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6° BÁSICO
“El quijote de la
mancha”
Miguel de Cervantes
NOMBRE ALUMNO(A):
CURSO: FECHA:
DON QUIJOTE
Adaptación
CORO:
En un lugar de La Mancha
cuyo nombre no sabemos
sucedió esta historia
que pronto recordaremos.
Si prestan mucha atención
vivirán las aventuras
del Quijote de La Mancha
el de la Triste Figura.
Rodeado de viejos libros
vivía Alonso Quijano
soñando con aventuras
pero, tan solo soñando.
(A esta altura del relato, Don Quijote se despierta sobresaltado. Las visiones
desaparecen y comienza a vestirse de Caballero).
(El Caballero ya está listo. Mientras el Coro entona las estrofas siguientes, Don
Quijote ensillará a su viejo caballo Rocinante y partirá a buscar a su Señora. En
otro espacio de la sala, Aldonza Lorenzo está lavando ropa a orillas de un río)
DON QUIJOTE: (Tomándole una mano) Pero señora, sus manos son hermosas.
Deme su bendición, se lo ruego.
ALDONZA: (Ríe confundida, mira hacia todos lados, extiende su mano y golpea
la cabeza del Quijote que está arrodillado a su lado esperando la bendición con
los ojos cerrados).
ALDONZA: ¡Mire con que viene a hacer burlas de una aldeana... ¡Mejor siga su
camino, que va a ser más sano para sus huesos! (Toma un palo, lo amenaza y
él sale corriendo)
CORO:
Con un yelmo en su cabeza,
una gran lanza en su diestra
y el corazón palpitante,
partió hacia lejanas tierras.
En sus primeros encuentros
no le acompañó la suerte,
le apalearon sin piedad
y le dejaron sin dientes.
Es por eso que emprendió
dolorido, el regreso.
Necesitaba curar
sus cansados huesos.
Sus amigos y parientes
ansiosos lo recibieron.
CARRASCO: Bueno, los libros no son tan malos. Yo, a veces... (Se arrepiente)
AMA: Tengo miedo, señor. Estoy vieja y si el amo se muere, me quedo sin
trabajo.
CURA: ¡Yo sé que ha de hacerse! ¡Hemos de quemar todos sus libros, pues son
obra de Satán!
(De pronto aparece Don Quijote muy dolorido, grita desaforadamente. El Ama y
la Sobrina corren a auxiliarlo. Lo toma cada una por un brazo y lo sientan
dificultosamente)
DON QUIJOTE: ¡Ay, amigos míos! He sido atacado ferozmente por gigantes y
encantadores...(Continúa hablando hasta que lo que dice se convierte en un
susurro ininteligible. Mientras la Sobrina y el Ama lo calman, va quedándose
dormido)
CURA: ¿No les he dicho? Está enfermo. Vamos a hacer nuestro trabajo antes
de que despierte.
AMA: Pero antes, vuestra merced, rocíe este aposento con agua bendita, no
sea que algún encantador de los que hay en esos libros, nos ataque por
quemarlos.
CURA: Ahora, a lo nuestro. Ama, alcánzame algunos libros, que quizás no todos
merezcan arder.
CURA: Por lo que sé, este fue el primer libro de Caballería que se imprimió en
España. Todos los demás son sus hijos. ¡Al fuego! (Lo arroja a una especie de
brasero usado para calentar la habitación)
SOBRINA: ¡Quémelos también! No sea que mi tío deje de ser Caballero Andante
y quiera convertirse en un sucio pastor.
CURA: ¡Pues al fuego con ellos! Y no se pregunte por qué, pues Dios me ha dado
permiso.
(Mientras el Cura bendice la quema de los libros, una luz roja va envolviendo la
escena. Mientras esta luz se va esfumando, el Coro comienza a cantar)
CORO:
Pasados algunos días
Don Quijote mejoró
y con nuevas energías
a partir se decidió.
Se le ocurrió de pronto
que todo buen caballero
que no se precie de tonto,
debe tener escudero.
Se acordó de un vecino
pobre y de buen corazón,
Sancho Panza se llamaba.
Ya verán qué sucedió.
DON QUIJOTE: (Muy excitado) ¡Oh, amigo Sancho Panza! ¡La suerte
guía nuestros pasos! (Apuntando a los molinos) ¿Ves aquellos inmensos
gigantes?
SANCHO: (Mirando con atención hacia donde señala Don Quijote) ¿Qué gigantes?
(En el espacio opuesto al que están ubicados Sancho y Don Quijote, aparecen
tenuemente iluminados los molinos de viento que, accionados por dos actores,
irán aumentando progresivamente su movimiento, dando la impresión de que el
viento los mueve cada vez más violentamente)
(Don Quijote llega hasta los molinos y choca con ellos. Con la ayuda de un juego
de luces, vuelan el Caballero y Rocinante por el aire. Sancho se acerca a
socorrerlos. Mientras la luz que iluminaba los molinos se esfuma, Don Quijote
asistido por Sancho, se recupera lentamente)
SANCHO: ¡Por Dios! ¿No le dije señor que eran molinos de viento? ¿Qué le pasa?
¿Ha perdido el juicio?
DON QUIJOTE: (Muy dolorido) Calla, amigo Sancho. Más bien creo que algún
encantador enemigo mío ha convertido estos gigantes en molinos de viento, para
quitarme la gloria.
SANCHO: Gracias. Sepa usted que me aprovecha mucho mejor comer solo
aunque sea cebolla, pues así no estoy obligado a comer despacio, ni a limpiarme
a menudo, ni a no toser, ni a no eructar si me da la gana.
SANCHO: ¡Pero señor, mejor buscar posada que tenga cama y comida!
DON QUIJOTE: (Enojado) ¡Calla! ¿No sabes que los Caballeros Andantes vamos
por los campos y dormimos a cielo descubierto?
SANCHO: (También enojado) ¡Sepa mi señor que de no ser por la isla que me
tiene prometida, mejor estaría yo en mi casa con mi mujer y mis hijos!
SANCHO: Esa es cadena de prisioneros, gente forzada por el rey que va a los
barcos.
DON QUIJOTE: ¿Cómo forzada por el rey? ¿Cómo es posible que el rey fuerce a
alguien?
SANCHO: Quiero decir que están presos y los llevan a remar los barcos.
DON QUIJOTE: (Montando en cólera) Como quiera que sea, esa gente va por la
fuerza y no por su voluntad.
DON QUIJOTE: Pues aquí podemos poner a prueba nuestro oficio: deshacer
fuerzas y socorrer a los pobres y oprimidos.
DON QUIJOTE: (Detiene al hombre que guía a los prisioneros sin escuchar
a Sancho que está muy asustado) ¡Oiga usted! ¿Por qué lleva a esa gente de tan
mala manera?
GUARDIA: Es gente que va a los barcos por sus delitos. Nada más. Y ahora, ¡abra
el paso!
DON QUIJOTE: (Dirigiéndose al primero de los presos) ¿Por qué pecado vas de
tan mala manera?
REO 1: Por amor… por amor a un canasto lleno de comida. Le di un abrazo tan
fuerte que, de no ser por la justicia, no lo hubiera soltado.
DON QUIJOTE: (Al segundo reo) Y tú, ¿por qué te condenan? (No contesta)
DON QUIJOTE: (Al cuarto reo) Y tú, ¿por qué vas así?
GUARDIA: (Burlón) Este es Ginés gran ladrón y un gran canalla al que llaman
también Ginesillo de Paparillo. (Se ríe).
DON QUIJOTE: ¡No lo maltrates! (Se aleja un poco, observa con resolución y,
dirigiéndose alternativamente al público y a los ladrones, comienza a hablar) De
todo lo que han dicho, he sacado en limpio que las penas que van a padecer no
son justas y que van hacia ellas en contra de su voluntad. Esto me obliga a
intervenir. Por eso, señor Guardia, pido que los desate y los deje ir en paz, pues
no se debe hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres y no es bueno
que los hombres sean verdugos de los otros hombres. Si no lo cumples, esta
espada hará que lo hagas por la fuerza.
GUARDIA: (Con ironía) ¡Qué atrevimiento! ¡Váyase, señor! Enderece ese colador
que tiene en la cabeza y no ande buscando cinco patas al gato.
(Don Quijote ataca al Guardia. Los reos, con la ayuda de Sancho se sueltan de sus
cadenas. Se produce un desorden general. El Guardia huye. Cuando todo se
calma, habla Sancho)
DON QUIJOTE: (Muy irritado) ¡¿Dónde has visto tú que los Caballeros Andantes
sean juzgados por sus actos?! Yo sé lo que ha de hacerse ahora. (A los
prisioneros) ¡Ey, ustedes! ¡Vengan aquí! (Los reos se acercan y los rodean)
DON QUIJOTE: Era mi deber y en pago al favor que yo les hice, quisiera que
todos juntos se presenten ante mi señora, Dulcinea del Toboso, y le digan que el
Caballero de la Triste Figura los manda a rendirle honores.
DON QUIJOTE: (Presa de gran indignación) ¡¿Quién eres tú, don Ginesillo de
Paparillo o como te llames?! ¡Yo digo que irás solo, con todas las cadenas a
cuestas!
(Todos los presos comienzan a gritarle ¡Loco! ¡Loco!, mientras le arrojan piedras.
Don Quijote y Sancho caen al suelo. Mientras la luz se esfuma sobre la escena, en
otro espacio aparece el Coro)
CORO:
Terminada esta aventura
por los campos anduvieron
y pasados unos días
unos Duques conocieron.
Sabedores de su fama
los nobles y sus criados
fabricaron aventuras,
todo trampa, todo engaño.
y los Duques holgazanes
a su costa se rieron.
El bueno de Sancho Panza
también cayó en la emboscada
le inventaron una isla
para que él la gobernara.
Don Quijote,
Don Quijote,
Don Quijote dónde vas,
derrotado
y cansado
a tu aldea volverás...
Don Quijote,
Don Quijote,
Dulcinea ya no está,
Rocinante
está muy viejo,
necesita descansar.
DON QUIJOTE: Sobrina mía, señor Sansón Carrasco, señor cura, oídme: ya no soy
más don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, y odio todas las falsas historias
de la andante caballería. He sido un necio y un loco al creer en ellas, y me
arrepiento. Sancho, hermano, perdóname por hacerte caer en el error de que hubo y
hay caballeros andantes en el mundo.
SANCHO: ¡Pero qué dice mi señor! ¡Usted sigue siendo don Quijote de la Mancha!
CORO:
Y así fue cómo Don Quijote cerró los ojos dulcemente y sus sanas locuras
quedaron manifiestas de voz en voz hasta llegar aquí, donde hoy lo
recordamos.
FIN