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ADRIANA CANGREJO
JAKELYNE GARCIA
SEPTIEMBRE 2019
UNIMINUTO
BOGOTÁ D.C
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LO NUEVO NO ES TAN NUEVO SI NO INNOVA
¿En qué medida la innovación es fuente de desarrollo económico y social? Estos son algunos de
los interrogantes que surgen sobre este tema Durante los últimos meses, la noción de innovación
ha retomado una gran importancia en el mundo y en la construcción de políticas públicas. Esto se
debe a que comenzó a ser considerada como un camino efectivo hacia el desarrollo económico y
social de los países. Hoy en día, la palabra “innovación” inunda numerosos planes de gobierno,
estudios sobre desarrollo, manuales de buenas prácticas, etc.
Sin embargo, existe la creencia popular de que la principal fuente o la base de la innovación se
relacionan con cambios tecnológicos en productos y procesos. Empero la innovación también
puede ser de base no tecnológica, relacionada con la organización y el marketing. En su esencia,
innovar comprende la noción de “novedad”, y su efecto puede manifestarse en una escala micro,
en la empresa, por ejemplo, o en una escala macro, en el mercado o incluso, en el mundo. Es
importante precisar que, a pesar de su uso generalizado, el término impacto social presenta
importantes debates y controversias, como han reflejado, para el caso latinoamericano Albornoz
et al. (2005) y Estébanez (2003). Por lo que se refiere al concepto de impacto, éste es
relativamente ambiguo desde el punto de vista semántico, puesto que en algunos casos el uso del
lenguaje le otorga un matiz de efecto negativo y en otros neutro. En muchos casos se confunde
impacto con resultado directo, mientras que en otros se considera como un efecto indirecto,
consecuencia no prevista, diferida.
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Por otro lado la razón de partida para argumentar la necesidad y pertinencia de estas iniciativas
es la fuerte interacción que existe entre los procesos tecnológicos y la sociedad en la que se
llevan a cabo estos procesos. Por lo que se refiere al término social utilizado dentro de la
definición de impacto social, debe señalarse que la Sociología ha experimentado
tradicionalmente importantes dificultades para definir adecuadamente la dimensión social frente
al resto de dimensiones que articulan el desarrollo de las sociedades. Una parte importante de
estas dificultades se deriva del carácter polisémico del término social, que se usa tanto para hacer
referencia al marco general de las sociedades como a un aspecto concreto dentro de ellas: la
llamada dimensión social o social, basada en las estructuras de relación e interacción entre
grupos y que presenta diferencias con los aspectos económicos, culturales, laborales,
ambientales.
Desde el plano económico, la competencia en el mercado es un aspecto que está en la base de los
procesos de innovación. En efecto, siempre y cuando se garantice la recuperación de los costos
de inversión, la competencia incentiva a las empresas a ser más efectivas y a superar a las demás.
Por lo cual las empresas se ven obligadas a reforzar sus capacidades de innovación si desean
tener éxito en un entorno más competitivo. Diferentes actividades de innovación a través de los
sectores requieren demandas diferentes en la estructura organizacional de las empresas y en
factores institucionales como las regulaciones o los derechos de propiedad intelectual pueden
variar en su rol e importancia. La diversidad de actores, procesos de aprendizaje, necesidades de
las organizaciones deben ser considerados en el momento de formular las políticas. Porque la
innovación cambia de sector en sector, ocurre en múltiples maneras y tiene efectos variados. Por
ejemplo, la innovación en agricultura impacta más fuertemente la reducción de la pobreza que el
crecimiento en la productividad de industria y servicios.
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como una potencia media de carácter regional, las encuestas de innovación y los indicadores
globales de competitividad reflejan un gran atraso en materia de innovación y desarrollo
científico y tecnólogo.
Bibliografía
González, F., Gómez, J,.Durlan, C., Cáceres, S., y Mendizabal, G.A. (2014). El reto de la
evaluación del impacto social de la tecnología en España. Política y sociedad, 51(2) 447-480.