Otra cosa son los temas especializados de la ciencia y de la técnica
que exigen una respuesta desde campos del conocimiento accesibles
a muy pocos y no consultan, ni pueden consultar, el simple deseo de quienes acuden a las urnas. ¿O acaso es significativo su veredicto acerca de la validez del teorema de Pitágoras? Ese es el campo en el que yo califico de profanas a las mayorías, dentro de las cuales me incluyo.
Envidiable la vocación democrática de la senadora cristiana que no
reconoce límites al ámbito de la decisión mayoritaria. Al fin y al cabo “la voz del pueblo es la voz de Dios”, y Dios lo sabe todo y es él quien nos saca de dudas en materia —inclusive— de verdades matemáticas. Recuerda uno el episodio pintoresco del alcalde que propuso al Concejo declarar que su frío municipio sería en adelante tierra caliente. Y así lo decidió la regla de la mitad más uno. Reconozco que mi idea de la democracia es mucho menos ambiciosa, pues encuentro límites inquebrantables al ámbito de la decisión mayoritaria.
El otro asunto es el derecho a adoptar, inexistente de acuerdo con la
opinión de mi admirada amiga y buena jurista Viviane Morales. Hace mucho tiempo aprendí (seguramente mal) que cuando alguien puede actuar legítimamente en virtud de la facultad conferida por una norma, ese alguien tiene un derecho subjetivo. Y si se establecen condiciones bajo las cuales se puede ser padre adoptante, quien llega a serlo ha ejercido un derecho. Otra cosa es que el mismo se confiera en virtud de un interés prioritario del adoptivo. Las dos cosas no son incompatibles.