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beneficencia, se irá capacitando poco a poco, al adquirir las pautas de comportamiento social necesarias

en el nuevo status que también exigen esfuerzos porque las mujeres son más “difíciles” que los
hombres en esto del “reconocimiento”.
Nada de esto significa que alguien, grupo o persona regule la filtración ascendente. La
aceptación se hace subconsciente por el propio status de la clase que hace el proceso selectivo
fisiológicamente, como una cuestión de hecho que se va cumpliendo por etapas.
Sin embargo, deduzco de lo observado por Imaz, que en muchos casos hay un
discernimiento que revela conciencia del proceso. Así cuando analiza la composición por
apellidos de las sucesivas comisiones directivas de la Sociedad Rural; el número de los
antiguos y los recientes está inteligentemente dosificado, y los antiguos saben poner en el
primer plano los líderes nuevos que aportan el empuje del neófito para lograr las mayores
ventajas posibles, cuando las circunstancias son muy favorables. Se percibe por ejemplo, que
en el momento en que el grueso de la renta nacional fue transferido a la clase ganadera, en el
gobierno del General Aramburu, asumió el liderazgo de la misma Dr. Mercier, ganadero
consorte, que le resultó muy eficaz. En otras circunstancias a este desconocido le hubieran
aprovechado a lo sumo sus aptitudes de ginecólogo para un curso de tacto rectal, tan
beneficioso para aumentar el porcentual de las pariciones.
El actual presidente de la Sociedad Rural, Faustino Fano pasó, ya hace muchos años,
del comercio de tejidos a la ganadería, donde desde luego se ha destacado por sus aptitudes.
Ha dado el mejor examen de adopción de la ideología económica agroimportadora, pues lo
que le queda de burgués está radicado en Inglaterra, que es donde corresponde; con más
precisión en Manchester, en sus fábricas de tejidos, para rentar en la Argentina como
exclusivo productor rural, libre de todo pecado industrialista. S.M.B. lo debe mirar con ojos
tiernos, recordando aquello que escribió el economista inglés W. H. Dawson en el siglo
pasado, frente al surgimiento de la Alemania industrial: "—Hubiéramos preferido, que
Alemania hubiera continuado concentrando su atención en la producción de música, poesía y
filosofía, dejándonos el cuidado de proveer al mundo de máquinas, telas y algodón"
(Friederick Clairmonte - Liberalismo Económico y Subdesarrollo. Ed. Tercer Mundo. Bogotá,
1963). Póngase novillos y cereales en lugar de disciplinas "tan cultas y germánicas" y la
expresión de deseos conservará todo su sentido.
En cambio, en los momentos difíciles, con igual inteligencia se recurre a los apellidos
tradicionales, cuyos portadores conocen mejor que los neófitos la flexibilidad necesaria para
capear los temporales. Es lo que ocurrió bajo el gobierno de Perón.
También la alta clase suele tener sus herejes.
A veces algunos individuos de la alta clase se dejan contagiar por el virus de las innovaciones y
se resbalan hasta el campo artístico o industrial contrariando las pautas vigentes.
Así, a Victoria Ocampo, durante mucho tiempo no le perdonaron su modernismo, oponiéndole
la reticencia de la gazmoñería, y tardaron bastante en comprender en qué medida la culta dama, por el
simple hecho de transferir su visión europeizante y formar núcleo en su redor era —al margen de sus
propósitos que conceptúo generosos— un aliado tácito del sector de donde provenía, y que vino a
cumplir en el terreno de las letras la tarea que la Sociedad Rural cumplía respecto de la burguesía,
rigiendo en forma parecida el prestigio de los literatos arribistas que, como la burguesía, buscaban el
sello de lo que es "bien" tradicionalmente: un prestigio con el sello de "las formas tradicionales". Actitud
parecida es la adoptada con algunos industriales de apellido tradicional —tal el caso de algunos
Pereyra Iraola. Si triunfan se los ignora, pero si vuelven derrotados al redil se los aplaude, cuando les
queda como volver. No le quedó a Nemesio de Olariaga, que aunque no de origen tan antiguo, estaba
en el nivel de la gran ganadería.
IDIOSINCRASIA DE LA BURGUESÍA RECIENTE
Como se ve, la incorporación a la clase alta no es cuestión de decir: golpeá que te van a
abrir. La misma permeabilidad que surge del espíritu conservador de aquella, exige la práctica
del ritual que se ha referido para graduar el ingreso.
La nueva burguesía originada en la expansión industrial de la última guerra y de
crecimiento mucho más rápido que la de principios de siglo, como se ha visto en el capítulo
anterior, no alcanzó a tomar conciencia de su propio status, ni siquiera a sedimentarse en el
conocimiento de los factores económicos que determinaban su ascenso, pues sus miembros,
más comerciantes que industriales, se creyeron más hijos de sus aptitudes financieras —cosa
bastante cierta— que de sus conocimientos técnicos; pasó aun con los enriquecidos que
proviniendo del taller podían haber sido modelados en el proceso previo de su
enriquecimiento. Faltó ese amor a la propia obra, esa identidad con la creación que en su
sector tiene el hombre de campo, y que habían tenido los viejos industriales. Además, hubo la
seguridad y la soberbia de los hijos de la inflación que se mueven sobre una nebulosa de
situaciones que terminan por atribuir al propio genio. Cada uno se creyó un fenómeno de la
naturaleza y se atribuyó personalmente los éxitos nacidos de condiciones históricas
favorables. En cambio, los obstáculos, las dificultades con los trabajadores, los problemas
impositivos y los inconvenientes de la planificación eran culpa del "intervencionismo de
Estado" al que al mismo tiempo pedían protección.
Imaz ha señalado su incapacidad para actuar como grupo, como conjunto expresivo de
una conciencia empresaria, lo que es bastante lógico por la ya mencionada improvisación en
que la empresa era más una aventura comercial que el producto de una vocación. Faltó la
conciencia del interés común y general a la industria, y los irritaban los mismos problemas
salariales de previsión y de política obrera que les creaban el mercado, como les molestaban
las dificultades de cambio o de crédito que establecían las prioridades de las cuales se
beneficiaban. En su incapacidad para percibir el encuadre de una política general de la cual
eran hijos, sólo percibían las restricciones que ésta les imponía, que les resultaban trabas
burocráticas opuestas a la expansión de su genialidad creadora. Como el comunista del cuento
que pensaba tener dos casas con la que ya tenía y la que le iba a tocar en el reparto, querían las
ventajas del intervencionismo de Estado, que experimentaban, y la de la libre empresa con
que los adoctrinaban sus adversarios económicos que ellos empezaban ya a ver como sus
libertadores. Se sumaron al resentimiento de la alta clase media, y los "primos pobres de la
oligarquía" que experimentaron las molestias que le creaba a su tradición y gustos de "gente
calificada", los aspectos groseros y masivos que la convivencia urbana creaba por la
integración de la sociedad con la vieja clase criolla postergada. Estos tampoco supieron
apreciar que la nueva situación, con la creación de oportunidades, había levantado su nivel de
vida, porque lo midieron no en razón de su mejora, sino en razón del acortamiento de
distancia con las clases más modestas que en su extrema pobreza de antes le daban una
imagen de mejor posición propia.
También hay que computar la incapacidad del peronismo para dar a la burguesía y a la clase
media un lugar en el proceso de transformación. Es curioso que la mentalidad militar de Perón
perdieses el sentido de la importancia de los factores sociales de poder para quedarse en la estimación
puramente cuantitativa del caudillo liberal.
A través de Miranda, todavía esa burguesía podía sentir que uno de los suyos orientaba algo.
Después de la representatividad de la misma y de la alta clase media quedó a nivel Cereijo, y aun los
más simpatizantes y partidarios tuvieron que optar entre retraerse o renunciar a expresar algo distinto
que el coro burocrático.
El militante obrero podía sentirse expresado por el dirigente gremial. El de la burguesía y clase
media no tenía expresión ni en el poder ni en el movimiento político. Quedaron destruidos los
elementos compensatorios que intelectualmente hubieran impedido la absorción masiva por la
mentalidad de la clase ganadera de los elementos altos de las clases intermedias y la burguesía
naciente. Esto hubiera sido lógico si la conducción se hubiese propuesto la construcción de una
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sociedad fundada exclusivamente en el proletariado. Pero nada había más ajeno a su propósito, que era
cumplir con la modernización de la estructura de sociedad preexistente.
En el capítulo anterior se ha señalado la importancia que tuvo en ese momento
histórico el descenso a la arena política de la alta clase, que despertó en estos factores, hasta
entonces distantes de ella, la idea de una permanente vinculación, como si la Unidad
Democrática en lugar de ser una empresa política circunstancial

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