

Camarero: Yo no puedo dártela.

Visitante: No te pido que me la des para

siempre. Simplemente que me la dejes un

momento, abro la puerta y te la devuelvo.

¿Vale?
Camarero: No insistas, no te la puedo

dar.

Visitante: Pero ¿por qué? ¿A ti qué más te

da?

Camarero: Hombre, me importa lo que te

pueda pasar, por supuesto. Me interesa

mucho que te quedes, eso también es

verdad. Pero también es verdad que no

puedo impedir que te marches.

Visitante: Entonces venga la llave.

Camarero: No.

Visitante: Que me la des.

Camarero: Que no.

Visitante: Me estoy empezando a enfadar.


Camarero: Ya lo veo. Eso es bueno, que

saques toda tu rabia al exterior y te libres

de ella antes de que te destruya por

dentro.

Visitante: ¡Dame la llave! (El camarero

hace un gesto negativo con la cabeza y el

visitante se abalanza sobre él llevándolo al

suelo. Comienzan a forcejear.) ¡Que me

des la llave!

Camarero: Te he dicho que no puedo

dártela.

Visitante: ¡Dámela!

Camarero: ¡No puedo!

Visitante: (Gritando) ¿¡Por qué !? (Más

suavemente) ¿Por qué?


Camarero: Por que la llave la tienes tú.

El visitante suelta al camarero y se tumba

a su lado. Empieza a reír.

Visitante: ¡Ja, ja! Eres un camarero muy

juguetón, Pedro. (se sienta en el suelo con

las piernas cruzadas) Te llamabas Pedro,

¿verdad?

El camarero se sienta en la misma

postura.

Camarero: Tienes buena memoria.

Visitante: Sí, puedo presumir de eso.

Camarero: Tienes buena memoria para lo

que te da la gana.

Visitante: ¿A qué viene eso?

Camarero: No te lo puedo decir.


Visitante: Ya empezamos con los

enigmas. Bueno, ¿dónde se supone que

tengo yo la llave de marras? (Comienza a

registrase a si mismo) No lo entiendo,

tendría que estar en algún bolsillo de

estos. A no ser que...

Camarero: A no ser que qué.

Visitante: ¡Claro! Estará en la chaqueta.

Creo que la dejé en esa silla. (se acerca a

la silla) Pues no está. Esto si que es

extraño, yo sólo me quito la chaqueta para

conducir. Juraría que había traído la

chaqueta. ¿Tú me has visto entrar con la

chaqueta puesta?

Camarero: No, venías sin ella.


Visitante: Pues no sé para qué me iba a

quitar yo la chaqueta. ¿Para venir aquí?

Camarero: Exacto.

Visitante: Imposible.

Camarero: Veo que todavía no estás

preparado.

Visitante: Para lo que empiezo a estar

preparado es para darte una leche de lo

pesado que te estás poniendo. (El

camarero vuelve a la barra) ¿Dónde vas?

Camarero: A mi puesto. Ya hemos

hablado bastante. Tengo que estar ahí por

si viene alguien.

Visitante: ¿Y quién coño va a venir a este

antro? Yo te lo diré, ¡nadie!.


Camarero: Si tú lo dices. (Coge la Biblia y

se pone a leer).

Visitante: ¿Me estás ignorando?

Camarero: Es inútil esforzarse por ti. No

tienes solución. Así que sea lo que Dios

quiera. La suerte está echada.

Visitante: Ya apareció la recopilación de

las mejores frases de Ben-Hur. Pero tú,

¿qué te crees? ¿Que no soy capaz de salir

de aquí sin tu ayuda? Pues estás muy

equivocado. Esto no es más que una

broma, de muy mal gusto pero una broma.

(Comienza a buscar por la taberna) ¡Venga

muchachos, salid de donde estéis! Os he

pillado. Ya está bien con la bromita. (Deja


de buscar y mira al camarero) No hay

nadie.

Camarero: No, no hay nadie.

Visitante: ¡Ya sé! Lo están haciendo

desde otro sitio con cámaras ocultas.

Seguro que se están descojonando de mí

en algún otro lugar. ¿Dónde están las

cámaras? (Busca las cámaras)

Camarero: No hay cámaras.

Visitante: ¡Tiene que haberlas!

Camarero: Te digo que no.

Visitante: No entiendo nada. (Va hacia la

mesa y se sienta)

Camarero: ¿Te apetece algo?

Visitante: ¿Qué tienes?


Camarero: Vino dulce, o te puedo

preparar un cortado descafeinado con

leche normal y sacarina.

Visitante: ¡Vete a la mierda!

Camarero: Con decir que no, hubiera

bastado.

Visitante: Menuda suerte la mía, con

todos los tabernuchos que hay por ahí, he

tenido que venir a parar a éste. ¿A qué

hora llegan los clientes?

Camarero: Depende.

Visitante: ¿De qué?

Camarero: Simplemente, depende.

Visitante: Ya, depende. ¿Depende de mí?

Camarero: Sí, depende de ti.


Visitante: ¡Basta ya! ¡Esto es un

secuestro! Si no me dejas marchar,

llamaré a la policía. Te cerrarán el local y

te meterán en la cárcel hasta que te

pudras.

Camarero: Puedes irte cuando quieras.

Visitante: ¿Ah, sí? ¡Pues me voy!

Camarero: Adiós.

Visitante: ¡Adiós! (Pero no se ha movido

del sitio) ¿A qué hora cierras?

Camarero: Este tabernucho, como tú lo

llamas, no cierra nunca.

Visitante: Ni el uno de Mayo.

Camarero: Ni el uno de Mayo.

Visitante: ¿Es tuyo el local?


Camarero: No, el local es de mi jefe. Yo

sólo trabajo aquí.

Visitante: ¿Te paga bien?

Camarero: Me siento suficientemente

recompensado.

Visitante: ¿Cómo se puede pagar un

trabajo de veinticuatro horas al día, siete

días a la semana, trescientos sesenta y

cinco días al año? Perdona que te diga,

pero tu jefe es un cabronazo.

Camarero: Yo no lo veo así.

Visitante: ¿No?

Camarero: No.

Visitante: ¿Por qué?


Camarero: Porque él tiene el mismo

horario que yo.

Visitante: ¡Vaya! Es la primera vez que

me encuentro con un caso en el que el jefe

trabaja tanto como uno de sus empleados.

¿Dónde trabaja?

Camarero: En todas partes.

Visitante: Claro, lleva la parte comercial.

Todo el día por ahí, visitando gente,

promocionando su negocio y todo eso.

Camarero: No, en realidad para eso

tenemos gente que nos promociona

gratuitamente.

Visitante: ¡La leche!


Camarero: Nuestra oferta es lo

suficientemente buena como para trabajar

sin cobrar. Pero al final siempre hay una

recompensa.

Visitante: Eso quiere decir que trabajan a

comisión, por objetivos.

Camarero: Algo así. Cumplir los objetivos

es, seguramente, lo más importante para

esta empresa.

Visitante: (Se levanta y va hacia el

camarero) Bueno, me voy. Ha sido un

placer hablar contigo.

Camarero: El placer ha sido, es y será

siempre mío.

Visitante: Me voy.
Camarero: Adiós. (El visitante se gira

para salir) ¿Has encontrado la llave?

Visitante: ¡Mierda! La puta llave.

Camarero: Ya te lo había dicho, ¿lo

olvidaste?

Visitante: Por completo.

Camarero: Voy a tener que echarte una

mano, estoy viendo que sino no sales

nunca de aquí.

Visitante: ¿Vas a ayudarme?

Camarero: ¡Qué remedio!

Visitante: Eres muy amable. ¿Dónde

puedo encontrar la llave?

Camarero: ¡Eh, eh! He dicho que te iba a

ayudar, no a darte la solución sin más.


Visitante: Bueno, vale. Menos da una

piedra. Venga esa pista.

Camarero: ¿Te acuerdas de tu chaqueta?

Visitante: Sí, me acuerdo perfectamente.

Camarero: Estupendo.

Visitante: ¿Y la pista?

Camarero: Ya te la he dado.

Visitante: ¿Preguntarme si me acuerdo

de mi chaqueta es la pista? Pues vaya una

pista de los cojones. Ya me acordaba de mi

chaqueta antes de que tú me dijeras nada.

Me parece que no eres de gran ayuda.

Camarero: ¡Ay, Dios mío! Está bien, voy a

tener que ir un poco más rápido contigo

que con los demás. Te daré otra pista.


Visitante: Estoy deseando oírla.

Camarero: ¿Dónde dejaste la chaqueta

por última vez?

Visitante: (Como desentendiéndose del

tema) No me acuerdo.

Camarero: ¿Seguro?

Visitante: Completamente seguro.

Camarero: Tú no quieres que yo te ayude.

Visitante: Sí que quiero.

Camarero: No, no quieres porque no

quieres acordarte de dónde dejaste la

chaqueta.

Visitante: Sí que quiero, pero no puedo.

Camarero: Antes me has dicho que sólo

te la quitas para conducir.


Visitante: Es una forma de hablar.

También me la quito para cagar, para

dormir, para comer y para muchas otras

cosas y no le doy esa importancia.

Camarero: (Mira hacia arriba) Señor, te

he dicho miles de veces que esto no es

para mí. Deberías mandar a Job para

hacer estos trabajos, yo no tengo

suficiente paciencia.

Visitante: ¿Pensando en coger baja?

Camarero: No me vendría mal.

Visitante: Deberías renegociar las

condiciones de tu contrato.

Camarero: Imposible. Es un contrato

para siempre.
Visitante: La duración puede, pero las

condiciones siempre se pueden modificar.

Camarero: Anda, no lo revuelvas más que

es peor. Además, no estamos aquí para

ayudarme a mí, sino para ayudarte a ti.

Visitante: ¡A eso me refería! Tú me

quieres ayudar a mí. Pero, ¿quién te ayuda

a ti? ¿Eh? Dime.

Camarero: Visto así, yo...

Visitante: Pero claro, llega el jefe con

grandes promesas, con perspectivas

inmejorables, que si eres imprescindible,

que todo llega, que no te preocupes, que

ya verás como consigues lo que te


propones. Son capaces de prometerte

hasta el paraíso. ¿A que sí?

Camarero: Has acertado de lleno.

Visitante: Si ya lo sabía yo. Un jefe

siempre es un jefe aunque lo disfraces de

corderito.

Camarero: La chaqueta.

Visitante: ¿Cómo?

Camarero: La chaqueta, estábamos

buscando tu chaqueta.

Visitante: ¡Ah sí, sí! ¿Para qué?

Camarero: Para encontrar la llave que te

haga salir de aquí.

Visitante: ¡Es verdad! ¡Lo había olvidado!

(Se pone pensativo) ¿Sabes qué te digo?


Que me importa un bledo la chaqueta. Me

has caído bien, así que me voy a quedar

aquí contigo. (Se sienta en la mesa).

¡Venga ese cortado descafeinado con leche

normal y sacarina!

Camarero: Verás, me alegra mucho que

yo te caiga bien pero...

Visitante: ¿Pero?

Camarero: Pero no puedes quedarte aquí.

Debes salir cuanto antes.

Visitante: (Se ríe) ¡Qué divertido! Yo,

antes, quería salir de aquí y tú no me

ayudabas. Ahora me dices que no me

puedo quedar aquí, pero aún así no me

ayudas a salir. ¿De qué va todo este rollo?


Camarero: Ya te he dicho que...

Visitante: Que no me lo puedes contar, sí.

Lo has dicho antes.

Camarero: Eso es.

Visitante: Bueno. (Se estira y se pone

cómodo) Como yo no tengo prisa, vamos a

dejar que se desarrollen los

acontecimientos por sí solos. La

experiencia me dice que, cuando las cosas

no salen como uno quiere, es mejor

esperar a ver lo que pasa para poder

tomar una decisión.

Camarero: No creo que eso sea una

buena idea para ti.


Visitante: ¿Se te ocurre alguna idea

mejor?

Camarero: Si yo fuera tú, me esforzaría

en recordar qué es lo que hice con la

chaqueta.

Visitante: La chaqueta, la chaqueta. Te

estás poniendo pesadito con la chaqueta

de marras. Anda, ve a preparar ese café

antes de que me arrepienta.

Camarero: Está bien. A lo mejor el café te

hace entrar en razón.

Visitante: Si está tan malo como el de

antes lo que va a conseguir es que pierda

la razón.
Camarero: (Se dirige hacia la barra)

Estás cometiendo un error. Es necesario

que te conciencies. Debes recordar qué es

lo que has hecho con esa chaqueta.

Visitante: ¿Nunca te han dicho que eres

un pesado? (Se levanta y va hacia la

barra. Ve el libro y lo coge). Vaya, vaya.

Camarero: Qué.

Visitante: Lees la Biblia.

Camarero: Pues sí.

Visitante: ¿Cuántas veces la has leído?

Camarero: ¡Buf! No lo sé. Muchas,

cientos. Quizá miles.

Visitante: Pues ya deberías sabértela de

memoria.
Camarero: Me la sé de memoria.

Visitante: Entonces, ¿por qué la sigues

leyendo?

Camarero: Siempre descubro nuevas

interpretaciones cada vez que la leo. Lo

que se queda en mi memoria son las

palabras más la interpretación que hago

de ellas al leerlas. Volver a aprenderla me

sirve para volver a interpretarla.

Visitante: Una teoría muy interesante.

Camarero: ¿Tú la has leído?

Visitante: ¿La Biblia? No, por favor.

Menudo coñazo. No tengo ganas de ser

abducido por las hordas cristianas.

Además, no creo en Dios.


Camarero: Ahora empiezo a comprender.

Visitante: ¿Qué empiezas a comprender?

(Mira al camarero, que sonríe) Ya sé, no

me lo puedes decir.

Camarero: Eso es.

Visitante: Recapitulemos. Tú quieres que

yo me vaya de aquí.

Camarero: Correcto.

Visitante: Pero no me puedes decir cómo

ni cuándo.

Camarero: Aciertas de nuevo.

Visitante: De hecho, no puedo salir de

aquí porque no soy capaz de encontrar la

puerta. Y no soy capaz de encontrar la

puerta porque para eso debo tener la


llave. Pero no puedo conseguir la llave

hasta que no recuerde dónde he dejado la

chaqueta.

Camarero: Es un resumen perfecto.

Visitante: Y esto va a acabar siendo una

reunión interminable. No pienso

esforzarme lo más mínimo en encontrar la

maldita chaqueta.

Camarero: ¡Cuidado con lo que dices!

Visitante: ¿Qué te pasa?

Camarero: No maldigas, es peligroso.

Visitante: ¿Van a venir los integristas

islámicos a cortarme las manos o algo así?


Camarero: No, nada de eso. Nadie te va a

tocar un pelo. Por lo menos mientras estés

aquí.

Visitante: ¿Ves? Este es el mejor sitio

para quedarse. No sé por qué te empeñas

en que me vaya. Nos llevamos bien ¿no?.

Camarero: Creo que sí.

Visitante: Eso es lo que quería oír.

Definitivamente me quedo aquí.

Camarero: Eso no está en tu mano. Tarde

o temprano acabarás por marcharte, por

tu pié o por otros motivos. Pero te irás.

Visitante: ¿Me vas a echar?

Camarero: ¡Oh, no! No seré yo quién te

eche. Te irás por propia voluntad. El


problema no es que te quedes o te vayas.

Eso no tiene elección. La cuestión es qué

camino tomarás para marcharte.

Visitante: Eso depende de adónde lleve

cada camino.

Camarero: Yo no lo hubiera dicho mejor.

Visitante: ¿Hacia dónde lleva cada

camino?

Camarero: Depende de ti.

Visitante: ¡Hay que ver! En este lugar

todo depende de mí. Es alucinante. No

tengo muy claro si tu misión es ayudarme

o confundirme.

Camarero: Eso dep...


Visitante: Depende de mí. Claro, claro.

Pues como no me ayudas, yo no pienso

moverme de aquí.

Camarero: Cambiarás de idea.

Visitante: Que te crees tú eso.

Camarero: ¿No te fías de mí?

Visitante: Que me fíe de ti, no quiere

decir que no piense que estás equivocado.

Hasta ahora no me has demostrado nada.

He estado esperando tu ayuda y sólo he

obtenido confusión. Me has dado pistas

que únicamente me han llevado hasta mi

chaqueta. Te empeñas en hablar con

acertijos y ya empiezo a estar un poco

cansado de esta situación.


Camarero: Ya te lo dije.

Visitante: ¿El qué?

Camarero: Ya sea por cansancio,

aburrimiento o por otra cosa, acabarás

tomando la decisión de marcharte de la

taberna.

Visitante: ¡Pero qué empeño en que me

vaya!

Camarero: Es mi trabajo.

Visitante: ¡Ahá! Así que es eso. Estás

aquí para echarme de aquí... espera. Eso

no tiene ningún sentido.

Camarero: Es la frase con más sentido

que has dicho en todo el tiempo que llevas

aquí.
Visitante: ¿Quién eres tú?

Camarero: Pedro, algunos me llaman

Simón. Pero porque son unos

sentimentales.

Visitante: No me refiero a eso. ¿Qué o

quién eres tú? ¿Qué diablos eres?

Camarero: ¡Oye, sin insultar! No te

consiento esas expresiones.

Visitante: ¿Pero qué he dicho? (Vuelve a

la mesa, desesperado por la impotencia)

¡Joder, no entiendo nada! ¡Dios, ayúdame!

Camarero: Antes me has dicho que no

creías en Él.

Visitante: No es más que una frase

hecha.
Camarero: Pues ten cuidado, ya sabes lo

que dice uno de los mandamientos. “No

usarás el nombre de Dios en vano”.

Visitante: Valiente tontería, como si un

nombre fuera algo más que unas letras

puestas en un orden y que suenan de una

determinada manera. ¿Si hubiera dicho

Alá ayúdame, hubiera sido mejor?

Camarero: No sé, supongo que sí.

Visitante: Pues Alá, es tan nombre de

Dios como Yavhé o Dios o cualquier otro

apelativo que se le quiera dar. Así que no

me des la chapa. ¿Vale? Bastante tuve con

los Jesuitas en su momento.

Camarero: ¿Tuviste problemas?


Visitante: Intentaron abducirme.

Camarero: ¿Por qué?

Visitante: Es un misterio. No soy

precisamente una persona que destaque

en nada especial. Pero el caso es que se

interesaron por mí.

Camarero: Algo tendrías que ofrecerles.

Visitante: No se me ocurre, pero seguro

que a ellos sí. Son como buitres.

Camarero: Bueno, bueno. No será para

tanto.

Visitante: ¿Les defiendes?

Camarero: Ni les defiendo, ni les dejo de

defender. Cada uno tiene su misión en el

mundo, originalmente. Cómo se


desarrollen los acontecimientos es otra

cosa.

Visitante: (Se pone pensativo) ¿Dónde

dejaría yo la chaqueta esa? (El camarero

pone una sonrisa triunfal, pero el visitante

levanta la cara con gesto de sorna) ¡Te

pillé! ¡Ja, ja!

Camarero: Una broma ¿eh?

Visitante: Vamos, no me digas que te vas

a enfadar por una bromita de nada. No es

propio de ti, con ese magnífico sentido del

humor que tienes para los enigmas

estúpidos.
Camarero: No estamos para bromas,

Antonio. Esto es muy serio. No deberías

tomártelo a risa.

Visitante: Verás, como no sé de qué coño

va toda esta historia, me lo voy a tomar

como me dé la gana. Ahora me voy a

sentar en esa mesa a esperar.

Camarero: ¿Vas a esperar?

Visitante: Eso he dicho, voy a esperar a

que pase algo.

Camarero: Tú no querrás eso ¿verdad?

Visitante: Lo estoy deseando.

Camarero: No es buena idea, te lo he

dicho antes. No tienes tiempo que perder.

Debes hacer un esfuerzo por recordar lo


que hiciste con la chaqueta. Tú mismo has

dicho la solución, pero no te has dado

cuenta.

Visitante: ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber qué

es lo que he dicho?

Camarero: Pues has dicho que... ¡Uy, uy,

uy! Casi me pillas ¿eh? Eres un muchacho

malo, muy malo.

Visitante: ¡Mecachis! Casi lo consigo.

Camarero: Pero antes decías que no te

querías marchar. Si encuentras la llave

para salir, tendrías que irte sin remedio.

Visitante: Eso no me lo habías dicho.


Camarero: Pensé que lo habías

comprendido. Si tienes la llave, te vas.

Mientras tanto te quedas. A no ser que...

Visitante: A no ser que...

Camarero: Tendrás que tener paciencia.

Visitante: ¡Joder! Otra cosa no tendré,

pero paciencia. Estoy teniendo arrobas de

paciencia contigo.

Camarero: Y yo te lo agradezco.

Visitante: No seas condescendiente

conmigo. No tengo más remedio que

aguantar. No voy a sacarte la verdad a

golpes.

Camarero: Ese es tu problema. Hay

muchas formas de conseguir la llave para


salir. De hecho, yo creo que hay muchas

llaves para abrir la puerta.

Visitante: ¿Y sacarte la verdad a golpes

es una de las formas?

Camarero: Supongo que sí. Pero debes

tener en cuenta que cada llave abre la

puerta de diferente forma. Ya te he dicho

que hay varios caminos para la misma

salida. ¿Vas utilizar esa llave?

Visitante: Lo pensaré.

Camarero: Pero será mejor que lo pienses

rápido. No queda mucho tiempo ya.

Visitante: ¿Tiempo? ¿Es que va a ocurrir

algo que no me hayas contado?


Camarero: Realmente yo no te he

contado nada. Pero debes saber que aquí

las cosas son muy diferentes a como las

habías conocido hasta ahora.

Visitante: No te entiendo.

Camarero: Lo comprenderás tarde o

temprano.

Visitante: De verdad que este es el sitio

más raro en el que he estado nunca. No sé

cómo he entrado ni sé cómo salir.

Camarero: Eso no es lo más importante.

No influye para nada la manera de llegar

aquí, sino la forma en la que salgas.


Visitante: Claro, pero para poder salir de

aquí tengo que encontrar la llave de

marras.

Camarero: Exacto.

Visitante: ¿Y tú no tienes una llave?

Camarero: Tengo la mía. Cada uno debe

encontrar la suya y yo no puedo ayudarte

demasiado. No me lo permite.

Visitante: ¿Quién?

Camarero: Mi jefe.

Visitante: Ya me gustaría conocer al jefe

ese. Tiene que ser todo un personaje.

Camarero: No lo sabes tú bien.

Visitante: ¿El también tiene una llave?


Camarero: Él tiene todas las llaves. De

hecho es el mayor fabricante de llaves de

este lugar.

Visitante: ¡Vaya! Un cerrajero. Esto es de

lo más curioso. ¿De qué más cosas es

dueño?

Camarero: De todo lo que puedas ver a tu

alrededor. Allá donde te alcance la vista,

allá donde te encuentres, estarás en

alguna de sus posesiones.

Visitante: ¿Le tocó la lotería o algo así?

Camarero: No, nada de eso.

Visitante: (Pierde la calma)¡Ya me estás

hartando con tanta tontería y tanto


enigma! ¡No soporto más este lugar!

¡Maldigo este lugar, Joder!

Camarero: (Se desespera) ¡No sabes lo

que has hecho, insensato! Acabas de abrir

una puerta que no deberías haber abierto.

Visitante: ¡Estupendo! Así me largo de

aquí de una vez. (Busca la puerta

nuevamente)

Camarero: No te esfuerces. La puerta

que has abierto es de entrada y no de

salida.

Visitante: (Se sienta en la mesa) ¡Joder!

Esto es de locos. Camareros que leen la

Biblia, puertas que no existen que son de

entrada pero no de salida. Y encima no


consigo recordar dónde está la maldita

chaqueta.

En ese momento aparece en escena un

nuevo personaje. Puede ser hombre o

mujer. Va vestido impecablemente. Lleva

un maletín negro y habla con suavidad y

parsimonia. Antes de que alcance a

Antonio el camarero le sale al paso.

Camarero: ¿Qué haces tú aquí? Lárgate,

no te necesita para nada.

Tentación: Lo siento, pero ha sido él

quien me ha llamado. A mí me da lo mismo

pero es mi deber acudir a las llamadas de

esta clase.
Camarero: El no se merece que estés

aquí. No ha sido más que una forma de

hablar, nada sincero ni pensado con el

corazón. Sólo unas palabras unidas que

significan una queja, no una llamada para

ti.

Tentación: Demasiado tarde. La puerta se

ha abierto y ha sido por algo. Llevo todo el

rato ahí escuchando y me he dado cuenta

de que no le estabas siendo de mucha

ayuda. Te estás haciendo viejo Simón.

Camarero: Pedro para ti, maldita

sanguijuela.

Tentación: (Se ríe divertido) ¡Eso es! Me

encanta cuando pierdes el temple. ¿No


has pensado en pedirle a tu jefe que

mande a Job en tu lugar?

Camarero: Se lo he pedido muchas veces

pero no me hace caso.

Tentación: No entiendo cómo es posible

que siendo su mano derecha, no te haga

caso en tus peticiones. Creo que se está

volviendo un soberbio y te va apartando

de su lado.

Camarero: No sé, no sé.

Tentación: Yo creo que te tiene envidia.

Tú, aquí, recibiendo a la gente,

seleccionando quién entra y quién sale.

Quién merece que le presentes a tu jefe y

quién no es bueno para su presencia. Tú,


que debieras estar a su derecha, te

encuentras debajo de su culo y te va

echando mierda encima mientras le haces

el trabajo sucio. Deberías aspirar a más,

no sé, montar tu propio negocio. Vales

mucho más que Él, con sus frases

lapidarias, con ese anticuado sentido de la

justicia. No merece ni que le miremos a la

cara.

Camarero: ¿Tú crees?

Tentación: No es que lo crea. Estoy

completamente seguro. Yo puedo ofrecerte

algo mejor. (Abre el maletín) Precisamente

tengo aquí una oferta que...


Camarero: (Le hace un gesto con la mano

para que pare) Buen intento, Tentación.

Pero no cuela. Llevo ya demasiado tiempo

aquí como para caer en tus trampas.

Conozco todos tus trucos y sé cuáles son

tus intenciones. No tienes nada que hacer.

Tentación: Bueno, tenía que intentarlo.

Seguro que si algún día consigo llevarte al

huerto, mi jefe me asciende y me hace su

mano izquierda.

Camarero: Se dice mano derecha.

Tentación: Eso será aquí. En nuestro

negocio, el segundo es la mano izquierda

del jefe ¿Entiendes?

Camarero: Claro, no había caído.


Tentación: (Cerrando el maletín) Y ahora,

si me disculpas, tengo trabajo que hacer.

¿Qué sabe el tipo ese?

Camarero: Por ahora nada.

Tentación: Mejor. Así no estará

intoxicado por tus tonterías.

Camarero: No creo que le impresiones

demasiado.

Tentación: ¿Qué te hace estar tan

seguro?

Camarero: Dice que es ateo.

Tentación: (Se ríe con ganas) ¡Ateo! ¡Ja,

ja! Es el cliente perfecto. Esto está

chupado. Hoy volveré temprano a casa.

¡Estupendo!
Camarero: Te he dicho que dice que es

ateo. No que lo sea.

Tentación: A mí me da igual. Conque él

crea que lo es, suficiente. Esto va a hacer

mi trabajo mucho más sencillo. (Intenta

avanzar pero el Camarero está en su

camino) ¿Me disculpas? (El camarero se

aparta y va hacia la barra mientras

Tentación le observa. Tras asegurarse de

que el camarero está en su sitio se acerca

lentamente, con una sonrisa en los labios,

hasta donde está Antonio) ¿Puedo

sentarme?

Visitante: (Le mira con curiosidad y

cierto desprecio) ¡Eh, camarero! ¿Quién


coño es este personaje? (El camarero se

encoge de hombros y continúa leyendo el

libro).

Tentación: Permítame que me presente.

Me llamo Tentación.

Visitante: ¿Tentación? ¿Tentación qué

más?

Tentación: Sólo Tentación, pero mis

amigos me llaman “Tenteichion”.

Visitante: ¡Camarero! ¿Se puede saber de

dónde ha salido este payaso?

Tentación: Veo que está un poco tenso.

¿Lleva aquí mucho tiempo esperando?

Visitante: Una eternidad.


Tentación: ¡Uy, qué va! Una eternidad es

lo que llevamos ese (señala al camarero) y

yo en este sitio.

Visitante: Lo que tú digas.

Tentación: Verás Antonio, ¿te llamas

Antonio verdad?

Visitante: Pues sí.

Tentación: ¿No te importa que te tutee?

Visitante: Me da exactamente igual.

Tentación: Pues verás, Antoñito, majete.

Tengo algo para ti. Algo que te va a gustar

mucho.

Camarero: ¡No le escuches, Antonio! Sólo

pretende llevarte a la...


Tentación: (Gritando) ¡Libre albedrío,

Camarero! ¡Libre albedrío!

Camarero: Pero...

Tentación: ¡Ni pero, ni nada! Yo no pongo

las reglas. Tú ya has tenido una

oportunidad y has fracasado. Ahora me

toca a mí y te rogaría que no te

inmiscuyas en nuestra conversación.

Visitante: ¿De qué estáis hablando?

Tentación: (Vuelve a Antonio con una

sonrisa) Nada, hombre. Tú tranquilo. Sólo

discutimos de la oferta y la demanda. Tú

demandas y nosotros ofrecemos. Te

quedas con la opción que mejor te parezca

y ya está, todos contentos.


Visitante: Todo esto es muy extraño.

Tentación: ¡Qué va! Esto es de lo más

normal. Yo lo veo todos los días desde

hace... bueno desde los tiempos de los

tiempos.

Visitante: Pues tendrás un huevo de

antigüedad en tu empresa.

Tentación: Sí, es cierto. Pero aquí la

antigüedad no te asegura ningún ascenso.

Lo que importa son los resultados.

¿Verdad Simón? (Ríe) Pero vayamos a lo

nuestro. ¿Qué tal te encuentras aquí?

Visitante: Me siento extraño. Quiero salir

de este lugar cuanto antes.


Tentación: Así me gusta, directo al grano.

Bien, yo soy tu oportunidad.

Visitante: ¿Ah, sí?

Tentación: No lo dudes. ¿Has tomado

algo?

Visitante: El camarero me ha preparado

un cortado descafeinado con leche normal

y sacarina.

Tentación: ¡Qué asco!

Visitante: Eso mismo he dicho yo.

Tentación: ¿Y no te apetecería un cortado

hecho con café de Jamaica, con esa crema

de leche que le da ese gusto denso y

permanente, con azúcar caña blanco,


refinado, de intenso dulzor, y poder olerlo,

disfrutarlo, saborearlo con tranquilidad?

Visitante: Eso sería estupendo.

Tentación pone el maletín sobre la mesa.

Lo abre y saca un platillo y una taza. Lo

pone sobre la mesa y chasquea los dedos.

Cierra el maletín y lo deja a su lado.

Después de lo ofrece a Antonio. Este coge

la taza y sorbe el supuesto contenido

disfrutando de cada sorbo, haciendo

sonidos de estar disfrutando plenamente

del contenido de la taza.

Tentación: ¿Está bueno?

Visitante: Es el mejor cortado que me he

tomado en mi vida. ¿Tienes más?


Tentación: Todos los que quieras.

Camarero: ¡Magia barata! Eso no es más

que magia barata, no te fíes Antonio.

Tentación: (Se levanta como un resorte y

va hacia el camarero) ¿Te he interrumpido

yo cuando estabas con él? ¿Eh? ¿Acaso he

entrado aquí criticando tu forma de actuar

o tus métodos? ¿He hecho algún

comentario durante tus conversaciones?

(Le agarra de la pechera) ¡Si vuelves a

meterte en mi trabajo te juro que... !

Visitante: ¿Qué está pasando ahí?

Tentación suelta rápidamente al

camarero, que se arregla la camisa.


Tentación: Nada, no pasa nada. Estamos

aquí, charlando como buenos amigos

¿verdad? (El camarero intenta hablar pero

Tentación le tapa la boca con un pañuelo).

Bueno, bueno. Sigamos con lo nuestro. (Se

dirige hacia Antonio mientras el camarero

se deshace del pañuelo y escupe con cara

de asco). ¿Dónde estábamos?.

Visitante: Estábamos en lo del café.

(Tentación se sienta)

Tentación: Ya me acuerdo. Bueno, ¿qué

me dices de mi oferta?

Visitante: No está mal. Pero ¿de qué me

sirve el café si no puedo salir de este

lugar?
Tentación: Ahí quería yo llegar. Esta

oferta que te voy a hacer no la vas a poder

rechazar.

Visitante: ¿Oferta?

Tentación: ¿Quieres salir de aquí?

Visitante: Ya te lo he dicho.

Tentación: Yo te puedo sacar.

Visitante: ¡No jodas!

Tentación: (Coge el maletín, lo coloca

sobre la mesa y lo abre. Extrae algo,

cierra el maletín y lo deja de nuevo donde

estaba) Yo tengo esto. (Le muestra una

llave dorada).

Visitante: ¡Una llave!


Tentación: Exacto. La llave que te sacará

de aquí, si tú quieres.

Visitante: Claro que quiero. ¡Dámela!

(Alarga la mano para cogerla, pero

Tentación cierra la suya y la aparta

rápidamente).

Tentación: No tan deprisa, querido

amigo. Ya sabes que hoy en día nadie da

nada por nada. Si yo te ofrezco la llave, tú

tienes que darme algo a cambio.

Visitante: ¿Cómo?

Tentación: Lo que has oído. ¿Qué tienes

tú para ofrecerme a mí a cambio de la

llave?
Visitante: No sé, la verdad es que he

venido con lo puesto.

Tentación: Ay, ay, ay. No sé. Si no tienes

nada que ofrecerme no creo que pueda

darte la llave. (Se agacha como para

volver a guardar la llave)

Visitante: (Hace un gesto para detenerlo)

¡Espera! No sé que puedo ofrecerte. ¿Qué

te interesa de mí?

Tentación: Pues... Mira, me has caído

bien. Te voy a ofrecer un trabajo.

Visitante: ¿Un qué?

Tentación: Trabajo. Estoy un poco

cansado de todo esto y necesito algo de

ayuda. ¿Quieres ser mi asistente personal?


Visitante: ¿Algo así como tu mayordomo?

Tentación: No, no. Me he expresado mal.

Quiero que seas mi colaborador, que me

ayudes en mi trabajo. Con el tiempo

podrás realizarlo por tu cuenta y yo podré

descansar algo por fin después de tanto

tiempo.

Visitante: A ver si lo he comprendido

bien. ¿Tú me das la llave si yo trabajo para

ti?

Tentación: Lo has captado a la primera.

Visitante: ¿Y cuánto tiempo he de estar

trabajando para ti?

Tentación: El contrato tiene duración

indefinida.
Visitante: Pero me pagarás un sueldo

¿no?

Tentación: Te aseguro que no te faltará

de nada. Sólo lo tienes que pedir por esa

boquita y lo tendrás.

Visitante: Parece un trato interesante. Yo

diría que incluso sales perdiendo con este

asunto.

Tentación: ¡Bah! Hoy tengo un buen día y

me has caído simpático.

Visitante: ¿Y si me arrepiento y quiero

dejar de trabajar para ti?

Tentación: Verás, una vez que firmes el

contrato no te separará de mí ni Dios.

El camarero levanta la cabeza con una


sonrisa de oreja a oreja y empieza a gritar

con alegría.

Camarero: ¡Blasfemia, blasfemia¡

(Empieza a cantar con la palabra)

¡Blasfemia, blasfemia! ¡Has cometido

blasfemia, blasfemia!

Tentación: ¡Maldita sea! Esta boca mía

me va a echar a perder el negocio.

El camarero sale de la barra y se acerca a

la mesa.

Camarero: Has cometido blasfemia y ya

conoces las reglas.

Tentación: Pero ha sido muy pequeñita,

no creo que a Él le importe.


Camarero: Las reglas son las reglas, tú

mismo lo dijiste.

Tentación: ¡Vaya mierda de reglas!

Camarero: Lo que tú digas.

Visitante: ¿Alguien me puede explicar lo

que está ocurriendo aquí?

Camarero: Antonio, te voy a dar una pista

importante para que encuentres tu

chaqueta.

Visitante: ¿En serio?

Camarero: Por supuesto. Ahí va la pista.

Llegaste hasta aquí en tu coche.

Visitante: ¡Vaya mierda de pista! Ya te he

dicho que me quito la chaqueta en el


coche. Es el lugar más probable en el que

se encuentre la chaqueta de marras.

Camarero: Espera, espera. Tal vez no me

he expresado bien. Llegaste directamente

desde tu coche. Es decir, no llegaste a

salir de él.

Visitante: ¡Qué tontería! Si estuviera aún

en el coche, no estaría aquí. Me parece

que ese vino dulce que tienes sí que lleva

alcohol aunque digas que no y creo que te

has pasado bebiendo.

Camarero: ¿Pero no lo comprendes? ¡Aún

estás en el coche!

Visitante: Sí, claro. Lo que tú digas.

Camarero: Es que tú estás...


(Tentación se pone en pié)

Tentación: ¡Alto! Ya le has dicho la pista y

no le puedes decir más. Iría contra las

normas.

Camarero: No me importan las normas.

Tentación: Por supuesto que te importan.

Si no te importaran no estaríamos aquí.

Así que vuelve a tu sitio, es mi turno de

nuevo.

Camarero: ¡Diablos, estoy harto! (Vuelve

a la barra)

Visitante: ¿Se puede saber cuáles son

esas normas de las que tanto habláis? No

hago más que escuchar que si las normas


por aquí, que si las normas por allá.

¡Nadie me explica nada!

Tentación: (Se sienta) A veces es mejor

ignorar ciertas cosas. No conviene saber

demasiado. Pero si firmas el contrato, te

aseguro que sabrás todas y cada una de

las normas de las que tanto hablamos.

Visitante: ¿Puedo ver ese contrato?

Tentación: Por supuesto. (Coge el

maletín, lo abre y saca un pergamino.

Además saca una pluma de ganso afilada).

Aquí tienes, léelo tranquilamente.

Visitante: (Coge el pergamino y lee en

voz alta) “Reunidos por una parte Antonio

y por otra Tentación, acuerdan realizar el


siguiente contrato. Que Antonio acepta

trabajar para Tentación en los términos

abajo expresados por toda la eternidad.”

¡Toda la eternidad! ¿No es un poco

drástico? Hubiera bastado con poner

indefinidamente.

Tentación: Es para que veas que no te

engaño y que realmente no te voy a

despedir nunca. Pero a cambio tampoco te

puedes marchar. De todas maneras no es

más que un tecnicismo, ya sabes.

Visitante: Si tú lo dices.

Tentación: Si estás de acuerdo con los

términos, firmas abajo. (Le alarga la

pluma)
Visitante: (Acerca la mano para coger la

pluma y dice con sorna) ¿No tendré que

firmarlo con sangre, verdad? (Empieza a

reírse a carcajada limpia. Tentación ríe

con él durante unos segundos. Después,

con un rápido movimiento, pincha con la

pluma en el dedo de Antonio que suelta un

quejido. Se lleva el dedo a la boca y

chupa) ¡Me has pinchado!

Tentación: ¡Uy, lo siento! Pero, mira, así

no necesitamos tinta. Firma abajo.

Visitante: ¿Con mi sangre? Esto es muy

raro.

Tentación: (Empieza a alterarse) ¡Que

firmes!
Visitante: ¿Pero a ti que mosca te ha

picado?

Tentación: (Completamente fuera de si)

¡Te ordeno que firmes ahora mismo!

Visitante: (Se levanta golpeando la mesa)

¡Ni hablar, no pienso firmar nada hasta

que alguien me explique ahora mismo qué

coño está pasando aquí! ¡Yo estaba

tranquilamente en mi coche hasta que se

cruzó ese camión, y entonces aparezco

aquí y... ! (Se da cuenta de lo que está

pasando) ¡Joder! (Se sienta) Choqué con

ese maldito camión que se saltó el cruce.

La chaqueta está en el asiento trasero de

mi coche.
El camarero sale de la barra y se acerca a

la mesa.

Tentación: Vamos, no digas tonterías.

¿Cómo vas a estar aquí si no estuvieras

vivo? Te has alterado demasiado y sufres

alucinaciones.

Camarero: ¡Basta Tentación! Siempre

transgredes las normas. Se ha dado

cuenta de su situación y no puedes

confundirle. Acabarás destruyéndonos a

todos como sigas así.

Tentación: ¡Vale, vale! No puedo evitarlo,

va con mi carácter.
Visitante: Así que todo este tiempo en

este lugar, no es más que para decidir si

voy a un sitio o a otro.

Camarero: Eso es.

Visitante: Y yo que creía que todo esto

era una mentira como un piano. Pero

resulta que existe.

Camarero: Ahora tienes la llave para

poder salir. (Chasquea los dedos y se

enciende un foco que apunta al suelo del

escenario en el lado derecho creando un

cono de luz dorada).

Tentación: ¡Un momentito!(Chasquea los

dedos y se enciende un foco similar en el


lado izquierdo pero de luz roja). Yo

también tengo derecho a abrir mi puerta.

Camarero: ¡No puedes hacer eso! Es

indigno.

Tentación: Lo sé. (Como un niño travieso)

¡Y me encanta!. Recuerda Simoncete, libre

albedrío. Aún puede elegir por qué puerta

salir.

Camarero: ¡No seas estúpido! ¿Cómo va a

elegir irse por tu puerta al maldito

infierno? Estaría loco si lo hiciera.

Tentación: Sólo por no tener que tragarse

tus asquerosos cortados descafeinados

con leche normal y sacarina, hay gente


que prefiere la condenación eterna. ¡Si es

que no hay Dios que se los trague!

Camarero: (Como acusica) ¡Blasfemia!

¡Has vuelto a blasfemar! Dios te castigará.

Tentación: No me puede hacer nada que

sea peor que este trabajo, teniendo que

aguantar tus lloriqueos para toda la

eternidad. ¡Esto sí que es un castigo

indigno!

Camarero: ¡Cómo te atreves a criticarle a

Él! ¡Tú, que no eres más que un diablillo

de segunda! Te recuerdo que yo era uno

de los doce apóstoles.

Tentación: ¡Ni que eso fuera tan

importante! Os llevabais tan mal que cada


uno contó la historia de Cristo como le

salió de los pelendengues. No tenéis ni

una pizca de dignidad. Lo único que os

interesaba era ser los más importantes de

la nueva iglesia, crear un macronegocio

aprovechando la desesperación y el miedo

de la gente. ¿Por qué crees que estás aquí

y no disfrutando de la presencia eterna de

Dios? No es porque te aprecie mucho, digo

yo.

Camarero: ¡Te equivocas! Me eligió para

este trabajo porque confía en mi criterio.

Soy yo quien decide el que entra en el

Limbo, ¿estamos?
Tentación: ¡Lo que tú digas! Tantos

sacrificios en la vida por Él, para acabar

siendo el portero de su jardín.

Visitante: Yo quería decir que...

Camarero y Tentación: ¡Cállate!

Camarero: ¡A mí no me hables con ese

tono de suficiencia que te la juegas!

Tentación: ¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer?

¿Mandarme al infierno?

Camarero: Te puedo mandar de una

patada en el trasero a mismísimo caldero

de Satanás para que te disuelvas en tu

propia maldad.

Tentación: ¡Ten cuidado o el egoísmo va a

hacer que te des vuelta sobre ti mismo!


Camarero: ¡No tienes derecho a

hablarme así! Soy la mano derecha de

Dios.

Tentación: Para lo que te ha servido.

Visitante: (Gritando) ¡Basta, basta,

basta! (El Camarero y Tentación

enmudecen mirando a Antonio) Ya es

suficiente. Esto parece un mercado. Y lo

jodido es que yo soy la mercancía. No

estoy dispuesto a que se me trate como si

fuera un simple solomillo de carne.

Camarero: Antonio, yo...

Visitante: No quiero escucharte más. A

ninguno de los dos. No es posible que no

me quede otra opción que elegir una de


esas malditas puertas. (Vuelve a sentarse)

¡Joder, esto es injusto!

Tentación: Antoñete, querido. No queda

mucho tiempo, debes decidirte por una de

las dos puertas.

Camarero: Este impresentable tiene

razón, debes elegir.

Visitante: ¿A qué tanta prisa? Según

vosotros tengo toda la eternidad por

delante, así que no necesito darme prisa

para nada. ¿No?

Camarero: Bueno, claro...

Tentación: Sí, vaya...

Visitante: ¿Qué pasa? ¿Hay algo que aún

no me hayáis contado?
Tentación: ¿Nosotros?

El camarero dice Sí, y la vez Tentación

dice No. Lo cual confunde ligeramente a

Antonio.

Visitante: ¿En qué quedamos, sí o no?

Camarero: No le hagas caso a éste, cada

palabra que dice es una mentira. Yo no

puedo mentir. Es cierto que no te hemos

contado todo, pero es que tampoco

podemos hacerlo. Si lo hiciéramos

romperíamos las reglas y se acabaría todo.

Visitante: ¡Joder con las puñeteras

reglas! ¿No te das cuenta que soy yo el

que está en juego? ¿Cómo podéis ignorar

lo que en este momento estoy pasando por


vuestra culpa? Vosotros lo arregláis todo

con chasquear los dedos así. (Chasquea

los dedos y se enciende un foco similar a

los de derecha e izquierda pero de color

verde).

Camarero: ¡Lo has hecho!

Visitante: ¿Qué leches es eso?

Tentación: (Masculla) ¡Mierda!

(Dirigiéndose a Antonio) ¿Eso? Nada,

hombre. Será el trastero o el cuarto de

baño. ¡Sí, eso es! Es el cuarto de baño.

Visitante: ¿Camarero?

Camarero: Bueno, yo...

Tentación: Si le cuentas qué es lo

perderemos, mantén tu bocaza cerrada.


Camarero: No puedo, tengo que contarle

que tiene esa opción. Libre albedrío

¿Recuerdas?

Tentación: ¡Me cago en el libre albedrío y

en la madre que lo parió!

Camarero: ¡Cuida tus modales, estúpido!

Visitante: ¿Y bien?

Camarero: Esa es la puerta de regreso.

Visitante: ¿Qué?

Camarero: Volverás al coche en el que

habías muerto y volverás a vivir.

Tentación: Eres un bocazas, ya lo hemos

perdido.
Visitante: (Se levanta rápidamente y se

dirige a la luz verde) ¡Entonces me voy!

¡Adiós!

Camarero: ¡Espera, Antonio!

Visitante: ¿Qué pasa ahora?

Camarero: No sabes cómo has quedado

después del accidente. Puedes haber

perdido las piernas o haberte quedado

ciego o ¡qué sé yo!, alguna cosa peor.

Tentación: Aquí por lo menos estás

entero. A lo mejor vuelves allí y cambia

todo lo que habías conocido. Toda tu

forma de vida.

Visitante: (Pensativo y triste) Tenéis

razón. (Sonríe al camarero) Pero eso es


mejor que tener que tomarse tus cortados

descafeinados con leche normal y sacarina

toda la eternidad. ¡Me voy! (Sale

corriendo por la zona donde se encuentra

la luz verde)

Tentación: Esto es culpa tuya. Ya le tenía

convencido para que se viniera conmigo.

Siempre juegas sucio, prefieres no tenerlo

a que lo tenga yo y eso es trampa.

Camarero: No digas estupideces. Ha sido

su decisión, tú has oído perfectamente

como le he contado lo que le podía esperar

si regresaba. Así que no he hecho trampa.

Tentación: Mi jefe me va a cortar los

cuernos cuando se entere de todo esto.


Necesito algo fuerte para reunir el valor

necesario para presentarme ante él.

Camarero: ¿Quieres un cortado

descafeinado con leche normal y sacarina?

Tentación va a la mesa. Recoge sus cosas,

las guarda en el maletín y lo cierra. Se

dirige a la zona de luz roja.

Tentación: ¡Que te den por el culo,

mamón! (Sale de escena y se apagan los

focos).

El camarero se da la vuelta y vuelve a la

barra, sonriendo canta la canción “No

podemos caminar con hambre bajo el sol

“(canción de misa), mientras se pone a

leer de nuevo la Biblia. Se hace un oscuro


y se oyen voces y jaleo de gente. Una voz

destaca más que las otras diciendo: “¡Está

vivo! No lo puedo creer. ¡Aún respira!”.

Suena la música mientras cae el

TELON.

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