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Consultemos y debatamos
En la crianza de los niños debemos incluir a ciertos personajes que también nos
acompañaron en nuestra niñez: los héroes, las princesas, los duendes, los príncipes,
los castillos, los gnomos, los enanos, los gigantes, los caballos alados, las sirenas, los
magos, las brujas y todos estos personajes que se congregan para hacer los relatos
literarios que le sirven al niño como un medio privilegiado para elaborar y enriquecer
su mundo interior y, en consecuencia, para establecer su relación con el mundo
exterior.
El niño necesita el relato para crecer, para descubrirse o construirse, darle forma a
su experiencia, enamorarse de la vida, con las palabras, con los sonidos, con las
imágenes, para conocer su origen, el de sus padres, para hacer brotar su fantasía,
para perfeccionar su magia y para seguir siendo mejores maestros del mundo.
Con frecuencia, el niño busca la lectura porque ha visto a una persona amada metida
en los libros, y la lectura apareció como un medio de imitación e identificación, de
acercarse a ella y de apropiarse de su mundo, de sus cualidades, de su encanto, de su
misterio. Entonces, la mejor manera de contagiar a los niños del hábito de leer es
que nos vean leer, que tengamos libros en casa. Unos padres y un maestro lector
tienen mucha probabilidad de hacer de sus hijos y estudiantes niños lectores.
Por medio de la literatura, el niño escolar aprende ideas sabias sobre la paz, la libertad
y la justicia que a lo largo de los siglos han quedado vivas y han podido resistir el
desgaste, las guerras y la destrucción. Aprende a mirar el mundo, aprende que
después del fracaso hay siempre un lugar para aprender y recuperarse.
El cuento o relato infantil le da un nuevo sentido a la vida del niño cada vez que
lo escucha o lo lee. El niño siente la fuerza oculta en el relato, sabe que es distinta
cada vez que lo escucha, por ello pide que se le cuente el mismo cuento una y otra vez.
Debemos leer la literatura con la mente y con el corazón; ella le enseña al niño escolar
códigos morales que tienen que ver con la justicia, el honor, la lealtad, la honestidad.
La buena literatura es un maestro que le aumenta al niño su nivel de conciencia,
permitiéndole diferenciar entre el bien y el mal.
Cuando el niño tiene menos de nueve años los relatos deben ser cortos, con
letras grandes, intercalados con imágenes. Se prefiere el color en el texto. A medida
que el niño crece, le atrae más un relato con más palabras y menos ilustraciones. El
tema debe ser interesante y coherente con la vida y que le muestre otras historias de
vida.
Todos hemos leído los cuentos de hadas, que aún hoy continúan siendo útiles,
pues en esos relatos se encuentra toda una riqueza de lugares, personajes y
situaciones como el bosque, la bruja, el hada, el espejo mágico, etcétera, que le
permiten al niño identificarse y analizar las distintas y complicadas situaciones que
están viviendo en la vida real.
La literatura tiene para el niño escolar un papel reparador. Muchos niños que han
vivido situaciones de sufrimiento en la familia, la escuela o la comunidad, comienzan a
dejar salir lo que está aprisionado después de leer buenos libros siendo capaces de
narrar sus propias historias. Algunos de estos relatos aparentemente no tienen nada
que ver con lo que el niño está viviendo externamente, pero sí con lo que vive en su
interior.
Hansel y Gretel pueden ayudar a un niño escolar que tiene miedo a ser abandonado,
le enseñará que siempre algún adulto cuidador puede acudir en su ayuda y que sus
hermanos pueden ser una compañía solidaria aun en los momentos más difíciles.
Blancanieves le sirve a una niña escolar mayor para luchar contra los conflictos con
su familia y ver reflejada su salvación en medio de un bosque oscuro donde aparecen
siete seres extraordinarios con emociones distintas como la alegría, la laboriosidad, el
afecto, la ingenuidad, la pereza, la sabiduría, etcétera.
Muchas de las preguntas propias del niño escolar se logran resolver mediante la
literatura: ¿de dónde vengo?, ¿quién creó a Dios?, ¿por qué hay que morir?, ¿qué es la
vida?, ¿por qué el arco iris existe?, ¿qué es la gravedad?, ¿por qué existe la guerra? La
literatura deleita e instruye al mismo tiempo. Es fuente de valores espirituales y
sociales acompañados de un buen conocimiento. Mediante el relato el niño se instruye:
Julio Verne es un buen maestro de Geografía, Michael Ende es un maestro de Física y
Ciencias sociales, los hermanos Grimm son maestros de Humanidades, Gabriela
Mistral es una maestra de Religión.
Pero no solamente son útiles los autores clásicos. Existen ahora muchos otros
autores contemporáneos llenos de sabiduría de la vida. Todos, por ejemplo,
recordamos los magníficos relatos en rima de Rafael Pombo. O hemos soñado con El
Principito, de Saint-Exupéry.
La literatura educa los sentidos del niño: es una enseñanza contenida en el relato,
con el que el niño experimenta sensaciones al sentir el viento en la cara cuando el
príncipe cabalga en el caballo, los pelos de punta cuando el monstruo aparece, el
delicioso aroma del pastel de la abuela, la belleza del amor cuando el caballero
encuentra la princesa o la fascinación por el concierto de pajaritos.
Por medio de los relatos el niño puede expresar sus sentimientos: los buenos
deseos por medio de su hada buena, sus tendencias destructivas por medio de una
bruja cruel y malvada, sus miedos simbolizados por el lobo, sus celos por medio de un
hermano, una madrastra o un animal.
Los adultos también nos beneficiamos cuando iniciamos a los niños en el mundo
de la literatura porque nos contagiamos de su capacidad de asombro y entramos
otra vez al mundo maravilloso de lo mágico de nuestra niñez.
Comprometámonos y evaluemos