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EL ESTUDIO DE LOS CÁNIDOS

ARQUEOLÓGICOS DEL MÉXICO


PREHISPÁNICO

Alicia Blanco Padilla


Bernardo Rodríguez Galicia
Raúl Valadez Azúa

Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM


Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH

México

2007
Pag.
AGRADECIMIENTOS
LOS HUESOS DE CANIDOS COMO OBJETO DE ESTUDIO 1

PRIMERA PARTE. CONOCIENDO Y DIFERENCIANDO A Canis


familiaris, Canis lupus Y Canis latrans DESDE LAS COLECCIONES
ARQUEOZOOLÓGICAS

CAPITULO 1. GENERALIDADES OSTEOLÓGICAS DEL GÉNERO


Canis. 7

Cráneo. Descripción general. 9

Piezas dentales. Descripción general de las piezas dentales 11

Esqueleto poscraneal. 16

CAPITULO II. DESCRIPCIÓN Y MEDIDAS DEL CRÁNEO EN


PERROS PREHISPÁNICOS, LOBOS Y COYOTES MEXICANOS. 34

Hábitos, morfología y osteología en lobos, perros y coyotes 34

Materiales de estudio. 37

Rasgos morfológicos y patrones de medidas. 41

Diferencias del cráneo. 43

Morfometría del cráneo. 48

Diferencias de la mandíbula. 50

Morfometría de la mandíbula. 56

CAPITULO III. DIFERENCIAS EN LAS PIEZAS DENTARIAS DE


PERROS PREHISPÁNICOS, LOBOS Y COYOTES MEXICANOS. 58

Diferencias morfológicas. 58

Diferencias morfométricas. 61

CAPITULO IV. DIFERENCIAS ENTRE PERROS PREHISPÁNICOS,


LOBOS Y COYOTES MEXICANOS A TRAVÉS DE MEDIDAS
COMBINADAS DE CRÁNEO Y DIENTES 75

Elementos craneales y dentales mas frecuentes en el registro arqueozoológico. 75

CAPITULO V. COLUMNA VERTEBRAL. 81


CAPITULO VI. EXTREMIDADES ANTERIORES Y POSTERIORES. 83

SEGUNDA PARTE. EL ESTUDIO DE LOS PERROS

CAPITULO VII. RECONSTRUCCION DE BIOTIPOS. 87

Alzada, longitud y peso. 87

Cráneo. 90

CAPITULO VIII. RAZAS MESOAMERICANAS DE PERROS. 91

Perro común mesoamericano o Itzcuintli. 91

El Tlalchichi. 95

Malish o perro maya de rostro corto. 97

Perro pelón mexicano o Xoloitzcuintle. 101

Híbridos de lobo y perro (loberros). 108

Híbridos de coyote y perro. 115

CAPITULO IX. RECONOCIMIENTO DE EDADES Y SEXO 118

Fases de desarrollo en el perro. 118

La edad vista a través de los huesos. 120

La edad vista a través de los dientes. 125

Diferencias osteológicas en función del sexo. 131

Determinación de la edad y sexo en lobos y coyotes. 134

CAPITULO X. ALTERACIONES EN EL HUESO Y EVIDENCIAS DE


MANIPULACION 136

“Huesos disímiles”………………………………………………………………. 136

Alteraciones del hueso derivadas de padecimientos diversos…..………………… 137

Formas de manipulación………………………………………………………… 140

Modificaciones en el hueso por acciones ambientales……………………………. 143

CAPITULO XI. ALGUNOS CASOS ILUSTRATIVOS 147

Entierros de perros en Tula, Hidalgo. 147

2
Cánidos de Chac Moll, Punta Pájaros, Quintana Roo. 150

Cánidos del Templo Mayor de Tenochtitlan. 153

Perros de Guadalupe, Estado de Michoacan. 157

Cánidos del proyecto “Estudio de Túneles y Cuevas en Teotihuacan”. 159

Cánidos del Templo de Quetzalcoatl. 163

Tlalchichi, el perro de patas cortas. 165

CAPITULO XII. COMO CONCLUSION, DOS APLICACIONES EN


BENEFICIO DE LAS RECONSTRUCCIONES HISTÓRICAS 168

BIBLIOGRAFIA 173

LITERATURA DIVERSA SOBRE EL CANIDO MESOAMERICANO 177

ANEXO 1 COLECCIÓN DE EJEMPLARES DE LOBOS (Canis lupus),


COYOTES (Canis latrans) Y PERROS (Canis familiaris) EMPLEADOS
DURANTE LA ELABORACIÓN DE LA PRESENTE OBRA 182

3
AGRADECIMIENTOS

La presente obra es el resultado de numerosos esfuerzos personales, desde los que se


dieron al momento del rescate de los huesos en los sitios arqueológicos o de la
elaboración de las colecciones de referencia de lobos y coyotes hasta los que
corresponden a quienes nos ofrecieron sus opiniones de la obra una vez terminada. Una
lista tan grande y variada de personas incluidas dentro de un espacio de varias décadas
es imposible de enlistar, pero si es importante reconocer que una obra de estas
características no se hubiera realizado sin ese enorme esfuerzo colectivo.

De manera más puntual es importante reconocer el papel que jugaron los


directivos de nuestras respectivas instituciones, Dra. Linda Manzanilla Naim y Arqlgo.
Luis Alberto López Wario, al momento en que se planeó nuestro interés en realizar una
investigación sobre cánidos prehispánicos, pues ello permitió dar lugar a un convenio de
colaboración entre el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones
Antropológicas (IIA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la
Sección de Biología de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH), convenio sin el cual hubiera sido
imposible llevar nuestras investigaciones hasta el presente momento y llegar a
productos como el presente.

En segundo lugar hacemos patente nuestro reconocimiento a la Arqlga Margarita


Carballal, Subdirectora de Proyectos de la Dirección de Salvamento Arqueológico del
INAH y a los MVZ Fernando Viniegra y Katiuska Olmos, quienes a lo largo de los años
han mantenido su interés por estos estudios, siempre alentando con sus palabras y
apoyo.

En tercer lugar reconocemos el importante papel del Arglgo. Enrique Terrones,


quien turnó a la Sección de Biología de la Dirección de Salvamento Arqueológico la
colección de perros obtenida en el sitio de Chac Mool, Punta Pájaros, Quintana Roo,
pues de alguna forma esta colección constituyó el pivote del cual se derivó nuestro
interés por llevar a cabo una investigación profunda y sistemática del cánido
mesoamericano.

En cuarto lugar merecen nuestro reconocimiento diversas personas que en su


debido momento colaboraron permitiendo el acceso a diversas colecciones:

4
Al finado Maestro Ticul Álvarez, quien en 2000 era Jefe del Laboratorio de
Cordados Terrestres de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del IPN y al Sr.
Aurelio Ocaña, por el acceso a la colección de coyotes con que cuenta dicho laboratorio.

Al Dr. Fernando Cervantes y las Maestras Julieta Vargas y Yolanda Hortelano,


Curador y Técnicas de la Colección Nacional de Mastozoología del Depto. de Zoología
del Instituto de Biología de la UNAM, quienes nos facilitaron el acceso y manejo de los
restos de lobos bajo su resguardo.

Por último es necesario destacar el valioso papel que posee el material gráfico y
fotográfico dentro de una obra como la presente, pues la teoría sin un sustento adecuado
de imágenes tendría un valor muy relativo. A Cesar Fernández, por su labor gráfica y a
Rafael Reyes, por sus fotografías, les ofrecemos nuestro más sincero reconocimiento
por su trascendente labor para con este libro.

5
LOS HUESOS DE CANIDOS COMO OBJETO DE ESTUDIO

En el quehacer arqueológico se obtiene, entre otras muchas cosas, lo que hoy se conoce
como material arqueozoológico, esto es, los restos completos o fragmentados de
animales, ya sean vertebrados o invertebrados, anotando que de éstos últimos, los más
frecuentes y llamativos son los moluscos, mejor conocidos como “conchas y caracoles”.

Durante muchos años las conchas de los moluscos marinos fueron los únicos
restos de animales que fueron objeto de interés por los arqueólogos, principalmente por
su relación con lo religioso y por ser normal su hallazgo en contextos ceremoniales y
funerarios. Los restantes animales, por muy frecuente que fuera su presencia en las
excavaciones no pasaban de ser simples “montones de huesos” carentes de valor.

En el presente se tiene ya la firme convicción de que esos “montones de huesos”


guardan una gran cantidad de información lista a ser descubierta, pero en muchos casos
no se dispone de las herramientas necesarias para extraer los datos, dicho de otra forma,
sabemos que los restos arqueozoológicos deben ser estudiados, pero no sabemos como.
Esta paradoja ha sido una constante dentro de la arqueología mexicana y un enorme
hueco dentro del conocimiento que se genera al interior de las investigaciones
arqueológicas, pues desconocer la forma como el recurso animal era empleado por una
cultura preindustrial es desconocer el 50% del esquema de vida de esa gente.

Entre todos los grupos de animales que aparecen en el registro arqueológico


mesoamericano hay los que destacan por su abundancia, los que lo hacen por la
diversidad de contextos en los que aparecen y los que dominan por el impacto que nos
produce su hallazgo; las conchas de moluscos, por ejemplo, son bastante comunes en
los sitios arqueológicos, aunque su hallazgo casi siempre se relaciona con espacios
relacionados con lo religioso o la manufactura. Los lepóridos (conejos y liebres) son
otro caso muy ilustrativo al respecto, pues nueve de cada diez hallazgos podemos
vincularlos rápidamente con actividades alimentarias.

Los guajolotes generalmente los asociamos con el alimento, pero es normal


encontrar sus huesos como ofrendas, al interior de entierros, convertidos en
herramientas y, naturalmente, en basureros o rellenos asociados a actividades
domésticas. Por otro lado, no importa cuantos huesos de venados, conejos o guajolotes

1
descubras, nada de eso iguala el impacto de descubrir un colmillo de un puma o jaguar,
la espina de una raya o el esqueleto de una ave de presa, aunque se trate de un hallazgo
único.

Sin duda puede considerarse afortunado a un proyecto arqueológico que


descubra restos animales dentro de toda esta gama de opciones y por lo mismo podría
considerarse bienaventurado a quien afirmara que tuvo la oportunidad de ver un sitio
arqueológico en el cual había un tipo de animal que aparecía dentro de todas las
modalidades arriba indicadas, incluso habría quien pensaría que es imposible asignar a
un solo tipo de organismo tanta diversidad de usos o relaciones con un pueblo antiguo.

Lo paradójico de esto es que los autores podemos demostrar que esos sitios
arqueológicos “privilegiados” son de lo más comunes en México, y que el problema
fundamental es que el hallazgo se da sin que la gente que trabaja en el sitio se entere
siquiera de ello, principalmente porque no se tiene conciencia de la existencia de esos
organismos y porque aunque se identifiquen pocas veces se sabe como deben estudiarse
sus restos.

Sin duda para este momento el lector ha reconocido que se está dando la pauta
para hablar de los cánidos y que este es el grupo de animales a los que les estamos
asignado el calificativo de non plus ultra dentro de todo lo que es el universo de restos
arqueozoológicos mesoamericanos aunque aún no se haya indicado aún en que nos
basamos para semejante afirmación, misma que apoyamos en los siguientes aspectos:

 En primer lugar sus restos óseos son muy abundantes, de tal suerte que
difícilmente podemos considerar la existencia de un sitio arqueológico en
Mesoamérica1, en el cual no aparezcan huesos de estos organismos.

 Existe la circunstancia de que igual podemos encontrar huesos de un cánido


relacionado con un basurero doméstico, dentro de un entierro, al pie de un altar o
convertidos en herramientas.

 Los autores han reconocido la presencia de lobos y coyotes en contextos


arqueológicos mesoamericanos y de diversas formas: desde un diente aislado

1
El nombre de “Mesoamérica” se da al territorio donde se desarrolló uno de los focos principales de la
civilización precolombina y que abarca centro y sur de México, Guatemala, Belice, el Salvador y parte de
Honduras y Nicaragua.

2
hasta esqueletos completos, hallazgos que nada tienen que pedir, en cuestión de
espectacularidad, con los de grandes felinos como jaguares y pumas.

 Cuando se tiene la posibilidad de estudiar los huesos de cánidos, observamos


una enorme diversidad en lo que se refiere a la manipulación de los individuos;
pueden encontrarse restos que manifiestan empleo directo de animales
completos o manipulación extrema del individuo y sus partes; pueden aparecer
completos e íntegros, completos pero después de haber sido descuartizados o
cocidos, partes de ejemplares reconstruidos, elementos óseos aislados sin
evidencia de manipulación o que denotan descuartizamiento y/o cocimiento y,
por último, huesos empleados como instrumentos.

 Hay que considerar que por tratarse de animales de ámbito doméstico y silvestre,
su estudio permite reconocer tanto el valor que se le daba a un recurso manejado
y controlado por la gente, esto es, el perro, como el que se le daba a las especies
silvestres y a los ambientes de los cuales lobos y coyotes provenían.

 Desde que el perro llegó a este continente (Leonard et al 2002; Valadez, Leonard
y Vilà 2003; Valadez, Mendoza y Blanco 2004) fue compañero constante,
continuo y altamente apreciado para el hombre, por lo que al estudiar a este
animal estamos en posibilidad de reconocer aspectos como migraciones o
influencias culturales.

El estudio de los restos arqueozoológicos de cánidos ha sido una realidad en


México apenas en los últimos 15 años, lo cual no parece corresponder a la imagen
ofrecida en las líneas anteriores, sin embargo es fácil demostrar que el gran problema al
que se han enfrentado muchos arqueólogos ha sido, precisamente, tener en sus manos
restos arqueozoológicos de cánidos y no saber que hacer con ellos, pensamiento que
Hugo Moedano ilustra perfectamente en un informe entregado al INAH en 1942 a
propósito de los entierros de perros descubiertos en Tlatilco:

“…….la mayoría de los entierros encontrados en esta localidad pertenecen a


perros precortesianos, costumbre curiosa resulta el hecho de que todas las ofrendas
encontradas están en asociación con estos animales, no como fuera lo normal, con
entierros humanos. Los entierros humanos son múltiples primarios.”2

2
Alicia Blanco revisó este informe en la década de los setentas por y en informe entregado en a incluyó
el siguiente párrafo:

3
En realidad la iconografía siempre ha dejado ver la enorme relación entre
cánidos y religión, aspecto que el Maestro en Ciencias Naturales Edward Seler ilustra
muy bien en su textos por el espacio dedicado a estos animales, baste decir con que en
su obra Las Imágenes de Animales en los Manuscritos Mexicanos y Mayas (2004),
versión castellana del original alemán impreso en 1909, dedica 33 páginas al análisis de
las representaciones de cánidos en los códices que estudió, espacio no igualado para
ningún otro caso, incluyendo jaguares o serpientes, circunstancia que demuestra la
fuerza de los cánidos dentro del mundo simbólico mesoamericano. Empleando estas y
otras fuentes de información es inevitable llegar a la conclusión que desde hace muchos
años se sabía que los cánidos eran animales con una enorme valía dentro de la
civilización mesoamericana; lo que ha faltado, hasta hoy, son las herramientas
metodológicas para poder estudiar sus restos óseos a fin de integrar esta información al
acervo que se ha creado por otras vías.

La presente obra es modesta en sus objetivos, pues tiene como eje primario
ofrecer al lector las bases de lo que es el estudio de los restos de cánidos, así como
diversos ejemplos del tipo de beneficios que los autores han obtenido a lo largo de los
años mediante el empleo de las metodologías desarrolladas. El grueso de la
información es de tipo técnico, apto para aplicarse a los materiales óseos rescatados y
solo de manera breve se hará mención a lo que sabemos en este momento acerca del
cánido al interior de la civilización mesoamericana, incluyendo al final una lista de
obras creadas por los autores al respecto, para todo aquel que desee conocer más sobre
el tema.

La presente obra está dividida en seis partes. La primera abarca las


generalidades osteológicas del género Canis, con el fin de ubicar al lector dentro de lo
que es el esqueleto de estos mamíferos, la segunda comprende los elementos que se
requieren para identificar, vía los huesos, a un perro, a un lobo y a un coyote, la tercera
incluye la información necesaria para poder identificar razas o tipos de perros
prehispánicos a partir de los huesos, la cuarta muestra las bases que se emplean para

COMENTARIO. Es desesperante leer este informe preliminar, sabiendo que no contamos con ninguna
otra fuente de información, ni existe la posibilidad de recuperar algún dato. La cantidad de datos que no
se registraron, como asociación arqueológica, número y característica de los individuos en cada entierro
y la posibilidad de la presencia de otros restos animales, nos abre una brecha por donde se nos escapa
un raudal de información que podría rastrearse desde el Preclásico y entender muchas otras situaciones
en que perros o representaciones de ellos, se obtienen en ofrendas a edificios o asociados a entierros
humanos…….”

4
reconocer edades y sexo en los restos arqueozoológicos, la quinta es un conjunto de
casos de sitios arqueológicos cuya muestra de cánidos consideramos que es de especial
relevancia y por último, aparece un conjunto de obras creadas por los autores alrededor
del tema.

5
PRIMERA PARTE

CONOCIENDO Y DIFERENCIANDO A Canis


familiaris, Canis lupus Y Canis latrans DESDE
LAS COLECCIONES ARQUEOZOOLÓGICAS

6
CAPITULO I

GENERALIDADES OSTEOLÓGICAS DEL GÉNERO Canis.

Quizá el elemento clave para entender porque ha sido tan largo el tiempo de espera para
poder abordar el estudio del perro desde la arqueozoología es la necesidad de conjuntar
intereses y conocimientos arqueológicos y biológicos. Lo primero es necesario para
ubicar las circunstancias imperantes relacionadas con el hallazgo y recuperación de los
restos óseos, así como la información que servirá para entender el porque de la
presencia de un cánido en tal o cual sitio; lo segundo es indispensable para explotar toda
la información que se encuentra asociado a cada hueso que se está estudiando.

El perro, zoológicamente hablando, se agrupa con los lobos, los coyotes y las
zorras, entre los más conocidos, en la Familia Canidae, la cual comprende carnívoros de
mediana corpulencia, con cinco dedos en las patas anteriores y cuatro o cinco en las
posteriores, digitígrados, con garras no retráctiles, con extremidades delgadas en sus
segmentos dístales y cola vertebral no muy larga; la cabeza es pequeña con relación al
cuerpo y tienen frente ancha más o menos prominente, destacándose rostro alargado.
Esta familia es extensa y ampliamente representada en la mayoría de los continentes y
con numerosas especies actuales. En América del Norte se puede decir, de manera
general, que los animales arriba mencionados son los más notorios.

Lobos, coyotes y perros, comparten el nombre genérico Canis siendo el


específico, respectivamente: C. lupus, C. latrans y C. familiaris. Al pertenecer al mismo
género es claro que comparten muchos rasgos anatómicos lo que, a su vez, dificulta la
distinción de sus restos óseos. El lobo y en mayor medida el coyote, han sido poco
estudiados a nivel osteológico, en tanto que el perro, por su estrecha asociación con el
hombre, es materia de estudio de los Médicos Veterinarios a todos los niveles,
incluyendo su sistema óseo.

Como veremos a continuación, el esqueleto de cualquiera de las especies de


Canis indicadas es muy similar en su morfología, razón que llevó hace algunas décadas
a la idea de que era imposible identificar a perros, lobos y coyotes a partir de restos
óseos pero, como veremos a lo largo de la obra, similar no es lo mismo que idéntico y
es precisamente la diferencia entre estas dos palabras la que comprende el principio

7
elemental del estudio que se presenta: reconocer las diferencias que se dan a nivel óseo
entre las tres especies y utilizarlas como medio para identificar a un cánido de otro.

Neurocráneo
Cráneo facial

4 9
2 7
3 1 8 10
6

CRANEO FACIAL NEUROCRANEO


1. Nasales 6. Occipital
2. Maxilares 7. Parietales
3. Huesos incisivos 8. Frontales
4. Lagrimales 9. Temporales
5. Arcos cigomáticos 10. Cresta sagital (interparietal)
11. Palatinos
12. Vomer
13. Preesfenoides
14. Basiesfenoides
15. Bullas timpánicas
16. Basioccipital
17. Agujero magno
18. Cóndilos occipitales
19. Proceso mastoideo

Figura 1. Lista de huesos y regiones craneales en vista lateral y dorsal del cráneo del perro.

8
CRÁNEO. DESCRIPCIÓN GENERAL

Es importante señalar que para hacer la descripción del cráneo de los cánidos se han
tomado diferentes textos de anatomía, medicina veterinaria y atlas del perro (Adams
1988; Gilbert 1973; Ruberte y Sautet 1995; Sisson y Grossman 1993) siguiendo a este
último como modelo ya que es precisamente en él en quien se han realizado los mayores
trabajos osteológicos descriptivos.

Como se puede observar en la Figura 1, vista dorsal, el cráneo del perro tiene
una forma ovoide con un extremo más ancho y agudo que el otro y los huesos
cigomáticos son largos y curvos en dirección longitudinal al cráneo. Este se encuentra
dividido en dos regiones anatómicas: la anterior, llamada generalmente cráneo facial o
rostro, y la posterior, denominada neurocráneo.

En lo que respecta al cráneo facial (Figura 1), esté se integra por dos nasales, dos
maxilares, dos huesos incisivos, dos lagrimales y dos arcos cigomáticos; mientras que el
neurocráneo (Figura 1) está formado por el occipital, dos parietales, dos frontales y dos
temporales. Lo más relevante de está región del cráneo es la cresta sagital, la cual se
forma por la unión de los dos parietales, y suele extenderse desde la protuberancia
occipital externa hasta los huesos frontales3.

15

11 12 13 14 16
3 2

19

Figura 2. Vista ventral del cráneo de perro (ver clave de la numeración en Figura 1).

3
Las razas de cráneo corto y ancho, braquicéfalos, tienden a no presentar una marcada cresta sagital.

9
Por otra parte si observamos la base del cráneo (Figura 2), notaremos que está
constituido, básicamente, por cinco huesos: dos palatinos, el vómer, el preesfenoides, el
basiesfenoides, las bullas timpánicas y el basioccipital. En los huesos incisivos
localizamos los alvéolos para las seis piezas dentales del mismo nombre. Es importante
señalar que el alvéolo para el diente canino está constituido por parte del hueso incisivo
y por parte del maxilar, el cual aloja, además, los alvéolos para los cuatro premolares y
dos molares.

En los cánidos el hueso occipital tiene forma triangular (Figura 3), su extremo
superior, en punta roma, coincide con la cresta sagital; mientras que el agujero magno es
ovalado y está flanqueado por los cóndilos occipitales y el proceso mastoideo.

10

9
6
9
19 17 18

Figura 3. Vista posterior del cráneo de perro (ver clave de la numeración en Figura 1).

La mandíbula está constituida por dos mitades, derecha e izquierda, llamados


dentarios o huesos mandibulares (Figura 4). Cada uno presenta, en la rama horizontal
(Figura 4E), un borde convexo en toda su longitud, grueso y redondeado; en el cual se
albergan tres alvéolos para los incisivos, uno para el canino, cuatro para los premolares
y tres más para los molares. La rama mandibular es relativamente pequeña y posee tres
salientes: el proceso coronoides4 (Figura 4A), el cóndilo de la mandíbula (4B) y el
proceso angular (4C), así como una depresión en la superficie lateral llamada fosa
masetérica (Figura 4D), que sirve como área de inserción del músculo masetero. Por

4
Otro término también empleado para designar esta región es el de “Apófisis coronoide”

10
último, en la parte anterior tenemos dos orificios, llamados forámenes mentales (Figura
4F), cuya función es permitir el paso del flujo sanguíneo hacia el interior del hueso.

B
D
C

F
E

Figura 4. Vista lateral del hueso mandibular: proceso coronoide (A); cóndilo de la mandíbula
(B); proceso angular (C); fosa masetérica (D); rama horizontal (E); forámenes mentales (F).

PIEZAS DENTALES. DESCRIPCIÓN GENERAL DE LAS PIEZAS


DENTALES

El perro como otros mamíferos, incluido el hombre, es un animal difiodonto, es decir,


con dos denticiones: una decidua y otra permanente. Los cachorros carecen de dientes
en sus tres primeras semanas de vida y a partir de la cuarta comienza la erupción de
incisivos, los caninos y tres pares de piezas molariformes5, por mandíbula:

2(I3/3; C1/1; Ml3/3)

Entre los dos y siete meses de vida los dientes “de leche” son remplazados por los
permanentes, completándose la dentadura definitiva antes de los ocho meses de vida.

Las piezas deciduas son mucho más pequeñas que las permanentes pero tienen
raíces relativamente largas y funcionalmente hablando son 100% equivalentes a las
piezas del adulto. Los incisivos presentan la forma de “flor de lys”, aunque hay mucha
menos variación entre ellos que la que observamos entre los permanentes. Los caninos

5
Tal y como su nombre lo indica, los molariformes son piezas dentales “tipo molar”, pero desde el punto
de vista ontogénico y anatómico no son propiamente molares o premolares, de ahí su denominación.

11
e incisivos “de leche” (Figura 5A) son prácticamente idénticos a los que se observan en
edad adulta.

A
I1
I2
I3
C
Ml1
Ml 3
Ml2

B
Ml 3
Ml 2
Ml 1 C
I3
I2
I1
C
I1
Figura 5. Fotografía vestibular de incisivos deciduos (A), cara oclusal de coronas de incisivos y
molariformes superiores (B) y cara linguo-oclusal de incisivos y molariformes inferiores (C) de
cría de perro.

Los molariformes varían en su forma de acuerdo con su posición, condición que


es el resultado directo de la función que desempeña cada uno en cada espacio y debido a
que dicha función es equivalente a la que tendrá la pieza adulta en ese sector de la
mandíbula el resultado es una enorme similitud entre cada molariforme con alguna
pieza permanente; de esta forma el primer molariforme superior (Ml1/) es pequeño y
semejante a un premolar permanente; el segundo (Ml2/) es similar al premolar 4
superior y el tercero (Ml3/) recuerda al primer molar superior (Figura 5B). Respecto a
las piezas inferiores, los dos primeros molariformes (Ml/1 y Ml/2) son semejantes a los

12
premolares permanentes y el tercer molariforme (Ml/3) recuerda al primer molar
(Figura 5C).

La formula dental permanente del perro es:

2(I3/3; C1/1; Pm4/4; M2/3)=426

Cada diente tiene una corona relativamente corta que se reduce gradualmente
por un proceso de atrición o desgaste. Los dientes están adaptados para cortar, raer y
sujetar los objetos. Solamente porciones de los molares poseen las características
necesarias para triturar o moler.

Los incisivos permanentes presentan una corona trituberculada, conocida


comúnmente como “de flor de lis” (Figura 6); su tamaño varía aumentando del uno al
tres; el incisivo uno inferior (I/1) es especialmente pequeño y el incisivo tres superior
(I3/) es el mayor y es atípico.

B
1 2 3
Incisivos superiores

A C
1 2 3
Incisivos inferiores

Figura 6. Incisivos permanentes de perro: vista vestibular (A), en la cual se observa la


característica forma de “flor de lys”. Vistas laterales de incisivos superiores (B) e inferiores
(C).

6
La forma, posición y número de dientes varían en los perros braquicéfalos, por el acortamiento del
rostro, cara u hocico y en los pelones mexicanos o xoloitzcuintles por factores genéticos..

13
Los caninos (Figura 7), comúnmente conocidos como colmillos, tienen una
corona grande, cónica y curvada, que es más ancha cerca de la raíz, además de que
presentan dos surcos longitudinales (rostral y caudal). Los caninos superiores e
inferiores son semejantes excepto que la corona del inferior es ligeramente más corta y
curvada.

Canino superior Canino inferior

Figura 7. Vista lateral de caninos derechos de perro. La pieza superior es más robusta y ancha y
la inferior más curva.

Los premolares permanentes (Figura 8) presentan una corona más larga que
ancha o alta y tiene una prominencia aguda o cúspide situada centralmente y
generalmente otra en el extremo posterior (cresta caudal). En los premolares anteriores
se observa una estructura de la corona más simple, mientras que en los posteriores
podemos encontrar pequeñas cúspides accesorias entre la central y la cresta caudal. Los
premolares inferiores tienden a ser más cortos y ligeramente más pequeños que los
superiores, mientras que los superiores son comparativamente más delgados. El primer
premolar, tanto superior como inferior, posee una pequeña corona con una cúspide
puntiaguda mientras que el cuarto premolar superior (Pm4/) es notoriamente más grande
que el resto, constituyendo la mitad superior de lo que es llamado “par de molares
carnasiales”, carácter distintivo del orden carnívora.

El molar uno superior (M1/) (Figura 9) es casi triangular, con tres cúspides,
siendo una de ellas, la “rostrolateral”, la más grande. El molar dos superior (M2/) es
semejante al molar uno excepto que es mucho más pequeño.

De los molares inferiores (Figura 9) el primero (M/1) es muy grande y forma la


contraparte inferior del “par carnasial”. Posee una corona que presenta en sus dos
primeros tercios dos cúspides de tipo cortante, en tanto que el tercio caudal es bajo y

14
Cresta Cresta
Principal caudal

1 2 3 4

Premolares superiores

1 2 3 4

Premolares inferiores

Vista oclusal del premolar superior cuatro

Vista oclusal de los premolares inferiores

Figura 8. El perro, al igual que las restantes especies del género Canis, posee cuatro pares de
premolares superiores. (A) vista lingual de los premolares superiores e inferiores derechos (B),
dentro de los cuales destaca el premolar superior cuatro el cual es también conocido como
carnasial o molar carnicero. Vista oclusal del premolar superior cuatro izquierdo (C) y vista
oclusal de los premolares inferiores (D).

15
aplanado. De las dos cúspides cortantes, la segunda es notoriamente mayor. El molar
dos (M/2) presenta una superficie de la corona que recuerda el tercio caudal del molar
uno y el molar tres (M/3) es pequeño y cónico.

1 2

Molares superiores

1 2 3

Molares inferiores

Figura 9. Vistas linguales y oclusales de molares superiores derechos y molares inferiores


izquierdos.

ESQUELETO POSTCRANEAL

Huesos del tronco o vértebras. Los huesos del tronco, comúnmente conocidos como
vértebras, están conformados por unidades óseas que rodean a la médula espinal,
colocadas una tras otra formando, en conjunto, la llamada columna vertebral. Esta se
encuentra dividida en cinco conjuntos vertebrales, cada uno con un número
característico que, partiendo del cráneo, se nombran: vértebras cervicales (7 piezas);
vértebras torácicas (13 piezas); vértebras lumbares (7 piezas); vértebras sacras (3
piezas) y vértebras caudales (20 a 23 piezas). Es importante señalar que las vértebras

16
sacras se encuentran fusionadas constituyendo el elemento anatómico identificado como
sacro.

Apófisis espinosa

Epífisis articulares
caudales Apófisis articular craneal
Apófisis
transversas

Foramen vertebral
Cara Cara
craneal caudal

A B

Cuerpo vertebral

Figura 10. Estructura general de una vértebra: vista lateral (A), vista craneal (B).

De acuerdo a lo anterior la formula vertebral es:

C7 T13 L7 S3 C20 – 23
Una vértebra típica de cánido (Figura 10) se caracteriza por poseer un cuerpo,
una cara craneal, una cara caudal, un foramen vertebral, una apófisis espinosa, las
apófisis transversas y un par de apófisis articulares craneales, que articulan con las
articulares caudales de la vértebra que le antecede.

Vértebras cervicales. La primera vértebra cervical articula con el cráneo a la


altura de las foveas articulares occipitales y es comúnmente conocida como Atlas
(Figura 11), mientras la segunda vértebra recibe el nombre de Axis (Figura 12).
Posteriormente, se encuentran unidas, una tras otra, la tercera, cuarta, quinta, sexta y
séptima vértebras cervicales, las cuales tienen forma cuadrada, presentando una apófisis
espinosa que del Axis a la séptima va incrementando ligeramente su tamaño (Figura
13), mientras que las apófisis transversas tienen la forma de alas extendidas que corren
lateralmente a lo largo del cuerpo vertebral. Un aspecto que permite diferenciar a las
vértebras cervicales de otras (con excepción de la séptima vértebra cervical) es la
presencia de un par de agujeros transversos (Figura 13).

17
3

1 1

6 6

4
A B
2

1 1

3 3

6 6

Figura 11. Atlas: vista craneal (A), vista lateral (B), vista dorsal (C). En esta vértebra son
reconocidos los agujeros transversos (1), las alas (2), los agujeros vertebrales laterales (3), el
arco ventral (4), el tubérculo ventral (5) y las foveas articulares craneales (6).

2
2

1
5 5 5
3 4

A B

Figura 12. Axis: vista craneal (A), vista lateral (B). Diente (1), apófisis espinosa (2), agujero
transverso (3), apófisis transversa (4), proceso articular (5).

18
Vértebras torácicas o dorsales. La principal característica diagnostica de este
conjunto de vértebras es sin duda la presencia de caras articulares en los extremos de las
apófisis transversas siendo está el área anatómica donde se articulan las costillas (Figura
14). Otro carácter distintivo es que las apófisis espinosas se inclinan ligeramente hacia
la región caudal conforme se acercan al conjunto de vértebras lumbares y en
consecuencia la altura de las apófisis espinosas va decreciendo de la primera vértebra
torácica hasta la décima, siendo importante aclarar que las primeras tres o cuatro pueden
presentar el mismo tamaño. Las últimas presentan apófisis espinosas pequeñas y anchas
en la base (denominadas apófisis accesorias) que serán características del siguiente
conjunto vertebral.

1
2

Figura 13. Quinta vértebra cervical: vista lateral: agujero transverso (1), apófisis transversa (2),
apófisis espinosa (3), la cual va aumentando de tamaño conforme se aleja del axis.

Vértebras lumbares. Son siete vértebras lumbares (Figura 15). Su rasgo


distintivo es la presencia de las apófisis transversas que aumentan lateralmente de
tamaño de la primera a la quinta y disminuyen en su ancho en la sexta y séptima. Estas
apófisis se presentan anchas en vista dorsal, delgadas en vista lateral y orientada hacia el
cráneo, condición opuesta a lo que se manifiesta en los demás grupos de vértebras. Otro
carácter que les diferencía es la presencia de apófisis articulares que unen fuerte y
rígidamente a estas vértebras, haciendo casi imposible cualquier movimiento libre de
ellas.

Hueso sacro. El hueso sacro (Figura 16) está conformado por tres vértebras,
que se fusionan al pasar la fase de cría. Esta pieza es corta, ancha y de forma cuadrada,
las alas del sacro son prismáticas y altas; la superficie dorsal, presenta la cresta sacra

19
media formada por la fusión de las apófisis espinosas. El canal sacro está comprimido
dorsoventralmente.

1ª 2ª 3ª 4ª 5ª
6ª 7ª 8ª

10ª
11ª 12ª 13ª

A 2

1
5

3 3
4

B C

Figura 14. Las 13 vértebras dorsales en vista lateral (A), vista craneal de una vértebra dorsal
(B), vista lateral de dos vértebras dorsales (C). Apófisis espinosa (1), apófisis accesorias (2),
apófisis transversas (3), fogueas costales (son de dos tipos: craneales y caudales) (4), carillas
articulares craneales (5) y carillas articulares caudales (6).

Vértebras caudales. Las vértebras caudales en los cánidos varían en número,


forma y grado de desarrollo. De la primera a la sexta conservan las características
típicas de una vértebra (Figura 17), en tanto que de la octava en adelante se van
transformando en cilindros sólidos con apófisis dispuestas radialmente y cada vez más
pequeñas (Figura 17C).

20
4ª 5ª
2ª 3ª 6ª 7ª

1

Figura 15. Las siete vértebras lumbares en vista lateral (A), .vista dorsal de una vértebra lumbar
(B). Apófisis espinosas (1), apófisis transversas (2) y apófisis accesorias (3).

2
4
1 7
4
2
3
A B
3
6
2 2

5
C

Figura 16. Sacro: vista ventral (A), vista dorsal (B) y vista craneal (C). Base (1), proceso
articular craneal (2), cresta sacra medial (3), agujeros sacros pélvicos (4), canal sacro (5), alas
del sacro (6), proceso articular caudal (7).

Costillas. El tórax se compone por trece pares de costillas; tienen forma de arco
y su tamaño va en incremento de la primera a la octava o novena y posteriormente

21
decrece hasta la décimo tercera. Las ocho primeras se unen al esternón directamente
mientras que las cuatro siguientes lo hacen de forma indirecta, a través de un cartílago,
y la última es de condición flotante (Figura 18). La región de articulación de las
costillas, con las vértebras dorsales, está constituida por una cabeza, un cuello y un
tubérculo costal se encuentra muy bien desarrollada en la primera costilla, condición
que se mantiene en las cinco o seis primeras y posteriormente va dando paso a una
estructura más simple y sencilla hasta llegar a ser casi indistinguible del cuerpo de la
costilla.

B C

Figura 17. Vértebras caudales (cola) en vista lateral (A), vértebra caudal proximal al sacro, en
vista craneal (B) y vértebra caudal distal al sacro, en vista craneal (C).

Esternón. Esta estructura ósea está constituida por un conjunto de ocho piezas
denominadas “esternebras”. La primera recibe el nombre de manubrium y es de forma
peculiar, los restantes son rectangulares con poco detalle (Figura 18C).

Miembro torácico o anterior. El miembro torácico, comúnmente conocido


como anterior, está compuesto por la escápula, el húmero, el cúbito, el radio, los huesos
del carpo, los metacarpos y las falanges.

La escápula (Figura 19) es de forma oblonga, relativamente larga y estrecha;


presenta una “superficie serrata”, y un par de bordes llamados craneal y ventral; también
tiene tres ángulos, uno caudal y un par señalados como craneal y ventral, los cuales
forman el cuello que separa al cuerpo de la escápula de la zona de articulación, siendo
ésta donde se inserta la cabeza del húmero. Observando la cara lateral de la escápula se

22
aprecia la espina que corre a lo largo de la escápula, y que divide la superficie lateral en
dos cavidades suaves y prolongadas llamadas fosas de la espina.

5
6
4
3
8
8 1
7
9
2 9

A
C
B

Figura 18. Caja torácica en vista lateral izquierda (A): costillas esternales (1), asternales (2) y
flotante (3). Regiones anatómicas de una costilla típica (B): cabeza (4), cuello (5), tubérculo
costal (6) y cuerpo (7). Elementos anatómicos del esternón (C): manubrium (8), esternebra
típica (9).

Los diferentes huesos largos de los miembros presentan tres regiones bien
reconocibles. La parte del hueso que forma la articulación que se encuentra más
cercana al tronco recibe el nombre de epífisis proximal, el cuerpo del hueso es conocido

1
10 11

5 11 4 8 9
9 7
6
3 7

A B

Figura 19. Escápula derecha, vista lateral (A); región articular (B). Superficie serrata (1), borde
craneal (2), borde caudal (3), ángulo craneal (4), ángulo caudal (5), ángulo ventral (6), cavidad
glenoidea (7), proceso coracoideo (8), acromion (9), espina de la escápula (10) y fosas espinosas
(11).

23
como diáfisis y la parte que forma la articulación más lejana al tronco es la epífisis
distal. Cada hueso de los miembros presenta epífisis diferentes, adaptadas a las
necesidades inherentes a cada articulación, así como una diáfisis con rasgos
característicos y particulares.

2
1 4

Figura 20. Vista lateral del húmero derecho: epífisis proximal (1), tuberosidad deltoidea (2),
diáfisis (3), epífisis distal (4).

El húmero (Figura 20) es relativamente largo y con un ligero retorcimiento


espiral. En la epífisis proximal (Figura 21) destaca la cabeza, la cual es la superficie
articular para la escápula y dos tubérculos llamados mayor y menor. En la diáfisis de
éste hueso, en su porción proximal, se tiene una prominencia rugosa a manera de cresta
baja denominada tuberosidad deltoidea (Figuras 20 y 21B). La epífisis distal (Figura
22) presenta una superficie articular conocida como tróclea humeral, siendo está la
región anatómica donde se articula la ulna en una fosa llamada foramen supratroclear,
además de dos epicondilos, uno medial y otro lateral.

2 2
5 3 1 1

A B
Figura 21. Epífisis proximal de húmero derecho: vista medial (A), vista lateral (B). Cabeza (1),
tubérculo mayor (2), tubérculo menor (3), tuberosidad deltoidea (4), surco intertubercular (5).

A la ulna (Figura 23), se le considera el hueso más largo del perro. Su epífisis
proximal es ancha, en tanto que la distal es notablemente más delgada; la primera recibe

24
el nombre de olécranon, y es el sitio donde se encuentra la escotadura semilunar, siendo
fundamental para su articulación con el húmero; la epífisis distal de la ulna, se le conoce
comúnmente como apófisis estiloides.

4
3

Figura 22. Vista caudal de la epífisis distal del húmero derecho: tróclea humeral (1), foramen
supratroclear (2), epicondilo medial (3) y epicondilo lateral (4).

El radio (Figura 24), está aplanado cráneo-caudalmente y aumenta su tamaño


distalmente. Su epífisis proximal o cabeza es relativamente pequeña, en tanto que la
porción distal, conocida como tróclea del radio, es más ancha e incluye la superficie de
articulación con los huesos del carpo.

Figura 23. Vista latero-caudal de ulna derecha: olécranon (1), escotadura semilunar (2), apófisis
estiloides (3) y diáfisis (4).

El carpo (Figura 25), comprende siete huesos, que se disponen en dos filas: una
proximal constituida por tres huesos llamados cuneiforme, pisiforme, escafolunar
(Figura 26) y otra distal de cuatro elementos, identificados con números romanos: I, II,
III y IV.

25
2

1 3

Figura 24. Vista craneal del radio derecho: epífisis proximal (1), diáfisis (2) y epífisis distal (3).

Los huesos que forman el metacarpo (Figuras 25 y 27) son cuatro o cinco,
identificándose cada uno con un número romano de acuerdo con su posición, así el
número I corresponde al primer dedo, lo que sería el pulgar y el V que sería el meñique.
Cada metacarpo (Figura 25) consta de una base, un cuerpo y una tróclea distal. El
metacarpo I es el más corto, los III y IV son los de mayor tamaño con un cuerpo recto y
el II y el V son un poco menores y con un cuerpo con una visible curvatura.

1
Porción proximal 2
Carpo 3
Porción distal
4

Metacarpo 5

Figura 25. Vista craneal de los huesos del carpo y metacarpo derecho: cuneiforme (1),
pisiforme (2), escafolunar (3); cada metacarpo está constituido por una base (4), cuerpo (5) y
tróclea distal (6).

Salvo los detalles mencionados respecto a la curvatura y el tamaño, los


metacarpos son muy similares entre si, condición que aparentemente limitaría la
posibilidad de reconocer a cada uno, esta condición, sin embargo, es superable gracias a

26
las caras articulares de las epífisis proximales, las cuales presentan una forma
característica (Figura 27).

Figura 26. Cara distal del escafolunar derecho.

El dedo I posee dos falanges, en tanto que los restantes (II-V) tienen tres (Figura
28), cuyos nombres varían de un autor a otro, a la pieza proximal se le llama falange
proximal, primera falange o simplemente falange, a la segunda se le llama falange
media, segunda falange o falangina y a la tercera, falange distal, tercera falange o
falangeta. Esta última, a través de su apófisis unguicular, posee una prolongación ósea
que se inserta dentro de la uña.

B
I

V II
IV III

Figura 27. Caras articulares proximales de los metacarpos II a V derechos (A) y vista craneal de
los metacarpos derechos (B). Salvo por el menor tamaño del primer metacarpo, todos son muy
similares en su morfología, sin embargo las caras articulares tienen una forma característica que
permite ubicarlos anatómicamente.

27
Miembro pelviano o posterior. El miembro pelviano o posterior, esta
compuesto por la pelvis, fémur, patella, tibia, fíbula, los huesos del tarso, los metatarsos
y las falanges.

A
B

E
D
D

Figura 28. Vista craneal de falange proximal (A), falange media (B), falange distal (C) y cara
troclear de las dos primeras (D). La falange distal posee una prolongación ósea, la apófisis
unguicular (E), en la cual se inserta la uña o garra.

La pelvis esta conformada por dos huesos y a su ves cada uno es resultado de la
fusión de tres elementos (Figura 29): ilión; isquión y pubis. El acetábulo, área de
articulación del fémur, es resultado de la mencionada fusión. Hay una pelvis derecha y
una izquierda, las cuales se unen dorsalmente con el sacro, a la altura de la escotadura
isquiática mayor del ilion, y ventralmente a nivel de los forámenes obturadores a lo
largo de los ísquiones, para conformar lo que se conoce como cintura pélvica.

1
3
2
5
4

Figura 29. Vista lateral de la pelvis izquierda: ilión (1), isquión (2), pubis (3), acetábulo (4) y
escotadura isquiática mayor (5).

El fémur (Figura 30) es considerado uno de los huesos más fuertes del esqueleto
y tiene forma de bastón con una esfera en la región superior, o proximal,.

La región proximal del fémur (Figura 31) se compone por: cabeza, cuello,
trocánter mayor, fosa trocantérica, que separa a los anteriores, trocánter menor, tercer

28
trocánter y dos líneas rugosas llamadas labio medial y lateral. La región distal del
fémur (Figura 32), presenta: una tróclea, un par de cóndilos y entre ellos una fosa
intercondiloidea.

Figura 30. Vista caudal del fémur derecho: epífisis proximal (1), diáfisis (2), epífisis distal (3).

3
1
2 4

Figura 31. Vista caudal de la mitad proximal del fémur derecho: cabeza (1), cuello (2),
trocánter mayor (3), fosa trocantérica (4) y trocánter menor (5).

Abajo del fémur se encuentra la tibia la cual está acompañada de la fíbula y la


patella, conocida también como rótula (Figura 33). La región proximal de la tibia
(Figura 34), vista en su superficie articular, presenta un par de caras condilares, una
eminencia intercondilar y una cresta tibial. En su región distal (Figura 35), posee una
prolongación llamada maleolo medial y una zona de articulación, llamada cóclea.

29
2 3
1

Figura 32. Vista dorsal de la mitad distal del fémur derecho: fosa intercondiloidea (1), cóndilo
medial (2), cóndilo lateral (3) y tróclea (4).

La fíbula o peroné (Figura 36), tiene como característica una región ancha
llamada cabeza, siendo la unidad de la epífisis proximal, seguido de está se encuentra un
cuerpo que es todo lo largo del hueso (diáfisis) y un extremo distal en punta conocido
como maleolo lateral.

B
C

1 2

Figura 33. Patella (A): vista lateral (1) y vista craneal (2). Vista latero-caudal de tibia (B) y
fíbula (C) izquierdos.

30
3

2
1 1

Figura 34. Región proximal tibia izquierda: caras condilares (1), eminencia intercondilar (2) y
tuberosidad o cresta tibial (3).

2 1

1
A B

Figura 35. Región articular, epífisis distal de tibia izquierda (A) y detalle la cóclea (B): maleolo
medial (1), fíbula (2).

Los huesos tarsales se acomodan en tres filas (Figura 37): la primera, o


proximal, compuesta por el calcáneo y el astrágalo, ambos se articulan y dan forma al
talón, la segunda fila, conocida como media, la forma solamente el cuboide; por último
encontramos la fila distal que esta compuesta por el navicular y tres cuneiformes.

2
1 3

Figura 36. Fíbula izquierda: epífisis proximal o cabeza (1), diáfisis o cuerpo (2), epífisis distal
(3) y maleolo lateral (4).

31
A

C
E

Figura 37. Vista dorsal de los huesos del tarso derecho: el talón está constituido por el calcáneo
(A) y el tobillo por el astrágalo (B); la región media tarsal comprende: cuboides (C); la región
distal el navicular (D) y tres cuneiformes (E).

Figura 38. Calcáneo derecho: tuberosidad del calcáneo (1), sistentaculum tali (2).

Figura 39. Astrágalo derecho: tróclea (1) y cabeza (2).

El calcáneo (Figura 38) presenta una tuberosidad del calcáneo y un


sistentaculum tali que le dan forma de silla a dicho hueso. Por su parte el astrágalo
(Figura 39) presenta una tróclea y una región distal llamada cabeza del astrágalo.

32
A

V II
IV III

Figura 40. Caras articulares de los metatarsos II a V derechos (A); vista craneal de los mismos
(B).

Los metatarsos son numerados del I al V (Figura 40) (aunque el primero puede
estar presente o no). Su denominación es igual a la que se dio para el caso de los
metacarpos. Estas unidades óseas constan de una base, un cuerpo y una tróclea, siendo
esta la región más distal de dichos huesos. Al igual que con los metacarpos, la cara
articular de la epífisis proximal es diferente y característica en cada uno de ellos.

Figura 41. Vista lateral de falanges posteriores: falange proximal o primera falange (1), falange
media, falangina o segunda falange (2), falange distal, falangeta o tercera falange (3).

Los metatarsos II a V poseen tres falanges (Figura 41) y al igual que los
metacarpos son nombrados de acuerdo a su ubicación como: falanges proximales,
medias y dístales. Es importante señalar que cuando se encuentra el metatarso I, esté
llega a presentar solo una o dos falanges.

33
CAPITULO II

DESCRIPCIÓN Y MEDIDAS DEL CRÁNEO EN PERROS PREHISPÁNICOS,


LOBOS Y COYOTES MEXICANOS

A lo largo de la descripción osteológica hecha en el capítulo anterior se manifestó


explicita e implícitamente que las tres especies de Canis en México poseen una
morfología ósea bastante similar, lo suficiente como para asegurar que al describir los
huesos de un perro estamos reconociendo el esquema general del esqueleto de
cualquiera de los tres cánidos incluidos en este estudio.

HABITOS, MORFOLOGIA Y OSTEOLOGIA EN LOBOS, PERROS Y


COYOTES

Sin embargo y a pesar de la afirmación anterior, quien conozca a estas tres especies a
nivel osteológico podrá asegurar sin temor a equivocarse que existen suficientes
diferencias entre estos tres cánidos como para distinguir si un cráneo o un hueso largo
pertenece a un perro o a un lobo, resultado directo de los hábitos de cada uno, mismos
que repercuten en su morfología y esto, a su vez, en su esqueleto. A partir de este
criterio se considera que es necesario ilustrar al lector un poco dentro de lo que es el
estilo de vida de lobos y coyotes, ubicar al perro dentro de este esquema y
posteriormente ver como repercute esto en su sistema esquelético.

El lobo (Canis lupus). Son animales de vida social, de hábitos nocturnos y


territoriales (Grzimek 1972; Hall 1981; Leopold 1982; Rodríguez de la Fuente 1985),
los cuales habitaron todas las regiones de clima templado ubicadas entre las Sierras
Madres Oriental y Occidental hasta el nudo mixteco. En condiciones naturales el lobo
(Figura 42A) vive en manadas compuestas por cinco a diez individuos organizadas bajo
un esquema jerárquico. Se reproducen a inicios del año (Figura 43) y las camadas están
constituidas por cinco a seis crías. La competencia entre los individuos del mismo sexo
es algo común, aunque solo en el caso de la disputa del liderazgo pueden llegar a darse
enfrentamientos que deriven en verdadera lucha. El territorio de una manada puede
abarcar varias decenas de kilómetros cuadrados. Sus principales presas son ungulados y
mamíferos medianos y grandes. Medidas externas: longitud total, 1,003-2,046 mm;
cabeza, 240-280 mm; peso 20-75 Kg.

34
A

C
Figura 42. El lobo mexicano (Canis lupus baileyi) (A), el coyote (Canis latrans) (B) y el perro
(Canis familiaris) (C) son tres especies morfológicamente similares, cuya identificación a nivel
huesos requiere del análisis detallado de las diferentes partes del esqueleto (fotografías de lobo y
coyote tomada de Grzimek 1972, Matthews 1973; Rodríguez de la Fuente 1985).

Aunque el lobo varía mucho en sus dimensiones en función de la región que


habita (los que ocupan regiones frías son de mayor talla), es un animal robusto y
corpulento. Sus jornadas de cacería exigen velocidad y resistencia, pero la captura de
un venado, un borrego o un jabalí requerirá de enorme fuerza y corpulencia. A esto
debemos añadir que su vida social exige gran fortaleza física, acaso mayor que la que
requieren para cazar, pues la menor señal de debilidad o decaimiento físico de un
individuo será interpretado como momento para reubicar el patrón social existente. Este
esquema de vida se refleja en un esqueleto constituido por huesos robustos, pesados,
gruesos, con marcas claras en los sitios de inserción de los músculos.

35
Especies/fases Meses del año
del ciclo E F M A M J J A S O N D E
reproductivo
Lobo
Celo
Gestación
Lactancia
Coyote
Celo
Gestación
Lactancia
Perro
Celo
Gestación
Lactancia

Figura 43. Fases de los ciclos reproductivos de lobos, coyotes y perros dentro del territorio
mexicano a lo largo del año.

El coyote (Canis latrans). Este cánido es extremadamente flexible en sus


hábitos, es diurno y nocturno, territorial y más bien solitario. En México se encuentra
en todo el territorio, excepto en la península de Yucatán. Pasa la mayor parte del
tiempo deambulando de un lugar a otro y su territorio puede llegar a abarcar hasta 80
Km2. Es enormemente astuto y posee una dieta variada, aunque domina la cacería de
pequeños mamíferos, tales como lepóridos, roedores y tlacuaches. Su periodo de celo
abarca principalmente febrero, la gestación dura en promedio 63 días y las crías nacen a
finales de abril o a principios de mayo. A las tres semanas de edad, las crías dejan el
nido bajo la vigilancia de los padres y a las 12 semanas inician el aprendizaje del arte de
cazar. La dependencia de los padres continúa hasta los cinco meses de edad y a partir
de los siete meses se inicia la emancipación y búsqueda de su propio territorio. La
madurez sexual se alcanza al año de edad (Figura 43). Sus medidas externas son:
longitud total, 1,075-1,150 mm; cabeza, 180-240 mm; peso 10-16 Kg (Ceballos y
Galindo 1984; Grzimek 1972; Leopold 1982; Rodríguez de la Fuente 1985).

Debido a su movilidad y a que la mayor parte de su alimento está compuesto por


escurridizos mamíferos medianos, es lógico que el coyote sea más bien de complexión

36
ligera (Figura 42B), apta para movimientos rápidos y por ende sus huesos manifiesten
poca tendencia a la robustez, esto es, son poco gruesos, con diáfisis más bien delgadas.
Cuando se pueden observar a los huesos poscraneales del coyote puede uno pensar que
está viendo los restos de una liebre muy grande, más que a los de un cánido silvestre.

El perro (Canis familiaris). La diversidad de razas de perros hace imposible


obtener medidas promedio en la actualidad válidas para la especie, pero si empleamos
como punto de referencia a ejemplares pelones de talla media o a perros de la provincia
mexicana a los cuales denominamos “perros comunes” (Figura 42C), entonces si es
posible disponer de una imagen equivalente a la mostrada para lobos y coyotes aplicable
a nuestros objetivos.

La conducta primaria de los perros es la de un animal social, incluso cuando se


vuelven ferales una de sus prioridades es la búsqueda de otros animales para formar
manadas y cuando se trata de mascotas familiares es una constante seguir a la gente y
estar al tanto de cual es su posición dentro del grupo. En el campo un perro “común” es
seriamente apreciado por su fidelidad, obediencia, habilidad para la cacería e instinto
territorial. En los campos sembrados pueden cazar todo tipo de roedores, lepóridos, así
como insectos y aceptan la mayoría de los desechos alimentarios de la gente. Se
reproducen dos veces al año, en la primavera y en el otoño (Figura 43). Sus medidas
externas son: longitud total, 600-800 mm; cabeza 160-200 mm; peso, 9-12 Kg.

Está completamente demostrado que el perro desciende del lobo (Vilà 1997),
incluso puede sostenerse la idea de que el perro es una raza de Canis lupus adaptada al
ámbito humano. Una forma de verlo, a nivel osteológico, es que a pesar de que un perro
común o un xoloitzcuintle pueden ser de apariencia grácil y de talla media, cuando se
comparan huesos de un perro con los de un coyote y de un lobo, salta a la vista que los
primeros muestran la apariencia de pertenecer a “un lobo chico” y aunque la longitud de
los huesos largos puede ser semejante a la que vemos en el caso del coyote, es visible su
mayor robustez.

MATERIALES DE ESTUDIO

Conocidas las particularidades de las tres especies de Canis mexicanas y su impacto en


su condición osteológica, el siguiente paso es comprender la forma como esto puede ser
utilizado dentro del presente estudio.

37
Figura 44
A. VISTA BASAL C. VISTA LATERAL

B. VISTA DORSAL D. VISTA LATERAL DE LA MANDÍBULA

39
Medidas craneales: Medidas mandibulares:
1. Longitud máxima craneal 12. Longitud de la mandíbula
2. Longitud basal 13. Longitud máxima de la mandíbula
3. Largo del paladar 14. Altura de la rama mandibular
4. Ancho máximo del paladar 15. Ancho de la rama mandibular
5. Ancho del cráneo 16. Altura de la rama mandibular a nivel del M/1
6. Longitud nasión-basión
7. Ancho auricular
8. Ancho mínimo frontal
9. Ancho frontal
10. Ancho mínimo interorbital
11. Longitud facial

Figura 44. Medidas en cráneo de cánidos utilizadas por los autores (Crockford 1997; Driesch
1976).

Al unir la similitud morfológica del esqueleto de lobos, perros y coyotes con las
diferencias biométricas derivadas de su esquema de vida, queda como punto de partida
para su identificación las diferencias morfométricas entre huesos, dicho de otra forma,
la morfología de los huesos no es necesariamente la vía adecuada para identificar a la
especie, pero sí la relación entre medidas para cada elemento óseo.

Para abordar esta parte del estudio se constituyó un banco de información con
las medidas de huesos de tantos esqueletos de lobos y coyotes como fue posible obtener,
así como ejemplares indiscutibles de perros de contextos arqueológicos prehispánicos.
De esta forma, la colección completa incluye un total de 29 individuos (Anexo 1), a
saber:

1. Diez ejemplares de lobo (Canis lupus), procedentes de la Colección


Nacional de Mamíferos (CNMA) del Instituto de Biología de la UNAM.

2. Nueve individuos de la especie C. latrans (coyote) que provienen del


Laboratorio de Vertebrados de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas
(ENCB) del IPN.

3. Un ejemplar de coyote de la Sección de Biología de la Dirección de


Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH.

4. Nueve perros (C. familiaris), provenientes de diversos contextos


arqueológicos, cuyos materiales arqueozoológicos han sido estudiados tanto
por el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones
Antropológicas, UNAM, como por la Sección de Biología de la ya
mencionada dirección.

40
Este último dato, el referente a los perros, es necesario retomarlo. Como se
mencionó en páginas anteriores, en la actualidad existen todas formas de perros posibles
y pretender hacer un estudio como el presente tomando un lote de perros actuales es tan
ilusorio como inconveniente, pues cada región, cada país, incluso cada ciudad del
mundo actual posee poblaciones de perros que varían localmente, sobre todo por la alta
cantidad de mezclas que se dan entre individuos de diferentes razas. En realidad, un
objetivo como el que se persigue en esta obra, solo puede alcanzarse a través de un lote
de perros morfológicamente similares y procedentes de contextos mesoamericanos,
condición que cubren los ejemplares arqueológicos lo cual, por otro lado, es lo más
adecuado si consideramos la orientación del presente trabajo.

De las tres especies que nos ocupan, en el caso de los lobos se contó además con
esqueletos íntegros; de los coyotes sólo se obtuvieron dos individuos completos, uno del
Laboratorio de Vertebrados, ENCB-IPN y el de la DSA-INAH; los perros, por su parte,
aportan esqueletos casi completos o parcialmente completos.

RASGOS MORFOLÓGICOS Y PATRONES DE MEDIDAS

Las diferencias que se presentan a nivel del cráneo y mandíbula entre, lobo, coyote y
perro, tienen dos niveles:

a) Rasgos morfológicos: se establecieron con base en la experiencia, observación


y manejo de los materiales arqueozoológicos.

b) Dimensiones: con base en los trabajo de Crockford (1997) y Driesch (1976),


se presentan cuatro esquemas modificados (Figura 44), donde se muestra la ubicación
de cada una de las medidas que se tomaron. Es importante destacar que no siempre fue
posible obtener todas las medidas mostradas, sobre todo en los ejemplares
arqueológicos, ya que frecuentemente los cráneos de cánidos, obtenidos en excavación
arqueológica, están incompletos o fracturados.

Conjunto de medidas

Vista Basal (Figura 44A)

2.- Longitud basal.- Del cóndilo occipital (borde del foramen magno) al extremo
anterior del hueso incisivo o premaxilar (punto pr).

41
3.- Largo del paladar.- Del hueso incisivo (punto pr) al meato naso-faringeo
(punto sta).

4.- Ancho máximo del paladar.- Distancia entre los M1/ desde las caras
vestibulares o labiales.

Vista Dorsal (Figura 44B)

5.- Ancho del cráneo.- Distancia entre los parietales (punto eu).

7.- Ancho auricular.- Distancia entre las bases de las apófisis cigomáticas del
hueso temporal o proceso cigomático de la escama del temporal.

8.- Ancho mínimo frontal.- Distancia mínima tomada por atrás de las apófisis
orbitales o cigomáticas del frontal.

9.- Ancho frontal.- Distancia entre las apófisis cigomáticas del frontal o procesos
supraorbitales (puntos ect).

10.- Ancho mínimo interorbital.- distancia mínima entre las dos fosas oculares,
tomada por delante de las apófisis orbitales o cigomáticas del frontal.

Vista Lateral (Figura 44C)

1.- Longitud máxima craneal.- Distancia entre la porción anterior del hueso
incisivo (punto pr) y el extremo posterior de la cresta o apófisis interparietal o cresta del
occipital.

6.- Longitud nasion-basion.- De la región inferior del foramen magno (punto


ba), al punto donde se unen los dos frontales con los dos nasales.

11.- Longitud facial.- Del punto donde se unen los frontales con los nasales, a la
región anterior del hueso incisivo (punto pr).

Mandíbula (Figura 44D)

12.- Longitud al proceso angular, llamada también longitud de la mandíbula.-


Del proceso angular a la región infradental (punto id).

13.- Longitud al cóndilo articular, llamada también longitud máxima de la


mandíbula.- Del cóndilo a la región infradental (punto id).

14.-Altura de la rama mandibular.- Del proceso angular al proceso coronoides.

42
15.- Ancho de la rama mandibular.- Distancia entre la porción anterior de la
rama y el espacio entre el cóndilo y el proceso angular.

16.- Altura de la rama a nivel del M/1.- Distancia del punto más alto del alveolo
de M/1 a la base de la rama horizontal.

Lobo del Instituto de Biología de la UNAM

Coyote de la Dirección de Salvamento


Arqueológico del INAH

Perro arqueológico

Figura 45. Tres ejemplos de cráneos de perro arqueológico, coyote y lobo que fueron parte del
lote de ejemplares estudiados dentro de la investigación realizada. El ejemplar de perro tiene
aproximadamente 1,100 años de antigüedad.

DIFERENCIAS DEL CRÁNEO

Rasgos morfológicos del neurocráneo.

Como veremos a continuación, cada sector del cráneo y mandíbula de Canis posee
caracteres que varían de acuerdo con la especie de que se trate.

43
Lobo Coyote Perro

Figura 46. Vista dorsal de los neurocráneos de lobo, coyote y perro prehispánico.

El tamaño y forma del neurocráneo (Figura 1) es la primera diferencia que salta


a la vista (Figuras 45 y 46). En el lobo el neurocráneo es grande, robusto, pesado y
debido a que su forma no varía demasiado al pasar de los parietales a los frontales
tiende a verse más bien alargado. Por el contrario en el coyote es más bien ovoide y
ligero y en el perro es más bien semiesférico.

Lobo Coyote Perro

Figura 47. Cresta sagital en ejemplares masculinos de lobo, coyote y perro prehispánico. La
cresta sagital de los lobos machos es muy larga y alta; en el coyote es mucho menos prominente
aunque claramente visible y en el perro se manifiesta solo en el extremo posterior.

La cresta sagital (Figuras 45 y 47) en el lobo es notable, larga, alta y robusta; en


el coyote es delgada, menos acentuada, aunque está presente desde los frontales hasta el
occipital; en el perro tiende a ser delgada y corta, solo claramente presente en la parte
interparietal. Es importante aclarar que la condición genérica (macho, hembra) influye
de manera decisiva en el tamaño de la cresta sagital, pues en las hembras se desarrolla
de manera moderada, siendo sustituida frecuentemente por dos rebordes óseos que
corren paralelos a la línea de unión de los parietales, empero, las diferencias
proporcionales respecto del tamaño de la cresta en función de la especie se aplican de
igual forma en unos casos u otros. En el capítulo VIII se retomará con detalle la
identificación del sexo a través de los huesos.

44
B

Figura 48. Posición de las bullas timpánicas en el cráneo y bullas timpánicas en lobo (A),
coyote (B) y perro prehispánico (C).

Región
mastoidea

Lobo Coyote Perro prehispánico


Figura 49. La región mastoidea, la cual se encuentra atrás del orificio del oído, es empleada
como elemento diagnóstico en Canis, ya que su complejidad y tamaño varía en función de la
especie. En el lobo es compleja y muy notoria, en el coyote es visible, aunque su forma es
sencilla y en el perro es poco notoria y simple en su estructura.

45
Las bullas timpánicas (Figura 48) de los lobos son anchas y tienden a
manifestarse un poco planas, las del coyote son relativamente grandes, similares a
pequeños globos muy inflados y las de los perros son ovoides, más largas que anchas.

La región mastoidea es otro sector del cráneo donde se observan diferencias en


función de la especie (Figura 49). El lobo posee una región mastoidea más grande que
el orificio del oído, similar a un trapezoide de superficie irregular pero donde destacan
dos gruesos rebordes. Los coyotes también tienen una región mastoidea de apariencia
trapezoidal pero que se presenta como dos pequeñas superficies lisas separadas por un
surco. Finalmente, en los perros esta región es más sencilla en su aspecto y más
pequeña, similar a un pequeño rombo, poco perceptible, cortado en su parte media por
un surco.

Lobo

Coyote

Perro
Figura 50. La prolongación de los temporales, en el sector donde se une al proceso articular de
la mandíbula, varía en su forma, según la especie.

Por último tenemos, en la base del arco cigomático, un pequeño proceso, que
articula con el cóndilo mandibular en la región de la fosa glenoidea y que al observarlo
puede ayudarnos a diferenciar a los canidos en cuestión. En el lobo esté proceso es
amplio, semi-circular y, junto con la fosa glenoidea, forma un arco evidente; en el
coyote el arco no es evidente y el proceso es más bien delgado; por último, en el perro
se puede al proceso cuadrado y robusto (Figura 50).

46
Curva nasal

Lobo

Coyote

Perro
prehispánico

Figura 51. Vistas dorsal y lateral de los rostros de lobo, coyote y perro. La curva nasal, que es
el arco que crea conforme la línea del rostro desciende de los frontales a la zona nasal, casi no
existe en el coyote, es poco visible en el lobo y en el perro es más prominente.

Rasgos morfológicos del cráneo facial.

El rostro del lobo es macizo y robusto, el del coyote ligero, muy alargado y
angosto y el del perro es comparativamente ancho y corto (Figura 51). El hueso
incisivo del lobo tiende a ser de forma angulosa. Un detalle importante es el nivel de
curvatura que se manifiesta en el rostro en su vista lateral, curvatura que es denominada
“curva nasal” (Figura 51), pues varía según la especie: en el coyote es casi inexistente,
resultado de que el rostro sea alargado y por tanto se manifieste como “casi recto”, en el
lobo es poco notoria y en el perro es muy evidente.

47
MORFOMETRIA DEL CRÁNEO

Para el trabajo relacionado con la identificación de cánidos el lote de medidas mostradas


cubren un solo objetivo: comparar e identificar. Como hemos visto, los cráneos de
lobos, coyotes y perros presentan algunas diferencias que pueden ayudar a distinguirlos,
aunque son elementos aislados y de carácter cualitativo, lo cual puede dificultar la
identificación. La importancia de las medidas es que a través de ellas pueden no solo
reconocerse las diferencias sino además cuantificarlas, lo cual le proporciona una mayor
confiabilidad al análisis que estemos realizando.

Veamos con más detalle el empleo de este recurso. Si medimos el ancho del
cráneo (Figura 44 medida 5, ver también anexo 1) y comparamos los valores obtenidos
(Figura 52) podemos constatar que existe una visible diferencia entre lobos, coyotes y
perros. Los primeros ocupan la parte superior de la gráfica por poseer valores por
encima de los 60 mm (promedio 65 mm); mientras que los coyotes oscilan en la parte
media con valores de 54 a 58 mm (promedio 56.5 mm) y los perros están en la parte
inferior ya que las cifras obtenidas se encuentran entre 45 y 55 mm (promedio 50.3
mm). Otro caso similar lo tenemos al trabajar la medida de la longitud máxima craneal
(Figura 44 medida 1, anexo 1), donde, nuevamente, los lobos se manifiestan con las
mayores dimensiones y los perros con las menores (Figura 53).

70

65

60
Ancho (mm)

55

50

45

40
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Individuos
Clave:
Lobos Coyotes Perros

Figura 52. Grafica de ancho del cráneo (ver valores en anexo 1).

48
Sin embargo este manejo de las medidas tiene sus límites, sobre todo cuando se
busca reconocer si el cráneo que medimos pertenece a un coyote o a un perro. La
Figura 54 muestra la gráfica con los valores del ancho frontal (Figura 44 medida 9;
anexo 1, tablas 1.3-1.5) y, como puede verse, los lobos se ubican, nuevamente, en la
parte superior de la gráfica, pero los dos cánidos restantes presentan valores muy
similares e incluso dentro de la franja de 50 a 55 mm tenemos presencia de ejemplares
pertenecientes a los tres cánidos.

260

240

220
Longitud (mm)

200

180

160

140
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
Individuos
Clave:
Lobos Coyotes Perros

Figura 53. Longitud máxima craneal (ver valores en anexo 1).

Observando estos casos podemos obtener una serie de conclusiones: en primer


lugar, que si es posible disponer de medidas que permiten distinguir si un cráneo de
cánido pertenece a un lobo, un coyote o un perro; en segundo lugar, que no todas las
medidas tienen el mismo valor diagnóstico; tercero, que de las tres especies el lobo es el
más fácil de reconocer, pues las diferencias de sus dimensiones son bastante claras en la
mayoría de los casos.

A partir del análisis de las medidas correspondientes a nuestros lotes de


ejemplares, podemos ubicar a un selecto grupo que pueden, por si solas, emplearse para
reconocer a un cánido de otro; dentro de este grupo incluiríamos a la longitud máxima
craneal, ancho del cráneo, longitud basal, largo del paladar, longitud nasion-basion y

49
65

60

55
Ancho frontal (mm)

50

45

40

35

30
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos
Clave:
Lobos Coyotes Perros

Figura 54. Gráfica de ancho frontal (ver valores en anexo 1).

longitud facial (Figuras 52, 53 y 55; anexo 1, tablas 1.3-1.5), es decir la mitad del total
de medidas empleado, el resto puede verse como de poco valor diagnóstico, sobre todo
al momento de tratar de saber si el cráneo que poseemos es de un coyote o de un perro.

Sin embargo hay otros recursos que podemos utilizar a fin de ampliar nuestro
rango de acción y aprovechar al máximo los datos que proporcionan las medidas, para
buscar la forma de que todas ellas puedan darnos algún beneficio.

El recurso a considerar es el empleo simultáneo de dos medidas. Tomemos


como caso ilustrativo la longitud del paladar, ya que los maxilares son partes del cráneo
que se conservan con relativa frecuencia. Al manejar dentro de varias gráficas los
valores de dicha medida, junto con los de las diez restantes (Figura 56) vemos que en el
caso del largo y ancho del paladar los ejemplares se acomodan en campos
independientes, quizá cercanos, pero definitivamente separados (Fig. 56B), lo cual
permite afirmar que a través del uso de estas dos medidas podemos identificar a
nuestros restos con suficiente certeza y así saber si son de lobo, de coyote o de perro.

Otros casos, concretamente los que comparan el largo del paladar contra la
longitud máxima craneal (Fig. 56A), contra la longitud basal (Fig. 56C), contra el ancho
del cráneo (Fig. 56D) y contra la longitud nasion - basion (Fig. 56E) llevan a

50
A
250 B
120
230
110

L. del paladar
L. basal

210
100
190
90
170
80
150
70
130
60
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos Individuos
C D
140 140
130 130
L. nasion-basion

120 120
110

L. facial
110 100
100 90
90 80
80 70
60
70 50
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos Individuos

Figura 55. Comportamiento de las longitudes basal (A), del paladar (B), nasion-basion (C) y facial en lobos, coyotes y perros. Junto con las medidas de
ancho del cráneo y la máxima craneal conforman el lote de medidas individuales más adecuadas para identificar la especie de Canis a través del cráneo (ver
clave de gráficas en Figura 44). Los valores son en milímetros.

40
Figura 56
A
260

240
Clave:
220
Lobos
L. max. craneal

200 Coyotes
Perros
180

160

140

120

100
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
B
85
80
75
Ancho del paladar

70
65
60
55
50
45
40
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar
C
240

220
Longitud basal

200

180

160

140

120
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar

41
Figura 56 (continuación)
D
70

65
Ancho del cráneo
60

55

50

45

40
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
E
145

135
Largo nasion-basion

125

115

105

95

85

75
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
F
80

75
Ancho auricular

70

65

60

55

50
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar

42
Figura 56 (continuación)
G
45
43
41
A. mín. frontal 39
37
35
33
31
29
27
25
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
H
65

60
Ancho frontal

55

50

45

40

35
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar
I
60
55
Ancho min interorbital

50
45
40
35
30
25
20
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar

43
J
140
130
120
110
Long. facial

100
90
80
70
60
50
60 70 80 90 100 110 120
Largo del paladar

A. Longitud del paladar vs longitud máxima craneal


B. Longitud del paladar vs ancho del paladar
C. Longitud del paladar vs longitud basal
D. Longitud del paladar vs ancho del cráneo
E. Longitud del paladar vs longitud nasion-basion
F. Longitud del paladar vs ancho auricular
G. Longitud del paladar vs ancho mínimo frontal
H. Longitud del paladar vs ancho frontal
I. Longitud del paladar vs ancho mínimo interorbital
J. Longitud del paladar vs longitud facial

Figura 56. Comportamiento de las medidas craneales de lobos, coyotes y perros comparando
los valores de la longitud del paladar con las diez restantes (ver valores en anexo 1). Todos los
valores están expresados en milímetros.

gráficas que muestran una franja más o menos continua, a lo largo de la cual se
acomodan los individuos: los lobos en el extremo superior derecho, los coyotes en la
parte media y los perros en la parte inferior izquierda. Podemos considerar que a través
de estas medidas podemos identificar a nuestro cánido, aunque existe el riesgo de que
los valores obtenidos lo coloquen en una zona limítrofe y por lo tanto lo adecuado es
tomar a estas cuatro opciones con ciertas reservas.

Por último tenemos las gráficas que comparan al largo del paladar contra el
ancho auricular (Figura 56F), contra el ancho mínimo frontal (Figura 56G), contra el
ancho frontal (Figura 56H), contra el ancho mínimo interorbital (Figura 56I) y contra la
longitud facial (Figura 56J), en las cuales los campos de los coyotes y los perros se
traslapan y por lo mismo no podemos considerarlos buenas opciones para nuestro

44
Figura 57
Longitud basal vs ancho del cráneo.

67

62 Lobos
Ancho del cráneo Coyotes
57
Perros
52

47

42
130 150 170 190 210 230
Longitud basal

Longitud basal vs ancho máximo del paladar.


85
80
Ancho máximo del paladar

75
70
65
60
55
50
45
40
130 150 170 190 210 230
Longitud basal

Longitud basal vs ancho mínimo interorbital.


60
55
Ancho mínimo interorbital

50
45
40
35
30
25
20
125 145 165 185 205 225 245
Longitud basal

45
Figura 57 (continuación)
Longitud máxima craneal vs ancho máximo del paladar.
85
80
75
Anccho del paladar 70
65
60
55
50
45
40
140 160 180 200 220 240
Longitud máxima craneal

Longitud máxima craneal vs ancho mínimo interorbital.


60
55
Ancho mínimo interorbital

50
45
40
35
30
25
20
140 160 180 200 220 240 260
Longitud máxima craneal

Largo del paladar vs ancho máximo del paladar.


85
80
75
Ancho del paladar

70
65
60
55
50
45
40
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar

46
Figura 57 (continuación)
Ancho máximo del paladar vs ancho del cráneo
70

65

Ancho del cráneo 60

55

50

45

40
40 50 60 70 80 90
Ancho máximo del paladar

Ancho máximo del paladar vs longitud facial.


140
130
120
Longitud facial

110
100
90
80
70
60
50
40 50 60 70 80 90
Ancho máximo del paladar

Ancho máximo del paladar vs longitud nasion-basion


145

135
Longitud nasion-basion

125

115

105

95

85

75
40 50 60 70 80 90
Ancho máximo del paladar

47
Longitud nasión-basión vs longitud facial
140

130

Longitud nasion-basion
120

110

100

90

80
55 75 95 115 135
Longitud facial

Figura 57. Diez gráficas en las cuales el empleo de pares de medidas permiten obtener el
máximo de separación entre los lobos, coyotes y perros. Todos los valores presentados son en
milímetros (ver anexo 1).

objetivo, a menos que solo nos interese saber si tenemos o no a un lobo en nuestras
manos.

Revisando una por una las diferentes gráficas que elaboramos a través del
empleo de dos medidas es posible obtener un grupo selecto donde nuestros ejemplares
aparecen formando conjuntos bien diferenciados de acuerdo con la especie a la que
pertenecen (Figura 57). Estos diez pares de medidas son los que mayor confiabilidad
ofrecen al momento de buscar la identificación, pues los campos donde se ubican lobos,
coyotes y perros se manifiestan bien separados.

Además de estos diez pares de medidas tenemos veinte cuyo valor diagnóstico
es menor y, por último, hay 25 que no sirven para diferenciar entre coyotes y perros. En
la Figura 58 tenemos el conjunto completo de medidas acomodadas para poder cruzarlas
por pares y en cada casilla un dígito que representa su valor diagnóstico: el uno (1) para
aquellas opciones de más alto valor dentro de la labor de identificación, el dos (2) para
las de valor relativo y el tres (3) para las de poco valor. Al final no solo es posible ver
con detalle como se distribuyen las diferentes opciones dentro de todo el conjunto de
medidas, sino además darle un valor a cada una de éstas dentro del trabajo de
identificación. De esta forma, las medidas de ancho máximo del paladar y longitud

48
basal se ubican como las que más pueden ayudar a la identificación, seguidas por la
longitud máxima craneal y la facial; la contraparte, o sea las medidas que menos ayudan
en la identificación son el ancho auricular, el ancho frontal y el ancho mínimo frontal.

Medidas LMC LB LP AP AC LNB AA AMF AF AMI LF


LMC X 2 2 1 2 2 2 3 3 1 2
LB 2 X 2 1 1 2 2 2 3 1 2
LP 2 2 X 1 2 2 3 3 3 3 3
AP 1 1 1 X 1 1 3 3 3 3 1
AC 2 1 2 1 X 2 3 3 2 3 2
LNB 2 2 2 1 2 X 3 3 2 3 1
AA 2 2 3 3 3 3 X 3 3 3 3
AMF 3 2 3 3 3 3 3 X 4 3 2
AF 3 3 3 3 2 2 3 3 X 3 2
AMI 1 1 3 3 3 3 3 3 3 X 2
LF 2 2 3 1 2 1 3 2 2 2 X
I.C. 2 1.8 2.4 1.8 2.1 2.1 2.8 2.8 2.8 2.5 2.0

Clave de medidas:
LMC.- Longitud máxima craneal.
LB.- Longitud basal.
LP.- Largo del paladar.
AP.- Ancho máximo del paladar.
AC.- Ancho del cráneo.
LNB.- Longitud nasion-basion.
AA.- Ancho auricular.
AMF.- Ancho mínimo frontal.
AF.- Ancho frontal.
AMI.- Ancho mínimo interorbital.
LF.- Longitud facial.

Clave de valor diagnóstico:


1. Buen grado de confiabilidad como instrumento de identificación.
2. Confiable con ciertas reservas por quedar contiguos los campos de las especies.
3. Baja confiabilidad por favorecerse el sobrelapamiento de los campos.

Figura 58. El empleo de pares de medidas de cráneos de cánidos mexicanos para identificar
especie tiene rangos de confiabilidad, desde aquellas que pueden emplearse como medio de
identificación sin mayores problemas hasta aquellas que tienen un valor muy relativo. De las 55
opciones a emplear para la identificación, diez son de buen nivel de confiabilidad, 20 se pueden
emplear con este fin bajo ciertas reservas, y 25 tienen poco valor al respecto. El índice de
confiabilidad (I.C.), que es el promedio de los valores asignados a cada par de medidas, indica
que la longitud basal y el ancho del paladar son las que tienen más valor como elementos
diagnósticos.

49
DIFERENCIAS DE LA MANDIBULA

Rasgos morfológicos de la mandíbula.

Como en el caso del cráneo, la mandíbula posee caracteres vinculados con el tipo de
cánido al que pertenece. En lobos la rama horizontal de la mandíbula es ancha, y por
tanto robusta y pesada; en el coyote, es larga y angosta, más recta; en el perro, es
parecida a la del lobo, pero no tiene la robustez del cánido silvestre. En coyotes y
perros la altura a nivel del M/1 es semejante, pero en estos últimos la altura de la rama
varía a nivel de los molares y de los premolares y en los coyotes dicha altura
prácticamente se mantiene homogénea a lo largo de toda la rama horizontal (Figura 59).

E
B
Lobo
B

D
Coyote
A

C
Perro prehispánico

Figura 59. Mandíbula inferior o dentario de lobo, coyote y perro prehispánico. El ápice que
sobresale en el extremo superior del proceso coronoide del perro (A), el ancho de la rama
horizontal en diferentes puntos (B), el aspecto recto o curvo de la rama horizontal (C), la forma
de la parte posterior (D) y del proceso angular (E) son detalles que permiten identificar a la
especie.

50
En la rama ascendente, los lobos presentan un proceso coronoide amplio y
redondeado o redondo, con un borde liso; en el coyote la forma es triangular, o sea,
notoriamente más ancha en la base y mucho más angosta en el extremo superior y en el
perro los anchos no varían demasiado, siendo lo más característico un pequeño ápice de
la parte superior que está dirigido hacia atrás (Figura 59A). Debido a que este ápice se
ha reconocido desde hace tiempo como un carácter relacionado con la raza de lobo de la
cual se derivó el perro (Olsen 1985; Valadez 2003) y que no está presente en
poblaciones de Canis americanas, su presencia en dentarios de lobos o coyotes es
considerada evidencia indiscutible de hibridación.

Figura 60
A. Longitud de la mandíbula.
180
170
Longitud de la mandíbula

160
150 Lobos
140
130 Coyotes
120
Perros
110
100
90
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

B. Longitud máxima de la mandíbula.


180
Long. máxima de la mandíbula

170
160
150
140
130
120
110
100
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

51
C. Altura de la rama mandibular.
80
75

Altura de rama mandibular


70
65
60
55
50
45
40
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

D. Ancho de la rama mandibular.


50

45
Ancho de rama mandibular

40

35

30

25

20
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

E. Altura de la mandíbula a nivel de M/1.


33
31
29
Altura a nivel de M/1

27
25
23
21
19
17
15
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

Figura 60. Comparación gráfica de las medidas mandibulares de lobos, coyotes y perros (ver
anexo 1).

52
Figura 61
A. Longitud de la mandíbula vs longitud máxima de la mandíbula.

170

Longitud de la mandíbula
160

150 Lobos
140 Coyotes

130 Perros

120

110

100
100 120 140 160
Longitud máxima de la mandíbula

B. Longitud de la mandíbula vs altura de la rama de la mandíbula.

75

70
Altura de rama mandibular

65

60

55

50

45

40
100 120 140 160
Longitud de la mandíbula

C. Longitud de la mandíbula vs ancho de la rama de la mandíbula.

45
Ancho de rama mandibular

40

35

30

25

20
100 120 140 160
Longitud de la mandíbula

53
Figura 61 (continuación)
D. Longitud de la mandíbula vs altura de la rama mandibular a la altura de M/1
33
31
29
Altura a nivel de M/1 27
25
23
21
19
17
15
100 120 140 160 180
Longitud de la mandíbula

E. Longitud máxima de la mandíbula vs altura de la rama de la mandíbula.


80
Altura de la rama de la mandíbula

75
70
65
60
55
50
45
40
100 120 140 160 180
Longitud máxima de la mandíbula

F. Longitud máxima de la mandíbula vs ancho de la rama de la mandíbula.


50

45
Ancho de la mandíbula

40

35

30

25

20
100 120 140 160 180
Longitud máxima de la mandíbula

54
Figura 61 (continuación)
G. Longitud máxima de la mandíbula vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.
33

Altura de la rama a nivel de M/1


31
29
27
25
23
21
19
17
15
100 120 140 160 180
Longitud máxima de la mandíbula

H. Altura de la rama de la mandíbula vs ancho de la rama de la mandíbula.


50
Ancho de la rama mandibular

45

40

35

30

25

20
35 45 55 65 75 85
Altura de la rama mandibular

I. Altura de la rama de la mandíbula vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.


33
31
Ancho de la rama mandibular

29
27
25
23
21
19
17
15
40 50 60 70 80
Altura de la rama mandibular

55
J. Ancho de la rama de la mandíbula vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.
33

Altura de la rama a nivel de M/1


31
29
27
25
23
21
19
17
15
20 25 30 35 40 45 50
Ancho de la rama mandibular

Figura 61. Gráficas que muestran el comportamiento de las medidas mandibulares en la


muestra de cánidos (medidas en mm). Los lobos siempre se muestran separados del resto, pero
respecto de los coyotes y perros, solo las longitudes mandibulares, combinadas con la altura de
la rama mandibular ofrecen suficiente confianza como elementos diagnósticos (ver valores en
anexo 1).

Por último, en el lobo la parte posterior de la rama horizontal de la mandíbula se


une directamente al proceso angular, el cual es ancho, de apariencia cuadrada con un
ápice en forma de gancho (Figura 59E); en el perro el borde de la rama horizontal
termina con la forma de una pequeña prolongación recta y horizontal que se une al
proceso, mismo que es de forma triangular o cuadrada y en el coyote dicha
prolongación horizontal es muy notoria, extensa y el proceso angular es un pequeño
triángulo.

MORFOMETRIA DE LA MANDIBULA

Como en el caso de las medidas del cráneo, a nivel mandibular existe un conjunto
equivalente (Anexo 1), mismo que debe analizarse para ubicar el valor que poseen
dentro del trabajo de identificación, labor más sencilla en cuanto a que el número de
medidas es menor, solo cinco, pero acaso más determinante en el sentido de que estas
piezas óseas son bastante comunes en el registro arqueológico y la probabilidad de que
aparezca una mandíbula completa es mucho mayor que en el caso de los cráneos.

56
Al momento de ver la forma como se comportan las cinco medidas en sus
respectivas gráficas (Figura 60, anexo 1), vemos que en realidad solo las dos que se
relacionan con la longitud mandibular ofrecen suficiente confiabilidad, pues las
restantes no diferencian con suficiente claridad a los coyotes de los perros. La
combinación de medidas ofrece 10 opciones, aunque solo tres de éstas (Figuras 61A, B,
E y 62) pueden considerarse como de alto valor diagnóstico, otros dos casos (ancho
mandibular vs longitud de la mandíbula y vs la longitud máxima de la mandíbula)
(Figuras 61C, 61F y 62) tendrían un valor relativo y los cinco restantes son de bajo o
incluso de nulo valor, pues favorecen el sobrelapamiento de los espacios de distribución
hasta llegar al punto en que coyotes y perros se fusionan en uno solo, tal y como ocurre
al combinar la altura de la mandíbula a nivel de M/1.

Medidas LM LMM ALRM ANRM AM/1


LM X 3 1 2 3
LMM 3 X 1 2 3
ALRM 1 1 X 4 4
ANRM 2 2 4 X 4
AM/1 3 3 4 4 X
I.C. 1.75 1.75 2.5 3 3.5

Clave:
LM. Longitud de la mandíbula (al proceso angular).
LMM. Longitud máxima de la mandíbula (al cóndilo articular).
ALRM. Altura de la rama mandibular.
ANRM. Ancho de la rama mandibular.
AM/1. Altura de la rama a nivel de M/1
Clave de valor diagnóstico:
1. Buen grado de confiabilidad como instrumento de identificación.
2. Confiable con ciertas reservas por quedar contiguos los campos de las especies.
3. Baja confiabilidad por favorecerse el sobrelapamiento de los campos.
4. Nula confiabilidad.
I.C. Indice de confiabilidad.

Figura 62. Cuadro que muestra los niveles de valor diagnóstico de las medidas mandibulares.

El índice de confiabilidad obtenido para cada medida (Figura 62) indica que las
longitudes de la mandíbula y la altura de la rama mandibular son las de más alto valor
para el trabajo de identificación y la de menor confiabilidad, la altura a nivel del primer
molar, algo esperado si recordamos que en la descripción morfológica se destacó que en
esta medida casi no había diferencias entre perros y coyotes y que el dato más
importante era la forma como variaba la altura de la rama horizontal en diferentes
puntos.

57
CAPITULO III

DIFERENCIAS EN LAS PIEZAS DENTARIAS DE PERROS PREHISPÁNICOS,


LOBOS Y COYOTES MEXICANOS.

Aunque menos espectaculares que los cráneos o las mandíbulas, los dientes son
elementos de enorme valor diagnóstico en la mastozoología, por lo que su empleo
dentro de la identificación de lobos, coyotes y perros es no solo esperable sino casi
obligado, baste decir que son los elementos óseos que más probabilidad tienen de
sobrevivir al tiempo para entender la necesidad que tenemos de estudiarlos.

DIFERENCIAS MORFOLÓGICAS
En incisivos y caninos aparentemente no existen diferencias sustanciales que permitan
identificar a alguna de las tres especies de Canis a partir de ellos. Con respecto a los
premolares, en lobos son anchos y robustos; en coyotes son altos y delgados y en el
perro tienden a ser de alturas semejantes a las del coyote pero más anchos (Figura 63).
Un carácter distintivo de los coyotes es que las cúspides secundarias se encuentran bien
desarrolladas, mientras que en los perros y los lobos son más conspicuos. En vista
vestibular (Figura 63), la cúspide mayor de los premolares forma un ángulo más agudo
en los coyotes que en perros y lobos.

Una pieza de importante valor diagnóstico es el cuarto premolar superior, la


pieza carnasial (Figura 64). Los lobos presentan un carnasial superior muy grande,
ancho y robusto; en los coyotes y los perros la pieza presenta dimensiones semejantes,
pero en el coyote la imagen que muestra es de una pieza comparativamente larga. Un
dato importante es la posición y tamaño del tubérculo lingual, pues en el coyote este
tubérculo es largo, muy notorio y forma un ángulo recto con respecto del eje
anteroposterior de la pieza, en tanto que en perros es menor y forma un ángulo de
menos de 90º y en los lobos es muy pequeño, inconspicuo, poco notorio.

En cuanto a los molares superiores (Figuras 65 y 66), el primero presenta, en los


lobos, la forma de un “triángulo equilátero” con una porción lingual redonda, robusta y
con cúspides de contornos suaves. En el perro la forma triangular se conserva, aunque

58
Segundo y tercer premolares superiores izquierdos

Lobo

Coyote

Perro

Primero a cuarto premolares inferiores izquierdos

Lobo

Coyote

Perro
Figura 63. Vistas vestibulares del tercero y cuarto premolares superiores y oclusales del
primero al cuarto inferiores. Las imágenes permiten ver que en el coyote posee piezas altas y
delgadas con cúspides accesorias bien desarrolladas, mientras que en los perros prehispánicos y
lobos se manifiestan como más anchas y con una morfología más simple.

tiende más a la forma de un triángulo rectángulo y los ángulos que se forman son
mucho más claros, sobre todo en la porción lingual, en la cual sobresalen dos pequeñas
cúspides. Por último, en los coyotes el triángulo tiende a ser más largo en el eje labial-

59
lingual debido al mayor desarrollo de la porción lingual, misma que tiende a curvarse
hacia la parte posterior. El segundo molar posee características similares al primero, o
sea, forma sencilla pero robusta en los lobos y más alargada y compleja en el coyote.

Lobo Coyote Perro prehispánico


Figura 64. Vista vestibular (arriba) y oclusal (abajo) del cuarto premolar superior (carnasial
superior) de lobos, coyotes y perros prehispánicos. En los lobos la pieza es muy ancha y
robusta con un tubérculo lingual (círculo punteado) pequeño y a veces apenas distinguible, en el
coyote es más bien larga con un tubérculo muy desarrollado, casi tan ancho como el cuerpo del
premolar y en posición perpendicular con respecto del eje longitudinal de la pieza, por último,
en los perros tiende a ser ancha con un tubérculo claramente visible.

En los molares inferiores el primero es donde se observan las mayores


diferencias. En el coyote vemos que por su cara lingual, a nivel de la fosa oclusal y
entre los tubérculos lingual y linguo-distal, se presenta un pequeño tubérculo, mientras
que en perros y lobos dicho tubérculo no existe o no es notorio (Figura 67). Asímismo,
las crestas marginales de la región distal son más notorias en los coyotes que en lobos y
perros.

Lobo Coyote Perro prehispánico


Figura 65. Molares superiores de lobos, perros y coyotes. Las piezas de los lobos, aunque
grandes, presentan una forma simple con superficies de contornos redondeados; las de los
coyotes tienden a ser muy anchas, curveadas y con cúspides muy notorias; por último, las de los
perros son poco robustas y anguladas.

60
DIFERENCIAS MORFOMÉTRICAS

A través de la descripción de las piezas hemos mostrado como algunos de los criterios
para la labor de identificación se relacionan con las dimensiones o con la relación entre
anchos o altos, por esto es lógico suponer que, como en el caso de los cráneos y las
mandíbulas, existe forma de reconocer a la especie de cánido a partir de las medidas
dentales.

Perro

Lobo

Coyote

Figura 66. Dibujos de cuarto premolar, primero y segundo molares superiores de perros, lobos
y coyotes, obtenido a través de la observación de diversos ejemplares.

Medidas empleadas en piezas dentales

En términos generales se consideran tres medidas para los dientes (Figura 68).
La longitud anteroposterior es acaso la más significativa y se obtiene midiendo los
extremos de la pieza siempre sobre su eje antero-posterior. Es importante considerar la
posición anatómica del diente, ya que siempre se hace siguiendo el sentido
anteroposterior de cráneo y mandíbula, condición que lleva a que en premolares y

61
molares esta medida se tome siguiendo a la línea de inserción de las piezas dentales,
mientras que, en el caso de los incisivos, se hace de la cara labial a la lingual.

Lobo

Coyote

Perro prehispánico
Figura 67. Molares inferiores izquierdos en lobo, coyote y perro prehispánico. Como en otros
casos, las piezas de los lobos se distinguen por su robustez, las de los coyotes por ser
relativamente angostas y las del perro por su tendencia a ser mas bien chicas. En el primer
molar del coyote, señalado con la flecha, se encuentra un pequeño tubérculo, el cual no
observamos en las otras dos especies.

La altura se obtiene midiendo la longitud de la corona, generalmente desde el


punto más alto del diente hasta el borde inferior de la corona y desde el lado labial,
procurando que la medida sea lo más vertical posible, con respecto de la posición
natural de la pieza. Por último, al medir los puntos más distales de un diente,
moviéndonos sobre un eje perpendicular al de la longitud anteroposterior, estamos
obteniendo su ancho. Nuevamente debe señalarse que en premolares y molares la
medida abarca al ancho del diente desde la cara lingual hasta la labial, pero en los
incisivos se tomará siguiendo la línea de inserción.

Valor diagnóstico de las medidas de las piezas dentales

Como en el caso de las medidas craneales y mandibulares, cada medida de cada


diente tiene un valor específico, el cual varía desde lo más significativo hasta lo más
intrascendente. Dado que hablamos de 22 piezas dentales y tres medidas para cada una,
manejar simultáneamente y con la misma intensidad 66 variables, en el caso de disponer

62
de un cráneo con dentición completa, puede convertirse en algo bastante complejo, más
aún si no sabemos que confiabilidad debemos darle a cada valor obtenido.

Clave:
Longitud anteroposterior
Altura
Ancho

Figura 68. Medidas en piezas dentales de cánido y ejemplos de éstas. La longitud


anteroposterior se toma siguiendo el eje anteroposterior de la mandíbula; el ancho abarca la
distancia máxima en sentido labial (mesial) – lingual y la altura va del borde de contacto raíz-
corona al punto más alto de ésta última desde la cara labial.

Para determinar que piezas dentales y que medidas pueden ser las más
importantes dentro del trabajo de identificación, el primer paso realizado por los autores
fue obtener los promedios de los valores obtenidos para las tres medidas con los
ejemplares de referencia (Figuras 69-71; anexo 1, tablas 1.6-1.14). Las gráficas
muestran el valor promedio para cada pieza comparando lobos, coyotes y perros; así,
tenemos casos como la longitud anteroposterior de los premolares superiores 2, 3 y 4,
en los cuales los promedios se acomodan bastante distanciados unos de otros (Figura
69), lo cual lleva a la idea de que estas medidas son viables a emplearse dentro del
trabajo de identificación. Otras, como la altura del segundo premolar inferior (Figura
70), presenta un valor promedio más bajo en los perros que en los coyotes o lobos y el
ancho de los premolares superiores es bastante mayor en estos últimos que en los
restantes cánidos (Figura 71). Por último, existe un lote de medidas, por ejemplo la
longitud anteroposterior y la altura del tercer molar inferior, que poco aportan a nuestro
trabajo.

63
30
Perros
Coyotes
Lobos
25
Longitud anteroposterior (mm)

20

15

10

c/c
i/1

i/2

i/3

m/1

m/2

m/3
pm/1

pm/2

pm/3

pm/4
13/

c/
i1/

i2/

pm1/

pm2/

pm3/

pm4/

m1/

m2/

Superiores Inferiores
Piezas dentales
Figura 69. Media de la longitud anteroposterior de las piezas dentales de lobos, coyotes y perros.

64
25
Perros
Coyotes
Lobos

20

15
Altura (mm)

10

c/c
i/1

i/2

i/3

m/1

m/2

m/3
pm/1

pm/2

pm/3

pm/4
13/

c/
i1/

i2/

pm1/

pm2/

pm3/

pm4/

m1/

m2/

Superiores Inferiores
Piezas dentales

Figura 70. Media de la altura de las piezas dentales de lobos, coyotes y perros.

65
18
Lobos
Coyotes
16 Perros

14

12
Ancho (mm)

10

c/c
i/1

i/2

i/3

m/1

m/2

m/3
pm/1

pm/2

pm/3

pm/4
13/

c/
i1/

i2/

pm1/

pm2/

pm3/

pm4/

m1/

m2/

Superiores Inferiores
Piezas dentales
Figura 71. Media del ancho de las piezas dentales de lobos, coyotes y perros.

66
Revisando cada opción disponible y determinando el tipo de información que
proporcionan, podemos asignar a cada medida un valor diagnóstico (Figura 72).
Tenemos un grupo de ocho medidas que permiten saber si la pieza en cuestión
perteneció a un perro, a un coyote o a un lobo; el segundo conjunto está constituido por
cuatro medidas en las cuales los perros se separan de coyotes y lobos, de manera que
pueden emplearse para saber si tenemos frente a nosotros a un cánido doméstico o a uno
silvestre pero nada más. El conjunto más grande, en cuanto a número de medidas (32)
se caracteriza porque los lobos presentan valores mucho mayores, aunque a través de
ellas no es factible distinguir entre coyotes y perros. Por último tenemos 19 medidas
que no apoyan el trabajo de identificación.

Observando la frecuencia de los cuatro niveles diagnósticos dentro de cada tipo


de medida (Figura 72), vemos que la longitud anteroposterior es la que más
probabilidad tiene de ofrecernos datos que pueden ayudar en la identificación, mientras
que en el caso de la altura, solo en la mitad de los casos es posible esperar alguna
información significativa. Respecto de que dientes pueden ser más importantes en
nuestra labor, los caninos, los premolares (excepto el primer premolar inferior) y el
segundo molar inferior entrarían en este grupo, sobre todo cuando es posible obtener las
tres medidas.

El grado en que explotemos la información contenida en las piezas, vía las tres
medidas y el nivel diagnóstico presentado en la Figura 72, depende en buena medida del
sentido común, pues tan importante es disponer de abundantes piezas dentales
completas, como de la forma en que combinemos la información.

Veamos algunos casos. En la Figura 73 tenemos gráficas en las que vemos el


manejo separado y combinado de la longitud anteroposterior del segundo molar inferior
(M/2) y la altura del canino inferior (/C), ambas medidas ubicadas como de alto valor
diagnóstico (Figura 72). La primera se manifiesta en la gráfica con amplios rangos de
separación entre cánidos (Figura 73A), la segunda imagen (Figura 73B) deja ver que las
medidas de altura permite distinguir en la mayoría de los casos a que especie pertenece
y, en la tercer gráfica (Figura 73C) vemos que los individuos de cada especie forman
conjuntos claramente separados de los otros. Este ensayo permite asegurar que el
empleo de medidas con el más alto valor diagnóstico (= 1, en Figura 72) permite la
identificación de la especie.

67
Piezas Medida/nivel de valor diagnóstico Valor de la pieza dental como elemento diagnóstico
dentales L. anteroposterior Altura Ancho
S I1 4 3 3
u 12 3 3 4 Mayormente para identificar lobos
p 13 3 3 3
e C 3 1 3 La altura permite reconocer especies, las restantes a los lobos
r Pm1 2 4 3
i Pm2 1 4 3 El uso simultáneo de las tres medidas permite identificar especies
o Pm3 1 4 3
r Pm4 1 3 3
e M1 3 3 3 Mayormente para identificar lobos
s M2 4 4 2 El ancho permite reconocer perros
I I1 4 3 4 Poco valor diagnóstico
n I2 4 4 3
f I3 3 3 4 Mayormente para identificar lobos
e C 3 1 3 La altura permite reconocer especies, las restantes a los lobos
r Pm1 4 4 3 Poco valor diagnóstico
i Pm2 2 2 3 El uso simultáneo de las tres medidas permite identificar especies
o Pm3 1 4 3 Buen valor como elemento diagnóstico
r Pm4 1 4 3
e M1 3 3 3 Mayormente para identificar lobos
s M2 1 4 3 Buen valor como elemento diagnóstico
M3 4 4 3 Poco valor diagnóstico

Clave de nivel de valor diagnóstico:


1. Alto valor diagnóstico.
2. Buen valor diagnóstico para identificar perros, bajo valor diagnóstico para diferenciar entre lobos y coyotes.
3. Buen valor diagnóstico para identificar lobos, bajo valor diagnóstico para diferenciar entre coyotes y perros.
4. Poco o nulo valor como elemento diagnóstico.

Figura 72. Evaluación de las medidas de las piezas dentales como elementos diagnósticos para la identificación de lobos, coyotes y perros.

68
Otros casos a analizar son aquellos en los cuales combinamos una medida de valor
diagnóstico alto (= 1) con otras de nivel medio, es decir, valor de dos (2) o tres (3) (Figura
72). Como primer ensayo observemos el comportamiento de la longitud anteroposterior en
premolares superiores uno y dos (Pm1/ y Pm2/) (Figura 74), un caso en donde la primer
variable posee un valor diagnóstico de dos (2) y la segunda de uno (1). La primera gráfica
(Figura 74A) deja ver como varios lobos y coyotes presentan los mismos valores y en la
segunda (Figura 74B) los individuos, en su gran mayoría, se acomodan de acuerdo con su
condición de especie, comportamientos acordes a lo esperado; por último, al emplear las
dos medidas simultáneamente (Figura 74C) constatamos que, como en el caso anterior
(Figura 73C), cada especie forma un conjunto claramente separado del resto.

Ahora veamos que ocurre con el manejo de la longitud anteroposterior y ancho del
premolar cuatro superior (Pm4/) (Figura 75), situación donde combinamos variables con
valor diagnóstico de uno (1) y de tres (3) (Figura 72). En el caso de la longitud (Figura
75A) vemos que, salvo dos coyotes y un perro, todos los cánidos se encuentran bien
separados y, respecto del ancho, los perros muestran una alta variación en el valor (Figura
75B), lo cual hace que se mezclen con los coyotes. Al tener ambas medidas juntas (Figura
75C) se da lugar a una gráfica en la cual los lobos quedan muy bien diferenciados y coyotes
y perros forman conjuntos separados, aunque contiguos. El análisis de estos casos nos lleva
a concluir que el manejo combinado permite rebasar ciertas limitaciones que tenemos
cuando empleamos una sola medida y de esa manera incrementar nuestro grado de
certidumbre respecto del tipo de cánido que estudiamos.

¿Y que ocurre cuando empleamos medidas con valor diagnóstico de dos (2) o tres
(3)? Como caso a emplear consideremos las alturas del segundo premolar inferior (Pm/2) y
del primer molar inferior (M/1) (Figuras 72 y 76). Con la primera variable tenemos valores
de lobos y coyotes mezclados (Figura 76A) y con la segunda tenemos lo propio pero con
coyotes y perros (Figura 76B). La combinación de las dos medidas (Figura 76C) nos ofrece
una imagen en la cual cada cánido tiene su espacio, aunque no hay certidumbre respecto de
donde empieza y termina cada uno.

Como es lógico, el uso de medidas cuyo valor diagnóstico es nulo lleva a


condiciones en las cuales la suerte jugará un papel importante, pues solo podremos lograr

69
una identificación positiva si los valores de nuestro ejemplar entran perfectamente dentro
del rango medio de alguna de las especies. A este respecto vale

A. Longitud anteroposterior de /M2.


14
13
12

Longitud de M/2
11
10 Lobos
9 Coyotes
8 Perros
7
6
5
4
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

B. Altura del /C.


30

25
Altura de /C

20

15

10

5
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

C. Longitud anteroposterior de M/2 vs altura de /C.


27
25
23
21
Altura de /C

19
17
15
13
11
9
7
5 6 7 8 9 10 11 12 13
Longitud de M/2

Figura 73. Comportamiento individual (A, B) y combinado (C) de la longitud anteroposterior del
segundo molar inferior (M/2) y la altura del canino inferior /C).

70
A. Longitud anteroposterior de Pm1/.
7,5
7
6,5

Longitud de Pm1/
6
Lobos
5,5
Coyotes
5
Perros
4,5
4
3,5
3
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

B. Longitud anteroposterior de Pm2/.


15
14
13
Longitud de Pm2/

12
11
10
9
8
7
6
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

C. Longitud anteroposterior de Pm1/ y Pm/2.


15
14
13
Long. de Pm2/

12
11
10
.
9
8
7
6
4 4,5 5 5,5 6 6,5 7
Longitud de Pm1/

Figura 74. Comparación individual (A, B) y combinada (C) de la longitud anteroposterior en


premolares superiores uno y dos (Pm1/ y Pm2/).

71
A. Longitud anteroposterior de Pm4/.
26

24

Longitud Pm4/
22
Lobos
20 Coyotes
18 Perros

16

14
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

B. Ancho de Pm4/.
11

10
Ancho del Pm4/

5
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

C. Longitud anteroposterior vs ancho de Pm4/.


11

10

9
Ancho Pm4/

5
15 17 19 21 23 25 27
Longitud Pm4/

Figura 75. Longitud anteroposterior y ancho del premolar cuatro superior (Pm4/) de forma
individual (A, B) y combinada (C).

72
A. Altura de Pm/2.
8

Altura de Pm/2
6
Lobos
5 Coyotes
Perros
4

2
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

B. Altura de M/1
17
16
15
14
Altura de M/1

13
12
11
10
9
8
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Individuos

C. Altura de Pm/2 vs altura de M/1


17
16
15
14
Altura de M/1

13
12
11
10
9
8
2,5 3,5 4,5 5,5 6,5 7,5
Altura de Pm/2

Figura 76. Gráficas individuales (A, B) y combinada (C) de las alturas del segundo premolar
inferior (Pm/2) y del primer molar inferior (M/1).

73
considerar es la altura de los premolares inferiores dos y tres (Pm/2 y Pm/3), ya que son
piezas que llegan a conservarse con cierta facilidad. Dado que la primer variable (altura de
Pm/2) tiene un valor diagnóstico de dos (2) (Figura 72), podría suponerse que su empleo
podría contrarrestar la condición de valor diagnóstico nulo (4) de la altura del tercer
premolar inferior (Pm/3), sin embargo la gráfica derivada de la combinación de las dos
variables (Figura 77) muestra el inconveniente de emplear esta opción, ya que los
individuos de las tres especies se dispersan de tal modo que sería casi imposible determinar,
por este medio, si nuestro material de estudio pertenece a un perro un coyote o un lobo.

10

8
Altura de Pm/3

Lobos
Coyotes
7
Perros

4
2,5 3,5 4,5 5,5 6,5 7,5
Altura de Pm/2

Figura 77. Distribución de cánidos estudiados a partir de las medidas de la altura del segundo y
tercer premolares inferiores.

Como puede verse, las medidas de los dientes son una importante herramienta
dentro del trabajo de identificación, aunque el nivel de certidumbre varía mucho en función
del tipo y número de piezas disponibles. Afortunadamente existe un rango de acción
óptimo para aprovechar a estos elementos y de esta forma explotar al máximo estos
elementos óseos, con frecuencia los más abundantes y mejor conservados.

74
CAPITULO IV

DIFERENCIAS ENTRE PERROS PREHISPÁNICOS, LOBOS Y COYOTES


MEXICANOS A TRAVÉS DE MEDIDAS COMBINADAS DE CRÁNEO Y
DIENTES

A lo largo de los dos últimos capítulos hemos visto como las medidas de cráneo, mandíbula
y dientes apoyan la labor de identificación de cánidos, vía restos óseos; hemos visto los
niveles de confiabilidad que podemos asignar a cada medida de cráneo, mandíbula y
dientes y como emplearlos de diversas formas.

En este espacio avanzaremos en este estudio al máximo nivel posible, viendo la


forma como podemos llevar a cabo la identificación empleando la combinación de dientes
y cráneo o dientes y mandíbula o mandíbula y cráneo. No obstante que parece constituir
este ensayo algo equivalente a lo mostrado atrás, ciertamente es una labor por demás ardua,
basta con la reflexión de que esto implica analizar y evaluar simultáneamente todas las
combinaciones posibles entre las once medidas del cráneo, las cinco de la mandíbula y las
63 dentales, para entender lo que esto implica, pues nos ofrece un total de 3,465 opciones.

Obviamente ante la complejidad que implicaría mostrar al lector 3,465 gráficas con
los respectivos comentarios, consideramos que lo más adecuado es reflexionar sobre la
importancia de este espacio de investigación y analizar los casos que consideramos más
significativos e importantes dentro del reto que representa el estudio de restos
arqueozoológicos los cuales, en su inmensa mayoría, llegan a nuestras manos en
condiciones que están muy lejos de lo ideal, casi siempre como piezas incompletas.

ELEMENTOS CRANEALES Y DENTALES MÁS FRECUENTES EN EL


REGISTRO ARQUEOZOOLOGICO

Si pensamos un momento en las implicaciones contenidas en este nivel de investigación,


podemos concluir que abarca el extremo de lo que científicamente podemos hacer al
momento de tener en nuestras manos unos cuantos restos óseos y junto con el reto de
determinar si pertenecieron a un perro, un coyote o un lobo. Si poseemos la suerte de
disponer de un cráneo íntegro, una mandíbula o una batería completa de dientes es claro

75
que las propuestas mostradas en páginas anteriores poseen todo lo necesario para reconocer
cual especie de Canis tenemos en las manos, pero cuando el reto es identificar la especie a
través de un trozo de mandíbula con un par de dientes, la mitad de un maxilar y un molar
aislado o bien la mitad de una mandíbula y parte de un neurocráneo, entonces es
indispensable hacer uso de todo dato disponible para alcanzar nuestros objetivos.

Medidas Piezas dentales y medidas


craneales y Pm4/ M1/ Pm/3 Pm/4 M/1
mandibulares L AL AN L AL AN L AL AN L AL AN L AL AN
AC 3 2 2 3 1 3
LP 3 1 1 3 2 3
AP 2 3 3 3 1 1
AMF 3 3 3 3 3 3
AF 3 3 3 3 3 3
AMI 3 3 3 3 3 3
LF 1 2 3 3 2 3
LMM 2 3 2 1 2 3 2 3 1
ANRM 1 3 3 2 3 3 3 3 3
AM/1 1 3 3 2 3 3 3 3 3

Clave de medidas:
AC.- Ancho del cráneo.
LP.- Largo del paladar.
AP.- Ancho máximo del paladar.
AMF.- Ancho mínimo frontal.
AF.- Ancho frontal.
AMI.- Ancho mínimo interorbital.
LF.- Longitud facial.
LMM. Longitud máxima de la mandíbula (al cóndilo articular).
ANRM. Ancho de la rama mandibular.
AM/1. Altura de la rama a nivel de M/1
L. Longitud anteroposterior.
AN. Ancho.
AL. Altura.

Clave de valor diagnóstico:


1. Buen grado de confiabilidad como instrumento de identificación.
2. Confiable con ciertas reservas por quedar contiguos los campos de las especies.
3. Baja confiabilidad por favorecerse el sobrelapamiento de los campos.

Figura 78. Conjunto de medidas que más frecuentemente pueden tomarse en materiales craneales,
mandibulares y dentales de cánidos en función de la abundancia y tipo de restos que aparecen en el
registro arqueozoológico.

Considerando los años de experiencia de los autores es viable partir de una reflexión
acerca de que es lo que más frecuentemente aparece en el registro arqueológico y que

76
puede ser empleado para cubrir nuestros objetivos. Los dentarios son relativamente
comunes, siendo probable que se conserve íntegra la rama horizontal,

Figura 79
A. Altura del M1/ vs ancho craneal
140
130
120
Ancho del cráneo 110
100 Lobos
90 Coyotes
80 Perros
70
60
50
40
4 6 8 10 12
Altura de M1/

B. Altura del Pm4/ vs largo del paladar.


140
130
120
Ancho del cráneo

110
100
90
80
70
60
50
40
4 6 8 10 12
Altura de M1/

C. Ancho del Pm4/ vs largo del paladar.


10,5
10
9,5
9
Ancho de Pm4/

8,5
8
7,5
7
6,5
6
5,5
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar

77
D. Altura de M1/ vs ancho del paladar
33

28

Altura de M1/
23

18

13

3
40 50 60 70 80
Ancho del paladar
E. Ancho de M1/ vs ancho del paladar.
25

23

21

19
Ancho M1/

17

15

13

11

9
40 50 60 70 80 90
Ancho del paladar

F. Longitud anteroposterior de Pm4/ vs longitud facial.


140
130
120
Longitud facial

110
100
90
80
70
60
50
14 16,5 19 21,5 24 26,5
Longitud de Pm4/

Figura 79. Seis combinaciones de medidas craneales y dentales que poseen alto valor diagnóstico.

78
sobre todo a nivel del primer molar inferior, así como la base de la rama y, en lo que
respecta a las piezas dentales inferiores, serían los premolares tercero y cuarto y el primer
molar los que pueden llegar a conservarse completos por tratarse de elementos grandes y
robustos; siendo por tanto nuestro conjunto de opciones a considerar (Figura 78).

Respecto del cráneo, disponer de uno completo, que permita obtener longitud basal,
longitud máxima o ancho auricular es realmente un suceso fortuito, siendo más normal que
aparezcan maxilares, rostros o partes superiores del cráneo, de forma tal que medidas como
largo y ancho del paladar, ancho del cráneo, anchos frontales e interorbitales pueden ser
relativamente fáciles de obtener. Respecto de los dientes superiores, la pieza carnicera
(Pm4/) y el primer molar (M1/) son viables a conservarse, sueltos o adheridos al maxilar.

En la Figura 78 tenemos las combinaciones posibles considerando el grupo de


opciones óseas y medidas consideradas en el párrafo anterior. Como puede verse, de las 69
opciones hay diez que poseen un buen grado de valor diagnóstico (Figuras 79 y 80), lo cual
permite avanzar en la identificación de nuestro cánido, aún cuando contemos con un trozo
de maxilar que solo nos permite medir su ancho y una pieza dental suelta (Figura 79D, E) o
un fragmento de mandíbula con una pieza dental (Figura 80B).

Figura 80
A. Longitud anteroposterior de Pm/3 vs ancho de la rama mandibular.
50
Altura de rama mandibular

45

40
Lobos
35 Coyotes
Perros
30

25

20
7 9 11 13 15
Longitud de Pm/3

79
B. Longitud anteroposterior de Pm/3 vs altura de la mandíbula a nivel de M/1.
33

Altura de mandíbula a nivel de M/1


31
29
27
25
23
21
19
17
15
6 8 10 12 14
Longitud anteroposterior de Pm/3

C. Longitud anteroposterior de Pm/4 vs longitud máxima de la mandíbula.


180
170
Longitud de la mandíbula

160
150
140
130
120
110
100
8 10 12 14 16 18
Longitud de Pm/4
E. Ancho de M/1 vs longitud máxima de la mandíbula.
12

11

10
Ancho M/1

6
100 120 140 160 180
Longitud de la mandíbula

Figura 80. Combinaciones de medida dental y de la mandíbula con alto valor diagnóstico.

80
CAPITULO V

COLUMNA VERTEBRAL.

Como se indicó en el primer capítulo, la columna vertebral esta integrada por siete
vértebras cervicales que incluyen el atlas y el axis, trece vértebras dorsales, siete lumbares,
tres vértebras fusionadas, que en conjunto se denominan como hueso sacro y de 20 a 23
vértebras caudales (Figuras 11-17).

A pesar del considerable número de vértebras, las observaciones realizadas indican


que a nivel morfológico solamente el atlas y el axis presentan, cuando menos, un par de
rasgos anatómicos diferenciales, aunque a nivel dimensional no es factible la identificación
de la especie (Anexo 1, Tabla 1.15).

Para el Atlas el carácter diagnóstico es el tubérculo ventral (Figura 81). Así


tenemos que en esta pieza el tamaño y robustez del tubérculo ventral es mayor y evidente
en los lobos, siendo desvanecido y poco prolongado en los coyotes e intermedio en el caso
de los cánidos domésticos (Figura 81).

Figura 81. Izquierda: imagen general del atlas en el que se muestra el tubérculo ventral (interior del
círculo) y atlas de perro (A), lobo (B) y coyote (C). El tubérculo del coyote es casi inexistente,
mientras que en el perro y lobo se encuentra bien desarrollado.

81
En cuanto al Axis, segunda vértebra cervical, el elemento de diferenciación es el
tamaño de las apófisis articulares que es más notable y levantado en los coyotes (formando
una escotadura en “C” si es observada lateralmente), en tanto que en lobos y perros dichas
apófisis se observan semi-planas y poco desarrolladas (Figura 82).

Perro Lobo Coyote

Figura 82. Arriba: vista lateral del axis de cánido en el cual se señala la región donde se encuentran
las apófisis articulares, mismas que se observan claramente cuando vemos de frente a la cara
posterior (abajo), dejando ver como varía su forma de acuerdo con la especie.

82
CAPITULO VI

EXTREMIDADES ANTERIORES Y POSTERIORES

Al igual que en el caso de la columna vertebral, los huesos largos ofrecen información
limitada acerca de la especie relacionada. Ciertamente la experiencia constituye un rubro
que cobra fuerza al paso de los años, pero dentro de lo que es el trabajo morfométrico con
huesos largos no es fácil disponer de elementos diagnósticos.

El aspecto de mayor valía dentro del trabajo de identificación es sin duda el mayor
tamaño de los huesos de lobo, aspecto por demás evidente, tal y como lo hemos visto en
numerosas ocasiones. Si comparamos la longitud de los principales huesos largos en
diversos ejemplares de lobos, coyotes y perros (Anexo 1, Tabla 1.16, Figura 83) podemos
constatar que Canis lupus posee huesos de los miembros entre un 25% y un 35% mayores
que los de los dos restantes cánidos.

250 Húmeros Fémures Tibias

200
Longitud (mm)

150

100

50

0
PP29
PP8
CIB1
CIB2
CIB3
CIB4
CIB5
CIB6
CIB7
CIB8
CIB9
CIB10

LaVent.
ENCB6792
ENCB4115

T48485
TUL3
DSA
TEO1

PDA99

Lobos Coyotes Perros

Individuos

Figura 83. Longitud de húmeros, fémures y tibias en diversos lobos, coyotes y perros
prehispánicos. Los lobos son fácilmente identificables por poseer huesos más grandes.

83
Los coyotes y los perros poseen huesos de longitudes similares, sin embargo si
comparamos dos piezas de la misma longitud resultará claro que los del coyote son más
delgadas, más ligeras (Anexo 1, Tabla 1.17). El perro, de manera general, manifiesta
huesos de los miembros equivalentes a los del lobo, pero más chicos, es decir, de
complexión equivalente pero de talla menor.

Tomando el caso de la Figura 84, donde comparamos los valores de la longitud y el


perímetro de la diáfisis a media longitud en húmeros, radios, fémures y tibias de un
ejemplar de cada cánido (Anexo 1, Tabla 1.17) veremos que en el lobo y el perro, el
húmero es el hueso menos largo y con el mayor perímetro, el radio es el tercero en longitud
pero es el más delgado, el fémur presenta casi la misma longitud que el húmero, aunque su
perímetro es menor y la tibia es la que presenta la mayor longitud, aunque es más delgada
que el húmero y el fémur.

55

50
Perímetro de diáfisis (mm)

45

40

35

Lobo
30
Coyote
Perro
25
125 145 165 185 205 225 245
Longitud (mm)

Figura 84. Longitud y perímetro de diáfisis a media longitud en húmero (negro), radio (gris
oscuro), fémur (gris claro) y tibia (blanco) de un lobo, un coyote y un perro prehispánico. En
general los lobos presentan huesos más largos y anchos, mientras que el coyotes poseen huesos de
longitud similar a los de los perros pero más delgados.

Con respecto de que relación guardan estas dos variables con la condición de
especie (Figura 84), los huesos de lobo se acomodan en el extremo superior derecho y los

84
de los otros dos en la parte inferior izquierda, aunque es interesante constatar que para cada
uno de los huesos (tono negro para el húmero, gris oscuro para el radio, gris claro para el
fémur y blanco para la tibia) los de coyote se manifiestan siempre como más largos, pero
con menor perímetro de la diáfisis que los del perro. Esta condición es el resultado de que
Canis latrans es de complexión más ligera, más rápido, más escurridizo, condición que se
refleja en miembros delgados y comparativamente largos, mientras que lobos y perros
poseen huesos más gruesos y de complexión más robusta.

ALZADA = Long. escápula + long. húmero + long. radio + long 4o metacarpo


= (longitud de tibia) (2.9)
= (longitud de húmero) (3.1)
= (longitud de radio) (3.3)
LONGITUD CABEZA-TRONCO = (longitud máxima craneal + longitud atlas-sacro)
PESO PROBABLE (gr) = (longitud cabeza-tronco {mm}) (15)

Figura 85. Ecuaciones para la obtención realzada, longitud cabeza-tronco y peso en perros
mesoamericanos a partir de elementos óseos.

Aunque los datos obtenidos a lo largo de los años nos indican que las medidas de los
huesos largos no siempre nos permitirán reconocer de una forma definitiva a que cánido
pertenecen, sobre todo si la duda es si se trata de un coyote o un perro, los ejemplos
presentados son suficientemente ilustrativos para mostrar las tendencias que llegan a
manifestarse y de esta forma saber de que criterios podemos partir para identificar la
especie vinculada. En el caso de elementos no considerados en este apartado, por ejemplo
las escápulas, ulnas, metacarpos y metatarsos, las variables consideradas, esto es el tamaño
y el grado de robustez o de ligereza, se mueven bajo un esquema similar, lo cual constituye
un elemento adicional de apoyo dentro de nuestro trabajo de identificación, aunque será
difícil tener un 100% de certidumbre si solo nos basamos en estos elementos óseos y
nuestro objetivo es saber si lo que tenemos en las manos es un perro o un coyote.

85
SEGUNDA PARTE

EL ESTUDIO DE LOS PERROS

86
CAPITULO VII

RECONSTRUCCION DE BIOTIPOS

Aunque identificar los restos de cánidos y ubicarlos como pertenecientes a lobo, perro o
coyote ha sido nuestro objetivo fundamental a lo largo de la obra, cuando los resultados
indican que nuestro ejemplar es un perro abrimos nuevas fases de investigación que
fundamentalmente se remiten a cuatro rubros:

1. Determinar las dimensiones del individuo.

2. Reconocer la raza o tipo de perro al que pertenece.

3. Ubicar la edad que tenía al morir.

4. Conocer su sexo.

Cuando trabajamos estos aspectos entramos a un espacio de estudio cuyo objetivo


es la “determinación del individuo” o bien “obtener su biotipo”, esto es, reconstruir al
ejemplar tanto como sea posible. El orden de los rubros indicados arriba no es
necesariamente el que debe seguirse al momento de continuar con el estudio de nuestros
materiales, en realidad eso se va dando conforme los restos “nos hablan” y nuestra
experiencia se acumula; en todo caso lo importante es considerar que al entrar a este nivel
de estudio los datos que vayamos obteniendo nos llevarán hacia la necesidad de ir
avanzando en cada uno de los rubros señalados.

ALZADA, LONGITUD Y PESO

El primer aspecto que consideraremos es la conversión de medidas de huesos a medidas de


organismo, esto es, reconocer las dimensiones y forma que tuvo en vida.

El reto de emplear medidas para obtener dimensiones se ha tomado desde hace


muchos años y son varias las obras en las cuales se ofrece al lector ecuaciones para
convertir el largo de los huesos en alzada o longitud del individuo (Valadez, Paredes y
Rodríguez 1999). Todos estos esfuerzos parten del empleo de ejemplares actuales
(mayormente de razas europeas) a los cuales se les determinan sus dimensiones principales:

87
alzada, longitud cabeza-cuerpo y peso y se ve que correlación existe entre la longitud de
algunos huesos y esas dimensiones, labor lógica en cuanto a que simplemente se trata de
extrapolar datos de ejemplares recientes para aplicarlos a los antiguos.

El principal inconveniente de estas alternativas es que todas están elaboradas a partir


del estudio de perros de regiones específicas, mayormente de Europa, pertenecientes a razas
con patrones morfométricos y complexión particulares y cuyos esquemas sin duda son
similares a los que tenían los perros de esas mismas regiones hace diez o veinte siglos, pero
que muy probablemente son diferentes a los que poseían los perros arqueológicos de otros
continentes.

A partir de este razonamiento los autores elaboraron ecuaciones para determinar


alzada, longitud y peso a partir de mediciones llevadas a cabo con perros mexicanos,
básicamente xoloitzcuintles, así como con ejemplares de la provincia mexicana cuyo
esquema morfológico es muy similar al de las poblaciones arqueozoológicas.

Para la determinación de la alzada, o altura a nivel de la cruz podemos partir de la


suma de los huesos que comprende el miembro anterior, desde la escápula hasta el tercer o
cuarto metacarpo (Figura 85), sin embargo dadas las escasas posibilidades de poder tener
en nuestras manos un ejemplar suficientemente completo para medir todo el miembro
anterior, deben tenerse en cuenta otras opciones, sobre todo aquellas que nos permiten
obtener el dato a partir de la medida de un solo hueso de los miembros multiplicado por una
constante.

La obtención de dichas constantes ha sido el resultado de medir ejemplares


mexicanos vivos y muertos desde 1989 a la fecha, comparando medidas del animal
completo con las longitudes de los huesos aislados. Los datos obtenidos permiten
establecer una correlación entre las dimensiones totales y la longitud de un elemento óseo
aislado así, por ejemplo, hemos visto que la longitud de la tibia, multiplicada por 2.9, deriva
en una cifra equivalente a su altura a nivel de la cruz (Figura 85).

Pero, así como es posible plantear que a través de la longitud de un hueso largo es
posible determinar la alzada, hemos observado que no todos tienen la misma confiabilidad,
pues hay algunos que varían en su largo, de un individuo a otro, aunque la alzada sea la
misma. De los seis elementos óseos que constituyen a los miembros, se ha visto que las

88
tibias son las que más correlación guardan con la alzada de un ejemplar, siendo por tanto
las más recomendables para nuestros propósitos. El empleo de las longitudes del húmero y
del radio también producen cifras confiables y el fémur y la ulna son los menos adecuados,
no siendo recomendable su empleo.

Para la determinación de la longitud es indispensable excluir a la cola de todo


propósito y limitarnos a la que corresponde a la cabeza y tronco. En este caso se ha visto
que la forma más confiable para obtener esta medida es sumando la longitud basal del
cráneo y la del tronco, desde el atlas hasta el sacro (Figura 85). Por último, la
determinación del peso se obtiene multiplicando la longitud cabeza-tronco, ubicada en
milímetros, por 15, derivando de ello un valor equivalente a gramos.

Otra opción para reconocer el peso de un perro es una ecuación, creada hace varios
años, la cual se basa en la altura de la mandíbula a nivel del primer molar inferior (Hamblin
1984):

Log. Peso (gr) = (2.1122) (log. altura de la mandíbula a nivel de M/1 {cm}) + 1.2722

Como opción para reconocer un elemento del biotipo siempre es interesante una
ecuación como esta, sobre todo si la obtenemos a partir de una sola medida ósea, sin
embargo hemos observado que los valores son, en promedio, 10% mayores de lo que
observamos en perros mexicanos con pelo, por lo que un ejemplar cuya medida de la
mandíbula a la altura del primer molar deriva en un resultado de 11 Kg, es posible que en
realidad haya pesado unos 10 Kg; por otro lado, los xoloitzcuintles poseen un dentario
proporcionalmente más delgado, por lo que la medida puede conducir a valores erróneos.
De esta forma, esta ecuación podemos utilizarla, aunque con ciertas reservas, y
principalmente para ejemplares con pelo.

La relación entre la alzada de un ejemplar y su largo es un elemento importante para


la diferenciación entre razas, lo suficiente para que dentro de la zootecnia canina existan
términos para definir formas de cuerpos en función de las dos variables indicadas: se le
denomina “longilíneo” al ejemplar de cuerpo largo, es decir, a aquel cuya longitud rebasa la
alzada, “mediolíneo” al que tiene una altura y una longitud similares y “brevilíneo” cuando
la alzada es superior a la longitud, o sea, cuando el perro presenta un cuerpo corto.

89
CRÁNEO

Un aspecto importante a considerar, dentro de nuestra reconstrucción, es lo referente a la


forma de la cabeza de nuestro perro. En el presente se consideran tres formas básicas de
cabezas:

1. Dolicocéfalo, cráneo y rostro alargado. Perros con este tipo de cráneos son, por
ejemplo, los xoloitzcuintles.

2. Braquicéfalo, cráneo redondo y rostro corto. Ejemplo de ello son los perros
chihuahueños.

3. Mesocéfalo, proporciones medias entre dolicocéfalo y braquicéfalo.

90
CAPITULO VIII

RAZAS MESOAMERICANAS DE PERROS

Una vez con la información necesaria para poder reconstruir las dimensiones de un perro
arqueológico viene el reconocimiento de su raza o tipo, una fase del estudio del perro
mesoamericano que hasta hace poco parecía no tener sentido.

En las siguientes páginas manejaremos este tema bajo diferentes perspectivas, por
un lado se mostrarán los elementos diagnósticos que permiten en este momento saber que
tipos de perros existieron en el México antiguo, pero no solo con el fin de demostrarle al
lector su existencia sino sobre todo para ilustrar acerca de cómo podemos reconocer dentro
de nuestra colección a cada uno de los tipos conocidos hoy día y que requeriría tener un
ejemplar “raro” para que se le pueda considerar una nueva forma de perro.

PERRO COMÚN MESOAMERICANO O ITZCUINTLI

Para poder emplear el término “razas diferentes de perros” es indispensable disponer de un


punto de comparación, de un tipo a partir de la cual se pueda constatar que no todos los
ejemplares son iguales y por tanto puede haber formas, tipos, distintos. En lo que respecta
al universo de los perros del México antiguo ese pilar se llama “perro común
mesoamericano”.

Para ilustrar esta idea consideremos los ejemplares arqueológicos TEO 1, T48485,
TUL 3, PP29 y VEN 1, los cuales aparecen en el anexo 1. Comparemos las medidas
craneales (Anexo 1, Tabla 1.5) y las de los huesos largos y columna (Anexo 1, Tabla 1.18)
y veamos su comportamiento en las Figuras 86 y 87.

En lo que respecta al cráneo, podemos ver como todos ellos muestran un


comportamiento muy similar (Figura 86), lo cual indica cabezas semejantes. Dado que la
longitud facial (Figura 86, medida 11) comprende alrededor de la mitad de la longitud del
cráneo (Figura 86, medidas 1 y 2), podemos considerarlos de cabeza alargada, es decir,
dolicocéfalos.

91
200
TEO 1 T48485
180 TUL 3 PP29
VEN 1
160

140

Valor (mm) 120

100

80

60

40

20

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Medidas

700

600

500
Valor (mm)

400

300

200

100

0
Húmero Ulna Radio Fémur Tibia columna
Huesos/columna

Figura 86. Comparación de las medidas craneales, longitud de huesos largos y de la columna de
cinco ejemplares de perros prehispánicos. En todos ellos se manifiestan las mismas tendencias en
cuanto a las medidas y, por tanto, a forma del cráneo, la longitud de los miembros y del tronco.
Clave de las medidas craneales en Figura 44.

La longitud de los huesos largos y de la columna (Figura 86) son también muy
similares entre los ejemplares. Al convertir las medidas en alzada, longitud cabeza-tronco
y peso (Figura 87) la conclusión es que estos perros eran muy parecidos en las dimensiones
de los cuerpos y sus proporciones: su altura a la cruz sería de 40 a 45 cm, tendrían entre 60
y 75 cm de longitud y su peso variaría entre los nueve y once kilos. Cabe hacer notar que
estos ejemplares abarcan desde Tula, Hidalgo (TUL 3), hasta Chac – Mool, Quintana Roo

92
(PP 29) y desde el siglo VII de nuestra era (VEN 3) hasta los siglos XIV o XVI (PP 29),
circunstancia que demuestra que no se trata de perros emparentados o de una misma región
geográfica, sino que pertenecen a un mismo tipo biológico, a un mismo biotipo.

Alzada = (longitud de tibia) (2.9)

TEO 1: (138) (2.9) = 400 mm


T48485: (161) (2.9) = 467 mm
TUL 3: (149) (2.9) = 433 mm
PP 29: (139) (2.9) = 403 mm
VEN 1: (161) (2.9) = 467 mm

Longitud cabeza-tronco = longitud máxima craneal + longitud atlas-sacro

TEO 1: 160 + 468 = 628 mm


T48485: 159.5 + 580 = 739.5 mm
TUL 3: 164 + 505 = 699 mm
PP 29: 165 + 467 = 632 mm
VEN 1: 174.4 + 553.7 = 728.1 mm
760

740 T 48485
VEN 1
Longitud cabeza-tronco (mm)

720

700

680
Tul 3
660

640 PP 29

620 Teo 1

600
390 400 410 420 430 440 450 460 470 480
Alzada (mm)

Peso = (Longitud cabeza-tronco) (15)


TEO 1: (628) (15) = 9,420 gr
T48485: (739.5) (15) = 11,092 gr
TUL 3: (699) (15) = 10,485 gr
PP 29: (632) (15) = 9,480 gr.
VEN 1: (728.1) (15) = 10,921 gr.

Figura 87. Alzada, longitud cabeza-tronco y peso de los cinco ejemplares de perros prehispánicos
presentados en la Figura 86. Los valores y la relación entre alzada y longitud muestra que se trata
de animales de dimensiones y morfología similar, lo esperado en organismos que pertenecen a un
mismo tipo.

El esquema del perro común mesoamericano, llamado también “itzcuintli” por los
autores, es de animales medianos, esbeltos, dolicocéfalos, con el cuerpo cubierto de pelo y
sin ningún tipo de especialización notable. Fue la forma de perro más común en

93
Mesoamérica, por lo que podemos asegurar que está presente en todo contexto
arqueológico prehispánico sin importar época o lugar. Debido a su apariencia poco
interesante (Figura 88) se le menciona poco en los textos coloniales y solo existe una
imagen de él, dentro de el Códice Florentino (Sahagún 1979). Esta evidente abundancia
aún se manifiesta en el país, pues es fácil verlo, pero no en zonas urbanas, donde la mezcla
de perros es algo cotidiano, sino en la provincia, en poblados donde los perros europeos
tienen poco impacto y las posibilidades de mezcla son bajas.

A B

C D

E
Figura 88. El perro común mesoamericano fue el más abundante cánido en territorio mexicano y el
más antiguo, tal y como lo demuestra el ejemplar de la parte superior (A y B) descubierto en
Ixtapaluca, México (siglo VI a.C.) (Valadez et al 2004). Las reconstrucciones hechas (C) ubican a
estos perros como dolicocéfalos, de talla media, de cuerpo no especializado y cubierto de pelo,
comentarios sobre ellos aparecen en obras coloniales, por ejemplo el Códice Florentino (D) y es aún
el perro más abundante en México, sobre todo en la provincia (E), donde las razas europeas tienen
poca presencia.

94
EL TLALCHICHI

En la figura 89 tenemos las gráficas en las que se muestran las medidas craneales, longitud
de huesos largos y de la columna de la muestra de cinco perros comunes presentada en la
Figura 86, junto con los datos de un ejemplar más, cuyo nombre clave es SIN. Como puede
verse, en lo que respecta al cráneo y mandíbula, “SIN” no se aparta demasiado del esquema
de los restantes ejemplares, condición que se repite al comparar la longitud de su columna,
pero en lo que se refiere a los huesos de los miembros, “SIN” es notoriamente diferente,
pues las longitudes no rebasan el 50% de las que se presentan en los perros comunes
(Anexo 1, Tabla 1.18). Si esto lo vemos a nivel de alzada y longitud (Figura 90), la
conclusión inevitable es que “SIN” es un tipo de perro con patas notoriamente cortas,
similar a un Dachshund europeo (Figura 91).

200
Perros comunes
180
SIN
160

140

120
Valor (mm)

100

80

60

40

20

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Medidas

700

600

500
Valor (mm)

400

300

200

100

0
Húmero Ulna Radio Fémur Tibia columna
Huesos/columna

Figura 89. Comparación en medidas del perro arqueológico “SIN” con perros comunes
mesoamericanos. Los valores para el cráneo y la columna son iguales a los de los comunes, sin
embargo los huesos de los miembros se presentan 50% más cortos.

95
Entre las descripciones de perros que aparecen en fuentes históricas es interesante el
comentario de Sahagún (1979) acerca de “perros llamados tlalchichis, los cuales son
bajuelos, redondillos y buenos de comer”. El dato de “bajuelo” llama la atención, aunque
no más que la palabra “tlalchichi”, pues su significado es “perro de piso” (Valadez 1994).
De esta forma, la unión de las ideas de Sahagún, la lingüística y los ejemplares
arqueozoológicos llevan a la opción de considerar que estos perros de patas cortas son los
tlalchichis que se mencionan en el Códice Florentino, el cual constituiría un tipo diferente
de perro.

Alzada = (longitud de tibia) (2.9)

SIN: (78) (2.9) = 226 mm

Longitud cabeza-tronco = longitud máxima craneal + longitud atlas-sacro

SIN: 487 + 160 = 647 mm

760

740 T 48485
VEN 1
Longitud cabeza-tronco (mm)

720

700

680
Tul 3
660
SIN
640 PP 29
Teo 1
620

600
200 250 300 350 400 450 500
Alzada (mm)

Peso = (Longitud cabeza-tronco) (15)

SIN: (647) (15) = - 9,705 gr

Figura 90. Comparación de la alzada y la longitud del perro SIN con los comunes mesoamericanos.
Los bajos valores de los huesos de los miembros, unido a la similitud en la longitud de la columna
(Fig. 89) y del cráneo llevan a la conformación de un ejemplar cuya cabeza y tronco es tipo “perro
común”, pero con una alzada que apenas rebasa los 20 cm.

La ficha diagnóstica de este perro sería de perros de cabeza dolicocéfala con


miembros cortos derivados de una acondroplasia y de cuerpo longilíneo. En este momento

96
se posee un registro limitado pero firme de este cánido (Valadez 2003; Valadez et al 2000b;
Valadez y Blanco 2005a) que abarca el occidente y centro de México. Si unimos los datos
arqueozoológicos con los iconográficos y de las fuentes (Figura 91) podemos considerar a
este perro como una raza presente en México desde el inicio de nuestra era.

A B

Figura 91. (A) Comparación del dentario, fémur y tibia de un perro común (Teo 1) y el ejemplar
SIN. La reconstrucción de este individuo lleva a la imagen de un animal con cabeza y tronco “tipo
común” y patas cortas (B). Sahagún (1979), en el Códice Florentino, indica la existencia de “perros
bajuelos y redondillos” llamados tlalchichis, concepto que se acerca enormemente al de estos perros
arqueológicos de patas cortas.

MALIX O PERRO MAYA DE ROSTRO CORTO

Dentro de la colección de perros arqueológicos empleada en este estudio tenemos a dos


ejemplares provenientes de la región maya: PP29, un individuo del tipo común y PP8.
Comparando nuevamente las medidas craneales (Anexo 1, Tabla 1.5 y Figura 92)

97
200
Perros comunes
180 SIN
PP8
160

140

120

Valor (mm)
100

80

60

40

20

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16
Medidas

62
61 PP 29
60 PP8
Ancho máximo del paladar

59
TUL 3 VEN 1
58
57
56
55
54 T48485
Teo 1
53
52 SIN
51
68 70 72 74 76 78 80 82
Largo del paladar (mm)

21,5
Altura de la mandíbula a nivel de M/1 (mm)

TUL 3
21 PP 29

20,5
PP 8
20 TEO 1

19,5 VEN 1

19
SIN

18,5 T48485

18
55 60 65 70 75 80 85
Longitud facial (mm)

Figura 92. Comparación de medidas craneales (arriba), largo y ancho del paladar (en medio) y
longitud facial vs altura de la mandíbula a nivel del M/1 (abajo) entre perros comunes, el ejemplar
SIN y PP8.

vemos que dos de cada tres medidas de PP8 quedan por debajo de las de los restantes
perros por lo que podríamos decir que PP8 es un ejemplar de cráneo chico, sin embargo hay
otras medidas, como el ancho del paladar y la altura del dentario a nivel de M/1 cuyos
valores rebasan la media o incluso aparecen como los más altos valores de entre la muestra

98
analizada, circunstancia que abre la opción de que PP8 tenga un cráneo no precisamente
chico, sino más bien diferente.

700

600

500
Valor (mm)

400

300

200

100

0
Fémur Tibia columna
Huesos/columna

750
T 48485
730 VEN 1
710
Longitud cabeza-tronco (mm)

690
670 Tul 3
650 SIN
PP 29
630
Teo 1
610
590
570 PP8

550
200 250 300 350 400 450 500
Alzada (mm)

Figura 93. Longitud de huesos largos (arriba) y relación alzada-longitud entre perros comunes, SIN
y PP8 (abajo). Los ejemplares comunes constituyen un grupo homogéneo en su morfología general
y aunque el perro de rostro corto posee miembros y columna de dimensiones similares, la relación
entre alzada y longitud cabeza-cuerpo ofrece un patrón diferente a la observada en los otros tipos de
perros.

Para revisar esta opción veamos el comportamiento de PP8 en dos gráficas (Anexo
1, Tabla 1.5 y Figura 92). Cuando comparamos el largo y ancho del paladar vemos a los
perros acomodados en tres grupos: los perros comunes con un paladar (por tanto hocico),

99
cuya longitud sería entre 30 y 40 % más largo que ancho; el tlalchichi SIN, cuya longitud
del hocico es 54% superior a su ancho y PP8, cuyo paladar es solo 15% más largo que
ancho.

Alzada = (longitud de tibia) (2.9)


PP8: (140) (2.9) = 406 mm

Longitud cabeza-tronco = longitud máxima craneal + longitud atlas-sacro


PP8: 150 + 424 = 574 mm

Peso = (Longitud cabeza-tronco) (15)


PP8: (574) (15) = - 8,610 gr

Figura 94. Esqueleto de PP8 y reconstrucción del ejemplar.

En la siguiente gráfica, en la cual comparamos a la longitud facial y la altura de la


mandíbula a nivel del primer molar, nuevamente vemos a los perros comunes en un solo
grupo, separados de SIN y de PP8, este último manifestando ser un ejemplar de rostro corto
y mandíbula fuerte.

Tomando ahora las medidas de huesos largos y columna (Figura 93), PP8 se
manifiesta como muy similar a los perros comunes, aunque de talla más pequeña, y al

100
comparar ambas medidas se observa en este ejemplar la tendencia a que su longitud sea
solo un poco mayor a su alzada.

A partir de estos elementos podemos ver a PP8 como un tipo de perro diferente de
los comunes, caracterizado por poseer una cabeza braquicéfala, cuerpo cubierto de pelo y
de tendencia mediolínea (Figura 94). En 1999 (Valadez et al 1999) se elaboró la ficha
diagnóstica de este y otros ejemplares provenientes del mismo sitio arqueológico,
definiéndolos como representantes de un tipo distinto de perro al cual se le llamó “perro
maya”, “perro de rostro corto” o “malix”, término empleado en el sureste de México para
identificar a los perros callejeros.

PERRO PELON MEXICANO O XOLOITZCUINTLE

Quien tenga la oportunidad de observar y medir el cuerpo de un perro pelón mexicano


actual, de talla media, y compararlo con el de un perro común mesoamericano, tendrá la
necesidad de concluir que no existen diferencias significativas y que salvo la ausencia de
pelo, no hay medio seguro para diferenciar a unos de otros.

Esta condición representa una gran limitante dentro del estudio de los
xoloitzcuintles prehispánicos, pues los huesos largos son, por mucho, los que más
frecuentemente aparecen en el contexto arqueológico. Con el tlalchichi y el malix hemos
visto como los huesos de los miembros tienen valor diagnóstico, pero en los perros pelones
no ocurre esto, circunstancia que obliga a reconocer su presencia por otros medios.

En la tabla de la Figura 95 tenemos a todos los individuos de xoloitzcuintles


identificados por los autores hasta 2005 y las medidas de diversos elementos óseos
(Valadez, Blanco y Rodríguez 1998; Blanco, Valadez y Rodríguez 1999; Rodríguez et al
2001; Valadez, Paredes y Rodríguez 1999). Como podemos ver, realmente son
excepcionales los casos en los cuales es posible disponer de un esqueleto semicompleto y
suficientemente bien conservado para obtener de ellos medidas, apenas en tres de los diez
considerados (Figura 95). La comparación de los huesos largos disponibles en esos tres
xoloitzcuintles, más la longitud de la columna de uno de ellos (Figuras 95 y 96) nos permite
ver que sus dimensiones son las de los perros comunes, por lo que no es factible reconocer
a un ejemplar pelón por este medio.

101
Ejemplar Longitud de piezas óseas (mm)
Dentario* Húmero Radio Ulna Fémur Tibia Columna
Tula (1) 132 138 132 159 140 151 500
Tula (2) 125
Túneles y cuevas (1) 103
Túneles y cuevas (2) 114
Túneles y cuevas (3) 134
Guadalupe (1) 106 135 149 136
Santa Cruz Atizapan 101
Elite y Gobierno 107.5
Zultepec 106
Chac-Mool 119 133 124 151 140
* Longitud máxima del dentario o mandíbula

700
Perros comunes SIN
PP8 Xolo Tula
600 Xolo Guadalupe Xolo Chac Mool

500
Valor (mm)

400

300

200

100

0
Húmero Ulna Radio Fémur Tibia columna
Huesos/columna

Figura 95. Medidas de diversas piezas óseas de xoloitzcuintles arqueológicos (arriba) y


comparación de las medidas de los huesos largos y columna con perros comunes, tlalchichi y malix.
Los resultados muestran que los perros pelones presentan un esqueleto poscraneal de dimensiones
semejantes al de los perros comunes (ver valores de huesos largos de ejemplares no pelones en
Anexo 1, Tabla 1.15).

La condición de ausencia de pelo en estos animales es producto de una mutación


que genéticamente es conocida bajo el nombre de displasia ectodérmica autonómica
dominante (Bekker 1989). Su efecto se manifiesta principalmente en la piel, la cual se
mantiene en un bajo estado de desarrollo histológico, así como en la dentición, la cual es
más simple que la de un perro con pelo, tanto en tamaño y forma de las piezas como en su
número (Figura 97). Como es lógico, conocer las diferencias a nivel dentición entre un
perro pelón y uno con pelo es clave dentro de nuestros objetivos.

102
Figura 96. Arriba, esqueleto de xoloitzcuintle descubierto en un entierro en la ciudad de Tula (siglo
VII d.C.), uno de los tres ejemplares semicompletos reconocidos hasta 2005, y su reconstrucción
(abajo).

El primer elemento diagnóstico a considerar para la identificación de un


xoloitzcuintle arqueológico es el número de piezas dentales. Como podemos ver en los
ejemplos de la Figura 98, un perro pelón prehispánico con toda probabilidad carecerá de
premolares, acaso presentará un primer premolar de forma simple, cónico, pero siempre es
visible un amplio espacio entre las piezas anteriores y el primer molar, dato importante
porque los dentarios son piezas óseas que aparecen con frecuencia. Los casos más
extremos pertenecen a individuos identificados por dentarios en los que se presentan solo
dos pares de incisivos y el primer molar (Figura 98A). Aspecto muy importante a destacar
es que no puede existir un ejemplar en el cual se presenten más piezas dentales en una
mitad de la mandíbula que en la otra, por ejemplo que en el lado derecho no haya
premolares y en el izquierdo haya dos; cuando llegan a darse situaciones de este tipo
definitivamente lo que tenemos es a un perro con pelo que sufrió un severo proceso de
pérdida de piezas.

103
Cráneo

Incisivos,
vista frontal

Piezas dentales superiores


E

Incisivos Molares

Premolar

Piezas dentales inferiores

Incisivos Molares

Figura 97. El xoloitzcuintle posee un cráneo con un hocico angosto y menos largo que el de un
perro común. En general estos perros carecen de premolares, solo ocasionalmente llega a
presentarse el primero y todas las piezas son más chicas y de estructura más sencilla (Valadez 1996)
que los de un ejemplar con pelo (Figuras 6-9).

104
A diferencia de los adultos, las crías de xoloitzcuintles si presentan la dentición
completa (aunque como veremos más adelante difiere en algunos detalles de la que poseen
los cachorros con pelo), circunstancia que lleva a un importante detalle: mientras que en los
perros con pelo los incisivos y caninos permanentes “empujan” a las piezas deciduas
conforme emergen, en los xoloitzcuintles los molariformes llegan a permanecer en su lugar
mucho tiempo, pues no hay premolares que les expulsen. Debido a esto podemos ver a
perros pelones adultos, incluso con varios años de edad y que aún conservan a estas piezas
perfectamente funcionales. El hallazgo de un dentario en el cual hay molariformes
ocupando el espacio de los premolares es evidencia indiscutible de que este ejemplar,
cuando vivía, carecía de pelo (Figura 99).

A. Xoloitzcuintle de Tula, Hidalgo (Siglo VII d.C.)

B. Xoloitzcuintle de Zultepec, Tlaxcala (1519-1520 d.C.)


Figura 98. La ausencia de premolares en las mandíbulas o de los alvéolos en donde se insertaban las piezas,
es un carácter que distingue a los perros pelones de los que tienen pelo. En algunos casos, como en dos
ejemplares descubiertos en Tula, Hidalgo (A) no existe rastro de caninos y premolares, presentándose tan solo
dos pares de incisivos y el primer molar, mientras que en otros, como un individuo descubierto en Zultepec-
Tecoaque, Tlaxcala (B) no hay piezas dentales pero los alvéolos indican que este perro poseía un primer
premolar y los tres molares.

105
Un tercer elemento diagnóstico es la complejidad de las piezas. En general los
xoloitzcuintles poseen incisivos simples, de una sola cúspide, homogéneos (Figuras 97 y
100A) sin rastro alguno de la forma de “flor de Lys” (Figura 6). Por otro lado, se ha
comprobado que un xoloitzcuintle creado a partir de la cruza de dos ejemplares pelones
tiende a poseer menos piezas dentales así como molares más chicos y de forma más simple,
mientras que un perro pelón que tuvo a un padre con pelo, aunque carecerá de premolares,
generalmente tendrá molares semejantes a los de un compañero con pelo (Valadez 1996).
De esta forma, piezas dentales más simples y chicas indican condición pelona, tanto de
nuestro ejemplar como de sus progenitores.

A. Xoloitzcuintle de cueva teotihuacana (siglos XV-XVI d.C.)

B. Xoloitzcuintle de cueva teotihuacana (siglo VII d.C.)

Figura 99. Dos ejemplos de mandíbulas de xoloitzcuintles adultos en las cuales se observa la
permanencia de molariformes. El ejemplar de la parte superior (A) presenta los tres molariformes,
mientras que el segundo (B) solo conserva el primero, justo detrás de un premolar permanente de
forma cónica. Ambos fueron descubiertos dentro del proyecto “Estudio de Túneles y Cuevas en
Teotihuacan”.

106
Por último, es posible reconocer la condición pelona de un cachorro a través de la
dentición decidua. Como se indicó, el número de piezas no varía entre el perro pelón o el
de pelo, pero en los primeros las piezas pueden ser un poco más pequeñas y simples (Figura
101). Bajo este criterio, cuando disponemos de varias crías en nuestra colección y es
posible medir estas piezas, la presencia de un ejemplar cuyos molariformes presenten
dimensiones claramente menores del resto es indicativo de un posible xoloitzcuintle
arqueozoológico.

A. Incisivos superiores y primer premolar de xoloitzcuintle de Zacapu (siglo VI-X d.C.)

B. Primer molar inferior de xoloitzcuintle de Tula (siglo VII d.C.)

Figura 100. Los incisivos de los perros pelones son de forma simple y de una sola cúspide; en el
ejemplar superior (A) se observan el segundo y tercer incisivo y el primer premolar, todos ellos de
forma cónica. Abajo (B) se muestra el primer molar de un xoloitzcuintle, el cual es más pequeño
que el de un perro con pelo y posee tres cúspides sencillas, incluso en el tercio posterior, el cual, en
los perros con pelo, es bajo, plano y con varias cúspides pequeñas.

107
Tipo Procedencia (lugar/época) Longitud
anteroposterior Ml/3
9
8.9
México D.F. (actual) 8.7
Xoloitzcuintle 9.8
8.2
Túneles y Cuevas (siglo XV-XVI d.C. 10.0
8.1
Tula (siglo VII d.C.) 7.7
9.6
Teotihuacan (siglo V d.C.) 10.3
Comunes 11.3
10.5
México D.F. (actual) 10.8
11.1

14

12 Comunes
Longitud anteroposterior Ml/3 (mm)

Xoloitzcuintles
10

0
.

la

.
es

n
.F

.F
ca
Tu
l
D

D
ne

ua

ih
ot
Te

Figura 101. Longitud anteroposterior del tercer molariforme inferior (Ml/3) en diversas crías de
perros pelones y comunes de época prehispánica y actual. Los valores muestran que en general los
perros pelones poseen piezas deciduas de menores dimensiones que las de ejemplares con pelo.

HIBRIDOS DE LOBO Y PERRO (LOBERROS)

De los capítulos III al VI hemos buscado demostrar que elementos permiten identificar a
perros, lobos y coyotes a partir de los elementos óseos. ¿Qué ocurriría si nuestros
materiales de estudio mostraran medidas y formas intermedias entre un perro y un lobo?

108
Sabemos que, genéticamente hablando, perros y lobos son compatibles y tienen
descendencia fértil, de hecho la mayor diferencia entre ellos es el ambiente para el cual
están adaptados, por lo que la posibilidad de cruzamiento entre ambos depende
principalmente de aspectos espaciales, no de su genética, conducta o ciclo reproductivo.

En la Figura 102 tenemos al ejemplar CV14824, el cual fue estudiado en 1996


(Rodríguez 2000; Valadez et al 2002a; 2006) y ubicado inicialmente como un lobo debido a
la forma de la rama mandibular (Figura 59), sin embargo las dimensiones de las piezas
dentales eran como las de cualquier perro, por lo que un par de años después, se identificó
como un híbrido de lobo y perro.

Piezas Long. anteroposterior


Ejemplar /Pm4 /M1 /M2 /M3
CV14824 10.5 20.1 7.9 6.45
CLB1 14.53 27.88 12.82 3.04
TEO 1 9.2 19 6.6 3.7

Figura 102. Primer ejemplar de híbrido de lobo y perro descubierto en el proyecto “Estudio de
túneles y cuevas en Teotihuacan”. Su condición de “mezcla” se evidenció por la forma del dentario
“tipo lobo” y el tamaño de las piezas dentales “tipo perro”.

Otro caso interesante de este mismo proyecto arqueológico fue el ejemplar


CV14973 (Figura 103), el cual se manifiesta como perro debido a que la rama de la
mandíbula presenta el ápice propio de Canis familiaris, pero las medidas de los huesos y
dientes se ubican intermedias entre lobo y perro. Como puede verse al comparar los dos

109
casos mencionados, no se trata de ejemplares de morfología semejante, animales a los
cuales fácilmente podríamos reconocer como “perros robustos”, en realidad lo que se
observa es una mezcla de caracteres dentro de la cual cada individuo es lobo en algunos
aspectos y perro en otros pero cada uno con un esquema propio y diferente.

Piezas Longitud anteroposterior de piezas inferiores


Ejemplar C Pm1 Pm2 Pm3 Pm4 M1 M2 M3
CV14973 9.15 8.0 9.3 10.55 20.4 8.6
CLB1 11.94 5.12 10.45 12.21 14.53 27.88 12.82 3.04
TEO 1 7.98 9 9.2 19 6.6 3.7

Long. de la Long. Altura de la Ancho de la Altura Longitud


Ejemplar mandíbula máxima de rama rama mandibular a de ulna
la mandibular mandibular nivel de M/1
mandíbula
CV14793 133 133.2 55.9 33.4 26 183.5
Perro (TEO 112.6 118 48 27.2 20 134
1)
Lobo 170 173 70.3 41.54 29.57 252
(CLB1)

Figura 103. Híbrido de lobo y perro de las cuevas teotihuacanas, el cual presenta una mezcla de
caracteres en los diferentes elementos óseos que le constituyen. Aunque la rama del dentario
presenta un ápice característico de los perros, sus medidas en general se manifiestan por encima de
las de los perros, pero por debajo de las de los lobos.

La condición de hibridismo es también visible cuando la morfología y medidas de


las piezas dentales manifiestan la mezcla entre los dos cánidos. A final de los noventas se
estudió una colección de maxilares de cánidos provenientes de la Pirámide de Quetzalcoatl

110
(Valadez et al 2002b) la mayoría de los cuales pertenecía a híbridos de lobo y perro. Los
elementos clave fueron, principalmente las medidas y forma de las piezas dentales y, en
algunos casos, del paladar.

Pm3 Pm4 M1 M2
L A H L A H L A H L A H
Ind. 6 10.3 5.3 6.2 16.4 7.3 9.83 11.6 15.4 7.2 5.6 9.7 4.2
9 10,9
10,4
8
9,9
Ancho Pm/4 (mm)

9,4
Ancho de Pm/3

7
8,9
6 8,4
7,9
5
7,4
4 6,9
6,4
3 5,9
7,9 9,9 11,9 13,9 15,9 17,9 6,5 11,5 16,5 21,5 26,5
Longitud anteroposterior de Pm/3 Longitud anteroposterior del Pm/4 (mm)

Lobos Coyotes
Clave: Perros Quetzalcoatl

Figura 104. Híbrido de lobo y perro descubierto en la Pirámide de Quetzalcoatl (Valadez et al


2002) del cual es posible ver la morfología de las piezas y sus dimensiones. La condición
intermedia de las tallas evidencía que se trata de un híbrido, pero la morfología muestra más
semejanza con los perros y lobos que con los coyotes (ver medidas de piezas dentales en Anexo 1).

111
Veamos el individuo de la Figura 104. En esta pieza tenemos a los premolares 3 y
4, además de los dos molares. En el capítulo III indicamos que la longitud anteroposterior
de los premolares superiores es un buen medio para identificar especies (Figura 71) por lo
cual tomamos esta medida, junto con el ancho de los premolares 3 y 4, para ubicar a
nuestro ejemplar.

Tal y como podemos ver en las dos graficas, nuestro individuo se presenta
intermedio entre las tres especies, incluso en una de éstas se aproxima al grupo de coyotes,
pero si comparamos la forma de las piezas con las de los tres cánidos (Figuras 64-66),
veremos que los premolares de nuestro ejemplar tienden a ser anchos, el tubérculo lingual
del cuarto premolar es mas bien chico y los molares tienden a manifestarse como robustos.
Con estos datos la conclusión necesaria es que cánido presenta un esquema que hace viable
la idea de que se trata de un híbrido, con el perro y el lobo como padres.

Los casos más espectaculares son aquellos en los cuales es posible recuperar cráneo
y esqueleto y todo el conjunto muestra la mezcla de perro y lobo. Los mejores ejemplos al
respecto son los tres cánidos descubiertos en el Templo Mayor a finales de los setentas
(Valadez et al 2001; 2006), en particular el ejemplar que apareció asociado a un monolito
donde estaba grabada la imagen de la diosa mexica Coyolxauhqui (ver capítulo X).

La identificación original ubicó a estos cánidos como lobos, decisión razonable si


nos basamos exclusivamente en el aspecto general de los cráneos y en sus dimensiones
(Figura 105A,E y ver también Figuras 127 y 128 en Capítulo X), pero al revisarse los
ejemplares con más cuidado es posible concluir que no todas las medidas son “tan tipo
lobo” (Figura 105B) y que diversos aspectos de su morfología craneal (por ejemplo la
región mastoidea) (Figura 105A), mandibular (Figura 105C) y dental (Figura 105D)
manifiestan una condición intermedia entre Canis lupus y Canis familiaris.

Como se ha ilustrado, el mundo de los híbridos de lobo y perro, de los “loberros”,


visto desde el punto de vista de sus formas y dimensiones (Figura 106), es muy diverso,
basta constatar como, por ejemplo, con los ejemplares de las cuevas teotihuacanas, la
condición lobuna se dejaba ver en lo morfológico y lo métrico era “tipo perro”, mientras
que los animales del Templo Mayor son lobos en lo que se refiere a los tamaños y perros en
las formas. Debido a esto es importante que aquellos “cánidos raros” que llegan a

112
presentarse en las colecciones arqueozoológicas sean analizados con cuidado especial,
comparándolos con los restantes ejemplares que si reconocemos como perros y con la
información disponible sobre lobos.

A. Cráneo del híbrido de lobo y perro asociado al monolito de la Coyolxauhqui y región mastoidea.

B. Comparación de largo y ancho del paladar de los tres híbridos descubiertos en Templo Mayor
con perros, lobos y coyotes.
85

80
Ancho máximo del paladar

75

70 Lobos
65 Coyotes
Perros
60 Templo Mayor
55

50

45

40
65 75 85 95 105 115
Largo del paladar

C. Porción superior del proceso coronoide.

113
D. Premolar superior 4 y molares superiores 1 y 2.

Lobo Perro

E. Longitud anteroposterior y ancho de primer molar superior


26
24
22
20
Ancho

18
16
14
12
10
10 12 14 16 18
Longitud anteroposterior

Figura 105. Los híbridos de lobo y perro mejor conservados hasta el momento están asociados al
Templo Mayor de la ciudad de Tenochtitlan. Las dimensiones generales de los tres individuos
descubiertos corresponden lobos o a algo parecido, pero la morfología de diversas regiones del
cráneo y de las piezas dentales son de condición intermedia o “tipo perro” (comparar imágenes con
Figuras 45, 49, 59, 64, 66 y anexo 1) (Blanco et al 2006; Valadez et al 2001).

Ciertamente no podemos catalogar a los “loberros” como una raza de perro, pero su
abundancia en el registro arqueozoológico mexicano exige que se le vea a un nivel
equiparable con los tipos de perros descritos anteriormente. Vale señalar que para 2005
constituían la segunda forma de cánido doméstico más abundante a nivel arqueológico,

114
debajo de los perros comunes mesoamericanos y que sus registros van desde el siglo III
hasta el XVI de nuestra era. Por todo esto es indispensable verlos como una forma de
cánido que existió, quizá con más abundancia de lo que creemos.

Figura 106. Los híbridos de lobo y perro descubiertos en las cuevas teotihuacanas (A) tenían las
dimensiones de un perro grande: unos 40 cm de alzada y poco menos de 65 cm de longitud; por otro
lado, los cánidos del Templo Mayor medían más de 90 cm de longitud y su alzada era de unos 61
cm.

HIBRIDOS DE COYOTE Y PERRO

Dentro de la colección de la Pirámide de Quetzalcoatl apareció un ejemplar (Figura 107),


cuya dentición le ubicó como un híbrido de perro y coyote (Valadez et al 2002b). Hasta la
fecha constituye el único caso reconocido al respecto.

115
Pm3 Pm4 M1
L A H L A H L A H
Ind. 8 10.3 5.3 6.2 16.4 7.3 9.83 11.6 15.4 7.2

7
Ancho de Pm/3

3
7,9 8,9 9,9 10,9 11,9 12,9 13,9 14,9 15,9 16,9
Longitud anteroposterior de Pm/3

Figura 107. Individuo de la Pirámide de Quetzalcoatl, cuyos caracteres lo ubican como un híbrido
de coyote y perro. La morfología de las piezas es similar a la de los coyotes y las medidas le ubican
intermedio entre ambos cánidos (punto señalado con la flecha) o más inclinado hacia la condición
perro (clave de gráfica en la Figura 104).

Como podemos ver en la Figura 107, este cánido está representado por un maxilar
en el que se encuentran el tercer y cuarto premolar y el primer molar. Los premolares se
manifiestan poco anchos, el tubérculo lingual está bastante desarrollado y el molar es ancho

116
y complejo, más que el de los perros y mucho más que el del lobo (Figuras 64-66). Desde
esa perspectiva este individuo se asemeja bastante a un coyote.

Pero al utilizar las medidas la conclusión es que varias de las piezas dentales se
ubican en una posición intermedia entre perro y coyote (Figura 107), aunque en otros casos
la condición de perro se vuelve dominante. Como en el caso de los “loberros”, esta extraña
mezcla de caracteres es explicable si consideramos al hibridismo como causa probable.

Los casos ilustrados es lo que hasta 2005 ha sido posible reconocer respecto de
formas de cánidos domésticos presentes al interior de las comunidades prehispánicas, pero
sería muy inocente pensar que fueron los únicos tipos de perros de tiempos precolombinos.
En realidad sería más apropiado decir que gracias a las herramientas metodológicas de que
disponemos es ahora posible estudiar a las colecciones arqueozoológicas de perros bajo la
idea de que es posible encontrar ejemplares que se aparten de los estándares conocidos y
sean ejemplos de formas que existieron en una cierta región, en una cierta época.

117
CAPITULO IX

RECONOCIMIENTO DE EDADES Y SEXO

Conforme se avanza en el estudio del individuo “perro” en su osteología, aparece de


manera espontánea y lógica la necesidad de aplicar el conocimiento creado hacia otros
rubros, por ejemplo para reconocer cuando las diferencias que se observan entre distintos
ejemplares de perros implican diferentes tipos o bien cuando lo que tenemos en nuestras
manos no es Canis familiaris, sino una especie diferente.

A lo largo de la obra hemos empleado la información contenida en el esqueleto del


perro para abordar estas temáticas, pero ciertamente el potencial del conocimiento
osteológico y la variabilidad entre individuos puede ser lo bastante grande para llevarnos a
cuestionamientos tales como si a través de la osteología es posible reconocer el sexo de los
ejemplares o hasta donde las diferencias morfológicas que se manifiestan a través de los
huesos es el resultado de factores ontogénicos, es decir, la edad.

Para fortuna nuestra en este momento es posible reconocer a través de los huesos
aspectos tales como el tiempo de vida del animal estudiado o si se trataba de una hembra o
de un macho. Desafortunadamente no siempre se cuenta con los elementos o condiciones
para que nuestro diagnóstico tenga un 100% de certeza o exactitud, pero si es posible
asegurar que en la gran mayoría de los casos es factible incluir, junto con el dato de la
especie a la que pertenecen los huesos, otro en el cual se hace mención de a edad o el sexo
del individuo.

FASES DE DESARROLLO EN EL PERRO

Muchos de nosotros alguna vez hemos escuchado que en el perro un año de vida equivalen
a diez humanos, esto no es 100% exacto, aunque es cierto que su velocidad de desarrollo es
mucho mayor que la nuestra, sobre todo en su primer año. A partir de esto y considerando
la importancia de poder saber si los materiales óseos que tenemos en las manos son de una
cría, un juvenil o un adulto, debemos partir primero en reconocer las principales fases de
desarrollo en el perro (Figura 108).

118
Desde que el perro nace y hasta las seis semanas de vida el cachorro vive su periodo
de crianza, es decir, el tiempo que vive dentro del nido, como lactante, dependiendo 100%
de la madre. Para nuestros propósitos es importante destacar que llegando al primer mes de
vida se inicia la erupción de los dientes deciduos, proceso que se cubre en unos cuantos
días y que en cierta medida es el responsable de que la madre deje de amamantarlos a partir
de la sexta semana por las molestias que le ocasiona la succión-mordida. A partir de este
momento la madre les lleva alimento, los deja más tiempo solos en el nido y solo acepta
amamantarlos en las noches. Esta fase, aplicada al desarrollo humano, equivaldría a los
tres primeros años de vida.

Edad Fase de desarrollo


Seis-siete semanas de vida Cría lactante
Dos a cuatro meses Cachorro
Cinco-nueve meses Juvenil
Nueve meses-un año Subadulto
Uno-dos años Adulto muy joven
Tres-cinco años Adulto joven
Seis-nueve años Adulto maduro
+ diez años Senil

Figura 108. Fases principales del desarrollo del perro y época correspondiente.

A partir de los dos meses de edad y hasta los cuatro, tenemos la fase de cachorro,
periodo equivalente a la infancia humana de los tres a los ocho o nueve años. Su dentadura
es decidua, su cuerpo es corto y su cabeza es fundamentalmente redonda con hocico corto.

Después de los cuatro meses de edad empieza el cambio de dentadura, proceso que
tarda unos tres meses. Su cuerpo y cabeza se alargan hasta casi llegar a las dimensiones del
adulto, sin embargo sus caracteres osteológicos indican que se trata de un individuo aún en
desarrollo y sexualmente hablando, es inmaduro. Es el periodo equivalente a la infancia
tardía y la adolescencia humana, aunque en este periodo los individuos de nuestra especie
ya pueden procrear.

Al acercarse al año de edad el perro alcanza la madurez sexual y termina su


desarrollo físico, esquema que equivale a los 19 o 20 años en la vida del hombre. Desde
ese momento y hasta los cinco años de edad el perro se encuentra en su fase de adulto

119
joven; como adulto maduro se reconoce al ejemplar que tiene entre cinco y nueve o diez
años de vida y posteriormente pasaría a ser un adulto “senil”.

LA EDAD VISTA A TRAVES DE LOS HUESOS


Entre la determinación de la edad o del sexo, la primera es, por mucho, la que podemos
manejar con más amplitud, ya que existen numerosos elementos que podemos utilizar, bien
en lo dental o en los huesos.

Desarrollo del hueso y edad

El hueso de un mamífero sufre considerables cambios en función de la edad del


individuo. Considerando la función y naturaleza del hueso no es fácil imaginar como se
puede alcanzar un punto de equilibrio fisiológico y mecánico que permita al hueso disponer
de los elementos necesarios para modificar su forma y dimensiones y al mismo tiempo
mantener una condición de rigidez indispensable en su función de sostén.

Cuando se encuentra el individuo en etapa embrionaria las estructuras precursoras


del esqueleto son de condición cartilaginosa, lo cual favorece su crecimiento de forma
continua. Al nacer ya posee un esqueleto en el cual los huesos presentan secciones
osificadas (constituidas por hueso esponjoso) y otras formadas por cartílago; por ejemplo
en los huesos largos las diáfisis son de condición ósea y las zonas de articulación (epífisis)
son cartilaginosas. En los huesos planos, por ejemplo la pelvis o la escápula, se crean
centros de osificación que se multiplican y expanden.

Figura 109. Húmero, radio y fémur de una cría de perro de una semana de edad. En este momento
solo las diáfisis de los huesos están constituidos por tejido óseo, el cual es de tipo esponjoso y las
epífisis son de condición cartilaginosa por lo que no se conservan en el contexto arqueológico.

120
Conforme las semanas transcurren, en las zonas osificadas el hueso es sustituido de
esponjoso a compacto. Mientras tanto en las epífisis se va dando la osificación en los
extremos que constituyen los puntos de contacto de las articulaciones, pero se conservan
secciones cartilaginosas dentro de las cuales destaca un disco cartilaginoso llamada “placa
epifisiaria”, a partir del cual se produce tejido óseo. Gracias a esta condición el hueso
ejerce su función de sostén y al mismo tiempo continua creciendo.

Aplicado este esquema al desarrollo del perro, cuando el individuo se encuentra en


los primeras días de vida todo su esqueleto está constituido por hueso esponjoso, las epífisis
se encuentran muy poco diferenciadas y el único material óseo reconocible son las diáfisis
(Figura 109). Cuando el cachorro rebasó las seis semanas de edad sus huesos presentan la
zona de la diáfisis con tejido óseo más compacto pero además la mayor parte de las epífisis
poseen una sección ya osificada que se manifiesta como un “complemento” del hueso
(Figura 110). Estas porciones de las epífisis que vemos como piezas ajustables a la diáfisis
pero separadas (o separables) se mantienen como tales hasta que el perro cumple
aproximadamente el año de edad, momento en el cual el animal concluye su fase de
crecimiento y se osifica la placa epifisiaria. Los huesos largos del perro adulto se
manifiestan como una sola entidad ósea que para nada recuerda su evolución temprana,
pero el ejemplar que aún no rebasa el año de vida presenta huesos en los que se ven las
líneas de sutura, las antiguas placas epifisiarias que, aunque osificadas, aún se manifiestan
como una línea que separa a las diáfisis de las epífisis (Figura 111). Este esquema se
observa también en metacarpos, metatarsos y falanges

Figura 110. Radio de cría de perro de unos cuatro meses de edad en el que se observa que las
epífisis constituyen piezas “sueltas”, separadas de la diáfisis por medio de un disco cartilaginoso
denominado “placa epifisiaria”

121
No todos los huesos se desarrollan con fases bien diferenciadas y aplicables a
determinadas edades, pues algunos, como la escápula, varían en la talla, forma o cantidad
de hueso esponjoso, pero no en evolución de las epífisis o de placas epifisiarias y por tanto
no siempre es fácil relacionar la edad a caracteres específicos. En realidad, para otras
regiones del esqueleto, son la pelvis y las vértebras en las cuales podemos observar
cambios suficientemente claros para relacionarlos con edades concretas.

Figura 111. Izquierda, epífisis proximal de húmero de perro cuyas dimensiones, dentición y
morfología corresponden a un ejemplar que ha concluido su desarrollo, aunque la epífisis aún no
está soldada a la diáfisis (ver ranura señalada por la flecha) y por tanto se puede separar sin
dificultad. Derecha, epífisis distal de otro húmero el cual ya tiene la epífisis y diáfisis unidas,
aunque se observa una línea (ver flecha) que correspondería a la antigua placa epifisiaria.

Desde que nace el cachorro y aproximadamente hasta el medio año de edad la pelvis
está constituida por los tres huesos primordiales: ilion, isquion y pubis (Figura 29),
posteriormente los huesos se van soldando de tal forma que al llegar al año de edad ya la
pelvis consta de una sola pieza. Respecto de las vértebras, en el cachorro se encuentran
divididas en cuerpo y apófisis (Figuras 10 y 112) y aquel, a su vez, en el núcleo del cuerpo

Figura 112. Vértebra lumbar de perro de cuatro meses de edad que en apariencia (izquierda) se
presenta como un solo elemento óseo, aunque las carillas del cuerpo (discos intervertebrales) no
están unidas a éste y además las apófisis y el cuerpo se encuentran unidas por tejido cartilaginoso
(derecha).

122
y en las carillas que hacen contacto entre una y otra vértebra, a las cuales se les llama
“discos intervertebrales”. Cuando el individuo tiene unos o nueve meses de edad, cuerpo y
apófisis ya están soldados, aunque los discos intervertebrales no, siendo hasta el año de
edad, aproximadamente, cuando esto se lleva a cabo.

Tamaño del hueso y edad

Tal y como vimos en el capítulo anterior, las dimensiones de los huesos son un
elemento importante para definir especies de Canis y posibles razas, por ejemplo los
tlalchichis o los loberros, pero cuando trabajamos el tamaño en función del desarrollo del
perro es posible ubicar con más precisión la edad de los individuos de menos de un año de
vida.

Húmeros Ulnas

Fémures Tibias
Figura 113. Húmeros, ulnas, fémures y tibias de xoloitzcuintles medianos de seis semanas, catorce
semanas, cinco meses y dos años de edad. La diferencia en talla, unido a los grados de osificación
de las epífisis, permite reconocer rangos de edad, dentro del primer año de vida, dentro del orden de
semanas o meses.

Para ilustrar esto consideremos primero las imágenes mostradas en la Figura 113, en
las cuales se comparan húmeros, ulnas, fémures y tibias de xoloitzcuintles actuales de talla

123
media cuyas dimensiones y morfología del cuerpo es semejante a la de la mayoría de los
perros mesoamericanos presentes en el contexto arqueológico. La edad de cada ejemplar
(seis semanas, catorce semanas, cinco meses y dos años) se conoce por haber sido
organismos donados, pero es fácil ubicar que en cada imagen los tres primeros huesos
pertenecen a individuos inmaduros, aspecto reconocible porque las epífisis no están
presentes (individuo de seis semanas) o porque éstas no se han adherido a las diáfisis.

SEMANAS DE VIDA Y LONGITUD DEL HUESO EN MM


HUESO
2 8 16 20 44 52
Húmero 23 30 61 109 138 138
Ulna 21 29 61 105 146 147
Radio 18 26 50 100 136 137
Fémur 23 32 66 109 147 145
Tibia 22 31 57 115 152 152

160

140

120
Longitud (mm)

100

80

60

40

20

0
2 8 16 20 44 52
Semanas de vida
Clave:

Húmero Ulna Radio Fémur Tibia

Figura 114. Ejemplo de cambio en la longitud de los huesos largos en perros pelones mexicanos
medianos de diversas edades.

Aunque en un mismo tipo de perro las dimensiones varían de un individuo a otro


por factores genotípicos y fenotípicos, una vez ubicado en el hueso la condición de
inmadurez es factible relacionar dimensiones con rangos de edad (Figura 114). De esta
forma, en variedades mesoamericanas de talla media, por ejemplo perros comunes
mesoamericanos, xoloitzcuintles y quizá también a los perros mayas, huesos largos sin
rastro alguno de las epífisis y con longitudes menores a los 25 mm muy probablemente
correspondan a individuo de unos pocos días de vida; si las longitudes se ubican más o

124
menos sobre los 30 mm es factible suponer que sea un cachorro que acaba de ser destetado,
es decir, con unos dos meses de edad; si se mueven alrededor de los 100 mm entonces es
probablemente un ejemplar que iniciaba la fase juvenil y si tienen unos 150 mm pero aún
las epífisis no se han soldado a las diáfisis, sin duda se trata de un ejemplar subadulto.
Obviamente este esquema tamaño-edad, no tiene validez cuando tenemos a un posible
tlalchichi o a un híbrido.

Piezas Meses Piezas


deciduas 0 1 2 3 4 5 6 7 perman.
I1 I1
I2 I2
I3 I3
C C
Pm1
Ml1 Pm2
Ml2 Pm3
Ml3 Pm4

M1

M2 sup.

M2 inf.

M3

Figura 115. Cronograma de evolución dental en perros. Las piezas deciduas aparecen a
partir del primer mes de vida y los permanentes a partir del cuarto. Dado que cada pieza
tiene un desarrollo independiente del resto, el esquema dental que presente un ejemplar con
menos de siete meses de vida permite reconocer su edad dentro del orden de semanas.

LA EDAD VISTA A TRAVES DE LOS DIENTES

Tal y como se mostró en el primer capítulo, en Canis encontramos dos juegos de dientes y
de cada uno podemos derivar información relativa a la edad, no solo por poseer dentición
decidua o permanente, sino por detalles que podemos reconocer dentro de cada caso.

125
La dentición decidua

El factor esencial a considerar dentro de este rubro es el ciclo de aparición-


sustitución que se da en los individuos y la relación entre espacio de la dentadura y espacio
mandibular. Sabemos que la velocidad con que se da el desarrollo dental varía en función
de la raza y que entre más grandes sean los individuos más corto es el periodo a considerar,
sin embargo a partir de la experiencia acumulada por parte de los autores con
xoloitzcuintles con pelo y sin pelo, así como con perros actuales “de tipo común”, se han
definido momentos para cada parte del proceso (Figura 115).

Menos de un mes de vida: Mandíbulas y maxilares sin dientes emergidos, solo


aparecen pequeños orificios a través de los cuales se pueden observar a las futuras piezas
(Figura 115-116).

Figura 116. Vista ventral y dorsal de cráneo y mandíbula de una cría de perro pelón de dos semanas
de edad. Aún no existen piezas dentales visibles, aunque si pequeños orificios que indican los
espacios en los que se realizará su próxima erupción.

Uno a dos meses de vida: Dentición decidua presente (Figura 115), misma que
abarca toda la rama horizontal de la mandíbula y todo el arco de los maxilares.

Tres a cuatro meses de vida: Dentición decidua presente pero que no ocupa toda la
longitud de dentarios y maxilares. En la parte posterior estos huesos existe un espacio en el
cual eruptará el primer molar (Figuras 115-117). Se crean espacios entre los incisivos.

126
Cuatro a cinco meses de vida: Aparición de los primeros molares permanentes (M1)
(Figura 115), el cuarto premolar superior y los incisivos. Los caninos deciduos y
molariformes siguen siendo funcionales.

Seis meses de vida: Aparecen premolares y caninos permanentes (Figura 115). Ya


no quedan piezas deciduas.

Figura 117. Cría de perro común de catorce semanas de edad. Aunque la dentadura decidua es aún
la única presente, ya no abarca toda la extensión de las mandíbulas. En la parte posterior se
observan orificios bajo los cuales se están formando los primeros molares permanentes.

La edad del adulto y el desgaste de los incisivos

Una vez que la dentición permanente sale por completo ya no existirán


modificaciones estructurales como las mencionadas en las líneas anteriores. La relación de
espacios, número de piezas y posición no cambiará, salvo que ocurra la pérdida de algún
diente, pero eso no puede considerarse dentro de un esquema de relación entre edad y
evolución dental.

El único elemento aprovechable en este sentido es el grado de desgaste de los


incisivos (Figura 118), aspecto bastante estudiado y empleado en la medicina veterinaria
(Hernández 1987). Los niveles de desgaste de los premolares y molares no se consideran
significativos porque se consideran más vinculados a la dieta que a la edad, aunque
tentativamente podrían emplearse limitándonos a ciertos rubros: adulto joven, si las piezas
no muestran ningún tipo de desgaste, adulto maduro si existe desgaste visible y adulto de
más de 10 años si las piezas han perdido casi por completo las coronas (Figura 119).

127
Desarrollo dental del xoloitzcuintle

El esquema mostrado en las páginas anteriores sobre evolución dental y edad es


aplicable a todos los tipos de perros con pelo mesoamericanos, en otras palabras, no
podemos incluir a los xoloitzcuintles dentro de esto, pues como hemos visto y sabemos
desde hace mucho, el esquema dental de estos perros es completamente diferente a las
restantes razas que poseen el cuerpo cubierto de pelo (Valadez y Mestre 1999).

Un año de edad Dos a tres años de edad tres a cuatro años de edad

Cuatro a cinco años de edad más de seis años de edad

Figura 118. Grados de desgaste en los incisivos del perro y edad correspondiente.

128
A

D
B

Figura 119. Ejemplo de perro prehispánico senil. Los terceros incisivos superiores (A) han perdido
su forma tipo canino y se manifiestan más como pequeños cinceles de punta roma, los inferiores (B)
poseen coronas muy gastadas, carentes ya de la forma de flor de lys, esquema que corresponde a un
perro de más de seis años (Figura 118). Producto también de la edad del ejemplar es la forma de las
coronas de los molares (C, D), las cuales son lisas, con cúspides romas o ya sin ellas.

Como se indicó en el capítulo anterior, la condición de atriquia de los perros pelones


se manifiesta, entre otras cosas, en la ausencia de premolares. Debido a esto es fácil
encontrar mandíbulas en las cuales tenemos a los molares permanentes, incluso ya

129
manifestando cierto nivel de desgaste, junto con los molariformes. La razón de esta
aparente incongruencia es que ante la falta de premolares permanentes las piezas deciduas
se mantienen en su lugar a veces por varios años. En la Figura 120 se muestra un esquema
ilustrativo de cómo puede darse la evolución dental en estos perros y su relación con la
edad.

Figura 120. Evolución dental del xoloitzcuintle. El desarrollo de la dentadura decidua es igual a la
que se da en las restantes razas de perros, pero con la permanente se observa esquemas peculiares
por la ausencia de diversas piezas.

130
DIFERENCIAS OSTEOLÓGICAS EN FUNCION DEL SEXO

Quien haya estudiado un esqueleto de perro macho 100% completo podrá comprobar la
presencia del os penis, estructura semiosificada que da soporte al pene y que a nivel
osteológico constituye una prueba definitiva de la condición de género (Figura 121), sin
embargo se trata de una pieza enormemente perecedera, por lo que su hallazgo en el
registro arqueológico es enormemente difícil, situación que lleva a la necesidad de ubicar
este aspecto a partir de evidencias menos directas pero más fáciles de reconocer en el
material arqueozoológico.

Caracteres diagnósticos

Existen cinco aspectos cuyas características varían en función del sexo (Crockford
1999; The y Trouth 1976), tres de las cuales se encuentran en el cráneo, una en el dentario y
una en la pelvis (Figura 122).

Figura 121. El os penis es el elemento osteológico que indica de manera irrefutable la condición
genérica (macho) del ejemplar asociado. Desafortunadamente se trata de una pieza que
generalmente no se preserva al paso del tiempo.

El más visible es la cresta sagital (Figura 122A). En los machos la cresta es


perfectamente identificable y notoria, mientras que en las hembras es pequeña y en muchas
ocasiones en vez de una cresta aparecen dos rebordes paralelos que se encuentran a los
lados de la línea de unión de los parietales.

En los machos la cresta sagital puede “continuarse” hacia el occipital, de forma tal
que en la parte superior de este hueso, donde se une al parietal, se manifieste una “cresta
occipital” (Figura 122B), además de que dicho hueso se muestra más alto y más angulado.
En las hembras no se manifiesta una “cresta occipital” sino solo un reborde suave y el
hueso se manifiesta como más bajo y de contornos redondeados.

131
A. Cresta sagital

Hembra Macho

B. Occipital y cresta occipital

Hembra Macho

C. Basioccipital

Hembra Macho

D. Fosa masetérica

Hembra Macho

E. Forma de la pelvis

Hembra Macho

Figura 122. Caracteres diagnósticos, a nivel osteológico, empleados para determinar el sexo en
perros.

132
Si se considera la longitud que va del basion al punto de unión basioccipital-
basiesfenoides y se compara con el ancho máximo de los cóndilos occipitales y el
basioccipital (Figura 2), se verá que el basioccipital y los cóndilos son relativamente anchos
en la hembra y relativamente largos en el macho (Figura 122C).

En el proceso coronoide de la mandíbula tenemos a la fosa masetérica, cuyo tamaño


y profundidad puede variar de acuerdo con la condición masculina o femenina. En los
primeros la fosa es amplia y profunda, mientras que en ellas es más chica o somera (Figura
122D).

Por último, el ángulo de apertura de los huesos del pubis, en la pelvis, varía según se
trate de perro o perra (Figura 122E). En ellas el ángulo que forma es de más de 90º,
mientras que en ellos es de 90º o menos.

Limitaciones de los caracteres diagnósticos

Considerando la naturaleza de cada carácter mencionado podemos asegurar que de


todos ellos, solo el correspondiente a la pelvis puede relacionarse clara e indiscutiblemente
con la condición genérica, pues es obvio que la apertura del pubis está vinculado con las
funciones reproductivas vinculadas a la hembra, mientras que todos los caracteres
concentrados en el cráneo y mandíbula dependen del grado de desarrollo de la musculatura
mandibular, el cual usualmente alcanza su mayor expresión en los machos.
Desafortunadamente no es fácil descubrir ejemplares arqueozoológicos en los cuales se
haya conservado intacta la pelvis, por lo que el empleo de este carácter es algo poco común.

Por otro lado, en capítulos anteriores hemos visto las diferencias craneales entre
lobos, coyotes y perros, así como entre las diversas razas mesoamericanas de estos últimos
y como algunas de estas características se vinculan directamente con aspectos como el
tamaño de la cresta sagital. De acuerdo con esto, si entre especies o tipos de perros puede
haber diferencias a nivel de la musculatura mandibular es claro que el empleo de los
diferentes criterios carece de valor diagnóstico si se pretende, por ejemplo, reconocer el
sexo comparando los cráneos de un coyote y de un perro.

Un ejemplo concreto de cómo pueden variar estos caracteres lo tenemos al comparar


musculatura mandibular de perros comunes y pelones. Estos últimos poseen un músculo
masetero más desarrollado, quizá una respuesta adaptativa a la carencia de parte de la

133
dentadura, por lo que el tamaño de la cresta sagital o la profundidad de la fosa masetérica es
mucho mayor en ellos que en individuos del mismo sexo pero de otro tipo, como los perros
comunes o los mayas; debido a esto, es posible tener los cráneos de una hembra
xoloitzcuintle y de un macho común y no encontrar diferencias sustanciales en el tamaño de
las crestas o en la fosa, llegando así al error de considerarlos del mismo género.

A partir de esta reflexión es necesario reconocer que la asignación del sexo no es


una decisión simple y que el nivel de confiabilidad de nuestro diagnóstico puede variar.

Para que limitemos al máximo la posibilidad de error deben considerarse tres


aspectos:

1. El valor diagnóstico del os penis y de la pelvis es definitivo y por tanto superior


a los restantes.

2. Cuando no se dispone de estos elementos la forma más segura de reconocer el


sexo de un ejemplar es a través de la sumatoria de los resultados obtenidos a
través de los diferentes caracteres disponibles.

3. Siempre hacer el esfuerzo por comparar nuestro ejemplar con otros individuos de
la misma especie o raza cuya condición genérica se conozca.

DETERMINACIÓN DE LA EDAD Y SEXO EN LOBOS Y COYOTES

¿Hasta que punto es posible aplicar todos estos principios de reconocimiento de edad y
sexo en lobos y coyotes? Gracias a las enormes semejanzas que existen ente las tres
especies de Canis mexicanas estamos en posibilidad de indicar que gran parte de los
principios presentados pueden aplicarse en el mismo sentido, aunque también es una
realidad que muchos aspectos pueden variar en su forma de manifestarse de acuerdo con la
especie.

Así como al observar la Figura 43, donde vemos el ciclo reproductivo de las tres
especies, podemos concluir que, salvo el hecho de que el perro se reproduce dos veces al
año, en realidad los esquemas son bastante semejantes, así el desarrollo de lobos y coyotes
en su primer año se mueve dentro de un ritmo bastante similar al del perro: nacen sin
dientes, estos eruptan a partir del primer mes, un par de meses de lactancia, cambio de

134
dentición a partir del cuarto mes, madurez física al llegar al primer año de vida. Con esto
podemos considerar que el reconocimiento de la edad dentro de los doce primeros meses, a
partir de los ritmos dentales y de desarrollo óseo, es igualmente confiable cuando lo
aplicamos a los perros como a las dos especies silvestres (Figura 123). Por supuesto que
esto no incluiría el empleo de medidas de huesos largos en función de la edad, ya que cada
especie tiene sus propios rangos dimensionales y velocidad de crecimiento.

Figura 123. Restos de lobezno del sitio de Hunchavin, Chiapas (Blanco, Rodríguez y Valadez
2007). La presencia de dentición decidua, acompañada de piezas permanentes en proceso de
desarrollo y epífisis separadas de las diáfisis dejó ver que su edad no podía ser superior a los cuatro
meses aunque sus dimensiones eran prácticamente las mismas de las de un perro adulto.

En el aspecto de determinación del sexo la situación es mucho más complicada, ya


que aunque los principios sean básicamente los mismos no conocemos con detalle como se
manifiestan a nivel de la cresta sagital, cavidad del masetero, forma del occipital y del
basioccipital. Definitivamente serían la forma de la pelvis y la presencia del os penis los
únicos criterios que podríamos emplear con la misma confiabilidad, aunque tendríamos las
mismas limitaciones en cuanto a su preservación en el contexto arqueológico.

135
CAPITULO X

ALTERACIONES EN EL HUESO Y EVIDENCIAS DE MANIPULACION

Difícilmente disponemos de crónica o testimonio colonial en el cual se hable de perros sin


incluir el dato de que se les empleaba como alimento o animales de sacrificio. ¿Podemos
abordar este aspecto a partir del estudio de los restos óseos?

“HUESOS DISIMILES”

Frente al hallazgo de huesos de perros cuyas características se alejan de forma clara a lo


esperado puede haber varias respuestas:

1. Una especie de Canis diferente.

2. Diferencias entre la edad del ejemplar y la que se tenía calculada.

3. Que sean de un tipo de perro diferente a lo que se preveía.

4. Características en función del sexo que no se habían considerado.

5. Malformaciones congénitas.

6. Traumatismos.

7. Padecimientos derivados de la edad.

8. Actividades de destazamiento del ejemplar que dejaron huella en el hueso.

9. Exposición del individuo, o sus partes, a altas temperaturas.

10. Actividades de manufactura con el hueso como materia prima.

11. Acción del ambiente sobre el hueso, por ejemplo, raíces, acidez del suelo, acción
de descomponedores, de carroñeros diversos o de depredadores al momento de
cazar al perro en cuestión.

Hasta el momento la obra ha enfocado su esfuerzo en el estudio de los cuatro


primeros factores, siendo los puntos cinco al once los que trabajaremos en este capítulo,

136
aunque de forma breve, siendo el principal objetivo el ilustrar al lector acerca de la forma
como cada uno de estos aspectos pueden llegar a manifestarse en nuestros materiales.

Como veremos en el capítulo, el hallazgo de huesos que presentan evidencias de


manipulación o de alteración por factores ambientales no está limitado a Canis familiaris,
sin embargo debemos partir del hecho de que las posibilidades de tener en nuestras manos
huesos que denotan este tipo de modificaciones se inclinarán irremediablemente hacia el
perro, además de que constituye el final de todo el conjunto de propuestas sobre el estudio
meticuloso de los restos de cánidos que va más allá de la determinación de la especie, razón
por la cual se presenta en la segunda parte de la presente obra.

ALTERACIONES DEL HUESO DERIVADAS DE PADECIMIENTOS DIVERSOS

La presencia de modificaciones en el hueso derivadas de enfermedades o accidentes no son


tan comunes como uno podría suponer, pero es indispensable ubicarlas, al menos bajo la
forma de ejemplos, a fin de que se les tenga presentes al momento de revisar a nuestro
individuo.

Padecimientos congénitos

Dentro de este grupo se encuentran todas las formas de modificaciones que derivan
de enfermedades que se dieron en la vida del individuo como resultado de una
predisposición genética. Obviamente pueden existir enfermedades que el perro estudiado
sufrió pero que nunca se manifestaron en el hueso, mismas que jamás podremos ubicar,
siendo por tanto nuestro objetivo saber como reconocer aquellas que si dejan huella en el
hueso.

Las enfermedades derivadas de problemas congénitos podemos reconocerlos porque


alteran visiblemente la forma en que se manifiesta normalmente el hueso sin que sea
posible explicarlo de otra forma que no sea una enfermedad que padeció el individuo
incluso desde su nacimiento.

Consideremos un par de ejemplos. En 1994, dentro del proyecto “Estudio de


Túneles y Cuevas en Teotihuacan”, dirigido por la Dra. Linda Manzanilla, fue descubierto
el entierro de una pareja de perros. En la hembra fue evidente la presencia de una

137
enfermedad congénita, ya que los dedos de la mano izquierda eran bastante más cortos y
pequeños, los metacarpos dos y tres se encontraban fusionados y todo indicaba que incluso
los dedos habían carecido de falanginas y falangetas (Figura 124A). Posteriormente se
constató que no solo la mano, sino todo el miembro izquierdo era más corto que su
contraparte derecha (Valadez et al 1999).

A B

Figura 124. Dos ejemplos de enfermedades congénitas en perros prehispánicos. El primer caso (A)
es una hembra cuyo diagnóstico fue que había padecido una condrodistrofia fetal que derivó en una
braquidactilia en el miembro. El segundo caso es un híbrido de lobo y perro (B) cuyo frontal no
cerró debido a una osteogénesis imperfecta o una meningoencefalocele.

El otro caso pertenece a un individuo descubierto en el Templo Mayor de


Tenochtitlan y que forma parte del grupo de híbridos de lobo y perro mostrados en el
capítulo VIII (Figuras 105 y 106, ver también capítulo XI). Uno de los ejemplares tenía un
extraño orificio en el frontal (Figura 124B), pues el borde del hueso no parecía ser producto
de una fractura, sino más bien inexistencia de una porción del hueso. Este dato llevó a dos
opciones: osteogénesis imperfecta, caracterizada por debilidad y adelgazamiento de las
láminas duras del hueso que, para el caso del cráneo, provocaría la erosión del frontal o
bien meningoencefalocele la cual provocaría protrusión de las capas cerebrales, incluyendo
las meninges, el encéfalo o ambas, evitando que desde el estado embrionario el hueso se
consolidara en forma correcta.

El universo de variación en los perros derivadas de aspectos congénitos es


sumamente amplio y no siempre fácil de reconocer. La acondroplasia, carácter que deriva
en miembros más cortos de lo normal y que es el que da lugar a todas las formas de perros

138
“salchicha”, incluyendo al tlalchichi, o bien la displasia ectodérmica, malformación del cual
se deriva el perro pelón, constituirían parte de este universo, pero no los vemos como
enfermedades o problemas sino como caracteres distintivos de un cierto tipo de perro.

¿Cuál es entonces el límite entre malformación y raza? Para nuestros propósitos los
elementos clave son dos: abundancia y efecto. Un perro que manifieste una evidente
condición de enanismo sin duda puede interpretarse como el resultado de un padecimiento
congénito (Valadez 1998), pero si lo que tenemos no es un caso aislado, sino uno de varios
individuos que comparten esa característica, entonces es probable que estemos ante un
proceso de selección de un carácter derivado de intereses humanos, es decir, actividades
zootécnicas. Por otro lado, si consideramos que la malformación afectaba de modo
sustancial sus posibilidades de sobrevivencia, entonces es claro que se le calificará como
tal, justo como se calificó con los dos casos ilustrados en párrafos anteriores.

Traumatismos y otros padecimientos

A diferencia de lo que ocurre con los humanos, el perro tiene una enorme capacidad
para resistir y superar fracturas o traumatismos diversos que afectan el hueso y que al paso
del tiempo sanan, aunque en el tejido óseo quedó escrita la evidencia de ese problema.

Cuando el hueso se fractura y posteriormente se solda, es normal que queden


“bordes”, mismos que indican la magnitud de la lesión sufrida y la formación de tejido óseo
en la zona afectada. A simple vista se manifiestan como irregularidades equivalentes a
cuando se rompe una pieza de madera o de cerámica y al aplicarle pegamento líquido queda
una línea irregular que claramente resalta del resto de la superficie.

FORMAS DE MANIPULACION

Cuando bajo la perspectiva arqueozoológica hacemos referencia a manipulación de


ejemplares, hablamos principalmente de alteraciones de los huesos derivados de algún tipo
de manejo del perro por parte de personas, proceso que pudo haberse dado desde el
momento mismo de la muerte del animal, pero que con frecuencia observamos en el hueso
como resultado de eventos de descuartizamiento o cocimiento de él.

139
Marcas de corte.

Cuando tenemos frente a nosotros un ejemplar cuyos huesos muestran incisiones en


forma de líneas rectas simples, a veces orientadas de forma más o menos paralela y que no
muestran acomodo alguno con esquemas naturales ni intención de “elaborar algo” como un
grabado sobre el hueso o darle a la pieza una forma determinada, muy probablemente lo
que vemos son marcas de corte, la más común evidencia de manipulación de los cuerpos a
través de la acción de un objeto punzo-cortante (Figura 125).

La acción de cuchillo y navajas sobre un ejemplar puede tener dos propósitos


básicos: desarticular al cuerpo para separarlo por partes o desprender el tejido blando del
hueso para disponer de la piel, la carne o los huesos. Debido a que el objetivo es simple en
sus propósitos lo normal es encontrar solo “líneas sobre el hueso”, es decir, las marcas que
muestran el movimiento del objeto cortante sobre el hueso al tiempo que se da la aplicación
de fuerza a través de la mano.

A B

Figura 125. Ejemplos de marcas de corte en un perro de Iztapaluca, México (Figura 88) en hueso
incisivo (A), vértebras lumbares (B) y costillas (C). Estas marcas fueron interpretadas como
evidencia de trabajo de desollamiento y separación de tronco y costillas para desprender la piel y la
carne de los huesos (Valadez et al 2004).

140
Con más frecuencia las marcas de corte aparecen en las epífisis o en los bordes de
las zonas de articulación, detalle que demuestra intención de desarticular, de destazar, al
animal (Figura 125A,B). Cuando el objetivo es desprender la carne entonces las marcas
aparecerán paralelas a las diáfisis de los huesos largos o se concentrarán en las zonas donde
se sujetan las masas musculares, por ejemplo, en las vértebras o la pelvis, y si lo que se
buscaba es separar, por ejemplo la piel, la evidencia la encontraremos en los puntos donde
piel y hueso se encuentran más cerca o en contacto directo, por ejemplo en el cráneo, la
cola o carpos y tarsos (Figura 125C) (Pérez 2005).

A B
Figura 126. Cráneo y dentarios de un híbrido de lobo y perro que fue hervido, dando lugar con ello
a que los huesos tengan una apariencia más brillosa y uniforme (A). Cuando los cuerpos son
expuestos al fuego directo es usual que parte de los huesos se queme, adquiriendo un color negro
(B, porción proximal), mientras que el resto presenta un color más claro.

Fracturas o machacado de huesos.

El hallazgo de huesos rotos dentro del contexto arqueológico es lo usual, pero en


ocasiones los huesos muestran formas de fractura que no corresponden a lo usual, por
ejemplo que junto a la zona de ruptura tengamos huellas de corte o que la línea de la
fractura sea perpendicular al eje del hueso. Si este es el caso entonces debemos considerar
la posibilidad de que el hueso se haya roto como producto de la acción humana.

141
En ocasiones los huesos aparecen no solo rotos, sino con evidencia clara de la
acción de golpes sobre su superficie, condición que puede relacionarse con la intención de
destruir al hueso quizá para desprender alguna parte de mayor valor, por ejemplo vértebras
cervicales rotas o machacadas a fin de separar a la cabeza del cuerpo.

Aplicación de temperatura

Un hueso que ha sido expuesto al calor del agua caliente por un largo periodo
adquiere una consistencia más compacta y un aspecto más brilloso, resultado de una
superficie más lisa (Figura 126A). Cuando los dientes están incluidos en este acto de
cocimiento es normal que aparezcan fracturados en el mismo sentido en que se toma su
altura.

Si nuestro ejemplar de estudio fue expuesto al fuego directo, el hueso va


adquiriendo una tonalidad oscura hasta aparecer de color negro (Figura 126B) y si la
aplicación del calor continuó, su color cambia a gris y a blanco al tiempo que pierde su
consistencia y se vuelve un conjunto de cenizas. Es relativamente frecuente que lleguemos
a tener piezas que presentan una porción negra y otra de color más claro, igual al de los
restantes huesos, lo cual puede tomarse como evidencia de que al perro, o a la parte
descubierta, se le colocó en el fuego o muy cerca de éste, pero que el calor no llegaba de
manera uniforme, por lo cual una parte se quemó por la exposición prolongada, mientras
que la otra no sufrió alteraciones visibles.

Manufactura

Hablamos de manufactura cuando en el hueso encontramos evidencia de


modificación del hueso o su superficie por acción mecánica de origen antropogénico y que
dicha transformación constituye el objetivo final en si mismo. Hemos visto que las
evidencias de manipulación mostradas hasta ahora alteran la forma del hueso pero son
pasos intermedios relacionados con otros fines, por ejemplo desprender la carne o cocerla.
En el caso de manufactura estamos dando por hecho que cualquier cambio registrado es
parte de un proceso que buscaba darle al hueso una forma o una textura distinta a la original
porque el objetivo era transformar al hueso para convertirlo en un objeto utilitario, como
una herramienta (Figura 127) o uno con valor simbólico (Figuras 104, 107).

142
Un caso interesante al respecto lo tenemos con húmeros de cánidos que se han
descubierto en contextos del posclásico y que eran parte de herramientas. La mejor
estudiada se encontró a finales de los noventas en el centro histórico de la Ciudad de
México, bajo los cimientos del antiguo Hotel del Prado. La pieza (Figura 127) es un
húmero sin el tercio proximal, con el tercio distal pulido y la diáfisis fracturada por presión.
Dentro de la diáfisis se encontró una pieza de cobre con un extremo, el que estaba en el
interior del hueso, en forma de punta y el otro, que sobresalía del extremo proximal, con
forma de una superficie plana y afilada Estudios posteriores determinaron que este
elemento era una herramienta empleada por los artesanos de la pluma (amantecas) para
realizar cortes finos, cuyo nombre náhuatl era tepoxhuictli (instrumento de cobre).

Figura 127. Izquierda: tepoxhuictli descubierto en el centro histórico de la Ciudad de


México, constituido por un húmero de perro cortado y pulido y una pieza de cobre que
poseía un extremo con punta y otro afilado que se empleaba para cortar. Derecha:
elementos de hueso y cobre separados, el primero tenía como función permitir sujetar
firmemente a la herramienta y el segundo hacer cortes.

Por esos mismos años, en una cueva teotihuacana (Proyecto Túneles y Cuevas en
Teotihuacan) fue estudiado otro húmero enormemente similar en su forma, este asociado a
un punzón de hueso y cuyo uso era la perforación de elementos como pieles. Bajo estas
condiciones es claro como los húmeros de perro eran utilizados a manera de “mangos” para
sujetar con más firmeza a una pieza delgada con punta o filo, justo como en el presente lo
vemos con limas, espátulas y otras herramientas, que poseen un mango de madera que
permite sujetarlas fuertemente con toda la mano.

143
MODIFICACIONES EN EL HUESO POR ACCIONES AMBIENTALES

Los cambios en el hueso que hemos referido hasta ahora se relacionan exclusivamente con
el interés humano, pero es normal encontrar también modificaciones, a veces muy similares
a las descritas, que fueron producto de factores naturales y que incidieron sobre el material
óseo durante el tiempo en que estuvo bajo tierra (Pérez 2005).

Factores biológicos

Si pensamos en todo el proceso post-mortem de un cánido debemos empezar en la acción


de depredadores y carroñeros sobre el cuerpo, incluido el hombre mismo. La acción de
masticado sobre el hueso es la opción a considerar cuando encontramos superficies
trituradas e irregulares o con evidentes marcas que denotan desgaste (Figura 128), si lo que
vemos son más bien surcos paralelos, un tanto similares a las huellas de corte, pero más
cortos y regulares, entonces la opción a considerar es el roído del hueso por tuzas, ratas o
ardillas y si la alteración consiste en pequeñas perforaciones, muy probablemente estemos
viendo la acción de insectos que se alimentan del hueso o lo perforan para introducirse en
él.

Figura 128. Vista del cóndilo de la mandíbula cuya parte superior muestra desgaste y superficie
irregular derivado de acción de masticado sobre el hueso.

Un elemento óseo que ha quedado bajo tierra debe enfrentar la acción de bacterias y
hongos los cuales pueden llegar a destruirlo por completo, siendo este el resultado normal
cuando estamos en un lugar donde el suelo tiene un Ph bajo, pues eso indica alto contenido
en ácidos y fuerte actividad bacteriana. Si las condiciones son menos severas y la
integridad del hueso se conserva, una fuente de alteración serán las raíces de la vegetación

144
circundante, pues tanto el proceso mecánico (penetración de ellas hacia el interior de los
huesos) como el químico (presencia de ácidos orgánicos) pueden alterar enormemente al
hueso hasta dejarlo prácticamente destruido. Esto es muy notorio en zonas donde el
hallazgo comprende esqueletos completos, por ejemplo entierros, y la vegetación es muy
abundante, pues la acción de las raíces dispersa a los huesos y los rompe al penetrar en
ellos.

Factores abióticos

Además de aspectos como la acidez del suelo, existen aspectos relacionados con el
contexto, ajenos a lo biológico, que pueden alterar visiblemente el hueso.

Consideremos en primer lugar al intemperismo y la erosión. Materiales óseos que


están expuestos a los cambios diarios de temperatura, al agua o a los vientos van poco a
poco desgastándose y fracturándose, tal y como lo vemos ante el hallazgo de huesos de
animales recientes que accidentalmente llegamos a encontrar en el campo. Si en estas
condiciones se dan eventos de impactos por parte de rocas o animales que transitan llevará
a fracturas que obviamente nada tienen que ver con manipulación humana o con el tiempo
en que el cánido estaba vivo.

Figura 129. Tercera a sexta vértebras cervicales adheridas debido a un proceso de carbonatación
que se dio en el esqueleto de un tlalchichi descubierto en Sinaloa (ver Capítulo XI. Este fenómeno
provocó que diversos huesos del esqueleto quedaran adheridos entre sí.

Como se indicó, los suelos ácidos aceleran la destrucción del hueso, pero si lo que
domina es lo alcalino, la preservación tomará lugar. Caso interesante es la carbonatación

145
del material óseo debido al recubrimiento y penetración del carbonato de calcio, pues puede
derivar en que varios elementos queden adheridos y pierdan parte de su aspecto original
(Figura 129).

Por último es indispensable considerar aquellos casos en los cuales el perro quedó
depositado bajo una enorme acumulación de sedimentos y rocas, con varias toneladas de
peso, lo cual lleva al aplastamiento de los huesos, en especial de los cráneos.

146
CAPITULO XI

ALGUNOS CASOS ILUSTRATIVOS

Los marcos metodológicos y criterios mostrados a lo largo de la obra acerca del estudio del
cánido arqueológico fueron el resultado de años de estudio de colecciones
arqueozoológicas. Por tal motivo se consideró adecuado mostrar al lector algunas de las
investigaciones más representativas al respecto.

ENTIERROS DE PERROS EN TULA, HGO.

Este trabajo es el inicio del estudio sistemático de los restos arqueozoológicos de cánidos
gracias al interés tanto de la arqueóloga Blanca Paredes, bajo cuya custodia estaban los
materiales, como de los biólogos que llevan a cabo dicha empresa.

La zona arqueológica de Tula se encuentra en el Estado de Hidalgo, a 80 kilómetros


del Distrito Federal, colindando con el lado norte de la ciudad de Tula de Allende. En ella
se han llevado a cabos trabajos arqueológicos desde finales del siglo XIX siendo, uno de
ellos, el realizado bajo el nombre de “Proyecto Tula 1980-1982”, con motivo de la
construcción del Tren Bala, que uniría a las ciudades de México y Querétaro.

El material arqueológico recuperado por el mencionado proyecto, provino de tres


áreas: el Area Norte de Plaza Charnay o Area del Museo, el espacio denominado “Tunel
Falso” y el cerro “La Malinche”. La gran mayoría de los restos óseos de cánido
aparecieron asociados a entierros humanos cuya procedencia, en la Plaza Charnay, fueron
los Pozos 26, 29, 33 y la “Cala 2”, en La Malinche el Montículo 1 y los restos provenientes
del Tunel Falso carecieron de ubicación arqueológica, aunque la información verbal
obtenida indicó que se trataba de un contexto prehispánico “tipo basurero”.

Los objetivos a cubrir fueron: 1) definición de la especie de cánido presente; 2)


determinación del mínimo número de individuos (MNI) por entierro o pozo; 3) medición de
piezas óseas y dentales, así como la observación detallada de cada uno de ellos; 4)
definición de la edad; 5) determinación del sexo; 6) registro de cualquier diferencia entre
ejemplares que no pudiera entenderse bajo el rubro de “variaciones individuales”.

147
INDIVIDUOS IDENTIFICADOS
SITIO UBICACION N° de individuos Grado de desarrollo Edad Sexo Tipo
Pozo 26 entierro 2 2 Adulto maduro 4-5 años Hembra Perro común
Adulto ? ? Indeterminado
Subadulto ? Hembra Perro común
Pozo 29 Adulto ? ? Indeterminado
entierro 3 4 Cría 5-6 semanas ? Perro común
Cría 6-7 semanas ? Indeterminado
Pozo 29 entierro 4 1 Juvenil 8-10 meses ? Perro común
Cría 6-7 semanas ? Xoloitzcuintle
Pozo 29 Cría ? ? Indeterminado
entierro 5 4 Cría ? ?
Recién nacido 2-4 semanas ?
Adulto 3-4 años Hembra Xoloitzcuintle
Plaza
Charnay Adulto joven 1-2 años ?
Adulto ? ?
Pozo 33 Adulto ? ? Perro común
Entierro 31 9 Adulto ? ?
Adulto ? ? Indeterminado
Juvenil 6-8 meses ? Perro común
Cría 4-6 semanas ? Xoloitzcuintle
Cría ? ? Perro común
Pozo 26 2 Subadulto ? ? Indeterminado
entierro 3 Juvenil ? ?
Cala dos, entierro 30X80 1 Adulto joven 2-3 años ?
Cala 2 Subadulto 11-12 meses Hembra Perro común
Dos Cría 1-4 semanas ? Indeterminado
La Malinche Montículo 1 entierro 10d 1 Adulto avanzado Más de 10 años Macho Perro común
Tunel falso ? 1 Adulto avanzado Más de 10 años ? Tlalchichi

Figura 130. Colección de perros descubiertos en el proyecto Tula 80-82. Gracias a que la mayoría
de los ejemplares se descubrieron en entierros fue posible reconocer edad, sexo y tipo en numerosas
ocasiones.

La determinación de la especie se estableció con base en dos criterios: comparación


con restos óseos de lobo, coyote y perro pelón e información obtenida de bibliografía. El
M.N.I. se obtuvo a través de tres criterios: repetición de piezas anatómicas iguales;
distinción entre individuos que evidentemente tenían diferente edad y/o dimensiones;
observacion de claras diferencias en los huesos a nivel de color o de grado de conservación.

Las piezas medidas fueron: cráneo, mandíbula (dentario), escápula, húmero, radio,
ulna, vértebras, fémur, tibia. En cuanto a las piezas dentales, fueron medidos el molar uno
inferior y en las crías el tercer molariforme, dando importancia al número de piezas por
ejemplar y la morfología, ya que se consideró que este sería el principal medio (a nivel
osteológico) para diferenciar entre perros con pelo y perros pelones.

148
La edad se determinó a partir del tamaño de los huesos, su nivel de osificación y el
grado de desgaste de las coronas de los molares. El sexo se determinó teniendo como base
la propuesta de The y Trouth (1976).

La muestra completa incluyó un total de 808 huesos y 158 dientes que pertenecieron
a 27 individuos, de los cuales 22 proporcionaron piezas anatómicas susceptibles de ser
medidas y cinco aportaron elementos para llevar a cabo el proceso de sexado (Figura 130).
La dentición se estudió siguiendo varias líneas: en las crías se midió la longitud
anteroposterior de tercer molariforme inferior y se comparó con crías actuales de perros
comunes y pelones; en los adultos se revisó la morfología dentaria y el número de piezas
dentales por individuos.

B
Figura 131. Ejemplares descubiertos en el cerro de la Malinche (arriba) y en la zona conocida como
“Túnel Falso”. El primero (A) es un perro común y el segundo (B) es un tlalchichi, estos, junto con
el xoloitzcuintle descubierto en el pozo 33 (Figuras 96 y 130) constituyen los mejores
representantes de las tres razas de perros descubiertas en el sitio.

Este análisis permitió reconocer la presencia de cinco xoloitzcuintles, dos adultos y


tres crías y trece perros con el cuerpo cubierto de pelo (dos crías y once adultos). En este

149
segundo grupo fue comparada la longitud de los huesos largos, cráneo y columna de los
adultos y convertidos los datos en alzada y longitud cabeza-cuerpo. Los resultados
mostraron que todos los ejemplares recuperados entraban en la categoría de “perro común”
excepto uno, cuyos elementos anatómicos de los miembros resultaron ser un 30 por ciento
más cortos, lo que implicaba una menor alzada.

Conclusión de la investigación realizada fue la identificación de tres variedades o


“razas”: perros comunes (12 individuos), perros pelones mexicanos (5 individuos) y un
perro de patas cortas (Figura 131). La comparación de esta información con la de algunas
fuentes históricas del siglo XVI (Sahagún 1979; Hernández 1959) mostró que se ajustaban
muy bien a las descripciones de Fray Bernardino de Sahagún, quien en el Códice Florentino
hace referencia a perros de apariencia común, perros sin pelo y a un tipo de perros bajitos a
los que denomina tlalchichis.

Referencia bibliográfica

Valadez, R., B. .Paredes, B. Rodríguez. 1999. “Entierros de perros descubiertos en


la antigua Ciudad de Tula”. Latin American Antiquity 10(2):180-200,

CANIDOS DE CHAC-MOOL, PUNTA PÁJAROS, QUINTANA ROO

Entre la bahía de la Asunción y la bahía del Espíritu Santo, en la costa del Mar Caribe, se
tiene una larga faja de tierra semejando una isla delimitada al este por la costa y hacia el
oeste por una vasta región de lagunas y manglares. En este lugar se encuentra el sitio
arqueológico de Chac-Mool, cronológicamente ubicado en el periodo Posclásico tardío
(siglos XIII-XV d.C.), el cual fue intervenido arqueológicamente entre 1995 y 1997.

El principal espacio trabajado fue una plaza con sus estructuras. Entre los hallazgos
encontrados se incluyeron numerosos entierros de animal, algunos de los cuales se
asociaron directamente con entierros humanos, en tanto otros estaban en las inmediaciones
de los edificios y fueron considerados entierros específicos, pero no de humanos.

El material faunístico llegó a la Dirección de Salvamento Arqueológico con alto


grado de destrucción, pero fue posible reconocer desde el primer momento que se trataba
de cánidos. Los objetivos que se buscaron cubrir fueron: 1) ubicar el mínimo número de

150
individuos, 2) definir las especies de cánidos presentes, 3) establecer la edad, 4) reconocer
el sexo, 5) determinar las razas o tipos de perros presentes.

DATO ARQUEOLOGICO CLAVE EDAD SEXO RAZA


Entierro animal No 1 PP1 Juvenil Indeterminado
con flecha de sílex PP2 Juvenil
Entierro de canino 1 PP3 Adulto maduro Macho Xoloitzcuintle
PP4 Juvenil Indeterminado
PP5 Adulto joven
Entierro de canino 2 PP6 Adulto maduro Hembra Malix
PP7 Juvenil Indeterminado
Entierro de canino 3 PP8 Adulto joven Hembra Malix
PP9 Juvenil
Entierro 3 PP10 Juvenil
Entierro 4 PP11 Juvenil
PP12 Subadulto Hembra
PP13 Cría
PP14 Cría
PP15 Cría
Nivelación perro No 5 PP16 Juvenil Indeterminado
PP17 Juvenil
Nivelación perro No 6 PP18 Juvenil
PP19 Adulto joven
PP20 Juvenil
Nivelación No 8 PP21 Adulto joven Hembra
PP22 Juvenil
Nivelación perro No 9 PP23 Cría
PP24 Adulto joven
Nivelación perro No 10 PP25 Adulto joven Hembra Malix
Nivelación perro No 12 PP26 Cría
Nivelación perro No 14 PP27 Cría avanzada Indeterminado
PP28 Cría
Nivelación perro No 15 PP29 Adulto joven Macho Perro común
PP30 Adulto joven Indeterminado
Nivelación perro No 16 PP31 Juvenil Perro común
Nivelación perro No 17 PP32 Adulto joven Hembra
PP33 Adulto joven
PP34 Adulto joven Indeterminado
PP35 Adulto joven
Perro No 18 PP36 Juvenil
Perro No 19 PP37 Adulto maduro Macho Perro común

Figura 132. Tabla de perros descubiertos en Chac-Mool. Las condiciones de preservación en el


sitio eran muy malas, aún así fue posible reconocer en varios de ellos su sexo y el tipo de perro al
que pertenecían.

El estudio de los materiales óseos incluyó el reconocer la edad a través del grado de
osificación de los huesos largos, así como la presencia de piezas deciduas y permanentes; el
sexo de los adultos se obtuvo comparando el tamaño de la cresta occipital, la fosa

151
masetérica de la mandíbula y la forma del basioccipital; finalmente el MNI se determinó
comparando tallas de huesos y repetición de piezas anatómicamente iguales.

El MNI dentro de la colección fue de 37 (Figura 132), de los cuales el 62 % tenía


menos de un año al morir y cuatro individuos rebasaban los dos años de edad. Al analizar
las edades, se encontró un patrón de nacimientos distribuidos en rangos de seis meses, lo
que corresponde a los periodos reproductivos de los perros: uno al inicio de la primavera
(marzo-mayo) y otro al inicio del otoño (septiembre-noviembre). De los 14 individuos que
habían superado la fase de cría, fue posible sexar a nueve, dando el resultado de tres
machos y seis hembras.

La observación preliminar de los cráneos de los individuos adultos mostró la


presencia de varios tipos. Un individuo cuyas mandíbulas mostraban ausencia de los
premolares y el cráneo mostraba fuerte desarrollo de los frontales fue identificado como un
ejemplar de xoloitzcuintle. Tres fueron reconocidos como perros comunes
mesoamericanos y otros tres manifestaban una evidente tendencia a la braquicefalia, siendo
reconocidos como pertenecientes a un nuevo tipo al que se le denominó perro maya o de
rostro corto (Figura 133).

Las dimensiones de cráneo, huesos largos y vértebras, permitieron definir la alzada


y longitud probables de los individuos. En cuanto a la talla se estableció que los perros
comunes mesoamericanos eran dolicocéfalos, con unos 40 cm. de alzada y entre 62 y 63 cm
de longitud cabeza-tronco; del xoloitzcuintle pudo determinarse su alzada, de 43.5 cm y los
perros mayas tenían entre 35 y 40 cm. de alzada y entre 35 y 57 cm de longitud.

Gracias a la gran cantidad de crías fue posible tomar la edad calculada para cada
uno (a nivel de meses de edad), ubicar los periodos de nacimiento de camadas en los perros
(Figura 43) y así determinar una posible época del año en que habían sido sacrificados, la
cual resultó ser julio o enero. Al cruzar esta información con la etnohistórica
proporcionada por Fray Diego de Landa, se llegó a la conclusión de que los restos de perro
descubiertos en Chac-Mool habían sido producto de una ceremonia de inicio del año nuevo,
celebrada a finales de junio o a principios de julio (primer día del mes Pop) y que se llevaba
a cabo cada 20 años, justo cuando coincidía con el día de la letra Kan o Muluc.

152
1

3
Figura 133. Tres ejemplares pertenecientes a la colección de Chac-Mool. (1) PP8, ejemplar de
rostro corto, (2) PP3, un xoloitzcuintle y (3) PP29, un perro común.

Referencia bibliográfica

Blanco, A.; R. Valadez; B. Rodríguez. 1999. “Colección arqueozológica de perros


del sitio Chac-Mool, Punta Pájaros, Quintana Roo”. Arqueología, 22 (Segunda Epoca,
Julio-Diciembre): 89-106.

CANIDOS DEL TEMPLO MAYOR DE TENOCHTITLAN

La zona arqueológica conocida como “Templo Mayor”, ubicada en el Centro Histórico de


la Ciudad de México, tiene su origen en el hallazgo fortuito (febrero de 1978) de un
monolito identificado como la representación de Coyolxauhqui, “la de los cascabeles en la
cara”, por personal de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro encargado de instalar un

153
transformador de corriente eléctrica. Tal evento, dio pié a la creación del Proyecto Templo
Mayor-INAH, el cual pone al descubierto varias etapas constructivas del citado templo
mexica.

Tanto el Rescate Coyolxauhqui como el Proyecto Templo Mayor obtuvieron, entre


otros materiales arqueológicos, diversos tipos de ofrendas, siendo la de la Cista 1 de
Coyolxauhqui y la Ofrenda H del Proyecto Templo Mayor (ambas ofrendas depositadas en
“cajas” elaboradas con piedras careadas de tezontle), las que proporcionaron elementos
óseos de cánidos, además de otros restos faunísticos.

Figura 134. Esqueleto completo del híbrido de lobo y perro asociado al monolito de la
Coyolxauhqui.

Los cánidos recuperados durante todo este esfuerzo arqueológico fueron tres, de los
cuales, el depositado en la cista mencionada, fue el mejor conservado, el más completo y el
cual, en el momento de elaborar el informe técnico correspondiente, quedó registrado
simplemente como cánido, ya que sus características óseas no correspondían claramente a
lobo, perro o coyote. En cuanto a los dos ejemplares depositados en la Ofrenda H,
desafortunadamente uno fue colocado en el exterior, lo que ocasionó que sus restos se
encontraran en malas condiciones de conservación, en tanto que el otro estaba al interior de
la “caja”, nivel cuarto (Luján y Polaco 1991); ambos ejemplares fueron identificados como
lobo.

Se determinó que el ejemplar asociado a la Coyolxauhqui al momento de ser


sacrificado contaba con una edad entre 18 y 22 meses (Figura 134), en tanto que los
cánidos de la Ofrenda H, el depositado en el exterior contaba con 4 a 5 meses y, el colocado
al interior, de 4 a 6 meses (Blanco, et al 2006). El relativamente poco desarrollo de la

154
cresta sagital, la forma del occipital y la cavidad del masetero llevaron a la conclusión de
que el ejemplar adulto era una hembra.

Para llevar a cabo la identificación taxonómica se consideraron las diferencias en


talla y morfología craneal, así como la morfología y dimensiones dentales que existen entre
lobos mexicanos y perros mesoamericanos. Dado que el cánido asociado a Coyolxauhqui
es el mejor conservado, fue en el se llevó a cabo el primer análisis, con los siguientes
resultados: se trata de un individuo de cráneo robusto, con miembros fuertes pero no
gruesos, anotando que el radio derecho es medio centímetro más chico que el izquierdo y
con una curvatura anormal. En comparación con un perro común mesoamericano el
ejemplar era muy grande, con una diferencia en dimensiones de por lo menos 25%, siendo
los radios 68% mayores que los de los perros comunes, en tanto que húmeros, fémures y
tibias se movían en aumentos de alrededor del 50%. La alzada calculada fue de 63 a 65 cm,
la longitud de unos 91 cm y el peso de alrededor de 20 kg.

Figura 135. Ejemplar descubierto en el interior de la cista de la ofrenda H, del Templo Mayor. El
nivel de evolución del cambio de dentición indicó que su edad era de unos cinco meses, sin
embargo su cráneo medía unos 25 cm. Los genes de Canis lupus se manifestaban en su gran
tamaño, los de Canis familiaris en el ápice que se presenta en la rama del dentario y en la
morfología de las piezas dentales.

155
Desde el punto de vista morfológico el rostro presentaba una curva facial (“stop”)
poco notoria pero intermedia entre lobo y perro; el proceso coronoides poseía un pequeño
apéndice en el extremo superior, característico de los perros; la región mastoidea mostró
poco desarrollo en comparación con el lobo, pero más acentuada que en el perro y, por
último, las medidas del cráneo y de las piezas dentales mostraron una tendencia “media”
entre perros y lobos mexicanos.

El conjunto de caracteres mostró una y otra vez que este cánido constituía “un
puente” entre perros y lobos, un lobo en talla pero con características que hacían que la
condición “perro” apareciera una y otra vez. Frente a esta peculiar condición se concluyó
que este cánido era un híbrido, muy probablemente derivado de la cruza de una perra con
un lobo macho.

Dos años después de haberse concluido el estudio de este ejemplar se obtuvo el


permiso de las autoridades del INAH encargadas del Templo Mayor para que se permitiera
el acceso a los otros dos ejemplares, es decir, a los que habían sido depositados en la
“Ofrenda H”. Ambos resultaron ser individuos inmaduros, similares en talla a la hembra
adulta, con dentadura permanente, pero en proceso de erupción y con epífisis aún no
osificadas, lo cual llevó a determinarles una edad probable de cuatro a seis meses (Figura
135).

La asociación de estos animales con el Templo Mayor de México-Tenochtitlan,


edificado en honor de los dioses de la guerra (Huitzilopochtli) y de la lluvia (Tlaloc),
permitió ubicar su presencia en función de su propia condición dual, en la cual la parte
lobuna se asociaría con lo bélico y la perruna con el agua y el ciclo agrícola.

A través del estudio de los glifos asociados con el Templo se ubicó al año de 1454
como fecha probable de la fase constructiva relacionada con la ofrenda de cánidos,
momento que se relacionaba con el inicio de un nuevo ciclo de 52 años y el principio del
imperio mexica.

Referencia bibliográfica

Valadez, R., A. Blanco, B. Rodríguez, F. Viniegra, K. Olmos. 2001. “Una quinta


raza de perro prehispánica o ¿una segunda especie de lobo mexicano?” AMMVEPE
12(5):149-159

156
Blanco, A., B. Rodríguez, F. Viniegra, K. Olmos y R. Valadez. 2006. “Híbridos de
lobos y perros del Templo Mayor de Tenochtitlan”. AMMVEPE 17(3):217-226.

PERROS DE GUADALUPE, ESTADO DE MICHOACAN

El sitio de Guadalupe es una loma baja ubicada en el antiguo lecho lacustre del área
conocida como ciénega de Zacapu, la cual está ubicada en el centro-norte del estado de
Michoacán. En tiempos prehispánicos el sitio formaba un pequeño islote que empieza a ser
ocupado alrededor del año 500 de nuestra era y es abandonado hacia el 900.

Este sitio ha sido una de las pocas excavaciones en donde la colecta de los
materiales arqueozoológicos fue lo suficientemente detallada para establecer que los perros
provenían de dos contextos distintos. Uno vinculado con la preparación-consumo de
alimento y un segundo relacionado con lo ritual o religioso.

Desde muy temprano destaca el carácter funerario del asentamiento, pues son
creados y ocupados sucesivamente varios conjuntos sepulcrales importantes, constituidos
principalmente por cámaras funerarias de piedras o entierros sencillos. Al norte de dichos
conjuntos se construyó un patio hundido y varias estructuras más pequeñas, una plataforma
cuadrada, una plataforma circular y un temascal, todas ellas contemporáneas a las tumbas y
a decir del antropólogo Gregory Pereyra: “estaban estrechamente vinculadas con el culto de
los muertos”.

Un caso donde se puede apreciar lo antes citado es el esqueleto completo de un


perro “común” (ZA-10) (Figura 136), que fue colocado debajo de una de las primeras
piedras de construcción del patio hundido del centro ceremonial, en el sector XVII.

En general los restos óseos de perros proceden de varios contextos arqueológicos


muy bien definidos. Un primer análisis permitió establecer un conjunto de cinco perros que
se encontraron en un basurero, los cuales fueron catalogados como: ZA1, ZA2, ZA3, ZA5 y
ZA6, un segundo lote rescatado de un pozo de sondeo lo conforman ZA8 y ZA9; un par
más se encontraron en un entierro colectivo que se denominaron como ZA7 y ZA4.

157
Figura 136. Ejemplar común (ZA-10) descubierto bajo el piso del patio del centro ceremonial.

Ocho de los diez individuos identificados estaban representados por elementos


aislados, uno a través de un conjunto de huesos y solo uno (ZA-10) constituyó un ejemplar
casi completo. Las medidas tomadas fueron la base para la determinación de las
dimensiones y la morfología dental y número de piezas para reconocer tipos presentes. La
condición de género solo pudo determinarse en cuatro ocasiones.

Figura 137. ZA1, uno de los dos perros pelones descubiertos en el sitio. La presencia de huesos
largos permitió determinar que se trataba de un ejemplar mediano.

El individuo más conservado estaba constituido por casi todo el esqueleto, aunque el
cráneo quedó destruido por el peso de una gran roca con la cual se sello el sitio donde fue
depositado. A partir de las medidas, características de su dentición, de la mandíbula y
longitud de los miembros se reconoció como un perro común subadulto, sexo femenino,
alzada de 37.8 cm y longitud de unos 65 cm. La edad del individuo permitió determinar
que el evento en el cual fue sacrificada fue entre mayo y julio o entre noviembre y enero.

158
El espacio donde mayor cantidad de individuos fueron reconocidos (cinco) fue en
un basurero. Aunque la mayoría estuvieron representados por unas pocas piezas, hubo un
ejemplar constituido por diversos huesos largos, entre ellos un dentario. La ausencia de
premolares, junto con la presencia del primer molariforme permitió concluir que se trataba
de un xoloitzcuintle y las diversas medidas y caracteres lo definieron como un macho de
unos dos años de edad con unos 42 cm de alzada (Figura 137). Por último, entre los huesos
asignados al ejemplar se contó una ulna, la cual presentaba señales de corte, prueba
indiscutible de que el animal fue empleado como alimento.

Además de este perro pelón, fue reconocida la presencia de otro ejemplar, aunque
apenas representado por el hueso incisivo derecho en el cual quedaron los incisivos dos y
tres (I2-3/) y el primer premolar (Pm1/) (Figura 100A). La identificación se realizó gracias
a que las piezas dentales eran de una sola cúspide y de la mitad de las dimensiones con
respecto a las de un perro común, características dentales propias de los xoloitzcuintles.

El análisis global de la muestra de perros del sitio, determinó que estos animales
fueron utilizados, principalmente, en dos actividades relacionadas con la vida humana, una
vinculada con la preparación de alimentos y otra de carácter ritual-ofrendaría. El uso de los
perros partió de la necesidad de contar con organismos adecuados para el acto religioso, en
donde alimentación y ceremonia fueron acontecimientos que bien pudieron efectuarse
simultáneamente; es decir actividades, aunque diferentes, relacionadas entre sí.

Referencia bibliográfica

Rodríguez, B., R. Valadez, G. Pereyra, B. Rodríguez, F. Viniegra, K. Olmos y A.


Blanco. 2001. “Restos arqueozoológicos de perros (Canis familiaris) encontrados en el
sitio de Guadalupe, Estado de Michoacán.” AMMVEPE 12(6):199-209.

CANIDOS DEL PROYECTO “ESTUDIO DE TÚNELES Y CUEVAS EN


TEOTIHUACAN”

El proyecto “Estudio de Túneles y Cuevas en Teotihuacan”, llevado a cabo entre 1992 y


1995 por la Dra. Linda Manzanilla permitió el rescate de una colección arqueofaunística

159
constituida por 2,845 individuos situados cronológicamente entre el siglo VII d.C. y el
presente.

Dentro de la colección uno de cada seis individuos identificados perteneció a un


cánido, sumando un total de 455 animales (MNI=455). Lo complejo e interesante del caso
es que además del aspecto numérico, existen evidencias que sugieren múltiples formas de
interacción entre los cánidos y las personas que habitaron las cuevas, además de un alto
valor simbólico, que se presume se dio en estas oquedades.

Debido a las actividades humanas realizadas al interior de estos túneles, así como a
diversos procesos tafonómicos, la gran mayoría de los individuos identificados quedaron
representados por huesos o dientes aislados (444 individuos), siendo solo ocho los casos
constituidos por esqueletos parciales y tres los que se recuperaron completos (Figuras 138 y
139).

Individuo 1

Individuo 2
Figura 138. Pareja de perros comunes descubiertos a la entrada de una de las cuevas estudiadas. El
individuo uno es un macho de talla media y el individuo dos una hembra que padecía una
enfermedad congénita (condrodistrofia fetal) que derivó en una braquidactilia en el miembro
delantero izquierdo.

160
Cada pieza ósea o dental fue medida. En el caso de los ejemplares más completos
dichas medidas fueron convertidas en parámetros como tipo de cráneo, alzada o longitud.
La determinación del sexo se realizó solo con los ejemplares más completos.

Debido a que estos túneles fueron espacios ocupados alternativamente por humanos
y fauna silvestre, fue necesario considerar la posibilidad de que en la colección estuvieran
incluidos lobos o coyotes. Para separar a las tres especies del género Canis, se
consideraron factores morfológicos, osteométricos y relación en el contexto arqueológico.
Aquellos que fueron reconocidos como perros fueron analizados a nivel de longitud de
huesos largos y dentición.

De los 455 individuos, 371 fueron considerados como perros, por no encontrarse
elementos que se manifestaran en otro sentido, aunque no fue posible derivar de ellos algún
otro dato; de los 84 restantes, 56 fueron reconocidos como perros comunes
mesoamericanos, tres como xoloitzcuintles, tres más como ejemplares de origen europeo,
20 como posibles lobos y dos como coyotes.

Los dos perros más completos, designados al momento de su hallazgo como


“individuo uno” e “individuo dos”, resultaron ser una pareja (macho y hembra) de perros
comunes, que fueron enterrados a la entrada de una cueva sobre el siglo VII de nuestra era.
El macho tenía una alzada de 38 a 40 cm y una longitud cabeza-tronco de 62 cm. La
hembra tenía 37 a 38 cm de alzada, longitud de 64.5 cm y se determinó que había sufrido
una braquidactilia que había llevado a una condrodistrofia fetal, padecimiento congénito
que había derivado en que su miembro delantero izquierdo fuera más corto y sus dedos
fueran cortos e incompletos.

Los 20 individuos que tentativamente fueron considerados lobos, presentaban una


mezcla de caracteres que en realidad los hacían ver como intermedios entre Canis lupus y
Canis familiaris. La morfología de elementos como los dentarios les asemejaba a lobos,
pero las dimensiones de los huesos eran intermedias o más inclinada a la del perro; las
medidas de las piezas dentales fluctuaban y en ocasiones llevaban a curiosas mezclas como
mandíbulas “tipo lobo” con dentadura “tamaño perro” o a la inversa (Figuras 102 y 103) en
un solo ejemplar fue posible revisar la región mastoidea y la imagen que dio fue también de
condición intermedia. La asincronía de sus características, unido a la circunstancia de que

161
todos estos ejemplares estaban en contextos que denotaban actividad humana llevó a la
conclusión de que se trataba de híbridos de lobo y perro.

Con una sola excepción, todos los individuos estaban constituidos por elementos
aislados, principalmente dentarios y maxilares. Un solo ejemplar se descubrió completo y
fue reconocido como un loberro de poco más de cinco meses de edad (Figura 139).

La reconstrucción hecha con los elementos disponibles permitió verlos como


ejemplares con cabezas un poco mayores que las de los perros, pero más robustas, el rostro
más largo y un cuerpo 30% mayor que la de los perros que compartieron su espacio. En
términos generales tendrían una alzada de 39 a 53 cm y de 60 a 71 cm de longitud (Figura
106A).

Debido a que la mayoría de los loberros quedaron depositados en espacios con


orientación a oeste, se consideró probable que fueran organismos empleados en actividades
rituales donde los conceptos de “cueva” y “oeste” estuvieran presentes. Los códices y
textos de final del Posclásico indican que a las cuevas eran espacios sagrados, vinculados
con el nacimiento de la humanidad, con el inframundo, con la fertilidad y el agua.

Figura 139. Loberro de cinco meses de edad descubierto en una de las cuevas teotihuacanas.
Aunque sus dimensiones son muy similares a las de un perro juvenil, las piezas dentales se
manifestaban de dimensiones intermedias entre las de un lobo y un perro común.

Sobre el poniente, se le veía como lugar de nacimiento, tierra del origen del maíz,
lugar por donde el águila desciende, la región del Sol muerto, punto de entrada al
inframundo. En su camino diario este astro salía e iniciaba su recorrido llevando consigo a

162
los guerreros muertos en combate; al atardecer los acompañantes eran las Cihuateteo
(mujeres muertas en parto). Al ponerse, el sol entraba al inframundo junto con Xolotl,
gemelo de Quetzalcoatl.

A partir de estos datos se concluyó que los loberros habían sido empleados dentro
de prácticas religiosas vinculadas con los conceptos de nacimiento, muerte e inframundo.
Dado que Xolotl es una deidad canina asociada con el Sol, pero que le acompañaba en su
viaje nocturno por el inframundo, se consideró que la condición híbrida era demostrativa de
que el cánido asociado al rito debía ser el lobo, pues es un cánido de hábitos nocturnos, por
tanto un símbolo del Sol, pero relacionado con la noche (Xolotl=lobo). El perro sería más
bien un vehículo que emplearía esta gente para crear organismos los cuales portaban la
sangre de lobo dentro de un cuerpo manejable.

Referencia bibliográfica

Rodríguez, B. 2000. Estudio morfológico y morfométrico, craneal y dental de


perros y lobos hallados en Teotihuacan y su aplicación en la arqueozoología. Tesis de
Licenciatura de Biología, Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de
México.

Valadez, R., A. Blanco, B. Rodríguez, F. Viniegra, K. Olmos. 2000. “Diagnóstico


clínico de un perro encontrado en un entierro prehispánico”. AMMVEPE 11(1):24-29.

Valadez, R., A. Blanco, B. Rodríguez, F. Viniegra y K. Olmos. 2002. “Híbridos de


lobos y perros en cuevas teotihuacanas. Crónica de un descubrimiento”. AMMVEPE
13(1):6-23.

Valadez, R., B. Rodríguez, L. Manzanilla y S. Tejeda. 2006. “Dog-wolf hybrid


biotype reconstruction from the archaeological city of Teotihuacan in Prehispanic Central
México”. Dogs and People in Social, Working, Economic or Symbolic Interaction.
Proccedings of the 9th ICAZ Conference, Durham 2002. Oxbow Books, 2006: 121-131.

CANIDOS DEL TEMPLO DE QUETZALCOATL

En 1988 y 1989 se llevó a cabo el proyecto arqueológico “Templo de Quetzalcoatl”, con el


objetivo de reconocer los eventos culturales asociados a esté sector teotihuacano. Como

163
sucede en la mayoría de los proyectos arqueológicos, el hallazgo de entierros humanos es
algo cotidiano a los ojos de los investigadores, sin embargo algunos sorprenden por su
magnificencia; tal es el caso del entierro cuatro de dicho proyecto, mismo que se
caracterizó por ser un entierro humano múltiple constituido por 18 personas que se
depositaron atadas de pies y manos, con una rica ofrenda asociada y con una indumentaria
presumiblemente de guerreros de la élite teotihuacana.

Una de las personas que conformaron el entierro múltiple, registrada como “entierro
4A”, portaba como parte de su indumentaria ocho maxilares de cánidos, trabajados y
estucados en su región dorsal, con perforaciones en la parte más profunda del paladar para
que por ellos pasara el cordel que seguramente sostuvo el conjunto de maxilares,
permitiendo mostrar a los dientes en vista oclusal (Figura 140).

El análisis de las piezas dentales mostró que varias de ellas habían sido
seleccionadas para dar “mantenimiento” a los maxilares, incluyendo fragmentos de
paladares, de otros ejemplares, así el análisis permitió contabilizar un total de nueve
maxilares que se “elaboraron” y fueron objeto de mantenimiento, empleando en todo esto a,
por lo menos, 15 individuos.

Figura 140. Maxilar de la colección del Templo de Quetzalcoatl en muy buen estado de
conservación en el cual se observa la posición de las perforaciones que tenía para poder sujetarlo al
pectoral que portaba el militar asociado.

La aplicación de diferentes variables de medida dental, y en algunos casos craneal,


como la relación entre ancho y longitud anteroposterior del cuarto premolar, la relación de

164
la altura y ancho del canino superior o largo y ancho del paladar, permitió identificar a ocho
de los cánidos como híbridos de lobo y perro (“loberros), a tres como perros comunes, a
dos como híbridos de de coyote y “loberro” y a uno como mezcla de de coyote y perro.

Para poder lograr lo anterior fue necesario comparar las medidas obtenidas (ancho y
largo del paladar; altura, ancho y longitud anteroposterior de las piezas dentales) con una
serie de datos obtenidos de un grupo testigo de cinco perros comunes prehispánicos de la
colección arqueozoológica del Laboratorio de Paleozoología del Instituto de
Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIA-
UNAM), tres híbridos de lobo y perro (“loberros”) pertenecientes a la misma colección,
uno más de la sección de biología de la Dirección de Salvamento Arqueológico del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (DSA-INAH); cinco lobos de la colección nacional de
mastozoología del Instituto de Biología de la UNAM; y cinco coyotes de la colección de
vertebrados de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico
Nacional (ENCB-IPN).

Referencia bibliográfica

Valadez, R., B. Rodríguez, Rubén Cabrera, R. Cowgill y S. Sugiyama. 2002.


“Híbridos de lobos y perros (tercer acto): hallazgos en la pirámide de Quetzalcoatl de la
antigua ciudad de Teotihuacan”. AMMVEPE 13(5-6):165-176, 219-231.

TLALCHICHI, EL PERRO DE PATAS CORTAS

La investigación que permitió demostrar la existencia de perros de patas cortas, llamados


tlalchichis por Sahagún (1979) se realizó en 2000 gracias a dos ejemplares que, de acuerdo
a su procedencia, solemos denominar “tolteca” (Figura 131B) y “sinaloense” (Figura 141).
El primero se recuperó durante los trabajos arqueológicos del Proyecto Tula 80-82,
llevados a cabo por personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia durante los
trabajos de construcción del tren bala México-Querétaro; el segundo, procedió de uno de
los sondeos, (Bomba 14), realizados por el personal de la Dirección de Salvamento
Arqueológico, INAH, con motivo del trazo de la autopista San Blas - Mazatlán, tramo
Sinaloa.

165
Desde un principio ambos fueron identificados como pertenecientes a la especie
Canis familiaris y sus elementos óseos medidos y analizados. Lo más relevante de las
medidas de piezas óseas está en el húmero, radio, fémur y tibia, las cuales son claramente
más cortas que las de un perro común mesoamericano. Respecto de estos elementos óseos,
el húmero del “tolteca” dio un valor de 97 mm y el del “sinaloense” 79 mm; el radio dio
como medida 86 mm para el primero y 70 mm para el segundo; el fémur midió en el
“tolteca” 114 mm y en el “sinaloense” 91 mm; la tibia presentó en el “tolteca” una longitud
semejante a la del fémur, en tanto que en el “sinaloense” dio 78 mm.

El análisis y las valoraciones tanto métricas de los elementos óseos recuperados,


como las zootécnicas, permitieron establecer que el “tolteca” era un individuo masculino,
con pelo, posiblemente con más de diez años de edad, cuya longitud era de poco menos de
62 cm y una alzada de 31 cm; en tanto que el “sinaloense”, también del sexo masculino,
con pelo, tenía una longitud de 65 cm y una alzada menor a 23 cm. Este segundo ejemplar
tenía al morir, de cuatro a cinco años de edad y padecía de prognatismo inferior.

La existencia del tlalchichi, palabra nahuatl traducida como “perrito de piso”, que
Sahagún describe como “bajuelo y redondillo”, sólo se conocía a través del trabajo del
mencionado fraile y su posible representación en las piezas de cerámica conocidas
comúnmente como “perros de Colima”, ya que varias de ellas corresponden a perros de
patas cortas y cuerpo redondeado.

Figura 141. Tlalchichi descubierto en el tramo de la autopista San Blas-Mazatlan.

El “tolteca” arqueológicamente se ubica hacia el Epiclásico (800-900 d.C.) y se


asocia con grupos humanos migratorios del Occidente hacia el Centro de Mesoamérica. El

166
“sinaloense” arqueológicamente se considera del Clásico Tardío (800 d.C.), relacionado
con grupos humanos asentados en el occidente mesoamericano.

Referencia bibliográfica

Valadez, R., A. Blanco, F. Viniegra, K. Olmos y B. Rodríguez. 2000. “El


tlalchichi, perro de patas cortas del occidente mesoamericano”. AMMVEPE 11(2):49-57.

167
CAPITULO XII

COMO CONCLUSION, DOS APLICACIONES EN BENEFICIO DE LAS


RECONSTRUCCIONES HISTÓRICAS

Generalmente las últimas líneas de cualquier trabajo escrito de índole científico se dedican
a recapitular un poco lo presentado y recalcar los beneficios que se logran gracias al
conocimiento recién adquirido. Dado el carácter de la presente obra se consideró adecuado
concluir bajo un esquema parecido pero al mismo tiempo diferente, es decir, presentando a
modo de síntesis los beneficios que este tipo de investigaciones tienen para la antropología
y la historia, pero no a través de un espacio de reflexión, sino realizando un par de
ejercicios en los cuales se aplicará como a través del estudio de los cánidos podemos
obtener información de indudable valor.

Saber en que fecha, época del año o periodo se realizó un determinado evento es
uno de los aspectos que mayor trascendencia tienen dentro de una investigación
arqueológica. Muchos de los hallazgos arqueológicos que han dejado huella en la historia
de esta disciplina deben su impacto precisamente a que dentro de los resultados obtenidos
se incluyó el reconocimiento del momento en que se llevaron a cabo ciertos sucesos.

¿Cómo se relaciona esto con los cánidos? En el capítulo IX vimos como el estudio
de los restos de perros de menos de un año nos permite determinar su edad dentro de rangos
de semanas o, en el peor de los casos, de meses de vida, y esto es igualmente aplicable para
los lobos y coyotes. Este dato es importante porque permite visualizar el hecho de que con
ellos es posible ubicarnos temporalmente en función de su desarrollo.

Por otro lado, tal y como se muestra en la Figura 43, el ciclo reproductivo de estas
tres especies se ubica en periodos definidos a lo largo del año. Para las tres especies existe
una fase de celo que se ubica a inicios del año, durante el periodo invernal, una fase de
gestación que puede legar hasta finales de mayo o inicios de junio y una temporada de
crianza que va desde abril hasta junio. Para el caso del perro este ciclo se repite en la
segunda mitad del año, empezando a finales de agosto y concluyendo a inicios de enero del
siguiente año.

168
Tomando ambos aspectos, tanto la determinación de la edad como el ciclo
reproductivo, en nuestras manos, estamos en posibilidad de reconocer el momento en el
cual se realizó una actividad en la cual se involucró a un ejemplar no adulto de Canis.

Veamos como funcionaría esto. Supongamos que tenemos un entierro humano y


entre la ofrenda tenemos restos faunísticos pertenecientes a una cría de perro a la cual le
determinamos una edad probable de dos meses. Como sabemos que el periodo de
gestación de Canis familiaris es también de dos meses (62 días) significa que la madre fue
fecundada cuatro meses antes de la muerte de la cría. De acuerdo con la gráfica de la
Figura 43 la gestación puede empezar (en el primer ciclo), desde el límite febrero-marzo y
que la lactancia, justo cuando las crías cumplen las cuatro semanas, puede concluir incluso
hasta inicios de agosto, periodo que abarca un total de cinco meses y que es el tiempo en el
cual quedaría ubicado nuestro ejemplar.

Si consideramos que nuestro cachorro pudo ser producto de una fertilización


temprana, digamos a inicios de marzo, significa que habría nacido a principios de mayo y
dos meses después, a inicios de julio, se ofrendó; si, por el contrario, fue producto de una
cruza tardía, entonces nació a mediados de junio y fue depositada en el entierro en la primer
quincena de agosto. De esta forma, el dato de cuando murió el cachorro de acuerdo con las
opciones obtenidas: entre principios de julio y de agosto, sería la época en la cual se había
realizado el entierro.

Esta fecha probable corresponde al primer ciclo reproductivo del perro, y si nos
basamos en el segundo, nuestra propuesta se correría seis meses. Conclusión, a través del
estudio del perrito colocado en el entierro podemos considerar que el suceso se había
llevado a cabo entre mediados de julio y mediados de agosto o bien entre mediados de
diciembre y mediados de enero.

Aunque el resultado obtenido nos ofrece dos opciones probables, ciertamente


constituye un importante punto de referencia, ya que limita el evento a un espacio de dos
meses en vez de doce. Por otro lado, en diversas ocasiones podemos tener asociados a
estos eventos otros datos, por ejemplo crónicas coloniales, glifos, otro tipo de restos, los
cuales pueden apoyar con más fuerza a una de las dos opciones, permitiéndonos así

169
quedarnos con una de ellas. Un caso ilustrativo al respecto se muestra en el caso de la
colección de perros del sitio de Chac Mool (ver capítulo XI).

En estudios de este tipo indudablemente los restos de perros serán, por mucho, los
que más oportunidad tendremos de emplear, pues el hallazgo de cachorros en contextos
funerarios o ceremoniales es algo relativamente frecuente. Menos probable es la
posibilidad de emplear restos de lobeznos o de coyotes jóvenes, aunque en términos de su
reproducción y desarrollo no hay nada que lo impida, pues se mueven dentro de un
esquema muy similar al del perro (Figuras 43 y 123) con la ventaja de que solo tienen un
ciclo reproductivo.

Además de los beneficios de incluir en nuestro banco de datos la edad de nuestros


perros, la determinación del tipo de cánido también permite obtener información de gran
valor.

Como vimos en los capítulos II y VIII, lobos, coyotes y la mayoría de los diferentes
tipos de perros mesoamericanos tuvieron una distribución particular dentro del territorio
mexicano. Cuando identificamos a los cánidos presentes en nuestra colección siempre cabe
la posibilidad de que aparezca un individuo cuya distribución no se ubica dentro de nuestro
sitio de estudio y por lo tanto es factible pensar en que nuestro ejemplar se vio involucrado
en eventos de comercio o intercambio, o bien representa influencias culturales o eventos
migratorios desde su área de distribución hasta donde lo descubrimos.

Consideremos dos casos documentados. La Figura 123 corresponde a un lobezno


de cuatro meses de edad descubierto en el sitio de Hunchavin, ubicado en la frontera de
Chiapas y Guatemala, a varios cientos de kilómetros del límite meridional de su
distribución (nudo mixteco). Su presencia en el sitio definitivamente indica contacto entre
los habitantes de esta región y los mixtecos, o bien con las culturas del centro de
Mesoamérica, contacto que dio lugar al transporte de crías de lobos, los cuales fueron
empleados en actividades rituales (Blanco, Rodríguez y valadez 2007).

El otro caso corresponde a los perros. Aunque consideremos a estos animales como
entidades biológicas que en diversos aspectos son independientes de las personas, lo cierto
es que todo su esquema de vida en grupo está fuertemente vinculado con el hombre. Su
habilidad para vivir en grupos ferales se lleva a cabo cuando ellos han sido abandonados a

170
su suerte, pero si esto no ocurre, su dependencia para con nosotros es tan grande que
simplemente siguen los pasos de la gente con la que convive. La contraparte de esta
dualidad se observa cuando constatamos el enorme valor que tiene este animal para el ser
humano, ya sea como compañeros de cacería, como protector y como amigo.

Considerando estas ideas, si tenemos frente a nosotros restos de perros cuya zona de
distribución se encuentra lejos de nuestro lugar de estudio y no disponemos de evidencia
que demuestre actividades de intercambio, es muy probable que tengamos frente a nosotros
evidencia de eventos migratorios que incluyeron tanto a perros como a personas.

Un caso que siempre ha sido objeto de interés para los arqueólogos es la relación
entre la ciudad de Tula, en el centro de México, y la de Chichen Itzá, en el área maya.
Diversos aspectos arquitectónicos y escultóricos ubicados cronológicamente alrededor del
siglo XI de nuestra era manifiestan fuerte similitud cultural, como si ambas ciudades
hubieran sido hogar de una misma cultura. La corriente de pensamiento más fuerte
considera que esto es el resultado de eventos migratorios, al menos fuertes movimientos
humanos con fines comerciales, por parte de la cultura tolteca, basándose parcialmente en
las leyendas del dios-hombre Quetzalcoatl, quien, según la tradición, después de gobernar
Tula abandona la ciudad y junto con sus seguidores se va hacia el oriente, llegando hasta la
la ciudad de Chichen Itzá, a la cual conquista. La otra corriente duda de la orientación de
los flujos humanos y consideran que en realidad fueron los mayas provenientes de la ciudad
de Chichén Itzá quienes se movieron hacia el centro, asentándose en la ciudad de Tula.

¿Y qué dicen los perros al respecto? De acuerdo con los datos mostrados en el
capítulo X, en el centro de México tenemos evidencia de perros comunes, las dos formas de
híbridos mencionados, los xoloitzcuintles y los tlalchichis, mientras que en el área maya
tenemos a perros comunes, pelones y ejemplares de nariz corta. Ambas regiones
comparten a los comunes y a los pelones, pero los primeros son propios de toda
Mesoamérica, por lo que su presencia en ambas zonas no es de extrañar, lo interesante son
los xoloitzcuintles, pues son oriundos del occidente de México (Valadez y Mestre 1999),
habiendo llegado a Tula y el centro de Mesoamérica a partir del siglo VII, no existiendo
evidencia alguna de su presencia en Yucatán hasta el segundo milenio de nuestra era
(Blanco, Valadez y Rodríguez 1999; Götz 2006). De acuerdo con esto, parece claro que en

171
algún momento, entre los siglos VII y X de nuestra era se dio un movimiento humano en
dirección centro-sureste, dando como resultado la llegada de los perros pelones a la región
maya.

La opción contraria, la que se habría dado de la Península de Yucatán hacia Tula no


cuenta con apoyo canino, pues no existe registro alguno de perros de nariz corta en el
centro de México, por lo que un movimiento migratorio e este sentido parece mucho menos
probable. De esta forma y a través del estudio de los perros estamos en posibilidad de
reconocer movimientos humanos e influencias culturales entre diferentes regiones de
Mesoamérica.

A lo largo de la obra se ha puesto a consideración del lector la idea de que el estudio


de los cánidos arqueozoológicos es importante por el enorme universo simbólico que la
civilización mesoamericana les asoció y por su frecuencia en los contextos arqueológicos;
se ofrecieron las herramientas necesarias para hacer el estudio de los restos de cánidos una
actividad sistemática con una buena base científica y al final se presentaron ejemplos y
reflexiones de cómo los resultados obtenidos realmente permiten conocer una parte
trascendente de las personas y culturas que interactuaron con estos animales. Considerando
los objetivos académicos y metodológicos que involucran el quehacer arqueológico y
arqueozoológico podemos concluir que ciertamente el estudio de estos animales abre
importantes perspectivas alrededor del conocimiento que podemos forjar alrededor de una
parte de nuestro pasado.

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181
ANEXO 1 COLECCIÓN DE
EJEMPLARES DE LOBOS (Canis lupus),
COYOTES (Canis latrans) Y PERROS
(Canis familiaris) EMPLEADOS
DURANTE LA ELABORACIÓN DE LA
PRESENTE OBRA

182
1.1. LISTADO DE EJEMPLARES, CLAVES EMPLEADAS EN LA OBRA, NÚMERO DE COLECCIÓN Y PROCEDENCIA

Canis lupus
No de colección Procedencia
CIB1 36975 Unidad de evaluación y monitoreo de la biodiversidad San Cayetano, Mpio. Villa de Allende.
CIB2 29182 Estación para el aprovechamiento de la vida silvestre "Ing. Luis Macias Arellano", San Cayetano, Mpio. Villa de
Allende.
CIB3 24556 Rancho San Pedro, 50 Km. WSW Durango.
CIB4 24554 Rancho Las Playas, 100 Km. N - 70 Km. W, Durango.
CIB5 37897 San Juan de Aragón, D. F.
CIB6 35209 San Juan de Aragón, D. F.
CIB7 35210 San Juan de Aragón, D. F.
CIB8 32918 San Juan de Aragón, D. F.
CIB9 24555 Chihuahua, Sierra de La Tuna, 30 Km. NW, Ciudad de Chihuahua.
CIB10 24553 Chihuahua, cerca de Buenaventura.

Canis latrans
11621 ENCB 11621 9 Km. E San Telmo, Baja California Norte.
9171 ENCB 9171 36 KM. SE Ceballos, 1150 m Durango.
10031 ENCB 10031 Isla Tiburón, Sonora.
12782 ENCB 12782 22 Km. N La Peña, 2190 m Durango.
22581 ENCB 22581 Durango, Graseros.
7527 ENCB 7527 70 Km. N, Durango.
22585 ENCB 22585 183 Km. N, Chihuahua, Chihuahua.
6792 ENCB 6792 Mesa del Huracan, Mpio. Madera, Chihuahua.
4115 ENCB 4115 Jicotlán, Oaxaca, 2150 m.
DSA DSA-INAH Chihuahua.

Canis familiaris
TEO 1 Tlalocan, Teotihuacan 94-2 CP C 1 AA 152 N358 E119, Ig.
T48485 Teopancazco, Teotihuacan 2001-1, E1 C69, N447 E121, R4 AA84.
TUL 3 Proyecto Tula 80-82, Tula 3, Malinche D-10
PP29 Proyecto Chac-Mool, Punta Pájaros, Q.R.; Nivelación, Perro Nº15, Ejemplar A Estructura G, Frente Oeste, Escombro.
PP31 Proyecto Chac-Mool, Punta Pájaros, Q.R.; Nivelación, Perro Nº16, Ejemplar A Estructura B, Frente Oeste, Escombro.
PP8 Proyecto Chac-Mool, Punta Pájaros, Q.R.; Entierro de canino 3, Ejemplar A, Estructura C Lado Oeste, Escombro.
PDA-99 Proyecto Chapantongo, Valle del Mezquital, Hgo., Sitio 2, Los Cerritos; UE 17, Cuadro 2 y 3 SE, Entierro 25.
VEN 1 La Ventilla 92-94, Teotihuacan, Frente 1, Entierro Nº6, NE 22548
SIN Carretera San Blas-Mazatlan, Tramo Sinaloa, Bomba 14, Ofrenda Entierro 1.

183
1.2. EJEMPLARES DE CANIDOS EMPLEADOS Y SEXO DE CADA UNO
Especie Número de colección Edad Sexo
Canis lupus CIB1 36975 Adulto Macho
CIB2 29182 Adulto Hembra
CIB3 24556 Adulto Macho
CIB4 24554 Adulto Macho
CIB5 37897 Adulto Macho
CIB6 35209 Adulto Macho
CIB7 35210 Adulto Macho
CIB8 32918 Adulto Macho
CIB9 24555 Adulto Macho
CIB10 24553 Adulto Macho
Canis latrans ENCB 11621 Adulto Macho
ENCB 9171 Adulto Hembra
ENCB 10031 Adulto Hembra
ENCB 12782 Adulto Hembra
ENCB 22581 Adulto Hembra
ENCB 7527 Adulto Hembra
ENCB 22585 Adulto Macho
ENCB 6792 Adulto Macho
ENCB 4115 Adulto Macho
DSA-INAH Adulto Hembra
Canis familiaris TEO 1 Adulto Macho
T48485 Adulto Macho
TUL 3 Adulto Macho
PP29 Adulto Macho
PP31 Preadulto No determinado
PP8 Adulto Hembra
PDA-99 Adulto Macho
VEN 1 Adulto Macho
SIN Adulto Macho

184
1.3. MEDIDAS CRANEALES Y MANDIBULARES EN EJEMPLARES DE LOBO
Medidas del cráneo (mm)
Ejemplar Longitud Longitud Largo Ancho Ancho Longitud Ancho Ancho Ancho Ancho Longitud
máxima basal del máximo del del nasión - auricular mínimo frontal mínimo facial
craneal paladar paladar cráneo basión frontal interorbital
ClB 1 233 220 112.13 78.22 67 129.85 75.11 41.49 56.74 42.73 114.28
ClB 2 210 198 105.55 69.54 61.86 120.2 68.25 31.52 48.07 37.71 108.65
ClB 3 215 203 103.91 70.81 65.98 121.3 71.93 43.34 56.78 41.27 112.97
ClB 4 225 212 110.3 77.61 64.97 134.1 76.09 43.1 61.54 54.61 119.71
ClB 5 211 204 104.67 69.02 62.81 123.15 69.59 37.93 54.14 41.48 115.79
ClB 6 223 211 104.33 71.72 63.52 129.59 73.87 41.39 62.45 44.13 116.5
ClB 7 227 221 197.14 72.79 62.62 129.11 72.7 40.7 61.48 43.59 118.24
ClB 8 221 207 108.16 76.98 65.82 119.16 71.56 40.28 60.68 39.49 127.51
ClB 9 241 228 112 80.9 67.84 130.8 76.96 40.32 60.65 44.37 117.45
ClB 10 242 226 112.41 76.67 68.33 130.1 77.43 42.29 59.71 42.62 120.2
SUMA 2248 2130 1170.6 744.26 650.75 1267.36 733.49 402.36 582.24 432 1171.3
PROM 224.8 213 117.06 74.426 65.075 126.736 73.349 40.236 58.224 43.2 117.13
DESTA 11.32156251 10.29563014 28.34355227 4.138916122 2.29110478 5.25001418 3.0973948 3.439494 4.4428749 4.518096945 4.996567711
MEDIA 224.5450084 212.7765828 114.8023756 74.322509 65.03868294 126.637326 73.289744 40.08867 58.060722 43.00555555 117.0349747
Medidas de la mandíbula
Ejemplar Longitud Longitud Altura Ancho Altura de la
de la máxima de la de la rama de la rama rama a nivel
mandíbula mandíbula mandibular mandibular del M/1
ClB 1 170 173 70.3 41.54 29.57
ClB 2 150.6 150.8 63.39 38.77 25.65
ClB 3 161 160 71.63 39.54 28.35
ClB 4 170 172 73.9 42.13 31.54
ClB 5 154 157 68.14 41.25 27.75
ClB 6 158 163 69.19 43.32 30.3
ClB 7 162 167 72.13 45.56 30.71
ClB 8 151.5 151.8 74.27 40.32 26.47
ClB 9 151.9 151.7 71.54 40.71 21.49
ClB 10 157.2 157.4 74.48 42.69 31.59
SUMA 1586.2 1603.7 708.97 415.83 283.42
PROM 158.62 160.37 70.897 41.583 28.342
DESTA 7.149327863 8.206779041 3.381820844 1.969636458 3.15836737
MEDIA 158.4770747 160.182906 70.82195134 41.54162026 28.1700674
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media

185
1.4. MEDIDAS CRANEALES Y MANDIBULARES EN EJEMPLARES DE COYOTE
Medidas del cráneo (mm)
Ejemplar Longitud Longitud Largo Ancho Ancho Longitud Ancho Ancho Ancho Ancho Longitud
máxima basal del máximo del del nasión - auricular mínimo frontal mínimo facial
craneal paladar paladar cráneo basión frontal interorbital
11621 180.41 162.33 81.95 43.49 55.11 96.59 53.02 31.03 45.27 30.81 86.74
9171 191.9 172.11 89.52 52.41 54.84 101.43 55.65 36.14 43.73 31.81 92.58
10031 174.95 158.61 77.62 48.41 56.4 97.4 55.44 32.67 45.96 29.52 81.61
12782 192.95 175.39 88.24 54.53 58.52 105.2 59.31 33.81 42.97 30.75 92.81
22581 180.83 165.43 81.45 51.07 56.1 96.2 57.33 36.94 45.24 32.26 91.95
7527 195.47 179.56 92.97 51.7 55.49 100.4 58.29 35.63 46.27 31.35 95.73
22585 198.74 181.69 98.78 56.03 57.18 106.69 59.32 35.62 51.09 35.66 97.2
6792 198.22 180.41 90.42 50.23 57.96 103.37 59.77 36.37 46.57 31.24 95.41
4115 207.16 178.68 92.34 54.3 57.64 103 59 37.98 51.46 32.61 101
DSA 188.21 173.07 87.45 52.3 57.44 101.4 55.76 31.94 41.22 29.23 88.32
SUMA 1908.84 1727.28 880.74 514.47 566.68 1011.68 572.89 348.13 459.78 315.24 923.35
PROM 190.884 172.728 88.074 51.447 56.668 101.178 57.289 34.813 45.978 31.524 92.335
DESTA 9.88041857 8.094685225 6.284605884 3.567255559 1.267243728 3.58242252 2.2351557 2.314726 3.2387748 1.807627051 5.60372743
MEDIA 190.6525534 172.5541275 87.8703851 51.33003812 56.65522643 101.1108 57.24916 34.74245 45.877288 31.47886555 92.1788983
Medidas de la mandíbula.
Ejemplar Longitud Longitud Altura Ancho Altura de la
de la máxima de la de la rama de la rama rama a nivel
mandíbula mandíbula mandibular mandibular del M/1
11621 127.09 127.36 50.03 29.41 20.38
9171 131.33 135.79 48.28 32.01 19.24
10031 125.35 125.83 45.53 28.22 18.76
12782 137.38 139.52 48.61 31.69 18.29
22581 127.78 128.65 46.75 27.64 18.2
7527 140.66 141.45 52.34 32.15 21.28
22585 141.7 144.05 51.12 33.05 18.94
6792 140.4 142.9 48.35 32.01 19.62
4115 140.31 141.92 47.82 30.55 19.82
DSA 136.79 137.48 49.96 31.29 20.15
SUMA 1348.79 1364.95 488.79 308.02 194.68
PROM 134.879 136.495 48.879 30.802 19.468
DESTA 6.362142284 6.842977341 2.029638446 1.809909758 0.974950711
MEDIA 134.7422082 136.3378014 48.84111494 30.75284419 19.44624028
186
1.5. MEDIDAS CRANEALES Y MANDIBULARES EN EJEMPLARES DE PERROS ARQUEOLÓGICOS
Medidas del cráneo (mm)
Ejemplar Longitud Longitud Largo Ancho Ancho Longitud Ancho Ancho Ancho Ancho Longitud
máxima basal del máximo del del nasión - auricular mínimo frontal mínimo facial
craneal paladar paladar cráneo basión frontal interorbital
TEO 1 160 148 73 53.5 49.9 87 55.6 29 45.52 31.4 78.9
T48485 159.5 155.75 77.98 54.29 52.4 98.19 57.79 37.28 53.63 34.06 76.49
TUL 3 164 151 78.4 58.2 49.7 86.8 60.6 34.2 43.5 30.7 83.2
PP29 165 153 78.6 61 48.3 92.4 60.3 31.7 46.2 30.3 76
PP31 145 140 71.8 56 48.3 85.5 58 31 39 26.2 77
PP8 150 136.56 69 60 48.5 85 52.79 31 41.6 32.12 57.43
PDA-99 175.61 157.23 81.67 59.45 54.84 91.94 55.14 36.29 44.3 34.37 83.67
VEN 1 174.4 156.31 79.31 58.36 55.54 94.1 57.01 37.31 53.29 37.03 80.3
SIN 160 148 80 52 45 83 Ap. 55.5 28.7 39 Ap. x 64
SUMA 1453.51 1345.85 689.76 512.8 452.48 720.93 512.73 296.48 367.04 256.18 676.99
PROM 161.501 149.538 76.64 56.977 50.275 90.116 56.97 32.942 45.88 32.022 75.221
DESTA 9.981245469 7.261813555 4.293876454 3.159939785 3.397127872 4.74780532 2.5214034 3.415197 5.1963751 3.245915015 8.818970241
MEDIA 161.2246683 149.3785282 76.53026055 56.89891998 50.17440471 90.0082197 56.920347 32.78584 45.629277 31.87466808 74.71582589

Medidas de la mandíbula.
Ejemplar Longitud Longitud Altura Ancho Altura de la
de la máxima de la de la rama de la rama rama a nivel
mandíbula mandíbula mandibular mandibular del M/1
TEO 1 112.6 118 48 27.2 20
T48485 119.6 120.69 45.03 27.1 18.57
TUL 3 124 124.3 49 28.2 21
PP29 118 115.6 52 30.4 21
PP31 105 105 42 25.4 19.8
PP8 113.59 113 46 21.1 20.3
PDA-99 121.76 122.64 48.35 30.04 19.71
VEN-1 128.68 125.97 55.31 32.99 19.47
SIN 119.2 118.9 49.2 30.7 18.9
SUMA 1062.43 1064.1 434.89 253.13 178.75
PROM 118.047 118.233 48.321 28.125 19.861
DESTA 6.944310221 6.442598466 3.87123186 3.496959791 0.834886885
MEDIA 117.8629152 118.0722673 48.18386832 27.91827822 19.84548827
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media

187
1.6. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN LOBOS

Longitud anteroposterior (mm)


Piezas dentales superiores
Ejemplar I1 I2 I3 C x/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
ClB 1 3.65 5.42 6.67 12.81 6.21 14.48 14.75 23.32 15.09 9.56
ClB 2 4.64 6.27 8.68 12.87 6.14 12.34 13.76 21.45 15.65 7.92
ClB 3 4.43 6.79 5.74 13.27 6.82 13.48 15.58 23.19 14.82 7.33
ClB 4 3.85 6.41 5.95 11.93 6.4 12.2 13.82 23.41 14.82 7.89
ClB 5 X 6.55 7.09 12.15 6.83 11.2 13.68 20.93 13.69 7.48
ClB 6 X 6.86 7.91 13.21 5.89 13.67 14.64 23.16 14.85 7.71
ClB 7 4.72 6.69 8.48 12.1 6.43 12.65 13.83 22.24 14.14 8.09
ClB 8 5.76 6.72 9.61 13.92 6.37 12.17 13.91 23.19 15.47 8.32
ClB 9 6.16 8.05 9.28 14.4 6.33 14.27 15.95 24.89 16.39 7.67
ClB 10 5.96 7.82 9.69 13.02 6.02 13.35 16.12 25.09 16.34 8.78
SUMA 39.17 67.58 79.1 129.68 63.44 129.81 146.04 230.87 151.26 80.75
PROM 4.89625 6.758 7.91 12.968 6.344 12.981 14.604 23.087 15.126 8.075
DESTA 0.958912144 0.745904373 1.476241474 0.791900667 0.306383928 1.03968425 0.9630184 1.312242 0.8668872 0.668917035
MEDIA 4.813747924 6.721029585 7.780165097 12.94647753 6.337399606 12.9431693 14.576015 23.05328 15.103586 8.051340161

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 C /x Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
ClB 1 3.37 4.38 6.02 11.94 5.12 10.45 12.21 14.53 27.88 12.82 3.04
ClB 2 3.74 4.85 6.06 11.17 5.37 9.92 12.39 14.61 24.47 11.31 5.67
ClB 3 3.38 3.77 5.82 13.99 4.72 12.04 12.17 14.68 26.98 10.64 4.73
ClB 4 3.53 4.56 6.22 11.91 5.12 10.76 12.19 12.71 27 11.46 5.91
ClB 5 X X X 11.23 5.32 10.31 9.73 13.89 24.55 10.23 4.96
ClB 6 X X X 13.32 X 10.63 12.75 14.06 25.51 10.6 4.95
ClB 7 3.24 4.49 5.21 12.69 5.75 10.16 12.16 14.11 24.41 11.08 4.92
ClB 8 3.72 4.83 6.89 14.87 5.48 10.56 12.31 12.97 26.56 11.59 6.13
ClB 9 3.96 5.22 6.81 12.85 5.77 12.1 13.11 15.8 30.01 11.59 5.29
ClB 10 3.86 4.88 7.71 12.13 5.26 11.17 13.59 15.59 29.78 12.61 5.6
SUMA 28.8 36.98 50.74 126.09 47.91 108.08 122.61 142.95 267.15 113.93 51.2
PROM 3.6 4.6225 6.3425 12.609 5.323333333 10.808 12.261 14.295 26.715 11.393 5.12
DESTA 0.258291087 0.435094407 0.76929931 1.190531627 0.327681248 0.74417441 1.0098014 0.986917 2.0622601 0.833520646 0.867883761
MEDIA 3.591868418 4.603633374 6.302387687 12.55977472 5.314249957 10.785683 12.220017 14.2641 26.644532 11.36600936 5.039716905
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
188
1.7. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN LOBOS

Altura (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1 I2 I3 C x/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
ClB 1 X X X 19.17 5.28 6.47 6.6 13.48 10.26 5.71
ClB 2 7.81 8.62 14.09 17.93 5.19 6.43 7.12 12.39 10.22 4.83
ClB 3 6.07 7.48 8.01 20.9 3.81 4.46 5.08 10.61 7.5 3.57
ClB 4 5.88 5.82 9.21 23.06 4.4 4.39 5.4 12.42 7.93 4.71
ClB 5 X 10.14 11.92 22.87 5.27 5.73 7.09 11.41 8.85 4.12
ClB 6 X 9.8 12.08 25.25 6.2 6.72 7.76 12.69 9.39 4.45
ClB 7 7.83 9.08 11.73 22.78 5.51 6.66 7.82 12.52 9.65 4.47
ClB 8 8.89 10.3 13.27 24.48 6.15 7.24 7.96 14.82 9.26 5.09
ClB 9 9.64 12.14 12.27 25.7 5.08 5.62 7.5 14.17 9.3 4.91
ClB 10 7.3 9.13 10.82 21.72 4.21 4.66 4.8 12.98 7.63 4.73
SUMA 53.42 82.51 103.4 223.86 51.1 58.38 67.13 127.49 89.99 46.59
PROM 7.631428571 9.167777778 11.48888889 22.386 5.11 5.838 6.713 12.749 8.999 4.659
DESTA 1.37265471 1.796745515 1.90016739 2.522433569 0.781423203 1.0334172 1.1956779 1.227341 1.0056778 0.57213926
MEDIA 7.524343927 8.997757174 11.33672088 22.25304067 5.054234362 5.75145009 6.6087781 12.69534 8.9468207 4.626470026

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 C /x Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
ClB 1 4.31 4.54 7.42 20.07 3.75 5.23 6.39 10.02 16.39 7.93 4.29
ClB 2 6.15 7.29 8.72 20.03 4.29 5.13 6.84 9.97 14.14 6.84 3.7
ClB 3 3.8 3.85 5.32 19.37 2.86 3.56 4.85 6.41 12.93 5.82 3.07
ClB 4 7.64 6.58 9.01 20.87 4.61 5.98 5.31 5.97 14.42 6.33 4.02
ClB 5 X X X 21.98 4.5 6 6.45 7.9 13.76 6.83 4.18
ClB 6 X X X 26.17 X 6.76 7.9 8.46 14.81 7.47 3.77
ClB 7 4.56 5.59 7.63 20.11 5.11 6.29 6.87 8.91 14.6 6.84 3.87
ClB 8 6.29 7.88 10.07 21.96 4.15 7.09 8.22 9.46 15.82 8.29 4.42
ClB 9 6.79 8.51 9.48 23.67 4.42 6.41 6.73 6.76 16.32 5.97 4.07
ClB 10 6.63 7.55 10.18 19.37 3.87 5.24 5.53 6.19 15.82 7.55 3.62
SUMA 46.17 51.79 67.83 213.6 37.56 57.69 65.09 80.05 149.01 69.87 39.01
PROM 5.77125 6.47375 8.47875 21.36 4.173333333 5.769 6.509 8.005 14.901 6.987 3.901
DESTA 1.371562586 1.663223527 1.629561181 2.169802858 0.636965462 1.02011383 1.0706742 1.584826 1.1754648 0.818739546 0.390055552
MEDIA 5.618928638 6.264848422 8.321629331 21.26710664 4.125585432 5.67590918 6.4285774 7.861038 14.860217 6.943731519 3.882377211
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
189
1.8. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN LOBOS

Ancho (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1 I2 I3 C x/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
ClB 1 6.05 7.4 8.55 8.81 5.04 5.35 5.95 9.59 19.27 14.66
ClB 2 5.82 6.4 5.99 7.28 4.68 4.6 5.31 8.49 18.71 12.43
ClB 3 6.68 7.26 7.75 7.4 4.43 4.54 5.48 8.56 19.91 11.62
ClB 4 5.83 6.07 7.15 8.64 5.16 5.29 5.98 9.81 19.34 12.72
ClB 5 X 6.8 7.91 8.52 4.88 5.06 5.81 9.01 18.14 11.11
ClB 6 X 7.68 7.14 10.18 5.05 5.41 6.33 8.91 18.77 11.42
ClB 7 5.66 6.5 7.86 7.73 5.03 5.21 5.85 8.62 18.71 11.56
ClB 8 7.19 7.34 7.74 10.99 5.16 5.58 6.25 9.5 18.46 13.53
ClB 9 7.24 8.14 7.96 11.06 5.12 5.56 6.77 10.19 21.99 12.11
ClB 10 7.61 8.24 8.35 12.66 5.31 5.42 8.5 9.91 23.35 13.55
SUMA 52.08 71.83 76.4 93.27 49.86 52.02 62.23 92.59 196.65 124.71
PROM 6.51 7.183 7.64 9.327 4.986 5.202 6.223 9.259 19.665 12.471
DESTA 0.76595412 0.732029902 0.729581311 1.808922638 0.259580859 0.36702407 0.9021585 0.617692 1.690143 1.144187727
MEDIA 6.471038596 7.149189636 7.60613173 9.175729755 4.979690127 5.18981279 6.1712289 9.240491 19.603799 12.42515334

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 C /x Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
ClB 1 4.63 5.87 6.67 9.61 4.32 5.12 5.65 6.95 11 9.11 6.13
ClB 2 4.67 5.54 5.85 7.92 4.11 4.55 5.05 6.24 9.52 8.47 4.89
ClB 3 5.1 5.42 6.38 8.16 3.92 5 5.23 6.6 10.04 6.98 4.68
ClB 4 3.61 5.9 6.31 8.56 4.45 5.62 6.16 7.46 10.7 8.95 5.42
ClB 5 X X X 7.5 4.27 5.09 6.47 6.92 9.58 6.33 4.05
ClB 6 X X X 12.12 X 5.56 6.4 7.7 9.85 7.61 4.85
ClB 7 4.72 5.51 6.62 10.6 4.53 5.26 6.13 7.39 9.65 7.68 5.11
ClB 8 5.11 6.01 6.29 8.83 4.15 6.22 6.47 7.41 10.27 8.58 5.62
ClB 9 5.4 6.54 6.79 10.46 4.63 5.75 6.2 7.78 11.52 8.87 5.54
ClB 10 4.49 5.36 5.93 11.61 4.77 5.94 7.12 6.87 11.64 8.71 5.47
SUMA 37.73 46.15 50.84 95.37 39.15 54.11 60.88 71.32 103.77 81.29 51.76
PROM 4.71625 5.76875 6.355 9.537 4.35 5.411 6.088 7.132 10.377 8.129 5.176
DESTA 0.54174157 0.394332619 0.338315153 1.601076374 0.270878201 0.49842976 0.6217502 0.496584 0.795474 0.935134571 0.586139915
MEDIA 4.686755321 5.757327991 6.347030789 9.418477072 4.342485275 5.39015268 6.0586281 7.116145 10.350116 8.077293976 5.145013921
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
190
1.9. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN COYOTES

Longitud anteroposterior (mm)


Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
11621 3 3.07 5.53 8.42 5.42 9.71 10.87 17.81 12.21 6.03
9171 3.07 3.82 5.67 8.01 5.77 10.36 11.71 18.47 12.64 6.53
10031 3.36 4.5 6.62 9.17 6.09 9.84 11.64 17.76 11.53 6.41
12782 3.79 4.81 6.46 9.32 5.36 10.62 11.88 18.59 11.8 7.18
22581 3.67 4.31 5.63 8.68 5.43 10.17 10.56 16.31 12.05 7.36
7527 3.23 4.7 5.6 7.91 5.67 10.34 11.71 17.17 11.98 7.13
22585 4.46 4.93 6.88 9.46 6.29 10.93 12.28 18.19 11.73 7.02
6792 3.7 5.06 4.43 8.81 6.24 X 12.21 18.52 12.56 7.31
4115 4.23 5.33 7.75 8.95 5.8 11.54 12.27 19.74 11.64 5.91
DSA 4.07 4.49 6.7 8.87 6.14 11.09 12.75 19.81 13.04 7.33
SUMA 36.58 45.02 61.27 87.6 58.21 94.6 117.88 182.37 121.18 68.21
PROM 3.658 4.502 6.127 8.76 5.821 10.5111111 11.788 18.237 12.118 6.821
DESTA 0.495553563 0.655486249 0.934119312 0.519551088 0.353032891 0.5959959 0.664259 1.067511 0.4917045 0.553964499
MEDIA 3.627920874 4.453593191 6.061029237 8.745889308 5.811351801 10.4962235 11.770761 18.20867 12.109149 6.800058135

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 Cx Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
11621 1.69 2.67 3.94 6.02 3.88 8.67 9.9 10.25 19.33 9.21 5
9171 2.59 2.91 4.19 8.04 4.09 9.6 10.06 10.98 21.82 9.37 5.18
10031 1.9 2.58 4.9 8.74 4.69 9.16 10.05 10.79 17.98 9.03 3.71
12782 2.12 2.82 4.7 8.37 3.96 9.24 10.47 11.42 20.63 9.44 3.93
22581 2.12 3.71 4.36 7.07 4.49 9.31 10.4 10.85 17.46 8.9 4.51
7527 1.65 3.33 5.2 9.22 4.72 9.71 10.62 11.81 20.45 9.21 X
22585 3 2.93 5.06 9.66 4.6 10.23 10.71 12.33 22.17 9.85 X
6792 X X 5.32 8.12 4.98 10.41 10.84 11.92 21.57 9.31 X
4115 2.62 4 5.44 8.08 4.62 10.41 11.18 12.58 21.33 9.98 5.35
DSA 2.32 3.4 4.96 9.92 4.76 9.89 10.88 11.92 21.73 10.21 4.27
SUMA 17.69 28.35 48.07 83.24 44.79 96.63 105.11 114.85 204.47 94.51 31.95
PROM 2.21125 3.15 4.807 8.324 4.479 9.663 10.511 11.485 20.447 9.451 4.564285714
DESTA 0.482979961 0.48749359 0.500889209 1.172501599 0.372184244 0.58097715 0.4145533 0.750396 1.6609974 0.426704425 0.633504989
MEDIA 2.166156275 3.11769109 4.782595756 8.244600103 4.46462257 9.64717168 10.503628 11.46275 20.383462 9.442458391 4.52603361
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
191
1.10. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN COYOTES

Altura (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
11621 3.69 4.23 4.49 18.58 4.01 5.55 6.19 9.45 6.75 3.82
9171 2.9 4.22 6.73 17.16 4.64 5.35 5.01 9.04 5.05 2.6
10031 4.83 5.62 7.87 20.35 4.41 5.1 5.14 9.25 4.36 3.41
12782 5.68 5.54 8.33 19.83 3.81 5.06 5.28 10.07 6.39 4.03
22581 5.94 6.82 8.1 19.41 4.18 5.18 5.69 10.49 6.68 4.15
7527 6.11 7.42 8.85 20.24 4.76 6.21 6.2 10.9 6.51 4
22585 5.35 6.61 9.51 21.09 4.59 5.87 6.27 10.74 6.85 4.27
6792 5.91 7.01 8.03 18.86 5.26 X 6.13 10.03 6.51 3.77
4115 5.31 7.42 9.86 20.25 5.39 4.96 5.71 10.23 6.45 3.1
DSA 5.91 7.09 9.99 19.23 5.31 6.02 6.36 10.43 6.56 4.44
SUMA 51.63 61.98 81.76 195 46.36 49.3 57.98 100.63 62.11 37.59
PROM 5.163 6.198 8.176 19.5 4.636 5.47777778 5.798 10.063 6.211 3.759
DESTA 1.071976886 1.227045231 1.639181367 1.119632876 0.554059764 0.45819695 0.5061576 0.631419 0.8221037 0.568867296
MEDIA 5.039843783 6.075830919 7.995852782 19.4702207 4.606054654 5.46107754 5.7775679 10.04486 6.1541419 3.715966682

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 Cx Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
11621 2.86 3.21 4.24 15.28 3.95 5.66 6.31 6.89 11.22 5.1 2.55
9171 2.24 2.92 3.38 14.73 3.2 4.91 5.68 5.81 10.14 3.83 2.25
10031 3.9 3.86 5.68 15.1 3.37 5.64 5.58 6.21 10.88 5.04 2.75
12782 4.14 4.84 6.42 16.06 3.98 4.94 5.72 6.58 11.11 5.54 2.83
22581 4.55 5.75 6.37 17.81 4.36 6.11 6.11 6.55 12.05 6.07 3.05
7527 4.85 5.25 6.61 17.57 3.37 5.86 6.41 7.4 12.71 6.04 X
22585 3.67 4.79 6.66 15.22 3.73 6.48 8.83 7.85 11.48 6.38 X
6792 X X 6.46 17.47 4.19 5.56 5.62 7.22 11.37 5.59 X
4115 3.41 4.66 7.37 17.76 3.98 5.99 6 7.02 11.87 5.87 3.23
DSA 4.57 5.85 7.54 11.99 4.05 6.27 6.34 7.23 11.8 6.08 2.86
SUMA 34.19 41.13 60.73 158.99 38.18 57.42 62.6 68.76 114.63 55.54 19.52
PROM 3.798888889 4.57 6.073 15.899 3.818 5.742 6.26 6.876 11.463 5.554 2.788571429
DESTA 0.856569385 1.042760759 1.316232418 1.841825483 0.38686202 0.51854069 0.9560567 0.602 0.7040841 0.745746457 0.321062225
MEDIA 3.701849455 4.454311192 5.917050003 15.79593716 3.799826251 5.72029856 6.2047526 6.851834 11.443375 5.502637516 2.772143745
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
192
1.11. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN COYOTES

Ancho (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
11621 3.96 4.32 4.82 4.74 3 3.18 3.31 6.06 16.25 11.74
9171 4.04 3.65 5.61 5.92 3.37 3.9 3.78 6.95 15.46 11.58
10031 3.62 4.39 5.63 5.02 3.83 3.72 3.74 6.18 14.62 10.43
12782 4 4.51 5.07 5.49 3.22 3.55 3.72 6.35 15.5 10.85
22581 4.5 4.79 5.49 5.46 3.38 4.25 3.83 6.38 16.4 11.57
7527 4.15 4.56 5.3 5.63 3.38 3.68 3.91 7.02 15.45 10.98
22585 4.65 6.03 4.05 5.52 3.34 4.37 4.47 6.48 16.53 11.89
6792 4.15 4.63 5.4 6.02 3.64 X 3.76 6.46 15.52 11.61
4115 4.81 5.2 5.6 4.92 3.6 3.89 4.1 6.65 17.12 11.85
DSA 4.02 4.95 5.68 5.22 3.64 3.97 3.97 6.8 17.31 12.35
SUMA 41.9 47.03 52.65 53.94 34.4 34.51 38.59 65.33 160.16 114.85
PROM 4.19 4.703 5.265 5.394 3.44 3.83444444 3.859 6.533 16.016 11.485
DESTA 0.359103823 0.622986535 0.507614245 0.418494657 0.240785751 0.35906514 0.2977863 0.317877 0.8465774 0.56898057
MEDIA 4.17635868 4.666835443 5.240539048 5.379288443 3.432330454 3.81917039 3.8487346 6.526067 15.995874 11.47209087

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 Cx Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
11621 2.91 3.77 4.45 5.04 2.68 3.44 3.8 4.6 6.96 6.1 4.45
9171 3.39 3.39 4.45 5.86 2.85 3.99 4.33 4.91 7.64 6.81 4.28
10031 3.67 4.18 4.41 5.01 3.89 5.75 5.61 6.45 7.24 4.7 2.31
12782 3.12 3.95 4.48 6.11 2.51 3.73 3.8 4.61 6.96 6.69 3.63
22581 3.13 3.88 4.42 5.31 2.81 4.15 4.19 4.89 7.23 6.62 4.42
7527 2.83 4.1 4.52 5.38 2.9 3.7 3.79 4.84 7.73 6.52 X
22585 3.48 3.9 4.96 7.39 2.93 4.39 4.54 5.22 7.62 6.74 X
6792 X X 4.65 6.67 3.24 3.98 4.09 4.8 7.47 6.76 X
4115 3.67 4.66 5.01 5.31 3.42 4.2 4.06 5.08 7.63 6.91 4.83
DSA 3.27 4.33 4.76 5.27 3.19 3.98 4.09 4.96 7.21 6.97 4.37
SUMA 29.47 36.16 46.11 57.35 30.42 41.31 42.3 50.36 66.45 64.82 28.29
PROM 3.274444444 4.017777778 4.611 5.735 3.042 4.131 4.23 5.036 7.3833333 6.482 4.041428571
DESTA 0.30488158 0.359853365 0.225804734 0.780430793 0.402845435 0.63095078 0.5419717 0.531647 0.3004996 0.671479296 0.843018951
MEDIA 3.261734261 4.003407748 4.60614562 5.690834155 3.019212434 4.09320767 4.2023282 5.013617 7.3778436 6.445288958 3.946095606
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media
193
1.12. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN PERROS

Longitud anteroposterior (mm)


Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
TEO 1 X 4.3 4.95 8.38 4.5 7.6 10.2 15.8 10.9 5.4
T48485 4.2 4.8 7.1 7.6 4.7 8.2 10 16.1 11.4 5.4
TUL 3 X X 5.22 9.07 4.5 8.5 10 15.3 10.3 8
PP29 4 5 6 8.2 4.2 X 10.2 17.4 11.6 4.9
PP31 4 4.9 6 6 4.1 X 9.8 16 11 4.6
PP8 x 4.1 5 8 4.4 7.5 8.5 16 11.5 5.4
PDA-99 X X 4.08 7.61 X X 10.24 16.92 11.71 5.93
VEN-1 4.34 4.94 6.56 7.99 4.52 7.77 X 15.99 11.85 6.01
SIN 4.35 4.88 5.49 8.8 5.28 7.72 8.86 16.01 12.29 5.63
SUMA 20.89 32.92 50.4 71.65 36.2 47.29 77.8 145.52 102.55 51.27
PROM 4.178 4.702857143 5.6 7.961111111 4.525 7.88166667 9.725 16.16889 11.394444 5.696666667
DESST 0.172973986 0.353539922 0.917946077 0.885147508 0.359324764 0.38659626 0.6678537 0.621479 0.5874119 0.972355388
MEDIA 4.175126629 4.690920339 5.532004755 7.913128767 4.513075857 7.87391989 9.7039238 16.15848 11.380768 5.631566193

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 Cx Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
TEO 1 X X X 7.98 X X 9 9.2 19 6.6 3.7
T48485 2.5 3.8 4.7 7.2 3.4 6.7 8.8 10.2 19 7.1 3
TUL 3 2.21 3.15 4.4 8.84 3.9 6.8 8.8 10.2 19.1 7.2 4.1
PP29 3 4 4.2 6.4 R 5.3 8.8 10.1 19 6.5 3.4
PP31 2.9 3.8 4.2 6.6 3.2 5.1 8 9.2 18.2 6 3.1
PP8 x 3.5 x 7.5 x 6 8 9.5 18 6.5 4
PDA-99 X 2.42 X 8.25 4.04 7.56 9 X 19.81 7.01 4.21
VEN-1 2.55 3.5 4.63 8.2 4.01 7.03 8.24 8.7 19.77 7.15 5.49
SIN 2.39 3.51 4.73 7.66 3.62 7.27 Reab. Reab. 19.79 7.24 4.4
SUMA 15.55 27.68 26.86 68.63 22.17 51.76 68.64 67.1 171.67 61.3 35.4
PROM 2.591666667 3.46 4.476666667 7.625555556 3.695 6.47 8.58 9.585714 19.074444 6.811111111 3.933333333
DESTA 0.302748521 0.493703208 0.243529601 0.796258612 0.345817871 0.90791755 0.4286857 0.592814 0.6589027 0.428527842 0.762741765
MEDIA 2.577101969 3.424912958 4.471108488 7.587851482 3.681187753 6.41134383 8.5704777 9.569864 19.064238 6.798773872 3.870906919
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media

194
1.13. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN PERROS

Altura (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
TEO 1 X 5.14 7.87 15.02 4 4.6 5.7 9.1 7.6 2.8
T48485 4.3 3.9 6.6 15.3 3.6 5.5 5.1 8.4 6 3.3
TUL 3 X X 6.5 14.3 4.2 3.9 4.9 8.4 6.4 3.3
PP29 7 8 9 7.3 4 X 6 10.3 8 4
PP31 6 6.7 7.5 14.3 3 X 5.2 9.5 6.2 3.3
PP8 x 7 8 14.7 4 5 5.2 9.5 7 3
PDA-99 X x 4.95 14.42 X X 5.58 10.64 7.38 3.2
VEN-1 4.95 7.39 8.86 16.39 3.88 4.33 X 10.23 7.51 3.95
SIN 5.39 6.35 7.77 14.24 4.2 5.02 5.72 9.71 7.49 3.41
SUMA 27.64 44.48 67.05 125.97 30.88 28.35 43.4 85.78 63.58 30.26
PROM 5.528 6.354285714 7.45 13.99666667 3.86 4.725 5.425 9.531111 7.0644444 3.362222222
DESTA 1.030858865 1.403303925 1.267349597 2.603756901 0.395979797 0.56842766 0.3779267 0.797487 0.7042036 0.393661586
MEDIA 5.452332618 6.201972226 7.343796536 13.697346 3.840314168 4.69596074 5.4135065 9.500993 7.032347 3.342277502

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 Cx Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
TEO 1 X X X 12.38 X X 5.4 5.5 10.4 4.2 2
T48485 2.1 2.4 4.6 11.1 2.6 4.6 5.3 7.8 9.1 3.1 2.4
TUL 3 3 4.7 4.4 13.3 3.1 4.3 4.4 6 10 3 2.2
PP29 4.3 6 6 16 R 3 6 6.3 11 4.8 3
PP31 4 5.1 6.2 13.8 3.1 3.3 5.2 7 10 4 3
PP8 x 6.6 x 14.5 x 5 6 7.2 10 5 3
PDA-99 X 3.26 X 10.42 3.06 4.79 5.46 X 10.7 3.25 3.54
VEN-1 4.18 5.15 5.83 14.88 3.21 4.39 5.45 6.43 11.69 4.84 3.36
SIN 2.16 3.2 5.3 14.61 3.12 4.81 Reab. Reab. 10.91 4.62 3.12
SUMA 19.74 36.41 32.33 120.99 18.19 34.19 43.21 46.23 93.8 36.81 25.62
PROM 3.29 4.55125 5.388333333 13.44333333 3.031666667 4.27375 5.40125 6.604286 10.422222 4.09 2.846666667
DESTA 1.009296785 1.468677126 0.752872278 1.836722625 0.217293964 0.73414552 0.503713 0.779826 0.7533057 0.796052762 0.527257053
MEDIA 3.150768572 4.324826193 5.34297299 13.32628953 3.02468137 4.21184203 5.379627 6.564887 10.397846 4.017264836 2.800073452
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media

195
1.14. MEDIDAS DE PIEZAS DENTALES EN PERROS

Ancho (mm)
Piezas dentales superiores
Ejemplar I1/ I2/ I3/ Cx/ Pm 1/ Pm 2/ Pm 3/ Pm 4/ M 1/ M 2/
TEO 1 X 4.79 5.6 4.74 3.6 3.85 4.7 6.7 14.6 8.8
T48485 4.2 4.8 5.7 5 3.3 3.9 4.1 6.7 14.9 8.1
TUL 3 X X 3.5 5.4 3.2 3.4 3.9 9 12.1 9
PP29 4 5 5 5.1 3.5 X 4.4 7.4 15 8.1
PP31 4.1 4.6 5 5 3 X 5 7.2 13.6 8
PP8 x 4 4.4 5 3 3.5 4 7 14.2 8
PDA-99 X X 3.96 6.28 X X 4.75 6.93 15.33 9.25
VEN-1 4.06 4.52 5.55 5.99 3.2 3.6 X 6.68 14.64 8.72
SIN 4.2 4.74 5.39 7.12 3.74 3.76 4.28 7.1 15.36 9.08
SUMA 20.56 32.45 44.1 49.63 26.54 22.01 35.13 64.71 129.73 77.05
PROM 4.112 4.635714286 4.9 5.514444444 3.3175 3.66833333 4.39125 7.19 14.414444 8.561111111
DESTA 0.087863531 0.319679899 0.783118765 0.78808488 0.272855273 0.20004166 0.3939339 0.722184 1.0284832 0.509127794
MEDIA 4.111248163 4.625759513 4.839371356 5.468087012 3.307785348 3.66376076 4.3759343 7.161109 14.379586 8.547647118

Piezas dentales inferiores


Ejemplar I/1 I/2 I/3 Cx Pm /1 Pm /2 Pm /3 Pm /4 M /1 M /2 M /3
TEO 1 X X X 4.79 X X 4.5 5 7 5.4 3.2
T48485 2 3.4 4.1 5.1 3 4.1 4.1 8.3 7.3 5 3
TUL 3 1.7 2.2 2.7 5.3 3 3 3.4 5.3 7 5.3 3.4
PP29 3.2 4.3 4 7 X 2.5 4.8 5 7.8 5.2 3.2
PP31 3 4 4.1 6.7 3 3.5 4.5 4.9 7.5 5.3 3
PP8 x 4 x 5.2 x 3.5 4 4.5 7 5 3.8
PDA-99 X 2.48 X 6.66 2.96 4.07 4.39 X 7.79 5.35 3.96
VEN-1 3.26 4.19 4.05 6.86 2.96 3.71 4.19 5.04 7.49 6.48 4.82
SIN 3.19 4.18 5 7.03 3.4 4.16 Reab. Reab. 7.34 6.59 4.34
SUMA 16.35 28.75 23.95 54.64 18.32 28.54 33.88 38.04 66.22 49.62 32.72
PROM 2.725 3.59375 3.991666667 6.071111111 3.053333333 3.5675 4.235 5.434286 7.3577778 5.513333333 3.635555556
DESTA 0.689920285 0.823631983 0.736489421 0.941055849 0.170958085 0.58286852 0.4236575 1.285909 0.3177569 0.596803988 0.639748214
MEDIA 2.641150032 3.496765452 3.928584355 6.00422314 3.049563521 3.52172433 4.2153481 5.330075 7.3516966 5.486562607 3.588335095
SUMA: suma de medidas; PROM: promedio; DESTA: desviación estándar; MEDIA: media

196
1.15. LONGITUDES PROMEDIO DE VERTEBRAS EN PERROS PREHISPÁNICOS, COYOTES Y LOBOS (mm)

Vértebra Perros Coyotes Lobos


Atlas 16.2 15.64 16.07
Axis 26.8 28.11 28.92
3ª cervical 25.07 24.31 26.54
4ª cervical 20.49 22.30 21.66
5ª cervical 20.71 20.98 21.20
6ª cervical 17.9 19.34 19.01
7ª cervical 20.52 20.35 20.48
1ª dorsal 13.78 14.74 13.97
2ª dorsal 19.74 17.38 19.32
3ª dorsal 14.17 14.48 14.22
4ª dorsal 16.61 15.76 16.49
5ª dorsal 14.71 14.91 14.75
6ª dorsal 13.7 14.04 13.74
7ª dorsal 16.61 15.87 16.50
8ª dorsal 13.35 14.04 13.46
9ª dorsal 15.37 15.32 15.36
10ª dorsal 15.03 15.15 15.05
11ª dorsal 15.06 15.61 15.14
12ª dorsal 15.34 16.23 15.47
13ª dorsal 15.7 16.95 15.90
1ª lumbar 19.6 20.01 19.68
2ª lumbar 19.67 20.29 19.76
3ª lumbar 19.08 20.32 19.58
4ª lumbar 20.23 21.63 21.02
5ª lumbar 21.96 22.95 22.13
6ª lumbar 20.55 21.31 21.34
7ª lumbar 19.12 20.33 20.12
Sacro 31.09 30.38 30.91
Total 518.3 528.88 527.93

197
1.16. LONGITUDES PROMEDIO DE HUMERO, FEMUR Y TIBIA EN LOBOS, COYOTES Y PERROS PREHISPÁNICOS
(mm)

Húmero Fémur Tibia


Lobos
CIB1 207.50 228.50 232.00
CIB2 190.50 208.00 207.50
CIB3 195.00 212.50 223.00
CIB4 209.00 228.00 236.00
CIB5 177.50 198.50 204.00
CIB6 193.50 213.50 219.50
CIB7 193.00 214.50 219.00
CIB8 193.00 207.00 214.50
CIB9 215.00 231.00 236.00
CIB10 208.50 226.50 230.50
Coyotes
ENCB6792 166.00 176.50 185.80
ENCB4115 163.90 181.80 189.00
DSA 150.50 164.20 176.70
Perros
TEO1 130.00 136.00 136.00
T48485 144.20 160.00 161.00
TUL3 135.50 144.00 149.00
PP29 129.00 136.00 138.50
PP8 126.00 140.00
PDA99 129.00 138.00
LaVent. 147.70 156.00 160.50

198
1.17. MEDIDAS DE LONGITUD (Promedio) Y CIRCUNFERENCIA EN HUESOS DERECHOS DE UN LOBO, UN COYOTE
Y UN PERRO PREHISPANICO

Húmero Radio Fémur Tibia


Circunferencia Circunferencia Circunferencia Circunferencia
Ejemplar Longitud Prox Media Dis Longitud Prox Media Dis Longitud Prox Media Dis Longitud Prox Media Dis
CIB3 195 71,62 52,38 56,37 202 40,76 39,51 42,82 212,5 64,67 51,62 61,8 223 88,38 47,99 48,3
DSA 150,5 50,45 37,19 41,53 160 30,19 30,84 34,62 164 45,36 35,6 47,7 177 60,99 36,34 34,4
T48485 144 52,25 42,1 42,41 145,5 33,83 32,21 36,33 160 52,94 39,57 55,8 161 43,3 36,7x 44,5

199
1.18. MEDIDAS DE HUESOS LARGOS Y LONGITUD ATLAS-SACRO EN PERROS PREHISPANICOS
(mm)

Ejemplar Húmero Ulna Radio Fémur Tibia Atlas-sacro

TEO 1 129 134 115 139 138 468


T48485 144 171 146 160 161 598
TUL 3 138 159 132 143 149 505
PP29 129 125 122 136 139 467
PP31 115
PP8 126 140 424
PDA-99 129 131 120 138
VEN-1 148 170 142 156 161 553,7
SIN 79 87 70 91 78 487

200
ANEXO 2 PROPUESTA DE
RECUPERACIÓN Y MANEJO DEL
MATERIAL ARQUEOZOOLÓGICO DE
CÁNIDOS

201
Es normal que en las excavaciones arqueológicas se recuperen elementos anatómicos de
cánidos, los cuales pueden ser huesos aislados o partes de ellos, parte de un esqueleto o
incluso podemos encontrar uno completo. Simultáneamente al hallazgo material (los
huesos) debemos tener en cuenta la posibilidad de que entre esos materiales se encuentren
evidencias de manejo que nos proporcionarán datos respecto del uso del organismo y el
contexto cultural en el cual vivió.

Por todo esto consideramos necesario que quien esté a cargo de la recuperación de
un ejemplar de cánido disponga de dos herramientas que a continuación se presentan:

a. Un esquema del esqueleto completo de un cánido cuyo propósito es facilitar el


control de los elementos anatómicos localizados (Figura 142).

b. Una cédula en la cual se incluya la mayor cantidad posible de información


relativa al hallazgo en cuestión (Figura 143).

Respecto del manejo de los restos óseos sugerimos:

c. Evitar, en lo posible, rayar o afectar el material óseo con los instrumentos


empleados en la excavación, a fin de no alterar la superficie ósea y de esta
forma sea más fácil detectar marcas de corte, destazamiento u otro tipo de
manipulación.

d. Para empacar el material arqueozoológico sugerimos que sea colocado en


papel de “china blanco” y cubrirlo con papel aluminio. La práctica de utilizar
a este último como elemento único para envolver huesos es inadecuada, pues
llega a rayar los huesos y frecuentemente permite la acumulación excesiva de
humedad.

202
Figura 142. Imagen de esqueleto completo de cánido en posición anatómica, la cual puede
emplearse como herramienta para reconocer que huesos están siendo descubiertos al
momento de rescatar un individuo arqueozoológico.

203
Cédula para restos óseos de un cánido
Procedencia: _________________________________________
Unidad de excavación: _______ Cuadro: _______ Capa: ______ Profundidad: ______
Coordenadas: X_______ a _______ Y______ a ______ Z______ a ______
Un individuo ( ) Varios individuos: ________
Ejemplar completo ( ) Ejemplar parcial ( ) Conjunto de huesos ( ) Hueso aislado ( )
% del mismo ( )
Entierro primario ( ) Entierro secundario ( )
Posición
Decúbito: Lateral ( ) Lateral flexionado ( ) Ventral ( ) No definido ( )
Lado: Derecho ( ) Izquierdo ( )
Orientación general del cráneo: _________________________________________
Orientación del esqueleto (respecto de la columna vertebral: ____________________

_____________________________________________________________________

Posición de los miembros anteriores y posteriores: ____________________________


Superior derecho: ____________________ izquierdo: _________________________
Inferior derecho: _____________________ izquierdo: _________________________
Con ofrenda ( ) tipo: _____________________________________ Sin ofrenda ( )
Cronología o ubicación estratigráfica: _______________________________________
______________________________________________________________________
Tratamiento: ___________________________________________________________
______________________________________________________________________
Asociación: ____________________________________________________________
______________________________________________________________________
Imágenes obtenidas: Fotografía de rollo ( ) Fotografía digital ( ) Dibujo ( )
Observaciones: _________________________________________________________
______________________________________________________________________
Responsable de la excavación: _________________________ Fecha: _____________

Figura 143. Ejemplo de cédula para la recopilación de información de un cánido


descubierto y en proceso de recuperación.

204

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