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Alcoholismo
Ernesto ha sido un muchacho manejado por grandes emociones, siempre
ha sido muy impulsivo. Desde que era estudiante conseguía trabajos para
los fines de semana y las vacaciones, así evitaba pasar mucho tiempo en su
casa que le resultaba un infierno. Su poca estabilidad emocional puede
estar vinculada con el alcoholismo de su madre y con la débil personalidad
de su padre.

Ernesto siempre estuvo interesado en su vecina, una niña gordita, de tez


blanca y muy amable. Aún recuerda como le gustaba verla pasar cuando
iba a la tienda por los mandados y llamarla escondido tras la ventana:
“Liliana, Liliana”. Ella sabía quien la estaba nombrando y eso la
emocionaba. Cuando Ernesto y Liliana crecieron se hicieron novios. Luego
se casaron a escondidas porque la situación familiar no permitía otra salida
y se fueron a vivir juntos.

Ernesto ganaba poco en el taller donde trabajaba, y para completar


empezó a tomar y a llegar muy tarde los fines de semana. Liliana extrañaba
su casa, sus comodidades y se sentía mal cuando oía comentarios respecto
de la universidad a la que ingresaron sus compañeros. Pero creía que su
amor por Ernesto era más fuerte que todo eso.

Liliana evitaba saber de los problemas de la familia de su marido, en la que


la mamá estaba cada vez peor. Tampoco soportaba a Ernesto borracho.
Muy pronto Liliana quedó embarazada, y en este período, las ausencias y
llegadas tarde de Ernesto se hicieron más frecuentes. Cuando el niño nació
lo llamaron igual que su padre. Ernesto cambió de empleo y ahora gana
mucha más plata, pero de nada sirve porque todo queda en sus
borracheras, que son casi diarias…

(La familia como núcleo afectivo - Programa Educador familiar.


Nódulo 2)
Reflexionemos y compartamos

 ¿Qué anécdota o experiencia conoce de las consecuencias del alcohol?


 ¿Qué función cumple el alcohol en nuestras celebraciones familiares?
 ¿Cómo dialoga con sus hijos/hijas sobre el alcohol?

Consultemos y debatamos
Vivimos en una cultura en la que el alcohol es parte importante de
los eventos significativos que convocan a la familia, a los amigos y
en general a toda la sociedad, de tal modo que cuando se quiere celebrar
un cumpleaños, un bautizo, una boda, la ganancia de un torneo deportivo, lo
hacemos brindando con copas, y brindamos deseando colectivamente salud.
Este acto en la memoria colectiva es entonces asociado con bienestar. Por
otro lado, la publicidad asocia de una forma muy estrecha alegría con
alcohol.

El consumo de alcohol por los adolescentes plantea uno de los retos


más significativos en el proceso de crianza. Es un reto porque se conoce
el potencial dañino que tiene el consumo de trago y porque buena parte de
los adultos son consumidores habituales de alcohol, por lo tanto conocen los
efectos que causa el mismo.

La publicidad y la propaganda son las estrategias que usa la


industria del alcohol para vender y promover su consumo en los
adolescentes, creando asociaciones entre el alcohol y algunas necesidades
de los jóvenes. Unas de estas necesidades son propias de su condición
juvenil, como las de socialización, recreación, la vivencia del cuerpo, la
alegría, la sexualidad y el erotismo, por ejemplo. Otras son necesidades
creadas culturalmente, como la hombría, el arrojo y la adultez.

¿Como es posible enseñar a prevenir el consumo y el abuso de una


sustancia que es tan importante en la cultura en la que vivimos y sin
cuyo consumo pareciera que las personas no estuvieran preparadas
para divertirse?

El alcohol es la sustancia psicoactiva que más consumen los


adolescentes. El comienzo sucede generalmente en los primeros años de la
adolescencia (once a trece años). Con mucha frecuencia el primer trago de
alcohol se da dentro del contexto familiar, incluso de la mano del padre. Es
necesario conocer que mientras más temprano un individuo tenga contacto
con el alcohol más se incrementa el riesgo para el abuso y la dependencia
del mismo. Por ejemplo, se han reportado casos de daños hepáticos graves
en niños en edad escolar cuyo consumo de alcohol ha sido promovido y
facilitado por sus padres.

El alcohol es una sustancia bloqueadora de la mente. Los seres


humanos tienen mecanismos de control que les sirven para vivir en sociedad
y respetar las normas de convivencia. Parte del aprendizaje social es tener
estos mecanismos de control. Esos mecanismos son como unos frenos que
existen para controlar nuestros impulsos, de tal forma que si un adolescente
tiene mucho calor en clase, esos mecanismos le sirven para no quitarse la
camisa. El alcohol, por ser un bloqueador de la mente, en la primera fase de
su acción bloquea esos mecanismos de control.

Por lo anterior, las personas en la primera fase de la acción del trago se


sienten desinhibidas. Así, un adolescente puede fácilmente superar las
limitantes sociales que tiene: si es tímido se puede volver extrovertido; si le
da miedo acercase a alguien que le interesa, con dos tragos encima se
anima; si es aburrido puede encontrar su lado divertido. Pero se pierde la
valoración de riesgos, por ejemplo se toman conductas irresponsables como
manejar un vehículo bajo efectos del alcohol.

En otras palabras, el alcohol le permite al adolescente hacer cosas que


estando sobrio, por limitantes sociales, es incapaz de hacer. Estos efectos
positivos para el adolescente son inmediatos y para muchos de ellos
necesarios, lo que hace muy difícil que acepten estrategias de prevención del
comienzo del uso del alcohol.

El alcohol es también un medio que facilita la expresión del


erotismo, los sentimientos, la vivencia del cuerpo y la sexualidad,
por lo que este consumo se ha relacionado con incrementos del
riesgo en el ejercicio de la sexualidad: las enfermedades de transmisión
sexual, los embarazos no deseados, las relaciones coitales casuales o no
deseadas se facilitan con el uso del alcohol.

La desinhibición de los mecanismos de control es un factor de riesgo que


promueve la aparición de conductas agresivas en los adolescentes. Por
eso existe una relación directa entre el consumo de alcohol y las lesiones
personales, peleas e incluso homicidios.

Los efectos del alcohol también llevan a los adolescentes a asumir


algunas conductas de riesgo ante peligros inminentes con
frecuencia condicionados por la presión de su grupo de amigos. El
consumo de sustancias psicoactivas ilícitas (marihuana, cocaína, bazuco,
éxtasis, heroína, etcétera) siempre atraviesa por un puente que le tienden el
alcohol y el tabaco, es decir, aquellas socialmente aceptadas.

Otras veces, el alcohol es usado por los adolescentes como un escape de


problemas emocionales, razón por la cual el uso frecuente o el abuso del
alcohol se han relacionado directamente con la depresión juvenil.

Cuando aumenta el efecto bloqueador del alcohol sobre el cerebro, se


disminuyen todas sus funciones. Por eso se alteran los tiempos de reacción a
los estímulos externos, que es un factor que favorece el incremento de los
accidentes de tránsito y otras lesiones personales asociados con la falta
de coordinación motriz. Esto puede ocurrir con una muy pequeña cantidad;
por ello es un mito equivocado decir: con tres traguitos no hay problema.

El consumo del alcohol tiene distintas fases. La primera de ellas es la


experimentación, en la cual se lo prueba a veces; posteriormente se pasa al
uso regular. En estas dos primeras fases el adolescente tiene un grado de
control sobre el alcohol. En las siguientes fases que son el abuso y
posteriormente la dependencia se pierde este control y aparece una
conducta compulsiva o sea que el joven manifiesta ansiedad que lo lleva
al consumo del mismo, conducta que altera el funcionamiento individual,
familiar y social por la necesidad de tomar alcohol.
Un asunto preocupante del consumo del alcohol por los adolescentes es
cuando el joven se siente resistente al trago. Los padres no se
preocupan porque el hijo/hija llega a casa en estado de relativa sobriedad,
pero ha consumido grandes cantidades de alcohol; en estos casos lo que
ocurre es que se ha generado una resistencia al efecto del alcohol que lleva a
un consumo elevado del mismo.

Algunos expertos han establecido como una categoría de riesgo en los


adolescentes es el tener problemas con el alcohol. Esta descripción no
traduce alcoholismo, dependencia u otro equivalente, sino asociación con los
problemas descritos anteriormente con el consumo del alcohol, como
accidentes, conductas sexuales de riesgo, etcétera.

Se sostiene que un adolescente tiene problemas con el alcohol cuando


en una sentada o fiesta se toma más de cinco tragos seguidos si es un
hombre o más de cuatro si es una mujer (una cerveza es equivalente a un
trago). También tienen problemas con el alcohol si están tomando más de
diez tragos semanales los hombres o más de ocho las mujeres. Conocer estos
datos puede permitir a los padres tener un patrón de referencia sobre la
cantidad de tragos que ingieren sus hijos y, por lo tanto, tomar las medidas
pertinentes.

Se debe afrontar ciertos mitos que incitan a beber, como decir tomar
es propio de hombres, o el alcohol es necesario para el organismo.

Los adolescentes generalmente toman en grupo, con mecanismos de


cuidado mutuo que son espontáneos. De tal forma que en un grupo al menos
uno de ellos se mantiene en algún estado de sobriedad y lucidez que le
permite manejar algún grado de liderazgo y control sobre los riesgos
grupales e individuales que se pueden asumir.

Este es un mecanismo de protección que se da de forma espontánea y tiende


a verse fortalecido cuando el grupo de amigos es constante en el tiempo y se
fundamenta en los lazos de afecto y solidaridad. Se debe hacer claridad en
que este mecanismo los protege muchas veces de morir, pero no de
convertirse en alcohólicos o de tener alguna otra complicación relacionada
con el uso del alcohol.

Después de analizar todo lo anterior, se debe afirmar que el alcohol como


sustancia psicoactiva puede generar riesgos para el desarrollo
físico, emocional, intelectual y social de los adolescentes. De igual
manera, se debe hacer énfasis en las fortalezas personales, psíquicas y
sociales que deben adquirir los jóvenes para tener una adecuada relación con
esta o cualquier otra sustancia psicoactiva.
Comprometámonos y evaluemos
 Conversemos con nuestros hijos/hijas sobre los efectos y causas del alcohol
 Seamos un modelo de comportamiento para nuestros hijos Prediquemos con
el ejemplo: nuestros hijos aprenden más de lo que ven que de lo que
escuchan
 Evitemos darle alcohol a nuestros hijos, ni siquiera con la justificación de que
se vayan acostumbrando
 Nunca recurramos al alcohol para poner a prueba su “hombría” ni al niño ni al
adolescente
 Retrasemos el mayor tiempo posible el contacto de nuestros hijos con el
alcohol
 Hagamos que nuestros hijos adolescentes reconozcan cuales son las
estrategias publicitarias para que ellos consuman alcohol
 Mostremos a nuestros hijos que es posible divertirse sin consumir alcohol
 Estemos pendientes de la cantidad y la frecuencia con que nuestros hijos
ingieren alcohol, no solo si se emborrachan: es posible que entren en la
categoría de persona que tiene problemas con el alcohol, busquemos ayuda
 Promovamos el criterio independiente, la originalidad en nuestros hijos
respetando su individualidad, como un modo de que consideren como opción
no hacer todo lo que hace el grupo de amigos
 Favorezcamos la creatividad en nuestros hijos, como una manera de que
busquen alternativas diferentes al uso de alcohol y psicotrópicos para
divertirse
 Incentivemos en nuestros hijos la capacidad de afrontar y/o resolver los
problemas u obstáculos propios de cada una de las etapas de su vida
 Vigilemos que se dé cumplimiento a la norma que establece que los
establecimientos no vendan alcohol a menores de dieciocho años
 Si alguien en la familia tiene problemas por el consumo de alcohol, no
dudemos en pedir ayuda

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