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Para Anthony, quien fue la primera persona en decirme que esta historia
tenía mérito, y que ha sido una parte preciada de mi vida, incluso cuando no
he hecho nada para merecerlo.
En el 2015, una raza de alienígenas llamados los Otros conquistó la tierra.
Esclavizaron a la humanidad no por la fuerza, sino a través de un control mental que
convirtió a la gente en contentos robots incondicionales.
Y lo que son es una amenaza. Una que los Otros están decididos a eliminar
para siempre.
La primavera fue corta para mí esta vez, apenas tres o cuatro semanas. No he
sido arrancada de una temporada tan rápida en años. Incluso sin control sobre mis
saltos temporales, parte de mí no pierde la esperanza de que algún día se detengan.
Que voy a permanecer en un mismo lugar, encontrar la manera de encajar.
Sin embargo, no sirve de nada. Los años me han enseñado que la esperanza
es un sueño inútil.
Muerdo mis dedos y ensamblo los hechos de esta vida en mi mente. Otoño
significa Connecticut y eso significa los Morgan.
Sin estar lista para hacer frente a la escena del desayuno, me dirijo a la ducha
en su lugar, todavía cantando mi nombre en voz baja una y otra vez. La sala de
limpieza contiene una túnica con volantes, algo de maquillaje que apenas me
pondré, un cepillo de dientes y algunas suaves toallas naranjas. Todos los artículos
me pertenecen, pero no son míos. Sin necesidad de revisar, sé que disposiciones
similares cuelgan en el armario y rellenan los muebles de roble oscuro. En mis peores
momentos quiero rasgar todo en pedazos. En los días de viaje, es difícil tener la
energía para hacerlo.
Bajo el chorro de agua caliente, el aroma a jazmín inunda mi nariz. Todas mis
duchas, en todas mis casas, están equipadas con el mismo champú casero. Le
pregunté a mi madre de invierno por qué lo hizo para mí una vez y eso me ganó una
mirada extraña, pero no una respuesta. La fragancia se aferra a mí tanto si me lavo
el cabello como si no, y es una de las cosas más constantes en mi vida, aunque nunca
he olido la flor en sí.
Althea,
Te sientes diferente porque eres Algo Más, un Disidente. Pero no eres la única.
Son más, y se encontrarán los unos a los otros cuando sea necesario. Mientras tanto,
no confíes en nadie.
Ko.
Mis dedos vuelven a plegar el papel como estaba antes, es la única forma en
que entrará de nuevo en el pequeño medallón. Leer la nota me ayuda a sentirme
menos sola, aunque así es como estoy. Me recuerda que debo enterrar las diferencias
que se esconden dentro de mí. Después de todos estos años, ocultarlas es una
segunda naturaleza. Solía ser difícil cuando era pequeña, cuando todavía creía que
la gente me oiría si gritaba en voz lo suficientemente alta, antes de aceptar que soy
como una sombra, algo que la gente ve, pero reconoce más como un mero truco de
la vista. Cualquier cosa que esconda a la verdadera yo del mundo ayuda a proteger
mis secretos. También asegura mi soledad.
—Buenos días. Come unos panqueques. Tendrás que estar fuera en ocho
minutos.
Ninguno de ellos advierte que he estado lejos. Es un misterio para mí lo que
piensan acerca de mis ausencias. No puedo recordar cuánto tiempo ha pasado desde
la última vez que viví bajo su techo. Miro hacia abajo a mi plato. Se siente como si
hubiera pasado un tiempo.
Lo cual es normal.
La Sra. Morgan lava los platos a mano, con un delantal de encaje con borde
blanco hasta la pantorrilla protegiendo su ropa. Deslizo un brazo alrededor de su
cintura delgada y le doy un beso en la mejilla mientras un mechón errante de cabello
gris me hace cosquillas en el cuello. Mis labios sonríen a medida que tengo arcadas
y los panqueques de arándanos amenazan con salir a escena. Le planto un beso a
juego al Sr. Morgan antes de salir de la cocina hacia la puerta principal.
Dos estantes y una mesa llena de fotos familiares flanquean el camino a través
de la sala de estar. Las imágenes que muestran mi rostro están todas contra un telón
de fondo otoñal. Los Morgan no lo mencionan o actúan como si eso fuera raro. No
creo que sepan que me voy.
El reloj de pared marca las ocho y cuarto minutos, así que salgo al porche,
donde el aire fresco y nítido de otoño se infiltra en mis pulmones. El sol está
resplandeciendo plenamente, sus rayos tibios en lugar de calientes, de la misma
forma en que fue ayer en la primavera de Portland. La temperatura oscila alrededor
de los quince grados. Agradable, dirían algunos. Es un poco frío para mí, y pienso
por una fracción de segundo en volver dentro para tomar un suéter.
A lo largo de la calle, las puertas están abiertas y los niños salen a la misma
hora exacta. Un niño de mi edad a dos puertas, una niña más arriba en los bloques.
Nuestros pies tocan la acera juntos. Me encamino hacia la Célula Superior, donde
voy a comenzar el último año de mi fase preparatoria. No es que eso haga una
diferencia. No tengo a nadie que extrañar cuando Ascendamos a la edad adulta, ni
amigos en la Preparatoria Célula de Danbury.
Como si muy dentro en algún lugar supieran que soy una Disidente, y tienen
un instinto en ellos para evitarme. A menudo me observan con miradas confundidas,
como si trataran de descifrarme. Porque cada humano, al igual que cada molécula
en una célula, se supone que sea indistinguible del resto, y no lo soy.
No lo soy.
Me tomó más de un año hacer amistad con Val y Monica durante el tiempo
que permanecí en Portland con los Hammond. Se acostumbraron a la extrañeza que
poseo a mí alrededor como una extremidad adicional, incluso se burlaban de mí
respecto a eso. Ahora que no me quedo por mucho tiempo, me ven como si no
existiese como todos los demás.
Hoy una sonrisa pegada en mi rostro me permite mezclarme con los demás,
si no ser bienvenida. Mi horario siempre es el mismo, y puesto que mis Células son
idénticas, saber a dónde ir no es un problema. Me abro paso a través de los pasillos
silenciosos hacia álgebra.
Al menos, eso es lo que nos enseñan. No tengo ninguna razón para dudar de
ellos, además de las punzadas de maldad que su apariencia esparce a través de mi
piel.
Siempre.
No vemos a los Otros a menudo, al menos no en persona, pero ellos nos ven.
Han instalado cámaras en todas partes, y los adultos interactúan con ellos a través
de la Red en base regular. Su presencia se siente entre los humanos en forma de
admiración y respeto. Por lo que sé, nadie les teme. Excepto yo.
Ya no.
Fuerzo una sonrisa y localizo un asiento vacío en una mesa llena de otros
Terminales o Terms como les decimos para abreviar. Las chicas se hacen a un lado
lejos de mí mientras me acomodo en una silla dura. Es sutil, ya que cualquier
discordancia no es Aceptable, y todos ellos lo hacen a la vez como si no pudieran
evitarlo. Sus rostros reflejan una breve confusión, como si no entendieran tampoco
por qué, pero vuelven a poner sus contentas sonrisas en un abrir y cerrar de ojos. El
bulto reaparece en mi garganta y me esfuerzo por tragarlo. Debería estar
acostumbrada a esto, pero mi estatus de marginada golpea duro el primer día en
una nueva Célula.
Los Elementales.
Hay muchos Otros, pero sólo cuatro Elementales. Son Otros, pero más
poderosos, más hermosos. Y extremadamente raros. Cada generación, cuatro Otros
son marcados con una marca secreta. Ellos se convierten en los Elementales y ejercen
el poder para controlar a aquello por lo que son nombrados.
Los cuatro fruncen el ceño desde sus retratos, infelices y disgustados. Todos
son hombres, menos uno. Fuego es una mujer con el cabello de un rojo tan intenso
como el mío, pero éste brota de su cabeza en una maraña de rizos salvajes, donde
los míos cuelgan espesos y lacios. El abrasador desprecio en su rostro dispara una
vaticinante flecha con punta de llama a través de mi corazón.
El tema cambia abruptamente cuando una chica con el cabello tan rubio que
es casi blanco baja su tenedor.
No confíes en nadie.
Las palabras de mi nota saltan a mi mente. Implican que nadie debería saber
sobre mí, sobre mis viajes, cómo tengo sentimientos que no siempre son buenos.
Pero saberlo no evita que hasta la última parte en mí grite en resistencia. Lazos
invisibles me fijan en mi lugar, abarrotándome en un molde en el que no encajo.
Esas razones son tan vagas hoy como siempre lo han sido.
El resto del día transcurre en un borrón, pero escuchar las mismas clases por
cuarta vez no requiere mucha atención. Mis compañeros parecen genuinamente
interesados en aprender sobre las moléculas, las ecuaciones, las historias del planeta
y cuestiones similares otra vez. Se sonríen entre sí en los pasillos, caminando
enérgicamente.
Mis pies se arrastran por la puerta hacia química, el bloque final de mi día. Un
chico se sienta en la esquina de atrás, cerca de donde tengo la intención de sentarme,
y algo en él despierta mi interés. Su cabello rubio oscuro es lo suficientemente largo
para curvarse un poco en las puntas. Sus ojos se centran en la oscura y vacía pantalla
delante mientras espera a que el Monitor aparezca. Son azules, de un azul tan
brillante que es como mirar el cielo. El mismo tono de azul que veo en el espejo.
Las luces se atenúan por primera vez a medida que tomo asiento junto a él y
abro mi libreta. Este Monitor es fácil de recordar, una mujer que parece diez años
mayor que nosotros y es una apasionada de la química. No nos reprende cuando no
entendemos, no exactamente.
He visto otra sonrisa vacilar así, pero sólo una. El recuerdo empuja contra las
paredes que he erigido alrededor de mi mente, susurrando a través de las grietas.
Incluso ahora, recordar lo que dije acelera mi corazón y llena mis mejillas de
calor.
Viajé esa noche. Mi propia estupidez me costó a mis amigos, los Hammond y
la vida que me había permitido construir durante esas temporadas en Portland.
Nunca he olvidado nuevamente lo que soy, nunca he cometido el error de imaginar
que pertenezco.
Él no está sonriendo.
Traducido por Ximena Vergara
Animales.
No hay razón para creer que los Otros mentirían sobre nuestra incapacidad
para sobrevivir sin su protección. Se han encargado de cuidarnos desde que llegaron
a este planeta, protegiéndonos contra ataques, proveyéndonos, asegurando nuestra
felicidad. Pero últimamente mi arraigado temor por los animales lucha contra la
envidia. No porque quiera estar ahí fuera con ellos, sino porque envidio su libertad.
Los acontecimientos del día se repiten como escenas de una película, las
preguntas rodeando al muchacho aferrándose bajo mi piel. Podría ser por la época
del año, el nuevo año en la Célula o mi inesperada llegada esta misma mañana, pero
no puedo evitar la sensación de que algo importante está a punto de suceder.
Un vistazo a mi reloj revela que quedan tan sólo diez minutos para el toque
de queda. No estoy segura de qué pasaría si llegara tarde, considerando que nunca
he tenido las agallas para probarlo. En lugar de reunir el coraje para burlar las reglas,
me apresuro a trotar.
Con una inhalación profunda empujo las comisuras de mi propia boca hacia
arriba, el esfuerzo trae de vuelta el recuerdo de la sonrisa del chico en cuanto cuelgo
la mochila junto a la puerta.
—¡Sé que necesitas cambiarte, pero tienes que decirme que sientes al ser una
Terminal! —La Sra. Morgan me sonríe como si fuera un logro, cuando lo único que
he hecho es envejecer.
—Genial, mamá.
Que no haya más personas como yo, lo que sea que soy.
Sin nadie alrededor para ver, el agua cae de mis ojos y se derrama por mis
mejillas sin control. Me dejo caer en la gruesa ropa de cama y me hago un ovillo. Los
recuerdos de los años pasados con los Hammond se clavan en mi piel como alfileres,
me aguijonean con una pérdida tan profunda que duele en cada poro.
—Voy hacer un informe sobre el problema de nuestro calentador. Tal vez algo
ha ido mal. En cualquier caso, querida, termina de ponerte una ropa adecuada y ven
abajo. El asado acaba de llegar.
No hay manera de que cambie lo que soy, sólo ocultarlo. Una irritante
aceptación cae sobre mí mientras me quito mis pantalones, me pongo un delgado
suéter negro y una falda púrpura que se balancea sobre mis rodillas.
Los Otros permiten a los adultos salir en público durante una hora por la
mañana, fundamentalmente para obtener aire fresco. Todos mis padres se ejercitan
cada día en la cinta en el estudio, pero parecen apreciar la caminata al aire libre una
vez al mes. Los Morgan y yo, doña horrible, usamos pantalones naranjas a juego y
salimos al porche a las nueve en punto. El Sr. Morgan estira sus piernas a medida
que las puertas delanteras se abren y las casas empiezan a soltar más personas
vistiendo pantalones similares a lo largo de la cuadra. A las nueve y cinco, todos
avanzamos por la calle.
Todas las ciudades en las que vivo están distribuidas igual, en una serie de
anillos. La Célula, la pizzería y la bolera se encuentran en el centro. Cinco círculos por
fuera de esos están las calles llenas con residencias idénticas de dos pisos. El parque
se envuelve alrededor del borde más exterior, una barrera entre nosotros y las Tierras
Remotas. Las Excursiones de los Sábados comienzan en la Célula y transcurre a lo
largo de la calle principal, el único camino que conduce directamente desde el centro
de la ciudad hasta la frontera.
Una típica Excursión Familiar dura aproximadamente una hora, desde las
nueve hasta las diez. Repartidores de almuerzo esperan en las cocinas a nuestro
regreso, y luego por la tarde vemos una película juntos. Sin embargo, según nos
acercamos a la frontera hoy, las personas en el frente de nuestro escuadrón de
senderismo reducen la velocidad hasta detenerse. Estiro mi cuello, esforzándome
por vislumbrar lo que ha captado su atención. Cuando lo hago, mi estómago se
desploma a mis pies.
He visto a los Vigilantes en persona sólo cuatro veces. Los recuerdo todos con
claridad; fueron los días más aterradores de mi vida. Los cuento rápidamente. Ocho
Vigilantes. Nunca antes había visto tantos en un solo lugar. De hecho, nunca había
visto más de dos, el número enviado para recoger a los defectuosos. Flanquean una
gran pantalla de video que han colgado en la valla. A un lado se encuentra una mesa
de plástico blanca que sostiene un tazón de ponche, algunos bloques de roca rosa
pálido y varios envases de lo que parece agua.
Los Vigilantes son el brazo ejecutor del gobierno de los Otros, pero a parte
de sus uniformes marrones con tonos de color negro brillante, tienen el mismo
aspecto que el resto de su raza: altos, rubios y hermosos hasta el punto de no parecer
reales. A diferencia de los Elementales, no tienen puntitos azules interrumpiendo su
mirada brillante y negra. Sin el blanco como un ojo humano, sin pupila o iris en los
ojos. Sólo un vacío sin fin. El efecto les hace parecer ciegos, pero no lo son.
Ahora, no deberían estar aquí. Nadie está defectuoso. Pero nadie habla o los
cuestiona, a pesar de que no creo que los Otros informaran a alguien de esta
alteración. Simplemente todos esperamos.
Su hermosa voz se vierte en mis oídos como una dulce capa de miel, pero
verlos incrusta un dolor punzante detrás de mis ojos. Mirar directamente a los Otros
provoca un dolor punzante en mi cerebro, como agujas estrellándose a través de mi
frente. Tal vez porque nuestras mentes simples de humanos no pueden procesar su
existencia superior.
—Buenos días. Como se habrán dado cuenta, los Otros han enviado Vigilantes
a Danbury. Su propósito es observar y realizar entrevistas a la clase Terminal, las
cuales comenzarán mañana. Las sesiones se llevarán a cabo con un estudiante a la
vez durante química, un bloque cada semana hasta terminar. Los Otros desean que
les trasmita su agradecimiento por su cooperación en este asunto. Gracias.
Es un Barbarus, una cosa poco común aquí en Danbury. Hemos sido instruidos
que aunque los Barbarus lucen diferentes por fuera, por dentro son como el resto
de nosotros. Incluso difieren en apariencia uno de otro. Algunos tienen ojos en forma
divertida, algunos una especie de color marrón claro o narices que parecen ser
demasiado grandes para sus rostros. Ya que no nos enseñan sobre lo que existió
antes de la llegada de los Otros, no sabemos acerca del origen de los Barbarus, pero
solo un puñado permanece en la tierra.
—Uh, gracias.
—De nada.
Me doy la vuelta. En la mesa, dos Vigilantes agarran los bultos rosados y listos
para aplastarlos bajo sus manos. Los Otros preparan comida y entregan bebidas para
nosotros cada día, pero nunca había visto el proceso. O bien la sustancia es suave o
los Vigilantes son fuertes; tal vez la verdad es un poco de las dos cosas. Pronto
montones de polvo rosa se dispersan sobre la mesa blanca. Una brisa sopla algunas
de las partículas a los rostros de los Terms más cercanos a la mesa. Se ríen, limpiando
el polvo de los hombros unos a otros y sacudiéndolo de sus cabellos, cambiando sus
risas por estornudos violentos después de un momento o dos.
Veo al chico con aroma a pino, Lucas, cuatro o cinco personas adelante
cuando se vuelve, escaneando los rostros de los chicos detrás de él. Nuestros ojos
se encuentran, y por una fracción de segundo veo mi miedo reflejado en su rostro
pálido. Entonces, se gira de nuevo, dando un paso adelante cuando la fila se mueve.
La novedad de este ejercicio hace que sea difícil respirar. Sin confiar en nadie,
oculta a plena vista, dependo de los pormenores familiares de los días en la tierra.
Sin ellos, ¿cómo sabría cómo actuar Aceptable?
—¿Qué crees que están buscando en Danbury? ¿Y por qué sólo en la clase
Term?
No confíes en nadie.
Eso incluye sin duda a un Barbarus extraño que aparece la misma mañana que
los Vigilantes.
La vista de la primera hemorragia nasal aparta mi atención del chico nuevo.
La segunda, tercera y cuarta sacuden mi estómago en vuelcos. No es como si nunca
hubiera visto una antes. Las personas se enferman. Hay Sanadores y las hemorragias
nasales no son graves.
Pero todos los Terms con sangre goteando de su nariz ya han tragado sus
ofrendas.
Los chicos afectados limpian con aire ausente el flujo rojo y no parecen sentir
dolor, sólo una especie de expresión de desconcierto en sus rostros mientras esperan
obtener más instrucciones.
Los más nuevos Vigilantes guían a los Terms sangrando a través de las puertas
abiertas del transportador, cerrándolas de golpe con distintiva finalidad.
Trago una vez, luego otra, pero el miedo sube por mi garganta negándose a
desaparecer. La fila avanza lentamente hacia delante, y a medida que avanzamos,
más anomalías me hacen imposible respirar sin jadear.
Una delgada franja carmesí sale de los labios del muchacho pelirrojo después
de toser.
Me doy cuenta entonces que los chicos en el transportador son los que
respiraron el polvo rosa cuando cayó en sus rostros.
Están reprobando. Por mucho que quiero creer que estarán bien, es difícil.
Nunca he conocido a una persona que se meta en un transportador y regrese. Nunca.
Ninguno de los Vigilantes se va, ni dejan de mirar, tal vez en caso de que
alguno de nosotros comience a desangrarse en nuestros pantalones.
—Hasta el fondo. —El chico Barbarus inclina su brebaje de color rosa a través
de sus labios y tira el vaso en un receptáculo de desecho.
Espera, observándome con tanto interés como los Vigilantes, y es obvio que
no tengo salidas en este ritual. El Sr. y la Sra. Morgan aparecen, parándose a mi lado
con sonrisas cálidas.
—Oh, querida Thea, bebe eso. Fue tan amable de los Otros pensar en ti desde
el comienzo de tu último año. —La Sra. Morgan acaricia mi brazo, empujando mi
mano hacia mi rostro.
Es ahora o nunca. Incluso dudar todo el tiempo que lo hecho podría ser una
advertencia para los Vigilantes y delatar que no confío ciegamente en ellos como
todos los demás. El Barbarus me mira con una sonrisa reflejada en sus ojos. El
estómago del Sr. Morgan gruñe, y sé que está ansioso por el almuerzo. Por el rabillo
de mi ojo, veo a Lucas y a sus padres apresurarse fuera del parque.
El líquido sabe como agua a pesar de su color rosado, pero es cálido en lugar
de frío, tal como esperaba. Arrojo el vaso y sonrío a mis padres falsos.
—Vamos a casa, tengo hambre. —Me giro para despedirme del Barbarus,
pero ya se está alejando. Estiro el cuello, buscando a sus padres, pero no los veo.
Tan pronto como entramos a la casa, murmuro que tengo que usar el baño y
me voy directamente hacia el espejo. Mis mejillas están de un rojo brillante. El sudor
cae de mi cabello alrededor de mi frente. Respiro a través de mi nariz y exhalo a
través de mi boca a medida que mis miembros tiemblan tanto que me hacer caer al
suelo. Los azulejos blancos queman mis rodillas como si fueran bloques de hielo.
El instinto me impulsa a través del piso hacia el lavabo. Sumerjo mis manos
en el agua y dejo de presionar el poder dentro de mí.
La mañana siguiente, el día del Encuentro, con los bostezos tan vívidos como
el día anterior, la temperatura se mantiene estable para el temprano otoño en
Connecticut. No podía estar más contenta con el buen clima, y pido un rápido deseo
para que mi próximo viaje me lleve de regreso a la primavera. El invierno se acerca,
conocido de otra manera como la pesadilla de mi existencia.
Ahora que los Vigilantes están en la ciudad, tengo que intentar aún más duro
hacer todo bien.
Los Vigilantes se llevan los bebés y niños que están defectuosos, que están
enfermos, no actúan normal o no lucen bien. No tengo duda que vendrán por mí
algún día.
El profundo azul marino de la tela del vestido hace que mis ojos destaquen y
se ajusta en todos los lugares correctos. Tengo que admitir que eso me hace sentir
un poco bonita. La Sra. Morgan insiste en peinar mi cabello, así que mis profundos
mechones rojos ahora cuelgan en enormes rizos por mi espalda, los costados están
asegurados bajo una cinta para la cabeza. Mi cabello es demasiado grueso para
mantener el estilo por mucho tiempo y caerá en ondas antes que el Encuentro
incluso comience, pero la atención es agradable. Incluso cedo a su insistencia y aplico
un poco de maquillaje antes de agarrar un bolso y salir. Como si cinco días a la
semana en la Célula no fuera suficiente.
Los estudiantes se mezclan entre las mesas, hablando y riendo entre sí,
aunque es más silencioso que un almuerzo típico. Algunos se relacionan, pero la
mayoría no está más cómodo con el sexo opuesto esta noche que durante las horas
de la Célula. Las chicas charlan en voz baja entre ellas y los chicos permanecen en
silencio y ocultan sus rostros. Avanzo furtivamente hacia el grupo más grande de
chicas, permitiéndome un momento para preguntarme cómo estarán Val y Monica
arreglándoselas esta noche; si están solas, qué están vistiendo, si están emocionadas.
Desde ese primer día en Danbury, casi todo mi tiempo libre lo he pasado
buscando su rostro. He tratado de evitarlo, pero supongo que en realidad no quiero
hacerlo. El recuerdo de su rostro pálido en la Excursión de ayer revolotea en mi
memoria, y una pequeña parte de mí no tiene miedo de ser descubierta o de confiar
en alguien… la misma parte que extraña tener a otro humano con quien hablar, a
quien tocar, a quien conocer, esperando que sea diferente porque es como yo.
Sin previo aviso mis ojos chocan con él al otro lado de la habitación; una fría
y azul llama encontrándose con una roja ardiente durante una fracción de segundo
hasta que ambos apartamos la vista. Nuestras miradas vagan de vuelta y su sonrisa
desaparece de sus labios, cambiando por curiosidad y ansiedad.
Aparto la vista una vez más y agarro un vaso de ponche, reajustando mi propia
expresión. Mi rostro está en llamas, el vaso como un cubo de hielo en el interior de
mi mano sobrecalentada. El temor se mete por debajo de mi confusión en cuanto a
Lucas mientras los lados del vaso se desploman hacia el interior. El plástico fundido
se pega en mi palma, pero lo quito con unas pocas y furtivas sacudidas por encima
del recipiente de residuos. Aterriza encima de varios artículos, las paredes lucen
pegajosas y deformes. Realmente débiles.
Siento como si pasaran horas antes de que me deslice fuera del comedor y
dentro del pasillo vacío. Las cajas negras montadas a ambos lados de la puerta
revelan mi salida, pequeñas luces rojas iluminando y apuntando. La sensación
espeluznante de ser observada levanta los vellos a lo largo de mis brazos y en la
parte posterior de mi cuello. Los Otros graban todo, pero nadie podría estar viendo
todas las cámaras a cada momento… no creo. Al menos los baños están aquí afuera
y se nos permite utilizarlos. Salir no debería levantar ninguna sospecha.
Dos Vigilantes rodean la esquina más alejada. La mera visión de ellos amenaza
con derribarme pero continúo sin colapsar, pasándolos y doblando la esquina hacia
el baño de chicas. En lugar de entrar me escabullo al final del pasillo.
¿Arriba o abajo?
Aventurarme más lejos de donde se supone que debo estar podría ser un
error, pero cada instinto me obliga a ir tan lejos de los Vigilantes como sea posible.
—Luces sorprendida. Yo también. Tenía ésta loca idea que una habitación
oscura en el sótano me mantendría a salvo de la chica con olor a jazmín que he
estado tratando de evitar.
Mi mirada fulminante llega sin advertencia, sin pensarlo dos veces dejo que
mis verdaderas emociones se muestren.
—¿Por qué me estás evitando? ¿Y qué estás haciendo aquí abajo en primer
lugar?
—Oh. —Vago por uno de los pasillos, encontrando más fácil respirar fuera de
su vista. Nuestra interacción se siente honesta y eso me asusta más que un poco.
Estoy tan desesperada por una conexión que no estoy siendo lo suficientemente
cuidadosa. Sería mejor salir de aquí, lejos de él. Mi cerebro lo acepta y se rebela
contra esta simultaneidad.
No confíes en nadie.
Tengo que salir de aquí. La necesidad reemplaza la cautela, salgo a toda prisa
por la puerta y hacia el pasillo, mirando de un lado al otro y preguntándome por cuál
camino habría ido el chico. No al piso de arriba. No a casa antes del toque de queda.
Subo por las escaleras. Mi suerte aún persiste, y ningún Vigilante bloquea mi paso a
la salida. El penetrante aire otoñal retumba en mis oídos con cada inhalación
profunda, obligándome a parar después de unos minutos. No hay muchos
momentos para correr en mi mundo.
Una figura sale del costado de una casa y corre hacia mí. Me congelo en el
lugar, un grito se reúne en mis pulmones pero dejo escapar un gorgoteo cuando su
rostro está a la vista en el último segundo.
Es él. De nuevo.
—¿Qué estás haciendo parada en medio de la calle? ¿Estás loca? ¿Por qué no
estás de vuelta en el Encuentro?
Las preguntas vienen rápido, en voz baja pero en un tono infeliz que jamás
había escuchado antes excepto en mi propia cabeza. Por un momento, la lucha para
formar respuestas me aturde y no peleo cuando me arrastra de nuevo con él hacia
las sombras.
Estando de pie en la oscuridad entre las casas gemelas, mis zapatos blancos
embarrándose un poco por la hierba cubierta de rocío, le dirijo una mirada.
—Althea.
Extiende una mano. Se ve suave y cálida, pero sé por experiencia que no lo es.
Por otra parte, la mayoría de las personas se sienten más frías que yo, especialmente
cuando estoy nerviosa.
—Lucas.
Nos damos la mano como adultos, la mía temblando por aferrarse a la suya
más fría. La sonrisa desaparece de mi rostro cuando el recuerdo del pez en el
depósito del sótano interrumpe en primer plano.
—¿Qué pasa?
Mi boca cae abierta con tanta fuerza que me hace doler la mandíbula. La cierro
tan abruptamente que mis dientes chocan juntos.
—¿Qué quieres decir con que es tuyo? ¿Estás guardando un pez en la Célula?
¿Te has vuelto completamente demente? Espera, ¿qué quieres decir con que su
nombre es Fils? ¿Cómo sabes su nombre?
Resopla como si fuera la pregunta más tonta que jamás haya escuchado.
—Porque le puse el nombre. No puede hablar así que supongo que antes no
tenía un nombre. Quería llamarlo de alguna forma.
Vigilantes, esta vez dos, pisan fuertemente por la calle balanceando sus
linternas en un arco. Aguanto la respiración, mi cuerpo vibrando cuando Lucas
también inhala. Si mi corazón no estuviera martillando por terror estaría luchando
por tal cercanía a un chico, a otro ser humano en realidad. Su peculiar aroma se
mezcla con mi fragancia extraña, crenado una mezcla no del todo desagradable que
se cierne a nuestro alrededor en una nube. Espero fervientemente que no se extienda
hacia la acera porque si los Vigilantes lo huelen, investigarán. La combinación es
espesa e inusual, creada por dos esencias que nunca se rozarían entre sí en la
naturaleza.
Los Vigilantes pasan, la piscina de color amarillo de las luces cae a unos tres
metros de nuestro escondite. Continúan por la calle pero ninguno de los dos nos
movemos hasta que la calle se queda en silencio por cinco minutos. Lucas exhala y
me suelta. Caigo contra él por un momento antes de dar la vuelta. Nuestros ojos se
encuentran, llenos de preguntas que ninguno de los dos está dispuesto a responder.
O incluso hacer. Podría estarse preguntando si voy a reportar el pez. Después del
encuentro cercano, sé que estoy replanteando mi necesidad de saber más sobre él.
Puede tal vez haber presenciado mucho.
—Será mejor que vayamos a casa. —Lucas mira hacia su reloj—. Son más de
las nueves. El Encuentro terminó.
Me toco con una mano las mejillas. Están en llamas, quemándome la palma
antes de quitarla. Lucas me mira, sus ojos azules helados se iluminan con interés
cuando asimila mi rostro. No hay duda que es una sombra de interés, pero es lo
suficientemente inteligente para no hacer comentarios.
La tarde es fría y una ligera brisa sacude las hojas de un lado a otro. Aun así,
la caminata no es desagradable. Para el momento en que llegamos a la calle de los
Morgan estamos solos de nuevo, todos los demás habiendo doblado hacia sus
respectivas calles o casas. La inquietud se envuelve a mí alrededor a medida que
disminuimos la velocidad hasta detenernos frente a su casa.
—Mira, no entiendo por qué sales a deambular por ahí o estás escondiéndote
de los Vigilantes, pero creo que deberíamos permanecer lejos uno del otro.
Mi mente corre sobre mis tardes, buscando por cualquier cosa que podría
haber hecho que levantara sospechas.
Una noche a solas con otra persona y todos mis secretos ya están pintados
en mi frente. Al huir de los Vigilantes, fruncirle el ceño, decir fuerte y claro que no
quiero atraer la atención de los Vigilantes. Fuerzo una sonrisa, maldiciendo mi boca
suelta e ignorando las gotas de sudor que brotan de mis palmas.
—¿Dije extra? Sólo quería decir atención. Con los Vigilantes en el pueblo y
todo eso. Buenas noches.
Lucas agarra mi muñeca y la aferra firmemente, evitando que me dirija hacia
la casa de los Morgan. Sus dedos aprietan y mi piel se irrita cuando trato de retorcerla
para liberarme, su toque helado aliviando las llamas provocadas por el pánico por
un momento. Una mirada salvaje destella en sus ojos y se inclina hasta que nuestras
narices casi se tocan.
—Piensa en ello, Althea. Hay una buena probabilidad que uno o ambos nos
metamos en problemas de todas formas.
Un minuto más tarde entro a la casa de dos pisos y ladrillos de los Morgan,
idéntica a la de Lucas, y me inclino contra la puerta cerrada. El reloj en la pared indica
las nueve y cuarto, y a través de la ventana veo nuestra luz del porche apagarse,
sumiendo al mundo en la oscuridad.
Traducido por Mari NC, AnnaTheBrave y Leogranda
El lunes llega y otro día me obliga a salir de la cama, entrar en la ducha, bajar
por el desayuno, y salir por la puerta principal. La repulsión me inunda al ver a dos
Vigilantes ubicados fuera de la entrada a la Célula, pero de alguna manera logro
pasar sin estremecerme. El Monitor de álgebra tiene cincuenta y siete cuadros en su
camisa de hoy; son más grandes que los de la semana pasada y rojos. Todo lo demás
es igual excepto por el Vigilante quien inspecciona la habitación desde la puerta
cada diez minutos. Ah, y el Barbarus, Deshi, instalado en mi primer bloque. Ninguno
de los chicos que desaparecieron en la Excursión están presentes, y aunque nunca
supe sus nombres, los Monitores no registran ninguna ausencia.
Una sonrisa fácil separa sus labios, rezumando encanto por todo el lugar.
Sin esperar una invitación, balancea una silla de la mesa más cercana y la
acuña entre la mía y la de la chica a mi lado. Mi cerebro rebusca su nombre, la chica
delgada con los alegres rizos negros.
Leah, creo.
Estudia a Lucas, sus labios inclinados en una sonrisa amistosa. Él deja caer su
ensalada, tenedor y bebida en la mesa y se sienta, luego mete un bocado de lechuga
en su boca y la traga con un sorbo de leche como si no tuviera ni una sola
preocupación en el mundo. La sonrisa nunca abandona su rostro y sospecho que
está disfrutando de todo esto. Avergonzándome. Haciendo una escena. Abriéndose
camino en mi vida cuando claramente le pedí que permanezca fuera de ella.
Me doy cuenta que una de las chicas se está dirigiendo a mí. Es Sarah, sus
grandes ojos azules parpadeando con curiosidad.
—Qué loco que los Vigilantes aparecieran así, con las entrevistas y todo eso.
Apuesto a que eso no ha ocurrido en otro Encuentro nunca antes. —El tono de Lucas
es silencioso, conspirativo.
Sarah, la chica alta y bocazas, se inclina hacia delante sobre sus codos. Su
cabello castaño oscuro se derrama sobre su hombro, las puntas arremolinándose en
los restos de su aderezo para ensaladas.
Me lamo los labios y trago un par de veces antes de que mi lengua funcione.
—¿Cuáles ciudades?
Sarah aprieta sus ojos con fuerza y golpea un dedo en sus labios fruncidos.
Lucas golpea suavemente mis caderas con las suyas en nuestro camino fuera
del comedor y las chicas se empujan entre sí y señalan. Él parece decidido a confirmar
las sospechas de todos en lo que se refiere a nuestro cortejo, y una cálida fuente
borbotea en mi pecho sin previo aviso, una mezcla de placer y disgusto.
—Así que, ¿ustedes dos se están cortejando? ¿Han declarado sus intenciones?
—Sarah, como siempre entrometida, camina a mi lado por el pasillo.
—No, no. Sólo somos amigos por ahora. —No sé por qué añado la última
parte. Tal vez sólo quiero que sigan hablándome.
—Bueno, creo que Greg me preguntará pronto. Tal vez ambas estaremos
cortejadas antes del Amasijo de Otoño. ¡Eso sería divertido!
—Yo.
Podrían matar a Lucas por sentarse con nosotras en el almuerzo y hacer una
escena. Estoy segura que los Vigilantes no lo pasaron por alto. Por otra parte, logró
sonsacarle información a Sarah. No una poca cosa. Podría ser un aliado. Después de
todo, no me delató incluso con todo el comportamiento Inaceptable el domingo por
la noche.
Lucas está de vuelta en el asiento junto al mío. Nos sonreímos el uno al otro,
pero ninguno de nosotros lo pretende de verdad. El estado de ánimo afable que lo
capturó en el almuerzo ha abandonado el barco. No he tomado ninguna decisión
con respecto a él salvo que significa problemas, de cualquier manera que se mire.
Él me mira y luego aparta la vista, y creo que veo venas oscuras disparándose
a través del blanco en sus ojos. Antes de que pueda conseguir que me mire de nuevo,
Leah se gira en su silla un par de filas adelante. Al principio, recordando su sonrisa
extrovertida en el almuerzo, me pregunto si quiere ser amiga de él.
Una pequeña sonrisa falsa juega en sus labios. Mi mirada se desplaza por sus
brazos para encontrar una serie de contusiones. Manchas color púrpura salpican sus
brazos, envolviéndose alrededor de la delgada carne como una guirnalda. Aparto
mis ojos cuando interpretar su rostro se vuelve doloroso. Ella le lanza miradas
furibundas a Lucas, su expresión destilando malicia. Como si quisiera hacerle daño.
Sonriendo todo el tiempo.
Allie,
Lucas,
Se queda el resto del bloque, el cual termina luego de otros veinte minutos
agonizantes, y entonces se va. Una nota se desliza bajo mi pila de papeles y cae al
piso mientras recojo mis cosas. La recupero y la leo, curiosa a pesar de mis reservas.
Althea,
Puede significar que Lucas es como yo. Por otro lado, podría fácilmente no
ser como yo. Ko no se extendió con respecto a cómo identificaría a los “demás”
cuando llegara el alusivo momento. Parece un muy importante detalle para omitir.
Entonces, aterriza frente a mí y caigo sobre mi trasero por segunda vez desde
que lo conozco.
—Vamos a caminar.
—¿Y bien?
—Oí algo cuando pasé por el Centro Administrativo esta tarde. La pantalla de
video estaba encendida y había alguien allí.
—¿Quién?
Por favor, no digas una chica que tiene sentimientos y pone cosas en llamas.
Hay alguien detrás de mí. Trago fuerte, segura de que nos han escuchado.
—Deshi.
—Entonces, ¿qué están haciendo ustedes dos aquí afuera por su cuenta? —
Es una pregunta extraña, vagamente sospechosa como las de la Excursión del
sábado, pero no hostil.
—Bueno, es hora de irse. Tal vez todos podríamos pasar el rato en algún
momento.
Deshi nos roza al pasar y desaparece entre los árboles a medida que el olor a
su paso hace que mis ojos se llenen de agua. Me congelo. Suciedad, césped mojado,
lluvia. Él huele como estar recostada boca abajo en la hierba de primavera. Es
potente. Así como mi propio aroma.
—Sí… —Me giro hacia Lucas, buscando en su rostro las respuestas que parece
decidido a no darme. Estoy atrapada entre la esperanza de tal vez haber encontrado
a más personas como yo y la amenaza de exponer mi verdadero ser en el peor
momento posible.
—Ah.
Lucas me mira, sus ojos llenos con sus propias preguntas, pero me encojo de
hombros. Mi instinto me dice que se estaba escondiendo ahí abajo, pero no puedo
probarlo. Sin más para continuar, no tiene sentido darle más munición. No confío en
él, o Deshi.
—¿Y?
Él mira hacia otro lado, observando las Tierras Remotas en lugar de a mí.
—En realidad, no lo hago. Sin embargo, los Vigilantes están buscando algo.
No quiero que ellos decidan que vale la pena observarme. Después de la semana
pasada, supongo que asumí que te sentías de la misma forma.
—Creo que será mejor que vaya… vaya a casa. Es casi el toque de queda. Nos
vemos mañana.
Lucas, y ahora Deshi, complican mi vida casi más que los Vigilantes. Hasta la
semana pasada, cada día más o menos era como el siguiente. Claro, no era feliz.
Nunca encajo y sabía en mi interior que jamás sería como todos los demás. Aunque,
ahora, los estruendosos cambios tienen mis nervios de punta, cada uno vibrando en
diferencia con el siguiente. Combatir con Lucas ha añadido alarmas al estruendo;
saber si están destinadas a ser señales o advertencias se me escapa. Tengo que poner
espacio entre nosotros, dejar de andar furtivamente alrededor y jugar según las
reglas. Las Reglas de Ko. Mis reglas.
Casi.
Leah me informó con un tono bastante aburrido que Sarah nunca volvió de
su entrevista.
La conversación giró en torno al próximo Amasijo. Todos rieron y sonrieron
como si su amiga Sarah no hubiera desaparecido, pero una hora más tarde el hielo
aún congelaba mis venas. Cuando me siento en el bloque de astronomía, me pongo
a pensar en cómo Sarah no es la primera en desaparecer durante este proceso. Un
apuesto chico rubio con dientes blancos y derechos desapareció el viernes pasado.
Astronomía es el tema favorito de los Otros, uno en el que nos sentamos dos
horas al día en lugar de una, antes y después del almuerzo. Les encanta enseñarnos
acerca de su historia, y sin duda sabemos más sobre el pasado de los Otros que del
nuestro. Cosa que no es difícil, teniendo en cuenta que el pasado de los humanos
no nos enseña nada. Hoy hemos analizado un mapa del sistema solar, memorizando
planetas y nombres de especies, cuáles aún están activas y cuáles han sido
eliminadas. Los Otros vienen de un planeta llamado Deasupra, y recalcan esto en
nuestros recuerdos a pesar de que ya no existe. Una guerra destruyó su mundo,
razón por la cual habitan el nuestro.
Ahora Greg gira su cabeza hacia Leah para atrapar sus palabras. Que son lo
suficientemente fuertes como para llegar a las pocas filas de atrás hasta mí.
Son todos ellos. Ya no existen todos los planetas que los Otros habitaron
antes de la tierra.
Leah hace una pausa, y cuando ella continúa, una alegría forzada tiñe sus
palabras.
Su rica risa de barítono asalta mis oídos y mi vía aérea casi se derrumba.
—Entonces, ¿qué hacen los Otros a los planetas que ocupan? ¿Matan a todos?
Greg se ríe pero nadie se le une. Leah se sienta erguida en su silla, con los
brazos cruzados sobre el pecho mientras observa fijamente la pantalla, a la espera
de la respuesta.
Greg, debidamente reprendido, lanza una sonrisa burlona hacia Leah, quien
lo ignora. La emoción ha terminado antes de empezar, y por lo menos ningún
Vigilante fue testigo de la aberración. Aun así, lo más probable es que el Monitor
reporte el incidente. La fría sonrisa en el rostro de Deshi levanta el cabello a lo largo
de mi nuca. Parece como si el arrebato de Greg de alguna manera hubiera mejorado
su día.
Las chicas avanzamos a unos diez pasos detrás de los chicos, quienes
compiten entre sí por la delantera. De pronto una pequeña riña estalla. Los próximos
sucesos pasan en un instante, cuando dos muchachos tropiezan hacia atrás. El
brillante cabello negro de Deshi destella con el sol al mismo tiempo que el segundo
muchacho cae. Da algunas volteretas en el suelo, en un ángulo poco habitual, cerca
de la línea de árboles. Los chicos se detienen reuniéndose alrededor de él cuando
deja de moverse. Nos apresuramos para darles alcance, y entonces nos unimos a
ellos en la escena con la boca abierta.
Todo el mundo retrocede, con los ojos muy abiertos llenos de incertidumbre
pero no de miedo. En todo caso, están hipnotizados por la escena. El silencio
impregna el momento y me llevo una mano a la boca, tragando fuerte. Mis
pensamientos marchan en un desfile a cámara lenta. Ese es el cerebro de Greg. En el
suelo. Hace diez minutos estaba perfectamente bien. Reía, hablando muy fuerte y
dijo cosas estúpidas en astronomía.
Decido que lo estoy imaginando, y aparto mis ojos lejos del cuerpo de Greg.
Nunca antes he visto a nadie salir lastimado, nada peor que una raspadura de
rodilla o un choque de cabeza cuando niños. Bueno, excepto aquel hueso roto. No
me gusta pensar en eso.
La forma en que lo dice envía una oleada de náuseas a través de mí. Como si
no le importara en absoluto. Por otra parte, parece que a nadie le importa tampoco.
Deshi es un enigma, un minuto actúa amigablemente o incluso partícipe, luego
cambia felizmente al siguiente status quo.
—¿Vienen?
—Alguien debería decirle al Director lo que pasó. Yo iré. —Lucas habla con
una suave sonrisa de confianza.
—Ve, Althea. No tienes que esperar. Has dejado claro que permanecer lejos
de mí es una prioridad. —Lucas dirige su mirada a la distancia. En nada en absoluto.
Su voz me despide, pero en lugar de eso me acerco a él.
—¿Y bien? ¿No deberíamos entrar y decirle al Director? Quiero decir, Greg
podría necesitar ayuda.
A diferencia de Deshi, Lucas suena sincero al decir esas palabras. Con valentía,
miro hacia abajo, concentrándome en el pecho de Greg en lugar de la herida abierta
en su cabeza. Está bien de esa manera; no tengo que ver la sangre. Después de un
momento, su pecho se mueve muy ligeramente. Superficialmente.
—¿Eh?
—¿Por qué sigues mirando de ida y vuelta entre los árboles y la Célula?
—¿Quiénes?
—Los Vigilantes, por supuesto. Los Otros dicen que siempre están
observando, y diez Vigilantes están vagando por el pueblo. ¿Cómo es que no están
aquí?
Al igual que su obstinación al insistir que el pez no es mortal, la pregunta
implica que los Otros podrían estar mintiendo. Esa sugerencia hace que sus palabras
sean traicioneras, blasfemas, y francamente una locura. Pero la idea persistente de
que el arrebato de Greg en astronomía tuvo algo que ver con su muerte prematura
no desaparece, y oír a Lucas, dispara un sentimiento similar que me saca de mi país
de ensueños con aroma invernal y me vuelca dentro de la vida real.
Me mantengo lo más lejos posible de él sin dejar la habitación, sin pasar por
alto la rápida mirada cuestionadora que me dirige. Pasamos a través de otra puerta
y nuestros pasos quedan silenciados cuando pisamos sobre una alfombra de color
morado oscuro. La habitación está vacía a excepción de la pantalla de video que
ocupa toda la pared a nuestra izquierda. Parpadea encendida y esperamos que
aparezca el Director. Él se desliza en la silla aguardando detrás de un escritorio,
teniendo que apretujarse para acomodar su estómago en ella. Una breve mirada de
sorpresa pasa por su cara cuando nos ve.
—Sí, señor. Es sólo que… uno de los estudiantes se cayó afuera durante el
ejercicio. Se ha roto la cabeza y no se levanta. Pensamos que alguien debería saber.
—No hay de qué preocuparse, Director. Todo está bien. El muchacho está
defectuoso, y una chica, su Aprendiz, también ha sido llevada para un refrescamiento
debido al incidente reportado después de la lección de astronomía. Los Vigilantes
han sido enviados a recogerlos.
A menos que el hecho de que se la llevaran tuviera que ver con lo que pasó
en astronomía y no por lo ocurrido en el exterior.
Lucas trota para alcanzarme, parándose a mi lado para ver por la ventana del
segundo piso, que ofrece una vista sin obstáculos del campo de ejercicio. Casi no
me doy cuenta que está ahí, olvidando temporalmente sus mentiras y presencia.
—¿Qué hago?
Tan pronto como termina el día agarro mis cosas y salgo a toda prisa del
salón, por el pasillo, y a través de las puertas delanteras. He tenido años de práctica
desapareciendo justo al momento después de la Célula, y juntarme con mis
compañeros de Célula en la pizzería es una forma tan buena como cualquier otra.
Lucas, y probablemente Deshi, esperarán que vaya al parque sola, pero no tengo
ningún deseo de ver a ninguno de los dos.
Una sensación desconocida retumba dentro de mí. Debe ser ira, pero ha
pasado tanto tiempo desde que he experimentado el sentimiento hacia una persona
viva que me lleva un tiempo identificarlo. Quiero gritar, dejarlo salir, pero sé que no
es la mejor idea. Derramar mi rabia hacia Lucas, incluso expresar otra emoción
además de alegría no es Aceptable.
Excepto yo.
—No sé qué pensar, Lucas. Todo lo que sé es que a menos que tengas un
súper oído secreto o algo así, no hay manera de que “accidentalmente” escucharas
algo. —La rabia se evapora tan rápido como se formó, dejando el agotamiento a su
estela. Resulta que pelear toma mucho de una persona.
Sus brillantes ojos azul cielo me piden que entienda, pero no me ofrecen una
razón. La experiencia pasada insiste en que no puedo ceder ante el deseo de confiar
en él sin poner en riesgo todo, sin delatarme como una defectuosa.
—Créeme, no hay nada que desee más que alguien en quien confiar, pero…
Las palabras me aplastan. Bien podría estar de pie sobre mi pecho en lugar
de hablando a varios pies de distancia. Los ojos de Lucas transmiten un miedo que
raya en la desesperación tan intensa que miro hacia otro lado. Reflejan los
sentimientos que luchan por mi atención.
Lucas se dirige al lado, dejándome sola en la calle. Podría también ser la única
persona en la tierra. Se necesitan un total de cinco minutos para convencerme que
no va a volver.
Una figura espera en los escalones de entrada de los Morgan, con las piernas
estiradas frente a él. Ver a Deshi retuerce mi estómago mientras los nervios zumban
en mis oídos. No hay ningún lugar al que ir, pero el deseo de correr me tienta de
todos modos.
—Hola, Thea.
No me molesto en corregirlo.
—Hola.
—Sé que es casi el toque de queda, así que voy a ir directo al grano. ¿Quieres
ir al Amasijo de Otoño conmigo?
Él me deja para aspirar el aire frío y trato de calmarme. Algo no está bien con
Deshi. Sonríe todo el tiempo. Actúa normal, excepto por la ocasional reflexión
excéntrica. Pero la forma en que me mira. De una forma que me hace sentir frío. Una
cualidad indefinible y ajena corre por debajo de su exterior normal.
Deseo por millonésima vez que hubiera una manera de evitar el Amasijo de
esta noche.
Ya que rara vez tenemos permitido salir después de las cinco de la tarde, una
regla que se aplica tanto a los adultos como a los niños, el Amasijo es una excepción
y por lo tanto emocionante para todos los involucrados. A pesar de que peleamos,
la compañía de Lucas es bienvenida después de existir en casi completo silencio
estos días pasados.
Besa mi mejilla y se dirige de nuevo a la sala de estar para ver una película
fútil producida por los Otros esta noche. La Sra. Morgan me da un fuerte abrazo, y
luego pellizca a mi cita en la mejilla antes de unirse a su pareja, dejándonos a Lucas
y a mí solos.
Excepto que Lucas ni una sola vez ha mirado a través de mí, alrededor de mí,
como todos los demás. En el fondo, sé que no ha olvidado nuestra discusión. Ya sea
que Lucas es un Disidente, también, o simplemente un extraño, solitario y defectuoso
chico humano, él es tan diferente como yo.
—Te pones más caliente cuando estás nerviosa. No les prestes atención. Están
emocionados por nosotros.
Es cierto, decido cuando mis ojos se deslizan sobre sus rostros. Sus
expresiones revelan una envidia de buena naturaleza, y nostalgia, pero también
sonrisas gigantes. Incluso Brittany, aquí sola después que Greg resultara defectuoso,
sonríe de oreja a oreja. Después de unos momentos dejan de mirar.
Nadie juega a los bolos todavía; la mayoría sólo deambulan por ahí, sin saber
qué hacer. Cinco Vigilantes se encuentran dispersos uniformemente por toda la
habitación para no perderse nada. Lucas me lleva a la derecha hacia el carril central,
me sienta en el banco acolchado, y se va a conseguirnos zapatos. El edificio es más
viejo que cualquiera de las casas de la ciudad o que la Célula, y huele a sudor y pies,
entre otras cosas. El sonido de nuestras voces, los zapatos de suela dura resonando
en el piso de madera, y los procesadores de bolas pesadas golpeando las bandejas
se hacen eco en las paredes de concreto a medida que nuestros compañeros de
Célula se asientan en la actividad de la tarde.
Lucas regresa con dos pares de zapatos y dos bolas, que vuelca sobre la cinta
motorizada próxima a nuestro carril.
Sigo el ejemplo de Lucas, la forma en que actúa como si todo lo que dice o
hace es normal, incluso cuando no lo es.
—Quiero decir ni a mamá o papá. A ninguno de los dos les gusta jugar a los
bolos.
—¿Tienen espacio para unos más? —Es Brittany, y nunca antes he sido tan
feliz de ver su cara de muñeca de porcelana.
Los ojos de Lucas persisten en los míos durante otro segundo antes de
responderle.
Ella asiente y se aleja, presumiblemente para obtener una bola y más gente.
Me siento detrás de la computadora, haciendo un valiente esfuerzo para descubrir
la manera de ingresar nuestros nombres. Es una buena excusa para mantener mi cara
alejada de Lucas, también. La computadora es extraña y anticuada, y me doy por
vencida después de varios minutos, mi mente no es capaz de concentrarse en la
tarea en cuestión. En su lugar miro a mis compañeros de Célula a medida que
comienzan a jugar.
Lucas se acerca y pone una mano en mi hombro, viendo como Deshi deja caer
su bola pesada sobre la cinta.
Yo soy la primera, así que me levanto y recojo la bola rosa, liberándome del
contacto de Lucas. La bola se siente incómoda en mis manos; han pasado años desde
que he jugado bolos. Concentrándome, o tratando de hacerlo, me las arreglo para
golpear algunos pinos. Después de mi segundo tiro todos los pinos excepto uno
yacen propensos en la madera pulida. Golpearlos se siente bien. Me he sentido con
ganas de romper algo por días.
Seguro.
La petulante y serena voz de Deshi rebana a través del ruido de la bolera como
un cuchillo en la mantequilla.
—De Iowa. Sí. Mis padres fueron reubicados debido a sus Carreras.
Él toma una respiración profunda por la nariz, una pequeña sonrisa flotando
alrededor de sus labios. ¿Acaso huele el aroma de pino de Lucas? ¿Está sentado allí
preguntándose si nosotros somos el prometido “más” de su propia nota de Ko, quizás
Disidentes como él? Somos similares en algunos aspectos, Deshi, Lucas y yo.
Nuestros ojos, por ejemplo. Nuestra incapacidad para adaptarnos completamente,
o para hacer amigos en la Célula. Ha pasado por mi mente más de una vez durante
este par de semanas de otoño que ambos pudieran estar trabajando con los Otros
tratando de encontrarme, o a alguien como yo.
La noche llega, interrumpida por nuestra cena, otra delicia. Pollo frito y
patatas. No tenemos permitido por lo general comer alimentos fritos, y el sabor
explota en mi boca, crujiente y sabroso. Todos los demás mastican con deleite,
exclamando sobre nuestra noche especial y que debemos agradecerle a los Otros
por tan maravillosa comida. Centrarme en la comida me distrae durante veinte
minutos más o menos, pero cuando se ha terminado, todo en lo que puedo pensar
es en la necesidad de poner distancia entre los chicos y yo. Mirar el reloj se convierte
en mi pasatiempo favorito.
—Sí, Lucas. ¿Cuál es la prisa? ¿Quieres a Althea para ti solo por unos minutos,
tal vez para tener una pequeña charla? —Deshi sonríe ante su propia sugerencia,
pero un desafío fugaz ilumina sus ojos.
Dice las palabras entre dientes y me arrastra hasta la puerta tan rápido que
tengo que trotar para mantener el ritmo. Después de que giramos una esquina se
detiene, jadeando en irregulares y profundas respiraciones. Espero, un poco
estupefacta.
—¿Por qué?
—Sé lo que quieres decir. Es como si él piensa que es mejor que nosotros.
Lucas no responde, sólo deja caer mi mano y se dirige hacia casa. Me ocupo
de dejar espacio entre nosotros, porque a pesar de que mi pulso ha vuelto a la
normalidad, un aire frío todavía recubre a Lucas. Quiero saber más sobre el por qué
Deshi le molesta, si él nota el olor del Barbarus o si piensa algo al respecto de eso,
pero probablemente no me lo dirá.
Pasamos el resto del camino de vuelta a casa de los Morgan en silencio. Lucas
camina penosamente a mi lado todo el camino hacia el porche, donde su rostro está
medio escondido entre el brillante resplandor de la luz del porche y las profundas
sombras de la noche. Sus ojos brillan con un deseo tan feroz que miro hacia otro
lado.
Cada célula de mi cuerpo quiere decir que sí. Tengo que apretar los labios
para evitar que el asentimiento se escape, pero el recuerdo de su falsedad marchita
la palabra en mi lengua. Parece más seguro regresar a mi soledad, a pesar de que es
un estado miserable, porque al menos de esa manera nadie puede averiguar mis
secretos. Así que no digo nada y nos quedamos mirando el uno al otro durante
mucho tiempo. Me pregunto lo que está pensando, deseo que él me diga.
Finalmente se inclina, vacila por una fracción de segundo, y luego roza sus
fríos labios sobre mi cálida mejilla. Un estremecimiento de placer rueda por mis
hombros y enrosca mis dedos de los pies, dejando una calidez filtrándose a su paso.
Eso combinado con las paredes entre nosotros exprime mi corazón con tanta fuerza
que casi no puede latir.
—Buenas noches, Althea. Nos vemos en la Célula. —Lucas deja caer mis
manos, su aire derrotado pisoteando el estado de ánimo.
Lucas lo hizo. Con su cercanía. Con sus labios. Con esa mirada en sus ojos, la
que me hace sentir que estoy viendo en la mía propia.
Es por eso que me siento desesperada y derrotada. No sé por qué lo hace él.
Y malo.
Los Otros registran a cada bebé una vez que este sobrevive el primer año.
Nunca he visto el proceso en persona, pero nos han dicho que consiste en un simple
procedimiento médico y el papeleo de identificación.
—Sí. Defectuoso, seguro como que el día es largo. Terrible. —El Sr. Morgan
no suena como si pensara que está mal. Suena como si prefiriera seguir comiendo
que tener esta conversación.
—¿Qué está mal con ustedes? ¿No entienden que se han llevado al hijo de
sus vecinos? ¡Su hijo!
Las últimas palabras salen con chillido de mis labios, rasgando mi garganta y
haciendo que la Sra. Morgan se deslice uno pasos lejos de la mesa. Sus ojos
encuentran los míos y sostengo su mirada, deseando que comprenda.
¿Por qué tienen que llevarse al niño? ¿Notarás cuando yo me vaya? ¿Me echarás
de menos?
Empujé esos pensamientos hacia ella, todas las preguntas que siempre quise
hacer. Gritan en mi mente, dirigidas a la pobre mujer que, con toda honestidad,
nunca ha hecho nada más que cuidar de mí.
Para mi total incredulidad, sus ojos se enfocan en los míos, en serio se enfocan,
por primera vez.
Con certeza mi arranque ha hecho algo más que provocar una simple sorpresa
en ella, pero me controlo. Es imposible. Ni siquiera sé lo que está ocurriendo.
Mi voz hace actuar al Sr. Morgan y cruza la pequeña cocina en tres pasos,
tomando a su pareja del brazo. Habla con voz calmada, la sonrisa reparadora nunca
deja su cara.
—Ahora, Angie, cálmate. No sé qué está mal contigo, pero vamos a arreglarte.
—¿Arreglarme? No quiero ser arreglada. ¡Quiero ser libre! ¿Qué está mal
contigo? ¿No puedes ver lo que ellos han hecho? ¿Qué pasa con todo el mundo?
Cada palabra gritada empuja al Sr. Morgan más lejos. Sus manos cubren sus
propios oídos mientras cae de nuevo en su silla en la mesa de la cena donde mira
boquiabierto a su pareja. Ella estudia la habitación incesantemente, preocupándome
de que sus ojos vayan a caer de sus cuencas. La idea de lastimarla cierra mi garganta,
pero mis opciones rezuman a distancia como la sabia por un tronco. Ella se encoge
a medida que me aproximo, como si esperara desaparecer a través de la puerta.
Sin tener idea de cómo lograrlo, me acerco y sujeto sus hombros tan fuerte
como me atrevo. Ella encuentra mi mirada, el terror ampliando sus pupilas hasta que
todo lo que veo es negro.
—Sabes lo que han hecho, ¿cierto? ¿Qué eres? —murmura las palabras en voz
tan baja que no hay forma que el Sr. Morgan haya oído algo. Por un momento, estoy
demasiado aturdida para moverme. La necesidad de interrogarla supera mi miedo,
pero entonces el Sr. Morgan se pone de pie otra vez, moviéndose hacia nosotras con
pasos inseguros. Antes de que él se acerque lo suficiente para preguntar lo que estoy
haciendo o lo que está ella diciendo, la empujo.
Fuerte.
Traducido por AnnaTheBrave
—¿Qué ocurrió?
Permanecer inmóvil por más tiempo no va a hacer ningún bien salvo despertar
sospecha. La consola de comunicación está en el despacho, al otro lado del pasillo
pobremente iluminado detrás de la tercera puerta a la izquierda. Una pantalla
estándar de cincuenta y dos pulgadas cuelga suspendida en la pared a mi derecha.
El escritorio del Sr. Morgan está frente a ella, con un modelo de veinte pulgadas
montada en la parte superior. La gran pantalla está conectada con su supervisor de
trabajo. El Sr. Morgan trabaja en Viajes. Sus días tienen que ser aburridos, dado que
pocas personas viajan a excepción de los Otros, y ellos no necesitan a personas como
el Sr. Morgan. Van y vienen cuando les place.
La pequeña pantalla en el escritorio es para contactar a los Otros. Los
Sanadores son humanos, pero no tenemos permitido comunicarnos directamente
con algún otro. Tenemos que ir a través de ellos.
Presiona otro botón sin esperar una respuesta y la pantalla se vuelve negra.
Quedarme en la oscuridad por un minuto me ayuda a calmarme, pero mi piel se
calienta de nuevo cuando se escucha un zumbido en la puerta principal.
Salgo del despacho y me dirijo a la sala. La Sra. Morgan yace en el sofá con el
Sr. Morgan arrodillado a su lado. Su rostro delata profundo interés pero no
preocupación, carece incluso de un toque de inquietud. Ni siquiera una noche tan
fuera de lo ordinario como esta puede meterse bajo su piel.
Las cejas del Sanador, espesas y de marrón rojizo como su cabello, se fruncen.
Se frota la generosa cintura con una mano y considera la información. Posa una
mano en el pecho de la Sra. Morgan, y luego toca su frente.
No quiero ir, pero no me niego. Ya se han roto suficientes reglas por una
noche. Y de esta manera puedo limpiar la pintura blanca en mi mano.
—¿Criterios? ¿Qué criterios? —Mi boca va más rápido que mi cerebro. Por
suerte, el Sanador no parece pensar que es extraño.
—Si una herida o enfermedad tiene ciertos síntomas necesito que el Sanador
Regional la revise antes de que ella pueda volver a su vida normal.
—Oh, um, estoy por tener una Carrera al final del año y estoy interesada en la
sanación, eso es todo.
—No pongas tu mira en ser una Sanadora Regional, chica. Él es un Otro. —Se
gira hacia el Sr. Morgan—. ¿Dónde está el comunicador?
Me vuelvo sobre mis pasos anteriores mientras las palabras del Sanador se
repiten en mi mente. El Sanador Regional es un Otro. Él podría ser capaz de decir lo
que realmente le ocurrió a la Sra. Morgan.
—Hay una enferma aquí que necesita ser revisada por el Sanador Regional.
Por favor, envíen transporte. —La voz del Sanador resuena confiada, incluso a pesar
de que no debe hacer esto con frecuencia. El término de Sanador Regional es nuevo
para mí. Otra cosa de la que nunca nos hablaron.
—Describa los criterios encontrados. —La voz sigue siendo plana y poco
impresionada por los acontecimientos de mi noche. Imaginar su apuesto rostro no
duele como lo hace mirarlo.
—Decir cosas extrañas. Intentar huir. —El Sanador enumera los eventos como
una lista de tareas.
De vuelta en la sala, dos Otros marchan por la puerta abierta, con una especie
de cama suspendida entre ellos. La visión de esta tecnología me toma con la guardia
baja; no es algo que los Otros compartan con nosotros. Veo cómo se extiende la
brecha entre nuestras especies tan amplio que su lado ya no es visible para el mío.
El colchón de aspecto mullido flota a la altura de la cintura junto al sofá, lo que
demuestra su superioridad sin una palabra.
Los Otros se detienen al final de éste, no están vestidos como ningún Vigilante
que haya visto antes. La compresión me detiene en seco. Además de los Vigilantes,
jamás he visto a Otros en persona. Estos dos visten idénticas camisas blancas de
mangas cortas, pantalones y zapatillas deportivas blancas. Además de sus ropas,
lucen iguales. Largo cabello dorado. Ojos negros. Facciones simétricas. Intimidantes.
Dolorosas.
Mi mirada se desliza a sus cuellos. Allí está. La marca con forma de estrella de
mi medallón.
El Sr. Morgan asiente y se pone de pie sin dudarlo. No tengo ni idea de qué
hacer. Dudar dejará claro que deberían sospechar de mí. Ir con ellos podría significar
ser descubierta. No esperan, dando por sentado que los seguiré sin protestar, ya que
todo el mundo hace lo que ellos dicen.
Los Otros instan al Sr. Morgan por la puerta y se vuelven atrás, mirándome
con sus ojos penetrantes. Mi cerebro insta a mis pies para dar un paso adelante y mi
cara a permanecer en blanco. Neutral es todo lo que logro manejar en este
momento, lo cual debe ser aceptable en un momento como este.
Él está esperando a que pases. Hizo lo mismo con el Sr. Morgan. Mantén la
calma. Literalmente.
Es aterrador.
Para el momento que los Otros sienten la ola de calor, he perdido el control.
Mis intentos en pánico de refrenarlo, de evitar el miedo, sólo hace que el transporte
se caliente más. El conductor mira hacia su colega y me esfuerzo para distinguir sus
palabras. Creo que dice—: Demasiados cuerpos aquí.
Sin previo aviso, una ventana se abre en el techo y el aire libre de otoño se
precipita a través del transporte. El dulce alivio se desliza a través de mi cuerpo,
haciendo que mis rodillas se tornen débil y hormigueantes. Sin embargo, no dura
mucho, ya que el vehículo se detiene.
Obedecemos. Después de todo, dijeron por favor. Los Otros tienen modales
impecables.
Uno de los Otros comienza a avanzar al edificio, donde las puertas se deslizan
abriéndose como aquellas en la oficina del Director. Todos lo seguimos, y sin
comprobar, sé que el segundo Otro cierra la marcha. Aunque mi mente corre a una
velocidad vertiginosa, no aterriza en la forma de salir de esta pesadilla. En cambio
sigo al Otro a la cabeza, dócil y obediente. Elecciones tropiezan a través de mi mente,
a pesar de que mi instinto no dice nada que me pueda ayudar ahora mismo. Podría
caerme y también fingir estar enferma. Podría correr. Podría quedarme y seguir el
juego, rezando para que no noten nada extraño.
Sí, claro.
Correr no es una opción. Nos han conducido fuera del límite. La ubicación es
desconocida para mí y el gran número de animales entre aquí y la ciudad asegura
que nunca regrese con vida. Y si lo hiciera, estarían esperando. Actuar herida o
enferma me haría una defectuosa de verdad.
Seguir el juego es la mejor opción. Los Otros no tienen ninguna razón para
esperar una pelea, ninguna razón para sospechar que alguien como yo existe. Las
personas ya habrían informado que soy defectuosa, si eso es lo que soy. Los Otros
no pasan mucho tiempo considerando a los seres humanos como algún tipo de
amenaza. No pasan mucho tiempo considerándonos en absoluto, hasta donde
puedo decir.
Al final del largo pasillo, por donde no hemos pasado ni una sola puerta, el
Otro se detiene frente a una pared sólida. Estoy convencida de que vamos a caminar
en línea recta a una tumba, luchando ya que probablemente nunca saldremos de
este lugar con vida. Aprieta la mano en el material, dejando una huella atrás, y en
cuestión de segundos la pared empieza a volverse transparente. Parpadeo, y la pared
se ha ido. Caminamos a través de la brecha en una habitación enorme. Si se trata de
una tumba, es lo suficientemente grande para todos en Danbury.
La habitación es amplia e intimidante; el techo podría ser inexistente y las
paredes de izquierda a derecha son apenas visibles desde donde estamos. Decenas
de mesas, repletas de tubos, cajas metálicas, frascos de vidrio y más que vagamente
amenazantes máquinas, se encuentran dispersas en el suelo. No reconozco nada de
esto. Luce polvoriento y sin uso, y de alguna manera antiguo en comparación al
transporte, el edificio y la cama flotante.
Por alguna razón, ver esto aumenta mi miedo lo suficiente como para que me
preocupe por mis manos encendiendo algo en fuego.
Los Otros nos llevan a través de las mesas, manteniéndose en un camino que
serpentea entre ellas. Llegamos a la parte posterior de la sala y nos detenemos ante
un escritorio negro brillante lleno de cuadernos. Dos pantallas planas se encuentran
espalda con espalda, una frente a nosotros, la segunda de vuelta hacia la silla.
Tal vez esto es una pesadilla en realidad. Tal vez estoy a punto de despertar
en Iowa con los Clark, y estaré en invierno. Apretando los ojos con fuerza, le doy una
oportunidad. Cuando los entreabro de nuevo, la belleza resplandeciente de la mujer
es la única cosa en mi campo de visión. Un dolor apuñala detrás de mis ojos. Su
marca en forma de estrella es más roja que la de los hombres.
El Otro nos lleva a través de una puerta detrás de la mujer sentada, un haz
azul pálido barriendo nuestros ojos cuando nos detenemos a su lado. Lo pasamos
de la misma forma ordenada que hemos exhibido hasta el momento. Las luces son
tenues aquí. El techo se mantiene fuera de la vista pero las paredes están más juntas.
La claustrofobia regresa y parpadeo el sudor en mis ojos.
Tres catres flotantes abarcan la habitación, los únicos muebles a excepción de
una mesa. Algún tipo de máquina se encuentra en la parte superior de esta última,
una caja de metal del tamaño de un horno con un monitor de vídeo decorando la
parte delantera, así como unas ventanas abiertas a la parte posterior. Dos palancas
en el lado derecho, una roja, una negra. Un extraño sombrero plateado cuelga de
una de las esquinas. No huele a desuso como los montículos de equipos cableados
en la habitación anterior. Estas superficies lisas y brillantes provienen de las manos
competentes y avanzadas de los Otros.
Dos nuevos Otros se quedan atrás contra la pared del fondo, luciendo
molestos de vernos. Son más jóvenes que la mayoría de los Vigilantes, y mucho más
jóvenes que los Otros vestidos de blanco que nos trajeron aquí. Tal vez son un poco
mayores que yo.
Hasta ahora los he catalogado como de mediana edad. Uno de los dos que
nos trajo hasta aquí, el que dirigía, se adelanta y le habla a los más jóvenes.
Su amigo interviene.
El Otro vestido de blanco rompe su contacto visual con el más delgado, que
inmediatamente suelta su cabeza mientras el alivio inunda su rostro.
El Otro que nos trajo aquí deja la habitación. Los Morgan, el Sanador y yo nos
quedamos a solas con los insolentes contra la pared. El más delgado se está
recuperando de su miedo, a pesar de que sigue estando tan pálido que sus labios se
ven como manchas contra su piel cerosa.
El Sanador y el Sr. Morgan toman las camas flotantes más cercanas a los Otros,
dejándome la que está en el centro de la habitación. No queriendo parecer cautelosa,
me subo a ella sin dudarlo. Sostiene mi peso, no se hunde ni siquiera un centímetro
debajo de mí.
El Otro se aproxima al catre del Sanador. La mesa con equipos flota detrás de
él, suspendida sólo a centímetros del suelo. Al igual que los catres. Al igual que los
transportes.
El alivio batalla con la curiosidad al saber que no nos van a purgar. Cada
ciudad tiene un calendario de purga; una vez al año los Otros envían un equipo para
tratar a los seres humanos en la ciudad. Hay masajes, tratamientos faciales, tintes
para el cabello, paseos, juegos… y purga. Es necesario, pero nunca he estado en una
ya que todas mis familias asisten a purga en verano.
La historia que el Sr. Morgan dio en la casa corre en un bucle por mi cabeza.
El problema será si cambia su versión. Él y el Sanador están relajados en sus catres
para cuando el Otro llega a mí. Parecen estar dormidos. Los ojos del Otro se clavan
en mi cuerpo cuando se acerca a mi catre. Investigan a través de mi piel, ven en mis
huesos y cerebro.
—Dime lo que pasó esta noche, por favor. Comienza cuando llegaste a casa
de la Célula. —Sus palabras son recortadas e impacientes. Apenas me mira, dándome
la distintiva impresión que le gustaría estar haciendo otra cosa. Me sorprendería si
está escuchando con atención a mi historia. Probablemente refrescan a las personas
todo el tiempo, como Leah.
—Llegué a casa a la misma hora de siempre, poco antes de las cinco. Pasé una
hora más o menos en mi habitación haciendo los deberes, entonces bajé a cenar.
Me interrumpe.
—¿Qué comiste?
—Um, pato. Y calabacín. —La vacilación dispara mi corazón.
—Continúa.
—Como “¿dónde estoy?” Y “¿tú quién eres?” O “¿qué está pasando?” —Él
asiente—. Ella corrió hacia la puerta y yo fui a ver si podía ayudarla, ¿sabes? Luego
colapsó y no pude despertarla. Llamé a un Sanador. Él vino. Entonces ustedes
aparecieron.
Cuanto más simple, mejor. Puedo oír un ligero temblor en mi voz y sentir el
sudor debajo de mí, pero las emociones están atrapadas en mi interior donde
pertenecen. Estoy haciendo un mejor trabajo en controlarlas que de costumbre, y
por eso estoy agradecida.
—¿Te levantaste y fuiste hasta ella? —Sus ojos prestan atención y se dirigen
a los míos—. Tu padre no mencionó eso.
Traducido por Martinafab
La voz nerviosa ruge en mis oídos, haciendo que sus palabras suenen muy
lejanas. Apenas penetran la niebla que envuelve mi mente. Fuerzo a que mi respuesta
salga en un tono normal.
Mis ojos revolotean a su cara otra vez. Apartar la mirada después de una
fracción de segundo no es sospechoso. Nadie puede mirar a los Otros por mucho
tiempo.
—La chica Terminal no se despojó de su velo, sólo parecía que alguien había
hecho agujeros en él. De todos modos, el Supremo dijo que la dejáramos así. Quiere
ver si podemos averiguar lo que la dañó.
Como secuestrarnos.
Elij cruza la habitación hacia el Sanador, agarra el extraño objeto con forma
de sombrero de la parte superior de la máquina, voltea el interruptor rojo, y lo pone
sobre la cabeza del Sanador. El casco encaja, duro y reluciente. La plata es tan pura
que podría ser líquida, fluyendo y quedando suspendida en el espacio.
Una vez que el sombrero está en su lugar, el Otro se inclina hacia abajo hasta
que su nariz está a meros centímetros del Sanador. Mis oídos se esfuerzan para
distinguir las palabras.
Su voz es tan pura, tan apasionante que mi instinto es creer lo que sea que
diga.
—Esta noche los Morgan te llamaron porque la Sra. Morgan colapsó y estaba
inconsciente. La familia estaba preocupada por su bienestar, pero no tenían idea de
qué desencadenó el episodio. Tú la examinaste y encontraste que había sufrido una
lesión cerebral. Al darte cuenta que jamás se recuperaría, la declaraste defectuosa y
contactaste a los Vigilantes para que fueran a recogerla. Te despediste de la familia
y te fuiste a casa.
El Otro no se mueve del lugar frente al Sanador salvo por los breves segundos
que hacen falta para comprobar su monitor. Espera un minuto, tal vez dos, entonces
le pide al Sanador que relate la noche otra vez. Mientras lo hace, el Otro se inclina
hacia atrás y mira la pantalla. La voz del Sanador, distraída y distante, repite todo
exactamente como el Otro afirmó.
Elij extiende la mano y agarra una jeringa de la mesa. Está llena de un líquido
de plata similar a la cosa dando vueltas en el artilugio en la cabeza del Sanador. Lo
inserta en el brazo boca abajo del hombre y los ojos del Sanador se cierran al cabo
de un minuto. Comienza a roncar, así que al menos no está muerto.
El Otro pasa al Sr. Morgan, la mesa y el aparato detrás de él. Repite el mismo
proceso, añadiendo algunos detalles sobre todas las cosas que no sucedieron en la
cena. Cómo que la Sra. Morgan cayó de su silla justo a mitad de estar comiendo su
pato, se desplomó en el suelo sin ninguna razón.
No es como si fuera libre ahora de todos modos. Soy controlada por un ser
invisible llamado Ko y sus advertencias ominosas. ¿Eso es en realidad mucho mejor?
Elij se aleja del Sr. Morgan y se vuelve hacia mí. Mis ojos se cierran de golpe y
le ordeno a mi corazón que ralentice. Conocer el juego no lo hace menos aterrador.
Él va a borrar mi memoria, escarbar en mi cerebro y darme un borrón y cuenta
nueva sin ninguna pista de lo que sucedió a la Sra. Morgan. Un bulto se atasca en mi
garganta, duro como una roca y palpitando contra mi piel. Alguien debería recordar
a la Sra. Morgan. Ella no puede simplemente desaparecer.
Si pueden entrar allí para borrar nuestros recuerdos y darnos otros nuevos,
no hay límite para lo que pueden controlar.
No pasa nada.
Una vez que eso está bajo control, me esfuerzo para reconstruir lo que
sucedió en la cocina de los Morgan esta noche. La verdad y la ficción se tornan
borrosas, molestas por las versiones repetidas y variadas que he oído decir esta
noche en esta habitación. No es fácil visualizarlo con la agonía royendo mi cerebro.
Otro temor, oculto hasta ahora, estalla a través de mi cerebro.
Los ojos del Otro son tan ilimitados que es fácil perderse. Mirar en ellos es
como nadar en un estanque acogedor y frío. Del tipo en el que te puedes ahogar si
no tienes cuidado.
Reemplazo el espacio en blanco que borré con una imagen de lo que el Sr.
Morgan dijo que pasó en la cena.
Él se lanza al mismo cuento que le dio al Sr. Morgan y dejo que las palabras
dibujen imágenes en mi mente. Cuando no lucho, la evidencia despreocupada de su
intrusión en mi mente apenas roza mi cerebro. Si me equivoco, me premia con un
golpe duro. El dolor envía pequeños impulsos temblorosos a través de mí. No puedo
parar. Es como sentarse fuera en enero, el viento mordiendo mi piel. Escalofriante.
Tembloroso. Miserable.
Él estudia mi rostro inmóvil por lo que se siente como una eternidad. El viento
sopla aún más profundamente dentro de mi cerebro, empuja con más fuerza.
Mantengo mis ojos vacíos y mi expresión placentera, esperando lo mejor que puedo
mientras que el dolor poco a poco pasa a ser agonizante. Un aliento antes de que
grite, el segundo Otro entra en mi campo de visión y mira por encima del hombro
de Elij.
—¿Cuándo?
—En cinco minutos. Menos, tal vez. Entonces, ¿por qué la estás mirando así?
¿Todavía no has terminado?
—¿Tú lo has hecho? —Elij todavía está resentido por haber sido sorprendido,
me doy cuenta.
A pesar de las razones muy obvias para no querer estar aquí en este momento,
la variedad emocional de mis captores me fascina. Tienen sentimientos además de
placer. He sido testigo de la ira, irritación, contrición, dolor, confusión… casi suficiente
para causar una sobrecarga sensorial. Un pensamiento se cuela en mi mente,
espontáneamente y no deseado.
Si somos iguales, eso significa que yo podría ser también como ellos.
Nada de nada.
—Claro. ¿Dónde más lo pondría? De todos modos, pensé que querrías ayudar
con el descarte.
—En serio, ¿por qué las estás mirando de esa manera? ¿Ésta te gusta? Es muy
bonita.
—No es nada. Su mapa mental no parecía del todo bien. Como si todo fuera
sólo un poco demasiado perfecto.
—Eso sólo significa que eres bueno en tu trabajo. Todo el mundo está siempre
hablando del gran encargado de refrescamiento que va a ser Elij cuando esté listo. Y
aquí estás, haciendo recuerdos demasiados perfectos en una bonita cabeza humana.
—Es una pena, la restricción contra el contacto íntimo con los seres humanos.
Algunos de ellos son tan deseables. Ésta también huele bien. —Se inclina sobre mí e
inhala, sus ojos poniéndose en blanco.
—Sé lo que quieres decir sobre esta. Huele a verano. Es agradable. Sin
embargo, ella no vale la pena el castigo.
—Apúrate. Deshi estará aquí en cualquier momento y sabes que nos robará
el descarte del cuerpo si… —Él se detiene y sale de mi vista.
—¿Decías, Paj?
—¿Algún problema?
—No, señor. Está refrescada. Los mapas mentales limpios. Los recuerdos de
la chica son la más claros que he creado.
Esto no satisface a Deshi; sus cejas se juntan mientras se inclina más cerca
hasta que su mejilla se presiona contra la mía. Mis ojos se cierran y un zumbido
extraño empapa el aire. Lo último que escucho antes de dormirme es la voz de Deshi.
Es suave, serena.
El olor de las fresas y las salchichas flota a través del aire. Convoco todo mi
coraje y lanzo una mirada a la estufa. No está la Sra. Morgan.
Él parece ileso. Me mira por encima de su periódico una vez más y una sonrisa
automática se desliza en mis labios. El Sr. Morgan vuelve a lo suyo. Excepto que…
está temblando ligeramente. Al igual que el Monitor de química. Como si no
estuviera seguro por qué está sonriendo, o si quiere sonreír en absoluto.
—Bien, querida. Es sólo que, bueno, los gofres no son iguales a los
panqueques de arándanos.
La lúgubre calle estéril empapa mis huesos. El otoño se adueña cada vez más
del calor y la luz del sol con cada día que pasa. En poco tiempo me detengo delante
de la valla al borde del parque, mirando hacia las Tierras Remotas. El canto de los
pájaros por la mañana me calma y el limpio aroma frío de las heladas despeja mi
cabeza.
He pasado toda mi vida sin cuestionar la felicidad de las personas, segura que
algo anda mal conmigo por sentirme diferente, por sentir en absoluto. Esta mañana
me permito sentir todo sin tratar de sofocarlo. Las hojas marrones crujiendo sobre
la hierba bajo mis zapatos deportivos. La forma en que los nudos de la áspera corteza
de los troncos de los árboles raspan mis dedos. Miro hacia un cielo increíblemente
azul, sin preocuparme, sin importarme. Sólo siendo yo misma.
Una ira ardiente rasga a través de mi sangre, empujándola más y más cerca
de la superficie de mi piel a medida que mis manos se calientan. Sustituye cualquier
temor persistente en un instante, y si un Vigilante pasara ahora mismo frente a mí le
daría una patada en su mentiroso rostro doloroso de ver. Un abrumador deseo de
derribar la valla con mis manos desnudas se abalanza sobre mí y las formo en puños
para no rasgar el metal electrificado. Un salvaje deseo me recorre, hirviendo a través
de mí sin salida a la vista.
Quiero irme.
Puede que no haya una manera de probar que los Otros controlan la mente,
o que asesinaron a la Sra. Morgan. Pero puedo demostrar que están mintiendo sobre
los animales.
Escalarla es más difícil de lo que creo que va a ser. Cada vez que aflojo un
dedo del pie o suelto un eslabón para aferrarme a otro mi cuerpo se balancea de ida
y vuelta en el metal tambaleante. Tardo más de lo que debería en escalar los seis
metros, ya que me detengo y me sujeto más firme a ella cada vez que esto sucede,
y estoy empapada en sudor y agotada antes de estar a mitad de camino de haber
terminado.
La parte superior de la valla está a mi alcance así que me subo sobre ella. Una
gran ráfaga de viento me empuja contra la parte exterior del cable. Oigo un
chisporroteo, veo una explosión de chispas.
Estoy frita.
No, no lo estoy. Abro los ojos y compruebo mi cuerpo. No estoy frita. La brisa
debe haber volado algunos escombros contra la barrera en otra parte. Mi frente se
arruga al darme cuenta que la valla está funcionando en algunos lugares; eso me
hace apresurarme el resto del camino hacia abajo. Para el momento en que llego a
la tierra blanda mis piernas tiemblan y mi aliento sale en jadeos cortos, pero nada
de eso puede detener la sonrisa tonta que estira mis labios.
Las ramas se balancean por encima de mi cabeza y las aves continúan sus
chirridos mañaneros, sin preocuparse por mi presencia ajena en su mundo. La ira
ardiendo ante la enorme multitud de mentiras retrocede para dar paso a un asombro
tan completo que no deja espacio para el miedo o la rabia en mi corazón.
Un pequeño animal gris con una cola espesa se escabulle desde un tronco,
chillando con una voz extraña. Busco en mi cerebro su nombre, tratando de recordar
esa clase de ciencias en particular. Una ardilla, creo.
Los árboles se elevan por encima de mí, sus ramas desnudas formando un
techo de mosaico que permite que el sol pase a través de ellas en patrones
centelleantes. Me adentro un poco más, lo suficiente como para no ser detectada
por una patrulla, antes de dejarme caer sobre mi estómago. Pongo mi cara contra el
frío suelo duro y respiro profundo. Debería oler igual al césped en el parque, pero
no es así. En su lugar huele crujiente, fresco y prometedor… como a libertad,
cualquier cosa que eso en realidad significa.
Me doy la vuelta sobre mi espalda y miro hacia el cielo cerúleo a través de las
bocanadas blancas de aire flotando de mis labios. El sol se filtra sobre mis mejillas,
sin calentarlas pero brillante y reconfortante. Ardillas y pájaros bailan entre sí,
revoloteando y saltando entre las ramas, saludando al nuevo día con charlas y
canciones. Las ardillas pueden saltar de un árbol a otro como si estuvieran volando.
Algunas aves son enormes y negras, sus ruidos ásperos y crudos mientras sus
canciones surgen de afilados picos. Otras son pequeñas y amarillas con patas
increíblemente frágiles. Pájaros rojos y azules deslumbrantes se lanzan en picado
entrecruzando patrones, cada uno distinto y hermoso.
Los animales no son peligrosos. ¿Qué hay de la comida? Los Otros insisten en
que sólo los alimentos que nos ofrecen en nuestros hogares son seguros para el
consumo. Que las bayas rojas brillantes que crecen en los arbustos y los frutos secos
que caen de los árboles son mortales. No sólo nos enferman o nos dan dolor de
barriga, sino que podrían matarnos.
Los Otros, obviamente, no son lo que parecen. El daño que podrían causar es
interminable. Sus mentiras, su destrucción, pudieron incluso apartarnos de aquí,
donde las cosas son puras y verdaderas.
El pavor inunda mis venas, seguido de inmediato por rabia al rojo vivo ante el
pensamiento.
No me controlan a mí.
Traducido por LizC
Para el momento en que el edificio entra en la vista, ese pequeño rayo de luz
es apenas visible a través de mi grueso pavor oscuro cuando recuerdo quién más
estará en la Célula: Deshi. En pocos minutos voy a tener que enfrentarme a él y fingir
que no sé cómo pasa su tiempo libre torturando a Otros y amenazando a la gente.
Las palabras que susurró anoche permanecen infiltrándose en mis sueños y alejando
las sombras reconfortantes.
Deshi me está vigilando. No sé por qué, o qué espera averiguar, pero puedo
adivinar.
—Eh, Althea.
—Se dice que un Sanador fue a tu casa ayer por la noche. Y un par de
Vigilantes. —Brittany juega con el extremo deshilachado de su trenza, sonriéndome
desde debajo de sus pestañas gruesas.
Sus ojos se abren en concordia. Las miradas chocando con la mía lucen
desconcertadas, sorprendidas. Ni una luce simpática entre ellas. La bellota se desliza
a través de mis dedos sudorosos. El pánico se levanta dentro de mí como una marea;
la forma en que se reunieron en torno a mí me enerva, me atrapa dentro de su círculo
insensible. El recuerdo de la mejilla de Deshi presionada contra la mía, de su voz baja,
amenazante, envuelve raíces de terror sobre mi abdomen. Una gota de sudor se
acumula en el rabillo de mi ojo, ardiendo. El rayo de luz de la rebelión de esta mañana
desaparece y me deposita sola y fría en mi realidad.
Entonces una mano se desliza en la mía, muy helada y fuerte. El olor a pino
flota hasta mis fosas nasales. Me aferro a su presencia robusta para sofocar mi
derrumbe. Él me mira y la compasión en sus ojos casi deshace mi tenue control. Supe
entonces que ya sea que le haya dado permiso o no para ser mi amigo, Lucas es mi
amigo.
—Gracias.
—Cuando quieras.
El resto del día pasa como un borrón. Las chicas vuelven a ignorarme en el
almuerzo y tanto Lucas como Deshi permanecen en la mesa de los chicos a la que
pertenecen. Los cortos veinte minutos que pasé en el bosque me dejan deseando
una manera de recrear la sensación que me dio. Preguntas de ayer por la noche,
cuestionándome qué significa todo esto, me distraen de escuchar mis lecciones. El
poder, transmitido de la seguridad de que no soy yo quien está del todo mal, sino
estos Otros controlando al mundo no es correcto, reaparece y bombea a través de
mi sangre como fuego el deseo de averiguar por qué soy diferente.
Lucas no viene.
Excepto que las alarmas de emergencia no suenan. Los Otros las ponen a
prueba una vez al mes para asegurarse que funcionan, pero ningún timbre chillón
asalta mis oídos. El Monitor pasa el nombre de Lucas sin comentarios, ni siquiera
anotándolo en su hoja de asistencia. Los niños no se dan la vuelta para mirar hacia
su asiento vacío o jadear ante este evento sin precedentes.
Ella regresó a la Célula el día siguiente y nunca nadie me dijo ni una palabra.
Esto se siente igual. Como si todo lo que me protege de ser detenida también
resguarda a Lucas. Lo cual solo puede significar una cosa.
Las dudas ahogan la voz del Monitor. Cuanto más corren por mi mente los
acontecimientos de las últimas semanas, más segura estoy que Lucas es como yo.
He estado esperando por una prueba definitiva, temiendo admitir que podría ser
cierto, pero a menos que esté defectuoso o dañado de alguna manera como Leah,
Lucas tiene que ser un Disidente. Él no siempre está feliz, la aparición de los
Vigilantes lo asusta. Deshi está intensamente interesado no solo en mí, sino en los
dos.
Podría estar en cualquier lugar. No tengo ni idea de dónde buscar, pero tengo
que intentarlo. Ha venido a mi rescate tantas veces. Quiero decir, esta misma mañana
me salvó de perder el control frente a Deshi. Si él está en problemas, se ha ganado
un favor a cambio.
Ahora que tengo una idea de dónde podría estar Lucas, los minutos restantes
pasan goteando como la miel de una cuchara. Cuando finalmente ella nos despide,
estoy fuera de mi silla antes que alguien recoja sus cosas.
Deshi me intercepta cuando me acerco a las escaleras al final del pasillo. Me
muestra su sonrisa arrogante de siempre.
Mis zapatos chirrían un poco en las escaleras duras, así que camino más
rápido. Mi corazón se acelera, subiendo hasta mi garganta. Me preocupa que la
puerta correcta no sea fácil de encontrar, pero lo es. Se ve tan vieja, polvorienta y sin
usar como antes.
Giro la perilla y empujo para abrirla, entrando con mis manos delante de mi
cara para protegerme de las telarañas. No hay ninguna hoy. Juré que nunca me
acercaría ni a tres metros de Fils otra vez, pero después de esta mañana en las Tierras
Remotas estoy más confundida que nunca. Y preocupada.
La habitación está oscura, la única luz entrando por la ventana pequeña a nivel
del suelo que se encuentra en la parte superior de la pared frente a la entrada.
Él está muerto. Un pez no solo puede no vivir sin agua, sino que su pequeño
cuerpo descansa en un lugar desafortunado. Que los Otros bombearan aire caliente
en esta sala abandonada no tiene sentido. Sin embargo, el calor ha dejado el
pequeño cuerpo dorado seco y crispado.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿No se supone que estés deambulando sola?
—Te estaba buscando. ¿En qué estabas pensando al faltar un bloque? Los
Vigilantes lo notaron.
—No, él no saltó fuera. ¿Por qué haría eso? Incluso si lo hiciera, no podría
llegar al radiador. Alguien le hizo esto. —Su voz suena muerta, fría.
Sé que no está enojado conmigo, viendo que no tuve nada que ver con el
deceso de su pez. Está enojado y soy la única aquí, así que lo perdono por hablar
conmigo como si fuera una idiota. Esta vez.
Lucas sacude la cabeza sin mirarme. Tenía que ser un Vigilante. Cualquier
humano que encontrara el pez jamás lo hubiera tocado. La repentina sensación de
ser observada hormiguea entre mis omóplatos. Si un Vigilante sabe sobre el pez,
entonces han estado en esta habitación. No es el santuario que Lucas piensa.
—¿Quién crees que…? —Las palabras mueren en mis labios cuando Lucas se
levanta y patea la silla, enviándola con estrépito contra un montón de basura apilada
contra la pared.
Los ojos de Lucas se llenan de agua una vez más, pero él no lo nota. Miro por
encima de su hombro, tratando de darle un poco de privacidad y me trago mis
propias emociones. El agua de la pecera está congelada porque Lucas perdió el
control de su temperamento. Como me pasa a mí con el fuego.
La vista del agua, junto con la expresión de asombro en mi cara, hace que
Lucas gire para seguir mi mirada. La culpa profundiza las líneas de tensión en su
rostro cuando entiende lo que he visto. Tropieza hacia atrás, lejos de mí.
Mi colcha quemada.
Toda esta sala está fría, ahora que lo pienso. Mis propios sentimientos
aumentados me mantienen caliente, pero la única ventana también está congelada.
Esos ejemplos recientes no son las únicas veces que he derretido objetos con mis
manos. Por primera vez me pregunto si puedo hacerlo a propósito. He pasado tantos
años deseando que los accidentes extraños paren, que nunca he pensado siquiera
en provocarlo.
Los ojos de Lucas están abiertos de par en par, asombrado. Una enorme
sonrisa muestra su hoyuelo antes de que él tome dos pasos gigantes y me agarre en
un abrazo aplastante. Su aliento frío en mi cuello envía escalofríos deliciosos por mi
espina dorsal, y mi sonrisa estalla tan ancha que mis mejillas casi se rompen. Nada
más que éxtasis se filtra a través de mi cuerpo, bombeando como la sangre.
Cualquier cosa que sea, no estoy sola.
—Quería que fuera cierto. Me preguntaba si podrías ser como yo, pero no
podía encontrar la manera de saber sin preguntar. Incluso pensé en dejar soltar el
nombre Ko para medir tu reacción.
Cuando las últimas palabras salen de sus labios un sonido explosivo nos
vuelve a la realidad.
—¿Qué…?
La mirada de Lucas está en mí, pero no en mi cara. En su lugar, se queda
mirando a mi cuello con los ojos tan abiertos que parece que podrían salirse de sus
órbitas.
—Althea. Tu collar.
Creo que es un Otro. En todo caso, se ve más como un Otro que humano,
pero es más bajo que la mayoría de los que he visto. Sus rasgos son afilados y sus
orejas un poco más grandes de lo normal y ligeramente puntiagudas hacia arriba. Es
demasiado borroso para comprobar la marca en forma de estrella.
Lucas se acerca más a mí hasta que nuestros cuerpos se presionan entre sí. La
figura habla, haciéndonos retroceder unos pocos pasos.
—A pesar de que mis facciones se asemejan a las de los Otros, no lo soy. No del
todo, y no donde más importa… aquí. —Se detiene y presiona una mano de largos
dedos en su pecho—. Soy un Disidente como tú, algo completamente distinto, y he
tratado de darte la oportunidad de hacer por tu gente lo que no pude hacer por la mía.
No puedo dar detalles por si este mensaje se ve comprometido, pero debes saber dos
cosas. Sospecho que has encontrado a más como tú, lo que significa que ha llegado el
momento de luchar contra los Otros. Si no haces nada, o eres capturada, toda la
humanidad perecerá. Hay quienes pueden decirte lo que necesitas saber acerca de tu
pasado. Sé atenta, valiente, y los encontrarás.
—No tengo ni idea; nunca antes había pasado. —Quiero seguir hablando,
pero debemos dejar los terrenos de la Célula. Alguien sabe de esta sala, sobre el pez.
Los Vigilantes infestan cada pasillo. Dónde se esconde Deshi es una incógnita—.
¿Quieres salir de aquí?
Ahora que es seguro que Lucas también es un Disidente, todo lo que quiero
hacer es sentarme y hablar con él. Desafortunadamente este mundo nuevo,
supervisado por los Vigilantes limita nuestra capacidad de hacerlo. Enterramos a Fils
en silencio, dando nuestras despedidas al amigo de Lucas. Se resistió a abandonar
la pequeña tumba, y aunque sé que es importante para él, el toque de queda ahora
está a unos cortos diez minutos de distancia. La impaciencia intenta acelerar mis
pasos, pero me obligo a reducir la velocidad. No he tenido la oportunidad de decirle
a Lucas todo lo relacionado con la noche en la que la Sra. Morgan se volvió
defectuosa, sobre cómo Deshi apareció y básicamente me amenazó.
—¿Qué crees que quiso decir Ko con eso que la humanidad perecerá si no
luchamos contra los Otros?
Es la cosa más curiosa de todas las cosas curiosas que dijo Ko. Quiero decir,
los Otros controlan las mentes de los humanos, pero no están en peligro. ¿Verdad?
—No. Pero Ko dice que somos Disidentes, como él, así que tal vez no somos
parte de la humanidad en absoluto. —Nuestra calle aparece demasiado pronto, y mi
reloj dice que tenemos dos minutos antes de que las puertas delanteras deban
quedar cerradas detrás de nosotros—. Lucas, tenemos que encontrar una mejor
manera para hacer esto. Tenemos que hablar antes de que nuestros Vigilantes nos
interroguen.
Esta es la cuarta semana. Tres más hasta que sea nuestro turno.
—¿Y bien?
—Bien. Sal a tu porche trasero después que los Vigilantes patrullen a las once
en punto.
Nos hemos parado frente a la casa de Lucas, o la casa de los Crawford, como
ahora la llamo. No es más suya que la de los Morgan mía. Nos queda un minuto.
—¿Por qué?
Aunque el Sr. Morgan me pregunta por mi día, me cuenta del suyo y sonríe
satisfecho, no parece feliz. No suelo ver televisión con él excepto los sábados, cuando
el tiempo de película en familia lo exige, pero esta noche su sonrisa magullada me
impulsa a unirme a mi padre improvisado en el sofá.
Los únicos programas en la televisión son las noticias dos veces al día, y una
película por la noche. Hay siete películas, una para cada día de la semana. Todas son
tontas y carecen de un punto real. A veces son sobre parejas riendo, disfrutando de
una Excursión, o son simplemente divertidas, sobre gente cayéndose o chocándose
contra paredes. Los Otros juegan la parte de los benefactores benévolos, entregando
menús y gentilmente remendando a los humanos torpes. El Sr. Morgan se ríe de las
imágenes. A mí no me parecen particularmente divertidas, pero me aseguro de reír
entre dientes en los momentos apropiados.
Mientras observo, mi cerebro lucha con otros asuntos. Cómo abordar el tema
de ser un Otro con Lucas si somos capaces de hablar más tarde. Cómo sobrevivir a
las entrevistas sin ser descubiertos.
Dan las nueve y media, por fin. El Sr. Morgan pone las noticias y yo escapo a
la bienvenida soledad de mi habitación. A las diez la televisión se apaga y él camina
hacia la parte inferior de las escaleras, gritándome:
Se arrastra al dormitorio que ahora es sólo suyo y cierra la puerta con un suave
sonido. Me cambio a unos pantalones gruesos y una sudadera, entonces apago la
luz de mi habitación. El asiento de la ventana ofrece una visión clara de la calle y me
acurruco entre las almohadas para esperar. Un Vigilante pasa a las diez y media, la
luz de la farola reflejándose en sus pulidos zapatos negros. Le da a cada casa una
mirada superficial; todas las luces están apagadas.
Mi teoría me deja con dos preguntas horribles. Primero, ¿qué le pasó a la Sra.
Morgan en la cena? Si los Otros les lavan el cerebro a los humanos para mantenerlos
felices y contentos, ¿por qué dejó de funcionar en ella? Segundo, no estoy
mentalmente controlada y tampoco Lucas, pero ¿por qué? La respuesta obvia es que
eso nos hace Disidentes. Es por eso que experimentamos sentimientos malos y muy
buenos también. No explica el hecho de que puedo derretir cosas con un dedo, pero
una cosa a la vez.
Cuando gira la esquina agarro una manta de mi cama y bajo a hurtadillas por
las escaleras. Aguanto la respiración ante el pequeño sonido que hace la puerta al
abrirse con un chillido y salgo al porche trasero. Al principio no veo nada, y la
decepción obstruye mi corazón.
Un vaso de papel con una cuerda delgada arrastrándose por el fondo me
llama la atención, sobre todo porque raramente hay basura tirada alrededor. Hay
una hoja de papel atrapada cerca de las rocas llenando el fondo de la taza.
Vas a pensar que esto es una locura, a no ser que funcione. Creo que
solía jugar con uno de estos cuando era pequeño. Vuelca las rocas, estira muy
bien la cuerda, y pon el extremo abierto en tu oreja.
No está dirigido a mí o firmado. Lucas no sería tan tonto como para dejar
nuestros nombres expuestos para cualquiera que pudiera tropezar con ellos. Suena
loco, pero no tenemos nada que perder, así que en vez de perder el tiempo
cuestionándolo, vuelco las rocas y sigo sus instrucciones. Salto cuando la taza vibra
en mi mano y la voz de Lucas llega a través de ella.
—Sí.
—¿A veces tienes sueños extraños que se sienten más como recuerdos?
—Sí. Creo que son recuerdos de mi verdadera familia. Me llaman Fils, y eso
me hace feliz. Nombré al pez por eso.
—¿Y los veranos? —Él hace la pregunta casualmente, pero hay una razón, sé
que la hay.
Tengo una teoría sobre esto, y estoy feliz de tener la oportunidad de probarla.
—Nunca es verano.
—Creo que sabes muy bien lo que quiero decir. Apuesto a que en tu mundo
nunca es invierno.
—Tienes razón. Primavera aquí. Verano en Georgia. Solía pasar los otoños en
Portland. —Una intriga aturdida lucha con el asombro en su voz.
—Es por eso que siempre estás frío y yo estoy siempre caliente. Quiero decir,
no explica nada, pero en cierto modo tiene sentido. —Otra pregunta, impulsada por
el mensaje de Ko en el collar, me preocupa—. Entonces, ¿qué piensas que no trajo
hasta aquí para estar juntos, ahora? ¿Qué cambió?
—Sí. Tenemos que saber lo que están buscando antes de tratar de engañarlos
pensando que no somos eso. —El vaso permanece plano contra mi oído por un
tiempo, y cuando estoy segura que Lucas no va a responder, lo sostengo alrededor
de mis labios, la duda presionando contra mi corazón—. Lucas, ¿cómo vamos a
combatir a los Otros? Es ridículo. No tenemos nada con que combatirlos.
—Tiene que haber una manera, Althea. Somos diferentes. Sólo tenemos que
averiguar de qué se trata.
Traducido por HeythereDelilah1007
Nos permiten estar en el parque, pero las cámaras puestas en las fronteras y
en el árbol ocasional todavía me ponen nerviosa. Lucas escogió un buen lugar,
escondido tanto de la valla y los árboles con cámaras, así como de los Vigilantes que
están aquí fuera. Nos sentamos cerca el uno del otro metidos en nuestras chaquetas
extensibles y murmuramos en voz baja.
—Tenemos que descubrir qué nos hace diferentes y cómo usar eso para
pelear contra ellos. —Lucas espera mi respuesta, recostado sobre el tronco de un
olmo.
—Y olemos raro, que no se nos olvide eso. Oh, y podemos calentar y enfriar
una habitación como nadie más. —Lucas sonríe, haciendo que mi estómago de un
vuelco.
El piar y gorjear de los pájaros fuera de la frontera rodea la tarde. Las notas
complacientes se meten por mis oídos y se esparcen en mi interior dejándome
anhelante en su batir. Mientras estoy observando uno de los bonitos azules vuela lo
suficientemente cerca de la frontera. Hay un sonido fuerte y las plumas vibrantes
flotan hasta el suelo.
—Lucas, tengo que decirte algo sobre la noche en que la Sra. Morgan
desapareció.
Él se sienta derecho.
—Sí, quería preguntarte por eso. ¿Qué tan raro fue eso de tener Vigilantes en
la casa, observándote? No sé cómo lo lograste.
—Las cosas estuvieron muy locas. Entre todos los niños desapareciendo, tus
mentiras sobre la oficina del Director y Deshi invitándome al Amasijo, mis nervios
estaban bastante afectados.
—Sí, pero ese no es el punto. Unos días después llegué a casa de mal humor
y la Sra. Morgan mencionó a los Vigilantes llevándose al bebé de la casa de al lado.
Todas esas emociones junto a la rabia hicieron un festín dentro de mí… y cuando
mencionaron que el bebé del vecino estaba defectuoso de una manera tan casual,
perdí el control.
—¿Qué quieres decir con que perdiste el control? ¿Así como en que los hiciste
sudar?
Él me gusta.
—Está bien. Si hice que el lugar se pusiera bastante caliente. Puse a hervir un
poco de agua. Y quemé la crema. De todas maneras, perdí el control en el sentido
en que me levanté de la mesa y les grité. Por no interesarse en el bebé,
principalmente, pero también por qué no les importa cuando yo me voy. Me callé lo
suficientemente rápido, dándome cuenta que mi comportamiento no era Aceptable,
pero no podía apagar mi mente. El Sr. Morgan no sacó conclusiones sobre eso, sólo
se quedó ahí sentado masticando su pato. Sin embargo, la Sra. Morgan… cuando la
miré a los ojos pude notar que ella me veía. Como en, realmente me veía.
—¿Qué hiciste?
—¿Tú qué?
Me encogí de hombros para esconder lo espantosas que me parecían mis
propias acciones, y para terminar la historia, incluyendo la aparición de Deshi y la
conversación sobre los velos despojados.
Espero porque quiero que sus pensamientos estén separados de mis propias
opiniones. Se queda callado durante tanto tiempo que volteo mi cabeza para ver si
que quedó dormido. No tengo idea de cómo eso puede ser posible dado la
electrizante emoción zumbando entre nosotros. Tal vez solo me está afectando a mí.
—Debe ser terrible ser como ellos. Están atrapados dentro de sus propias
mentes y no saben que los Otros tienen el control.
Las palabras que los Otros usan se transforman en una frase aplicable.
—Les hacen algo a los humanos para que estén siempre felices. Así no les
importa cuando sus hijos están defectuosos o que tienen que ver las mismas
películas todas las noches de la semana.
Um. ¿Cuándo empecé a hablar de los humanos como algo ajeno a nosotros?
—No nos volvamos locos, Althea. Una cosa a la vez. Si somos como los Otros,
supongo que lo descubriremos a su debido tiempo. Eso podría tener sus ventajas.
—Como poder decirles a los Monitores que no nos pongan tarea.
Ahora nos reímos juntos, rodando sobre la manta como un par de niños. Se
siente tan bien. Nuestra risa se convierte en hipos y nos quedamos quietos, jadeando
para poder respirar.
Calmada, considero los hechos. Ko dice que no somos Otros donde cuenta,
en el interior. Él dice que somos Algo Más. No Otros. No humanos. Disidentes. La
certeza se instala en mi espalda como la mano de un padre.
—Está bien. Confiamos en Ko. Pero tenemos que hacer algo además de
sentarnos por ahí a esperar las entrevistas con los Otros, o a que uno de nosotros
viaje a otra estación.
Mis ojos se abren de golpe y veo a Deshi y a Leah parados a unos cuantos
pasos de distancia. Le toma un minuto a mi cerebro ponerse al día y por primera vez
Lucas también tiene problemas volviendo a recuperar el control. De hecho, me
recupero primero.
Para darle crédito a la extraña pareja, ninguno de los dos me llama la atención
por mentir. Es obvio que no estábamos hablando, o regresando, y dependiendo de
la cantidad de tiempo que pasaron entre los árboles, podrían saber mucho más de
lo que me hace sentir cómoda.
Lucas se las arregla para no verlo ferozmente, poniendo una sonrisa en su cara
mientras se levanta y estira sus largas piernas. Deshi pasa de largo y el aire se mueve
a mi alrededor. Mis músculos se tensan cuando mis ojos se encuentran con la mirada
sorprendida de Lucas.
En lugar del olor a la lluvia en un jardín recién plantado, huele como a muerte.
Un tono beligerante tiñe mi voz; más como a un niño petulante que a una
chica a la que casi besan hace solo un momento. Deshi alza las manos y deja pasar
el tema. Por la manera en la que nos mira, pasando de uno a otro, dice que va a
dejarlo por ahora, pero no para siempre.
Traducido por HeythereDelilah1007
—Tengo una idea, pero no creo que vaya a gustarte. —Lucas me mira de
reojo, negándose a caminar más lento. Es casi la hora de regresar a las casas.
—Está bien, bueno las únicas cosas que sabemos que podemos controlar son
el frío y el calor. Creo que deberíamos practicar. Podríamos usar eso, tal vez.
—Los Vigilantes van a entrevistarnos pronto… ¿de verdad crees que no van a
notar la manera en que olemos? ¿O qué pasa si miran dentro de tu cabeza y no eres
capaz de engañarlos esta vez? Vamos a tener que encontrar una manera de luchar
contra ellos, o bien podríamos rendirnos ahora mismo.
—Está bien. Pero tenemos que encontrar una manera de hacerlo seguro.
Odiaría prenderte en fuego.
—¿Cómo? Nadie recuerda lo que sucede en ellas. —El tono previo lleno de
esperanza en la voz de Lucas se vuelve dubitativo, pero no veo cómo su idea de
prenderle fuego a algunas cosas, o congelarlas, es de alguna manera más útil.
El Sr. Morgan asiente mientras yo subo por las escaleras, me pongo unos
pantalones de pijama grises, calcetines gruesos y una camiseta con capucha, luego
me dejo caer en mi cama. Mi mochila rebota contra el colchón a mi lado, pero no es
la tarea lo que voy a revisar.
No es como nada que haya visto antes. La portada tiene una fotografía de
cuatro hombres y la palabra Byrds, mal escrita. Me toma un minuto descubrir cómo
abrirlo, pero cuando lo hago encuentro un círculo plano y plateado en un costado.
Líneas diminutas pasan a través de su circunferencia en eternos bucles, cualquier
información que pudiera contener es imperceptible. La nota de Lucas se encuentra
dentro del librillo que hay al lado opuesto del contenedor. Las palabras de Ko son
idénticas a las que yo recibí, a excepción del nombre.
Dos secciones del librillo resaltan ante mí, enfocándose en diferentes temas.
La manera en que las palabras se funden entre sí les da un significado que jamás
podrían tener por su cuenta. Una en particular llama mi atención, se asienta en mí
profundamente y se niega a irse.
Más palabras siguen. Un tiempo para nacer, un tiempo para morir. Un tiempo
para ganar, un tiempo para perder. Un tiempo para reír, un tiempo para llorar. Pero
esas seis se repiten una y otra vez en toda la página, como si fueran las más
importantes. Para todo hay una estación. Esas palabras me acosan, se burlan de mí,
como si tuvieran sus propios secretos por contar. Muchas de las palabras en el librillo
son nuevas para mí, sus significados imposibles de saber.
Es extraño, pero algunas de esas palabras suenan familiares cuando las digo
en voz alta.
Un tiempo para nacer, un tiempo para morir. Como la Sra. Morgan. Como el
bebé de la casa de al lado, aunque nadie sabe con certeza lo que les pasa a los
defectuosos. Nunca me he permitido pensar en eso, pero después de mi encuentro
cercano con los Otros estoy más confundida que nunca. Dijeron que habían
catalogado a la Sra. Morgan en la lista de los defectuosos, no que ella estuviera
defectuosa. ¿Puede ser posible que no todos los que están defectuosos son
desechados?
La pequeña idea que ha estado rondando fuera de mi alcance cae entre mis
manos. Las implicaciones envían mi corazón a galope, pero sin Lucas para ponerlas
en balance, no es fácil decir si sólo estoy imaginando la manera en que las palabras
reflejan mi vida, nuestras vidas.
Para mi sorpresa, duermo largo y tendido, abriendo mis ojos apenas unos
momentos antes de que el Sr. Morgan suba por las escaleras para hacer que me
levante. Los días pasados han revigorizado la energía reprimida que he estado
cargando durante todos estos años. Por fin tiene algún lugar a dónde ir. He pasado
mi vida mezclándome, pasando desapercibida, descubriendo una manera de actuar
con normalidad. Ahora, podría ser capaz de no solo encontrarle sentido a mi
existencia, sino controlarla.
Lucas se detiene frente a mí, sus ojos suavizándose cuando mete un grueso
mechón de cabello detrás de mi oreja. Sus dedos rozan mi mejilla, dejando una
sensación extraña, entre helada y caliente a su paso. Luego sonríe.
—Leí esas palabras dentro del pequeño librito brillante, ¿sabes? La mayoría
eran bonitas, pero otras se quedaron clavadas en mi cabeza. Las que hablan de las
estaciones y cómo cambian. El verso “para todo hay una estación”. Me hizo pensar
en nosotros. —Mis ideas burbujean mientras caminamos hacia la Célula. Podrían
estar muy fuera de lugar, pero no se siente de esa manera. Lo he repasado una y otra
vez en mi cabeza cientos de veces desde anoche, y se siente real.
—Sí. Pero estamos nosotros dos, y hay cuatro estaciones. Y la nota, la que nos
dio Ko, dice que somos más… no otra persona, no alguien más. ¿Ves lo que estoy
diciendo?
La realización debe golpear a Lucas al mismo tiempo que a mí, porque cuando
ambos empezamos a hablar nuestros ojos parecen idénticos discos enormes.
—Deshi…
—Deshi huele a primavera. O, al menos, así era cuando llegó por primera vez.
Todavía lo hace, sólo que es una primavera podrida, en lugar de una fresca.
Lucas asiente.
—Si es momento para que nos conozcamos, tiene sentido que los tres
hayamos terminado juntos. El cuarto no puede venir aquí, porque es otoño.
—Por muy extraña que sea mi vida, no cambiaría el ser capaz de sentir por
nada más. ¿Y tú?
Lucas toma mi mano, probando que mi alegato era mentira cuando no salto
en lo absoluto, sino que me aferro a él como si mi vida dependiera de ello.
Caminamos sin hablar por varios minutos hasta que la Célula está a la vista desde la
calle. Alcanzamos la puerta principal, ambos con nuestras sonrisas de siempre ahora,
y vamos por caminos diferentes. El día no tiene nada de peculiar mientras transcurre.
Leah derrama su leche en mi regazo a la hora del almuerzo, pero estos episodios
suyos se han vuelto comunes. Lucas me alcanza en el pasillo antes del examen de
química. Sus ojos brillan a medida que cierra la puerta de mi casillero y me agarra
del brazo.
—Sólo mira. —Se sube las mangas de la camisa por encima de los codos y
envuelve un contenedor con sus manos fuertes. En segundos se congela por
completo, emitiendo una serie de sonidos como de agrietamientos y estallidos. Aleja
sus manos, sonriendo como un idiota.
Estiro un dedo y toco el vidrio, sintiendo mis ojos ampliarse. Está congelado
sólidamente.
—Sí. Me tomó unos cuantos intentos descubrir cuánto poder debería usar.
—¿Puedes controlarlo?
Evita mirarme.
Me rio, notando ahora que está usando lo mismo que usó el día anterior.
—De ninguna manera, Lucas. Las personas van a empezar a llegar en cualquier
momento. No deberías estar jugando con esto en la Célula.
Él se encoge de hombros.
Mi boca se seca. Me pongo de pie detrás de Lucas, pero para cuando llegamos
al mostrador la mitad de la clase está frente a nosotros. Varias parejas han
seleccionado ya una bandeja, y el vaso congelado desapareció. No hay manera de
descubrir quién lo tiene.
Mis manos tiemblan, derramando parte del agua fría sobre el escritorio de
Lucas. Él me quita la jarra en silencio, los nervios moviéndose entre nosotros como
electricidad. Nadie dice nada sobre algún vaso congelado. Tal vez no lo han notado,
o tal vez piensan que el de los demás también lo está.
La chica herida hace extraños ruidos de quejidos, pero no cae agua por su
cara. Su piel se ve blanca como una sábana, incolora contra su suéter café oscuro y
los charcos escarlata sobre su escritorio. Ella agarra a su compañera de laboratorio
con su mano libre, apretando tan fuerte que puedo ver su piel enrojeciendo desde
aquí.
—Duele, Emmy.
—¿Qué sucede, chicas? ¿Reese, por qué estás sangrando? —Ella está calmada
y tranquila aunque la sangre de Reese se está acumulando sobre el escritorio y sobre
el piso. No es como si se fuera a volverse defectuosa, aunque en realidad se ve
bastante mal.
Por otra parte, la chica con el sangrado nasal tampoco debió haber estado
defectuosa antes.
Los ojos de Reese se nublan y se balancea sobre sus pies. Emmy levanta un
brazo y responde por su compañera.
—¿Congelado? ¿Por qué estarían congelados tus materiales? Voy a tener que
reportar esto. Mientras tanto, Emmy, llévala a la oficina del Director y llama a un
Sanador.
Emmy asiente, apoyando todavía a una Reese tambaleante mientras salen del
salón. El Monitor se aclara la garganta hacia el resto de nosotros, todavía
inmovilizados por el incidente.
Los Vigilantes no le hablan a nadie pero pasamos justo entre ellos de camino
a la salida. Yo voy primero, luego Lucas. No nos detienen. Nos separamos para ir a
nuestros respectivos casilleros. El pavor dentro de mí pulsando y aumentado,
incrementado por la preocupación.
—Leah. Me asustaste.
—Lo siento. —Su sonrisa extraña envía escalofríos por la parte trasera de mi
cuello—. ¿Escuchaste lo de Emmy y Reese?
—¿Qué pasó?
—Tuvieron que hablar con los Vigilantes porque el Monitor reportó su vaso
congelado… —Ella cuenta la historia como si quisiera que yo le suplicara, pero
cuando no lo hago continúa con un gruñido silencioso—. Están defectuosas. Los
Vigilantes se las llevaron.
Traducido por Shilo y Scarlet_danvers
Salgo enojada por las puertas principales y paso a Lucas sin hablar, luchando
con la vergüenza por mi egoísmo. Corre para alcanzarme y mantiene el paso. Cuando
estamos solos, tanto como podemos estarlo, me detengo y lo enfrento.
Al menos Lucas tiene el buen juicio de verse culpable, también. Se inclina hacia
delante y presiona sus manos en sus rodillas, respirando profundamente. Quiero
sentarme en el césped y dejar que el agua gotee de mis ojos hasta que se seque. El
otoño se ha vuelto una espiral fuera de control, mis emociones tirándome de un lado
a otro lo suficientemente fuerte para causar un dolor en todo mi cuerpo. Lucas se
endereza y agarra mis manos, apretando mis dedos. El dolor de su agarre me aclara
la mente, intercambia la culpa por autopreservación. Sin una palabra, trastabillamos
a casa, nuestros pies yendo en algún tipo de piloto automático. Vamos lento,
consumiendo más de media hora de nuestra hora en silencio.
—No podemos hacer nada por Emmy y Reese, o alguien más. No hasta que
podamos descubrir cómo ayudarnos a nosotros mismos. Y tenemos que hacerlo
antes de las entrevistas.
—Lo sé.
—¿Qué pasa?
—Es acerca del día que te dije que escuché a escondidas en el Centro
Administrativo que los Vigilantes están aquí buscando algo.
—¡Oh, sí! Nunca me dijiste como en realidad escuchaste eso. —La sospecha
nubla mi mente, preguntándome si sus razones para ocultar su secreto podrían ser
siniestras.
—No sé si puedo explicarlo muy bien, pero trataré. Ese día, traté de obtener
información de las chicas en el almuerzo, pero no sabían muchas cosas. No más de
lo que ya había averiguado, pero después de esa escena bizarra en la Excursión
Familiar y comprender que los Otros estaban apuntando a nuestra clase, no era
suficiente. —Recorre mis nudillos con un pulgar y me olvido de escuchar por un
segundo—. Seguí a uno de los Vigilantes. Fue a la oficina del Director, pero no pude
entrar; viste las cámaras.
—Me alejé y me mantuve fuera de vista hasta que las puertas se abrieron de
nuevo. —Hace una pausa, su mano libre temblando a medida que la pasa a través
de sus rizos.
—Sí. Le dio vuelta a la esquina y yo sólo… la agarré. —Mi boca se abre, pero
levanta una mano—. Déjame decir todo. Quería tanto saber por qué los Vigilantes
estaban aquí. Pensé que tal vez podía hacer que me dijera.
Jadeo a través de mis dientes apretados. No sólo por lo que ha dicho, sino
porque me recuerda a esa noche en la cocina, cuando la Sra. Morgan quería salir
corriendo por la puerta.
Se detiene, encontrándose con mis ojos.
—¿Qué?
—Nada. Continúa.
—Exactamente lo que te dije en el parque ese día. Que los Vigilantes están
buscando algo, no escuchó qué, y que piensan que lo encontrarán al entrevistar a
los de último año. Después que lo escupió todo, su voz se volvió suave, como la de
una niña pequeña, y me preguntó qué iba a pasar con nosotros. Me preguntó qué
era yo.
—Hay más. El otro día, después que sugeriste tratar de averiguar acerca de
las entrevistas, lo hice de nuevo.
—¿Qué?
—Lo sé, es sólo que ella es la única persona en la que puedo pensar que
podría saber en dónde están llevándolas a cabo, y ya la había jodido, así que, ¿cuál
es la diferencia? —La miseria profundiza su voz, la hace rasposa—. Dijo que las
conducen en la oficina del Director, por lo tanto, no hay manera que podamos
escucharlas. Y ella, o no sabe o no me diría las preguntas.
—Después que me dijiste lo que pasó con la Sra. Morgan y lo que los Otros
dijeron acerca de ella despojándose de su velo, empezó a tener sentido. Debes
haberle hecho lo mismo a ella.
—Althea, si quieres culpar a alguien, culpa a los Otros. Son los que colocaron
los velos en primer lugar. Y no es como si hubiera hecho un gran trabajo reparando
a Leah. Ya ves lo diferente que es. Agresiva. Enojada. Está cortejando a Deshi, para
colmo de todo. —La culpa cubre su voz mientras flaquea por la admisión.
Es verdad que Leah es diferente ahora. Aun así, enojada es mejor que
defectuoso. El viejo y pesado miedo me dobla hacia delante sobre mis piernas por
un minuto.
—Althea, detente. Una cosa a la vez. Si somos Otros, no hay nada que
podamos hacer para cambiarlo. Pero Deshi… estoy de acuerdo en que tiene sentido
que sea otro Disidente, y todas las señales apuntan a eso, pero simplemente no
confío en él. No de la manera en que confío en ti.
—¿Lucas?
—¿Sí?
—¿Vendrás más tarde? —No es Aceptable, pero después de esta tarde, pensar
en estar sola hasta la mañana siguiente hace que mi piel pique. Si es atrapado
escabulléndose, no hay manera de decir lo que podría pasar. Por otro lado, no es la
peor infracción que hemos cometido en las pasadas semanas. Ni siquiera es lo peor
que hemos hecho hoy.
—Claro.
La noche dura una eternidad, y cuando el Sr. Morgan me llama a la sala antes
de las noticias de las diez, siento que nunca va a terminar. Palmea el sillón a su lado
y me siento, temblando en pantalones de pijama café claro y con una camisola a
juego.
—¿Pero por qué no viene hasta aquí? —No tiene sentido que me pidan que
me encuentre con ella en el parque en lugar de ir al pueblo. Todas las cosas de la
Sra. Morgan están aquí. El pedido planta una semilla de sospecha en el fondo de mi
mente.
Las cejas del Sr. Morgan se juntan por un momento, su sonrisa inquisitiva
tirando mi corazón.
—¿Te importaría recibirla por mí?
—Claro, papá.
Besa mi mejilla y jala mi coleta antes de enviarme a la cama. Una hora después,
una paranoia repentina ataca, así que camino en puntillas bajando las escaleras en
calcetines para revisar de nuevo la puerta trasera, aunque nunca la cerramos. Me
golpeo contra algo duro y reboto, sofocando un grito. La voz susurrada de Lucas me
calma antes de que el terror eche raíz.
—Soy yo. Cielos. Dije que dejaras la puerta sin llave, no que me derribes
cuando entre. ¿Qué estás haciendo aquí abajo?
—Comprobando la puerta.
—Me gustan tus pijamas. Son lindas. —Golpea suavemente mi nariz con un
dedo, y luego atraviesa hasta el asiento en la ventana, encaramándose en mi pila de
almohadas.
—Es raro.
—Nunca puedo ver muy bien, e incluso el mejor de mis sueños consiste más
que nada en impresiones que imágenes sólidas. Pero es cálido, como el puro final
de la primavera o tal vez como se siente el verano. Mis brazos y cabeza flotan por
encima del agua, caliente por el sol. Está fría en lo profundo y hay personas, un
hombre y una mujer, riéndose y salpicando cerca. Estoy pateando en el agua y me
pasan entre ellos, ayudándome a llegar del uno al otro y besando mis mejillas cuando
alcanzo a alguno. —Una calidez me recorre ante el recuerdo, como siempre lo hace,
por esa sensación extraña y desconocida de amor brillando a mi alrededor como
nunca lo ha hecho en la vida real. Para esconder lo mucho que significa el sueño, me
encojo de hombros—. Nunca he estado en el agua, obviamente. Pero eso es todo.
Se recuesta en las almohadas, pasándose una pálida mano por sus rizos.
—Eso suena como casi una razón suficiente para estar fuera en la nieve.
Lucas se ríe, mi débil broma aliviando la tensión transmitida que se manifiesta
por dejarnos ver el uno al otro en nuestros lugares privados. Si los sueños son las
impresiones de nuestros recuerdos, me aferro a la posibilidad de que el hombre y la
mujer son mis verdaderos padres. Que en algún momento tuve una familia, y que
me amaba.
—¿Y si vamos ahí para encontrar a este Archivista y no volvemos nunca más?
—¿Te quedarías hasta que me duerma? Es sólo que no quiero estar sola.
—Incluso si podemos desvelar a los humanos, ¿de qué nos sirve? Si no pueden
ser normales después de eso, es inútil.
—¿Y si pudiéramos hacer eso más de uno a la vez? ¿Como a toda la Célula, o
a toda la ciudad? Podríamos ser capaces de conseguir que nos ayuden.
—¿Crees que están mejor caminando como si fueran felices, como si todo
estuviera bien?
Mi irritación alcanza su pico máximo. Él siempre está tan seguro de que tiene
razón.
—Sé que probablemente no somos humanos, Lucas, pero también tengo que
creer que somos diferentes a los Otros. Ko dijo que podemos salvar a los humanos.
No quiero hacerles daño.
Pienso en los Hammond, Val, Monica, las chicas aquí en Danbury, incluso en
Leah. El Sr. Morgan. Una actitud protectora feroz recae sobre mí.
—Te veré allí. El Sr. Crawford quiere mostrarme algo del trabajo después del
desayuno.
El sábado amanece frío y húmedo, los cielos grises expeliendo lluvia que
salpica la acera con puntos redondos. Tomo el desayuno con el Sr. Morgan y me
muestra la pequeña caja de elementos familiares que solicitó el Archivista. En el
interior hay algunos pedazos de papel que parecen documentos legales, algunas
fotografías de la Sra. Morgan y sus padres, y una identificación. Nada que se vea lo
suficientemente importante como para que los Otros se preocupen sobre ello.
Ver al Vigilante me sorprende, es uno de los diez que han estado observando
constantemente la vida en Danbury estas últimas semanas. La segunda figura es más
pequeña por un amplio margen, y es femenina. Ella nos mira fijamente, una sonrisa
tanto complacida como temblorosa estira sus generosos labios. Cabello rubio miel
encabeza su pequeño marco y halaga sus rasgos delicados.
Parpadeo, segura que sus ojos cambiaron de negro a azul noche y de nuevo
a negro en el espacio de esas tres palabras.
—Oh, um…
—No tengo ninguna indicación que los dos hayan tomado parte de un
Permiso Parental. Este es un requisito para las parejas voluntarias.
Lucas camina más cerca de mí, su aroma calmando mi corazón latiendo con
fuerza. Me alegro de que estemos a favor del viento de los Otros. La lluvia se lleva
los olores.
La mujer encuentra mi mirada y sus ojos cambian de color una vez más,
llenándose con agua. Parpadea para alejarla rápidamente, sonriendo.
El alivio llena la cara de Lucas cuando me detengo junto a él otra vez. La mujer
extiende sus manos en una petición silenciosa y él le entrega la caja de cartón. Ella
la pasa al Vigilante sin comprobar el contenido.
Sin decir una palabra más, ella y el Vigilante retroceden fuera del límite. Se
van, dando un paso hacia el botón rojo para cerrar la valla en su camino. Lucas y yo
no nos movemos mientras los bordes de la valla se deslizan silenciosamente hacia la
otra, fijándose en el lugar con el más débil de los sonidos. El misterio que rodea a la
mujer me molesta.
—Bueno, eso no fue tan emocionante como pensé que podría ser —observa
Lucas.
—Ajá.
—¿Qué?
—Será mejor que hable con el Sr. Morgan acerca de un Permiso Parental dado
que le hablamos al Vigilante de eso.
—¿Quieres decir, además del hecho que es una mujer Otro? ¿Cómo qué?
—No hay necesidad de estar nervioso. Voy a enviar un mensaje a tus padres
y comprobarlo con ellos, pero el martes está bien para mí.
Lucas aprieta mi mano y escapa. El Sr. Morgan ríe de nuevo, y luego volvemos
a nuestra rutina del sábado. Vemos la película en la televisión durante el tiempo en
familia. Hace que mi piel se ponga de gallina saber que por esta calle, en cada calle
de la ciudad, en cada pueblo en la tierra, todo el mundo está haciendo la misma cosa
exacta. A dos casas de distancia, Lucas y los Crawford se ríen de los mismos
momentos que nosotros. Como tontos descerebrados.
Eso es.
Ko dijo que afuera hay quienes saben de mi pasado. ¿Podría referirse a ella?
Mi habitación se encoje, demasiado pequeña y demasiado lejos de Lucas. Me
invade la necesidad de hablar con él. No planeamos utilizar el dispositivo con los
vasos esta noche, así que tendrá que esperar hasta nuestra hora libre mañana por la
mañana.
Tres días. Ella dijo que sólo estará en el centro de acopio tres días más.
—Vamos a caminar.
Cuando las palabras golpean sus oídos tropieza un poco, pero sigue
caminando.
Los ojos de Lucas están tan amplios como la luna llena, y casi tan brillantes
con asombro.
—Sabes, ahora que dices eso, sí se parece a él. Vi sus ojos cuando le entregué
tu caja y sus ojos fueron amables.
—Creo que estaba tratando de decirme algo ayer. Cuando caminamos juntas
para abrir la puerta, me miró y dijo algo sobre el centro de acopio estando a una
hora a pie bajo el sol de la tarde.
—¿Y?
—También lo creo.
—Sé que estás preocupada por los animales, Althea. Pero ésta podría ser
nuestra única oportunidad de averiguar quiénes somos. Los Otros mintieron sobre
Fils. Mintieron de lo que sucedió a la Sra. Morgan. Tal vez también mienten sobre los
animales.
—Lo hacen. —Mi voz es tan baja que tengo que repetirme—. Lo hacen. Y sé
cómo podemos pasar a través de la frontera. Me subí hace unas semanas a la valla,
la mañana después que hice que la Sra. Morgan se volviera defectuosa.
—No lo puedo creer. ¿Por qué te comportas como un gatito asustado algunas
veces, pequeña rebelde?
—No soy una rebelde, esa fue una mala mañana y lo hice sin pensar. Tenía
que estar en alguna parte donde los Otros no estuvieran.
—Así que, ¿entonces están mintiendo sobre los animales? ¿No te pasó nada
malo?
—No, no esa vez. Sólo vi pájaros y ardillas. No estoy segura que estén
mintiendo, no totalmente. Quiero decir, los animales en general están en sus cosas,
pero tienen que comer, ¿no?
Se encoge de hombros.
—Claro. Aun así, ¡esta es una gran noticia! Así que, ¿vamos, entonces?
Aunque no soy tan positiva como Lucas, no mucho de la vida me espera aquí,
dentro de los límites. Una vez los Vigilantes me tengan a solas en una habitación, va
a terminar de todos modos. No me hago ilusiones de fingir durante la entrevista de
la manera que lo hice con el refrescamiento. Esos Otros no estaban prestando
atención, y no tenían ninguna razón para comprobar todo lo que dije o hice.
Hemos estado evitando cualquier tema que pudiera parecer sospechoso si,
cuando, nos topamos con Deshi. Es exasperante, pero el reto de dar con temas que
suenen vanos pero no lo sean es a la vez vigorizante.
—Háblame de la Célula Intermedia. —Esos son los tres años que pasé en
Portland, a excepción de los veranos faltantes, por supuesto. Quiero saber si él
también se mantuvo en el mismo sitio durante eso.
Me aturde un poco, saber que pasó esos tres años en Danbury. Tal vez por
eso los niños lo escuchan a él más que a mí. Lo conocen. Por lo menos, solían hacerlo.
—¿Tú?
—Sí. Algunos.
—¿Quién? —pregunto.
—Leah era mi mejor amiga. —Las palabras se deslizan por sus labios en un
susurro y el arrepentimiento se acumula en los pliegues alrededor de su boca. Los
pedazos de mi corazón entran en guerra entre sí, la mitad de ellos rotos por su
pérdida de Leah, en más de un sentido. El resto aliviados de que ella ya no es cercana
a Lucas. Si nunca hubiera viajado de nuevo, tal vez ellos dos estarían cortejándose.
No me gusta la idea.
Mientras trato decidir sobre otro tema aparentemente inocuo, recuerdo que
nunca le he dicho todavía a Lucas cómo mi collar se parece a las cicatrices de los
Vigilantes. Tengo miedo que vaya a ver lo que yo veo: otro vínculo entre nosotros y
los Otros. Por otra parte, jamás vamos a aprender nada si estamos demasiado
asustados para ver la verdad.
—¿Y?
—Y la cicatriz tiene la misma forma de mi collar. Una estrella con solo cuatro
puntas.
Vacilante, pero volviéndose más audaz con cada paso, Lucas se acerca a la
frontera. Él extiende una mano, listo para tocar donde los palos lo hicieron. Contengo
la respiración, lo suficientemente alto para ser escuchada, pero él no le pone ninguna
atención. Una parte de mí quiere detenerlo, pero tenemos que salir. A pesar de que
toqué la valla un par de semanas atrás, las uñas cortas se clavan en mis palmas
cuando los dedos de Lucas se arrastran más y más cerca del metal entrelazado,
finalmente envolviéndose alrededor de la sección frente a él.
—Esta noche, Althea. Sólo tenemos dos días más. Nos encontraremos en el
porche trasero a las once.
Lucas sonríe, tomando mi mano y frotándola entre las suyas. Como si eso me
vaya a calentar.
Nos tropezamos con Deshi cuando pasamos los juegos infantiles cerca de la
parte frontal del parque. La mirada en su rostro me irrita más de lo normal, está
sonriendo como si estuviera satisfecho de sí mismo. Me recuerda la noche en que
lastimó al joven Otro, y me asusta saber lo que ha causado esta mañana. La forma
en que aparece inesperadamente siempre me ha puesto al borde, me preocupa que
esté espiando. Ya sea como nosotros, o como los Otros, Lucas tiene razón: él no es
digno de confianza.
Lucas contesta con una relajada voz tranquila, deslizando un brazo alrededor
de mi espalda.
Deshi resopla, mirando fijamente mis dedos metidos dentro de mis mangas.
Sus observaciones de soslayo sobre mi nivel de comodidad en el frío me hace pensar
que sabe algo. Tal vez está tratando descubrir si somos como él.
Caminamos unas pocas cuadras antes de que Deshi sonría más amplio.
—Así que, ustedes tienen sus entrevistas pronto, ¿eh? ¿Están nerviosos?
Sonrío de regreso, y pongo mi mejor mirada en blanco y uso un tono de voz
sin vida a pesar de que el sudor calienta mi cuerpo bajo la ropa.
El Vigilante pasa debajo del poste y juro que observa directamente al asiento
en mi ventana antes de seguir caminando.
Dejarlo suelto casi vale la pena cuando Lucas se ilumina, agarrando mi mano.
—Te ves bonita. Puedo oler mejor el jazmín cuando tu cabello está suelto. La
brisa lo levanta y… —Se va callando, avergonzado o sin palabras, es difícil decir cuál.
Lo rescato.
Los Vigilantes que patrullan y las luces brillantes hacen que usar las calles sea
peligroso, así que nos apegamos a los patios traseros hasta que corremos a toda
velocidad a través de la entrada del parque. Una vez que dejamos el parque infantil
no hay luces y una oscuridad sofocante nos presiona. Quiero encender mi linterna,
pero Lucas detiene mi mano.
—¿Quieres ir primero?
—Adelántate. Ya lo he hecho.
—Fanfarrona.
Escalar es tan poco natural para mí ahora como lo fue la primera vez, y
temblores violentos atacan mis extremidades para el momento en que deslizo una
pierna sobre la parte superior y empiezo a descender. Cuando llego a una distancia
razonable del suelo, libero mi agarre y me dejo caer los metros que faltan a la tierra
lodosa. Los brazos de Lucas me aseguran, me levantan cuando mis rodillas se
debilitan. Mi rostro está a centímetros del suyo, nuestras respiraciones mezclándose
en nubes blancas congeladas.
—Sí.
No puedo creer que lo haya dicho. No puedo creer que esto esté pasando, o
lo mucho que lo deseo. Será mejor que lo haga pronto, porque estoy a punto de
romperme en pedazos de pura expectación. Sus brazos se aprietan mientras me
empuja contra su pecho, e inclina su hermoso rostro hacia el mío. Cuando nuestros
labios se tocan, la intensidad se dispara fuera de mi cuerpo y gira en una espiral
enloquecida. El mareo me hace agarrarlo con más fuerza.
Sus labios son fríos, refrescantes contra los míos calientes. El beso profundiza,
mis labios separándose sólo un poco a medida que mi cabeza se inclina hacia un
lado y mis brazos serpentean alrededor de su cuello. Parece haber durado por horas,
pero al mismo tiempo se detiene demasiado rápido. Nuestras frentes se presionan
mientras jadeamos por aliento. Cuando mis ojos se abren, se encuentran con los de
Lucas. Después de un segundo de mirarnos pasmados, sonríe y mis músculos se
relajan.
—Deberíamos irnos.
Mi cuerpo entero tiembla, y sólo soportar mi propio peso hace que puntos
negros bailen frente a mis ojos. Mi mente se arrastra por piscinas oscuras y nubladas
y mi voz suena lejos.
Las palabras salen solas, y no es hasta después que me doy cuenta que la
honestidad puede estar sobrevalorada en esta situación particular.
—Bebé.
Nos dirigimos en la dirección del sol poniente, como dijo la mujer. La paz de
las Tierras Remotas es más difícil de encontrar en la oscuridad negra como el carbón.
Hay demasiadas sombras, demasiados lugares donde animales más grandes que una
ardilla se pueden esconder.
Hemos estado caminando por largo tiempo cuando un crujido nos detiene
sobre nuestros pasos. Mi cuerpo entero se congela cuando un par de ojos suaves,
llenos de miedo, emergen de la oscuridad. Mis uñas se entierran en el brazo de Lucas.
Gruñe por el dolor y sigue mi mirada.
Es una chica, creo, porque no tiene astas. Sus respiraciones escapan en nubes
nerviosas, y sus orejas se crispan. Encontrarnos aquí afuera probablemente no es
parte de sus planes de la noche. Aunque está parada quieta, sus músculos se sacuden
bajo su piel que se ve como terciopelo. Se ve lista para correr. Un arrebato repentino
de envidia al pensar que ella puede correr a donde plazca me hace trastabillar. No
está atrapada. Sólo su miedo e incertidumbre la mantiene en su lugar.
Espero que eso sea cierto. Por otra parte, tal vez lo es.
—Sé lo que es, Lucas. —Trato de capturar su tono molesto—. La pregunta es,
¿qué vamos a hacer al respecto?
Da un paso más cerca de la cierva sin responder, los dedos tomando una
zanahoria del contenedor. El aire en mis pulmones empieza a quemar. Lo fuerzo a
salir en una exhalación silenciosa.
Lucas extiende una mano con una zanahoria en su palma y el rayo de luz
proyectado de mi linterna salta arriba y abajo. Contra su mejor juicio, la cierva alcanza
su nariz y olfatea el aire. Sus labios se mueven hacia delante, luego hacia atrás. De
ida y vuelta. Lucas tiembla con el esfuerzo de mantenerse quieto. Jadea cuando ella
le arrebata la zanahoria, sacando otra y sosteniéndola esta vez mientras mordisquea.
Su sonrisa es contagiosa.
El aire llena mis pulmones y lo retengo, de pie como una estatua mientras su
rostro amable se agacha. El aire sale a medida que sus labios se llevan rápidamente
la zanahoria de mis manos. Es tan perfecta, tan absolutamente pura. Mi corazón se
siente abierto, los puntos que usé para cerrarlo cuando dejé Portland y el único
indicio de conocer a una familia real están rotos y se han ido. Este animal, sin ningún
esfuerzo, hace que me importe de nuevo. Me hace sentir viva y una parte sólida del
mundo, en lugar de una extraña reluciendo en sus bordes.
En este instante, creo que entiendo la verdadera razón por la cual los Otros
nos separan de los animales.
Lucas rompe el momento cuando extiende una mano para tocar su costado.
Con la primera sensación de las yemas de sus dedos en su flanco, se retira, la
zanahoria olvidada mientras cae a la tierra. Sus ojos se encienden con miedo y se
aleja, la cola desapareciendo en los árboles antes de que alguno de nosotros emita
un sonido. Lucas se da la vuelta, sus ojos húmedos.
—Era tan suave. Aunque, estaba asustada de nosotros. Me pregunto por qué.
—¿Por qué no? ¿Se veía violenta para ti? ¿O como si un millón de gérmenes
se arrastraran sobre ella? —Su tono defensivo me pone de los nervios.
—La amo, y amo estar aquí afuera. —Una tristeza me recorre. Nunca la veré
de nuevo—. Pero los ciervos comen plantas, sabes, no personas.
Cuando no hay moros en la costa, Lucas atrapa mis labios con los de él,
sorprendiéndome, luego se da la vuelta y corre al interior. Sigo su ejemplo y me
arrastro a mi cama.
Me imagino volviendo la cabeza hacia él, nuestras bocas tocándose. Mis ojos
se cierran y lamo mis labios, asintiendo en entendimiento. Se queda por un momento
más, su aliento deslizando mechones sueltos de mi cabello contra mi piel. Estamos
congelados. Como si estuviéramos pegados, cada uno incapaz de moverse. Lucas se
endereza finalmente, haciendo que mi corazón lata todavía más rápido. Tiene que
salir de aquí antes de que me muera. Este día ha sido lo suficientemente duro para
mi corazón y mis nervios sin que él esté sonriéndome así.
—¿Qué te pasó?
No responde.
—Sólo camina.
Nos toma una eternidad caminar más allá de los terrenos de la Célula. Mis
rodillas tiemblan fuertemente para el momento en que dejamos a todos atrás. Lucas
se detiene y se inclina, colocando sus manos en sus rodillas, jadeando.
—Vi algo. —Se detiene, tragando con fuerza antes de continuar—. Estaba
usando el baño como te dije, y Deshi entró cuando estaba en el cubículo. Supe que
era él por su colonia de muerte. Es nauseabundo, peor que la última vez que lo
olimos. Mucho peor.
—¿Y?
—Me paré en el inodoro para que no pudiera ver mis pies. No sé por qué.
Entonces hizo sus cosas, y salió para desinfectar sus manos y eché un vistazo por la
rendija de la puerta. Su rostro… —Lucas se detiene, palideciendo todavía más por el
recuerdo.
—No, no lo es. Lucas, no puede ser un Otro. Hemos pasado tiempo con él,
hablamos con él. Es un Barbarus humano. —Mi voz se eleva a un tono más alto y
más agudo. La derrota me inunda a pesar de que una parte de mí lo ha sabido desde
la noche que volví a la Sra. Morgan defectuosa.
—¿Qué pasa?
—¿Qué crees que significa que un Otro eligió hacer que su olor corporal sea
como la primavera? ¿Que sus ojos sean azules como los nuestros pero todo lo demás
en su cara esté mal? ¿Que nos buscara para adherirse a chicos que también son
diferentes?
Si es posible, incluso palidece aún más, hasta que se asemeja a un día nevado
de invierno. Mis pensamientos se convierten en los suyos y capta mis temores.
—Ellos saben acerca de nosotros: cómo olemos, la edad que tenemos, que
somos Terminales. Los Otros están aquí buscando por nosotros.
—¿Por qué?
—Tan bueno como cualquier otra persona a la que han enseñado esa basura
durante dos horas al día por diez años.
—Yo también. Así que, el sol se pone de este a oeste, y la Archivista dijo que
caminemos bajo el sol de la tarde. Oeste. Sólo tenemos que orientarnos por las
estrellas y asegurarnos de caminar en la dirección correcta.
Mis ojos pican y se humedecen a medida que una fuerte tos sacude mis
pulmones. El fuego lame su camino por mi garganta, un ardiente dolor abrasando el
tejido tierno.
Lucas me observa limpiarme a unos pocos pies de distancia, sus ojos brillantes
y alegres.
—¿Estás bien?
—Lo siento, Althea. No es gracioso. —Él tiene que esperar hasta que su
estúpida sonrisa está bajo control antes de continuar—. Estoy seguro que no vas a
morir, pero si estás preocupada, volvamos.
—No podemos volver. La mujer solo va a estar allí un día más. De todos
modos, si voy a morir por envenenamiento animal, prefiero hacerlo aquí.
Él se detiene después de una media hora y lo perdono por reírse. Ahora que
parece que no voy a desplomarme muerta, supongo que hay humor en la situación.
Sin embargo, sería mucho más divertido si le hubiera ocurrido a él.
Esto hace que nos hayamos encontrados con dos animales, y ninguno intentó
matarnos. De hecho, ambos mostraron miedo; el ciervo corriendo y la pequeña bola
de pelo esta noche rociándome con su mal olor a fin de escapar. Mi opinión sigue
cambiando, poco a poco, experiencia por experiencia. Estos animales, tan libres,
salvajes y sin contención, no parecen estar haciendo nada más que vivir sus vidas.
Incluso perdono a Apestoso. Debo haberle parecido bastante aterradora.
—¿Qué?
—El día después del Encuentro, el padre de Sarah dijo que los Vigilantes
estuvieron en las Células Superiores en todos los lugares que viajamos. No podemos
escapar. Además, viajar nos ha ocultado antes porque nunca han estado al tanto de
nosotros. Pero Deshi es un Otro y ciertamente no va a olvidarse de nosotros si
desaparecemos. En todo caso, probará más allá de toda duda que vale la pena
buscarnos.
—Pero, como último recurso, tal vez. No podemos evitarlos para siempre,
pero saltarnos las estaciones podría hacernos ganar algo de tiempo.
—Muy divertido.
Seguimos caminando, comprobando el cielo cada diez minutos más o menos
para mantener nuestra dirección. Mi reloj marca las doce treinta cuando Lucas se
detiene, estirando un brazo para bloquear mi camino. Más adelante, luces se filtran
a través del bosque.
Lucas me empuja de nuevo a los árboles, llevándose un dedo contra sus labios
para hacerme callar ante su cercanía.
—Hola. —El placer llena sus ojos, ahora del color de la medianoche—. Es tan
genial verlos a los dos juntos, yo… ¿qué es ese olor?
La no-Otro suspira.
—Estoy feliz de que hayas decidido venir. Es bueno que no confíes en mí; Ko
hizo un excelente trabajo con esas notas. Si vienen adentro, podemos hablar.
—Una amiga de Ko. Y una amiga de ustedes, ya sea que lo sepan o no. Soy
Cadi.
Atraernos aquí al aire libre podría ser un truco, pero con toda honestidad, eso
no tiene mucho sentido. Los Otros tienen una tecnología increíble y capacidades
mentales a su alcance. Si de hecho supieran a ciencia cierta que Lucas y yo son los
que están buscando, simplemente hubieran venido y nos habrían llevado. Pueden
cambiar la memoria de todos de vuelta a la normalidad después de hacerlo y será
como si nunca hubiéramos existido en absoluto.
Se encoge de hombros.
—Es por esto que caminamos todo el camino hasta aquí. ¿Estás listo?
—De ninguna manera. Sólo veamos cómo nos sentimos después de hablar
con ella.
Toma mi mano y entramos en el claro. Cadi mira hacia atrás y una pequeña
sonrisa tira de las comisuras de sus labios rosados.
—Debo decir que estoy impresionada que ustedes dos tengan el coraje de
salir de los límites de la ciudad.
—¿Por qué no vamos adentro y te aseas, Althea? Ese olor es imposible. Lucas,
si no te importa, por favor, date la vuelta y cierra los ojos mientras ella se quita esa
ropa. Volveré a buscarte una vez que ella esté remojándose.
Moretones decoran mi piel pálida y mis dientes castañean. Cuando nada más
que mi sujetador y ropa interior permanecen, Cadi arroja el resto en una pila, toma
mi mano y me lleva dentro. Mis pensamientos se congelan quedando
completamente en blanco.
Pasamos una pequeña sala de estar y una cocina aún más pequeña antes de
entrar en cuarto de limpieza con azulejos verde menta. Una enorme cuenca blanca
con garras ocupa más de un cuarto de la habitación.
—Se llama mofeta. Unas pequeñas cosas asustadas, de verdad. Casi ciegas
pero tienen un buen mecanismo de defensa, ¿no te parece? —Levanta una ceja, el
humor iluminando su rostro.
—No. Dios mío, cómo odio lo que los Otros le han hecho a este planeta.
Vamos a salir de nuevo.
—¿De nuevo? ¿Por qué? —La idea de salir afuera, al viento helado, me da
dolor de cabeza.
—Necesito bañarte con la manguera y frotarte con una solución que quite el
olor.
Es una tontería sentirse así. Es otra estructura más de los Otros en el medio
de la nada.
Es Cadi quien está haciendo que me sienta así, no el edificio. Ella y Ko son
extraños de esa manera.
—¿Qué soy yo? Todo este tiempo sin saber nada de ti, ¿y tú pregunta es sobre
mí?
Las palabras salen ahogadas al final y giro para mirarla a la cara. Agua inunda
sus ojos medianoche y me mira como lo hace la gente en mis sueños. Cualquier cosa
que ella y Ko son, se preocupan por nosotros. No podría fingir la cruda emoción
áspera escrita sobre toda ella. Pero, ¿por qué?
—Los humanos las llaman lágrimas. Y todos las tienen, pero las lágrimas son
provocadas por la emoción. Cuando vienen se llama llanto o llorar. Es la forma en
todo el mundo purgaría sus sentimientos naturalmente, si pudieran.
—¡Oye!
Se encoge de hombros.
—No es tu culpa, Althea. Los Otros no tienen nada que ganar y mucho que
perder enseñando lenguas o historia. —Busca en su mente durante unos minutos
mientras yo practico el uso de mi paciencia—. Soy un Augur. Es la definición más
cercana. No soy totalmente Otro, ni soy humano. Mis antepasados eran de un
planeta llamado Sprita. Teníamos una emoción primaria: amor. Nuestro planeta es…
era pacífico, lleno de respeto y felicidad. Cuando los Otros llegaron, nadie se puso
en contra de ellos; la lucha no está en nuestra naturaleza. Les dimos la bienvenida,
les ofrecimos santuario. Los Otros pasaron muchos años en Sprita antes de
continuar. Nadie sobrevivió su permanencia excepto aquellos que se llevaron con
ellos cuando se fueron.
—Te llevaron con ellos —rechino. Greg preguntando lo que ocurre con los
anfitriones de los Otros salta a mi memoria. Esto es casi peor que nadie
sobreviviendo.
—Algunos de nosotros, sí. Mi gente tiene habilidades específicas que los
Otros querían copiar. Se llevaron una docena de nuestras mujeres cuando se fueron
y extrajeron material genético. Experimentaron con el control de los genes que
deseaban para sí mismos. Funcionó, hasta cierto punto. Yo soy un ejemplo. También
lo es Ko. —Una sonrisa fantasmal ronda su cara—. No somos los primeros en ser
tomados. O los últimos. Muchas especies no sobreviven a la agresiva manipulación
de genes. O no se comportan según lo previsto.
Salgo del agua y me froto para secarme cuando Cadi sale de la habitación, y
luego regresa con mi ropa. Huele limpia y fresca, como si se la hubiera secado en el
aire caliente.
—¿Cómo?
Ella me da un guiño.
—Mucho mejor. —Él roba una de mis manos, luego vuelve una mirada
sospechosa a Cadi—. Tengo una pregunta. ¿Por qué estás aquí ahora, después de
dieciséis años dejándonos para defendernos por nuestra cuenta? Algo ha sucedido,
cierto.
Lucas se aclara la garganta, abre la boca, y luego la cierra otra vez. De todos
modos, encuentra su voz antes que yo.
—¿Qué habilidades?
—Hay muchas cosas en este universo de las que nunca has oído hablar,
jovencito. Te prometo que somos más que capaces de producir resultados. Ko es un
poderoso Augur. Yo también poseo una cantidad adecuada de conocimiento en esta
área.
—¿Por qué nos ayudó? —Lucas es duro con Cadi. Obviamente está frustrado
y tiene problemas para confiar en ella.
—Sí, por supuesto que tienen padres. El Otro Supremo los quiere debido a sus
padres. Después de todo, ustedes son los únicos hijos nacidos de un Otro y un
humano.
—Pensé que las relaciones entre Otros y humanos están prohibidas —digo.
—Larga historia. Escuché a algunos Otros hablando de mí una vez, y decir que
era una lástima que la intimidad esté prohibida.
—El tipo de amor que los humanos experimentan entre un hombre y una
mujer es peculiar de este planeta. Los Otros nunca habían encontrado eso antes. Sus
padres Otros fueron enviados a las cuatro esquinas de la tierra para ayudar a someter
el planeta. En el proceso, se enamoraron. La emoción les tomó por sorpresa con su
poder distintivo y la ferocidad desesperada con la que la protegían. Su asociación
con los humanos resultó en sus nacimientos.
—Cualquier Otro además de sus padres habría sido asesinado por romper la
primera regla de permanencia: sin intimidad.
—¿Por qué no nuestros padres? —La boca de Lucas tira hacia abajo en un
ceño fruncido.
—Ustedes dos, sin duda, se dan cuenta que poseen cualidades extrañas. —
Espera a nuestro asentimiento—. Los Otros no han sido capaces de localizar un
planeta que pueda sostener su existencia de forma indefinida. Cuando llegan a un
nuevo ambiente, su presencia cambia su composición. El aire se vuelve frío, tan
amargo que cada cosa viva se marchita y muere en cuestión de segundos. Necesitan
el frío, se alimentan de él. También necesitan la población nativa y el medio ambiente
para apoyarlos tanto tiempo como se quieran quedar. Aquí es donde sus padres
Otros entran.
—¿Nuestros padres son los Elementales? Pero cómo… —Me detengo. Mucho
acerca de mí tiene sentido. Al fin.
—Los Otros no quieren algo de ustedes cuatro. Sólo los quieren a ustedes. Se
desharán de ustedes, con toda probabilidad, a menos que descubran alguna manera
en la que les puedan ser útiles. —Cadi se detiene otra vez mientras pincha los mini
malvaviscos en su taza.
—Si todo esto es cierto, ¿cómo es que nunca nos han encontrado? Me refiero
a que, sólo hemos estado andando por ahí como todos los demás. No son estúpidos.
—El Lucas receloso está de vuelta, buscando huecos en la historia de Cadi.
—No, los Otros no son estúpidos, Lucas. Lo más alejado a eso. Nunca los han
encontrado porque no han estado buscándolos. Su existencia se había mantenido
en secreto hasta recientemente, cuando… sólo les voy a mostrar lo que pasó cuando
los Otros se enteraron de los amoríos de sus padres, y lo que ha pasado a Ko este
otoño. Será más fácil.
Antes de que podamos reaccionar nos alcanza para tocarnos, haciendo sonar
el pulgar e índice de su mano libre. La cocina se disuelve y estamos en un lugar
diferente. Asumo que es una casa, aunque no es como ninguna en la que he vivido.
Es mucho más grande, por ejemplo. El piso bajo nuestros pies es de una madera
color cerezo con alfombras cubriéndola a intervalos regulares. Al frente, una
impresionante escalera sube en espiral hacia el techo abovedado. Se retuerce fuera
de la vista sobre nuestras cabezas.
A la derecha hay un pasillo, tal vez que lleva a la cocina considerando los
ruidos metálicos y el olor a ajo y cebolla que viene de esa dirección. A mi lado, el
rostro de Lucas brilla con sorpresa, sus ojos amplios mientras asimila nuestros
alrededores. Cadi nos observa, sus propios rasgos reservados y cerrados. La
expresión abatida y marchita de sus ojos provoca un escalofrío en mi columna. Lo
que sea que estamos a punto de ver, no lo está esperando con ansias.
Los Elementales.
Miro a Cadi.
—¿Pueden vernos?
—No puedo creer que esto esté pasando. —La voz de Fuego fluye como el
agua sobre las rocas en un río, burbujeante y fresca. La cualidad no enmascara el
tono de derrota.
La voz en mi cabeza, aquella que suena como la mía pero que en realidad no
es, porque es más inteligente, más bonita… no suena exactamente como la mía
porque es la de ella.
—Deberíamos haber tenido más cuidado, Apa. Mandar muy lejos a nuestras
parejas con los niños hace cinco años. —Quita su mano debajo de la suya mientras
el fuego crepita y se alza en su espacio confinado. Se retuerce, ganando fuerza como
si ella lo comandara, blandiendo la innegable verdad.
—Los Spritans no saben cómo odiar, Flacara. Sabes eso. Ko y Cadi ven a
nuestros hijos como la esperanza de este planeta. Tal vez tienen razón. Hemos
presenciado los pequeños talentos que han heredado de nosotros. Tal vez podrían
salvar este planeta cuando acabemos con sus recursos y sigamos adelante.
—Sabes que estoy de acuerdo con Pamant. —Aire, quien había estado callado
hasta ahora, añade su contribución—. Ko y Cadi no están ofreciendo ayuda porque
quieran ayudarnos. Quieren ayudar a los niños… y a los humanos. Y por eso confío
en ellos. Todos estuvimos de acuerdo con confiar en ellos. ¿Dónde está Ko, de todas
formas?
Nos pasa al lado sin romper su paso y se detiene en el espacio vacío frente al
fuego. Los Elementales se sientan más derechos a medida que la tensión se
intensifica.
—Los niños están protegidos. Viajarán entre estaciones sin ser detectados, y
he colocado en su lugar otros mecanismos que ayudarán a garantizar su seguridad.
Ninguno es infalible, claro, pero… —Se encoge de hombros y se calla poco a poco.
Agua, el que llaman Apa, se pone de pie. Un escalofrío desciende de él que
congela los cristales de las ventanas. Nubes blancas de aliento emergen de nuestros
labios en un cuarto que se sentía cálido hace diez segundos. Los dedos de Lucas se
aprietan en los míos. Sus ojos están llenos de asombro, miedo y disgusto… la misma
mezcla de emociones corriendo a través de mí. Le presto de nuevo atención al
hombre de pie, la hermosa perfección en un cuerpo.
Camina hacia Ko, quien mantiene su posición. La brillante luz del fuego provee
una vista clara de la cicatriz en forma de estrella en el cuello de Apa, la visión
haciendo que una nueva conmoción me recorra. Es negra, y en lugar del contorno
simple de una estrella roja, está llena como si alguien la coloreó. En lugar de
parecerse a mi collar, es mi collar.
El collar tuvo que haber sido siempre dispuesto como una pista para la
verdad… que estoy conectada con estos extraños, estos Elementales.
Apa habla, un aliento helado acompaña las palabras que salen de sus labios.
—¿Van a estar juntos? —Tierra habla, sus ojos negros y azules detienen a Ko
con una mirada intensa.
—¿Qué pasa con Ben? —Flacara plantea la pregunta, con una voz carente de
esperanza. Ella tuerce sus largos rizos rojos entre sus dedos de la forma en que a
veces hago cuando estoy preocupada. Sus ojos lucen abatidos, lágrimas caen por
sus mejillas. A pesar de todo, su dolor retuerce mi corazón.
—Ben está muerto. También lo están Na, Gisela y Sophie. Lo siento mucho.
Los Otros ejecutaron a sus parejas esta mañana. Tenía la esperanza que sólo los
desterraran con los defectuosos, pero el Supremo está enojado. —La propia voz de
Ko está llena de remordimiento; lágrimas se escapan de sus ojos. Su voz baja a un
susurro—. El Supremo está realmente enfurecido.
Las palabras golpean mis oídos y aunque entiendo lo que quieren decir
necesito un minuto para comprenderlas. La verdad. Los defectuosos podrían no ser
todos desechados.
—Ven, Vant. No hay nada que podamos hacer para traerlos de vuelta. Los
amamos. Nos amaron. No les mentimos, y todos sabíamos el riesgo. Vamos a llorar.
Luego vamos a prepararnos para nuestro propio castigo. —Él dice entre dientes las
palabras, y la asfixia en su voz me dice que está conteniendo las lágrimas.
Sin previo aviso, Cadi chasquea los dedos y la señorial casa cálida, desaparece.
Estamos en un frío edificio impersonal y una nueva escena. Se ve y se siente como
una Célula, más institucional que otra cosa. El techo se extiende fuera de la vista,
exactamente igual que la gigante construcción negra donde los Otros me llevaron
en las Tierras Remotas.
Ella llega al final del pasillo y empuja una puerta de metal. Protesta cuando se
balancea hacia el interior, las bisagras chirrían lo suficientemente ruidoso como para
hacer que mire alrededor, aunque Cadi ha prometido que nadie puede vernos. La
habitación está llena de Otros, y el impulso de dar vuelta y correr bombea adrenalina
en mis músculos.
—¿Quién es ese?
El Otro Supremo.
Su voz se quiebra y cae en silencio a medida que los Otros se ponen de pie,
cerniéndose sobre la mesa pesada.
—Tu solidaridad con el sufrimiento de los seres humanos nos preocupa más
que tu lealtad a los Elementales. Ya hemos lidiado con ellos.
Ko se encoge de hombros.
Cadi susurra de nuevo, con la cabeza hacia nosotros pero sus ojos angustiados
se encuentran pegados a la escena.
—En conjunto, los Elementales son más poderosos que los restantes Otros
combinados. Después que el Supremo se enterara de su traición, los separó
físicamente.
Ya sabíamos que podían entrar en las mentes de los demás, pero ver la tortura
confirmada de primera mano me sacude. La idea de la presencia que hurgó en mi
mente la noche que la Sra. Morgan se tornó defectuosa se arremolina con náuseas
vertiginosas en mis entrañas.
—Ahora, Ko. ¿Vas a decirnos dónde encontrar a los niños, o vamos a tener
que sacar su ubicación de tu cerebro moribundo? En caso que lo hayas olvidado,
todo lo que necesitamos de los Spritans como tú está en sus genes. Sus cuerpos son
desechables. —La voz del Otro Supremo es suave y cargada de amenaza. El sutil
toque de alegría me enferma. La mano de Lucas frota la parte baja de mi espalda,
pero no me ofrece ningún consuelo.
La voz del Supremo no deja lugar a dudas. Si Ko mantiene nuestro secreto, no
podrá ser sin un gran costo personal. Dudo que sea posible soportar el tipo de abuso
que los Otros son capaces de suministrar. No por mucho tiempo.
No para siempre.
Cadi chasquea los dedos. Parpadeo varias veces, ajustando la luz de las velas
de la cocina en el edificio en las Tierras Remotas. Pongo mis brazos alrededor de mí,
tratando de contenerme. Hace poco tiempo se sentía seguro estar aquí. Ahora,
ningún lugar volverá a sentirse seguro de nuevo. Los ojos de Lucas se encuentran
con los míos, llenos de toda la angustia, confusión y culpa luchando por la
prominencia en mi propio corazón.
Cadi intenta hablar pero su voz se quiebra y hace una pausa, parpadeando
rápidamente. Después de una respiración profunda encuentra la fuerza para
continuar.
—Ellos saben cómo olemos. —La voz de Lucas suena dura, muerta.
—¿Estás seguro?
—¿Pero por qué? ¿Por qué les importamos tanto? —El desagradable y agudo
lloriqueo en mi propia voz me da ganas de abofetearme, así que me concentro en
calmarme.
Cadi mantiene sus ojos en su chocolate frío y se muerde el labio inferior. Pasa
una mano distraídamente sobre la parte superior y humea de nuevo.
—No puedo responder a eso. Es un secreto que los Otros guardan con
tenacidad decidida. Sólo ellos saben la fuente de su supervivencia. Desde el
momento de su nacimiento la mente de cada Otro está limitada, hasta cierto punto.
La parte de sus cerebros que alberga los secretos de su gente está separada de su
capacidad para comunicarse. —Ella niega, pareciendo frustrada—. Lo siento. No es
fácil de explicar. Pero esta área restringida en su cerebro es impenetrable, por lo que
sabemos.
—Por lo tanto, son buenos en la cosa de control mental y en erigir estos velos
que hacen que la gente crea que son felices con las cosas como son. Sin embargo,
¿cómo lo hicieron? ¿Cómo se hicieron cargo de la tierra? Hay muchos más humanos
que Otros. —Mis dientes se aprietan juntos cuando el viento a finales de otoño
sacude las ventanas.
Espera.
—No es un lugar real. Es verano. Pensé que a Althea podría gustarle verlo.
—¿Purgar?
—Sí, la purga anual. Los Otros lo establecieron como una tradición, pero el
punto es darles acceso a grandes grupos a la vez. Drenan los malos sentimientos: los
impulsos pasionales, el resentimiento atrapado y todo lo que no funciona en su favor
desde detrás de los velos. Si los seres humanos con velo no son purgados, se vuelven
defectuosos.
Después de años de preguntarme lo que está mal con todo el mundo, esto
tiene mucho sentido.
—Ya que no sabían de nosotros hasta este otoño. —Jamás pensé que podía
sentir tanto agradecimiento por ser diferente.
—Dijiste que los Otros se comunican a través de algún tipo de túneles. Somos
en parte Otro. ¿También pueden entrar en nuestras mentes? —Es una preocupación
que ha estado plagándome desde la primera vez que escuché la voz de Fuego esta
noche.
Lucas asiente.
—Yo también, más cálidos de alguna manera. Parecían más humanos que
Otros para mí.
Los ojos de Cadi se suavizan cuando escucha el anhelo que estamos tratando
de ocultar.
Él retuerce su rostro.
—Suena estúpido.
—Una última cosa. Nos dijiste cómo controlan a los seres humanos, pero,
¿cómo unos pocos Otros conquistan planetas enteros?
Es una buena cosa que Lucas esté aquí, estoy demasiado llena de regocijo al
estar en el calor para pensar en las preguntas adecuadas. Cadi se inclina para tocar
la uña de su pie. Me he dado cuenta por primera vez que sus dedos están fusionados
juntos.
Abro la boca.
Mi mente vacila. Existen más lugares en nuestro planeta que sólo las ciudades
de los Otros. Hasta hace unas semanas, nunca imaginé algo más que animales y
muerte descansando fuera de los límites. Quiero ver un mapa, una imagen de esta
América, estos lugares de los que los Elementales se enamoraron.
—¿Qué es eso?
Lucas responde.
—Cigarras. Son insectos. Eh. Supongo que no los habías escuchado antes.
A medida que el sol se desliza lejos, Cadi chasquea sus dedos por última vez.
Una abrumadora sensación de tristeza me vence cuando nos encontramos de nuevo
en el centro de acopio. El aire frío se abre paso por debajo de la puerta y por todo
el alféizar de la ventana, estremeciéndome.
—Althea, tenemos que irnos. Nos llevará más de una hora llegar a casa y
levantarnos a las siete.
Lucas me pone de pie y de un tirón nos ponemos nuestros abrigos y botas.
Cadi nos sigue a la puerta principal hasta el borde del claro, deteniéndose
abruptamente.
Miro hacia atrás a ella. No es justo que ella sepa todo sobre mí cuando yo no
sé nada sobre mí. La necesidad de romper las reglas, de permanecer aquí hablando
todo el día y la noche, se aferra a mí. Cadi me pilla por sorpresa y me abraza con
fuerza. Se queda mirando a Lucas por un momento, con una expresión de cariño
inclinando su boca.
—Es extraño, Lucas no quiere confiar en mí. Y eso que él siempre ha sido más
de confiar que tú. Es muy dulce.
—¿No puedes venir con nosotros, o quedarte más tiempo? ¿Qué vamos a
hacer con las entrevistas?
—No soy libre de ir y venir como me plazca, Althea. Ni siquiera puedo salir de
este claro sin compañía. Vuelve mañana por la noche, si puedes conseguir hacerlo.
Puedo ayudarte a escapar, si llega a eso. Todavía espero que el trabajo de Ko resista.
Las criaturas pequeñas y grises con rayas negras sacuden sus colas y ojos, no
notan que tienen una audiencia. Dos más grandes tienen a una más pequeña
acorralada contra un árbol. El pequeño vacila entre gemidos y gruñidos mientras el
más grande avanza, con gruñidos fuertes, siniestros y amenazantes.
Uno ataca al pequeño amigo y él chilla. Lucas corre hacia delante con dos
palos en sus manos, golpeándolos entre sí. Cuando se acerca, él usa uno para arrojar
al agresor fuera de su víctima y en los arbustos. Se escabulle alejándose y el segundo
matón sigue su ejemplo. Mi corazón se acelera y las cuatro capas de ropa se
empapan de sudor en cuestión de segundos mientras Lucas se inclina para revisar a
la criatura más pequeña.
Grito para detenerlo y corro directamente hacia él, pero es demasiado tarde.
Traducido por Scarlet_danvers
Disparo una mirada de pánico por la zona, pero estamos solos de nuevo, al
menos por ahora. La cara de Lucas está blanca y resbaladiza por el sudor. Toma varias
respiraciones profundas mientras caigo de rodillas y envuelvo mis manos alrededor
de su rostro. La pierna izquierda de su pantalón está rasgada y sangre roja oscura
colorea los bordes deshilachados.
—¿Estás bien?
Corro a casa, apagando mi alarma cerca de cinco minutos antes que el Sr.
Morgan grite “buenos días” por las escaleras. Mi corazón golpea con fuerza mientras
me doy una ducha y meto el desayuno en mi cara.
—Hablé con los Crawford. Lucas definitivamente vendrá aquí esta noche para
la cena. He ordenado algo especial.
—Me duele, pero voy a vivir. La limpié en la ducha e hice un vendaje con una
camisa.
—Así que, ¿estás listo para nuestra cena de Permiso con el Sr. Morgan esta
noche?
Cadi.
Enterarme que los Otros asesinaron a mi padre humano, que Fuego es una
prisionera.
Lucas y yo nos abrimos paso por las puertas delanteras cuando la Célula
termina, pero no lo suficientemente rápido para evitar a Deshi. Tirar de mi cabello, o
el suyo, no parece sabio, así que en cambio accedemos a unirnos a él en un viaje a
la pizzería.
Comer no sería fácil, incluso sin el olor a seta podrida de Deshi que impregna
el aire, pero tengo que intentarlo. Lucas palidece cuando da un bocado pero Deshi
está demasiado concentrado en su propia comida para notarlo. Él levanta la vista
después de un minuto, todavía masticando. Esto no le impide hablar, así que
mantengo una sonrisa en mi cara cuando veo cadenas de puré de queso colgando
de sus dientes, es insoportable.
—Entonces, ¿por qué piensan que los Vigilantes están realmente en la ciudad?
—Él nos mira a los dos con intensidad medida.
—Estoy seguro que no es gran cosa. Tal vez están buscando a algunos de
nosotros para trabajar con ellos o algo así. Eso sería genial.
Esto se pone cada vez mejor y mejor. Lucas está improvisando totalmente.
—Sólo me preguntaba que dirías. Ustedes dos son tan interesantes. —Deshi
muerde su rebanada con más fuerza de la necesaria. El olor a descomposición me
hace pensar que la piel que lleva puesta se acerca a su fecha de caducidad. Tal vez
ese plazo inminente es lo que le está haciendo tan irritable.
¿Cierto?
Hay una chispa de algo bueno en ella, y saber que ella me amaba empuja mi
miedo hacia la incertidumbre. Pienso en cómo mi padre debió haberla amado. Lo
suficiente como para arriesgarse a morir por estar juntos. Ellos dieron todo por el
otro, y luego por mí. Su hija.
Hasta ahora, el amor ha sido una emoción abstracta. Es una palabra que la
gente utiliza, como: amo las papas asadas. Cuando la gente en pareja promete
amarse, no significa nada. O al menos no lo hacía antes. Cuando el rostro del padre
de Lucas se tensó, su voz soltando las palabras “los amábamos… ellos nos amaban”,
lo sentí por primera vez. Amor. Lo que debe ser.
De la nada el recuerdo del beso de Lucas burbujea. Esos sentimientos que él
puso en marcha en mí no tienen un nombre. No es amor. Todavía no.
Puede ser egoísta y trivial, pero tener a Lucas a mi lado es lo más importante
en este momento. Incluso la idea de ser capturada y asesinada por los Otros no
puede ganarle a los pensamientos del chico de ojos azules como los míos. Nadie
más entiende lo que estoy pasando, lo que significa descubrir que no soy humana.
Él es la única persona en la tierra que me da esperanza. Mi pasado y futuro están
atados a éste chico. Romper la conexión podría causar un dolor inimaginable. Ko y
Cadi mencionaron que la separación les a los Elementales malestar. ¿Podría ser igual
con nosotros?
Salgo de la ducha y me seco con una toalla. Examinando mi armario por algo
que no parezca como si estuviera esforzándome de más, me decido por una falda
marrón larga hasta la rodilla y un suave y ligero suéter rosa.
Todavía no puedo pensar en mi madre por su nombre real. Hago una prueba.
Flacara.
Nop.
La puerta suena y mi estómago revolotea. El espejo confirma el tinte rojo
arrastrándose en mis mejillas. Y eso que me maquillé.
—Hola, Althea.
—Bueno, la cena no estará aquí hasta unos minutos, así que, ¿por qué no nos
sentamos y vemos las noticias? —El Sr. Morgan nos sonríe, agitando un brazo en un
gesto de invitación hacia la sala de estar.
—Esta es una noticia interesante. ¿Alguna vez has oído hablar que algo como
esto pasara antes? Sé que nunca lo he presenciado en Portland.
—No, nada de esta magnitud. Todos sabemos que las personas se tornan
defectuosas, y las alejamos del público en general. La violencia es algo inaudito,
hasta ahora.
Los contornos de los cuerpos son visibles debajo de las sábanas, y manchas
de color rojo brillante tiñen la tela blanca. Mi estómago se agita por la vista, lo que
me recuerda a la cabeza de Greg destrozada en esa roca. La mano de Reese abierta
de un corte en química. La sangre goteando de las caras de mis compañeros de
Célula en la Excursión Familiar.
—Debe ser como despertarse y no tener idea de dónde estás, quién eres, qué
año es, nada. Aterrador —termina Lucas por mí.
—Si los humanos son violentos, tal vez es mejor así. Si no tienen emociones,
no pueden enojarse.
Lucas se acerca a los gabinetes y abre las puertas de uno en uno hasta que
encuentra los platos. Tomo la pila de sus manos y los coloco alrededor de la mesa,
luego le apunto a los vasos mientras saco los cubiertos de plata del cajón.
—No lo sé. Supongo que sólo porque tienen capacidad para la violencia no
significa que todos reaccionan a esta. Me gustan mis emociones, la mayoría de las
veces.
Lucas me está esperando en el porche trasero varias horas más tarde, deseoso
de ponerse en marcha. Una palidez enfermiza brilla en su rostro y la fatiga graba
líneas alrededor de sus ojos.
—¿Estás bien?
Cadi.
Los Vigilantes hablan entre ellos, sus voces reverberando en la tranquila noche
silenciosa.
—El Jefe dijo que la oficina del Supremo perdió contacto con ella durante un
tiempo ayer por la noche.
No todos ellos son visibles desde nuestra posición, pero uno emite un extraño
sonido de dientes castañeando. Su tono alto apuñala mi cabeza, dejando un dolor y
dedos nerviosos. Apenas evito que mis manos cubran mis oídos.
Su voz no alberga miedo. Tengo suficiente para las dos. Mi mente corre,
pasando por alto formas de ayudarla, para sacarnos a todos de aquí. No llego a nada.
—Sabes por qué estamos aquí, Spritan. Vamos. Ven en silencio, si sabes lo
que es bueno para ti.
Un tono suplicante marca sus palabras. Los Vigilantes lo sienten y se ríen. Dos
de ellos la rodean por detrás mientras una quinta figura emerge del transportador y
camina a pasos largos hacia Cadi, con propósito.
—No podemos matarte, Cadi, aún no. Sin embargo, hacerte daño, es una
historia diferente.
Deshi la patea en las costillas, con tanta fuerza que el chasquido del golpe
seco llega hasta los árboles. Su voz, baja y espesa con odio, la ataca.
Lágrimas brotan de mis ojos y mis puños se aprietan con fuerza, con las uñas
clavándose en mi piel. El agitado aliento de Lucas queda atrapado. Cadi rueda sobre
su espalda, con el pecho jadeando. Ella permanece en silencio, probablemente
renuente a arriesgarse a otra patada.
—Tal vez tus habilidades Spritan sí los oscurecieron, pero ya no. No puedes
proteger a Lucas y a Althea más de lo que puedes proteger a Deshi. No hemos
encontrado al cuarto todavía, pero sabemos que él está en Portland después del
incidente de hoy.
Me trago un grito ahogado… sabe nuestros nombres. No sólo eso, sino que,
¿qué quiere decir con que ella no puede proteger a Deshi? ¿Él no es Deshi? A mí no
me parece que él necesite protección.
Tenemos que correr, escondernos, cualquier cosa salvo estar quietos, pero el
peso pesado del deber me hace quedarme, y presenciar lo que será de Cadi. Una vez
más nuestra existencia amenaza una vida. No puedo comprender el hecho de que
haya personas, más de una inclusive, dispuestas a morir para mantenerme viva.
—Al final no lograste nada. Voy a traerlos tan pronto como hayamos
terminado contigo.
Cuando deja de hablar, los Vigilantes convergen, demasiado rápido para que
Cadi haga un movimiento. Ni siquiera lo intenta. Ellos la recogen y la arrastran hacia
el transportador. Ella comienza a luchar cuando la tiran en la parte trasera. Desde
nuestra posición en la esquina de la casa, tenemos una línea de visión directa en la
ventanilla abierta. La luz encima de sus cabezas ilumina la escena y es como ver una
película en cámara lenta. Las lágrimas gotean por mis mejillas ardientes, cada
centímetro de mí en llamas.
Uno de los Vigilantes hurga en una bolsa y saca un vial. Aprieta la nariz de
Cadi hasta que ella no puede contener más la respiración y abre la boca. El líquido
se derrama dentro, y el Vigilante aprieta su mano libre sobre sus labios para que ella
no pueda escupirlo. Le toma un tiempo darse por vencida y tragar, pero finalmente
lo hace.
Mis ojos están fijos en la diminuta, hermosa y cariñosa mujer que intentó
ayudarnos, advertirnos. Lo último que veo antes de que la penetrante luz de la
cajuela deje de brillar intermitentemente es la mirada medianoche de Cadi. Cuando
la puerta se cierra de golpe ella se queda inmóvil, y sus ojos se oscurecen.
Lucas tira de mi brazo, halándome hacia los árboles. Me suelta una vez que
estamos bien escondidos y caigo de rodillas, apretando mis manos sobre mi boca
para evitar que el llanto escape. Mis ojos, ensanchados y llenos de lágrimas, se
niegan a enfocarse.
—Althea, mírame.
—¡Mírame!
Se arrodilla y me toma por los brazos, alejando violentamente mis manos de
mi rostro. Él está temblando cuando sus manos se prenden a mis bíceps con un
apretón mortal. Sus dedos aprietan dolorosamente, presionando a través de mi
chaqueta, suéter, y en mi piel.
Lucas me mira con una expresión perdida. La ira y la tristeza amainan después
de un tiempo y no quiero nada más que acurrucarme en una bola y desaparecer. En
su lugar, me arrojo hacia Lucas y él me atrapa en sus brazos. Sus emociones también
son muy fuertes, como lo demuestra el frío inmediato que se transfiere a mí al
tocarlo. No me importa, y aprieto más cerca hasta que los dos estamos a una cálida
temperatura más natural. Sus dedos se arrastran de arriba abajo por mi cuello,
proporcionando consuelo en cada pasada. Quiero quedarme aquí para siempre, pero
no puedo. No podemos.
Tengo que ser fuerte. Por Lucas. Por Cadi. Por todos nosotros.
—Lo lamento tanto, Althea, que hayas tenido que ver eso. Sé que ella te caía
bien.
—No podíamos. Cadi vino aquí con la esperanza de darnos una oportunidad.
Ella no querría que nos rindiéramos.
—No lo sé. Escuchaste cómo le hablaron, y vimos lo diferente que era. Cadi
no era uno de ellos, en realidad no.
Él sigue usando la palabra era en lugar de es y eso es suficiente para señalar
su creencia. Piensa que ella ha muerto.
Él quiere decir que no lo es, puedo leerlo en su rostro. Sin embargo, no puede,
porque es culpa nuestra. Tal vez no lastimamos a Cadi, pero nuestra existencia
lastimó a Cadi. Después de pasar toda mi vida sintiéndome tan poco importante para
todos, es difícil imaginar que lo contrario podría ser cierto.
—¿Qué piensas que nos harán? —Las palabras, susurradas y teñidas con
miedo, señalan mi rendición.
—No vamos a rendirnos, Althea. No voy a dejar que ellos te hagan nada.
Vamos a huir. Mientras estemos juntos, podemos lograrlo.
—Necesitaremos llevar algo de comida con nosotros, para sacarnos del apuro
hasta que sepamos qué hacer.
—Sí. Iremos a casa, agarraremos una bolsa, y nos iremos. Si los dos nos
llenamos y cuidamos cuánto comemos, con suerte estaremos bien hasta que
viajemos de nuevo.
Tener un plan me hace sentir mejor. Más fuerte. Y en una ciega carrera para
salir de Danbury.
Por supuesto, eso tampoco funciona. Sin ellos, ninguno de nosotros existiría.
—Saben, tengo que admitir que ustedes dos me sorprendieron esta noche.
No lo hago.
—No me importa lo que hagamos con él. Déjalo. Él le hizo daño a Cadi. Tenía
la intención de hacernos daño.
Asiento.
Sin decir una palabra, Lucas estira sus manos y las coloca en la superficie del
arroyo. El agua se congela, primero alrededor de sus manos, luego extendiéndose
todo el camino hasta la otra orilla en cuestión de segundos. Sólo los ojos, nariz y
boca de Deshi se mantienen por encima de la superficie sólida, su cuerpo sellado
bajo el hielo.
—Vamos. —Lucas lucha para ponerse de pie, haciendo una mueca con cada
pequeño movimiento.
No le creo, pero no tengo otra opción que seguirlo mientras cubrimos el resto
del camino hasta la frontera y la subimos. Por primera vez le toma más tiempo a
Lucas que a mí. Está renqueando y sin aliento para el momento en que llegamos a
casa de los Crawford. Sus manos están ardiendo, calientes incluso a mi tacto.
Ligeros ronquidos flotan por debajo de la puerta del Sr. Morgan y me hacen
cuestionarme lo que es real, si los hechos ocurridos en las Tierras Remotas estas dos
últimas noches son un sueño. Mis manos y pantalones sucios, junto con el aturdido
horror gorgoteando dentro de mí, me convencen que en realidad ocurrieron.
Lucas y yo estamos, sin duda, más allá del dominio de nuestros padres. Todos
ellos. Los tiempos están cambiando. Lo he sentido todo el otoño; el cambio espeso
en el aire, ahogándome. Comenzó cuando los Otros se enteraron que yo existía, y
no va a parar hasta que me capturen. O hasta que Lucas y yo encontremos una
manera para que ellos dejen de arruinar este planeta.
Casi no he dormido en tres días y mis ojos se sienten como si alguien vertió
arena en su interior y luego la pisoteó por todas partes. El límite de cinco minutos
llega y se va. La ansiedad surge, el rostro de Lucas destellando en mi mente en un
patrón hasta que una dolorida urgencia pulsa a través de mí. Él dijo que no me
retrasara.
Todavía no son las cuatro de la mañana del miércoles, así que no hay razón
para pensar que los Crawford no están durmiendo, soñando sueños sin sentido sobre
lo que sea que los Otros aprueben. La casa es idéntica a la mía, así que asumo que
la habitación de Lucas estará en el mismo lugar que la mía.
Sus ojos revolotean, tratando de abrirse, pero sólo los blancos se muestran
cuando murmura algo ininteligible. Las lágrimas se reúnen en mi garganta, pero las
trago y muerdo mi labio inferior antes de abofetear el rostro de Lucas. Cuando eso
no me brinda una respuesta, me siento sobre los talones a pensar. El sabor de la
sangre cubre mi lengua por donde mordí a través de la piel de mi labio. Se suponía
que debíamos estar huyendo en este momento, escapando de este lugar y de
nuestros problemas.
Pero Lucas no puede huir. No puedo cargarlo así. Y no me voy a ir sin él.
Él está herido mucho más allá de mi capacidad para ayudarlo sola. Algo en el
rasguño de ese animal lo ha infectado desde el interior, tal vez incluso se ha
extendido a su sangre. Quiero escapar, pero Lucas necesita medicina. Su vida supera
mi huida, y me aferro a la esperanza de que Deshi permanecerá fuera de servicio el
tiempo suficiente para que un Sanador arregle a Lucas y nosotros dos huyamos
después de todo.
—Te estoy diciendo, Robert. Escuché algo. —La voz de una mujer, cansada y
áspera, serpentea a través de las puertas de la sala de limpieza.
—Sólo nos aseguraremos que Lucas esté dormido y luego… —El susurrado
consuelo del hombre se interrumpe con un jadeo.
—No sabemos.
—Creo que su hijo va a estar bien, aunque tiene una fuerte infección y
requiere tratamiento inmediato. Tendrá que ser observado, por lo que necesitaré
informar de este incidente. ¿Dónde está el comunicador?
Esta vez, cuando las escaleras crujen, más de un par de pies golpean la fina
alfombra. El distante azote de su andar como un Otro me hace encogerme en la fría
baldosa, tanto para alejarme lo más posible como para usarla para enfriar el fuego
escabulléndose bajo mi piel.
Las voces en la habitación ahora son claramente de un Otro, y los tonos
armónicos hacen que mis manos se cierren en puños. Me recuerdo que esto es lo
que Lucas necesita. Tengo que dejar que los Otros se lo lleven esta vez, si esa es la
forma de arreglar la infección que arrasa a través de él por culpa de ese estúpido
animal.
—Sabes que es el humano que Deshi nos dijo que vigiláramos. Lucas
Crawford. Podemos dejar que el Sanador lo trate, pero no podemos dejarlo irse de
la Capsula Observadora hasta que Deshi hable con él.
Saben sobre nosotros, y van a llevar a Lucas a algún lugar para esperar a Deshi.
Lucas todavía necesita ayuda, y no puedo dársela. Estando con los Otros,
incluso con Deshi, es mejor que estar muerto. ¿O no?
A través de la ventana veo la puerta del frente de los Crawford abrirse y a los
Otros y al Sanador salir, y Lucas después en una camilla flotante. Uno dirige la cama
hacia el transportador en la cuneta, luego se meten y cierran las puertas.
Lo más temprano que serán capaces de moverlo es está tarde. Tengo el día
para resolver cómo entrar en la Célula y recuperar a Lucas.
Antes de que pueda encontrar la energía para levantarme del suelo, unos
pasos llegan por el pasillo. Los Crawford entran en la habitación, mirándome con
expresiones cómicas y sorprendidas un momento después. Él está usando unos
pantalones de pijama con rayas azules y una camiseta blanca, su piel de ébano visible
a través de los hilos raídos. Anteojos cuelgan de su gruesa nariz, ampliando sus ojos
marrón oscuro. Las piernas de ella son pálidas y están desnudas debajo de su
camisón del color de los zafiros.
Se detienen junto a la entrada, aparentemente inseguros de cuál es el
protocolo a seguir tras encontrar a chicas extrañas sentadas sobre el piso del
dormitorio de su hijo.
—Tuvo un accidente y tuvo que irse con el Sanador. Pero regresará. —La
confusión se espesa en su mirada verde grama—. No creo que deberías estar aquí.
—Entren en el armario.
Camino hacia la cama, halando una almohada desde debajo del edredón, y
me detengo junto a la Sra. Crawford. La náusea burbujea cuando presiono el algodón
entre mis manos y empujo el fuego sobre ella. Humo acre se levanta, llenando mis
fosas nasales. Lanzo la almohada ardiente hacia el pecho de la Sra. Crawford mientras
las llamas brotan y titilan desde debajo de mis palmas. Es tan difícil decir las palabras
alrededor del vómito en mi garganta. Una imagen de Lucas a merced de Deshi
destella en mi mente y lo hace más fácil.
Antes de que la visión de sus caras blancas me haga cambiar de idea azoto la
puerta para cerrarla. Presiono mi mano en el pomo de metal en la puerta,
calentándolo hasta que se derrite y se extiende desde la puerta hasta el quicio
atrapándolos en el interior. Me digo que estarán bien; cuando no se reporten al
trabajo en un par de horas, alguien los buscará. Supongo que fue bueno practicar
para tratar de utilizar sólo la correcta cantidad de calor, a pesar de sentir que los
asusté, incluso aunque no se dieran cuenta que estaba asustados.
La mañana está nublada y fría. Pequeños copos flojos continúan flotando del
cielo gris acero. Mi reloj dice que sólo son pasadas las cinco, todavía faltan dos horas
antes de que el resto del mundo se despierte y salude al día.
La casa se pierde de vista y mis pies explotan en una corrida a gran velocidad.
No se detienen hasta que he alcanzado la sección muerta de la frontera, lanzando
mi bolso de lona hacia las Tierras Remotas y escalando hasta la cima. Elijo mi camino
a través de los arbustos, deteniéndome en un árbol con un tronco de forma divertida.
En lugar de ser un perfecto círculo tiene una hendidura a un lado, como de un metro
de largo y sesenta centímetros de profundidad. Me enrosco en las raíces del árbol y
cierro mis ojos contra esta situación imposible mientras la desesperanza aprieta mi
pecho.
Paso algún tiempo ojeando mis libros de química y física, buscando el punto
de fusión del vidrio y materiales similares. La práctica sería beneficiosa, pero mis
emociones flotan tan violentamente que me asusta que hasta los animales en las
Tierras Remotas puedan sufrir si el fuego se sale de control. Aquí afuera, con nada
más que árboles inflamables y maleza hasta donde se puede ver, las llamas serían
desastrosas. Sin mencionar que me delatarían. Tendré que esperar que mis manos
en fuego, como las llama Lucas, no me fallen cuando realmente las necesite.
—¿Qué estás haciendo, idiota? Dijo que no nos molestáramos revisando ahí.
—Lo sé, pero ella no es humana. ¿Cómo saben el Jefe y el Supremo lo que
hará?
El primero resopla.
—Aunque fue criada por humanos, ¿cierto? Si el Jefe dice que caminará
directamente hacia nuestras manos, entonces lo hará.
Pesados pies golpean en seco por la tierra. La segunda voz, más profunda
pero menos placentera, suena avergonzada.
—No cuestiono al Supremo o al Jefe. Sólo quiero una excusa para salir de la
ciudad.
Cuando es tiempo de seguir, la luna está en lo alto del cielo. Nubes oscuras y
ralas pasan frente a ella, no lo suficientemente densas para contener la luz. Despego
mis ojos del vacío y me abro paso cuidadosamente de regreso a la valla.
—Esto es tonto. ¿Por qué no los trajimos hace semanas, cuando el Jefe
encontró al pez?
No hay tiempo para pensar sobre lo que acaba de pasar. La sorpresa tiñe el
rostro del Vigilante; debe haber notado mi pequeña incursión dentro de su mente.
O dentro de la mente de todos los Otros, sus túneles. Antes de que se reponga,
levanto un pie y lo estrello en su cara.
Y Leah.
El Sanador nos mira fijamente, con la boca abierta, y se afana en producir una
frase. La sonrisa falsa cae de la boca de Leah cuando ve el cuerpo dañado de Lucas.
La sangre se drena de su rostro mientras un desconcertante despliegue de
emociones marcha a través de éste. Confusión. Ira. Tristeza. Miedo. Sus ojos saltan
de Lucas, a mí, al Sanador y no se detienen. Aparto mis ojos de ella cuando el
Sanador consigue sacar sus palabras.
—¿Quién es usted? ¿Por qué está aquí? Disculpe, tendré que informar de esto.
Lucas es apenas capaz de sentarse. Él no puede hacer esto; tengo que hacerlo
yo.
Los ojos del Sanador son cautelosos y muestran un poco de pánico ante mi
cercanía. Su mirada revolotea hacia Lucas y la indecisión se registra en ellos. Los
Sanadores no se ocupan de mucho, o no se ocupan en absoluto, de personas a las
que han molido a golpes para hacerlos entrar en razón. Su mirada se arrastra de
vuelta a la mía y empujo lejos el auto-desprecio que amenaza con interrumpirme,
empujando pensamientos hacia el Sanador en su lugar.
Usted no quiere decirles nada a los Otros. Mírenos. Sólo somos niños, nada
sospechoso. Ayúdenos.
Un fascinante cambio toma lugar en sus burdos rasgos de hombre mayor. Sus
ojos, de color esmeralda y duros, comienzan a enfocarse en mi rostro en lugar de
mirar a través de mí. El miedo se desliza y se mezcla con la confusión.
—Usa tu mente para calmarlo, Althea. No creo que funcione cuando hablas.
—Las pastillas que le di antes acabaron con la fiebre, pero la infección es mala.
Necesita una inyección directamente en la herida.
Quiero ir al lado de Lucas pero dejar a Leah sola parece una mala idea,
teniendo en cuenta todo lo que ella ha pasado. Es una bala perdida, una entidad
desconocida. Lucas rompió su cordura, y la mirada desquiciada en sus ojos declara
que es capaz de cualquier cosa.
—¿Puedes caminar?
—A él no podemos dejarlo aquí así. Los Otros los volverán defectuoso. —La
culpa se retuerce en mi estómago. Es por esto que nuestros poderes no tienen valor.
Les hacen daño a las personas.
No hay tiempo para discutir, así que volteo hacia el Sanador y lo miro a los
ojos. Obligo a la voz en mi cabeza a sonar relajante y tranquila. Usted nunca nos vio.
Vino a curar a Lucas, tal como le ordenaron, pero él se había ido. Todo está bien.
—Espera.
La temblorosa voz de Leah nos detiene en seco. Los dos nos volvemos a
mirarla, y las desesperadas lágrimas en sus ojos me abren de tajo. Su expresión
suplicante me detiene, a pesar de que no tenemos tiempo para lidiar con ella.
—No. No por favor. No puedo volver. Fingiré. —Ella deja caer mi mano y se
acerca a Lucas, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura—. Como tú. Fingiré.
Nuestros ojos se encuentran por encima de sus rizos de color negro azabache,
la silenciosa conversación terminando en una decisión.
Asiento.
—Leah, mírame.
Eres Leah Olsen. Los Otros mantienen a raya a los seres humanos controlando
sus mentes. Ahora eres diferente a todos los demás, pero debes actuar igual. Debes
hacerlo.
La enloquecida y confusa ansiedad en sus ojos grises se evapora como la
niebla en una cálida mañana de primavera. Su mirada es clara y decidida. Asustada,
pero en una cantidad saludable. Ella jadea.
—Gracias, Althea.
—Muy interesante, lo que sucedió en esta Célula esta noche. ¿No lo crees,
Rahaj?
Lucas y yo giramos juntos, con las manos unidas. La mía está pegajosa con
sudor, y se vuelve húmeda ante el contacto con la suya helada. Dos Vigilantes de pie
detrás de la arruinada puerta, están sonriéndonos con suficiencia. Uno es alto, más
alto que cualquiera que haya visto antes.
Él habla de nuevo.
—Supongo que las historias son reales. El Jefe va a estar enojado de perderse
esto.
No tengo idea qué es un dragón, pero por la referencia al fuego, debe referirse
a mí. El alto se ríe, plantándose frente a la abertura.
El alto se carcajea.
—No lo sé. También vi algo cuando toqué a uno antes. Sus mentes están
conectadas, como dijo Cadi.
Lucas se despabila de su estado de ensueño más rápido de lo que yo logré
hacerlo en el pasillo, limpiando frenéticamente su palma en sus pantalones cortos.
Me hala más cerca hacia la puerta mientras Lanej se endereza y camina de vuelta a
su posición para bloquear nuestro escape. Luce asustado pero aun así poco
dispuesto a dejarnos ir.
La bonita cara de Leah se contorsiona y cubre sus oídos, luego se deja caer
de rodillas en una esquina de la oficina administrativa. El Sanador se agacha a su
lado, palmeando su cabeza y luciendo más confundido que nunca. No van a sernos
de ayuda a Lucas y a mí, pero al menos están seguros.
Lanej obstaculiza nuestro camino pero ya no luce seguro de querer estar ahí.
La necesidad de huir controla cada otra emoción agitándose dentro de mí. El miedo,
el dolor, la aversión hacia lastimar a las personas. O incluso lastimar a Otros.
—No. ¿Qué van a hacer? Sólo son un par de niños. —Suena como si tratara
de convencerse. Es probablemente lo que Deshi les dijo cuando les pidió que nos
detuvieran.
—¿En serio? ¿Por qué no le preguntas a tu amigo sin piel de por allá? Supongo
que aparecieron aquí debido a las cámaras de seguridad derretidas. ¿Qué te parece
si le hago eso a tu rostro?
—No te atreverías.
Mira hacia Rahaj, y sigo su mirada. El Vigilante que Lucas lastimó ha caído
inconsciente. Sus ojos están cerrados y se desploma contra la pared. Frente a mis
ojos, los pedazos de piel restante crecen de vuelta hacia los demás.
Las heridas de la víctima de Lucas han sanado casi por completo. Saber que
el daño no es permanente me hace sentir mejor.
Y también peor.
—Althea. Muévete.
Mi cuerpo responde ante la orden en su voz. Paso a través del vidrio derretido
y nos movemos de vuelta a la entrada de la Célula a paso veloz. Mi último vistazo al
Centro Administrativo de Danbury es una imagen a los ojos gris claro de Leah
viéndome irme.
Hace tres meses jamás hubiera soñado con causar dolor físico, infringir trauma
mental o escapar de los Vigilantes. Nunca habría creído que ser Alguien Más
significaba que soy medio Otro.
Nunca habría imaginado que los animales no son la parte más aterradora de
este mundo.
—Debemos irnos. Quién sabe cuánto tiempo más les tomará llegar aquí.
Necesitamos llegar fuera de la frontera donde hay más lugares para escondernos.
Probablemente nos buscarán en el parque primero.
Dos vehículos se orillan frente a la Célula y diez, no, veinte, Vigilantes salen.
La mitad entra en la Célula. El resto se dirige hacia nosotros. Hacia el parque.
No hay tiempo para expresar mi irritación cuando los Vigilantes nos pasan
menos de un minuto después. Si hubiéramos seguido corriendo, nos hubieran
atrapado. Ahora están en el parque, paseando alrededor entre nosotros y nuestra
ruta de escape. Una vez que el sonido de sus botas a través de las hojas mojadas
desaparece, me giro y le susurro a Lucas.
—¿Tienes una mejor idea? —sisea las palabras, pesadas con exasperación.
—Bueno, discúlpame por no querer ser atrapada. Sabes, dado que acabamos
de herir de gravedad a un montón de Otros y probado más allá de toda duda que
tenemos poderes por los que quieren matarnos. Y de nada por no dejarte atrás, por
cierto.
—Gracias por venir por mí. Y por hacer lo que tuvieras que hacer para que
llegáramos hasta aquí.
—No lo sé. Me mareé y caí mientras empacaba. La siguiente cosa que supe
es que desperté en la Célula.
—Te pregunté un millón de veces si estabas bien. ¿Por qué no dijiste algo?
Continúa como si no me escuchara.
Enojo hacia los Otros burbujea a medida que doy un vistazo más cercano a
sus rasgos arruinados. Lo entierro lo mejor que puedo.
—Ha estado jugando con nosotros por un largo tiempo. ¿Estás bien ahora?
—Me siento mejor. No me voy a desmayar de nuevo, por nada del mundo. —
Lucas toca con cuidado el corte en su frente, luego roza el borde de su ojo hinchado.
—Te diré algo. Salgamos de esta cosa vivos y podría dejarte besarme de
nuevo.
Sólo el sonido del gélido viento aullando a través de los árboles y nuestra
respiración regular interrumpe el silencio por algunos minutos. Mi reloj indica que
son las diez y media. La luz de las farolas se acumula en charcos sobre el camino
mientras mis oídos se esfuerzan. Espero que los Vigilantes se vayan pronto del
parque. Como si escucharan mi deseo silencioso, once de ellos se hacen visibles en
ese momento. Hablan en voz baja, las palabras indiscernibles hasta que están casi
sobre nosotros.
—Salgamos de aquí.
Mis piernas están rígidas y acalambradas. Cojeo junto a Lucas hasta que el
entumecimiento desvanece, luego troto para mantener el paso. Luce mejor, ya no
sostiene su costado o hace gestos de dolor con cada paso.
Se gira para decir algo al último minuto, que es por lo que la explosión de
dolor en su rostro es tan clara cuando los enojados estallidos de chispas iluminan la
noche.
Traducido por Scarlet_danvers
—Demasiado mal por eso. No estoy seguro si él despertará esta vez. Estoy
algo sorprendido que lo hiciera después de plantar mi puño en su cara antes.
—¿Cómo sabías?
—Sí, bueno, supongo que tratar con tu traje de piel podrida tomó demasiado
de tu tiempo.
—Es adorable que los dos pensaran que podrían escapar. Aunque, tus
poderes son interesantes, no nos puedes matar. Pero, oh, cómo he disfrutado jugar
a este juego contigo. —Su voz baja más profundo, destilando odio—. Los célebres
mestizos hijos de los Elementales. Los productos de uniones repugnantes. Todos
ustedes merecen morir.
—Mi padre, el Otro Supremo, te quiere viva. —Sus ojos logran ver la sorpresa
en mi cara—. Ah, ¿no sabes a quién atacaste antes? Él quiere saber más sobre tus
talentos en caso de, ya sabes, que sea algo que podamos utilizar. Él disfrutará
lastimándote por lo que me hiciste. Por las traiciones de tus padres.
Lucas despierta, y a pesar del hecho de que somos carne muerta, lágrimas
brotan de mis ojos.
—Lucas.
Sus ojos aletean y luego se abren. Él pone una mano en su cabeza y gime,
revelando marcas de quemaduras en sus palmas.
—¿Qué pasó?
No contesto, girando mis ojos al Otro Deshi, que sigue acercándose. Los ojos
de Lucas los siguen y se amplían en estado de shock y miedo. Recupera el control
en un parpadeo y rápidamente se pone de rodillas a mi lado.
Sin previo aviso, la mano de Deshi serpentea y gira alrededor del brazo de
Lucas. Da un tirón, tirando de Lucas hacia él en el suelo, y luego lo arrastra a una
posición de pie por su cabello. Deshi sostiene a Lucas como un escudo. No hay
manera de que pueda disparar calor a Deshi y estar segura que parte de ello no
rozará a Lucas. Hay como una bufanda resbaladiza envuelta alrededor de las manos
de Deshi, una barrera entre la piel de él y la de Lucas.
—Yo no haría eso. Creo que el Supremo me perdonaría por matar a uno de
ustedes, siempre y cuando el segundo quede en custodia. No estoy seguro que me
importe quién de ustedes dos sea.
Lucas se esfuerza por agarrar a Deshi o escaparse. Esta vez no me sentiría mal
por quemar a alguien, pero no tengo ningún tiro claro. La mirada de Lucas sostiene
la mía, llena de emoción y fuerza. Una última y desesperada idea viene a mí en un
instante. Si esto no funciona, estamos fritos.
—Te encontraré.
Es invierno. Estoy en Iowa. Esto significa, entre otras cosas, que Lucas se ha
ido.
Althea,
Lucas está a salvo. Ayudaremos en todo lo que podamos. Tienes que correr.
—Cadi.
Althea y Lucas apenas escaparon de las
garras de los Otros en otoño, y se separaron en el
proceso. Sola y huyendo de la cruel raza alienígena
decidida a exterminarla, Althea lucha por adaptarse
y sobrevivir en un mundo que nunca imaginó.
Malu_12
Leogranda
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LizC Cecilia.