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la edificaci�n de su iglesia. Debemos usarlos para bendecirnos los unos a los otros
y construir juntos una iglesia fuerte que honra a Dios.
Todos los cristianos tenemos por lo menos un don y el Esp�ritu Santo distribuye los
dones seg�n quiere: �Todo esto lo hace un mismo y �nico Esp�ritu, quien reparte a
cada uno seg�n �l lo determina� (1 Corintios 12:11). Sin embargo, la Biblia nos
dice tambi�n que podemos anhelar otros dones, y nos anima a pedirlos (1 Corintios
12:31).
Los dones no se nos dan como un premio a nuestra espiritualidad. Dios nos los
regala para que sirvamos a nuestros hermanos y animarnos los unos a los otros en
nuestro andar con Jes�s. Al usarlos de forma correcta mostramos que Dios es real en
nuestras vidas y que es �l quien nos dirige.
Dios nos capacita para cumplir con su obra en este mundo a trav�s de los dones. La
iglesia es m�s efectiva y funciona mejor cuando todos sus miembros ejercen los
suyos. De lo contrario pasar�a como cuando nos duele una muela, o no podemos usar
la mano por alguna raz�n. Nuestro cuerpo no funciona igual ni somos tan eficientes.
As� mismo la iglesia sufre y cojea cuando sus miembros dejan de usar, o usan mal,
los dones que Dios les ha concedido.
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy m�s que un
metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profec�a y
entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra
trasladar monta�as, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres
todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no
tengo amor, nada gano con eso.
(1 Corintios 13:1-3)
Es importante valorar los dones que Dios nos ha dado y los dones que tienen los
dem�s. Todos los dones son necesarios para el buen funcionamiento de la iglesia y
no debemos menospreciar ning�n don. Sea cual sea el don que Dios te ha concedido,
agrad�cele y �salo de forma fiel. Sirve a Dios con alegr�a y deja que �l se mueva
en tu vida y en la de los dem�s mediante el uso de tus dones.
Cada uno ponga al servicio de los dem�s el don que haya recibido, administrando
fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.
(1 Pedro 4:10)