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SEMINARIO MAYOR “LA ANUNCIACIÓN”

FACULTAD DE TEOLOGIA
HISTORIA DE LA IGLESIA ANTIGUA
FACILITADOR: Lic. Pbro. Marcelino Trujillo Barragán
ALUMNO: Juan de Dios Herrera Rodríguez
CD. ALTAMIRANO GRO. SEPTIEMBRE DEL 2019
ACTA DE LOS MÁRTIRES

Es un hecho que nuestra Santa Iglesia está cimentada sobre la sangre de los Santos
Mártires, que dieron su vida por su fidelidad a Jesucristo y al anuncio del reino de Dios.
Desde sus inicios, los cristianos, sufrieron persecución y muerte por el simple hecho de
creer en Alguien que promete vida eterna. Jesucristo, que promete esta vida eterna fue
también perseguido y asesinado, pero Él, firme a la voluntad del Padre sabía que era
necesario que pasara todo esto para glorificar al Padre; desde entonces, empezó una
historia que dura ya dos mil años: la de los mártires cristianos que no conocerá nunca la
palabra «fin». Lo dijo Él mismo: «Me han perseguido a mí, los perseguirán también a
ustedes» (cfr. Jn 15, 20). Es una nota característica y perenne de la Iglesia de Cristo: es
Iglesia de Mártires.

Son muchos los Mártires que dieron y siguen dando testimonio del amor y fidelidad hacia
Jesucristo, cada uno con una característica peculiar pero que provocan en uno, como
lector, mucho entusiasmo y coraje para vivir con más alegría lo que se cree. San
Policarpo, Perpetua y Felicidad, son tan solo algunos que nos han dado ese testimonio. A
pesar de que, San Policarpo sufrió el suplicio antes que Perpetua y Felicidad, ambos nos
muestran la valentía y alegría con la que aceptaron su veredicto final en favor al mandato
Divino.

Sin duda, San Policarpo hace vivas las palabras de San Pablo dirigidas a los filipenses
«para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia» (Flp. 1, 21.). Las hace vivas al estar
firme y derecho a su decisión de declararse cristiano por siempre; resistió a las
persuasiones de procónsul para que disintiera a su credo, más aún, para que blasfemara
contra Cristo pero él fiel a su ser de cristiano respondió con valentía y coraje, lo siguiente:

“Voy a entrar en el año ochenta y seis de mi edad, y siempre aprobé y serví


a su nombre, jamás recibí daño de Él, sino que me salvó siempre; ¿cómo
puedo odiar a quien he dado culto, a quien tuve por bueno, a quien siempre
deseé me favoreciera, a mi Emperador, al Salvador de salud y gloria,
perseguidor de los malos y vengador de los justo?

Ante tan veraz respuesta por parte de Policarpo, el procónsul trato de persuadirlo con el
miedo y dolor que le provocarían las torturas, pero dichas sentencias fueron inútiles
porque San Policarpo estaba convencido de su amor y entrega a Jesús. Pero de igual
manera, sabía que todo lo que aquí se sufre a causa del evangelio, es paja a comparado
con el premio que se está preparado en el cielo:

Respondió él: Que sobre mí se cebe la sangrienta rabia de los leones o lo que, como juez
cruel puedas hallar de más doloroso; yo me gloriaré en mis sufrimientos y saltaré de
gozo (…) me amenazas con fuego que arde por espacio de una hora y luego se enfría; y
es que ignoras los tormentos del juicio venidero y del fuego eterno contra los impíos (…)

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