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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

DEPARTAMENTO DE LINGÜÍSTICA

LITERATURAS LATINOAMERICAS DEL SIGLO XIX

Presentado por: Geraldine Ortiz Gómez

INSERICIÓN DE ELEMENTOS AUTÓCTONOS EN LA OBRA LITERARIA: UNA


PERSPECTIVA DESDE LOS RÍOS PROFUNDOS Y EL PERQUILLO
SARNIENTO.

La literatura siempre ha sido, desde tiempos inmemoriales, un vehículo para la expresión de


las múltiples formas de pensamiento cultural, artístico y científico configuradas por cada
una de las sociedades a través de su paso por el tiempo. Gracias a esto, encontramos
grandes diferencias en las producciones culturales, específicamente en las literarias, de cada
pueblo que, de acuerdo a su cosmovisión y a otras variables, reprodujo de forma oral o
escrita las cuestiones que atendían a su determinado momento histórico. En medio del
desarrollo de las distintas formas literarias, se han ido perfeccionando las estructuras,
técnicas y recursos de las que se vale la literatura, con el propósito de lograr comunicar sus
mensajes de una forma más eficiente. Uno de estos recursos es la inserción de formas
autóctonas o folclóricas, como leyendas o costumbres propias de un pueblo, en las obras
literarias que se han producido en cada sociedad.

En otro orden de ideas, nos encontramos con dos obras en las que la inserción de estos
elementos está muy presente: por un lado, tenemos Los ríos profundos de José María
Arguedas, escritor peruano del siglo XX y, por otro lado, nos encontramos con El
periquillo Sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi, escritor mexicano del siglo
XIX. Después de realizar la lectura de ambos textos, surgen una serie de preguntas a las que
propongo dar respuesta en este trabajo: ¿Cuál es la intensión de estos autores al insertar
elementos autóctonos o folclóricos en su obra?, pese a que se encuentran situados en
momentos históricos distintos, bajo circunstancias políticas, sociales y culturales distintas,
¿se puede establecer un puente entre sus motivaciones o estas son propiciadas por razones
totalmente distintas?
En primer lugar, dirigiré la mirada hacia Los ríos profundos, obra cumbre de José María
Arguedas, quien fue un importante etnólogo, escritor, antropólogo docente y traductor
peruano. Publicada en 1958, esta obra marca el inicio de la corriente literaria neoindigenista
en el Perú como un retrato de la cosmovisión andina de los pueblos aborígenes
prehispánicos. Ernesto, alter ego del escritor, es un niño de catorce años que nos acompaña
en el transcurrir de la trama y nos muestra los elementos importantes que configuran el
mundo andino y que, bajo su mirada, poseen un misticismo que en muchas ocasiones fue
opacado por las imposiciones culturales del imperio español. Uno de estos elementos, que
sin duda le aportan un tono místico a la obra son los Huaynos, que en palabras del propio
Arguedas son “el canto universal del Perú indio y mestizo […] su voz y su expresión
legitima a través de todos los tiempos”. (Arguedas, 1939: 46)

Estos huaynos aparecen esporádicamente a lo largo de la narración, sumando una totalidad


de catorce cánticos. Su valor estético es indudable, pero su valor en la obra va mucho más
allá de la esteticidad que aporta a las imágenes del texto. Estos cantos indígenas no están
presentes en la obra azarosamente por mano del autor, sino que tienen múltiples propósitos
que analizaré a continuación.

Arguedas, como amplio conocedor de la cosmovisión andina tanto cultural, por ser criado
entre indios, como académicamente, por su labor como etnólogo, busca construir de algún
modo las vivencias que hacen parte de su infancia, integrando las voces de otros, en este
caso, las indígenas. Esto opera como una polifonía. La novela polifónica, término acuñado
por el filósofo, teórico y crítico literario, Mijaíl Bajtín, es la que integra varias voces en la
construcción de su discurso.

En Teoría y estética de la novela, Bajtín se refiere a estos elementos como una imagen
novelesca del estilo ajeno:

“Esa imagen novelesca del estilo ajeno (con las metáforas directas que entran el él),
está puesto entre comillas entonativas (exactamente entre comillas irónico-paródicas)
en el sistema del discurso directo del autor (que nosotros postulamos). Si eliminamos
esas comillas entonativas y queremos percibir las metáforas utilizadas en este caso
como medios directos de expresión del autor mismo, destruiremos la imagen
novelesca del estilo ajeno: es decir, precisamente, la imagen creada aquí por (…el)
novelista. El lenguaje poético (…) está muy lejos de la palabra directa del autor
mismo que postulamos nosotros: sirve sólo como objeto de representación (casi como
una cosa) (…)” (Bajtín, 1989:414)

De acuerdo a lo que nos dice Bajtín, estas voces no son parte del discurso directo del autor,
sino que, como lo observamos en la novela, entran a dialogar con él como objetos de
representación. Este diálogo hace que los discursos interactúen entré sí, integrándolos en
torno a su propio conflicto y haciendo que las ideas del escritor sean expresadas más
claramente. Lo anterior es identificable en el hecho de que, después de que el autor expone
algún suceso, da énfasis en él acompañándolo por un huayno que complementa la idea y el
sentido de la misma.

Estas voces que componen los pasajes poéticos de la novela, son usadas por el autor para
rescatar la pluralidad de las culturas aborígenes y de su idioma nativo, que era el quechua,
mediante la corriente indigenista en medio de un complejo panorama: el Boom
latinoamericano, cuyas miras iban en dirección hacia otros tópicos literarios, desvalorizó
explícitamente la propuesta arguediana por encontrarse esta fuera de dichos focos.
Además de todo lo anterior, Arguedas busca revindicar uno de los componentes
fundamentales que han edificado la cosmovisión de estos pueblos y la suya propia: la
lengua. Como lo refiere Julio Ortega en su estudio Texto, comunicación y cultura en Los
ríos profundos: “Siendo una lengua oral, y a la vez socialmente marcada, su aparición se
produce como un desnudamiento cultual: revela el “ser natural”, original de los hablantes; y
por ello mismo, su función expresiva es a la vez apelativa.” (1982: 17). El quechua, como
se puede apreciar en el texto, está evidentemente más conectado con la naturaleza que el
español. A nivel semántico, hay palabras quechuas que cargan una amplísima significación,
que hace que el texto se expanda en sus horizontes permeado por la ambigüedad de
sentidos que adquieren, en ocasiones, las palabras quechuas utilizadas por el escritor.
El quechua como uno más de los componentes culturales que han sido relegados y
desplazados por los españoles y hasta por los mismos indígenas, debido a que necesitan
aprender español para comunicarse con todas las esferas sociales, por ser ésta la lengua de
uso común. Por esta razón es que hace uso en sus traducciones de lo que ha sido conocido
como el español quechuizado, en un intento por visibilizar las formas del quechua y
algunos de sus aspectos lingüísticos; de evitar que muera olvidada ante valores identitarios
plenamente instaurados en el colectivo de los peruanos.

Los huaynos, como lo señala la crítica comúnmente, están ligados al tinte místico que tiene
la obra. Sin dejar de lado lo anterior, estos cantos también claman a gritos el drama de una
población ultrajada aún después de tiempos coloniales: la de los distintos pueblos
aborígenes que convivían en el Perú, quienes después de ser dominados por el imperio,
fueron dominados por la oligarquía: sus nuevos verdugos.

Es aquí donde todo lo anterior, toma un aspecto más político. Y es que la intensión del
autor va más allá de las posibilidades estéticas que puedan ofrecerle estos cantos propios de
su cultura: quiere mostrar a partir de éstos, los impedimentos con los que convive su
pueblo. En palabras de Ortega:

“con la aparición de Los ríos profundos José María Arguedas demostró que su
importancia era otra, menos obvia: no sólo la de haber descubierto un mundo nativo
sino también la de revelar una nueva literatura, que él iniciaba con esta novela,
clausurando el viejo indigenismo de buena voluntad y comenzando la moderna
lectura de ese mundo discordante que resultaba ser el más nuestro, el más próximo y
propio” (1982: 2)

Como lo expresa Ortega, es el descubrimiento de una identidad que resulta siendo,


finalmente, el descubrimiento de nuestra verdadera identidad; aquella que nos fue
arrebatada por los españoles. Este intento de mostrar a sus compatriotas sus verdaderas
raíces, sus vínculos con el pasado, la lengua que no aprendieron naturalmente, es un gran
intento por hacer que ese pasado sea apropiado por su gente y que viva en el imaginario
colectivo del pueblo peruano como parte de su identidad cultural.

En segundo lugar, nos encontramos con El Periquillo Sarniento, obra cumbre de José
Joaquín Fernández de Lizardi, escritor y periodista mexicano conocido como El pensador
mexicano, por el nombre que dio a un periódico que él mismo fundó. Publicada en 1816,
fue sometida a la censura por parte de la Inquisición del virreinato, que condenaba la
lectura de este tipo de ficciones y aún más por el mensaje implícito que está sostiene contra
la administración española. Su obra fue leída en la clandestinidad hasta que, por fin, en
1830 se pudo publicar completa y sin ningún tipo de impedimentos.

La novela nos cuenta la historia de Pedro Sarmiento, un niño de origen popular que en su
lecho de muerte, rememora todas las venturas y desventuras que vivió desde su infancia
temprana, con el único propósito de dejar el testimonio de su vida como pauta para que sus
hijos no cometan sus mismos errores. Su alto valor moralizante, se ve premeditado por las
digresiones a las que recurre el autor para instruir a nivel ficcional, a sus hijos, y a nivel
general, a todo su público lector.

Los elementos que me propongo analizar, son las diferentes jergas que están presentes en el
texto y que, al igual que en el caso de Los ríos profundos, no están allí azarosamente. Las
jergas que encontramos allí hacen parte de una recreación del panorama lingüístico de la
época: la de los médicos, la de los estudiantes, la de las mujeres de vida fácil y la de los
ladrones, son unas de las que podemos encontrar, entre otras muchas.

Esto nos da cuenta de que, pese a que la obra es una ficción, no deja de lado el realismo
para darle algo de verosimilitud al relato en su contexto. Es en este afán de dotar la obra
con un toque de realismo, en donde el autor decide añadir estos elementos con plena
conciencia de que el modo de hablar de un doctor no puede ser expuesto de la misma forma
en la que hablaría un delincuente de las clases marginales de la sociedad.

Sin embargo, esta no siempre ha sido la función de estos elementos en la prosa mexicana,
como nos lo afirma el escritor mexicano, Arnulfo Trejo: “El argot, en conclusión, ha venido
desempeñando distintos papeles en la prosa mexica. Comienza por ser un elemento con el
que el autor se propone revestir de realismo su obra, (...)” (2015: 8) Esta es la función que
cumple en el Periquillo, claramente, pero en obras del siglo XX, su función es otra: “Es, en
efecto, una realización artística en la que una lengua se complementa con otra. La literaria,
desenvuelve la narración, y la jergal, con su crudeza y tosquedad, corresponde
especialmente transmitir las desenfrenadas pasiones humanas, que de otra manera
quedarían ahogadas.” (2015: 7)

Es importante también resaltar, como en la obra anterior, el aporte estético de estos


elementos en la construcción de la misma. Estos instrumentos artísticos, otorgan a las
escenas que ofrece la novela, unas pinceladas de lo que los románticos llamarían “color
nacional”; una representación de la vida del pueblo mexicano. Un lector oriundo mexicano
de la época, reconocería la narración como parte de la literatura de su nación por los
modismos, los refranes y las diferentes jergas que se encuentran vinculadas a la obra. Esto
también conlleva a que el lector se identifique en ella. Este acercamiento con el público
lector, mediado por las jergas, propicia que el lector reciba el mensaje y se apropie
adecuadamente de él. El hecho de que el autor no acuda al purismo del lenguaje, como
suele verse en la literatura de “alta cultura”, garantiza un alcance universal del mensaje
moralizador de su obra al grueso de la población lectora.

Otro de los propósitos por los que el autor incluye estas particularidades del español de su
época, es precisamente para hacer visible los modos de habla que tiene cada grupo social en
su comunidad. La crítica general de la novela, apunta hacia la ineficacia de los modelos
educativos españoles en la época de la colonia, lo que incurría directamente en el hecho de
que ciudadanos criollos educados por este sistema, como el Periquillo, a falta de una mejor
educación, tomaran decisiones incorrectas para su vida, como llegar a robar o a mentir. Se
podría decir que por ello también el autor se permite exponer estos modos del habla: para
observar la diferencia abismal en el uso del lenguaje, determinado por el entorno social y la
educación académica, de un médico, por ejemplo, y de un pillo proveniente de los
suburbios de la ciudad.

Y es que como ocurre en el caso de Los ríos profundos, en El Periquillo Sarniento Lizardi
también denuncia tajantemente una condición social que pesa sobre su nación. En palabras
del filólogo y docente español, Javier Sánchez Zapatero:

“Esta concepción rousseaniana presente durante toda la novela sirve al autor para
lanzar un furibundo ataque contra la labor de los españoles en México durante el
periodo colonial, responsables de una educación paupérrima, de una organización
política que excluye a los criollos como Lizardi de los puestos de poder y de una
serie de lacras sociales que inducen al pecado.” (2006: 3)

En este caso en particular, como ya lo mencionamos anteriormente, es una denuncia contra


los modelos educativos que se gestaron en los tiempos de la colonia y que han sido
ineficaces hasta nuestros días. Es por esto que Lizardi concibe la educación como un medio
para el desarrollo integral de cada individuo en su respectiva sociedad. Así mismo lo
afirma Sánchez:
“Alimentado la filosofía racionalista del siglo XVIII, el autor se limita a reproducir la
realidad tal y como se ofrece ante sus ojos. Sin embargo, este realismo se ve de alguna
forma alterado por su actitud, pues piensa Lizardi que lo que se le muestra puede ser
mejorado mediante la educación y la instrucción que defiende el ideario ilustrado.”
(2006: 11)

Es por esto que la novela tiene un marcado aspecto pedagógico, que mediante sus
digresiones, sirve al lector como un manual de consejos prácticos para aplicar en su vida y
evitar caer en los desventuras que vive el Periquillo. Este modo de pedagogía de Lizardi,
reafirma aún más la importancia de la educación, no sólo en el sentido académico, sino
también en el moral, con el objetivo de que la sociedad se desarrolle íntegramente y avance
a la par de sus conocimientos: “A Lizardi le interesa corroborar la veracidad de lo escrito
para reforzar su carácter crítico y pedagógico. Del mismo modo, sus digresiones (…), van
encaminadas a reforzar la función didáctica de su obra, apuntalada en ocasiones por la
recurrencia a autoridades literarias y filosóficas.” (2006: 6)

También, cabe resaltar que estos elementos autóctonos han servido para el estudio
lingüístico del español mexicano del siglo XIX, sobre todo en lo relativo al argot de la
delincuencia. En libros como Herencia e innovación en el español del siglo XIX 1, se
recogen una serie de estudios sobre nuestro idioma en el siglo decimonónico. Uno de estos
trabajos toma como referencia principal El Periquillo Sarniento para analizar el léxico con
el que Lizardi caracteriza a sus personajes, en consonancia con el grupo social al que
pertenecen. Dentro de los diversos estudios lingüísticos que se han hecho con su obra, se
encuentran la evolución de las distintas jergas y argots a través del tiempo y otros relativos
a aspectos sociolingüísticos como el habla de sectores marginados en la época, como lo son
el de los indios bilingües y el de las mujeres.

Finalmente, tenemos que las intenciones de ambos autores al llevar estos elementos a su
prosa no son del todo coincidentes por la diferencia de sus realidades, como lo apunta
Sánchez: “hay que tener en cuenta que toda manifestación artística es hija de su tiempo y
que en el momento en el que un autor se dispone a crear, lo hace siempre condicionado por
toda una serie de características que conforman el mundo que lo rodea.” (2006: 10). En Los
ríos profundos, encontramos que su autor inserta estos cantos folclóricos con el propósito
de que se revaloricen las expresiones artísticas de su cultura, como una identidad perdida y
precedida por una cosmogonía que configura un mundo lleno de significaciones y de
misticismo. Esta reivindicación de valores estéticos se hace presente en todo su trabajo:
desde su labor como etnólogo y antropólogo, hasta en sus escritos con un trasfondo un poco
más poético. En cambio, en El Periquillo Sarniento, nos encontramos con razones de índole
más literario: dar veracidad a la obra integrando las voces propias del pueblo mexicano; las
ambiciones literarias de Lizardi son evidentes: tenía plena conciencia del sinsentido que
sería no dar una caracterización casi que esquemática a los personajes extraídos de los
recovecos de la sociedad mexicana, para la cual hizo uso de sus conocimientos sobre el
modo en que usaban el lenguaje los arquetipos que usaría en su novela.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, encontramos que en estas denuncias, cuyo foco gira
en torno a una problemática distinta, se busca hacer una construcción de la realidad cultural
de cada uno de los países: Perú y México; culturas impuestas por los españoles y heredadas
generacionalmente, cuyas consecuencias perjudiciales se exponen de manera implícita en
ambos textos. También, otro punto en común en la aparición de dichos elementos, es la
pretensión de enriquecer el texto: de aportarle elementos estéticos que hagan más llamativa
su prosa para que esta no sea plana y no esté limitada a narrar, simplemente. Otro punto en
común, y tal vez el más destacable, es lo que, como mencionamos páginas arriba, los
románticos llamaban “color local”. Estas pinceladas que el autor le da a su obra, buscan crear
un patrón diferenciador frente a los textos provenientes de otros lugares geográficos. Así, la
obra intenta generar en sus compatriotas un sentido de pertenencia por la patria, por lo que
los une, por aquella hermandad nacida en el corazón del sentir popular.
NOTAS

1. Herencia e innovación en el español del siglo XIX. Pisa: Universidad de Pisa.


BIBLIOGRAFÍA

1. Bajtín, M. (1989). Teoría y estética de la novela. Madrid: Taurus.


2. García, J. (1996). Cosmovisión mítica en los ríos profundos: Conceptualización de
luz y música. Revista de crítica literaria Latinoamericana, 43 (44), 301-312.
3. Ortega, J. (1982). Texto, comunicación y cultura en Los ríos profundos de José
María Arguedas. Nueva revista de filología hispánica, 31 (1), 44-82.
4. Trejo, A. () El argot como medio de expresión en la prosa mexicana.
5. Sánchez, J. (2006). Heterogeneidad y fuentes literarias de El Periquillo Sarniento,
de José Joaquín Fernández de Lizardi. Espéculo, Revista de estudios literarios de
la Universidad Complutense de Madrid.
6. Arguedas, J. (1939). Indios, mestizos y señores. Lima: Horizonte.

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