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COLUMNA ›
Cuanto más tiempo pase, mayor será el despecho y el dolor. Los británicos se
van, pero saben que han dado un mal paso, probablemente irreversible, del que
se arrepentirán. Cuando suceda “será un momento triste y trágico” ha dicho, con
su habitual gusto por la claridad e incluso la crudeza verbal, el presidente de la
Comisión, Jean-Claude Juncker.
Los europarlamentarios escucharon a Juncker sin tiempo casi para leer el nuevo
documento británico sobre las relaciones con la UE en defensa y política exterior.
Es la primera noticia simpática y positiva del Brexit. Ya no hay chantaje con la
seguridad y la defensa, como hace un año. Al contrario, los británicos razonan la
estrecha relación que quieren en este capítulo, no por meros intereses
compartidos sino por argumentos inequívocamente europeístas, como son “los
valores compartidos de paz, democracia, libertad y Estado de derecho para
nuestro continente y más allá”. El día del Estado de la Unión los británicos nos
dicen que se van, pero también que se quedan, algo que reconforta a la idea de
unión más estrecha entre los pueblos de Europa.
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