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Hoy comenzaremos a transitar la primera de seis clases en las que abordaremos una serie de
temas vinculados a nuestra intervención docente como sujetos sexuados, pensando en la
diversidad que existe en las aulas. Para ello, nos dedicaremos, en esta primera clase, a
comprender la categoría de género, enmarcada en el campo de las luchas feministas en
base a tres conceptos centrales: sexo, identidad de género y orientación sexual.
Entendemos que abordar las cuestiones de género y diversidad sexual son tareas
imprescindibles en la educación formal para promover cambios en la ciudadanía. La primera
razón que nos impulsa a indagar en estos temas se encuentra presente en la Ley de
Educación Nacional que, en su artículo 92 inciso f, expresa que
Creemos que estas leyes se enmarcan en un proceso más amplio de restitución y ampliación
de derechos, que plasma demandas históricas que culminan en la sanción de nuevas
herramientas que nos resultan útiles para promover cambios en la ciudadanía.
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¿De qué hablamos cuando hablamos de género? En principio, ya hemos mencionado que se
trata de una categoría de análisis; agregamos ahora que también puede considerarse una
perspectiva crítica que surge de una praxis política que se vincula estrechamente al
feminismo. Aunque el sentido común asocia feminismo como contracara del machismo,
consideramos necesario aclarar que entendemos que feminismo y machismo no se
contraponen; no se trataría, así, de dos formas de pensar el mundo, ni de dos posturas
extremas que expresan lo mismo pero al revés.
Básicamente, porque los feminismos (y el plural ya indica que existen vertientes diferentes
del movimiento), además de que expresan un reclamo de igualdad en términos de derechos
para todas las personas, también plasman variantes teóricas que pretenden comprender
cómo son posibles las desigualdades, cómo se legitiman y especialmente cómo pueden
transformarse esas realidades injustas. Por un lado, los feminismos se vinculan con el
movimiento de mujeres –a través de organizaciones que demandan cambios en su posición
histórica- y con agrupaciones feministas y de diversidades sexuales, (conocidas también como
colectivo LGTTTBI que integran lesbianas, gays, travestis, transgénero, transexuales,
bisexuales e intersex). En conjunto, esta serie de demandas que nuclean diferentes reclamos
son parte de un movimiento heterogéneo, intergeneracional, transclasista y transnacional que
apela a diferentes prácticas en el territorio. Por otro, los feminismos conforman un conjunto
de abordajes críticos a problemas políticos irresueltos que se plantean desde la teoría con la
intención de desnaturalizar el sentido común con el que percibimos la realidad.
Las prácticas feministas elaboran y ponen en juego herramientas que permiten ver y nos
ayudan a comprender algunas formas de injusticia. De ahí la metáfora de “las gafas violetas”:
no se sabe bien por qué el violeta es un color representativo para feministas. Hay quienes
dicen que era el color del humo en el incendio de las trabajadoras textiles por las que se
conmemora, a nivel internacional, el 8 de marzo como Día de la Mujer Trabajadora. Lo cierto
es que enfocar de forma feminista o a través de sus cristales permite hacer visible frente a
nuestros ojos lo que permanecía difuso. Lo que importa subrayar es que este
(re)conocimiento de las desigualdades e injusticias no pretende solo denunciarlas, sino que
nos insta a trabajar: el horizonte es la transformación de esa realidad.
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Desechamos, entonces, poner en pie de igualdad las prácticas feministas con las actitudes
machistas: “feminismo” y “machismo” no refieren a posiciones extremas y contrapuestas, ya
que el machismo no es un movimiento social ni una teoría crítica y no sirve como herramienta
de análisis. Pero la principal diferencia con el feminismo es que mientras éste aspira a la
emancipación de las mujeres y la igualdad entre las personas, el machismo pretende
establecer una supremacía masculinista a partir de una serie de prácticas violentas que van
de la exclusión a la eliminación física de aquello signado como “femenino”.
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De forma que podemos partir de una primera conceptualización que entiende el género como
“(...) el conjunto de creencias, rasgos personales, actitudes, sentimientos, valores, conductas
y actividades que diferencian a hombres y mujeres a través de un proceso de construcción
social que tiene varias características. En primer lugar, es un proceso histórico que se
desarrolla a diferentes niveles tales como el Estado, el mercado de trabajo, las escuelas, los
medios de comunicación, la ley, la familia y a través de las relaciones interpersonales. En
segundo lugar, este proceso supone la jerarquización de estos rasgos y actividades de tal
modo que a los que se definen como masculinos se les atribuye mayor valor”. (Lourdes
Benería citada por Maquieira, V. 2001:159)
Como podemos observar, la asimetría de poder social, que distancia a varones de mujeres,
también puede entenderse como una construcción binaria y jerarquizada entre lo
masculino y lo femenino que no afecta solo a las corporalidades, sino también a la asignación
de espacios, tareas, deseos, derechos, obligaciones y prestigio.
La división de género sobre la base sexual de los cuerpos delinea asignaciones y mandatos
que permiten o prohíben, definen y constriñen las posibilidades de acción de los sujetos y su
acceso a los recursos y oportunidades. De forma que podemos entender lo
femenino/masculino también como productos relativamente estables de procesos de
feminización/masculinización sobre los cuerpos que se clasifican según el esquema binario
varón/mujer, aunque existe suficiente evidencia de que estos dos “polos opuestos”, en
realidad, se conectan a través de una escala con posibilidades intermedias o con fronteras
inestables.
Esta frontera lábil entre sexos resulta más evidente en las personas intersex, cuerpos que,
al cabo de nacer, la ciencia médica detecta lo que denomina “genitalidad ambigua” y propone
intervenir para “corregir” y certificar la pertenencia al sexo “correcto”. Esta decisión de
reasignar a la persona a uno de los dos “polos” sexuales se toma sin la posibilidad de que la
persona, aún un/a bebé, preste su consentimiento o rechace la intervención. Pero el esquema
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Fuente: https://entiendesmasg.wordpress.com
Este video, que invitamos a mirar, puede servirnos como síntesis conceptual de
algunas de las cuestiones que revisamos.
Como bien se desprende del video anterior, la diversidad no es la excepción sino que, por el
contrario, prolifera a pesar de una vigilancia constante que sostiene la idea de que existen
solo dos maneras “correctas” de expresar cuerpos e identidades y solo una de expresar deseo,
la heterosexual; mientras que todo el resto serían anomalías o “desvíos”. Esto nos lleva a
interrogarnos sobre cómo la construcción binaria y jerárquica sobre lo que es la diversidad
humana niega posibilidades de hacer, acceder o expresar a muchas personas que no se
ajustan a parámetros tan estrechos.
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“En la escuela se aprende a ser varón y a ser mujer (…) se aprende a ser
heterosexual, a no ser bisexual, ni homosexual, ni lesbiana ni travesti… Y
junto con eso se aprende a despreciar las diferencias.” (Alonso, G. et al,
2007:110)
Para reflexionar
Pensemos por un instante las atribuciones y expectativas que desarrollamos frente a una
persona por su primera clasificación: varón o mujer.
¿Cómo debe verse, actuar y hablar?, ¿Qué roles debe cumplir, qué le debe gustar hacer?,
¿Qué sucede si se aparta de la expectativa social?
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Vayamos ahora a la sexuación del cuerpo. Distinguimos tres elementos: el sexo, que lejos
de ser la base “natural” es la materialidad moldeada a partir del género o proceso de
generización que sedimenta en el cuerpo. Entendemos que el cuerpo también es una
construcción cultural, que se constituye como tal en las prácticas que, a lo largo del tiempo,
expresan formas diferenciadas para varones y mujeres. El cuerpo siempre está intervenido
por la cultura, desde antes de llegar al mundo, con discursos que esperan a la niña o niño,
con determinados lugares, nombres, etc. Luego, ese cuerpo se moldeará en gestualidades,
ademanes y será intervenido a lo largo de su existencia con vestimenta, prótesis, fármacos,
operaciones, dietas, ejercicios, etc., no solo físicamente, sino también simbólicamente a
través -por ejemplo- de la introyección de modelos sobre lo que una u otro puede hacer, qué
partes se pueden mostrar, cubrir, decorar, qué cuerpos se consideran bellos, aptos,
armónicos, etc.
Un segundo elemento, entonces, será la asunción de una identidad de género, que es algo
que construimos cotidianamente, de forma constante e ininterrumpida, todas y todos. Esta
identidad de género, se traduce en formas de expresar lo que socialmente consideramos
femenino/masculino, con sus formas tradicionales y disruptivas.
La igualdad de derechos implica que las diferencias de sexo, género, orientación sexual, así
como aquellas basadas en la diversidad étnico cultural, las diferencias de clase o de cualquier
otro tipo no pueden esgrimirse como razones válidas para negarle el derecho a la educación
(a aprender y a enseñar), a la salud integral, a una vida libre de violencias, a la identidad y
a la realización personal que implica elegir a quien amar y formar una familia, a cualquier
persona o colectivo humano.
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Actividades
Socializamos recursos
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Una vez que pensamos y decidimos qué recurso compartir, les pedimos que
entren al muro, y cuando se despliegue la ventana, coloquen su nombre,
apellido y localidad, peguen lo que desean compartir con una muy breve
descripción del material elegido. En el foro creado para tal fin, podremos
contar un poco más de nosotras/os y profundizar en la elección del recurso y
por qué creemos que nos ayuda a pensar en una intervención áulica o
institucional desde una perspectiva de género.
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Bien, recapitulemos:
Una vez hayan pensado en esa situación, elegimos un recurso que pueda
ilustrar la situación y lo publicamos en el muro algún/os recurso/s que den
cuenta de la misma. Por ej: si hemos participado y/o trabajado al respecto de
la Marcha “Ni Una Menos”, podemos publicar la nota del diario local o elegir
una canción que represente esa situación, un video o una imagen. Tengan en
cuenta que estamos recuperando experiencias que involucran el ámbito
educativo y que puedan ser enfocadas con nuestras “gafas violetas”.
Recuerden que el muro digital que estamos usando admite diversos recursos:
Videos
Imágenes
Notas periodísticas
Otros
Les proponemos armar una bitácora que las/os acompañe durante todo el
postítulo. Con esta actividad comenzamos un proceso que culminará con la
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Pueden relatar su paso por otros módulos y también sus ideas respecto de
lo que van a encontrar en esta nueva materia. Pueden acompañar el texto
con una imagen, canción y/ o video, es un espacio libre de reflexión para
ustedes.
Les proponemos leer la consigna del trabajo final para que puedan avanzar
en la elaboración del mismo a medida que avanzan en la lectura de las
clases y materiales.
Bibliografía Básica
Alonso, G.; Herczeg, G.; Lorenzi, B.; Zurbriggen, R. (2006) “Espacios escolares y
relaciones de género. Visibilizando el sexismo y el androcentrismo cultural” en Hacia
una pedagogía feminista. Géneros y Educación Popular, Pañuelos en Rebeldía (2007),
pp.107-128. Buenos Aires, Editorial El colectivo.
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Bibliografía complementaria
Araya Umaña Sandra (2004): “Hacia una educación no sexista” en Revista Electrónica
“Actualidades Investigativas en Educación” , Volumen 4, Número 2.
Entrevista a Gracia Trujillo / Profesora y experta en políticas feministas y LGTB-
queer: “La institución educativa no permite la libre expresión de los cuerpos y de los
afectos” en Dossier sobre adolescencia y transexualidad Trabajadores/as de la
Enseñanza pp. 7-9 y de 10-19
Cuadernillo “No se nace heterosexual” por Colectiva Feminista La Revuelta (Neuquén),
junio, 2010.
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