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TIPOS DE CUENTOS

Desde el s.XVIII ha habido muchos intentos de clasificación de los cuentos. Todas las
clasificaciones son arriesgadas, porque son pocos los cuentos que se ajustan a un tipo en
exclusiva.

Sin embargo, aquí tienes una, en la que los cuentos se agrupan según el autor, el tema, los
personajes y el destinatario.

AUTOR DESTINATARIO TEMA PERSONAJES

 cuentos  cuentos infantiles  cuentos  cuentos de hadas,


populares fantásticos princesas...
 cuentos para  cuentos de terror  cuentos de espías,
 cuentos literarios adultos  cuentos de amor policías...
 cuentos de  cuentos de animales
suspense  cuentos de personajes
 cuentos de viajes históricos
 cuentos de fantasmas y
monstruos
...

Por encima de todas las clasificaciones, la primera no admite discusión. Es la que distingue
entre cuentos populares o tradicionales y cuentos literarios.

Los cuentos tradicionales son los de autor desconocido y se transmiten por vía oral. Esta
característica hace que existan diferentes versiones sobre el mismo tema.

Los cuentos literarios son obra de un autor y se transmiten por medio de la escritura.

Vamos a analizar las principales características del cuento tradicional.

CARACTERÍSTICAS DEL CUENTO TRADICIONAL

En su origen, los cuentos eran relatos anónimos y populares que se explicaban en casa, junto
al fuego... Cuentos para mayores o para pequeños. Eran historias orales que han llegado
hasta nosotros de la mano de los compiladores que las reunieron en los libros, como el
PANCHATANTRA hindú (s. VI d.C) o LAS MIL Y UNA NOCHES, libro árabe que reúne relatos
como Aladino, Alí Babá o Simbad.

En Europa también hubo quien se dedicó a recopilar cuentos populares. En España, Don Juan
Manuel lo hizo en El Conde Lucanor; en Italia, Boccaccio en El Decamerón; en Inglaterra,
Chaucer en Los cuentos de Canterbury. Todos en el siglo XIV.

Con el paso de los siglos esta costumbre siguió viva. En el s.XIX, algunos escritores, como los
hermanos Grimm reunieron los cuentos en varios volúmenes.
Vladimir Propp fue un erudito ruso que dedicó una parte de sus estudios al análisis de los
cuentos tradicionales. Leyó y comparó muchos de ellos y el resultado fue un libro (Morfología
del cuento) en el que explicó las características comunes a todos ellos.

Veamos cuáles son algunas de sus características:

1. Los personajes de los cuentos realizan acciones parecidas: salir de casa, superar
pruebas... y son esquemáticos:
Agresor (malvado): bruja, madrastra, ogro, dragón...
Donante (personaje mágico)): el hada, el duende...
Los héroes: el príncipe, la princesa...

2. Predilección por los números 3 y 7: tres hijas, tres cerditos...

3. Se repiten estas acciones:


Prohibición- desobediencia (Caperucita)
Interrogación - información (espejito, espejito...)
Combate - victoria
Persecución - socorro

4. Abundan las repeticiones y las escenas simétricas: (el soplido del lobo en el cuento
de los cerditos)

El cuento tradicional se estructura en secuencias.

Las más características son:

La situación inicial

Empiezan los cuentos con los indicadores de tiempo y lugar (Érase una vez, había...)

Las pruebas

El personaje principal deber superar una serie de obstáculos. En este bloque entran en
juego las preguntas.

Las ayudas

El personaje principal recibe la ayuda real o mágica de otros personajes. Con ellas
consigue superar las pruebas.

El desenlace

El protagonista logra su objetivo. El final siempre es cerrado y feliz. Normalmente se


produce un cambio de "status", es decir, de categoría social (el mendigo se convierte
en rico, la criada en señora...)
Los hermanos Grimm:Jacob Karl Grimm y Wilhelm Grimm nacieron en Hanau (Alemania) en
1785 y 1786.

LA OCA DE ORO

Érase una vez un hombre que tenía tres hijos, el más pequeño de los cuales se
llamaba Tontillo y era menospreciado y escarnecido y dado de lado a cada
oportunidad. En cierta ocasión el mayor se disponía a ir al bosque a cortar leña, y
antes de que se fuera le dio la madre una espléndida y exquisita tortilla y una botella
de vino, para que no padeciese hambre ni sed. Al llegar al bosque le salió al paso un
lúgubre y viejo hombrecillo, que le dio los buenos días y le dijo:
- Dame un trozo de la tortilla que llevas en tu cesta y déjame beber un trago de tu vino;
tengo tanta hambre y estoy tan sediento...
Mas el juicioso hijo respondió:
- Si te doy mi tortilla y mi vino, no tendré nada para mí. ¡Lárgate y sigue tu camino!
Y dejando al hombrecillo plantado, prosiguió su marcha.
Pues bien cuando se puso a cortar un árbol, no transcurrió mucho tiempo sin que diera
un hachazo en falso y la herramienta volase hacia su brazo; de tal forma que tuvo que
regresar al hogar y hacerse vendar. Pero esto provenía del lúgubre hombrecillo.
Luego fue el segundo hijo al bosque, y la madre le dio, al igual que al mayor, una
tortilla y una botella de vino. A él también le salió al paso el lúgubre hombrecillo y le
pidió un trozo de tortilla y un trago de vino. Pero el hijo mediano también habló con
gran discreción:
- Lo que te dé a ti tendré que quitármelo a mí mismo. ¡Lárgate de ahí!
Y dejó al hombrecillo plantado y prosiguió su marcha. No le faltó el castigo: no había
hecho más que dar un par de hachazos en el árbol, cuando se dio uno en la pierna; y
tan fuerte, que hubo de ser llevado a casa.
Entonces dijo Tontillo:
- Padre, déjame ir a cortar leña.
A lo que el padre respondió:
- Tus hermanos no han salido bien parados en ello; déjate de esas cosas, de las que tú
no entiendes.
Pero Tontillo rogó y suplicó tanto tiempo, que el padre dijo al fin:
- Pues ve, ya escarmentarás cuando te hieras.
La madre le dio una tortilla, que había sido hecha con agua, y sobre las cenizas; a lo
que añadió una botella de cerveza agria.
Cuando llegó al bosque, le salió al paso, igualmente el viejo y lúgubre hombrecillo,
quien le dijo:
- Dame un pedazo de tu tortilla y un trago de tu botella; tengo tanta hambre y tanta
sed...
- Pero -respondió Tontillo- sólo tengo una tortilla hecha sobre las cenizas y cerveza
agria; si te parece bien, sentémonos y comamos.
Entonces se sentaron, y cuando el hijo menor sacó la cenicienta tortilla, ésta se había
convertido en una exquisita tortilla a la francesa; y la cerveza agria era un delicado
vino. Y así comieron y bebieron; y después habló el hombrecillo:
- Porque tienes un buen corazón y repartes gustoso lo que es tuyo, quiero hacerte
feliz. Allí hay un viejo árbol, córtalo y encontrarás algo en las raíces.
Y a continuación se despidió el hombrecillo.
Tontillo se acercó al árbol y lo derribó; al caer éste, vio en las raíces una oca que tenía
las plumas de oro puro. La sacó, la cogió y se fue a una posada, donde pensaba pasar
la noche. Pero el posadero tenía tres hijas que vieron la oca, sintieron curiosidad por
saber qué clase de pájaro maravilloso era, y quisieron tener una de sus plumas de oro.
La mayor pensó: "Ya se presentará una oportunidad para que pueda arrancar una
pluma". Y en un momento en que Tontillo había salido de la casa cogió la oca por las
alas, pero los dedos y la mano se le quedaron pegados a ellas. Al poco rato entró la
segunda, sin otro pensamiento que el de llevarse una pluma de oro; pero apenas
había tocado a su hermana cuando se quedó pegada a ella. Finalmente, llegó también
la tercera con la misma intención; entonces gritaron las otras:
- ¡No te acerques, por el amor de Dios, no te acerques!
Pero no entendió por qué no habría de acercarse; pensó: "Ahí están ellas, yo también
puedo estar ahí." Y se acercó de un salto, y en cuanto hubo tocado a sus hermanas,
se quedó pegada a ellas. De esta suerte tuvieron que pasar la noche con la oca.
A la mañana siguiente cogió Tontillo a la oca en sus brazos, se fue, y no se preocupó
por las tres hermanas prendidas a ella. Ellas tenían que andar siempre siguiéndole de
un lado para otro, por donde se le antojara ir. En medio del campo se le acercó el cura,
y, al ver la procesión, dijo:
- ¿No os avergonzáis, chicas indecentes? Por qué seguís a este joven mozo por el
campo? ¿Está eso bien hecho?
Y al hablar tomó a la menor de la mano, se quedó igualmente pegado y tuvo él mismo
que caminar detrás. Al poco rato vino el sacristán y vio al señor cura siguiendo los
pasos a tres mozas. Y entonces se asombró y gritó:
-¡Eh!, señor cura, ¿a dónde va con tanta prisa? No olvide que hoy tenemos bautizo.
Y se le acercó corriendo, lo cogió por la manga y se quedó también pegado. Y cuando
los cinco iban trotando así, uno detrás del otro, llegaron dos campesinos del campo
con sus azadas. Pero no habían hecho más que tocar al sacristán cuando se quedaron
pegados, y eran entonces siete los que seguían a Tontillo con su oca.
Llegó después a una ciudad, donde gobernaba un rey que tenía una hija tan seria que
nadie podía hacerla reír. Por ello había el rey proclamado una ley, según la cual habría
de casarse con ella quien pudiera hacerla reír. Tontillo, cuando esto oyó, fue con su
oca y su séquito a presentarse ante la hija del rey, y cuando ésta vio a las siete
personas caminando siempre una detrás de otra, comenzó a reír con gran estruendo, y
no quería parar nunca. Entonces la pidió Tontillo como prometida, pero al rey no le
gustó el yerno, puso toda clase de pegas y dijo que éste tendría que traerle antes un
hombre que pudiese beber toda una bodega llena de vino. Tontillo pensó en el lúgubre
hombrecillo; quizá pudiera muy bien ayudarlo; se fue al bosque, y en el sitio donde
había cortado el árbol vio a un hombre sentado, de rostro compungido. Tontillo le
preguntó por lo que tanto le afligía. Y respondió a esto:
- Tengo tanta sed, y no puedo calmarla. No soporto el agua fría. He vaciado, en verdad
un tonel de vino, pero ¿qué es una gota sobre una piedra en ascuas?
- En eso puedo ayudarte -dijo Tontillo-. Vente conmigo, tú has de saciarte.
Lo condujo entonces a la bodega del rey, y el hombre se abalanzó sobre los grandes
toneles, bebió y bebió, hasta que su cuerpo amenazaba con reventar, pero antes de
que transcurriese un día se había bebido toda la bodega.
Tontillo exigió nuevamente a su prometida, pero el rey se enfadó de que un mal rapaz,
a quien todos llamaban Tontillo, hubiese de llevarse a su hija, y puso nuevas
condiciones: tendría que encontrar primero a un hombre que pudiera comerse toda
una montaña de pan. Tontillo no lo pensó mucho, sino que se fue inmediatamente al
bosque; allí estaba sentado en el mismo sitio un hombre que se apretaba fuertemente
el cuerpo con un cinturón; tenía un quejumbroso rostro y dijo:
- Me he comido todo un horno lleno de pan rallado; pero, ¿de qué sirve eso si se tiene
tanta hambre como yo? Mi estómago sigue estando vacío, y he de apretarme bien el
cinturón para no morir de hambre.
Tontillo se alegró de esto y dijo:
- Prepárate y vente conmigo, comerás hasta hartarte.
Lo condujo a la corte del rey, quien había hecho traer toda la harina de su reino para
cocer con ella una inmensa montaña. Pero el hombre del bosque se colocó frente a
ella, comenzó a comer y a comer, y en un día había desaparecido toda la montaña.
Tontillo exigió por tercera vez a su prometida, pero el rey buscó de nuevo un pretexto y
pidió un barco que pudiera viajar por tierra y por mar.
- Tan pronto como vengas navegando en él -dijo-, tendrás a mi hija por esposa.
Tontillo se fue directamente al bosque; allí estaba sentado el viejo y lúgubre
hombrecillo al que había dado su tortilla, que dijo:
- He bebido y comido por ti, y también quiero darte el barco; todo lo hago porque fuiste
compasivo y bondadoso conmigo.
Entonces le dio el barco que podía ir por tierra y por mar, y cuando el rey lo vio no
pudo negarle por más tiempo a su hija. La boda fue celebrada. Después de la muerte
del rey, heredó Tontillo el reino y vivió feliz mucho tiempo con su esposa.

J.L. y W.K. Grimm

1. Lee el cuento, divídelo en secuencias y comprueba si contiene alguna de las


características del cuento tradicional.
CAPERUCITA ROJA: otras versiones

A buen seguro que conoces el cuento de Caperucita Roja. Como se trata de un cuento popular,
probablemente habrás oído diversas versiones.
Y ahora dos nuevas versiones. ¿qué tendrán de diferente...?

James Finn Ganner , Cuentos infantiles políticamente correctos.


Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita roja que vivía con su madre en la
linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua
mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres,
atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación
de comunidad. Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud
física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura
que era.
Así, Caperucita roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas
creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás su aventuraban en él.
Caperucita roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como
para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué
llevaba en la cesta.
-Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de
cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es –respondió.
-No sé si sabes, querida –dijo el lobo-, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola
estos bosques.
Respondió Caperucita:
-Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido
a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial –en tu caso propia y
globalmente válida- que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y
ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.
Caperucita Roja enfiló nuevamente el sendero. Pero el lobo, liberado por su condición de
segregado social de esa esclava dependencia del pensamiento lineal tan propia de Occidente,
conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela. Tras irrumpir bruscamente en ella,
devoró a la anciana, adoptando con ello una línea de conducta completamente válida para
cualquier carnívoro. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino
y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperucita roja entró en la cabaña y dijo:
-Abuela, te he traído algunas chucherías bajas en calorías y en sodio en reconocimiento a tu
papel de sabia y generosa matriarca.
-Acércate más criatura, para que pueda verte –dijo suavemente el lobo desde el lecho.
-¡Oh! –repuso Caperucita-. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo.
Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
-Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
-Y, abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!… relativamente hablando, claro está, y a su modo
indudablemente atractiva.
-Ha olido y ha perdonado mucho, querida.
-Y…¡abuela! Qué dientes tan grandes tienes!
Respondió el lobo:
Soy feliz de ser quien soy y lo que soy –y, saltando de la cama aferró a Caperucita Roja con sus
garras, dispuesto a devorarla.
Caperucita gritó; no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino
por la deliberada invasión que había realizado de su espacio personal.
Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles
vegetales, como él mismo prefería considerarse) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña,
advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había alzado su hacha cuando tanto el lobo
como Caperucita roja se detuvieron simultáneamente.
-¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? –inquirió Caperucita.
El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
-¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertalense cualquiera y delegar su
capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! –prosiguió Caperucita-. ¡Sexista! ¡Racista!
¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus
propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
Al oír el apasionado discurso de Caperucita, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el
hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Concluida la odisea, Caperucita, la abuela y el
lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma
alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron
felices en los bosques para siempre.
1. ¿Qué pasaría si… tuvieses que recordar un cuento que hace tiempo te contaron? ¿Qué
pasaría si… al contarlo no recordaras ciertos detalles? ¿Qué pasaría si… en lugar de contar te
apeteciera inventar? ¿Qué pasaría si…?
Muchas veces contar es sinónimo de crear, recrear, e incluso reinventar. Ahí está la clave de
este cuento. El autor ha elegido un cuento tradicional y lo ha contado a su manera. Ha escrito
una nueva versión. Busca cinco adjetivos para definir a esta nueva Caperucita.
2. Relee la historia y señala qué núcleos temáticos se mantienen intactos y cuáles son las
aportaciones del autor.

Gianni Rodari, Cuentos por teléfono.


- Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
- ¡No Roja!
- ¡AH!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: "Escucha Caperucita Verde..."
- ¡Que no, Roja!
- ¡AH!, sí, Roja. "Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de patata."
- No: "Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel".
- Bien. La niña se fue al bosque y se encontró a una jirafa.
- ¡Qué lío! Se encontró al lobo, no a una jirafa.
- Y el lobo le preguntó: "Cuántas son seis por ocho?"
- ¡Qué va! El lobo le preguntó: "¿Adónde vas?".
- Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió...
- ¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
- Sí y respondió: "Voy al mercado a comprar salsa de tomate".
- ¡Qué va!: "Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino".
- Exacto. Y el caballo dijo...
- ¿Qué caballo? Era un lobo
- Seguro. Y dijo: "Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce
a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños,
recoge la moneda y cómprate un chicle".
- Tú no sabes explicar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me
compras un chicle?
- Bueno: toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.
3. Hay asuntos que provocan la risa a unos y a otros, no. Ya se sabe, el humor es una cuestión
muy particular. Por eso me interesa saber si hay algún detalle de estas dos versiones de
Caperucita que te resulte gracioso. ¿Lo explicas?
Todos tenemos en nuestra memoria el recuerdo de una escena en la que nos contaron un
cuento. El tema del cuento y de su importancia en la infancia aparece en muchos poemas y
canciones.
SÉ TODOS LOS CUENTOS
León Felipe escribió este poema en el que constata la presencia de los cuentos en su vida y
también en la de todos.
Primero haz una lectura del poema y descubre cuántas cosas dice haber visto el poeta. Elige dos
y explica lo que significan.

Yo no sé muchas cosas. es verdad.


Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen los cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan los cuentos
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.
León Felipe

CUÉNTAME UN CUENTO
Este es el título de una canción de Celtas Cortos.
Lee la letra y escucha la canción.
A continuación, señala los elementos del cuento tradicional que aparecen: tema, personajes,
elementos repetidos...

Cuéntame un cuento
y veras que contento
me voy a la cama
y tengo lindos sueños.
Pues resulta que era un rey
que tenía tres hijas
las metió en tres botijas
y las tapo con pez
y las pobres princesitas
lloraban desconsoladas
y su padre les gritaba
que por favor se callaran.
Las princesas se escaparon
por un hueco que existía
que las llevo hasta la vía
del tren que va para Italia
y en Italia se perdieron
y llegaron a Jamaica
se pusieron hasta el culo
de bailar reggae en la playa.
Bailando en la playa estaban
cuando apareció su padre
con la vara de avellano
en la mano amenazando
fue tras ellas como pudo y
tropezó con la botella
que tenía genio dentro
que tenía genio fuera
les concedió tres deseos
y ahora felices estamos
y colorín colorado
este cuento se ha acabado.
Y resulta que este rey
que tenia tres hijas
las metió en tres botijas
y las tapo con pez.
Cuéntame un cuento
la enanita junta globos
la que vuela por los aires
la que nos seduce a todos.
Cuéntame un cuento
el del ratoncito Pérez
que te deja cinco duros
cuando se te cae un diente
Cuéntame un cuento
que ya creo que estoy soñando
cuéntame un cuento
con música voy viajando.
Cuéntame un cuento
que todavía no es tarde
cuéntame un cuento
que la noche esta que arde.
LA BELLA DURMIENTE

La Bella Durmiente no es una invención de Walt Disney, sino que se trata de un cuento popular
del que circulan muchas versiones.

Ésta que viene a continuación es una más, pero ¿qué tiene de diferente...?

En medio de un claro, el caballero ve el cuerpo de la muchacha, que duerme sobre una litera
hecha con ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores. Desmonta rápidamente y se
arrodilla a su lado. Le coge una mano. Está fría. Tiene el rostro blanco como el de una muerta. Y
los labios finos y amoratados. Consciente de su papel en la historia, el caballero la besa con
dulzura. De inmediato la muchacha abre los ojos, unos ojos grandes, almendrados y oscuros, y
lo mira: con una mirada de sorpresa que enseguida (una vez ha meditado quién es y dónde está y
por qué está allí y quién será ese hombre que tiene al lado y que, supone, acaba de besarla) se
tiñe de ternura. Los labios van perdiendo el tono morado y, una vez recobrado el rojo de la vida,
se abren en una sonrisa. Tiene unos dientes bellísimos. El caballero no lamenta nada tener que
casarse con ella, como estipula la tradición. Es más: ya se ve casado, siempre junto a ella,
compartiéndolo todo, teniendo un primer hijo, luego una nena y por fin otro niño. Vivirán una
vida feliz y envejecerán juntos.

Las mejillas de la muchacha han perdido la blancura de la muerte y ya son rosadas, sensuales,
para morderlas. Él se incorpora y le alarga las manos, las dos, para que se coja a ellas y pueda
levantarse. Y entonces, mientras (sin dejar de mirarlo a los ojos, enamorado) la muchacha (débil
por todo el tiempo que ha pasado acostada) se incorpora gracias a la fuerza de los brazos
masculinos, el caballero se da cuenta de que (unos 20 o 30 metros más allá, antes de que el claro
dé paso al bosque) hay otra muchacha dormida, tan bella como la que acaba de despertar,
igualmente acostada en una litera de ramas de roble y rodeada de flores de todos los colores.

Quim Monzó

1. ¿Con qué palabras se define a la Bella? ¿Y al príncipe?


2.¿En qué aspecto del cuento tradicional se ha centrado el autor para escribir su versión?
3. ¿Alguna vez te has sentido defraudado por el final de una película o de un libro? Seguro que
te ha sucedido en más de una ocasión. ¿Por qué? Muy sencillo: cuando lees una historia o ves
una película, tu mente se adelanta a los hechos y se imagina lo que va a suceder. Si esto se
cumple, te sientes satisfecho, y si no, defraudado o sorprendido. ¿Qué impresión has tenido al
leer el final del relato? ¿Qué nombre reciben este tipo de finales?
4. El personaje del príncipe azul se ha convertido en un tópico. ¿Qué cualidades se le atribuyen a
este personaje? ¿Crees que existen hoy en día?

Aquí puedes leer otros cuentos con el mismo tipo de final.

UN SUEÑO
En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la
única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de
madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en
caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular
escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie
podrá leer lo que los prisioneros escriben. J.L. BORGES, La cifra
EL CUENTO DEL GALLO CAPÓN
Los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda
clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y
horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento delgallo
capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el
cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido
que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando
contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si
querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador
decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que si querían que les contara
el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que no les había pedido
que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así
sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras. GABRIEL
GARCÍA MÁRQUEZ, Cien años de soledad

LA VIDA EN COMÚN
Alguien que a toda hora se queja con amargura de tener que soportar su cruz (esposo,
esposa, padre, madre, abuelo, abuela, tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro,
madrastra, hijastro, hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que
amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera, yerno, suegra,
suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo, hermana, hermano, tía, tío, abuela,
abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada
quien según su capacidad y a cada quien según sus necesidades.
AUGUSTO MONTERROSO, Cuentos

Abrió una puerta que le llevó a una puerta más pequeña; la abrió y le llevó a una puerta más
pequeña, y así fue abriendo puertas hasta llegar a una puerta diminuta como una gatera por la
que se metió para encontrarse con una puerta pequeña que le llevó a una puerta más grande y
así siguió recorriendo un corredor infinito de puertas hasta que finalmente llegó a una pared. Al
otro lado se oía una sucesión de portazos.
JUAN ANTONIO MASOLIVER RÓDENAS, en Grandes minicuentos fantásticos

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