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ELEMENTOS DE METODOLOGIA
70. En este siglo los catequistas han profundizado los problemas metodológicos
presentados por las ciencias psicológicas, didácticas y pedagógicas. Pues en verdad se
ha emprendido el estudio del método de la lección de catecismo; se ha precisado el
papel de los métodos activos en la catequesis; se ha analizado el acto catequístico según
las leyes del aprendizaje (la experiencia, la imaginación, la memoria, la inteligencia); se
ha elaborado una metodología diferencial según las edades, los ambientes sociales, el
grado de desarrollo psíquico del sujeto.
Esta aclaración es obvia, pero es también útil en el contexto contemporáneo que pide
mucho del talento y del genuino celo cristiano del catequista y al mismo tiempo exige
en él el máximo respeto por la libertad y creatividad de los catequizados.
El método inductivo no excluye, antes bien exige el método deductivo, que explica y
describe los hechos procediendo desde sus causas. Pero la síntesis deductiva tendrá
pleno valor sólo cuando se haya hecho el proceso inductivo.
LAS FORMULAS
73. Las ventajas del método inductivo entre las cuales destaca el ejercicio activo de las
facultades espirituales y la referencia continúa a la realidad concreta al explicar los
conceptos difíciles, no nos deben llevar al olvido de la necesidad y utilidad de las
fórmulas.
Las fórmulas permiten expresar de una manera cuidadosa los pensamientos y son por
tanto útiles para una exposición exacta de la fe, y, aprendidas de memoria, favorecen
una posesión estable de la verdad. Y por último, hacen posible que los fieles tengan una
manera común de hablar.
Las fórmulas tradicionales que se usan para expresar la fe y para orar, como el Símbolo
de los Apóstoles, el Padre Nuestro, y el Ave María y otros semejantes, se deben enseñar
cuidadosamente.
LA EXPERIENCIA
74. a) la experiencia hace nacer en el hombre intereses e interrogantes, esperanzas y
ansiedades, reflexiones y juicios que confluyen en un cierto deseo de transformar el
modo de vivir.
La catequesis debe por tanto preocuparse para orientar la atención de los hombres hacia
sus experiencias de mayor importancia, tanto personales, como sociales; y debe también
esforzarse por poner a la luz del evangelio los interrogantes que surgen de tales
situaciones, de manera que se estimule en los hombres un justo deseo de transformar la
propia manera de vivir.
El mismo Señor Jesucristo predicó el Reino de Dios ilustrando su sentido con parábolas
tomadas de la experiencia humana. Jesús evocó ciertas situaciones humanas (el
mercader que hace un buen negocio, los sirvientes que hacen fructificar más o menos el
dinero recibido en depósito, etc.) para explicar la realidad escatológica y trascendente, y
para insinuar la actitud que se debe tomar frente a tales realidades.
Desde este punto de vista la experiencia es un instrumento para explorar y asimilar las
verdades contenidas en el depósito de la revelación.
Bajo este respecto la experiencia se hace un objeto que el catequista debe interpretar e
iluminar. Esta tarea, que no carece de dificultades, no puede ser descuidada.
75. Toda enseñanza y toda verdadera comunicación humana requieren que se haga
posible y se suscite una actividad interior en aquel a quien se dirigen. En la catequesis,
por tanto, se debe suscitar la actividad de fe (también de esperanza y caridad); puesto
que la rectitud y la capacidad de juicio que una enseñanza activa debe suscitar, están
aquí al servicio de la acogida de la Palabra de Dios. El optimismo sobre las
posibilidades humanas, que es propio de toda educación activa, no debe hacernos
olvidar que el acto de fe envuelve necesariamente la conversión de la persona.
- Esto supuesto, es claro que la dimensión activa de la catequesis está en plena
conformidad con la economía de la revelación y de la salvación. Una pedagogía que
favorece una respuesta activa de los catequizados es conforme al estado ordinario de la
vida cristiana en 1-a cual los creyentes responden activamente al don de Dios por medio
de la oración, la participación de los sacramentos y la liturgia, el compromiso eclesial y
social, y el ejercicio de la caridad.
Los catequizandos, sobre todo cuando se trata de adultos, pueden contribuir activamente
al desarrollo de la catequesis. Por eso, pregúnteseles cómo han entendido el mensaje
cristiano y con qué palabras lo podrían reexpresar. Compárese luego el resultado de esta
pregunta con lo que enseña el magisterio y reténgase sólo lo que es conforme a la fe.
LOS GRUPOS
Para los adolescentes y los jóvenes el grupo debe considerarse como una necesidad
vital. En el grupo el adolescente y el joven se conocen y se sienten sostenidos y
estimulados.
Entre los adultos el grupo se puede considerar hoy como condición para una catequesis
que se proponga crear un sentido de corresponsabilidad cristiana.
Esta investigación común consiste en explorar las relaciones y los vínculos que se dan
entre el contenido objetivo del mensaje cristiano, que es siempre norma de fe y de
acción, y la experiencia del grupo.
Este papel de testigo del mensaje no implica que el catequista sea dirigente del grupo.
El grupo que alcanza un buen nivel de funcionamiento puede ofrecer a sus miembros no
solamente una ocasión de instrucción religiosa, sino también una magnífica experiencia
de vida eclesial.
La catequesis en grupo podrá mostrar a los jóvenes que La Iglesia no es algo extrínseco
a su existencia, sino más bien una realidad de la cual todos somos responsables, cada
uno según su propia vocación y su propio ministerio.