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Diego Román
2018
RESUMEN
Según Williamson, si la iglesia cumple con este único principio no transgredirá los
límites de su autoridad y los creyentes podrán adorar sin sentirse cargados por que se
requiera de ellos algo más allá de la Palabra. En otras palabras, del mismo modo que la
iglesia no puede demandar que el creyente crea algo que no está en las Escrituras,
tampoco puede demandar que adore a Dios de una manera que él no demanda en ellas
(Clowney, 1993:114).
También hay cabida para actos de adoración ocasionales o espontáneas pero estos no
pueden ser requeridos:
Además, deben usarse, de una manera santa y religiosa, en sus diferentes tiempos y oportunidades:
los juramentos religiosos, los votos, los ayunos solemnes y acciones de gracias en ocasiones
especiales.
Por ejemplo, los ayunos “mecánicos” quedarían excluidos y solo podrían realizarse de
forma espontánea:
En el catolicismo romano (y en muchas otras iglesias protestantes que siguen el ejemplo de la iglesia
romana) se designan ciertos días y estaciones para ayunar. Esto es contrario a las Escrituras que
enseñan que el ayunar no es aceptable a Dios cuando surge de tal regulación mecánica... El ayuno es
un elemento de la verdadera adoración solamente si permanece como algo espontáneo u ocasional,
en vez de ser una parte fija del servicio a Dios que se acostumbra. (Williamson, Ibid.:255, énfasis
propio).
¿Cuáles son estas circunstancias? Cosas “comunes a todas las acciones y sociedades
humanas”, por ejemplo, "la hora, el lugar, la duración del servicio y la frecuencia."
(Williamson, Ibid.:254). Otros añadirían también el orden y el contenido (o forma) de los
elementos, por ejemplo, qué salmo se ha de cantar o qué pasaje de la Biblia se ha de leer.
También afirma que se requiere una prescripción explícita para la adoración: “Sé cuán
difícil es persuadir al mundo que Dios desaprueba toda manera de adoración que Él no ha
establecido explícitamente en su Palabra.” (Ibid., énfasis propio, véase también
Institución IV.x.8). Calvino también demanda no añadir ni restar al culto de Dios: “Las
palabras que prohíben añadir o quitar a la Palabra de Dios, cuando se trata del servicio al
Señor, no son difíciles, ambiguas ni dudosas.” (IV.x.17).
Finalmente Calvino habla de “disciplina externa y ceremonias” que parecen ser los
equivalentes de las “circunstancias” en los estándares de Westminster:
En cuanto a la disciplina externa y a las ceremonias, el Señor no ha querido ordenarnos nada en
particular, ni indicarnos palabra a palabra cómo debemos comportarnos, puesto que eso depende de
la diversidad de los tiempos y no convendría una misma forma a todas las situaciones. Por tanto, lo
que importa es remitirse a las reglas generales. (IV.x.30).
Con el fin de actuar correctamente en estas cosas, debemos respetar las costumbres y las leyes del
país donde vivimos y tener la suficiente humildad para discernir bien lo que hay que seguir o evitar.
Si alguien se equivoca por olvido o por descuido, no es pecado. Si, por el contrario, sucede a causa
de un sentimiento de menosprecio, es criticable. Del mismo modo, los días o las horas, la naturaleza
del edificio, los salmos que se cantan un día u otro, todo eso carece de importancia. (IV.x.31).
¿No queda claro que Calvino está afirmando el Principio Regulativo? ¿No son estos
pasajes evidencia suficiente?
Teóricos en contra de que Calvino seguía el Principio Regulativo
Entre los teólogos reformados no hay un consenso de que esto sea así. El historiador
David Calhoun dice que Calvino seguía lo que él llama el "Principio Directivo" y no el
PR. El erudito de la adoración reformada Hughes O. Old, insiste también en que los
reformadores nunca vieron ni el Principio Regulativo (solo lo que Dios prescribe) ni el
Principio Normativo (lo que Dios no prohíbe está permitido) como una opción viable
sino que “estaban determinados a encontrar un tercer principio, la reforma de la iglesia
debía ser ‘según la Palabra de Dios’ ”(1992:283,102). R. J. Gore Jr. (2002) se base en
Calvino para proponer el “Principio Pactual” y diferencia radicalmente la posición de
Calvino de la de los autores puritanos. El teólogo J. I. Packer asimismo escribe:
La idea de que sea necesario el justificante bíblico directo, en forma de precepto o precedente, para
sancionar cualquier artículo, incluido en la adoración pública de Dios, era en realidad, una
innovación puritana que se cristalizó en el transcurso de los prolongados debates que siguieron al
convenio isabelino (Packer, 1990:247).
El contexto de Calvino
Calvino y los puritanos escriben en contextos muy diferentes. Calvino critica a la Iglesia
Romana por inventar una nueva manera de servir a Dios y por establecer nuevas leyes
(Dt. 13:1; Proverbios 30:6; Jer. 7:23) al mismo tiempo que desobedece lo que Dios
manda explícitamente. Según Calvino, los romanistas “toman para sí mismos una libertad
para inventar modos o formas del culto divino”, y después los imponen “a la fuerza a
Dios como substitutos de la obediencia”. La crítica de Calvino va dirigida a la adoración
de imágenes, de María y de los santos, la penitencia y el revivir ceremonias judías. La
Iglesia Romana estaba haciendo lo que Dios había explícitamente prohibido, al mismo
tiempo que había oscurecido el evangelio y por tanto, la verdadera piedad.
¿Qué quiere decir Calvino con obedecer a Dios y sus prescripciones? Cuando
Calvino habla de obediencia, él se refiere al evangelio. Él habla del arrepentimiento
genuino y de la fe en Cristo como el único mediador, así como de su sacrificio perfecto a
nuestro favor, de nuestra dependencia de él en todo, en particular para nuestra
justificación y santificación, así como de la sumisión reverente a su Palabra, la gratitud,
la piedad y el amor. Cabe notar que es posible obedecer el PR puritano sin obedecer a
Dios en todo lo esencial: la fe, la justicia, la gratitud, la piedad o el amor. En otras
palabras el PR no garantiza la aceptación de Dios. El problema, para Calvino, no es
exegético, ni metodológico, no consiste en una serie de observancias externas sino que es
una cuestión del corazón. Los hombres quieren servir a Dios pero no a través del
evangelio, por ello se inventan una religión de obras mediante las cuáles pretenden ganar
el favor de Dios (IV.x.16), jactarse de piedad y condenar a otros. El centro de la crítica de
Calvino es el evangelio y una religión inventada de obras meritorias religiosas que desea
suplantarlo.
El Contexto puritano
Sin duda los puritanos tomaron los escritos de Calvino e intentaron aplicarlos a su propia
situación, pero su situación era muy diferente. La iglesia anglicana preservaba el
evangelio, no tenía un sistema de obras meritorias, no afirmaba la transubstanciación,
tampoco preservaba la idolatría o las supersticiones romanas.
Los puritanos veían el PR como una manera de preservar la libertad cristiana ante actos
como el Acta de Uniformidad (1559) de Isabel I, que encarcelaba a quienes no seguían el
orden litúrgico impuesto por la reina. Durante el reinado de Carlos II los puritanos
perdieron sus salarios, la libertad de hablar o de reunirse o fueron expulsados de la iglesia
por no conformarse al Libro de Oración Común (Kelly, 1993:10).
Pero, ¿qué mandaba este libro o el orden litúrgico anglicano? ¿se oponía a la obediencia
cristiana tal como la entendía Calvino? ¿podemos oponer los principios que gobernaban
en culto anglicano a Calvino como los puritanos opusieron el PR a los anglicanos?
En el mismo pasaje citado por Godfrey (IV.x.30) Calvino escribe:
Sigue habiendo dos peligros: por un lado, que los obispos con sus mitras de dos puntas no
aprovechen la ocasión de lo que hemos dicho para poner en práctica sus detestables y tiránicas leyes
y, por otro lado, que algunas personas, por miedo a regresar a la desgraciada servidumbre que
conocimos, rechacen abiertamente las ordenanzas eclesiásticas, hasta las mejores y más
provechosas. Por tanto, debo afirmar que solo pueden calificarse completamente como divinos los
reglamentos que están basados en la autoridad de Dios y sacados de la Escritura.
Calvino pasa a hablar de arrodillarse durante las oraciones solemne, para Calvino esto “es
de Dios en la medida en que procede eses decoro recomendado por el apóstol; es de los
hombres en la medida en que es una aplicación particular de algo que el apóstol
mencionó de manera general”.
El calendario litúrgico
Por ejemplo, Calvino no consideró las fiestas del Calendario Litúrgico como añadiduras a
la Palabra o como idólatras invenciones humanas. No las desechó o aceptó sobre la base
del PR, ni consideró que la iglesia transgredía su autoridad al mandar su celebración
universal, ni pensó que su prescripción ataría la conciencia de los creyentes; sino que las
evaluó sobre la base de su utilidad, limitándolas en número para evitar supersticiones
(Kelly, Ibid.:27)1:
No le responderé sino citando al mismo Agustín: todo lo que se ha realizado en el mundo entero, se
puede considerar que lo han ordenado los apóstoles con los concilios universales -cuya autoridad es
muy útil en la Iglesia-, como el hecho de celebrar cada año la pasión y la resurrección de nuestro
Señor, su ascensión al cielo, Pentecostés y cualquier otra cosa del mismo estilo que se observa en
toda la Iglesia por todas partes donde está presente en el mundo.
1
Junto con la Segunda Confesión Helvética, cap. 24 y 27, La Confesión Belga Art. 32.
El hecho de que Agustín solo dé unos pocos ejemplos permite comprender que no quiso dar la
autoridad a las observancias de la época, salvo a aquellas que eran sobrias y limitadas en número,
y que resultaban útiles para mantener con sencillez, el orden en la Iglesia. (IV.x.19, énfasis propio).
Calvino no consideró una violación de la conciencia que las autoridades religiosas o aun
civiles mandasen guardar días religiosos. En su comentario a la Epístola de Pablo a los
Colosenses (2:16) Calvino escribe:
Pero alguien dirá, “Aun observamos algunos días.” Yo responde, que de ningún modo observamos
días, como si fuesen festividades santas, o como si no fuese legítimo trabajar en ellos, sino que
honramos al gobierno y al orden – no a los días.
Incluso defiende a los pastores que mandan a su congregación el honrar los días festivos
religiosos católicos, absteniéndose de trabajar o comer carne, a fin de no escandalizar o
causar tropiezo a otros. Él anticipa que habría personas que condenarían a estos pastores
como añadiendo “una nueva ley” y les llama calumniadores:
Es como si hoy, en los países donde las iglesias no están todavía bien organizadas, los buenos
pastores ordenasen a los que ya estén bien instruidos que no comieran carne el viernes o que no
trabajaran, a vista de todos, un día festivo, hasta que los débiles en la fe estuviesen firmes en su
conocimiento de la verdad. Aunque estas cosas, fuera de toda superstición, sean indiferentes en sí
mismas, se convierten en pecados y escandalizan a los hermanos que todavía son débiles en la fe...
¿Quién se atrevería a decir, sin calumniarlos, que estos buenos pastores harían una nueva ley,
cuando se ve claro que se limitan a evitar escándalos, porque Dios los prohíbe con claridad?
(IV.x.22, énfasis propio).
Esto se opone directamente a la práctica puritana independiente y escocesa que rechazaba
las festividades de los días religiosos del anglicanismo (CFW 21.7-82). Nuevamente
notamos que Calvino excluyó lo que muchos puritanos considerarían como elementos
sobre la base de principios más generales como la sabiduría y el amor a los más débiles y
no aplicando el PR como el único y determinante principio.
2
En este punto, encontramos entre los puritanos una diversidad de opiniones. Mientras que John Davenant (1572-1641) no vio un
problema tan serio con los días festivos, George Gillespie (1613-1648) consideró que guardar días festivos era volver a las sombras de
la ley (Fesko, 558). Edward Leigh (1602-1671), percibió los días festivos como una forma de acción de gracias, aprobada por el
Directorio para el culto público de Dios de Westminster (Fesko:571).
Puesto que se dictó a causa del amor fraternal -los propios apóstoles lo dicen- y solo se viola
faltando al amor fraternal, eso equivale a decir que no constituye una adición a la Ley de Dios,
inventada por los apóstoles. Estos simplemente adaptaron a su tiempo un principio que nuestro
Señor ordena a todos en su Palabra. (IV.x.22, énfasis propio).
No vemos que Calvino apele al PR. Mas bien combate a aquellos que considerarían esto
como una “adición a la Ley”, apelando a los principios generales de la Palabra.
Estos mandatos religiosos para Calvino no consisten en un abuso de autoridad, sino en un
uso legítimo de autoridad, en tanto no son requeridos para salvación ni son impuestos con
excesivo rigor. Tampoco pueden cargar la conciencia en tanto el cristiano puede acatarlos
por obediencia a las autoridades legítimas sin considerarlas meritorias y sin negar el
evangelio al obedecerlas.
El día de reposo
Mientras que los estándares de Westminster mandan una obediencia rigurosa del Sabbat
cristiano, absteniéndose de toda recreación o pasatiempo, Calvino considera que el
guardar el Sabbat es cuestión de orden eclesiástico y solo manda no guardarlo
estrictamente, a fin de evitar la superstición y el retorno al judaísmo, dos principios
generales a los que apela continuamente:
El sabbat que se conservó hasta entonces estaba abrogado, pero tenía necesariamente que ser
reemplazado por otro día. Eso no resultaba más que en cambiar el día, contra la costumbre de los
judíos, pero conservar la superstición que Pablo condena: mantener el significado misterioso del día.
Vemos de dónde viene en la práctica esta doctrina (de los falsos profetas con opiniones judaizantes):
sus adeptos superan a los judíos en su concepto legalista del sabbat…
…nosotros guardamos el domingo no en el marco de una religión estricta que lo convertiría en una
ceremonia cargada de un misterio espiritual, sino como una medida necesaria para salvaguardar el
orden en la Iglesia. (II.viii.32 y 33).
Esto contrasta drásticamente con Williamson y aun con el Catecismo Mayor de
Westminster 3 . Para ambos es necesario guardar estrictamente el Sabbat cristiano
absteniéndose de toda recreación o trabajo y dedicando todo el tiempo exclusivamente a
actividades cúlticas, con excepción de las necesidades básicas u obras de caridad:
"(El Cuarto Mandamiento) es violado cuando se designa un día de los otros seis como día santo
basado en alguna autoridad humana, como en el caso de Navidad o "Viernes Santo".
3
Sin embargo, A. A. Hodge afirma, más en línea con Calvino, que el descanso cristiano no debe guardarse “con el espíritu de la ley
que Cristo condena Mt. 12:1; Lc. 13:15, sino con el espíritu libre y santo del Evangelio.” (Ibid.: 262).
Shabbat es cesación. El descansar, en términos del significado de este mandamiento, no significa
dormir. No significa hacer trabajo y seguir nuestros pasatiempos favoritos. (Ibid.:212).
La Confirmación
Calvino ciertamente desechó la confirmación como un sacramento (IV.xix.12). Sin
embargo, no estuvo dispuesto a condenarla por completo. Él reconoció que es necesario
que los niños bautizados en la infancia profesen su fe cuando lleguen a la suficiente
madurez y entendimiento, así como la necesidad de examinar la instrucción catequética
que han recibido en sus hogares.
Aquí notamos nuevamente que Calvino no descarta un ritual particular de invención
humana sobre la base del PR, sino que apela a la enseñanza general de las Escrituras, así
como al ejemplo y sabiduría de los teólogos antiguos (IV.xix.13).
Himnos y salmodia
Calvino no consideró como un requisito que la iglesia cantara exclusivamente los
Salmos4. Él mismo compuso himnos y nunca condenó explícitamente su uso, sino que
solo les recomendó por que tenían la garantía divina (Kelly, Ibid.:29):
Cuando cantamos los salmos que el Espíritu Santo inspiró a David, puros y santos, estamos seguros
que Dios ha puesto su Palabra en nuestros labios como si Él mismo cantara en nosotros para exaltar
su Gloria (prefacio al Salterio de Ginebra, 1542).
A diferencia de algunos puritanos que dividían tajantemente el canto de salmos de la
oración. Él consideró el canto como una forma de oración. Esta es la razón por la que no
condenó los himnos. Los cantos, como las oraciones, no debían restringirse únicamente a
los cantos bíblicos del mismo modo que las oraciones no debían restringirse a las
oraciones bíblicas (Fesko, 2014:572-573). Ciertamente lo que hemos recibido de Dios
tiene primacía pero la primacía no implica exclusividad:
Cantar es orar y la oración requiere canciones aptas y sacras y qué mejor que aquellas que hemos
recibido de Dios mismo, la palabra inspirada, las canciones canónicas escritas por el Espíritu Santo.
(Introducción al Comentario a los Salmos).
El patrón se repite, Calvino no utiliza el PR para determinar que es o no apropiado sino la
enseñanza general de las Escrituras y la prudencia pastoral.
Instrumentos musicales
Calvino tampoco rechazó los instrumentos musicales sobre la base del PR. Él consideró
dos argumentos generales: el empleo de instrumentos oscurece el evangelio y no
contribuye a la edificación.
4
A pesar de que la Confesión habla de cantar salmos, las Anotaciones de la Asamblea aclaran que himnos y cantos espirituales se
refieren a composiciones nuevas e improvisación. Adicionalmente el vocablo salmos era usado para denotar también himnos (Fesko,
Ibid.:575). Véase también Hodge:255.
En primer lugar, puesto que los instrumentos fueron empleados en el servicio de
templo, él razonó que su utilización podía ser interpretada como una expresión del
retorno a la administración mosaica, a las “sombras de la economía de la Ley”. Como
hemos visto, la iglesia católicorromano de su tiempo había, a los ojos de Calvino,
reconstruido las prácticas de adoración del Antiguo Pacto, haciéndose culpable de la
apostasía sobre la que el autor de Hebreos advierte. Calvino encontró una confirmación a
su interpretación en algunos Padres de la Iglesia. El problema, por supuesto, es que el uso
de instrumentos es mandado explícitamente por la Escritura (Sal. 149 y 150); y aunque
esta prescripción se encuentra en el Antiguo Testamento, no hay nada en el Nuevo
Testamento que lo condene o hable de su supresión. ¿Qué hicieron los Padres de la
Iglesia para lidiar con este problema? Para justificar la discontinuidad con el Antiguo
Testamento los teólogos antiguos recurrieron a la interpretación alegórica. Ellos
entendieron que cuando la Biblia manda explícitamente que alabemos a Dios con
instrumentos, en realidad lo que quiere decir es que lo hagamos "con todo nuestro ser" o
"cosechando las virtudes espirituales"5.
En segundo lugar, para justificar que los instrumentos no eran edificantes Calvino
tomó 1 Co. 14:7-9 e interpretó que los instrumentos debían ser considerados como una
“lengua desconocida”6. Calvino no excluyó los instrumentos musicales sobre la base del
PR sino de principios más generales de la Escritura.
La propuesta de Calvino
¿Por qué Calvino aceptó todas estas cosas que los puritanos consideraban elementales y
no circunstanciales? A mi parecer la respuesta no es que tuvo una noción más amplia de
circunstancias sino un concepto radicalmente diferente a la división
elemento/circunstancia. Calvino distinguió entre las prácticas cúlticas requeridas por la
Palabra y aquellas de libre observancia (adiaphora). Estas últimas podían ser añadidas o
suprimidas por la iglesia sin que esto implicara un abuso de autoridad o una violación de
5
Véase en sus Comentarios a los Salmos el 149 y 150, así como los Comentarios de Agustín a los Salmos. Este uso alegórico de la
Escritura es a mi parecer una inconsistencia metodológica. Parece más natural interpretarlo literalmente. Adicionalmente, hoy sería
completamente inaplicable, nadie entendería el uso de instrumentos como un retorno al judaísmo, sino como parte natural del
cristianismo.
6
Esto contradice la enseñanza clara del pasaje, que enseña que los instrumentos pueden ser distinguidos intelectualmente (por su
timbre, ritmo y melodía) si son tocados adecuadamente. El pasaje aún va más allá y considera que los instrumentos pueden ser
entendidos como símbolos. Quizá si Calvino hubiera tenido acceso a una teoría de la música más desarrollada hubiera podido percibir
esto.
la conciencia; siempre y cuando estas cumplieran con las reglas generales de la Biblia y
no fueran impuestas con demasiado rigor:
Vemos, en resumen, a qué tiende esta libertad: a permitirnos, sin escrúpulo de conciencia ni
turbación de espíritu... Y entre estas cosas están las prácticas religiosas de libre observancia. Las
conciencias no están, por tanto, forzadas a observarlas por obligación; deben saber que su uso está
sometido a su discernimiento, según lo que consideren bueno para la edificación. (III.xix.8, ver
también 11 y 12, énfasis propio,).
Pablo mantiene la libertad de las conciencias, declarando que no están obligados a observar las
cosas indiferentes. (III.xix.3, énfasis propio)
...el conocimiento de la verdad tendrá como efecto que observaremos estas cosas sin superstición y
que no obligaremos a los demás con excesivo rigor a guardarlas. No consideraremos que el servicio
a Dios tenga más valor por una gran cantidad de ceremonias.
Una iglesia no menospreciará a otra comunidad por sus diferentes prácticas. Finalmente, si no se
establecen leyes inmutables, es con el fin de consagrar a la edificación todo lo que tiene que ver con
las ceremonias de la iglesia. En función de eso, estaremos listos para tolerar, no solo el cambio de
tal o cuál práctica, sino hasta la modificación o el abandono de aquellas a las que estamos
acostumbrados. (IV.x.32, énfasis propio)
Nuestro tiempo nos permite experimentar que, según las circunstancias, es bueno suprimir algunos
ritos que no eran malos ni inadecuados en sí mismos. (IV.x.32, énfasis propio).
8
Es innegable que algunos puritanos apoyarían este punto particular de Calvino, John Davenant (1572-1641) escribió sobre Col. 2:16
contra los que imponen ceremonias y luego condenan a los que no las observan, los que dan un valor de necesidad, mérito o
justificación a las ceremonias (Gal. 5:1), o atribuyen perfección a la abstinencia de la carne (Fesko, 557-559). También Robert
Rollock (ca. 1555-1599) criticó a la iglesia romana que impuso no comer carne en viernes y los días santos como una ley necesaria
para la salvación del cristiano, ignorando a la vez la verdadera salvación y adoración (Fesko, 558). Sin embargo, sería necesario
también demostrar que estos no seguían el PR y que aceptaban la distinción de Calvino de elemento necesario y elemento de culto
voluntario.
Parece, sin embargo, que la oposición de Calvino a la imposición de novedades en el culto se
concentra en las formas que oscurecían la doctrina de Cristo. No es claro que Calvino se opusiera a
la institución de nuevas formas de adoración, asumiendo, por supuesto, que estas no oscurecieran a
Cristo. (1974:49).
Edificación
Positivamente, se debía hacer todo “decentemente y con orden” buscando la edificación
de todos los miembros de la iglesia9:
Ahora bien, como hay grandes diferencias de opinión y de puntos de vista entre los hombres, no
podría subsistir ninguna disciplina entre ellos sin algunas leyes claras, ni podría reinar ningún orden
sin estructuras reconocidas. Lejos de nosotros el oponernos a tales leyes; incluso afirmamos que sin
ellas las iglesias entrarían rápido en la confusión y se desharían. De no ser así, sería imposible
hacerlo todo <<decentemente y con orden>> (lo que Pablo recomienda), si este orden no asumiese
formas concretas. (IV.x.27)
…como Dios no enseñó nada de manera expresa al respecto, ya que no concierne a nuestra
salvación y conviene actuar de diversas maneras según lo necesario para la edificación, debemos
concluir que podemos cambiarlas (ceremonias), fijar unas nuevas y suprimir las que han sido hasta
el momento buenas para la vida de la Iglesia (IV.x.30, énfasis propio).
Calvino entiende que “decentemente” se refiere a ‘promover el respeto de las cosas
santas’, ayudar al pueblo a ‘honrar a Dios’ y mantener la ‘seriedad y humildad”. Es claro
que los estándares de Westminster reconocen la decencia y orden como principios de Ley
Natural que gobiernan las circunstancias del culto (CFW. 21.7, 1.6) mas los puritanos no
entendieron que esto incluyera elementos de culto voluntario. Mientras que los puritanos
distinguieron tajantemente elementos y circunstancias (la hora, la duración y el lugar de
culto) Calvino entiende las circunstancias como el entorno religioso y cultural. Enfatizó
la claridad y accesibilidad del culto:
Calvino no solo consultó la tradición cristiana antigua, sino que conscientemente tomó en cuenta las
capacidades de sus congregantes. La misa latina medieval era solo accesible a “los entendidos”,
entrenados en la “alta cultura”, pero Calvino no estaba dispuesto a elegir la “alta cultura” por sobre
la inteligibilidad para la persona común. La predicación y el canto debían ser accesibles a los
indoctos. Calvino fue tan lejos como para afirmar que la liturgia que presentaba a la iglesia estaba
“enteramente dirigida a la edificación”. (Keller en Carson, 2002:266).
9
De igual modo reconocen el principio de la edificación cuando condenan la liturgia anglicana como “ceremonias de ningún
provecho”, que se convierten en una carga para la conciencia (Prefacio al Directorio de la Adoración Pública). (Fesko:563).
El amor
Finalmente, existe un principio que es mayor que la edificación, el amor: “Reconozco
que no hay que cambiarlo todo el tiempo todo, sin motivos de peso. El amor fraternal nos
sugerirá lo que es nocivo o edificante; si él nos inspira, todo irá bien”. (IV.x.30).
…porque el principio del amor hace de nosotros sus servidores (de los débiles) en todo y para todo.
Nuestra libertad se nos da para que, estando en paz con Dios en nuestras conciencias, vivamos en
paz también con los hombres (III.xix.11).
Conclusión
Calvino no consideró que el PR fuera el principio único que deba gobernar lo que ha de
ser incluido o no en el culto. A diferencia del PR que distingue estrechamente entre
elemento y circunstancia y elementos ordinarios y extraordinarios (que no deben ser
impuestos mecánicamente), Calvino distinguió entre elementos prescritos y elementos de
culto voluntario. Aunque los puritanos buscaron seguir a Calvino, su contexto difería
radicalmente del de este. Calvino anticipó que podría ser malinterpretado y argumentó
contra quienes utilizaran conceptos como “añadir a la ley” “atar la conciencia” o “seguir
invenciones humanas” que la iglesia tiene autoridad de introducir elementos de culto
voluntario, que el creyente puede obedecerlas sin ninguna carga de conciencia y que
rechazar estas ordenanzas eclesiásticas (o de los magistrados) es un grave pecado de
rebeldía que requiere disciplina. Al mismo tiempo reconoció que estos elementos de culto
voluntario deben considerar la enseñanza general de las Escrituras, en particular no deben
oscurecer el evangelio, sino edificar por medio de la fe, así como entrenarnos en la
piedad. Para Calvino la mejor guía para determinar qué elementos pueden ser
introducidos en el culto no es ‘un único y claro principio’ como ‘lo que Dios no manda
está prohibido’ sino el amor que surge de un corazón renovado por el evangelio.
Bibliografía