Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
El 1 de septiembre del mismo año llegó Bolívar al Perú, y desde el mismo día
contó con la cooperación de Sucre en la ejecución de las múltiples tareas, tanto
militares como políticas. En su condición de comandante general del Ejército
Unido participó en las operaciones que condujeron al triunfo de los
republicanos en la batalla de Junín (6.8.1824) y en las operaciones que
siguieron hasta alcanzar las tropas el territorio de Andahuailas. Allí recibió de
Bolívar el encargo de la conducción de las operaciones finales de la campaña
libertadora del Perú; tal decisión se originó en la ley del Congreso de Colombia
del 28 de julio de 1824, que no sólo revocaba las facultades extraordinarias que
antes habían sido conferidas a Bolívar, sino que le retiraba el mando de las
tropas grancolombianas existentes en el Perú. A fines de
octubre de ese año desde Cuzco lanzan su ofensiva los
realistas contra el Ejército Unido Libertador. Sucre
maniobra para evitar el tener que librar combate en
condiciones desventajosas y traslada sus fuerzas al
campo de Ayacucho donde hace frente a los realistas el 9
de diciembre, con victoria para las armas republicanas,
tras la cual los vencidos se entregan mediante una
capitulación concedida por Sucre. Fue la última batalla del
proceso emancipador. Bajo las órdenes de Sucre
combatió una efectiva representación de la unidad
continental en oficiales provenientes de Venezuela,
Colombia, Ecuador, Panamá, Guatemala, Perú, Bolivia,
Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Curazao, Puerto Rico y México;
además de otros procedentes de distintas naciones de Europa. Bolívar, quien
redacta y publica en 1825 su Resumen sucinto de la vida del general Sucre,
único trabajo en su género realizado por el Padre de la Patria, no escatima
elogios ante la hazaña culminante de su fiel lugarteniente: "...La batalla de
Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La
disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina [...] Las generaciones
venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla
sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus
derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza..."Bolívar reitera con énfasis:
"...El general Sucre es el padre de Ayacucho: es el redentor de los hijos del Sol:
es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas.
La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el
Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco-Cápac y contemplando las
cadenas del Perú, rotas por su espada..."El Congreso de Colombia hizo
entonces a Sucre general en jefe, y el Congreso del Perú le dio el grado de
Gran Mariscal de Ayacucho, equivalente al de general en jefe de Colombia.
En 1829 la República requiere sus servicios para mandar el ejército que debe
enfrentar la ofensiva peruana en el sur del Ecuador. Triunfa en la batalla de
TarquÍ (27.2.1829) y ofrece a los vencidos una capitulación que es modelo de
generosa fraternidad americanista, fiel a su lema que "Nuestra justicia era la
misma antes y después de la batalla". Su hija Teresita, que vivirá sólo 2 años,
nació el 10 de julio de 1829. En La Paz había nacido un hijo natural suyo y de
Rosalía Cortés, José María, el 13 de enero de 1826. La provincia de Cumaná,
a la que guardó permanente afecto lo escogió como su representante al
Congreso. En camino a Bogotá tiene conocimiento de la agitación separatista
que José Antonio Páez fomenta en Venezuela. En la difícil circunstancia de
1830, se destaca en el quehacer político por su consecuencia hacia la persona
y la obra de Bolívar. El Congreso Admirable, reunido en Bogotá, lo elige su
presidente en enero de ese año; en febrero, el mismo cuerpo le encarga una
misión conciliadora ante el Gobierno de Venezuela; le acompañan José María
Estévez, obispo de Santa Marta y vicepresidente del Congreso, y el diputado
Francisco Aranda. A mediados de marzo la comisión ha llegado a territorio
venezolano, pero por la imposición del Gobierno de Venezuela tiene que
regresar a la Villa del Rosario de Cúcuta, donde se llevan a cabo las
conversaciones, que duran 4 días, sin lograrse resultados positivos. Sucre
regresa a Bogotá, mientras la situación se agrava y la obra de Bolívar se
fragmenta. Cuando va de vuelta a encontrarse con su familia en Quito, el
mariscal Antonio José de Sucre es asesinado, a traición, en la montaña de
Berruecos (sur de Colombia), el 4 de junio de 1830, José María Obando fue
señalado como autor intelectual y Apolinar Morillo como ejecutor del crimen.
La vida de Sucre fue un luchar continuo. Combatía contra las fallas humanas,
contra los elementos, contra las distancias. Su preocupación por los servicios,
por la eficiencia administrativa, llenó muchas de sus horas. Fue indoblegable
en su actitud vigilante por la
probidad. Castigaba sin vacilar,
con rigor extremo, crímenes,
vicios y corruptelas, pero fue
magnánimo con enemigos y
adversarios vencidos. Sobre todo
resaltan en Sucre sus conceptos
del patriotismo americano, del
honor, de la gratitud y la lealtad.
En la última carta de Antonio José
de Sucre a Simón Bolívar, escrita
en Bogotá el 8 de mayo de 1830, consta "...el dolor de la más penosa
despedida...", y asÍ de su propia mano escribe: "No son palabras las que
pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Vd.: Vd. los
conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su
amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo
conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Vd.
me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas
circunstancias merecerlo. Adiós, mi general, reciba Vd. por gaje de mi amistad
las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Vd. Sea Vd.
feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud
de su más fiel y apasionado amigo"