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México
2007
Pag.
AGRADECIMIENTOS
LOS HUESOS DE CANIDOS COMO OBJETO DE ESTUDIO 1
Esqueleto poscraneal. 16
Materiales de estudio. 37
Diferencias de la mandíbula. 50
Morfometría de la mandíbula. 56
Diferencias morfológicas. 58
Diferencias morfométricas. 61
Cráneo. 90
El Tlalchichi. 95
2
Cánidos de Chac Moll, Punta Pájaros, Quintana Roo. 150
BIBLIOGRAFIA 173
3
AGRADECIMIENTOS
4
Al finado Maestro Ticul Álvarez, quien en 2000 era Jefe del Laboratorio de
Cordados Terrestres de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN y al Sr.
Aurelio Ocaña, por el acceso a la colección de coyotes con que cuenta dicho laboratorio.
Por último es necesario destacar el valioso papel que posee el material gráfico y
fotográfico dentro de una obra como la presente, pues la teoría sin un sustento adecuado
de imágenes tendría un valor muy relativo. A Cesar Fernández, por su labor gráfica y a
Rafael Reyes, por sus fotografías, les ofrecemos nuestro más sincero reconocimiento
por su trascendente labor para con este libro.
5
LOS HUESOS DE CANIDOS COMO OBJETO DE ESTUDIO
En el quehacer arqueológico se obtiene, entre otras muchas cosas, lo que hoy se conoce
como material arqueozoológico, esto es, los restos completos o fragmentados de
animales, ya sean vertebrados o invertebrados, anotando que de éstos últimos, los más
frecuentes y llamativos son los moluscos, mejor conocidos como “conchas y caracoles”.
Durante muchos años las conchas de los moluscos marinos fueron los únicos
restos de animales que fueron objeto de interés por los arqueólogos, principalmente por
su relación con lo religioso y por ser normal su hallazgo en contextos ceremoniales y
funerarios. Los restantes animales, por muy frecuente que fuera su presencia en las
excavaciones no pasaban de ser simples “montones de huesos” carentes de valor.
1
descubras, nada de eso iguala el impacto de descubrir un colmillo de un puma o jaguar,
la espina de una raya o el esqueleto de una ave de presa, aunque se trate de un hallazgo
único.
Lo paradójico de esto es que los autores podemos demostrar que esos sitios
arqueológicos “privilegiados” son de lo más comunes en México, y que el problema
fundamental es que el hallazgo se da sin que la gente que trabaja en el sitio se entere
siquiera de ello, principalmente porque no se tiene conciencia de la existencia de esos
organismos y porque aunque se identifiquen pocas veces se sabe como deben estudiarse
sus restos.
Sin duda para este momento el lector ha reconocido que se está dando la pauta
para hablar de los cánidos y que este es el grupo de animales a los que les estamos
asignado el calificativo de non plus ultra dentro de todo lo que es el universo de restos
arqueozoológicos mesoamericanos aunque aún no se haya indicado aún en que nos
basamos para semejante afirmación, misma que apoyamos en los siguientes aspectos:
En primer lugar sus restos óseos son muy abundantes, de tal suerte que
difícilmente podemos considerar la existencia de un sitio arqueológico en
Mesoamérica1, en el cual no aparezcan huesos de estos organismos.
1
El nombre de “Mesoamérica” se da al territorio donde se desarrolló uno de los focos principales de la
civilización precolombina y que abarca centro y sur de México, Guatemala, Belice, el Salvador y parte de
Honduras y Nicaragua.
2
hasta esqueletos completos, hallazgos que nada tienen que pedir, en cuestión de
espectacularidad, con los de grandes felinos como jaguares y pumas.
Hay que considerar que por tratarse de animales de ámbito doméstico y silvestre,
su estudio permite reconocer tanto el valor que se le daba a un recurso manejado
y controlado por la gente, esto es, el perro, como el que se le daba a las especies
silvestres y a los ambientes de los cuales lobos y coyotes provenían.
Desde que el perro llegó a este continente (Leonard et al 2002; Valadez, Leonard
y Vilà 2003; Valadez, Mendoza y Blanco 2004) fue compañero constante,
continuo y altamente apreciado para el hombre, por lo que al estudiar a este
animal estamos en posibilidad de reconocer aspectos como migraciones o
influencias culturales.
2
Alicia Blanco revisó este informe en la década de los setentas por y en informe entregado en a incluyó
el siguiente párrafo:
3
En realidad la iconografía siempre ha dejado ver la enorme relación entre
cánidos y religión, aspecto que el Maestro en Ciencias Naturales Edward Seler ilustra
muy bien en su textos por el espacio dedicado a estos animales, baste decir con que en
su obra Las Imágenes de Animales en los Manuscritos Mexicanos y Mayas (2004),
versión castellana del original alemán impreso en 1909, dedica 33 páginas al análisis de
las representaciones de cánidos en los códices que estudió, espacio no igualado para
ningún otro caso, incluyendo jaguares o serpientes, circunstancia que demuestra la
fuerza de los cánidos dentro del mundo simbólico mesoamericano. Empleando estas y
otras fuentes de información es inevitable llegar a la conclusión que desde hace muchos
años se sabía que los cánidos eran animales con una enorme valía dentro de la
civilización mesoamericana; lo que ha faltado, hasta hoy, son las herramientas
metodológicas para poder estudiar sus restos óseos a fin de integrar esta información al
acervo que se ha creado por otras vías.
La presente obra es modesta en sus objetivos, pues tiene como eje primario
ofrecer al lector las bases de lo que es el estudio de los restos de cánidos, así como
diversos ejemplos del tipo de beneficios que los autores han obtenido a lo largo de los
años mediante el empleo de las metodologías desarrolladas. El grueso de la
información es de tipo técnico, apto para aplicarse a los materiales óseos rescatados y
solo de manera breve se hará mención a lo que sabemos en este momento acerca del
cánido al interior de la civilización mesoamericana, incluyendo al final una lista de
obras creadas por los autores al respecto, para todo aquel que desee conocer más sobre
el tema.
COMENTARIO. Es desesperante leer este informe preliminar, sabiendo que no contamos con ninguna
otra fuente de información, ni existe la posibilidad de recuperar algún dato. La cantidad de datos que no
se registraron, como asociación arqueológica, número y característica de los individuos en cada entierro
y la posibilidad de la presencia de otros restos animales, nos abre una brecha por donde se nos escapa
un raudal de información que podría rastrearse desde el Preclásico y entender muchas otras situaciones
en que perros o representaciones de ellos, se obtienen en ofrendas a edificios o asociados a entierros
humanos…….”
4
reconocer edades y sexo en los restos arqueozoológicos, la quinta es un conjunto de
casos de sitios arqueológicos cuya muestra de cánidos consideramos que es de especial
relevancia y por último, aparece un conjunto de obras creadas por los autores alrededor
del tema.
5
PRIMERA PARTE
6
CAPITULO I
Quizá el elemento clave para entender porque ha sido tan largo el tiempo de espera para
poder abordar el estudio del perro desde la arqueozoología es la necesidad de conjuntar
intereses y conocimientos arqueológicos y biológicos. Lo primero es necesario para
ubicar las circunstancias imperantes relacionadas con el hallazgo y recuperación de los
restos óseos, así como la información que servirá para entender el porque de la
presencia de un cánido en tal o cual sitio; lo segundo es indispensable para explotar toda
la información que se encuentra asociado a cada hueso que se está estudiando.
El perro, zoológicamente hablando, se agrupa con los lobos, los coyotes y las
zorras, entre los más conocidos, en la Familia Canidae, la cual comprende carnívoros de
mediana corpulencia, con cinco dedos en las patas anteriores y cuatro o cinco en las
posteriores, digitígrados, con garras no retráctiles, con extremidades delgadas en sus
segmentos dístales y cola vertebral no muy larga; la cabeza es pequeña con relación al
cuerpo y tienen frente ancha más o menos prominente, destacándose rostro alargado.
Esta familia es extensa y ampliamente representada en la mayoría de los continentes y
con numerosas especies actuales. En América del Norte se puede decir, de manera
general, que los animales arriba mencionados son los más notorios.
7
elemental del estudio que se presenta: reconocer las diferencias que se dan a nivel óseo
entre las tres especies y utilizarlas como medio para identificar a un cánido de otro.
Neurocráneo
Cráneo facial
4 9
2 7
3 1 8 10
6
Figura 1. Lista de huesos y regiones craneales en vista lateral y dorsal del cráneo del perro.
8
CRÁNEO. DESCRIPCIÓN GENERAL
Es importante señalar que para hacer la descripción del cráneo de los cánidos se han
tomado diferentes textos de anatomía, medicina veterinaria y atlas del perro (Adams
1988; Gilbert 1973; Ruberte y Sautet 1995; Sisson y Grossman 1993) siguiendo a este
último como modelo ya que es precisamente en él en quien se han realizado los mayores
trabajos osteológicos descriptivos.
Como se puede observar en la Figura 1, vista dorsal, el cráneo del perro tiene
una forma ovoide con un extremo más ancho y agudo que el otro y los huesos
cigomáticos son largos y curvos en dirección longitudinal al cráneo. Este se encuentra
dividido en dos regiones anatómicas: la anterior, llamada generalmente cráneo facial o
rostro, y la posterior, denominada neurocráneo.
En lo que respecta al cráneo facial (Figura 1), esté se integra por dos nasales, dos
maxilares, dos huesos incisivos, dos lagrimales y dos arcos cigomáticos; mientras que el
neurocráneo (Figura 1) está formado por el occipital, dos parietales, dos frontales y dos
temporales. Lo más relevante de está región del cráneo es la cresta sagital, la cual se
forma por la unión de los dos parietales, y suele extenderse desde la protuberancia
occipital externa hasta los huesos frontales3.
15
11 12 13 14 16
3 2
19
Figura 2. Vista ventral del cráneo de perro (ver clave de la numeración en Figura 1).
3
Las razas de cráneo corto y ancho, braquicéfalos, tienden a no presentar una marcada cresta sagital.
9
Por otra parte si observamos la base del cráneo (Figura 2), notaremos que está
constituido, básicamente, por cinco huesos: dos palatinos, el vómer, el preesfenoides, el
basiesfenoides, las bullas timpánicas y el basioccipital. En los huesos incisivos
localizamos los alvéolos para las seis piezas dentales del mismo nombre. Es importante
señalar que el alvéolo para el diente canino está constituido por parte del hueso incisivo
y por parte del maxilar, el cual aloja, además, los alvéolos para los cuatro premolares y
dos molares.
En los cánidos el hueso occipital tiene forma triangular (Figura 3), su extremo
superior, en punta roma, coincide con la cresta sagital; mientras que el agujero magno es
ovalado y está flanqueado por los cóndilos occipitales y el proceso mastoideo.
10
9
6
9
19 17 18
Figura 3. Vista posterior del cráneo de perro (ver clave de la numeración en Figura 1).
4
Otro término también empleado para designar esta región es el de “Apófisis coronoide”
10
último, en la parte anterior tenemos dos orificios, llamados forámenes mentales (Figura
4F), cuya función es permitir el paso del flujo sanguíneo hacia el interior del hueso.
B
D
C
F
E
Figura 4. Vista lateral del hueso mandibular: proceso coronoide (A); cóndilo de la mandíbula
(B); proceso angular (C); fosa masetérica (D); rama horizontal (E); forámenes mentales (F).
Entre los dos y siete meses de vida los dientes “de leche” son remplazados por los
permanentes, completándose la dentadura definitiva antes de los ocho meses de vida.
Las piezas deciduas son mucho más pequeñas que las permanentes pero tienen
raíces relativamente largas y funcionalmente hablando son 100% equivalentes a las
piezas del adulto. Los incisivos presentan la forma de “flor de lys”, aunque hay mucha
menos variación entre ellos que la que observamos entre los permanentes. Los caninos
5
Tal y como su nombre lo indica, los molariformes son piezas dentales “tipo molar”, pero desde el punto
de vista ontogénico y anatómico no son propiamente molares o premolares, de ahí su denominación.
11
e incisivos “de leche” (Figura 5A) son prácticamente idénticos a los que se observan en
edad adulta.
A
I1
I2
I3
C
Ml1
Ml 3
Ml2
B
Ml 3
Ml 2
Ml 1 C
I3
I2
I1
C
I1
Figura 5. Fotografía vestibular de incisivos deciduos (A), cara oclusal de coronas de incisivos y
molariformes superiores (B) y cara linguo-oclusal de incisivos y molariformes inferiores (C) de
cría de perro.
12
premolares permanentes y el tercer molariforme (Ml/3) recuerda al primer molar
(Figura 5C).
Cada diente tiene una corona relativamente corta que se reduce gradualmente
por un proceso de atrición o desgaste. Los dientes están adaptados para cortar, raer y
sujetar los objetos. Solamente porciones de los molares poseen las características
necesarias para triturar o moler.
B
1 2 3
Incisivos superiores
A C
1 2 3
Incisivos inferiores
6
La forma, posición y número de dientes varían en los perros braquicéfalos, por el acortamiento del
rostro, cara u hocico y en los pelones mexicanos o xoloitzcuintles por factores genéticos..
13
Los caninos (Figura 7), comúnmente conocidos como colmillos, tienen una
corona grande, cónica y curvada, que es más ancha cerca de la raíz, además de que
presentan dos surcos longitudinales (rostral y caudal). Los caninos superiores e
inferiores son semejantes excepto que la corona del inferior es ligeramente más corta y
curvada.
Figura 7. Vista lateral de caninos derechos de perro. La pieza superior es más robusta y ancha y
la inferior más curva.
Los premolares permanentes (Figura 8) presentan una corona más larga que
ancha o alta y tiene una prominencia aguda o cúspide situada centralmente y
generalmente otra en el extremo posterior (cresta caudal). En los premolares anteriores
se observa una estructura de la corona más simple, mientras que en los posteriores
podemos encontrar pequeñas cúspides accesorias entre la central y la cresta caudal. Los
premolares inferiores tienden a ser más cortos y ligeramente más pequeños que los
superiores, mientras que los superiores son comparativamente más delgados. El primer
premolar, tanto superior como inferior, posee una pequeña corona con una cúspide
puntiaguda mientras que el cuarto premolar superior (Pm4/) es notoriamente más grande
que el resto, constituyendo la mitad superior de lo que es llamado “par de molares
carnasiales”, carácter distintivo del orden carnívora.
El molar uno superior (M1/) (Figura 9) es casi triangular, con tres cúspides,
siendo una de ellas, la “rostrolateral”, la más grande. El molar dos superior (M2/) es
semejante al molar uno excepto que es mucho más pequeño.
14
Cresta Cresta
Principal caudal
1 2 3 4
Premolares superiores
1 2 3 4
Premolares inferiores
Figura 8. El perro, al igual que las restantes especies del género Canis, posee cuatro pares de
premolares superiores. (A) vista lingual de los premolares superiores e inferiores derechos (B),
dentro de los cuales destaca el premolar superior cuatro el cual es también conocido como
carnasial o molar carnicero. Vista oclusal del premolar superior cuatro izquierdo (C) y vista
oclusal de los premolares inferiores (D).
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aplanado. De las dos cúspides cortantes, la segunda es notoriamente mayor. El molar
dos (M/2) presenta una superficie de la corona que recuerda el tercio caudal del molar
uno y el molar tres (M/3) es pequeño y cónico.
1 2
Molares superiores
1 2 3
Molares inferiores
ESQUELETO POSTCRANEAL
Huesos del tronco o vértebras. Los huesos del tronco, comúnmente conocidos como
vértebras, están conformados por unidades óseas que rodean a la médula espinal,
colocadas una tras otra formando, en conjunto, la llamada columna vertebral. Esta se
encuentra dividida en cinco conjuntos vertebrales, cada uno con un número
característico que, partiendo del cráneo, se nombran: vértebras cervicales (7 piezas);
vértebras torácicas (13 piezas); vértebras lumbares (7 piezas); vértebras sacras (3
piezas) y vértebras caudales (20 a 23 piezas). Es importante señalar que las vértebras
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sacras se encuentran fusionadas constituyendo el elemento anatómico identificado como
sacro.
Apófisis espinosa
Epífisis articulares
caudales Apófisis articular craneal
Apófisis
transversas
Foramen vertebral
Cara Cara
craneal caudal
A B
Cuerpo vertebral
Figura 10. Estructura general de una vértebra: vista lateral (A), vista craneal (B).
C7 T13 L7 S3 C20 – 23
Una vértebra típica de cánido (Figura 10) se caracteriza por poseer un cuerpo,
una cara craneal, una cara caudal, un foramen vertebral, una apófisis espinosa, las
apófisis transversas y un par de apófisis articulares craneales, que articulan con las
articulares caudales de la vértebra que le antecede.
17
3
1 1
6 6
4
A B
2
1 1
3 3
6 6
Figura 11. Atlas: vista craneal (A), vista lateral (B), vista dorsal (C). En esta vértebra son
reconocidos los agujeros transversos (1), las alas (2), los agujeros vertebrales laterales (3), el
arco ventral (4), el tubérculo ventral (5) y las foveas articulares craneales (6).
2
2
1
5 5 5
3 4
A B
Figura 12. Axis: vista craneal (A), vista lateral (B). Diente (1), apófisis espinosa (2), agujero
transverso (3), apófisis transversa (4), proceso articular (5).
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Vértebras torácicas o dorsales. La principal característica diagnostica de este
conjunto de vértebras es sin duda la presencia de caras articulares en los extremos de las
apófisis transversas siendo está el área anatómica donde se articulan las costillas (Figura
14). Otro carácter distintivo es que las apófisis espinosas se inclinan ligeramente hacia
la región caudal conforme se acercan al conjunto de vértebras lumbares y en
consecuencia la altura de las apófisis espinosas va decreciendo de la primera vértebra
torácica hasta la décima, siendo importante aclarar que las primeras tres o cuatro pueden
presentar el mismo tamaño. Las últimas presentan apófisis espinosas pequeñas y anchas
en la base (denominadas apófisis accesorias) que serán características del siguiente
conjunto vertebral.
1
2
Figura 13. Quinta vértebra cervical: vista lateral: agujero transverso (1), apófisis transversa (2),
apófisis espinosa (3), la cual va aumentando de tamaño conforme se aleja del axis.
Hueso sacro. El hueso sacro (Figura 16) está conformado por tres vértebras,
que se fusionan al pasar la fase de cría. Esta pieza es corta, ancha y de forma cuadrada,
las alas del sacro son prismáticas y altas; la superficie dorsal, presenta la cresta sacra
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media formada por la fusión de las apófisis espinosas. El canal sacro está comprimido
dorsoventralmente.
1ª 2ª 3ª 4ª 5ª
6ª 7ª 8ª
9ª
10ª
11ª 12ª 13ª
A 2
1
5
3 3
4
B C
Figura 14. Las 13 vértebras dorsales en vista lateral (A), vista craneal de una vértebra dorsal
(B), vista lateral de dos vértebras dorsales (C). Apófisis espinosa (1), apófisis accesorias (2),
apófisis transversas (3), fogueas costales (son de dos tipos: craneales y caudales) (4), carillas
articulares craneales (5) y carillas articulares caudales (6).
20
4ª 5ª
2ª 3ª 6ª 7ª
1ª
1
Figura 15. Las siete vértebras lumbares en vista lateral (A), .vista dorsal de una vértebra lumbar
(B). Apófisis espinosas (1), apófisis transversas (2) y apófisis accesorias (3).
2
4
1 7
4
2
3
A B
3
6
2 2
5
C
Figura 16. Sacro: vista ventral (A), vista dorsal (B) y vista craneal (C). Base (1), proceso
articular craneal (2), cresta sacra medial (3), agujeros sacros pélvicos (4), canal sacro (5), alas
del sacro (6), proceso articular caudal (7).
Costillas. El tórax se compone por trece pares de costillas; tienen forma de arco
y su tamaño va en incremento de la primera a la octava o novena y posteriormente
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decrece hasta la décimo tercera. Las ocho primeras se unen al esternón directamente
mientras que las cuatro siguientes lo hacen de forma indirecta, a través de un cartílago,
y la última es de condición flotante (Figura 18). La región de articulación de las
costillas, con las vértebras dorsales, está constituida por una cabeza, un cuello y un
tubérculo costal se encuentra muy bien desarrollada en la primera costilla, condición
que se mantiene en las cinco o seis primeras y posteriormente va dando paso a una
estructura más simple y sencilla hasta llegar a ser casi indistinguible del cuerpo de la
costilla.
B C
Figura 17. Vértebras caudales (cola) en vista lateral (A), vértebra caudal proximal al sacro, en
vista craneal (B) y vértebra caudal distal al sacro, en vista craneal (C).
Esternón. Esta estructura ósea está constituida por un conjunto de ocho piezas
denominadas “esternebras”. La primera recibe el nombre de manubrium y es de forma
peculiar, los restantes son rectangulares con poco detalle (Figura 18C).
22
aprecia la espina que corre a lo largo de la escápula, y que divide la superficie lateral en
dos cavidades suaves y prolongadas llamadas fosas de la espina.
5
6
4
3
8
8 1
7
9
2 9
A
C
B
Figura 18. Caja torácica en vista lateral izquierda (A): costillas esternales (1), asternales (2) y
flotante (3). Regiones anatómicas de una costilla típica (B): cabeza (4), cuello (5), tubérculo
costal (6) y cuerpo (7). Elementos anatómicos del esternón (C): manubrium (8), esternebra
típica (9).
Los diferentes huesos largos de los miembros presentan tres regiones bien
reconocibles. La parte del hueso que forma la articulación que se encuentra más
cercana al tronco recibe el nombre de epífisis proximal, el cuerpo del hueso es conocido
1
10 11
5 11 4 8 9
9 7
6
3 7
A B
Figura 19. Escápula derecha, vista lateral (A); región articular (B). Superficie serrata (1), borde
craneal (2), borde caudal (3), ángulo craneal (4), ángulo caudal (5), ángulo ventral (6), cavidad
glenoidea (7), proceso coracoideo (8), acromion (9), espina de la escápula (10) y fosas espinosas
(11).
23
como diáfisis y la parte que forma la articulación más lejana al tronco es la epífisis
distal. Cada hueso de los miembros presenta epífisis diferentes, adaptadas a las
necesidades inherentes a cada articulación, así como una diáfisis con rasgos
característicos y particulares.
2
1 4
Figura 20. Vista lateral del húmero derecho: epífisis proximal (1), tuberosidad deltoidea (2),
diáfisis (3), epífisis distal (4).
2 2
5 3 1 1
A B
Figura 21. Epífisis proximal de húmero derecho: vista medial (A), vista lateral (B). Cabeza (1),
tubérculo mayor (2), tubérculo menor (3), tuberosidad deltoidea (4), surco intertubercular (5).
A la ulna (Figura 23), se le considera el hueso más largo del perro. Su epífisis
proximal es ancha, en tanto que la distal es notablemente más delgada; la primera recibe
24
el nombre de olécranon, y es el sitio donde se encuentra la escotadura semilunar, siendo
fundamental para su articulación con el húmero; la epífisis distal de la ulna, se le conoce
comúnmente como apófisis estiloides.
4
3
Figura 22. Vista caudal de la epífisis distal del húmero derecho: tróclea humeral (1), foramen
supratroclear (2), epicondilo medial (3) y epicondilo lateral (4).
Figura 23. Vista latero-caudal de ulna derecha: olécranon (1), escotadura semilunar (2), apófisis
estiloides (3) y diáfisis (4).
El carpo (Figura 25), comprende siete huesos, que se disponen en dos filas: una
proximal constituida por tres huesos llamados cuneiforme, pisiforme, escafolunar
(Figura 26) y otra distal de cuatro elementos, identificados con números romanos: I, II,
III y IV.
25
2
1 3
Figura 24. Vista craneal del radio derecho: epífisis proximal (1), diáfisis (2) y epífisis distal (3).
Los huesos que forman el metacarpo (Figuras 25 y 27) son cuatro o cinco,
identificándose cada uno con un número romano de acuerdo con su posición, así el
número I corresponde al primer dedo, lo que sería el pulgar y el V que sería el meñique.
Cada metacarpo (Figura 25) consta de una base, un cuerpo y una tróclea distal. El
metacarpo I es el más corto, los III y IV son los de mayor tamaño con un cuerpo recto y
el II y el V son un poco menores y con un cuerpo con una visible curvatura.
1
Porción proximal 2
Carpo 3
Porción distal
4
Metacarpo 5
Figura 25. Vista craneal de los huesos del carpo y metacarpo derecho: cuneiforme (1),
pisiforme (2), escafolunar (3); cada metacarpo está constituido por una base (4), cuerpo (5) y
tróclea distal (6).
26
las caras articulares de las epífisis proximales, las cuales presentan una forma
característica (Figura 27).
El dedo I posee dos falanges, en tanto que los restantes (II-V) tienen tres (Figura
28), cuyos nombres varían de un autor a otro, a la pieza proximal se le llama falange
proximal, primera falange o simplemente falange, a la segunda se le llama falange
media, segunda falange o falangina y a la tercera, falange distal, tercera falange o
falangeta. Esta última, a través de su apófisis unguicular, posee una prolongación ósea
que se inserta dentro de la uña.
B
I
V II
IV III
Figura 27. Caras articulares proximales de los metacarpos II a V derechos (A) y vista craneal de
los metacarpos derechos (B). Salvo por el menor tamaño del primer metacarpo, todos son muy
similares en su morfología, sin embargo las caras articulares tienen una forma característica que
permite ubicarlos anatómicamente.
27
Miembro pelviano o posterior. El miembro pelviano o posterior, esta
compuesto por la pelvis, fémur, patella, tibia, fíbula, los huesos del tarso, los metatarsos
y las falanges.
A
B
E
D
D
Figura 28. Vista craneal de falange proximal (A), falange media (B), falange distal (C) y cara
troclear de las dos primeras (D). La falange distal posee una prolongación ósea, la apófisis
unguicular (E), en la cual se inserta la uña o garra.
La pelvis esta conformada por dos huesos y a su ves cada uno es resultado de la
fusión de tres elementos (Figura 29): ilión; isquión y pubis. El acetábulo, área de
articulación del fémur, es resultado de la mencionada fusión. Hay una pelvis derecha y
una izquierda, las cuales se unen dorsalmente con el sacro, a la altura de la escotadura
isquiática mayor del ilion, y ventralmente a nivel de los forámenes obturadores a lo
largo de los ísquiones, para conformar lo que se conoce como cintura pélvica.
1
3
2
5
4
Figura 29. Vista lateral de la pelvis izquierda: ilión (1), isquión (2), pubis (3), acetábulo (4) y
escotadura isquiática mayor (5).
El fémur (Figura 30) es considerado uno de los huesos más fuertes del esqueleto
y tiene forma de bastón con una esfera en la región superior, o proximal,.
La región proximal del fémur (Figura 31) se compone por: cabeza, cuello,
trocánter mayor, fosa trocantérica, que separa a los anteriores, trocánter menor, tercer
28
trocánter y dos líneas rugosas llamadas labio medial y lateral. La región distal del
fémur (Figura 32), presenta: una tróclea, un par de cóndilos y entre ellos una fosa
intercondiloidea.
Figura 30. Vista caudal del fémur derecho: epífisis proximal (1), diáfisis (2), epífisis distal (3).
3
1
2 4
Figura 31. Vista caudal de la mitad proximal del fémur derecho: cabeza (1), cuello (2),
trocánter mayor (3), fosa trocantérica (4) y trocánter menor (5).
29
2 3
1
Figura 32. Vista dorsal de la mitad distal del fémur derecho: fosa intercondiloidea (1), cóndilo
medial (2), cóndilo lateral (3) y tróclea (4).
La fíbula o peroné (Figura 36), tiene como característica una región ancha
llamada cabeza, siendo la unidad de la epífisis proximal, seguido de está se encuentra un
cuerpo que es todo lo largo del hueso (diáfisis) y un extremo distal en punta conocido
como maleolo lateral.
B
C
1 2
Figura 33. Patella (A): vista lateral (1) y vista craneal (2). Vista latero-caudal de tibia (B) y
fíbula (C) izquierdos.
30
3
2
1 1
Figura 34. Región proximal tibia izquierda: caras condilares (1), eminencia intercondilar (2) y
tuberosidad o cresta tibial (3).
2 1
1
A B
Figura 35. Región articular, epífisis distal de tibia izquierda (A) y detalle la cóclea (B): maleolo
medial (1), fíbula (2).
2
1 3
Figura 36. Fíbula izquierda: epífisis proximal o cabeza (1), diáfisis o cuerpo (2), epífisis distal
(3) y maleolo lateral (4).
31
A
C
E
Figura 37. Vista dorsal de los huesos del tarso derecho: el talón está constituido por el calcáneo
(A) y el tobillo por el astrágalo (B); la región media tarsal comprende: cuboides (C); la región
distal el navicular (D) y tres cuneiformes (E).
Figura 38. Calcáneo derecho: tuberosidad del calcáneo (1), sistentaculum tali (2).
32
A
V II
IV III
Figura 40. Caras articulares de los metatarsos II a V derechos (A); vista craneal de los mismos
(B).
Los metatarsos son numerados del I al V (Figura 40) (aunque el primero puede
estar presente o no). Su denominación es igual a la que se dio para el caso de los
metacarpos. Estas unidades óseas constan de una base, un cuerpo y una tróclea, siendo
esta la región más distal de dichos huesos. Al igual que con los metacarpos, la cara
articular de la epífisis proximal es diferente y característica en cada uno de ellos.
Figura 41. Vista lateral de falanges posteriores: falange proximal o primera falange (1), falange
media, falangina o segunda falange (2), falange distal, falangeta o tercera falange (3).
Los metatarsos II a V poseen tres falanges (Figura 41) y al igual que los
metacarpos son nombrados de acuerdo a su ubicación como: falanges proximales,
medias y dístales. Es importante señalar que cuando se encuentra el metatarso I, esté
llega a presentar solo una o dos falanges.
33
CAPITULO II
Sin embargo y a pesar de la afirmación anterior, quien conozca a estas tres especies a
nivel osteológico podrá asegurar sin temor a equivocarse que existen suficientes
diferencias entre estos tres cánidos como para distinguir si un cráneo o un hueso largo
pertenece a un perro o a un lobo, resultado directo de los hábitos de cada uno, mismos
que repercuten en su morfología y esto, a su vez, en su esqueleto. A partir de este
criterio se considera que es necesario ilustrar al lector un poco dentro de lo que es el
estilo de vida de lobos y coyotes, ubicar al perro dentro de este esquema y
posteriormente ver como repercute esto en su sistema esquelético.
34
A
C
Figura 42. El lobo mexicano (Canis lupus baileyi) (A), el coyote (Canis latrans) (B) y el perro
(Canis familiaris) (C) son tres especies morfológicamente similares, cuya identificación a nivel
huesos requiere del análisis detallado de las diferentes partes del esqueleto (fotografías de lobo y
coyote tomada de Grzimek 1972, Matthews 1973; Rodríguez de la Fuente 1985).
35
Especies/fases Meses del año
del ciclo E F M A M J J A S O N D E
reproductivo
Lobo
Celo
Gestación
Lactancia
Coyote
Celo
Gestación
Lactancia
Perro
Celo
Gestación
Lactancia
Figura 43. Fases de los ciclos reproductivos de lobos, coyotes y perros dentro del territorio
mexicano a lo largo del año.
36
ligera (Figura 42B), apta para movimientos rápidos y por ende sus huesos manifiesten
poca tendencia a la robustez, esto es, son poco gruesos, con diáfisis más bien delgadas.
Cuando se pueden observar a los huesos poscraneales del coyote puede uno pensar que
está viendo los restos de una liebre muy grande, más que a los de un cánido silvestre.
Está completamente demostrado que el perro desciende del lobo (Vilà 1997),
incluso puede sostenerse la idea de que el perro es una raza de Canis lupus adaptada al
ámbito humano. Una forma de verlo, a nivel osteológico, es que a pesar de que un perro
común o un xoloitzcuintle pueden ser de apariencia grácil y de talla media, cuando se
comparan huesos de un perro con los de un coyote y de un lobo, salta a la vista que los
primeros muestran la apariencia de pertenecer a “un lobo chico” y aunque la longitud de
los huesos largos puede ser semejante a la que vemos en el caso del coyote, es visible su
mayor robustez.
MATERIALES DE ESTUDIO
37
Figura 44
A. VISTA BASAL C. VISTA LATERAL
39
Medidas craneales: Medidas mandibulares:
1. Longitud máxima craneal 12. Longitud de la mandíbula
2. Longitud basal 13. Longitud máxima de la mandíbula
3. Largo del paladar 14. Altura de la rama mandibular
4. Ancho máximo del paladar 15. Ancho de la rama mandibular
5. Ancho del cráneo 16. Altura de la rama mandibular a nivel del M/1
6. Longitud nasión-basión
7. Ancho auricular
8. Ancho mínimo frontal
9. Ancho frontal
10. Ancho mínimo interorbital
11. Longitud facial
Figura 44. Medidas en cráneo de cánidos utilizadas por los autores (Crockford 1997; Driesch
1976).
Al unir la similitud morfológica del esqueleto de lobos, perros y coyotes con las
diferencias biométricas derivadas de su esquema de vida, queda como punto de partida
para su identificación las diferencias morfométricas entre huesos, dicho de otra forma,
la morfología de los huesos no es necesariamente la vía adecuada para identificar a la
especie, pero sí la relación entre medidas para cada elemento óseo.
Para abordar esta parte del estudio se constituyó un banco de información con
las medidas de huesos de tantos esqueletos de lobos y coyotes como fue posible obtener,
así como ejemplares indiscutibles de perros de contextos arqueológicos prehispánicos.
De esta forma, la colección completa incluye un total de 29 individuos (Anexo 1), a
saber:
40
Este último dato, el referente a los perros, es necesario retomarlo. Como se
mencionó en páginas anteriores, en la actualidad existen todas formas de perros posibles
y pretender hacer un estudio como el presente tomando un lote de perros actuales es tan
ilusorio como inconveniente, pues cada región, cada país, incluso cada ciudad del
mundo actual posee poblaciones de perros que varían localmente, sobre todo por la alta
cantidad de mezclas que se dan entre individuos de diferentes razas. En realidad, un
objetivo como el que se persigue en esta obra, solo puede alcanzarse a través de un lote
de perros morfológicamente similares y procedentes de contextos mesoamericanos,
condición que cubren los ejemplares arqueológicos lo cual, por otro lado, es lo más
adecuado si consideramos la orientación del presente trabajo.
De las tres especies que nos ocupan, en el caso de los lobos se contó además con
esqueletos íntegros; de los coyotes sólo se obtuvieron dos individuos completos, uno del
Laboratorio de Vertebrados, ENCB-IPN y el de la DSA-INAH; los perros, por su parte,
aportan esqueletos casi completos o parcialmente completos.
Las diferencias que se presentan a nivel del cráneo y mandíbula entre, lobo, coyote y
perro, tienen dos niveles:
Conjunto de medidas
2.- Longitud basal.- Del cóndilo occipital (borde del foramen magno) al extremo
anterior del hueso incisivo o premaxilar (punto pr).
41
3.- Largo del paladar.- Del hueso incisivo (punto pr) al meato naso-faringeo
(punto sta).
4.- Ancho máximo del paladar.- Distancia entre los M1/ desde las caras
vestibulares o labiales.
5.- Ancho del cráneo.- Distancia entre los parietales (punto eu).
7.- Ancho auricular.- Distancia entre las bases de las apófisis cigomáticas del
hueso temporal o proceso cigomático de la escama del temporal.
8.- Ancho mínimo frontal.- Distancia mínima tomada por atrás de las apófisis
orbitales o cigomáticas del frontal.
9.- Ancho frontal.- Distancia entre las apófisis cigomáticas del frontal o procesos
supraorbitales (puntos ect).
10.- Ancho mínimo interorbital.- distancia mínima entre las dos fosas oculares,
tomada por delante de las apófisis orbitales o cigomáticas del frontal.
1.- Longitud máxima craneal.- Distancia entre la porción anterior del hueso
incisivo (punto pr) y el extremo posterior de la cresta o apófisis interparietal o cresta del
occipital.
11.- Longitud facial.- Del punto donde se unen los frontales con los nasales, a la
región anterior del hueso incisivo (punto pr).
42
15.- Ancho de la rama mandibular.- Distancia entre la porción anterior de la
rama y el espacio entre el cóndilo y el proceso angular.
16.- Altura de la rama a nivel del M/1.- Distancia del punto más alto del alveolo
de M/1 a la base de la rama horizontal.
Perro arqueológico
Figura 45. Tres ejemplos de cráneos de perro arqueológico, coyote y lobo que fueron parte del
lote de ejemplares estudiados dentro de la investigación realizada. El ejemplar de perro tiene
aproximadamente 1,100 años de antigüedad.
Como veremos a continuación, cada sector del cráneo y mandíbula de Canis posee
caracteres que varían de acuerdo con la especie de que se trate.
43
Lobo Coyote Perro
Figura 46. Vista dorsal de los neurocráneos de lobo, coyote y perro prehispánico.
Figura 47. Cresta sagital en ejemplares masculinos de lobo, coyote y perro prehispánico. La
cresta sagital de los lobos machos es muy larga y alta; en el coyote es mucho menos prominente
aunque claramente visible y en el perro se manifiesta solo en el extremo posterior.
44
B
Figura 48. Posición de las bullas timpánicas en el cráneo y bullas timpánicas en lobo (A),
coyote (B) y perro prehispánico (C).
Región
mastoidea
45
Las bullas timpánicas (Figura 48) de los lobos son anchas y tienden a
manifestarse un poco planas, las del coyote son relativamente grandes, similares a
pequeños globos muy inflados y las de los perros son ovoides, más largas que anchas.
Lobo
Coyote
Perro
Figura 50. La prolongación de los temporales, en el sector donde se une al proceso articular de
la mandíbula, varía en su forma, según la especie.
Por último tenemos, en la base del arco cigomático, un pequeño proceso, que
articula con el cóndilo mandibular en la región de la fosa glenoidea y que al observarlo
puede ayudarnos a diferenciar a los canidos en cuestión. En el lobo esté proceso es
amplio, semi-circular y, junto con la fosa glenoidea, forma un arco evidente; en el
coyote el arco no es evidente y el proceso es más bien delgado; por último, en el perro
se puede al proceso cuadrado y robusto (Figura 50).
46
Curva nasal
Lobo
Coyote
Perro
prehispánico
Figura 51. Vistas dorsal y lateral de los rostros de lobo, coyote y perro. La curva nasal, que es
el arco que crea conforme la línea del rostro desciende de los frontales a la zona nasal, casi no
existe en el coyote, es poco visible en el lobo y en el perro es más prominente.
El rostro del lobo es macizo y robusto, el del coyote ligero, muy alargado y
angosto y el del perro es comparativamente ancho y corto (Figura 51). El hueso
incisivo del lobo tiende a ser de forma angulosa. Un detalle importante es el nivel de
curvatura que se manifiesta en el rostro en su vista lateral, curvatura que es denominada
“curva nasal” (Figura 51), pues varía según la especie: en el coyote es casi inexistente,
resultado de que el rostro sea alargado y por tanto se manifieste como “casi recto”, en el
lobo es poco notoria y en el perro es muy evidente.
47
MORFOMETRIA DEL CRÁNEO
Veamos con más detalle el empleo de este recurso. Si medimos el ancho del
cráneo (Figura 44 medida 5, ver también anexo 1) y comparamos los valores obtenidos
(Figura 52) podemos constatar que existe una visible diferencia entre lobos, coyotes y
perros. Los primeros ocupan la parte superior de la gráfica por poseer valores por
encima de los 60 mm (promedio 65 mm); mientras que los coyotes oscilan en la parte
media con valores de 54 a 58 mm (promedio 56.5 mm) y los perros están en la parte
inferior ya que las cifras obtenidas se encuentran entre 45 y 55 mm (promedio 50.3
mm). Otro caso similar lo tenemos al trabajar la medida de la longitud máxima craneal
(Figura 44 medida 1, anexo 1), donde, nuevamente, los lobos se manifiestan con las
mayores dimensiones y los perros con las menores (Figura 53).
70
65
60
Ancho (mm)
55
50
45
40
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Individuos
Clave:
Lobos Coyotes Perros
Figura 52. Grafica de ancho del cráneo (ver valores en anexo 1).
48
Sin embargo este manejo de las medidas tiene sus límites, sobre todo cuando se
busca reconocer si el cráneo que medimos pertenece a un coyote o a un perro. La
Figura 54 muestra la gráfica con los valores del ancho frontal (Figura 44 medida 9;
anexo 1, tablas 1.3-1.5) y, como puede verse, los lobos se ubican, nuevamente, en la
parte superior de la gráfica, pero los dos cánidos restantes presentan valores muy
similares e incluso dentro de la franja de 50 a 55 mm tenemos presencia de ejemplares
pertenecientes a los tres cánidos.
260
240
220
Longitud (mm)
200
180
160
140
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Individuos
Clave:
Lobos Coyotes Perros
49
65
60
55
Ancho frontal (mm)
50
45
40
35
30
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
Clave:
Lobos Coyotes Perros
longitud facial (Figuras 52, 53 y 55; anexo 1, tablas 1.3-1.5), es decir la mitad del total
de medidas empleado, el resto puede verse como de poco valor diagnóstico, sobre todo
al momento de tratar de saber si el cráneo que poseemos es de un coyote o de un perro.
Sin embargo hay otros recursos que podemos utilizar a fin de ampliar nuestro
rango de acción y aprovechar al máximo los datos que proporcionan las medidas, para
buscar la forma de que todas ellas puedan darnos algún beneficio.
Otros casos, concretamente los que comparan el largo del paladar contra la
longitud máxima craneal (Fig. 56A), contra la longitud basal (Fig. 56C), contra el ancho
del cráneo (Fig. 56D) y contra la longitud nasion - basion (Fig. 56E) llevan a
50
A
250 B
120
230
110
L. del paladar
L. basal
210
100
190
90
170
80
150
70
130
60
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos Individuos
C D
140 140
130 130
L. nasion-basion
120 120
110
L. facial
110 100
100 90
90 80
80 70
60
70 50
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos Individuos
Figura 55. Comportamiento de las longitudes basal (A), del paladar (B), nasion-basion (C) y facial en lobos, coyotes y perros. Junto con las medidas de
ancho del cráneo y la máxima craneal conforman el lote de medidas individuales más adecuadas para identificar la especie de Canis a través del cráneo (ver
clave de gráficas en Figura 44). Los valores son en milímetros.
40
Figura 56
A
260
240
Clave:
220
Lobos
L. max. craneal
200 Coyotes
Perros
180
160
140
120
100
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
B
85
80
75
Ancho del paladar
70
65
60
55
50
45
40
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar
C
240
220
Longitud basal
200
180
160
140
120
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
41
Figura 56 (continuación)
D
70
65
Ancho del cráneo
60
55
50
45
40
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
E
145
135
Largo nasion-basion
125
115
105
95
85
75
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
F
80
75
Ancho auricular
70
65
60
55
50
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
42
Figura 56 (continuación)
G
45
43
41
A. mín. frontal 39
37
35
33
31
29
27
25
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
H
65
60
Ancho frontal
55
50
45
40
35
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
I
60
55
Ancho min interorbital
50
45
40
35
30
25
20
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
43
J
140
130
120
110
Long. facial
100
90
80
70
60
50
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
Figura 56. Comportamiento de las medidas craneales de lobos, coyotes y perros comparando
los valores de la longitud del paladar con las diez restantes (ver valores en anexo 1). Todos los
valores están expresados en milímetros.
gráficas que muestran una franja más o menos continua, a lo largo de la cual se
acomodan los individuos: los lobos en el extremo superior derecho, los coyotes en la
parte media y los perros en la parte inferior izquierda. Podemos considerar que a través
de estas medidas podemos identificar a nuestro cánido, aunque existe el riesgo de que
los valores obtenidos lo coloquen en una zona limítrofe y por lo tanto lo adecuado es
tomar a estas cuatro opciones con ciertas reservas.
Por último tenemos las gráficas que comparan al largo del paladar contra el
ancho auricular (Figura 56F), contra el ancho mínimo frontal (Figura 56G), contra el
ancho frontal (Figura 56H), contra el ancho mínimo interorbital (Figura 56I) y contra la
longitud facial (Figura 56J), en las cuales los campos de los coyotes y los perros se
traslapan y por lo mismo no podemos considerarlos buenas opciones para nuestro
44
Figura 57
Longitud basal vs ancho del cráneo.
67
62 Lobos
Ancho del cráneo Coyotes
57
Perros
52
47
42
130 150 170 190 210 230
Longitud basal
75
70
65
60
55
50
45
40
130 150 170 190 210 230
Longitud basal
50
45
40
35
30
25
20
125 145 165 185 205 225 245
Longitud basal
45
Figura 57 (continuación)
Longitud máxima craneal vs ancho máximo del paladar.
85
80
75
Anccho del paladar 70
65
60
55
50
45
40
140 160 180 200 220 240
Longitud máxima craneal
50
45
40
35
30
25
20
140 160 180 200 220 240 260
Longitud máxima craneal
70
65
60
55
50
45
40
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar
46
Figura 57 (continuación)
Ancho máximo del paladar vs ancho del cráneo
70
65
55
50
45
40
40 50 60 70 80 90
Ancho máximo del paladar
110
100
90
80
70
60
50
40 50 60 70 80 90
Ancho máximo del paladar
135
Longitud nasion-basion
125
115
105
95
85
75
40 50 60 70 80 90
Ancho máximo del paladar
47
Longitud nasión-basión vs longitud facial
140
130
Longitud nasion-basion
120
110
100
90
80
55 75 95 115 135
Longitud facial
Figura 57. Diez gráficas en las cuales el empleo de pares de medidas permiten obtener el
máximo de separación entre los lobos, coyotes y perros. Todos los valores presentados son en
milímetros (ver anexo 1).
objetivo, a menos que solo nos interese saber si tenemos o no a un lobo en nuestras
manos.
Revisando una por una las diferentes gráficas que elaboramos a través del
empleo de dos medidas es posible obtener un grupo selecto donde nuestros ejemplares
aparecen formando conjuntos bien diferenciados de acuerdo con la especie a la que
pertenecen (Figura 57). Estos diez pares de medidas son los que mayor confiabilidad
ofrecen al momento de buscar la identificación, pues los campos donde se ubican lobos,
coyotes y perros se manifiestan bien separados.
Además de estos diez pares de medidas tenemos veinte cuyo valor diagnóstico
es menor y, por último, hay 25 que no sirven para diferenciar entre coyotes y perros. En
la Figura 58 tenemos el conjunto completo de medidas acomodadas para poder cruzarlas
por pares y en cada casilla un dígito que representa su valor diagnóstico: el uno (1) para
aquellas opciones de más alto valor dentro de la labor de identificación, el dos (2) para
las de valor relativo y el tres (3) para las de poco valor. Al final no solo es posible ver
con detalle como se distribuyen las diferentes opciones dentro de todo el conjunto de
medidas, sino además darle un valor a cada una de éstas dentro del trabajo de
identificación. De esta forma, las medidas de ancho máximo del paladar y longitud
48
basal se ubican como las que más pueden ayudar a la identificación, seguidas por la
longitud máxima craneal y la facial; la contraparte, o sea las medidas que menos ayudan
en la identificación son el ancho auricular, el ancho frontal y el ancho mínimo frontal.
Clave de medidas:
LMC.- Longitud máxima craneal.
LB.- Longitud basal.
LP.- Largo del paladar.
AP.- Ancho máximo del paladar.
AC.- Ancho del cráneo.
LNB.- Longitud nasion-basion.
AA.- Ancho auricular.
AMF.- Ancho mínimo frontal.
AF.- Ancho frontal.
AMI.- Ancho mínimo interorbital.
LF.- Longitud facial.
Figura 58. El empleo de pares de medidas de cráneos de cánidos mexicanos para identificar
especie tiene rangos de confiabilidad, desde aquellas que pueden emplearse como medio de
identificación sin mayores problemas hasta aquellas que tienen un valor muy relativo. De las 55
opciones a emplear para la identificación, diez son de buen nivel de confiabilidad, 20 se pueden
emplear con este fin bajo ciertas reservas, y 25 tienen poco valor al respecto. El índice de
confiabilidad (I.C.), que es el promedio de los valores asignados a cada par de medidas, indica
que la longitud basal y el ancho del paladar son las que tienen más valor como elementos
diagnósticos.
49
DIFERENCIAS DE LA MANDIBULA
Como en el caso del cráneo, la mandíbula posee caracteres vinculados con el tipo de
cánido al que pertenece. En lobos la rama horizontal de la mandíbula es ancha, y por
tanto robusta y pesada; en el coyote, es larga y angosta, más recta; en el perro, es
parecida a la del lobo, pero no tiene la robustez del cánido silvestre. En coyotes y
perros la altura a nivel del M/1 es semejante, pero en estos últimos la altura de la rama
varía a nivel de los molares y de los premolares y en los coyotes dicha altura
prácticamente se mantiene homogénea a lo largo de toda la rama horizontal (Figura 59).
E
B
Lobo
B
D
Coyote
A
C
Perro prehispánico
Figura 59. Mandíbula inferior o dentario de lobo, coyote y perro prehispánico. El ápice que
sobresale en el extremo superior del proceso coronoide del perro (A), el ancho de la rama
horizontal en diferentes puntos (B), el aspecto recto o curvo de la rama horizontal (C), la forma
de la parte posterior (D) y del proceso angular (E) son detalles que permiten identificar a la
especie.
50
En la rama ascendente, los lobos presentan un proceso coronoide amplio y
redondeado o redondo, con un borde liso; en el coyote la forma es triangular, o sea,
notoriamente más ancha en la base y mucho más angosta en el extremo superior y en el
perro los anchos no varían demasiado, siendo lo más característico un pequeño ápice de
la parte superior que está dirigido hacia atrás (Figura 59A). Debido a que este ápice se
ha reconocido desde hace tiempo como un carácter relacionado con la raza de lobo de la
cual se derivó el perro (Olsen 1985; Valadez 2003) y que no está presente en
poblaciones de Canis americanas, su presencia en dentarios de lobos o coyotes es
considerada evidencia indiscutible de hibridación.
Figura 60
A. Longitud de la mandíbula.
180
170
Longitud de la mandíbula
160
150 Lobos
140
130 Coyotes
120
Perros
110
100
90
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
170
160
150
140
130
120
110
100
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
51
C. Altura de la rama mandibular.
80
75
45
Ancho de rama mandibular
40
35
30
25
20
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
27
25
23
21
19
17
15
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
Figura 60. Comparación gráfica de las medidas mandibulares de lobos, coyotes y perros (ver
anexo 1).
52
Figura 61
A. Longitud de la mandíbula vs longitud máxima de la mandíbula.
170
Longitud de la mandíbula
160
150 Lobos
140 Coyotes
130 Perros
120
110
100
100 120 140 160
Longitud máxima de la mandíbula
75
70
Altura de rama mandibular
65
60
55
50
45
40
100 120 140 160
Longitud de la mandíbula
45
Ancho de rama mandibular
40
35
30
25
20
100 120 140 160
Longitud de la mandíbula
53
Figura 61 (continuación)
D. Longitud de la mandíbula vs altura de la rama mandibular a la altura de M/1
33
31
29
Altura a nivel de M/1 27
25
23
21
19
17
15
100 120 140 160 180
Longitud de la mandíbula
75
70
65
60
55
50
45
40
100 120 140 160 180
Longitud máxima de la mandíbula
45
Ancho de la mandíbula
40
35
30
25
20
100 120 140 160 180
Longitud máxima de la mandíbula
54
Figura 61 (continuación)
G. Longitud máxima de la mandíbula vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.
33
45
40
35
30
25
20
35 45 55 65 75 85
Altura de la rama mandibular
29
27
25
23
21
19
17
15
40 50 60 70 80
Altura de la rama mandibular
55
J. Ancho de la rama de la mandíbula vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.
33
MORFOMETRIA DE LA MANDIBULA
Como en el caso de las medidas del cráneo, a nivel mandibular existe un conjunto
equivalente (Anexo 1), mismo que debe analizarse para ubicar el valor que poseen
dentro del trabajo de identificación, labor más sencilla en cuanto a que el número de
medidas es menor, solo cinco, pero acaso más determinante en el sentido de que estas
piezas óseas son bastante comunes en el registro arqueológico y la probabilidad de que
aparezca una mandíbula completa es mucho mayor que en el caso de los cráneos.
56
Al momento de ver la forma como se comportan las cinco medidas en sus
respectivas gráficas (Figura 60, anexo 1), vemos que en realidad solo las dos que se
relacionan con la longitud mandibular ofrecen suficiente confiabilidad, pues las
restantes no diferencian con suficiente claridad a los coyotes de los perros. La
combinación de medidas ofrece 10 opciones, aunque solo tres de éstas (Figuras 61A, B,
E y 62) pueden considerarse como de alto valor diagnóstico, otros dos casos (ancho
mandibular vs longitud de la mandíbula y vs la longitud máxima de la mandíbula)
(Figuras 61C, 61F y 62) tendrían un valor relativo y los cinco restantes son de bajo o
incluso de nulo valor, pues favorecen el sobrelapamiento de los espacios de distribución
hasta llegar al punto en que coyotes y perros se fusionan en uno solo, tal y como ocurre
al combinar la altura de la mandíbula a nivel de M/1.
Clave:
LM. Longitud de la mandíbula (al proceso angular).
LMM. Longitud máxima de la mandíbula (al cóndilo articular).
ALRM. Altura de la rama mandibular.
ANRM. Ancho de la rama mandibular.
AM/1. Altura de la rama a nivel de M/1
Clave de valor diagnóstico:
1. Buen grado de confiabilidad como instrumento de identificación.
2. Confiable con ciertas reservas por quedar contiguos los campos de las especies.
3. Baja confiabilidad por favorecerse el sobrelapamiento de los campos.
4. Nula confiabilidad.
I.C. Indice de confiabilidad.
Figura 62. Cuadro que muestra los niveles de valor diagnóstico de las medidas mandibulares.
El índice de confiabilidad obtenido para cada medida (Figura 62) indica que las
longitudes de la mandíbula y la altura de la rama mandibular son las de más alto valor
para el trabajo de identificación y la de menor confiabilidad, la altura a nivel del primer
molar, algo esperado si recordamos que en la descripción morfológica se destacó que en
esta medida casi no había diferencias entre perros y coyotes y que el dato más
importante era la forma como variaba la altura de la rama horizontal en diferentes
puntos.
57
CAPITULO III
Aunque menos espectaculares que los cráneos o las mandíbulas, los dientes son
elementos de enorme valor diagnóstico en la mastozoología, por lo que su empleo
dentro de la identificación de lobos, coyotes y perros es no solo esperable sino casi
obligado, baste decir que son los elementos óseos que más probabilidad tienen de
sobrevivir al tiempo para entender la necesidad que tenemos de estudiarlos.
DIFERENCIAS MORFOLÓGICAS
En incisivos y caninos aparentemente no existen diferencias sustanciales que permitan
identificar a alguna de las tres especies de Canis a partir de ellos. Con respecto a los
premolares, en lobos son anchos y robustos; en coyotes son altos y delgados y en el
perro tienden a ser de alturas semejantes a las del coyote pero más anchos (Figura 63).
Un carácter distintivo de los coyotes es que las cúspides secundarias se encuentran bien
desarrolladas, mientras que en los perros y los lobos son más conspicuos. En vista
vestibular (Figura 63), la cúspide mayor de los premolares forma un ángulo más agudo
en los coyotes que en perros y lobos.
58
Segundo y tercer premolares superiores izquierdos
Lobo
Coyote
Perro
Lobo
Coyote
Perro
Figura 63. Vistas vestibulares del tercero y cuarto premolares superiores y oclusales del
primero al cuarto inferiores. Las imágenes permiten ver que en el coyote posee piezas altas y
delgadas con cúspides accesorias bien desarrolladas, mientras que en los perros prehispánicos y
lobos se manifiestan como más anchas y con una morfología más simple.
tiende más a la forma de un triángulo rectángulo y los ángulos que se forman son
mucho más claros, sobre todo en la porción lingual, en la cual sobresalen dos pequeñas
cúspides. Por último, en los coyotes el triángulo tiende a ser más largo en el eje labial-
59
lingual debido al mayor desarrollo de la porción lingual, misma que tiende a curvarse
hacia la parte posterior. El segundo molar posee características similares al primero, o
sea, forma sencilla pero robusta en los lobos y más alargada y compleja en el coyote.
60
DIFERENCIAS MORFOMÉTRICAS
A través de la descripción de las piezas hemos mostrado como algunos de los criterios
para la labor de identificación se relacionan con las dimensiones o con la relación entre
anchos o altos, por esto es lógico suponer que, como en el caso de los cráneos y las
mandíbulas, existe forma de reconocer a la especie de cánido a partir de las medidas
dentales.
Perro
Lobo
Coyote
Figura 66. Dibujos de cuarto premolar, primero y segundo molares superiores de perros, lobos
y coyotes, obtenido a través de la observación de diversos ejemplares.
En términos generales se consideran tres medidas para los dientes (Figura 68).
La longitud anteroposterior es acaso la más significativa y se obtiene midiendo los
extremos de la pieza siempre sobre su eje antero-posterior. Es importante considerar la
posición anatómica del diente, ya que siempre se hace siguiendo el sentido
anteroposterior de cráneo y mandíbula, condición que lleva a que en premolares y
61
molares esta medida se tome siguiendo a la línea de inserción de las piezas dentales,
mientras que, en el caso de los incisivos, se hace de la cara labial a la lingual.
Lobo
Coyote
Perro prehispánico
Figura 67. Molares inferiores izquierdos en lobo, coyote y perro prehispánico. Como en otros
casos, las piezas de los lobos se distinguen por su robustez, las de los coyotes por ser
relativamente angostas y las del perro por su tendencia a ser mas bien chicas. En el primer
molar del coyote, señalado con la flecha, se encuentra un pequeño tubérculo, el cual no
observamos en las otras dos especies.
62
de un cráneo con dentición completa, puede convertirse en algo bastante complejo, más
aún si no sabemos que confiabilidad debemos darle a cada valor obtenido.
Clave:
Longitud anteroposterior
Altura
Ancho
Para determinar que piezas dentales y que medidas pueden ser las más
importantes dentro del trabajo de identificación, el primer paso realizado por los autores
fue obtener los promedios de los valores obtenidos para las tres medidas con los
ejemplares de referencia (Figuras 69-71; anexo 1, tablas 1.6-1.14). Las gráficas
muestran el valor promedio para cada pieza comparando lobos, coyotes y perros; así,
tenemos casos como la longitud anteroposterior de los premolares superiores 2, 3 y 4,
en los cuales los promedios se acomodan bastante distanciados unos de otros (Figura
69), lo cual lleva a la idea de que estas medidas son viables a emplearse dentro del
trabajo de identificación. Otras, como la altura del segundo premolar inferior (Figura
70), presenta un valor promedio más bajo en los perros que en los coyotes o lobos y el
ancho de los premolares superiores es bastante mayor en estos últimos que en los
restantes cánidos (Figura 71). Por último, existe un lote de medidas, por ejemplo la
longitud anteroposterior y la altura del tercer molar inferior, que poco aportan a nuestro
trabajo.
63
30
Perros
Coyotes
Lobos
25
Longitud anteroposterior (mm)
20
15
10
c/c
i/1
i/2
i/3
m/1
m/2
m/3
pm/1
pm/2
pm/3
pm/4
13/
c/
i1/
i2/
pm1/
pm2/
pm3/
pm4/
m1/
m2/
Superiores Inferiores
Piezas dentales
Figura 69. Media de la longitud anteroposterior de las piezas dentales de lobos, coyotes y perros.
64
25
Perros
Coyotes
Lobos
20
15
Altura (mm)
10
c/c
i/1
i/2
i/3
m/1
m/2
m/3
pm/1
pm/2
pm/3
pm/4
13/
c/
i1/
i2/
pm1/
pm2/
pm3/
pm4/
m1/
m2/
Superiores Inferiores
Piezas dentales
Figura 70. Media de la altura de las piezas dentales de lobos, coyotes y perros.
65
18
Lobos
Coyotes
16 Perros
14
12
Ancho (mm)
10
c/c
i/1
i/2
i/3
m/1
m/2
m/3
pm/1
pm/2
pm/3
pm/4
13/
c/
i1/
i2/
pm1/
pm2/
pm3/
pm4/
m1/
m2/
Superiores Inferiores
Piezas dentales
Figura 71. Media del ancho de las piezas dentales de lobos, coyotes y perros.
66
Revisando cada opción disponible y determinando el tipo de información que
proporcionan, podemos asignar a cada medida un valor diagnóstico (Figura 72).
Tenemos un grupo de ocho medidas que permiten saber si la pieza en cuestión
perteneció a un perro, a un coyote o a un lobo; el segundo conjunto está constituido por
cuatro medidas en las cuales los perros se separan de coyotes y lobos, de manera que
pueden emplearse para saber si tenemos frente a nosotros a un cánido doméstico o a uno
silvestre pero nada más. El conjunto más grande, en cuanto a número de medidas (32)
se caracteriza porque los lobos presentan valores mucho mayores, aunque a través de
ellas no es factible distinguir entre coyotes y perros. Por último tenemos 19 medidas
que no apoyan el trabajo de identificación.
El grado en que explotemos la información contenida en las piezas, vía las tres
medidas y el nivel diagnóstico presentado en la Figura 72, depende en buena medida del
sentido común, pues tan importante es disponer de abundantes piezas dentales
completas, como de la forma en que combinemos la información.
67
Piezas Medida/nivel de valor diagnóstico Valor de la pieza dental como elemento diagnóstico
dentales L. anteroposterior Altura Ancho
S I1 4 3 3
u 12 3 3 4 Mayormente para identificar lobos
p 13 3 3 3
e C 3 1 3 La altura permite reconocer especies, las restantes a los lobos
r Pm1 2 4 3
i Pm2 1 4 3 El uso simultáneo de las tres medidas permite identificar especies
o Pm3 1 4 3
r Pm4 1 3 3
e M1 3 3 3 Mayormente para identificar lobos
s M2 4 4 2 El ancho permite reconocer perros
I I1 4 3 4 Poco valor diagnóstico
n I2 4 4 3
f I3 3 3 4 Mayormente para identificar lobos
e C 3 1 3 La altura permite reconocer especies, las restantes a los lobos
r Pm1 4 4 3 Poco valor diagnóstico
i Pm2 2 2 3 El uso simultáneo de las tres medidas permite identificar especies
o Pm3 1 4 3 Buen valor como elemento diagnóstico
r Pm4 1 4 3
e M1 3 3 3 Mayormente para identificar lobos
s M2 1 4 3 Buen valor como elemento diagnóstico
M3 4 4 3 Poco valor diagnóstico
Figura 72. Evaluación de las medidas de las piezas dentales como elementos diagnósticos para la identificación de lobos, coyotes y perros.
68
Otros casos a analizar son aquellos en los cuales combinamos una medida de valor
diagnóstico alto (= 1) con otras de nivel medio, es decir, valor de dos (2) o tres (3) (Figura
72). Como primer ensayo observemos el comportamiento de la longitud anteroposterior en
premolares superiores uno y dos (Pm1/ y Pm2/) (Figura 74), un caso en donde la primer
variable posee un valor diagnóstico de dos (2) y la segunda de uno (1). La primera gráfica
(Figura 74A) deja ver como varios lobos y coyotes presentan los mismos valores y en la
segunda (Figura 74B) los individuos, en su gran mayoría, se acomodan de acuerdo con su
condición de especie, comportamientos acordes a lo esperado; por último, al emplear las
dos medidas simultáneamente (Figura 74C) constatamos que, como en el caso anterior
(Figura 73C), cada especie forma un conjunto claramente separado del resto.
Ahora veamos que ocurre con el manejo de la longitud anteroposterior y ancho del
premolar cuatro superior (Pm4/) (Figura 75), situación donde combinamos variables con
valor diagnóstico de uno (1) y de tres (3) (Figura 72). En el caso de la longitud (Figura
75A) vemos que, salvo dos coyotes y un perro, todos los cánidos se encuentran bien
separados y, respecto del ancho, los perros muestran una alta variación en el valor (Figura
75B), lo cual hace que se mezclen con los coyotes. Al tener ambas medidas juntas (Figura
75C) se da lugar a una gráfica en la cual los lobos quedan muy bien diferenciados y coyotes
y perros forman conjuntos separados, aunque contiguos. El análisis de estos casos nos lleva
a concluir que el manejo combinado permite rebasar ciertas limitaciones que tenemos
cuando empleamos una sola medida y de esa manera incrementar nuestro grado de
certidumbre respecto del tipo de cánido que estudiamos.
¿Y que ocurre cuando empleamos medidas con valor diagnóstico de dos (2) o tres
(3)? Como caso a emplear consideremos las alturas del segundo premolar inferior (Pm/2) y
del primer molar inferior (M/1) (Figuras 72 y 76). Con la primera variable tenemos valores
de lobos y coyotes mezclados (Figura 76A) y con la segunda tenemos lo propio pero con
coyotes y perros (Figura 76B). La combinación de las dos medidas (Figura 76C) nos ofrece
una imagen en la cual cada cánido tiene su espacio, aunque no hay certidumbre respecto de
donde empieza y termina cada uno.
69
una identificación positiva si los valores de nuestro ejemplar entran perfectamente dentro
del rango medio de alguna de las especies. A este respecto vale
Longitud de M/2
11
10 Lobos
9 Coyotes
8 Perros
7
6
5
4
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
25
Altura de /C
20
15
10
5
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
19
17
15
13
11
9
7
5 6 7 8 9 10 11 12 13
Longitud de M/2
Figura 73. Comportamiento individual (A, B) y combinado (C) de la longitud anteroposterior del
segundo molar inferior (M/2) y la altura del canino inferior /C).
70
A. Longitud anteroposterior de Pm1/.
7,5
7
6,5
Longitud de Pm1/
6
Lobos
5,5
Coyotes
5
Perros
4,5
4
3,5
3
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
12
11
10
9
8
7
6
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
12
11
10
.
9
8
7
6
4 4,5 5 5,5 6 6,5 7
Longitud de Pm1/
71
A. Longitud anteroposterior de Pm4/.
26
24
Longitud Pm4/
22
Lobos
20 Coyotes
18 Perros
16
14
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
B. Ancho de Pm4/.
11
10
Ancho del Pm4/
5
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
10
9
Ancho Pm4/
5
15 17 19 21 23 25 27
Longitud Pm4/
Figura 75. Longitud anteroposterior y ancho del premolar cuatro superior (Pm4/) de forma
individual (A, B) y combinada (C).
72
A. Altura de Pm/2.
8
Altura de Pm/2
6
Lobos
5 Coyotes
Perros
4
2
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
B. Altura de M/1
17
16
15
14
Altura de M/1
13
12
11
10
9
8
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
13
12
11
10
9
8
2,5 3,5 4,5 5,5 6,5 7,5
Altura de Pm/2
Figura 76. Gráficas individuales (A, B) y combinada (C) de las alturas del segundo premolar
inferior (Pm/2) y del primer molar inferior (M/1).
73
considerar es la altura de los premolares inferiores dos y tres (Pm/2 y Pm/3), ya que son
piezas que llegan a conservarse con cierta facilidad. Dado que la primer variable (altura de
Pm/2) tiene un valor diagnóstico de dos (2) (Figura 72), podría suponerse que su empleo
podría contrarrestar la condición de valor diagnóstico nulo (4) de la altura del tercer
premolar inferior (Pm/3), sin embargo la gráfica derivada de la combinación de las dos
variables (Figura 77) muestra el inconveniente de emplear esta opción, ya que los
individuos de las tres especies se dispersan de tal modo que sería casi imposible determinar,
por este medio, si nuestro material de estudio pertenece a un perro un coyote o un lobo.
10
8
Altura de Pm/3
Lobos
Coyotes
7
Perros
4
2,5 3,5 4,5 5,5 6,5 7,5
Altura de Pm/2
Figura 77. Distribución de cánidos estudiados a partir de las medidas de la altura del segundo y
tercer premolares inferiores.
Como puede verse, las medidas de los dientes son una importante herramienta
dentro del trabajo de identificación, aunque el nivel de certidumbre varía mucho en función
del tipo y número de piezas disponibles. Afortunadamente existe un rango de acción
óptimo para aprovechar a estos elementos y de esta forma explotar al máximo estos
elementos óseos, con frecuencia los más abundantes y mejor conservados.
74
CAPITULO IV
A lo largo de los dos últimos capítulos hemos visto como las medidas de cráneo, mandíbula
y dientes apoyan la labor de identificación de cánidos, vía restos óseos; hemos visto los
niveles de confiabilidad que podemos asignar a cada medida de cráneo, mandíbula y
dientes y como emplearlos de diversas formas.
Obviamente ante la complejidad que implicaría mostrar al lector 3,465 gráficas con
los respectivos comentarios, consideramos que lo más adecuado es reflexionar sobre la
importancia de este espacio de investigación y analizar los casos que consideramos más
significativos e importantes dentro del reto que representa el estudio de restos
arqueozoológicos los cuales, en su inmensa mayoría, llegan a nuestras manos en
condiciones que están muy lejos de lo ideal, casi siempre como piezas incompletas.
75
que las propuestas mostradas en páginas anteriores poseen todo lo necesario para reconocer
cual especie de Canis tenemos en las manos, pero cuando el reto es identificar la especie a
través de un trozo de mandíbula con un par de dientes, la mitad de un maxilar y un molar
aislado o bien la mitad de una mandíbula y parte de un neurocráneo, entonces es
indispensable hacer uso de todo dato disponible para alcanzar nuestros objetivos.
Clave de medidas:
AC.- Ancho del cráneo.
LP.- Largo del paladar.
AP.- Ancho máximo del paladar.
AMF.- Ancho mínimo frontal.
AF.- Ancho frontal.
AMI.- Ancho mínimo interorbital.
LF.- Longitud facial.
LMM. Longitud máxima de la mandíbula (al cóndilo articular).
ANRM. Ancho de la rama mandibular.
AM/1. Altura de la rama a nivel de M/1
L. Longitud anteroposterior.
AN. Ancho.
AL. Altura.
Figura 78. Conjunto de medidas que más frecuentemente pueden tomarse en materiales craneales,
mandibulares y dentales de cánidos en función de la abundancia y tipo de restos que aparecen en el
registro arqueozoológico.
Considerando los años de experiencia de los autores es viable partir de una reflexión
acerca de que es lo que más frecuentemente aparece en el registro arqueológico y que
76
puede ser empleado para cubrir nuestros objetivos. Los dentarios son relativamente
comunes, siendo probable que se conserve íntegra la rama horizontal,
Figura 79
A. Altura del M1/ vs ancho craneal
140
130
120
Ancho del cráneo 110
100 Lobos
90 Coyotes
80 Perros
70
60
50
40
4 6 8 10 12
Altura de M1/
110
100
90
80
70
60
50
40
4 6 8 10 12
Altura de M1/
8,5
8
7,5
7
6,5
6
5,5
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar
77
D. Altura de M1/ vs ancho del paladar
33
28
Altura de M1/
23
18
13
3
40 50 60 70 80
Ancho del paladar
E. Ancho de M1/ vs ancho del paladar.
25
23
21
19
Ancho M1/
17
15
13
11
9
40 50 60 70 80 90
Ancho del paladar
110
100
90
80
70
60
50
14 16,5 19 21,5 24 26,5
Longitud de Pm4/
Figura 79. Seis combinaciones de medidas craneales y dentales que poseen alto valor diagnóstico.
78
sobre todo a nivel del primer molar inferior, así como la base de la rama y, en lo que
respecta a las piezas dentales inferiores, serían los premolares tercero y cuarto y el primer
molar los que pueden llegar a conservarse completos por tratarse de elementos grandes y
robustos; siendo por tanto nuestro conjunto de opciones a considerar (Figura 78).
Respecto del cráneo, disponer de uno completo, que permita obtener longitud basal,
longitud máxima o ancho auricular es realmente un suceso fortuito, siendo más normal que
aparezcan maxilares, rostros o partes superiores del cráneo, de forma tal que medidas como
largo y ancho del paladar, ancho del cráneo, anchos frontales e interorbitales pueden ser
relativamente fáciles de obtener. Respecto de los dientes superiores, la pieza carnicera
(Pm4/) y el primer molar (M1/) son viables a conservarse, sueltos o adheridos al maxilar.
Figura 80
A. Longitud anteroposterior de Pm/3 vs ancho de la rama mandibular.
50
Altura de rama mandibular
45
40
Lobos
35 Coyotes
Perros
30
25
20
7 9 11 13 15
Longitud de Pm/3
79
B. Longitud anteroposterior de Pm/3 vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.
33
160
150
140
130
120
110
100
8 10 12 14 16 18
Longitud de Pm/4
E. Ancho de M/1 vs longitud máxima de la mandíbula.
12
11
10
Ancho M/1
6
100 120 140 160 180
Longitud de la mandíbula
Figura 80. Combinaciones de medida dental y de la mandíbula con alto valor diagnóstico.
80
CAPITULO V
COLUMNA VERTEBRAL.
Como se indicó en el primer capítulo, la columna vertebral esta integrada por siete
vértebras cervicales que incluyen el atlas y el axis, trece vértebras dorsales, siete lumbares,
tres vértebras fusionadas, que en conjunto se denominan como hueso sacro y de 20 a 23
vértebras caudales (Figuras 11-17).
Figura 81. Izquierda: imagen general del atlas en el que se muestra el tubérculo ventral (interior del
círculo) y atlas de perro (A), lobo (B) y coyote (C). El tubérculo del coyote es casi inexistente,
mientras que en el perro y lobo se encuentra bien desarrollado.
81
En cuanto al Axis, segunda vértebra cervical, el elemento de diferenciación es el
tamaño de las apófisis articulares que es más notable y levantado en los coyotes (formando
una escotadura en “C” si es observada lateralmente), en tanto que en lobos y perros dichas
apófisis se observan semi-planas y poco desarrolladas (Figura 82).
Figura 82. Arriba: vista lateral del axis de cánido en el cual se señala la región donde se encuentran
las apófisis articulares, mismas que se observan claramente cuando vemos de frente a la cara
posterior (abajo), dejando ver como varía su forma de acuerdo con la especie.
82
CAPITULO VI
Al igual que en el caso de la columna vertebral, los huesos largos ofrecen información
limitada acerca de la especie relacionada. Ciertamente la experiencia constituye un rubro
que cobra fuerza al paso de los años, pero dentro de lo que es el trabajo morfométrico con
huesos largos no es fácil disponer de elementos diagnósticos.
El aspecto de mayor valía dentro del trabajo de identificación es sin duda el mayor
tamaño de los huesos de lobo, aspecto por demás evidente, tal y como lo hemos visto en
numerosas ocasiones. Si comparamos la longitud de los principales huesos largos en
diversos ejemplares de lobos, coyotes y perros (Anexo 1, Tabla 1.16, Figura 83) podemos
constatar que Canis lupus posee huesos de los miembros entre un 25% y un 35% mayores
que los de los dos restantes cánidos.
200
Longitud (mm)
150
100
50
0
PP29
PP8
CIB1
CIB2
CIB3
CIB4
CIB5
CIB6
CIB7
CIB8
CIB9
CIB10
LaVent.
ENCB6792
ENCB4115
T48485
TUL3
DSA
TEO1
PDA99
Individuos
Figura 83. Longitud de húmeros, fémures y tibias en diversos lobos, coyotes y perros
prehispánicos. Los lobos son fácilmente identificables por poseer huesos más grandes.
83
Los coyotes y los perros poseen huesos de longitudes similares, sin embargo si
comparamos dos piezas de la misma longitud resultará claro que los del coyote son más
delgadas, más ligeras (Anexo 1, Tabla 1.17). El perro, de manera general, manifiesta
huesos de los miembros equivalentes a los del lobo, pero más chicos, es decir, de
complexión equivalente pero de talla menor.
55
50
Perímetro de diáfisis (mm)
45
40
35
Lobo
30
Coyote
Perro
25
125 145 165 185 205 225 245
Longitud (mm)
Figura 84. Longitud y perímetro de diáfisis a media longitud en húmero (negro), radio (gris
oscuro), fémur (gris claro) y tibia (blanco) de un lobo, un coyote y un perro prehispánico. En
general los lobos presentan huesos más largos y anchos, mientras que el coyotes poseen huesos de
longitud similar a los de los perros pero más delgados.
Con respecto de que relación guardan estas dos variables con la condición de
especie (Figura 84), los huesos de lobo se acomodan en el extremo superior derecho y los
84
de los otros dos en la parte inferior izquierda, aunque es interesante constatar que para cada
uno de los huesos (tono negro para el húmero, gris oscuro para el radio, gris claro para el
fémur y blanco para la tibia) los de coyote se manifiestan siempre como más largos, pero
con menor perímetro de la diáfisis que los del perro. Esta condición es el resultado de que
Canis latrans es de complexión más ligera, más rápido, más escurridizo, condición que se
refleja en miembros delgados y comparativamente largos, mientras que lobos y perros
poseen huesos más gruesos y de complexión más robusta.
Figura 85. Ecuaciones para la obtención realzada, longitud cabeza-tronco y peso en perros
mesoamericanos a partir de elementos óseos.
Aunque los datos obtenidos a lo largo de los años nos indican que las medidas de los
huesos largos no siempre nos permitirán reconocer de una forma definitiva a que cánido
pertenecen, sobre todo si la duda es si se trata de un coyote o un perro, los ejemplos
presentados son suficientemente ilustrativos para mostrar las tendencias que llegan a
manifestarse y de esta forma saber de que criterios podemos partir para identificar la
especie vinculada. En el caso de elementos no considerados en este apartado, por ejemplo
las escápulas, ulnas, metacarpos y metatarsos, las variables consideradas, esto es el tamaño
y el grado de robustez o de ligereza, se mueven bajo un esquema similar, lo cual constituye
un elemento adicional de apoyo dentro de nuestro trabajo de identificación, aunque será
difícil tener un 100% de certidumbre si solo nos basamos en estos elementos óseos y
nuestro objetivo es saber si lo que tenemos en las manos es un perro o un coyote.
85
SEGUNDA PARTE
86
CAPITULO VII
RECONSTRUCCION DE BIOTIPOS
Aunque identificar los restos de cánidos y ubicarlos como pertenecientes a lobo, perro o
coyote ha sido nuestro objetivo fundamental a lo largo de la obra, cuando los resultados
indican que nuestro ejemplar es un perro abrimos nuevas fases de investigación que
fundamentalmente se remiten a cuatro rubros:
4. Conocer su sexo.
87
alzada, longitud cabeza-cuerpo y peso y se ve que correlación existe entre la longitud de
algunos huesos y esas dimensiones, labor lógica en cuanto a que simplemente se trata de
extrapolar datos de ejemplares recientes para aplicarlos a los antiguos.
Pero, así como es posible plantear que a través de la longitud de un hueso largo es
posible determinar la alzada, hemos observado que no todos tienen la misma confiabilidad,
pues hay algunos que varían en su largo, de un individuo a otro, aunque la alzada sea la
misma. De los seis elementos óseos que constituyen a los miembros, se ha visto que las
88
tibias son las que más correlación guardan con la alzada de un ejemplar, siendo por tanto
las más recomendables para nuestros propósitos. El empleo de las longitudes del húmero y
del radio también producen cifras confiables y el fémur y la ulna son los menos adecuados,
no siendo recomendable su empleo.
Otra opción para reconocer el peso de un perro es una ecuación, creada hace varios
años, la cual se basa en la altura de la mandíbula a nivel del primer molar inferior (Hamblin
1984):
Log. Peso (gr) = (2.1122) (log. altura de la mandíbula a nivel de M/1 {cm}) + 1.2722
Como opción para reconocer un elemento del biotipo siempre es interesante una
ecuación como esta, sobre todo si la obtenemos a partir de una sola medida ósea, sin
embargo hemos observado que los valores son, en promedio, 10% mayores de lo que
observamos en perros mexicanos con pelo, por lo que un ejemplar cuya medida de la
mandíbula a la altura del primer molar deriva en un resultado de 11 Kg, es posible que en
realidad haya pesado unos 10 Kg; por otro lado, los xoloitzcuintles poseen un dentario
proporcionalmente más delgado, por lo que la medida puede conducir a valores erróneos.
De esta forma, esta ecuación podemos utilizarla, aunque con ciertas reservas, y
principalmente para ejemplares con pelo.
89
CRÁNEO
1. Dolicocéfalo, cráneo y rostro alargado. Perros con este tipo de cráneos son, por
ejemplo, los xoloitzcuintles.
2. Braquicéfalo, cráneo redondo y rostro corto. Ejemplo de ello son los perros
chihuahueños.
90
CAPITULO VIII
Una vez con la información necesaria para poder reconstruir las dimensiones de un perro
arqueológico viene el reconocimiento de su raza o tipo, una fase del estudio del perro
mesoamericano que hasta hace poco parecía no tener sentido.
En las siguientes páginas manejaremos este tema bajo diferentes perspectivas, por
un lado se mostrarán los elementos diagnósticos que permiten en este momento saber que
tipos de perros existieron en el México antiguo, pero no solo con el fin de demostrarle al
lector su existencia sino sobre todo para ilustrar acerca de cómo podemos reconocer dentro
de nuestra colección a cada uno de los tipos conocidos hoy día y que requeriría tener un
ejemplar “raro” para que se le pueda considerar una nueva forma de perro.
Para ilustrar esta idea consideremos los ejemplares arqueológicos TEO 1, T48485,
TUL 3, PP29 y VEN 1, los cuales aparecen en el anexo 1. Comparemos las medidas
craneales (Anexo 1, Tabla 1.5) y las de los huesos largos y columna (Anexo 1, Tabla 1.18)
y veamos su comportamiento en las Figuras 86 y 87.
91
200
TEO 1 T48485
180 TUL 3 PP29
VEN 1
160
140
100
80
60
40
20
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Medidas
700
600
500
Valor (mm)
400
300
200
100
0
Húmero Ulna Radio Fémur Tibia columna
Huesos/columna
Figura 86. Comparación de las medidas craneales, longitud de huesos largos y de la columna de
cinco ejemplares de perros prehispánicos. En todos ellos se manifiestan las mismas tendencias en
cuanto a las medidas y, por tanto, a forma del cráneo, la longitud de los miembros y del tronco.
Clave de las medidas craneales en Figura 44.
La longitud de los huesos largos y de la columna (Figura 86) son también muy
similares entre los ejemplares. Al convertir las medidas en alzada, longitud cabeza-tronco
y peso (Figura 87) la conclusión es que estos perros eran muy parecidos en las dimensiones
de los cuerpos y sus proporciones: su altura a la cruz sería de 40 a 45 cm, tendrían entre 60
y 75 cm de longitud y su peso variaría entre los nueve y once kilos. Cabe hacer notar que
estos ejemplares abarcan desde Tula, Hidalgo (TUL 3), hasta Chac – Mool, Quintana Roo
92
(PP 29) y desde el siglo VII de nuestra era (VEN 3) hasta los siglos XIV o XVI (PP 29),
circunstancia que demuestra que no se trata de perros emparentados o de una misma región
geográfica, sino que pertenecen a un mismo tipo biológico, a un mismo biotipo.
740 T 48485
VEN 1
Longitud cabeza-tronco (mm)
720
700
680
Tul 3
660
640 PP 29
620 Teo 1
600
390 400 410 420 430 440 450 460 470 480
Alzada (mm)
Figura 87. Alzada, longitud cabeza-tronco y peso de los cinco ejemplares de perros prehispánicos
presentados en la Figura 86. Los valores y la relación entre alzada y longitud muestra que se trata
de animales de dimensiones y morfología similar, lo esperado en organismos que pertenecen a un
mismo tipo.
El esquema del perro común mesoamericano, llamado también “itzcuintli” por los
autores, es de animales medianos, esbeltos, dolicocéfalos, con el cuerpo cubierto de pelo y
sin ningún tipo de especialización notable. Fue la forma de perro más común en
93
Mesoamérica, por lo que podemos asegurar que está presente en todo contexto
arqueológico prehispánico sin importar época o lugar. Debido a su apariencia poco
interesante (Figura 88) se le menciona poco en los textos coloniales y solo existe una
imagen de él, dentro de el Códice Florentino (Sahagún 1979). Esta evidente abundancia
aún se manifiesta en el país, pues es fácil verlo, pero no en zonas urbanas, donde la mezcla
de perros es algo cotidiano, sino en la provincia, en poblados donde los perros europeos
tienen poco impacto y las posibilidades de mezcla son bajas.
A B
C D
E
Figura 88. El perro común mesoamericano fue el más abundante cánido en territorio mexicano y el
más antiguo, tal y como lo demuestra el ejemplar de la parte superior (A y B) descubierto en
Ixtapaluca, México (siglo VI a.C.) (Valadez et al 2004). Las reconstrucciones hechas (C) ubican a
estos perros como dolicocéfalos, de talla media, de cuerpo no especializado y cubierto de pelo,
comentarios sobre ellos aparecen en obras coloniales, por ejemplo el Códice Florentino (D) y es aún
el perro más abundante en México, sobre todo en la provincia (E), donde las razas europeas tienen
poca presencia.
94
EL TLALCHICHI
En la figura 89 tenemos las gráficas en las que se muestran las medidas craneales, longitud
de huesos largos y de la columna de la muestra de cinco perros comunes presentada en la
Figura 86, junto con los datos de un ejemplar más, cuyo nombre clave es SIN. Como puede
verse, en lo que respecta al cráneo y mandíbula, “SIN” no se aparta demasiado del esquema
de los restantes ejemplares, condición que se repite al comparar la longitud de su columna,
pero en lo que se refiere a los huesos de los miembros, “SIN” es notoriamente diferente,
pues las longitudes no rebasan el 50% de las que se presentan en los perros comunes
(Anexo 1, Tabla 1.18). Si esto lo vemos a nivel de alzada y longitud (Figura 90), la
conclusión inevitable es que “SIN” es un tipo de perro con patas notoriamente cortas,
similar a un Dachshund europeo (Figura 91).
200
Perros comunes
180
SIN
160
140
120
Valor (mm)
100
80
60
40
20
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Medidas
700
600
500
Valor (mm)
400
300
200
100
0
Húmero Ulna Radio Fémur Tibia columna
Huesos/columna
Figura 89. Comparación en medidas del perro arqueológico “SIN” con perros comunes
mesoamericanos. Los valores para el cráneo y la columna son iguales a los de los comunes, sin
embargo los huesos de los miembros se presentan 50% más cortos.
95
Entre las descripciones de perros que aparecen en fuentes históricas es interesante el
comentario de Sahagún (1979) acerca de “perros llamados tlalchichis, los cuales son
bajuelos, redondillos y buenos de comer”. El dato de “bajuelo” llama la atención, aunque
no más que la palabra “tlalchichi”, pues su significado es “perro de piso” (Valadez 1994).
De esta forma, la unión de las ideas de Sahagún, la lingüística y los ejemplares
arqueozoológicos llevan a la opción de considerar que estos perros de patas cortas son los
tlalchichis que se mencionan en el Códice Florentino, el cual constituiría un tipo diferente
de perro.
760
740 T 48485
VEN 1
Longitud cabeza-tronco (mm)
720
700
680
Tul 3
660
SIN
640 PP 29
Teo 1
620
600
200 250 300 350 400 450 500
Alzada (mm)
Figura 90. Comparación de la alzada y la longitud del perro SIN con los comunes mesoamericanos.
Los bajos valores de los huesos de los miembros, unido a la similitud en la longitud de la columna
(Fig. 89) y del cráneo llevan a la conformación de un ejemplar cuya cabeza y tronco es tipo “perro
común”, pero con una alzada que apenas rebasa los 20 cm.
96
se posee un registro limitado pero firme de este cánido (Valadez 2003; Valadez et al 2000b;
Valadez y Blanco 2005a) que abarca el occidente y centro de México. Si unimos los datos
arqueozoológicos con los iconográficos y de las fuentes (Figura 91) podemos considerar a
este perro como una raza presente en México desde el inicio de nuestra era.
A B
Figura 91. (A) Comparación del dentario, fémur y tibia de un perro común (Teo 1) y el ejemplar
SIN. La reconstrucción de este individuo lleva a la imagen de un animal con cabeza y tronco “tipo
común” y patas cortas (B). Sahagún (1979), en el Códice Florentino, indica la existencia de “perros
bajuelos y redondillos” llamados tlalchichis, concepto que se acerca enormemente al de estos perros
arqueológicos de patas cortas.
97
200
Perros comunes
180 SIN
PP8
160
140
120
Valor (mm)
100
80
60
40
20
0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Medidas
62
61 PP 29
60 PP8
Ancho máximo del paladar
59
TUL 3 VEN 1
58
57
56
55
54 T48485
Teo 1
53
52 SIN
51
68 70 72 74 76 78 80 82
Largo del paladar (mm)
21,5
Altura de la mandíbula a nivel de M/1 (mm)
TUL 3
21 PP 29
20,5
PP 8
20 TEO 1
19,5 VEN 1
19
SIN
18,5 T48485
18
55 60 65 70 75 80 85
Longitud facial (mm)
Figura 92. Comparación de medidas craneales (arriba), largo y ancho del paladar (en medio) y
longitud facial vs altura de la mandíbula a nivel del M/1 (abajo) entre perros comunes, el ejemplar
SIN y PP8.
vemos que dos de cada tres medidas de PP8 quedan por debajo de las de los restantes
perros por lo que podríamos decir que PP8 es un ejemplar de cráneo chico, sin embargo hay
otras medidas, como el ancho del paladar y la altura del dentario a nivel de M/1 cuyos
valores rebasan la media o incluso aparecen como los más altos valores de entre la muestra
98
analizada, circunstancia que abre la opción de que PP8 tenga un cráneo no precisamente
chico, sino más bien diferente.
700
600
500
Valor (mm)
400
300
200
100
0
Fémur Tibia columna
Huesos/columna
750
T 48485
730 VEN 1
710
Longitud cabeza-tronco (mm)
690
670 Tul 3
650 SIN
PP 29
630
Teo 1
610
590
570 PP8
550
200 250 300 350 400 450 500
Alzada (mm)
Figura 93. Longitud de huesos largos (arriba) y relación alzada-longitud entre perros comunes, SIN
y PP8 (abajo). Los ejemplares comunes constituyen un grupo homogéneo en su morfología general
y aunque el perro de rostro corto posee miembros y columna de dimensiones similares, la relación
entre alzada y longitud cabeza-cuerpo ofrece un patrón diferente a la observada en los otros tipos de
perros.
Para revisar esta opción veamos el comportamiento de PP8 en dos gráficas (Anexo
1, Tabla 1.5 y Figura 92). Cuando comparamos el largo y ancho del paladar vemos a los
perros acomodados en tres grupos: los perros comunes con un paladar (por tanto hocico),
99
cuya longitud sería entre 30 y 40 % más largo que ancho; el tlalchichi SIN, cuya longitud
del hocico es 54% superior a su ancho y PP8, cuyo paladar es solo 15% más largo que
ancho.
Tomando ahora las medidas de huesos largos y columna (Figura 93), PP8 se
manifiesta como muy similar a los perros comunes, aunque de talla más pequeña, y al
100
comparar ambas medidas se observa en este ejemplar la tendencia a que su longitud sea
solo un poco mayor a su alzada.
A partir de estos elementos podemos ver a PP8 como un tipo de perro diferente de
los comunes, caracterizado por poseer una cabeza braquicéfala, cuerpo cubierto de pelo y
de tendencia mediolínea (Figura 94). En 1999 (Valadez et al 1999) se elaboró la ficha
diagnóstica de este y otros ejemplares provenientes del mismo sitio arqueológico,
definiéndolos como representantes de un tipo distinto de perro al cual se le llamó “perro
maya”, “perro de rostro corto” o “malix”, término empleado en el sureste de México para
identificar a los perros callejeros.
Esta condición representa una gran limitante dentro del estudio de los
xoloitzcuintles prehispánicos, pues los huesos largos son, por mucho, los que más
frecuentemente aparecen en el contexto arqueológico. Con el tlalchichi y el malix hemos
visto como los huesos de los miembros tienen valor diagnóstico, pero en los perros pelones
no ocurre esto, circunstancia que obliga a reconocer su presencia por otros medios.
101
Ejemplar Longitud de piezas óseas (mm)
Dentario* Húmero Radio Ulna Fémur Tibia Columna
Tula (1) 132 138 132 159 140 151 500
Tula (2) 125
Túneles y cuevas (1) 103
Túneles y cuevas (2) 114
Túneles y cuevas (3) 134
Guadalupe (1) 106 135 149 136
Santa Cruz Atizapan 101
Elite y Gobierno 107.5
Zultepec 106
Chac-Mool 119 133 124 151 140
* Longitud máxima del dentario o mandíbula
700
Perros comunes SIN
PP8 Xolo Tula
600 Xolo Guadalupe Xolo Chac Mool
500
Valor (mm)
400
300
200
100
0
Húmero Ulna Radio Fémur Tibia columna
Huesos/columna
102
Figura 96. Arriba, esqueleto de xoloitzcuintle descubierto en un entierro en la ciudad de Tula (siglo
VII d.C.), uno de los tres ejemplares semicompletos reconocidos hasta 2005, y su reconstrucción
(abajo).
103
Cráneo
Incisivos,
vista frontal
Incisivos Molares
Premolar
Incisivos Molares
Figura 97. El xoloitzcuintle posee un cráneo con un hocico angosto y menos largo que el de un
perro común. En general estos perros carecen de premolares, solo ocasionalmente llega a
presentarse el primero y todas las piezas son más chicas y de estructura más sencilla (Valadez 1996)
que los de un ejemplar con pelo (Figuras 6-9).
104
A diferencia de los adultos, las crías de xoloitzcuintles si presentan la dentición
completa (aunque como veremos más adelante difiere en algunos detalles de la que poseen
los cachorros con pelo), circunstancia que lleva a un importante detalle: mientras que en los
perros con pelo los incisivos y caninos permanentes “empujan” a las piezas deciduas
conforme emergen, en los xoloitzcuintles los molariformes llegan a permanecer en su lugar
mucho tiempo, pues no hay premolares que les expulsen. Debido a esto podemos ver a
perros pelones adultos, incluso con varios años de edad y que aún conservan a estas piezas
perfectamente funcionales. El hallazgo de un dentario en el cual hay molariformes
ocupando el espacio de los premolares es evidencia indiscutible de que este ejemplar,
cuando vivía, carecía de pelo (Figura 99).
105
Un tercer elemento diagnóstico es la complejidad de las piezas. En general los
xoloitzcuintles poseen incisivos simples, de una sola cúspide, homogéneos (Figuras 97 y
100A) sin rastro alguno de la forma de “flor de Lys” (Figura 6). Por otro lado, se ha
comprobado que un xoloitzcuintle creado a partir de la cruza de dos ejemplares pelones
tiende a poseer menos piezas dentales así como molares más chicos y de forma más simple,
mientras que un perro pelón que tuvo a un padre con pelo, aunque carecerá de premolares,
generalmente tendrá molares semejantes a los de un compañero con pelo (Valadez 1996).
De esta forma, piezas dentales más simples y chicas indican condición pelona, tanto de
nuestro ejemplar como de sus progenitores.
Figura 99. Dos ejemplos de mandíbulas de xoloitzcuintles adultos en las cuales se observa la
permanencia de molariformes. El ejemplar de la parte superior (A) presenta los tres molariformes,
mientras que el segundo (B) solo conserva el primero, justo detrás de un premolar permanente de
forma cónica. Ambos fueron descubiertos dentro del proyecto “Estudio de Túneles y Cuevas en
Teotihuacan”.
106
Por último, es posible reconocer la condición pelona de un cachorro a través de la
dentición decidua. Como se indicó, el número de piezas no varía entre el perro pelón o el
de pelo, pero en los primeros las piezas pueden ser un poco más pequeñas y simples (Figura
101). Bajo este criterio, cuando disponemos de varias crías en nuestra colección y es
posible medir estas piezas, la presencia de un ejemplar cuyos molariformes presenten
dimensiones claramente menores del resto es indicativo de un posible xoloitzcuintle
arqueozoológico.
Figura 100. Los incisivos de los perros pelones son de forma simple y de una sola cúspide; en el
ejemplar superior (A) se observan el segundo y tercer incisivo y el primer premolar, todos ellos de
forma cónica. Abajo (B) se muestra el primer molar de un xoloitzcuintle, el cual es más pequeño
que el de un perro con pelo y posee tres cúspides sencillas, incluso en el tercio posterior, el cual, en
los perros con pelo, es bajo, plano y con varias cúspides pequeñas.
107
Tipo Procedencia (lugar/época) Longitud
anteroposterior Ml/3
9
8.9
México D.F. (actual) 8.7
Xoloitzcuintle 9.8
8.2
Túneles y Cuevas (siglo XV-XVI d.C. 10.0
8.1
Tula (siglo VII d.C.) 7.7
9.6
Teotihuacan (siglo V d.C.) 10.3
Comunes 11.3
10.5
México D.F. (actual) 10.8
11.1
14
12 Comunes
Longitud anteroposterior Ml/3 (mm)
Xoloitzcuintles
10
0
.
la
.
es
n
.F
.F
ca
Tu
l
D
D
ne
ua
Tú
ih
ot
Te
Figura 101. Longitud anteroposterior del tercer molariforme inferior (Ml/3) en diversas crías de
perros pelones y comunes de época prehispánica y actual. Los valores muestran que en general los
perros pelones poseen piezas deciduas de menores dimensiones que las de ejemplares con pelo.
De los capítulos III al VI hemos buscado demostrar que elementos permiten identificar a
perros, lobos y coyotes a partir de los elementos óseos. ¿Qué ocurriría si nuestros
materiales de estudio mostraran medidas y formas intermedias entre un perro y un lobo?
108
Sabemos que, genéticamente hablando, perros y lobos son compatibles y tienen
descendencia fértil, de hecho la mayor diferencia entre ellos es el ambiente para el cual
están adaptados, por lo que la posibilidad de cruzamiento entre ambos depende
principalmente de aspectos espaciales, no de su genética, conducta o ciclo reproductivo.
Figura 102. Primer ejemplar de híbrido de lobo y perro descubierto en el proyecto “Estudio de
túneles y cuevas en Teotihuacan”. Su condición de “mezcla” se evidenció por la forma del dentario
“tipo lobo” y el tamaño de las piezas dentales “tipo perro”.
109
casos mencionados, no se trata de ejemplares de morfología semejante, animales a los
cuales fácilmente podríamos reconocer como “perros robustos”, en realidad lo que se
observa es una mezcla de caracteres dentro de la cual cada individuo es lobo en algunos
aspectos y perro en otros pero cada uno con un esquema propio y diferente.
Figura 103. Híbrido de lobo y perro de las cuevas teotihuacanas, el cual presenta una mezcla de
caracteres en los diferentes elementos óseos que le constituyen. Aunque la rama del dentario
presenta un ápice característico de los perros, sus medidas en general se manifiestan por encima de
las de los perros, pero por debajo de las de los lobos.
110
(Valadez et al 2002b) la mayoría de los cuales pertenecía a híbridos de lobo y perro. Los
elementos clave fueron, principalmente las medidas y forma de las piezas dentales y, en
algunos casos, del paladar.
Pm3 Pm4 M1 M2
L A H L A H L A H L A H
Ind. 6 10.3 5.3 6.2 16.4 7.3 9.83 11.6 15.4 7.2 5.6 9.7 4.2
9 10,9
10,4
8
9,9
Ancho Pm/4 (mm)
9,4
Ancho de Pm/3
7
8,9
6 8,4
7,9
5
7,4
4 6,9
6,4
3 5,9
7,9 9,9 11,9 13,9 15,9 17,9 6,5 11,5 16,5 21,5 26,5
Longitud anteroposterior de Pm/3 Longitud anteroposterior del Pm/4 (mm)
Lobos Coyotes
Clave: Perros Quetzalcoatl
111
Veamos el individuo de la Figura 104. En esta pieza tenemos a los premolares 3 y
4, además de los dos molares. En el capítulo III indicamos que la longitud anteroposterior
de los premolares superiores es un buen medio para identificar especies (Figura 71) por lo
cual tomamos esta medida, junto con el ancho de los premolares 3 y 4, para ubicar a
nuestro ejemplar.
Tal y como podemos ver en las dos graficas, nuestro individuo se presenta
intermedio entre las tres especies, incluso en una de éstas se aproxima al grupo de coyotes,
pero si comparamos la forma de las piezas con las de los tres cánidos (Figuras 64-66),
veremos que los premolares de nuestro ejemplar tienden a ser anchos, el tubérculo lingual
del cuarto premolar es mas bien chico y los molares tienden a manifestarse como robustos.
Con estos datos la conclusión necesaria es que cánido presenta un esquema que hace viable
la idea de que se trata de un híbrido, con el perro y el lobo como padres.
Los casos más espectaculares son aquellos en los cuales es posible recuperar cráneo
y esqueleto y todo el conjunto muestra la mezcla de perro y lobo. Los mejores ejemplos al
respecto son los tres cánidos descubiertos en el Templo Mayor a finales de los setentas
(Valadez et al 2001; 2006), en particular el ejemplar que apareció asociado a un monolito
donde estaba grabada la imagen de la diosa mexica Coyolxauhqui (ver capítulo X).
112
presentarse en las colecciones arqueozoológicas sean analizados con cuidado especial,
comparándolos con los restantes ejemplares que si reconocemos como perros y con la
información disponible sobre lobos.
A. Cráneo del híbrido de lobo y perro asociado al monolito de la Coyolxauhqui y región mastoidea.
B. Comparación de largo y ancho del paladar de los tres híbridos descubiertos en Templo Mayor
con perros, lobos y coyotes.
85
80
Ancho máximo del paladar
75
70 Lobos
65 Coyotes
Perros
60 Templo Mayor
55
50
45
40
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar
113
D. Premolar superior 4 y molares superiores 1 y 2.
Lobo Perro
18
16
14
12
10
10 12 14 16 18
Longitud anteroposterior
Figura 105. Los híbridos de lobo y perro mejor conservados hasta el momento están asociados al
Templo Mayor de la ciudad de Tenochtitlan. Las dimensiones generales de los tres individuos
descubiertos corresponden lobos o a algo parecido, pero la morfología de diversas regiones del
cráneo y de las piezas dentales son de condición intermedia o “tipo perro” (comparar imágenes con
Figuras 45, 49, 59, 64, 66 y anexo 1) (Blanco et al 2006; Valadez et al 2001).
Ciertamente no podemos catalogar a los “loberros” como una raza de perro, pero su
abundancia en el registro arqueozoológico mexicano exige que se le vea a un nivel
equiparable con los tipos de perros descritos anteriormente. Vale señalar que para 2005
constituían la segunda forma de cánido doméstico más abundante a nivel arqueológico,
114
debajo de los perros comunes mesoamericanos y que sus registros van desde el siglo III
hasta el XVI de nuestra era. Por todo esto es indispensable verlos como una forma de
cánido que existió, quizá con más abundancia de lo que creemos.
Figura 106. Los híbridos de lobo y perro descubiertos en las cuevas teotihuacanas (A) tenían las
dimensiones de un perro grande: unos 40 cm de alzada y poco menos de 65 cm de longitud; por otro
lado, los cánidos del Templo Mayor medían más de 90 cm de longitud y su alzada era de unos 61
cm.
115
Pm3 Pm4 M1
L A H L A H L A H
Ind. 8 10.3 5.3 6.2 16.4 7.3 9.83 11.6 15.4 7.2
7
Ancho de Pm/3
3
7,9 8,9 9,9 10,9 11,9 12,9 13,9 14,9 15,9 16,9
Longitud anteroposterior de Pm/3
Figura 107. Individuo de la Pirámide de Quetzalcoatl, cuyos caracteres lo ubican como un híbrido
de coyote y perro. La morfología de las piezas es similar a la de los coyotes y las medidas le ubican
intermedio entre ambos cánidos (punto señalado con la flecha) o más inclinado hacia la condición
perro (clave de gráfica en la Figura 104).
Como podemos ver en la Figura 107, este cánido está representado por un maxilar
en el que se encuentran el tercer y cuarto premolar y el primer molar. Los premolares se
manifiestan poco anchos, el tubérculo lingual está bastante desarrollado y el molar es ancho
116
y complejo, más que el de los perros y mucho más que el del lobo (Figuras 64-66). Desde
esa perspectiva este individuo se asemeja bastante a un coyote.
Pero al utilizar las medidas la conclusión es que varias de las piezas dentales se
ubican en una posición intermedia entre perro y coyote (Figura 107), aunque en otros casos
la condición de perro se vuelve dominante. Como en el caso de los “loberros”, esta extraña
mezcla de caracteres es explicable si consideramos al hibridismo como causa probable.
Los casos ilustrados es lo que hasta 2005 ha sido posible reconocer respecto de
formas de cánidos domésticos presentes al interior de las comunidades prehispánicas, pero
sería muy inocente pensar que fueron los únicos tipos de perros de tiempos precolombinos.
En realidad sería más apropiado decir que gracias a las herramientas metodológicas de que
disponemos es ahora posible estudiar a las colecciones arqueozoológicas de perros bajo la
idea de que es posible encontrar ejemplares que se aparten de los estándares conocidos y
sean ejemplos de formas que existieron en una cierta región, en una cierta época.
117
CAPITULO IX
Para fortuna nuestra en este momento es posible reconocer a través de los huesos
aspectos tales como el tiempo de vida del animal estudiado o si se trataba de una hembra o
de un macho. Desafortunadamente no siempre se cuenta con los elementos o condiciones
para que nuestro diagnóstico tenga un 100% de certeza o exactitud, pero si es posible
asegurar que en la gran mayoría de los casos es factible incluir, junto con el dato de la
especie a la que pertenecen los huesos, otro en el cual se hace mención de a edad o el sexo
del individuo.
Muchos de nosotros alguna vez hemos escuchado que en el perro un año de vida equivalen
a diez humanos, esto no es 100% exacto, aunque es cierto que su velocidad de desarrollo es
mucho mayor que la nuestra, sobre todo en su primer año. A partir de esto y considerando
la importancia de poder saber si los materiales óseos que tenemos en las manos son de una
cría, un juvenil o un adulto, debemos partir primero en reconocer las principales fases de
desarrollo en el perro (Figura 108).
118
Desde que el perro nace y hasta las seis semanas de vida el cachorro vive su periodo
de crianza, es decir, el tiempo que vive dentro del nido, como lactante, dependiendo 100%
de la madre. Para nuestros propósitos es importante destacar que llegando al primer mes de
vida se inicia la erupción de los dientes deciduos, proceso que se cubre en unos cuantos
días y que en cierta medida es el responsable de que la madre deje de amamantarlos a partir
de la sexta semana por las molestias que le ocasiona la succión-mordida. A partir de este
momento la madre les lleva alimento, los deja más tiempo solos en el nido y solo acepta
amamantarlos en las noches. Esta fase, aplicada al desarrollo humano, equivaldría a los
tres primeros años de vida.
Figura 108. Fases principales del desarrollo del perro y época correspondiente.
A partir de los dos meses de edad y hasta los cuatro, tenemos la fase de cachorro,
periodo equivalente a la infancia humana de los tres a los ocho o nueve años. Su dentadura
es decidua, su cuerpo es corto y su cabeza es fundamentalmente redonda con hocico corto.
Después de los cuatro meses de edad empieza el cambio de dentadura, proceso que
tarda unos tres meses. Su cuerpo y cabeza se alargan hasta casi llegar a las dimensiones del
adulto, sin embargo sus caracteres osteológicos indican que se trata de un individuo aún en
desarrollo y sexualmente hablando, es inmaduro. Es el periodo equivalente a la infancia
tardía y la adolescencia humana, aunque en este periodo los individuos de nuestra especie
ya pueden procrear.
119
joven; como adulto maduro se reconoce al ejemplar que tiene entre cinco y nueve o diez
años de vida y posteriormente pasaría a ser un adulto “senil”.
Figura 109. Húmero, radio y fémur de una cría de perro de una semana de edad. En este momento
solo las diáfisis de los huesos están constituidos por tejido óseo, el cual es de tipo esponjoso y las
epífisis son de condición cartilaginosa por lo que no se conservan en el contexto arqueológico.
120
Conforme las semanas transcurren, en las zonas osificadas el hueso es sustituido de
esponjoso a compacto. Mientras tanto en las epífisis se va dando la osificación en los
extremos que constituyen los puntos de contacto de las articulaciones, pero se conservan
secciones cartilaginosas dentro de las cuales destaca un disco cartilaginoso llamada “placa
epifisiaria”, a partir del cual se produce tejido óseo. Gracias a esta condición el hueso
ejerce su función de sostén y al mismo tiempo continua creciendo.
Figura 110. Radio de cría de perro de unos cuatro meses de edad en el que se observa que las
epífisis constituyen piezas “sueltas”, separadas de la diáfisis por medio de un disco cartilaginoso
denominado “placa epifisiaria”
121
No todos los huesos se desarrollan con fases bien diferenciadas y aplicables a
determinadas edades, pues algunos, como la escápula, varían en la talla, forma o cantidad
de hueso esponjoso, pero no en evolución de las epífisis o de placas epifisiarias y por tanto
no siempre es fácil relacionar la edad a caracteres específicos. En realidad, para otras
regiones del esqueleto, son la pelvis y las vértebras en las cuales podemos observar
cambios suficientemente claros para relacionarlos con edades concretas.
Figura 111. Izquierda, epífisis proximal de húmero de perro cuyas dimensiones, dentición y
morfología corresponden a un ejemplar que ha concluido su desarrollo, aunque la epífisis aún no
está soldada a la diáfisis (ver ranura señalada por la flecha) y por tanto se puede separar sin
dificultad. Derecha, epífisis distal de otro húmero el cual ya tiene la epífisis y diáfisis unidas,
aunque se observa una línea (ver flecha) que correspondería a la antigua placa epifisiaria.
Desde que nace el cachorro y aproximadamente hasta el medio año de edad la pelvis
está constituida por los tres huesos primordiales: ilion, isquion y pubis (Figura 29),
posteriormente los huesos se van soldando de tal forma que al llegar al año de edad ya la
pelvis consta de una sola pieza. Respecto de las vértebras, en el cachorro se encuentran
divididas en cuerpo y apófisis (Figuras 10 y 112) y aquel, a su vez, en el núcleo del cuerpo
Figura 112. Vértebra lumbar de perro de cuatro meses de edad que en apariencia (izquierda) se
presenta como un solo elemento óseo, aunque las carillas del cuerpo (discos intervertebrales) no
están unidas a éste y además las apófisis y el cuerpo se encuentran unidas por tejido cartilaginoso
(derecha).
122
y en las carillas que hacen contacto entre una y otra vértebra, a las cuales se les llama
“discos intervertebrales”. Cuando el individuo tiene unos o nueve meses de edad, cuerpo y
apófisis ya están soldados, aunque los discos intervertebrales no, siendo hasta el año de
edad, aproximadamente, cuando esto se lleva a cabo.
Tal y como vimos en el capítulo anterior, las dimensiones de los huesos son un
elemento importante para definir especies de Canis y posibles razas, por ejemplo los
tlalchichis o los loberros, pero cuando trabajamos el tamaño en función del desarrollo del
perro es posible ubicar con más precisión la edad de los individuos de menos de un año de
vida.
Húmeros Ulnas
Fémures Tibias
Figura 113. Húmeros, ulnas, fémures y tibias de xoloitzcuintles medianos de seis semanas, catorce
semanas, cinco meses y dos años de edad. La diferencia en talla, unido a los grados de osificación
de las epífisis, permite reconocer rangos de edad, dentro del primer año de vida, dentro del orden de
semanas o meses.
Para ilustrar esto consideremos primero las imágenes mostradas en la Figura 113, en
las cuales se comparan húmeros, ulnas, fémures y tibias de xoloitzcuintles actuales de talla
123
media cuyas dimensiones y morfología del cuerpo es semejante a la de la mayoría de los
perros mesoamericanos presentes en el contexto arqueológico. La edad de cada ejemplar
(seis semanas, catorce semanas, cinco meses y dos años) se conoce por haber sido
organismos donados, pero es fácil ubicar que en cada imagen los tres primeros huesos
pertenecen a individuos inmaduros, aspecto reconocible porque las epífisis no están
presentes (individuo de seis semanas) o porque éstas no se han adherido a las diáfisis.
160
140
120
Longitud (mm)
100
80
60
40
20
0
2 8 16 20 44 52
Semanas de vida
Clave:
Figura 114. Ejemplo de cambio en la longitud de los huesos largos en perros pelones mexicanos
medianos de diversas edades.
124
menos sobre los 30 mm es factible suponer que sea un cachorro que acaba de ser destetado,
es decir, con unos dos meses de edad; si se mueven alrededor de los 100 mm entonces es
probablemente un ejemplar que iniciaba la fase juvenil y si tienen unos 150 mm pero aún
las epífisis no se han soldado a las diáfisis, sin duda se trata de un ejemplar subadulto.
Obviamente este esquema tamaño-edad, no tiene validez cuando tenemos a un posible
tlalchichi o a un híbrido.
M1
M2 sup.
M2 inf.
M3
Figura 115. Cronograma de evolución dental en perros. Las piezas deciduas aparecen a
partir del primer mes de vida y los permanentes a partir del cuarto. Dado que cada pieza
tiene un desarrollo independiente del resto, el esquema dental que presente un ejemplar con
menos de siete meses de vida permite reconocer su edad dentro del orden de semanas.
Tal y como se mostró en el primer capítulo, en Canis encontramos dos juegos de dientes y
de cada uno podemos derivar información relativa a la edad, no solo por poseer dentición
decidua o permanente, sino por detalles que podemos reconocer dentro de cada caso.
125
La dentición decidua
Figura 116. Vista ventral y dorsal de cráneo y mandíbula de una cría de perro pelón de dos semanas
de edad. Aún no existen piezas dentales visibles, aunque si pequeños orificios que indican los
espacios en los que se realizará su próxima erupción.
Uno a dos meses de vida: Dentición decidua presente (Figura 115), misma que
abarca toda la rama horizontal de la mandíbula y todo el arco de los maxilares.
Tres a cuatro meses de vida: Dentición decidua presente pero que no ocupa toda la
longitud de dentarios y maxilares. En la parte posterior estos huesos existe un espacio en el
cual eruptará el primer molar (Figuras 115-117). Se crean espacios entre los incisivos.
126
Cuatro a cinco meses de vida: Aparición de los primeros molares permanentes (M1)
(Figura 115), el cuarto premolar superior y los incisivos. Los caninos deciduos y
molariformes siguen siendo funcionales.
Figura 117. Cría de perro común de catorce semanas de edad. Aunque la dentadura decidua es aún
la única presente, ya no abarca toda la extensión de las mandíbulas. En la parte posterior se
observan orificios bajo los cuales se están formando los primeros molares permanentes.
127
Desarrollo dental del xoloitzcuintle
Un año de edad Dos a tres años de edad tres a cuatro años de edad
Figura 118. Grados de desgaste en los incisivos del perro y edad correspondiente.
128
A
D
B
Figura 119. Ejemplo de perro prehispánico senil. Los terceros incisivos superiores (A) han perdido
su forma tipo canino y se manifiestan más como pequeños cinceles de punta roma, los inferiores (B)
poseen coronas muy gastadas, carentes ya de la forma de flor de lys, esquema que corresponde a un
perro de más de seis años (Figura 118). Producto también de la edad del ejemplar es la forma de las
coronas de los molares (C, D), las cuales son lisas, con cúspides romas o ya sin ellas.
129
manifestando cierto nivel de desgaste, junto con los molariformes. La razón de esta
aparente incongruencia es que ante la falta de premolares permanentes las piezas deciduas
se mantienen en su lugar a veces por varios años. En la Figura 120 se muestra un esquema
ilustrativo de cómo puede darse la evolución dental en estos perros y su relación con la
edad.
Figura 120. Evolución dental del xoloitzcuintle. El desarrollo de la dentadura decidua es igual a la
que se da en las restantes razas de perros, pero con la permanente se observa esquemas peculiares
por la ausencia de diversas piezas.
130
DIFERENCIAS OSTEOLÓGICAS EN FUNCION DEL SEXO
Quien haya estudiado un esqueleto de perro macho 100% completo podrá comprobar la
presencia del os penis, estructura semiosificada que da soporte al pene y que a nivel
osteológico constituye una prueba definitiva de la condición de género (Figura 121), sin
embargo se trata de una pieza enormemente perecedera, por lo que su hallazgo en el
registro arqueológico es enormemente difícil, situación que lleva a la necesidad de ubicar
este aspecto a partir de evidencias menos directas pero más fáciles de reconocer en el
material arqueozoológico.
Caracteres diagnósticos
Existen cinco aspectos cuyas características varían en función del sexo (Crockford
1999; The y Trouth 1976), tres de las cuales se encuentran en el cráneo, una en el dentario y
una en la pelvis (Figura 122).
Figura 121. El os penis es el elemento osteológico que indica de manera irrefutable la condición
genérica (macho) del ejemplar asociado. Desafortunadamente se trata de una pieza que
generalmente no se preserva al paso del tiempo.
En los machos la cresta sagital puede “continuarse” hacia el occipital, de forma tal
que en la parte superior de este hueso, donde se une al parietal, se manifieste una “cresta
occipital” (Figura 122B), además de que dicho hueso se muestra más alto y más angulado.
En las hembras no se manifiesta una “cresta occipital” sino solo un reborde suave y el
hueso se manifiesta como más bajo y de contornos redondeados.
131
A. Cresta sagital
Hembra Macho
Hembra Macho
C. Basioccipital
Hembra Macho
D. Fosa masetérica
Hembra Macho
E. Forma de la pelvis
Hembra Macho
Figura 122. Caracteres diagnósticos, a nivel osteológico, empleados para determinar el sexo en
perros.
132
Si se considera la longitud que va del basion al punto de unión basioccipital-
basiesfenoides y se compara con el ancho máximo de los cóndilos occipitales y el
basioccipital (Figura 2), se verá que el basioccipital y los cóndilos son relativamente anchos
en la hembra y relativamente largos en el macho (Figura 122C).
Por último, el ángulo de apertura de los huesos del pubis, en la pelvis, varía según se
trate de perro o perra (Figura 122E). En ellas el ángulo que forma es de más de 90º,
mientras que en ellos es de 90º o menos.
Por otro lado, en capítulos anteriores hemos visto las diferencias craneales entre
lobos, coyotes y perros, así como entre las diversas razas mesoamericanas de estos últimos
y como algunas de estas características se vinculan directamente con aspectos como el
tamaño de la cresta sagital. De acuerdo con esto, si entre especies o tipos de perros puede
haber diferencias a nivel de la musculatura mandibular es claro que el empleo de los
diferentes criterios carece de valor diagnóstico si se pretende, por ejemplo, reconocer el
sexo comparando los cráneos de un coyote y de un perro.
133
dentadura, por lo que el tamaño de la cresta sagital o la profundidad de la fosa masetérica es
mucho mayor en ellos que en individuos del mismo sexo pero de otro tipo, como los perros
comunes o los mayas; debido a esto, es posible tener los cráneos de una hembra
xoloitzcuintle y de un macho común y no encontrar diferencias sustanciales en el tamaño de
las crestas o en la fosa, llegando así al error de considerarlos del mismo género.
3. Siempre hacer el esfuerzo por comparar nuestro ejemplar con otros individuos de
la misma especie o raza cuya condición genérica se conozca.
¿Hasta que punto es posible aplicar todos estos principios de reconocimiento de edad y
sexo en lobos y coyotes? Gracias a las enormes semejanzas que existen ente las tres
especies de Canis mexicanas estamos en posibilidad de indicar que gran parte de los
principios presentados pueden aplicarse en el mismo sentido, aunque también es una
realidad que muchos aspectos pueden variar en su forma de manifestarse de acuerdo con la
especie.
Así como al observar la Figura 43, donde vemos el ciclo reproductivo de las tres
especies, podemos concluir que, salvo el hecho de que el perro se reproduce dos veces al
año, en realidad los esquemas son bastante semejantes, así el desarrollo de lobos y coyotes
en su primer año se mueve dentro de un ritmo bastante similar al del perro: nacen sin
dientes, estos eruptan a partir del primer mes, un par de meses de lactancia, cambio de
134
dentición a partir del cuarto mes, madurez física al llegar al primer año de vida. Con esto
podemos considerar que el reconocimiento de la edad dentro de los doce primeros meses, a
partir de los ritmos dentales y de desarrollo óseo, es igualmente confiable cuando lo
aplicamos a los perros como a las dos especies silvestres (Figura 123). Por supuesto que
esto no incluiría el empleo de medidas de huesos largos en función de la edad, ya que cada
especie tiene sus propios rangos dimensionales y velocidad de crecimiento.
Figura 123. Restos de lobezno del sitio de Hunchavin, Chiapas (Blanco, Rodríguez y Valadez
2007). La presencia de dentición decidua, acompañada de piezas permanentes en proceso de
desarrollo y epífisis separadas de las diáfisis dejó ver que su edad no podía ser superior a los cuatro
meses aunque sus dimensiones eran prácticamente las mismas de las de un perro adulto.
135
CAPITULO X
“HUESOS DISIMILES”
5. Malformaciones congénitas.
6. Traumatismos.
11. Acción del ambiente sobre el hueso, por ejemplo, raíces, acidez del suelo, acción
de descomponedores, de carroñeros diversos o de depredadores al momento de
cazar al perro en cuestión.
136
aunque de forma breve, siendo el principal objetivo el ilustrar al lector acerca de la forma
como cada uno de estos aspectos pueden llegar a manifestarse en nuestros materiales.
Padecimientos congénitos
Dentro de este grupo se encuentran todas las formas de modificaciones que derivan
de enfermedades que se dieron en la vida del individuo como resultado de una
predisposición genética. Obviamente pueden existir enfermedades que el perro estudiado
sufrió pero que nunca se manifestaron en el hueso, mismas que jamás podremos ubicar,
siendo por tanto nuestro objetivo saber como reconocer aquellas que si dejan huella en el
hueso.
137
enfermedad congénita, ya que los dedos de la mano izquierda eran bastante más cortos y
pequeños, los metacarpos dos y tres se encontraban fusionados y todo indicaba que incluso
los dedos habían carecido de falanginas y falangetas (Figura 124A). Posteriormente se
constató que no solo la mano, sino todo el miembro izquierdo era más corto que su
contraparte derecha (Valadez et al 1999).
A B
Figura 124. Dos ejemplos de enfermedades congénitas en perros prehispánicos. El primer caso (A)
es una hembra cuyo diagnóstico fue que había padecido una condrodistrofia fetal que derivó en una
braquidactilia en el miembro. El segundo caso es un híbrido de lobo y perro (B) cuyo frontal no
cerró debido a una osteogénesis imperfecta o una meningoencefalocele.
138
“salchicha”, incluyendo al tlalchichi, o bien la displasia ectodérmica, malformación del cual
se deriva el perro pelón, constituirían parte de este universo, pero no los vemos como
enfermedades o problemas sino como caracteres distintivos de un cierto tipo de perro.
¿Cuál es entonces el límite entre malformación y raza? Para nuestros propósitos los
elementos clave son dos: abundancia y efecto. Un perro que manifieste una evidente
condición de enanismo sin duda puede interpretarse como el resultado de un padecimiento
congénito (Valadez 1998), pero si lo que tenemos no es un caso aislado, sino uno de varios
individuos que comparten esa característica, entonces es probable que estemos ante un
proceso de selección de un carácter derivado de intereses humanos, es decir, actividades
zootécnicas. Por otro lado, si consideramos que la malformación afectaba de modo
sustancial sus posibilidades de sobrevivencia, entonces es claro que se le calificará como
tal, justo como se calificó con los dos casos ilustrados en párrafos anteriores.
A diferencia de lo que ocurre con los humanos, el perro tiene una enorme capacidad
para resistir y superar fracturas o traumatismos diversos que afectan el hueso y que al paso
del tiempo sanan, aunque en el tejido óseo quedó escrita la evidencia de ese problema.
FORMAS DE MANIPULACION
139
Marcas de corte.
A B
Figura 125. Ejemplos de marcas de corte en un perro de Iztapaluca, México (Figura 88) en hueso
incisivo (A), vértebras lumbares (B) y costillas (C). Estas marcas fueron interpretadas como
evidencia de trabajo de desollamiento y separación de tronco y costillas para desprender la piel y la
carne de los huesos (Valadez et al 2004).
140
Con más frecuencia las marcas de corte aparecen en las epífisis o en los bordes de
las zonas de articulación, detalle que demuestra intención de desarticular, de destazar, al
animal (Figura 125A,B). Cuando el objetivo es desprender la carne entonces las marcas
aparecerán paralelas a las diáfisis de los huesos largos o se concentrarán en las zonas donde
se sujetan las masas musculares, por ejemplo, en las vértebras o la pelvis, y si lo que se
buscaba es separar, por ejemplo la piel, la evidencia la encontraremos en los puntos donde
piel y hueso se encuentran más cerca o en contacto directo, por ejemplo en el cráneo, la
cola o carpos y tarsos (Figura 125C) (Pérez 2005).
A B
Figura 126. Cráneo y dentarios de un híbrido de lobo y perro que fue hervido, dando lugar con ello
a que los huesos tengan una apariencia más brillosa y uniforme (A). Cuando los cuerpos son
expuestos al fuego directo es usual que parte de los huesos se queme, adquiriendo un color negro
(B, porción proximal), mientras que el resto presenta un color más claro.
141
En ocasiones los huesos aparecen no solo rotos, sino con evidencia clara de la
acción de golpes sobre su superficie, condición que puede relacionarse con la intención de
destruir al hueso quizá para desprender alguna parte de mayor valor, por ejemplo vértebras
cervicales rotas o machacadas a fin de separar a la cabeza del cuerpo.
Aplicación de temperatura
Un hueso que ha sido expuesto al calor del agua caliente por un largo periodo
adquiere una consistencia más compacta y un aspecto más brilloso, resultado de una
superficie más lisa (Figura 126A). Cuando los dientes están incluidos en este acto de
cocimiento es normal que aparezcan fracturados en el mismo sentido en que se toma su
altura.
Manufactura
142
Un caso interesante al respecto lo tenemos con húmeros de cánidos que se han
descubierto en contextos del posclásico y que eran parte de herramientas. La mejor
estudiada se encontró a finales de los noventas en el centro histórico de la Ciudad de
México, bajo los cimientos del antiguo Hotel del Prado. La pieza (Figura 127) es un
húmero sin el tercio proximal, con el tercio distal pulido y la diáfisis fracturada por presión.
Dentro de la diáfisis se encontró una pieza de cobre con un extremo, el que estaba en el
interior del hueso, en forma de punta y el otro, que sobresalía del extremo proximal, con
forma de una superficie plana y afilada Estudios posteriores determinaron que este
elemento era una herramienta empleada por los artesanos de la pluma (amantecas) para
realizar cortes finos, cuyo nombre náhuatl era tepoxhuictli (instrumento de cobre).
Por esos mismos años, en una cueva teotihuacana (Proyecto Túneles y Cuevas en
Teotihuacan) fue estudiado otro húmero enormemente similar en su forma, este asociado a
un punzón de hueso y cuyo uso era la perforación de elementos como pieles. Bajo estas
condiciones es claro como los húmeros de perro eran utilizados a manera de “mangos” para
sujetar con más firmeza a una pieza delgada con punta o filo, justo como en el presente lo
vemos con limas, espátulas y otras herramientas, que poseen un mango de madera que
permite sujetarlas fuertemente con toda la mano.
143
MODIFICACIONES EN EL HUESO POR ACCIONES AMBIENTALES
Los cambios en el hueso que hemos referido hasta ahora se relacionan exclusivamente con
el interés humano, pero es normal encontrar también modificaciones, a veces muy similares
a las descritas, que fueron producto de factores naturales y que incidieron sobre el material
óseo durante el tiempo en que estuvo bajo tierra (Pérez 2005).
Factores biológicos
Figura 128. Vista del cóndilo de la mandíbula cuya parte superior muestra desgaste y superficie
irregular derivado de acción de masticado sobre el hueso.
Un elemento óseo que ha quedado bajo tierra debe enfrentar la acción de bacterias y
hongos los cuales pueden llegar a destruirlo por completo, siendo este el resultado normal
cuando estamos en un lugar donde el suelo tiene un Ph bajo, pues eso indica alto contenido
en ácidos y fuerte actividad bacteriana. Si las condiciones son menos severas y la
integridad del hueso se conserva, una fuente de alteración serán las raíces de la vegetación
144
circundante, pues tanto el proceso mecánico (penetración de ellas hacia el interior de los
huesos) como el químico (presencia de ácidos orgánicos) pueden alterar enormemente al
hueso hasta dejarlo prácticamente destruido. Esto es muy notorio en zonas donde el
hallazgo comprende esqueletos completos, por ejemplo entierros, y la vegetación es muy
abundante, pues la acción de las raíces dispersa a los huesos y los rompe al penetrar en
ellos.
Factores abióticos
Además de aspectos como la acidez del suelo, existen aspectos relacionados con el
contexto, ajenos a lo biológico, que pueden alterar visiblemente el hueso.
Figura 129. Tercera a sexta vértebras cervicales adheridas debido a un proceso de carbonatación
que se dio en el esqueleto de un tlalchichi descubierto en Sinaloa (ver Capítulo XI. Este fenómeno
provocó que diversos huesos del esqueleto quedaran adheridos entre sí.
Como se indicó, los suelos ácidos aceleran la destrucción del hueso, pero si lo que
domina es lo alcalino, la preservación tomará lugar. Caso interesante es la carbonatación
145
del material óseo debido al recubrimiento y penetración del carbonato de calcio, pues puede
derivar en que varios elementos queden adheridos y pierdan parte de su aspecto original
(Figura 129).
Por último es indispensable considerar aquellos casos en los cuales el perro quedó
depositado bajo una enorme acumulación de sedimentos y rocas, con varias toneladas de
peso, lo cual lleva al aplastamiento de los huesos, en especial de los cráneos.
146
CAPITULO XI
Los marcos metodológicos y criterios mostrados a lo largo de la obra acerca del estudio del
cánido arqueológico fueron el resultado de años de estudio de colecciones
arqueozoológicas. Por tal motivo se consideró adecuado mostrar al lector algunas de las
investigaciones más representativas al respecto.
Este trabajo es el inicio del estudio sistemático de los restos arqueozoológicos de cánidos
gracias al interés tanto de la arqueóloga Blanca Paredes, bajo cuya custodia estaban los
materiales, como de los biólogos que llevan a cabo dicha empresa.
147
INDIVIDUOS IDENTIFICADOS
SITIO UBICACION N° de individuos Grado de desarrollo Edad Sexo Tipo
Pozo 26 entierro 2 2 Adulto maduro 4-5 años Hembra Perro común
Adulto ? ? Indeterminado
Subadulto ? Hembra Perro común
Pozo 29 Adulto ? ? Indeterminado
entierro 3 4 Cría 5-6 semanas ? Perro común
Cría 6-7 semanas ? Indeterminado
Pozo 29 entierro 4 1 Juvenil 8-10 meses ? Perro común
Cría 6-7 semanas ? Xoloitzcuintle
Pozo 29 Cría ? ? Indeterminado
entierro 5 4 Cría ? ?
Recién nacido 2-4 semanas ?
Adulto 3-4 años Hembra Xoloitzcuintle
Plaza
Charnay Adulto joven 1-2 años ?
Adulto ? ?
Pozo 33 Adulto ? ? Perro común
Entierro 31 9 Adulto ? ?
Adulto ? ? Indeterminado
Juvenil 6-8 meses ? Perro común
Cría 4-6 semanas ? Xoloitzcuintle
Cría ? ? Perro común
Pozo 26 2 Subadulto ? ? Indeterminado
entierro 3 Juvenil ? ?
Cala dos, entierro 30X80 1 Adulto joven 2-3 años ?
Cala 2 Subadulto 11-12 meses Hembra Perro común
Dos Cría 1-4 semanas ? Indeterminado
La Malinche Montículo 1 entierro 10d 1 Adulto avanzado Más de 10 años Macho Perro común
Tunel falso ? 1 Adulto avanzado Más de 10 años ? Tlalchichi
Figura 130. Colección de perros descubiertos en el proyecto Tula 80-82. Gracias a que la mayoría
de los ejemplares se descubrieron en entierros fue posible reconocer edad, sexo y tipo en numerosas
ocasiones.
Las piezas medidas fueron: cráneo, mandíbula (dentario), escápula, húmero, radio,
ulna, vértebras, fémur, tibia. En cuanto a las piezas dentales, fueron medidos el molar uno
inferior y en las crías el tercer molariforme, dando importancia al número de piezas por
ejemplar y la morfología, ya que se consideró que este sería el principal medio (a nivel
osteológico) para diferenciar entre perros con pelo y perros pelones.
148
La edad se determinó a partir del tamaño de los huesos, su nivel de osificación y el
grado de desgaste de las coronas de los molares. El sexo se determinó teniendo como base
la propuesta de The y Trouth (1976).
La muestra completa incluyó un total de 808 huesos y 158 dientes que pertenecieron
a 27 individuos, de los cuales 22 proporcionaron piezas anatómicas susceptibles de ser
medidas y cinco aportaron elementos para llevar a cabo el proceso de sexado (Figura 130).
La dentición se estudió siguiendo varias líneas: en las crías se midió la longitud
anteroposterior de tercer molariforme inferior y se comparó con crías actuales de perros
comunes y pelones; en los adultos se revisó la morfología dentaria y el número de piezas
dentales por individuos.
B
Figura 131. Ejemplares descubiertos en el cerro de la Malinche (arriba) y en la zona conocida como
“Túnel Falso”. El primero (A) es un perro común y el segundo (B) es un tlalchichi, estos, junto con
el xoloitzcuintle descubierto en el pozo 33 (Figuras 96 y 130) constituyen los mejores
representantes de las tres razas de perros descubiertas en el sitio.
149
segundo grupo fue comparada la longitud de los huesos largos, cráneo y columna de los
adultos y convertidos los datos en alzada y longitud cabeza-cuerpo. Los resultados
mostraron que todos los ejemplares recuperados entraban en la categoría de “perro común”
excepto uno, cuyos elementos anatómicos de los miembros resultaron ser un 30 por ciento
más cortos, lo que implicaba una menor alzada.
Referencia bibliográfica
Entre la bahía de la Asunción y la bahía del Espíritu Santo, en la costa del Mar Caribe, se
tiene una larga faja de tierra semejando una isla delimitada al este por la costa y hacia el
oeste por una vasta región de lagunas y manglares. En este lugar se encuentra el sitio
arqueológico de Chac-Mool, cronológicamente ubicado en el periodo Posclásico tardío
(siglos XIII-XV d.C.), el cual fue intervenido arqueológicamente entre 1995 y 1997.
El principal espacio trabajado fue una plaza con sus estructuras. Entre los hallazgos
encontrados se incluyeron numerosos entierros de animal, algunos de los cuales se
asociaron directamente con entierros humanos, en tanto otros estaban en las inmediaciones
de los edificios y fueron considerados entierros específicos, pero no de humanos.
150
individuos, 2) definir las especies de cánidos presentes, 3) establecer la edad, 4) reconocer
el sexo, 5) determinar las razas o tipos de perros presentes.
El estudio de los materiales óseos incluyó el reconocer la edad a través del grado de
osificación de los huesos largos, así como la presencia de piezas deciduas y permanentes; el
sexo de los adultos se obtuvo comparando el tamaño de la cresta occipital, la fosa
151
masetérica de la mandíbula y la forma del basioccipital; finalmente el MNI se determinó
comparando tallas de huesos y repetición de piezas anatómicamente iguales.
Gracias a la gran cantidad de crías fue posible tomar la edad calculada para cada
uno (a nivel de meses de edad), ubicar los periodos de nacimiento de camadas en los perros
(Figura 43) y así determinar una posible época del año en que habían sido sacrificados, la
cual resultó ser julio o enero. Al cruzar esta información con la etnohistórica
proporcionada por Fray Diego de Landa, se llegó a la conclusión de que los restos de perro
descubiertos en Chac-Mool habían sido producto de una ceremonia de inicio del año nuevo,
celebrada a finales de junio o a principios de julio (primer día del mes Pop) y que se llevaba
a cabo cada 20 años, justo cuando coincidía con el día de la letra Kan o Muluc.
152
1
3
Figura 133. Tres ejemplares pertenecientes a la colección de Chac-Mool. (1) PP8, ejemplar de
rostro corto, (2) PP3, un xoloitzcuintle y (3) PP29, un perro común.
Referencia bibliográfica
153
transformador de corriente eléctrica. Tal evento, dio pié a la creación del Proyecto Templo
Mayor-INAH, el cual pone al descubierto varias etapas constructivas del citado templo
mexica.
Figura 134. Esqueleto completo del híbrido de lobo y perro asociado al monolito de la
Coyolxauhqui.
Los cánidos recuperados durante todo este esfuerzo arqueológico fueron tres, de los
cuales, el depositado en la cista mencionada, fue el mejor conservado, el más completo y el
cual, en el momento de elaborar el informe técnico correspondiente, quedó registrado
simplemente como cánido, ya que sus características óseas no correspondían claramente a
lobo, perro o coyote. En cuanto a los dos ejemplares depositados en la Ofrenda H,
desafortunadamente uno fue colocado en el exterior, lo que ocasionó que sus restos se
encontraran en malas condiciones de conservación, en tanto que el otro estaba al interior de
la “caja”, nivel cuarto (Luján y Polaco 1991); ambos ejemplares fueron identificados como
lobo.
154
cresta sagital, la forma del occipital y la cavidad del masetero llevaron a la conclusión de
que el ejemplar adulto era una hembra.
Figura 135. Ejemplar descubierto en el interior de la cista de la ofrenda H, del Templo Mayor. El
nivel de evolución del cambio de dentición indicó que su edad era de unos cinco meses, sin
embargo su cráneo medía unos 25 cm. Los genes de Canis lupus se manifestaban en su gran
tamaño, los de Canis familiaris en el ápice que se presenta en la rama del dentario y en la
morfología de las piezas dentales.
155
Desde el punto de vista morfológico el rostro presentaba una curva facial (“stop”)
poco notoria pero intermedia entre lobo y perro; el proceso coronoides poseía un pequeño
apéndice en el extremo superior, característico de los perros; la región mastoidea mostró
poco desarrollo en comparación con el lobo, pero más acentuada que en el perro y, por
último, las medidas del cráneo y de las piezas dentales mostraron una tendencia “media”
entre perros y lobos mexicanos.
El conjunto de caracteres mostró una y otra vez que este cánido constituía “un
puente” entre perros y lobos, un lobo en talla pero con características que hacían que la
condición “perro” apareciera una y otra vez. Frente a esta peculiar condición se concluyó
que este cánido era un híbrido, muy probablemente derivado de la cruza de una perra con
un lobo macho.
A través del estudio de los glifos asociados con el Templo se ubicó al año de 1454
como fecha probable de la fase constructiva relacionada con la ofrenda de cánidos,
momento que se relacionaba con el inicio de un nuevo ciclo de 52 años y el principio del
imperio mexica.
Referencia bibliográfica
156
Blanco, A., B. Rodríguez, F. Viniegra, K. Olmos y R. Valadez. 2006. “Híbridos de
lobos y perros del Templo Mayor de Tenochtitlan”. AMMVEPE 17(3):217-226.
El sitio de Guadalupe es una loma baja ubicada en el antiguo lecho lacustre del área
conocida como ciénega de Zacapu, la cual está ubicada en el centro-norte del estado de
Michoacán. En tiempos prehispánicos el sitio formaba un pequeño islote que empieza a ser
ocupado alrededor del año 500 de nuestra era y es abandonado hacia el 900.
Este sitio ha sido una de las pocas excavaciones en donde la colecta de los
materiales arqueozoológicos fue lo suficientemente detallada para establecer que los perros
provenían de dos contextos distintos. Uno vinculado con la preparación-consumo de
alimento y un segundo relacionado con lo ritual o religioso.
Desde muy temprano destaca el carácter funerario del asentamiento, pues son
creados y ocupados sucesivamente varios conjuntos sepulcrales importantes, constituidos
principalmente por cámaras funerarias de piedras o entierros sencillos. Al norte de dichos
conjuntos se construyó un patio hundido y varias estructuras más pequeñas, una plataforma
cuadrada, una plataforma circular y un temascal, todas ellas contemporáneas a las tumbas y
a decir del antropólogo Gregory Pereyra: “estaban estrechamente vinculadas con el culto de
los muertos”.
157
Figura 136. Ejemplar común (ZA-10) descubierto bajo el piso del patio del centro ceremonial.
Figura 137. ZA1, uno de los dos perros pelones descubiertos en el sitio. La presencia de huesos
largos permitió determinar que se trataba de un ejemplar mediano.
El individuo más conservado estaba constituido por casi todo el esqueleto, aunque el
cráneo quedó destruido por el peso de una gran roca con la cual se sello el sitio donde fue
depositado. A partir de las medidas, características de su dentición, de la mandíbula y
longitud de los miembros se reconoció como un perro común subadulto, sexo femenino,
alzada de 37.8 cm y longitud de unos 65 cm. La edad del individuo permitió determinar
que el evento en el cual fue sacrificada fue entre mayo y julio o entre noviembre y enero.
158
El espacio donde mayor cantidad de individuos fueron reconocidos (cinco) fue en
un basurero. Aunque la mayoría estuvieron representados por unas pocas piezas, hubo un
ejemplar constituido por diversos huesos largos, entre ellos un dentario. La ausencia de
premolares, junto con la presencia del primer molariforme permitió concluir que se trataba
de un xoloitzcuintle y las diversas medidas y caracteres lo definieron como un macho de
unos dos años de edad con unos 42 cm de alzada (Figura 137). Por último, entre los huesos
asignados al ejemplar se contó una ulna, la cual presentaba señales de corte, prueba
indiscutible de que el animal fue empleado como alimento.
Además de este perro pelón, fue reconocida la presencia de otro ejemplar, aunque
apenas representado por el hueso incisivo derecho en el cual quedaron los incisivos dos y
tres (I2-3/) y el primer premolar (Pm1/) (Figura 100A). La identificación se realizó gracias
a que las piezas dentales eran de una sola cúspide y de la mitad de las dimensiones con
respecto a las de un perro común, características dentales propias de los xoloitzcuintles.
El análisis global de la muestra de perros del sitio, determinó que estos animales
fueron utilizados, principalmente, en dos actividades relacionadas con la vida humana, una
vinculada con la preparación de alimentos y otra de carácter ritual-ofrendaría. El uso de los
perros partió de la necesidad de contar con organismos adecuados para el acto religioso, en
donde alimentación y ceremonia fueron acontecimientos que bien pudieron efectuarse
simultáneamente; es decir actividades, aunque diferentes, relacionadas entre sí.
Referencia bibliográfica
159
constituida por 2,845 individuos situados cronológicamente entre el siglo VII d.C. y el
presente.
Debido a las actividades humanas realizadas al interior de estos túneles, así como a
diversos procesos tafonómicos, la gran mayoría de los individuos identificados quedaron
representados por huesos o dientes aislados (444 individuos), siendo solo ocho los casos
constituidos por esqueletos parciales y tres los que se recuperaron completos (Figuras 138 y
139).
Individuo 1
Individuo 2
Figura 138. Pareja de perros comunes descubiertos a la entrada de una de las cuevas estudiadas. El
individuo uno es un macho de talla media y el individuo dos una hembra que padecía una
enfermedad congénita (condrodistrofia fetal) que derivó en una braquidactilia en el miembro
delantero izquierdo.
160
Cada pieza ósea o dental fue medida. En el caso de los ejemplares más completos
dichas medidas fueron convertidas en parámetros como tipo de cráneo, alzada o longitud.
La determinación del sexo se realizó solo con los ejemplares más completos.
Debido a que estos túneles fueron espacios ocupados alternativamente por humanos
y fauna silvestre, fue necesario considerar la posibilidad de que en la colección estuvieran
incluidos lobos o coyotes. Para separar a las tres especies del género Canis, se
consideraron factores morfológicos, osteométricos y relación en el contexto arqueológico.
Aquellos que fueron reconocidos como perros fueron analizados a nivel de longitud de
huesos largos y dentición.
De los 455 individuos, 371 fueron considerados como perros, por no encontrarse
elementos que se manifestaran en otro sentido, aunque no fue posible derivar de ellos algún
otro dato; de los 84 restantes, 56 fueron reconocidos como perros comunes
mesoamericanos, tres como xoloitzcuintles, tres más como ejemplares de origen europeo,
20 como posibles lobos y dos como coyotes.
161
todos estos ejemplares estaban en contextos que denotaban actividad humana llevó a la
conclusión de que se trataba de híbridos de lobo y perro.
Con una sola excepción, todos los individuos estaban constituidos por elementos
aislados, principalmente dentarios y maxilares. Un solo ejemplar se descubrió completo y
fue reconocido como un loberro de poco más de cinco meses de edad (Figura 139).
Figura 139. Loberro de cinco meses de edad descubierto en una de las cuevas teotihuacanas.
Aunque sus dimensiones son muy similares a las de un perro juvenil, las piezas dentales se
manifestaban de dimensiones intermedias entre las de un lobo y un perro común.
Sobre el poniente, se le veía como lugar de nacimiento, tierra del origen del maíz,
lugar por donde el águila desciende, la región del Sol muerto, punto de entrada al
inframundo. En su camino diario este astro salía e iniciaba su recorrido llevando consigo a
162
los guerreros muertos en combate; al atardecer los acompañantes eran las Cihuateteo
(mujeres muertas en parto). Al ponerse, el sol entraba al inframundo junto con Xolotl,
gemelo de Quetzalcoatl.
A partir de estos datos se concluyó que los loberros habían sido empleados dentro
de prácticas religiosas vinculadas con los conceptos de nacimiento, muerte e inframundo.
Dado que Xolotl es una deidad canina asociada con el Sol, pero que le acompañaba en su
viaje nocturno por el inframundo, se consideró que la condición híbrida era demostrativa de
que el cánido asociado al rito debía ser el lobo, pues es un cánido de hábitos nocturnos, por
tanto un símbolo del Sol, pero relacionado con la noche (Xolotl=lobo). El perro sería más
bien un vehículo que emplearía esta gente para crear organismos los cuales portaban la
sangre de lobo dentro de un cuerpo manejable.
Referencia bibliográfica
163
sucede en la mayoría de los proyectos arqueológicos, el hallazgo de entierros humanos es
algo cotidiano a los ojos de los investigadores, sin embargo algunos sorprenden por su
magnificencia; tal es el caso del entierro cuatro de dicho proyecto, mismo que se
caracterizó por ser un entierro humano múltiple constituido por 18 personas que se
depositaron atadas de pies y manos, con una rica ofrenda asociada y con una indumentaria
presumiblemente de guerreros de la élite teotihuacana.
Una de las personas que conformaron el entierro múltiple, registrada como “entierro
4A”, portaba como parte de su indumentaria ocho maxilares de cánidos, trabajados y
estucados en su región dorsal, con perforaciones en la parte más profunda del paladar para
que por ellos pasara el cordel que seguramente sostuvo el conjunto de maxilares,
permitiendo mostrar a los dientes en vista oclusal (Figura 140).
El análisis de las piezas dentales mostró que varias de ellas habían sido
seleccionadas para dar “mantenimiento” a los maxilares, incluyendo fragmentos de
paladares, de otros ejemplares, así el análisis permitió contabilizar un total de nueve
maxilares que se “elaboraron” y fueron objeto de mantenimiento, empleando en todo esto a,
por lo menos, 15 individuos.
Figura 140. Maxilar de la colección del Templo de Quetzalcoatl en muy buen estado de
conservación en el cual se observa la posición de las perforaciones que tenía para poder sujetarlo al
pectoral que portaba el militar asociado.
164
la altura y ancho del canino superior o largo y ancho del paladar, permitió identificar a ocho
de los cánidos como híbridos de lobo y perro (“loberros), a tres como perros comunes, a
dos como híbridos de de coyote y “loberro” y a uno como mezcla de de coyote y perro.
Para poder lograr lo anterior fue necesario comparar las medidas obtenidas (ancho y
largo del paladar; altura, ancho y longitud anteroposterior de las piezas dentales) con una
serie de datos obtenidos de un grupo testigo de cinco perros comunes prehispánicos de la
colección arqueozoológica del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIA-
UNAM), tres híbridos de lobo y perro (“loberros”) pertenecientes a la misma colección,
uno más de la sección de biología de la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (DSA-INAH); cinco lobos de la colección nacional de
mastozoología del Instituto de Biología de la UNAM; y cinco coyotes de la colección de
vertebrados de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico
Nacional (ENCB-IPN).
Referencia bibliográfica
165
Desde un principio ambos fueron identificados como pertenecientes a la especie
Canis familiaris y sus elementos óseos medidos y analizados. Lo más relevante de las
medidas de piezas óseas está en el húmero, radio, fémur y tibia, las cuales son claramente
más cortas que las de un perro común mesoamericano. Respecto de estos elementos óseos,
el húmero del “tolteca” dio un valor de 97 mm y el del “sinaloense” 79 mm; el radio dio
como medida 86 mm para el primero y 70 mm para el segundo; el fémur midió en el
“tolteca” 114 mm y en el “sinaloense” 91 mm; la tibia presentó en el “tolteca” una longitud
semejante a la del fémur, en tanto que en el “sinaloense” dio 78 mm.
La existencia del tlalchichi, palabra nahuatl traducida como “perrito de piso”, que
Sahagún describe como “bajuelo y redondillo”, sólo se conocía a través del trabajo del
mencionado fraile y su posible representación en las piezas de cerámica conocidas
comúnmente como “perros de Colima”, ya que varias de ellas corresponden a perros de
patas cortas y cuerpo redondeado.
166
“sinaloense” arqueológicamente se considera del Clásico Tardío (800 d.C.), relacionado
con grupos humanos asentados en el occidente mesoamericano.
Referencia bibliográfica
167
CAPITULO XII
Generalmente las últimas líneas de cualquier trabajo escrito de índole científico se dedican
a recapitular un poco lo presentado y recalcar los beneficios que se logran gracias al
conocimiento recién adquirido. Dado el carácter de la presente obra se consideró adecuado
concluir bajo un esquema parecido pero al mismo tiempo diferente, es decir, presentando a
modo de síntesis los beneficios que este tipo de investigaciones tienen para la antropología
y la historia, pero no a través de un espacio de reflexión, sino realizando un par de
ejercicios en los cuales se aplicará como a través del estudio de los cánidos podemos
obtener información de indudable valor.
Saber en que fecha, época del año o periodo se realizó un determinado evento es
uno de los aspectos que mayor trascendencia tienen dentro de una investigación
arqueológica. Muchos de los hallazgos arqueológicos que han dejado huella en la historia
de esta disciplina deben su impacto precisamente a que dentro de los resultados obtenidos
se incluyó el reconocimiento del momento en que se llevaron a cabo ciertos sucesos.
¿Cómo se relaciona esto con los cánidos? En el capítulo IX vimos como el estudio
de los restos de perros de menos de un año nos permite determinar su edad dentro de rangos
de semanas o, en el peor de los casos, de meses de vida, y esto es igualmente aplicable para
los lobos y coyotes. Este dato es importante porque permite visualizar el hecho de que con
ellos es posible ubicarnos temporalmente en función de su desarrollo.
Por otro lado, tal y como se muestra en la Figura 43, el ciclo reproductivo de estas
tres especies se ubica en periodos definidos a lo largo del año. Para las tres especies existe
una fase de celo que se ubica a inicios del año, durante el periodo invernal, una fase de
gestación que puede legar hasta finales de mayo o inicios de junio y una temporada de
crianza que va desde abril hasta junio. Para el caso del perro este ciclo se repite en la
segunda mitad del año, empezando a finales de agosto y concluyendo a inicios de enero del
siguiente año.
168
Tomando ambos aspectos, tanto la determinación de la edad como el ciclo
reproductivo, en nuestras manos, estamos en posibilidad de reconocer el momento en el
cual se realizó una actividad en la cual se involucró a un ejemplar no adulto de Canis.
Esta fecha probable corresponde al primer ciclo reproductivo del perro, y si nos
basamos en el segundo, nuestra propuesta se correría seis meses. Conclusión, a través del
estudio del perrito colocado en el entierro podemos considerar que el suceso se había
llevado a cabo entre mediados de julio y mediados de agosto o bien entre mediados de
diciembre y mediados de enero.
169
quedarnos con una de ellas. Un caso ilustrativo al respecto se muestra en el caso de la
colección de perros del sitio de Chac Mool (ver capítulo XI).
En estudios de este tipo indudablemente los restos de perros serán, por mucho, los
que más oportunidad tendremos de emplear, pues el hallazgo de cachorros en contextos
funerarios o ceremoniales es algo relativamente frecuente. Menos probable es la
posibilidad de emplear restos de lobeznos o de coyotes jóvenes, aunque en términos de su
reproducción y desarrollo no hay nada que lo impida, pues se mueven dentro de un
esquema muy similar al del perro (Figuras 43 y 123) con la ventaja de que solo tienen un
ciclo reproductivo.
Como vimos en los capítulos II y VIII, lobos, coyotes y la mayoría de los diferentes
tipos de perros mesoamericanos tuvieron una distribución particular dentro del territorio
mexicano. Cuando identificamos a los cánidos presentes en nuestra colección siempre cabe
la posibilidad de que aparezca un individuo cuya distribución no se ubica dentro de nuestro
sitio de estudio y por lo tanto es factible pensar en que nuestro ejemplar se vio involucrado
en eventos de comercio o intercambio, o bien representa influencias culturales o eventos
migratorios desde su área de distribución hasta donde lo descubrimos.
El otro caso corresponde a los perros. Aunque consideremos a estos animales como
entidades biológicas que en diversos aspectos son independientes de las personas, lo cierto
es que todo su esquema de vida en grupo está fuertemente vinculado con el hombre. Su
habilidad para vivir en grupos ferales se lleva a cabo cuando ellos han sido abandonados a
170
su suerte, pero si esto no ocurre, su dependencia para con nosotros es tan grande que
simplemente siguen los pasos de la gente con la que convive. La contraparte de esta
dualidad se observa cuando constatamos el enorme valor que tiene este animal para el ser
humano, ya sea como compañeros de cacería, como protector y como amigo.
Considerando estas ideas, si tenemos frente a nosotros restos de perros cuya zona de
distribución se encuentra lejos de nuestro lugar de estudio y no disponemos de evidencia
que demuestre actividades de intercambio, es muy probable que tengamos frente a nosotros
evidencia de eventos migratorios que incluyeron tanto a perros como a personas.
Un caso que siempre ha sido objeto de interés para los arqueólogos es la relación
entre la ciudad de Tula, en el centro de México, y la de Chichen Itzá, en el área maya.
Diversos aspectos arquitectónicos y escultóricos ubicados cronológicamente alrededor del
siglo XI de nuestra era manifiestan fuerte similitud cultural, como si ambas ciudades
hubieran sido hogar de una misma cultura. La corriente de pensamiento más fuerte
considera que esto es el resultado de eventos migratorios, al menos fuertes movimientos
humanos con fines comerciales, por parte de la cultura tolteca, basándose parcialmente en
las leyendas del dios-hombre Quetzalcoatl, quien, según la tradición, después de gobernar
Tula abandona la ciudad y junto con sus seguidores se va hacia el oriente, llegando hasta la
la ciudad de Chichen Itzá, a la cual conquista. La otra corriente duda de la orientación de
los flujos humanos y consideran que en realidad fueron los mayas provenientes de la ciudad
de Chichén Itzá quienes se movieron hacia el centro, asentándose en la ciudad de Tula.
¿Y qué dicen los perros al respecto? De acuerdo con los datos mostrados en el
capítulo X, en el centro de México tenemos evidencia de perros comunes, las dos formas de
híbridos mencionados, los xoloitzcuintles y los tlalchichis, mientras que en el área maya
tenemos a perros comunes, pelones y ejemplares de nariz corta. Ambas regiones
comparten a los comunes y a los pelones, pero los primeros son propios de toda
Mesoamérica, por lo que su presencia en ambas zonas no es de extrañar, lo interesante son
los xoloitzcuintles, pues son oriundos del occidente de México (Valadez y Mestre 1999),
habiendo llegado a Tula y el centro de Mesoamérica a partir del siglo VII, no existiendo
evidencia alguna de su presencia en Yucatán hasta el segundo milenio de nuestra era
(Blanco, Valadez y Rodríguez 1999; Götz 2006). De acuerdo con esto, parece claro que en
171
algún momento, entre los siglos VII y X de nuestra era se dio un movimiento humano en
dirección centro-sureste, dando como resultado la llegada de los perros pelones a la región
maya.
172
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1997 “Un héroe olvidado: el perro común mexicano”. Perros pura sangre.
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1997 “¡Qué bueno!, ¡qué malo!, ¡ya lo sabía! Humanidades 140 (16-IV-97):25.
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2002 “El origen del perro (segunda parte): entre el lobo doméstico y el criadero
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1988 Estudio biológico preliminar sobre la pureza racial del lobo gris mexicano
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1965 El enigma del Xoloitzcuitle. Instituto Nacional de Antropología e Historia,
México.
181
ANEXO 1 COLECCIÓN DE
EJEMPLARES DE LOBOS (Canis lupus),
COYOTES (Canis latrans) Y PERROS
(Canis familiaris) EMPLEADOS
DURANTE LA ELABORACIÓN DE LA
PRESENTE OBRA
182
1.1. LISTADO DE EJEMPLARES, CLAVES EMPLEADAS EN LA OBRA, NÚMERO DE COLECCIÓN Y PROCEDENCIA
Canis lupus
No de colección Procedencia
CIB1 36975 Unidad de evaluación y monitoreo de la biodiversidad San Cayetano, Mpio. Villa de Allende.
CIB2 29182 Estación para el aprovechamiento de la vida silvestre "Ing. Luis Macias Arellano", San Cayetano, Mpio. Villa de
Allende.
CIB3 24556 Rancho San Pedro, 50 Km. WSW Durango.
CIB4 24554 Rancho Las Playas, 100 Km. N - 70 Km. W, Durango.
CIB5 37897 San Juan de Aragón, D. F.
CIB6 35209 San Juan de Aragón, D. F.
CIB7 35210 San Juan de Aragón, D. F.
CIB8 32918 San Juan de Aragón, D. F.
CIB9 24555 Chihuahua, Sierra de La Tuna, 30 Km. NW, Ciudad de Chihuahua.
CIB10 24553 Chihuahua, cerca de Buenaventura.
Canis latrans
11621 ENCB 11621 9 Km. E San Telmo, Baja California Norte.
9171 ENCB 9171 36 KM. SE Ceballos, 1150 m Durango.
10031 ENCB 10031 Isla Tiburón, Sonora.
12782 ENCB 12782 22 Km. N La Peña, 2190 m Durango.
22581 ENCB 22581 Durango, Graseros.
7527 ENCB 7527 70 Km. N, Durango.
22585 ENCB 22585 183 Km. N, Chihuahua, Chihuahua.
6792 ENCB 6792 Mesa del Huracan, Mpio. Madera, Chihuahua.
4115 ENCB 4115 Jicotlán, Oaxaca, 2150 m.
DSA DSA-INAH Chihuahua.
Canis familiaris
TEO 1 Tlalocan, Teotihuacan 94-2 CP C 1 AA 152 N358 E119, Ig.
T48485 Teopancazco, Teotihuacan 2001-1, E1 C69, N447 E121, R4 AA84.
TUL 3 Proyecto Tula 80-82, Tula 3, Malinche D-10
PP29 Proyecto Chac-Mool, Punta Pájaros, Q.R.; Nivelación, Perro Nº15, Ejemplar A Estructura G, Frente Oeste, Escombro.
PP31 Proyecto Chac-Mool, Punta Pájaros, Q.R.; Nivelación, Perro Nº16, Ejemplar A Estructura B, Frente Oeste, Escombro.
PP8 Proyecto Chac-Mool, Punta Pájaros, Q.R.; Entierro de canino 3, Ejemplar A, Estructura C Lado Oeste, Escombro.
PDA-99 Proyecto Chapantongo, Valle del Mezquital, Hgo., Sitio 2, Los Cerritos; UE 17, Cuadro 2 y 3 SE, Entierro 25.
VEN 1 La Ventilla 92-94, Teotihuacan, Frente 1, Entierro Nº6, NE 22548
SIN Carretera San Blas-Mazatlan, Tramo Sinaloa, Bomba 14, Ofrenda Entierro 1.
183
1.2. EJEMPLARES DE CANIDOS EMPLEADOS Y SEXO DE CADA UNO
Especie Número de colección Edad Sexo
Canis lupus CIB1 36975 Adulto Macho
CIB2 29182 Adulto Hembra
CIB3 24556 Adulto Macho
CIB4 24554 Adulto Macho
CIB5 37897 Adulto Macho
CIB6 35209 Adulto Macho
CIB7 35210 Adulto Macho
CIB8 32918 Adulto Macho
CIB9 24555 Adulto Macho
CIB10 24553 Adulto Macho
Canis latrans ENCB 11621 Adulto Macho
ENCB 9171 Adulto Hembra
ENCB 10031 Adulto Hembra
ENCB 12782 Adulto Hembra
ENCB 22581 Adulto Hembra
ENCB 7527 Adulto Hembra
ENCB 22585 Adulto Macho
ENCB 6792 Adulto Macho
ENCB 4115 Adulto Macho
DSA-INAH Adulto Hembra
Canis familiaris TEO 1 Adulto Macho
T48485 Adulto Macho
TUL 3 Adulto Macho
PP29 Adulto Macho
PP31 Preadulto No determinado
PP8 Adulto Hembra
PDA-99 Adulto Macho
VEN 1 Adulto Macho
SIN Adulto Macho
184
1.3. MEDIDAS CRANEALES Y MANDIBULARES EN EJEMPLARES DE LOBO
Medidas del cráneo (mm)
Ejemplar Longitud Longitud Largo Ancho Ancho Longitud Ancho Ancho Ancho Ancho Longitud
máxima basal del máximo del del nasión - auricular mínimo frontal mínimo facial
craneal paladar paladar cráneo basión frontal interorbital
ClB 1 233 220 112.13 78.22 67 129.85 75.11 41.49 56.74 42.73 114.28
ClB 2 210 198 105.55 69.54 61.86 120.2 68.25 31.52 48.07 37.71 108.65
ClB 3 215 203 103.91 70.81 65.98 121.3 71.93 43.34 56.78 41.27 112.97
ClB 4 225 212 110.3 77.61 64.97 134.1 76.09 43.1 61.54 54.61 119.71
ClB 5 211 204 104.67 69.02 62.81 123.15 69.59 37.93 54.14 41.48 115.79
ClB 6 223 211 104.33 71.72 63.52 129.59 73.87 41.39 62.45 44.13 116.5
ClB 7 227 221 197.14 72.79 62.62 129.11 72.7 40.7 61.48 43.59 118.24
ClB 8 221 207 108.16 76.98 65.82 119.16 71.56 40.28 60.68 39.49 127.51
ClB 9 241 228 112 80.9 67.84 130.8 76.96 40.32 60.65 44.37 117.45
ClB 10 242 226 112.41 76.67 68.33 130.1 77.43 42.29 59.71 42.62 120.2
SUMA 2248 2130 1170.6 744.26 650.75 1267.36 733.49 402.36 582.24 432 1171.3
PROM 224.8 213 117.06 74.426 65.075 126.736 73.349 40.236 58.224 43.2 117.13
DESTA 11.32156251 10.29563014 28.34355227 4.138916122 2.29110478 5.25001418 3.0973948 3.439494 4.4428749 4.518096945 4.996567711
MEDIA 224.5450084 212.7765828 114.8023756 74.322509 65.03868294 126.637326 73.289744 40.08867 58.060722 43.00555555 117.0349747
Medidas de la mandíbula
Ejemplar Longitud Longitud Altura Ancho Altura de la
de la máxima de la de la rama de la rama rama a nivel
mandíbula mandíbula mandibular mandibular del M/1
ClB 1 170 173 70.3 41.54 29.57
ClB 2 150.6 150.8 63.39 38.77 25.65
ClB 3 161 160 71.63 39.54 28.35
ClB 4 170 172 73.9 42.13 31.54
ClB 5 154 157 68.14 41.25 27.75
ClB 6 158 163 69.19 43.32 30.3
ClB 7 162 167 72.13 45.56 30.71
ClB 8 151.5 151.8 74.27 40.32 26.47
ClB 9 151.9 151.7 71.54 40.71 21.49
ClB 10 157.2 157.4 74.48 42.69 31.59
SUMA 1586.2 1603.7 708.97 415.83 283.42
PROM 158.62 160.37 70.897 41.583 28.342
DESTA 7.149327863 8.206779041 3.381820844 1.969636458 3.15836737
MEDIA 158.4770747 160.182906 70.82195134 41.54162026 28.1700674
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
185
1.4. MEDIDAS CRANEALES Y MANDIBULARES EN EJEMPLARES DE COYOTE
Medidas del cráneo (mm)
Ejemplar Longitud Longitud Largo Ancho Ancho Longitud Ancho Ancho Ancho Ancho Longitud
máxima basal del máximo del del nasión - auricular mínimo frontal mínimo facial
craneal paladar paladar cráneo basión frontal interorbital
11621 180.41 162.33 81.95 43.49 55.11 96.59 53.02 31.03 45.27 30.81 86.74
9171 191.9 172.11 89.52 52.41 54.84 101.43 55.65 36.14 43.73 31.81 92.58
10031 174.95 158.61 77.62 48.41 56.4 97.4 55.44 32.67 45.96 29.52 81.61
12782 192.95 175.39 88.24 54.53 58.52 105.2 59.31 33.81 42.97 30.75 92.81
22581 180.83 165.43 81.45 51.07 56.1 96.2 57.33 36.94 45.24 32.26 91.95
7527 195.47 179.56 92.97 51.7 55.49 100.4 58.29 35.63 46.27 31.35 95.73
22585 198.74 181.69 98.78 56.03 57.18 106.69 59.32 35.62 51.09 35.66 97.2
6792 198.22 180.41 90.42 50.23 57.96 103.37 59.77 36.37 46.57 31.24 95.41
4115 207.16 178.68 92.34 54.3 57.64 103 59 37.98 51.46 32.61 101
DSA 188.21 173.07 87.45 52.3 57.44 101.4 55.76 31.94 41.22 29.23 88.32
SUMA 1908.84 1727.28 880.74 514.47 566.68 1011.68 572.89 348.13 459.78 315.24 923.35
PROM 190.884 172.728 88.074 51.447 56.668 101.178 57.289 34.813 45.978 31.524 92.335
DESTA 9.88041857 8.094685225 6.284605884 3.567255559 1.267243728 3.58242252 2.2351557 2.314726 3.2387748 1.807627051 5.60372743
MEDIA 190.6525534 172.5541275 87.8703851 51.33003812 56.65522643 101.1108 57.24916 34.74245 45.877288 31.47886555 92.1788983
Medidas de la mandíbula.
Ejemplar Longitud Longitud Altura Ancho Altura de la
de la máxima de la de la rama de la rama rama a nivel
mandíbula mandíbula mandibular mandibular del M/1
11621 127.09 127.36 50.03 29.41 20.38
9171 131.33 135.79 48.28 32.01 19.24
10031 125.35 125.83 45.53 28.22 18.76
12782 137.38 139.52 48.61 31.69 18.29
22581 127.78 128.65 46.75 27.64 18.2
7527 140.66 141.45 52.34 32.15 21.28
22585 141.7 144.05 51.12 33.05 18.94
6792 140.4 142.9 48.35 32.01 19.62
4115 140.31 141.92 47.82 30.55 19.82
DSA 136.79 137.48 49.96 31.29 20.15
SUMA 1348.79 1364.95 488.79 308.02 194.68
PROM 134.879 136.495 48.879 30.802 19.468
DESTA 6.362142284 6.842977341 2.029638446 1.809909758 0.974950711
MEDIA 134.7422082 136.3378014 48.84111494 30.75284419 19.44624028
186
1.5. MEDIDAS CRANEALES Y MANDIBULARES EN EJEMPLARES DE PERROS ARQUEOLÓGICOS
Medidas del cráneo (mm)
Ejemplar Longitud Longitud Largo Ancho Ancho Longitud Ancho Ancho Ancho Ancho Longitud
máxima basal del máximo del del nasión - auricular mínimo frontal mínimo facial
craneal paladar paladar cráneo basión frontal interorbital
TEO 1 160 148 73 53.5 49.9 87 55.6 29 45.52 31.4 78.9
T48485 159.5 155.75 77.98 54.29 52.4 98.19 57.79 37.28 53.63 34.06 76.49
TUL 3 164 151 78.4 58.2 49.7 86.8 60.6 34.2 43.5 30.7 83.2
PP29 165 153 78.6 61 48.3 92.4 60.3 31.7 46.2 30.3 76
PP31 145 140 71.8 56 48.3 85.5 58 31 39 26.2 77
PP8 150 136.56 69 60 48.5 85 52.79 31 41.6 32.12 57.43
PDA-99 175.61 157.23 81.67 59.45 54.84 91.94 55.14 36.29 44.3 34.37 83.67
VEN 1 174.4 156.31 79.31 58.36 55.54 94.1 57.01 37.31 53.29 37.03 80.3
SIN 160 148 80 52 45 83 Ap. 55.5 28.7 39 Ap. x 64
SUMA 1453.51 1345.85 689.76 512.8 452.48 720.93 512.73 296.48 367.04 256.18 676.99
PROM 161.501 149.538 76.64 56.977 50.275 90.116 56.97 32.942 45.88 32.022 75.221
DESTA 9.981245469 7.261813555 4.293876454 3.159939785 3.397127872 4.74780532 2.5214034 3.415197 5.1963751 3.245915015 8.818970241
MEDIA 161.2246683 149.3785282 76.53026055 56.89891998 50.17440471 90.0082197 56.920347 32.78584 45.629277 31.87466808 74.71582589
Medidas de la mandíbula.
Ejemplar Longitud Longitud Altura Ancho Altura de la
de la máxima de la de la rama de la rama rama a nivel
mandíbula mandíbula mandibular mandibular del M/1
TEO 1 112.6 118 48 27.2 20
T48485 119.6 120.69 45.03 27.1 18.57
TUL 3 124 124.3 49 28.2 21
PP29 118 115.6 52 30.4 21
PP31 105 105 42 25.4 19.8
PP8 113.59 113 46 21.1 20.3
PDA-99 121.76 122.64 48.35 30.04 19.71
VEN-1 128.68 125.97 55.31 32.99 19.47
SIN 119.2 118.9 49.2 30.7 18.9
SUMA 1062.43 1064.1 434.89 253.13 178.75
PROM 118.047 118.233 48.321 28.125 19.861
DESTA 6.944310221 6.442598466 3.87123186 3.496959791 0.834886885
MEDIA 117.8629152 118.0722673 48.18386832 27.91827822 19.84548827
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
187
1.6. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN LOBOS
Altura (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1 I2 I3 C x/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
ClB 1 X X X 19.17 5.28 6.47 6.6 13.48 10.26 5.71
ClB 2 7.81 8.62 14.09 17.93 5.19 6.43 7.12 12.39 10.22 4.83
ClB 3 6.07 7.48 8.01 20.9 3.81 4.46 5.08 10.61 7.5 3.57
ClB 4 5.88 5.82 9.21 23.06 4.4 4.39 5.4 12.42 7.93 4.71
ClB 5 X 10.14 11.92 22.87 5.27 5.73 7.09 11.41 8.85 4.12
ClB 6 X 9.8 12.08 25.25 6.2 6.72 7.76 12.69 9.39 4.45
ClB 7 7.83 9.08 11.73 22.78 5.51 6.66 7.82 12.52 9.65 4.47
ClB 8 8.89 10.3 13.27 24.48 6.15 7.24 7.96 14.82 9.26 5.09
ClB 9 9.64 12.14 12.27 25.7 5.08 5.62 7.5 14.17 9.3 4.91
ClB 10 7.3 9.13 10.82 21.72 4.21 4.66 4.8 12.98 7.63 4.73
SUMA 53.42 82.51 103.4 223.86 51.1 58.38 67.13 127.49 89.99 46.59
PROM 7.631428571 9.167777778 11.48888889 22.386 5.11 5.838 6.713 12.749 8.999 4.659
DESTA 1.37265471 1.796745515 1.90016739 2.522433569 0.781423203 1.0334172 1.1956779 1.227341 1.0056778 0.57213926
MEDIA 7.524343927 8.997757174 11.33672088 22.25304067 5.054234362 5.75145009 6.6087781 12.69534 8.9468207 4.626470026
Ancho (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1 I2 I3 C x/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
ClB 1 6.05 7.4 8.55 8.81 5.04 5.35 5.95 9.59 19.27 14.66
ClB 2 5.82 6.4 5.99 7.28 4.68 4.6 5.31 8.49 18.71 12.43
ClB 3 6.68 7.26 7.75 7.4 4.43 4.54 5.48 8.56 19.91 11.62
ClB 4 5.83 6.07 7.15 8.64 5.16 5.29 5.98 9.81 19.34 12.72
ClB 5 X 6.8 7.91 8.52 4.88 5.06 5.81 9.01 18.14 11.11
ClB 6 X 7.68 7.14 10.18 5.05 5.41 6.33 8.91 18.77 11.42
ClB 7 5.66 6.5 7.86 7.73 5.03 5.21 5.85 8.62 18.71 11.56
ClB 8 7.19 7.34 7.74 10.99 5.16 5.58 6.25 9.5 18.46 13.53
ClB 9 7.24 8.14 7.96 11.06 5.12 5.56 6.77 10.19 21.99 12.11
ClB 10 7.61 8.24 8.35 12.66 5.31 5.42 8.5 9.91 23.35 13.55
SUMA 52.08 71.83 76.4 93.27 49.86 52.02 62.23 92.59 196.65 124.71
PROM 6.51 7.183 7.64 9.327 4.986 5.202 6.223 9.259 19.665 12.471
DESTA 0.76595412 0.732029902 0.729581311 1.808922638 0.259580859 0.36702407 0.9021585 0.617692 1.690143 1.144187727
MEDIA 6.471038596 7.149189636 7.60613173 9.175729755 4.979690127 5.18981279 6.1712289 9.240491 19.603799 12.42515334
Altura (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
11621 3.69 4.23 4.49 18.58 4.01 5.55 6.19 9.45 6.75 3.82
9171 2.9 4.22 6.73 17.16 4.64 5.35 5.01 9.04 5.05 2.6
10031 4.83 5.62 7.87 20.35 4.41 5.1 5.14 9.25 4.36 3.41
12782 5.68 5.54 8.33 19.83 3.81 5.06 5.28 10.07 6.39 4.03
22581 5.94 6.82 8.1 19.41 4.18 5.18 5.69 10.49 6.68 4.15
7527 6.11 7.42 8.85 20.24 4.76 6.21 6.2 10.9 6.51 4
22585 5.35 6.61 9.51 21.09 4.59 5.87 6.27 10.74 6.85 4.27
6792 5.91 7.01 8.03 18.86 5.26 X 6.13 10.03 6.51 3.77
4115 5.31 7.42 9.86 20.25 5.39 4.96 5.71 10.23 6.45 3.1
DSA 5.91 7.09 9.99 19.23 5.31 6.02 6.36 10.43 6.56 4.44
SUMA 51.63 61.98 81.76 195 46.36 49.3 57.98 100.63 62.11 37.59
PROM 5.163 6.198 8.176 19.5 4.636 5.47777778 5.798 10.063 6.211 3.759
DESTA 1.071976886 1.227045231 1.639181367 1.119632876 0.554059764 0.45819695 0.5061576 0.631419 0.8221037 0.568867296
MEDIA 5.039843783 6.075830919 7.995852782 19.4702207 4.606054654 5.46107754 5.7775679 10.04486 6.1541419 3.715966682
Ancho (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
11621 3.96 4.32 4.82 4.74 3 3.18 3.31 6.06 16.25 11.74
9171 4.04 3.65 5.61 5.92 3.37 3.9 3.78 6.95 15.46 11.58
10031 3.62 4.39 5.63 5.02 3.83 3.72 3.74 6.18 14.62 10.43
12782 4 4.51 5.07 5.49 3.22 3.55 3.72 6.35 15.5 10.85
22581 4.5 4.79 5.49 5.46 3.38 4.25 3.83 6.38 16.4 11.57
7527 4.15 4.56 5.3 5.63 3.38 3.68 3.91 7.02 15.45 10.98
22585 4.65 6.03 4.05 5.52 3.34 4.37 4.47 6.48 16.53 11.89
6792 4.15 4.63 5.4 6.02 3.64 X 3.76 6.46 15.52 11.61
4115 4.81 5.2 5.6 4.92 3.6 3.89 4.1 6.65 17.12 11.85
DSA 4.02 4.95 5.68 5.22 3.64 3.97 3.97 6.8 17.31 12.35
SUMA 41.9 47.03 52.65 53.94 34.4 34.51 38.59 65.33 160.16 114.85
PROM 4.19 4.703 5.265 5.394 3.44 3.83444444 3.859 6.533 16.016 11.485
DESTA 0.359103823 0.622986535 0.507614245 0.418494657 0.240785751 0.35906514 0.2977863 0.317877 0.8465774 0.56898057
MEDIA 4.17635868 4.666835443 5.240539048 5.379288443 3.432330454 3.81917039 3.8487346 6.526067 15.995874 11.47209087
194
1.13. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN PERROS
Altura (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
TEO 1 X 5.14 7.87 15.02 4 4.6 5.7 9.1 7.6 2.8
T48485 4.3 3.9 6.6 15.3 3.6 5.5 5.1 8.4 6 3.3
TUL 3 X X 6.5 14.3 4.2 3.9 4.9 8.4 6.4 3.3
PP29 7 8 9 7.3 4 X 6 10.3 8 4
PP31 6 6.7 7.5 14.3 3 X 5.2 9.5 6.2 3.3
PP8 x 7 8 14.7 4 5 5.2 9.5 7 3
PDA-99 X x 4.95 14.42 X X 5.58 10.64 7.38 3.2
VEN-1 4.95 7.39 8.86 16.39 3.88 4.33 X 10.23 7.51 3.95
SIN 5.39 6.35 7.77 14.24 4.2 5.02 5.72 9.71 7.49 3.41
SUMA 27.64 44.48 67.05 125.97 30.88 28.35 43.4 85.78 63.58 30.26
PROM 5.528 6.354285714 7.45 13.99666667 3.86 4.725 5.425 9.531111 7.0644444 3.362222222
DESTA 1.030858865 1.403303925 1.267349597 2.603756901 0.395979797 0.56842766 0.3779267 0.797487 0.7042036 0.393661586
MEDIA 5.452332618 6.201972226 7.343796536 13.697346 3.840314168 4.69596074 5.4135065 9.500993 7.032347 3.342277502
195
1.14. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN PERROS
Ancho (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
TEO 1 X 4.79 5.6 4.74 3.6 3.85 4.7 6.7 14.6 8.8
T48485 4.2 4.8 5.7 5 3.3 3.9 4.1 6.7 14.9 8.1
TUL 3 X X 3.5 5.4 3.2 3.4 3.9 9 12.1 9
PP29 4 5 5 5.1 3.5 X 4.4 7.4 15 8.1
PP31 4.1 4.6 5 5 3 X 5 7.2 13.6 8
PP8 x 4 4.4 5 3 3.5 4 7 14.2 8
PDA-99 X X 3.96 6.28 X X 4.75 6.93 15.33 9.25
VEN-1 4.06 4.52 5.55 5.99 3.2 3.6 X 6.68 14.64 8.72
SIN 4.2 4.74 5.39 7.12 3.74 3.76 4.28 7.1 15.36 9.08
SUMA 20.56 32.45 44.1 49.63 26.54 22.01 35.13 64.71 129.73 77.05
PROM 4.112 4.635714286 4.9 5.514444444 3.3175 3.66833333 4.39125 7.19 14.414444 8.561111111
DESTA 0.087863531 0.319679899 0.783118765 0.78808488 0.272855273 0.20004166 0.3939339 0.722184 1.0284832 0.509127794
MEDIA 4.111248163 4.625759513 4.839371356 5.468087012 3.307785348 3.66376076 4.3759343 7.161109 14.379586 8.547647118
196
1.15. LONGITUDES PROMEDIO DE VERTEBRAS EN PERROS PREHISPÁNICOS, COYOTES Y LOBOS (mm)
197
1.16. LONGITUDES PROMEDIO DE HUMERO, FEMUR Y TIBIA EN LOBOS, COYOTES Y PERROS PREHISPÁNICOS
(mm)
198
1.17. MEDIDAS DE LONGITUD (Promedio) Y CIRCUNFERENCIA EN HUESOS DERECHOS DE UN LOBO, UN COYOTE
Y UN PERRO PREHISPANICO
199
1.18. MEDIDAS DE HUESOS LARGOS Y LONGITUD ATLAS-SACRO EN PERROS PREHISPANICOS
(mm)
200
ANEXO 2 PROPUESTA DE
RECUPERACIÓN Y MANEJO DEL
MATERIAL ARQUEOZOOLÓGICO DE
CÁNIDOS
201
Es normal que en las excavaciones arqueológicas se recuperen elementos anatómicos de
cánidos, los cuales pueden ser huesos aislados o partes de ellos, parte de un esqueleto o
incluso podemos encontrar uno completo. Simultáneamente al hallazgo material (los
huesos) debemos tener en cuenta la posibilidad de que entre esos materiales se encuentren
evidencias de manejo que nos proporcionarán datos respecto del uso del organismo y el
contexto cultural en el cual vivió.
Por todo esto consideramos necesario que quien esté a cargo de la recuperación de
un ejemplar de cánido disponga de dos herramientas que a continuación se presentan:
202
Figura 142. Imagen de esqueleto completo de cánido en posición anatómica, la cual puede
emplearse como herramienta para reconocer que huesos están siendo descubiertos al
momento de rescatar un individuo arqueozoológico.
203
Cédula para restos óseos de un cánido
Procedencia: _________________________________________
Unidad de excavación: _______ Cuadro: _______ Capa: ______ Profundidad: ______
Coordenadas: X_______ a _______ Y______ a ______ Z______ a ______
Un individuo ( ) Varios individuos: ________
Ejemplar completo ( ) Ejemplar parcial ( ) Conjunto de huesos ( ) Hueso aislado ( )
% del mismo ( )
Entierro primario ( ) Entierro secundario ( )
Posición
Decúbito: Lateral ( ) Lateral flexionado ( ) Ventral ( ) No definido ( )
Lado: Derecho ( ) Izquierdo ( )
Orientación general del cráneo: _________________________________________
Orientación del esqueleto (respecto de la columna vertebral: ____________________
_____________________________________________________________________
204