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Un platito de avellanas que de día se recogen

y de noche se desparraman.

Pobrecito, pobrecito, todo el día sin parar y no


sale de su sitio.

Con mi cara roja, mi ojo negro y mi vestido


verde a todo el campo alegro.

Es cómo una paloma blanca y negra, pero


vuela sin alas y habla sin lengua

Alto alto como un pino, pesa menos que un


comino.

Una caja pequeñita, blanquita como la cal,


todo la saben abrir, nadie la sabe cerrar.

En el mar no me mojo, en las brasas no me


quemo, en el aire no me caigo y me tienes en
los labios.

Todos pasan por mí, yo nunca paso por nadie.


Todos preguntan por mí, yo nunca pregunto
por nadie.
Conteste, don Serafín, en prosa, en verso, o en
inglés, qué es lo que tiene principio, pero no
tiene fin.

A ti acudo de pequeño en ti maduro, trabajo y


estudio para el futuro.

Tengo muchos pares, y te los puedes probar si


tú te los llevas tendrás que pagar.

Tiene ojos y no es para nada bajo, ríos y


arroyuelos pasan por debajo.

Mido telas y estaturas, pero, a veces, en


ciudades, sin humos y sin candelas, llevo
personas en cantidades.

El que la tenga que la atienda y si no lo mejor


es que la venda.

Verde soy, y verde siempre seré, no me toques


que te picaré.

¿Qué es, qué no es? Está en el jardín, pero


también en tus pies.
De tus tíos es hermana, es hija de tus abuelos y
quién más a ti te ama.

Durante el verano escondido, y en el frío


invierno encendido.

¿Quién pensaréis que yo soy, que cuanto más y


más lavo mucho más sucia me voy?

Estoy dentro de él y no puedo entrar en él.

Cuanto más se moja más te seca. ¿Qué es?

Aunque al dormir me consultas nunca te voy a


contestar.

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