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Abikú
Abiku: abi - “el que posee iku” (muerte); por lo tanto, “predestinado a la muerte” es una palabra
usada para significar los espíritus de los niños que mueren antes de pubertad , y también una clase
de espíritus malvados que hacen a niños morir; un niño que muere antes de doce años de la edad
que es llamado un Abiku, y el espíritu , que causaron la muerte también que es llamado Abiku.
Parece ser que las zonas deshabitadas del país abundan con números de espíritus malvados o los
demonios, que sufren de hambre, sed, y frío, puesto que nadie les ofrece sacrificio no tienen ningún
templo, y que se están esforzando constantemente para mejorar su condición inscribiendo a los
cuerpos de bebés recién nacidos. Solamente un Abiku puede entrar y detener la vida de un niño ,
como hay gran competición entre los Abikus para tal posición.
Cuando un Abiku ha inscrito a un niño que él toma para su propio uso, y para el uso de sus
compañeros, la mayor parte de los alimento que el niño come, consumen ellos. Es las demandas
incesantes que son hechas por el Abikus hambriento afuera, y que el Abiku dejado en un órgano del
niño,tiene que satisfacer, que destruyen a el niño, porque el conjunto de su alimento es escaso para
sus requisitos. Cuando se cree que un abiku esta lastimando a un niño adueñandose de un organo de
este, acustumbran a darle el doble de comida, para todo hecho al niño es sentido por su Abiku. El
Abiku dejado en un órgano, en gran parte, se identifica así llevando al niño a la muerte. Una madre
que ve a su niño gradualmente el perder de peso sin una causa aparente concluye que unAbiku lo ha
incorporado, que ella ha dado a luz a un Abiku, y que está siendo hambriento porque el Abiku está
robando todo su alimento.
ella superticiosamente une los anillos de hierro y las campanas pequeñas por los tobillos del niño, y
cuelga cadenas del hierro alrededor de su cuello. El cascabelear del hierro y el tintinear de las
campanas se supone que aleja al Abiku, por lo tanto son muchos los número de niños que deben ser
vistos con sus pies pesados abajo con los ornamentos del hierro.
El niño recupera a veces su salud, y entonces se cree que este procedimiento ha sido eficaz, y que el
Abikus se ha conducido lejos. Sin embargo, no ocurre ninguna mejoria, o el niño crece peor, los
esfuerzos de la madre para expulsar al Abiku haciendo incisiones pequeñas en el cuerpo del niño, y
poniendo en esto las pimientas o las especias verdes,creyendo que de esa manera causará dolor al
Abiku y hará que él salga. El niño pobre grita con dolor, pero la madre endurece su corazón en la
creencia que el Abiku está sufriendo igualmente.
Si una mujer, en país yòrùbá da a luz una seria de niños fallecidos o fallecidos en edad temprana, la
tradición dice que no se trata de la venida al mundo de varios niños diferentes, sino de diversas
apariciones de un mismo ser (para ellos, maleficios) llamados Àbíkú (nacer-morir) que se juzga
venir al mundo por un breve momento para volver al país de los muertos, órun (cielo), varias veces.
Ellos pasan así su tiempo en ir y volver del cielo para el mundo sin jamás permanecer aquí por
mucho tiempo, para gran desespero de sus padres, deseosos de tener a su hijos vivos.
Esta creencia se encuentra entre los Akan, donde la madre es llamada awomawu (ella trae a los
niños al mundo para morir). Los ibo llaman a los Àbíkú de ogbanje, los haucas de danwabi y los
fanti kossamah.
Encontramos información al respecto de los Àbíkú en otras historias, como en Ifà, siste-ma
adivinatorio de los yorubas, clasificados en 256 odus. Estas historias muestran que los Àbíkú
forman sociedades en el egbá órun (cielo), precedidas por iyájansà (la madre se bate y corre) para
los niños y olókó (jefe de reunión) para las niñas, y el Aláwaiyé (Rey de Awaiyé que las llevo al
mundo por primera vez en su ciudad de Awayié. Allí se encuentra la floresta sagrada de los Àbíkú,
donde los padres de los Àbíkú van a hacer las ofrendas para que ellos estén en el mundo.
Cuando ellos vienen del cielo para la tierra, los Àbíkú pasan los límites del cielo mediante los
guardianes de la puerta, oníbodé órun, sus compañeros van con ellos hasta el lugar donde ellos
dicen hasta luego. Los que parten declaran el tiempo que van a estar en el mundo y que es lo que
harán. Prometen a sus compañeros que no estarán ausentes, esos niños, a pesar de todo el esfuerzo
de sus padres, retornarán, para encontrarse con sus amigos en el cielo.
Los Àbíkú pueden estar en el mundo por períodos más o menos largos. Un Àbíkú niña llamada “la
muerte, el castigo” declara delante de oníbodé órun que nada de lo que sus padres hagan será capaz
de retenerla en el mundo, ni presentes, ni dinero, ni ropas, que le ofrezcan, ni todas las cosas que le
gustaría hacer por ella atraerán su mirada, ni le agradarán.
Un Àbíkú niño, llamado ilere, dice que recusará todo alimento y todas las cosas que le quieran dar
en el mundo. Él aceptará todo esto en el cielo.
Cuando Aláwaiyé llevo doscientos ochenta Àbíkú al mundo por primera vez, cada uno de ellos
tenía declarado, al pasar la barrera del cielo, el tiempo que estarían en el mundo. Uno de ellos se
proponía volver al cielo así tuviera visto a su madre; otro, iría esperar hasta el día en que sus padres
concibieran un nuevo hijo, uno no esperaría más del día en que empezara a andar.
Otros prometen a iyájansà, que está dirigiendo la sociedad en el cielo, respectivamente, estar en el
mundo siete días, o hasta el momento en que comenzase a andar o cuando el comenzase a
arrastrarse por el suelo, o cuando comenzase a tener dientes o estar en pie.
Estas historias nos dicen que las ofrendas hechas con conocimiento de causa son capaces de retener
en el mundo ese Àbíkú haciéndolo olvidar de sus promesas de volver, rompiendo así el ciclo de sus
idas y venidas constantes entre el cielo y la tierra, porque, una vez que el tiempo marcado para
volver ya alla pasado, sus compañeros se arriesgan a perder su poder sobre él.
Es así que en estas cuatro historias encontramos ofrenda que permiten un tronco de bananero
acompañado de diversas otras cosas. Uno solo de los casos narrados, explica la razón de esas
ofrendas: “un cazador que estaba al acecho, en un cruce de los caminos de los Àbíkú, escucho
cuales eran las promesas hechas por estos Àbíkú, cuando es la época de su retorno al cielo”.
“Uno de ellos promete que dejará el mundo cuando, el fuego utilizado por su madre para preparar
su comida, se apague por falta de combustible. El segundo esperará que el paño que su madre
utiliza para cargarlo hasta la costa se rompa. La tercera espera, para morir, el día en que sus padres
le digan que es tiempo para casarse y mori con su esposo”.
"El cazador va a visitar a las tres madres en el momento en que ellas están dando a luz a sus hijos
Àbíkú y aconseja a la primera que no deje quemar enteramente la leña sobre el pote que cocina las
legumbres que ella preparara para su hijo; a la segunda que no deje romper el paño que usa para
cargar a su hijo a la costa, que utilice un paño de calidad diferente; a la ter-cera, que no especifique
cuando será la hora, el día en que su hija deba ir para la casa de su marido”.
Las tres madres van, entonces a consultar su suerte, que les recomienda que hagan respectivamente
las ofrendas de un tronco de bananero, de una cabra y de un gallo, impidiendo, por medio de este
ritual, que los tres Àbíkú puedan mantener su compromiso. Porque, si la primera instala un tronco
de bananero en el fuego, destinado a cocinar la comida de su hijo, antes que se apague, el tronco de
bananero, lleno de savia y esponjoso, no puede quemar, y el Àbíkú, viendo que un pedazo de leña
no se ha consumido por el fuego, dice que el momento de su partida todavía no ha llegado. La piel
de la cabra ofrecida por la segunda madre, sirve para reforzar el paño que ella usa para llevar a su
hijo a la costa; el niño Àbíkú no va a ver que el paño se rasgo y no va a poder mantener su promesa.
No se sabe bien el porqué del ofrecimiento del gallo, pero cuenta la historia que cuando llego la
hora de decir a la hija ya una señorita, que ella debería irse para la casa de su marido, los padres no
le dijeron nada y la enviaron bruscamente para la casa de él.
Nuestros tres Àbíkú no pudieron mantener la promesa que hicieron, porque las circunstancias que
debían anunciar su partida no se realizaron tales como ellos tenían previsto en su declaración
delante de oníbodé órun. Estos tres Àbíkú no van a morir más. Ellos seguirán un camino diferente.
Esta historia es comentada con algunos detalles porque ilustra bien el mecanismo de las ofrendas y
de su función. No es su lado anecdótico (de leyenda) que nos interesa, pero la tentativa de
demostración de que en país yoruba, el destino puede ser modificado, en una cierta medida, cuando
ciertos secretos son conocidos.
Entre las ofrendas que los retienen aquí, en la tierra, figuran, en primer plano, las plantas litúrgicas.
Cinco de ellas con citadas en estas historias:
- Abíríkolo
- Agídímagbayin
- Ídí
- Ijá àgborin
- Lara pupa
Y dos plantas más son frecuentemente usadas para retener los Àbíkú y que no figuran en estas
historias:
- Olobutoje
- Òpá eméré
La ofrenda de estas hojas constituye una especie de mensaje y es acompañada por ofó
(encantamientos).
En países yòrùbá, los padres, para proteger a sus hijos Àbíkú e intentar retenerlos en el mundo,
pueden dedicarse a ciertas prácticas, tales como hacer pequeñas incisiones en ciertas partes del niño
y ahí frotar atin (un polvo negro hecho con ossum, fabas y hojas litúrgicas para este fin) o atar a la
cintura del niño un ondè, talismán hecho con el mismo polvo negro, puesto en un saquito de cuero.
La acción protectora buscada en las hojas, expresada en fórmulas de encantamientos, e introducidas
en el cuerpo del niño por pequeñas incisiones o fricciones, y aparte el polvo negro, contenido en el
saquito de ondè, representa un mensaje no verbal, una especie de apoyo material y permanente del
mensaje dirigido por los elementos protectores contra los elementos hostiles, siendo esa la forma de
expresión menos efímera que la palabra.
En otra historia, son hechas alusiones a los xaorôs, anillos provistos de cascabeles, usa-dos en los
tobillos por los niños Àbíkú, para alejar a los compañeros que intentan venir a buscarlos al mundo y
recordarles sus promesas. De hechos sus compañeros no aceptan tan fácil-mente la falta de palabra
de los Àbíkú, retenidos en el mundo por las ofrendas, encantamientos y talismanes preparados por
los padres, de acuerdo con el consejo de los babalawos. No siem-pre esas precauciones y ofrendes
son suficientes para retener a los niños Àbíkú sobre la tierra. Iyájanjàsa es muchas veces más fuerte.
Ella no deja obrar lo que las personas hacen para rete-ner y hecha todo a perder lo que las personas
tuvieran preparado. Contra los Àbíkú no hay re-medios. Iyájanjàsa los traerá a la fuerza para el
cielo. Los cuerpos de los Àbíkú que mueren así, son frecuentemente mutilados. A fin de que, digan,
ellos pierdan sus atractivos y sus compañe-ros en el cielo no quieran bromear con ellos, sobre todo
para que los espíritus de los Àbíkú, maltratados de este modo, no deseen más venir para el mundo.
Estos niños Àbíkú reciben en su nacimiento, nombres particulares. Algunos de esos nombres son
acompañados de saludos tradicionales. Ellos pueden ser clasificados:
-Tener nombres que establezcan su condición de Àbíkú.
-Tener nombres que les aconsejan o les suplican que permanezcan en el mundo.
-Tener indicaciones de que las condiciones para que los Àbíkú vuelvan no son favorables.
-Tener la promesa de buen tratamiento, en caso que ellos se queden en el mundo.
La frecuencia con que se encuentra, en países yòrùbá, estos nombres en adultos o viejos que gozan
de buena salud, muestra que muchos Àbíkú están en el mundo gracias, piensan las almas piadosas, a
todas esas precauciones, a la acción de Òrúnmìlà, y la intervención de los ba-balaôs.
Algunos nombres dados a los ÀBÍKÚ
Historia de IFÁ
Las ceremonias para los Àbíkú parecen ser poco frecuentes entre los yorubàs, la única asistida por
Pierre Verger, la ceremonia fue hecha por la tanyinnon encargada del culto a los dioses protectores
de una familia tradicional del barrio Houéta. En una esquina de la pieza principal, ocho estatuas de
madera de 20 cm de altura, eran colocadas sobre una banqueta de barro.
Todos vestidos de panós de la misma calidad, mostrando por la uniformidad de sus vestimentas,
pertenecer a una misma sociedad (egbé. Seis de estas estatuas representaban a los Àbíkú y las otras
dos a Ibeije. Las ofrendas consistían en Oká (pasta de inhame), obèlá (especie de carurú, èkuru
(poroto molido y cocinado en hojas), eran dindi, eja dindin (carne y pescado fritos) que, después del
prece (plegaria) de tanyinnon y de las ofrendas de parte de esta comida a las estatuas, fueron
distribuidas para la asistencia. Una sacerdotisa de Obatalá asistió a la ceremonia subrayando las
ligaciones que existen entre los orishas de la creación, las personas de cuerpos mal formados,
jorobados, albinos y aquellos cuyo nacimiento es anormal.
Por lo tanto al contrario de lo que muchos hablan, nada tiene que ver con que un niño ya nace
“hecho” en santo.