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150 | Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo
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Gunnar Myrdal, Economic Theory and Underdeveloped Regions, Londres, Duckworth, 1957.
Contradicción 11. Desarrollos geográficos desiguales y producción de espacio | 153
desde prácticamente 1980 y muchos de los países más pobres (e incluso algu-
nas grandes potencias, como Rusia en 1998 y Argentina después de 2001) se
vieron imposibilitados para pagar sus deudas. Muchos países pobres, como
Ecuador o incluso Polonia (al otro lado del telón de acero) fueron seducidos
para convertirse en «sumideros» para capitales excedentes que entonces se
creía que podrían reembolsar. Un país endeudado tiene que cargar con el
coste de cualquier devaluación subsiguiente de capital, mientras que en el
país acreedor queda protegido. Se pueden entonces saquear los recursos de
los países endeudados bajo las reglas draconianas del pago de la deuda. El
caso actual de Grecia es un ejemplo horrible de este proceso llevado hasta el
extremo. Los bonistas están dispuestos a despedazar y alimentarse de países
enteros que han sido lo bastante ingenuos como para caer en sus garras.
La exportación de capital suele tener efectos a largo plazo más durade-
ros que los movimientos de dinero-crédito «caliente». Los excedentes de
capital y mano de obra son enviados a otros lugares para poner en marcha
la acumulación de capital en el nuevo espacio regional. Los excedentes
británicos de capital y mano de obra generados durante el siglo XIX se des-
plazaron a Estados Unidos y las colonias de asentamiento como Sudáfrica,
Australia y Canadá, creando en ellas nuevos centros dinámicos de acumu-
lación que generaban una considerable demanda de los artículos fabricados
en Gran Bretaña.
Dado que pueden pasar muchos años hasta que el capital madure en
esos nuevos territorios (si es que lo hace) y comience a producir a su vez
excedentes de capital, el país de origen puede tener que esperar durante
un periodo de tiempo considerable para beneficiarse de ese proceso. Así
sucede particularmente con las inversiones en vías férreas, carreteras,
puertos, presas y otras infraestructuras que maduran lentamente. Pero el
rendimiento de esas inversiones depende en definitiva de la evolución de
una intensa dinámica de acumulación en la región receptora. Gran Bretaña
prestó así a Estados Unidos durante el siglo XIX, y mucho después Estados
Unidos entendió claramente, con el plan Marshall para Europa (en parti-
cular Alemania Occidental) y Japón, que su propia seguridad económica
(dejando a un lado el aspecto militar de la Guerra Fría) dependía de la
enérgica revitalización de la actividad capitalista en esos otros espacios.
Pero surgen contradicciones, porque esos nuevos espacios dinámicos
de acumulación de capital acaban generando excedentes y tienen que
encontrar formas de absorberlos mediante nuevas expansiones geográfi-
cas. Esto puede inducir tensiones y conflictos geopolíticos. En los últimos
años hemos sido testigos de una proliferación de fijaciones/soluciones
provisionales espacio-temporales, principalmente en el este y el sureste de
Asia. El capital excedente japonés comenzó a recorrer el mundo durante
la década de 1970 en busca de oportunidades de inversión rentables,
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seguido poco después por el capital excedente de Corea del Sur y a con-
tinuación por el de Taiwán a mediados de la década de 1980. Aunque
algunas de esas fijaciones/soluciones provisionales espacio-temporales en
cascada quedan registradas como relaciones entre distintos territorios,
de hecho se trata de relaciones materiales y sociales entre determinadas
regiones de un mismo territorio. Las dificultades territoriales formales
entre Taiwán y la China continental parecen anacrónicas frente a la cre-
ciente integración de las regiones industriales de Taipei y Shanghai.
Los flujos de capital se reorientan de cuando en cuando de un espacio
a otro. El sistema capitalista permanece relativamente estable en su con-
junto, aunque partes de él experimenten dificultades periódicas (como la
desindustrialización aquí o devaluaciones parciales allá). El efecto general
de tal volatilidad interregional es la reducción temporal de los peligros
conjuntos de sobreacumulación y devaluación, aunque pueda agudizarse
el malestar en determinados lugares. La volatilidad regional experimentada
desde aproximadamente 1980 parece haber sido en gran medida de ese
tipo. En cada etapa se plantea, por supuesto, la pregunta de cuál será la
siguiente región hacia la que afluirá el capital en busca de beneficio y cuál
y por qué será el siguiente lugar en ser abandonado y devaluado. El efecto
general puede ser engañoso: dado que al capital siempre le va bien en algún
lugar, surge la ilusión de que todo irá bien en todas partes si reajustamos la
forma del capital a la que predominaba en Japón y Alemania Occidental en
la década de 1980, en Estados Unidos en la de 1990 o China desde 2000.
El capital nunca tiene que resolver sus fracasos sistémicos, dado que los
desplaza geográficamente.
Un segundo resultado posible, no obstante, es una intensificación de la
competencia internacional dentro de la división internacional del trabajo, en
la que varios centros dinámicos de acumulación de capital compiten en la
escena mundial entre fuertes corrientes de sobreacumulación (falta de mer-
cados para la realización) o en condiciones de escasez de materias primas
y otros medios sustanciales de producción. Dado que no pueden triunfar
todos a la vez, o bien los más débiles sucumben y caen en serias crisis de
devaluación localizada, o surgen contiendas geopolíticas entre regiones y
Estados, que pueden cobrar la forma de guerras comerciales, monetarias o
de recursos, con el peligro siempre presente de confrontaciones militares
(del tipo de las que se convirtieron en dos guerras mundiales entre las gran-
des potencias capitalistas en el siglo XX). En este caso, la fijación/solución
espacio-temporal provisional cobra un significado mucho más siniestro, al
transmutarse en la exportación de devaluaciones y destrucciones de capital
localizadas y regionales como las que tuvieron lugar en el este y sureste de
Asia y en Rusia en 1997-1998. La forma y el momento en que esto ocurra
dependerá no obstante, tanto de las formas explícitas de acción política por
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Henri Lefebvre, La production de l’espace, París, Anthropos, 1974 [ed. ingls.: The Production
of Space, Oxford, Basil Blackwell, 1989; ed. cast.: La producción del espacio, Madrid, Capitán
Swing, 2013].
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