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�·

Sociología y cultura
Los aportes principales
al ingresar en el Colegio • •
de Bourdieu a la sociolo­
de Francia, un artículo
Pierre Bourdieu
gía de la cultura y a la
clave para entender su

sociología de las ciencias


más reciente formulación

sociales, resultado de in­ de la teoría de las clases

vestigaciones en su ma­ sociales, una amplia bi­

yoría aún inéditas en espa­ bliografía de la obra bour­

ñol, están sintetizados en dieuana y una introduc­

los artículos, conferencias ción de Néstor García

y entrevistas que aquí pre­ Canclini que sitúa la socio­

sentamos. Además de in­ logía de la cultura de este

cluir la traducción de su autor en los debates con­

libro Questions de sociolo­ temporáneos, con especial

gie, este volumen se enri­ referencia a la investiga­

quece con la lección inau­ ción en América Latina.

gural que el autor impartió

.I.IJIJIII

L o s N o V E N T A

C U L T U R A C R Í T I C A D E N U E S T R O T I E M P O
PIERRE BOURDIEU

SOCIOLOGÍA Y CULTURA

Traducción:

MARTHA POU

LOS NOVENTA
.......
pone al alcance de los lectores una colección con los más variados

temas de las ciencias sociales. Mediante la publicación de un libro �onHjo Naclon1I

p,11'11 11
semanal, esta serie proporciona un amplio espectro del pensamien­

to critico de nuestro tiempo.


Ü Culluni y las Art••

MÉXICO, D.F.
Indice

Introducción:

, La sociologia de la cultura de Pierre Bourdieu,

por Néstor García Ca11c/i11i . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . •. • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51

Clase inaugural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

SOCIOLOGÍA Y CULTURA Una ciencia que incomoda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79

¿Los intelectuales están fuera del juego? . . . . . . . . . . . . . . 95


Título original en francés: Questions de sociologie
Para una sociología de los sociológos. . . . . . . . . . . . . . . . . 101

¿Cómo liberar a los intelectuales libres? . . . . . . . • . • . . . . 107


Traducción: Martha Pou,

de la edición de Lo que quiere decir h a b l a r . '. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119


Les Edilions de Minuit, París, 1984 Algunas propiedades de los campos . . . . . . . • . . . . . • . . . . 135

El mercado lingüístico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . . . 143


© 1984, Les Editions de Minuit
La censura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

D.R. © 1990 por EDITORIAL GRIJALBO, S.A. La "juventud" no es más que una palabra . . . . . . . . . . . . 163

Calz. San Bartola Naucalpan núm. 282 El origen y la evolución de las especies de melómanos . . . 175
Argentina Poniente 11230
La metamorfosis de los gustos ·. . . . . . . . . . . . . . . . !Rl
Miguel Hidalgo, México, D.F.
¿Cómo se puede ser deportista? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193

Primera edición en la colección Los Noventa


Alta costura y alta cultura . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . 215

¿Y quién creó a los creadores? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225


Coedición: Dirección General de Publicaciones del
La opinión pública no existe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/
Cultura y política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • . . . 251
Editorial Grijalbo, S.A.
La huelga y la acción política. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265

La oresentación y disposición en conjunto El racismo de la inteligencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277

y de cada página de SOCIOLOGÍA Y CULTURA, Espacio social y génesis de las "clases" . . . . • . . . . . . . . . . 281
son propiedad del editor. Queda estrictamente
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ISBN 968-419-&25-6

IMPRESO EN MD<ICO
7
Clase inaugural*

Señor Administrador

Estimados colegas

Señoras y señores

Debería ser posible impartir una clase, aunque fuera inaugu­

ral, sin tener que preguntarse con qué derecho: la institución

existe precisamente para apartar esta interrogante, así como

la angustia relacionada con la arbitrariedad que se hace pre­

sente en los comienzos. Como rito de adinisión y de investidu­

ra, la clase inaugural, inceptio, realiza de manera simbólica

ese acto de delegación al término del cual el nuevo maestro

queda autorizado para hablar con autoridad, un acto que ins­

tituye su palabra como discurso legítimo, pronunciado por

quien tiene derecho a hacerlo. La eficacia propiamente mágica

del ritual descansa en el intercambio silencioso e invisible que se

lleva a cabo entre el recién llegado, quien ofrece públicamente su

palabra, y los científicos reunidos, quienes atestiguan a través de

su presencia como cuerpo que, al ser así recibida por los maes­

tros más eminentes, esta palabra puede recibirse· de manera

universal, es decir, se convierte, en el sentido más fuerte, en ma­

gistral. Pero más vale no llevar demasiado lejos el juego de la

clase inaugural sobre la clase inaugural: la sociología, que es

la ciencia de la institución y de la relación, afortunada o no,

con la institución, supone y produce una distancia infranquea­

ble y en ocasiones insoportable, no sólo para la institución;

no arrebata de ese estado de inocencia que permite cumplir de

manera afortunada cm, las expectativas de la institución.

Ya sea parábola o paradigma, la lección sobre la lección,

un discurso que reflexiona sobre sí mismo en el acto del dis-

• Impartida el 23 de abril de 1982 en la cátedra de Sociologia del Colegio

de Francia.

SS
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57

curso, tiene al menos la virtud de recordar una de las pro­ das que delimitan lo pensable y predeterminan lo pensado:

piedades más fundamentales de la sociología tal como yo la basta con evocar el universo de supuestos, de censuras y lagunas

concibo: todas las proposiciones que enuncia esta ciencia que toda educación exitosa logra que uno acepte o ignore, tra­

pueden y deben aplicarse al sujeto que hace la ciencia. Cuan­ zando así el circulo mágico de la suficiencia desposeída en el cual ·

do no es capaz de introducir esta distancia objetivadora, por las escuelas de élite encierran a sus elegidos.
ende critica, el sociólogo da la razón a los que ven en él una La crítica epistemológica va siempre acompañada de critica

especie de inquisidor terrorista, disponible para cualquier ac­ social. Y para medir lo que nos separa de la sociología clásica,

ción policiaca simbólica. No se ingresa en la sociología sin basta con observar que el autor de las "Formes primitives de

desgarrar las adherencias y adhesiones que nos atan por lo ge­ ciassífication" nunca concibió la historia social del sistema
neral a ciertos grupos, sin abjurar creencias que son constitu­ de ensei\anza que proponía en L 'Bvolution pédagogique en

tivas de la pertenencia y renegar de todo vínculo de afiliación France como la sociología genética de las categorías del enten­
o filiación. Asi, el sociólogo surgido de lo que se suele llamar dimiento profesora! para el cual proporcionaba, sin embargo,

el pueblo y que ha llegado a lo que se llama la élite sólo puede todas las herramientas. Quizá porque al propio Durkheim,
alcanzar la lucidez especial asociada con el extrallamiento so­ quien recomendaba que la gestión de los asuntos públicos se

cial denunciando la representación populista del pueblo que · pusiera en manos de los científicos, le costaba trabajo tomar,

no engalla más que a sus autores, y la representación elitista de I en relación con su posición social de maestro de pensamien­

las élites, hecha precisamente para engañar tanto a los que to, la distancia social necesaria para pensarla como tal. De
pertenecen a ellas como a los que están excluidos. la misma forma, sólo una historia social del movimiento
Al considerar la inserción social del científico como un obs­ obrero y de sus relaciones con sus teóricos internos y externos
táculo insuperable para la construcción de una sociología podría comprender por qué aquellos que hacen profesión

científica, se olvida que el sociólogo encuentra armas en de marxismo nunca han sometido realmente el pensamiento
contra de los determinismos sociales en la propia ciencia que de Marx, y sobre todo los usos sociales que se le dan, a la

los saca a la luz, es decir, en su conciencia. La sociología de la prueba de la sociología del conocimiento, cuyo iniciador fue
sociología, que permite movilizar en contra de la ciencia que Marx; sin embargo, sin llegar a creer que la critica histórica y so­

se está haciendo los logros de la ciencia que está ya hecha, es ciológica logre jamás desalentar la utilización teológica o terro­
un instrumento indispensable del método sociológico: uno rista de los escritos canónicos, podríamos al menos esperar de

hace ciencia- y en especial sociología- tanto en contra de su ella que decida a los más lúcidos y resueltos a interrumpir el

preparación como con su preparación. Y sólo ia historia sueño dogmático para poner en acción, es decir, a prueba, en

puede librarnos de la historia. Así, con la condición de conce­ una práctica científica, teorías y conceptos a los que la magia

birse también como una ciencia del inconsciente, dentro de la de una exégesis siempre recomenzada garantiza la falsa eterni­

gran tradición de epistemología histórica ilustrada por Geor­ dad de los mausoleos.
ges Canguilhem y Michel Foucault, la historia social de la Aunque no hay duda de que esta interrogación crítica al­

ciencia social es uno de los medios más poderosos para librar­ go debe a las transformaciones de la institución escolar que

se de la historia, es decir, del dominio de un pasado incorpo­ autorizaba la certitudo sui magistral del pasado, ne, debe

rado que se sobrevive a sí mismo en el presente, o de un pre­ comprenderse como una concesión al espíritu antinstitu­

sente que, como el de las modas intelectuales, ya es pasado en cional que flota en el ambiente actual. Se impone, en efec­

el momento de su aparición. La sociología del sistema de ense­ to, como la única forma de evitar ese principio sistemático de
ñanza y del mundo intelectual me parece primordial justa­ error que es la tentación de la visión soberana. Cuando se
mente porque contribuye al conocimiento del sujeto de cono­ abroga el derecho, que hay quien le reconoce, de determi­

cimiento, al introducir, de manera más directa que todos los nar los limites entre las clases, las regiones o las nacíones, de

análisis reflexivos, en las categorías de pensamiento impensa- determinar con la autoridad de la ciencia si existen o no las
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clases sociales, y hasta qué punto tal o cual clase social sificados, los mal clasificados pueden rechazar el principio de
-proletariado, campesinado o pequei\a burguesía-, tal o clasificación que les impone el peor lugar. De hecho, como lo
cual unidad geográfica -Bretai\a, Córcega u Occitania-, es demuestra la historia, ha sido casi siempre bajo la dirección de
una realidad o una ficción, el sociólogo asume o usurpa las aspirantes al monopolio del poder para juzgar y clasificar, a /
funciones del rex arcaico, investido, según Benveniste, del poder menudo seres mal clasificados, al menos en ciertos aspectos, ·
de regere fines y de regere sacra, de determinar las fronteras, los como los dominados han podido escapar a la atadura de la clasi­
limites, es decir, lo sagrado. El latin, que invoco también en ho­ ficación legítima y transformar su visión del mundo al liberarse
menaje a Pierre Courcelle, posee otra palabra, que es menos de esos limites incorporados que son las categorías sociales de
prestigiosa y más próxima a las realidades de hoy, la de censor, percepción del mundo social.
para designar al poseedor estatutario de ese poder de constitu­ Así pues, descubrir que se está inevitablemente comprome­

ción que pertenece al decir autorizado, capaz de hacer que exis­ tido en la lucha por la construcción y la imposición de la

tan en las conciencias y en las cosas las divisiones del mundo so­ taxonomía legítima viene a ser lo mismo que adoptar como

cial: el censor, como responsable de. una operación técnica objeto, pasando al segundo grado, la ciencia de esta lucha, es

-census, censo- que consiste en clasificar a los ciudadanos decir, el conocimiento del funcionamiento y las funciones de

según su fortuna, es el sujeto de un juicio que se parece más al las instituciones que se encuentran comprometidas en ella, co­

de un juez que al de un científico; éste consiste, en efecto -y mo lo son el sistema escolar o los grandes organismos ofi­

cito a Georges Dumézil-, en "situar (a un hombre, un acto o ciales de censo y de estadistica social. El concebir como tal el

una opinión, etcétera) en el lugar jerárquico que le correspon­ espacio de la lucha de las clasificaciones -y la posición del

de, con todas las consecuencias prácticas de esta situación, y sociólogo dentro de este espacio o en relación con él- de nin­

ello mediante una justa estimación pública". guna manera lleva a aniquilar a la ciencia en el relativismo.

Para romper con esa ambición, que es propia de las No hay duda de que el sociólogo ha dejado de ser el árbitro

mitologías, de fundamentar las divisiones arbitrarias del or­ imparcial o el espectador divino, único capaz de determinar

den social, y ante todo la división del trabajo, y dar así una dónde se encuentra la verdad -o, expresándose como el sen­

solución lógica al problema de la clasificación de los hom­ tido común, que tiene razón-, esto equivale a identificar la

bres, la sociología debe tomar como objeto, en lugar de caer objetividad con una distribución ostensiblemente equitativa

en ella, la lucha por el monopolio de la representación legi­ de las culpas y las razones. Ahora es aquel que trata de decir

tima del mundo social, esa lucha de las clasificaciones que la verdad de las luchas que tienen como objeto -entre otras

es una de las dimensiones de cualquier tipo de lucha de clases, cosas- la verdad. Por ejemplo, en lugar de zanjar la discu­

bien sea de clases definidas por la edad, el sexo o las clases so­ sión entre los que afirman y los que niegan la existencia de

ciales. La clasificación antropológica se distingue de las una clase, de una región o de una nación, se concentra en es­

taxonomias zoológicas o botánicas por el hecho de que los ob­ tablecer la lógica específica de esa lucha y en determinar, por

jetos que coloca en su lugar -o desplaza- son sujetos clasifi­ medio de un análisis de la relación de fuerzas y de los mecanis­

cadores. Basta con pensar lo que ocurriría si, como en las fá­ mos de su transformación, cuáles son las posibilidades de los

bulas, los perros, los zorros y los lobos pudieran opinar en lo diferentes bandos. A él le corresponde construir el modelo

que se refiere a la clasificación de los canídeos y a los limites verdadero de las luchas por la imposición de la representación

de variación aceptables entre los miembros reconocidos de la verdadera de la realidad que contribuyen a crear la realidad

especie, y si la jerarquía de los géneros y las especies pudiera tal y como se presenta en el momento de ser registrada. Asi

determinar las posibilidades de acceso a la pitanza, o a los procede Georges Duby cuando, en lugar de aceptarlo como

premios de belleza. En pocas palabras, con gran desespera­ una herramienta indiscutida del historiador, toma como obje­

ción del filósofo-rey que al asignarles una esencia quiso obli­ to de análisis histórico el esquema de las tres órdenes, es decir,

garlos a ser y hacer lo que por definición les incumbe, los eta- el sistema de clasificación a través del cual la ciencia histórica
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cLASE INAUGURAL

acostumbra concebir la sociedad feudal; para descubrir que puede aparecer como una forma de justificar, o incluso de

este principio de división, que es a la vez el objeto y el produc­ disculpar? Ante la servidumbre de la cadena de montaje o la
to de las luchas entre los grupos que aspiran al monopolio del miseria de las ciudades perdidas, sin habl.ar de !� t?rtura o

poder de constitución, obispos y caballeros, contribuyó a pro­ la violencia de los campos de concentracion, el as, son las

ducir la propia realidad que permite pensar. De la misma for­ cosas" que podemos pronunciar junto �on Hegel ante las
ma, la observación que en un momento determinado estable­ montañas reviste el valor de una complicidad cnnunal. Pues

ce el sociólogo respecto de las propiedades u opiniones de cuando se trata del mundo soci�l, no hay n_ada menos neutro

las diversas clases sociales, y los propios criterios de clasi­ que el enunciar el ser con autoridad, es decir, con el poder de

ficación que deben utilizar para esta observación, son tam­ hacer ver y hacer creer que confiere la capacidad reconocida
bién producto de toda la historia de las luchas simbólicas que de prever; las observaciones de la ciencia ejercen inevit_a�le·

han tenido como objeto la existencia y la definición de las clases mente una política eficaz, que puede no ser la que quisiera

y han contribuido así, de manera muy real, a hacer las clases: en ejercer el científico.
, gran parte, el resultado presente de esas luchas pasadas depende Sin embargo, aquellos que deploran el pesimismo desalenta­
del efecto de teoría ejercido por las sociologías del pasado, en es· dor o los efectos desmqvilizadores del análisis sociológíco cuan­
pecial por las que contribuyeron a hacer la clase obrera, y con do éste formula, por ejemplo, las leyes de la reproducción social
ella las demás clases, al contribuir a que ella creyera, a que se tienen tan poco fundamento como aquellos que reprocharan a

creyera, que existe como proletariado revolucionario. A me­ Galileo el haber desalentado el sueño de volar al construir la ley

dida que progresa la ciencia social, y que progresa su divulga­ de la caída de los cuerpos. El enunciar una ley social como la
ción, los sociólogos se encontrarán cada vez más, realizada en que establece que el capital _cultural. va al capital cultural
su objeto, con la ciencia social del pasado. equivale a presentar la posibilidad de introducir entre las cir­

Pero basta con pensar en el papel que asignan las luchas cunstancias que han contribuido al efecto que la ley prevé

políticas a la previsión, o a la simple observación, para -en este caso particular la eliminación escolar de los niños

comprender que hasta el sociológo que con mayor rigor se li­ más desprovistos de capital cultural- los "elementos modifi­

mita a describir será sospechoso de prescribir o proscribir. En cadoces" de los que hablaba Augusto Comte; éstos, por débi­

la vida diaria, prácticamente sólo se habla de lo que es para les que sean por sí mismos, pueden bastar para transformar

decir, por añadidura, que es o no conforme a la naturaleza de en el sentido que deseamos el resultado de los mecarusmos.

las cosas, normal o anormal, bendito o maldito. Los nombres Por el hecho mismo de que, tanto en este campo como en

son provistos de adjetivos tácitos, los verbos de adverbios si­ otros, el conocimiento de los mecanismos permite determinar

lenciosos que tienden a consagrar o condenar, a instituir co­ las condiciones y los medios de una acción dirigida a domi­

mo digno de existir y persistir en el ser o, por el contrario, de narlos, en todos los casos se justifica el rechazo del sociologis­

destituir, degradar o desacreditar. Así pues, no resulta fácil mo que trata lo probable como un destino; y allí están los mo­

desprender el discurso de la lógica del proceso en el cual vimientos de emancipación para probar que cierta dosis de

quieren hacerlo funcionar, aunque no fuera más que para utopismo, esa negación mágica de lo real que se consideraría

otorgarse la libertad de condenarlo. Así, la descripción en otros casos como neurótica, puede incluso ayudar a crear

científica de la relación que guardan los más desposeídos de las condiciones políticas de una negación práctica de la obser­

cultura con la alta cultura se comprenderá muy probablemen­ vación realista. Pero, sobre todo, el conocimiento por sí solo

te como una forma hipócrita de condenar al pueblo a la igno­ ejerce un efecto -que me parece liberador-e- cada vez que

rancia o, por el contrario, como una forma disimulada de una parte de la eficacia de los mecanismos cuyas leyes de fun­

rehabilitar o celebrar la incultura y demoler los valores de la cionarniento estable depende del desconocimiento, es decir,

cultura. ¿ Y qué decir de los casos en que el esfuerzo para cada vez que se enfrenta a los fundamentos de la violencia

explicar -y en eso consiste siempre el trabajo de la ciencia- simbólica. En efecto, esta forma particular de violencia sólo
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puede ejercerse contra sujetos cognocentes cuyos actos de co­ como competidores, los adversarios cómplices se ponen de

nocimiento, empero, por ser parciales y mistificados, en­ acuerdo para que quede enmascarado lo esencial, es decir, los in­

cierran el reconocimiento tácito de la dominación que está tereses vinculados con el hecho de participar en el juego y la co­

implicado en el desconocimiento de las bases reales de la do­ lusión objetiva que de ello resulta.

minación. Se explica el hecho de que constantemente se nie­ Es demasiado evidente que no se puede esperar que la refle­

gue a la sociología la categoría de ciencia, sobre todo entre xión de los limites dé acceso a una reflexión sin limites: lo

aquellos que requieren de las tinieblas del desconocimiento cual equivaldría a resucitar con forma diferente la ilusión

para ejercer su comercio simbólico. formulada por Mannheim, de "la intelligentsia sin atadur�

Nunca se impone de manera más absoluta la necesidad de re­ ni raíces", una especie de sueño o vuelo social que es sustituto

pudiar la tentación regia como cuando se trata de concebir histórico de la ambición del saber absoluto. Con todo, cada

científicamente el propio mundo científico, o, de manera más nuevo logro de la sociología de la ciencia tiende a reforzar la

general, el mundo intelectual. Si ha sido necesario revisar de arri­ ciencia sociológica al incrementar el conocimiento de las deter­

ba abajo la sociología de los intelectuales, ello se debe a que, por minantes sociales del pensamiento sociológico, y por ende la

la importancia de los intereses que están en juego y por la magni­ eficacia de la crítica que cada cual puede opone; a los efecios

tud de lo que se ha consentido invertir, a un intelectual le es su­ de esas determinantes sobre su propia práctica y la de sus

mamente dificil evadir la lógica de la lucha en la que cada cual se competidores. La ciencia se refuerza cada vez que se refuerza

apresura a convertirse en sociólogo -en el sentido más bru­ la crítica .c!entífica, es decir, de manera inseparable, la cali­

talmente sociologista- de sus adversarios, al tiempo que se d_ad cíentifíca de las armas disponibles y, para poder triunfar

convierte en su propio ideólogo, según la ley de las cegueras y lu­ científicamente, la necesidad de utilizar las armas de la ciencia

cideces cruzadas que regula todas las luchas sociales por la ver­ y sólo éstas. En efecto, el campo científico es un campo de

dad. Sin embargo, sólo si aprehende el juego como tal, con las luchas como cualquier otro, pero en él las disposiciones

apuestas, las reglas o las regularidades que le son propios, las in­ críticas que suscita la competencia sólo pueden verse satis­

versiones específicas que se generan y los intereses que se satisfa­ fechas cuando logran movilizar los recursos científicos acumula­

cen en él, logrará simultáneamente, por un lado, zafarse de él dos; cuanto más avanzada está una ciencia, y tiene pues un

por y para la distancia constitutiva de la representación teórica, logro colectivo importante, mayor es el capital científico que

y, por otro descubrir que está involucrado en él, en un lugar de­ supone la participación en la lucha científica. La conse­

terminado, con apuestas e inversiones determinadas y determi­ cuencia es que las revoluciones científicas no son producto de

nantes. Cualesquiera que sean sus pretensiones científicas, la los n:'ás desprovistos sino de los más ricos en ciencia. Estas leyes

objetivación está destinada a ser siempre parcial, por ende, falsa, sencillas permiten comprender que ciertos productos sociales

mientras ignore o se niegue a ver el punto de vista a partir del transhistóricos, es decir, relativamente independientes de sus

cual se enuncia, es decir, el juego en conjunto. El construir el condiciones sociales de producción, como las verdades científi­

juego como tal, es decir, como un espacio de posiciones objeti­ cas, puedan surgir de la .historicidad de una configuración

vas que es causa, entre otras cosas, de la visión que pueden tener social singular, es decir, de un campo social como es el de la

los ocupantes de cada posición sobre las demás posiciones y sus física o la biología actualmente. En otras palabras la ciencia

ocupantes, es obtener el medio de objetivar científicamente el soci'.11 pu_ede explicar el progreso paradójico de un; razón que

conjunto de las objetivaciones más o menos brutalmente reduc­ es histórica de parte a parte y, sin embargo, irreductible a la

cionistas a las que se entregan los agentes metidos en la lucha, y historia: si hay una verdad, ésta es que la verdad es un objeto

de percibirlas como lo que son, como estrategias simbólicas diri­ de lucha; pero esta lucha sólo puede conducir a la verdad

gidas a imponer la verdad parcial de un grupo como la verdad de cuando obedece a una lógica tal que la única forma de vencer

las relaciones objetivas entre los grupos. Es descubrir, por añadi­ al adversario sea empleando contra él las armas de la ciencia y

dura, que, al dejar en el olvido el propio juego que los constituye cooperando así al progreso de la verdad científica.
SOCIOLOGIA Y CULTURA
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CLASE INAUGURAL 65

Esta lógica también es válida para la sociología: bastaría

con que se pudiera exigir prácticamente que todos los partici­ contrario, encuentran en estos excesos una excusa para justi­

pantes y aspirantes dominaran los co�ocimientos -que son ya ficar la abdicación que implica a menudo la prudencia irre­

inmensos- obtenidos dentro de esta disciplina para que desapa­ prochable de la minucia ideográfica.

recieran del universo ciertas prácticas que descalifican a la profe­ La ciencia social sólo se puede constituir rechazando la de­

sión. Pero en el mundo social, ¿a quién le interesa que exista una manda social de instrumentos de legitimación o de manipula­

ciencia autónoma del mundo social? En todo caso, no será a los ción. El sociólogo puede llegar a deplorarlo, pero no tiene

que son científicamente más po?res: como estructu�almente más mandato ni misión que los que él se asigna en virtud de la

tienen tendencia a buscar en la alianza con las potencias exter­ lógica de su investigación. Aquellos que, por <.na usurpación

nas, cualesquiera que sean, un apoyo o �na venganza en esencial, se sienten con derecho o se imponen el deber de

contra de las presiones y los controles surgidos de la compe­ hablar por el pueblo, es decir, en su favor, pero también en su

tencia interna, siempré pueden encontrar en la denuncia politíca lugar, aunque fuera, como lo he hecho yo en alguna ocasión,

un sustituto fácil de la critica científica. Tampoco será a los de­ para denunciar el racismo, el miserabilismo o el populismo de

tentadores de un poder temporal o espiritual, que no pueden los que hablan del pueblo, ellos siguen hablando por sí mis­

más que ver en una ciencia social realmente autónoma la compe­ mos; o al menos, hablan aún de sí mismos, en la medida en

tencia más temible; sobre todo, quizá, cuando renuncia a la que con ello tratan, en el mejor de los casos -por ejemplo en

ambición de legislar, por la que llega la heteronomía, y reivin­ el de Michelet-, de adormecer el sufrimiento relacionado

dica una autoridad negativa, crítica, es decir, crítica de sí mis­ con la ruptura social haciéndose pueblo en la imaginación.

ma y como implicación, de todos los abusos de ciencia Y de to­ Pero en este punto tengo que abrir un paréntesis : cuan d o , co­

dos l¿s abusos de poder que se cometen en nombre de la ciencia. m o acabo de h acerlo, el sociólogo enseña a remitir l os actos o

Se comprende que la existencia de la sociología como d_is­ los discursos más "puros", los del sabio, el artista o el mili­

ciplina científica se vea siempre amenazada. La vulnerabili­ t ante, a las c ondiciones sociales de su producción y a los ínre­

dad estructural que provoca la posibilidad de hacer trampa reses especificos de sus productores, de ninguna manera ali en­

con los imperativos científicos a través del juego de la politi­ ta el pe rjuicio de reducción o demolición con el qu e se solazan

zación hace que tenga tanto que temer de los poderes que �­ la a critud y la a margura, sino que sólo trata de proporcionar

peran demasiado de ella como de los que desean su desapari­ e l medio para despojar de su im pecabilidad o bj e t i v a y subjeti­

ción. Las demandas sociales vienen siempre acompañadas de va al rigorismo, o incluso terrorismo, del resentimiento; em­

presiones, conminaciones o seducciones, y el mayor_ bien que pez ando por aquel que nace de la t ran s m u tación de u n deseo

se Je pueda hacer a la sociología es quizá el de no pedirle nada. de venganza social en reivindicación de un igua lit arismo com­

Paul Yeyne observaba que "se reconoce de lejos a los grandes p ensador.

expertos en la antigüedad por ciertas páginas que no A ravés


t del sociólogo, como agente histórico histórica­

escriben". ¿Qué decir de los sociólogos que se ven constante­ m ente situado , como sujeto social socialmente determinado

mente incitados a rebasar los límites de su ciencia? No es tan la historia, es decir, la sociedad en la que ésta se sobrevive a sÍ

fácil renunciar a las gratificaciones inmediatas del profetismo misma, se vuelve un momento hacia sí, reílexioó.a sobre sí; y a
cotidiano, sobre todo considerando que el silencio, por defini­ través de él rodcs os
l :.¡¡ entes sociales pueden saber un poco

ción está destinado a pasar inadvertido y deja el campo libre a la m ejor o que son, y lo que hacen.
l P ero ésta es justamente la

inanidad sonora de la falsa ciencia. Así, por no repudiar las am­ t�rea q ue menos desean confiar al sociólogo todos aquellos qu e

biciones de la filosofía social y la seducción del ensayismo, que tie nen como cómplices al desconocimiento, la negación, el

está en todo y para todo tiene respuesta, hay quien se puede re chazo al saber, y que están dispuestos de buena fe a recono­

pasar toda la vida situándose en terrenos donde la ciencia en cer como científicas todas las f ormas dé discurso q ue no

su estado actual está derrotada de antemano. Otros, por el h ablan del mundo social o que hablan de él de manera tal que

no lo h acen. S alvo excepciones, esta demanda negativa no n e-


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cesita declararse en censuras expresas; en efecto, puesto que untarse si tienen derecho a existir una actividad que supone Y

Ja ciencia rigurosa supone rupturas decisorias con las eviden­ �roduce la negación de una denegación c�lectiva; pe�o no hay

cias, basta con dejar que actúen las rutinas del pensamiento nada que les permita impugnar su caracter cíentifico. No

común o las inclinaciones del sentido común burgués para ob­ hay duda de que no existe una demanda social prop1a�ente

tener las consideraciones infalsificables del ensayismo plane­ dicha de un saber total sobre el m u n d o . social; _Y. solo la

tario o los conocimientos a medias de la ciencia oficial. Buena autonomía relativa del campo de producción c1ent1f1co. Y los

parte de lo que el sociólogo se esfuerza por descubrir no está intereses específicos que en él se generan pueden auto�1�r Y

oculto en el mismo sentido que lo que tratan de sacar a la luz favorecer la aparición de una oferta de productos científicos,

las ciencias de la naturaleza. Muchás de las realidades o rela­ es decir, por lo general, de críticas, que precede cualquier tipo

ciones que revela no son invisibles, o lo son, al menos, sólo en de demanda. En favor del bando de la ciencia, que es más qu_e

el sentido de que "saltan a la vista", según el paradigma de la nunca el del Aufktarung, de la desmitificación, poddamos li­

carta robada que tanto gusta a Lacan; me refiero, por ejem­ mitarnos a invocar un texto de Descartes que Martial Gue­

plo, a la relación estadística que vincula las prácticas o las roult solía citar: "No apruebo que uno trate de engañarse a sí

preferencias culturales con la educación recibida. El trabajo mismo alimentándose de falsas imaginaciones. Por ello, al_ver

necesario para mostrar a la luz del día la verdad, y lograr que que es una mayor perfección. conocer la verdad, aunque esta

se le reconozca una vez mostrada, se topa con los mecanismos sea en perjuicio nuestro, que ignorarla, confieso que más va!e

de defensa colectivos que tienden a garantizar una verdadera estar menos alegre y tener más conocimiento."• La sociología

denegación, en el sentido de Freud. Puesto que el rechazo a descubre la self-deception, la mentira dirigida a sí mismo que

conocer una realidad traumática está en relación directa con se mantiene y alienta colectivamente y que en todas las so­

los intereses que se defienden, se comprende la extrema vio- - ciedades es la base de los valores más sagrados, Y con esto, de

lencia de las reacciones de resistencia que suscitan entre los toda la existencia social. Enseña junto con Marce! Mauss que

detentadores del capital cultural los análisis que sacan a la luz "la sociedad se paga siempre a sí misma con la falsa mon�da

las condiciones de producción y reproducción negadas de la de su sueño"." Esto equivale a decir que esta ciencia ico­

cultura; a gente entrenada para concebirse con el carácter de noclasta de las sociedades que están llegando a la vejez puede

lo único y lo innato, esos análisis no les hacen descubrir más contribuir al menos a darnos, aunque sea sólo en parte, el do­

que lo común y lo adquirido. En este caso, el conocimiento de minio y la posesión de la naturaleza social al lograr el avance

sí es efectivamente, como lo afirmaba Kant, "un descenso a los del conocimiento y la conciencia de los mecanismos que son la

Infiernos". Al igual que las almas que, según el mito de E t , base de todas las formas de fetichismo; me refiero, claro está,

deben beber el agua del río Ameles, portadora de olvido, an­ a lo que Raymond Aron, que tanto ilustró esta enseñanza, lla­

tes de volver a la tierra para vivir las vidas que ellas han elegi­ ma la "religión secular", ese culto de Estado que es un culto

do, los hombres de cultura deben sus goces más puros sólo a del Estado sus fiestas civiles, sus ceremonias cívicas y sus mi­

la amnesia de Ja génesis que les permite vivir su cultura como tos nacionales o nacionalistas, siempre dispuestos a suscitar o

un don de la naturaleza. Siguiendo esta lógica que el psico­ justificar el desprecio o la violencia racista, y que no es sólo

análisis conoce bien, no retrocederán ante la contradicción pa­ característica de los Estados totalitarios; pero también me

ra defender el error vital que es su razón de ser y salvar la in­ refiero al culto del arte y de la ciencia, los que, como ídolos

tegridad de una identidad basada en la conciliación de los sustitutos, pueden contribuir a la legitimación de un orden social

contrarios: recurriendo a una forma del paralogismo del cal­ fundado en parte sobre una distribución inequitativa del capi­

dero tal como lo describe Freud, podrán así reprochar a la ob­ tal cultural. En todo caso, al menos se puede esperar de la cien­

jetivación científica a la vez su absurdo y su evidencia, por en­ cia social que haga retroceder la tentación de la magia, esa

de, su trivialidad, su vulgaridad.

Los enemigos de la sociología tienen todo el derecho de pre- • Versión del traductor.
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cusión teórica, .sin cesar r�menz.ada, entre un nominalismo que


h_ubris de la ignorancia que es ignorante de si misma, que ha
reduce las reahdades sociales, los grupos o instituciones a arte­
sido expulsada de la relación con el mundo natural, pero sobre­
factos teóricos sin realidad objetiva, y un realismo sustancialista
vive en la relación con el mundo social. La venganza de Jo real
que reifica las abstracciones.
es despiadada contra la buena voluntad mal instruida o el volun­
Sólo la pregnancia de las oposiciones lile) pensamiento co­
tarismo utopista; y allí está el destino trágico de las empresas
mún, que resiste con toda la fuerza de las oposiciones entre
políticas que han pretendido pertenecer a una ciencia social
grupos que en ella se expresan, puede explicar la extraordina­
presuntuosa para recordamos que la ambición mágica de trans­
ria dificultad del trabajo necesario para superar estas alterna­
formar al mundo social sin conocer �s fuerzas motrices puede
tivas, científicamente mortales; y el hecho de que haya que
llegar a sustituir con otra violencia, que es a veces más inhuma­
c?menzar un_a y otra. vez este trabajo, en contra de las regre­
na, la "violencia inerte" de los mecanismos que destruyó la
siones colectivas hacia las formas de pensamiento más comu­
ignorancia pretenciosa.
nes por estar socialmente fundadas o alentadas. Resulta más
La sociología es una ciencia cuya particularidad es la difi­
fácil tratar los hechos sociales como cosas o como personas
cultad particular que encuentra para convertirse en una cien- ·
que como relaciones. Así, esas dos rupturas decisivas con la
cia como las demás. Ello se debe a que, lejos de oponerse, el
filosofia espontánea de la historia y con la visión común del
rechazo al saber y la ilusión del saber infuso coexisten perfec­
mundo social que representaron el análisis que hace Fernand
tamente tanto en los investigadores como en los que llevan a
Braudd. de los fenómenos históricos de "larga duración", y la
la práctica. Y sólo una disposición rigurosamente critica
aplicación por parte de Lévi-Strauss del modo de pensamiento
puede disipar las certezas prácticas que se insinúan en el dis­
estructural a objetos tan rebeldes como los sistemas de parentes­
curso científico a través de los supuestos inscritos en el len­
co o los sistemas simbólicos, han desembocado en discusiones
guaje o las preconstrucciones inherentes a la rutina del discur­
escolásticas sobre las relaciones entre el individuo y la estructura.
so cotidiano sobre los problemas sociales, en suma, a través
Y, sobre todo, la influencia de las antiguas alternativas ha lleva­
de la bruma de palabras que se interpone sin cesar entre el in­
do a relegar a lo anecdótico, a lo contingente, es decir, fuera
vestigador y el mundo social. Por Jo general, el lenguaje
del dominio de la ciencia, todo aquello de lo que trataba la
expresa con mayor facilidad las cosas que las relaciones, los
historia a la antigua, en lugar de incitar a superar la antítesis
estados que los procesos. El hecho de decir, por ejemplo, que
de la historia infraestructura) y de la historia anecdótica de la
alguien tiene poder, o de preguntarse quién posee el poder
macrosociología y de la microsociología. En efecto, sd pena
hoy en día, es concebir el poder como una sustancia, una cosa
de abandonar al azar o al misterio todo el universo real de las
que algunos poseen, conservan o transmiten; es pedirle a la
prácticas, es necesario buscar en una historia estructural de
ciencia que determine "quién gobierna" (según el título de
los espacios sociales donde se engendran y efectúan las dispo­
uno de los clásicos de la ciencia política) o quién decide· es
siciones que crean a "los grandes hombres" -el campo del
admitiendo que el poder como sustancia está situado en algún
poder, el campo artístico, el intelectual o el científico- el me­
sitio, preguntarse si viene de arriba, como lo afirma el sentido
dio para cerrar la brecha que se abre entre los lentos movi­
común o, por una inversión paradójica que deja intacta la do­
mientos insensibles de la infraestructura económica o de­
xa, de abajo, de los dominados. Lejos de oponerse, la ilusión
mográfica y la agitación superficial que registran las crónicas
cosista y la ilusión personalista van de la mano. Y no acabaría­
diarias de la historia política, literaria o artística.
mos de enlistar los falsos problemas que generan en la oposición
El principio de la acción histórica, tanto la del artista la del
entre el individuo-persona, que es interioridad, singularidad, y la
científico o la del gobernante, como la del obrero o 'el bu­
sociedad-cosa, como exterioridad: los debates ético-políticos
rócrata, no es un objeto que pudiera enfrentarse a la sociedad
entre-aquellos que otorgan un valor absoluto al individuo, al in­
como a un objeto constituido en la exterioridad. No reside en la
dividualismo, y aquellos que confieren la primacía a la sociedad,
conciencia ni en las cosas, sino en la relación entre dos estados
a lo social, al socialismo, se encuentran en el trasfondo de la dis-
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de lo social, es decir, entre la historia objetivada en las cosas, un profesor titulado de literatura como una forma particular de

en forma de instituciones, y la historia encarnada en los cuerpos, una relación de la que la oposición medieval entre el auctor y el

en forma de esas disposiciones duraderas que yo llamo habitus. lector, o el antagonismo entre el profeta y el sacerdote son tam­
El cuerpo está en el mundo social, pero el mundo social está en el bién manifestaciones. Cuando está orientada por un principio de

cuerpo. Y la incorporación de lo social que realiza el aprendizaje pertinencia que le permite construir los datos con vistas a la com­

es el fundamento de la presencia en el mundo social que suponen paración y la generalización, incluso la lectura de los diarios pue­

la acción que es un éxito social y la experiencia común de este de convertirse en un acto científico. Poincaré definía la mate­

mundo como algo que cae por su �so. mática como "el arte de dar el mismo nombre a cosas diferen­
Sólo un verdadero análisis de caso, que requeriría una expo­ tes"; de la misma forma, la sociología -que los matemáticos

sición demasiado larga, podría mostrar la ruptura decisiva me perdonen la audacia de esta asimilación- es el arte de con­

con la visión común del mundo social determinada por el cebir cosas que son fenomenológicamente diferentes como se­

hecho de sustituir la relación ingenua entre el individuo y la mejantes en su estructura y funcionamiento, y de transferir lo

sociedad por la relación construida entre esos dos modos de · que se ha establecido en relación con un objeto construido,

existencia de lo social, el habitus y el campo, la historia hecha como por ejemplo el campo religioso, a toda una serie de ob-

cuerpo y la historia hecha cosa. Para ser totalmente convincente . jetos nuevos, como el campo artístico, o el político, etcétera.

y constituir como crónica lógica la cronología de las relaciones Esta especie de inducción teórica que hace posible la generali­

entre Monet, Degas y Pissarro, o entre Lenin, Trotski, Stalin y zación sobre la base de la hipótesis de la invariación formal

Bujarin, o aun entre Sartre, Merleau-Ponty y Camus, habría que dentro de la variación material, no tiene nada que ver con la

obtener un conocimiento suficiente de esas dos series causales inducción o la intuición de base empírica con la que a veces se

parcialmente independientes que son, por un lado, las condi­ le identifica; gracias al uso razonado del método comparativo

ciones sociales de producción de los protagonistas o, para ser al cual confiere su plena eficacia, la sociología, al igual que

más precisos, de sus disposiciones duraderas y, -por otro, la las demás ciencias que, según decía Leibniz, "se concentran a

lógica específica de cada uno de los campos de encuentro en medida que se extienden", puede aprehender un número cada

los que comprometen estas disposiciones, el campo artístico, vez más extenso de objetos con un número cada vez más redu­

el político o el intelectual, sin olvidar, claro está, las presiones cido de conceptos y de hipótesis teóricas.

coyunturales o estructurales que se ejercen en estos espacios El pensar en términos de campo requiere una conversión de

relativamente autónomos. toda la visión común del mundo social que se fija sólo en las

Concebir cada uno de estos universos particulares como cam­ cosas visibles; en el individuo, ens realissimum, al cual nos liga

po, es obtener el medio para entrar en el detalle más singular de una especie de interés ideológico primordial; en el grupo, que só­

su singularidad histórica a la manera de los historiadores más lo en apariencia está definido únicamente por las relaciones tem­

minuciosos, al tiempo que se les construye de manera que se per­ porales o duraderas, informales o institucionalizadas, entre sus

ciba en ellos un "caso particular de lo posible", según decía miembros; incluso en las relaciones comprendidas como interac­

Bachelard, o, más simplemente, una configuración entre otras ciones, es decir, como relaciones subjetivas realmente efec­

de una estructura de relaciones. Esto supone, una vez más, que tuadas. De hecho, al igual que la teoría de Newton sobre la

uno debe estar atento a las relaciones pertinentes, que suelen ser in­ gravitación no se pudo construir más que como ruptura con el
visibles o pasar inadvertidas a primera vista, entre las realidades realismo cartesiano que se negaba a reconocer un modo de ac­

directamente visibles, como las personas individuales, designa­ ción física que no fuera el choque, el contacto directo, así la
das por nombres propios, o las personas colectivas, a la vez noción de campo supone una ruptura con la representación
nombradas y producidas por el signo o la sigla que las constituye realista que lleva a reducir el efecto del medio al efecto de la

como personalidades jurídicas. Así, será posible concebir tal o acción directa que se efectúa en una interacción. La estructu­
cual polémica situada y fechada entre un crítico de vanguardia y ra de las relaciones constitutivas del espacio del campo es la
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CLASE INAUGURAL

que determina la forma que pueden revestir las relaciones vi­ cibidas como algo insoportable que nacen de la cofxisten-

sibles de interacción y el contenido mismo de la experiencia cia antagonista. . ..


que de ellas pueden tener los agentes. Por la posición que ocupa en el campo de gravttacron del
El prestar atención al espacio de relaciones en el que se cual es sol, el rey no tiene necesidad de querer, ni au.n de con­
mueven los agentes implica una ruptura radical con la filoso­ cebir, el sistema como tal para extraer las ganancias de. un
fía de la his-oria que se inscribe en el uso común o sernicien. universo estructurado de manera que todo gira en beneficio
tifico del lenguaje común o en las costumbres de pensamiento suyo. En forma general, es decir, tanto en el campo intelec­
asociadas con las polémicas de la política, donde, sea como sea, tual o en el religioso como en el campo del poder, los domi­
hay que encontrar responsables tanto de lo mejor como nantes son, con mucha mayor frecuencia de lo que la ilusión

de lo peor. No acabaríamos nunca de enumerar los errores, teológica del primer motor lo deja ver, aquellos que expresan
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las mistificaciones o las mlsticas que se engendran en el hecho las fuerzas inmanentes del campo -lo cual no es poca cosa­

de que las palabras que designan instituciones o grupos, como más que los que las producen o dirigen.

Estado, Burguesía, Patrones, Iglesia, Familia o Escuela, También habría podido tomar el ejemplo del circo-hipó­

pueden constitutirse en sujetos de proposiciones con formas dromo de Constantinopla según el análisis ya clásico de Gil­

como "el Estado decide", o "la Escuela elimina", y, con bert Dagron. No es sin duda una casualidad que esta realización

ello, en sujetos históricos capaces de plantear y realizar sus paradigmática del campo político se presente en forma de un

propios fines. Así, ciertos procesos cuyo sentido y fin no con­ espacio de juego socialmente instituido que transforma ¡,eriódi­

cibe ni plantea nadie en realidad, sin que sean por ello ciegos camente al pueblo reunido en asamblea popular, investida del

o aleatorios, se encuentran ordenados por referencia a una in­ poder de impugnar o de consagrar ritualmente la legitimidad im­

tención que no es ya la de un creador concebido como perso­ perial. El espacio institucional donde todos los agentes sociales

na, sino la de un grupo o una institución que funciona como -el emperador, colocado en posición de árbitro, los senadores,

causa final capaz de justificarlo todo, con el-menor costo, sin los altos funcionarios, pero también el pueblo, en sus diferentes

explicar nada. Sin embargo, es posible demostrar, apoyán­ funciones- tienen su lugar asignado produce en cierta forma

dose en el célebre análisis de Norbert Elias, que esta visión las propiedades de aquellos que lo ocupan y las relaciones de

teológico-política no se justifica ni en el caso aparentemente más competencia y conflicto que los oponen; en este campo cerra­

adecuado para confirmarla, es decir, en el de un Estado monár­ do, los dos bandos, los Verdes y los Azules, se enfrentan de

quico, que presenta en grado superlativo, incluso para el propio manera ritual siguiendo una lógica que tiene que ver a la vez

monarca - "el Estado soy yo" - , las apariencias del "Aparato": con la lógica de la competencia y con la de la lucha política; Y

la sociedad de la corte funciona como campo de gravitación en el la autonomía de esta forma social, como una especie de taxis

cual se ve atrapado el propio detentador del poder absoluto, a instituida y, por ello, trascendente de ambos bandos, tagma,

pesar de que su posición privilegiada le permite extraer la mayor que no deja de engendrar, se afirma en el hecho de que "se

parte de la energía engendrada por el equilibrio de las fuerzas. El presta a la expresión de todo tipo de conflictos", desalentan­

principio del movimiento perpetuo que agita el campo no reside do los esfuerzos por encontrar para estos antagonismos una

en algún primer motor inmóvil -en este caso el Rey Sol- sino base social o política precisa y constante.

en las tensiones que produce la estructura constitutiva del campo Como lo muestra perfectamente el caso de este juego social

(las diferencias de rango entre príncipes, duques, marqueses, del todo ejemplar, la sociología no es un capitulo de la mecá­

etcétera) y tienden a su vez a reproducirla. Hay en las acciones nica, ni los campos sociales son campos de tuerzas, sino campos

y reacciones ciertos agentes que, a menos de excluirse del de luchas destinadas a transformar o conservar estos campos de

juego, no tienen más remedio que luchar por mantener o fuerzas. Y la relación, ya sea práctica o pensada, que man­

mejorar su posición en el campo, con lo cual contribuyen tienen los agentes con el juego forma parte del juego y puede

a imponer sobre todos los demás presiones a menudo per- ser el principio de su transformación. Los campos sociales
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más diversos, como la sociedad de corte, el campo de los de el juego desde afuera, desde el punto de vista del especta­

partidos políticos, el de las empresas o el campo universitario, dor imparcial que no invierte nada en el juego ni en las apues­

sólo pueden funcionar mientras haya agentes que inviertan -en tas. Este punto de vista del extraño que se ignora a si mismo

los diferentes sentidos de la palabra- que comprometan en lleva a ignorar que las inversiones son ilusiones bien funda­

ellos sus recursos y persigan lo apostado contribuyendo así das. En efecto, a través de los juegos sociales que propone, el

por su propio antagonismo a conservar la estructura o, en mundo social procura a los agentes algo que es mucho más y

ciertas condiciones, a transformarla. que es diferente de lo que son las apuestas aparentes o los

Como estamos siempre más o menos atrapados en uno de fines manifiestos de la acción: la cacería cuenta tanto como la

los juegos sociales que ofrecen los diferentes campos, no se presa, o quizá más que ella, y existe un beneficio de la acción

nos ocurre preguntar por qué hay acción en vez de nada -lo que excede los beneficios que se persiguen de manera explici­

cual, a menos de suponer una propensión natural a la acción ta, como un sueldo, un premio, un trofeo, un título o una

o al trabajo, no es nada obvio. Todos sabemos por experien­ función, y que consiste en salir de la indiferencia y afirmarse

cia que lo que atrae al alto funcionario puede dejar indiferen­ como agente actuante, atrapado en el juego, ocupado, habi­

te al investigador y que las inversiones del artista serán tante del mundo habitado por el mundo, proyectado hacia

siempre ininteligibles para el banquero. Esto quiere decir que ciertos fines y dotado, en forma objetiva, y por ende, subjeti­

un campo sólo puede funcionar si encuentra individuos so­ va, de una misión social.

cialmente dispuestos a comportarse como agentes respon­ Las funciones sociales son ficciones sociales. Y los ritos de

sables, a arriesgar su dinero, su tiempo, en ocasiones su honor institución hacen a aquel que instituyen como rey, caballero,

y su vida, para perseguir las apuestas y obtener los beneficios sacerdote o profesor, forjando su imagen social, moldeando

que propone, los que vistos desde otro punto de vista pueden la representación que puede y debe dar como persona moral,

parecer ilusorios, y siempre lo son ya que descansan en la rela­ es decir, como plenipotenciario, mandatario o portavoz de un

ción de complicidad ontológica entre e'l'-habitus y el campo grupo. Pero también lo hacen en otro sentido. Al imponerle

que es el principio del ingreso al juego, de la adhesión al un nombre, un título que lo define, lo instituye, lo constituye,

juego, de la i/lusio. lo están conminando a convertirse en lo que es, es decir, en lo

En la relación entre el juego y el sentido del juego es donde que deberá ser, le ordenan que llene su función, que entre en

se engendran las apuestas y se constituyen ciertos valores que, el juego, en la función, que juegue el juego, cumpla la fun­

aunque no residen fuera de esta relación, se imponen en su in­ ción. Confucio no hacía más que enunciar la verdad de todos

terior con una necesidad y evidencia absolutas. Esta forma ori­ los ritos de institución cuando invocaba el principio de la

ginaria de fetichismo es el principio de toda acción. El motor "justificación de los nombres", al pedir que cada uno se con­

-lo que se llama a veces la motivación- no está ni en el fin formara con su función en la sociedad, que viviera conforme

material o simbólico de la acción, como lo afirma el finalismo a su naturaleza social: "Que el soberano actúe como sobera­

ingenuo, ni en las presiones del campo, como lo afirma la vi­ no, el sujeto como sujeto, el padre como padre y el hijo como

sión mecanicista. Está en la relación entre el habitus y el cam­ hijo." Al entregarse en cuerpo y alma a su función, y, a través

po que hace que el habitus contribuya a determinar aquello de ella, al cuerpo constituido que se le confía, que sea éste

que lo determina. No hay sagrado más que para el sentido de universitas, collegium, societas, o consortium, como decían

lo sagrado que se encuentra sin embargo, con Jo sagrado co­ los canonistas, el heredero legítimo, el funcionario o el digna­

mo plena trascendencia. Esto es cierto para cualquier tipo de tario contribuyen a garantizar la eternidad de la función, que

valor. La i/lusio en el sentido de inversión en el juego sólo se existía antes que él y le sobrevivirá -Dignitas non moritur-,

convierte en ilusión en el sentido originario de acción de enga­ y la del cuerpo místico que él encama, y del cual participa, par­

ñarse a si mismo, de entretenimiento -en el sentido de Pascal­ ticipando así de su eternidad.

º de mala fe -en el sentido de Sartre- cuando se aprehen- Aunque para constituirse deba rechazar todas las formas
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CLASE INAUGURAL
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del biologismo, que tienden siempre a naturalizar las diferen­

cias sociales reduciéndolas a invariantes antropólogicas, la social, y éste es un mandato para dar sentido, explicar, o

sociología sólo puede comprender el juego social en lo más incluso poner orden y asignar fines. Por ello no están en la me­

esencial que tiene si toma en cuenta algunas de las característi­ jor situación para comprender la miseria de los hombres sin

cas universales de la existencia corporal, como el hecho de cualidades sociales, ya sea la resignación trágica de los an­

existir en estado de individuo biológico separado, o de estar cianos abandonados a la muerte social de los hospitales o los

confinado a un lugar y un momento, o aun el hecho de estar y hospicios, la sumisión silenciosa de los desempleados o la

saberse destinado a la muerte, todas las cuales son propieda­ violencia desesperada de los adolescentes que buscan en la ac­

des que se han comprobado de manera más que científica y ción reducida a la infracción un medio para acceder a una forma

que no se incluyen jamás en la axiomática de la antropología reconocida de existencia social. Y quizá porque, como todo el

positivista. Condenado a la muerte, ese fin que no puede to­ mundo, necesitan de manera demasiado profunda la ilusión de

marse como fin, el hombre es un ser sin razón de ser. Es la so­ la misión social como para reconocer ante si cuál es su principio,

ciedad, y sólo ella, la que dispensa en diferentes grados las les cuesta trabajo descubrir el verdadero fundamento del poder

justificaciones y las razones de existir; ella es la que produce exorbitante que ejercen todas las sanciones sociales de la impor­

los negocios o las posiciones que se consideran "importantes", tancia, todas las sonajas simbólicas, como condecoraciones, cru­

ella produce los actos y I_os agentes que se juzgan "importan­ ces, medallas, palmas, Legión de Honor, etcétera, pero también

tes" para si mismos y para los demás, como personajes que han todos los apoyos sociales de la illusio vital, como misiones, fun­

recibido una garantía objetiva y subjetiva de su valor y han sido ciones y vocaciones, mandatos, ministerios y magisterios.

así arrebatados a la indiferencia y la insignificancia. Por más que La visión lúcida de la verdad de todas las misiones y todas

diga Marx, existe una filosofia de la miseria que se acerca más a las consagraciones no condena ni a renunciar ni a desertar.

la desolación de los ancianos pordioseros e irqsorios de Be­ Siempre es posible entrar en el juego sin ilusiones, por una de­

ckett que al optimismo voluntarista que se asocia tradicional­ cisión consciente y deliberada. De hecho, no llegan a tanto las

mente con el pensamiento progresista. Miseria del hombre sin exigencias de las instituciones comunes. Pensemos en Jo que

Dios, decía Pascal. Miseria del hombre sin misión ní con­ dijo Merleau-Ponty sobre Sócrates: "Da razones para obede­

sagración social. En efecto, sin ir tan lejos como Durkheim, cer a las leyes, pero ya es demasiado el tener razones para obe­

quien dice "la sociedad es Dios" yo diría: Dios no es nunca decer[ . . . ] Lo que se espera de él es justamente lo que él no

más que la sociedad. Lo que se espera de Dios nunca se puede puede dar: el asentimiento a la cosa misma y sin consideran­

recibir más que de la sociedad, que es la única con el poder de dos."> Si a los que tienen por cómplice al orden establecido,

consagrar, de arrebatar a la facilidad, a la contingencia, al ab­ cualquiera que éste sea, no les gusta la sociología, ello se debe

surdo; pero -y esto es quízá la antinomia fundamental- só­ a que ésta introduce una libertad con respecto a la adhesión

lo lo hace de manera diferencial, distintiva: todo sagrado primaria que hace que la propia conformidad tome cierto ca­

tiene su complemento profano, toda distinción produce su riz de herejía o ironía.

vulgaridad y la competencia por la existencia social conocida Así habría sido sin duda la lección de una lección inaugural

y reconocida que libera de la insignificancia es una lucha a dedicada a la sociología de la lección inaugural. Un discurso

muerte por la vida y la muerte simbólica. "Citar -decían los que se toma a sí mismo como objeto no llama tanto la aten­

Kabiles- es resucitar." El juicio de los otros es el juicio final y ción sobre el referente, que podría sustituirse por otro acto

la exclusión social es la forma concreta del infierno y la con­ cualquiera, como sobre la operación que consiste en referirse a

denación. Porque el hombre es un Días para el hombre, es el lo que se está haciendo y sobre lo que la distingue del hecho de

hombre un lobo para el hombre. hacer simplemente lo que se hace, de estar entregado a Jo que

Sobre todo cuando son adeptos a una filosofía escatológica se hace. Cuando este volverse hacia sí mismo se realiza en la

de la historia, los sociólogos sienten que tienen un mandato


.. Versión del traductor.
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situación misma como en este caso, tiene algo de insólito, o

de insolente. Rompe el embrujo, desencanta. Atrae la mirada

sobre aquello que el simple hacer se esfuerza por olvidar, y

por hacer olvidar. Enumera los efectos oratorios o retóricos

que, como el hecho de leer con un tono impregnado de impro­

visación un texto escrito de antemano, aspiran a probar y a Una ciencia que incomoda*
hacer sentir que el orador está entregado a lo que hace, que

cree en lo que dice y que se adhiere plenamente a la misión de

que está investido. Introduce así una distancia que amenaza Comencemos por las preguntas más evidentes: ¿Las ciencias so­

con aniquilar, tanto en el orador como en su público, la ciales, Y la sociología en particular, son verdaderamente cien­

creencia que es condición ordinaria para el buen funciona­ cias? ¿Por qué siente usted la necesidad de reivindicar su carácter

miento de la institución. científico?

Pero esta libertad respecto a la institución es quizá el único • Me parece que la sociología posee todas las propiedades que

homenaje digno de una institución de libertad que se ha dedi­ defmen a una ciencra, Pero, ¿hasta qué pu n t o ? Esta es la pre­

cado siempre a defender la libertad respecto a las instituciones gunta. Y la respuesta q ue se puede dar varía mucho según los

que es condición de toda ciencia, y ante todo de una ciencia de sociólogos. Lo único que diré es que hay mucha gente que se

las instituciones. Es también la única muestra de agradeci­ dice Y se cree sociólogo y a la que difícilmente reconozco como

miento digna de los que quisieron acoger aquí a una ciencia tal, lo_ con'.ieso. De cualquier modo, hace ya mucho tiempo que

poco querida y poco segura, entre quienes debo distinguir a la sociologia ha sahdo de la prehistoria, es decir, de la era de las

André Miguel. La empresa paradójica que consiste en utilizar grandes teorías de la filosofía social con la cual suelen identi­

una posición de autoridad para decir con autoridad lo que es ficarla los profanos. El grupo de sociólogos dignos de llamarse

hablar con autoridad, para dar una lección, pero una lección así concuerda en un capital c o m ú n de conocimientos adquiridos

de libertad respecto a todas las lecciones, sería simplemente conceptos, métodos y procedimientos de verificación. Lo cierto

inconsecuente, incluso autodestructíva, si la ambición misma es que, por razones sociológicas evidentes -entre otras, porque

de hacer una ciencia de la creencia no supusiera una creencia


desempeña � m_enudo el papel de disciplina refugio-, la sociolo­

en la ciencia. No hay nada menos cínico, o menos maquiavéli­


gia es una disciplina m u y dispersa (en el s en t i d o estadístico de

co en todo caso, que estos enunciados paradójicos que enun­ la palabra), desde varios puntos de v ista. Esto explica que la

cian o denuncian el principio mismo del poder que ejercen. socioiogia tenga e l aspecto de una disciplina div idida, más pare­

No habría un solo sociólogo dispuesto a correr el riesgo de cida a la losolia


fi que a las otras ci encias. Pe ro éste no es el

destruir el delgado velo de fe o de mala fe que les da el encan­ p roblema: si uno es tan p untilloso sobre el carácter científico de

lo a todas las devociones de institución, si no tuviera fe en la


la sociología, es po rque se trata de una disciplina que in comoda.

posibilidad y la necesidad de universalizar la libertad respecto


¿N_o se ve usted obligado a plantearse preguntas que se hacen
a la institución que procura la sociología; si no creyera en las
objetivamerne en otras ciencias, aunque los científicos no ten­
virtudes liberadoras de lo que es quizá el menos ilegítimo de
gan que planteárselas concretamente?
los poderes simbólicos, el de la ciencia, especialmente cuando
• La sociología tiene el triste privilegio de v erse constantemente
ésta toma la forma de una ciencia de los poderes simbólicos
confrontada con el problema de su carácter científico. Se es mil
capaz de restituir a los sujetos sociales el dominio de las falsas

trascendencias que el desconocimiento no cesa de crear una y


• Entrevista con Pierre Thuillicr. en Lo Recnerche, núm. 1 1 2 , junio de
otra vez.
1980, pp. 738-743.

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