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La tarea de la crítica es actualizar los significados de una obra, es dotar a la obra de uno o
varios sentidos entre los posibles. Produce un discurso sobre la obra que la analiza, describe,
interpreta y valora. La crítica debe darse desde una perspectiva teórica explícita o implícita,
consciente o inconsciente.
Drama: el conjunto de los cuatro elementos doblados en y por la representación teatral (actor,
público, espacio y tiempo representados). Es la fábula escenificada.
Acción: lo que ocurre entre unos actores ante un público, en un espacio y un tiempo
compartidos. El drama es la acción teatralmente representada porque comprende a los cuatro
elementos.
CAPÍTULO II
ESCRITURA DRAMÁTICA
En el hecho literario, el mundo ficticio se sustenta en palabras escritas que se agrupan en dos
clases complementarias de texto: las acotaciones y el diálogo. Las primeras se traducen en el
espectáculo básicamente en visiones; el segundo pasa de escrito a oral, de leído a
pronunciado, constituye la dicción dramática que sirve de soporte a la ficción.
Tipos textuales: estilo directo libre de los diálogos, no regido por voz superior alguna, y al
lenguaje impersonal de las acotaciones, que excluye el uso de primera y segunda personas
gramaticales.
DICCIÓN DRAMÁTICA
El diálogo es el componente verbal del drama, dicho efectivamente por los actores personajes
en la escenificación y transcrito en el texto dramático. Además de ejecutar la dicción dramática
o actividad verbal de los personajes en la tradición occidental, el diálogo sirve de cauce
representativo de la ficción, de las acciones no verbales del argumento.
Teicoscopía: un personaje describe o cuenta algo que ve desde la escena, pero que el público
(realmente) y otros personajes (en la ficción) no pueden ver.
Diálogo y estilo: nivel o tono del lenguaje que se ponen de manifiesto en los diálogos resultan
relevantes para el análisis porque son reveladores del tipo de construcción dramática. Las
posibilidades básicas son la unidad y el contraste de estilos. La primera supone que todos los
personajes hablan en el mismo registro: culto, coloquial o vulgar; marcadamente literario,
retórico o poética, o bien artístico, esto es artificialmente natural; es preceptiva de la
dramaturgia clasicista como consecuencia y causa de la unidad del mundo representado. O
bien puede valerse del contraste con una finalidad dramática.
Diálogo y decoro: concepto retórico que consiste en la armónica concordancia de todos los
elementos del discurso. Se trata de calibrar la coherencia entre los usos lingüísticos y los para-
y extralingüísticos (gesto, movimiento, acción, etc.) correspondientes, de examinar la
adecuación o no del diálogo al tema, a la situación, al carácter de los personajes o a cualquier
otro factor dramático, incluida la finalidad teatral última, la del efecto que se pretende
provocar en el público.
Funciones teatrales del diálogo, del lenguaje hablado en el teatro: representativa, expresiva,
comunicativa y persuasiva (Ingarden).
Hablar de funciones “teatrales” significa ante todo observar el diálogo en función del público,
plantearse “para qué” dice tal o cual personaje lo que dice, no pensando en los otros
personajes sino en el espectador que los observa. Responder estas preguntas es señalar las
funciones teatrales del diálogo.
Función dramática: función del diálogo como forma de acción entre los personajes, amenazar,
humillar, agredir, seducir, etc. con palabras. Cuando en un diálogo predomina claramente esta
función, se rebasa la esfera del mero decir para entrar en la del hacer. Es insuficiente
preguntarse qué dicen, lo propio es preguntar qué hacen. Hablar es hacer, dominio de la
función dramática.
Función ideológica o didáctica: función del diálogo que se pone al servicio de la transmisión al
público de una idea, de un mensaje, de una lección.
Coloquio: es el diálogo con interlocutores, conversación entre dos o más personas. No exige
que el interlocutor responda. La condición mínima no es que dos personas hablen, basta con
que una hable con otra, pudiendo ésta contestar o no, y contestar verbalmente o de otra
forma. Según la frecuencia y la extensión del discurso de cada uno, se denomina parlamente
cuando resulta considerablemente largo, y réplica cuando responde al intercambio vivo de la
conversación o tenso de la discusión.
Monólogo: es el diálogo de cierta extensión sin respuesta verbal considerable del interlocutor,
o porque no hay interlocutor o porque no puede o no quiere contestar verbalmente pero
pudiendo hacerlo o no por otros medios. Cabe distinguir de monólogo en soliloquio de
monólogo en coloquio. No todo monólogo es soliloquio. En el monólogo habla un solo
personaje.
FICCIÓN DRAMÁTICA
Acción como sucesión de situaciones dramáticas o como secuencia de acciones y/o sucesos
dramáticos.
La acción se define por su estructura triple: una situación inicial, la modificación intencionada
de dicha situación por la actuación del personaje, y la situación final modificada.
Sucesos son las actuaciones de los personajes que no alteran la situación en la que se
producen, por falta de intención, de capacidad o de posibilidad de hacerlo.
Acción y jerarquía:
Cabe distinguir las acciones escenificadas o patentes de las meramente aludidas o ausentes, y
en un grado intermedio las latentes o sugeridas. Si bien estas últimas se sustraen a la directa
percepción del público, a diferencia de las patentes, forman con ellas parte de los sucesos
representados, hechos presentes en el transcurso de la obra, a diferencia de las ausentes. En el
teatro del siglo español y en el isabelino predominan las patentes (teatro de acción), en el
teatro clásico francés predominan las ausentes y las latentes (teatro de palabra).
Estructuras dramáticas:
Tres aspectos de la estructura del drama: las secuencias o unidades en que puede segmentarse
o presentarse dividida una obra; las dos formas de construcción; y una tipología atendiendo al
elemento hegemónico al que se subordinan los demás en la estructura dramática.
Secuencias: acto, cuadro y escena. Acto o unidades mayores en que se presenta fragmentada
o puede segmentarse la acción dramática en tanto drama. Cuadro o unidad espacio temporal
en el desarrollo del drama, cada secuencia, pues delimitada por el cambio de lugar o por una
ruptura en la continuidad temporal. Escena o unida de configuración, es decir la secuencia
dramática definid por la presencia de los mismos personajes, de forma que la salida o entrada
de cualquiera de ellos supone un cambio de escena.
Tipos de drama: de acción, de personaje y de ambiente. Tipología del drama en función del
elemento estructural subordinante.
Drama de personaje: es el elemento que ocupa el centro de la estructura, las acciones derivan
de él lo mismo que las partes constitutivas. Él dota de unidad a la obra. Sturm und Drang y Don
Juan.
Drama de ambiente: la ambientación histórica, social, cultural, pasa a ocupar el primer plano.
Todo se subordina a la pintura del ambiente. Schiller. Evoca un cuadro histórico de conjunto.
Teatro costumbrista: sainetes.
Tiempo diegético o argumental: es el plano temporal que abarca la totalidad del contenido,
tiempo de la ficción en toda su amplitud tanto de los sucesos mostrados como referidos. Se
trata de un principio ordenador o configurador –la disposición de los hechos en el tiempo- del
universo ficticio en cuanto tal universo.
Tiempo patente, latente y ausente. No coincide con los tres planos del tiempo teatral.
Tiempo latente: tiempo sugerido por medios dramáticos, no meramente aludido, que se
escamotea a la vivencia del público o que es vivido por los personajes ficticios de espaldas al
espectador y que se realiza en las elipsis intercaladas en la acción puesta en escena, y en
ocasiones, antes o después de que termine ésta. La suma del tiempo escenificado y del elidido
constituye el tiempo de la acción dramática que se hacer presente a lo largo de la
representación.
Tiempo ausente: se sitúa por fuera, antes o después de este tiempo presente, del que es
independiente y al que frecuentemente se opone, tiempo sólo aludido en cuanto a la forma de
representarlo.
El contraste entre los tres grados de (re)presentación del tiempo se pone de manifiesto al
considerar el peso temático relativo de cada uno en diferentes dramas o dramaturgias.
Escena temporal: la escena es la base de la estructura del tiempo dramático y en ella se asiste
a la sucesión absoluta de presentes. Isocronismo del tiempo de la fábula y de la escenificación.
Carácter irreversible del desarrollo temporal en el interior de una misma escena.
Los nexos pueden consistir en una interrupción de la representación o en una transición que
rompa sólo –mientras aquélla prosigue- la continuidad del desarrollo temporal.
Pausa o interrupción con detención implícita del tiempo de la fábula; elipsis o interrupción con
salto explícito en el tiempo de la fábula; suspensión o transición que supone una detención
explícita del tiempo diegético; resumen o transición que supone un salto en el tiempo
diegético.
Pausa y elipsis son nexos propiamente dramáticos. La suspensión y el resumen son nexos (en
cuanto delimitan escenas temporales) que pueden considerarse como escenas.
Elipsis: interrupción del curso dramático con salto en el tiempo de la fábula. El contenido
diegético de una elipsis sólo puede inferirse de las escenas temporales separadas por ella:
cambios en el decorado, vestuario, maquillaje, etc. además de las palabras de los personajes.
Así podrán establecerse las propiedades de la elipsis: su sentido progresivo o regresivo; su
extensión; mayor o menor grado de determinación; su contenido diegético, relevante con
grados de importancia en el conjunto de la fábula o argumento, irrelevante o funcional.
Tiempo diegético = N; Tiempo escénico = 0.
Suspensión temporal: consiste en una detención del tiempo ficticio de la fábula pero sin
interrumpir el curso del tiempo real de la escenificación. Se trata de una pausa llena de
contenido dramático. Su contenido deberá corresponder a otro nivel, a otra historia, incluso a
otra clase de espectáculo. Existe una realización absoluta de la suspensión temporal, el cuadro
viviente, en él el desarrollo temporal del drama se detiene literalmente, no se ve interrumpido
por otro discurso dramático o espectacular. Como en la pausa, devuelve al espectador a su
propio mundo, lo distancia del mundo ficticio, quiebra la ilusión y favorece la reflexión. Entre
las funciones caber destacar la comentadora, personaje de otro nivel –narrador, meneur du
jeu o animador- o los mismos actores en cuanto actores suspenden la representación para
hacer reflexiones, preguntas o comentarios de cualquier tipo, siempre que su intervención no
suponga avanzar en el tiempo del argumento; la distractiva, cuyo contenido no tiene relación
con –sino que distrae de- el drama suspendido. Suspensiones escénicas, muy próximas al
cuadro viviente pueden provocar los aplausos del público en plena representación, como en la
ópera. Siendo ahora el escénico un tiempo lleno, permite eliminar los corchetes. Tiempo
diegético = 0; Tiempo escénico = N.
ORDEN
Orden dramático. El desarrollo temporal en el interior de una escena es continuo, progresivo e
irreversible. La consideración del orden remite en al drama a una secuencia de escenas. En la
fábula o argumento las escenas también se suceden en orden cronológico. La escenificación
puede presentarlas respetando o alterando el orden.
En la acronía relativa el orden existe pero no se puede determinar. Es parcial cunado no afecta
a todo el drama y el conjunto de la fábula puede ordenarse según el tiempo aunque presente
lagunas o indeterminaciones.
Dos son las magnitudes que definen una regresión: la extensión (duración absoluta de B) y la
distancia (entre el comienzo de B y el final de A).
Según su extensión puede ser: interna, si está incluida en la secuencia primaria; externa, si
queda fuera de la extensión de ésta; mixta, si es en parte interna y en parte externa.
Según sus límites: completa, si coinciden con los de la secuencia primaria de manera que sus
extensiones sean idénticas (en la interna), o contigua (en la externa); parcial, si no coinciden de
modo que la extensión de B es menor que la de A (en la interna), o existe un vacío o elipsis
temporal entre ambas (en la externa).
Según la función: explicativa, que responde a razones narrativas, tiene como pretexto la
necesidad de una explicación causal; asociativa, que responde a razones psicológicas, tiene
como pretexto una analogía de sensaciones, emociones, un principio fundamental no es la
causalidad sino la repetición.
Tendrá como magnitudes la extensión (de B) y la distancia (del final de A al principio de B). En
relación a la secuencia primaria (A-C) se podría hablar de anticipaciones internas, externas y
mixtas; parciales y completas: homodiegéticas y heterodiegéticas. También implican una
interiorización del tiempo, explícita (en un personaje) o explícita (en el dramaturgo), las
anticipaciones representadas, no las meramente verbales son aún más raras que las
regresiones.
FRECUENCIA
La desigualdad puede presentar dos formas y dar lugar a las construcciones dramáticas:
repetitiva, se representa varias (n) veces lo que ocurre una vez; iterativa, se representa de una
vez lo que ocurre varias (n) veces en la fábula. Ambas afectan la duración relativa del drama,
condensada en la iteración (más tiempo de fábula en menos de escenificación) y distendida en
la repetición, que supone también una alteración del orden cronológico consistente en una
regresión interna homodiegética repetitiva.
En la ficción de segundo grado o nivel metadramático (teatro dentro del teatro) las
repeticiones consisten en las coincidencias que se producen entre personajes y situaciones de
los dramas primario y secundario.
Iteración: todo lo que caracteriza a la iteración parece contradictorio con el carácter dramático
de representación tan sometido a la progresión real del tiempo y tan reactivo, por su carácter
ostensivo, a la descripción como incompatible con la figura del narrador.
Como con la repetición, cabría hablar de una iteración semántica que se hace presente en el
teatro con especial intensidad debido al carácter más estricto, rigurosos o limitado de sus
representaciones. Atendiendo a su plena significación ningún drama puede ser singulativo, es
decir, singular representación de acontecimientos rigurosamente singulares. Cada elemento
dramático no remite sólo a uno, sino a toda una serie de elementos de la realidad, que de
algún modo se repiten, más bien en el eje de la equivalencia que en el de la contigüidad.
DURACIÓN
La duración como aspecto del tiempo dramático. Hay que distinguir la extensión o duración
absoluta de cada uno de los planos del tiempo teatral, el escénico o real, y sobre todo, el
diegético o ficticio, de la duración relativa o propiamente dramática que es el resultado de
encajar la de la fábula en los estrictos límites de la duración del espectáculo teatral, es decir,
de la relación que contraen las duraciones diegética y escénica. Tal relación se puede
establecer en el interior de una escena temporal, entonces se hablará de velocidad, o en el
conjunto de una secuencia de escenas, lo que se define como ritmo.
Extensión (de los planos temporales): por razones prácticas el tiempo escénico, es decir, la
duración del espectáculo, se ve sometido a una medida temporal variable según épocas y
culturas, susceptible de transgresión pero siempre limitada pues requiere la presencia física no
demasiado discontinua de actores y espectadores. La duración diegética, la extensión total del
argumento o fábula, no conoce más límite que el de la imaginación humana.
Drama analítico:
Velocidad interna: si la velocidad externa supone una especie de autonomía icónica del tiempo
de la representación respecto al tiempo representado, podría decirse que la velocidad interna
implica una autonomía simbólica de la duración diegética respecto a la escénica. La posibilidad
no marcada y la que se cumple en la inmensa mayoría de los casos es la isocronía (Df = De).
Esta coincidencia o identidad de duraciones constituye en realidad el fundamento de la
definición misma de escena temporal. Las variaciones de la velocidad interna presentan la
forma de una contradicción entre la duración de lo representado en una escena y la duración,
distinta, que explícitamente se le atribuye, contradicción que sólo la interiorización temporal
es capaz de justificar. Si la duración (atribuida) de la fábula resulta mayor que la (representada)
de la escenificación, hablamos de condensación temporal (Df mayor que De). La velocidad
inversa, dilatación, corresponde a una escena cuya representación consuma un tiempo mayor
que el que significa (Df menor que De).
DISTANCIA TEMPORAL
Categoría central para el estudio de la recepción teatral. Es la relación entre dos localizaciones
temporales: la real de la escenificación y la ficticia de la fábula o historia representada.
Tres tipos de distancia simple, cuando la ficción se localiza en el tiempo real: corresponde al
drama histórico o retrospectivo; drama contemporáneo (distancia cero) y al drama futurario o
prospectivo.
Distancia compleja: cuando combina dos o más tipos, los diferentes tipos pueden alternarse
sucesivamente en un mismo drama (policrónico) y también superponerse o confundirse
simultáneamente en su interior (drama anacrónico).
PERSPECTIVA TEMPORAL
Son las repercusiones en el tiempo del aspecto de la participación teatral llamada perspectiva
o punto de vista, es decir, la cuestión de la objetividad y la subjetividad en el drama -que será
abordada más adelante en particular desde la perspectiva interna, es decir, de la presentación
del drama o de una parte de él como producto de la percepción subjetiva de alguien-.
Este fenómeno llamado interiorización, se produce cuando se significa que los sucesos de un
determinado tramo de la ´fabula representada no deben situarse en el plano de la realidad
(ficticia) sino en el de la subjetividad (ficticia también) –recuerdo, sueño, imaginación- de un
personaje o de un sujeto; y en lo temporal, no transcurren en el tiempo objetivo (ficticio) sino
en un tiempo interior (también ficticio). La interiorización en un fenómeno tan fundamental
para el tiempo dramático que todas las alteraciones ya examinadas, del desarrollo continuo,
del orden cronológico, de la frecuencia singulativa y de la duración isocrónica, sólo encuentran
justificación en ella.
Entre el carácter implícito o explícito de la interiorización hay obras que cuentan con una
especie de dramaturgo o meneur du jeu, un personaje situado en otro plano de ficción,
distinto de aquel en que se sitúa el drama cuya representación finge presentar, dirigir o
manipular (Teoría de los niveles dramáticos).
TIEMPO Y SIGNIFICADO
El paso del análisis al comentario debe recorrerse sobre el puente que va de las formas a los
significados, de identificar los recursos técnicos empleados a atribuirles un sentido coherente
con los propósitos o los efectos semánticos de la obra. En el arte todo lo estructuralmente
significante se semantiza (Lotman).
En los dos extremos, son posibles tanto el grado cero como el máximo grado de semantización,
es decir, la neutralización significativa del tiempo y su tematización. El tiempo puede llegar a
ser el tema central de una obra.
CAPÍTULO IV - ESPACIO
La relación entre sala y escena puede ser de dos tipos: de oposición y de integración, en un
sentido relativo en ambos conceptos. Una oposición absoluta impediría la comunicación y una
total integración anularía la dualidad actor/púbico (si no sería una fiesta o un happening). La
escena es el espacio ocupado por los actores y la sala es el espacio ocupado por el público.
Escena abierta, la relación en que ambos espacios se integran, en mayor o menor medida. La
sala no se enfrenta ahora a la escena sino que la abraza o la envuelve, y ésta le ofrece o le
muestra, no una, sino varias caras, se abre, no por uno, sino por varios frentes. Apertura total
(teatro circular, circo, plaza de toros), o parcial (teatro griego semicircular). Esta última es la
posibilidad intermedia entre las otras dos: tan semifrontal como semicircular, guarda cierta
simetría con la cerrada –ésta enseña una cara y oculta tres; aquélla enseña tres y oculta una-.
En su funcionamiento, lo característico –ni necesaria, ni excluyentemente- de la escena
abierta, del tipo que sea, es que resulte perceptible para el público de la sala antes del juego,
que se deje ver habitada y deshabitada por el mundo ficticio, que muestre su doble cara,
dramática y escénica. La escena abierta se encuentra más cerca del tablado, del podio o la
tribuna que de la caja ilusionista. Otras modalidades, Breyer y Gropius (pág. 148).
La escena cerrada favorece los efectos ilusionistas y los procesos de identificación; mientras
que la distancia crítica y los recursos antiilusionistas se ven favorecidos por la escena abierta.
Efectos o juegos de significado vinculados a la relación sala/escena son los que apuntan a
poner en entredicho la frontera entre ficción y realidad (pág. 150). Personajes que invaden la
sala o espectadores que son introducidos en la escena.
Sala y escena son los dos polos del espacio teatral. Cada una y el conjunto de las dos son
espacios dramáticos, significantes y significados, es decid, son signos. Esta afirmación se basa
en el desdoblamiento representativo característico del teatro que afecta a todos sus
elementos, es decir, espacio, tiempo, sujetos actor y público, los espacios definidos por cada
uno –escena y sala- se doblarán como ellos. Se active o no como recurso la sala resultará
siempre dramatizada de forma explícita o implícita.
Cabe distinguir el caso en que los diferentes lugares dramáticos se representan en un solo
espacio escénico subdividido en partes (teatro expresionista), de aquel en que múltiples
escenarios acogen diferentes decorados.
Para estudiar la estructura del espacio dramático es pertinente tener en cuenta no sólo el
número de lugares en que se asienta la acción -el número de cambios de localización que
implica su desarrollo-, sino también el número de espacios escénicos o escenarios
independientes –no que resulten de subdividir uno en partes- de que se disponga para
representarlos, así como la forma de distribuir aquéllos en éstos.
El juego de los espacios simultáneos es el más limitado a la percepción pues exige seguir dos o
más acciones situados en otros tantos lugares.
También puede ser útil distinguir las relaciones paradigmáticas o de equivalencia de cada uno
de los espacios con otros signos de la obra (otras espacios, personajes, acciones, música, etc.)
que se pueden asociar significativamente con él, por semejanza o por contraste, y las
relaciones sintagmáticas o de combinación, en el transcurso de la obra, de los distintos
espacios entre sí o con otros signos, en la línea de la sucesión.
En las obras de espacio único no cabe hablar de relaciones sintagmáticas a no ser parcialmente
para referirse a variaciones o transformaciones (accesorios) que no rompan la unidad del
lugar. En muchos casos esa ausencia se compensa con un reforzamiento de las relaciones
paradigmáticas (en Bernarda -que no es espacio único sino unitario-, hay un repliegue hacia el
interior de la casa).
Las posibilidades de disponer un drama en el espacio cobran valor al entrar en relación con los
otros componentes dramatúrgicos, con los que se presentan efectivamente integradas como la
combinación espacio-tiempo (cronotopo bajtiniano).
Formas del espacio dramático son los recursos con que cuenta el teatro para representar los
lugares ficticios del argumento.
¿De qué medios puede valerse la representación para significar teatralmente esos lugares? Se
trata de determinar los signos que sustentan la escenificación del espacio argumental. Los
trece signos de Kowzan (1968), son signos susceptibles de significar espacio de manera más o
menos directa o especializada.
2 - Los signos lingüísticos, la palabra y el tono -entonación, ritmo, intensidad, acento, etc.-, de
la dicción. Cuando la palabra sustituye a la escenografía para dar contenido dramático el
espacio escénico aparece la llamada escenografía verbal (teatro clásico español).
3 - El conjunto de signos que tiene como soporte el cuerpo del actor, tanto los relativos a la
expresión corporal más dinámicos (mímica, gesto, movimiento), como los más estáticos
relacionados con la apariencia (maquillaje, peinado, vestuario). Artes no secuenciales como la
pintura.
Signos más dinámicos: el espacio del escenario en que se desarrolla una obra teatral o una
danza está definido por las fuerzas motoras que lo habitan. Los signos de la apariencia corporal
también pueden crear espacio.
El teatro cuenta con signos escenográficos, verbales y para verbales, corporales de expresión y
de apariencia, y sonoros -música y ruido-, para representar espacio, de tal forma que el
espacio dramático puede ser alternativa o simultáneamente: escenográfico, verbal, corporal y
sonoro.
La primera articulación del espacio dramático, de la forma de encajar los lugares ficticios en el
espacio escénico, es decir, el principio básico de la dramaturgia del espacio se encuentra en la
oposición visible e invisible.
En el espacio invisible importa distinguir entre los espacios contiguos –que están en contacto o
contigüidad con el espacio visible del que son una prolongación-, y los espacios autónomos –
separados o independientes del visible-. Espacios patentes (visibles), latentes y ausentes son
una fuente de recursos artísticos que supone la relación entre lo que ocurre, se dice, se hace o
está dentro y fuera de escena, en el espacio visible y en el invisible.
Los signos del decorado son los encargados de representar, estrictamente, el espacio de la
ficción, su campo de acción es el de las artes visuales. Puede prescindirse del mismo y
encomendar la significación del lugar ficticio a otros tipos de signos –decorado verbal, corporal
o gestual, o sonoro-. La proyección de imágenes se considera decorado lumínico.
Los accesorios son los objetos visibles en el espacio. Como signos dramáticos, ocupan un lugar
intermedio entre los signos del decorado y los del vestuario. Se podría pensar una cierta
autonomía funcional del objeto. Accesorios-vestuario y accesorios-decorado.
Éste y el espacio escenográfico visible son los espacios fundamentales del espacio dramático.
Llega a adquirir tanto peso como el espacio visible o patente. Y va más allá de la concepción
naturalista o realista del teatro. La existencia del espacio latente, la impresión de estar ahí, se
activa automáticamente en la comunicación teatral y no requiere ser explícitamente
significada. El espacio contiguo se crea por presuposición de continuidad del espacio
escenográfico visible. En principio no requieren ninguna especificación representativa pero
pueden tenerla si se activan como recurso específico de dramaturgia. Entonces se hará
presente o perceptible (aunque no visible) el espacio contiguo, es decir, lo representa.
Medios o signos, es decir, el modo dramático de representarlo, de hacerlo presente: una luz
que proviene de afuera; un objeto arrojado desde el exterior; signos sonoros; signos
corporales (entradas y salidas, movimientos, gestos); signos paraverbales (tono, entonación,
volumen, etc. pueden indicar distancia y evocar lugares invisibles más o menos próximos);
signos verbales (formas directas: alusión -espacio aludido-, y descripción –espacio descrito-;
formas indirectas: voces externas; la réplica hacia afuera; la teicoscopía, visión a través de la
muralla, en el cual un personaje cuenta lo que está sucediendo en el espacio, tras los
bastidores, en el mismo momento en que lo está contando).
Autonomía de este espacio de tercer orden: espacio autónomo anacrónico, un espacio que
existió o puede existir en otro tiempo distinto del presente dramático en el que existen los
espacios visible y contiguo; espacio autónomo sincrónico, que existe a la vez que el espacio
presente, que se aleja y está separado de éste en el espacio, pero no en el tiempo.
El espacio autónomo, que habría que concebir más como ausente que como lejano, sólo puede
significarse verbalmente. De ahí que se sitúe en la periferia del modo dramático de
representación y se aproxime al modo narrativo, siempre y cuando provenga de un personaje
no narrador. Espacio aludido, espacio descrito.
Es esa trascendencia, más allá de los límites del espacio, aunque fundada en él, de la oposición
entre lo visible y lo invisible (en sus dos formas) lo que se denomina relación dentro / fuera.
Dentro de escena, lo visible, y fuera de escena, lo invisible.
La relación dentro / fuera desde el punto de vista de la significación: lo que vemos puede
simbolizar lo que no vemos, puede ser una parte, mayor o menor, del universo invisible en
continuidad o contigüidad con él; pueden significar también mundo opuestos o pueden
coincidir totalmente, es decir, no existir más que lo que vemos, que adquiere el carácter de
absoluto.
La distancia representativa afecta al espacio. La distancia que hay que medir es la que exista
entre el espacio escénico y el ficticio. Cuanto menor sea tal distancia, mayor será la ilusión de
realidad, nadie dudará de que la realidad teatral no puede ser más que ilusoria.
En cuanto a las formas de relación entre sala y escena, la escena cerrada favorece el
ilusionismo, y la abierta la distancia, más cuanto más abierta.
Lo más interesante en este aspecto comunicativo –que parece afectar sólo a la representación,
no a la lectura de la obra- es la distancia física que caracteriza al teatro, al modo dramático,
frente a otros géneros de ficción. Distancia entre el espectador y el mundo ficticio.
Lo contrario ocurre al medirla distancia entre la escena real y ficticia, entre aspecto
representante y representado: el máximo de ilusión de realidad corresponde al teatro. Porque
el teatro representa espacio con verdadero espacio tridimensional. Lo mismo se podría decir
de los personajes dramáticos, personas, ni imágenes (cine), ni palabras (literatura).
En el teatro, la distancia representativa del espacio depende de los tipos de signo que lo
representen: escenográficos, corporales, sonoros y verbales, de mayor a menor ilusión de
realidad; las distintas formas del espacio dramático: visible, contiguo y autónomo, en el mismo
orden.
Puede pensarse que el escenario más ilusionista que cabe imaginar no sea seguramente la
reproducción más detallada y fiel –más llena de información- de un lugar real, sino quizás el
escenario vacío que representa el escenario vacío de un teatro; es decir, si bien se mira, el más
artificial, como el procedimiento de duplicación de niveles dramáticos al que corresponde, el
llamado teatro dentro del teatro. La ilusión máxima no consiste en disimular la teatralidad de
la representación sino en elevarla al cuadrado.
PERSPECTIVA TEATRAL
Se trata de señalar algunas consecuencias en el espacio del fenómeno que llamamos
perspectiva y que afecta a la recepción o visión dramática en general. El drama es el dominio
de la exterioridad, el modo de representación objetivo debido a su carácter inmediato, a la
ausencia de mediación –voz narrativa, mirada cinematográfica- entre el receptor y la ficción.
El espacio, lo mismo que cualquier otro elemento representado, será en principio, salvo
indicación expresa en contra, de carácter exterior en el teatro. Sólo con carácter excepcional
puede oponerse a este espacio objetivo la posibilidad de un espacio subjetivo, interiorizado,
como escenario de sueños, alucinaciones, pensamientos, etc. de los personajes. Nos referimos
al espacio representado en sentido estricto, es decir, al visible y contiguo, no a los autónomos
meramente aludidos, que pueden ser interiores, o mejor, significarse como tales con la misma
facilidad que en la literatura narrativa.
ESPACIO Y SIGNIFICADO
En cuanto signo, el espacio dramático siempre significa algo: el espacio ficticio. Es más allá de
este significado representativo donde se plantea la búsqueda de posibles suplementos
significativos. El lenguaje de la relaciones espaciales se revela como uno de los medios
fundamentales de la interpretación de la realidad (Lotman): los modelos históricos y
lingüísticos del espacio crean una imagen del mundo propia de una cultura dada, y es sobre el
fondo de esas construcciones como adquieren significado los modelos particulares de cada
obra.
Se puede concebir el grado cero de semantización del espacio como mero marco o recipiente
de acciones y personajes, totalmente vacío de otros valores significativos. El espacio clasicista
tiende a la neutralización significativa en favor de su función básica de dar lugar a los
personajes y sus discursos o acciones internas (antesala, lugar de paso carente de atributos,
pero que facilita o hace verosímiles los distintos encuentros, entradas y salidas de personajes,
en perjuicio de lugares más caracterizados o significativos como un dormitorio –por privado- o
un salón del trono –por público-.
En el polo opuesto habría que situar la tematización del espacio, la sobrecarga semántica de
éste hasta el punto de situarlo en el núcleo de la significación o tema de la obra. Para evitar las
recetas que relacionan unívocamente una forma con un significado, hay que pensar que la
unidad de lugar o carácter unitario del espacio parece relacionarse, a la vez, con los dos polos
contrapuestos, tanto con el espacio neutro como con el tematizado.
Entre los dos extremos anteriores es posible notar una infinidad de grados intermedios de
semantización y una gran variedad de formas de contribuir el espacio a la significación de la
obra. En el teatro del siglo XX hay una tendencia a la sobrecarga semántica del espacio.
Oposiciones espaciales que fácilmente se asocian a valores significativos son: dentro / fuera,
arriba / abajo, delante / detrás, izquierda / derecha, cerca / lejos, cerrado / abierto, luminoso /
oscuro, etc., en el plano representante; y en el representado: interior / exterior, rural / urbano,
celestial / terrenal, diurno / nocturno, sacro / profano, público / privado, rico / pobre,
aristocrático / popular, etc.
No pocas categorías lingüísticas admiten ser usadas con provecho para una análisis semántico
del espacio. Denotación y connotación: entre lo que objetivamente representa o denota un
espacio, común a todos los observadores; y los valores, de dos tipos, afectivos (sensaciones) y
evocadores (gusto, clase social, nivel cultural, etc.) que se añaden al significado denotativo y
que dependen de factores sociales, culturales e individuales.
Considerando las connotaciones de carácter individual, lo difícil resulta concebir un espacio tan
neutro semánticamente que no pueda suscitar ni evocación ni reacción afectiva alguna en
ningún espectador. Cabría hablar de sinonimia y antonimia espacial, o de espacios polisémicos
o monosémicos. También es de utilidad examinar las relaciones paradigmáticas (in absentia) y
sintagmáticas (in praesentia) de los distintos espacios entre sí y con otros signos dramáticos.
CAPÍTULO V - PERSONAJE
El personaje como algo artificial, como un recurso dramático. El perfil técnico del personaje
como artefacto a desmontar a través del análisis. Como algo construido por el autor en el texto
y por el director y el actor en la representación y que tiene que reconstruir el espectador.
Es uno de los cuatro elementos básicos del teatro junto al público, el tiempo y el espacio.
Como con el espacio y el tiempo, el personaje es también componente representante y
representado, doblado en el plano de la expresión y en el del contenido, a la vez persona
ficticia y persona real.
Lo mismo que el espacio y el tiempo, para analizar el sujeto teatral actuante debemos
considerarlo proyectado sobre cada uno de los planos conceptuales del modelo teórico –
fábula, drama, escenificación-, de lo que resulta la distinción entre una persona escénica, el
acto real, una persona diegética, el personaje ficticio o papel, y lo que denominamos personaje
dramático: la encarnación del personaje ficticio en la persona escénica, es decir, un actor
representando un papel. Hay personas ficticias sin persona escénica que las encarne, papeles
sin actor; como actores que hacen varios papeles o a la inversa; y de un actor sin papel (kôken
del kabuki). El dramático es un personaje de ficción representado por un actor, la suma de un
actor y un papel. El personaje dramático es la representación misma de la persona ficticia por
la persona real, representante y representada.
El personaje dramático es lo que el actor nos presenta de él; carece de pasado y de futuro, su
existencia es discontinua, deja de existir como tal en las elipsis temporales y siempre que está
fuera de escena. Tanto la persona real como la ficticia gozan de continuidad: cuando el
personaje sale de escena, el actor sigue consumiendo su tiempo, sólo como actor; las elipsis
temporales tenemos que suponerlas como tiempo vivido, en la pura ficción, por la persona
ficticia. Se pone de manifiesto el carácter artificial del personaje dramático, ontológicamente
reductible a su presentación textual o espectacular, frente a la realidad del actor y a la
construcción de la persona ficticia, irreductibles ambas a lo que la obra nos presenta de ellos.
La ficción del personaje dramático radica en su ser representación, en ser alguien que finge ser
otro.
La primera impresión al observar las obras dramáticas desde el punto de vista de los
personajes es la de una llamativa tendencia a la concentración: número reducido de
personajes y una delimitación precisa de los personajes dramáticos que intervienen y
constituyen por eso el reparto en la obra. El carácter relativamente reducido y absolutamente
cerrado del reparto refuerza una tercera dimensión del mismo: su carácter sistemático. En el
drama los personajes configuran una red de relaciones entre ellos, de tal forma que cada uno
se define y actúa en función de los demás. Los personajes dramáticos presentan acentuadas
sus relaciones jerárquicas, su disposición en diferentes grados o niveles de importancia.
El número de configuraciones de una obra dramática resulta pertinente para su análisis. En lso
extremos: el drama de configuración o escena única (Los ciegos de Maeterlinck; Happy days de
Beckett) con su estatismo o el carácter cerrado de la situación, frente al dinamismo o la
variación de situaciones en dramas de muchas configuraciones (Don Alvaro o la fuerza del sino
del Duque de Rivas); sin identificar multiplicidad de configuraciones con forma abierta pues en
las más estrictas obras clasicistas pueden encontrarse numerosas variaciones de configuración.
En estrecha relación con el número de configuraciones debe considerarse la duración de las
mismas: muy breves en Racine; muy largas en Beckett. La configuración única o muy
prolongada no resulta tan llamativa en formas de teatro breve.
Tanto de una configuración como de un reparto interesa el aspecto cualitativo, cómo son los
personajes que intervienen; es un aspecto particular de la obra y la escena de que se trate,
difícil de someter a un tratamiento general.
Se presta a una consideración general el punto de vista cuantitativo tanto del reparto como de
las configuraciones. Dentro del carácter limitado del reparto –limitado por la capacidad de
reconocimiento del público- se pueden distinguir los amplios -Schiller-, de los reducidos –
Racine-. El reparto de un solo personaje da lugar al género del monólogo.
A diferencia del reparto, la configuración admite un grado cero, es decir, la total ausencia de
personajes en escena, que coincide por lo general con las pausas o transiciones dramáticas de
corta duración. Puede haber escenas sin personajes, es decir, protagonizadas por otros signos
teatrales: música, ruidos, iluminación, utilería, etc. En el extremo opuesto está la configuración
plena con la totalidad del reparto simultáneamente en escena. La configuración de un
personaje, el solo, es condición de una forma dramática de diálogo: el soliloquio, vehículo
idóneo para el desvelamiento de la subjetividad, de los pensamientos, intenciones o deseos
ocultos del personaje. La configuración en dúo se presta a manifestaciones de intimidad; el trío
a las mediaciones –un árbitro de conflictos-, la triangulación amorosa, permite agrupaciones
internas (dos contra uno). Las configuraciones corales o multitudinarias.
El paralelismo entre el funcionamiento del espacio y el del personaje dramático nos permite
aplicar los mismos conceptos y distinciones como las dicotomías presente / ausente, visible /
invisible. Resultan también tres grados de entidad teatral o representativa del personaje.
1 - Los ausentes del aquí y ahora de la acción dramática, personajes meramente aludidos,
correspondientes a los espacios autónomos (marido muerto de Bernarda).
2 - Los que, estando presente y pudiendo por tanto intervenir en el desarrollo de la acción, no
llegan a hacerse visibles nunca. Si bien son aludidos, n lo son meramente, pues están ahí y
podemos sentir su presencia (oír su vos, los ruidos que hacen, etc.). Son personajes latentes,
más ocultos que ausentes y que corresponden a los espacios contiguos (Pepe el Romano).
3 - Los personajes patentes, estrictamente dramáticos, son los que están presentes y son
visibles a la vez, entran al espacio escenográfico y llegan a encarnarse en un actor.
Estos diferentes grados de existencia teatral del personaje son peculiaridades del modo
dramático de representar ficciones. La relación entre los tres tipos –además de permitir
compensar la limitación estricta de personajes visibles-, se convierte en una fuente de recursos
específicamente dramatúrgicos.
El juego que pueden dar las tres clases de personajes teatrales puede observarse con más
frecuencia en las diferentes configuraciones. Personajes dramáticos del reparto pueden
aparecer como ausentes o meramente aludidos en determinadas configuraciones, y como
latentes y ocultos en otras (Polonio en Hamlet).
CARACTERIZACIÓN Y CARÁCTER