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Las

intervenciones
del analista

agalma
LAS INTERVENCIONES
DEL ANALISTA

Isidoro Vegh

ssalsaf
Editorial agal ma

Director: Isidoro Vegh


I.S.B.N.: 950-565-385-9

© 1997 Isidoro Vegh

© 1997 por ACME - agal ma


© 2004 por Agalma Editorial

Dirección de Colección: Av. Pueyrredón 2160, Io “D”


(1119) Buenos Aires, Argentina.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en Argentina - Printed in Argentina.
A
Enrique Pichón Rivière,
maestro querido.
/
INDICE

P ró lo g o .............................................................................................. 9

PARTE I .......................................................................................... 11
R eceptaría........................................................................................ 13
A, B, C ............................................................................................. 17
Ars dictaminis: una práctica del análisis entre verdad y real... 27
Acerca de una referencia clínica en el seminario
Del Otro al o tr o ........................................................................ 35

PARTE I I ........................................................................................ 45
Un whisky antes, un cigarrillo d esp u és..................................... 47
Posición del analista: entre el goce y el d e se o ...........................55
La transferencia en la cura psicoanalítica: una práctica
del desencuentro.......................................................................67

PARTE III....................................................................................... 83
Lo Real del P ad re.......................................................................... 85
Intervención en lo Real .............................................................. 91
La clínica hoy. Alcances y límites............................................... 97
Las intervenciones del an a lista.................................................. 101
PARTE I V ............. ...................................................................... 111
Los tiempos de la herejía. Una práctica del análisis............. 113
Los tiempos del acto analítico.........................:.........................121
La estructura del límite o la escritura del sujeto ...................127
El acto analítico y la lógica del tiempo. Contem poráneos.... 137

PARTE V ........................................................................................143
Sublimación del objeto, exhaustación del O tro ........................145
De un destino a un estilo ............................................................. 157
Actualidad y estructura en lostiempos del an á lisis................. 165
A près-Coup.................................................................................... 171
La práctica del psicoanálisis y sus interrogantes hacia
fin de sig lo .................................................................... . 179
PRÓLOGO

M í sde tres decenios en la práctica del análisis me animan a


enfrentar el pudor y decir de los aciertos y los impases, las re­
flexiones y los enigmas que ella me provoca.
Cada año encuentro en el azoro, una respuesta inesperada a
un problema que “podría haber sido resuelto de otro modo”. Al
disgusto del hallazgo, suele seguirle el buen consuelo: la práctica
aún me interroga, aún me ayuda a deshacer el riesgo de un saber
constituido.
Reflexión de las intervenciones, intentan una respuesta a la
estructura del sujeto, que se anuda en la distinción de los regis­
tros, Real, Simbólico e Imaginario que en el buen sentido indican
un valor vectorial.
Ellos son los que me llevan a sostener -d e derecho- lo que
cualquier analista, sensible a la palabra de sus analizantes, hace
de hecho: interviene de distintos modos. No solo con la interpre­
tación, también con un chiste, a veces un tono, afectuoso o aira­
do, un corte no pautado, una puntuación, un aumento inesperado,
una cita de más, un comentario sugerente, una escena imponde­
rable.
Que su lógica se despliegue es cuestión de un ejercicio, de
libertad.
LAS INTERVENCIONES DEL ANAUSTA

Ella reclama un acuerdo a la estructura y a los tiempos de su


incidencia. ¿Qué es el tiempo del sujeto, cuáles los tiempos de la
cura?
Que se extiende a su consecuencia amplia, en la cultura: ¿se
iguala o difiere la clínica de los pioneros y la que nos desencuentra
con nuestro tiempo?
Este libro, que recoge escritos y conferencias, en su mayoría
inéditos, tiene su deuda con los analistas que transitan el difícil
camino de la aventura freudiana.
La que acepta el riesgo en la pregunta por el deseo del analista.
Que se lee en sus intervenciones cuando interroga -a eso los in­
v ito - sus razones.
Vaya mi agradecimiento para Javiera Gutiérrez por su colabo­
ración en la ardua tarea del pasaje de la forma oral a la escrita de
varios capítulos de este libro.
También a Sandra Stemischia por su eficaz tarea de transcrip­
ción.

Isidoro Vegh
M arzo 1997
PARTE I
RECEPTARIA *

Metaforizaré con el incesto la relación


que la verdad mantiene con lo real.
J. Lacan (U Etourdit)

0- ... jPrefiero concluir, contra mi costumbre, con un fragmen­


to del relato de una paciente.
Me incita el recorrido compartido, el esfuerzo teórico que rea-
lizamos para articular a nuestro s^ber 1ts disonancias que nuestra

Dice la analizante: -estoy enojada con mi cuñada. No quiero


estar una vez más en el medio de las peleas de una pareja, como
m e pasó to d a la vida con mi padre y m i m adre, siem pre
“receptaría” ... (Quería decir receptora).
Producido el lapsus, la invito a que asocie. En el inicio ensaya
sus habituales racionalizaciones: -asocio con reptil porque yo
soy una víbora.

* Expuesto en el Seminario “Hablar del Inconciente” en la Escuela


Freudiana de Buenos Aires.

[15]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

La intervención fue repetirle su lapsus: receptaría.


Comenzó una serie: -L o primero que me aparece es “aria”,
aria de ópera, “La donna é mobile” . Usted sabe, la asociaba con
la mujer muerta, pese a que sé que “La donna é mobile” se refiere
a la mujer como veleta, la que pasa de un hombre a otro.
Un momento de silencio.
-A hora recuerdo que cuando era chica mi madre me desperta­
ba cantándome arias de ópera y las que más me gustaban eran las
de Rigoletto.
Subrayo que donde se escucha “una donna é mobile”, la que
puede pasar de un hombre a otro, ella, que recibía esas arias de su
madre, la equipara a la mujer muerta.
-Recuerdo un sueño: estaba en el centro, entraba en una gale­
ría y me aproximaba a una inmobiliaria.
De inmediato le irrumpe un episodio del día anterior que la
angustió: escuchó que su madre le decía a una amiga “la noche
sólo está hecha para dormir”.
Para la paciente el mensaje no admitía dudas: la madre era
una mujer muerta para el sexo.
Su sueño lo advertía: si seguía en el centro de esa galería,
inmóvil y aria (homófono a inmobiliaria) se conjugaban para decir
un movimiento detenido. Al revés del movimiento que define el
mejor destino de una mujer: pasar de su madre a su padre, y de
éste a otro hombre.
Lo real del sexo -que el área peyoriza cuando se muestra en el
deseo de una m ujer- es lo que golpea y retoma en su fallido.
Receptaría dice de su disgusto por ser receptora de una canción
que no le pertenece. Es el trazo que la separa del Otro sin por eso
campo: fue su madre quien la despertó
con sus canciones.

[16]
Isidoro Vegh

Relación del sujeto al Otro, descree de cualquier auto-nonría.


Aun el trgzo 1iberadorfoordea un ojéelo-queiambián es del Otro.
De esta historia, apenas un fragmento; su vida prosigue ligada
al canto del que hizo gusto y profesión.
En la transferencia, la invitación insinuada a dejar el fardo del
significado para deslizar a la música de las palabras liberó una
secuencia.qug_agr_ade.ceJa verdad. Ella encuentra lojealjcuando
el saber suspende sus creencias “Yo que soy una víbora...”,
milenaria sentencia que la Biblia nos legara; suspendido su ana­
tema, el sexo y el deseo no son pecado por acercar al goce. El
precio está marcado, cuestiona el saber del Otro, Biblia o Madre,
que desconoce en la noche el abrazo de amor.

1- A lgunas distinciones nos reclaman *:


(a) I .asiformaciones del Inconciente! en Freud. son el retomo
de lo reprimido. Y lo reprimido es el deseo, sexual, infantil, in-
cestuoso.
En la enseñanza de Lacan. las formaciones del Inconciente
son el retomo,"por retroacción, del ¿razo que representa aTsu]et&?>
El trazo del deseo, que lo distancia del sentido del Otro, el que
establece en la separación con el Otro su ek-sistencia **.
C§) En la dirección de la cura, que el analista atienda a su emer­
gencia, y le reconozca el sentido conveniente, -m e refiero al sen­
tido en su valor vectorial- decide, en el reconocimiento del sig-
nificante producido, que el movimiento no se estanque en el cu-
brimiento de una significación y un sentido retrógrados.

* Segunda parte escrita en ocasión de la Reunión Preliminar para una


Convergencia Lacaniana de Psicoanálisis, Barcelona, Febrero de
1997.
** ek-sistere: fuera de lugar

[17]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

0 Que el^nconciente)no es el flSjlg) adquiere su relevancia en


el retomo: como impulsión para el Ello desanudado, como pro-
ducción para el Inconciente. Dividido entre el Inconciente como
saber y el Inconciente como producción, ofrece la vía del deseo
al empuje pretérito de la pulsión ***.
© El trazo que representa al sujeto es memoración de un goce
perdido. Por eso se lee como(jetjg| litoral entre el saber signífi-

é ) En el (chiste a s coincidente el tiempo del relato y el de su


interpretación, la que alcanza al sujeto en el momento en que su
risa da testimonio de la verdad que porta.
En el ácto fallidót y eKsueñch generalmente se desglosa en dos
tiempos: el de su realización y el de la interpretación, cuando el
sentido_que_vehiculiza alcanza su destino, el sujeto.
Í J Que “el deseo es la interpretación”, -com o dice la senten­
c ia - no equivale a que el Inconciente se auto-interpreta; más bien
nos indica que la^ te r p r etacjóiUes la que propicia que la forma­
ción del Inconciente despliegue el deseo hasta el extremo. Y el
deseo en el extremo adviene al acto. Es el tiempo en que el acto
fallido se convierte en el acto logrado. La creencia en lo opuesto,
sería el retom o a la inmanencia del sentido inherente a la teoría
de la introspección.
(g) Por eso variamos el aforismo freudiano: allí donde para
Freud el sueño era la vía regia al Inconciente, decimos que las
formaciones del Inconciente pueden ser, si el analista acepta su
implicación, una buena vía a lo^e^í^.

***Recuerda el aforismo freudiano: Wo Es war, soll Ich werden, donde


Ello estaba que el sujeto del deseo advenga.

[18]
A, B ,C *

P ersentación
Esta presentación clínica tuvo su antecedente en una exposi­
ción relacionada al estilo gongoreano y lo que de él se especifica
en nuestra práctica. En esa charla, que luego fue un trabajo
diferenciábamos la presentación de la casuística y del análisis de
control.
La casuística es la exposición que el analista hace del encuen-
tro que su práctica le otorga con lo real. En la tradición analítica
suele llamarse “el material” cuando no considera que “no hay
historia ni historial que no implique al historiador”. Manifiesta
de su encuentro con eso que la clínica le presenta más allá de su
saber, dej,1? tajttgggfl^acjóa, lo que le ofrece de lo real.
E l tmálisis de controhlo planteamos como una experiencia
que se juega en la transferencia entre el analista y quiea está en
función de control: es la_QportmiidatLpara el anal isla de expnnpr
de la dirección de una cura, aquellos elementos de su estructura
1? j f W lf P pl P-nrnentrn m n ln real
Puede comenzarse antes, durante o después del análisis del

* Presentación clínica realizada en la E.F.B.A, enero de 1989.

[191
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

analista y presenta de la estructura aquello que el sujeto constru­


ye más allá de esa instancia. Institución en lo real de un anillo
-L acan lo llamaba “sinthóme* - que le permita hacer„yalia.a lo
que indique un goce no acotado. El zmálisis de control es menos
proposición de un saber teórico o práctico que la decQBSim££ÍÓn
deu
bién ahí, a su encuentro con lo real.

No es sobre una ni sobre otro, casuística o análisis de control,


a lo que nos referiremos en esta oportunidad.
La presentación clínica; a ella acudimos, muestra aquello que
el analista pudo hacer con lo que irrumpe en su práctica abriendo
una brecha en el ágher teórico y en el <£aber hace# que lo decide
como-analista. Es también exposición en el doble sentido: .hay un
relatoque se expone, y una posición del analista exterior al lugar
al cual su práctica lo convoca.
Voy a intentar una presentación clínica ajustándome a la dis­
tinción entre tres experiencias a las cuales acuerdo un valor en la
relación entre analistas, y de cada analista con su práctica. Inten­
taré transmitirleslas.preguntas y las consecuentes producciones
teóricas, en relación .ada dirección de la cura, a las que me lleva-
ron estas tres experiencias clínicas que me tocó en suerte dirigir.

A- L< l primera fue el análisis de una joven profesional, Srta. A,


quién arribó a mi consulta en plena crisis depresiva, abmmada
por una intensa angustia con ideas suicidas. Venía de un análisis
que había interrumpido no hacía mucho tiempo y era escéptica
ante la posibilidad de obtener algo en esta nueva experiencia.
Acudía a m í empujada por su desesperación; contaba más_su.ur­
gencia que cualquier atisbo de confianza dirigido hacia el análi­
sis, o hacia mi persona. Desde el primer tiempo era notorio su

[20]
Isidoro Vegh

discurso de inculpación hacia los que la rodeaban: amigos, cole­


gas, vecinos, apuntando cada vez más, en la reiteración de su
discurso, al núcleo familiar íntim o-padre, madre, herm anos-, de
los que subrayaba su incomprensión y egoísmo.
Su acusación no era homogénea; de la madre rescataba algún
atisbo de relación afectuosa, pese a que en otros momentos de­
nunciaba que había hecho un casamiento por conveniencia, en el
cual había intercambiado su belleza -aún hoy era una mujer her­
m osa- por el bienestar económico que su marido le ofreció. El
problema fue que el marido pasó factura por el confort que le
brindó. Ésta consistía, según la paciente, en un despotismo ejer­
cido en el mismo objeto término del intercambio: se reveló como
un hombre avaro.
Esa posición la extendía a sus propios hijos, a los cuales -pese
a disfrutar de una situación económica holgada- constreñía hasta
un goce sádico. Más que con nuestra paciente, sus hijos varones
eran sujetos de la humillación que provocaba su dinero ostentado
y retenido.
De sus hermanos contaba peleas entre ellos y con el padre. En
diversas oportunidades habían llegado a escenas de golpes, en
las que ella también -ocasionalm ente-, había participado. En el
curso del análisis la situación fue empeorando. Se reiteró la vio­
lencia; A. consiguió disparar la fantasmática familiar, en una
oportunidad haciéndose golpear por uno de sus hermanos, en otra
haciéndose tirar del auto en movimiento por el otro. Esto la llevó
a una posición de desventura, angustia exacerbada, depresión y
fantasías suicidas reiteradas.
Desde el comienzo el personaje puesto en la picota (en su
relato) fue este padre, mencionado en su discurso como “misera­
ble”. Así, recuerda una escena que suponía que a mi escucha iba
a rubricar su desgracia de un destino irrevocable.

[21]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Ella lo había invitado a su casa, el padre cuando entra se pone


a revisar sus cosas.
Ante un intento mío por abrir un espacio en esa versión reite­
rada -h acía ya unos cuantos meses que había comenzado lo que
no era más que letanía, una queja-, señalo que su invitación, an­
tesala de una escena por lo menos confusa, hacía dudar si había
invitado a un padre o a un hombre que penetraba más allá de lo
que ella prefería. La respuesta fue el rechazo: a partir de ahí pasé
a integrar el conjunto de los personajes que arruinaban su vida,
puesto en el tobogán irremediable de su destino *. Lo que pude
conseguir en un año más de análisis fue que interrumpiera la ex­
periencia, pero quedaba una puerta abierta para comenzar otra
más allá de mí.

B- Un profesional de mediana edad, Sr. B, acude a m í en un


estado que lo tiene sorprendido: sufre de profunda abulia, desin­
terés, sensación de entorpecimiento de su capacidad intelectual,
inutilidad extrema de su inteligencia. La situación se agrava en
tanto su práctica lo obliga a un ejercicio intelectual del cual se
siente cada vez más carente, lo que afecta su rendimiento profe­
sional y económico, confirmándole la sensación de ineptitud.
B. había transitado diversas experiencias de análisis bastante
prolongadas. En la última, su analista y él habían acordado con­
cluir cuando B le entregó un dibujo en el que aparecía la cabeza
de su padre. Cuando le dio ese obsequio al analista, quien se lo
devolvió, el paciente dijo que asociaba esa cabeza con una figura
muy querida para él: Enrique Santos Discépolo. El sujeto cuenta

* Mi intervención me situó en la lista de los hombres que con su


violencia la condenaban al lugar de objeto maltratado.

[22]
Isidoro Vegh

esto en la primera entrevista y mi intervención fue señalarle que


ese punto estaba indicando dónde había quedado detenido su
movimiento.
En su relato mostraba que Discépolo, a quien asociaba con la
cabeza de su padre, tenía que ver con el personaje escéptico, lin­
dando hasta el borde con la tristeza, que canta “Cafetín de Bue­
nos Aires” . Cuenta que tiene un recuerdo muy triste de su padre:
los últimos años, una enfermedad invalidante lo dejó arrincona­
do, excluido de los mínimos gustos de la vida hasta el momento
de su deceso. La historia sin embargo indica que, para el sujeto,
su padre tenía una historia triste desde antes: Hombre de condi­
ción humilde, había encontrado un modo de vida que lo llevaba a
trabajar-com o a tantos en nuestro p aís- lejos de su hogar, en una
provincia del interior durante meses y meses en los que dejaba en
casa a su mujer y a sus hijos. Estos vivían en condiciones preca­
rias en un barrio humilde, pese a que la madre del sujeto tenía
una posibilidad laboral de gran valor social para ese tiempo: era
profesora de un colegio secundario, lo que les hubiera permitido
una condición de vida, de vivienda incluso, diferente de la que
relata.
Del origen de su demanda recuerda que había tenido la opor­
tunidad de asistir a una conferencia mía en la cual le había suce­
dido una experiencia extraña: al final de la charla había sufrido
una sensación de pérdida de conocimiento a la que nunca le en­
contró razón. Acudió a mí porque me atribuía una condición de
analista que él valoraba y respetaba; tenía confianza en mis posi­
bilidades y así comenzó su análisis.
Desde el inicio es puesto en la primera plana de su discurso
ese lugar donde el análisis anterior había culminado. Por ahí lo
acompaño comprobando, para mi gran sorpresa y disgusto, que
más avanzábamos en esa línea de asociaciones que verificaban la

[23]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

identificación con ese padre, más el sujeto se deprimía y era con­


sumido por la angustia.
Esto prosiguió durante meses, hasta que en una sesión -debo
decir que lo pensé a posteriori- me encontré interviniendo no en
relación al padre, sino en relación a esa madre profesora y alu­
diendo a mi lugar transferencial. Dejé de lado la enfermedad
invalidante -e l sujeto también en su primera infancia había sufri­
do durante un período una enfermedad invalidante de la cual se
había repuesto totalm ente- para subrayar que el sentimiento de
déficit intelectual se mostraba inversamente proporcional al sa­
ber que le atribuía a la profesora. Esa intervención, que en el
contexto en la cual fue dicha le llegó al sujeto claramente como
una referencia a mi lugar, le permitió recordar aquel episodio en
el que luego de una conferencia admirada había tenido esa sensa­
ción de desvanecimiento.
Cuando pude reflexionar esta intervención, pensé que aquel
episodio hizo presente un momento en el cual su fantasma había
vacilado, su posición subjetiva había tambaleado, en la medida
que yo comenzaba a convertirme no sólo en el Sujeto supuesto
Saber sino en el saber mismo.
El viraje fue impactante. Comenzó a recuperarse, era una per­
sona capaz, volvió al ritmo intenso de trabajo que lo había carac­
terizado y encontró la oportunidad de aproximarse a algunos lu­
gares que tenían que ver con mi práctica como analista para seña­
lar, en ésos lugares, su posición diferente.

C- Se trata de una paciente, la Sra. C, que acude en estado de


desesperación, profundamente deprimida, sin ningún interés en
lo que la rodea, con sensación de inminencia de muerte acompa­
ñada de ideas hipocondríacas persistentes durante bastante tiem­
po. Llega luego de varias experiencias analíticas; la última inte­

[24]
Isidoro Vegh

rrumpida cuando apreció que su situación se iba agravando. Acude


a mí sin manifestar mayor confianza, salvo por algunas referen­
cias como analista de cierto nombre en Buenos Aires y por una
ocasión, años atrás, en que había tenido oportunidad de conocer­
me en el ámbito universitario.
Casi desde las primeras palabras aparece su relación con el
sillón y el escritorio de su padre. Graduada en la misma profe­
sión, desde antes de recibida ya sabía que el estudio de éste la
aguardaba, con escritorio y sillón, para que siguiera los pasos
que él le indicaba. Se hace presente un duelo melancólico ligado
a este padre muerto no hacía mucho, precisamente del mismo
mal que la paciente manifestaba como idea hipocondríaca. Pese
a señalar esa coincidencia -podía apreciarla intelectualmente-,
las manifestaciones hipocondríacas, cuando las ideas se presen­
taban, eran inamovibles.
También en este caso, para mi gran sorpresa y malestar, más \
veíamos esta relación a l padre, más intentaba yo establecer una
brecha en ese lugar que todo indicaba la iba a llevar a un desenla-
ce trágico, más paradojal era el efecto conseguido: la paciente
aumentaba su angustia, su depresión no mejoraba v su relación
con el entorno se hacía más intolerable. Tuve que aceptar la visi-J
ta de varios familiares preocupados por su estado, apelar a una
confianza en mí mismo y en el psicoanálisis de la cual por mo­
mentos llegaba a dudar. Más de un fin de semana permanecí in­
tranquilo, pese a haber tomado los recaudos necesarios: ella sa­
bía que podía llamarme cuando lo precisara, de hecho así lo hizo,
y respondí en los momentos en que fui requerido; la paciente
apreció que podía contar conmigo. Mi única intervención positi­
va era no identificarme con su desesperación, aunque no podía
producir el viraje que la ayudara a salir de ese enclave trágico en
el cual se encontraba. Hasta que, probablemente invitado por la

[25]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

experiencia del caso anterior, decidí intervenir en una línea dife-


rente a la que su discurso irremediablemente me arrastraba.
Cuando pudimos empezar a trabajar ya no la relación al padre
sino su relación con la figura materna, allí también, para mi sor-
presa. comenzó a producirse un tiraje.'E n este período había trans­
formado a su madre en acompañánfe indispensable, no podía sa­
lir sin ella de su casa, sus ideas hipocondríacas le hacían suponer
que en cualquier momento podía sufrir un ataque y desvanecerse
o aún peor, morir.
Comenzado el despliegue de la relación con su madre, resultó
que el beneficio aparentemente secundario de la enfermedad
-tenerla a su madre sistemáticamente junto a ella- no era sino
una cuenta tardía que le pasaba a quien le había otorgado, desde
muy pequeña, el rol del cual esta figura había declinado. La suje­
to había cumplido, en el ámbito familiar, el papel de una figura
moderadora que venía a componer el clima intolerable que la
autoridad desmedida de su padre promovía. Esto había llegado a
consecuencias trágicas; un hermano de esta paciente había muer­
to por suicidio.
Fue ese cambio de mis intervenciones, el hecho de dejar ex­
plícitamente de lado, salvo para señalar algún elemento propicia­
torio, la instancia paterna, lo que me permitió pasar a una dialéc­
tica que propició, luego de varios años, que encontrara su camino
en el ámbito profesional y que pudiera establecer la diferencia
con ese padre que no había logrado, en vida, tolerarla. Hasta aquí
las experiencias que quería ofrecerles.

Reflexión
¿Cuál es la reflexión a la que ellas me invitan? Estos tres rela­
tos, uno de los cuales terminó en un fracaso mientras los otros
davque_persistían en un ritornello que arriesgaba mayor grave­

[26]
Isidoro Vegh

dad pudieron ser revertidos en la cura, me llevaron a la revisión


de una perspectiva teórica. ¿Qué pudo haber jugado en estas cu-
ras, donde hay elementos Que se reiteran, nargllevar al analista a
umLPoscjón que no dudo en nombrar de^xatícertificado por la
ineficacia misma del an^liek? . Qué nudo haber llevado al analista
a esta posición Vqué permitió que algo se prodnjera de otro modo?
En los tres casos los pacientes llegaban de otras experiencias
de análisis prolongados. Presentaban, desde el comienzo, una
problemática centrada esencialmente en la figiira paterna. Erró­
neamente confiado fui al terreno al que las asociaciones me invi­
taban. produciendo los efectos que acabo de relatar. ;.Cómo po-
dría hoy nensar esos efectos v también su reversión?

analista, en relación a lo que desde una terminología más actual


se nombra como \apére-version)qm retiene al sujeto en un goce
obsceno.
¿Dónde estaba el error? Lo sitúo en el desconocimiento de
q ue la dirección de la cura implica tambiéxmna lógica de los
tiempos. Avanzar en la revisión de la pkre-versian cuando el.su-
jeto no hizo el recorrido suficiente en relación al objeto incestuo­
so, al Otro primordial, es arrinconarlo en una posición de angus­
tia v depresión extrema, en la medida que este tiempo de. inter­
vención desconoce el valor también propiciatorio, paradójico, de
esa(pére-versioh. No olvidemos que permite c
separado.~protegido del goce del Otro primordial.
Creo que en los dos casos en que esto logró revertirse fue mer­
ced a intervenciones que permitieron situar_cn_piiíijgjr,a .línea .esta
referencia al saber materno, a ese goce incestuoso. Cuando esa re-
>, e ls
en cada uno de los relatos-
En el prim er relato jugó algo extra: en el caso de esta pacien­

[27]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

te, por el tiempo en el cual ella se encontraba, era muy difícil


trabajar esa relación al Otro primordial que aparecía, para su modo
de apreciarlo y sentirlo, como el único sostén posible en la vida.
Hoy -n o es más que una ficción- considero que un modo po­
sible en que hubiera convenido comenzar un abordaje adecuado
de ese análisis hubiera sido propiciar algún enclave, un anclaje
en lo Real que permitiera a la sujeto no estar a merced de ese
sostén narcisista que el Otro primordial le ofrecía. En la pacien­
te, al comienzo de su análisis, los dos caminos estaban cerrados;
taoto_el que llevaba a interrogar la posición del Otro primordial,
O tro del incesto, como la père-version de la cual sufría, pero que
también era, como para cualquiera, propiciatoria.

A sí como no son homogéneas las incidencias del analista en


el análisis -h ay un tiempo en el que domina la escansión, otro en
que vale la construcción; un tiempo en que rige la interpretación,
otro en que prevalece la experiencia del corte-, del mismo modo
no es homogénea la relación del sujeto a las instancias de su his­
toria,-desplegada en.analógica inexorable que, si el analista no la
advierte, corre el riesgo, de producir efectos contrarios a los que
busca.
Como lo anuncié desde el título, mi anhelo era apenas contar
el A, B, C de una práctica que Freud no hesitó en nombrar impo­
sible.

B ibliografía
1 Vegh, Isidoro en Revista/mago N° 12, Lacan diez años después, “El
barroco arte del psicoanálisis”, Editorial Letra Viva, Buenos Aires,
1985, p. 47/57.

[28]
ARS DICTAMINIS: UNA PRÁCTICA
DEL ANÁLISIS ENTRE VERDAD Y REAL

O- En tiempo de prestigio para la episteme, la doxa aún hetero


me invita a estas líneas de una práctica que así se quiere:
heterodoxa. Si el encuadre analítico no fue capricho del maestro
sino puesta en lo Real de un saber, ¿cómo habrá de propiciar el
significante que en cada giro de su historia permita recrearlo?
Cuando una estructura no hace sino confirmarse en la repeti­
ción idéntica de sus propuestas es dudoso que la eficacia que
anhela sea el premio obtenido. M

1- J^ederico S. repartía sus sesiones entre un silencio brumoso


y el agobiante relato de sus fracasos.
Servil en su trabajo, dependiente del capricho de sus jefes,
incapaz de oponer su palabra a la demanda del Otro, sólo le que­
daba el juego de las pequeñas argucias. Así se presentaba tam­
bién en la transferencia, con pequeñas soluciones a sus angustias
insinuadas: faltas reiteradas, llegadas tarde, modos sutiles de con­
trol de una palabra que, si lo implicaba, lo urgía por una respues­
ta no querida.
En un tobogán imparable, su situación vital iba de mal en peor:

[29]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

cada vez más irascible con su familia, su mujer y sus hijos; cada
vez más obsecuente en su trabajo y en una posición oscura. No
había alternativa que lo alejara de las marcas dichas y redichas
de su historia.
Desde el inicio su padre lo había confinado al lugar de testigo
de su ruina. El hombre, que había sido dueño de un pequeño ne­
gocio en el que los días se deslizaban en la pesada maraña de su
indolencia, abrochó su obra de fracaso con la renuncia a su lugar
de amo para culminar como empleado. Había llegado hasta ahí
apoyado en una ética del reaseguro que prefería el sueldo garantido
al riesgo del negocio que hasta entonces había servido de prueba
a su cuestionada aptitud.
Los juegos significantes que una y otra vez reiteraban la iden­
tificación de Federico S. a este personaje, y el goce en el que se
situabajetenido como objeto de desprecio para el Otro -prim ero
su ancestro, hoy su jefe de tumo o su analista, en la trasferencia-
acentuaban el mismo lugar.
Hasta que interrumpió su análisis. La excusa fue la imposibi­
lidad de pagar los honorarios requeridos.
Sensación de fracaso del analista y recuerdos de frases de
Freud: “A estos pacientes ni habría que atenderlos; son misera­
bles sin remedio, etc...”
Varios años después Federico S. requiere una entrevista.
Acude a ella con un aspecto totalmente diferente. Vestido con
un buen traje, muy elegante, reclama “una serie de entrevistas,
no más” para resolver un problema puntual: se le ofrece la posi­
bilidad de tener su propia empresa. Profesional de esas prácticas
que se llaman liberales, había avanzado “por suerte” hasta un
nivel en el que le costaba reconocerse. Era consultado por las
principales empresas nacionales de su rubro y todo lo llevaba a
instalarse en su negocio para atender tantos reclamos. El negocio

[30]
Isidoro Vegh

era garantido en su economía, sin embargo no encontraba en él el


eco que lo moviera para su concreción.
Me dice que no habrá de acostarse en el diván. Mientras re­
cuerdo sus dificultades de otro tiempo, advierto que estoy ante
alguien que se ofrece distinto a la mirada. Su presencia, el um­
bral en el que se encuentra, me permite situarme de otro modo:
sin apurarlo en sus silencios, más bien acompañándolo prudente­
mente en sus iniciativas -aun en las entrevistas-, que lo afirman
como único gestor de su negocio. Así avanza en su proyecto has­
ta el día en que concreta la compra de la que será su empresa. De
ahí en más comienza a hablar de sus dificultades familiares, pide
analizarse y pasa al diván.
Dos tiempos de la cura y una escansión. En ella el sujeto tejió
en lo Real la malla que lo presenta de otro modo a la mirada. El
tobogán que la interpretación provocaba no cabe resolverlo con
la apelación a la reacción terapéutica negativa. Aunque valga en
su descripción, ella nos interroga: ¿no será que allí do.nd&la in-
tervención en lo Simbólico fracasa, se nos presenta elJím iíe en
que opera propiciatoriamente, para dejarle el lugar al movimien­
to despiadado del Otro que anonada al sujeto aún en nombre de
la Ley? Intervención en lo Real, el sujeto la encontró en su métier,
y en la interrupción del análisis que no iba más que al fracaso.
También su demanda restringida de entrevistas permitió otra mi­
rada que aquella que en el Otro testimoniaba la fatídica ley del
augurio maldito. Interrumpió cuando advirtió que no podía pa­
gar: por ese camino, su falta de recursos era incuestionable, sólo
cabía la decisión que tomó.

2- iL uisa M., ofendida, me reprocha desde el diván -a l que no


duda en acudir en cada una de sus vueltas- por no haber aceptado
su invitación al restaurant que ella con tanto esmero había elegi­

[31]
INTERVENCIONES DEL ANALISTA

do para agasajarme cuando estuve en el país que actualmente


habita.
Alego que a su demanda no explícita tal vez se sumó un error
de mi parte por no apreciar el valor que esa invitación tenía para
ella. Y que la próxima vez no dejaré pasar la oportunidad.
Así sucede. En otro viaje me invita al mejor restaurant de la
ciudad, lugar del jet-set y hábito de presidentes. No me hago ro­
gar y pido, a sugerencia suya, los mejores manjares, los vinos
más exquisitos.
Igualmente, advertido por las señas que en diversos momen­
tos de la cura me había dado, guardo el recato conveniente a una
situación de por sí equívoca.
De esas señas recuerdo cuando le pregunté por qué no acepta­
ba seguir su análisis en su nuevo país de residencia: lo tomó como
una muestra de mi ignorancia y una reiteración de su historia.
Criada desde la muerte de su madre por familiares sustitutos, había
pasado su infancia en la sensación, que su realidad confirmaba,
de inquilina mal-querida invitada siempre a otro lado por des­
afecto.
Otra seña, cuando le pregunté por qué me pagaba por sus car­
tas. Me recordó que así podía sentir, cuando las escribía y cuando
reclamaba mi respuesta, que era su derecho y confirmaba su lu­
gar en mi diván.
De vuelta en mi consultorio, dos meses después de la visita,
deja un llamado en que me dice de su angustia y su imposibilidad
de parar de comer. Le recuerdo que habíamos comido juntos. Que
pensara y me escribiera si eso le sugería algo.
Su carta fue un testimonio. En ella me cuenta, por primera
vez, que su padre, que se había suicidado durante su infancia,
había puesto fin a sus días en un restaurant. Precisó reconstruir la.
escena de su tragedia en. lo Real para deshacer el plato indigesto

[32]
Isidoro Vegh

y resignificar esa instancia como un lugar de encuentro con el


Otro, hasta el matiz de fiesta; hacer del suicida el muerto simbó­
lico que permita el posible destello de la comunión en el manjar
compartidQJ3_dyjjiíL5¿üudaílQ.
Que a ello siga lo imposible del dos es uno, lo certifica la
angustia de su llamado, pero ahora en el umbral de una adverten­
cia que tal vez sirva al sujeto. Su destino podría alumbrar otro
viaje que el de la tragedia de origen. ¿Quién decide que Antígona
sea sólo guía del desgraciado Edipo?
Que los hijos paguen el destino trágico de sus ancestros es la
demanda despiadada de la ley que la Biblia reitera en la maldi-
ción d ivina. A ella se opone, si el sujeto se anima, el encuentro
que lo sitúe en otra vía: advertido de lo Real, podrá avanzar
desde la verdad del O tro sí encuentro de su límite, el pedazo de
goce que a N itro lo descomp le té El manjar que me ofreció y
acepté fue el intento de acotar el sabor amargo de la terrible
escena.

3- £ r a una banda. Desde el comienzo, mi consultorio fue anfi­


trión de su amiga actriz, de su compañero juglar, de su novia.
Los recibí sucesiva y alternativamente. De algunos también
acepté su demanda de análisis, de los otros fui intentando su de­
rivación.
Él, Román S., era una banda. A las voces recordadas que lo
injuriaban con sentencias de loco y criminal, sólo podía oponer
la serie real de sus amigos. Ellos eran la extensión de su ser tanto
como el carozo que aquellas le robaban. En ellos encontraba lo
que impedían las voces lacerantes de su pueblo: padres, tíos, ve­
cinos, autoridades, el médico, el juez. Una corte que lo selló, en
vueltas permitidas por los más cercanos, en paria de la polis,
marginal de la vida ciudadana con el abanico de las manifesta­

[33]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

ciones de su orden simbólico: desocupado, fuera del estudio re­


glado, sin chance de una familia.
Otra barrera que inició en su defensa fue el acopio erudito y
desordenado de cuanto autor “marginal” pasara por sus manos:
Genet, Sartre, Marx, Freud, y hasta algo de Nietzsche y Lacan.
Tan solo que si el otro no reconocía el valor de la cita que él
esgrimía para autorizar su palabra, el efecto irremediable era la
agresión, hasta la cuchillada “para no quedar disuelto” por el ar-

A1 comienzo no podía llamarme por teléfono, lo hacía alguno


de la banda en su nombre: hablarme sin verme era exponerse a
una voz incontrolable.
Tampoco podía sentarse en un café a leer el diario. La mirada
de los otros lo abrumaba a tal punto que le resultaba intolerable
ofrecerse en su presencia.
Al comienzo decidíamos de una vez a la siguiente el próximo
encuentro. Luego aceptó un horario reiterado y un pago acorda­
do entre ambos: pagaba cuando podía. Lo asombraba que confia­
ra en él, en su palabra.
Cuando por fin se muda, instalándose dignamente en esta ciu­
dad -hasta ahí habitaba tugurios-, toma distancia del pueblo de
origen y produce un viraje crucial en su posición. Comienza a
llamarme por teléfono, puede estar en un bar, avanza en la rela­
ción con una joven que pasa a ser su novia.
Para decepción de mi ideal, vuelve a instalar en su nueva casa
a personajes, amigos del tiempo anterior. Su condición era más
próxim a a la precariedad de la que intentaba salir que al cambio
que inauguraba.
Advertido por otro episodio que casi costó la interrupción de
la cura, pude guardar mi decepción. Recordé que él era en banda.
La continuidad de interior y exterior era la chance de acotar

[34]
Isidoro Vegh

los reclamos de una corte siniestra que lo acorralaba al rincón


prematuro de un muerto: siendo adolescente había tenido una
crisis en la que se veía como un esqueleto.
Los amigos desplegaban en lo Real las piezas que esgrimía en
su apuesta por la vida.

4- J a l vez el fin de su cura no sea sino anudar del mejor modo


los personajes propiciatorios que en lo Real lo salvan del abismo.
¿Y si fuera ésta una muestra extrema del modo en que cada
uno anda por el mundo?
Entonces, el final de un análisis no sería tan solo la caída del
objeto de fijación a un goce sino la creación del entramadoxon-
veniente a otro.goce que d é sabor a la existencia. Y éste incluiría
no sólo la práctica de un oficio, también los personajes impres­
cindibles para su trama.
¿No fue Nora imprescindible para Joyce?
¿No dijo Lacan: “La mujer es el sinthóme”?

Ars dictaminis titula al analista desde una retórica que privi­


legia su referencia a la letra, la que recibe no menos que la que
incita; también es la que lee.
Abierta a sus dos vertientes, ella lo guía en el estrecho desfi­
ladero que desde la verdad del sujeto arriba al azoramiento ante
lo Real.
Es también la que lo alienta, en cada tramo, al reparo del atajo
que conduce mejor al que le sigue.
Persistencia de la aventura freudiana, en letra de Lacan, el
mapa que enseña se encuentra en la ruta, tal vez porque sólo se
imprime andando.

[35]
ACERCA DE UNA REFERENCIA CLÍNICA
EN EL SEMINARIO Del Otro al otro *

C lín ic a lacaniana
Hay una clínica psicoanalítica que se reparte en las diversas
prácticas que de ella se reclaman. Cuando situamos una clínica
lacaniana, es preferible el ejercicio de la prudencia. Si acepta­
mos que nuestra disciplina no es una religión, seguramente ven­
drá un tiempo de reflexión que, de ser productivo, también será
crítico.
Decir “clínica lacaniana” se justifica dentro del amplio capí­
tulo de la clínica psicoanalítica; indica una práctica del psicoaná­
lisis que acepta, elige ciertas posibilidades en relación a otras.
¿Qué especifica a esta clínica para que la nombremos con un
significante que la diferencia?

A case of hen phobia


Partiré de una referencia que Lacan hace al libro de Helene
Deutsch “Neuroses and Character Types” . Es del capítulo 7, “A
case of Hen Phobia”, del año 1930.

* Exposición realizada en la E.F.B.A., 10 de agosto de 1991.

[37]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

A quien le interese avanzar en la cuestión, hay una traducción


al castellano y el texto de Philippe Julien2que trabaja este ejem­
plo cuidadosamente en el capítulo 2: “La imaginación del triple
agujero” ( l’imagination du triple trou).

L o s hitos cruciales
Se trata -n o s dice Helene Deutsch- de un paciente que sufrió
durante años de fobia a las gallinas. El paciente se había criado y
vivía en el campo. Esta fobia signaba su vida con la desgracia
cotidiana.
Cuando llegó a la consulta de Helene Deutsch era un hombre
joven, tenía veinte años; venía por insistencia de su familia, que
enterada de su homosexualidad, le demandaba el intento de des­
hacerse de su condición. El paciente no estaba de acuerdo cqd
este reclamo, él se encontraba bien, e incluso en la entrevista se
hizo cargo de enfatizar el agresivo elemento masculino en su re­
lación con los hombres. Contaba que los objetos de su afección
eran hombres jovenes y elegantes, a la moda, los que pertenecían
-según é l- al mismo tipo físico suyo. Helene Deutsch subraya
que ejercía una elección de objeto preferentemente narcisista.
Rápidamente se descubre, en la primera etapa de su análisis,
que las raíces de su homosexualidad descansaban en la fijación a
un hermano diez años mayor.
El sujeto no tenía registro de haber estado enfermo en los pri­
meros seis años de su vida. Fue en el_período de latencia que
aparecieron sus primeras dificultades neuróticas y la referencia a

Vamos a escribir, en el modo clásico: c


un desencadenante, una escena traumática que estabiliza una fo­
bia a la cual sigue su estado actual, como se presenta a la deman­
da de análisis: su condición homosexual.

[38]
Isidoro Vegh

antecedentes: El goce del Otro:


| los huevos y la gallina,
desencadenante: Escena traumática
1
estabilidad: Fobia a las gallinas buscado
i
condición actual: Homosexualidad
manifiesta

Lalescena traumática! según la cuenta Helene Deutsch, fue en


un caluroso día de verano. El niño, de siete años, se encontraba
jugando con su hermano en el patio de la casa de campo donde
había nacido y se había criado. Estaba en el suelo, agachado,
cuando el hermano le saltó encima por detrás, lo tomó rápida-
rnente de la cintura y le gritó: “I’m the cockf you’re th fh e n ”T“Yo
soy el gallo, tú eres la gallina”. Era claramente un caso de ataque
sexual lúdico. Forcejearon, ya que nuestro pequeño.amigo se re-
i. Sin embargo, le tocó ceder ante el herma-
no más fuerte, quien lo seguía manteniendo sujeto en la misma
posición. En el paroxismo de rabia y lágrimas, gritó: “I won’t be
a hen”, '
Desde esta escena traumática comienza a generarse su fobia;
tiene dificultad para moverse en la casa porque está la figura
amenazante de su hermano, quien al estar cerca de una gallina le
recuerda: “eso eres tú”. De ahí en más, desplaza la evitación del
encuentro con su hermano a la evitación del encuentro con las
gallinas.
/.Será esta la forma de producir una fobialH glene Deutsch no
lo cree, para que ésta precipite son necesarios otros antecedentes
que no se producen tan fácilmente. El sujeto acompañaba desde
pequeño a su madre, “que solía poner mucha atención al corral

[39]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

de las gallinas. El niño participaba de estas actividades; disfruta­


ba cuando se empollaba cada huevo nuevo y particularmente se
interesaba por la forma en que su madre tanteaba a las gallinas
para ver si estaban em pollando adecuadamente” .
“A él mismo le gustaba ser tanteado por su madre y usual-
mente le preguntaba, cuando lo bañaba, si ella quería tantearlo
con su dedo para ver si él estaba por empollar un huevo”. “ Al
principio este placer de ser tocado era relacionado al genital, pero
gradualmente -quizás en conexión con la sensación de las galli­
n a s - desplazó estas sensaciones mucho más atrás. Manipulaba
s u dedo en el ano, retenía sus heces, o por el contrario ponía
huevos formados fecalmente en cada rincón de la habitación, y
se sorprendía de que su madre no le diera la bienvenida a estos
regalos.de amor con el mismo agrado que en el caso de las galli­
nas” .
En su análisis, el sujeto cuenta que mucho antes de la escena
con el hermano había visto gallos que se ponían sobre las galli­
nas y que ante esas escenas se imaginaba en el lugar de la gallina.
En su pubertad otro síntoma se acentúa: sufre cosquillas de tal
intensidad que llega a desmayarse. Éstas se localizan en la zona
donde había-sido. abrazado en la escena traumática.
Después de la escena, la fobia queda instalada inutilizando su
vida, hasta que su padecimiento disminuye cuando el hermano se
va de la casa. Nuestro sujeto es enviado a un colegio al que asiste
durante varios años. El día que retoma, a los diecisiete años, co­
noce a un joven homosexual al cual incita a mantener relaciones
en las que él lleva un papel activo. A partir de ahí Helene Deutsch
lo nombra como homosexual manifiesto, con la característica elec­
ción narcisista de objeto. D esencadena esta homosexualidad
manifiesta un_pasaje.¿L acto en la antesala del retomo a la casa
que, en lo Real, fue el escenario de su historia que añade otros

[40]
Isidoro Vegh

antecedentes relevantes: había visto a su hermano en juegos eró­


ticos con una gobernanta francesa, los que despertaron su deseo.
Se dirigió a la dama para tener el mismo juego pero, al ser recha­
zado, apretó a la gobernanta como el hermano había hecho con
él. La gobernanta lo denunció ante la familia y como resultado
fue enviado
Cuando retoma a la casa paterna se entera de que el hermano,
que había sido el agente de la escena traumática, era homosexual
manifiesto.
Seguramente esos dos elementos -escribe Helene D eutsch-
también fueron determinantes para que deslizara a la homose-

JLa pregunta de Lacan


Lacan pregunta: ¿por qué razón eso que antes le era tan grato
-identificarse a una gallina- pasa a ser repudiado, en una escena
en la que el sujeto queda inmerso en la angustia? Dice así: “El no
quiere ser la ‘hein’. Ya existía un llamado Alain que creía que
había hecho un gran descubrimiento diciendo que pensar es decir

encontraba tan bien con su madre al poder ser para ella, si puedo
decirlo, una gallina más, una gallina de lujo, sino porque allí está
interesado el narcisismo» a sabec lajivalidadcon el hermano» el
pasaje a una relación de poder? El otro lo sostiene por el talle,
por las caderas, lo inmoviliza en tanto que él quiere mantenerse
en una cierta posición” . Acá el traductor pone un galicismo, “el
viramiento”, que no existe en castellano, habría que decir “el vi­
rado”. Sigue Lacan: “Le yirement”. de un registro al otro, v no
digo ‘le virage’, está investido con una cierta significación. Allí
está el punto donde tropieza la función precedente y donde nace
lo q u e ja gallina)va a tom ar en lo sucesivo para él. a saber: una.

[41]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

función perfectamente significante y totalmente imaginaria a sa-


herLquejsUa le provoca temor. El pasaje del campo de la angustia
aquel por el cual he inaugurado hoy mi discurso, a saber que.no
es sin objeto a condición que se vea que este objeto es la apuesta
misma del sujeto en el campo del narcisismo, es aquel donde se
devela la verdadera función de la fobia, que está en sustituir al
objeto de la angustia por un significante que provoca temor” 3.
/.Qué dice Lacan?: que “virement” no es igual a “virage”, vi­
raje en castellano. No es un viraje, es un yiraáp- Según el Petit
Robert, “virement” tiene dos acepciones, una aeronáutica, que
habla de un virado de borda cuando se enfrenta al viento, y otra
que viene del ámbito financiero, cuando se traspasan fondos de
una cuenta a otra. Creo que Lacan está diciendo que acá ha habi­
do un virado, un traspaso de gallina como objeto de la angustia a
gallina como significante que provoca temor *.
Que también acentúa el pasaje de una referencia al Otro hacia
un otro imaginario cubierta del objeto.
Lacan concluye: “Es desde el punto de esta fobia que
reinterrogaremos eso de lo cual hoy hemos podido partir: la
disyunción del saber y del poder” . En el tiempo de sus antece­
dentes. de dominancia de esta relación al Otro real, el sujeto sen­
tía que podía, lo que quería estaba a su alcance, la felicidad que
disfrutaba junto a su madre: el sujeto podía pero no sabía. ¿Qué
es lo que no sabía?: precisamente eso que le reveló la irrupción
del otro imaginario que su hermano presentifica. Irrumpe en la
l una frase: “yo soy el gallo, tú eres la galli­

* ¿No sería más apropiado situar al producto fobígeno como letra,


litoral entre el saber significante y el goce del objeto? Así, gallina
reenvía al significante del temor como al objeto de la angustia.

[42]
Isidoro Vegh

na”. P or primera vez el sujeto va a saber. ¿Qué es lo que alcanza


al sujeto?: va a saber eso de lo cual antes disfrutaba precisamente
porque no sabia: que él, como objeto imaginario - i(a) es un modo
de escribir el objeto que él e ra - obtenía su felicidad por aquello
que albergaba, lo muestra esta grafía, un carozo. Ese carozo que
era ese huevo causa del deseo de la madre. De pronto se le hace
presente cuál era su lugar en el corral v el precio que ese lugar
implicaba: “Tú eres una gallina”. Si sostener el huevo causa del
deseo de mi madre implica ser una gallina, en to n ces^ ', “no seré
una gallina” . En la escena - y por eso es traum ática- el hermano
lo retiene .ab.razadaen.£Sfclügar.Y desde ahí presentific.a.el.abiazp
en que el Ojro primero Real lo retiene desde siempre. Sabe pero.
no p u ed e :(an g u stí emergió el objeto que él es para el Otro.
/.Cuál es la ventaja de la fobia?j convierte algo que circula en
un significante. Es un significante devorador. entra a digerir la
realidad que lo circunda -expansión de la fobia-, sin embargo
cumple una función protectora: lo resguarda de encontrarse con

Otro que lo retiene y lo que él es.


Una referencia del mismo seminario, de la clase del 7 de Mayo:
“es necesario inscribir esto: ese ponteo -contar uno, dos, tres, la
serie de los significante s - cualquiera que sea, a cualquier nivel
de estructura que lo ubiquemos en lo Simbólico, tiene sus efectos
en lo Im aginario, y lo que se instituye, lo,qu e s e ordena en mi
discurso - a aquellos que lo siguen toca probarlo- es que esos
efectos del conteo Simbólico que hemoamocado..hace-üiLinp-

por lo cual lo Real de un organismo se CQmplela,pQi_m,Umwelt.


El conteo tiene, al nivel de lo Imaginario, este efecto de hacer
aparecer allí lo que yo llamo el (flTjetoa^

[43]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

En la clase del 26 de M arzo, este es el grafo que Lacan nos


propone:

D e 1 Otro al otro.
¿Qué viene a inscribir, qué nos propone? Que en la medida
que en .el cam po del Otro va emergiendo cada vez un significante
en. más* esta, progresión, este conteo, hace que precipite como
límite del Otro un agujero. A llí es donde se instala el objeto. La
novedad que aparece subrayada es que se lo encuentra como pre­
sencia cuyo anudamiento requiere lo Imaginario. He aquí lo que
a m í entender podría tener de ejemplar este relato de Helene
Deutsch, con consecuencias en las intervenciones del analista.
Al sujeto se le presentifica el objeto que es para el Otro cuando.
advierte en la escena con el semejante el lugar al que persiste
encadenado.
Implica hasta el extremo la enigmática afirmación de Lacan
cuando dijo: “Prefiero un discurso sin palabras” . ¿Qué quiere
decir esa preferencia, es prescindente de la articulación signifi-
cante? E n el esquem a que acabo de escribir no está ausente, tan
soloi^ue donde no alcanza la intervención en la dimensión sim­
bólica se requiere una incidencia desde el registro de lo Imagina­
rio para hacer presente lo real del objeto. Si en un primer tiempo

[44]
Isidoro Vegh

de su enseñanza Lacan tuvo que acentuar el valor de lo Simbóli­


co para sacar a los análisis postfreudianos del callejón sin salida
de una transferencia que acentuaba lo Imaginario, ahora nos está
proponiendo el valor de la presencia del analista, sostén de una
dimensión imaginaria para hacer presente lo real que pone límite
al campo del Otro.
Después que el sujeto interrumpe su análisis con Helene
Deutsch, le ruega en desesperadas cartas que lo tome nuevamen­
te como paciente, ya que había perdido su lucidez y no sabía qué
hacer. Regresa con el siguiente sueño: apaga la luz del velador y
se va a dormir, en ese momento siente una presión en su cuello,
un abrazo en la garganta. Una pesada figura abraza su cuerpo,
intenta romperle el cuello: él se defiende, ambos aprietan sus
dientes en la pelea, se caen al piso empujándose, mordiéndose,
oprimiéndose, golpeándose, etc. Él logra prender la luz. Ve una
figura femenina vestida con ropas oscuras y advierte que es su
oponente. Siente que sus fuerzas lo abandonan y se da cuenta que
va a morir. Reconoce en su oponente un joven conocido por él.
Se dice: “Me he suicidado, no merezco nada menor”. En ese
momento se da cuenta que el otro lo ha asesinado, pero aun así
dice haberse suicidado. Finalmente se dice a sí mismo: “qué no­
ble he sido en hacerme cargo de la culpa”, y se despierta.
Para Helene Deutsch, la pelea del sueño recuerda a aquella de
“Los elixires del diablo” de Hoffman, cuando las dos partes del
yo, Merdardus y Victorin, se enfrentan en lucha. Pero no se le
escapa la referencia transferencial y advierte que esa figura fe­
menina que aparece en lucha con el sujeto la representa; que es la
lucha que él mismo mantiene entre su anhelo de virilidad y su
tendencia femenina, desplegada en la transferencia con su analista.
Según Helene Deutsch el sujeto termina su análisis y ella misma
se sorprende de que retorne a la heterosexualidad por sus fanta­

[45]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

sías eróticas. Ella dice que no es lo común, pero que en este caso
ha sido así.

Que Helene Deutsch lo aceptara nuevamente en análisis lue­


go de una interrupción iniciada por el sujeto, confirma en lo real
que lo acepta aunque él decidiera “salir del corral”. Que lo hicie­
ra en un tiempo apresurado no quita su valor anticipado si el
analista puede así sancionarlo. La intervención que excede a la
palabra, la propicia; el mérito del analista no fue ajeno al resulta­
do.

Bibliografía
1 Versión castellana. Traducción Silvia Jabif. Biblioteca E.F.B.A.
2 Julien, Philippe. Le Retour à Freud de Jacques Lacan. Toulouse,
1986, p. 239.
3 Lacan, Jacques. Seminario de un Otro a un otro. Clase del 7 de
Mayo de 1969.

[46]
PARTE 11
UN WHISKY ANTES,
UN CIGARRILLO DESPUÉS *

/invitado a una jom ada relacionada con la transferencia, como


estaba trabajando la cuestión del tiempo propuse el título “Tiem­
po y Transferencia”.
Me contestaron: -N o, ya hay un colega que viene del exterior
y que va a hablar sobre ese tema, con idéntico título. Recordé al
maestro Lacan, que se desvivía por decir lo mismo de otra mane­
ra y me interrogué: ¿cómo decir lo mismo de otro modo?
Me encontré entonces con la frase de Marilyn: “Un whisky
antes, un cigarrillo después” . Como sucede, uno dice más de lo
que sabe. Según cuenta la leyenda, es la respuesta que Marilyn
ofreció a u n periodista cuando le preguntó qué era lo que más le
gustaba. Respuesta aguda, de esas que quedan.

¿Fue Marilyn Monroe una cazadora de grandes figuras?


O al revés: ¿qué fue ella para esas figuras que lo tenían todo,
incluso mujeres?: el campeón del béisbol americano, el máximo

* Agradezco a los colegas y amigos de Agrupo su invitación para esta


conferencia realizada en Junio de 1993.

[49]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

dramaturgo de su país, el presidente de los EE.UU., su hermano.


¿Qué guardaba esta mujer?
Se me ocurrió pedirle ayuda a un viejo y apreciado maestro,
el autor del “Arte de amar”, Ovidio.
Por él es que propongo, si están de acuerdo, que la reunión
prosiga como en las iniciaciones órficas, a puertas cerradas *.
¿Qué dice Ovidio? Que al jjíno^se va como a la guerra, con
atuendos adecuados v las armas que mejor se dominan.
Después de leer el amplio capítulo que dedica a la cosmética,
no se puede creer sin más que ésta sea pura frivolidad. Ovidio
subraya la diferencia de la cosmética en el hombre y en la mujer,
recomienda que el caballero se arregle un poco, nada de rizarse
demasiado los cabellos ni afeitarse las pantorrillas. Son las muje­
res las que deben lucir sus atributos y no presentarse a la contien­
da antes de concluir su arreglo: “Cierra la puerta de tu dormitorio
hasta que termines tu arreglo, por qué mostrar una obra imper­
fecta, hay muchas cosas que conviene que el hombre ignore”.
No duda, en su afán por ser maestro de todos, en traicionar a
sus congéneres dando recomendaciones a las damas. Dice: “En­
rojezco de las enseñanzas que me quedan por dar, pero la buena
Diole me dijo que esto de lo cual se tiene vergüenza es justamen­
te nuestra cuestión, nuestro negocio.” “Que cada mujer se conoz­
ca bien, según vuestro físico elegid tal o cual actitud, la misma
posición no conviene a todas”; (...) “la mujer cuya figura es par­
ticularmente bonita, se acostará sobre su espalda, pero es de es­
palda que deberán mostrarse aquellas que están mejor satisfe­
chas de espalda”; (...) “no dejen que la luz penetre por todas las
ventanas de su dormitorio, algunas partes de tu cuerpo ganan

* El lector está invitado y advertido.

[50]
Isidoro Vegh

cuando no son vistas a la luz del día”. Cuidados de la guerra del


amor.
Es extraña la inclusión del “Arte de Amar” en las letras mayo­
res leído en la actualidad de nuestro siglo, que hace de la ciencia
religión y sitúa al ser humano en la perspectiva darwinista de un
continuo natural: no se conoce ninguna especie animal que use
semejante preparativo para un encuentro de amor.

¿Por qué Marilyn fue tan atractiva para estos hombres que
supuestamente podían acceder a cuanta mujer quisieran? No va­
mos a creer que era tan bella, más que todas las mujeres.
Un dramaturgo nos invita a pensar que el encuentro amoroso
se asemeja al preparativo para ir a una escena. Es que la escena
qo representa la vida: muestra que la vida que nos implica discu-
rre en^éscena. El acto sexual, o el analítico, que tienen bastante
poco de natural -tendem os a hacer una equivalencia de lo habi­
tual con lo natural- también se ofrecen en escena.
Escena, ese lugar que los estoicos no naturalizaban, lugar que
junto al significado, el vacío y el tiempo forma parte de los
incorporales. Todo para despegamos de la tendencia a confundir
el tiempo co n elielo j y el espacio con nuestro M a t a t cotidiano-

Volvamos a Marilyn: ¿qué tenía para provocar ese efecto que


aún hoy persiste? Abrimos el telón: ofrecía su presencia. Presen­
cia en la vida, en la escena o en el análisis. ¿Qué es la presencia,
tal vez la de Marilyn? Provocado por el título me acordé del texto
de una colega 1 que el año pasado en Montevideo presentó un
trabajo sobre Marilyn. Mientras la escuchaba, me hacía presente
a M arilyn y su historia. Además de ser el símbolo del sex-appeal
fue también un personaje que guardaba algo del héroe trágico:

[51]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

cortejada por los más grandes símbolos del hombre americano,


todos la desearon hasta que terminó en el suicidio.
M arilyn vivió una historia trágica desde el inicio: nace en Los
Angeles, en Hollywood, la M eca del cine. Su padre no la recono­
ce, el apellido se lo da el segundo marido de la madre, una
compaginadora de guiones que poco tiempo después la abando­
na. P asa p o r seis hogares adoptivos. U na de sus madres
temporarias le dice: “No me llames mamá, yo sólo te hospedo” .
Se casa a los dieciséis años para salir del orfelinato donde
vivía. Comienza a trabajar de modelo, luego en el cine. Marilyn,
cuenta que cuando tenía ataques de angustia la calmaba desves-
tirse y mirarse desnuda en el espejo. Era importante para ella
sentirse mirada, reconocida como una mujer bella. N o es solo el
símbolo del sex-appeal sino del sex-appeal articulado con
Hollywood, con el cine, el arte de nuestro siglo.
Tal vez Marilyn, por las marcas de su historia, sólo pudo sos­
tenerse cuando alguna mirada fue atrapada por su cuerpo, que
ella precisó obtener aun sola ante el espejo. ¿Por qué guardó has­
ta el extremo esa necesidad de hacerse ver, esa urgencia por la
mirada? Conjunción de las circunstancias de su vida y de la con­
temporaneidad -e l siglo del cine, Los Angeles, su madre guio­
nista-, fue especialmente favorecida para atrapar miradas, razón
del valor de su presencia.
Desde el psicoanálisis que se propone a partir de la enseñan-
za de Lacan, evoca una de las especies del objeto pulsional que
se encuentran remarcadas en las estructuras extremas que lla­
mamos psicosis. En los dos psicóticos protagonistas de “Las
voces de la luna” -p elícu la de Federico. F ellini- operan dos
objetos pulsionales: la^vocesV las(mirada&lque espían ocupan
el eie de la pantalla. Son cuotas de goce, anzuelos. En su ori­
gen, aunque luego puedan desplazarse, son pedazos del cuerpo

[52]
Isidoro Vegh

que se recortan en una anatomía fantástica que nada tiene de


natural.
Los veo a ustedes, especialmente a las damas, no hay dos que
estén peinadas igual, y cómo se incomodan cuando se encuen­
tran en la misma fiesta con igual vestido. ¿Por qué? La mirada:
color para pestañas, cejas, rimmel, variedad de anteojos, no sólo
para ver, también para mirar, aún para atraer la mirada. Aros,
cadenas, pulseras, zapatos, colores, formas, texturas, aromas,
perfumes, desodorantes: millones de pesos dedicados a que se.
hagan presentes las especies del objeto pulsional. a que nos lle-
gue.unaiLr^enci^.Al^cuentro.g.on el otro na.se,.acude descui­
dado, Lo que se hace presente no es natural.
Heidegger dice que al ser humano el ser le llega como presen­
cia. Lo voy a parafrasear: al sujeto, el ser deLobjeto le llega como
presencia. No hay que apurarse en develarlo, más vale hacerlo
con los cuidados que nos decía el maestro Ovidio, a su tiempo,
en el escenario adecuado, con la luz conveniente, eligiendo la
mejor variante.

“Un whisky antes, un cigarrillo después” : hermosa Marilyn,


torpe Marilyn, si me permiten y no se ofenden Marilyn soy yo; si
me dirijo a colegas, sé que es así, Marilyn son ustedes. No es sin
riesgo, recuerden cómo terminó. No es fácil, cualquier analista
que haya conducido un análisis, más allá de un mínimo recorrido
tiene -com o dicen los americanos- elfeeling. Hay un primer tiem­
po que algunos analistas llaman de luna de miel, donde se trabaja
con la ayuda de la parte sana del analizante, como en un acuerdo.
Él cuenta sueños, asocia, tiene un fallido, se sonríe un poco, aso­
cia, los dos encontramos el significante que faltaba, lo despedi­
mos, nos paga contento.
Toda ya muy bien, hasta que ya no trae-tantos sueños, cuando

[53]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

uno lo interrumpe para pedirle que asocie con un fallido tal vez
lo hace, aunque con una mueca de fastidio. Viene con una cuota
de reproche: “La vez pasada ¿por qué cortó la sesión ahí?, yo
tenía otras cosas para decirle”; “Otros analistas trabajan cincuenta
minutos, me saca diez, quince ¿por qué, no le gusto, no me quie­
re?”; “Me enteré que mi amiga también vino a verlo, y estuvo
más tiempo”; “Ah, me aumenta ¿Por qué, me quiere castigar?”;
“Hoy no le voy a pagar porque le presté plata a una amiga que me
pidió”; “No estoy nada de acuerdo con lo que dijo la vez pasada,
además lo odio”.
Generalmente el analista siente -hago una caricatura- el an­
helo de enfilar hacia otros horizontes, como anotarse en un coro,
que supone el consuelo de la comunión de la voz, todos cantamos
juntos; a otros se les ocurre que mejor sería ir a un taller de pin­
tura, y nunca faltan los que sueñan con un poco de campo. Es un
típico fantasma neurótico, supone que cuando se va al campo la
pulsión queda en la ciudad. Uno necesita creer que hay otro espa-
cio. otra escena donde la pulsión no golpea.
Que el analizante avance en el análisis no es brindarle la ilu­
sión de ese enunciado, es más bien ayudarlo a que adviertaLquéia
pulsión golpea, guste o no y que podría ser mejor hacer caso a su
llamado. En vez de ser culpables del Otro -n o sería más que que­
dar sometidos a eso que se llama superyó-, aceptémonos ex-pues-
tos a lo Real. Reconozcamos que somos la intersección de un
cuerpo con la palabra que nos hace de una sustancia especial que
se ofrece en las especies del objeto de la pulsión, intervalos de
goce que están en la causa de alguien que pide un análisis, en la
razón que lo hacfc_sufrir. ___
El concepto freudiano de fijación quiere decir(fijaciónjajun
goce. Como Marilyn, a quien la búsqueda desespera3aclela mi­
rada era lo único que la sostenía. El neurótico, aunque no tenga

[54J
Isidoro Vegh

historias tan lamentables, también cree que sin ese goce que bus­
ca desesperado o al cual está prendido tan fervorosamente como
M arilyn. no podrá vivir. Por é
síntomas y angustia que lo confinan a un destino.

Cuando laiíransferencl^se despliega, porque avanza bien, el


analista es requerido como presencia. Si la transferencia progre-
sa, será el que sostenga, el que guarde lo más íntimo del sujeto.
Cuando el análisis avanza, el analista quita la tapa de la caja
de Pandora, desencadena el torbellino pulsional. Puede hacer
como Poncio Pilatos y decir “es un psicópata”, pero si no rehúye
a la cita, reconoce que él es causa de ese torbellino, interviene
con su ser, sostiene el lugar de una presencia de destino conoci-
do: como a Marilyn, si todo va bien, sus amantes lo dejarán.
Caída en el lugar de la presencia que califica de horror el acto
analítico. La paradoja: esa caída demuestra aria .dialéctica de la
cura que. funcionó. Relación entre un acto y otro que acentúa un
tiempo del análisis demandante de la Presencia; mayúsculaque
el analista sostiene como cubierta imaginaria de un pedazo de
Real
Bibliografía
1 Dreidemie, Viviana. Un Mito Moderno - Sobre elfilo de un reflejo:
el otro rostro de Marilyn, Buenos Aires, Noviembre de 1991.

[55]
POSICIÓN DEL ANALISTA:
ENTRE EL GOCE Y EL DESEO *

Dice el prólogo a “Diez años del Instituto Psicoanalítico de


Berlín” (1930) firmado por Sigmund Freud:
“(...) Instituto Psicoanalítico de Berlín, al que dentro del
movimiento psicoanalítico le cupieron tres importantes funcio­
nes. En primer lugar volver accesible nuestra terapia al gran nú­
mero de personas que no sufren menos sus neurosis que los ricos,
pero que no están en condiciones de sufragar los gastos de su
tratamiento. En segundo lugar, procurar un centro donde se ense­
ñase la teoría del análisis y donde la experiencia de los analistas
mayores pudiese transmitirse a alumnos ansiosos de aprender.
Por último, perfeccionar nuestro conocimiento de las enfermeda­
des neuróticas y nuestra técnica terapéutica a través de su em­
pleo y su prueba en condiciones nuevas.”
“Posición del analista: entre el goce y el deseo” es una alusión
a un lugar que aprendimos a discriminar en tiempos precoces,

* Conferencia dada en el Centro de Salud Oscar Masotta el 3 de junio


de 1993. Agradezco a los colegas por su invitación a compartir la
apuesta del prólogo.

[5 7 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

aunque continuamente lo olvidemos, extraviados por la repre­


sentación empírica que nuestro Imaginario nos tiende.
Dice el verso que aprendimos cuando niños:
“En el cielo las estrellas, en el campo las espinas,
en el medio de mi pecho, la República Argentina” .
Nos recuerda que el lugar no siempre atañe a la geografía o la
ciencia de los astros. ¿Qué astrónomo diría que las estrellas están
en el cielo?, ¿cómo podría ser que el país esté en el medio de mi
pecho?. Desde pequeño uno intuye que se alude a otro lugar, no
al espacio de la vida cotidiana.
La geometría euclidiana tiene algunos postulados que son de
un orden absurdo para nuestro bien-pensar: ¿qué es un plano? un
conjunto de rectas, ¿qué es una recta? una sucesión de puntos
que tiene largo pero no ancho ni espesor. Hay allí una abstrac­
ción que nada le debe a la empiria. Esta geometría aparentemente
sencilla está basada en axiomas que nuestro pensamiento acepta
en un asentimiento distraído.

E 1 lugar
N osvam os acercando a la pregunta acerca de un lugar: el del
analista. En la historia post-freudiana hubo analistas que tuvie­
ron dificultad para reencontrar el ámbito centrífugo del cual el
practicante es continuamente expelido; tendieron a ritualizarlo
en ceremonias que, en su rigidez, denunciaban el válido anhelo
de preservar las coordenadas que Freud indicó para un lugar im­
posible.
En un libro que colecciona anécdotas de la práctica de Lacan *,
leía que un paciente le dijo: -H em os cambiado las posiciones, has­
ta ahora fui yo quien tuvo que venir, le propongo que la próxima
sesión usted acuda a mi casa. Lacan aceptó. ¿No sabía lo que hacía
o nos muestra que el lugar del analista no se iguala al sillón?

[58J
Isidoro Vegh

Alguien solía decir que en Buenos Aires hay más sillones que
analistas. No sé si es verdad, pero nos recuerda que entre ellos no
hay relación biunívoca.
Unos tres siglos antes de nuestra era los estoicos descubrie­
ron lo que redescubrió Saussure a principios de éste: que la pala­
bra se divide en significante y significado. Séneca lo enseñaba de
esta manera: si digo “Ahí viene Catón”, por un lado está el perso­
naje que camina, que tiene consistencia física, material, por otro
la frase, que no se iguala a lo que evoca. Ellos la llamaban lekton,
significado, que es uno de los cuatro incorporales. La distinción
nos advierte sobre la distancia del referente empírico.
Hay un síntoma social al que sin duda contribuimos: la tarea
imposible del análisis no se aprende en la facultad de Medicina
ni en la de Psicología: más cercanas a nosotros se encuentran la
poesía y los poetas. Son los que mejor entienden que “nomina
non sunt consequentia rerum”.
A Borges le gustaba contar esta historia:
“Un ejército se encuentra rodeado por un batallón enemigo;
el general del ejército sitiado les dice a sus soldados: -N o teman,
encontré la solución. Les muestra enormes jaulas con animales
feroces. Explica: -S on leones. Cuando los soldados enemigos se
acerquen, abriremos las jaulas. Cuando se aterroricen y huyan,
los mataremos y ganaremos la batalla.
Cuando el ejército enemigo se acerca sueltan los leones. Los
soldados del ejército atacante le preguntan a su general: -¿Q ué
son esos animales que se aproximan?
-S o n perros, con unos palos los mataremos. Efectivamente
los golpearon, los mataron y tomaron la ciudadela.”
Borges concluye: “¿Se da cuenta la diferencia entre llamarlos
perros o llamarlos leones?”
Junto al incorporal significado, los estoicos reconocían otros,

[59]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

entre ellos el vacío. Heidegger decía que el vacío es la parte más


valiosa del cántaro, porque es donde se pone el vino de la ofren­
da de los dioses.
Otro de los incorporales es el tiempo. La desesperación por apre­
henderlo es un misterio al que también son sensibles los poetas.
El último incorporal, primero para nosotros, es el lugar.
Intento un camino freudiano. Es Freud quien nos enseñó que
la-difícultad de aprender no se encuentra en la complejidad del
tema propuesto sino en que aquello sabido desde antes entorpece
la llegada de lo nuevo.

Ei lugar del Otro


Voy a presentar un texto que Lacan cita en “La Dirección de
la Cura y los Principios de su Poder”. Es un caso que trató Kris,
publicado en el año 1951 en el Psychoanalytical Quaterly. Se
relata la historia de un paciente de 30 años, un joven científico
con talento para la investigación que sufría de inhibición para
publicar textos, lo que le acarreaba serias consecuencias en su
carrera.
Kris cuenta cómo intervino Melitta Schmideberg, su anterior
analista. Cuando el sujeto lamentó no poder publicar por su páni­
co de ser plagiario, ella interpretó su tendencia a ser ladrón. El
sujeto, con sus ganas de robar-plagiar actualizaba esa tendencia,
tal como lo había hecho en otra época de la vida (pequeños robos
en la infancia).
Kris intervino de otro modo. Cuando el paciente escribió por
fin un texto, acudió con gran angustia a la sesión: “Esto que es­
cribí no es más que un plagio de tal autor”, le dijo a su analista.
Kris fue a leer el libro mencionado y verificó que solamente ha­
bía una referencia, una idea de esas que puede haber en un campo
de investigación compartido, pero para nada un plagio. Le contó

[60]
Isidoro Vegh

esto al paciente y llegó a la conclusión de que el sujeto, al decir


“tengo miedo de plagiar” se protege, con ese miedo, de su anhelo
de copiar.
¿Cuál sería la diferencia entre su intervención y la de Melitta
Schmideberg? L a distinción radica en que él avanzó desde la su­
p erficie, la defensa, y desde a llí fue al instinto. M elitta
Schmideberg en cambio, fue directamente a la pulsión escondida
detrás de la defensa.
La crítica de Lacan a esta conceptualización es que tanto en
una com o en otra está la suposición de que la defensa es
concéntrica al instinto. Una mínima escritura lo presenta así:

Si el círculo central es el núcleo instintual del sujeto, la defen­


sa envuelve, concéntrica, a este núcleo.
El sujeto erige, como defensa ante la irrupción del instinto,
una barrera al anhelo de plagiar. Con su efecto de inhibición con­
trola su tendencia al plagio, equivalente al robo. El analista con­
cibe al sujeto como una esfera que guarda en su interior el núcleo
instintual causa de su síntoma, inhibición o angustia en el en­
cuentro conflictivo con la defensa. Es una topología del adentro
y el afuera. Implica el uso de una topología de la esfera, aunque
no sepa que la pone en juego.
Kris cuenta que a la salida de las sesiones su paciente acos­
tumbraba recorrer los restaurantes de la zona, especialmente uno
en cuya vidriera se mostraban sesos frescos.

[61]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Para Kris es la mejor prueba de lo buena que había sido su


intervención. Lacan subraya, con atinada pertinencia, que se pa­
recía bastante más a un^c/mg-OM/V-una puesta en escena de algo
que no pudo ser resuelto- que a una verificación de su interven­
ción.
A mi entender, una confirmación de la intervención de Kris
habría sido que el sujeto cambiara su posición y pudiera publicar
algún buen escrito -mostración de sus sesos frescos- en vez de
quedarse mirando sesos frescos del otro lado del vidrio.
1Actins-outi algo en la transferencia que el analista no pudo
escuchar obliga al sujeto a ponerlo en escena: es una demanda de
interpretación.
Es lo que el historial dice por boca del analizante: que era hijo
de un padre que sufría de la misma inhibición, aplastado por un
abuelo -hom bre ilustrado de la fam ilia- que de tan erudito, tan
lleno de letra y libro los asqueó, al padre y al hijo, como para que
no tuvieran más ganas de algo impreso. Remisión al padre y al
abuelo que no puede resolverse sin una lógica de implicación al
Otro.

$: Sujeto (Sujet)
A: Otro (Autre)

Ya no es un analista que desde una exterioridad apunta a un


sujeto presentado con la topología de una esfera, cerrado en sí
mismo, sino la escucha de un sujeto en su relación al Otro: el
padre, el abuelo. Un_sujeto que está diciendo que no puede escri­
bir ni podrá publicar hasta que descubra en su análisis que el
Otro, el Gran Otro, el abuelo, no es la encamación de la letra.

[62]
Isidoro Vegh

Hasta que no encuentre eso que su padre no descubrió ni le


pudo transmitir, él no va a escribir; cuando lo intente tendrá la
sensación de que es plagiario, la letra será del Otro. Condenado a

(
escribir la supuesta letra del Otro, los sesos frescos metaforizan
el deseo de una idea fresca, una que pertenezca al sujeto.

jLugar de discurso
;.Cómo avanzar en esta referencia en la cual el Otro e stá
sistemáticamente implicado? En cada una de las instancias.psí­
quicas freudianas -e l Yo. el Ello, el Supervó. el fantasma, la
pulsión, el síntom a- Lacan introdujo como lugar fundante al Otro.

Dijo que también la pulsión, el Trieb. se funda en la demanda


primera del O tro. Sorprende a la idea que supone un cuerpo natu­
ral, como para Aristóteles, quien veía en el campo de la perver­
sión sólo una monstruosidad. Aceptada la referencia al Otro, su
álgebra nos permite avanzar en una lógica de la estructura.
Cuando hablamos de una relación del sujeto al Otro se trata,
en primera instancia, del Qiiq en el abanico de ais decires, en el
conjunto de sus palabras, frases v significantes. La mayor parte
del, día decimos frases hechas, es e l diskette .q u e jo s-h a h iia ^ i
una.kt.ad.vicrte la .sensación.es. de siniestra invasión, de palabra
impuesta.
Lacan dice que los únicos que son normales, que se dan cuen-

inclusión en el conjunto de los deciresjdeJLQtiio.deLsubconjunto


vacío es la que permite que algo pueda cambiar de lugar, que un

Lacan llama al conjunto de significantes y palabras del Otro,


S2, batería significante. Deja como S, la aparición de un signifi­

[63]
LAS INTERVENCIONES D EL ANALISTA

cante fuera del conjunto, posibilidad que tiene el sujeto de pro­


ducir un trazo que lo represente.
El ejemplo clásico que se ve en un tiempo instituyente es lo
que hace cualquier niño cuando le regalan el escalextric: los pri­
meros tres o cuatro días deja que el padre juegue, después lo
desarma. No porque sea un malvado sino para hacer otros jue­
gos. A pesar de que el padre se desespere es lo mejor que puede
suceder: el niño crea su trazo con los significantes del Otro. Un
trazo que exceda el sentido <^el Otro.
Para pensar e.lOygar del analista utilizamos una serie de letras.
Las dos primeras son Sj y S2. La tercera, $, escribe “sujeto”. Ha­
blar de sujeto no es hablar de individuo, de persona. Herida
narcisística, el significante Signorelli se pone de acuerdo con el
significante Boticelli para generar el efecto llamado sujeto2. Un
significante representa a un sujeto para otro significante. Signorelli
representa a Sigmund para Boticelli.
L a cuarta letra es a, el objeto de la pulsión freudiana. Dos de
sus variantes son bien conocidas: el seno, las heces. Pero no es
un objeto natural, puede ser sustituido por una serie de objetos.
Eset^bjetogyes un..paqu.etito..degoce, que según cómo se ubique
será de lo mejor o de lo peor.
Con estas cuatro letras Lacan propone pensar el análisis como
una lógica del discurso, propuesta que en el transcurso de su obra
fue variando. En un prim er momento su aforism o decía ‘.1&1
inconciente está estructurado com o un lenguaje”: luego “el

propio escrito”, y más adelante “el inconciente está estructurado,


com o un lenguaje y en el análisis se ordena en ^discurso”. Des­
pliega en la relación del analizante y el analista la relación del
sujeto con el otro.
El problema es cómo construir una lógica que tenga en cuenta

[64]
Isidoro Vegh

Ja relación al otro sin volver a caer en una psicología de la


intersubjetividad. Sus “cuatro discursos” constan de estas cuatro
letras que van rotando por cuatro lugares separados por dos ba­
rras3. Los cuatro lugares son:

agente----- ►otro
verdad <-----producción

El agente es el que mueve el discurso, que se dirige a un otro.


En el campo del psicoanálisis no se trata sólo de una relación de
una conciencia con otra como en la fenomenología hegeliana, tam­
bién incluye qué guarda cada uno bajo la barra de la represión.
Debajo del agente es la verdad.
Del otro lado, si el discurso es eficaz, está el lugar de la pro­
ducción.
Cuatro lugares y dos flechas que nos muestran cómo circulan:
el discurso se inicia en el agente, toca al otro, hace un efecto de
producción y algo se sitúa en el lugar de la verdad.
Hay un orden que se mantiene: $, S,, S2, a. Su rotación ofrece
la posibilidad de cuatro discursos que prefiero llamarlos, según
el agente, discurso del sujeto, del trazo, del saber y del objeto.

I” JLu'gár y tiempo en" la dialéctica del análisis*!


/.Cuál sería el lugar del analista y el lugar del analisante en el
inicio de u n análisis? No se inicia un análisis porque alguien to­
que él timbre de un analista: a veces comenzó antes, a veces bas­
tante después. Es necesario que el sujeto se interrogue, que se
presente admitiendo que hav algo que sabe v algo_que.no .sabe de
aquello.que^sufre.,..un.saberque.fiscapa_a-SLLConcieiiciar-po.t.eso
apela al analista.
En el comienzo de un análisis el sujeto ignora que sufre un

[65 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

goce que no cede. El discurso del analizante es discurso del his­


térica.,dividido entre lo qus.sahe, .ylo guapeza-

Se dirige al analista puesto en el lugar del significante amo.


Como en los orígenes del psicoanálisis, precipita un saber en el
otro.
E n un.segundo tiempo en el lugar del agente van a estar los.
significantes que rig en la serie de las asociaciones, las formacio-
n e srie l mconciente. que como significante amo guían el discur-
¿ü.

$4------a
2

En el lugar del otro, del psicoanalista, el saber (S,). Bajo la


barra del agente, el sujeto. Si en este tiempo el analista interpreta
un sueño, apunta a la enunciación. En última instancia, todo sue­
ño obliga a decir “este sueño te representa, dice algo de tu de-
§££.”•
Bajo el lugar del otro em pieza una variante para el lugar del
objeto de goce: de estar bajo la barra del sujeto sufriente cuando
viene a un análisis, se desplaza al lugar del otro.
Si el análisis progresa en su dialéctica, el sujeto descubre la
insuficiencia de su saber: el analista interpretó, se levantaron al­
gunos síntomas,_pero_se acentúa en escena la transferenciaJEs
cuando los analistas se interrogan por su deseo, tiempo en que
son reclamados en su presencia, intervienen con su ser.

[66]
Isidoro Vegh

El sujeto descubre la insuficiencia del saber; a pesar de lo


interpretado algo no funciona, demanda otra cosa al analista.
En el diálogo platónico4, Alcibíades quiere que Sócrates le de
algo más que el saber, sueña con obtener el supuesto tesoro que
Sócrates guarda com o agalma, pero no a través de su saber sino
de su presencia. Es que ha pasado por otro discurso -a l que Lacan
llama universitario-, que juega en el análisis cuando la experien­
cia de la insuficiencia del saber propicia que el objeto a, en el
lugar del otro, vaya tom ando el centro de la escena. Bajo el saber
insuficiente está el trazo que representa al sujeto, escondido fue­
ra de su alcance.

El analista se.en^u£níra_£Q-ii_la.pregunta queLinterroga-su-de-

lo que se despliega en un control bajo la perspectiva lacaniana.


El discurso .del analista es el que culmina el acto, así como la
rotación de los cuatro discursos. En acto el analista sostiene el
(lugar del a -lu g ar del gocfrh al comienzo v
ahora puesto sobre el tahleroj;
Hay cosas que son incomprensibles para alguien que nunca
pasó por un análisis, y quien pasó se desespera porque no sabe
cómo trasmitirlo. Un ejemplo: tras un corte de luz, un sujeto le
dice a su amigo: -S u b í doce pisos por la escalera para tener mi
sesión. Para alguien que nunca se analizó es incomprensible. El
sujeto sube los doce pisos porque va a buscar algo que tiene guar­
dado su analista, un pedazo de su ser. Es el objeto que el analista
ofrece en su presencia como efecto del discurso.
Cuando el analista se brinda como presencia incita la emer-

[6 7 ]
LAS INTERVENCIONES D ELANAUSTA

gen ck del sujeto., ya do fijado a un goce_sino abierto a un des&Q,


EiLsllugar d e la producción éste encontrará la posibilidacLde un
trazo_que lo represente, un significante nuevo. Su condición^s.
que el saber, que es el Inconciente, sea puesto p.n el lugar de la
verdad.
El objeto de goce, que funcionaba primero copio lugar de fija-.
ción, pasa a situarse de otro modo, convirtiéndose en el motor de
su vida, objeto causa de deseo.

a ----- ►$
S j— S,
Discurso del analista

El analista sostiene el lugar del “semblant” del objeto: si quiere


cumplir su acto tendrá que suspender el goce. No es un requeri­
miento moral sino un problema de lógica. No hav acto analítico.

.funcionaCQü KLpresencia hasta que cae v concluye el acto. Y.e.l


último acto, que l,i

Bibliografía
1 Allouch Jean, 132 Bons Mots Avec Jacques Lacan, Littoral Editions
Erès, Paris, 1988.
2 Primer ejemplo de olvido de nombres propios en “Psicopatologia
de la Vida Cotidiana” (1901). Freud, Sigmund, Obras completas,
AmorTortu Editores, Buenos Aires, 1980, p. 10.
3 Para ampliar la referencia ver el seminario "L'envers de la
psychanalyse", 1969-1970, Jacques Lacan, Éditions du Seuil, Pa­
ns, 1991. También Éditions du Seuil 1975.
4 “Le Banquet” Platon, OEuvres complètes l, Éditions Gallimard, Fran­
cia 1950, p. 172.

[68]
LA TRANSFERENCIA EN LA CURA
PSICOANALÍTICA: UNA PRÁCTICA DEL
DESENCUENTRO *

O- Un relato
“Una práctica del desencuentro”: entre la repetición de lo
mismo y la diferencia que lo dice. Anticipa una divisoria de aguas.
¿Quién no ha leído acerca de la llamada transferencia positiva,
entendida com o alianza entre analista y analizante? ¿Cómo se
sitúa la transferencia desde esta perspectiva, que intenta armoni­
zarse con otra difícil de medir en su alcance, el análisis como
experiencia de un discurso sin palabras?
Un relato de la tradición Zen: “Un samurai, guerrero de la
época medieval japonesa, se presentó delante del maestro zen
Iacuín y le preguntó:
-¿Existen realmente el infierno y el paraíso?
Respuesta del Maestro:
-¿Q uién eres tú?
-S o y el samurai.

* Conferencia dada en el Círculo Psicoanalítico Freudiano, Agosto de


1992.

[69]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

-¡T ú un guerrero! -exclam ó Iacuín- pero mírate bien, ¿qué


señor va a querer tenerte a su servicio?, pareces un mendigo. La
cólera se apoderó del samurai, aferró su sable y lo desenvainó.
Iacuín continuó:
-A h !, incluso tienes un sable, pero seguramente eres dema­
siado torpe para cortarme la cabeza. Fuera de sí, el samurai le­
vantó su sable dispuesto a golpear al Maestro. En ese momento,
este le dijo:
—Aquí se abren las puertas del infierno. Sorprendido por la
seguridad tranquila del monje, el samurai envainó el sable y se
inclinó respetuosamente.
— “Aquí se abren las puertas del paraíso”.
A sí podría ser la intervención del analista. Pone la cabeza,
pero no al modo cartesiano.
Para hablar de este vínculo tan extraño, un vínculo donde no
hay dos, es necesario un recorrido a través de la estructura que lo
sostiene, la transferencia.
Si quisiéram os explicarle a alguien ajeno al psicoanálisis
qué es la transferencia, podríamos decirle que desde el inicio

uflaJxansfe£encja.deÍPJK& deslizamiento, ha-


Laigo que proviene de otro tiem po v otro espa-
1 sujeto. La pregunta que surge inmediatamen-
te es ;.qué determ ina ese efecto? / Cuál es su razón, por qué se
p ro dn¿f.?
Tal vez convenga indagar la estructura de aquel que sufre o
vive los efectos de la transferencia y “aquel” se refiere a ambos,
el analista y el analizante. Alguien puede golpear las puertas de
un analista y no estar dispuesto a pagar el precio de esa experien-

rencia. Vale también para el analista.

[70]
Isidoro Vegh

Los invito a situar algo de la estructura que haría posible este


vínculo de alguien, y dejo el signo de interrogación /.Con qué?.
porque no es con el otro.

1- L a estructura
Voy a desplegar la estructura de cada uno de nosotros en el
modo como se propone desde la última escritura de la obra de
Lacan, el nudo borromeo.
En realidad no es un nudo sino una cadena que anuda tres
eslabones.

Por la manera en que estos tres eslabones se anudan se cum­


plen dos condiciones: no hay ningún anillo que penetre al otro, y
si se corta por cualquiera de los tres anillos los otros dos también
se separan. Esta escritura corresponde a la matemática moderna.
Podría ser ubicada, como una rama de la topología, en la teoría
de los nudos.
A Lacan le sirve para escribir el modo en que piensa la estruc-
tura del sujeto, constitmda por tres registros: lo Real, lo Imagina-
rio y íiTsim bólico. EKregisIro Im a g in a ria s aquello que los psi­
coanalistas situamos en la dimensión del Yo. el de la instancia

[71]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

psíquica freudiana; es el campo de la representación y también


del sentido.
Lo Simbólico) si lo queremos resumir al extremo, son lo efec­
tos de nuestra sujeción al lenguaje v a la función de la palabra.
Hablar de lo Simbólico es indicar la eficacia de la palabra,_es el
campo de las oposiciones, de las diferencias.
El campo de loÍReaLlsi lo homologamos a una referencia

lo pueda ligar y por eso ek -siste * al sentido y a la p alab ra. En


el código lacaniano se dice: “Es lo que no cesa de no escrihirse”.
Si en cambio dijera “lo que no se escribe”, estaríamos en el cam­
po de la religión, suponiendo un real existente como los dioses.
Lo Real no puede ser cubierto por la palabra ni por la imagen,
pero golpea a la puerta. No cesa de no escribirse. _no_cesa de.avir
samojs_q.UfiJio*SÉOficrLbe, que no hay.LepreseptMÍón que lo cubra.
Golpea a nuestro umbral.
Ésta es la estructura mínima que Lacan nos propone anudada.

Ir El buen orden
Si bien al presentamos estos tres registros como equivalentes
-p u ed o correr cualquiera de estas letras R.S.I. a cualquiera de los
tres anillos-, Lacan deshace una afirmación del primer tiempo de
su enseñanza, cuando hablaba de la primacía de lo Simbólico, el
que estén anudados nos indica que, sin embargo, es lo Real, lo

tiempo Lacan llama al sujeto con un neologismo,dJadêtrè^Es una


) no pone “être qui parle”

* Ver nota p. 15.

[72]
Isidoro Vegh

sino parlétre:
palabra.
Entre los tres registros hay un orden que es un buen orden y
otro que no lo es. En la perspectiva que nos situamos, que no es

héresie, homófono con R.S.I. Ése es el buen orden, el que no se


encuentra. El orden que encontramos, eliju e permite que un aná-

nuestra puerta diciéndonos: “


clones, sufro de síntomas, padezco de angustias”. /.Qué son esa
iohihlción, ese síntoma o esa angustia, si los queremos decir con
esta escritura?: son la alteraciónjde ese siipü.esto_.QrdeiL_coa-eÍ

de soñar.

/.Qué es el síntoma?|Si lo quiero presentar con esta escritura,


lo voy a escribir así.

entra a jugar. Un ejemplo simple, de nuestra realidad, o de núes-

[73]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

tro Real. Tenemos la suerte de tener la pampa húmeda, nos ense­


ñaron que es una de las mejores tierras para producir trigo, y
producimos trigo. La tierra, como en el verso de Víctor Hugo,
“Booz Endormi”, no es avara, produce todo el trigo que puede, el
problema es qué pasa con ese trigo cuando lo queremos vender.
Entonces hay una pelea entre el Mercado Común Europeo y Es­
tados Unidos, y venden ese trigo subsidiado y los productores de
nuestro país, que tienen la mejor tierra posible, pierden dinero.
¿Qué sucede?: un orden, el del intercambio capitalista, que es un
orden simbólico, produce una inmixión en lo Real, algo comien­
za a no andar bien ahí, se hace síntoma.
Inhibición^el sujeto dice que tiene ganas de hacer tal o cual
cosa, pero el tiempo sigue y sigue y no hay nada que lo mueva a
avanzar en eso que él presenta como su camino. ¿Qué es lo que

orden de lo Imaginario cubre el campo de lo Simbólico.

En términos freudianos, es la instancia del narcisismo que se


opone a la castración. L a condición para desear- es que algo me
falí£. Si en cambio estuviera apresado en una estructura donde

m o-vel lugar y. el m odoen.quem e sitúo harán obstáculo.para que

[74]
Isidoro Vegh

encuentre razón que me mueva. Inmixión de lo Imaginario en lo


Simbólico, produce un efecto de inhibición.

AY la angustia) Esa que irrumpe en el pecho, que el sujeto


quiere arrancarse desesperado en medio de la noche, en el sueño
que termina despertándolo. La angustia es otra inmixión, de lo
Real en eLcampo de lo Imaginario.

s
Su metáfora podría ser Edipo, horrorizado por sus propios ojos
arrancados. Inhibición, síntoma, angustia. En cada una de estas
inmixiones hemos seguido exactamente el orden opuesto: lo Sim­
bólico entrando en lo Real, lo Real en lo Imaginario y lo Imagi­
nario en lo Simbólico. S, R, I es el orden opuesto a R. S. I.

3- L a transferencia
Necesitábamos exponer la estructura para deplegar el objeto
de nuestra operación, aquello que con Freud ubicamos como su
resorte principal: la transferencia como motor fundamental de la
pura.
;.Qué es lo que produce esta alteración del orden de los regis­
tros? ¿Qué es lo que lleva a un sujeto -s i efectivamente acude
movido por su angustia, su inhibición o su síntom a- ajuna .de­
manda de análisis? Nos es preciso incorporar una letra, la letra-a,

[75]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Lacan dice el objeto petit a; Esta letra, referencia del álgebra


lacaniana, nos deja un enigma: ¿qué es eso que
dgnds se recubren los a8ujsrffls.(fcÍP5,trss,registras?

Es el núcleo que Freud nombró “Kem unseres wesen”, el nú­


cleo de nuestro ser. Propongo este objeto como un paquetito de
goce. Irrisorio, pero fácil de apreciar en nuestra vida cotidiana,
en las sublimes y pequeñas historias de cada día.
• ¿Qué es más irrisorio que gozar de un cigarrillo? ¿Qué necesi­
dad satisface? Es común en la literatura kleniana el ejemplo del
bebé hambriento que alucina el pecho. ¿Es ése el sujeto que tran­
sita por la vida?: sólo en casos extremos. ¿Cuántas veces real­
mente pasaron hambre?: no fuman por hambre. Según fórmula
extendida del campo psi usted fuma porque se quiere matar.
¿Quién fuma porque se quiere matar?, si usted fuma es porque le
gusta, tan simple como eso.
De igual manera se escucha en ciertas interpretaciones
psicoanalíticas cuando la paciente dice (mirando para abajo y
compungida) “Otra vez estoy embarazada” : -U sted lo que quiere
es destruirse. No está casada, no tiene las condiciones sociales
que le permitan tener más hijos. ¿Es por eso que se embarazó?:
de ningún modo. Le gusta embarazarse, desea un hijo.

[76]
Isidoro Vegh

Desgraciadamente o por suerte los seres humanos no nos mo­


vemos por designios altos y sublimes, que también existen, pero
ni ustedes ni yo estamos acá por esos divinos ideales. Si no estu­
viera en juego este paquetito de goce, probablemente estaríamos
en otro lado. Es una e lección, un paquetito me gusta más que
otro, cada cual tiene derecho a elegir el q u eje gusta.
El problema, cuestión ética, es que el neurótico sufre porque
ese paquetito no es él quien lo elige, apenas lo elige a medias. La
otra mitad la decide el Otrq.
¿Cuál es la estructura de la transferencia y el modo en que el
analista opera, si éste es el sujeto con el cual nos las tenemos que
ver? ¿Nos dedicamos a pedir alianzas terapéuticas? Contamos
con eso en un primer momento, pero ¿cuánto dura? Gran sorpre­
sa de Freud, esta paciente vino porque sufría de parálisis, cegue­
ras, etc. Vino para que la ayude a aliviarse y al cabo de cierto
tiempo hace lo imposible para entorpecer el avance de la cura.
; Pnr qué, cuál es el misterio que se opone a su propia felicidad?
Si seguimos en la perspectiva en la que estamos, diremos que ese
paquetito. cuando uno lo^ tiene, no lo deja sin más. Y curarse
reclama ejjerecio de su (p u lid a )
El analista apunta a ese lugar que retiene al sujeto. En termi­
nología freudiana, muestra dónde el sujeto sufre una(fiiación)
persiste retenido en un(goce)
Propuse que el análisis era la experiencia de un vínculo con
nadie, ¿y el analista? Sin duda que ocupa un lugar, pero no es
el lugar de alguien. En el análisis el analista sufre, como
Sócrates en la polis griega, de atopía, sin lugar. El lugar prefe­
rencia! del analista, al que apunta cuando puede situarse a la
altura que lo reclama, es el de ese núcleo de nuestro ser, el
lugar de a.
• Como el relato del Maestro y del samurai, el analista pone la

[77]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

cabeza, pero no en un modo cartesiano. Eso es apenas un tiempo,


y no el más difícil. El siguiente es inaguantable.
U na s a lid a que fu e a b u n d a n te en el p s ic o a n á lis is
postfreudiano, la ritualización del encuadre, del setting, no fue
sino el intento desesperado de am arrar al analista a un lugar que
no encuentra, salvo si se dispone a situarse en la trama de los
hilos del Otro.
Mi primer maestro, Enrique Pichon-Riviére, solía contar que
era común, en los jóvenes analistas - a los que llamaba aprendi­
ces-, el fantasma claustrofóbico de quedar encerrado en la mente
de su paciente. Esto se ve en los controles, en el temor, muchas
veces reconocido, de pedirle al paciente asociaciones: “Si aso­
cia con este sueño, después ¿qué hago?, ¿qué digo?”, como si
fuera a quedar atrapado en una telaraña con la cual no sabrá
luego qué hacer. Se trata precisam ente de dejarnos llevar a esa
telaraña, dejam os situar en ese lugar donde los hilos del Otro
nos proponen. Eso, para el analista, es su a-siento. Como pue­
den advertir, no reniego de la contra-transferencia, siempre y
cuando sea segunda de ese lugar al cual es invitada. Por eso el
lugar del analista es el del a-siento. ¿Cuál es su función desde
allí?

Cualquier analista de cualquier escuela, en la medida que los


años lo van enfrentando a la serie de sus errores, interviene de
diversos modos. El problema es que hacer algo de hecho no se
iguala a sostenerlo de derecho.
Una pregunta que suelo formular a mis colegas y a mis alum­
nos es si alguna vez dicen chistes a sus pacientes. Creo que g].
chiste es una buena intervención, pero ¿no podría pedirse al
analista que lo hace que diga cuál es la razón de esa eficacia? Si

[78]
Isidoro Vegh

nuestro campo tiene algo que ver con la cientificidad ¿no es razo­
nable que se nos demanden los argumentos que nos llevan a ha­
cer tal o cual intervención? Mi propuesta es que el analista inter­
viene desde lo Imaginario, desde lo Simbólico v desde lo Real.
La cuestión es descifrar la lógica implícita para situar mejor los
tiempos en que cada intervención puede ser más adecuada.
Desde la llamada de alguien a un analista, éste interviene;es
lo qpe denominamos entrevistas: si es un analista, no va a a inter­
venir para hacer una historia clínica al modo de un psiquiatra.

Un breve ejemplo que está escrito en la historia que nos an­


tecede: se encuentran por la calle Sócrates y Alcibíades, son las
calles de Atenas, ellos son el filósofo y el general. Sócrates le
dice a Alcibíades:
-H ola, Alcibíades ¿Cómo te va? Un gusto verte. Veo que
portas sobre tu frente una medalla más. Alcibíades hace un ges­
to de falsa modestia. Dice, mirando para abajo:
-B ueno, sí, gané la última batalla.
-A h !, qué bien, Alcibíades, qué bien. Qué gran general eres,
te felicito.
-N o es para tanto, dice Alcibíades, quién en realidad quería
más elogios. Sócrates lo deja que se relama un ratito. Luego le
pregunta:
-D im e A lcibíades, hace un mes que no nos vemo$. Además
de la obtención de esta medalla, en este tiempo ¿hiciste algo
por tí? Alcibíades responde:
-O tra vez me llenas de rubor y de vergüenza, Sócrates.

cia socrática, la que sitúa al sujeto ante sus preguntas, aquellas


que p odrían, si él lo quiere, hacerlo avanzar más allá de sus tro-
piezos. Este puede ser el primer tiempo lógico del análisis.

[79]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Que trabaja en este campo, que se interpone entre lo Imagina­


rio y lo Simbólico, donde domina el sentido (sens, en francés).

Es el tiempo de conmoverle al sujeto los sentidos a los que


está habituado. Para eso el analista apenas precisa un subrayado,
una leve puntuación, repite lo mismo con un signo de interroga­
ción. Es otro modo de decir: -S iga hablando. Pero también; - S iga
hablando, lo que usted dijo tal vez no sea suficiente.
;.Cuál es el valor de esta intervención en lo Imaginario del
sentido?
En la vida cotidiana sentimos, como neuróticos, que quere­
mos ordenar rápidamente el departamento nuevo al que nos mu­
damos. Pintarlo, arreglarlo, ponerle los cuadros, los adornos: no
soportamos el desorden. Cada cosa en su lugar. Cuando está or­
denado ¿qué nos pasa? nos aburrimos. Si el sujeto busca algo
más es que sufre su aburrimiento.
Pessoa, el gran poeta, decía: “El arte es la prueba de que la
vida no alcanza” . El arte, cuando es arte v no best-seller, es el

vención que en Buenos Aires suele llamarse también interpreta-


ción, apunta al sentido para producir una mínima diplopía. Ero-

[80]
f
Isidoro Vegh

ta sus opacidades. En el fondo de este sentido está el objeto a, lo


que el analista sí sabe - y esto es de la estructura-: que el mundo
que cada uno de nosotros habita está c

Desde lo Simból ico, la interpretación clásica. Clásica hasta cierto


límite: freudiana. no post-freudiana. Si digo freudiana es que Dick
significa gordura y en homofonía el nombre del primo competi-

el único modo de deshacerlo es avanzando por la trama de pala­


bras ^significantes- que son las que enhebran, en el fondo dp este
síntoma, al objeto a. ¿No es lo que enseña el descubrimiento freu-
diano, que detrás del sufrimiento manifiesto que la histérica clama
de su parálisis, esconde un goce inconfesable?
Una frase de Lacan nos guía: “Es en tanto que una interpreta­
c ión justa apaga un síntoma, que la verdad se especifica por ser
poética". Interpretación, efecto de metáfora, proximidad con la
poesía.
No digo que un analista es un poeta, pero tal vez haya mayor
proximidad entre el campo del analista y la poesía que entre el
campo del analista y el saber de la Medicina.
En la intervención desde lo Simbólico el analista, en vez de
QÜ£££jr_l
ofrece poesía para el encuentro de su verdad.

El relato del samurai y el Maestro es una intervención en lo


Real. El analista interviene en lo Real, por lo menos de dos mo­
dos. Uno que llamamos construcción, Lacan le dice “constnic-
ción interpretativa”; yo lo llamaré “construcción interpretante".
Es una intervención que, desde la palabra, intenta exponer e l ar­

[8 1 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

mazón en que está retenido el sujeto: hace em erger la dimensión


>■Implica, si efectivamente me-
.i.olerpxe.tarJa castración del Otro. E n este otro
lugar,

entre lo Real y lo Imaginario. Lacan escribe JA. iniciales de


Jouissance del’Autre, goce del Otro, como si dijéramos goce de
Dios, goce del Otro c o m p leío goce de un Otro capaz de todo e 1
goce. Borges decía que el tiempo es una dádiva que nos es entre­
gada a los mortales para no tener que sufrir todo el goce al mismo
tiempo. Tiempo, muerte, castración, el goce del Otro sería todo
el goce al mismo tiempo, no acotado. Inexistente, porque no hay
Otro, si entendemos por Otro esa estructura que, como Dios, puede
al ardear de que nada le falta.
Retoman algunas preguntas. Si el Otro no existe v el goce del

error empirista en el que es fácil deslizamos; que algo no exista

tiempo soñando y haciendo cosas para sostenerlo. Una manera


que tiene el neurótico de sostener el goce del Otro es identificán­
dose a este paquetito de goce, ofreciéndose en bandeja al Otro de
su fantasma. En este lugar el analista no alcanza a producir la
eficacia que qnheja apelando solamente a la palahrfl-

182]
Isidoro Vegh

Hav un límite en la eficacia de la palabra que reclama que el


\ analista, como en el relato zen, esté dispuesto a poner la cabeza.

carga sobre sí el lugar de esta cuota de goce. En dos tiempos

a_sQstejier._couj&_pm&£ntia ese.obiatQ de .goce. EsJM azóiLdeJ


tiempo que desencadena el torbellino pulsionaLdeia transferen­
cia*
Tiempo de presencia, avanza al destino final de un análisis
que no es su persistencia sino su caída. Esto es lo que en el
c ódigo lacaniano se llam a el objeto a como causa deldeseo.M ?
e stá al comienzo, es un producto en un recorrido. Para esto, el

gar del desencuentro. Tendrá que soportar la diferencia entre su


ideal de lo que es una cura, v el hilo que sólo al sujetoJe.cabe
enhebrar.

5- F in a l
El final del análisis no es el sujeto realizado sino el sujeto
advertido de lo que le impide su realización. El final del análisis
es el comienzo de su realización. No es más que una apuesta. Tal
vez se produzca, tal vez no. A llí el analista tendrá que aceptar
que el analizante se vava. soporta la incertidumbre de.lo Que siga.
La única certeza es que él va no está en ese lugar.
Hay una similitud entre lo que le pasa a Lacan, lo que le pasa
a Freud, y lo que le pasa a cualquier analista cuando sostiene esta
práctica imposible durante una cantidad de años. Si puede sopor­
tarlo, los años le harán presente la cantidad de veces que fracasó.
Entonces, como Freud, se verá urgido a dar un cauce a eso que su
práctica le presenta, tal vez escriba algo parecido a “Más allá del
Principio del Placer”. Lacan escribió algo parecido a la lógica

[83]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

freudiana de “M ás allá del Principio del Placer” en lo que llamó


el sinthóme.
El sinthóme lacaniano esr a mi entender, una m anem de con­
fesar en acto el fracaso de los análisis que él condujo. Hay algo
que el sujeto debe tejer en lo Real que va más allá de la práctica
misma del análisis.
Un final de análisis no solamente sitúa al sujeto de un modo
diferente en relación al goce, también en relación a InCcrpqciónfr
Final de análisis, apuesta a que el sujeto pueda gozar y crear de
un modo distinto.

Bibliografía
1 Ejemplo del historial freudiano del Hombre de las Ratas, (1909).
Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen X, Amorrortu Editores,
Buenos Aires, 1980, p. 127.

[8 4 ]
PARTE III
LO REAL DEL PADRE *

C u an d o fui invitado por la comisión organizadora de estas


jom adas para hablar durante diez minutos acerca del Padre Real,
sentí un doble agradecimiento. Por un lado me intimaba a una
reflexión -e n el sentido lógico del térm ino- que no deja de tener
audacia: retomar allí donde Freud y Lacan dejaron la llama. En
Freud, en “Moisés y el Monoteísmo”; en Lacan, en sus últimos
seminarios. Que fueran diez minutos me permitía una excusa
cortés para mantenerme dentro de los límites de la prudencia a
que me invita la dificultad del problema.
Lacan, si bien avanza cuestiones que renuevan la temática,
deja muchas otras en la oscuridad, como enigmas. Hay una re­
flexión -en el sentido lógico de una flexión que revisa tiempos
previos- que está ligada a la cuestión de lo Real del Padre y la

En sus seminarios “Las Formaciones del Inconciente” y “El


Deseo y su Interpretación”, donde por primera vez despliega sus

* Exposición presentada en mesa redonda, en las Jornadas de la Es­


cuela Freudiana de Buenos Aires: “El padre en la clínica lacaniana”,
Julio de 1991.

[87]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

grafos, dice que el (trazo del ideal)es el primer elemento de la


identificación prim aria. Su seminario “La Identificación” centra
la cuestión en la identificación al trazo, al einziger Zug, el rasgo
uaario.
En los últimos años -podríam os citar a partir de “L’Insu” —,
rubrica que su diálogo con Freud fue una discusión mantenida a
lo largo de toda su vida, dice: “Voy a retomar algo que no había
desplegado antes”. Una vez más, de un modo polémico y produc­
tivo, vuelve a encontrarse con eso que había dejado de lado en la
teoría freudiana, lo que Freud llamaba identificación primaria
como Einverleibung. incorporación. Hay una renovación que
abreva en el pensamiento freudiano que se le aparece, supongo
que no por casualidad, al final de su obra.
Esta referencia a lo Real del Padre y a la identificación prima­
ria nos permite advertir ciertos lugares de tropiezo en la clínica
freudiana, especialmente aquellos que tienden a promover una
idealización del lugar del padre y su función. Sin embargo, ad­
vierto la posibilidad de desliz a un error simétrico.
Los que transitamos hace años la enseñanza de Lacan podemos
recordar que_hasta.no hace mucho toda madre en principio debía
probar que. no era culpable, mientras que todo padre era definido
como un cirujano aséptico dedicado a la noble función del corte.
El riesgo simétrico que hoy encuentro es que todo padre sea
caracterizado como ja manifestación de un goce sin límite ante el
cual lo mejor es protegerse de un m odo cuidadoso. En términos
de lógica, ¿qué es lo que que se reitera?: un retomo a lo que Lévi-
Strauss llamaba las estructuras duales, cuando desde los comien­
zos Lacan nos dice que ni siquiera una estructura triádica es sufi­
ciente.
En el drama edípico, ni siquiera hablar del padre, la madre y
el hijo es suficiente. Es el padre, la madre y el hijo inmersos en el
Isidoro Vegh

universo simbólico, relacionados p ________


tercambio a lo que entre ellos circula, que se nombradalol Lógica
fundante, también mínima, plantea las cuestiones en estructuras
tetrádicas.
Lacan lo subraya en su homofonía entre perversión y père-
version. Perversión es el lado perverso del goce paterno, quien
efectivamente no acude, a. su función, solamente_movido por el
noble interés de producir un corte: su goce está en juego. Tiene
sus eficacias en la estructuración del snjeto_y_enJa dirección de
Jai
\Pére-version\quiere decir también versión al padre, la q u e es
eficaz alU donde^e^proilucÊJâdim Q dajie üguas entre el destino
de un psicótico o el destino de un neurótico. El agente de la cas­
tración es, también, el padre que guarda todo el goce para sí.
¿Cómo puede ser que precisamente ése sea eficaz? Es lo que dice
el mito de Totem y Tabú, porque ese padre que guarda todo el
goce para.si resguarda aü tijo de-quedara merced del goce de la
madre.,No es una casualidad que Lacan lo subraye en la homofonía
de la père-versión. ______
La pregunta nos acerca a loCReal del Padrét “es lo imposible”,
que no se iguala a lo inexistente. Es imposible de ser dicho o de
ser cubierto por la representación.
Como una definición tautológica propongo que lo Real es lo
que no es Simbólico ni Imaginario. Es una definición rigurosa;
como todas las definiciones que Lacan da de lo Real, tiene el
modo de la negación: “il n’y a pas de rapport sexuel”, “la femme
n ’existe pas”, etc.
¿Qué es entonces o cómo podríamos pensar esta cuestión?
Voy a situarla, en la dim ension de la cura, y en el tiem po
instituyente, en el cual un sujeto se define como tal.
Para la perspectiva lacaniana, en diferencia con la perspecti-

[89]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

va kleiniana, no se observa un continuo desde el nacimiento, hay


tiempos de ruptura, tiempos en que una operación se produce o
no. Lacan, en Jos últimos seminarios, retoma las tres identifica­
ciones que FremLdespliega en “La Psicología de las Masas” : Ja
identificación primaria al padre que el sujeto incoipora, la identi­
ficación secundaria al rasgo v la identificación histérica. Dice
o. La iden­
tificación |
Real del Padre Real, a lo Real del Otro Real.
¿Cómo pensar la eficacia y la circunstancia en la cual se rea­
liza? Podríamos nombrarlo con una sigla que sugiero, P.R.P., en
francés las dos primeras dirían père. Nombran la “presencia real
del padre”, porque de eso se trata.
;O ué es una presencia? Primero debemos diferenciar lo que
cierta em pina nos Devana a equivocar. En una reunión son mu­
chos los que están, pero para cada cual no todos los que están ofre­
cen una presencia. Y más aún, presencia real es una redundancia,
porque hablar de presencia es hablar de algo que al sujeto le llega
desde lo Real. Si alguien para mí está presente es porque sostiene
algo que me afecta desde lo Real, me golpea desde lo Real. Lo
Real es lo que no cesa de golpear. No cesa de golpear al modo de lo
Real, no se cubre desde la palabra ni la representación.

nos invita a hablar de tiempos lógicos. Cuando plantea las rever­


siones del toro recuerda que la identificación primaria sólo se
actualiza como reversión de dos toros concéntricos en el tercer
tiempo lógico2. Es una presencia, que si bien está desde el co-
mienzo en el campo de lo Real -cuando está-, sólo va a adquirir
su.éficada.por lo que sigue. Un tiempo de retroaccióri'que impli-
ca que el deseo de la madre reconozca el valor de esa presencia.
Pues el padre puede^esLar sin ser sancionado como presencia.

[90]
Isidoro Vegh

Presencia en lo Real que se ofrece en una anticipación y re­


quiere una retroacción e implica que ese padre sostiene algo que
golpea desde lo Real, una cuota de goce. Presencia del padre que
jugará, tal vez, en una mirada, en un tono de voz, quizás en lo que
llamé, -hom ólogo a la esquizia de la visión y la mirada-, el toque
como esquizia del tacto.
¿No podríamos pensar que la escena de “Pegan a un niño” 3,
lo muestra en el encuentro de un padre con un hijo? Esa segunda
escena podría ser paradigmática del tiempo cuando el objeto tal
vez no pueda ser reductible, como dice Lacan, a la mirada. ¿No
podría ser precisamente el toque que se juega entre el padre y el
hijo por la mediación del látigo, el que define una posición maso-
quista en la escena que es también instituyente?
Es una presencia real del padre que se juega en pedazos de
goce, que tendrá que definirse por lo que siga. No hay duda que
el padre de Schreber estaba muy presente, sin embargo no sirve

Carente de lo que sig


mos perverso- puede retener al hijo arruinando su destino. Si
retomamos la tesis freudiana, es necesario para que la ley se ejer­
za, para que su presencia sea eficaz, lo que Lacan dice del amor
sublimación: el amor cuando s
que el goce condescienda al deseo.

Bibliografía
1 Lacan, Jacques. L’insu que sait de l ’une-bévue s ’aile à mourre. Se­
minario inédito, versión de circulación interna.
2 Vegh, Isidoro. Matices del Psicoanálisis, Editorial Agalma, Buenos
Aires, 1991, p. 61.
3 Freud, Sigmund. “Pegan a un niño” (1919), Obras Completas, volu­
men XVII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979, p. 173.

[91]
INTERVENCIÓN EN LO REAL *

A n tic ip o la tesis que intentaré desplegar. Propongo nombrar


al padre, en la clínica lacaniana, “Intervención en lo Real”.
Esto se formula en la articulación de los tres registros que
Lacan propone anudados.

R S

El registro de lo Real cubierto por otro anillo, el de lo Imagi­


nario, y anudando los tres -co n la fórmula “por arriba del de
arriba y por debajo del de abajo”- , lo Simbólico. Escribimos

* Jornadas de la Escuela Freudiana de Buenos Aires realizadas en


Julio de 1991 acerca de “El padre en la clínica lacaniana”.

[93]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

así la presentación en el plano del nudo borromeo. Lacan nos


propone situar, en los lugares de intersección de los distintos ani­
llos, diferentes letras que nombran relaciones en la economía
libidinal. Entre lo Imaginario y lo Real, JA: Jouissance de l'Autre,
goce del Otro, goce exterior a la palabra, inexistente para el
parlétre.
No hay Otro, si entendemos por Otro un conjunto completo.
El parlétre se constituye por su referencia primera a la palabra;
ella decide su ser y la inexistente dimensión del Otro. Pero el ser
iflgWfttóiPfP- no Ja Jia ce. inoperante: el neurótico tiene en su hori­
zonte ese anhelo del Otro y a él se ofrece como objeto que viene
a sustituir el significante que al O tro le falta.
El goce que sí está al alcance del sujeto, el goce fálicot escri­
be en la intersección entre lo Real y lo Simbólico la eficacia de la
palabra en el campo de lo Real.
En el lugar de intersección entre Imaginario y Simbólico,
Lacan pone “sens” (sentido), que es lo que uno reclama cuando
d iceiiabitar un mundo. Ese mundo que uno habita y cree verda­
dero, se sostiene por un objeto que es su causa y lo excede, el
objeto a.
Desde este horizonte, vale pensar la diversidad de las inter­
venciones del analista, no reductibles a una simple oposición entre
escansión e interpretación. Latintervención del analista apunta al
lugar de fijación, al gQC£Lmie-reíiene_aL analizante v le imnide
». Si esa fijación se.escribe como
a, puedo cortar por lo Imaginario, lo Simbólico o lo Real para
producir del objeto una nueva eficacia: de objeto de la pulsión a

Una cita de Lacan del Seminario R.S.I. de Febrero de 1975,


dice así:
“...L’effet de sens exigible, l’effet de sens exigible du discours

[94]
Isidoro Vegh

analytique n’est pas imaginaire. II n’est pas non plus symbolique.


II faut qu’il soit réel.”

No se responde con un sentido a los enigmas que el analizante


ofrece - n o sena más que alimentar el síntom a-, sino con un efec-
t.o de sentidaque-además.es Real, unalntervención entre Imagi­
nario y S im bólico que produce otro sentido com o efecto
desmantelador del que está cristalizado.
Pregunta y responde Lacan en R.S.I. en febrero de 1975:

cual es necesario que la consistencia no sea Imaginaria? N o hay


más que una sola condición que es totalmente leíble -leíble aquí
en el pizarrón-, es necesario para eso -s e refiere al efecto de
sentido en lo R eal- que ella tenga un agujero.

^ e c t o de sentidomuc^lúaJLmagu¡ero en e 1sentido consagra­


do, permitiéndole al analizante alcanzar el objeto que lo sostiene
y constituye su mundo. Ésta es una intervención del analista.
Lacan insiste, en Le Sinthóme, el 13 de Enero de 1976:

“C’est de suture et d ’épissure qu’il s’agit dans I’analyse” 2.

Y agrega:
“Es necesario que nosotros hagamos en alguna parte el nudo,
el nudo'de lo Im aginario y del saber inconciente, que hagamos
en alguna parte un empalme” - empalme entre Imaginario y Sim­
bólico para producir el efecto de sentido en lo R eal-, “Todo
eso para obtener un sentido, lo cual es el objeto de la respuesta
del analista a lo expuesto por el analizante a lo largo de su
síntom a” -efecto de sentido, respuesta del analista al enigma

[95]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

mos al mismo tiempo otro, precisam ente éste que es entre el


síntom a y lo Real, es decir que por algún lado nosotros le ense­
ñamos.a empalmar, a hacer em palm e entre su síntoma y lo Real
parásito del goce, lo que es característico de nuestra opera­
c ió n ”

La intervención del analista, que juega entre Imaginario y Sim-


bólico como efecto de sentido, al mismo tiempo -podría ser el
efecto de la interpretación- empalma el síntoma con lo Real. ¿Por
qué se produce? Porque el analista sólo interpreta en transferen­
cia. Es él quien, al tiempo que interpreta, sostiene en acto los
límites de la interpretación en la función d e ^ E s Sócrates que
dice su palabra a Alcibiades con una eficacia que la palabra de
Pericles no logra. Sócrates, para Alcibiades, guarda algo que
Pericles no alberga en su interior: la eficacia del objeto.
Hasta ahora, dos intervenciones del analista que se conjugan
44
pin.ajuiia_cKnicaj U(i }Q diíajm ibrai^fi£udiáíia.. Rara la clínica
lacaniana, .algo más: articúla la función del padre a la.interven-
£Íó_n del analista en lo Real.
Como punto de partida, un supuesto: algo de la estructura per­
siste como goce ¡limitado, la eficacia de la función del padre en
lo que la estructura arrastra de un goce que la excede. Eficacia en
menos de la función paterna que impide al sujeto, en tiempo
instituyeme, sustraerse de un goce que lo subyuga.
La père-version del Hombre de los lobos no se muestra en la
relación biunívoca del padre con el sujeto: la ineficacia de ese
padre que se consume en la depresión hasta el suicidio, no propi­
cia en el hijo la vía para liberarse del lugar de objeto retenido en
el QttOLpñmordiaLEl Hombre de los lobos carga, como queja
reiterada, “hay. un vele qugjne aparta del mundo.”
La intervención en lo Real se dirige a un efecto de la estructu­

ró ]
Isidoro Vegh

ra en la intersección de lo Imaginario y lo Real, allí donde el


analizante se ofrece al Otro como objeto para su goce.

En el tiempo instituyeme, la doble función de la versión del


padre -lo que tiene de eficaz y lo que tiene de perversa- se cum-
ple en una operación de identificación distinta de la represión
primaria, de la cual es antecedente. Cuando se cumple, la identi­
ficación primaria logra una diferencia: no es lo mismo estar a
merced de la versión del padre que incorporarla. Sancionada en
los tiempos siguientes, esta diferencia servirá para instituir un
Esto no impide_=
una parte de ese goce del padre que aún en el neurótico sigue
vigente.
.El ginth6rng.es la respuesta que el neurótico da. como.harrera
en lo Real, a ese exceso t. En el análisis
se trata de situar la respuesta del neurótico para que pueda hacer
algo con ella, situarse de otro modo *. El analista interviene en lo
Real donde al analizante no le alcanzan los efectos de la palabra.
Interviene como presencia que cumple una pulsación **. Un
-tiempo. Lógico primero -e n que se presentifica la cu.olajk_gQCfi
que retiene al sujeto-, soporta el objeto que el analizante propo-
ne desde su fantasma. En un segundo tiempo propicia su sustrac­
ción.
La intervención en lo Real es homologa a la operación prima­
ria del padre real, con la diferencia que vale retroactuando desde
una dimensión simbólica realizada.

* Que en el análisis el sinthomesc construya, o bien se anude de modo


conveniente, en ambos casos sitúa en su enlace a la estructura el fin
de la cura.
** Que recuerda al Inconciente en su cierre y apertura.

[97]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

¿Qué es la dimensión simbólica realizada que especifica al


análisis? El dispositivo que inscribe en lo Real los límites de una
ética. El analista interviene desde su deseo, que lorestringe en la
realización del goce. Sostiene, comQ-en^Ltiejiip.o_priiTiero, ese
efecto de goce„pero no para avanzar por ahí sino para hacer el
ejercicio de su.caída. Suspende.su goce para no ceder en su de­
seo.
El lugar del objeto que el analista sostiene es el producto del
decir del analizante.
Para quien reitera la carta de su fracaso, puede ser el reclamo
del látigo, de la voz. Para otro, la vindicación de sus hazañas
aguarda del analista la sanción de la luz de sus ojos. Aquel que
funciona como bolso sin fondo y cree que es dulce el objeto que
tiene y amargo el objeto ausente, reclama la presencia que descu­
bra que hay amargos manjares y dulces ausencias.
Todo esto para que el analizante pueda leer de otro modo, l.ire
Autrement, en francés homófono con “Autre ment”, “Otro mien-
te”: el imperativo del Otro es la prueba de su insuficiencia.
Si descubre que el Otro mientev.que el Otro no e xiste, el suje-

Bibliografía
1 Lacan, Jacques, R.S.1.11 Fevrier 1975, Clase 5. “El efecto de senti­
do exigible, el efecto de sentido exigible del discurso analítico no es
Imaginario. No es tampoco Simbólico. Es preciso que sea Real.”
2 Lacan, Jacques, Le Sinthdme, Clase del 13 de enero de 1976. “Es de
sutura y de empalme que se trata en el análisis”. Seminario inédito.

[98]
LA CLÍNICA HO Y. ALCANCES Y LÍMITES *

H a y una cuestión de método: si esto que llamamos clínica


tiene algo que ver mínimamente con la cientificidad - o por lo
menos con algunos de sus valores-, dicha cientificidad requiere,
para lograr eficacia, lo que la segunda parte del título propone:
establecer los límites, establecer lo que esa clínica excluye. Al­
canzar una eficacia implica renunciar a cubrir aquello que la ex-
cede.
El tema podría ser “clínica psicoanalítica”, pero aun siendo
clínica psicoanalítica, ¿es una? Leyendo autores, psicoanalistas
con posiciones muy diferentes de las que hoy sostengo, no nega­
ría a ninguno su condición de analista, y no negaría de sus relatos
que son parte de una clínica psicoanalítica. Lo que acerca discur­
sos aparentemente tan dispares es su aceptación de la hipótesis
del inconciente, no sólo en términos de una explicitación teórica
sino también en su consecuencia práctica: la transferencia como
la puesta en acto del inconciente.
M e voy a restringir un poco más: a una clínica psicoanalítica,

* Exposición en el Primer Congreso Rosarino de Psicología, 21 al 23


de mayo de 1992.

[99]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

la que en este momento me propongo como una práctica del


inconciente, más lo que esa práctica me presenta como su límite,
el lugar donde me enfrenta a mi fracaso.

Cuando Freud escribe “Más allá del Principio del Placer” y


reformula su meta-psicología, llevando a un despliegue mayor el
concepto de pulsión de muerte, su referencia a la repetición, ¿es
por la muerte de su hija, es una referencia tardía a la desgracia de
la Primera Guerra M undial?, ¿o es más bien - y esto es lo que
propongo- una confesión de los análisis que Freud había condu­
cido y que habían fracasado?
Cuando Lacan, los últimos diez años de su vida y de su obra,
acentúa lo que llamó la dimensión de lo Real, ¿no será, además
de la dialéctica propia de su elaboración teórica, una confesión
en acto de los fracasos de los análisis que él condujo, allí donde
se encontró con los límites de la estructura? ¿Es el fracaso singu­
lar del analista o es que el analista se encuentra, cuando arriba al
límite de la estructura, allí donde la estructura misma presenta el
fracaso del tiempo instituyeme de su propia trama?
Para Freud el núcleo de la neurosis es el Edipo, y su conclu­
sión la castración. Hablar de estructura implica, si decimos Edipo,
una referencia a un goce anhelado, incesto, y un límite a ese goce,
prohibición del incesto. La estructura refiere a un orden institui­
do por una ley. Ley necesaria, sin la cual el sujeto cae en la tram­
pa de la neurosis o queda inmerso en el campo de la psicosis. Se
podrían tener esperanzas que el orden de la ley pacifique al mun­
do, pero su imperio no impide que retomen una y otra vez situa­
ciones que, para una cierta idea de progreso, deberían estar supe­
radas: masacres, genocidios, insensibilidad social, nacionalismos
que se exageran hasta el chauvinismo, etc. ¿No estará el error en

[100]
Isidoro Vegh

suponer tantos beneficios en el orden de la ley?, ¿no será que


sólo quisimos ver lo necesario y no lo nefasto y mortífero de la
ley? ¿No será eso lo que nos presentifica Franz Kafka en esa
novela augural de las desgracias de este siglo, “El Proceso” : lo
que la ley tiene de mortífero cuando la ley sólo se regula por ella
misma?
Los juristas saben que no hay ley que pueda cubrir la diversi-
dad de la vida. Cuando la lev quiere encorsetar a la vida, se vuel­
ve mortífera. Freud dice que la ley, para nosotros, no es más que
una, la prohibición del incesto, y que la introduce un padre, el
jefe de la horda, el que guarda todo el goce para sí. ¿Cómo puede
ser que ese padre sea el agente de la castración? Con una lógica
simple podemos decir que si él guarda todo el goce para sí, aun­
que sea al modo de un sátrapa, protege al hijo de quedar a merced
del goce de la madre. Esto no impide que dicha intervención de
ese agente dictatorial deje m arcas que pueden llegar a ser
arrasadoras: es otra de las maneras de presentar lo que la estruc­
tura que nos habita tiene de fallida.

¿Qué hacer cuando esto se presentifica en la transferencia?,


¿es una contingencia o es lo que aparece cuando cualquier análi­
sis avanza lo suficientemente lejos? Si es así, ahí llegamos a un
límite donde el analista se encuentra con la inoperancia de la
palabra. Se encuentra con lo que podríamos llamar la presencia
real del otro real, la presencia real del padre, que tiene una cara
doble: es agente eficaz de la castración -separa de un goce mor­
tífero-, y al mismo tiempo introduce la ley como goce arrasador.
Allí, el analista es llamado a intervenir de otro modo, la palabra
ya no es su fie iente.
Este otro modo invita a una pulsación que no es del inconciente

[1011
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

sinoenlo-Real. El analista es invitado -y si lo siente es porque de


algún modo se prestó y es su m érito- a sostener el lugar de un
goce. Sostener, no actuar: la ética del psicoanálisis nos dice que,
si bien sostiene ese goce en un tiempo de esta pulsación en lo
Real, es también quien lo deja caer. El analista suspende su goce
para no ceder en su deseo. Voy a apelar al poeta para presentificar
la disposición de quien decide sostener lo que Freud llamó “una
práctica imposible”.
Un hombre acude a los umbrales de la ley. Encuentra en la
puerta un guardia robusto que le pregunta dónde va.
-A llí, dice, quiero entrar.
-A cá estoy yo para impedirlo -responde el guardia- Cada vez
guardias más robustos guardan el lugar, al tercero ya ni me animo
a mirarlo.
-B ien, dice el hombre, aguardaré. Se queda junto a la puerta.
Al tiempo pregunta: -¿ y a es tiempo?
-A ún no.
El hombre sigue esperando, intenta sobornar al guardia. Éste
acepta y le aclara:
-M ira, lo recibo, pero esto no cambia la situación, no por esto
vas a entrar; acuerdo para no ofenderte.
Pasan los años, el hombre se va consumiendo, pierde sus fuer­
zas. Con las últimas que le quedan, se dirige al guardia: -dim e,
¿cómo puede ser que no haya entrado a este lugar si no ha venido
nadie más?
\ El guardia, en un acto de piedad, al ver que el hombre moría,
le grita, ya ni siquiera podía escucharlo:
-A h o ra que estás por morir, voy a cerrar la puerta, este lugar
no era más que para ti.

[1021
Isidoro Vegh

Límite que la estructura propone -K afka lo presenta en “Ante


la ley”- . Si ese hombre es el analista, lo invita a correr el riesgo
de atravesar los umbrales que encuentren lo Real más allá de la
ley.

[1 0 3 ]
„ Av L
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA *

O- En el comienzo está el verbo”, acepta esta extensión: en el


com ienzo está el verbo del Otro, definición que anticipa dos ca­
minos divergentes. Que en el comienzo esté un sujeto solipsista,
sujeto del instinto, decide un modo de intervención diferente. Esto
nos lleva a una consecuencia que, cuando Lacan la formuló, pro­
dujo asombro. La diferencia entre Instinkt y Trieb. A llí donde un
discurso nos invita a poner un sujeto del instinto, nosotros habla­
remos de un primer sujeto de la pulsión. La pulsión, en el parlétre,
también se funda en el campo del Otro.
Se tiende a suponer un sujeto que llega al mundo habitado por
la naturalidad del instinto. En cambio decir que la pulsión se fun­
da en el Otro, hace presente que en el comienzo está el verbo, que
elinfans recién nacido se ve marcado por la palabra del Otro
desde un tiempo que no es el cronológico. Puede ser un tiempo
de anticipaciones -su nombre podría haberlo esperado antes de
su nacim iento- o un tiempo de retroacciones: lo que siga definirá
lo que estaba antes. Antes entendido como el cuerpo natural, un
cuerno inexistente.

* Fragmento del Seminario dictado en la E.F.B.A el 21de diciembre


de 1990.

[105]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Lacan subraya, en su Seminario de “Los Cuatro Conceptos


Fundamentales”, los cuatro elementos desmontables de la pulsión,
y la ligadura con su representante; nos muestra que hay algo que
va a contrapelo de un puro movimiento biológico. La constancia
de la energía, subrayada por Freud, va en contra del gradiente
biológico donde la satisfacción supone su disminución o puesta a
cero; la resolución de su fin , en múltiples ejemplos, aleja al
movimiento pulsional de lo que podría servir a la conservación.
Ejemplo princeps: un labio besando a otro labio; la especificidad
de la fu e n te, situada en los bordes, propicios a la relación con el
Otro; la variedad de los objetos a los que la pulsión apunta, in­
comprensibles si en su movimiento no estuviera jugando otra
articulación que no es natural: podemos nombrarla verbo, o lla­
marla Otro.

¿Qué consecuencia tiene en la transferencia? Lacan propone,


en su Seminario de “Los Cuatro Conceptos” :
“...si la transferencia es esto que de la pulsión, aparta la de­
manda, el deseo del analista es lo que la vuelve a acercar. Y por
esta vía, él aísla el a, lo pone a la mayor distancia posible del I
que él, el analista, es llamado por el sujeto a encamar” ‘.

Si la transferencia es esto que de la pulsión aparta la deman­


da...; pulsión y demanda que se apartan por efecto de la transferen­
cia. ¿Qué transferencia será la que está en juego, qué implica ese
apartamiento de la demanda y la pulsión? Hay un tiempo de la
transferencia que es el del amor, en el cual el sujeto pone, en la
escena del análisis, una pantalla que separa de su demanda la pulsión
que lo habita -pulsión que en su origen es la demanda del Otro-.
El tiempo del amor de transferencia, la articulación de la de­
manda del sujeto y la pulsión como demanda del Otro -m ovi-

[1 0 6 ]
Isidoro Vegh

miento de lo Real que reclama su deuda- aparecen separados, su


articulación está velada. Es el analista con su deseo, cuando se
acerca a lo que su función le reclama, quien permitirá al sujeto
articular la demanda a la pulsión, para separarse del lugar que
guarda el Ideal.

Un análisis que avanza, interroga ese lugar que articula al su­


jeto con el campo del Otro donde constituye su movimiento
pulsional. Pero no debemos situamos en posición simétrica a la
posición kleiniana, o su extensión bioniana: sería suponer un su­
jeto comandado por las demandas del Otro. ¿Qué es lo que en la
teoría analítica viene a decir que no nos quedamos en ese error
simétrico? el fantasma. Su concepto indica que no sólo el Otro
sitúa al sujeto en^u mundo, también el sujeto se sitúa ante esta
demanda. El fantasma es el modo en que el sujeto responde a la
demanda del Otro. El neurótico que acude al análisis identifica­
do con el objeto al que la pulsión apunta, rebaja su fantasma a la
pulsión, el deseo a la demanda.

En la marcha de un análisis se hace preciso el viejo concepto


freudiano de construcción. La construcción ubica al sujeto ante
la articulación significante que lo habita y ante el objeto con el
cual se identifica. Que el analista construya ese lugar donde el
sujeto está aprisionado no lo excluye de su acto.
Acostumbramos nombrar com o interpretación una diversidad
de formulaciones que no son homogéneas. Una es la interpreta­
ción que subraya el valor poético del Inconciente que habla: él da
oportunidad de apagar un síntoma produciendo un efecto de ver­
dad. Otraes la interpretación de la castración, que nombraré cons­
trucción interpretante, que abrocha el corte en doble vuelta por el
cual se separa el objeto de la red significante que lo retiene.

[107]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

¿Cuál es el mayor obstáculo en este tiempo de la cura? Del lado


del analista, el ideal que lo reclama, apartándolo de su función.

1- V oy a retomar una modificación que propuse hace algunos


años de ciertos esquemas que Lacan introduce en “La Lógica del
Fantasma” y en el Seminario de “El Acto Analítico”, para distri­
buir distintos tiempos lógicos en el análisis.
La tesis de la cual partimos es que el analista interviene de

Para que comience un análisis no sólo es preciso la regla fun­


damental, no sería más que la rúbrica de un tiempo predisponente
que puede inaugurarse antes de las entrevistas preliminares. E l
tiempo predisponente propicia eso que el síntoma por sí mismo
podría haber instaurado aún antes de las entrevistas, afectándolo
en una posición de exterioridad a su saber concierne, por lo cual
sufre doblemente: por el dolor que im plica v porque presenta una
pregunta_paia .la.queJCKL£ncuenlra jsspuejsta. Es a partir de la
organización de este tiempo que se producen dos efectos: un su­
jeto en dimisión en relación a su pensar conciente -lugar del “yo
no pienso”- que engendra, por efecto de estructura -transferen­
cia en su función simbólica-, lo que llamamos, siguiendo a Lacan,
el Sujeto supuesto Saber.

[108]
Isidoro Vegh

Se inaugura un análisis cuando el S.s.S. es situado en el lugar


del analista. Comienza así una divergencia entre sus funciones y
las del analizante. Al analizante le compete una tarea que, desde
Freud, se llama, libre asociación -térm ino dudoso en su rigor-.
Del analista es el acto. En el entrecruzamiento de las dos Hechas
ubicamos el punto T de la transferencia, que Lacan sitúa en el
ocho interior* como lugar para un atravesamientojjue sólo será
posible por el (deseo del analista. Para producir, en un segundo
tiempo del análisis, un doble efecto para el sujeto: que duplique
la pérdida del comienzo, del “yo no pienso” al “yo no soy”, doble
falta de efecto propiciatorio, que perm ite al sujeto salir del lugar
de ser el objeto en el cual estaba fijado para el goce del Otro. Este
tiempo acentúa la presencia del analista; como Sócrates con
Alcibíades, el analista guarda el objeto que desencadena el movi­
miento pulsional hasta su caída, que la teoría nombra como “des-
se¿\
En diferencia con la frustración que pone el hambre como
fundante del movimiento, ejemplo clásico de la teoría kleiniana,
vamos a proponer un campo en el que limitan los tres vértices del
amor, el deseo y el goce.
Amor

* Así nombra Lacan al borde de la banda de Moebius con la que escri­


be la serie de las demandas regresivas del analisante.

[109]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Situam os en el centro del tetraedro el objeto a. El nudo


borro meo * -e n su versión mínima de tres redondeles: lo Real, lo
Imaginario y lo Simbólico-, sitúa entre lo Imaginario y lo Sim­
bólico el sentido; en la intersección de Real y Simbólico el goce
fálico (JO); donde se cubren Imaginario y Real, el goce inexis­
tente que llamamos goce del Otro (JA), y donde se recubren los
tres agujeros, en el centro, como en el tetraedro, el objeto a.

J<ï>: Jouissance phallique


JA : Jouissance de l’Autre
I: Imaginario
R: Real
S: Simbólico

Si aceptamos la tesis que el analizante recurre a la demanda


de análisis retenido en el lugar del objeto, sujeto a la demanda
del Otro, la escritura borromea nos invita a articular lógicamente

* Últim a escritura de Lacan, consistente en tres anillos anudados de


tal modo que, sin penetrarse, al cortar uno, los otros dos también se
liberan.

[11Q]
Isidoro Vegh

pes que se hacen desde lo Imaginario, desde lo Simbólico y des­


de. loJReal.
jLas intervenciones desde tólmaginarió?se encuentran en esas
'.frases que el analista dice y nunca se cuentan en un historial: un
chiste, un comentario. Son propuestas del analista que valen si
tiene presente el horizonte del acto: invitan, con una leve diplopía,
a que el sentido se conmueva. También en esta dimensión el
analista propicia la creación de los objetos imaginarios -a s í los
llama Lacan- productos de la sublimación. Intervenciones entre
lo Imaginario y lo Simbólico que se ofrecen como un subrayado,
una puntuación, o la interpretación en su respuesta al malenten­
dido. Apuntan a una sustracción del objeto que cristaliza el mun­
do del sujeto; así sacude y advierte la detención en un sentido.

Otra interpretación se dirige al síntoma, efecto de la inmixión


de lo Simbólico en lo Real, ostentación demasiado abierta de la
función fálica. Entre Simbólico y Real, el lugar del síntoma tiene
su vértice en el objeto a. Podríamos situar aquí la interpretación
cuyo efecto poético apaga un síntoma. El goce fálico, articulado
al objeto que decide la fijación d e l fantasma, sostiene ese pro­
ducto transaccional que es el síntoma. Síntoma como transacción
entre el intento de un goce que libera al sujeto de su fijación y, al
mismo tiempo, lo retiene en el goce del Otro. La interpertación
será la disyunción entre estos dos goces.
El primer tiempo del movimiento que va hasta el punto T,
tiempo lógico, propicia que el sujeto se coloque en posición
deseante, lo que logra mucho antes de llegar al final del análisis.

2- »Si el analista avanza en su dialéctica, requiere intervenciones


desde lo Real. L a variedad no excluye su sumisión a la lógica del

[ 111]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

discurso - la .construcción interpretanteíen tanto toca a la articu­


lación del goce del Otro con el objeto a podría ser su paradigm a-.
Apunta al lugar del Otro inexistente *, así conmueve la red que
habita al sujeto, y su referencia a lo que él es para sostenerlo
como Otro. Articula los tres registros, pero acentúa la relación de
lo Real y lo Imaginario y produce un doble efecto: no sólo el
sujeto advertido del lugar que lo consumía en el goce, también de
la inexistencia del Otro. Cuando mencionamos la sublimación
planteamos eficacias sublimatorias diferenciables: algunas obras,
algunas creaciones artísticas alcanzan un efecto de estremecimien­
to que otras no logran. Tanto en la sublimación como en esto que
propongo como “exhaustación del Otro”, el producto tiene el valor
de resto que cae. En laj“exhaustación del O tro! se hace presente
la creación ex-nihilo. No surje de la nada sino porque lo creado
hace presente la inexistencia del Otro como antecedente(Si como
creador me animo a ir más allá de las fronteras de mi tiempo,
convierto lo que me antecede en Otro inexistente, la serie se
muestra habiendo sido incompleta^Es mi traducción del primer
parágrafo de la Biblia: El comienzo funda un Dios, a la que cabe
añadir: El comienzo funda un Dios o advierte su inexistencia.
Puede decirse como lo hizo Lacan: un final de análisis es “savoir
lire A utre-ment”. de otro modo. También que el otro miente si se

Cada final de análisis no es más que una apuesta: analista y


analizante conjeturan que es posible que el analizante siga un
camino de recreación. Esta recreación - “volver a pasar” - es la

* La falacia de su Jtógica es que sólo existe por el objeto que el


analizante le ofrenda para su goce.

[112]
Isidoro Vegh

prueba de una falla estructural, algo que nos habita que la metá­
fora paterna no resuelve, un lugar de la red simbólica que tiene la
consistencia de Otro. Sólo por un trabajo de recreación que alter­
na en lo Real -aquello que lo Simbólico no otorga- el sujeto
podrá seguir pasando.
No alcanza con que el sujeto modifique su relación al goce.
Una vez más Freud tenía razón: un final de análisis requiere que
el sujeto cambie su relación al goce, pero una falla estructural
demanda una creación que se reitere.

Bibliografía
1 Lacan, Jacques. L e S é m in a i r e , Livre XI, “Les Quatre Concepts
Fondamentaux de la Psychanalyse”. Paris, Éditions du Seuil, 1973,
p. 245.

[1 1 3 ]
PARTE IV
- , »
LOS TIEMPOS DE LA HEREJÍA
UNA PRÁCTICA DEL ANÁLISIS *

O- jL a escritura que Lacan desarrolla en su enseñanza concluye


con la escritura nodal, que redefine la relación de los registros y
otorga valor equivalente a lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario,
alternando las preeminencias y las subsunciones.

ce el dogma del Inconcienle_£Qm.Q_ letra sagrada para situar su


ljniU£.mióJ<g.al^-ac.ó^ia.vaIoiA£ÍQii de 1q Imasmaáo^qug-flp
se ig u a la a ia eficac.ia.de su entramado;, su.,auseacia.es relevante
en Ja. psicosis, en los quiebres neuróticos, en la escena perversa.
¿Qué consecuencias tendrá en la práctica el nudo que Lacan
nos propone?
Del comienzo del análisis, en tiempos de dominancia de su
álgebra, nos queda esta fórmula

s ( S 1, S 2...S")

* Congreso Lacanoamericano de Montevideo, noviembre de 1991.

U171
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Ella escribe el inicio del análisis y el comienzo de la transfe­


rencia, que encuentra la razón del significante S en la serie del
saber inconciente, bajo la barra, a la que el sujeto existe.
Si la transferencia avanza, el sujeto alcanza que, del saber
éste es su inconciente
CS 1, S2, ...Sn ). Su emergencia coincide con la sustitución del sig-
pjficante (SI de la transferencia -o u e el analista sostiene como
efecto- por el signifícame cualquiera fS11). A llí la barra sfi_deli£-
' üE-y-el sujeto hace ítt experiencia M inconciente.
En otro tiempo de su enseñanza Lacan nos propone, con su
topología de superficies, el ocho interior que escribe el borde de
una banda de M oebius2.

Este borde muestra la tarea del analizante: los puntos de la


línea equivalen a sus dichos que avanzan en la serie de sus de­
mandas. progresan en la regresión. Hasta el encuentro del punto
cuando
la presencia.de! analista acentúa el movimiento pulsional hasta el

¿Podemos hoy escribir con el nudo la secuencia que conclu­


ye?

[118]
Isidoro Vegh

En el seminario “Le Sinthome”3. Lacan nos dice que el analista,


en su función, se consagra a ligar lo Imaginario v lo Simbólico.
de donde obtiene por contragolpe la ligadura de su síntoma cqp
lo real parásito del goce, “esto que es característico de nuestra
operación”.

1
1) Ligadura de lo Imaginario
y lo Simbólico
2) Ligadura de lo Simbólico y lo Real
o de lo Simbólico y el síntoma

1- T \r m p n de la cura, el analista interviene en el sentido para


deshacerlo hasta la emergencia de umiiuevo sentidd. en lo real.
Indica al sujeto que el mundo que lo abriga no se sostiene sino
par un objeto que le concierne.

I De él. en e________ ________________ __________________ __


el sentido que lo cubre. Se abre así la salida a la creación: no es
habitual aguardar al fin de un análisis para que la sublimación
muestre sus efectos.

elgoce quó lQ.in.YÍía-aia.ieiteraci9p dd. fracaso-

* El síntoma es lo que no anda en lo Real por la inmixión de lo Simbólico.

[119]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Pero si el análisis prosigue, ¿alcanza esta referencia a la


circularidad del tiempo que se muestra en la repetición del sínto­
ma?

Cuando el acto se extrema, la revolución de las órbitas celes­


tes con que Lacan ironiza la ilusión del progreso, arriesga su error
si desconoce otro tiempo irreversible.
Que propongo de esta manera:

3) El sujeto abraza, por la presencia


del analista, la ligadura de lo Imagi-
nario a lo Real que excede a los al-
cances de la palabra

Intervención en lo readaue concluye en la ligadura que pre­


senta al sujeto la estructura:

nudo trébol

Instante de horror en que los registros dibujan el trébol, algo


que el paranoico no precisa aprender, pues la continuidad de los
registros es su mundo

[120]
Isidoro Vegh

en la mostración del objeto, su presencia y su caída:óbieto a. El


nudo lo presenta donde los registros se igualan en la superposi­
ción de sus agujeros.

3 - .Alcanzada esta posición, la circularidad del tiempo deviene


tiempo irreversible, no porque se sustraiga a la repetición sino
porque ella se cuenta. “Me paso el tiempo pasando el pase” indi­
ca que, advertido de cada paso por el mismo hito, queda un trazo.
Es la secuencia irreversible de los años, que se sostiene en la
repetición de las órbitas celestes.

Su consecuencia en los tiempos de la cura nos acerca a la


reflexión de Heidegger: “La temporalidad se inicia en la preocu­
pación del sujeto que anticipa su ser por venir”. En alemán, Sorge
es preocupación y cura.
La dirección de la cura que el analista sostiene, articula el
tiempo circular y el tiempo irreversible con una lógica que mues­
tra sus consecuencias en análisis. Éstas se interrumpen si se avanza
en la verdad desconociendo lo real: que el sujeto sitúa posiciones
en una dialéctica que, si saltea tiempos, lo deja sin respuesta.
Que a veces remedia un análisis que sigue a un intervalo: el
sujeto precisó tejer en lo real la cuerda que la cura hizo imperiosa
sin darle tiempo a su efectuación. Otras, deja al sujeto sin chance
y la neurosis de transferencia desbarranca a lo peor.

4- “ R ey Lear”, el texto clásico de Shakespeare, me invita a


página en que el error de los tiempos equivoca el resultado y
lleva a la desgracia a sus protagonistas.
Freud lo menciona en “El motivo de la elección del cofre” 4.
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

En su interpretación, Cordelia, la hija menor, representa la muer­


te. No es esa mi lectura.
Cordelia desheredada por no hacer eco a las mentiras de sus
hermanas cuando el rey, su padre, en el momento de abdicar les
reclama promesas de amor filial, muestra los traspiés que los ju ­
gadores arriesgan cuando las barajas de uno descolocan la se­
cuencia de los otros.
Es el error lo que induce a este rey a repartir en vida su reino,
poder y fortuna, desconociendo que la herencia es sólo de la cas­
tración, la falta instituyente que la muerte presentifica en lo real.
Adelantándose a su muerte, el apresuramiento trae lo peor.
Sus dos hijas mayores buscarán despojarlo de lo que le resta,
mientras que la menor, la fiel Cordelia, será despojada de todo,
hasta quedar fuera de escena: su padre reniega de ella. El viejo
rey no soporta su función hasta el extremo de la cuerda, la que las
Moiras hilan, tejen y cortan con una decisión que excede la hu­
mana contingencia.
Este anciano que renuncia no admite la entrega de sus emble­
mas. Quiere guardia y honores propios del lugar que no sostiene.
¿No es así como terminan ciertos análisis, con la demanda
implícita del analista en el puño del bastón que sin embargo no
está dispuesto a sostener hasta el final de su caída?
Como en la tragedia, para que el analista sostenga el tiempo
difícil de la transferencia y no lo apure por intolerencia, hay que
diferenciar los efectos que su presencia propicia o impide. A los
avatares de lo real que anima a la pulsión no cabe apurarlos des­
conociendo una lógica que indica esta articulación de los tiem­
pos.
La prudencia cuenta la serie de las marcas y hace del tiempo
circular, de la repetición, el tiempo irreversible del acto. Que se
anuncia como el Evangelio: algo nuevo comienza.

[122]
Isidoro Vegh

Entre el eterno retorno nietzscheano y la ilusión racionalista

trazo, la marca de cada paso por el lugar simbólico en el que un


goce se desprende.
Así se constituye la serie del tiempo irreversible que inaugura
el acto.
El fin de un análisis, no es el tiempo de la rueda sino cuando
ésta, en la eterna quietud de la piedra, traza el surco del deseo.

Bibliografía
1 Lacan, Jacques, “Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanaliste
de l’Ecole”, Scilicet.l. Paris, Éditions du Seuil, 1968, p. 19
2 Lacan, Jacques, Le Séminaire, livre XI. “Les Quatre Concepts
Fondamentaux de la Psychanalyse”, Pans, Éditions du Seuil, 1964,
p. 245.
3 Lacan, Jacques, Le S in th ô m e , Año 1975/6, clase del día 13 de enero
de 1976.
4 Freud, Sigmund, “El motivo de la elección del cofre” (1913), O b r a s
C o m p le ta s , Vol. XII (1911-13), Buenos Aires, Amorrortu Editores,
p. 303.
LOS TIEMPOS DEL ACTO ANALITICO *

V o y a retomar, para articular los tiempos del acto con la posi-

D D. demandas
d: deseo
I: Identificación
T: punto T de la transferencia
X: punto inicial

Si a esta banda ¡e pego, siguiendo su borde, un disco -n o es


realizable en el espacio tridimensional-, obtengo un cross-cap.
La banda representa al sujeto v el disco al objeto a.
El borde de una t a n d a d e M o eb ias le sirve a _ T _ y ^ jw a jn H i-

* Fragmento del Seminario “Los tiempos del acto analítico”, dictado


en la E.F.B.A., diciembre de 1993.

[125]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

car el recorrido que realiza un análisis. Lo plantea en el Semina­


rio X I, “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanáli­
sis”, donde cada punto de_esLe. b_ord£.es_UILaYaIlC£.en las deman-
d as_del_anai¿zajite^jm regíssióo. Hasta que llega al
punto T. donde se producen dos opciones opuestas: un cortocir-CO
cuito que lleva nuevamente al sujeto al punto.de partida, si el
analista se sitúa de modo inconveniente - p ropiciando la identifi-
cjció n -; o atraviesa el plano de la identificación y completa e lQ
recorrido llegando al punto inicial x de .otro modo-
Es fácil advertir qué es de otro modo: si la banda más el disco
es .el. cxossrcap„-rla banda.es el sujeto. el disco es el objeto a-,
tenemos el fantasma (ftpa^hacer este recorrido con una tijera
implica separar la t
Un análisis e
(tp)} que habrá sido de anticipación de aquellos significantes que
.borde at>an.ujLgoce,_

tp

tp: tiempo prematuro


tr: tiempo retroactivo
P.A.: puntualidad del anuncio
M.A.: momento del acto

* Es un modo, de-escribir el liherar al spjeto de sp


fijación al objeto de goce.

[126]
Isidoro Vegh

El futuro anterior “habrá sido” indica que sólo por lo que si­
gue se llegará a reconocer, entre lo que el analizante dice en la
¿serie de sus demandas; cuáles son Jos hitos que marcan el horde
del goce Que lo retiene.
Primer tiempo, donde es condición que se haya situado, en el
lugar del analista, el efecto de estructura que llamamos Sujeto
supuesto Saber (S.s.S.), transferencia simbólica que inaugura el
movimiento de un análisis.
El tiempo que nombramoipiTñtualidád def anuncioj-un punto

tuarlo entre lo Real, lo Imaginario y lo Sim bólico- indica cuándo


ei sujeto va no puede no saber qué lo retiene. Retroactivamente,
sitó?,el valor.Qpsraüte.en.,ia.pasion.de la ignorancia: si hay análi­
sis es por lo que el sujeto no quiere saber.
En el texto “El perfume. Historia de un asesino” \ la puntuali­
dad del anuncio aparece cuando el protagonista se encuentra, en
una pesadilla, con la verdad insoportable: un olor que lo ahoga.
Especialista en recibir aromas, descubre que es el propio el que
no puede oler: un mensaje que le llega desde el Otro revelando la
condición que lo ubica fuera del mundo de los humanos.
Puntualidad del anuncio (PA) que el sujeto recibe en un reco­
rrido que excede el saber y reclama la dimensión de la escena, la
presencia. ELanuncio no es sólo un mensaje: es un mensaje que
se presenta en escena.
Es el fundamento de lo que llamamos transferencia como real
m ud ad o . No sólo de la dimensión simbólica de la transferencia,
es el momento en que el analista se presta a sostener el lugar del
objeto.

[1 2 7 ]

I
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

n id o . Transitado el circuito, el análisis se muestra finito. No es


un recorrido ilimitado: hecha la doble vuelta, el sujeto corta con
el objeto que lo retiene.
Pero también es análisis infinito. Como dice Lacan, somos
adeptos a la revolución, la de las órbitas celestes. El sujeto reco-
rre él mismo camino de otro modo, resignificando cada uno de
aquellos hitos que lo marcaron: es lo que l
activo (tr). Se produce en análisis y fuera de él.

Hay que hacer este recorrido hasta que podamos conjet


que. d sujeto seguirá girando; .así leemos la frase, c

En la vida, nos lleva de un punto al otro, y también en el aná­


lisis; se juega con estructura de ficción que se ofrece en lo real.
Es la cuestión del falso ser: no tenemos otro. Si alguien, como el
poeta, dice: “Amigo, la muerte nos aguarda, levanta tu copa, bebe
y ama”, se puede alegar que invita a un falso objeto, porque el
objeto se construye, se produce: si el sujeto es efecto, el objeto es
producto.
El análisis nos m uestra este efecto en la transferencia, cuan­
do el analizante increpa al analista y éste piensa: “yo no tengo
nada que ver con este^personaje con el que me identifica” . Sin
embargo está implicado, es un producto del recorrido. Horror,
descubre la estructura de ficción; también del vino y el amor
del poeta. Al mism o tiempo instaura lo sagrado: esa ficción en
lo real de la escena, entre el sujeto y el Otro, pasa al encuentro
de una presencia que muestra su valor. Ella anuda goce, deseo y
amor.
Dos consecuencias: una la del horror, cuando Santo Tomás al
final de su vida, concluye que su obra es escoria; la otra, que allí
donde todo parece podrido somos invocados por nuestra condi­

[1 2 8 ]
Isidoro Vegh

ción a construir, en la relación con el Otro, un valor que se cubre


como objeto, vacío que alberga el goce de la ofrenda.
George Steiner2, en “Presencias reales” -libro de apabullante
erudición, de cultura renacentista- nos acerca un arduo alegato
para recordamos que la escritura no es solamente un juego de
letras.
Dice que el arte no es el acopio sino el encuentro de letras que
hacen presente a Dios. Para Lacan, “los dioses son de lo real”.
Sólo cuando la(|etra)ciñe ese pedazo de Real que llamamos
goce resulta nuestro alimento sagrado, nuestra ambrosía, la vida
logra la gracia que nos sostiene. Esto es lo maravilloso. Reduci­
do a nada, como un final de análisis lo descubre, se redefine.
Como no vamos a esperar al Otro divino para que nos com­
pense por la nada que nos encuentra, no nos queda otra alternati­
va que inventar; según nuestra esencia, sustancia y existencia. No
hay más, pero tampoco menos.

¿Por qué necesitamos que ciertas cosas se jueguen en la esce­


na?, ¿por qué, si quiero a un amigo, no alcanza con que lo invite
a charlar?: también lo voy a convidar con café, aunque nadie
suponga que tiene sed. Hay algo de lo real que es imprescindible.
Referido al análisis, Freud lo descubre precozmente ahí don­
de Breuer no lo soporta, en la apelación a una presencia.

En general se oponen ficción y realidad. Propongo el oxímoron:


i real de la ficción JSiguiendo a Steiner. diré que la ficción yalfiJSll
el arte, pero también se encuentra en la vida, cuando deviene
escena v presencia de un pedazo de Real.
D onde el significante del Otro no hace lazo con el trazo del
sujeto, un sentido en lo Real alcanza al sujeto sólo en una escena
que presentifica una dualidad: un lugar y una posición. La

[129]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

necesariedad de la escena nos hace aprehender que hay algo irrea­


lizable en el encuentro de la palabra. Que precisa una ficción
jugada en lo real que defina el lugar del Otro y la posición del
sujeto.
El mayor error de Marx fue cuando dijo: “No puedo hacerme
socio de un club que me acepte a m í como socio”. La frase, de
Groucho Marx, es un error, porque cuando me hago socio de un
club, si sé que pertenezco a esta dimensión humana que me enca­
dena a la oscilación entre falso ser y no ser, aunque un club por
aceptarme va no es más un lugar divino, también me descubre
que no hay otro lugar. L a dignidad) que le reclamo sólo yo la
puedo producir, en el lazo con el otro. Vale para un club, para la
familia que fundo, la casa que habito o la mujer que amo.

Bibliografía
1 Suskind, Patrick, “E l P e r fu m e . H is to r ia d e u n A s e s in o ”, Seix Barral,
Barcelona, 1985.
2 Steiner, George, “P r e s e n c ia s R e a l e s ”, Editorial Espasa Calpe, Bue­
nos Aires, 1993.

[1 3 0 ]
l a e s t r u c t u r a d e l l im it e o
l a e s c r it u r a d e l s u j e t o *

0- P ropongo un aforismo: “El límite de la clínica la hace innece­


saria”, y sus corolarios:
a) la ausencia o la inoperancia del límite decide la clínica.
b) El límite define el infinito donde sólo se suponeun infinito
indefinido.
c) Análisis definido o indefinido es consecuencia de la efica­
cia del límite, o de su inoperancia.

1- Catando Lacan decide situar la referencia al límite llamado


castración, en su relación aK^bjeto a) lo hace acudiendo a la teo-
ría de. los números que se centra en los números reales. Estos
incluyen los números enteros, positivos o negativos; los números
fraccionarios o racionales, que sin ser enteros pueden ser repre­
sentados por una fracción de enteros; y los números irracionales
com opi. 1,131416.... Lacan decide usar este capítulo de la mate­
mática para pensar el objeto a.

* VI Jornadas “La práctica de los bordes”, “La clínica en sus límites”,


Escuela Sigmund Freud de Rosario, diciembre de 1993.

[1 3 1 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Ésta es la definición de(límite)que nos da la matemática:


‘T ara una-seriejt de números reales decimos que y es su lími­
te, siendo también un número real, si y sólo si para todo
mpres<Ltita un núinerQ£ntero positiyQ Cualquiera, existe un n> N
tal que todo xn - y < e entendiendo por épsilon a un número
mayor que 0”
A partir de esta definición se puede escribir, con los maternas,
el límite, pero escribir el número que es límite no es posible,
porque un real es inagotable. La denominación “reales” encaja
bien con lo que, en la teoría psicoanalítica, es lo.imposible de ser
escrito. De todas maneras -dice Lacan-. en definitiva se escribe,
pero se escribe por un-borde,

2- E 1 límite también se puede presentificar en la proporción ar­


mónica con la que Lacan establece la relación entre un segmento
igual a uno con el que identifica al Otro. Una parte proyectada en
ese segmento con la cual identifica al objeto a es la relación del
Otro y el objeto, que escribimos con esta fórmula

cp es un número irracional, la inversa de a, que para Lacan en


esa fórmula tiene un valor de 0,618, la inversa del n° de oro. Esto
le permite formular una lógica rigurosa de la relación del objeto
a con el Otro, para determinar su afirmación “no hay relación
sexual.”; .naLay x d ac ion de acuerdo, el objeto no encaja exacta­
mente c
este otro (a) no cierra, es un irracional.

[132]
Isidoro Vegh

A=1

- = 1,618
a
A partir de estos segmentos armónicos, de esta relación del Otro
como uno del goce con el objeto a, establece una diferencia allí
donde nuestra intuición querría ignorarla. Para nuestra intuición el
infinito que se puede establecer haciendo series llevaría a exten­
derse, si fuera desde el número 1 en adelante, desde 1 al infinito *.

a 1

(l-a ) = a2 (l+ a) =
a
1
( 2 a -1) = a3 (2+a) = a2
1
(2 - 3a) = a4 (3+2a) = a3
1
(5a-3) = a5 (5+3a) = a4

(5 - 8a) = a6 (8+5a) = 7
1+a 1°°

* Fórmulas del Seminario de Jacques Lacan De un Otro al otro, clase


del 22 de enero de 1968.

[1 3 3 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Este infinito que avanza y sigue es lo que Aristóteles llamaba


el infinito indefinido, el que nuestra intuición, a priori reconoce.
Lacan -co n estas mismas fórmulas y haciendo jugar lo que llama
serie de Fibonacci- encuentra que hay Otro infinito que avanza
desde 1 hasta 1 + a, es decir que este a funciona como límite.
Nuestra intuición en general, ignora que no hay oposición entre
límite e infinito, o al revés, que hay un infinito que sólo se insti-__
tuve gracias a que hay límite. Es lo que en psicoanálisis llama-

3- O tr a manera de escribir el límite viene desvelando a los lógi-


cos desde hace más de dos mil años: la paradoja eleática con la
cual Zenon, discípulo de Parménides, quiere confirmar la verdad
de su maestro: que sólo hay Uno. Si sólo hay Uno, no puede
haber A y B, una flecha no puede pasar de un punto a otro. ¿Cuál
es la demostración de Zenon?: para ir de A a B, tengo que pasar
primero por C, pero para ir de A a C primero hay que pasar por D,
y para ir del punto A al D hay que pasar por E. Esto se repite al
infinito. Zenon concluye que la flecha no se mueve, que el ser es
uno e inmóvil.

A E D C

Esta paradoja nos presenta, con el movimiento de la flecha,


algo que acuerda con nuestra intuición. Nos invita a avanzar des­
de 1 al infinito, pero en el tiempo de su razonamiento hace el
movimiento inverso: la dirección que toma es exactamente la
opuesta. Desde el infinito que nuestra intuición propone conclu­
ye, en su razonamiento, con el otro infinito que es convergente.

[1 3 4 ]
Isidoro Vegh

Lo que Zenon está proponiendo es cómo la instauración del


límite -a c á el límite es A y B - instaura la infinitud. Lacan lo
desarrolla en “Encoré”, al presentar el goce fálico.

4- V o y a escribir el mínimo de un esquema que la mayoría cono­


ce, para ofrecer otra manera de pensar el límite

Qm

Es lo que Lacan llamó el modelo óptico: hay un espejo cónca­


vo, un espejo plano, un jarrón real que produce una imagen real
con sus flores y su reflejo en el campo del Otro. Para Lacan, estas
flores no pueden pasar al cam po del espejo, no son espe-
cularizables.
/.Qué pasaría si en este vaso, que tendría que tener su borde
libre, pegamos en forma invertida, esto que sería una manera de
escribir un cross-cap?

ELcross-cap es una banda de Moebius en la cual se pega, en

[1 3 5 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

to d o su b o rd e, un d is c o : es irre a liz a b le en el esp acio


tridimensional, lo que no impide que el matemático lo escriba.
¿Qué pasaría si de este cross-cap yo recorto este disco, que es
u n jiisco que se autoatraviesa y con el cual Lacan representa el
Objeto a? Si lo recorto queda una banda de M oebius pegada al
vaso. ;Q ué efecto produce si a un vaso que tiene un borde -
topológicamente que tenga un borde es que hay algo que marca
como límite qué es interior y qué exterior- le pego, en ese borde,
una banda de Moebius?: transformo todo el vaso en una banda de
Moebius, todo el conjunto pasa a ser una superficie topológica
donde hay continuidad entre interior y exterior.
¿Qué valor tiene esto para una referencia a nuestra clínica?
Lacan lo piensa en el Seminario de “La Angustia” con el fenó-
meno del doble en Guv de M aupassant, desde el testimonio
autobiográfico de su cuento final “El Horla”.
Cuando eko b je to a tiue no debiera pasar, esas flores que están
del lado.de la imagen real y que debieran quedar como resguardo
libidinal en el sujeto, pasan al espejo, se producen dos efectos: se
van a otro espacio -hay quien supuso que Horla podría querer
decir hors-lá, fuera de aquí, aquí no es el lugar conveniente-. El
ohjeto a a caminar ñor lorealCEs lo que siente Maupassant:
que hay un fantasma, algo, un ser real que come de su plato, bebe
de su vaso, lo observa, lo vigila y está dispuesto a matarlo?)
Al mismo tiempo, reverso del fenómeno del doble, el sujeto
no se reconoce en el espejo, su imagen se le desvanece. Valor
estructurante de un borda, cuando funciona como límite, se hace
presente en su ausencia y jo s efectos que la clínica recoge.
Si funciona como límite)logra valor estructurante, si deja de
funcionar como tal, se produce un efecto invasor entre interior y
exterior que en la clínica se conoce como el fenómeno del doble.

[1 3 6 ]
Isidoro Vegh

Dice el cuento de Maupassant:


“¿La destrucción prematura? ¡Todo el tem or de la humanidad
procede de ella! Después del hombre, el Horla. Después de aquel
que puede morir todos los días, a cualquier hora, en cualquier
minuto, en cualquier accidente, ha llegado aquel que morirá so­
lamente un día determinado en una hora y en un minuto determi­
nado, al llegar al límite de su vida.” 2.

Cuando el límite funciona en la estructura, el límite del final


se hace presente en cada momento de la estructura. La castración
está presente en toda la serie. El Horla es la ausencia del límite
salvo en la muerte real.

5- T ambién refiere al límite el nudo borromeo.


En los lugares donde se superponen los distintos registros,
Lacan coloca sentido, goce fálico, goce del Otro. En el lugar donde
se recubren los tres agujeros, el objeto a.

R: Real
S: Simbólico
I: Imaginario
s J<J>: Goce Fálico
JA: Goce del Otro
a: objeto a

Se puede plantear una intervención donde la densidad del sen­


tido nos presenta una pregnancia de lo Imaginario que exige, un
de lo Simbólico. Intervenir en el mundo del
sentido es nresentificar el límite de lo Simbólico.

[1 3 7 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Si lo que tiene dominancia es el lugar donde lo Simbólico


hace inmixión en lo Real, produciendo la ostentación del goce
fáJicQ en el síntoma^ la eficacia j
d ^ .SimbáUQfijs§a.qü£j3^.^^]jiQ.^ii^aihrir-

Cuando la pregnancia o la dominancia es del cam podelgoce


del Otro^.cuando lo Real se descubre en el Imaginario, una sor­
presa aguarda a nuestra clínica: la eficacia que cumple función
de límite reclama la eficacia de lo Imaginario. Es lo Imaginario
que funciona como límite.

[1 3 8 ]
Isidoro Vegh

En cada caso cabe preguntamos de qué otro modo decirlo: en


el primer caso es la eficacia del significante la que permite, más
allá del sentido, reencontrar un sin-sentido. En el segundo es cuan-
do el analista escribe letra en lo real de la transferencia poniendo
límite a la exageración de lo Simbólicp^EiLeLúltirao,. es lajjre-
sencia como cubiertajm aginaria de un pedazo, de_Real la que
funciona. Esta presencia -enseñó Heráclito- dice com o el orácu­
lo: no interpreta, hace signo.

Bibliografía
1 Suppes, Patrick. Teoría Axiomática de Conjuntos, “Números racio­
nales y números reales”, Editorial Norma, Colombia, 1968, p. 116.
2 Maupassantt, Guy de. "El Horla ”, Editorial Argonauta, Buenos Ai­
res, 1988, p. 73.

[1 3 9]
'V • * t
EL ACTO ANALÍTICO Y LA LÓGICA
DEL TIEMPO. CONTEMPORÁNEOS

O- C uando el Seminario que fue lugar de su enseñanza aún no


había comenzado, el tiempo lógico1desplegaba sus respuestas a
un sujeto que alternaba entre el encierro y la libertad posible.
Distinción de tiempos, su estatuto no era homogéneo ni en
secuencia ni en sustancia: instante de la mirada, tiempo de com­
prender, momento de concluir, decían de la puntualidad del pri­
mero, la indefinición del segundo y el intervalo acotado del últi­
mo; instancias que cedían en cada variante a la incidencia de las
otras: en el resplandor de la mirada, el juego de la palabra, la
conclusión de un corte.
Texto princeps que fuera retomado por el autor años después,
bastante alejados en la dialéctica de su praxis para confirmar su
interés y sus insuficiencias.
Su referencia a cada protagonista como objeto para los otros
subrayó que el objeto central de su nudo no había figurado en la
primera versión. ¿Cómo no habría de alterar la respuesta lograda
a un sofisma que se reconocía en el horizonte de su tiempo?
Y nuestro tiempo, ¿qué revisión nos reclama, si el acto fue lo
que vino en el despliegue siguiente, redefiniendo las razones de
la cura, los resortes de su poder?

[1 4 1 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

La puesta en pregunta del tiempo por la introducción del acto


reenvía al tiempo del sujeto; la repetición, concepto fundamental
del psicoanálisis, nos inquiere2.
Recuerdo, repetición y elaboración3parecen oponer el recuer­
do como insistencia significante -retom o de la palabra en sus
form aciones- a la repetición puesta en escena de lo que escapa a
la palabra.
“Más allá del principio del placer” 4 acentúa el valor de la
repetición como emergencia de lo siniestro y lo trágico en la vi­
gencia de la muerte que, hecha instinto, desliza a cero una caden­
cia que decae en su extremo.
En “La Carta Robada” 5, la pulsión de muerte es referida a la
ley de la palabra, cadena significante que juega al azar y produ­
ce, en su flexión, el trazo que insiste.
La insistencia significante retiene al sujeto en sus efectos pero
también, por la diferencia que todo significante tiene consigo
mismo, instaura la distancia con lo que fue.
M ejor perfilado es el trazo que insiste en la obra; no impide,
más bien subraya la creación.i

i D ela lógica del Inconciente a la del fantasma un desliza­


miento acentúa la relación al goce, otra sustancia que enlaza al
sujeto: sustancia gozante que decide la fijación y el retomo, ya
no del significante en su identidad y diferencia sino como vuelta
de lo mismo.
Lo Real, com o pedazo de goce que anuda la trama, retom a
en más de un modo: en la dem anda de análisis, cuando avanza
en la serie de las regresiones hasta que alcanza la fijación a un
goce que se m uestra en el tiempo y adquiere valor de presen­
cia.
El ser nos llama como presencia, dice H eidegger6; nosotros

[1 4 2 ]
Isidoro Vegh

decimos que el ser del objeto llama desde lo Real como presen­
cia, y a ella se presta el analista.
El analista sostiene como presencia -cubierta imaginaria de
un pedazo de real- la ex-posición del lugar que retiene al sujeto
para lograr, con sus intervenciones, el cambio de un destino por
un estilo.

Lo Real también golpea desde el objeto, como recuerdo -p au ­


tado o n o - que se dirige al Otro.
En el Seminario de “La Angustia” 7, la repetición de los soni­
dos del shofar no es solo escansión significante: emisión y pre­
sencia de la voz. Que recuerda a Dios, el Otro real, la voz que
acordó el pacto.
Como el ágape cristiano que, en presencia del objeto oral,
renueva el pacto en la comunión. O el ritual rockero de la fiesta
adolescente que anuncia la irrupción de una generación que in­
tenta hacer oir su voz.
¿No sería otro modo de leer el acting-out, no sólo por la de­
manda de interpretación sino también por la vigencia de un obje­
to que pide respuesta en lo real?2

2 - D e aquí a una propuesta, la que nos sugiere una práctica del


análisis que hace del acto, del analista, el punto nodal de su efi­
cacia. Acto que afecta a lo mismo de un goce que desde lo real es
causa de lo que sufre.
Tiempos del acto que se despliegan en serie discontinua: (ver
esquema página 2 de “Los tiempos del acto analítico”)
1) Tiempo prematuro, que se sabrá habiendo sido colección
anticipada de los trazos que hacen borde a un goce.
2) Puntualidad del anuncio: el sujeto encuentra en la serie el
extremo que lo retiene y ya no puede no saberlo. Inaugura el

[1 4 3 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

intervalo de angustia, cuando un corte sería posible pero nada lo


asegura.
3) Momento del acto: requiere al analista en su presencia y lo
reclama en su intervención. Culmina en el corte, que la barra
marca, de un acto que abre al sujeto otra vuelta en el deseo.
4) Tiempo retroactivo: desde el suceso del acto, la colección
primera redefine su valor.
Así podría leerse el finito-infinito8, final del análisis que Freud
propusiera.
Final del acto, infinitud retroactiva que deja al sujeto disponi­
ble para otra vuelta, en el análisis y en lo que sigue.
Es lo que dice la humildad lacaniana cuando nos revela: “me
paso el tiempo pasando el pase.”

3- £ s d e sus pases finales, que en el nudo mostró contemporá­


neos al analizante y al analista como presencia, cuando ponen en
escena la simultaneidad de los registros. Contemporáneos, el pa­
sado y el futuro se juegan en lo real de una presencia que también
es presente. Aún como don de la vida que se opone a las sombras
del Hades.
Infierno y paraíso son actuales, nos reúnen en la escena inexo­
rable, como en el análisis a sus protagonistas.
4- £ /u e lo Simbólico sea eficaz en el límite de lo Real, lo Imagi­
nario consistente por el agujero de la palabra y el carozo del ob­
jeto, y lo Real que sea ya anudado, dice de ciertos retornos con­
temporáneos: azeríes que queman armenios, bosnios a croatas y
estos a serbios, muestra la vuelta a una identificación primera de
lo Real que perdió el límite de la ley Simbólica. Caída la marca
nacional que acota la densidad de un Real primero, éste irrumpe
desanudado: desconoce al semejante en aquel que no se iguala.
M ás allá del lamento que por este retomo profiere la ciencia

[1 4 4 ]
Isidoro Vegh

del progreso, es la invitación a una ética que descubre allí la vi­


gencia inagotable de su función.
El escepticismo del análisis invita al acto por una estructura
que no asegura su destino ni en el cuerpo social ni en el más
acotado del análisis.
Cuidar del destino del psicoanálisis no es una decisión altruista,
más bien es la aceptación modesta de que el porvenir, si bien nos
excede, también depende de nuestra incidencia en el campo del
Otro.

Bibliografía
1 Lacan, Jacques, Écrits. “Le temps logique et l’assertion de certitude
anticipée”, Éditions Du Seuil, Paris 1966, p. 197
2 Lacan, Jacques, Le Séminaire, Les quatre concepts fondamentaux
de la psychanalyse ( 1964), “Tuché et Automation”, Éditions Du Seuil,
Paris, 1973, p. 53.
3 Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen XII. “Recordar, repe­
tir y reelaborar” (1914), Editorial Amorrortu, Argentina, 1976, p.
145.
4 Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen XVIII. “Más allá del
principio del placer” (1920), Editorial Amorrortu, Argentina, 1976,
p.2
5 Lacan, Jacques, Écrits. Le séminaire sur “La lettre volée”, Éditions
Du Seuil, Paris, 1966, p. 11.
6 Lacan, Jacques, Écrits. Le séminaire sur “La lettre volée”, Éditions
Du Seuil, Paris, 1966, p. 11.
7 Lacan, Jacques, Seminario “L’angoisse” del 22 de mayo de 1963.
8 Freud, Sigmund, Obras Completas, volumen XXIII, “Análisis
terminable e interminable” (1937) Editorial Amorrortu, Argentina,
1976, p. 212.

[1 4 5 ]
PARTE V
* ** \
SUBLIMACIÓN DEL OBJETO,
EXHAUSTACIÓNDEL OTRO *

A lg u n a s citas
Hay un efecto de sentido en lo real que el analista propicia
cuando el sujeto puede crear. En la teoría psicoanalítica tiene un
nombre que considero insuficiente: sublimación. Algunas citas
mínimas tal vez nos ayuden a interrogar este concepto hasta el
encuentro de su límite.
Del Vocabulaire de la Psychanalyse ', una definición clásica
de Freud, de sus “Nuevas Conferencias” del año 1932: “Desig­
namos como sublimación una cierta suerte de modificación del
fin (Ziel) y del cambio del objeto en el cual entra en su conside­
ración nuestra evaluación social” (p. 465). Cambio del fin y del
objeto de la pulsión sexual que pone en juego la consideración
social; es una de las tesis freudianas clásicas. En el texto sobre
“La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna”, de 1908,
dice: “Las fuerzas utilizables para el trabajo cultural provienen
así en gran parte de la represión de esto que se llama los elemen­

* Fragmento el Seminario “Las intervenciones del analista” ofrecido


en la E.F.B.A. el 5 de octubre de 1991.

[1 4 9 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

tos perversos de la excitación sexual” (p. 466). Característica del


destino pulsional en la sublimación, que no es un destino sujeto a
represión.
En “El Yo y el Ello”, Freud escribe sobre el retiro de catexias
libidinales que vuelven hacia el yo, una relación narcisística se­
cundaria a la relación de amor, leíble como energía desexualizada,
que también podría llamarse sublimada. Hay un retiro de la rela­
ción libidinal con el O tro previo a que el sujeto pueda consagrar­
se a alguna labor creadora. La frase de Freud indica: “Si esta
energía de desplazamiento es de la libido desexualizada se está
en derecho de llamarla también sublimada, ya que si bien va a
instituir este conjunto unificado que caracteriza al yo o la ten­
dencia de éste, se atendría siempre a la intención mayor de Eros,
que es unir y ligar”. El retiro de la libido puesta en el Otro, vuelta
sobre el yo, desexualizada, merece nombrarse como sublimada.
Lacan, en “La ética” 2 -sem inario del comienzo de su ense­
ñanza-, afirma que “al nivel de la sublimación el objeto es inse­
parable de elaboraciones imaginarias, y muy especialmente cul­
turales”. Sitúa la sublimación en el entrecruzamiento de Imagi­
nario y Simbólico.
En el Seminario inédito del Acto Analítico, propone este es­
quema:

Je ne pense pos

[1 5 0 ]
Isidoro Vegh

Escribe “Je ne pense pas”, yo no pienso; “Je ne suis pas”, yo


no soy; el lugar de la repetición . La flecha que lleva hacia el “Yo
no pienso” indica la alienación; las otras dos, la transferencia y la
verdad. Por la transferencia el sujeto pasa de la alienación a un
efecto de verdad, convierte una pérdida primera en una falta sim­
bólica: Yo no soy (objeto de goce para el Otro). El eje del acto
escribe el corte del objeto en el cual está retenido el sujeto, a,
resto que se desprende.
En “La Lógica del Fantasma” -e l seminario anterior- Lacan
escribe lo mismo, salvo que en una flecha pone sublimación.

No habría que sorprenderse cuando una discípula inteligente,


Catherine Millot, le preguntó si lo que proponía como final de
análisis era equivalente al concepto de sublimación: sublimación
y final de análisis, ¿son lo mismo? Lacan respondió, tan amable
como siempre: -D e ninguna manera.
En su escrito sobre la sublimación, donde trabaja la arquitec­
tura y la disposición de la luz y las tinieblas en la casa japonesa3,
resalta el efecto de recreación de un vacío.

La sublimación toca el mundo de los objetos imaginarios, in­


troduce en lo real una diplopía ante el sentido consagrado. Inte­

[1 5 1 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

rroga el sentido en un objeto en lo real, un producto, la obra. En


el seminario de “La Etica” se define la sublimación como “La
elevación del objeto a la dignidad de la Cosa (p.133).” La Cosa,
el Das Ding freudiano que más tarde nombra como lo real.

jFantasm as de la neurosis
Si la sublimación es requerida, responde a un efecto de es­
tructura.
El neurótico tiende inexorablemente al doble efecto que mar­
ca la pulsación del Inconciente, rutiniza su mundo cristalizando
sentidos, sueña con los lugares donde ese sentido podría dejar
una mínima abertura que traiga algo de aire fresco.
Tres fantasmas clásicos del neurótico obedecen a la recomen­
dación del gobernante “del trabajo a casa, y de casa al trabajo” .
Cualquier gobernante que diga “la casa está en orden” nos pro­
pone un circuito ordenado. Si lo logra, paradójicamente obtiene
muchos votos, porque hay algo del neurótico que lo anhela. Pero
también hay algo que va más allá: en la casa, donde la dama cum­
ple con sus deberes conyugales, el neurótico sueña con la prosti­
tuta; en el trabajo, sueña con el mendigo, aquel que supone en el
desasimiento del orden simbólico laboral; y en el camino que va
desde la casa al trabajo el neurótico sueña con el loco, a quien le
atribuye la libertad de volar. Son tres fantasmas típicos de un
neurótico que jam ás en su vida habló con un loco, una prostituta,
o un mendigo.

L a dignidad de la cosa
Lacan cuenta un breve ejemplo de su amigo Jacques Prévert.
Al ir a visitarlo, en la época de la ocupación nazi, en una ciudad
del sur de Francia, encontró en su casa una colección de cajitas
de fósforos levemente entreabiertas, como para advertir que es­

[152]
Isidoro Vegh

taban vacías. Lacan lo recuerda como un ejemplo de lo que po­


dría ser esa dignidad de la Cosa: ¿qué hay más inservible que una
cajita de fósforos, qué más insignificante que ese objeto que uno
usa y no mira? Un objeto inútil, puesto de cierto modo, cuando
ausenta el contenido, deviene objeto estético, convierte lo impo­
sible en real.
Otro ejemplo, muy freudiano: Leonardo Da Vinci y su cuadro
La Gioconda. Como sucede con los mitos, leyendas o religiones
cuando se sostienen a través de los siglos, que indican algo de
nuestra estructura, hoy ya no es sólo el cuadro de Leonardo, es el
cuadro más la tradición que inaugura, lo que de ese cuadro se
dice.

La Gioconda reclama una lectura allí donde habitualmente


los críticos sitúan el lugar de la pregunta: ¿es la sonrisa de una
virgen, como las Madonnas rafaelianas, una mujer que se sustrae
de lo camal -e n tradición cristiana-, esencialmente madre, cuya
espiritualidad está opuesta a la demanda pulsional del sexo, del
cuerpo? ¿Es el acuerdo con la recomendación de San Pablo, quien
dirigiéndose a los padres les decía: - ”Si tenéis hijas, os reco­
miendo prohibirles que se casen”? San Pablo sabía, a diferencia
de las psicologías de nuestros días, que el sexo no tiene remedio.
El celibato no es una institución caduca, es una respuesta elabo­
rada a lo real del sexo. ¿La sonrisa de la Mona Lisa, es la insinua­
ción de la beatitud o, como dicen quienes la cotejan con la sonri­
sa del Juan Bautista y con otros cuadros de Leonardo, es el trazo
de una mujer que manifiesta anhelos, deseos que la muestran ya
no como madre sino como mujer? Ésa es la discusión, el enigma
de la crítica.
¿Y si el sentido que desprende fuera precisamente lo que es­
tas dos posiciones polares nos presentan?, ¿si lo que ese cuadro

[153]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

nos acerca -desde Freud hemos leído que Leonardo estaba espe­
cialmente dispuesto para registrarlo- fuera algo que no se dice
pero que se sabe: que una madre desea, y lo que desea es el sexo?
¿No es, después de todo, la tesis freudiana? En el cuadro del ar­
tista, como efecto de sentido en lo real, se ofrece en enigma que
atrapa la mirada. ¿No podría ser ésa la razón que sostiene a este
cuadro en el lugar que le otorga la cultura?

Z>a sanción del otro


La sublimación interroga al sentido; Freud nos dice que tiene
un valor social. Si el sujeto retenido como objeto de goce a mer­
ced del Otro, puede crear un objeto, entonces provoca una inci­
dencia en el Otro real. Que pueda hacerlo, precisa del Otro que
sancione como obra su creación.

Un ejemplo es Van Gogh. ¿Quién le permite sostenerse como


creador en el campo de la pintura? Otro que se encuentra en lo
Real, que él mismo, con su discurso, con sus cartas, lo crea. Se
llama Theo. Si Theo cuelga sus cuadros es suficiente para que
siga pintando. No es una interpretación absoluta pero subrayo:
en el umbral de la muerte de Van Gogh, Theo, urgido por su hijo
enfermo y problemas económicos serios, decide irse a Holanda.
El Otro del cual Van Gogh recibía la cuota vital estaba próximo a
partir.

U n destino de la pulsión: Apólogo


U na c u e stió n nos in terro g a: ¿qué quiere d ec ir que la
sublimación es un destino de la pulsión que se desvía del fin sexual
y sin embargo no sufre los avatares de la represión? La represión
implica el retorno de lo reprimido. Su prototipo es el síntoma,
pero la sublimación no es el síntoma.

[154]
Isidoro Vegh

Para nosotros, psicoanalistas, sexualidad no se iguala a


genitalidad. ¿Qué es ese desvío del fin sexual?
Un breve relato de otro gran artista, Salvador Dalí en “El mito
trágico del Angelus de Millet” 4, cuenta los efectos que le produjo
la visión del cuadro, las asociaciones que lo tuvieron retenido a
partir de una intuición que la obra precipitó.
Entre las distintas asociaciones sobre la historia siniestra que
el cuadro guardaba *, recuerda una cafetera y unas tacitas de café
que encontró en una vidriera, en las que aparecía el cuadro de
Millet reproducido dos veces: en la cafetera y en las tacitas. Re­
lacionó la cafetera y las tacitas con una gallina clueca y sus polli­
tos -su s elucubraciones teóricas tienen para nuestra lectura el
valor de asociaciones-: entre la cafetera y las tacitas valía el mis­
mo efecto que se produce en los cuentos infantiles cuando un
objeto interviene sobre otro, como la varita mágica capaz de pro­
ducir la transustanciación de un objeto en otro. Mientras la cafe­
tera está ahí y las tacitas al lado, vacías, cada una se reconoce en
sus características. Pero cuando la cafetera comienza a volcar su
contenido, la taza se llena, pierde su individualidad para ofrecer­
se al café; invadida, es transformada en la sustancia que alberga­
ba la cafetera.
¿Qué está diciendo este apólogo?
Si las tacitas de café somos cada uno de nosotros, y la cafetera
el Otro primordial que nos ofrece una especie del objeto a -e l
objeto oral-, si acepto, recibo eso que el Otro vuelca, sufro un
efecto de transustanciación. Lleno del contenido del Otro me
convierto en objeto del Otro, equivalencia simbólica del falo
imaginario, destino sexualizado de la pulsión **.

* El velado entierro del hijo de los campesinos inclinados.


** Falo imaginario que presentifica la vigencia gozosa del objeto.

[155]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Cuando se satisface en su fin sexual, la pulsión obtiene un


goce que es fálico.

¿No cabría leer la cita que subrayan Laplanche y Pontalis del


“Yo y el Ello”, -retiro de la libido del campo del Otro, vuelta
hacia el sujeto desexualizada y sublim ada- como lo opuesto de
este apólogo? Si el sujeto no hace esa equivalencia fálica con el
objeto de la pulsión, retira el objeto del campo del Otro y crea un
objeto más allá. Ciertamente hay un tiempo en que es instituyente
ofrecerse a la mirada del Otro, reclamar la mirada que testimonia
que se está en el lugar del falo imaginario.
Es distinto cuando el pintor renuncia a ser él ese cuadro para
el Otro, a sostener entre él y el Otro el objeto, para proponerlo en
la obra que crea. Quizá no sea casual que en la obra aparezcan
v alores q ue acostum bram os a reconocer en la dim ensión
narcisística. La referencia a la belleza no debe atribuirse al logro
de un todo, más bien se precipita cuando la obra, la creación, se
anuda para recrear un vacío, como en las cajitas de Prévert.

JE/xhaustación del Otro


Que Lacan escriba los dos esquemas mencionados casi idén­
ticos, articula la sublimación a la caída del objeto, presente en el
momento del corte, límite al sentido.
“Usted está afirmando -m e podrían subrayar- que sublimación
y final de análisis como caída del objeto a son equivalentes.”
Cuando se trata, como recuerdo a veces, de alguien como Lacan
o Freud, en principio les otorgo una cuota de fe: creo que Lacan
tiene razón, final de análisis no es sublimación. No es necesario
aguardar un fin de análisis para que los pacientes puedan salir de
ciertas inhibiciones sintomáticas y comiencen a crear, a subli­
mar.

[1 5 6 ]
Isidoro Vegh

¿Cómo se resuelve esta aparente paradoja? Con el término


“sublimación” estamos cubriendo dos cuestiones que reclaman
diferentes palabras: hay muchos cuadros que nos conmueven, pero
sólo algunos nos llevan hasta el límite del estremecimiento. Las
obras maestras de la historia del arte tienen más aptitud en pro­
ducir ese efecto, que no es inexorable, también depende de quien
aprecie la obra. En la moderna crítica de arte la obra no termina
de realizarse sino cuando el espectador, el oyente, el lector, la
consume, la recrea con su mirada, su escucha, su lectura.

Que una intervención del analista propicie el efecto de


sublimación puede aparecer precozmente en la marcha de un aná­
lisis. Tiende a que el analizante produzca en lo real un efecto de
sentido, una obra. Esto le servirá para advertir que ese sentido,
en el cual está retenido, tiene alguna articulación con algo que lo
excede, que descompleta su saber, algo de lo real más allá del
sentido.

Cuando, más allá de la sublimación, el sujeto no sólo se ente­


ra de que este objeto pone un límite al sentido sino que hace la
prueba de la inexistencia del Otro, hará la experiencia de la
exhaustación; “exhaustación del Otro”, homologa a la experien­
cia del encuentro con el Otro, como cuenta Meister Eckhart del
goce místico. El goce del creyente, de la criatura con el Creador
-n o s dice M eister Eckhart- sólo es posible si Dios se vacía de
D ios5; con semejante frase estuvo muy cerca de terminar en la
hoguera. El sujeto advierte la inexistencia del Otro: esta es la
sublimación que se encuentra en un final de análisis

£ /n a herejía
Una herejía: si decimos que la sublimación implica esta refe­

[1 5 7 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

rencia al Otro, para producir una obra nos es imprescindible re­


crear el campo del Otro, interrogarlo. Para los que estamos en
este ámbito, el Otro se llama Freud, se nombra Lacan.

Lacan dice de Freud, y lo comparto, que no podemos pensar


que fuera casual que el creador del psicoanálisis descendiera de
un pueblo que hizo del libro su patria. Para Lacan no era aleato­
rio que Freud fuera judío. Vale reconocerlo en su obra: desde la
inteipretación de José a los sueños del Faraón marca que el mé­
todo que propone se inscribe en una tradición de la letra, aunque
no fuera creyente ni albergara ningún sentimiento nacional.
El Otro freudiano, cuando teoriza la sublimación, se sitúa en
los límites y en la perspectiva de esa tradición que Lacan revela
en el final de su obra como los límites del amor al padre.
Es Lacan quien nos invita a pensar un final de análisis no sólo
como la caída del objeto sino como la experiencia del Otro que
no existe. ¿Será casual que quien propone esto sea hermano de
alguien que en la tradición católica ejerce la práctica sacerdotal?,
¿será aleatorio que Lacan llegue a la formulación del goce extra
en la mujer que encuentra en los místicos cristianos? Como él
dijo de Freud, podemos decirlo de él: son las marcas del Otro que
lo constituye y de lo que con ellas pudo hacer.

Bibliografía
1 Laplanche, Jean et Pontalis, J.B. “Vocabulaire de la Psychanalyse”.
Presses Universitaires de France, París, 1968.
2 Lacan, Jacques. “L’ethique de la psychanalyse”, 1959-1960. En Le
Séminaire, París, Editions du Seuil, 1986. Livre Vil, p. 118.
3 Alain Didier-Weill, Viviana Dreidemie, Roberto Juarroz, Catherine
Millot, Isidoro Vegh. “El Objeto del Arte, incidencias freudianas”.
Editorial Nueva Visión.

[1 5 8 ]
Isidoro Vegh

La sublimación, ¿Creación o reparación?, Bs. As., p. 29.


4 Dalí, Salvador, "El mito trágico del 'Angelus’ de Millet”, 2da ed.,
Barcelona, Tusquets Editores, 1983, p. 170.
5 Meister Eckhart, Obras Elegidas, Sermón N° 1, Editorial Visión Li­
bros, Barcelona, 1980, p. 122.

[1 5 9 ]
DE UN DESTINO A UN ESTILO

¿Cuál es la vida que nos convoca? Señoras y señores, so­


mos sujetos del zapping. Pero no hay que enojarse, el zapping
tiene un lado positivo: indica que el ser humano no se resigna a
ser sujeto del destino. Es el ejercicio en acto de la búsqueda de
un programa mejor. El problema es dónde encontrarlo.
Los seres humanos, desde tiempos inmemoriales, cantamos al
pájaro. Hermosos poemas nos llegan desde la antigüedad y se
extienden hasta nuestros días manifestando admiración -y envi­
d ia - hacia aquel que con el batir de sus alas puede sustraerse del
abrazo de la tierra.
El canto al pájaro es un modo en que el ser humano dijo que
no se resignaba a su destino. Se aplaude y se da medallas al salto
del atleta, quien por un instante extiende el límite que para noso­
tros se nombra gravedad. Se aplaude y se da medallas a quien nos
haga soñar con una ruptura de lo que nos hace vivir o sentir que
vivimos encadenados. Se admira al bailarín que, imitando a Icaro *

* Trabajo presentado en las novenas Jomadas Platenses de Psicolo­


gía. “El padecer y su destino”, 4 y 5 de noviembre de 1994, Colegio
de Abogados.

[1 6 1 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

en su salto, nos eleva al instante en que esa ley queda en suspen­


so.
Desde el fondo de la historia nos llega el relato de la Torre de
Babel. El libro sagrado nos hace creer que es un accidente, un
castigo de Dios cuando los hombres quisieron alcanzar su altura.
Relato de una metáfora, en el pensamiento de Leibniz se ex­
presó como el anhelo de una lengua universal. No sólo una len­
gua válida para todos por igual sino un corolario soñado: la au­
sencia del malentendido, del equívoco. Es de nuestro destino de
seres humanos ser sujetos del equívoco que la palabra nos propo­
ne.
L a Torre de Babel testimonia lo que el psicoanálisis llama
“trauma de nacimiento”. Es un trauma inexorable: no podemos
impedir que el Otro hable. El zapping nos permite cambiar de
estación. Pero cuando uno es infans no puede: el Otro habla y el
sujeto soporta el programa que el otro quiere.
Otro relato de la serie de los mitos nos acerca a Prometeo, un
titán, tal vez un demiurgo, creador de hombres, un Dios. Todavía
no se había producido el descenso que hace de Hércules un semi­
diós y de Teseo un héroe. Prometeo es un Dios, que se diferencia
de los demás cuando hurta el fuego divino y lo entrega a los hu­
manos. El relato cuenta del anhelo humano de no quedar apresa­
do en un destino. Poseer el fuego es, para el hombre, la posibili­
dad de extender en el tiempo el valor de los frutos de los cuales
se alimenta, doblar la dureza del metal con el cual sus manos no
pueden, matizar la alternancia del frío y del calor, alumbrar allí
donde la oscuridad extiende su imperio. Nos es imposible imagi­
nar con certeza como fue la vida de aquellos antepasados, nues­
tros padres primitivos, sin el fuego. Su dominio fue un paso para
salir de un destino en que el humano adviene a este mundo en
situación de inermidad.

[1 6 2 ]
Isidoro Vegh

¿Por qué se relata como un robo? Es la pregunta de Freud en


“La Conquista del Fuego”, texto del año 1931 que se gesta sobre
un comentario a “El Malestar en la Cultura” . ¿Por qué esta con­
quista que es una posibilidad de incidir en el destino, se cuenta
como un robo, por qué el agente de ese robo, Prometeo, recibe
como castigo un buitre que cada día come su hígado, renovado
para el cruel martirio?
Freud interpreta que el relato disfraza un acontecimiento de la
historia: que podrían encontrarse rastros de un tiempo en que el
ser humano aprendió a conservar el fuego a cambio de la renun­
cia a apagarlo. Apagar el fuego con la orina fue -según Freud-
aquello de lo cual nuestros ancestros disfrutaban en un goce que
no duda en llamar homosexual. Suspender esa satisfacción le
permitió al hombre avanzar sobre su destino.
Si suspendemos la referencia histórica, -n o hay antropólogo
que avale esta historización de Freud-, una lectura como aquella
que Lacan realiza de “Totem y Tabú”, permite leer un fenómeno
que se repite en la estructura: el ser humano avanza sobre lo inexo­
rable de su destino cuando acepta una renuncia a aquellos goces
que lo apartan de la creación o le sustraen el instrumento para
crear. Orinar sobre el fuego es perderlo, y con él un instrumento
de creación.
Freud pregunta: ¿por qué aparece como un robo?, ¿a quién le
roba el fuego Prometeo? “En terminología analítica diríamos que
es la vida pulsional, el Ello, el Dios engañado por la abstención
de extinguir el fuego...” l.
Suspender las ganas de apagar el fuego orinando es poner­
le un lím ite al Ello, a la pulsión; Freud dice: ponerle un límite
al Dios. ¿Cóm o puede ser que Freud haga esta equivalencia
entre Ello pulsional y Dios? El destino al que el cam ino sin
límite de la pulsión nos llevaría no es un destino fabricado en

[163]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

la naturaleza, es un destino gestado en el designio de los dio­


ses, del Otro.
Dios no es más que una form a de nombrar al Otro que está en
el inicio de nuestro camino. También la pulsión se gesta en el
campo del Otro, se anuda com o destino inexorable, no por un
mandato natural sino por una red originada en el campo divino
del Otro. Divino por lo que nos enseña la otra leyenda, la de la
Torre de Babel, en tanto al sujeto se le aparece con los poderes de
los que él carece. Sujeción al destino es la sujeción a un goce, el
del Otro.
Es el ejercicio de su pérdida el que nos permite un doble en­
cuentro con la verdad, cuando ésta apunta a lo real.
El primero: liberarse de lo demoníaco, de lo trágico de un
destino, reclama como precio la pérdida del goce que nos aparta
del instrumento, el que podría hacemos ir más allá del trágico
mandato.
El segundo, se dice así, en poema:

“Venga una historia de ayer


Que apreciarán los más lerdos;
El destino no hace acuerdos
Y nadie se lo reproche
-Ya estoy viendo que esta noche
Vienen del Sur los recuerdos

Velay, señores, la historia


De los hermanos Iberra,
Hombres de amor y de guerra
Y en el peligro primeros,
L a flor de los cuchilleros
Y ahora los tapa la tierra

[1 6 4 ]
Isidoro Vegh

Suelen al hombre perder


La soberbia o la codicia;
También el coraje envicia
A quien le da la noche y día
-El que era menor debía
M ás muertes a la justicia.

Cuando Juan Iberra vio


Que el menor lo aventajaba,
La paciencia se le acaba
Y le armó no sé qué laso
-Le dio muerte de un balazo,
A llá por la Costa Brava.

Sin demora y sin apuro


Lo fue tendiendo en la vía
Para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
Que es lo que el mayor quería.

A sí de manera fiel
Conté la historia hasta el fin;
la historia de Caín
Que sigue matando a Abel.” 2

Si el destino es inexorable sólo quedan piedras, entre unos y


otros, que crucen el espacio y los tiempos.
Dice el texto sagrado, en la historia que inicia la serie:
“Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a
luz a Caín, y dijo: -H e querido un varón con el fervor de Yahveh.
Volvió a dar a luz, tuvo a Abel, su hermano. Fue Abel pastor de

[1 6 5 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

ovejas y Caín labrador. Pasó algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh


una oblación de los frutos del suelo. También Abel hizo una obla­
ción de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mis­
mos. Yahveh miró propicio a Abel y su oblación, más no miró
propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran
manera y se abatió su rostro. Yahveh dijo a Caín: -¿p o r qué an­
das irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿no es cierto que si
obras bien podrías alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está
el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quienes tienes
que dominar. Caín dijo a su hermano Abel: -vam os afuera. Y
cuando estaban en el campo, se lanzó Caín contra su hermano
Abel y lo mató.” 3.
Una trama que nos conmueve, insinúa una respuesta: en este
mundo, que Dios haga su capricho, incita al riesgo de arrojamos
piedras. Sería el destino al cual quedaríamos sujetos si no cues­
tionamos la intervención del Otro. Si interrogamos su sentencia
-com o hacen los niños cuando preguntan por qué-, haciendo ese
ejercicio que nombro “exhaustación del Otro”, tal vez descubra­
mos que acá, en la tierra, no es el Otro quien debiera responder.
Otro relato lo enseña mejor:
“Discutían los maestros un problema respecto a la pureza de
un homo. Rabí Eliezer decía que era puro. Los rabinos se opo­
nían. Trajo a colación Eliezer todo tipo de demostraciones, pero
los compañeros las rechazaron.
Dijo Eliezer:
-S i la ley es acorde con mi opinión, que el algarrobo lo de­
muestre.
El algarrobo se arrancó de su lugar y voló 60 metros.
Dijeron los compañeros:
-N o aceptamos demostraciones de algarrobos.
Eliezer reaccionó:

[1 6 6 ]
Isidoro Vegh

-S i la ley es acorde con mi opinión, que la fuente de agua lo


demuestre.
Las aguas, entonces, se retiraron del lugar.
Dijeron los estudiosos:
No se aceptan demostraciones de las aguas.
Eliezer:
-S i la ley es acorde con mi opinión, lo demostrarán los muros
de esta casa.
Y los muros empezaron a temblar.
Se encolerizó Rabí Iehoshua contra los muros y les dijo:
-¿Q ué hacéis vosotros en una discusión entre estudiosos?
Entonces los muros dejaron de temblar.
Insistió Rabí Eliezer:
-S i la ley es acorde con mi opinión, que se pronuncien los
cielos.
Salió una voz del cielo que expresó:
-¿P o r qué no atendéis a Rabí Eliezer, que en la interpretación
de la ley siempre tiene razón?
Se levantó Rabí Iehoshua y dijo:
-E stá escrito: “La Torá no está en el cielo” (Deuteronomio
XXX, 12).
No atendemos, pues, a voces celestiales, ya que está escrito:
“Se decide acorde con la mayoría” (Exodo XXIII, 2.)
¿Qué hacía en ese momento Dios?
Sonreía y decía:
-¡M e habéis vencido, hijos, me habéis vencido!
(BABA METZIA 59)4.

Cuando la apelación al Otro se deshecha, queda al sujeto la


retórica de su argumento. Que ella se haga estilo y otro goce será
posible.

[167]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

B ibliografía
1 Freud, Sigmund, O b r a s C o m p le ta s , Tomo XXII. “Sobre la conquis­
ta del fuego”. Editorial Amorrortu, Buenos Aires, 1976, p. 175
2 Borges, Jorge Luis, O b r a s C o m p le ta s , “Para las seis cuerdas”, Mi­
longa de dos hermanos, p. 955/956.
3 Biblia de Jerusalem, Asuri Ediciones, Bilbao, 1975, p. 17
4 Barylko, Jaime “E l M i d r a s h ”, Capítulo 1, Ediciones ABA, Buenos
Aires, 1990, p. 26.

[1 6 8 ]
ACTUALIDAD Y ESTRUCTURA EN
LOS TIEMPOS DEL ANÁLISIS

Q ue *as histéricas de Freud no golpean nuestras puertas es


un cliché que apenas despierta la atención. Nuestra pregunta: ¿por
qué ellas inauguraron el nuevo campo del psicoanálisis, y por
qué hoy, en la antesala de fin del siglo ya no dominan la escena?
Y aún, ¿este cambio dice de un cambio en la estructura o un des­
plazamiento del lugar de acentuación del sufrimiento?
Repasemos: las histéricas entraban con su cuerpo a cuestas.
Portadoras de un dolor paralizado, una ceguera sin horizontes,
una anestesia que las azoraba, mostraban en su cuerpo un enigma
cuestionador del saber de la ciencia en su aplicación médica.
Allí, el genio de Freud, descubrió una escritura.
El síntoma, como el sueño, era un jeroglífico que aguardaba a
quien supiera descifrarlo. Encontró la razón en un goce coagula­
do, que arrinconaba a la sufriente testigo de su propio padecer,
con la carga de un dolor, proporcional a la ausencia de la palabra
censurada.
La escritura del síntoma ponía en acto que “el Inconciente es
un lenguaje que en medio de su decir produce su propio escrito”.
El retom o de lo reprimido volvía como letra disfrazada en
los pliegues de una anatomía indócil, una fisiología rebelde que

[1 6 9 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

desplegaba sus pancartas en el síntoma que, así, se hacía reme­


dio.
El síntoma decía, en la débil transacción de su trama, la prohi­
bición del incesto y su transgresión, el goce anhelado y el permi­
tido, el empuje de la pulsión y la valla de la ley.
En el Nombre del Padre un goce ha de perderse para ganar
otros, siempre insuficientes; esta tesis de “El M alestar en la Cul­
tura” hace irremediable la diferencia entre el goce buscado y el
encontrado.
La estructura insuficiente del goce es la base de nuestra críti­
ca a la idea de progreso. Ningún gadget tecnológico habrá de
colmar una brecha que es incolmable.

Pero en ese tiempo, el padre aún anudaba en su abrazo de


amor el goce de la histeria. Aún fallido en su resonancia, Zeus
hacía oír su trueno.
Con Claudel, en cambio, recorremos las órbitas del sujeto en
la espiral descendente de la autoridad paterna. La humillación
del padre es extensiva en difusión y efectos.
¿Será la extensión misma del confort la creadora de la ilusión
de un “bienestar natural” que desconoce el esfuerzo de sus ante­
cedentes, de su creación?
Así lo sugiere Ortega en “La Rebelión de las Masas” cuando
menciona al sujeto conforme -e n cuerpo y m ente- con el mundo
que transita, el sentido que lo anima.
Enfrentado a la misma estructura de su goce inalcanzable, sin
el recurso de la creación, el sujeto de nuestros días se acurruca en
la rutina adormecedora y mortífera o la desafía en un ritmo sin
sentido que desencuentra el acto donde lo consume la acción.
Hoy, lo que el cuerpo no dice es lo que muestra. En el acting-
out, en el pasaje al acto que el accidente de las rutas o las esqui-

[170]
Isidoro Vegh

ñas certifica de un desafío, aún humano, al sin sentido del tiempo


y el espacio, en la afirmación acelerada.
Este sujeto desgraciadamente acude golpeado por su movi­
miento, empobrecido en su reflexión.

En una categoría moderada, la llamada psicosomática admite


que lo que en tercera variante el cuerpo no dice, lo sufre. Hasta el
extremo de arriesgar su existencia en la ortopedia del objeto, el
goce sin remedio: desde el cigarrillo y el alcohol, hasta la droga o
la com ida en la oposición maníaca de la bulimia y la anorexia.
Desgarros de la trama simbólica que carece del recurso para
acotar lo real que irrumpe; en su reclamo testimonia el peso de
una verdad: “del padre se puede prescindir pero a condición de
servirse primero de él” . Así sentenció Lacan casi al final de su
vida, enfrentando la frívola perversión que renegaba de la ver­
sión del padre.
¿Precisaremos que lo Real aún retom e en el horror para recor­
darlo, cuando se reclama el derecho a criar hijos como si fueran
muñecos, en nombre del goce hecho ley?
Repasemos: un hijo precisa un padre, instancia tercera que
acote al goce primero y primario -necesario pero insuficiente-
de la célula narcisismo-madre fúlica.
Un padre precisa del testimonio de su amor a una mujer que
limite el alcance de su mandato haciéndolo mediador de la ley
donde el riesgo sería encamarla.
Una mujer muestra en su cuerpo, si de él no reniega, la falta
que la pone en circuito, paradigma del inicio de la creación.
El análisis no culmina sin el goce que la ascesis excluye; tam­
poco sin la novedad del objeto recreado.
Goce y creación se anudan y tejen la trama que resuena con
las vibraciones de nuestro ser.

[171j
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

Para situarlos de un modo menos abstracto contaré mis re­


flexiones de un texto ejemplar. La obra es Calígula, de Albert
Camus
Calígula, joven em perador romano, rodeado de ancianos
patricios, amante de la literatura y la poesía, justo y equitativo
con sus gobernados, tenía un sólo gusto no acorde a las leyes:
estaba enamorado de su hermana Drucila, y mantenía relaciones
con ella.
La tragedia em pieza con los viejos patricios reunidos, pre­
ocupados porque la últim a vez que vieron a Calígula fue cuando
tocó el cuerpo muerto de su hermana. Habían pasado tres días y
nadie ubicaba al emperador. Para Calígula la muerte de su her­
mana fue la puntualidad de un anuncio.
Desde su pérdida Calígula se convierte en el que muchos co­
nocen: abre un prostíbulo para ganar dinero, mata al padre de un
joven al cual amaba, asesina al hijo de un patricio de su entorno;
toca los límites que se supone que el humano no debe franquear.
¿Qué le pasa a Calígula?, ¿por qué hay un antes y un después?
Cuando muere su hermana, toca su cuerpo y retoma diciendo: “A
partir de ese momento tuve anhelo de imposible”. La hermana
presentifica la puntualidad del anuncio, cuando el sujeto ya no
puede no saber la verdad que le concierne. Dice: “Ahora ya sé, el
mundo tal como está no es soportable, por eso necesito la luna o
la dicha o la inmortalidad; algo descabellado quizás, pero que no
sea de este mundo”.
Su mundo no le sirve, no le alcanza. No lo conforma la insa­
tisfacción de este mundo, franquea los límites para decirse a sí
mismo: “me igualo y aún supero a los dioses”. Es un modo de
situarse ante el encuentro con lo real, con el dolor de la muerte.
Muerte y castración, equivalentes en la lógica freudiana, indi­
can una doble muerte: la del Otro donde me gesté en la trama de

[172]
Isidoro Vegh

su discurso, y la mía como objeto puesto en su lugar. Es lo que la


hermana, con su muerte, le anuncia. Al mismo tiempo que intro­
duce la muerte en el final de la vida, le advierte en su finitud, el
sentido de la existencia.
El error de Calígula equivocó lo imposible. Para el humano,
lo imposible no se reduce a lo imponderable, lo imposible es lo
real. Verdad intolerable, que en su posición extrema lo incita al
irónico desprecio, anuncia que al ser humano sólo le es posible
un goce finito. Sufrimos de un goce insuficiente ante el que po­
demos hacer como Calígula o aceptarlo acorde a nuestra condi­
ción, como la creación, que nos acerca asintóticamente a la feli­
cidad anhelada.
Error del sujeto, no advirtió que la eternidad para los huma­
nos no es sino un instante de goce, que no es finito ni infinito.
Como en el cuento de Borges, Aleph es el punto que en el tiempo
y en el espacio conjuga la finitud de nuestro ser a la infinitud del
no ser. Es cualquier instante que nos sorprende en el goce de la
creación. Es el transfinito que la primera letra inaugura de la nue­
va serie. Es la muerte que se incluye en la vida y la relanza.
Desplazada acentuación de la clínica de nuestros días, mues­
tra la persistencia de la misma dificultad: el desencuentro del
sujeto con el goce.
La variedad de las respuestas que se hace historia, expone la
estructura.

[173]
APRÈS-COUP *

O -A s í nombró Lacan en segunda vuelta al Nachträglich freudia-


no: un acontecimiento adquiere su significación por el suceso
que le sigue, un hecho posterior redefine el valor de su antece­
dente.
Nuestro título sitúa el horizonte que nos acerca: contemporá­
neos de su eficacia, nombra una enseñanza que fue causa de esta
Escuela. El homenaje a un recorrido define de otro modo el acto
de su fundación. Una marca inesperada en la historia fue necesa­
ria para que una palabra alcanzara su lugar, el psicoanálisis como
práctica del acto. Geografía que en lo real nos distancia, por su
palabra acerca una topología. Aunque estallen bombas para aho­
gar la sentencia **, la estructura del sujeto enhebrado como un
lenguaje, anclado al goce que sus trazos le proponen, no distin­
gue arios de semitas, negros de blancos, islámicos de cristianos.
Las tradiciones dicen distintas marcas de una misma arquitectura
que se dispone no sólo en los sujetos sino en las escenas que ellos

* Texto presentado en el 20 aniversario de la Escuela Freudiana de


Buenos Aires, agosto 1994.
** Refiere al atentado a la AMIA ocurrido a mediados de 1994.

[175]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

transitan. Dispositivos que también se nombran cultura, socie­


dad.
Desde la nuestra, la breve historia de un concepto podría, après-
coup, abrimos a un horizonte donde lo mismo se reconozca en el
despliegue disonante. Ganaría en la eficacia de una intervención
posible.
Es el concepto de cuerpo en la teoría del psicoanálisis, en la
obra de Lacan.

Una secuencia reconocible:


Io) Desde el estadio del espejo1y el modelo óptico2, el Yo es
la proyección de una superficie en otra superficie. La supérficie
del cuerpo en la superficie plana del Otro.

A= Otro
x= punto de proyección
C= cuerpo

2o) En “L’Etourdit” 3 el toro neurótico cubre una banda de


Moebius. El cuerpo com o superficie no anula el agujero de la
castración, representado por el eje del toro.

[176]
Isidoro Vegh

3o) En “La Troisième” 4 el cuerpo está inscripto en el anillo


Imaginario. Pero que lo Imaginario implique al cuerpo no equi­
vale a que el cuerpo se reduzca a lo Imaginario.

s
4o) En “Moment de Conclure” 5 se resuelve apelando al trébol
(una banda de Moebius con triple torsión) sobre un toro. Este
trébol, equivalente a un nudo de tres anillos, puede desplegarse
como una trenza de tres hebras.

L a trenza muestra el tejido del cuerpo: R.S.I. en una banda de


Slade. Lo real del tejido se anuda en cada punto a lo simbólico de
la palabra y a la representación imaginaria.

[177]
LAS INTER VENCIONES DEL ANALISTA

He aquí el fundamento teórico para una clínica que intenta


ampliar sus bordes sin renegar de sus fundamentos. Estructura
trinitaria avanza más allá del dualismo cartesiano -repartido en­
tre res extensa y pensante-, sin caer en el monismo de un mate­
rialismo ingenuo.

1- Cuerpo del goce, la palabra y el sentido. L a falla de sus em­


ees determina su afección y el posible remedio.
Tal vez dé razón a una clínica que encuentra las acentuaciones
diferentes de una misma estructura. Si las histéricas de Freud
cargaban el dolor de un cuerpo que lo que no decía lo escribía en
el jeroglífico de sus síntomas, nuestros días frecuentan el llama­
do de un cuerpo que lo que no dice lo muestra. Es el sujeto del
acting-out, que mueve en la escena el llamado a un Otro que no
responde.
También golpean nuestras puertas los sujetos de un cuerpo
que lo que no dice lo sufre. En el desgarro de su piel, el ahogo de
su alma. L a psicosomática reconoce en su nombre el límite de un
cuerpo que no encuentra límite a lo real que lo reclama.
Degradación de la función que acota el goce de inicio, la hu­
millación del padre que Claudel subrayó en la serie de su teatro6
deja al sujeto sin la letra que lo representa cuando retoma el tra­
zo de la represión; resta sumido en el goce inacabado que lo re­
tiene o en el recurso de la ortopedia de los objetos, del cigarrillo

[1 7 8 ]
Isidoro Vegh

y el alcohol hasta la droga y la comida en su variante maníaca de


la anorexia y la bulimia.
Cuerpo que escribe lo que no dice;
cuerpo que muestra lo que no escribe;
cuerpo que sufre lo que no escribe ni muestra;
sitúa los tiempos de una historia que expone lo mismo. El
alivio fallido al malestar que lo habita cuando el insuficiente goce
que busca remedio desconoce que el goce que nos es dado es de
estructura insuficiente.

2- Una historia que se hizo leyenda canta en nuestros días la


trama de un cuerpo doliente.
Ella enseña, en la poesía de la letra, la excedida poesía de la
vida.
El General Lavalle *, que ha peleado en ciento veinticinco
combates por la libertad del continente, apresura su caballo al
encuentro de la muerte. Una sombra lo abraza, lo envejece, lo
enferma. La fiebre del crimen de Dorrego ** lo apartó del triunfo
inminente, del trofeo anhelado.
Siguió en absurdo itinerario que ahora no es más que retirada.
Pero él no huye, desencuentra el triunfo para abrazar el polvo.
El mismo que recibió a su antiguo compañero de armas ejecuta­
do por su orden.
Su sombra no lo deja y siente en el cuerpo el peso que lo
abruma. Pasados los cuarenta, su cara y su cuerpo son los de un

* Héroe de la Independencia en los días de lucha contra el imperio


español.
** Compañero de armas a quien mandó fusilar en el fragor de la con­
tienda civil que sucedió a la Guerra de la Independencia.

[1 7 9 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

viejo. Su alma de niño sueña el triunfo imposible, mientras deci­


de la última cita, en el zaguán, con la bala certera.
Antes sabían, él y sus soldados, por qué peleaban. Hoy, en
lucha entre hermanos, hasta el color de su poncho celeste se pa­
rece más al polvo que todo lo iguala.
Así cuento, en mis palabras, las que Sábato nos legara en la
épica de su novela. “Sobre Héroes y Tumbas” 7 comienza con la
crónica de un crimen: una hija descendiente de aquellos héroes
que forjaron el destino de la Patria, mató de cuatro balazos a su
padre. Luego prendió fuego al mirador que habitaba.
Desencuentro de un padre y una hija que se reúnen en la muerte,
evoca al otro Padre de la Patria, el que decía a su hija la máxima
conocida** *.¿No es acaso nuestra novela compartida?
Desencuentro del cuerpo y la palabra, retoma en el tiempo
apresurado que consume su sustancia y lo enfila al destino final.
¿No es su cuerpo y su leyenda una enseñanza de nuestra fi­
bra?

Que del Nombre del Padre cabe prescindir con la condición


de haberse primero servido de él 8, es aforismo conocido. Re­
cuerda la letra que acota el goce y lo que del goce es posible, y la
excede si una secuencia se conserva. Ella dice lo que el cruce
adecuado de las hebras nos muestra.
También en su reverso, cuando se hace dolor de las entrañas o
lleva al sujeto al oscuro zaguán de la muerte. El cuerpo de Lavalle
sufre la carga abrumadora de un muerto indebido. La escena que
lo despide es la muerte que busca para aliviar su dolor. M uerte en
lo real de la escena, error en el último error.*

*** “Serás lo que debas ser, o si no no serás nada”. Así decía San Martín
a su hija Merceditas, según cuenta la historia hecha leyenda.

[1 8 0 ]
Isidoro Vegh

Admitida, en cambio, la sustancia de nuestro cuerpo, el tejido


que la trenza, es más factible que una hebra encuentre el lugar
que la espera. El dolor de las entrañas será la oportuna voz del
cuerpo que nos llama. Desoírla pagará el precio ignorado. Escu­
charla será la oportunidad de otra historia en las tramas del desti­
no.

3-i4.prés-coup, propongo esta reformulación de un esquema de


inicio9:
H
I Agente Operación Objeto
S S R Frustración
T I R S Privación
0
R R S I Castración
1
LOGICA

Advertir la lógica donde la historia enceguece, augura pre­


mio.

Bibliografía
1 Lacan, Jacques, Écrits, “Le stade du miroir comme formateur de la
fonction du Je telle qu’elle nous est révélée dans l’expérience
psychanalytique”. Édiciones Seuil, Paris, 1966, p. 93.
2 Lacan, Jacques, Écrits, “Remarque sur le rapport de Daniel Lagache:
“Psychanalyse et structure de la personnalité”. Édiciones Seuil, Paris,
1966, p. 674
.
3 Lacan, Jacques en Scilicet, “L ’Etourdit”. Édiciones Seuil, Paris,
1973, p. 26.
4 Lacan, Jacques en las Actas de la Escuela Freudiana de Paris, “La
Tercera”, Ediciones Petrel, España, 1980, p. 182.

[1 8 1 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

5 Lacan, Jacques, Seminario “M o m e n t d e c o n c lu r e ", clase del día 9


de mayo de 1978.
6 Claudel, Paul. L’Otage, “L e p a i n d u r, L e p è r e h u m i l i é ”. Ediciones
Gallimard, Paris, 1977.
7 Sábato, Ernesto. " S o b r e h é r o e s y t u m b a s " . Editorial Sudamericana,
Buenos Aires, 1966, pàg.452.
8 Lacan, Jacques. Seminario “L e S i n t h ô m e " , clase del 15 de abril de
1976.
9 Lacan, Jacques, Seminario “L a s r e la c io n e s d e o b je to y la s e s tr u c tu ­
r a s f r e u d i a n a s ”, 1956-1957, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1994.

[1 8 2 ]
LA PRACTICA DEL PSICOANÁLISIS Y SUS
INTERROGANTES HACIA FIN DE SIGLO *

L o s interrogantes de la práctica se dirigen a nosotros, analistas.


Desde el inicio: ¿qué encontramos como demanda cuando alguien
golpea a nuestra puerta o llama a nuestro teléfono?
Un texto clásico, de Lacan, se titula “La Instancia de la Letra
en el Inconciente Freudiano o la Razón desde Freud” ¿Por qué
conjuga instancia de la letra, inconciente freudiano y razón?: está
explicitado en el texto -a s í como en diversos seminarios de
L acan2- que la razón freudiana no sería posible si no hubiera
sido antecedida por la razón cartesiana.
El m o v im iento cartesian o fue el que perm itió, con su
cuestionamiento del saber teológico, el desglosamiento y la con­
sagración de derecho a lo que ya había comenzado de hecho: la
ciencia en su variante moderna.
Es paradójico establecer un discurso que fundamenta una cien­
cia que -según Lacan- deja afuera al sujeto, cuando en su gesta­
ción lo supone inexorablemente.

* Intervención en el 20 aniversario de la fundación de la Escuela


Freudiana de Buenos Aires, noviembre de 1994.

[1 8 3 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

En “El Discurso del Método” 3, Descartes escribe: “A sí no es


mi propósito enseñar aquí el método que cada uno debe seguir
para conducir bien su razón, sino solo hacer ver de qué manera
he tratado de conducir la mía”. Está implicado en el movimiento.
Si decidimos desde nuestra razón acompañarlo, estaremos impli­
cados en la misma conclusión, inmersos en el nuevo espacio que
inauguraron G alileo desde la ciencia y D escartes desde su
fundamentación.
Esta doble inflexión que desbroza el camino para la investiga­
ción mediante el cuestionamiento de los saberes y los prejuicios
establecidos, se considera con autoridad para interrogar todos los
ámbitos. Avanzado nuestro siglo, critica los fundamentos de prác­
ticas milenarias como la religión, los mitos y las tradiciones. Si
bien muchas de ellas son cuestionables por sus consecuencias,
no dejaban de ser respuestas que la cultura ofrecía al sujeto para
su desencuentro con lo Real, ese que Freud dividía en real del
sexo y de la muerte.
La religión de nuestro siglo es la ciencia, en su nombre se
creyó que se podía dejar de lado fácilmente eficacias que se sus­
tentaban en la historia, la cultura y la religión.
¿Fue ésta la propuesta freudiana?: ciertamente no. La razón
freudiana continúa la razón cartesiana, la extiende hasta lugares
donde ésta no llegó.
Freud propone abrir el continente de la sin-razón, al que nom­
bró Inconciente. Desde allí recuperó el valor fundante, instituyente
de los mitos. Algunos los conocemos, son clásicos: Narciso,
Edipo, Tótem y Tabú4, escrito de su puño y letra.

La segunda parte del título dice: “Sus interrogantes hacia fin


de siglo”. Siendo un siglo que se escribe con doble x, rubrica la

[1 8 4 ]
Isidoro Vegh

doble incógnita: ¿que cambia en su esencia y cuál es el valor que


le otorgamos?
Este siglo, que avanza en una progresiva caída de los ideales,
se acompaña de un desarrollo tecnológico jam ás visto que permi­
te, por primera vez, hablar de una organización planetaria.
La extensión de la tecnología -que no se reduce sólo a los
massm edia- es consecuente con el desarrollo de grandes multi­
nacionales con capacidad de producción incomparable. Por la
necesidad de un mercado extendido, propugna políticas de uni­
versalización para un sujeto que se iguale en sus requerimientos,
al que se le brinda, como propuesta, un ideal que podemos resu­
mir en la palabra confort. Se ofrece para colm ar la brecha de algo
que es de estructura en el sujeto: el goce insuficiente. Es lo que
Freud nombra en “El M alestar en la Cultura”, com o la diferencia
irremediable entre el placer buscado y el placer encontrado.
¿Cuál es el síntoma que permite leer el valor, la segunda x, de
este cambio, si positivo o negativo? Desgraciadamente, está próxi­
mo este suceso traumático * que despierta y obliga a una lectura
cuidadosa para no caer en errores simétricos.
Si ese atentado fuera producto del fundamentalismo -p o r lo
menos todo indica que podría serlo-, ¿no será el fundamentalismo
una forma sintomática de freno a la universalización que intenta
destruir la diferencia de culturas, proponiendo un modelo acorde
a la necesidad, del mercado pero no al reclamo de un sujeto?
En el fundamentalismo, se muestra un síntoma que responde
como efecto a la igualación del gusto como a la declinación de la
función paterna; intenta, allí donde el trazo diferencial tiende a
ser borrado, el retomo de una marca. Si bien cuando tiende a
igualarse a la dimensión mortífera del Otro aniquila a aquel que

* El atentado ocurido en la A.M.I.A el 18 de julio de 1994.

[1 8 5 ]
LAS INTERVENCIONES DEL ANALISTA

lo interroga, aún en esa acentuación equivocada acerca una pro­


testa a escuchar.
En el polo opuesto, otro síntoma de nuestro tiempo permite
evaluar de un modo y no de otro lo que sucede en este fin de
siglo. Es cuando la ausencia de un trazo que lo represente lleva al
sujeto a apartarse del deseo para deslizarse de un modo abierto e
ilimitado en el tobogán del goce. Se lee en la clínica psicoanalítica
en lo que se tiende a llamar fenómeno de borde, que juega en dos
planos: para el sujeto que lo anima en la escena, se muestra en la
proliferación del acting-out, del pasaje al acto, de los fenómenos
de velocidad llevada a una aceleración accidentada hasta el pa­
roxismo; o en el mostrador del cuerpo, en la ortopedia de los
objetos, gadgets variados para satisfacer la pulsión en las distin­
tas especies de su objeto.

Dos respuestas que se acentúan hacia el final de siglo intentan


remediar, fallidamente, esa declinación del trazo necesario. En la
acentuación del trazo, variante moderna de antiguos autoritarismos
-ahora bajo el nombre de fundam entalismo- o bien en la acepta­
ción de la ausencia de trazo, y entonces, sólo queda el puro goce,
desanudado del deseo y el amor.
Es la paradoja de la errancia. En un mundo cuadriculado en la
monótona repetición de sus espacios cualquier lugar para el suje­
to de este tiem po puede ser su mundo. El problema es que en
ninguno logra encontrarse.

¿Cuál es una propuesta posible desde el psicoanálisis? En este


sujeto que acude a nosotros con una dificultad en el retomo del
trazo, que llega mostrando su movimiento en la escena o en el
dolor de su cuerpo, hay algo que persiste en su valor y algo que

[ 186]
Isidoro Vegh

cambia. Aún vale una ética que nos invita a una práctica centrada
en el acto. Anudado a una ética, nos otorga libertad para las inter­
venciones diferentes que también nos reclama.
Si algo distancia a este análisis de fin de siglo del análisis de
los inicios es que no sólo interviene en el registro de lo Simbóli­
co, no sólo por el lado de la palabra, es una práctica del acto
donde el analista es invitado a intervenir también desde los otros
registros: el Imaginario y el Real.
Es la ética escéptica que se encuentra en la propuesta de Freud
y en la de Lacan. No estamos en el umbral del Apocalipsis; en la
historia de la humanidad hubo otros momentos en los cuales una
cultura avanzó por el tobogán del goce creyendo que podía
desanudarlo del amor y del deseo. ¿No es acaso la historia de la
decadencia del imperio romano y el comienzo del cristianismo,
propuesta ascética que tendía a suspender un goce que no encon­
traba anclaje en relación al deseo y al amor?
Ética escéptica, acepta que nada asegura el resultado antes de
que se juegue la partida. Eso, a mí, no me desalienta, más bien
m e da entusiasmo. Si así no fuera, ¿qué otra razón hubieran teni­
do estas letras que acaban de leer?

Bibliografía
1 Lacan, Jacques,E c r i t s , “L’instance de la lettre dans l’inconscient ou
la raison depuis Freud”, Éditions du Seuil, Paris, 1966, p. 493/528.
2 Lacan, Jacques, Séminaire XI, “Les quatre concepts fondamentaux
de la psychanalyse”, “Le sujet el l’Autre: L’Aphanisis”, Éditions du
Seuil, Paris, 1973, p. 202.
3 Descartes, " E l d i s c u r s o d e l M é t o d o ”, Editorial Losada, Buenos Ai­
res, 1976, p. 30.
4 Freud, Sigmund, T o te m u n d T a b ú . E i n ig e U b e r e in s tim m u n g e n im
S e e l e n l e b e n d e r W ild e n u n d d e r N e u r o tik e r . Editorial Hugo Heller
and Cie. Leipzig und Wien, I. Bauernmarkt 3,1913.

[1 8 7 ]

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