Vous êtes sur la page 1sur 279

Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno.

Es una traducción hecha por fans y para fans.

Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.

No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales,
recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una
reseña en tu blog o foro.
Para Anthony, quien fue la primera persona en decirme que esta historia
tenía mérito, y que ha sido una parte preciada de mi vida, incluso cuando no
he hecho nada para merecerlo.
En el 2015, una raza de alienígenas llamados los Otros conquistó la tierra.
Esclavizaron a la humanidad no por la fuerza, sino a través de un control mental que
convirtió a la gente en contentos robots incondicionales.

A excepción de Althea, de diecisiete años, quien no está contenta en absoluto


y no necesita que la misteriosa nota dentro de su medallón le diga que es algo más.
También le advierte que no confíe en nadie, por lo que oculta las partes que la hacen
diferente, a pesar de que eso significa estar sola.

Entonces conoce a Lucas, y todo cambia.

Althea y Lucas son inmunes al control mental alienígena, y juntos buscan el


por qué. Lo que descubren es una verdad impresionante que los Otros nunca
anticiparon, una con el potencial de liberar a la raza humana del lavado cerebral.

No es quiénes son lo que les hace especial, sino qué.

Y lo que son es una amenaza. Una que los Otros están decididos a eliminar
para siempre.

The Last Year #1


Traducido por Malu_12

Corregido por Katt090

Antes de que mis párpados se abran sé que he viajado de nuevo.

La opresiva y aterradora certidumbre de que ya no existo es un claro


indicativo. La familiaridad de la sensación no hace nada por calmar el pánico que
ruge en mi interior mientras el sudor fluye de mí y un grito ruega por erupcionar
desde mi pecho agitado.

Respira, Althea. Todavía existes.

Mi ritmo cardíaco ralentiza a medida que responde a la tranquilizadora voz


de la razón en mi cabeza. Suena como yo, sólo que más bonita y sin duda más
tranquila. Al menos una parte de mi cerebro posee un poco de claridad.

Es de madrugada. Siempre lo es. El sonido de movimientos en el piso de abajo


obliga a mis puños a abrirse, liberando el edredón color naranja chillón arrugado
dentro de ellos. Ayer por la noche me quedé dormida en casa de los Hammond,
donde la ropa de cama es de color verde y la primavera se está arrastrando hacia su
fin. Nunca me acostumbraré a despertarme así, pero ya que mis viajes se hacen más
frecuentes, una especie de adormecimiento se instala en mí cuando mis pies
encuentran la manera de salir de debajo de la pesada frazada y se deslizan en las
zapatillas al lado de la cama.

Como si nunca me hubiera ido.

Camino por la gruesa alfombra marrón y me arrodillo en el asiento acolchado


de la ventana para mirar afuera. Los árboles son como manchas brillantes contra el
azul intenso del cielo, algunos carmesí, otros de un soleado amarillo, con algo de
naranjas ardientes entre ellos. Sus colores llamativos verifican mis sospechas.
Ahora es otoño.

Mi aliento empaña el vidrio, oscureciendo la vista. A pesar de mis mejores


esfuerzos, mis ojos se llenan de agua. Esta sigue siendo la tierra, me recuerdo a mí
misma. El único mundo que he conocido. Sólo se ve diferente que ayer.

La primavera fue corta para mí esta vez, apenas tres o cuatro semanas. No he
sido arrancada de una temporada tan rápida en años. Incluso sin control sobre mis
saltos temporales, parte de mí no pierde la esperanza de que algún día se detengan.
Que voy a permanecer en un mismo lugar, encontrar la manera de encajar.

Sin embargo, no sirve de nada. Los años me han enseñado que la esperanza
es un sueño inútil.

Muerdo mis dedos y ensamblo los hechos de esta vida en mi mente. Otoño
significa Connecticut y eso significa los Morgan.

Althea Morgan. Esa es la yo otoñal.

El nombre da vueltas en mi cabeza un par de veces en un intento de hacer


que se consolide. Por lo general toma unos pocos días antes de hacerlo.

—¡Thea, cariño! ¡Ven a tomar el desayuno! ¡Los bloques de apertura


comienzan en menos de una hora!

Un suspiro comienza en lo profundo de mi interior y burbujea hacia arriba


hasta que se derrama en un silbido pesado. La Sra. Morgan no necesita informarme
a qué hora se necesita que esté en mi escritorio, lista para escuchar conferencias
infructuosas. No ha cambiado en diez años.

Sin estar lista para hacer frente a la escena del desayuno, me dirijo a la ducha
en su lugar, todavía cantando mi nombre en voz baja una y otra vez. La sala de
limpieza contiene una túnica con volantes, algo de maquillaje que apenas me
pondré, un cepillo de dientes y algunas suaves toallas naranjas. Todos los artículos
me pertenecen, pero no son míos. Sin necesidad de revisar, sé que disposiciones
similares cuelgan en el armario y rellenan los muebles de roble oscuro. En mis peores
momentos quiero rasgar todo en pedazos. En los días de viaje, es difícil tener la
energía para hacerlo.

Bajo el chorro de agua caliente, el aroma a jazmín inunda mi nariz. Todas mis
duchas, en todas mis casas, están equipadas con el mismo champú casero. Le
pregunté a mi madre de invierno por qué lo hizo para mí una vez y eso me ganó una
mirada extraña, pero no una respuesta. La fragancia se aferra a mí tanto si me lavo
el cabello como si no, y es una de las cosas más constantes en mi vida, aunque nunca
he olido la flor en sí.

Sólo florece en verano. La única estación que nunca he visto.

Apoyo mi frente contra el azulejo blanco frío y trato de dejar de temblar. La


lucha por quitarme el viaje de encima hace que mis rodillas caigan al suelo
resbaladizo. El persistente temor de que la ducha sea una ilusión, que el edredón
naranja y las hojas de otoño son parte de un sueño, ahoga mi suministro de aire.
Estoy segura que en realidad me he ido esta vez, oculta para siempre en el vacío
negro entre estaciones. El dolor del agua hirviendo contra mi cara y la vista de la
sangre donde la maquinilla de afeitar rosa ha cortado mi piel me ofrecen una
creencia temblorosa de que existe mi cuerpo aquí, ahora, con los Morgan.

Ir a dormir en un solo lugar, con una determinada familia y despertar en otra


vida a menudo me deja desencajada durante el primer par de horas. No recuerdo el
viaje, sino el vacío oscuro y sin fin del proceso. A medida que mi cuerpo se disuelve
en mil pedazos, y sin importar cuántas veces suceda, mis funciones cerebrales no
consiguen recomponerlas.

La familiaridad de mi ritual matutino ayuda mientras me detengo frente al


espejo y conquisto los enredos en mi empapado cabello rojo. A continuación, cubro
mi cuerpo húmedo con vaqueros y una camiseta manga larga, secándome el cabello
y luego cepillando mis dientes. Lista para enfrentar el día, dejo la habitación de
limpieza, cruzo la puerta del dormitorio y la cierro.

Mi medallón se ha salido de debajo del cuello de mi camiseta, cayendo en mi


palma cuando la pongo sobre la cama revuelta. Este collar es lo único que me
acompaña en mis extraños viajes.

Un enjoyada estrella de cuatro puntas, no más grande que mi pulgar, cuelga


del extremo de una cadena de oro tan delicada que podría romperse con casi ningún
esfuerzo en absoluto. El oro también salpica la superficie reflectante de la joya negra.
La abro con cuidado practicado y saco el pequeño cuadrado de papel doblado
dentro. Releerlo en los días de viaje se ha convertido en un ritual.

Althea,
Te sientes diferente porque eres Algo Más, un Disidente. Pero no eres la única.
Son más, y se encontrarán los unos a los otros cuando sea necesario. Mientras tanto,
no confíes en nadie.

Ko.

Quién es Ko y por qué metió esta nota dentro de mi collar es un misterio


desconcertante. La palabra Disidente no existe en la tierra, al menos no en ninguno
de los libros de texto que vi durante mi fase preparatoria, a pesar de que claramente
significa que no soy como todos los demás. Si la nota no estuviera dirigida a mí,
asumiría que es un error.

Pero mi nombre está en él, y soy diferente.

Mis dedos vuelven a plegar el papel como estaba antes, es la única forma en
que entrará de nuevo en el pequeño medallón. Leer la nota me ayuda a sentirme
menos sola, aunque así es como estoy. Me recuerda que debo enterrar las diferencias
que se esconden dentro de mí. Después de todos estos años, ocultarlas es una
segunda naturaleza. Solía ser difícil cuando era pequeña, cuando todavía creía que
la gente me oiría si gritaba en voz lo suficientemente alta, antes de aceptar que soy
como una sombra, algo que la gente ve, pero reconoce más como un mero truco de
la vista. Cualquier cosa que esconda a la verdadera yo del mundo ayuda a proteger
mis secretos. También asegura mi soledad.

—¡Thea! ¡Advertencia de diez minutos!

La irritación salta a través de mí ante el apodo. Todos mis padres insisten en


usar una versión u otra. Rompí el hábito de los Hammond cuando pasé tres años
consecutivos con ellos en Portland, Oregon… excepto los veranos, por supuesto.
Ahora han empezado a llamarme Allie de nuevo.

La fría cocina me espera en la parte inferior de la escalera, a la izquierda a


través de una puerta. Me deslizo en mi asiento en la mesa redonda al otro lado del
Sr. Morgan y fuerzo una sonrisa en respuesta a la suya. No hay nada extraordinario
en él, nada que pudiera hacer que alguien recuerde su rostro. Su cabello y ojos son
exactamente del mismo tono color marrón arena que el bigote espeso asentado en
su labio superior.

—Buenos días. Come unos panqueques. Tendrás que estar fuera en ocho
minutos.
Ninguno de ellos advierte que he estado lejos. Es un misterio para mí lo que
piensan acerca de mis ausencias. No puedo recordar cuánto tiempo ha pasado desde
la última vez que viví bajo su techo. Miro hacia abajo a mi plato. Se siente como si
hubiera pasado un tiempo.

El Sr. Morgan vuelve su atención de nuevo a su desayuno, terminando una


pila de panqueques de arándanos bañados en miel. Los panqueques de arándanos
son una de las mejores cosas acerca de los Morgan. Es una de sus marcas, los
pequeños matices que separan a una familia de la siguiente, como la ropa con
volantes y su tendencia para decorar en tonos naranja y marrón. Podría ser peor. A
los Clark, mi familia de invierno, les encanta cocinar con garbanzos.

El pensamiento de la primavera y los pegajosos rollos de canela caseros de


los Hammond atasca un nudo en mi garganta. Aparto el recuerdo y como tres
panqueques así como dos trozos de tocino de pavo, entonces bebo un vaso de jugo
de naranja antes de ponerme de pie y llevar el plato al fregadero. Como por
costumbre, y porque es lo esperado.

Lo cual es normal.

La Sra. Morgan lava los platos a mano, con un delantal de encaje con borde
blanco hasta la pantorrilla protegiendo su ropa. Deslizo un brazo alrededor de su
cintura delgada y le doy un beso en la mejilla mientras un mechón errante de cabello
gris me hace cosquillas en el cuello. Mis labios sonríen a medida que tengo arcadas
y los panqueques de arándanos amenazan con salir a escena. Le planto un beso a
juego al Sr. Morgan antes de salir de la cocina hacia la puerta principal.

Dos estantes y una mesa llena de fotos familiares flanquean el camino a través
de la sala de estar. Las imágenes que muestran mi rostro están todas contra un telón
de fondo otoñal. Los Morgan no lo mencionan o actúan como si eso fuera raro. No
creo que sepan que me voy.

Una mochila me espera en un gancho junto a la puerta principal, desgastada


y oliendo vagamente a sudor rancio. La bolsa no pesa casi nada; contiene sólo mi
identificación y lápices adicionales. Todo lo demás estará esperando en los bloques
de apertura. Podría haber dejado la mochila en su gancho anoche, después de la
Célula.

Si hubiera estado aquí anoche.

El reloj de pared marca las ocho y cuarto minutos, así que salgo al porche,
donde el aire fresco y nítido de otoño se infiltra en mis pulmones. El sol está
resplandeciendo plenamente, sus rayos tibios en lugar de calientes, de la misma
forma en que fue ayer en la primavera de Portland. La temperatura oscila alrededor
de los quince grados. Agradable, dirían algunos. Es un poco frío para mí, y pienso
por una fracción de segundo en volver dentro para tomar un suéter.

A lo largo de la calle, las puertas están abiertas y los niños salen a la misma
hora exacta. Un niño de mi edad a dos puertas, una niña más arriba en los bloques.
Nuestros pies tocan la acera juntos. Me encamino hacia la Célula Superior, donde
voy a comenzar el último año de mi fase preparatoria. No es que eso haga una
diferencia. No tengo a nadie que extrañar cuando Ascendamos a la edad adulta, ni
amigos en la Preparatoria Célula de Danbury.

No tengo amigos en ningún lugar.


Traducido por Apolineah17

Corregido por Katt090

La Preparatoria Danbury es una réplica de mis otras Células, desde el exterior


de ladrillos rojos cubriendo sus dos pisos al césped perfectamente cuidado. Hemos
estudiado biología en repetidas ocasiones durante años, hasta comprender cómo
cada célula individual es una coincidencia idéntica de la siguiente y juntas crean algo
más grande, un organismo, es una segunda naturaleza. De la misma forma, las
Células a las que asistimos constituyen la fase preparatoria del desarrollo. La Primera
Célula comienza a los cinco años, seguida por la Célula Intermedia y, finalmente, la
Célula Superior. La Ascensión después del último año, el año Final, toma lugar entre
nuestros dieciséis y diecisiete años.

La visión de esta Célula en particular hace aprehensión en mi centro. Mi paso


no flaquea, porque llegar tarde no es Aceptable, pero el terrible peso de mi percibida
invisibilidad regresa con ferocidad. Los estudiantes se ríen y hablan entre sí,
ignorándome a medida que caminan sin prisa hacia su bloque de apertura. El sudor
estalla en mi frente y mi estómago se retuerce. Espero desaparecer en el demoledor
negro vacío del viaje.

Entonces algunas risueñas chicas más jóvenes lanzan miradas extrañas en mi


dirección, su reconocimiento liberando la tensión de mi cuello y hombros. Aunque
soy insustancial para ellos, no soy invisible. Mis compañeros me miran. Simplemente
no me ven. No lo suficientemente bien para responder adecuadamente, para
brindarme su amistad, para pedirme sentarme en sus mesas del comedor.

Como si muy dentro en algún lugar supieran que soy una Disidente, y tienen
un instinto en ellos para evitarme. A menudo me observan con miradas confundidas,
como si trataran de descifrarme. Porque cada humano, al igual que cada molécula
en una célula, se supone que sea indistinguible del resto, y no lo soy.
No lo soy.

Me tomó más de un año hacer amistad con Val y Monica durante el tiempo
que permanecí en Portland con los Hammond. Se acostumbraron a la extrañeza que
poseo a mí alrededor como una extremidad adicional, incluso se burlaban de mí
respecto a eso. Ahora que no me quedo por mucho tiempo, me ven como si no
existiese como todos los demás.

Esa es la parte más difícil de regresar.

Hoy una sonrisa pegada en mi rostro me permite mezclarme con los demás,
si no ser bienvenida. Mi horario siempre es el mismo, y puesto que mis Células son
idénticas, saber a dónde ir no es un problema. Me abro paso a través de los pasillos
silenciosos hacia álgebra.

La oleada de chicos en la puerta se hace a un lado, y me dirijo a la parte de


atrás de la cuadrada aula incolora. Cuadernos y libros de texto yacen encima de las
frías y húmedas mesas metálicas. Las luces se atenúan dos veces en una rápida
sucesión haciéndonos saber que el bloque está a punto de comenzar. Cuando
atenúan una tercera vez permanecen de esa forma, y la enorme pantalla en la parte
del frente del salón se enciende. Junto a ella, un único retrato adorna las blancas
paredes desnudas. Uno cuelga en todas las aulas, cada uno representando a uno de
los cuatro líderes de los Otros.

Los Otros son nuestro gobierno, nuestra realeza, nuestros gobernantes


absolutos. Desde que llegaron a la tierra han decretado lo que es Aceptable, quién
está Defectuoso, quién será nuestra Pareja, cuáles serán nuestras Carreras. Cada gran
elección en nuestras vidas es decidida por ellos. Son mejores que nosotros. Más
inteligentes, más fuertes, más poderosos.

Al menos, eso es lo que nos enseñan. No tengo ninguna razón para dudar de
ellos, además de las punzadas de maldad que su apariencia esparce a través de mi
piel.

El retrato en el aula de álgebra representa al Otro conocido como Aire. El


hombre de perfecto cabello rubio, mandíbula completamente cincelada y pómulos
afilados, nos observa fijamente desde la pared. Su mirada inhóspita, completamente
negra a excepción de un puntito azul intenso en el centro, nos recuerda que ellos
nos están observando.

Siempre.
No vemos a los Otros a menudo, al menos no en persona, pero ellos nos ven.
Han instalado cámaras en todas partes, y los adultos interactúan con ellos a través
de la Red en base regular. Su presencia se siente entre los humanos en forma de
admiración y respeto. Por lo que sé, nadie les teme. Excepto yo.

El Monitor aparece en la pantalla y atrae mi mirada del negro intenso de Aire.


El hombre con gafas luce más como un topo en un libro de texto de ciencias de la
tierra que como un ser humano, con sus pequeños y brillantes ojos y su nariz torcida.
Él toma asistencia y levantamos nuestras manos uno a la vez para anunciar nuestra
presencia. Nunca he sido testigo de una ausencia.

Comienza la clase y todos empiezan a tomar notas. No hay ninguna buena


razón para esto, ya que es el mismo material que hemos cubierto tres veces antes.
Los temas y materias de la Célula Superior no cambian en todos los cuatro años. Es
claro para mí que no estamos aquí para aprender, ya no más, sino más bien como
una forma de mantenernos controlados y supervisados hasta que los Otros decidan
cómo podemos servirles mejor como adultos. Ninguno de mis compañeros de Célula
parece notar la repetición. O importarle. Sus ojos están fijos en el Monitor, bajando
la mirada cada par de momentos para apuntar algunas notas con interesadas medias
sonrisas.

Después de escucharlo hablar monótonamente durante media hora, en la cual


cuento todos los setenta y dos cuadros en su fea camisa a cuadros y decido que sus
ojos son exactamente del color de la hierba muerta, es momento de continuar.
Cálculo es la siguiente, seguida por astronomía, el almuerzo, más astronomía,
ejercicio, física y luego química. Nuestras habilidades de matemáticas y ciencias
están enraizadas para ahora, pero hay pocas Carreras para darles un buen uso.

La fría consternación se cuela a través de mí cuando llega la hora del almuerzo.


Nadie se sienta solo en el comedor, y las mesas son asignadas por año. Por lo general
también nos dividimos por género, pero no es una regla. Por un segundo pienso en
Val agitando sus brazos hacia mí, hay un asiento apartado a su lado, pero esto es
Danbury, Connecticut no Portland, Oregon. Incluso si fuera Portland, Val no me
guardaría un lugar.

Ya no.

Fuerzo una sonrisa y localizo un asiento vacío en una mesa llena de otros
Terminales o Terms como les decimos para abreviar. Las chicas se hacen a un lado
lejos de mí mientras me acomodo en una silla dura. Es sutil, ya que cualquier
discordancia no es Aceptable, y todos ellos lo hacen a la vez como si no pudieran
evitarlo. Sus rostros reflejan una breve confusión, como si no entendieran tampoco
por qué, pero vuelven a poner sus contentas sonrisas en un abrir y cerrar de ojos. El
bulto reaparece en mi garganta y me esfuerzo por tragarlo. Debería estar
acostumbrada a esto, pero mi estatus de marginada golpea duro el primer día en
una nueva Célula.

En lugar de insistir en el doloroso malestar de ser rechazada, finjo interés en


los retratos en la pared. En el comedor, los retratos de los cuatros líderes de los Otros
cuelgan juntos. Aire. Agua. Fuego. Tierra.

Los Elementales.

Hay muchos Otros, pero sólo cuatro Elementales. Son Otros, pero más
poderosos, más hermosos. Y extremadamente raros. Cada generación, cuatro Otros
son marcados con una marca secreta. Ellos se convierten en los Elementales y ejercen
el poder para controlar a aquello por lo que son nombrados.

Los cuatro fruncen el ceño desde sus retratos, infelices y disgustados. Todos
son hombres, menos uno. Fuego es una mujer con el cabello de un rojo tan intenso
como el mío, pero éste brota de su cabeza en una maraña de rizos salvajes, donde
los míos cuelgan espesos y lacios. El abrasador desprecio en su rostro dispara una
vaticinante flecha con punta de llama a través de mi corazón.

El almuerzo consiste en tazones idénticos de ensalada cubierta de fruta, pollo


y un aderezo a base de aceite. Presto obedientemente atención a mi comida y medio
escucho la charla revoloteando alrededor de la mesa. Una morena con dientes
torcidos y una gran nariz parlotea más fuerte que el resto, pero luego una pequeña
chica interrumpe. Su oscuro cabello rizado cae de su cabeza en rizos sueltos, y
observarlos rebotar me cautiva durante varios segundos a medida que habla.

—Espero terminar con un puesto de Administración. Me encanta trabajar para


los Otros.

La morena sonríe, pero no llega a sus ojos vacíos.

—Eres una de las favoritas después de ayudar en el Centro Administrativo por


cuatro años.

La mayoría de las personas tiene más de un talento, pero cuando se les da


una Carrera, la gente siempre está feliz con eso. Lo cual no es extraño, considerando
que las personas siempre están felices. Ningún humano en la tierra está nada más
que sereno, contento, complacido. Excepto yo.
Pero de acuerdo a Ko, soy Algo Más. Disidente.

El tema cambia abruptamente cuando una chica con el cabello tan rubio que
es casi blanco baja su tenedor.

—¿Alguien ha sido solicitado en el Encuentro de este fin de semana?

Las cabezas alrededor de mi mesa niegan de un lado a otro. La sonrisa de la


chica rubia se extiende por sus amplias mejillas, y la boca de la alta morena cae
abierta, su rostro reflejando encantada conmoción.

—Brittany, alguien te lo pidió, puedo verlo en tu rostro. ¿Cómo es que hasta


ahora estás diciéndonos?

—Sucedió de camino al almuerzo. Greg me lo pidió.

“Oh”, “Ah” y más felicitaciones abundan, las cuales no puedo repetir


sinceramente sin saber quién es Greg. Hablan sobre sus Carreras, el Encuentro y los
chicos desvaneciéndose en el fondo de mi mente a medida que el almuerzo
desaparece en mi estómago sin hambre. Las conversaciones son más o menos las
mismas en todas partes. Ya que contamos con un número limitado de temas, no es
difícil adivinar lo que será discutido. Ocasionalmente trabajo escolar, a veces la
Celebración de Verano o una película que vimos el fin de semana pasado. De vez en
cuando alguien asistirá a la ceremonia entre parejas o a una pira funeraria, pero esas
son raras.

El Encuentro, único en el último año, proporcionará un montón de material


para chismear este otoño. Se llevará a cabo en unos pocos días, destinado a
promover las Parejas Voluntarias. Si vamos a elegir nuestra propia pareja, tenemos
que declarar las intenciones antes del verano.

Enredaderas de pánico se enroscan alrededor de mi corazón mientras el


miedo, helado y caliente, aprieta mi estómago. Pensar en una pareja, tan atractivo y
emocionante para la mayoría de las chicas, nunca desencadena sentimientos
positivos en mí. Después de terminar nuestra fase de preparación y ser adultos
emparejados, no se nos permite estar en público excepto una vez al mes con salidas
designadas. Todo el trabajo se realiza a través de la Red. Nuestras vidas son vividas
a través de la Red.

Si estoy emparejada, ¿él será como mi desfile perenne de cambio de padres?


¿Viajaré entre Iowa, Portland y Danbury, con una nueva pareja en cada lugar,
ninguno de ellos dándose cuenta cuando vengo y voy?
La idea de estar encerrada con un chico que me vea como si no existiera,
trabajando para los Otros durante todo el día y luego sentándome delante de
películas sin sentido toda la noche, es suficiente para traer histérica agua a mis ojos.
Nunca he visto que nadie reaccione de esta manera así que me contengo,
manteniendo mi mirada entrenada en mi tazón vacío de ensalada. Nadie lo nota de
todas formas.

No confíes en nadie.

Las palabras de mi nota saltan a mi mente. Implican que nadie debería saber
sobre mí, sobre mis viajes, cómo tengo sentimientos que no siempre son buenos.

Tendré que emparejarme para mantener mi secreto. Lo sé.

Pero saberlo no evita que hasta la última parte en mí grite en resistencia. Lazos
invisibles me fijan en mi lugar, abarrotándome en un molde en el que no encajo.

No seas tonta, Althea. Tú perteneces aquí. Necesitas tranquilizarte.

Aparto mi cabello lejos de mi frente sudorosa y descanso las palmas hacia


arriba en mi regazo, donde estarán a salvo. Suena la campana y nos levantamos de
la mesa, un personal robótico se acerca detrás de nosotros para limpiar nuestros
platos y basura. Sigo a la multitud fuera de la habitación, todavía trabajando en
controlar mis pensamientos desagradables, ocultando la lucha detrás de una sonrisa
fabricada. Mis sonrisas requieren esfuerzo; para todos los demás parece como si
existieran razones para levantar sus labios en felicidad.

Esas razones son tan vagas hoy como siempre lo han sido.

El resto del día transcurre en un borrón, pero escuchar las mismas clases por
cuarta vez no requiere mucha atención. Mis compañeros parecen genuinamente
interesados en aprender sobre las moléculas, las ecuaciones, las historias del planeta
y cuestiones similares otra vez. Se sonríen entre sí en los pasillos, caminando
enérgicamente.

Mis pies se arrastran por la puerta hacia química, el bloque final de mi día. Un
chico se sienta en la esquina de atrás, cerca de donde tengo la intención de sentarme,
y algo en él despierta mi interés. Su cabello rubio oscuro es lo suficientemente largo
para curvarse un poco en las puntas. Sus ojos se centran en la oscura y vacía pantalla
delante mientras espera a que el Monitor aparezca. Son azules, de un azul tan
brillante que es como mirar el cielo. El mismo tono de azul que veo en el espejo.
Las luces se atenúan por primera vez a medida que tomo asiento junto a él y
abro mi libreta. Este Monitor es fácil de recordar, una mujer que parece diez años
mayor que nosotros y es una apasionada de la química. No nos reprende cuando no
entendemos, no exactamente.

Sin embargo, su sonrisa flaquea un poco. Ella me fascina.

He visto otra sonrisa vacilar así, pero sólo una. El recuerdo empuja contra las
paredes que he erigido alrededor de mi mente, susurrando a través de las grietas.

Un Monitor en Portland me pidió que limpiara su habitación después de la


Célula esa última primavera en Portland. La forma en que aceptó mi presencia hizo
que mi sangre cantara de verdadero placer; me apaciguó en un lugar de comodidad.

Esa comodidad me traicionó. Naturalmente.

Incluso ahora, recordar lo que dije acelera mi corazón y llena mis mejillas de
calor.

A veces me asusta, la forma en que los Otros nos mantienen separados. Me


gustaría que pudieras venir y monitorearnos en persona.

El error, la admisión descarada de desear que la vida sea diferente, me golpeó


incluso antes de que la frase saliera de mis labios. Horrorizada, esperé a que ella me
delatara, le dijera a los Otros sobre la chica que no confía en ellos. La chica que les
teme.

No lo hizo. En lugar de eso me despidió. Pero su sonrisa… vaciló.

Viajé esa noche. Mi propia estupidez me costó a mis amigos, los Hammond y
la vida que me había permitido construir durante esas temporadas en Portland.
Nunca he olvidado nuevamente lo que soy, nunca he cometido el error de imaginar
que pertenezco.

El chico a mi lado se mueve en su asiento, inclinándose hacia abajo para


conseguir un nuevo lápiz de su maltratada bolsa y me sacude fuera de mi
ensimismamiento. Su cabeza termina cerca de mi codo derecho mientras rebusca, y
el cambio de posición envía una ráfaga de aire en mi dirección. El penetrante y
distintivo olor a pino amenaza con abrumarme. No es desagradable, sólo
contundente, y una lenta respiración me ayuda a aclimatarme.
Cuando se endereza y me atrapa observándolo, un rubor se arrastra por sus
pálidas mejillas. Regresa su atención nuevamente hacia la pantalla, casi tirando una
libreta de su escritorio en su prisa.

También me vuelvo a centrar en el Monitor, no queriendo atraer ninguna


atención indeseada, pero continúo mirando a escondidas a mi nuevo vecino. Está
perturbándome ahora, la idea de que algo está mal con él. Entonces la realización
me golpea como un puñetazo en el estómago.

Él no está sonriendo.
Traducido por Ximena Vergara

Corregido por Katt090

El muchacho con olor a pino, cuyo nombre es en realidad Lucas, gracias a la


inútil lista de asistencia, se apresura a salir después de química sin decir una palabra.
Deambulo a un ritmo más moderado, tranquila debido al tiempo libre después de la
Célula. Todas las personas mayores de trece años tienen una hora libre antes de ir a
casa. Mis compañeros de Célula van a parar en uno de los tres establecimientos
públicos de la ciudad: la pizzería, la bolera o el parque. Nunca extienden una
invitación para que me una, pero de todos modos probablemente no aceptaría.

Es sólo otra oportunidad para revelar mis secretos.

En consecuencia, a menudo paso mi hora libre vagando sola por la ciudad. El


día se vuelve más frío a medida que el sol se hunde en el horizonte, maldigo mi prisa
por salir de casa de los Morgan sin un suéter esta mañana. Quizás Aire se relaje con
el frío otoñal si se lo pido amablemente. Su muerta, fija y despiadada mirada aparece
en mi mente y tiemblo.

Tal vez no lo haga.

Hoy mi paseo me lleva al parque. Un fuerte viento sigue soplando, agitando


las coloridas hojas y formando por la acera remolinos con ellas. La brisa perfora a
través de las mangas de mi delgada camisa y ataca mi piel, poniéndome la piel de
gallina a lo largo de mis brazos. Compruebo la hora, pero todavía tengo cuarenta y
cinco minutos para sobrevivir antes de que ir a “casa” sea una opción.

El parque interior consiste en un gran claro lleno de juegos para niños


pequeños. En esta época del año aparecen girasoles por encima de la hierba que
llegan a la altura de la cintura más allá del claro, sus rostros de brillante color amarillo
y aterciopelada nariz marrón burlándose de mi espíritu gris. Una delgada arboleda
con sus árboles dispersos se extiende más allá de las flores, alrededor de veinte a
partir del final del terreno justo al límite que nos separa de las Tierras Remotas. Por
ahora sus hojas dramáticas iluminan la tarde gris.

Un par de adolescentes giran en un carrusel destinado a niños mucho más


pequeños, y la cubierta ofrecida por los árboles me permite estar a una distancia
razonable. Me paseo en medida a lo permitido, recorriendo todo el camino hasta el
límite de la ciudad. Una valla eléctrica rodea el parque, resisto la tentación de pasar
mi mano sobre el límite para poner a prueba su poder. Un pensamiento tonto, lo sé.

Mi mente se distrae al mirar a través de la gruesa valla de alambre fuertemente


tejido que sirve para mantener afuera a los depredadores. El bosque es denso, y
aunque las hojas se mueven ligeramente y las ramas tiemblan, la vegetación es un
escondrijo para cualquier cosa oculta. Un escalofrío comienza en mis hombros y se
abre paso por los dedos de mis pies.

Animales.

Criaturas malvadas que mutilarían, desgarrarían y matarían a los seres


humanos sin pensarlo dos veces. Si eso no funciona, sus enfermedades harán el
trabajo. Cuando los Otros llegaron a nuestro planeta erigieron una frontera de seis
metros para garantizar nuestra seguridad. Más allá cuelga una red, terminando cerca
de dos metros sobre la tierra para evitar que las criaturas voladoras entren. Los Otros
caminan en las Tierras Remotas a veces. Los seres humanos nunca lo hacen. No es
Aceptable dejar la seguridad de la ciudad, no es como si alguien fuera a hacerlo.

No hay razón para creer que los Otros mentirían sobre nuestra incapacidad
para sobrevivir sin su protección. Se han encargado de cuidarnos desde que llegaron
a este planeta, protegiéndonos contra ataques, proveyéndonos, asegurando nuestra
felicidad. Pero últimamente mi arraigado temor por los animales lucha contra la
envidia. No porque quiera estar ahí fuera con ellos, sino porque envidio su libertad.

Los árboles reluciendo en la brisa son en su mayoría de roble y arce,


careciendo tanto del aroma como del exuberante verde de un bosque de pinos. El
pensamiento sobre los pinos me recuerda al muchacho sin sonrisa en mi bloque de
química. Concentrarme en ese misterio es mucho más interesante que abatirme por
el frío.

Los acontecimientos del día se repiten como escenas de una película, las
preguntas rodeando al muchacho aferrándose bajo mi piel. Podría ser por la época
del año, el nuevo año en la Célula o mi inesperada llegada esta misma mañana, pero
no puedo evitar la sensación de que algo importante está a punto de suceder.

Otro pensamiento tonto. Nada cambia en este mundo.

Un vistazo a mi reloj revela que quedan tan sólo diez minutos para el toque
de queda. No estoy segura de qué pasaría si llegara tarde, considerando que nunca
he tenido las agallas para probarlo. En lugar de reunir el coraje para burlar las reglas,
me apresuro a trotar.

Al rodear la esquina de la calle de los Morgan, la vista de un muchacho


acostado sobre su espalda a dos casas más abajo, mirando hacia el cielo, me detiene
abruptamente. La mata de rizos rubios y la mochila roja sucia me dicen que es el
chico con aroma a pino. Que viva cerca es una sorpresa, aunque no sé por qué. Ni
siquiera puedo recordar la última vez que viví en Danbury, y la gente empleada en
ciertas Carreras es trasladada de vez en cuando.

Se sienta y me mira observándolo sorprendida de pie frente a él y hace un


esfuerzo por parecer feliz. Las comisuras de sus labios lucen como si pudieran venirse
abajo si las suelta, como si estuvieran siendo empujadas hacia arriba en lugar de
levantarse por su propia voluntad. Después de haber pasado años fabricando mi
propia sonrisa, identificar otra falsa es sorprendentemente fácil.

A medida que me acerco más, el polvo en el aire cae en mi lengua,


provocándome una tos con un fuerte sabor a pino. Tal vez despertó demasiado tarde
para ducharse esta mañana y se le pasó la mano con la colonia. Nuestras miradas
colisionan hasta que un terreno desigual en la acera me obliga a mirar hacia delante.
La niebla aumenta dentro de mi mente cuando él murmura algo en voz baja y se
dirige al interior.

Cuando nuestros ojos se encontraron sentí como si el mundo hubiera dejado


de existir. Como lo opuesto al aplastante vacío de mis viajes de pesadillas, donde el
mundo todavía existe pero yo no. Hace un momento, al mirar a este extraño chico,
sentí como si solo existiéramos nosotros dos.

El vaticinio del cambio esperando al margen de mi mundo regresa deprisa y


aprieta mis pulmones. De pronto estoy segura que la llegada de este chico es parte
de lo que está por venir.

Entro apresuradamente por la puerta principal de los Morgan cuando el reloj


da las cinco, intentando recuperar el aliento y recomponerme antes de que el Sr.
Morgan levante la vista de su periódico. La normalidad de la escena ayuda. Cada día
después del trabajo, el Sr. Morgan cambia sus pantalones de vestir y corbata por
caquis desteñidos y una polo blanca. El agua corriendo y el sonido de las ollas me
indica que la Sra. Morgan está revoloteando en la cocina preparando la cena. Sin
haberla visto sé que lleva puesto un vestido estampado de flores cubierto por el
mismo delantal que tenía esta mañana. La Sra. Morgan no cree en el uso de
pantalones. El armario aquí cuenta con más vestidos y faldas que mis otros dos
armarios combinados y soy afortunada si consigue pantalones para mí en absoluto.

Con una inhalación profunda empujo las comisuras de mi propia boca hacia
arriba, el esfuerzo trae de vuelta el recuerdo de la sonrisa del chico en cuanto cuelgo
la mochila junto a la puerta.

—Hola, señor… papá. Estoy en casa.

Él mira el reloj, da un vistazo en mi dirección, y entonces regresa la vista al


periódico.

—Hola, cariño. Será mejor que te cambies y hagas tu tarea. La carne a la


cacerola estará lista en cualquier momento.

Trato de pasar disimuladamente la cocina con un rápido saludo al pasar a la


Sra. Morgan, pero ella me llama para que regrese, saludándome con un gran abrazo.
Cocina puré de patatas y el burbujeante olor de cazuela de maíz flota desde el horno.
La cocina de esta madre se destaca, pero todas ellas solamente preparan
guarniciones. Los Otros aderezan, desinfectan y entregan todas nuestras proteínas
animales.

—¡Sé que necesitas cambiarte, pero tienes que decirme que sientes al ser una
Terminal! —La Sra. Morgan me sonríe como si fuera un logro, cuando lo único que
he hecho es envejecer.

—Genial, mamá.

—¿Cómo están tus amigos? ¿Todos están entusiasmados con el Encuentro?

Aquella única pregunta, junto con los turbulentos sentimientos que


alborotaron el día, me ponen nerviosa. Mis palmas se calientan.

—Sí. Emocionados. Voy a cambiarme ahora.

El naranjo, marrón y estéril dormitorio que no es mío, me trae a la realidad de


mi extraña vida de golpe.
Por supuesto que ella asumiría que tengo amigos y que comentamos el
evento más esperado del otoño, del último año. Eso es lo que las chicas Term hacen
cuando se quedan en un solo lugar. Odio obligarme a parecer feliz cada día cuando
mis entrañas se sienten tan revueltas. Odio ser diferente. No es la primera vez que
odio a Ko por dejarme sólo con una estúpida nota. Él no tiene idea de lo difícil que
es no tener alguien con quien hablar. Estar sola. Que la gente me mire como si no
existiese, nunca me ven. Me aterra que pudiera estar mintiendo, que sea la única
Disidente.

Que no haya más personas como yo, lo que sea que soy.

Sin nadie alrededor para ver, el agua cae de mis ojos y se derrama por mis
mejillas sin control. Me dejo caer en la gruesa ropa de cama y me hago un ovillo. Los
recuerdos de los años pasados con los Hammond se clavan en mi piel como alfileres,
me aguijonean con una pérdida tan profunda que duele en cada poro.

En cuestión de segundos, el sudor cubre mi espeso cabello, mi frente y la parte


posterior de mi cuello. La camiseta, demasiado delgada al aire libre, se aferra a mi
piel mientras lucho por sacarla, para liberarme del calor. Libre de la camisa, agarro el
edredón hasta que un acre olor a humo se eleva a mí alrededor y aparto mis manos.
La tela naranja arde sin llamas alrededor de los bordes de mis ennegrecidas huellas
dactilares. Trato de aplacar los rescoldos con mi camisa.

Cálmate, Althea. Mantén el control. Es la única manera de hacer que se detenga.

Esto ha sucedido antes, en los momentos en que no logro detener la


desesperación. Una forma más de no ser normal, otra astilla para enterrar. Varias
respiraciones profundas me hacen recuperar un tenue control, pero la habitación
está al menos seis grados más caliente de lo que debería estar cuando un golpe
suena en la puerta.

—¿Thea, cariño? La cena está lista.

Antes de que pueda responder, el pomo de la puerta gira y la ligera madera


oscila abriéndose. El pánico irrumpe mientras lucho para que mi expresión sea
neutra. Volteo mi cara lejos de la Sra. Morgan para ocultar el agua, limpio mis
mejillas. Si fuera mi madre, la verdadera, supongo que correría y enterraría mi
hinchada cara en su delantal y le dejaría decirme que todo va a estar bien.

Pero no lo es. Y no lo será.


Sus profundos ojos marrones se ensanchan a medida que agita una delicada
mano frente a su cara, creando una brisa.

—¡Dios! ¿Por qué está tan caliente aquí?

Ella me mira perpleja y me veo reflejada en sus ojos, sentada en mi cama en


nada más que mi sujetador y pantalones vaqueros, el sudor recorriéndome como
ríos. Pero no hace ningún comentario, en cambio camina al ventanal girando la
manivela. La abre totalmente, el aire fresco atormenta mi pegajoso cuerpo con
escalofríos. Mantener la sonrisa en su lugar es más difícil con el castañeteo de mis
dientes.

La Sra. Morgan acaricia mi cabeza antes de detenerse en el umbral.

—Voy hacer un informe sobre el problema de nuestro calentador. Tal vez algo
ha ido mal. En cualquier caso, querida, termina de ponerte una ropa adecuada y ven
abajo. El asado acaba de llegar.

Se da la vuelta y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Me


levanto de un salto y cruzo hacia la ventana en un segundo, cerrándola de golpe. La
habitación entra en una temperatura tolerante unos minutos más tarde, lo que indica
el final de mi episodio. Debería haber tenido mi crisis antes en el parque; así no
habría estado tan helada toda la tarde.

No hay manera de que cambie lo que soy, sólo ocultarlo. Una irritante
aceptación cae sobre mí mientras me quito mis pantalones, me pongo un delgado
suéter negro y una falda púrpura que se balancea sobre mis rodillas.

La Sra. Morgan es partidaria de vestirse para la cena.


Traducido por Adaly

Corregido por Aniiuus

Este es el tercer sábado del mes, lo que significa un paseo familiar.

Los Otros permiten a los adultos salir en público durante una hora por la
mañana, fundamentalmente para obtener aire fresco. Todos mis padres se ejercitan
cada día en la cinta en el estudio, pero parecen apreciar la caminata al aire libre una
vez al mes. Los Morgan y yo, doña horrible, usamos pantalones naranjas a juego y
salimos al porche a las nueve en punto. El Sr. Morgan estira sus piernas a medida
que las puertas delanteras se abren y las casas empiezan a soltar más personas
vistiendo pantalones similares a lo largo de la cuadra. A las nueve y cinco, todos
avanzamos por la calle.

Todas las ciudades en las que vivo están distribuidas igual, en una serie de
anillos. La Célula, la pizzería y la bolera se encuentran en el centro. Cinco círculos por
fuera de esos están las calles llenas con residencias idénticas de dos pisos. El parque
se envuelve alrededor del borde más exterior, una barrera entre nosotros y las Tierras
Remotas. Las Excursiones de los Sábados comienzan en la Célula y transcurre a lo
largo de la calle principal, el único camino que conduce directamente desde el centro
de la ciudad hasta la frontera.

Desfilamos desde nuestras casas y nos reunimos en la Célula en completo


silencio. Justo a las nueve y veinte nos esparcimos por la calle principal. Veo al chico
con aroma a pino y sus padres al mismo momento en que él me ve, levantando su
ceja en un saludo silencioso. Una extraña combinación de placer e inquietud pelean
por mi atención, pero ninguna gana y eventualmente me distraigo estudiando al
resto del grupo. A mi derecha, la chica con rizos negros, aquella que quiere trabajar
en Administración, rebota junto a dos pequeñas copias adultas de ella. Un par de
niños más pequeños saltan uno junto a otro en perfecta sincronización.
El día amaneció fresco y ventoso, y aunque el sol ha salido, un rocío helado
escurre sobre los hilos de hierba. La mañana transcurre en mucho silenciosa mientras
los humanos avanzan a través de ella, excepto el roce ocasional de una zapatilla
deportiva o una tos. Más cerca de la frontera podríamos tal vez escuchar cantar a las
aves o los animales encontrado el desayuno, pero no tan lejos dentro de la ciudad.

Una típica Excursión Familiar dura aproximadamente una hora, desde las
nueve hasta las diez. Repartidores de almuerzo esperan en las cocinas a nuestro
regreso, y luego por la tarde vemos una película juntos. Sin embargo, según nos
acercamos a la frontera hoy, las personas en el frente de nuestro escuadrón de
senderismo reducen la velocidad hasta detenerse. Estiro mi cuello, esforzándome
por vislumbrar lo que ha captado su atención. Cuando lo hago, mi estómago se
desploma a mis pies.

Un grupo de Vigilantes se encuentran en posición de firmes frente a la


frontera.

He visto a los Vigilantes en persona sólo cuatro veces. Los recuerdo todos con
claridad; fueron los días más aterradores de mi vida. Los cuento rápidamente. Ocho
Vigilantes. Nunca antes había visto tantos en un solo lugar. De hecho, nunca había
visto más de dos, el número enviado para recoger a los defectuosos. Flanquean una
gran pantalla de video que han colgado en la valla. A un lado se encuentra una mesa
de plástico blanca que sostiene un tazón de ponche, algunos bloques de roca rosa
pálido y varios envases de lo que parece agua.

Los Vigilantes son el brazo ejecutor del gobierno de los Otros, pero a parte
de sus uniformes marrones con tonos de color negro brillante, tienen el mismo
aspecto que el resto de su raza: altos, rubios y hermosos hasta el punto de no parecer
reales. A diferencia de los Elementales, no tienen puntitos azules interrumpiendo su
mirada brillante y negra. Sin el blanco como un ojo humano, sin pupila o iris en los
ojos. Sólo un vacío sin fin. El efecto les hace parecer ciegos, pero no lo son.

Ahora, no deberían estar aquí. Nadie está defectuoso. Pero nadie habla o los
cuestiona, a pesar de que no creo que los Otros informaran a alguien de esta
alteración. Simplemente todos esperamos.

Una vez que todos han entrado en el parque, un Vigilante se aclara la


garganta.
—Habrá una breve presentación en relación a este cambio en su Excursión
mensual, y después invitamos a los estudiantes Terminales a unírsenos para tomar
una copa celebrando nuestra presencia entre ustedes en su año final en la Célula.

Su hermosa voz se vierte en mis oídos como una dulce capa de miel, pero
verlos incrusta un dolor punzante detrás de mis ojos. Mirar directamente a los Otros
provoca un dolor punzante en mi cerebro, como agujas estrellándose a través de mi
frente. Tal vez porque nuestras mentes simples de humanos no pueden procesar su
existencia superior.

Al menos, eso es lo que nos quieren hacer creer.

La mayoría de mis compañeros humanos miran hacia el suelo o hacia las


Tierras Remotas, nadie mantiene el contacto visual directo con los Vigilantes. Mi
corazón se estremece y contrae, una sensación de presentimiento se retuerce más
allá de mi entumecimiento cuando la pantalla parpadea a la vida.

Nuestro Administrador de Célula se desliza en su silla de oficina en la pantalla,


a pesar de que debería estar en la Excursión, y no en la Célula un sábado. Me
concentro en mantener mi cabeza inmóvil, negándome a dejarla voltear para
buscarlo porque todos los demás permanecen inmóviles. Y los Vigilantes no están
interesados en la pantalla. Sus ojos negros como agujeros negros viajan sobre la
multitud, en busca de… ¿qué?

El estómago protuberante del Administrador apenas cabe detrás de su


escritorio, y trata de alisar su corbata en su lugar. La serenidad cubre su rostro
familiar y carnoso mientras sonríe y asiente hacia la cámara.

—Buenos días. Como se habrán dado cuenta, los Otros han enviado Vigilantes
a Danbury. Su propósito es observar y realizar entrevistas a la clase Terminal, las
cuales comenzarán mañana. Las sesiones se llevarán a cabo con un estudiante a la
vez durante química, un bloque cada semana hasta terminar. Los Otros desean que
les trasmita su agradecimiento por su cooperación en este asunto. Gracias.

La pantalla se torna negra. El sudor humedece la parte trasera de mi cuello,


escalofríos recorren mis brazos en la mañana fría y húmeda. Van hablar con nosotros
a solas. Sólo con los Terminales. ¿Por qué? Dado que química es mi bloque final, el
séptimo de mi día, tengo sietes semanas para averiguar cómo voy a mantener mis
secretos ocultos mientras estoy sola en un salón con un Vigilante o más de uno.
Después de todos estos años, engañar a los niños en la escuela y a mis padres
falsos es casi mi segunda naturaleza, pero algo me dice que los Otros no se verán
afectados por mi semi-invisibilidad.

Los Vigilantes marchan hacia la mesa. Uno se coloca detrás de la ponchera de


cristal tallado, con un cucharon de plástico en la mano.

—Si todos se reúnen alrededor, les comenzaremos a servir en un momento.

No da detalles sobre lo que se nos servirá. Mis piernas no quieren seguir la


dirección de la reunión, aun si no hay opción. No me puedo negar, no mientras mis
compañeros de Célula arrastran los pies obedientemente más cerca de la mesa,
formando una línea suelta. Me las arreglo para encontrar un lugar, casi chocando
con un chico que no reconozco. Su cabello negro y brillante cuelga sobre su ojo
almendrado y me ofrece una media sonrisa a medida que me hace un gesto delante
de él.

Es un Barbarus, una cosa poco común aquí en Danbury. Hemos sido instruidos
que aunque los Barbarus lucen diferentes por fuera, por dentro son como el resto
de nosotros. Incluso difieren en apariencia uno de otro. Algunos tienen ojos en forma
divertida, algunos una especie de color marrón claro o narices que parecen ser
demasiado grandes para sus rostros. Ya que no nos enseñan sobre lo que existió
antes de la llegada de los Otros, no sabemos acerca del origen de los Barbarus, pero
solo un puñado permanece en la tierra.

A pesar de que algunos asisten a mi Célula en Portland, cuando me vuelvo


para agradecerle mi aliento se atora en mi garganta. La complexión del chico parece
amarillenta en la luz moteada del otoño, y apenas es más alto que yo. Los ojos
sesgados, el cabello negro azabache y la baja estatura se alinean con mi
conocimiento de esta variación humana particular. Pero sus ojos están mal. Son de
un azul cielo claro cuando deberían ser marrón oscuro.

Me toma un momento recuperarme, pero por costumbre pego una sonrisa


falsa en mis labios a medida que mi cerebro se pone al día.

—Uh, gracias.

—De nada.

Me doy la vuelta. En la mesa, dos Vigilantes agarran los bultos rosados y listos
para aplastarlos bajo sus manos. Los Otros preparan comida y entregan bebidas para
nosotros cada día, pero nunca había visto el proceso. O bien la sustancia es suave o
los Vigilantes son fuertes; tal vez la verdad es un poco de las dos cosas. Pronto
montones de polvo rosa se dispersan sobre la mesa blanca. Una brisa sopla algunas
de las partículas a los rostros de los Terms más cercanos a la mesa. Se ríen, limpiando
el polvo de los hombros unos a otros y sacudiéndolo de sus cabellos, cambiando sus
risas por estornudos violentos después de un momento o dos.

La mayor parte de la sustancia rosa se disuelve en los envases, coloreando el


agua clara mientras los Vigilantes los sacuden y comienzan a verter raciones en vasos
pequeños de plástico. El primero de mis compañeros de Célula, una chica alta con
una coleta larga y castaña, acepta el regalo y lo bebe en dos tragos antes de reunirse
con sus padres. Los siguientes dos son chicos, uno rubio y otro pelirrojo como yo. La
fila se mueve lentamente hacia delante, pero demasiado rápido para mi corazón
palpitante. Esta situación me asusta, aunque con el miedo que le tengo a los Otros,
no puedo entender la razón.

Salvo que no quiero ser observada, entrevistada o notada en lo absoluto. No


por los Otros.

Veo al chico con aroma a pino, Lucas, cuatro o cinco personas adelante
cuando se vuelve, escaneando los rostros de los chicos detrás de él. Nuestros ojos
se encuentran, y por una fracción de segundo veo mi miedo reflejado en su rostro
pálido. Entonces, se gira de nuevo, dando un paso adelante cuando la fila se mueve.

La novedad de este ejercicio hace que sea difícil respirar. Sin confiar en nadie,
oculta a plena vista, dependo de los pormenores familiares de los días en la tierra.
Sin ellos, ¿cómo sabría cómo actuar Aceptable?

—¿Qué crees que están buscando en Danbury? ¿Y por qué sólo en la clase
Term?

La voz del muchacho Barbarus se desliza por encima de mi hombro en un


susurro. Me encojo de hombros, muriendo por hablar con alguien pero renuente a
mostrar alguna vacilación mientras los Vigilantes escrudiñan la fila en movimiento.
La pregunta del chico bordea en la sospecha, y enredada con la emoción familiar en
mis entrañas. Es raro escuchar una innata desconfianza en una voz que no es la mía.

No confíes en nadie.

Eso incluye sin duda a un Barbarus extraño que aparece la misma mañana que
los Vigilantes.
La vista de la primera hemorragia nasal aparta mi atención del chico nuevo.
La segunda, tercera y cuarta sacuden mi estómago en vuelcos. No es como si nunca
hubiera visto una antes. Las personas se enferman. Hay Sanadores y las hemorragias
nasales no son graves.

Pero todos los Terms con sangre goteando de su nariz ya han tragado sus
ofrendas.

Los chicos afectados limpian con aire ausente el flujo rojo y no parecen sentir
dolor, sólo una especie de expresión de desconcierto en sus rostros mientras esperan
obtener más instrucciones.

Un murmullo se eleva en mi garganta, un deseo de señalar el problema, pero


ni una sola persona pronuncia una palabra. Ni los padres de los chicos, ni sus amigos.
Pero los Vigilantes lo notan, y menos de cinco minutos después, dos más de ellos
llegan en un transportador. El modo de transporte de los Otros brilla negro de
adelante hacia atrás, flotando a un metro de la hierba sobre cuatro discos giratorios,
zumbando silenciosamente.

Los más nuevos Vigilantes guían a los Terms sangrando a través de las puertas
abiertas del transportador, cerrándolas de golpe con distintiva finalidad.

Entonces, nadie dice ni una palabra.

Los padres esperan a que sus Terms terminen de participar, hablando


alegremente entre sí. Los niños más pequeños se agachan y recogen hojas entre la
hierba, arrojándolas unos contra otros o trenzándolas en coronas. Los chicos en el
transportador van a ir a un Sanador, me digo a mí misma. No están siendo llevados
lejos. No están defectuosos.

Trago una vez, luego otra, pero el miedo sube por mi garganta negándose a
desaparecer. La fila avanza lentamente hacia delante, y a medida que avanzamos,
más anomalías me hacen imposible respirar sin jadear.

La chica que había estado al frente de la fila, aquella de la coleta castaña, se


frota los ojos irritados hasta que sus manos emergen ensangrentadas.

Una delgada franja carmesí sale de los labios del muchacho pelirrojo después
de toser.

Ambos desaparecen en el transportador.


Los Vigilantes detrás de la mesa ignoran la creciente colección de Terms
sangrientos, pasando vaso tras vaso de líquido rosa. Mis compañeros de Célula no
se detienen antes de drenar su regalo de celebración, y a medida que avanzo más
cerca para tener que hacer lo mismo, me reconforta saber que el resto de los
Terminales parecen no estar afectados.

Me doy cuenta entonces que los chicos en el transportador son los que
respiraron el polvo rosa cuando cayó en sus rostros.

El chico Barbarus no dice nada más, dejándome creer que imaginé la


inquietud en su voz momentos antes. El sudor escurre por mi espalda cuando Lucas
bebe y se une a sus padres en la entrada del parque. Su rostro ya no refleja
preocupación, pero sigue ceniciento. Un terrible malestar rasguña mis pulmones,
triturándolos como si no hubiera oxígeno en el mundo entero. Lo que dijo el
Barbarus sobre los Otros enviando a los Vigilantes a observar nuestra clase en
particular, resuena en mis oídos como una advertencia. Si están buscando algo, y las
entrevistas están diseñadas para ayudarlos a encontrarlo, tal vez la bebida rosa
también es una prueba. ¿Los chicos en el transportador habrán reprobado o pasado?

Están reprobando. Por mucho que quiero creer que estarán bien, es difícil.
Nunca he conocido a una persona que se meta en un transportador y regrese. Nunca.

Es mi turno. Los Vigilantes, al parecer cansados de todo este proceso, me


entregan mi vaso y pasan las dosis restantes al Barbarus y a tres chicas por detrás de
él al mismo tiempo.

—Eso sería todo. Pueden regresar a sus hogares.

Ninguno de los Vigilantes se va, ni dejan de mirar, tal vez en caso de que
alguno de nosotros comience a desangrarse en nuestros pantalones.

—Hasta el fondo. —El chico Barbarus inclina su brebaje de color rosa a través
de sus labios y tira el vaso en un receptáculo de desecho.

Espera, observándome con tanto interés como los Vigilantes, y es obvio que
no tengo salidas en este ritual. El Sr. y la Sra. Morgan aparecen, parándose a mi lado
con sonrisas cálidas.

—Oh, querida Thea, bebe eso. Fue tan amable de los Otros pensar en ti desde
el comienzo de tu último año. —La Sra. Morgan acaricia mi brazo, empujando mi
mano hacia mi rostro.
Es ahora o nunca. Incluso dudar todo el tiempo que lo hecho podría ser una
advertencia para los Vigilantes y delatar que no confío ciegamente en ellos como
todos los demás. El Barbarus me mira con una sonrisa reflejada en sus ojos. El
estómago del Sr. Morgan gruñe, y sé que está ansioso por el almuerzo. Por el rabillo
de mi ojo, veo a Lucas y a sus padres apresurarse fuera del parque.

El líquido sabe como agua a pesar de su color rosado, pero es cálido en lugar
de frío, tal como esperaba. Arrojo el vaso y sonrío a mis padres falsos.

—Vamos a casa, tengo hambre. —Me giro para despedirme del Barbarus,
pero ya se está alejando. Estiro el cuello, buscando a sus padres, pero no los veo.

Los Morgan y yo viajamos de regreso a través de la ciudad junto al resto de


Danbury, platicando con los vecinos mientras la Sra. Morgan arrulla a su bebé. Me
siento afortunada de haber salido ilesa esta mañana, pero entonces, cuando giramos
hacia la calle de los Morgan, comienzo a sudar. Es pánico residual, pienso primero,
pero entonces el calor trepida dentro de mí hinchándose incómodamente. Aumenta
y surge con una fuerza incontrolable. Se ha escapado de mi control en muchas
ocasiones, pero nunca con este tipo de fuerza. Nunca tan poderoso que me hace
sentir explosiva, como si estuviera tratando de derretirme desde el interior.

Tan pronto como entramos a la casa, murmuro que tengo que usar el baño y
me voy directamente hacia el espejo. Mis mejillas están de un rojo brillante. El sudor
cae de mi cabello alrededor de mi frente. Respiro a través de mi nariz y exhalo a
través de mi boca a medida que mis miembros tiemblan tanto que me hacer caer al
suelo. Los azulejos blancos queman mis rodillas como si fueran bloques de hielo.

El calor tiene que ir a alguna parte. Mi cuerpo no lo puede contener.

El instinto me impulsa a través del piso hacia el lavabo. Sumerjo mis manos
en el agua y dejo de presionar el poder dentro de mí.

No me siento mejor hasta que la última gota de agua se ha evaporado.


Traducido por Apolineah17

Corregido por Aniiuus

La mañana siguiente, el día del Encuentro, con los bostezos tan vívidos como
el día anterior, la temperatura se mantiene estable para el temprano otoño en
Connecticut. No podía estar más contenta con el buen clima, y pido un rápido deseo
para que mi próximo viaje me lleve de regreso a la primavera. El invierno se acerca,
conocido de otra manera como la pesadilla de mi existencia.

Al igual que mi requerida asistencia al Encuentro esta noche.

Decidir qué ponerse es un mal necesario. Las ropas colgando en el armario


ofrecen muchas opciones, gracias a la afición de la Sra. Morgan por las cosas bonitas,
así que agarro un vestido de manera aleatoria. No tengo una cita pero se espera que
luzca atractiva. O tan atractiva como una sombra de persona puede ser, en todo
caso.

Ahora que los Vigilantes están en la ciudad, tengo que intentar aún más duro
hacer todo bien.

No salí de la casa esta mañana, ni siquiera durante la hora permitida el fin de


semana. Los pequeños ruidos me hacen saltar y he incluso formé un surco en la
alfombra de mi dormitorio al revisar por la ventana constantemente. Esperaba ver
Vigilantes apresurándose para llevarme lejos cada vez, aunque aún no han venido.

Durante el domingo de Compartir, cuando mis “padres” preguntaron por mi


vida, les dije que estoy deseando que lleguen los exámenes, y encontrar una pareja
para el Encuentro, porque eso es de lo que las normales chicas Terminales hablan
durante el último año.
Mis padres de otoño sonrieron como si eso les complaciera, su única hija
teniendo interés en su futuro. Algunas personas de la edad de los Morgan tienen
hermanos, más de un niño nacido de la misma pareja, pero eso ya no sucede. Ahora
los Otros han declarado tener más de un bebé como algo Inaceptable. A menos que
el primer hijo esté defectuoso.

Los Vigilantes se llevan los bebés y niños que están defectuosos, que están
enfermos, no actúan normal o no lucen bien. No tengo duda que vendrán por mí
algún día.

El profundo azul marino de la tela del vestido hace que mis ojos destaquen y
se ajusta en todos los lugares correctos. Tengo que admitir que eso me hace sentir
un poco bonita. La Sra. Morgan insiste en peinar mi cabello, así que mis profundos
mechones rojos ahora cuelgan en enormes rizos por mi espalda, los costados están
asegurados bajo una cinta para la cabeza. Mi cabello es demasiado grueso para
mantener el estilo por mucho tiempo y caerá en ondas antes que el Encuentro
incluso comience, pero la atención es agradable. Incluso cedo a su insistencia y aplico
un poco de maquillaje antes de agarrar un bolso y salir. Como si cinco días a la
semana en la Célula no fuera suficiente.

La transformación en el comedor es impresionante. En lugar del estéril


ambiente de azulejos blancos en el que comemos todos los días, este nuevo es ni
más ni menos que elegante. Los pisos son de madera, las paredes están pintadas de
un profundo color caramelo y cada centímetro del salón refleja la temporada. Los
árboles se ven tan reales como los de afuera que parecen emerger de las paredes,
sus ramas delgadas perdiendo radiantes hojas sobre el piso. Girasoles y flores de
otoño se encuentran entre ellos, separadas por largas mesas llenas de comida. Las
tres pantallas de video están encendidas, como de costumbre, y los Monitores vigilan
los procedimientos con orgullosas sonrisas radiantes.

Los estudiantes se mezclan entre las mesas, hablando y riendo entre sí,
aunque es más silencioso que un almuerzo típico. Algunos se relacionan, pero la
mayoría no está más cómodo con el sexo opuesto esta noche que durante las horas
de la Célula. Las chicas charlan en voz baja entre ellas y los chicos permanecen en
silencio y ocultan sus rostros. Avanzo furtivamente hacia el grupo más grande de
chicas, permitiéndome un momento para preguntarme cómo estarán Val y Monica
arreglándoselas esta noche; si están solas, qué están vistiendo, si están emocionadas.

Aunque, sólo un momento.


Merodeo al límite de los grupos, queriendo nada más que mezclarme. Las
conversaciones se arremolinan a través del aire; caen en mis oídos, pero no penetran.
En lugar de eso, mis ojos buscan en la habitación por el chico con aroma de pino.

Desde ese primer día en Danbury, casi todo mi tiempo libre lo he pasado
buscando su rostro. He tratado de evitarlo, pero supongo que en realidad no quiero
hacerlo. El recuerdo de su rostro pálido en la Excursión de ayer revolotea en mi
memoria, y una pequeña parte de mí no tiene miedo de ser descubierta o de confiar
en alguien… la misma parte que extraña tener a otro humano con quien hablar, a
quien tocar, a quien conocer, esperando que sea diferente porque es como yo.

Sin previo aviso mis ojos chocan con él al otro lado de la habitación; una fría
y azul llama encontrándose con una roja ardiente durante una fracción de segundo
hasta que ambos apartamos la vista. Nuestras miradas vagan de vuelta y su sonrisa
desaparece de sus labios, cambiando por curiosidad y ansiedad.

Aparto la vista una vez más y agarro un vaso de ponche, reajustando mi propia
expresión. Mi rostro está en llamas, el vaso como un cubo de hielo en el interior de
mi mano sobrecalentada. El temor se mete por debajo de mi confusión en cuanto a
Lucas mientras los lados del vaso se desploman hacia el interior. El plástico fundido
se pega en mi palma, pero lo quito con unas pocas y furtivas sacudidas por encima
del recipiente de residuos. Aterriza encima de varios artículos, las paredes lucen
pegajosas y deformes. Realmente débiles.

El tono de las murmuraciones cambia, las risas nerviosas se vuelven


silenciosos susurros. Mi corazón tartamudea, y esta vez no es debido a un par de
ojos azules demasiado familiares.

Allí, pasando a través de la entrada del comedor, están los Vigilantes.

A pesar de que su presencia no es una sorpresa después de ayer, verlos en


realidad es tan impactante como siempre. Ellos nos ignoran y caminan hacia la
pantalla de video más cercana para consultar con nuestros chaperones. Todos
observan, con los ojos abiertos pero no molestos, mientras yo me escabullo más
cerca para escuchar a escondidas.

El Monitor a cargo, un delgado hombre calvo que da cálculo, ofrece un saludo.

—Bienvenidos a Danbury, Vigilantes. Todos los Terminales han llegado. Por


favor, siéntanse como en casa y déjennos saber si podemos proporcionarles
cualquier asistencia adicional.
El Vigilante al frente, un alto y musculoso hombre, asiente. Lo he estado
mirando fijamente por más tiempo del que debería, y un punzante dolor se clava
detrás de mis ojos. Nunca antes he estado tan cerca de un Otro, y cuando mis ojos
exigen alivio y se apartan, noto una protuberante marca roja justo debajo de su oreja
izquierda. Una cicatriz de algún tipo.

Mi mandíbula cae. Su patrón refleja la forma de mi medallón.

El salón se tambalea a medida que mi cuerpo se balancea y amenaza con


derrumbarse. Me las arreglo para permanecer de pie y mantener mis manos cruzadas
frente a mí. Mi temperatura corporal aumenta más alto que nunca, si rozo contra
algo podría estallar en llamas. Lo cual podría no funcionar a mi favor.

—Gracias. Estamos aquí para darle seguimiento a algunos reportes que


hemos recibido. —El Vigilante se gira e inspecciona la habitación, obviamente sin la
intención de ofrecer una aclaración. No tengo idea sobre qué reportes está hablando
o por qué nos están observando, pero siento un gran vacío inclemente en mi vientre.
Una vez más me preocupa que intentar engañar a un Vigilante durante una
conversación cara-a-cara sea una receta para el desastre. No puedo estar a solas con
ellos.

Los Vigilantes se dispersan, moviéndose por toda la habitación. El estado de


ánimo en el comedor regresa a la anterior excitación nerviosa, con la adición de
algunas miradas de asombro a nuestros observadores. Mis compañeros de Célula no
muestran ninguna preocupación, a pesar de que los Otros están aquí en busca de
algo, o alguien, llevándose a personas. A pesar de que se llevaron a seis de nuestros
compañeros de Célula apenas ayer, seis chicos que no están asistiendo a su primer
Encuentro, por lo que puedo decir.

Sin pensarlo, me escabullo hacia la puerta. Desaparecer es el único enfoque


de mi mente, cada pensamiento de permanecer compuesta es expulsado por la
alarma. La parte de mi cerebro que normalmente me tranquiliza en momentos de
pánico me grita que huya. No pueden verme así, con la temperatura elevada y
sudorosa, fallando en parecer tan tranquila y feliz como mis compañeros.

Siento como si pasaran horas antes de que me deslice fuera del comedor y
dentro del pasillo vacío. Las cajas negras montadas a ambos lados de la puerta
revelan mi salida, pequeñas luces rojas iluminando y apuntando. La sensación
espeluznante de ser observada levanta los vellos a lo largo de mis brazos y en la
parte posterior de mi cuello. Los Otros graban todo, pero nadie podría estar viendo
todas las cámaras a cada momento… no creo. Al menos los baños están aquí afuera
y se nos permite utilizarlos. Salir no debería levantar ninguna sospecha.

Dos Vigilantes rodean la esquina más alejada. La mera visión de ellos amenaza
con derribarme pero continúo sin colapsar, pasándolos y doblando la esquina hacia
el baño de chicas. En lugar de entrar me escabullo al final del pasillo.

¿Arriba o abajo?

Tomando una rápida decisión, me dirijo escaleras abajo.

Aventurarme más lejos de donde se supone que debo estar podría ser un
error, pero cada instinto me obliga a ir tan lejos de los Vigilantes como sea posible.

Si esconderse es la decisión equivocada, ahora es demasiado tarde para


arrepentirse. La decisión está hecha.

Una puerta de metal etiquetada como “Mantenimiento” llama mi atención y


la perilla gira fácilmente en mi mano. La habitación desata un aire húmedo y una
enorme telaraña se extiende por mi rostro antes de que mis ojos se acostumbren a
lo oscuro.

No tengo tiempo para recuperarme de la conmoción inicial o incluso limpiar


los pegajosos hilillos de mi nariz y de mi boca antes de que unas fuertes manos se
extienden desde la oscuridad. Un brazo rodea mi cintura mientras el otro cubre mi
boca.

Ambos están helados. El frío mordisquea mi piel, haciéndola sentir quemada


por el viento. Un grito brota en mi garganta sin ningún lugar a dónde ir, y chorros
de sudor salen de cada poro a medida que lucho contra el agarre parecido a una
sujeción de tornillos. El aliento frío de mi captor hace cosquillas en mi oído y me
inclino lejos de sus labios con renovada determinación. La angustia inunda mis venas.

Voy a morir. Y nadie se dará cuenta.

—Deja de retorcerte. —Gruñe cuando el hueso de mi cadera se clava en la


parte superior de su muslo—. No voy a hacerte daño. No quería que hicieras un
alboroto cuando me vieras. Voy a soltarte ahora. No grites.

No reconozco la voz, no es que esperara hacerlo. La mano sobre mi boca se


levanta muy ligeramente. Como si él estuviera poniéndome a prueba. Me obligo a
permanecer quieta, para ganar algo de confianza. Cuando me suelta, doy la vuelta
con piernas temblorosas, girándome para enfrentarme a él. Mi postura defensiva se
reduce a llana conmoción.

El muchacho con aroma a pino.

Está sonriendo ahora y no de manera forzada.

—Luces sorprendida. Yo también. Tenía ésta loca idea que una habitación
oscura en el sótano me mantendría a salvo de la chica con olor a jazmín que he
estado tratando de evitar.

Mi mirada fulminante llega sin advertencia, sin pensarlo dos veces dejo que
mis verdaderas emociones se muestren.

—¿Por qué me estás evitando? ¿Y qué estás haciendo aquí abajo en primer
lugar?

Él no responde ninguna de las preguntas, en su lugar se limpia las palmas


sobre sus pantalones y luego las estudia. La quemada piel roja es visible incluso en
la tenue luz.

—Hombre, ¿estás enferma o algo así? Estás en llamas.

—No, simplemente… me agarraste. ¡Estaba asustada!

Se encoge de hombros y deja pasar el tema, avanzando alrededor para


sentarse sobre una tubería de acero que llega hasta la cintura. Ya que él no va a
matarme, al menos no de inmediato, doy un vistazo mejor en torno a la habitación.
Está llena de pared a pared con escritorios, sillas, material chatarra, junto con otro
desorden irreconocible.

—Entonces, ¿por qué hueles así?

Su voz me sobresalta. Estoy tan concentrada en mi entorno que casi he


olvidado que no estoy sola.

—¿Por qué te importa?

Una desconfianza persistente y años de acondicionamiento evitan que le diga


que se huela a sí mismo en algún momento antes de darme sermones.

—De hecho, es un poco agradable, pero si se trata de perfume podrías utilizar


menos. Casi me tira de mi silla en química el otro día. Me recuerda al verano en
Georgia.
—¿Solías vivir en Georgia? —Atrapo su mirada y veo el miedo por una fracción
de segundo antes de dar paso a una neutralidad ensayada.

—Sólo la visité una vez. Para la pira funeraria de mi abuela.

—Oh. —Vago por uno de los pasillos, encontrando más fácil respirar fuera de
su vista. Nuestra interacción se siente honesta y eso me asusta más que un poco.
Estoy tan desesperada por una conexión que no estoy siendo lo suficientemente
cuidadosa. Sería mejor salir de aquí, lejos de él. Mi cerebro lo acepta y se rebela
contra esta simultaneidad.

Tomar un momento para reagruparme me ayuda a tranquilizarme, pero no


me ayuda a averiguar qué está pasando o qué es lo que él está haciendo aquí. O por
qué es tan fácil hablar con él.

No confíes en nadie.

La advertencia probablemente aplica a los guapos y parlanchines chicos


escondidos en el sótano sin una buena razón. Tengo que ir con cuidado, incluso si
él parece diferente. Tal vez sólo quiero tanto que sea alguien como yo que estoy
viendo cosas que no están allí.

Un movimiento llama mi atención. Entrecierro los ojos, dirigiéndome hacia allí


con más curiosidad que precaución.

Hasta que veo lo que se está moviendo.


Traducido por Adaly

Corregido por Aniiuus

Doy un traspié, me tropiezo con varias cajas de plástico y aterrizo duro en mi


trasero. Piezas de metal y otros objetos no identificados se escabullen y rebotan por
el suelo de concreto, haciendo un ruido lo suficientemente alto para ser escuchado
en el siguiente pueblo, ni hablar del piso de arriba. Gateo hacia atrás sobre mi trasero
en un intento de poner distancia entre en el animal y yo. Lucas se ha ido, se escapó
por el ruido o tal vez debido a lo que está en el fondo de la sala.

Ahí atrás hay un pez. En un tazón.

Alguien está manteniendo con vida al animal justo ahí en la Célula,


exponiéndonos a todos a enfermedades desconocidas. La histeria se eleva en mi
interior mientras presiono una mano en mi boca y respiro a través de mis dedos. Tal
vez el pez no puede hacernos daño como algunos animales más grandes pueden,
los que tienen hileras de dientes, pero aun así, los animales de cualquier tipo no
están permitidos dentro de los límites.

Tengo que salir de aquí. La necesidad reemplaza la cautela, salgo a toda prisa
por la puerta y hacia el pasillo, mirando de un lado al otro y preguntándome por cuál
camino habría ido el chico. No al piso de arriba. No a casa antes del toque de queda.
Subo por las escaleras. Mi suerte aún persiste, y ningún Vigilante bloquea mi paso a
la salida. El penetrante aire otoñal retumba en mis oídos con cada inhalación
profunda, obligándome a parar después de unos minutos. No hay muchos
momentos para correr en mi mundo.

Una figura sale del costado de una casa y corre hacia mí. Me congelo en el
lugar, un grito se reúne en mis pulmones pero dejo escapar un gorgoteo cuando su
rostro está a la vista en el último segundo.
Es él. De nuevo.

—¿Qué estás haciendo parada en medio de la calle? ¿Estás loca? ¿Por qué no
estás de vuelta en el Encuentro?

Las preguntas vienen rápido, en voz baja pero en un tono infeliz que jamás
había escuchado antes excepto en mi propia cabeza. Por un momento, la lucha para
formar respuestas me aturde y no peleo cuando me arrastra de nuevo con él hacia
las sombras.

Considerándolo, esto es extraño.

Deambular por el patio de alguien cuando se supone que debes estar en el


Encuentro no es Aceptable. Sin embargo, nada sobre mí es Aceptable, y estoy
cansada de pretender ser como todos los demás, de hacer lo que se supone que
debo. Este chico es la primera persona, además de la joven Monitor de química con
la sonrisa temblorosa, que podría ser diferente.

Quiero saber por qué.

Estando de pie en la oscuridad entre las casas gemelas, mis zapatos blancos
embarrándose un poco por la hierba cubierta de rocío, le dirijo una mirada.

—También se supone que debes estar en el Encuentro. ¿Por qué no lo estás?

Se ve como si estuviera considerando darme una respuesta pero decide no


hacerlo. En su lugar, ladea la cabeza hacia un lado y ofrece una sonrisa genuina. Un
hoyuelo profundo aparece en su mejilla derecha.

—¿Cuál es tu nombre, entrometida? ¿O debería llamarte Jazmín?

Frunzo el ceño, negando a bajar la mirada. Sabe mi nombre, hemos tenido


bloques juntos durante cinco días.

—Solo si puedo llamarte Pino.

La preocupación se refleja a través de sus rasgos pálidos pero lo esconde. El


tono de broma ahora suena forzado.

—Te diré el mío si me dices el tuyo. Lo prometo.

Su persuasión me gana y le sigo el juego.

—Althea.
Extiende una mano. Se ve suave y cálida, pero sé por experiencia que no lo es.
Por otra parte, la mayoría de las personas se sienten más frías que yo, especialmente
cuando estoy nerviosa.

—Lucas.

Nos damos la mano como adultos, la mía temblando por aferrarse a la suya
más fría. La sonrisa desaparece de mi rostro cuando el recuerdo del pez en el
depósito del sótano interrumpe en primer plano.

Su sonrisa tentativa se vuelve perpleja.

—¿Qué pasa?

—Hay un pez en esa habitación en el sótano de la Célula. ¿Quién podría


haberlo puesto ahí? ¿Crees que están tratando de enfermarnos a todos?

El terror emerge a través de mi imaginación con imágenes de lo que podría


pasar.

Su sonrisa regresa y ríe. Me pregunto si tiene tendencias suicidas o algo así.


Definitivamente está loco, vagando por aquí de noche y escondiéndose de los
Vigilantes. Probablemente está defectuoso, o a punto de estarlo.

No me detengo a pensar lo que dice de mí el estar haciendo lo mismo.

—Ese es Fils. Es mío. Y no tiene enfermedades.

Mi boca cae abierta con tanta fuerza que me hace doler la mandíbula. La cierro
tan abruptamente que mis dientes chocan juntos.

—¿Qué quieres decir con que es tuyo? ¿Estás guardando un pez en la Célula?
¿Te has vuelto completamente demente? Espera, ¿qué quieres decir con que su
nombre es Fils? ¿Cómo sabes su nombre?

Resopla como si fuera la pregunta más tonta que jamás haya escuchado.

—Porque le puse el nombre. No puede hablar así que supongo que antes no
tenía un nombre. Quería llamarlo de alguna forma.

—¿Qué significa Fils? Nunca había escuchado ese nombre antes.

Lucas se encoge de hombros, un rosa claro florece en sus pálidas mejillas.


Evita mis ojos cuando murmura una respuesta.

—No sé qué significa. A veces escucho la palabra en mis sueños.


La forma en que dice sueños evoca los sueños extraños que ocasionalmente
me visitan. Más como recuerdos, no vienen con la suficiente frecuencia, dejándome
nostálgica y aferrándome a la nada cuando me despierto, como suena Lucas ahora.
Los rostros de las personas en ellos son borrosos, fugaces, pero me hacen sentir
amada y algo más… como en la manera que imagino se debe sentir un verdadero
hogar.

El anhelo en el rostro de Lucas hace que me duela el corazón. El instinto de


consolarlo sale de la nada; tengo que empuñar las manos para evitar alcanzarlo.

—¿Exactamente, cómo conseguiste un pez? ¿Y cómo sabes que Fils no te está


enfermando?

—Lo atrapé en un estanque. Lo he tenido por cinco años y sigo vivo. Lo he


tocado, alimentado y limpié su cuenco. Estoy bien.

—¿Cómo es eso posible? ¿Quién te enseñó cómo cuidar de él?

—Sólo lo descubrí. No es tan difícil.

La lógica de Lucas suena a verdad pero toda una vida de miedo no va a


desaparecer porque algún chico nuevo y guapo dice que debería.

—Bueno, haz lo que quieras. Sin embargo, no deberías de mantenerlo en la


Célula.

Sus ojos se ensanchan, moviéndose de aquí a allá a medida que presiona un


dedo en sus labios. Nos arrastramos más profundo en las sombras junto a la casa
silenciosa, mi espalda presionada contra su pecho. Es más firme de lo que parece.
Mi ritmo cardíaco se acelera cuando sus brazos serpentean alrededor de mi cintura.

Vigilantes, esta vez dos, pisan fuertemente por la calle balanceando sus
linternas en un arco. Aguanto la respiración, mi cuerpo vibrando cuando Lucas
también inhala. Si mi corazón no estuviera martillando por terror estaría luchando
por tal cercanía a un chico, a otro ser humano en realidad. Su peculiar aroma se
mezcla con mi fragancia extraña, crenado una mezcla no del todo desagradable que
se cierne a nuestro alrededor en una nube. Espero fervientemente que no se extienda
hacia la acera porque si los Vigilantes lo huelen, investigarán. La combinación es
espesa e inusual, creada por dos esencias que nunca se rozarían entre sí en la
naturaleza.

Los Vigilantes pasan, la piscina de color amarillo de las luces cae a unos tres
metros de nuestro escondite. Continúan por la calle pero ninguno de los dos nos
movemos hasta que la calle se queda en silencio por cinco minutos. Lucas exhala y
me suelta. Caigo contra él por un momento antes de dar la vuelta. Nuestros ojos se
encuentran, llenos de preguntas que ninguno de los dos está dispuesto a responder.
O incluso hacer. Podría estarse preguntando si voy a reportar el pez. Después del
encuentro cercano, sé que estoy replanteando mi necesidad de saber más sobre él.
Puede tal vez haber presenciado mucho.

—Será mejor que vayamos a casa. —Lucas mira hacia su reloj—. Son más de
las nueves. El Encuentro terminó.

Me perdí el Encuentro. Desearía que me importara. No me importa nada


excepto no ser atrapada y arrastrada por los Otros. Una vez me preocupé por los
Hammond. Por Val y Monica.

La preocupación solo lo hace más difícil.

Lucas y yo nos dirigimos por la acera juntos. Un momento después nos


encontramos con un grupo de chicos y nos adjuntamos a la parte posterior. Me
muevo en silencio, su charla pasando desapercibida hasta que la palabra Encuentro
llama mi atención. Un chico de cabello oscuro camina junto a Brittany, sosteniendo
su mano. Probablemente Greg.

Greg habla demasiado alto.

—¿Chicos, vieron al nuevo muchacho esta noche?

Un chico de baja estatura responde entre risas.

—¡Sí! Será emocionante tener a un Barbarus en la Célula.

Esta noche, no había notado al nuevo chico en la Célula, pero aparentemente


todos los demás sí. Mis compañeros de Célula ríen, entusiasmados con el comienzo
de nuestro último año. Disparan miradas interesadas hacia Lucas y yo, y por primera
vez algo además de confusión pinta los rostros de mis compañeros a medida que
intentan dar sentido a mi presencia. Parece… ¿curiosidad? Después de un momento,
asoma el entendimiento.

Se preguntan si Lucas y yo estamos cortejándonos.

Me toco con una mano las mejillas. Están en llamas, quemándome la palma
antes de quitarla. Lucas me mira, sus ojos azules helados se iluminan con interés
cuando asimila mi rostro. No hay duda que es una sombra de interés, pero es lo
suficientemente inteligente para no hacer comentarios.
La tarde es fría y una ligera brisa sacude las hojas de un lado a otro. Aun así,
la caminata no es desagradable. Para el momento en que llegamos a la calle de los
Morgan estamos solos de nuevo, todos los demás habiendo doblado hacia sus
respectivas calles o casas. La inquietud se envuelve a mí alrededor a medida que
disminuimos la velocidad hasta detenernos frente a su casa.

Levanta un dedo como si va a tocar mi mejilla. Lo esquivo. Esto es terrible. No


quiero ser parte del cortejo, y si las personas piensan que eso es lo que estamos
haciendo atraerá mucha atención.

—Mira, no entiendo por qué sales a deambular por ahí o estás escondiéndote
de los Vigilantes, pero creo que deberíamos permanecer lejos uno del otro.

Lo digo porque mi mente insiste que él significa algún tipo de problema.


Cuando lo que quiero es lo opuesto.

Mira hacia sus pies.

—Si cambias de opinión, tal vez podríamos vernos en el parque durante la


hora abierta de mañana. Te vi vagando sola cerca de la frontera cada día de la
semana pasada.

Mi mente corre sobre mis tardes, buscando por cualquier cosa que podría
haber hecho que levantara sospechas.

—¿Me viste? ¿Cómo?

—Me gusta trepar árboles. Nunca miras hacia arriba, ya sabes.

El pensamiento de Lucas viéndome pasear sin mi conocimiento me hace sentir


tanto avergonzada como enojada.

—No lo creo. No necesito atención extra, y tú con tu pez y tu escondite en las


sombras está destinado a meter a uno o a ambos en problemas.

—¿A qué te refieres con cualquier atención extra?

Una noche a solas con otra persona y todos mis secretos ya están pintados
en mi frente. Al huir de los Vigilantes, fruncirle el ceño, decir fuerte y claro que no
quiero atraer la atención de los Vigilantes. Fuerzo una sonrisa, maldiciendo mi boca
suelta e ignorando las gotas de sudor que brotan de mis palmas.

—¿Dije extra? Sólo quería decir atención. Con los Vigilantes en el pueblo y
todo eso. Buenas noches.
Lucas agarra mi muñeca y la aferra firmemente, evitando que me dirija hacia
la casa de los Morgan. Sus dedos aprietan y mi piel se irrita cuando trato de retorcerla
para liberarme, su toque helado aliviando las llamas provocadas por el pánico por
un momento. Una mirada salvaje destella en sus ojos y se inclina hasta que nuestras
narices casi se tocan.

Me quedo sin respiración cuando nuestros ojos se encuentran, una


anticipación impactante mezclándose con miedo. Me empujo lejos de él, con el
corazón paralizado, pero él solo se inclina más cerca. Me congelo, cerrando los ojos
ante cualquier cosa que viene a continuación.

Las palabras emergen en un susurro de sus pálidos labios, expulsando un


aliento más frío que la intricada brisa sobre nosotros.

—Piensa en ello, Althea. Hay una buena probabilidad que uno o ambos nos
metamos en problemas de todas formas.

Me libera y camina a un ritmo mesurado hasta su camino de entrada y hacia


la puerta principal de la casa de ladrillo sin mirar atrás. Las luces del porche
parpadean a la hora exacta tan pronto como la puerta se cierra detrás de él.

Mis piernas tiemblan, tambaleándome las rodillas por el miedo, de la amenaza


implícita. Debería moverme, llegar a la casa de los Morgan antes de que llegue tarde.
Con los Vigilantes en la ciudad, además de mi salida temprana del Encuentro y nada
más que confesarle mis anormalidades a Lucas, no debería hacer algo más para
atraer la atención.

Las ventanas oscuras de su casa no profieren ninguna respuesta. Nada sobre


él tiene sentido. Nada. Mi inhabilidad de interpretarlo, su insistencia en actuar como
si no supiera que no es normal me asusta más que cualquier otra cosa.

Un minuto más tarde entro a la casa de dos pisos y ladrillos de los Morgan,
idéntica a la de Lucas, y me inclino contra la puerta cerrada. El reloj en la pared indica
las nueve y cuarto, y a través de la ventana veo nuestra luz del porche apagarse,
sumiendo al mundo en la oscuridad.
Traducido por Mari NC, AnnaTheBrave y Leogranda

Corregido por Selene

El lunes llega y otro día me obliga a salir de la cama, entrar en la ducha, bajar
por el desayuno, y salir por la puerta principal. La repulsión me inunda al ver a dos
Vigilantes ubicados fuera de la entrada a la Célula, pero de alguna manera logro
pasar sin estremecerme. El Monitor de álgebra tiene cincuenta y siete cuadros en su
camisa de hoy; son más grandes que los de la semana pasada y rojos. Todo lo demás
es igual excepto por el Vigilante quien inspecciona la habitación desde la puerta
cada diez minutos. Ah, y el Barbarus, Deshi, instalado en mi primer bloque. Ninguno
de los chicos que desaparecieron en la Excursión están presentes, y aunque nunca
supe sus nombres, los Monitores no registran ninguna ausencia.

Es como si nunca estuvieron aquí.

No es como si los Vigilantes llevándose a los defectuosos sea nuevo; incluso


lo he visto un par de veces. Pero esas personas eran obviamente irreparables. Una
anciana que murió al lado. Un bebé deforme. No Terminales perfectamente sanos
con simples hemorragias nasales.

Empujo los acontecimientos de los últimos dos días fuera de mi cabeza,


decidiendo centrarme en el hecho de que sobreviví. En el comedor, un
estremecimiento atraviesa mi cuerpo al recordar el pez infestado de enfermedades
nadando alrededor de la planta baja. Las palabras de Lucas soplan a través de mi
mente como una ráfaga de viento invernal. Si dijo la verdad, si ha tenido al pez todo
este tiempo sin efectos nocivos, ¿qué podría significar eso?

Esto podría significar que los Otros nos mienten.

Nunca lo he considerado hasta recientemente, nunca tuve una razón para


dudar que actúan con el mejor interés para los seres humanos bajo su dominio. Pero
si mintieron acerca de los peces, podrían estar mintiendo acerca de todos los
animales. Y si no todos son peligrosos, entonces, ¿por qué construir los límites?

Detengo el tren de pensamiento antes que se salga de mis manos. La opinión


de un chico posiblemente defectuoso no es prueba suficiente para enviarme por ese
camino. Dónde podría terminar asustándome demasiado.

Cinco policías Vigilantes asedian el almuerzo, sin molestarse en ocultar su


espionaje flagrante. Me dejo caer en la misma mesa que la semana pasada, donde
las chicas están al menos acostumbradas a mi presencia si no cómodas con ella.
Brittany se abalanza a contar sobre Greg sosteniendo su mano en el Encuentro
mientras el resto escucha con una sonrisa de boca abierta. Insto a mi estómago a
comer, pero se niega a cooperar.

Un silencio cae sobre la mesa, al igual que lo hizo en el Encuentro del


domingo, pero esta vez cuando miro a las chicas no están mirando a los Vigilantes
invasores. Están mirándome a mí.

O más bien, detrás de mí.

Girando alrededor en mi asiento, derribando de la mesa mi cartón de leche


en el proceso, mis ojos se encuentran con los de Lucas a medida que el ahora familiar
aroma a pino se desliza sobre mí. Las chicas también deben olerlo, pero nadie
comenta.

En su lugar todas se sientan allí, ninguna molestándose en cerrar sus


mandíbulas flojas. La leche es absorbida a través de mis pantalones, fría y pegajosa
contra mi piel. Tomo mi servilleta, presionándola contra el mojado punto mientras
me pregunto qué piensa Lucas que está haciendo. Puede que no haya reglas acerca
de mezclarse en el comedor, pero las chicas y chicos se mantienen separados por su
propia preferencia.

Una sonrisa fácil separa sus labios, rezumando encanto por todo el lugar.

—Buenas tardes, señoritas.

Sin esperar una invitación, balancea una silla de la mesa más cercana y la
acuña entre la mía y la de la chica a mi lado. Mi cerebro rebusca su nombre, la chica
delgada con los alegres rizos negros.

Leah, creo.
Estudia a Lucas, sus labios inclinados en una sonrisa amistosa. Él deja caer su
ensalada, tenedor y bebida en la mesa y se sienta, luego mete un bocado de lechuga
en su boca y la traga con un sorbo de leche como si no tuviera ni una sola
preocupación en el mundo. La sonrisa nunca abandona su rostro y sospecho que
está disfrutando de todo esto. Avergonzándome. Haciendo una escena. Abriéndose
camino en mi vida cuando claramente le pedí que permanezca fuera de ella.

Lo pateo por debajo de la mesa. Su sonrisa extendiéndose aún más amplio.

Me doy cuenta que una de las chicas se está dirigiendo a mí. Es Sarah, sus
grandes ojos azules parpadeando con curiosidad.

—Oye, tú. ¿Vas a presentarnos a tu amigo?

Un Vigilante se pasea detrás de ella. Se detiene para escuchar.

—¿Qué…? Ah, claro. Este es Lucas. Lucas, este es todo el mundo.

Ninguna de las chicas me ha hablado alguna vez voluntariamente. Entre eso


y el Vigilante observando estoy demasiado conmocionada para pensar en comer.
Las chicas reanudan la charla y se llenan las bocas de comida como si tener a un
chico en nuestra mesa es algo que sucede todos los días. Mi corazón desacelera a
medida que el Vigilante se aleja de nosotros. Lucas mastica a mi lado, y cuando está
seguro que la atención de todos está en otra parte me patea de regreso. Sigo
sonriendo.

Si él puede hacerlo, yo también puedo.

—Qué loco que los Vigilantes aparecieran así, con las entrevistas y todo eso.
Apuesto a que eso no ha ocurrido en otro Encuentro nunca antes. —El tono de Lucas
es silencioso, conspirativo.

Sarah, la chica alta y bocazas, se inclina hacia delante sobre sus codos. Su
cabello castaño oscuro se derrama sobre su hombro, las puntas arremolinándose en
los restos de su aderezo para ensaladas.

—Hasta el domingo. Mi padre trabaja como Enlace y me dijo que los


Vigilantes fueron enviados a los Encuentros en cuatro ciudades el pasado fin de
semana.

Casi me ahogo con mi lengua cuando él le guiña un ojo.

—¿En serio? ¿Dijo por qué?


—Nadie sabe. Quiero decir, a excepción de los Vigilantes y quien los envió. —
Sarah se da cuenta que su cabello se está llenando de aceite y se inclina hacia atrás,
secando las puntas con su servilleta.

Me lamo los labios y trago un par de veces antes de que mi lengua funcione.

—¿Cuáles ciudades?

Lucas me lanza una mirada de sorpresa.

Sarah aprieta sus ojos con fuerza y golpea un dedo en sus labios fruncidos.

—Hmmm. Atlanta, Des Moines… y Portland. Estoy bastante segura.

Mi corazón deja de latir y todo desaparece. El comedor. Las chicas. Los


Vigilantes. Saboreo la sangre y me doy cuenta que he mordido el interior de mi
mejilla. Esas son mis ciudades, al menos tres de ellas lo son. En la primavera planto
jardines con los Hammond en Portland. Helados y miserables inviernos con los Clark
en Des Moines. Siempre es otoño en Danbury, al menos cuando estoy aquí. Nunca
he estado en Atlanta, pero tampoco he tenido un verano alguna vez. Los Vigilantes
no sólo están observando a los Terminales, están seleccionando las ciudades entre
las que viajo.

Eso no significa nada. No están buscándome. No pueden estarlo.

Los puntos negros en mi visión se disuelven lentamente y el sonido de una


respiración entrecortada llena el aire. Lucas me pellizca en la pierna y me doy cuenta
que soy yo. Las voces alrededor de la mesa enmudecen mientras las chicas se quedan
mirando fijamente, con una aflicción vaga estropeando sus expresiones perfectas.

Fuerzo un bocado de ensalada en mi boca. Nuestra mesa ha captado la


atención de los Vigilantes otra vez.

Lucas golpea suavemente mis caderas con las suyas en nuestro camino fuera
del comedor y las chicas se empujan entre sí y señalan. Él parece decidido a confirmar
las sospechas de todos en lo que se refiere a nuestro cortejo, y una cálida fuente
borbotea en mi pecho sin previo aviso, una mezcla de placer y disgusto.

Él sonríe como si pudiera ver mis pensamientos.

—Te veo en química.

Antes de decidir una respuesta apropiada, se pavonea por el pasillo. El grupo


de chicas me rodea, sus enormes sonrisas invitándome a creer que las cosas podrían
ser diferentes. A pesar del pasado, de todo lo que conozco como verdad, una parte
de mí se regodea en su interés en mi vida.

—Así que, ¿ustedes dos se están cortejando? ¿Han declarado sus intenciones?
—Sarah, como siempre entrometida, camina a mi lado por el pasillo.

—No, no. Sólo somos amigos por ahora. —No sé por qué añado la última
parte. Tal vez sólo quiero que sigan hablándome.

Se ven un poco decepcionadas, pero la esperanza se cierne alrededor de los


bordes. La rubia, Brittany, se encoge de hombros con una amplia sonrisa.

—Bueno, creo que Greg me preguntará pronto. Tal vez ambas estaremos
cortejadas antes del Amasijo de Otoño. ¡Eso sería divertido!

—Tal vez. —La oportunidad de preguntar acerca de las entrevistas, que


comienzan hoy y supuran en el fondo de mi mente como una herida abierta, es
demasiado buena para dejarla pasar—. Así que, ¿alguna de ustedes tiene química
como bloque de apertura?

Sus sonrisas se vuelven desinteresadas en un abrir y cerrar de ojos. Echo un


vistazo alrededor, asegurándome que ningún Vigilante esté escuchando nuestra
conversación.

Después de un momento Brittany responde.

—Yo.

—¿Qué estuvieron preguntando los Vigilantes durante la entrevista?

Se detiene, ladeando la cabeza hacia un lado con una sonrisa desconcertada.

—Sabes, es la cosa más divertida. ¡Ni siquiera puedo recordarlo!

Las chicas se ríen de su falta de memoria, y sus voces pierden volumen a


medida que desaparecen a la vuelta de la esquina. Por el momento, estoy sola en el
pasillo. Las esquinas de mi boca caen y masajeo mis mejillas donde duelen.

Podrían matar a Lucas por sentarse con nosotras en el almuerzo y hacer una
escena. Estoy segura que los Vigilantes no lo pasaron por alto. Por otra parte, logró
sonsacarle información a Sarah. No una poca cosa. Podría ser un aliado. Después de
todo, no me delató incluso con todo el comportamiento Inaceptable el domingo por
la noche.

Por supuesto, tampoco lo delaté a él.


Empujo a un lado la esperanza hinchándose en mi pecho. Es suficiente que no
esté tratando de atraparme. Echo un vistazo hacia abajo a las débiles rayas rojas que
siguen rodeando mi muñeca, el producto de su severo agarre, y me pregunto por
qué estoy tan segura que no lo está haciendo. Sólo porque tiene la habilidad de
encantar a todos, a mí incluida, no significa que no está ocultando algo.

Para el momento en que química se acerca estoy harta y cansada de los


susurros emocionados acerca de mi posible cortejo. Ser ignorada es mucho menos
molesto, pero parece que mi anonimato se me ha escapado de las manos en el peor
momento posible. Me las arreglé para demoler mi existencia invisible justo cuando
los Vigilantes llegaron. Qué acierto.

Lucas está de vuelta en el asiento junto al mío. Nos sonreímos el uno al otro,
pero ninguno de nosotros lo pretende de verdad. El estado de ánimo afable que lo
capturó en el almuerzo ha abandonado el barco. No he tomado ninguna decisión
con respecto a él salvo que significa problemas, de cualquier manera que se mire.

Él me mira y luego aparta la vista, y creo que veo venas oscuras disparándose
a través del blanco en sus ojos. Antes de que pueda conseguir que me mire de nuevo,
Leah se gira en su silla un par de filas adelante. Al principio, recordando su sonrisa
extrovertida en el almuerzo, me pregunto si quiere ser amiga de él.

Eso es antes de conseguir echar un buen vistazo a su expresión.

Una pequeña sonrisa falsa juega en sus labios. Mi mirada se desplaza por sus
brazos para encontrar una serie de contusiones. Manchas color púrpura salpican sus
brazos, envolviéndose alrededor de la delgada carne como una guirnalda. Aparto
mis ojos cuando interpretar su rostro se vuelve doloroso. Ella le lanza miradas
furibundas a Lucas, su expresión destilando malicia. Como si quisiera hacerle daño.
Sonriendo todo el tiempo.

Se da vuelta cuando el Monitor aparece en la pantalla y golpeo a Lucas con


la punta de mi zapatilla. Se niega a encontrarse con mi mirada interrogante.

Nunca he visto a nadie con una expresión como la de Leah. Nunca.


A mitad del bloque, el Monitor tuvo un ataque de tos. Cuando ella toma un
sorbo de agua, Lucas lanza algo sobre mi escritorio. Un pedazo de papel se desplaza
hasta descansar modestamente en la parte superior de mis notas.

Después del último chequeo de un Vigilante, abro la nota con mi lápiz,


luchando contra el fruncido natural que comienza a apoderarse de mi boca. La leo
por partes, manteniendo un ojo en la pantalla de video.

Allie,

Reúnete conmigo en el parque, cerca de la frontera.

Observando al Monitor y al resto de la clase a la vez, escribo una respuesta.

Lucas,

No. Y no me llames Allie.

Lanzo la nota en su regazo cuando nadie está mirando, mi corazón


tartamudea cuando un Vigilante entra y se queda de pie en el umbral unos segundos
después. Regreso mi atención a la clase, sintiendo el filo duro de su dolorosa mirada
sobre mí.

Se queda el resto del bloque, el cual termina luego de otros veinte minutos
agonizantes, y entonces se va. Una nota se desliza bajo mi pila de papeles y cae al
piso mientras recojo mis cosas. La recupero y la leo, curiosa a pesar de mis reservas.

Althea,

Por favor. Descubrí más acerca de la aparición de los Vigilantes en Danbury.

Rechino los dientes, con la mandíbula apretada. Él está colgando la zanahoria,


una que sin duda captó después de mis preguntas sobre las ciudades que están
siendo incluidas en las entrevistas. No iré. Probablemente es una trampa.
Las palabras de la carta de Ko dan vueltas en mi mente, una oración diferente
por primera vez saltando a la vanguardia. Hay más. Se encontrarán los unos a los
otros cuando sea necesario.

Puede significar que Lucas es como yo. Por otro lado, podría fácilmente no
ser como yo. Ko no se extendió con respecto a cómo identificaría a los “demás”
cuando llegara el alusivo momento. Parece un muy importante detalle para omitir.

Al final, la decisión de reunirme con Lucas se toma sola. No puedo entenderlo,


y no estoy lista para confiar en él, pero tengo que hacer algo. Los Vigilantes están
aquí; están adónde sea que vaya. Si Lucas sabe algo, entonces, también necesito
saberlo.

La caminata al parque es más corta de lo habitual, diferente. Me muevo más


rápido cuando alguien espera por mí en el otro extremo. Un extraño aleteo comienza
en mi estómago y se sitúa en mis temblorosas rodillas. Nadie se ha reunido conmigo
en los últimos cuatro años después de la Célula; es una señal simple de amistad que
los niños normales dan por sentado. Mis ojos miran de un lado a otro a lo largo del
límite, pero después de mi primera pasada, noto que Lucas no ha llegado.

Entonces, aterriza frente a mí y caigo sobre mi trasero por segunda vez desde
que lo conozco.

Me pongo de pie, sacudiendo mis pantalones y evitando la risa en sus ojos.


Sus rizos rubios se mueven un poco con la brisa, dándole un aspecto
despreocupado. Es tan serio en la Célula y cuando se está escondiendo de los
Vigilantes. Y con razón. Aquí, sin nadie observando, sus hombros se relajan y su
sonrisa se extiende fácilmente por sus labios finos, revelando un profundo hoyuelo
en su mejilla. Sin embargo, la pared en su mirada, aquella que usa para separarme
de sus pensamientos, es tan impenetrable como siempre.

La mirada indecorosa que he estado guardando en mi interior desde el


almuerzo clama por salir. Sin embargo sonrío, no queriendo darle una razón más
para sospechar de mí, y miro hacia el enorme árbol del que saltó.

—¿En serio? ¿Tenías que asustarme apareciendo desde arriba?


—No quería asustarte, Thea. No es mi culpa que estés tan tensa.

—No me llames Thea.

—No me llames Allie. No me llames Thea —imita. Quiero darle un puñetazo


justo en la nariz—. Entonces, ¿cómo debería llamarte, eh?

—Althea. Mi nombre. ¿No dijiste que tenías algo que decirme?

—Vamos a caminar.

Lucas se encamina por la frontera y nos instalamos a un ritmo acompasado


que nos lleva a un circuito alrededor del parque. Me hace detenerme un par de
minutos desperdiciados después. La cámara de seguridad más cercana está apagada.
Tampoco hay Vigilantes alrededor.

—¿Y bien?

—Oí algo cuando pasé por el Centro Administrativo esta tarde. La pantalla de
video estaba encendida y había alguien allí.

—¿Quién?

—No vi su cara. Me perdí el principio de la conversación, pero sé que dejaron


a diez Vigilantes atrás. Armaron dos puestos: uno en la Célula y uno en las Tierras
Remotas. Están buscando algo. O a alguien. No estoy seguro.

Mi estómago se hunde, a pesar de que ya lo había imaginado.

—¿Qué están buscando?

Por favor, no digas una chica que tiene sentimientos y pone cosas en llamas.

—Todo lo que le oí decir fue que el Otro Supremo… —Lucas se calla y se


endereza, sus ojos enfocados sobre mi hombro izquierdo. La sonrisa natural
desvaneciéndose de su rostro.

Hay alguien detrás de mí. Trago fuerte, segura de que nos han escuchado.

Una extraña y musical voz rompe el silencio de la tarde.

—Hola. ¿Interrumpo algo?

Me giro, las palabras se pegan a mi garganta al ver el rostro de Deshi.

Lucas se adelanta, viniendo a mi rescate. Me frunce el ceño cuando su rostro


se gira del recién llegado, sus ojos instándome a controlarme.
—Por supuesto que no. ¿Cuál es tu nombre, amigo?

El Barbarus sacude la mano de Lucas firmemente. Él me aparta, y aunque no


puedo identificar exactamente por qué, no es simplemente su forma de ser original.
Son esos ojos, junto con una arrogancia que se cierne en el aire a su alrededor.

—Deshi.

—Soy Lucas. Esta es Althea. —Su voz se envuelve alrededor de mi nombre,


como si la forma en que lo dice pudiera protegerme.

Deshi no parece darse cuenta; él sólo asiente. El silencio se torna incómodo y


el sudor humedece mis axilas. Deseo nunca haber venido al parque.

—Entonces, ¿qué están haciendo ustedes dos aquí afuera por su cuenta? —
Es una pregunta extraña, vagamente sospechosa como las de la Excursión del
sábado, pero no hostil.

Lucas se aparta de mí antes de contestar.

—Es sólo un paseo. Para disfrutar del clima.

—Un poco frío, ¿no? —Deshi me mira cuando lo pregunta, su sonrisa no


calmando del todo la preocupación en mis entrañas.

—Está bien. —Trato de mantener la irritación lejos de mi voz.

Echa un vistazo a su reloj.

—Bueno, es hora de irse. Tal vez todos podríamos pasar el rato en algún
momento.

Deshi nos roza al pasar y desaparece entre los árboles a medida que el olor a
su paso hace que mis ojos se llenen de agua. Me congelo. Suciedad, césped mojado,
lluvia. Él huele como estar recostada boca abajo en la hierba de primavera. Es
potente. Así como mi propio aroma.

—Es un tipo raro.

—Sí… —Me giro hacia Lucas, buscando en su rostro las respuestas que parece
decidido a no darme. Estoy atrapada entre la esperanza de tal vez haber encontrado
a más personas como yo y la amenaza de exponer mi verdadero ser en el peor
momento posible.

Estoy bajo ataque.


Por los Vigilantes y su observancia. De Lucas y su amigable, aunque agresiva,
actitud. Ahora de Deshi, que tiene mis ojos y huele como la primavera, pero que me
hace querer correr y esconderme con sus demasiadas amables preguntas
improvistas.

—Lucas, ¿por qué estabas escondiéndote en el sótano el domingo en lugar


de estar en el Encuentro?

—No estaba escondiéndome. Estaba comprobando a Fils.

—Ah.

Lucas me mira, sus ojos llenos con sus propias preguntas, pero me encojo de
hombros. Mi instinto me dice que se estaba escondiendo ahí abajo, pero no puedo
probarlo. Sin más para continuar, no tiene sentido darle más munición. No confío en
él, o Deshi.

—¿Sabías que todo el mundo piensa que estamos cortejándonos?

La pregunta al azar me sobresalta, las palabras quedan atascadas en mi


garganta. Nuestra aparición juntos después del Encuentro y luego Lucas uniéndose
a mí en el almuerzo de hoy podría levantar las cejas de alguien. Rechino mis dientes.
Esto es culpa de Lucas, y el estrés añadido me enfurece.

—¿Y?

—Y bueno, creo que deberíamos ir juntos al Amasijo de Otoño. Todo el


mundo va a pensar que es raro si no lo hacemos.

La irritación impotente entumece mi cerebro a medida que busco una


respuesta. Voy a ir al Amasijo, por supuesto. Todos lo haremos. Hay dos durante el
último año de la fase preparatoria. El Amasijo de Otoño será en la bolera. En la
primavera, consiste en una cita en la pizzería.

—¿Por qué te importa lo que piensa la gente?

Él mira hacia otro lado, observando las Tierras Remotas en lugar de a mí.

—En realidad, no lo hago. Sin embargo, los Vigilantes están buscando algo.
No quiero que ellos decidan que vale la pena observarme. Después de la semana
pasada, supongo que asumí que te sentías de la misma forma.

Tiene razón, pero de cualquier manera va a ganarnos más atención. Las


parejas voluntarias no algo común; nos hará un punto focal. Por otra parte, no ir
juntos cuando se esperaba que lo hagamos podría ser aún peor. Una vez que la
gente elige a su pareja nunca cambian de opinión.

Nuestros ojos se encuentran y yo asiento. Él sonríe, aquella que he llegado a


reconocer como genuina. Un extraño pero agradable cosquilleo me sonroja con
calor. Es probablemente normal sentir emoción por tener una cita para el Amasijo,
sin importar quién sea o por qué pregunta.

Después de todo, confiar en él y usarlo para mezclarse son dos cosas


diferentes.

—Creo que será mejor que vaya… vaya a casa. Es casi el toque de queda. Nos
vemos mañana.

Le doy la espalda, volviendo sobre nuestros pasos a lo largo de la frontera, en


dirección hacia la entrada del parque sola. En la calle principal, algunos de mis
compañeros de Célula aparecen y marchamos juntos a casa.

Lucas, y ahora Deshi, complican mi vida casi más que los Vigilantes. Hasta la
semana pasada, cada día más o menos era como el siguiente. Claro, no era feliz.
Nunca encajo y sabía en mi interior que jamás sería como todos los demás. Aunque,
ahora, los estruendosos cambios tienen mis nervios de punta, cada uno vibrando en
diferencia con el siguiente. Combatir con Lucas ha añadido alarmas al estruendo;
saber si están destinadas a ser señales o advertencias se me escapa. Tengo que poner
espacio entre nosotros, dejar de andar furtivamente alrededor y jugar según las
reglas. Las Reglas de Ko. Mis reglas.

Lucas grita mi nombre una vez, pero lo ignoro.

Por hoy, esa es mi decisión.


Traducido por Ximena Vergara

Corregido por Selene

Casi me acostumbro a Deshi y Lucas cernidos alrededor de mi vida durante el


próximo par de días, y a los Vigilantes entrado y saliendo de vez en cuando cada
bloque.

Casi.

Los Terminales a diferencia de mí, se adaptan a la presencia de los Vigilantes


más rápido que a Deshi. No es que sea un Barbarus; el chico simplemente hace que
todos se sientan incómodos. Mis compañeros de Célula reaccionan a él un poco
similar a como lo hacen conmigo, con confusión y de preferencia evitándolo. Se
sienta en las colmadas mesas del comedor y se abalanza a las conversaciones, hace
un montón de preguntas, y no capta las indirectas. Habla a las chicas más que a los
chicos… y conmigo más que nadie.

También observa demasiado. Es bueno disimulándolo, pero yo me doy


cuenta.

Hemos comenzado la segunda semana de entrevistas, pero nadie habla de


ellas. Ni una palabra es pronunciada en los pasillos, ni chismes en el almuerzo, a
pesar de que Sara, la chica ruidosa de ojos azules, desapareció después de la suya
esta misma mañana. Su presencia era fácil de notar en el comedor, a la conversación
en torno a nuestra mesa hoy le faltaba su voluntad de conducirla, pero nadie lo
mencionó. Finalmente pregunté si alguien sabía dónde estaba después de confirmar
que no había decidido sentarse en una mesa diferente.

Leah me informó con un tono bastante aburrido que Sarah nunca volvió de
su entrevista.
La conversación giró en torno al próximo Amasijo. Todos rieron y sonrieron
como si su amiga Sarah no hubiera desaparecido, pero una hora más tarde el hielo
aún congelaba mis venas. Cuando me siento en el bloque de astronomía, me pongo
a pensar en cómo Sarah no es la primera en desaparecer durante este proceso. Un
apuesto chico rubio con dientes blancos y derechos desapareció el viernes pasado.

Astronomía es el tema favorito de los Otros, uno en el que nos sentamos dos
horas al día en lugar de una, antes y después del almuerzo. Les encanta enseñarnos
acerca de su historia, y sin duda sabemos más sobre el pasado de los Otros que del
nuestro. Cosa que no es difícil, teniendo en cuenta que el pasado de los humanos
no nos enseña nada. Hoy hemos analizado un mapa del sistema solar, memorizando
planetas y nombres de especies, cuáles aún están activas y cuáles han sido
eliminadas. Los Otros vienen de un planeta llamado Deasupra, y recalcan esto en
nuestros recuerdos a pesar de que ya no existe. Una guerra destruyó su mundo,
razón por la cual habitan el nuestro.

Leah me distrae cuando se apoya hacia la derecha y llama la atención de Greg.


Él ha estado rondando nuestra mesa en el comedor desde que él y Brittany
comenzaron su cortejo oficial con el Permiso Parental. El primer paso para las parejas
voluntarias consiste en cenar con los padres de cada uno y registrar sus intenciones
con los Otros. Greg es un tipo bastante agradable, un poco odioso a veces.

Ahora Greg gira su cabeza hacia Leah para atrapar sus palabras. Que son lo
suficientemente fuertes como para llegar a las pocas filas de atrás hasta mí.

—¿Has notado cómo muchos de sus planetas anfitriones anteriores están


listados bajo el diagrama “eliminado”?

Son todos ellos. Ya no existen todos los planetas que los Otros habitaron
antes de la tierra.

Leah hace una pausa, y cuando ella continúa, una alegría forzada tiñe sus
palabras.

—Deberías preguntarle al Monitor al respecto… y sobre lo que va a pasar con


nosotros.

No. No, no deberías preguntar eso, Greg.

Leah no ha sido la misma desde el día en que se presentó en química con


algunos moretones. De hecho, ha estado actuando… inhumana, de alguna manera.
Es bueno que tiene química en el séptimo bloque, ya que gracias a cómo se está
comportando, nunca sobrevivirá a las entrevistas. No puedo averiguar lo que está
tramando ahora.

Deshi se sienta a dos escritorios a mi izquierda y también observa la


conversación, con una leve sonrisa jugando en sus delgados labios. Él está mirando
al Monitor pero la ligera inclinación de su cabeza, la mirada lejana en sus ojos, dice
que él está escuchando a Leah.

La aprehensión aplasta mis pulmones cuando la mano de Greg se eleva. El


Monitor le da la palabra. Cierro mis ojos con fuerza, en silencio instándole a
pensárselo de nuevo. No hacemos preguntas. Desde luego, no hacemos conjeturas
en cuanto a lo que los Otros nos han enseñado toda la vida.

Su rica risa de barítono asalta mis oídos y mi vía aérea casi se derrumba.

—Entonces, ¿qué hacen los Otros a los planetas que ocupan? ¿Matan a todos?

Greg se ríe pero nadie se le une. Leah se sienta erguida en su silla, con los
brazos cruzados sobre el pecho mientras observa fijamente la pantalla, a la espera
de la respuesta.

El Monitor desconcertado arruga la suave piel de su frente.

—Gregory, esa pregunta está fuera de mi entrenamiento. Pero no seas


ridículo. Los Otros no asesinan a sus anfitriones. Mira lo bueno que han sido con los
habitantes de la tierra. Te sugiero que recuerdes eso antes de hablar de nuevo.

Greg, debidamente reprendido, lanza una sonrisa burlona hacia Leah, quien
lo ignora. La emoción ha terminado antes de empezar, y por lo menos ningún
Vigilante fue testigo de la aberración. Aun así, lo más probable es que el Monitor
reporte el incidente. La fría sonrisa en el rostro de Deshi levanta el cabello a lo largo
de mi nuca. Parece como si el arrebato de Greg de alguna manera hubiera mejorado
su día.

Nos dirigimos al exterior para ejercicio físico, la extraña pregunta de Greg


aparentemente ha sido olvidada por todos menos por mí. Cada día es lo mismo;
caminamos por metro y medio y luego corremos otro a un ritmo medido antes de
volver adentro. Para mantenernos sano, para mejorar la calidad de nuestras vidas.

Cualquier cosa que eso significa.

Las chicas avanzamos a unos diez pasos detrás de los chicos, quienes
compiten entre sí por la delantera. De pronto una pequeña riña estalla. Los próximos
sucesos pasan en un instante, cuando dos muchachos tropiezan hacia atrás. El
brillante cabello negro de Deshi destella con el sol al mismo tiempo que el segundo
muchacho cae. Da algunas volteretas en el suelo, en un ángulo poco habitual, cerca
de la línea de árboles. Los chicos se detienen reuniéndose alrededor de él cuando
deja de moverse. Nos apresuramos para darles alcance, y entonces nos unimos a
ellos en la escena con la boca abierta.

Greg se encuentra de espalda, con los ojos cerrados y la cabeza flácida a un


lado. Su barbilla descansa cerca de su cuello y la sangre se acumula alrededor de la
parte posterior de su cabeza. El culpable es una roca irregular, parte de un pequeño
jardín medio enterrado en la hierba hasta los tobillos a lo largo del camino. Las
plantas absorben el charco de sangre y las hojas de hierba marrón se unen entre sí.
El interior de aspecto blando de la cabeza de Greg se escapa por la fractura del
cráneo.

Todo el mundo retrocede, con los ojos muy abiertos llenos de incertidumbre
pero no de miedo. En todo caso, están hipnotizados por la escena. El silencio
impregna el momento y me llevo una mano a la boca, tragando fuerte. Mis
pensamientos marchan en un desfile a cámara lenta. Ese es el cerebro de Greg. En el
suelo. Hace diez minutos estaba perfectamente bien. Reía, hablando muy fuerte y
dijo cosas estúpidas en astronomía.

Dijo cosas estúpidas en astronomía.

Los momentos antes del accidente explotan en mi mente y desencadenan una


sospecha, de que Deshi empujó a Greg. La forma en que contempló la escena en
astronomía con alegría apenas contenida, la manera en que sus pies y manos se
enredaron antes de que Greg cayera.

La bilis revolotea en mis entrañas cuando el pensamiento se vuelve sólido y


echa raíces. Cosas como ésta no ocurren en la tierra, no bajo los Otros. Las personas
no se hacen daño unos a otros.

Decido que lo estoy imaginando, y aparto mis ojos lejos del cuerpo de Greg.

Nunca antes he visto a nadie salir lastimado, nada peor que una raspadura de
rodilla o un choque de cabeza cuando niños. Bueno, excepto aquel hueso roto. No
me gusta pensar en eso.

Lucho con mi expresión, demasiado consciente de los ojos de Deshi y el hecho


de que la lesión de Greg no está afectando a nadie más. Un fuerte brazo me sujeta
por la cintura y no tengo que adivinar quién está detrás de mí. Su olor es tan
reconocible como su rostro.

Sin pensarlo dos veces, me recuesto en su pecho, esforzándome duro para


controlar mi reacción a la repugnante vista. Lucas me sostiene durante varios
minutos, a medida que profundas respiraciones ayudan a relajarme. Me separo de él
y me atrevo a abrir mis ojos, veo que mis compañeros de estudios se han apartado
del cuerpo herido de Greg, hablando todos a la vez y discutiendo sobre qué hacer a
continuación.

—No podemos dejarlo aquí. El ejercicio ya casi ha terminado.

—Alguien debería ir y decirle al Director lo que pasó.

—¿Qué va a hacer el Director? Debemos conseguir un Sanador.

—Ninguno de los Sanadores puede ayudar. Mírenlo. Está defectuoso. —Deshi,


el dueño de la última voz, se encuentra de pie lejos de la multitud e inclinado contra
un árbol con los pies cruzados a la altura de los tobillos. Estudia sus uñas y suspira
pesadamente—. Vamos, sólo estoy diciendo lo que todos están pensando. Los
Sanadores no pueden curar lesiones como ésta.

La forma en que lo dice envía una oleada de náuseas a través de mí. Como si
no le importara en absoluto. Por otra parte, parece que a nadie le importa tampoco.
Deshi es un enigma, un minuto actúa amigablemente o incluso partícipe, luego
cambia felizmente al siguiente status quo.

El grupo asiente con él, dándole la espalda al muchacho herido, y trotan de


vuelta hacia el edificio. Deshi levanta una ceja cuando ni Lucas ni yo nos movemos.

—¿Vienen?

—Alguien debería decirle al Director lo que pasó. Yo iré. —Lucas habla con
una suave sonrisa de confianza.

Después de estudiarnos por un momento con una penetrante mirada, Deshi


sigue al grupo al interior.

—Ve, Althea. No tienes que esperar. Has dejado claro que permanecer lejos
de mí es una prioridad. —Lucas dirige su mirada a la distancia. En nada en absoluto.
Su voz me despide, pero en lugar de eso me acerco a él.

Por alguna razón que no logro descifrar, la idea de alejarme de su lado


provoca una imparable ola de pánico. Lucas puede no ser un Disidente como yo,
pero me hace sentir segura. En este momento, con los Vigilantes observando todos
nuestros movimientos, los chicos desapareciendo de la Célula, y un joven con el
cerebro esparcido en el suelo a mis pies, prefiero quedarme con él.

Ignoro de manera estudiada el cuerpo tendido de Greg. La impaciencia se


cuela en mi interior ante la falta de voluntad en Lucas para hacer un movimiento.
Para salir de aquí, lejos de… de Greg, cosa que es una prioridad para mí.

—¿Y bien? ¿No deberíamos entrar y decirle al Director? Quiero decir, Greg
podría necesitar ayuda.

—No creo que nadie lo pueda ayudar.

A diferencia de Deshi, Lucas suena sincero al decir esas palabras. Con valentía,
miro hacia abajo, concentrándome en el pecho de Greg en lugar de la herida abierta
en su cabeza. Está bien de esa manera; no tengo que ver la sangre. Después de un
momento, su pecho se mueve muy ligeramente. Superficialmente.

—Lucas, está respirando. Debemos ir a buscar a alguien ahora mismo. —Mi


mano se alza rápidamente y se desliza en la suya, empujándolo hacia la Célula. La
extraña mezcla de mi piel sobrecalentada y su palma helada ya no envía escalofríos
por mi columna vertebral, en cambio, me ofrece una comodidad transmitida por la
creciente familiaridad. Quizás incluso amistad. Él no se resiste, a pesar de que echa
un vistazo más de una vez por encima del hombro.

—¿Qué estás mirando?

—¿Eh?

—¿Por qué sigues mirando de ida y vuelta entre los árboles y la Célula?

—Estoy esperando a ver sí van a venir por su cuenta.

—¿Quiénes?

Sus dedos se aprietan alrededor de los míos cuando me sonríe. Por un


segundo me olvido de la pregunta. Bueno, tal vez más de un segundo. El mundo se
inclina, como si hubiera caído en su hoyuelo. Mi pecho se aprieta incómodo, y la
realidad sólida de su voz me ancla en el momento.

—Los Vigilantes, por supuesto. Los Otros dicen que siempre están
observando, y diez Vigilantes están vagando por el pueblo. ¿Cómo es que no están
aquí?
Al igual que su obstinación al insistir que el pez no es mortal, la pregunta
implica que los Otros podrían estar mintiendo. Esa sugerencia hace que sus palabras
sean traicioneras, blasfemas, y francamente una locura. Pero la idea persistente de
que el arrebato de Greg en astronomía tuvo algo que ver con su muerte prematura
no desaparece, y oír a Lucas, dispara un sentimiento similar que me saca de mi país
de ensueños con aroma invernal y me vuelca dentro de la vida real.

Nadie habla de esa manera. Pero yo pienso de esa manera.

La gente no cuestiona a los Otros. Ellos nos gobiernan, mantienen una


agradable sociedad, nos emplean, pero no son como nosotros. Son los Otros.

—Lucas. —La palabra se escapa de mis pulmones en un suspiro y no puedo


dejar de lanzar una mirada paranoica alrededor del terreno vacío—. ¿Qué estás
diciendo? ¿Que los Otros mienten? No puedes decir eso.

—Lo sé. Lo siento. No sé de dónde salió eso. —Las mejillas de Lucas se


ruborizan y se niega a encontrar mi mirada.

Entramos en la Célula en silencio, nuestros zapatos mojados chirriando en los


duros pisos cuando entramos, el sonido haciéndose eco en las paredes vacías. El
Centro Administrativo está en el centro del edificio, rodeado en su totalidad por
vidrio. Lucas suelta mi mano a medida que nos acercamos a las puertas.

—Déjame hablar a mí. Todavía me gustaría que fueras a tu bloque —murmura


en voz baja sin mirarme.

No retrocedo, ganándome un suspiro de su parte. Aunque por fuera finjo


serenidad, por dentro estoy temblando. Nunca he estado en el centro de cualquiera
de mis Células, nunca he conocido a un Director. Por lo que sé, casi nadie se ha
reunido con uno en persona. No hay ninguna razón para ir a la oficina del Director a
menos que seas un Aprendiz, y solo hay uno por año. La nuestra es Leah.

Limpio mis resbaladizas palmas sudorosas en mis pantalones, enderezo mi


espalda mientras Lucas presiona el botón rojo junto a las puertas de cristal y
esperamos a que se abran. Resistir la tentación de limpiar el sudor de mi frente
requiere un esfuerzo masivo cuando la cámara encima de la puerta gira en nuestra
dirección. Lucas permanece en calma, como si meterse en aguas desconocidas fuera
algo de todos los días.

Tal vez para él es normal, ¿qué sé yo?


Las puertas se deslizan abriéndose en completo silencio, una se desliza a la
izquierda y la otra a la derecha. Nada nos saluda, pero una brisa levanta mechones
sueltos de cabello carmesí sobre mi cara. Los aseguro detrás de mis orejas, cuando
la historia que Lucas me dijo en el parque el otro día asalta mi memoria y mi corazón
se retuerce en nudos.

Dijo que escuchó una conversación en el Centro Administrativo cuando


pasaba caminado, pero debe haber mentido. El vidrio es demasiado grueso para oír
nada. Pero, ¿por qué me iba a mentir?

Mi mente busca alternativas, maneras en que posiblemente su historia


pudiera ser verdad. Simplemente no hay ninguna, a menos que pueda oír a través
de las paredes o la conversación se llevara a cabo en otro lugar. Me esfuerzo, porque
quiero llegar a una opción plausible, pero no lo consigo. Quiero correr y esconderme,
pero por el momento correr no es una opción. No puedo ir a ninguna parte sin hacer
una escena, y no hay manera de que le permita a Lucas exponerme.

Me mantengo lo más lejos posible de él sin dejar la habitación, sin pasar por
alto la rápida mirada cuestionadora que me dirige. Pasamos a través de otra puerta
y nuestros pasos quedan silenciados cuando pisamos sobre una alfombra de color
morado oscuro. La habitación está vacía a excepción de la pantalla de video que
ocupa toda la pared a nuestra izquierda. Parpadea encendida y esperamos que
aparezca el Director. Él se desliza en la silla aguardando detrás de un escritorio,
teniendo que apretujarse para acomodar su estómago en ella. Una breve mirada de
sorpresa pasa por su cara cuando nos ve.

—¿No deberían estar ustedes dos en sus bloques?

Mi boca se seca y mi lengua se pega al techo de mi boca.

Por suerte, Lucas no parece estar sufriendo los mismos problemas.

—Sí, señor. Es sólo que… uno de los estudiantes se cayó afuera durante el
ejercicio. Se ha roto la cabeza y no se levanta. Pensamos que alguien debería saber.

El Director se agita cuando asimila la noticia, su reacción exacta es difícil de


precisar. Un poco molesto, tal vez confundido. No está disgustado, exactamente,
sólo un poco malhumorado. Esto no ocurre a diario. Antes de que pueda responder,
la pantalla privada más pequeña de su escritorio se ilumina y emite pitidos. Sus ojos
revolotean a la pantalla del escritorio.

—Pueden irse, niños. Yo veré lo del muchacho.


Una voz incorpórea grita desde su pantalla de video antes de que dejáramos
la habitación. Suena como una mujer. Los únicos Otros que alguna vez he visto en
persona son Vigilantes, y todos son hombres. Suponía que Fuego representaba la
única excepción, aunque ahora que lo pienso veo que es una tontería. Debe haber
mujeres.

—No hay de qué preocuparse, Director. Todo está bien. El muchacho está
defectuoso, y una chica, su Aprendiz, también ha sido llevada para un refrescamiento
debido al incidente reportado después de la lección de astronomía. Los Vigilantes
han sido enviados a recogerlos.

Jadeo involuntariamente, lo que llevó a Lucas a tomar mi mano de nuevo y


arrastrarme fuera de la oficina. Una vez solos, libero mi mano de un tirón y camino
por delante de él en el pasillo, tratando de dar sentido a lo que escuchamos. El
término refrescamiento es nuevo para mí, pero deben estar hablando de Leah. No
tiene sentido; ella estaba bien cuando salimos al terreno.

A menos que el hecho de que se la llevaran tuviera que ver con lo que pasó
en astronomía y no por lo ocurrido en el exterior.

Lucas trota para alcanzarme, parándose a mi lado para ver por la ventana del
segundo piso, que ofrece una vista sin obstáculos del campo de ejercicio. Casi no
me doy cuenta que está ahí, olvidando temporalmente sus mentiras y presencia.

Greg está donde lo dejamos.

Un gran vehículo negro se detiene al borde de la hierba, flotando justo por


encima del suelo, sus discos giran borrosamente por el rápido movimiento. Brilla a
pesar de que el día está nublado. Dos Vigilantes saltan fuera, cerrando las puertas
del frente con fuerza, y levantan la puerta trasera antes de ir por Greg. Llevan sus
oscuros uniformes estándar, complementados con sombreros negros, cinturones y
botas. Incluso desde aquí su belleza deslumbra, y entrecierro los ojos para aliviar
parte de la fatiga visual.

Siempre hombres, siempre atractivos, nunca con un rastro de imperfección.


Sin narices torcidas o dientes torcidos. No hay arrugas. Sin una peca. Estamos
demasiado lejos para poder distinguir si estos Vigilantes tienen la forma de una
estrella marcada en sus cuellos.

A menudo me pasa por la mente, la pregunta obvia que si soy diferente,


Disidente, ¿significa eso que no soy humana? Y si no lo soy… ¿qué soy? Estoy muy
lejos de ser lo suficientemente perfecta para ser un Otro, pero el hecho de que siento
todo tampoco refuerza mucho mi humanidad. Miro de reojo a Lucas, estudiándolo
mientras observa la escena de abajo. No se queda muy atrás, incluso se parece un
poco a los Vigilantes. Tiene esa clase de belleza.

Me vuelvo hacia las ventanas antes de que él me pille observándolo.

Los Vigilantes alcanzan el cuerpo de Greg, colocándose a la cabeza y a los


pies. Sin cuidado o preocupación alguna se agachan, sus dedos envolviéndose a
través del cabello castaño un poco largo de Greg, el segundo tomándolo por un pie,
y lo alzan bruscamente del suelo. Se dirigen de regreso al transportador negro y
lanzan el cuerpo de Greg en el interior del compartimento trasero.

Me estremezco, sintiendo el duro rebote en mis huesos como si ellos me


hubieran arrojado a mí. Lucas me busca, pero me deslizo fuera de su alcance.

Uno de los Vigilantes apostado fuera de nuestra Célula conduce a Leah al


exterior y la sube en el asiento trasero. En cuestión de minutos la escena vuelve a la
normalidad cuando el vehículo se retira y desaparece por la calle. Si Leah vuelve de
este asunto de refrescar, si es la misma de siempre si lo hace, es un misterio.

Sin embargo, jamás veremos de nuevo a Greg. Eso sí lo sé.


Traducido por Malu_12

Corregido por Selene

—¿A dónde vas?

—A mi bloque. —Lucas no está tomando mis consejos ahora, lo cual es


extraño porque estoy segura que están diciendo deja de seguirme.

—¿Qué hago?

—Nada. Sólo tengo que llegar a mi bloque. Tú también.

Él deja de caminar. Ya era hora.

Con la química cerniéndose, mi cerebro sobreexcitado no ha encontrado


ninguna forma plausible de evitarlo, pero me alejo de la charla al escabullirme en el
salón al último segundo, manteniendo mis ojos en el Monitor. Preguntas, ninguna
de las cuales tiene nada que ver con química, corren por mi mente hasta que siento
mi cerebro dolorido. Mis sentimientos con respecto a Lucas entran en conflicto en
cada intersección.

A veces, como en el campo de ejercicio, Lucas se parece un poco a mí. O, al


menos, está cerca de ser un amigo. Pero luego está el hecho de que esconde un
animal, no sonríe todo el tiempo, y los Vigilantes parecen ponerlo tan nervioso como
a mí. La conclusión es que aprendí hace años a no engañarme con la comodidad, y
estoy muy lejos de confiar en él. Ahora que él mintió acerca de oír la conversación
en la oficina del Director, estoy más lejos que nunca.

Tan pronto como termina el día agarro mis cosas y salgo a toda prisa del
salón, por el pasillo, y a través de las puertas delanteras. He tenido años de práctica
desapareciendo justo al momento después de la Célula, y juntarme con mis
compañeros de Célula en la pizzería es una forma tan buena como cualquier otra.
Lucas, y probablemente Deshi, esperarán que vaya al parque sola, pero no tengo
ningún deseo de ver a ninguno de los dos.

Los siguientes cuarenta minutos pasan rápidamente; chismes sobre si Leah


volverá o no, junto con los eventos en astronomía, llenan la mayor parte del tiempo.
Nadie pide mi versión y no ofrezco una opinión. Nadie siquiera menciona a Greg
cayendo en ejercicio. Oigo hablar de un segundo chico rubio, Jack, que no volvió de
su entrevista con los Vigilantes. Eso hace nueve chicos desaparecidos desde la
llegada de los Vigilantes, contando a los seis que se llevaron en la Excursión. Diez si
incluyo a Leah.

Once si incluyo a Greg.

Quedan cinco semanas hasta que mi número sea llamado. Si la gente


recordara lo que sucedió en sus entrevistas, tal vez podría encontrar una manera de
prepararme. Pero mientras más preguntas hago, probablemente menos podré seguir
mezclándome con mis compañeros de Célula, y necesito el anonimato que ellos me
ofrecen más que nunca. No insisto y nadie más parece tener el más mínimo interés
en el propósito de los Vigilantes aquí o el hecho de que están enfocados en nuestro
año en particular.

Lucas está esperando en la calle de los Morgan, de pie justo en medio de la


acera con los brazos cruzados sobre su pecho. A pesar de su sonrisa característica,
no parece contento con mi acto de desaparición de antes.

—¿Qué está pasando, Althea?

—Nada. Nada está pasando.

Una sensación desconocida retumba dentro de mí. Debe ser ira, pero ha
pasado tanto tiempo desde que he experimentado el sentimiento hacia una persona
viva que me lleva un tiempo identificarlo. Quiero gritar, dejarlo salir, pero sé que no
es la mejor idea. Derramar mi rabia hacia Lucas, incluso expresar otra emoción
además de alegría no es Aceptable.

De hecho, actuar desagradablemente nunca sucede. No porque la gente


tenga miedo de los Otros. Porque hasta donde sé, nadie experimenta sentimientos
distintos al placer, felicidad y una instancia ocasional de emoción.

Excepto yo.

Observando detenidamente el rostro de Lucas, reconsidero ese supuesto.


—Bueno, algo debe estar pasando, porque definitivamente me estás evitando.

Mi enojo burbujea aún más.

—¡Tal vez porque eres un mentiroso, Lucas! Un gran… gordo… mentiroso.

Da un paso hacia mí. Su rostro se vuelve de un rojo reluciente, y en ese


instante, la razón sobrepasa la furia y el miedo se asienta. Estamos solos en una calle
vacía. Él me ha agarrado antes, lo suficientemente fuerte para dejar una marca.

Detiene su avance a un par de pies de distancia y me relajo un poquito.

—¿En serio, un mentiroso? ¿Sobre qué mentí exactamente?

—Acerca de oír esa conversación en la oficina del Director, sobre eso.

—¿De qué estás hablando? —A pesar de que su tono es beligerante, sus


mejillas palidecen.

—Sabes exactamente de lo que estoy hablando. Para entrar en la oficina


tocamos un timbre, pasamos la inspección de la cámara, y pasamos a través de una
segunda puerta, una gruesa de madera, para hablar con el Director. Así que, ¿cómo
te las arreglaste para oír a través de todo eso?

—Yo… ¡bueno, no es lo que piensas!

—No sé qué pensar, Lucas. Todo lo que sé es que a menos que tengas un
súper oído secreto o algo así, no hay manera de que “accidentalmente” escucharas
algo. —La rabia se evapora tan rápido como se formó, dejando el agotamiento a su
estela. Resulta que pelear toma mucho de una persona.

Nos miramos el uno al otro, respirando en patrones erráticos similares. Me


niego a dejar vagar su mirada de la mía. He acabado con el doble discurso, el correr,
y, sobre todo, los secretos. Ocultar secretos propios ya es bastante difícil; no hay
espacio para los de Lucas también.

—Escucha, Althea. Te mentí, pero no me inventé lo que escuché, lo juro.

Sus brillantes ojos azul cielo me piden que entienda, pero no me ofrecen una
razón. La experiencia pasada insiste en que no puedo ceder ante el deseo de confiar
en él sin poner en riesgo todo, sin delatarme como una defectuosa.

Niego con la cabeza, mi coleta balanceándose de ida y vuelta. Un escalofrío


se abre camino a través de mi piel cuando el aire frío roza mi cuello desnudo.
Envuelvo mi suéter con más firmeza a mi alrededor. Él está esperando, y el toque de
queda está alcanzándonos.

—Entonces dime la verdad.

—Créeme, no hay nada que desee más que alguien en quien confiar, pero…

Mi respiración se atasca en mi garganta.

—¿Alguien en quien confiar?

Esperar su respuesta casi me mata. Es lo mismo que he buscado desde que


encontré esa estúpida nota. Algo que en realidad nunca ha sido mío, ni siquiera
durante esos tres años con los Hammond. Si tan sólo pudiera entenderlo, encontrar
una razón para seguir mi atracción instintiva hacia él, tal vez podría bajar la guardia.

Su rostro se cierra, dejándome en el lado equivocado de un portazo.

—No puedo decirte.

Las palabras me aplastan. Bien podría estar de pie sobre mi pecho en lugar
de hablando a varios pies de distancia. Los ojos de Lucas transmiten un miedo que
raya en la desesperación tan intensa que miro hacia otro lado. Reflejan los
sentimientos que luchan por mi atención.

—¿Por qué? ¿Por qué no?

—Yo sólo… no puedo. Lo siento.

Lucas se dirige al lado, dejándome sola en la calle. Podría también ser la única
persona en la tierra. Se necesitan un total de cinco minutos para convencerme que
no va a volver.

Después de la breve tregua concedida por la presencia de Lucas, la soledad


es insoportable. Ha hecho todo peor en lugar de mejorarlo. Hemos pasado sólo unos
cuantos momentos juntos, pero después de que me hablara en la Célula, me
esperara a las salidas, se burlara de mi nombre, volver al silencio es una tortura.

Miserable hasta el punto de estremecerme físicamente, negándome a


escuchar la voz de la razón asegurándome que no confiar en Lucas es lo correcto,
me escondo en el costado de la casa de los Morgan. Nadie está alrededor para
verme, y se siente sorprendentemente bien ceder al agua por un momento. Se
desliza por mis mejillas y fluye por mi barbilla. Una gota cae en mi mano y la lamo.
El toque de queda acecha a sólo minutos, así que me recompongo y camino
hasta el frente, parte de mí con la esperanza de que Lucas estará merodeando fuera.
La calle está vacía en el crepúsculo, convirtiendo esa esperanza en cenizas.

Una figura espera en los escalones de entrada de los Morgan, con las piernas
estiradas frente a él. Ver a Deshi retuerce mi estómago mientras los nervios zumban
en mis oídos. No hay ningún lugar al que ir, pero el deseo de correr me tienta de
todos modos.

Se pone de pie cuando me acerco.

—Hola, Thea.

No me molesto en corregirlo.

—Hola.

—Te he estado esperando.

Inclino mi cabeza, preguntándome silenciosamente por qué cuando una


horrible posibilidad tras otra corre por mi mente.

—Sé que es casi el toque de queda, así que voy a ir directo al grano. ¿Quieres
ir al Amasijo de Otoño conmigo?

Deshi sonríe un poco tímidamente, haciéndome sentir casi culpable por


evitarlo cuando parece necesitar un amigo tanto como yo. Pero por mucho que me
gustaría evitar la cita con Lucas, ir con Deshi sería peor. Sólo estar aquí hablando con
él envía mi corazón a una carrera contra mis pulmones. Y no en el buen sentido.

—Yo, um. Bueno, Lucas ya me preguntó.

Deshi baja desde el porche y camina hacia mí, deteniéndose a sólo


centímetros. Me observa, a través de mí, antes de ofrecerme una sonrisa triste. Se
estira y empuja mi cabello detrás de mi hombro, poniendo mi piel de gallina. Me
resisto a la urgencia de retirarme, sonriendo con lo que espero sea disculpa y no
repugnancia.

—Entonces los rumores son ciertos —murmura—. Qué interesante. Bueno,


hasta mañana.

Él me deja para aspirar el aire frío y trato de calmarme. Algo no está bien con
Deshi. Sonríe todo el tiempo. Actúa normal, excepto por la ocasional reflexión
excéntrica. Pero la forma en que me mira. De una forma que me hace sentir frío. Una
cualidad indefinible y ajena corre por debajo de su exterior normal.

No he olvidado que su llegada a Danbury coincidió con la de los Vigilantes.

Si está trabajando para ellos, o simplemente reconoce una diferencia en mí


semejante a la suya propia, una cosa se siente cierta: es peligroso.
Traducido por Mari NC

Corregido por LizC

Deseo por millonésima vez que hubiera una manera de evitar el Amasijo de
esta noche.

Ya que rara vez tenemos permitido salir después de las cinco de la tarde, una
regla que se aplica tanto a los adultos como a los niños, el Amasijo es una excepción
y por lo tanto emocionante para todos los involucrados. A pesar de que peleamos,
la compañía de Lucas es bienvenida después de existir en casi completo silencio
estos días pasados.

No tenemos que ser amigos. No he olvidado la mentira o su negativa a


explicarse. Pero tal vez pasar la noche juntos me dará una oportunidad de saber si él
es como yo o simplemente está loco.

Me toma más de lo normal estar lista; estoy terminando justo cuando un


golpe viene a la puerta. Mi cabello cae en cascada por mi espalda en vez de colgar
en su coleta típica. La Sra. Morgan incluso lo rizó de nuevo. Comprobando el espejo
una última vez, me siento bien con mi vestido azul claro, chaqueta de punto blanca,
y zapatos tenis de lona. Desciendo las escaleras acarreando mi ansiedad como una
carga indeseada.

Los Morgan y Lucas están de pie en el vestíbulo luciendo incómodos; mi


estómago da una sacudida ante la vista de ellos. Todos están cambiando de peso de
un pie a otro, sonriendo los unos a los otros en silencio mientras se dan la mano. El
olor de las patatas gratinadas que tuvimos para la cena flota en el aire. La luz del
vestíbulo hace a Lucas parecer estar bajo un foco, el objeto de un interrogatorio, y
la imagen me podría divertir si no estuviéramos tan cerca de ser sometidos a esa
misma cosa.
El Sr. Morgan alcanza a darme un vistazo, sus ojos se iluminan.

—¡Thea, te ves hermosa! Diviértete. Te espero en casa a más tardar a las


nueve.

Besa mi mejilla y se dirige de nuevo a la sala de estar para ver una película
fútil producida por los Otros esta noche. La Sra. Morgan me da un fuerte abrazo, y
luego pellizca a mi cita en la mejilla antes de unirse a su pareja, dejándonos a Lucas
y a mí solos.

Lucas levanta las cejas.

—¿Cómo es que él sí puede llamarte Thea? —Agita una mano y sacude la


cabeza antes de que pueda responder—. Olvídalo. No importa. Te ves bonita, ya
sabes.

Arrugo la nariz como si el cumplido me disgustara, aunque sin duda no lo


hace.

—No tienes que decir eso. No te pueden oír.

—Lo digo en serio. —Lucas agarra mi mano y tira de mí hacia la puerta.

Él no la suelta mientras caminamos a la ciudad, ni siquiera cuando dos


Vigilantes nos adelantan en su patrulla. Pienso en alejarme, pero la gente piensa que
estamos cortejándonos. Quiero plantear el argumento que tuvimos el otro día, pero
la simple frase “todavía estoy enojada contigo por mentir” se atora en mi garganta.
Nadie se enoja. La gente no se pelea. A pesar de que le grité y él sabe que estaba
molesta, hay una buena probabilidad que lo haya olvidado o le ha dado una
explicación. Así es como las personas lidian conmigo cuando actúo mal.
Simplemente miran más allá de ello.

Excepto que Lucas ni una sola vez ha mirado a través de mí, alrededor de mí,
como todos los demás. En el fondo, sé que no ha olvidado nuestra discusión. Ya sea
que Lucas es un Disidente, también, o simplemente un extraño, solitario y defectuoso
chico humano, él es tan diferente como yo.

Todavía se aferra firmemente a mi mano al entrar en la bolera diez minutos


más tarde. Es difícil saber si su mano todavía es aún más fría, la mía puede haberse
calentado. Supongo que él se está tomando todo este acto muy en serio. Después
de todo, sólo me pidió que viniéramos porque la gente piensa que estamos
cortejándonos, no porque lo estemos haciendo.
Nuestros compañeros de Célula se mueven junto a nosotros, unos pocos
deteniéndose para señalar y susurrar cuando entramos. El malestar se envuelve
alrededor de mí y me concentro en no sudar. Lucas aprieta mi mano como si él
pudiera sentirlo.

Se encoge de hombros ante mi mirada interrogativa.

—Te pones más caliente cuando estás nerviosa. No les prestes atención. Están
emocionados por nosotros.

Es cierto, decido cuando mis ojos se deslizan sobre sus rostros. Sus
expresiones revelan una envidia de buena naturaleza, y nostalgia, pero también
sonrisas gigantes. Incluso Brittany, aquí sola después que Greg resultara defectuoso,
sonríe de oreja a oreja. Después de unos momentos dejan de mirar.

Nadie juega a los bolos todavía; la mayoría sólo deambulan por ahí, sin saber
qué hacer. Cinco Vigilantes se encuentran dispersos uniformemente por toda la
habitación para no perderse nada. Lucas me lleva a la derecha hacia el carril central,
me sienta en el banco acolchado, y se va a conseguirnos zapatos. El edificio es más
viejo que cualquiera de las casas de la ciudad o que la Célula, y huele a sudor y pies,
entre otras cosas. El sonido de nuestras voces, los zapatos de suela dura resonando
en el piso de madera, y los procesadores de bolas pesadas golpeando las bandejas
se hacen eco en las paredes de concreto a medida que nuestros compañeros de
Célula se asientan en la actividad de la tarde.

Lucas regresa con dos pares de zapatos y dos bolas, que vuelca sobre la cinta
motorizada próxima a nuestro carril.

—La rosa es tuya.

—¿Cómo es que obtengo la rosa? ¿Sólo porque soy una chica?

—¿Quieres la azul? —Sus mejillas se sonrojan y casi me siento mal por


burlarme de él.

Es realmente guapo. El pecho de Lucas se extiende hacia unos hombros


robustos, unos brazos que sospecho me harían sentir protegida de todo el resto del
mundo. Es más alto que yo, tal vez hasta diez o doce centímetros, y esos rizos rubios
le dan un aspecto lúdico y abierto que ruega ser de confianza.

—Estoy bromeando, Lucas. Está bien. Me gusta el rosa. —Atrapo su mirada y


sonrío.
Su rostro rompe en una sonrisa de infarto y me olvido de preguntar cualquier
cosa.

—Me atrapaste. ¿Sabes cómo jugar?

—No lo he hecho en años. A ninguno de mis padres les gusta mucho.

—¿A ninguno de tus padres?

Hombre. El desliz ocurrió sin que me diera cuenta. Él me pone demasiada


cómoda, y este error me arrastra hasta ese recuerdo horrendo del Monitor en
Portland, al que puse tembloroso después de hablar acerca de los Otros mientras
limpiaba su salón después de la Célula.

Sigo el ejemplo de Lucas, la forma en que actúa como si todo lo que dice o
hace es normal, incluso cuando no lo es.

—Quiero decir ni a mamá o papá. A ninguno de los dos les gusta jugar a los
bolos.

—¿Tienen espacio para unos más? —Es Brittany, y nunca antes he sido tan
feliz de ver su cara de muñeca de porcelana.

Los ojos de Lucas persisten en los míos durante otro segundo antes de
responderle.

—Por supuesto. El carril permite seis.

Ella asiente y se aleja, presumiblemente para obtener una bola y más gente.
Me siento detrás de la computadora, haciendo un valiente esfuerzo para descubrir
la manera de ingresar nuestros nombres. Es una buena excusa para mantener mi cara
alejada de Lucas, también. La computadora es extraña y anticuada, y me doy por
vencida después de varios minutos, mi mente no es capaz de concentrarse en la
tarea en cuestión. En su lugar miro a mis compañeros de Célula a medida que
comienzan a jugar.

Otra voz, suave, segura y familiar, interrumpe.

—¿Tienen lugar para uno más?

Deshi. Otra vez.

No respondo y Lucas interviene.

—Claro, por supuesto, Desh.


—Gracias. Voy a agarrar una bola.

Se pavonea a los bastidores de las bolas de boliche. Las luces brillantes


iluminan el extraño tono dorado, o tal vez bronce, de su piel. Sin embargo, no es
como un bronceado. Es más amarillento.

Un pellizco me libera de mi trance.

—¡Ay! —Frotando el interior de mi brazo, le disparo una mirada a Lucas.

—Te quedaste mirando fijamente. Es grosero. Levántate; no sabes cómo


funciona esa cosa.

Obedecer me molesta porque él tiene razón. Se desliza en el asiento y


comienza a apretar botones. Nuestros nombres, junto con el de Deshi y Brittany,
aparecen en la pantalla. Brittany regresa, Leah y otra chica rubia que no conozco
vienen detrás de ella.

Ver a Leah me aturde. No sé cuándo regresó de su refrescamiento pero esta


es la primera vez que la veo. Parece la misma, ni mejor ni peor. Me quedo mirando
cuando ella se inclina cerca de Lucas, mirando por encima de su hombro mientras
digita sus nombres en la computadora. Su pecho se frota contra el omóplato de él y
Lucas se pone rígido. Ella se retira un poco, esa extraña y no del todo sonrisa
pintando sus labios. Por lo que oigo por casualidad, su personalidad todavía tilda a
ser excéntrica, su tono de voz inclinándose hacia la acusación la mayoría de las veces.
Lo que sea que los Otros le hicieron, no parece haber cambiado nada en ella.

Deshi regresa, pavoneándose junto a mí y suscitando el aire. Su rico aroma a


tierra húmeda se retuerce en mi boca y nariz, depositando un diluvio de preguntas
junto con él. No puedo sobreponerme a su aroma y una vez más estudio su rostro
en busca de algo familiar. Nada.

Lucas se acerca y pone una mano en mi hombro, viendo como Deshi deja caer
su bola pesada sobre la cinta.

Si alguien alberga dudas acerca de nuestro cortejo, no lo harán después de


esta noche. Saber que lo que sea que hay entre Lucas y yo es sólo para demostración
debería hacer esta noche más fácil. Pero resulta que hace el aguantar su afecto
forzado aún peor. No quiero pensar en por qué.

Yo soy la primera, así que me levanto y recojo la bola rosa, liberándome del
contacto de Lucas. La bola se siente incómoda en mis manos; han pasado años desde
que he jugado bolos. Concentrándome, o tratando de hacerlo, me las arreglo para
golpear algunos pinos. Después de mi segundo tiro todos los pinos excepto uno
yacen propensos en la madera pulida. Golpearlos se siente bien. Me he sentido con
ganas de romper algo por días.

Leah es la siguiente, golpeándome con el hombro con fuerza en su camino


hacia el carril. Tropiezo y caigo en el banco acolchado.

Ella sonríe, y juro ver gotas de veneno en sus dientes.

—Ups. Lo siento, Morgan.

Seguro.

El nombre de Deshi se muestra a continuación. Su gracia roba mi atención


con tanta fuerza como lo hizo el primer día que lo conocí. Se mueve con sutil
propósito, como si sus pies apenas tocaran el suelo, y derriba todos los bolos en el
primer intento. Mi cerebro trata de darle sentido a Deshi, reconciliar todo lo que sé
y sospecho, mientras que más de nuestros compañeros de Célula lanzan sus bolas
por los carriles de madera pulida. Él es muy amigable. La gente está más
acostumbrada a él ahora, pero no es realmente uno de ellos.

Entonces, ¿por qué retuerce mis nervios como pretzels?

Es parcialmente la forma en que huele: ese poderoso aroma que me recuerda


la forma en que yo huelo como el jazmín todo el tiempo y Lucas huele a pino. Más
que eso, es la forma en que él y Lucas cuestionan a los Otros sin actuar como si fuera
extraño cuestionarlos.

Cuando regreso a los bancos después de mi segunda ronda, solamente


después de haber derribado seis bolos esta vez, Deshi y Lucas se sientan juntos
detrás de la computadora, hablando.

La petulante y serena voz de Deshi rebana a través del ruido de la bolera como
un cuchillo en la mantequilla.

—De Iowa. Sí. Mis padres fueron reubicados debido a sus Carreras.

Él toma una respiración profunda por la nariz, una pequeña sonrisa flotando
alrededor de sus labios. ¿Acaso huele el aroma de pino de Lucas? ¿Está sentado allí
preguntándose si nosotros somos el prometido “más” de su propia nota de Ko, quizás
Disidentes como él? Somos similares en algunos aspectos, Deshi, Lucas y yo.
Nuestros ojos, por ejemplo. Nuestra incapacidad para adaptarnos completamente,
o para hacer amigos en la Célula. Ha pasado por mi mente más de una vez durante
este par de semanas de otoño que ambos pudieran estar trabajando con los Otros
tratando de encontrarme, o a alguien como yo.

O podrían ser defectuosos, y yo también.

A pesar de que su conversación suena inocua, la postura rígida de Lucas y la


forma en que sus ojos buscan continuamente los míos transmiten un agravamiento
palpable, empujando mi propia ansiedad en un ascenso constante. Nuestras manos
se rozan, haciendo que una sensación incómoda viaje por mi brazo. Mi piel está
demasiado caliente y la suya bien podría estar hecha de hielo. De repente me
pregunto qué pasaría si nuestra piel se quedara unida demasiado tiempo cuando
estoy nerviosa. ¿Lo derretiría?

Demasiadas preguntas, sin suficientes respuestas. Esto se está convirtiendo


en la historia de mi vida y no está bien. Nunca ha estado bien, pero por primera vez
me siento expuesta. La nota, mentirle a todo el mundo, ocultar mis arranques de
exudar agua o ira, todo ha parecido un poco abstracto hasta que los Vigilantes se
presentaron en Danbury, en busca de algo. Alguien. Hasta que Lucas olió como el
invierno y realmente me vio, hasta que Deshi apareció y tal vez hizo que Greg fuera
defectuoso.

Me he aferrado a una fantasía infantil, que debido a que Ko me escribió esa


nota, él ha estado cuidando de mí, listo para enviarme a una nueva estación si algún
peligro se acerca demasiado, pero es hora de dejar de lado esa idea. No tengo
ninguna red de seguridad. Si Ko ha estado tirando de las cuerdas de mi existencia
hasta ahora, ha perdido el control este otoño.

Si voy a sobrevivir a las entrevistas de los Vigilantes, tendré que encontrar la


manera de hacerlo yo misma.

La noche llega, interrumpida por nuestra cena, otra delicia. Pollo frito y
patatas. No tenemos permitido por lo general comer alimentos fritos, y el sabor
explota en mi boca, crujiente y sabroso. Todos los demás mastican con deleite,
exclamando sobre nuestra noche especial y que debemos agradecerle a los Otros
por tan maravillosa comida. Centrarme en la comida me distrae durante veinte
minutos más o menos, pero cuando se ha terminado, todo en lo que puedo pensar
es en la necesidad de poner distancia entre los chicos y yo. Mirar el reloj se convierte
en mi pasatiempo favorito.

La charla educada de Lucas, las bromas y las dulces miradas en mi dirección


convence a todos de que está relajado y disfrutando del amasijo, pero no a mí.
Él y Deshi pasan la mayor parte de la noche con sus cabezas inclinadas juntas,
murmurando demasiado bajo para ser escuchados sobre el resto de la algarabía,
amplificando mi paranoia de que están conspirando contra mí. Al segundo en el que
el reloj marca las ocho y media Lucas se levanta, agarra mi bola rosa y la suya azul, y
las devuelve a sus estantes. El resto de los Terminales son más lentos para responder
a la hora, ya que tenemos otra media hora antes de que estemos obligados a estar
en casa.

Al ayudarme a ponerme de pie, Lucas aclara su garganta y anuncia:

—Los veo en la Célula.

—¿Cuál es la prisa? —pregunta Leah, siendo extrañamente agresiva.

—Sí, Lucas. ¿Cuál es la prisa? ¿Quieres a Althea para ti solo por unos minutos,
tal vez para tener una pequeña charla? —Deshi sonríe ante su propia sugerencia,
pero un desafío fugaz ilumina sus ojos.

A través de nuestras manos entrelazadas, Lucas tiembla mientras su expresión


sigue en blanco.

—No. Le prometí a su padre que no llegaríamos tarde, es todo. Nos vemos.

Dice las palabras entre dientes y me arrastra hasta la puerta tan rápido que
tengo que trotar para mantener el ritmo. Después de que giramos una esquina se
detiene, jadeando en irregulares y profundas respiraciones. Espero, un poco
estupefacta.

Él centra su mirada en el suelo.

—Lo siento —murmura.

—¿Por qué?

—Por perder el control allí. No me gusta hablar con Deshi.

Él podría estar tratando de engañarme, pero sus palabras se sienten honestas,


como la mayoría de nuestras conversaciones. Todas menos una, la que me impide
tomar una oportunidad. Aun así, el alivio corre a través de mí ante su confesión: él
también percibe la cualidad desencajada en Deshi.

—Sé lo que quieres decir. Es como si él piensa que es mejor que nosotros.

Lucas no responde, sólo deja caer mi mano y se dirige hacia casa. Me ocupo
de dejar espacio entre nosotros, porque a pesar de que mi pulso ha vuelto a la
normalidad, un aire frío todavía recubre a Lucas. Quiero saber más sobre el por qué
Deshi le molesta, si él nota el olor del Barbarus o si piensa algo al respecto de eso,
pero probablemente no me lo dirá.

Pasamos el resto del camino de vuelta a casa de los Morgan en silencio. Lucas
camina penosamente a mi lado todo el camino hacia el porche, donde su rostro está
medio escondido entre el brillante resplandor de la luz del porche y las profundas
sombras de la noche. Sus ojos brillan con un deseo tan feroz que miro hacia otro
lado.

Él agarra mis manos.

—Me gustaría que pudiéramos ser amigos. ¿Podemos?

Cada célula de mi cuerpo quiere decir que sí. Tengo que apretar los labios
para evitar que el asentimiento se escape, pero el recuerdo de su falsedad marchita
la palabra en mi lengua. Parece más seguro regresar a mi soledad, a pesar de que es
un estado miserable, porque al menos de esa manera nadie puede averiguar mis
secretos. Así que no digo nada y nos quedamos mirando el uno al otro durante
mucho tiempo. Me pregunto lo que está pensando, deseo que él me diga.

Finalmente se inclina, vacila por una fracción de segundo, y luego roza sus
fríos labios sobre mi cálida mejilla. Un estremecimiento de placer rueda por mis
hombros y enrosca mis dedos de los pies, dejando una calidez filtrándose a su paso.
Eso combinado con las paredes entre nosotros exprime mi corazón con tanta fuerza
que casi no puede latir.

—Buenas noches, Althea. Nos vemos en la Célula. —Lucas deja caer mis
manos, su aire derrotado pisoteando el estado de ánimo.

Camina depresivamente hasta los escalones de la entrada, por la acera, y todo


el camino a su puerta principal. Nunca mira hacia atrás, pero sabe que estoy viendo.
Es fácil verlo en la forma en que sus hombros se encorvan hacia arriba como si
pudieran protegerlo de mi mirada. Mis entrañas se retuercen y por una vez el sudor
formándose sobre mi cuerpo no tiene nada que ver con una pérdida de control
interno.

Lucas lo hizo. Con su cercanía. Con sus labios. Con esa mirada en sus ojos, la
que me hace sentir que estoy viendo en la mía propia.

No puedo cambiar de opinión acerca de él, sin importar lo desesperada que


esté por confiar en alguien, por finalmente tener un aliado en la vida. Entiendo la
derrota en su postura. Por mucho que quiero hablar con él y no contener nada,
compartir la agonía, el dolor y la ira, dejar caer mi guardia no es inteligente.

Es por eso que me siento desesperada y derrotada. No sé por qué lo hace él.

Intento cierta normalidad y trato de relajarme mientras cepillo mis dientes,


cambio mi ropa, y me arrastro bajo el edredón, pero no me trae ninguna respuesta.
Que sus razones reflejan las mías propias es demasiado para esperar, pero qué otra
cosa podría estar detrás de sus inhumanas y miríadas emociones me desconcierta.
Me pregunto de nuevo si está defectuoso y de alguna manera se las arregla para
mantenerlo oculto. Es difícil imaginar que nadie más se dé cuenta que no siempre
está feliz. Sé por experiencia lo difícil que es ocultarlo, especialmente siendo un niño.
Suspirando, obligo a mis ojos a cerrarse y trato de tentar el sueño. Lucas también
podría estar pensando en mí.

En el interior, donde nadie, ni siquiera yo, puede aplastarlo… espero que lo


haga.
Traducido por AnnaTheBrave

Corregido por LizC

Mi estado emocional cae en una profunda inquietud los días siguientes. El


nerviosismo sobrante del Amasijo, combinado con la certeza de que seré llevada
luego de mi entrevista en menos de un mes, me inunda y se desborda por el resto
de mí. Eso resulta en una incrementada obsesión por cuestionar todo lo que alguna
vez se me ha dicho. A pesar de que los Otros viven apartados de nosotros, nunca he
cuestionado su veracidad. Son aterradoramente insensibles e incluso crueles, pero,
¿por qué tendrían que mentir?

Malgasto horas preocupándome en cuanto a qué hacer con Lucas y Deshi.


Observo el cambio en Leah, severa y aterradoramente. Dos chicas más son llevadas
durante la tercera semana de las entrevistas. El asiento vacío de Greg en astronomía
agita mi sangre. Mientras más pienso en el día que se tornó defectuoso, más segura
estoy que Deshi lo lastimó a propósito.

Debe haber una manera de descubrir lo que está ocurriendo. Mi necesidad de


actuar, de saber lo que está ocurriendo este otoño genera una idea. Podría escuchar
a escondidas en una entrevista de los Vigilantes. Si tan sólo supiera lo que quieren,
lo que están buscando, podría asegurarme que ellos no piensen que yo lo tengo.

Es la idea más peligrosa que he tenido, y ser atrapada grabaría mi presencia


en sus mentes. Por otro lado, estoy increíblemente cansada de darle vueltas a estas
preguntas en un tornado sin fin, pero tengo miedo de encontrar la respuesta a qué
es lo que me hace diferente. La logística de cómo oír la entrevista y no ser
descubierta aun resuena en mi mente.

Hoy me deslizo por la puerta de los Morgan y participo en el ritual de la tarde.


La cena consiste en pato rostizado, arroz y calabacines. El arroz, las patatas y los
vegetales de la Sra. Morgan están sazonados a la perfección, como siempre. El pato
de los Otros, traído de la fábrica regional, sabe soso en comparación. Mis padres de
otoño no notan nada mal en mi comportamiento, lo que es bueno.

Y malo.

Una tormenta se construye en mi vientre, llenándolo de manera que


atragantarme con la cena es una tarea monumental. Intento alejarla, enfocándome
en la conversación de los Morgan.

—Sí, los vi hoy cuando estaba limpiando las cortinas en la habitación


delantera. Dos Vigilantes. Caminando directo a la casa de al lado. —La Sra. Morgan
pronuncia la observación con el mismo tono que usa para llamarme para cenar o
para comentar sobre la combinación de corbata y camisa del Sr. Morgan en las
mañanas.

Mi mandíbula se congela a medio masticar cuando el Sr. Morgan responde.

—Iban a registrar al nuevo bebé, sin duda.

Los Otros registran a cada bebé una vez que este sobrevive el primer año.
Nunca he visto el proceso en persona, pero nos han dicho que consiste en un simple
procedimiento médico y el papeleo de identificación.

La Sra. Morgan asiente, cortando un pedazo de pato y mojándolo en la dulce


y caliente mostaza en su plato.

—Cuando vimos al pequeño, Roark, en la Excursión de este mes pensé que su


rostro lucía demasiado delgado, sus orejas muy pequeñas. También hay algo
divertido en la manera en que sus ojos están inclinados. De todos modos, los
Vigilantes se llevaron a Roark cuando se fueron.

—Sí. Defectuoso, seguro como que el día es largo. Terrible. —El Sr. Morgan
no suena como si pensara que está mal. Suena como si prefiriera seguir comiendo
que tener esta conversación.

Sin aviso, la tormenta dentro de mí se desata. Un millón de agravios


acumulados durante más de dieciséis años. El bebé defectuoso de al lado. La
discusión casual de los Morgan de las noticias. El resentimiento por Lucas y sus
mentiras, el irracional miedo por la atención de Deshi. Leah. Greg. Los Vigilantes. Las
entrevistas.
Empujando la silla con tanta fuerza que logro derribarla, me cierno sobre la
mesa de los Morgan quienes me observan con expresión desconcertada. La ira
escapa de mi tenue agarre, disparándose directamente de mi boca.

—¿Qué está mal con ustedes? ¿No entienden que se han llevado al hijo de
sus vecinos? ¡Su hijo!

Las últimas palabras salen con chillido de mis labios, rasgando mi garganta y
haciendo que la Sra. Morgan se deslice uno pasos lejos de la mesa. Sus ojos
encuentran los míos y sostengo su mirada, deseando que comprenda.

¿Por qué tienen que llevarse al niño? ¿Notarás cuando yo me vaya? ¿Me echarás
de menos?

Empujé esos pensamientos hacia ella, todas las preguntas que siempre quise
hacer. Gritan en mi mente, dirigidas a la pobre mujer que, con toda honestidad,
nunca ha hecho nada más que cuidar de mí.

Para mi total incredulidad, sus ojos se enfocan en los míos, en serio se enfocan,
por primera vez.

En lugar de su actitud agradable y normal, el miedo se desliza en su cara. La


incertidumbre se une unos momentos más tarde, y se pone de pie y se aleja.

—¿Quién… quién eres? —Me señala, su mano tiembla, y luego mira a su


pareja—. ¿Quién es ella? ¿Por qué está aquí? ¡Ella no es nuestra hija!

El Sr. Morgan le devuelve la mirada, interrogativa pero no alterada, y


permanece en silencio. Cualquier cosa que esté ocurriendo no le afecta. Sólo a ella.
Una mirada más cercana revela dolor en cada arruga en ella.

Con certeza mi arranque ha hecho algo más que provocar una simple sorpresa
en ella, pero me controlo. Es imposible. Ni siquiera sé lo que está ocurriendo.

Todo lo que sé es que debo arreglarlo. Arreglarla.

—¿Qué? Por supuesto que soy tu hija.

Mi débil intento de calmar la situación no logra nada y el pánico de la Sra.


Morgan se dispara más rápido que un diente de león en primavera. Ella se presiona
contra la puerta que lleva al patio trasero. Su mano tantea detrás de ella, buscando
la perilla.

No puedes dejar que se vaya.


Mi habilidad cognitiva regresa con esa clara y simple orden. La Sra. Morgan
de alguna manera sabe que soy una Disidente, y no puede correr por todo Danbury
gritando al respecto.

Mi propio pánico aumenta, mis emociones agitándose inútilmente mientras


busco una solución. La temperatura en la cocina se eleva hasta volverse
inaguantable. El vapor se alza desde las ollas llenas de agua en el fregadero y empaña
las ventanas. La crema, cociéndose a fuego lento en la estufa, comienza a hervir.

Haz algo. ¡Lo que sea!

—¡Papá! ¡Detenla, necesita un Sanador!

Mi voz hace actuar al Sr. Morgan y cruza la pequeña cocina en tres pasos,
tomando a su pareja del brazo. Habla con voz calmada, la sonrisa reparadora nunca
deja su cara.

—Ahora, Angie, cálmate. No sé qué está mal contigo, pero vamos a arreglarte.

Sus ojos se encuentran, los de ellas enormes e incrédulos.

—¿Arreglarme? No quiero ser arreglada. ¡Quiero ser libre! ¿Qué está mal
contigo? ¿No puedes ver lo que ellos han hecho? ¿Qué pasa con todo el mundo?

Cada palabra gritada empuja al Sr. Morgan más lejos. Sus manos cubren sus
propios oídos mientras cae de nuevo en su silla en la mesa de la cena donde mira
boquiabierto a su pareja. Ella estudia la habitación incesantemente, preocupándome
de que sus ojos vayan a caer de sus cuencas. La idea de lastimarla cierra mi garganta,
pero mis opciones rezuman a distancia como la sabia por un tronco. Ella se encoge
a medida que me aproximo, como si esperara desaparecer a través de la puerta.

No sé lo que voy a hacer. Todo lo que sé es que tiene que callarse.

Sin tener idea de cómo lograrlo, me acerco y sujeto sus hombros tan fuerte
como me atrevo. Ella encuentra mi mirada, el terror ampliando sus pupilas hasta que
todo lo que veo es negro.

—Sabes lo que han hecho, ¿cierto? ¿Qué eres? —murmura las palabras en voz
tan baja que no hay forma que el Sr. Morgan haya oído algo. Por un momento, estoy
demasiado aturdida para moverme. La necesidad de interrogarla supera mi miedo,
pero entonces el Sr. Morgan se pone de pie otra vez, moviéndose hacia nosotras con
pasos inseguros. Antes de que él se acerque lo suficiente para preguntar lo que estoy
haciendo o lo que está ella diciendo, la empujo.
Fuerte.
Traducido por AnnaTheBrave

Corregido por LizC

El crujido de su cabeza contra la puerta me enferma, y mis manos caen de sus


hombros. Los ojos de la Sra. Morgan se quedan en blanco y cierran a medida que se
desploma a mis pies.

El Sr. Morgan echa un vistazo por encima de mi hombro, observando a su


pareja con la boca abierta.

—¿Qué ocurrió?

Él vio todo. ¿Cierto?

—Ella, em, colapsó. Llévala al sofá. Llamaré al Sanador.

Levanta a la Sra. Morgan del suelo y desaparece en la sala. La incredulidad se


aglomera en mi mente mientras la puerta trasera me ayuda a mantenerme de pie.
Noqueé a alguien. Nada menos que a mi madre falsa. Risitas amenazan con escapar
de mis labios, fuera de lugar e inapropiadas. Estoy probablemente en el proceso de
tornarme defectuosa.

Permanecer inmóvil por más tiempo no va a hacer ningún bien salvo despertar
sospecha. La consola de comunicación está en el despacho, al otro lado del pasillo
pobremente iluminado detrás de la tercera puerta a la izquierda. Una pantalla
estándar de cincuenta y dos pulgadas cuelga suspendida en la pared a mi derecha.
El escritorio del Sr. Morgan está frente a ella, con un modelo de veinte pulgadas
montada en la parte superior. La gran pantalla está conectada con su supervisor de
trabajo. El Sr. Morgan trabaja en Viajes. Sus días tienen que ser aburridos, dado que
pocas personas viajan a excepción de los Otros, y ellos no necesitan a personas como
el Sr. Morgan. Van y vienen cuando les place.
La pequeña pantalla en el escritorio es para contactar a los Otros. Los
Sanadores son humanos, pero no tenemos permitido comunicarnos directamente
con algún otro. Tenemos que ir a través de ellos.

Hay un botón rojo en la parte inferior derecha de la pantalla que me conecta


con un operador. Lo presiono, y luego de un segundo aparece un Otro, sentado
detrás de un gran escritorio. Su cabello rubio cae más allá de sus orejas, y brilla como
si el sol se vertiera sobre él. La negra mirada vacía amenaza con tragarme entera.

Aparto la mirada, sus impresionantes facciones provocando un agudo y


persistente dolor detrás de mis ojos. Miro hacia un lado de la pantalla de modo que
puedo verlo, pero no directamente.

Su voz iguala su expresión. Exquisita pero aburrida.

—Sí, ¿cómo puedo ayudarte?

Mis facciones se reorganizan en una expresión agradable.

—Mi madre colapsó. Necesitamos un Sanador.

—Muy bien. —Presiona un par de botones en la pantalla frente a él—. Uno ha


sido despachado. Tiempo estimado de llegada: tres minutos y medio. Buen día.

Presiona otro botón sin esperar una respuesta y la pantalla se vuelve negra.
Quedarme en la oscuridad por un minuto me ayuda a calmarme, pero mi piel se
calienta de nuevo cuando se escucha un zumbido en la puerta principal.

Salgo del despacho y me dirijo a la sala. La Sra. Morgan yace en el sofá con el
Sr. Morgan arrodillado a su lado. Su rostro delata profundo interés pero no
preocupación, carece incluso de un toque de inquietud. Ni siquiera una noche tan
fuera de lo ordinario como esta puede meterse bajo su piel.

Un hombre de mediana edad, probablemente el Sanador, se cierne sobre


ellos.

—¿Puedes decirme qué pasó?

Me detengo en el sombrío corredor, mi presencia aun sin detectar, contengo


la respiración y espero. Mis piernas duelen con la energía inutilizada, lista para echar
a correr al primer indicio de problemas.

El Sr. Morgan frota su cara, la primera grieta en su armadura desde que


comenzó el episodio.
—Ella… bueno, estábamos cenando. Entonces ella empezó a gritar cosas
extrañas y fue hacia la puerta trasera como si fuese a correr al patio. Luego nuestra
hija, Thea… Thea, ¿dónde estás?

Avanzo rápidamente, aún con un camino claro a la puerta principal.

—Ah, ahí estás. De cualquier manera, Thea sugirió que necesitábamos un


Sanador por como lucía Angie… salvaje y con sus ojos desorbitados. Entonces, ella
sólo cayó al suelo. La traje aquí y Thea se dispuso a llamarlo.

Una incredulidad absoluta se vierte a través de mí ante la versión del Sr.


Morgan de la historia. Él ni siquiera menciona mi estallido. El aire a mi alrededor,
anteriormente caliente, cae unos cuantos grados. Algo espeso y aceitoso gotea entre
mis dedos. Cuando quito mi mano de la pared, la huella queda fundida en la pintura.

Ups. Es bueno que el pasillo esté oscuro.

Las cejas del Sanador, espesas y de marrón rojizo como su cabello, se fruncen.
Se frota la generosa cintura con una mano y considera la información. Posa una
mano en el pecho de la Sra. Morgan, y luego toca su frente.

—¿Chica, irías a buscar una toalla húmeda, por favor?

No quiero ir, pero no me niego. Ya se han roto suficientes reglas por una
noche. Y de esta manera puedo limpiar la pintura blanca en mi mano.

Las luces de la cocina aún están encendidas, la escena un resonante


recordatorio de lo que ha ocurrido. Sintiéndome culpable, levanto mi silla y la ubico
en su lugar junto a la mesa. Tomo la de la Sra. Morgan de donde había caído cerca
de la puerta y la reposiciono de igual manera. La crema arde en la estufa con un olor
amargo pero más dulce que el caramelo. La arrojo a la basura y lleno la olla con
agua. Los trapos están en un cajón junto a la estufa. Mojo uno, lo doblo y vuelvo a
la sala.

El Sanador me lo quita y lo ubica en la frente de la Sra. Morgan mientras


reanudo mi posición junto a la puerta delantera. Mi mente corre a toda marcha,
intentando encontrarle sentido a lo que está pasando. Cómo es que después de
todos estos años la Sra. Morgan finalmente me vio, me reconoció por quien soy…
cualquier cosa que eso sea.

El Sanador luce pensativo, sus ojos verde esmeralda estudiando a su paciente.


—Creo, basándome en lo que me dijo, que su pareja estará bien. Sus signos
vitales son fuertes pero cumple con varios criterios. Tendré que llevarla conmigo para
tenerla en observación.

—¿Criterios? ¿Qué criterios? —Mi boca va más rápido que mi cerebro. Por
suerte, el Sanador no parece pensar que es extraño.

—Si una herida o enfermedad tiene ciertos síntomas necesito que el Sanador
Regional la revise antes de que ella pueda volver a su vida normal.

—¿Qué es un Sanador Regional?

Sus ojos se estrechan hacia mí.

—¿Por qué preguntas?

—Oh, um, estoy por tener una Carrera al final del año y estoy interesada en la
sanación, eso es todo.

Él ríe, relajando mi ansiedad un poco.

—No pongas tu mira en ser una Sanadora Regional, chica. Él es un Otro. —Se
gira hacia el Sr. Morgan—. ¿Dónde está el comunicador?

—Por el pasillo. Thea le mostrará.

Me vuelvo sobre mis pasos anteriores mientras las palabras del Sanador se
repiten en mi mente. El Sanador Regional es un Otro. Él podría ser capaz de decir lo
que realmente le ocurrió a la Sra. Morgan.

Hago todo lo posible para mantener la calma a medida que el Sanador me


sigue al despacho. Después que se sienta en el escritorio, él espera que deje la
habitación antes de encender el dispositivo. Permanezco fuera de la puerta,
esperando escuchar la conversación.

La misma voz que me atendió suena un momento después.

—Sí, ¿cómo puedo ayudarte?

—Hay una enferma aquí que necesita ser revisada por el Sanador Regional.
Por favor, envíen transporte. —La voz del Sanador resuena confiada, incluso a pesar
de que no debe hacer esto con frecuencia. El término de Sanador Regional es nuevo
para mí. Otra cosa de la que nunca nos hablaron.
—Describa los criterios encontrados. —La voz sigue siendo plana y poco
impresionada por los acontecimientos de mi noche. Imaginar su apuesto rostro no
duele como lo hace mirarlo.

—Decir cosas extrañas. Intentar huir. —El Sanador enumera los eventos como
una lista de tareas.

—Eso es Aceptable. El transporte está en camino. Tiempo estimado de


llegada: cuatro minutos y veintisiete segundos. Buen día.

El ruido sordo de los pasos del Sanador aproximándose a la puerta me hacen


moverme. Echo a correr por el pasillo y me encierro en la habitación de desechos
antes de que él pase. El sonido de mi respiración errática llena la silenciosa oscuridad
hasta que oigo la puerta cerrarse de golpe.

De vuelta en la sala, dos Otros marchan por la puerta abierta, con una especie
de cama suspendida entre ellos. La visión de esta tecnología me toma con la guardia
baja; no es algo que los Otros compartan con nosotros. Veo cómo se extiende la
brecha entre nuestras especies tan amplio que su lado ya no es visible para el mío.
El colchón de aspecto mullido flota a la altura de la cintura junto al sofá, lo que
demuestra su superioridad sin una palabra.

Los Otros se detienen al final de éste, no están vestidos como ningún Vigilante
que haya visto antes. La compresión me detiene en seco. Además de los Vigilantes,
jamás he visto a Otros en persona. Estos dos visten idénticas camisas blancas de
mangas cortas, pantalones y zapatillas deportivas blancas. Además de sus ropas,
lucen iguales. Largo cabello dorado. Ojos negros. Facciones simétricas. Intimidantes.
Dolorosas.

Mi mirada se desliza a sus cuellos. Allí está. La marca con forma de estrella de
mi medallón.

Levantan a la Sra. Morgan, uno agarrando su cabeza, el otro tomando sus


pies. Eso me lleva a la mañana en la que los Vigilantes hicieron lo mismo con el
cuerpo de Greg. Estos dos tienen más cuidado con la Sra. Morgan mientras la sitúan
sobre las sábanas blancas de la cama. Correas de cuero, invisibles hasta ahora,
serpentean y aseguran sus pies, manos y frente sin ayuda. Uno de los Otros chasquea
sus largos y bronceados dedos y el catre flota hacia la puerta. El Sanador actúa como
si ya hubiera visto esto antes, pero los ojos del Sr. Morgan se abren tan amplios
como los míos.
A medida que un Otro sigue la camilla hacia fuera, el segundo se gira hacia el
Sr. Morgan.

—Usted y su hija vendrán con nosotros.


Traducido por LizC y Malu_12

Corregido por LizC

El Sr. Morgan asiente y se pone de pie sin dudarlo. No tengo ni idea de qué
hacer. Dudar dejará claro que deberían sospechar de mí. Ir con ellos podría significar
ser descubierta. No esperan, dando por sentado que los seguiré sin protestar, ya que
todo el mundo hace lo que ellos dicen.

Los Otros instan al Sr. Morgan por la puerta y se vuelven atrás, mirándome
con sus ojos penetrantes. Mi cerebro insta a mis pies para dar un paso adelante y mi
cara a permanecer en blanco. Neutral es todo lo que logro manejar en este
momento, lo cual debe ser aceptable en un momento como este.

Si tan sólo él se moviera. La puerta de entrada se hace más estrecha a medida


que me acerco, constriñendo el camino más allá de él. Él no pasará por alto el calor
vertiéndose de mí o el olor a jazmín arremolinándose.

Un intento enfocado y rápido en calmarme sirve un poco. Camino la mitad


restante de la habitación y el calor en mi cara y palmas, donde siempre es peor,
aumenta. El olor no puedo evitarlo, no puedo apagarlo. Con suerte va a asumir lo
mismo que Lucas: que la fragancia es una especie de perfume.

Inhalo profundamente y la sostengo cuando nuestros cuerpos se acercan lo


suficiente para tocarse. Mi mente grita de pánico, y la voz extraña que no suena
absolutamente como la mía propia dispara palabras de consuelo por mi cabeza.

Él está esperando a que pases. Hizo lo mismo con el Sr. Morgan. Mantén la
calma. Literalmente.

Funciona, o por lo menos no me derriba y me arrastra lejos. Rozo mi lado del


marco de la puerta para evitar tocarlo. Una brisa sopla su brillante cabello rubio un
poco hacia atrás, el primer plano de la cicatriz golpeando mis sentidos
deshilachados.

El aire fresco de la noche riza mi cabello sudoroso, un respiro bienvenido de


la mal ventilada casa opresiva. Mis pulmones se extienden a grandes bocanadas a
medida que me dirijo hacia el vehículo cerniéndose en la acera. Sin años de práctica
controlando mi expresión ya habría fracasado. Unos breves momentos a solas con
los Otros por primera vez en mi vida y ya me he dado cuenta de cómo me ven. No
miran a través de mí. No los confundo.

Es aterrador.

Dieciséis años en la tierra y los transportadores siguen siendo un espectáculo


poco común, incluso teniendo en cuenta que han estado en Danbury ya dos veces
este otoño. La vista de los transportadores normalmente comprimen mi pecho, y la
idea de estar a punto de entrar en uno me hace sentir a punto de explotar. La
impaciencia de los Otros ante mi incertidumbre frente a la puerta abierta se envuelve
alrededor de mi cuerpo como un guante. Darme cuenta de cómo una persona
normal actuaría en esta situación hace que sea mucho más difícil, ya que va en contra
de cada uno de mis instintos.

Ellos confían en los Otros.

Respiro profundo, planto un pie en una pequeña barra a quince centímetros


del suelo, y salto dentro. Los Otros cierran la puerta detrás de mí, luego se arrastran
al asiento delantero junto al conductor. Me coloco en el más pequeño de los puestos
entre el Sr. Morgan y el Sanador, mis caderas rozando contra la de ellos y mis brazos
cruzados delante de mí.

Al otro lado de donde el Sr. Morgan, el Sanador y yo nos agolpamos en un


banco, la Sra. Morgan se encuentra inmóvil en su cama flotante. En asientos
separados mirando hacia delante, los dos Otros operan los controles. Cada uno tiene
un conjunto frente a ellos y parece que ambos juegan un papel en hacer que el
transporte avance.

Tan pronto como las puertas se cierran el piloto despega. Al principio no es


demasiado impresionante. Estoy más centrada en tratar de evitar que la temperatura
dentro del reducido espacio nos ase a todos que en la vista o el mecanismo del
transporte. Mantener el control se hace más difícil a medida que nuestro piloto se
acerca al límite y ralentiza, hasta detenerse a unos pocos metros de la valla eléctrica.
Desde mi lugar en el centro, frente a frente, toda la escena es cristalina.
Me gustaría que no lo fuera.

Cuando nos detenemos, el Vigilante sentado en el lado izquierdo abre su


puerta y se baja. Camina hasta el límite, y entonces gira bruscamente a la izquierda
entre los árboles. Después de unos veinte segundos una puerta se abre en la valla.
Nunca hubiera imaginado que estaba allí si no hubiera ocurrido justo en frente de
mis ojos.

El Otro se sube de nuevo en el transporte y avanzamos hacia delante a través


de la puerta. Se cierra detrás de nosotros, atrapándonos en las Tierras Remotas. Los
árboles de todas formas, tipos y colores rodean el transporte mientras nos movemos
a lo largo. Nuestra velocidad aumenta fuera de los límites, el mundo difuminándose
hasta que nada es distinguible.

Un ataque de claustrofobia me golpea cuando nos deslizamos cada vez más


lejos de lo familiar y entramos a un lugar en el que sé que no estoy destinada a estar.
Estoy segura que todos estamos a punto de asfixiarnos en el espacio reducido, y el
pánico se abalanza sobre mí en oleadas. Surge de mí en forma de calor y en poco
tiempo, el transporte se siente sofocante.

Primero el Sanador, que es un poco corpulento, comienza a abanicarse la cara.

A continuación, una capa de sudor aparece en lo alto de la frente del Sr.


Morgan.

Para el momento que los Otros sienten la ola de calor, he perdido el control.
Mis intentos en pánico de refrenarlo, de evitar el miedo, sólo hace que el transporte
se caliente más. El conductor mira hacia su colega y me esfuerzo para distinguir sus
palabras. Creo que dice—: Demasiados cuerpos aquí.

Sin previo aviso, una ventana se abre en el techo y el aire libre de otoño se
precipita a través del transporte. El dulce alivio se desliza a través de mi cuerpo,
haciendo que mis rodillas se tornen débil y hormigueantes. Sin embargo, no dura
mucho, ya que el vehículo se detiene.

Las puertas se abren y los Otros se ponen de pie, esperando.

—Por favor, salgan.

Obedecemos. Después de todo, dijeron por favor. Los Otros tienen modales
impecables.

Todos los tenemos.


La noche es opaca, incluso opresiva, cuando salgo del transporte y entrecierro
los ojos. El Sr. Morgan baja detrás de mí, seguido por el Sanador. Uno de los Otros
hace señas a la cama flotante con un largo dedo y también obedece sus órdenes al
salir del transporte. Mis ojos comienzan a adaptarse a la oscuridad, y vislumbro la
silueta de un edificio alto elevándose por encima de nosotros. Es tan negro como la
noche circundante, pero los rayos de luna brillan en su superficie. La estructura llega
tan alto que es imposible distinguir el número de pisos en el claro de luna lechoso.

Tal vez podría no ver la parte superior, incluso si fuera de día.

Uno de los Otros comienza a avanzar al edificio, donde las puertas se deslizan
abriéndose como aquellas en la oficina del Director. Todos lo seguimos, y sin
comprobar, sé que el segundo Otro cierra la marcha. Aunque mi mente corre a una
velocidad vertiginosa, no aterriza en la forma de salir de esta pesadilla. En cambio
sigo al Otro a la cabeza, dócil y obediente. Elecciones tropiezan a través de mi mente,
a pesar de que mi instinto no dice nada que me pueda ayudar ahora mismo. Podría
caerme y también fingir estar enferma. Podría correr. Podría quedarme y seguir el
juego, rezando para que no noten nada extraño.

Sí, claro.

Correr no es una opción. Nos han conducido fuera del límite. La ubicación es
desconocida para mí y el gran número de animales entre aquí y la ciudad asegura
que nunca regrese con vida. Y si lo hiciera, estarían esperando. Actuar herida o
enferma me haría una defectuosa de verdad.

Seguir el juego es la mejor opción. Los Otros no tienen ninguna razón para
esperar una pelea, ninguna razón para sospechar que alguien como yo existe. Las
personas ya habrían informado que soy defectuosa, si eso es lo que soy. Los Otros
no pasan mucho tiempo considerando a los seres humanos como algún tipo de
amenaza. No pasan mucho tiempo considerándonos en absoluto, hasta donde
puedo decir.

Al final del largo pasillo, por donde no hemos pasado ni una sola puerta, el
Otro se detiene frente a una pared sólida. Estoy convencida de que vamos a caminar
en línea recta a una tumba, luchando ya que probablemente nunca saldremos de
este lugar con vida. Aprieta la mano en el material, dejando una huella atrás, y en
cuestión de segundos la pared empieza a volverse transparente. Parpadeo, y la pared
se ha ido. Caminamos a través de la brecha en una habitación enorme. Si se trata de
una tumba, es lo suficientemente grande para todos en Danbury.
La habitación es amplia e intimidante; el techo podría ser inexistente y las
paredes de izquierda a derecha son apenas visibles desde donde estamos. Decenas
de mesas, repletas de tubos, cajas metálicas, frascos de vidrio y más que vagamente
amenazantes máquinas, se encuentran dispersas en el suelo. No reconozco nada de
esto. Luce polvoriento y sin uso, y de alguna manera antiguo en comparación al
transporte, el edificio y la cama flotante.

Por alguna razón, ver esto aumenta mi miedo lo suficiente como para que me
preocupe por mis manos encendiendo algo en fuego.

Los Otros nos llevan a través de las mesas, manteniéndose en un camino que
serpentea entre ellas. Llegamos a la parte posterior de la sala y nos detenemos ante
un escritorio negro brillante lleno de cuadernos. Dos pantallas planas se encuentran
espalda con espalda, una frente a nosotros, la segunda de vuelta hacia la silla.

El Otro sentado en el escritorio es una mujer vestida en traje de negocios. Otra


novedad para mí en esta noche de eventos sin precedentes.

Tal vez esto es una pesadilla en realidad. Tal vez estoy a punto de despertar
en Iowa con los Clark, y estaré en invierno. Apretando los ojos con fuerza, le doy una
oportunidad. Cuando los entreabro de nuevo, la belleza resplandeciente de la mujer
es la única cosa en mi campo de visión. Un dolor apuñala detrás de mis ojos. Su
marca en forma de estrella es más roja que la de los hombres.

Ella habla con una voz tan embriagadora como su cara.

—Por favor, mencionen sus nombres.

La pantalla que enfrentamos se enciende, brillando con un azul suave e


iluminando las características más regordetas del Sanador. Aparece una barra de
entrada. Él dice su nombre y las letras se escriben en la pantalla. El equipo acepta su
declaración, sustituyendo su nombre con otra barra en blanco. El Sr. Morgan sigue
el ejemplo del Sanador, y a continuación, es mi turno.

El nombre Althea Morgan podría ni siquiera ser real. Aguanto la respiración,


pero no suena ninguna alarma.

El Otro nos lleva a través de una puerta detrás de la mujer sentada, un haz
azul pálido barriendo nuestros ojos cuando nos detenemos a su lado. Lo pasamos
de la misma forma ordenada que hemos exhibido hasta el momento. Las luces son
tenues aquí. El techo se mantiene fuera de la vista pero las paredes están más juntas.
La claustrofobia regresa y parpadeo el sudor en mis ojos.
Tres catres flotantes abarcan la habitación, los únicos muebles a excepción de
una mesa. Algún tipo de máquina se encuentra en la parte superior de esta última,
una caja de metal del tamaño de un horno con un monitor de vídeo decorando la
parte delantera, así como unas ventanas abiertas a la parte posterior. Dos palancas
en el lado derecho, una roja, una negra. Un extraño sombrero plateado cuelga de
una de las esquinas. No huele a desuso como los montículos de equipos cableados
en la habitación anterior. Estas superficies lisas y brillantes provienen de las manos
competentes y avanzadas de los Otros.

Dos nuevos Otros se quedan atrás contra la pared del fondo, luciendo
molestos de vernos. Son más jóvenes que la mayoría de los Vigilantes, y mucho más
jóvenes que los Otros vestidos de blanco que nos trajeron aquí. Tal vez son un poco
mayores que yo.

No tengo idea si la vida de los Otros se parece a las nuestras en cualquier


forma, si envejecen de la misma manera que nosotros, o si lo hacen en absoluto.
Todos los Otros tienen aspecto juvenil. Su piel es tensa y brillante; su cabello es
abundante; caminan rectos como baquetas.

Pero la expresión de sus ojos no es inocente.

Hasta ahora los he catalogado como de mediana edad. Uno de los dos que
nos trajo hasta aquí, el que dirigía, se adelanta y le habla a los más jóvenes.

—Estos tres necesitan refrescamiento. La mujer está lesionada, pero mostró


signos de perder su velo antes de tiempo. Despiértenla y luego hagan una
determinación.

—¿Llamamos si es sospechoso? —Uno de los chicos molestos levanta la vista,


con sus vacíos ojos negros ensombrecidos por sus pesados párpados. Como si
pudiera quedarse dormido en cualquier momento, toda la situación tan aburrida.

—No. Hagan un informe y luego descártenla.

Un escalofrío recorre a lo largo de mis brazos y espalda, mis vellos erizados


mientras continúa.

—Refresca a su pareja y a la chica, y borra esta noche. Sabes lo que debes


hacer. No me hagas perder el tiempo con tus preguntas frívolas.

La reprimenda llega acompañada de una mirada dura. El chico se estremece,


jadeando y agarrando los costados de su cabeza a pesar de que nadie se acercó a
él.
—Sí, señor. Lo siento, señor. —Un temblor distintivo ahoga el aire, con miedo.

Su amigo interviene.

—¿Deberíamos purgar sus baches mientras están inconscientes?

El Otro vestido de blanco rompe su contacto visual con el más delgado, que
inmediatamente suelta su cabeza mientras el alivio inunda su rostro.

—No, no se molesten. Connecticut está en la rotación de purgas de verano.


Acaban de hacerlas.

El Otro que nos trajo aquí deja la habitación. Los Morgan, el Sanador y yo nos
quedamos a solas con los insolentes contra la pared. El más delgado se está
recuperando de su miedo, a pesar de que sigue estando tan pálido que sus labios se
ven como manchas contra su piel cerosa.

El muchacho corpulento da un paso adelante para hacernos frente.

—Cada uno de ustedes elija un catre y acuéstese. Les preguntaré por


separado sobre los acontecimientos de la noche.

El Sanador y el Sr. Morgan toman las camas flotantes más cercanas a los Otros,
dejándome la que está en el centro de la habitación. No queriendo parecer cautelosa,
me subo a ella sin dudarlo. Sostiene mi peso, no se hunde ni siquiera un centímetro
debajo de mí.

Me acuesto porque nos dijeron que lo hiciéramos. La palabra descártenla late


en mi cabeza como un corazón. No quiero considerar lo que eso significa para la Sra.
Morgan.

El Otro se encarga de llevar su catre a través de otra puerta en la parte trasera


de la habitación, cerrándola tras él. Imagino que las habitaciones con puertas en la
parte de atrás continúan una eternidad.

El segundo chico lo observa irse, luego vuelve su atención a nosotros tres.

—Cierren los ojos si quieren; deben estar cansados.

El Otro se aproxima al catre del Sanador. La mesa con equipos flota detrás de
él, suspendida sólo a centímetros del suelo. Al igual que los catres. Al igual que los
transportes.

Una alarma se dispara a través de mí cuando el Otro habla en un tono


demasiado bajo como para escucharlo. No puedo oírlo a escondidas, así que vuelvo
mi atención a un uso más productivo, como atrapar el calor dentro de mí antes de
que el sudor comience a gotear sobre el suelo.

Así como averiguar qué voy a decir cuando sea mi turno.

Pensamientos de la Sra. Morgan, de lo que podría estar sucediendo con ella


en el cuarto de atrás, tratan de forzar su camino hacia mí. Los empujo detrás de la
pesada puerta de mi mente y la cierro de golpe. Si pienso en eso ahora mismo
perderé la razón. Mi tenue control se romperá. Incendiaré la habitación, derretiré el
catre y quedaré expuesta.

El alivio batalla con la curiosidad al saber que no nos van a purgar. Cada
ciudad tiene un calendario de purga; una vez al año los Otros envían un equipo para
tratar a los seres humanos en la ciudad. Hay masajes, tratamientos faciales, tintes
para el cabello, paseos, juegos… y purga. Es necesario, pero nunca he estado en una
ya que todas mis familias asisten a purga en verano.

Una cosa más que no hago y se supone que debo.

La historia que el Sr. Morgan dio en la casa corre en un bucle por mi cabeza.
El problema será si cambia su versión. Él y el Sanador están relajados en sus catres
para cuando el Otro llega a mí. Parecen estar dormidos. Los ojos del Otro se clavan
en mi cuerpo cuando se acerca a mi catre. Investigan a través de mi piel, ven en mis
huesos y cerebro.

O tal vez es sólo mi imaginación.

—Tu nombre, por favor.

—Althea Morgan. —Sueno tranquila, incluso somnolienta. Eso está bien.

—Dime lo que pasó esta noche, por favor. Comienza cuando llegaste a casa
de la Célula. —Sus palabras son recortadas e impacientes. Apenas me mira, dándome
la distintiva impresión que le gustaría estar haciendo otra cosa. Me sorprendería si
está escuchando con atención a mi historia. Probablemente refrescan a las personas
todo el tiempo, como Leah.

—Llegué a casa a la misma hora de siempre, poco antes de las cinco. Pasé una
hora más o menos en mi habitación haciendo los deberes, entonces bajé a cenar.

Me interrumpe.

—¿Qué comiste?
—Um, pato. Y calabacín. —La vacilación dispara mi corazón.

—Continúa.

—Estábamos cenando y mamá empezó a actuar de manera extraña. Se


levantó de la mesa. Estaba diciendo cosas raras…

—¿Cosas raras como qué?

Me cuesta dar una mirada a su cara pero confirma mi sospecha. Él todavía


está aburrido. Nada que saliera de mi boca está provocando sospechas. Mi respuesta
surge con más confianza.

—Como “¿dónde estoy?” Y “¿tú quién eres?” O “¿qué está pasando?” —Él
asiente—. Ella corrió hacia la puerta y yo fui a ver si podía ayudarla, ¿sabes? Luego
colapsó y no pude despertarla. Llamé a un Sanador. Él vino. Entonces ustedes
aparecieron.

Cuanto más simple, mejor. Puedo oír un ligero temblor en mi voz y sentir el
sudor debajo de mí, pero las emociones están atrapadas en mi interior donde
pertenecen. Estoy haciendo un mejor trabajo en controlarlas que de costumbre, y
por eso estoy agradecida.

—¿Te levantaste y fuiste hasta ella? —Sus ojos prestan atención y se dirigen
a los míos—. Tu padre no mencionó eso.
Traducido por Martinafab

Corregido por LizC

La voz nerviosa ruge en mis oídos, haciendo que sus palabras suenen muy
lejanas. Apenas penetran la niebla que envuelve mi mente. Fuerzo a que mi respuesta
salga en un tono normal.

—¿No lo hizo? Mm.

—¿Ella te dijo algo?

—No. Miró alrededor como si no supiera qué estaba pasando y colapsó.

Mis ojos revolotean a su cara otra vez. Apartar la mirada después de una
fracción de segundo no es sospechoso. Nadie puede mirar a los Otros por mucho
tiempo.

Se recuesta en su silla y su mirada vuelve a ser aburrida y desinteresada.

—Eso está bien.

El Otro se aparta de mi catre y empuja la mesa flotante. El terror se aferra a


mi cuerpo como un envoltorio de plástico por lo que podría venir después.

Él va a la puerta en la parte trasera de la habitación, por la que la Sra. Morgan


desapareció, y golpea hasta que su compañero de trabajo asoma la cabeza. El que
me examinó no se molesta en bajar la voz.

—¿Qué piensas? ¿Ya la despertaste?

—En realidad no. Ha estado murmurando algo. No se ve bien.

—Por lo que me han dicho suena como si se hubiera despojado de su velo.


A medida que mi mente batalla con el nuevo término, el Otro que había
estado con la Sra. Morgan abre los ojos de par en par. Le lleva un minuto entero
conseguir recuperar el suficiente ingenio para responder.

—Nunca pensé que podrían… ya sabes, perder su velo.

—A decir verdad, no pueden. Al menos no a propósito. Los humanos pueden


despojarse de sus velos pero pierden la cordura en el proceso. Tienen demasiadas
emociones. Son más complicados que la mayoría de las especies. Es raro.

—Dos en un mes, Elij.

Elij sacude la cabeza, sus labios retraídos en un ceño.

—La chica Terminal no se despojó de su velo, sólo parecía que alguien había
hecho agujeros en él. De todos modos, el Supremo dijo que la dejáramos así. Quiere
ver si podemos averiguar lo que la dañó.

¿La chica Terminal? ¿Estaban hablando de Leah? Tiene sentido, ya que


ciertamente no la arreglaron.

—¿Podemos refrescar a esta si se ha despojado de su velo por completo? —


El Otro delgado sin nombre dispara miradas preocupadas detrás de él, como si la
Sra. Morgan fuera a levantarse del catre y apuñalarlo por la espalda.

No sé de dónde viene ese pensamiento; la violencia en él me aturde.

Elij, el encargado de los refrescamientos, sacude la cabeza de nuevo y mi


corazón se queda quieto.

—No. Haz un informe, Paj. Deshazte de ella.

Se ven entusiasmados ante la perspectiva, ni un poco incómodos.

Si tienen sentimientos en absoluto es un misterio. No interactuamos con ellos,


no hacemos preguntas, ni siquiera cuando sus movimientos están fuera de lo común.
Como presentarse a la Excursión, y al Encuentro.

Como secuestrarnos.

Elij palmea a su compañero de trabajo en el hombro como lo haría un padre


para complacer a un niño molesto.

—Voy a refrescar a estos tres. Encárgate del papeleo.


Se vuelve y mis párpados aletean hasta cerrarse. Han estado hablando
ruidosamente. Si el Sr. Morgan o el Sanador están todavía despiertos, también
habrán escuchado toda la conversación. La curiosidad arde a través de mi mente
como un reguero de pólvora, superando al miedo por el momento. ¿Qué quieren
decir con velo? Y la pregunta más escalofriante, ¿por qué no están preocupados que
escuchemos su plan para deshacerse de la Sra. Morgan?

Elij cruza la habitación hacia el Sanador, agarra el extraño objeto con forma
de sombrero de la parte superior de la máquina, voltea el interruptor rojo, y lo pone
sobre la cabeza del Sanador. El casco encaja, duro y reluciente. La plata es tan pura
que podría ser líquida, fluyendo y quedando suspendida en el espacio.

Mis músculos se enroscan, preparados para correr si algo sale mal.

Una vez que el sombrero está en su lugar, el Otro se inclina hacia abajo hasta
que su nariz está a meros centímetros del Sanador. Mis oídos se esfuerzan para
distinguir las palabras.

Su voz es exigente, irresistible.

—Abre los ojos.

El Sanador obedece, sobresaltado por la cercanía del Otro. El dolor cruza su


rostro, probablemente causado por el dolor punzante e incómodo que acompaña
ver a los Otros. No aparta la mirada, pero cuando Elij extiende la mano y voltea el
interruptor negro a un lado de la caja, una calma extraña se filtra en sus rasgos. Tal
vez el sombrero hace que el dolor desaparezca.

—Bien. —Lanza un rápido vistazo a la pantalla de la caja detrás de él—. Piensa


en esta noche, en todo lo que ocurrió después de tu citación a la casa de los Morgan.
Ahora imagina un espacio en blanco. Sólo oscuridad, como mirar al cielo cuando no
hay estrellas. —Él comprueba la pantalla de nuevo—. Muy bien. Déjame contarte lo
que pasó esta noche, ¿sí? Entonces puedes tratar de recordarlo de nuevo.

Su voz es tan pura, tan apasionante que mi instinto es creer lo que sea que
diga.

—Esta noche los Morgan te llamaron porque la Sra. Morgan colapsó y estaba
inconsciente. La familia estaba preocupada por su bienestar, pero no tenían idea de
qué desencadenó el episodio. Tú la examinaste y encontraste que había sufrido una
lesión cerebral. Al darte cuenta que jamás se recuperaría, la declaraste defectuosa y
contactaste a los Vigilantes para que fueran a recogerla. Te despediste de la familia
y te fuiste a casa.

Ahogué un grito de asombro. Su voz podría instarme a creerle, pero eso no


es lo que pasó. El sombrero metálico en la cabeza del Sanador se ilumina y zumba,
el color dando vueltas. Es una especie de líquido suspendido.

El Otro no se mueve del lugar frente al Sanador salvo por los breves segundos
que hacen falta para comprobar su monitor. Espera un minuto, tal vez dos, entonces
le pide al Sanador que relate la noche otra vez. Mientras lo hace, el Otro se inclina
hacia atrás y mira la pantalla. La voz del Sanador, distraída y distante, repite todo
exactamente como el Otro afirmó.

Al parecer, la nueva versión de nuestra noche.

Elij extiende la mano y agarra una jeringa de la mesa. Está llena de un líquido
de plata similar a la cosa dando vueltas en el artilugio en la cabeza del Sanador. Lo
inserta en el brazo boca abajo del hombre y los ojos del Sanador se cierran al cabo
de un minuto. Comienza a roncar, así que al menos no está muerto.

El Otro pasa al Sr. Morgan, la mesa y el aparato detrás de él. Repite el mismo
proceso, añadiendo algunos detalles sobre todas las cosas que no sucedieron en la
cena. Cómo que la Sra. Morgan cayó de su silla justo a mitad de estar comiendo su
pato, se desplomó en el suelo sin ninguna razón.

Cómo ella nunca dijo nada en absoluto.

Sólo entonces me doy realmente cuenta: Él va a borrar mi memoria. Darme


una nueva que no incluye ningún asunto extraño. Cómo es esto posible, o cómo me
hace sentir, no tengo ni idea. Pero eso es lo que está haciendo.

Una parte de mí se pregunta si puede borrar toda mi existencia a estas alturas.


Todas mis vidas. Incluso si pudiera, ¿querría nunca haber descubierto esa nota, nunca
viajado, nunca haberme dado cuenta que soy diferente? Sería robótica, sin
sentimientos, y cerrada, pero no estaría sola.

No es como si fuera libre ahora de todos modos. Soy controlada por un ser
invisible llamado Ko y sus advertencias ominosas. ¿Eso es en realidad mucho mejor?

Elij se aleja del Sr. Morgan y se vuelve hacia mí. Mis ojos se cierran de golpe y
le ordeno a mi corazón que ralentice. Conocer el juego no lo hace menos aterrador.
Él va a borrar mi memoria, escarbar en mi cerebro y darme un borrón y cuenta
nueva sin ninguna pista de lo que sucedió a la Sra. Morgan. Un bulto se atasca en mi
garganta, duro como una roca y palpitando contra mi piel. Alguien debería recordar
a la Sra. Morgan. Ella no puede simplemente desaparecer.

No saber lo que hay en la pantalla envía un pánico sofocante a través de mis


terminaciones nerviosas. Elij la mira con gran interés. Una transmisión del sombrero
de plata parece probable. Podría mostrar cada pequeño detalle en mi cabeza. Tengo
el presentimiento de que nunca ha visto una mente como la mía antes.

Si pueden entrar allí para borrar nuestros recuerdos y darnos otros nuevos,
no hay límite para lo que pueden controlar.

El Otro se coloca a mi lado y pone el sombrero por encima de mi cabeza. No


me está tocando en absoluto, sino flotando cerca. Mi cuero cabelludo pica como si
una colonia de insectos marchara a través de él, enredando sus pequeñas patas de
insectos en las raíces de mi cabello. Siento a Elij inclinarse, puedo imaginarme su cara
a centímetros de la mía. Su aliento huele extrañamente aromático. Un poco
demasiado dulce, como la crema quemada que boté antes esta noche.

Requiero de todo mi autocontrol para no abrir los ojos antes de que él me


ordene que lo haga.

—Abre los ojos, chica.

Respondo a la orden. Mi cara se frunce como cuando miras por accidente


directamente al sol. Espero a que llegue la paz, a que mi expresión se relaje, a que el
dolor desaparezca.

No pasa nada.

El dolor punzante que acompaña su rostro no empeora, pero un pulso


constante se mantiene justo detrás de mis ojos, perforando agujeros en mi cerebro.
Junto con el dolor, otra presencia entra en mi cabeza y sopla como una brisa suave.
La mirada del Otro se torna confusa y de repente me doy cuenta que no está
funcionando.

El dolor no está cediendo en mí como lo hizo con los hombres. En cualquier


momento el Otro se va a dar la vuelta, comprobar su pequeña pantalla, y ver mis
pensamientos girar en torno a la agonía y no los acontecimientos de esta noche.

Bloquéalo, Althea. No pienses en ello. No pienses en nada, susurra la suave voz


en mi cabeza.
Oleadas de miseria chocan contra mí. Es imposible pensar. El catre se calienta
bajo mis manos, quemándolas, así que paso unos momentos concentrándome en
eso. Ayuda, pensar en algo más a parte del dolor.

Una vez que eso está bajo control, me esfuerzo para reconstruir lo que
sucedió en la cocina de los Morgan esta noche. La verdad y la ficción se tornan
borrosas, molestas por las versiones repetidas y variadas que he oído decir esta
noche en esta habitación. No es fácil visualizarlo con la agonía royendo mi cerebro.
Otro temor, oculto hasta ahora, estalla a través de mi cerebro.

Mis pensamientos hicieron de la Sra. Morgan defectuosa.

Eso es tonto. Es una coincidencia. No pienses en ello. Especialmente no ahora.

Los ojos del Otro son tan ilimitados que es fácil perderse. Mirar en ellos es
como nadar en un estanque acogedor y frío. Del tipo en el que te puedes ahogar si
no tienes cuidado.

Trato de imaginar un gran trapo, y lo utilizo para dejar mi mente en blanco.


No tengo idea de si funciona. Mantener los ojos enfocados en los de Elij es la cosa
más difícil que jamás he hecho. Al borde de mi dolorosa visión borrosa, sus labios se
mueven.

—Piensa en esta noche, en todo lo que ocurrió después de que tu madre te


llamó para la cena.

Reemplazo el espacio en blanco que borré con una imagen de lo que el Sr.
Morgan dijo que pasó en la cena.

—Bien. —La presencia en mi cerebro me da un codazo amable.

Él le da a la pantalla un vistazo, entonces vuelve su mirada penetrante a la


mía.

—Ahora, imagina un espacio en blanco. Sólo oscuridad, como mirar al cielo


cuando no hay estrellas.

Lucho contra el impulso de rodar fuera de la mesa y correr, obligando a las


imágenes en mi cabeza a cambiar a oscuridad y permanecer consistente. Uso el trapo
de nuevo, dejando lo que espero que sea oscuridad detrás. La despreocupada
presencia acaricia mi mente otra vez. Amable. Calmada.

Él frunce el ceño brevemente a la pantalla y mi estómago da un vuelco como


si estuviera tratando de salir a toda prisa sin mí. La frente de Elij se arruga, sus ojos
confundidos revoloteando a la pantalla antes de encontrarse con los míos una vez
más. Mi estómago se da por vencido, cae del catre, y salpica a través del suelo.

—Eso está bien.

Él se lanza al mismo cuento que le dio al Sr. Morgan y dejo que las palabras
dibujen imágenes en mi mente. Cuando no lucho, la evidencia despreocupada de su
intrusión en mi mente apenas roza mi cerebro. Si me equivoco, me premia con un
golpe duro. El dolor envía pequeños impulsos temblorosos a través de mí. No puedo
parar. Es como sentarse fuera en enero, el viento mordiendo mi piel. Escalofriante.
Tembloroso. Miserable.

Repito la historia a petición suya. Espero a su veredicto, mis labios dejando


que el aire pase hasta mis pulmones forzadamente mientras él observa de reojo a la
pantalla. El catre se hunde con mi sudor. Él no parecía tan preocupado con lo que
vio en las pantallas de los hombres. ¿Paranoia?

Tal vez. Tal vez no.

Corrientes descargan yendo de aquí para allá dentro de mi cabeza bajo el


sombrero vaporoso. Duele, pero no lo noto más que a una molestia después de mirar
fijamente a Elij. La adrenalina bombea a través de mí, provocada por el terror, dolor
y culpa, pero no distrae mi atención de esa imagen perfecta de lo que él me quiere
hacer creer que pasó esta noche.

Él estudia mi rostro inmóvil por lo que se siente como una eternidad. El viento
sopla aún más profundamente dentro de mi cerebro, empuja con más fuerza.
Mantengo mis ojos vacíos y mi expresión placentera, esperando lo mejor que puedo
mientras que el dolor poco a poco pasa a ser agonizante. Un aliento antes de que
grite, el segundo Otro entra en mi campo de visión y mira por encima del hombro
de Elij.

Dobla el dolor. Dobla el problema. Él también mira de reojo, y en otro


momento podría encontrar divertida sus expresiones reflejadas.

—¿Por qué la estás mirando de esa forma?

El encargado del refrescamiento salta y se gira.

—¿Por qué te acercas tan sigilosamente? Ya sabes que la audición es la única


cosa que no podemos mejorar en estos cuerpos.
Quiero abrazar al Otro delgado. Él rompió la mirada fija de Elij y una libertad
bendecida inunda mi cabeza. No me siento diferente; todavía recuerdo lo que
realmente sucedió. Lo que hice.

—Lo siento. Hablando de estos cuerpos, Deshi está de camino.

Las alarmas suenan en mi cabeza, los nervios extendiéndose a su punto de


ruptura con la noticia de que estos Otros conocen a Deshi.

El nerviosismo también se refleja por encima de la cara de mi encargado de


refrescamiento.

—¿Cuándo?

—En cinco minutos. Menos, tal vez. Entonces, ¿por qué la estás mirando así?
¿Todavía no has terminado?

—¿Tú lo has hecho? —Elij todavía está resentido por haber sido sorprendido,
me doy cuenta.

A pesar de las razones muy obvias para no querer estar aquí en este momento,
la variedad emocional de mis captores me fascina. Tienen sentimientos además de
placer. He sido testigo de la ira, irritación, contrición, dolor, confusión… casi suficiente
para causar una sobrecarga sensorial. Un pensamiento se cuela en mi mente,
espontáneamente y no deseado.

Deshi viene en camino. Él es como ellos.

Si somos iguales, eso significa que yo podría ser también como ellos.

No. Ellos no me dejarían en manos de una familia humana. Ser un Otro no


explica los viajes. La duda se engancha en mi confianza con sus dedos viscosos y se
niega a soltarla. No sé nada acerca de cómo son criados los Otros, de lo que son
capaces.

Nada de nada.

Suprimo un estremecimiento al pensar en las terribles acciones que los


Vigilantes cometen. Llevándose a los chicos defectuosos de la Excursión. La forma
en que arrojaron a Greg como basura. Lo que le están haciendo a la Sra. Morgan.
Podría haberme asustado a veces, pero es una señora agradable. La van a volver
defectuosa, lo sé. Ya no habrán panqueques de arándanos, vestidos con volantes o
delantales blancos almidonados. Mis pensamientos están tan empapados de terror
ante la perspectiva que me sobresalto cuando el Otro que atendió a la Sra. Morgan
responde, un atisbo de esperanza arrastrándose en su voz.

—Escribí el informe y lo archivé en el sistema.

—¿En la lista de defectuosos?

—Claro. ¿Dónde más lo pondría? De todos modos, pensé que querrías ayudar
con el descarte.

Elij sonríe, una sombra sádica cayendo sobre su expresión.

—Sí, gracias. He estado esperando descartar a alguien durante meses.

Suena eufórico, como si fuera a ser divertido deshacerse de la Sra. Morgan. El


alivio se mezcla con la culpa ya que su entusiasmo lo distrae de mí. Se detiene y se
vuelve, mirándome una vez más. Aunque, no hay nada dentro de mi mente ahora.

—En serio, ¿por qué las estás mirando de esa manera? ¿Ésta te gusta? Es muy
bonita.

El vómito se dispara y aterriza en mi lengua. Tragar llamaría la atención así


que lo dejo en la parte posterior de mi garganta, ácido y vil. Los dos me observan
ahora.

Finalmente mi encargado sacude la cabeza y sonríe.

—No es nada. Su mapa mental no parecía del todo bien. Como si todo fuera
sólo un poco demasiado perfecto.

Su amigo lo palmea en el hombro.

—Eso sólo significa que eres bueno en tu trabajo. Todo el mundo está siempre
hablando del gran encargado de refrescamiento que va a ser Elij cuando esté listo. Y
aquí estás, haciendo recuerdos demasiados perfectos en una bonita cabeza humana.

Hace una pausa, su mirada moviéndose de mi cara para examinar el resto de


mi cuerpo. Mis entrañas se retuercen. Me siento desnuda y expuesta.

—Es una pena, la restricción contra el contacto íntimo con los seres humanos.
Algunos de ellos son tan deseables. Ésta también huele bien. —Se inclina sobre mí e
inhala, sus ojos poniéndose en blanco.

Me voy a morir si no se van.


Se pone de pie y libero una respiración rancia por la nariz. Elij recoge una
jeringa de líquido plata y pasa sus dedos a lo largo de mi brazo, mi hombro y vuelve
a bajar, para entonces envolver su mano alrededor de mi codo.

—Sé lo que quieres decir sobre esta. Huele a verano. Es agradable. Sin
embargo, ella no vale la pena el castigo.

—Apúrate. Deshi estará aquí en cualquier momento y sabes que nos robará
el descarte del cuerpo si… —Él se detiene y sale de mi vista.

Destrozos y gemidos irrumpen mis oídos, los sonidos de sufrimiento


retorciendo mi corazón. Me trago el vómito en mi garganta a tiempo para que más
tome su lugar. Los ruidos se detienen y Deshi aparece en mi campo de visión,
echando un vistazo al Otro con ojos fríos. Verlo, pareciendo frente a todo el mundo
como si perteneciera aquí, asesina un pedazo de mi ser.

Este no puede ser mi futuro. No puedo ser como él.

—¿Decías, Paj?

—Nada. —El Otro delgado gruñe desde el suelo. Él no se pone de pie.

Deshi se agacha para ayudarlo a levantarse y Elij se aprovecha del momento,


hundiendo la aguja en mi vena. Deshi me reconoce, la sorpresa retorciendo su rostro
extraño. Él puede actuar como si perteneciera aquí, pero no podía verse más
diferente a los chicos dorados perfectamente moldeados estremeciéndose por él.

Él observa enojado a Elij.

—¿Qué está haciendo ella aquí?

—Un incidente en su casa. La madre se despojó de su velo. Ya refrescamos a


esta, a su padre y al Sanador que la atendió.

Mi visión se torna borrosa cuando lo que sea que me inyectó en el brazo se


desliza en mi torrente sanguíneo. Mis piernas y brazos se sienten pesadas.
Levantarlas sería imposible.

Deshi se aproxima a mi catre y me congela con su dura mirada azul.

—¿Algún problema?

—No, señor. Está refrescada. Los mapas mentales limpios. Los recuerdos de
la chica son la más claros que he creado.
Esto no satisface a Deshi; sus cejas se juntan mientras se inclina más cerca
hasta que su mejilla se presiona contra la mía. Mis ojos se cierran y un zumbido
extraño empapa el aire. Lo último que escucho antes de dormirme es la voz de Deshi.

Es suave, serena.

—Te estoy vigilando.


Traducido por Malu_12

Corregido por LizC

El sabor de la bilis permanece en mi boca, mi cabeza retumba, y la


claustrofobia presiona sobre cada centímetro de mi cuerpo. Mis brazos y piernas
todavía se sienten pesadas, como si se hubieran hundido en el colchón. Una imagen
fugaz de mí yaciendo en la nieve, la forma en que ésta se presiona y silencia los
sonidos del mundo, me cruza por la mente. El feo color naranja del edredón colisiona
contra la serenidad de la imagen. Los recuerdos estallan y giran a mi alrededor,
acumulándose hasta que me quito las sábanas. Mis piernas y brazos desnudos
tiemblan con el frío, pero la sensación empalagosa de atrapamiento se niega a irse.
Dejo de jadear cuando la realidad se asienta.

Por lo menos, lo que creo que es la realidad.

No lo sabré con seguridad hasta que baje a desayunar.

Esta mañana mis pies no se arrastran, no me quedo en la ducha más de lo


debido, y no me detengo a releer la nota doblada dentro de mi collar. Me pongo
mis jeans y un suéter, lavo mis dientes y me apresuro a la cocina.

El olor de las fresas y las salchichas flota a través del aire. Convoco todo mi
coraje y lanzo una mirada a la estufa. No está la Sra. Morgan.

El Sr. Morgan levanta la vista de su periódico y café.

—Thea, querida, te has despertado muy temprano. Siéntate y ten un buen


desayuno. Nos trajeron algo nuevo hoy.

Una torre de gofres cubiertos con fresas recubren mi plato. La precaución


pinta todos mis movimientos a medida que me deslizo en mi silla, un miedo
irracional formando nudos en mis hombros. Tengo la sensación que si hago un
movimiento brusco toda la escena se disolverá en la realidad. En la que el Sr. Morgan
recuerda lo que pasó anoche y entra en pánico por la pérdida de su pareja, por la
capacidad de los Otros para controlar su mente.

Él parece ileso. Me mira por encima de su periódico una vez más y una sonrisa
automática se desliza en mis labios. El Sr. Morgan vuelve a lo suyo. Excepto que…
está temblando ligeramente. Al igual que el Monitor de química. Como si no
estuviera seguro por qué está sonriendo, o si quiere sonreír en absoluto.

—Papá, ¿estás bien?

—Bien, querida. Es sólo que, bueno, los gofres no son iguales a los
panqueques de arándanos.

Mi corazón se marchita mientras él regrese a su periódico y termino de


desayunar. Tiene razón sobre los gofres. Los platos sucios en el fregadero incluso me
parecen tristes, un recordatorio visible de que la Sra. Morgan no los lavará. Me
pregunto si alguien será enviado para encargarse de ello. Yo los enjuago y dejo allí.

Respirar a través de los secretos asfixiantes y el dolor en la casa es como tomar


aire a través de una toalla mojada. Normalmente no me iría hasta dentro de otra
media hora, pero incluso desafiar el frío es en realidad más atractivo que pasar un
minuto más en silencio al otro lado de la mesa del Sr. Morgan.

La lúgubre calle estéril empapa mis huesos. El otoño se adueña cada vez más
del calor y la luz del sol con cada día que pasa. En poco tiempo me detengo delante
de la valla al borde del parque, mirando hacia las Tierras Remotas. El canto de los
pájaros por la mañana me calma y el limpio aroma frío de las heladas despeja mi
cabeza.

He pasado toda mi vida sin cuestionar la felicidad de las personas, segura que
algo anda mal conmigo por sentirme diferente, por sentir en absoluto. Esta mañana
me permito sentir todo sin tratar de sofocarlo. Las hojas marrones crujiendo sobre
la hierba bajo mis zapatos deportivos. La forma en que los nudos de la áspera corteza
de los troncos de los árboles raspan mis dedos. Miro hacia un cielo increíblemente
azul, sin preocuparme, sin importarme. Sólo siendo yo misma.

Ya no sé nada de mi mundo. No con certeza. Creí en los Otros cuando dijeron


que los límites existen para mantenernos vivos, que todo lo que hacen es en
beneficio de nuestra seguridad. Ahora sospecho que las vallas no están para
mantener a los animales fuera. Son para mantenernos a nosotros dentro.
Mis ojos están completamente abiertos, y cerrarlos de nuevo es imposible. Lo
que hay ahí fuera, lo que están ocultándonos, permanece escondido detrás de una
cortina pesada, pero ayer por la noche descubrí una verdad evidente.

Los Otros controlan todo. Incluso las mentes de las personas.

Una ira ardiente rasga a través de mi sangre, empujándola más y más cerca
de la superficie de mi piel a medida que mis manos se calientan. Sustituye cualquier
temor persistente en un instante, y si un Vigilante pasara ahora mismo frente a mí le
daría una patada en su mentiroso rostro doloroso de ver. Un abrumador deseo de
derribar la valla con mis manos desnudas se abalanza sobre mí y las formo en puños
para no rasgar el metal electrificado. Un salvaje deseo me recorre, hirviendo a través
de mí sin salida a la vista.

Quiero irme.

Quiero esconderme dentro de ese mundo exterior, un lugar prístino sin la


tutela de los Otros. Mi pie encuentra mi mochila con una patada y ésta cae contra la
frontera. Cierro los ojos y espero el crepitar de la electricidad, el olor del material
quemándose. Pero no pasa nada.

Mis ojos se abren de golpe para ver mi mochila pegada a la valla,


perfectamente entera y sin daño alguno. Extiendo una mano vacilante, mirando a mi
alrededor y detrás de mí en busca de los Vigilantes. Hay cámaras en la frontera a
intervalos medidos, pero la más cercana apenas se ve desde aquí. La adrenalina
acelera mi corazón cuando agito mis dedos a través de la valla, casi esperando
desaparecer en cenizas, pero permanezco estando tan intacta como mi mochila.

Puede que no haya una manera de probar que los Otros controlan la mente,
o que asesinaron a la Sra. Morgan. Pero puedo demostrar que están mintiendo sobre
los animales.

Una vez que la idea surge en mi cabeza no la dejo ir, la determinación a


demostrar que se equivocan en una cosa eclipsando todo lo demás. Aunque sea lo
último que haga.

Encuentro un punto de apoyo, tomo una respiración profunda y pongo todo


mi peso contra la valla.

Escalarla es más difícil de lo que creo que va a ser. Cada vez que aflojo un
dedo del pie o suelto un eslabón para aferrarme a otro mi cuerpo se balancea de ida
y vuelta en el metal tambaleante. Tardo más de lo que debería en escalar los seis
metros, ya que me detengo y me sujeto más firme a ella cada vez que esto sucede,
y estoy empapada en sudor y agotada antes de estar a mitad de camino de haber
terminado.

La parte superior de la valla está a mi alcance así que me subo sobre ella. Una
gran ráfaga de viento me empuja contra la parte exterior del cable. Oigo un
chisporroteo, veo una explosión de chispas.

Estoy frita.

No, no lo estoy. Abro los ojos y compruebo mi cuerpo. No estoy frita. La brisa
debe haber volado algunos escombros contra la barrera en otra parte. Mi frente se
arruga al darme cuenta que la valla está funcionando en algunos lugares; eso me
hace apresurarme el resto del camino hacia abajo. Para el momento en que llego a
la tierra blanda mis piernas tiemblan y mi aliento sale en jadeos cortos, pero nada
de eso puede detener la sonrisa tonta que estira mis labios.

Los Monitores cuentan historias en la Primera Célula sobre un tiempo antes


de las vallas. Sobre cómo los niños pequeños se alejaban de sus padres y eran
devorados de un solo trago por un oso o un león, o más a menudo un lobo. Pero no
hay pequeños y brillantes ojos amarillos observándome desde el bosque. No hay
animales persiguiéndome, comiéndome, o incluso manifestándose con mis primeros
pasos en la hierba.

Las ramas se balancean por encima de mi cabeza y las aves continúan sus
chirridos mañaneros, sin preocuparse por mi presencia ajena en su mundo. La ira
ardiendo ante la enorme multitud de mentiras retrocede para dar paso a un asombro
tan completo que no deja espacio para el miedo o la rabia en mi corazón.

Un pequeño animal gris con una cola espesa se escabulle desde un tronco,
chillando con una voz extraña. Busco en mi cerebro su nombre, tratando de recordar
esa clase de ciencias en particular. Una ardilla, creo.

Un roedor. De acuerdo con los Otros, uno de los peores conductores de


enfermedades.

Recuerdo a Fils, el pez de Lucas, y trato de sentirme mejor.

Los árboles se elevan por encima de mí, sus ramas desnudas formando un
techo de mosaico que permite que el sol pase a través de ellas en patrones
centelleantes. Me adentro un poco más, lo suficiente como para no ser detectada
por una patrulla, antes de dejarme caer sobre mi estómago. Pongo mi cara contra el
frío suelo duro y respiro profundo. Debería oler igual al césped en el parque, pero
no es así. En su lugar huele crujiente, fresco y prometedor… como a libertad,
cualquier cosa que eso en realidad significa.

Me doy la vuelta sobre mi espalda y miro hacia el cielo cerúleo a través de las
bocanadas blancas de aire flotando de mis labios. El sol se filtra sobre mis mejillas,
sin calentarlas pero brillante y reconfortante. Ardillas y pájaros bailan entre sí,
revoloteando y saltando entre las ramas, saludando al nuevo día con charlas y
canciones. Las ardillas pueden saltar de un árbol a otro como si estuvieran volando.
Algunas aves son enormes y negras, sus ruidos ásperos y crudos mientras sus
canciones surgen de afilados picos. Otras son pequeñas y amarillas con patas
increíblemente frágiles. Pájaros rojos y azules deslumbrantes se lanzan en picado
entrecruzando patrones, cada uno distinto y hermoso.

La visión de un pájaro de tamaño mediano con una cabeza de color naranja


brillante, un patrón blanco y negro en la espalda, y el pecho blanco me deja sin
aliento. Mis ojos lo siguen mientras revolotea entre sus compañeros, finalmente
instalándose en el costado de un árbol y comenzando a picotear. Sonidos huecos de
golpes rápidos llenan el bosque. No sé qué tipo de pájaro es, y ninguno de los otros
se parece a él aunque sea un poco. El pájaro manchado se pone en marcha,
encontrando otro árbol en el que hacer un agujero, luego otro más.

El viento serpentea a través de mí, congelando mis ropas sudadas contra mi


piel. El bosque está de alguna manera lleno de tanto bendito silencio y sonidos
innumerables; la mezcla da paz a un espacio vacío dentro de mí del que no soy
consciente hasta este instante.

El miedo se cierne alrededor de mi conciencia, y siento que aquello que los


Otros nos enseñan no es totalmente falso, que probablemente algún tipo de peligro
acecha por aquí. Una brisa suspira por el bosque y susurra a los animales, como si
guardara secretos de los que no tenemos la capacidad de entender. Ellos tienen la
suerte de captar la verdad sin que se les explique. A pesar de que yo no puedo
descifrar una palabra en realidad, esta visión de un mundo real, un mundo salvaje
donde a ningún ser se le dice qué sentir, a quién amar o cómo actuar, es suficiente.
Por hoy, sólo saber que este lugar existe derrama calidez a través de mí en oleadas
agradecidas.

El agujero en mi interior se llena minúsculamente con el simple hecho de


existir, de sentir sin miedo. Ni un animal se detiene y me nota, a la confundida y
horrorizada chica infeliz y pelirroja sobre el suelo del bosque.
Una ardilla agarra una bellota en su pequeña boca y se escabulle por el tronco
de un árbol cercano a mí. Sigo su progreso, girando el cuello hasta que mi mejilla
izquierda se presiona contra el suelo. Cuando aterriza en el suelo, su nariz negra y
cola gris están a menos de dos pies de mi propia nariz.

La oscuridad perfecta de sus ojos me envuelve. En un primer momento sólo


veo mi propio reflejo en la superficie brillante, pero una vez que veo con atención,
con mayor profundidad, una nueva comprensión emerge. Veo el mundo como él lo
hace, desde las copas de los árboles, pequeños pies curvados alrededor de ramas
trémulas. Siento lo que siente al saltar y tener el viento debajo de mi cola, llevándome
a un lugar seguro. Sus ojos tienen un tipo especial de conocimiento, de instinto que
de alguna manera sé que también es parte de mí. Una ráfaga de viento envía algunas
hojas en su dirección y él sale corriendo, dejando caer la bellota mientras gira y
desaparece.

Me siento y cepillo las hojas y la suciedad de mi cabello, recogiendo su bellota


abandonada, lisa en la parte inferior con una tapa rugosa. A pesar de mi temor
residual por las enfermedades, la idea de poder probar que los Otros mienten acerca
de la comida, también, es muy intrigante para resistirlo. Experimento después de
limpiar la bellota, deslizándola entre mis dientes posteriores y mordiendo. No pasa
nada. Los dientes de ardilla deben ser más filosos que los míos.

Ahora determinada, suelto la bellota y me pongo de pie, pisándola con mi


zapato. No hay resultados que no sean incrustarla en la tierra fangosa. Tardo un
minuto, pero encuentro una roca plana de buen tamaño y coloco la bellota
cuidadosamente en el centro. La aplasto de nuevo, esta vez escuchando un
satisfactorio crujido en respuesta a mis esfuerzos. Recojo la cáscara arruinada y
acuno lo que queda, una suave nuez naranja en la palma de mi mano.

Los animales no son peligrosos. ¿Qué hay de la comida? Los Otros insisten en
que sólo los alimentos que nos ofrecen en nuestros hogares son seguros para el
consumo. Que las bayas rojas brillantes que crecen en los arbustos y los frutos secos
que caen de los árboles son mortales. No sólo nos enferman o nos dan dolor de
barriga, sino que podrían matarnos.

Levanto mi mano a mi nariz y huelo. No huele a nada realmente, sólo terrosa


y ligeramente dulce. Mordisqueo una pequeña esquina y la aplasto entre mis dientes.
Un amargo sabor agrio toca mi lengua y escupo en el suelo un par de veces. Casi
lanzo la bellota, pero en lugar de eso la guardo en mi bolsillo. Después de varios
segundos, el sabor se desvanece en mi boca y no estoy muerta o incluso con
náuseas.

Aun así, las ardillas pueden quedarse con las bellotas.

Los Otros, obviamente, no son lo que parecen. El daño que podrían causar es
interminable. Sus mentiras, su destrucción, pudieron incluso apartarnos de aquí,
donde las cosas son puras y verdaderas.

El pavor inunda mis venas, seguido de inmediato por rabia al rojo vivo ante el
pensamiento.

Si no me voy ahora, llegaré tarde a la Célula, pero me doy un minuto más.


Mientras estoy acostada en este natural, lugar vivo y brillante, ni siquiera estoy
segura de que existan los Otros, con su mundo tan plano, como un dibujo en un
libro de texto.

Cuando me escabullo de vuelta sobre la valla con un poco más de gracia, sé


que estaba equivocada.

Los Otros no lo controlan todo.

No me controlan a mí.
Traducido por LizC

Corregido por Katt090

La pacífica sensación de pertenecer a un sitio fluye de mí con cada paso hacia


la Célula. El agujero en mi centro no ha desaparecido por completo, así que aprieto
fuertemente la semilla al saber que he estado en un lugar donde no soy anormal.
Puedo probar que los Otros nos están mintiendo. Por primera vez, mis diferencias
con respecto a mis compañeros me hacen sentir bien en vez de mal.

Para el momento en que el edificio entra en la vista, ese pequeño rayo de luz
es apenas visible a través de mi grueso pavor oscuro cuando recuerdo quién más
estará en la Célula: Deshi. En pocos minutos voy a tener que enfrentarme a él y fingir
que no sé cómo pasa su tiempo libre torturando a Otros y amenazando a la gente.
Las palabras que susurró anoche permanecen infiltrándose en mis sueños y alejando
las sombras reconfortantes.

Deshi me está vigilando. No sé por qué, o qué espera averiguar, pero puedo
adivinar.

Los Otros están buscando algo, esperando encontrarlo a través de las


entrevistas a las clases Terminales en al menos cuatro ciudades. Estoy bastante
segura que Deshi sospecha que podría ser yo.

Me preocupa que tenga razón.

Nada se siente diferente en la Célula hasta que los estudiantes comienzan a


mirarme. Toda mi vida, incluso en los casos en que mi autocontrol resbala, se han
quedado mirándome alguna vez. Tal vez pueden notar que dejé la frontera. Me
siento tan diferente que tal vez hay una marca visible revelando mi intrusión en la
naturaleza.
Leah se planta en mi camino. A pesar de su actitud desagradable últimamente,
la afinidad florece al saber que ambas hemos sobrevivido al refrescamiento con los
Otros. A pesar de que, según Elij, la dejaron dañada de alguna manera, lo que la hace
impredecible. Lo cual a su vez la hace peligrosa. Sus manos descansan sobre sus
delgadas caderas.

—Oye, tú. Morgan. ¿Cuál es tu nombre?

La pregunta es grosera a propósito, ya que ella ha escuchado mi nombre


durante la asistencia semanal, estoy muy sorprendida por el hecho de que esté
hablándome directamente para molestarme.

—Eh, Althea.

—Ese es un nombre gracioso. —Brittany se acerca, su sedoso cabello rubio


claro balanceándose por su espalda en una larga trenza.

—Lo siento. —Me encojo de hombros—. No lo escogí.

Mis pulmones se contraen cuando Deshi se acerca a nosotras, deteniéndose


frente a mí y arrojando un pesado brazo alrededor de los hombros de Leah. Bueno,
eso es interesante.

—Se dice que un Sanador fue a tu casa ayer por la noche. Y un par de
Vigilantes. —Brittany juega con el extremo deshilachado de su trenza, sonriéndome
desde debajo de sus pestañas gruesas.

No hubo Vigilantes en nuestra casa. ¿Cuántos recuerdos habían cambiado los


Otros? La mirada de Deshi quema agujeros a un costado de mi cara, y la presión a
responder de la manera correcta ahoga mi confianza desvanecida.

Deslizo una mano en mi bolsillo y agarro los restos de la bellota.

—Um, sí. Es verdad.

—Entonces, ¿qué pasó? —Los ojos de Leah se iluminan con brillante


curiosidad, su cara angelical opuesta a una expresión cruel. Está deleitándose con
este evento, con el chisme.

—Mi mamá… está defectuosa. Ellos se la llevaron.

Sus ojos se abren en concordia. Las miradas chocando con la mía lucen
desconcertadas, sorprendidas. Ni una luce simpática entre ellas. La bellota se desliza
a través de mis dedos sudorosos. El pánico se levanta dentro de mí como una marea;
la forma en que se reunieron en torno a mí me enerva, me atrapa dentro de su círculo
insensible. El recuerdo de la mejilla de Deshi presionada contra la mía, de su voz baja,
amenazante, envuelve raíces de terror sobre mi abdomen. Una gota de sudor se
acumula en el rabillo de mi ojo, ardiendo. El rayo de luz de la rebelión de esta mañana
desaparece y me deposita sola y fría en mi realidad.

Entonces una mano se desliza en la mía, muy helada y fuerte. El olor a pino
flota hasta mis fosas nasales. Me aferro a su presencia robusta para sofocar mi
derrumbe. Él me mira y la compasión en sus ojos casi deshace mi tenue control. Supe
entonces que ya sea que le haya dado permiso o no para ser mi amigo, Lucas es mi
amigo.

El resto de los chicos se dispersan, dejándonos a Lucas y a mí solos, sin


soltarnos las manos. El respiro me permite clavar mis uñas en mi auto-control. No
voy a dejarlo ir. No voy a darle a Deshi ninguna razón para llevarme, para tornarme
defectuosa. El olor familiar de Lucas me ofrece consuelo; nada que pudiera decir
sería más poderoso en este momento.

Libero mi mano y le ofrezco una pequeña sonrisa. Nuestros ojos se


encuentran y esa hormigueante sensación dulce se desliza a través de mi sangre.

—Gracias.

Su voz es suave, como una mano cálida contra mi mejilla.

—Cuando quieras.

El resto del día pasa como un borrón. Las chicas vuelven a ignorarme en el
almuerzo y tanto Lucas como Deshi permanecen en la mesa de los chicos a la que
pertenecen. Los cortos veinte minutos que pasé en el bosque me dejan deseando
una manera de recrear la sensación que me dio. Preguntas de ayer por la noche,
cuestionándome qué significa todo esto, me distraen de escuchar mis lecciones. El
poder, transmitido de la seguridad de que no soy yo quien está del todo mal, sino
estos Otros controlando al mundo no es correcto, reaparece y bombea a través de
mi sangre como fuego el deseo de averiguar por qué soy diferente.

Mi mente fragmenta el rompecabezas de lo que los Otros están buscando


entre las clases Terminales. Tengo que averiguar primero en dónde están llevando a
cabo las entrevistas con el fin de diseñar una forma de “accidentalmente” escuchar
una. Ni siquiera se trata totalmente de mi supervivencia, ya no, aunque eso es parte
de esto; mi entrevista es en tres semanas, sino en la necesidad de entender por qué
estas criaturas con tal obvio poder no pueden simplemente tomar lo que sea que
necesitan.

Entro en química y me siento, notando vagamente que le gané a Lucas en la


fila de atrás. Las luces se apagan una vez, dos veces, una tercera vez.

Lucas no viene.

Una sensación como agua helada arrojada en mi cabeza me inmoviliza. Esto


es más que motivo de simple preocupación. Él podría muy bien incendiar la Célula,
o saltar desde el edificio. Faltar a un bloque llama la misma atención.

Excepto que las alarmas de emergencia no suenan. Los Otros las ponen a
prueba una vez al mes para asegurarse que funcionan, pero ningún timbre chillón
asalta mis oídos. El Monitor pasa el nombre de Lucas sin comentarios, ni siquiera
anotándolo en su hoja de asistencia. Los niños no se dan la vuelta para mirar hacia
su asiento vacío o jadear ante este evento sin precedentes.

Es casi como si nunca hubiera estado aquí en primer lugar.

Un recuerdo de mi segundo año resurge de la nada, de la primera vez que


irrumpí en la Célula. Una chica cuyo nombre ni siquiera recuerdo ahora saltó sobre
algunos columpios en los que yo había estado esperando. Sin pensarlo, agarré su
pie, tenía puesto estos brillantes zapatos negros ridículos, y tiré de ella hacia abajo.
Su brazo se rompió con un fuerte crujido cuando cayó al suelo. Me asustó por dos
razones, la primera que le había hecho daño. La segunda era que aún cuando era
niña sabía lo que no confíes en nadie significaba. Quería decir que tenía un secreto.

El resto de los niños en el patio de recreo se detuvieron y me miraron


fijamente. Sus rostros lucían confundidos, pero no enojados, ni temerosos. Después
de unos diez segundos de silencio, alguien se acercó a la chica y la ayudó a
levantarse.

Se la llevaron dentro, y los seguí. Utilizaron el dispositivo de emergencia para


contactar con un Sanador y la madre de la niña. La niña dijo que se cayó del
columpio.

Ella regresó a la Célula el día siguiente y nunca nadie me dijo ni una palabra.

Esto se siente igual. Como si todo lo que me protege de ser detenida también
resguarda a Lucas. Lo cual solo puede significar una cosa.
Las dudas ahogan la voz del Monitor. Cuanto más corren por mi mente los
acontecimientos de las últimas semanas, más segura estoy que Lucas es como yo.
He estado esperando por una prueba definitiva, temiendo admitir que podría ser
cierto, pero a menos que esté defectuoso o dañado de alguna manera como Leah,
Lucas tiene que ser un Disidente. Él no siempre está feliz, la aparición de los
Vigilantes lo asusta. Deshi está intensamente interesado no solo en mí, sino en los
dos.

Una nueva preocupación acelera mi respiración; si es como yo, podría haber


viajado. No tenemos ningún control sobre cuándo vamos y venimos, y por lo que sé,
nunca hemos estado en la misma ciudad al mismo tiempo. Tal vez nunca lo
encontraré de nuevo.

Podría estar en cualquier lugar. No tengo ni idea de dónde buscar, pero tengo
que intentarlo. Ha venido a mi rescate tantas veces. Quiero decir, esta misma mañana
me salvó de perder el control frente a Deshi. Si él está en problemas, se ha ganado
un favor a cambio.

En vez de escuchar al Monitor, mi mente corre sobre las posibilidades. Lucas


había estado en el almuerzo, luciendo incómodo junto a Deshi. No lo había visto en
los pasillos esta tarde, pero a veces no lo hago. Además, sería muy difícil salir del
edificio durante las horas de Célula con las cámaras en las entradas y salidas, por no
hablar de las patrullas de Vigilantes.

Aguanto la respiración cuando uno asoma la cabeza por la puerta y


comprueba la habitación. Sus ojos permanecen en el asiento vacío de Lucas antes
de irse.

Si Lucas se encuentra todavía en Danbury, hay una buena probabilidad que


esté en el interior de la Célula. Me quedo mirando el retrato de Agua en la pared,
estudiando su mirada sin parpadear de color negro y azul en busca de respuestas.
Dudo que él me las dé, incluso si pudiera.

Una bombilla se enciende en mi cerebro, haciendo que me sienta con la


espalda recta y lanzo mi cuaderno al suelo. Mis mejillas se calientan cuando todo el
mundo, incluyendo el Monitor, se detiene mientras lo recupero.

Ahora que tengo una idea de dónde podría estar Lucas, los minutos restantes
pasan goteando como la miel de una cuchara. Cuando finalmente ella nos despide,
estoy fuera de mi silla antes que alguien recoja sus cosas.
Deshi me intercepta cuando me acerco a las escaleras al final del pasillo. Me
muestra su sonrisa arrogante de siempre.

—Oye, ¿has visto a Lucas?

—¿Qué? No, seguro que no.

Él bloquea mi camino. Tengo que alejarme de él antes de que Lucas se vaya


con todos los demás.

—Entonces, déjame acompañarte a casa, ya que tu novio parece haber


desaparecido.

Campanas de advertencia resuenan a medida que mi mente trabaja buscando


una razón para decirle que no. La frustración se forma en mi interior, la preocupación
por Lucas hirviendo, pero no tengo más remedio que caminar junto a Deshi. La forma
en que dice la palabra desaparecido envuelve el miedo con más firmeza alrededor
de mis entrañas. Pasamos por una ráfaga helada de viento en la puerta principal, que
sopla una idea en mi cerebro inundado en pánico.

—¿Sabes qué?, adelántate. Olvidé mi pluma favorita en química.

Mi voz no flaquea, no delata ni la mentira o mi estado emocional. No espero


su respuesta, simplemente vuelvo sobre mis pasos por los pasillos vacíos. Mis oídos
se esfuerzan por recoger cualquier sonido que indique que los estudiantes se
encuentran todavía en el edificio o que los Vigilantes están al acecho en la vecindad.
Nada me parece fuera de lo normal, excepto el silencio. Mis zapatillas deportivas
hacen pequeños ruidos en mi camino de vuelta a la escalera. Me dirijo por el mismo
tramo de escaleras que tomé la noche del Encuentro.

La noche que conocí a Lucas.

Mis zapatos chirrían un poco en las escaleras duras, así que camino más
rápido. Mi corazón se acelera, subiendo hasta mi garganta. Me preocupa que la
puerta correcta no sea fácil de encontrar, pero lo es. Se ve tan vieja, polvorienta y sin
usar como antes.

Giro la perilla y empujo para abrirla, entrando con mis manos delante de mi
cara para protegerme de las telarañas. No hay ninguna hoy. Juré que nunca me
acercaría ni a tres metros de Fils otra vez, pero después de esta mañana en las Tierras
Remotas estoy más confundida que nunca. Y preocupada.
La habitación está oscura, la única luz entrando por la ventana pequeña a nivel
del suelo que se encuentra en la parte superior de la pared frente a la entrada.

—¿Lucas? —llamo su nombre en voz baja.

El alivio estabiliza mis nervios cuando responde desde el fondo de la sala.


Donde guarda a su pez.

—Vete, Althea. No quiero verte.

El temblor en su respuesta mueve mis pies hacia su voz de todos modos. La


visión de su rostro me detiene en seco. Lucas se sienta en una silla, con los hombros
caídos y su aspecto desaliñado. Sus ojos lucen rojos e hinchados. Darme cuenta que
el agua también lo ataca me deja sin respiración.

No es hasta que conscientemente miro alrededor que termino de registrar el


resto de la escena. Fils se encuentra en el radiador. Su tazón sigue sobre la mesa por
encima, con gruesos trozos de hielo flotando en el agua.

Él está muerto. Un pez no solo puede no vivir sin agua, sino que su pequeño
cuerpo descansa en un lugar desafortunado. Que los Otros bombearan aire caliente
en esta sala abandonada no tiene sentido. Sin embargo, el calor ha dejado el
pequeño cuerpo dorado seco y crispado.

—Oh. —No sé qué más decir, y me duele el corazón como si estuviera


tratando de estirarse desde mí a Lucas, para funcionar por los dos.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿No se supone que estés deambulando sola?

Su amargo tono de enojo hiere mis sentimientos y la actitud defensiva


aparece sin previo aviso.

—Te estaba buscando. ¿En qué estabas pensando al faltar un bloque? Los
Vigilantes lo notaron.

—Realmente no me importa en este momento, Althea.

Me acerco y descanso una mano compasiva en su hombro. Él la quita. No


entiendo cómo ni por qué, pero le importaba ese pez, y sé lo que se siente al perder
cosas que te importan.

La pérdida se abalanza a través de mí ante el recuerdo de cómo se sintió tener


a los Hammond, y luego perderlos. Lo duro que fue dejar el bosque esta mañana.

Quiero amar algo y conservarlo.


—¿Qué le pasó? ¿Saltó fuera?

—No, él no saltó fuera. ¿Por qué haría eso? Incluso si lo hiciera, no podría
llegar al radiador. Alguien le hizo esto. —Su voz suena muerta, fría.

Sé que no está enojado conmigo, viendo que no tuve nada que ver con el
deceso de su pez. Está enojado y soy la única aquí, así que lo perdono por hablar
conmigo como si fuera una idiota. Esta vez.

—¿Quién iba a matar a tu pez?

Lucas sacude la cabeza sin mirarme. Tenía que ser un Vigilante. Cualquier
humano que encontrara el pez jamás lo hubiera tocado. La repentina sensación de
ser observada hormiguea entre mis omóplatos. Si un Vigilante sabe sobre el pez,
entonces han estado en esta habitación. No es el santuario que Lucas piensa.

—¿Quién crees que…? —Las palabras mueren en mis labios cuando Lucas se
levanta y patea la silla, enviándola con estrépito contra un montón de basura apilada
contra la pared.

Da un paso hacia mí, deteniéndose a centímetros de mi cara.

—No sé quién fue, pero si me entero, lo va a lamentar. Lo va a lamentar,


Althea, ¿me oyes?

Los ojos de Lucas se llenan de agua una vez más, pero él no lo nota. Miro por
encima de su hombro, tratando de darle un poco de privacidad y me trago mis
propias emociones. El agua de la pecera está congelada porque Lucas perdió el
control de su temperamento. Como me pasa a mí con el fuego.

No había pensado mucho en los trozos de hielo flotando en la pecera cuando


los vi por primera vez. El pez muerto y seco, así como el rostro hinchado de Lucas
había albergado mi atención, pero el hielo es esa pieza elusiva de prueba después
de todo. Pozos de agua se forman en mis propios ojos y corren por mis mejillas.
Sonrío, una sonrisa real y no trato de ocultarla.

La vista del agua, junto con la expresión de asombro en mi cara, hace que
Lucas gire para seguir mi mirada. La culpa profundiza las líneas de tensión en su
rostro cuando entiende lo que he visto. Tropieza hacia atrás, lejos de mí.

—Yo… yo supongo que tal vez lo mataron congelando su agua o algo…

Se detiene. Suena ridículo y ambos lo sabemos. Alcanzo sus manos pero él se


aparta, sus ojos salvajes y suplicantes. Mi mente se posa en una posible manera de
mostrarle, de convencerlo que él no tiene que tener miedo de mí. Pienso en la copa
derretida en el Encuentro.

Mi colcha quemada.

Mi huella en la pintura en la pared del pasillo en casa de los Morgan.

Toda esta sala está fría, ahora que lo pienso. Mis propios sentimientos
aumentados me mantienen caliente, pero la única ventana también está congelada.
Esos ejemplos recientes no son las únicas veces que he derretido objetos con mis
manos. Por primera vez me pregunto si puedo hacerlo a propósito. He pasado tantos
años deseando que los accidentes extraños paren, que nunca he pensado siquiera
en provocarlo.

Caminando hacia el cuenco de agua congelada, envuelvo mis dedos alrededor


de él, ignorando el frío resbaladizo que transfiere a mi piel. Me concentro, dudosa
del éxito. Las emociones se revuelven muy dentro de mí: miedo, soledad,
desesperación, culpa… y los combino con la alegría abrumadora surcando en mí
ahora y pulso en el calor. Cierro los ojos, sintiéndolo surgir a través de mis manos.

Mis párpados se abren de golpe en respuesta a un jadeo proveniente de


Lucas. El agua chapotea alrededor en el cuenco estremeciéndose entre mis manos.

No puedo creer que lo hice.

Los ojos de Lucas están abiertos de par en par, asombrado. Una enorme
sonrisa muestra su hoyuelo antes de que él tome dos pasos gigantes y me agarre en
un abrazo aplastante. Su aliento frío en mi cuello envía escalofríos deliciosos por mi
espina dorsal, y mi sonrisa estalla tan ancha que mis mejillas casi se rompen. Nada
más que éxtasis se filtra a través de mi cuerpo, bombeando como la sangre.
Cualquier cosa que sea, no estoy sola.

—Quería que fuera cierto. Me preguntaba si podrías ser como yo, pero no
podía encontrar la manera de saber sin preguntar. Incluso pensé en dejar soltar el
nombre Ko para medir tu reacción.

Cuando las últimas palabras salen de sus labios un sonido explosivo nos
vuelve a la realidad.

El sonido es lo suficientemente profundo para sacudirme hasta mis huesos.

—¿Qué…?
La mirada de Lucas está en mí, pero no en mi cara. En su lugar, se queda
mirando a mi cuello con los ojos tan abiertos que parece que podrían salirse de sus
órbitas.

—Althea. Tu collar.

Mi mano va al bulto bajo mi suéter, preparándose para envolverse alrededor


del metal dorado. Lo saco, pero lo dejo caer cuando el collar vibra contra mi piel
desnuda. El sonido explosivo suena de nuevo. Viene del medallón colgando bajo mi
garganta. Un haz de luz se impulsa adelante y entrecerramos los ojos ante la sala de
repente brillante a medida que la luz se agrupa en una forma. Una persona aparece
ante nosotros. No completamente formado, brillando en lugar de ser sólido, pero no
obstante una persona.

Creo que es un Otro. En todo caso, se ve más como un Otro que humano,
pero es más bajo que la mayoría de los que he visto. Sus rasgos son afilados y sus
orejas un poco más grandes de lo normal y ligeramente puntiagudas hacia arriba. Es
demasiado borroso para comprobar la marca en forma de estrella.

Lucas se acerca más a mí hasta que nuestros cuerpos se presionan entre sí. La
figura habla, haciéndonos retroceder unos pocos pasos.

—Activaste este hechizo al pronunciar mi nombre en voz alta. Soy Ko. Tú no


me conoces, nunca has visto mi rostro, pero yo te conozco. Te he vigilado desde el
momento de tu nacimiento. —Intensas emociones destellan en su rostro, brillantes y
cálidas. Nunca nadie me ha mirado de esa manera.

—A pesar de que mis facciones se asemejan a las de los Otros, no lo soy. No del
todo, y no donde más importa… aquí. —Se detiene y presiona una mano de largos
dedos en su pecho—. Soy un Disidente como tú, algo completamente distinto, y he
tratado de darte la oportunidad de hacer por tu gente lo que no pude hacer por la mía.
No puedo dar detalles por si este mensaje se ve comprometido, pero debes saber dos
cosas. Sospecho que has encontrado a más como tú, lo que significa que ha llegado el
momento de luchar contra los Otros. Si no haces nada, o eres capturada, toda la
humanidad perecerá. Hay quienes pueden decirte lo que necesitas saber acerca de tu
pasado. Sé atenta, valiente, y los encontrarás.

El cuerpo resplandeciente desaparece y la habitación se sumerge de nuevo al


oscuro silencio. Mis pies se aferran el suelo y me tambaleo, un poco fuera de
equilibro. Un segundo mensaje de Ko ha estado dentro de mi collar todo este
tiempo. Curiosa, pronuncio su nombre otra vez. No pasa nada.
—¿Qué fue eso? —El asombro reverbera en la voz de Lucas.

—No tengo ni idea; nunca antes había pasado. —Quiero seguir hablando,
pero debemos dejar los terrenos de la Célula. Alguien sabe de esta sala, sobre el pez.
Los Vigilantes infestan cada pasillo. Dónde se esconde Deshi es una incógnita—.
¿Quieres salir de aquí?

Lucas mira hacia el pequeño cuerpo torturado de Fils. Tomo su mano.

—Siento lo de Fils. No es justo. Tráelo; vamos a enterrarlo en el parque.

Lucas se acerca y recoge a su pez del radiador, metiendo el cuerpo en un


bolsillo. Sus ojos se lanzan a los míos y luego se apartan otra vez, sus mejillas
sonrojándose.

—Gracias. Él ha sido mi único amigo durante tanto tiempo. Voy a echarle de


menos, eso es todo.

—Bueno, ahora me tienes a mí.

Su respuesta calienta mi sangre incluso más que mi propio fuego interno.

—Ahora te tengo a ti.


Traducido por Martinafab

Corregido por Katt090

Ahora que es seguro que Lucas también es un Disidente, todo lo que quiero
hacer es sentarme y hablar con él. Desafortunadamente este mundo nuevo,
supervisado por los Vigilantes limita nuestra capacidad de hacerlo. Enterramos a Fils
en silencio, dando nuestras despedidas al amigo de Lucas. Se resistió a abandonar
la pequeña tumba, y aunque sé que es importante para él, el toque de queda ahora
está a unos cortos diez minutos de distancia. La impaciencia intenta acelerar mis
pasos, pero me obligo a reducir la velocidad. No he tenido la oportunidad de decirle
a Lucas todo lo relacionado con la noche en la que la Sra. Morgan se volvió
defectuosa, sobre cómo Deshi apareció y básicamente me amenazó.

O cómo los Otros pueden escabullirse en nuestras mentes.

Lucas empuja su rostro hacia el ligero viento mientras se levanta, pateando


las hojas fuera de nuestro camino. Es casi como si hubiera tanto de qué hablar que
ninguno de los dos sabe por dónde empezar. Pero nos quedan ocho minutos ahora,
y tenemos que comenzar por alguna parte. Tal vez convendría empezar por lo más
importante.

—¿Qué crees que quiso decir Ko con eso que la humanidad perecerá si no
luchamos contra los Otros?

Es la cosa más curiosa de todas las cosas curiosas que dijo Ko. Quiero decir,
los Otros controlan las mentes de los humanos, pero no están en peligro. ¿Verdad?

Sacude la cabeza, esparciendo el aroma de pino en mi dirección. Me resisto a


la tentación de extender la mano y tocarlo, imaginar cómo se siente pasar mis manos
por sus rizos rubios, si el aroma se intensificaría si lo hiciera. Ahora que tengo el
permiso de ser yo misma en torno a él, quiero sacar a la luz todos los sentimientos
que despierta en mi interior. Cuando hacia mí, aparto la mirada rápidamente, mi cara
seguramente está rosa.

Lucas se encoge de hombros, sonriendo un poco.

—No lo sé. Realmente nunca me he sentido como parte de la raza humana.


¿Tú sí?

La pregunta suscita viejos temores, y reconsidero la posibilidad aterradora de


que yo, ahora nosotros, junto con Deshi, somos Otros. Porque sin importar lo que
dijo Ko en su engañoso mensaje sobre ser un Disidente, parece ser un Otro para mí.

—No. Pero Ko dice que somos Disidentes, como él, así que tal vez no somos
parte de la humanidad en absoluto. —Nuestra calle aparece demasiado pronto, y mi
reloj dice que tenemos dos minutos antes de que las puertas delanteras deban
quedar cerradas detrás de nosotros—. Lucas, tenemos que encontrar una mejor
manera para hacer esto. Tenemos que hablar antes de que nuestros Vigilantes nos
interroguen.

Esta es la cuarta semana. Tres más hasta que sea nuestro turno.

—En realidad, he estado pensando en cómo podríamos ser capaces de


discutir nuestra… situación.

Mi estómago salta ante la perspectiva.

—¿Y bien?

—No sé si va a funcionar. —Lucas mira por la calle de ida y vuelta,


asegurándose que no hay fisgones al acecho cerca. La niña que vive tres casas más
abajo brinca hacia su casa, pero no hay nadie más alrededor—. ¿A qué hora se va el
Sr. Morgan a la cama?

—A las diez y media.

—Bien. Sal a tu porche trasero después que los Vigilantes patrullen a las once
en punto.

Nos hemos parado frente a la casa de Lucas, o la casa de los Crawford, como
ahora la llamo. No es más suya que la de los Morgan mía. Nos queda un minuto.

—¿Por qué?

—Ya verás. —Lucas envuelve sus brazos alrededor de mi cintura en un breve


y fuerte abrazo, luego corre por el camino de entrada y desaparece.
Un dolor se instala dentro de mi pecho cuando una ráfaga feroz de viento
azota mi coleta en mi cara. Las once en punto está a toda una vida de distancia.

Dentro de la casa de los Morgan, la vida se ha asentado a una nueva rutina.


El Sr. Morgan no actúa infeliz, pero no actúa igual que antes tampoco. A pesar de
todo el resentimiento de mis viajes, mis múltiples familias y el hecho de que ninguna
de ellas parece notar mi ausencia, echo de menos a la Sra. Morgan. La casa se siente
desanimada, de alguna manera menos brillante, como si ella le diera vida y luz con
su presencia.

Esta tarde el Sr. Morgan me espera en la sala de estar. Completar mi tarea


llena el tiempo hasta que me llama para la cena. La mesa de la cocina solía sentirse
pequeña. Ahora, con sólo él, yo y los platos llenos de bocadillos y verduras crudas,
la cocina nos engulle. La cena, como todas nuestras comidas, es silenciosa y sin el
parloteo de la Sra. Morgan.

Aunque el Sr. Morgan me pregunta por mi día, me cuenta del suyo y sonríe
satisfecho, no parece feliz. No suelo ver televisión con él excepto los sábados, cuando
el tiempo de película en familia lo exige, pero esta noche su sonrisa magullada me
impulsa a unirme a mi padre improvisado en el sofá.

Los únicos programas en la televisión son las noticias dos veces al día, y una
película por la noche. Hay siete películas, una para cada día de la semana. Todas son
tontas y carecen de un punto real. A veces son sobre parejas riendo, disfrutando de
una Excursión, o son simplemente divertidas, sobre gente cayéndose o chocándose
contra paredes. Los Otros juegan la parte de los benefactores benévolos, entregando
menús y gentilmente remendando a los humanos torpes. El Sr. Morgan se ríe de las
imágenes. A mí no me parecen particularmente divertidas, pero me aseguro de reír
entre dientes en los momentos apropiados.

Mientras observo, mi cerebro lucha con otros asuntos. Cómo abordar el tema
de ser un Otro con Lucas si somos capaces de hablar más tarde. Cómo sobrevivir a
las entrevistas sin ser descubiertos.

Por qué Ko piensa que la humanidad está en peligro, o que Lucas y yo de


alguna manera podemos salvarlos si realmente lo están.

Dan las nueve y media, por fin. El Sr. Morgan pone las noticias y yo escapo a
la bienvenida soledad de mi habitación. A las diez la televisión se apaga y él camina
hacia la parte inferior de las escaleras, gritándome:

—Buenas noches, Thea.


—Buenas noches, papá.

Se arrastra al dormitorio que ahora es sólo suyo y cierra la puerta con un suave
sonido. Me cambio a unos pantalones gruesos y una sudadera, entonces apago la
luz de mi habitación. El asiento de la ventana ofrece una visión clara de la calle y me
acurruco entre las almohadas para esperar. Un Vigilante pasa a las diez y media, la
luz de la farola reflejándose en sus pulidos zapatos negros. Le da a cada casa una
mirada superficial; todas las luces están apagadas.

Lucas necesita saber acerca de la noche en que la Sra. Morgan enloqueció. La


revelación de que los Otros les han lavado el cerebro a todos menos a nosotros me
impacta de forma desequilibrada y obvia a partes iguales, ahora que lo sé. He
pensado detalladamente en esa noche tantas veces, pero la idea será nueva para
Lucas.

Organizo mi historia en mi mente, ordenando los detalles de esa noche. La


peor noche de mi vida. La forma en que Elij cambió los recuerdos del Sr. Morgan y
del Sanador. La presencia despreocupada en mi cabeza mientras él me observaba a
los ojos fijamente. La forma en que Deshi pareció causarle al joven Otro dolor al
mirarlo. Parece indicar que son capaces de entrar en la mente de los unos a los otros
también.

Mi teoría me deja con dos preguntas horribles. Primero, ¿qué le pasó a la Sra.
Morgan en la cena? Si los Otros les lavan el cerebro a los humanos para mantenerlos
felices y contentos, ¿por qué dejó de funcionar en ella? Segundo, no estoy
mentalmente controlada y tampoco Lucas, pero ¿por qué? La respuesta obvia es que
eso nos hace Disidentes. Es por eso que experimentamos sentimientos malos y muy
buenos también. No explica el hecho de que puedo derretir cosas con un dedo, pero
una cosa a la vez.

Es extraño. He crecido sabiendo que soy diferente, pero en realidad nunca


consideré que podría ser un Otro.

Un Vigilante diferente pasa bajo la farola. Once en punto.

Cuando gira la esquina agarro una manta de mi cama y bajo a hurtadillas por
las escaleras. Aguanto la respiración ante el pequeño sonido que hace la puerta al
abrirse con un chillido y salgo al porche trasero. Al principio no veo nada, y la
decepción obstruye mi corazón.
Un vaso de papel con una cuerda delgada arrastrándose por el fondo me
llama la atención, sobre todo porque raramente hay basura tirada alrededor. Hay
una hoja de papel atrapada cerca de las rocas llenando el fondo de la taza.

Vas a pensar que esto es una locura, a no ser que funcione. Creo que
solía jugar con uno de estos cuando era pequeño. Vuelca las rocas, estira muy
bien la cuerda, y pon el extremo abierto en tu oreja.

No está dirigido a mí o firmado. Lucas no sería tan tonto como para dejar
nuestros nombres expuestos para cualquiera que pudiera tropezar con ellos. Suena
loco, pero no tenemos nada que perder, así que en vez de perder el tiempo
cuestionándolo, vuelco las rocas y sigo sus instrucciones. Salto cuando la taza vibra
en mi mano y la voz de Lucas llega a través de ella.

—¿Puedes oírme, Althea?

Tomo el vaso de mi oreja y lo presiono alrededor de mis labios.

—Sí.

—Vaya, funciona. Pensé que lo había soñado.

—¿A veces tienes sueños extraños que se sienten más como recuerdos?

—Sí. Creo que son recuerdos de mi verdadera familia. Me llaman Fils, y eso
me hace feliz. Nombré al pez por eso.

El vaso se encuentra todavía en mi mano durante varios segundos. Ahora que


estamos hablando, me agarra un nerviosismo tímido. Sólo tenemos unos veinte
minutos hasta la próxima patrulla.

—Dime en dónde pasas tus estaciones —me pregunta.

Es una pregunta fácil, una con una respuesta simple.

—En invierno me quedo con los Clark en Iowa. Y en primavera, en Portland


con los Hammond.

—¿Y los veranos? —Él hace la pregunta casualmente, pero hay una razón, sé
que la hay.

Tengo una teoría sobre esto, y estoy feliz de tener la oportunidad de probarla.
—Nunca es verano.

—¿Qué quieres decir con que nunca es verano?

—Creo que sabes muy bien lo que quiero decir. Apuesto a que en tu mundo
nunca es invierno.

—Tienes razón. Primavera aquí. Verano en Georgia. Solía pasar los otoños en
Portland. —Una intriga aturdida lucha con el asombro en su voz.

El entendimiento amanece como un nuevo día, inevitable y brillante.

—Es por eso que siempre estás frío y yo estoy siempre caliente. Quiero decir,
no explica nada, pero en cierto modo tiene sentido. —Otra pregunta, impulsada por
el mensaje de Ko en el collar, me preocupa—. Entonces, ¿qué piensas que no trajo
hasta aquí para estar juntos, ahora? ¿Qué cambió?

El silencio se extiende entre nosotros. Algo ha cambiado. Lo sentí incluso


antes de que los Vigilantes aparecieran en nuestra Excursión, anunciaran que nos
estaban observando, y comenzaran a transportar a estudiantes Terminales lejos. Es
como si alguien, en algún lugar nos ha mantenido separados durante dieciséis años.
Toda la situación está tan cuidadosamente orquestada, la forma en que vamos a los
mismos lugares pero nunca nos encontramos. La mano gigante detrás del misterio
de nuestras vidas, invisible hasta ahora, parece tan clara como la nariz en mi cara.

Cuya mano, o qué mano, está por verse.

El vaso me sobresalta cuando salta con la respuesta de Lucas.

—Algo. La única manera en que vamos a descubrirlo es al oír lo que están


preguntando en esas entrevistas.

Asiento, entonces recuerdo que no puede verme.

—Sí. Tenemos que saber lo que están buscando antes de tratar de engañarlos
pensando que no somos eso. —El vaso permanece plano contra mi oído por un
tiempo, y cuando estoy segura que Lucas no va a responder, lo sostengo alrededor
de mis labios, la duda presionando contra mi corazón—. Lucas, ¿cómo vamos a
combatir a los Otros? Es ridículo. No tenemos nada con que combatirlos.

—Tiene que haber una manera, Althea. Somos diferentes. Sólo tenemos que
averiguar de qué se trata.
Traducido por HeythereDelilah1007

Corregido por Katt090

A inicios de la semana siguiente, nos dan la opción de pasar la hora que le


sigue a la Célula a solas. De manera perturbadora y extraña, Deshi y Leah han
empezado a cortejarse. No quería creerlo cuando él puso su brazo alrededor de ella
en la Célula, pero Leah nos contó durante el almuerzo que su Permiso Parental es
esta tarde. Van a estar ocupados hasta después de la cena. Perfecto.

Lucas me trajo su nota de Ko, la cual pedí ver porque definitivamente no la


lleva en un collar. Está escrita en un papel cualquiera embutida en un librillo de
plástico, así que lo meto dentro de mi mochila para examinarla después. La tarde es
fría y ventosa; mechones de mi cabello siguen pegándose a mis labios. Sentarse
afuera es incómodo ahora que el clima se está poniendo más frío, más amargo, cada
día. El otoño está por terminar, el invierno mordiéndole los talones como un perro
rabioso.

Nos permiten estar en el parque, pero las cámaras puestas en las fronteras y
en el árbol ocasional todavía me ponen nerviosa. Lucas escogió un buen lugar,
escondido tanto de la valla y los árboles con cámaras, así como de los Vigilantes que
están aquí fuera. Nos sentamos cerca el uno del otro metidos en nuestras chaquetas
extensibles y murmuramos en voz baja.

—Tenemos que descubrir qué nos hace diferentes y cómo usar eso para
pelear contra ellos. —Lucas espera mi respuesta, recostado sobre el tronco de un
olmo.

La rabia hierve ante la mención de los Otros, la necesidad de exponerlos por


lo que están haciendo a punto de entrar en ebullición. Me deslizo más cerca y tomo
su mano.
—No es como si la manera en la que somos inusuales sea amenazante. Digo,
no estamos siempre felices, cuestionamos la autoridad y bondad de los Otros, y
nadie parece realmente cómodo a nuestro alrededor.

También los dos somos como sombras. Pero no para el otro.

—Y olemos raro, que no se nos olvide eso. Oh, y podemos calentar y enfriar
una habitación como nadie más. —Lucas sonríe, haciendo que mi estómago de un
vuelco.

El silencio se extiende durante varios segundos mientras mi estómago se


reorganiza de vuelta a la coherencia. Tomar respiraciones profundas me tranquiliza
un poco. Hago una nota mental para evitar mirar a su sonrisa si lo que quiero es
lograr hablar de manera medianamente inteligente después.

El piar y gorjear de los pájaros fuera de la frontera rodea la tarde. Las notas
complacientes se meten por mis oídos y se esparcen en mi interior dejándome
anhelante en su batir. Mientras estoy observando uno de los bonitos azules vuela lo
suficientemente cerca de la frontera. Hay un sonido fuerte y las plumas vibrantes
flotan hasta el suelo.

—Tampoco pueden controlar nuestras mentes —susurro.

Su cabeza se levanta de golpe, sus ojos confundidos buscando mi cara.

—¿De qué estás hablando?

—Lucas, tengo que decirte algo sobre la noche en que la Sra. Morgan
desapareció.

Él se sienta derecho.

—Sí, quería preguntarte por eso. ¿Qué tan raro fue eso de tener Vigilantes en
la casa, observándote? No sé cómo lo lograste.

—Las cosas estuvieron muy locas. Entre todos los niños desapareciendo, tus
mentiras sobre la oficina del Director y Deshi invitándome al Amasijo, mis nervios
estaban bastante afectados.

—¿Deshi te invitó al Amasijo? —Las facciones de Lucas se fruncen, y su voz


suena extraña, tensa.

—Sí, pero ese no es el punto. Unos días después llegué a casa de mal humor
y la Sra. Morgan mencionó a los Vigilantes llevándose al bebé de la casa de al lado.
Todas esas emociones junto a la rabia hicieron un festín dentro de mí… y cuando
mencionaron que el bebé del vecino estaba defectuoso de una manera tan casual,
perdí el control.

—¿Qué quieres decir con que perdiste el control? ¿Así como en que los hiciste
sudar?

Al principio, su tono juguetón me irrita. ¿Cómo puede pensar en bromear en


un momento como este? Aunque, bueno, su habilidad para aligerar mi tan frecuente
actitud seria es una de las cosas que más me gustan sobre él.

Él me gusta.

El pensamiento se interpone en mi historia por un momento, haciendo que


Lucas piense que me ha fastidiado con la interrupción.

—Lo siento. Sigue.

—Está bien. Si hice que el lugar se pusiera bastante caliente. Puse a hervir un
poco de agua. Y quemé la crema. De todas maneras, perdí el control en el sentido
en que me levanté de la mesa y les grité. Por no interesarse en el bebé,
principalmente, pero también por qué no les importa cuando yo me voy. Me callé lo
suficientemente rápido, dándome cuenta que mi comportamiento no era Aceptable,
pero no podía apagar mi mente. El Sr. Morgan no sacó conclusiones sobre eso, sólo
se quedó ahí sentado masticando su pato. Sin embargo, la Sra. Morgan… cuando la
miré a los ojos pude notar que ella me veía. Como en, realmente me veía.

—¿Quieres decir que simplemente no aceptó que pertenecías ahí?

—Exactamente. También estaba muy asustada. Se alteró por completo,


señalándome con el dedo y preguntándole al Sr. Morgan quién era yo y de dónde
había salido. Retrocedió y agarró la perilla de la puerta como su estuviera a punto
de escapar.

—¿Qué hiciste?

—Intenté calmarla, al igual que el Sr. Morgan. Nada funcionó. Cuando me le


acerqué, se encogió lejos, terriblemente asustada. Me preguntó qué era. Tenía que
hacer algo. No podía dejarla huir por ahí diciendo que no soy su hija, que no soy
como todos los demás. Así que la empujé, se golpeó la cabeza contra la pared y se
desmayó.

—¿Tú qué?
Me encogí de hombros para esconder lo espantosas que me parecían mis
propias acciones, y para terminar la historia, incluyendo la aparición de Deshi y la
conversación sobre los velos despojados.

Lucas se queda en silencio y se acuesta sobre su espalda. Después de un


minuto le da unos golpecitos a la manta a su lado, y dejo de mirarlo fijamente y lo
imito. Es extraño, relajarse de esta manera. No es natural para mí. Después de unos
cuantos minutos su mano encuentra la mía otra vez. Nos quedamos quietos, la brisa
cerniéndose por entre las ramas desnudas y los sonidos distantes de los animales
mezclándose juntos en su armonía silenciosa.

Espero porque quiero que sus pensamientos estén separados de mis propias
opiniones. Se queda callado durante tanto tiempo que volteo mi cabeza para ver si
que quedó dormido. No tengo idea de cómo eso puede ser posible dado la
electrizante emoción zumbando entre nosotros. Tal vez solo me está afectando a mí.

No está dormido, pero se ve pensativo.

—Debe ser terrible ser como ellos. Están atrapados dentro de sus propias
mentes y no saben que los Otros tienen el control.

Escucharlo decirlo en voz alta rompe mis últimas barreras de negación.

—Sí. Después de lo que vi anoche, de cómo cambiaron los recuerdos de


todos… algo pasó en nuestra cocina y su control dejó de funcionar en ella.

—Ella se despojó de su velo.

Las palabras que los Otros usan se transforman en una frase aplicable.

—Les hacen algo a los humanos para que estén siempre felices. Así no les
importa cuando sus hijos están defectuosos o que tienen que ver las mismas
películas todas las noches de la semana.

Um. ¿Cuándo empecé a hablar de los humanos como algo ajeno a nosotros?

Susurro mis peores miedos a través de mis dientes temblorosos.

—No funciona en nosotros, Lucas. ¿Y si somos como los Otros?

La confusión se asienta en mí a medida que Lucas se ríe a carcajadas. El sonido


cálido y profundo se abre paso en mi interior y fuerza una sonrisa en mi cara.

—No nos volvamos locos, Althea. Una cosa a la vez. Si somos como los Otros,
supongo que lo descubriremos a su debido tiempo. Eso podría tener sus ventajas.
—Como poder decirles a los Monitores que no nos pongan tarea.

—Viajar cuando queramos.

—Leernos la mente entre sí.

Ahora nos reímos juntos, rodando sobre la manta como un par de niños. Se
siente tan bien. Nuestra risa se convierte en hipos y nos quedamos quietos, jadeando
para poder respirar.

—Si fuéramos Otros, ¿por qué Ko se molestaría en decir que somos


Disidentes? Hemos confiado en él y en esas notas toda nuestra vida. No creo que
deberíamos parar ahora.

Calmada, considero los hechos. Ko dice que no somos Otros donde cuenta,
en el interior. Él dice que somos Algo Más. No Otros. No humanos. Disidentes. La
certeza se instala en mi espalda como la mano de un padre.

—Está bien. Confiamos en Ko. Pero tenemos que hacer algo además de
sentarnos por ahí a esperar las entrevistas con los Otros, o a que uno de nosotros
viaje a otra estación.

No hay rima o razón detrás de nuestros viajes, cuándo van a suceder o a


dónde vamos. Podría irme al invierno a continuación, o podría no hacerlo. Podría
pasar esta tarde, o al último segundo posible del otoño. A menudo repito la misma
estación una y otra vez. Más a menudo, paso la estación completa en un solo lugar
y luego sigo en orden, saltándome el verano, por supuesto, pero no siempre.

El tren de pensamientos es inútil. Preocuparme no va a cambiar nada, pero


hago una petición rápida y silenciosa para que nos quedemos juntos. Lucas y yo
podemos discutirlo cuando nuestro estado de ánimo no esté tan despreocupado.

Él se inclina más de cerca, su rostro repentinamente serio.

—Vamos a averiguar exactamente qué es lo que podemos hacer. Y vamos a


hacerlo juntos. —Los ojos de Lucas bajan a mi boca y se quedan ahí. Su voz baja a
un susurro áspero—. ¿Puedes leerme la mente ahora mismo?

No puedo encontrar el aire suficiente para responder, pero el deseo


iluminando sus ojos enciende una luz similar en mi vientre. Darme cuenta que quiere
besarme envía una ola de calor y nervios a través de mi cuerpo. Solo las parejas
tienen permitido besarse, y besarse en público no es Aceptable.

Pero no quiero detenerlo.


Tragó un par de veces y lamo mis labios, sintiendo el sudor acumulándose en
las palmas de nuestras manos. Mis ojos se cierran, como si supieran qué hacer de
manera automática. El sonido similar al rugido de una marea se apresura a mis oídos
y mi corazón tiembla.

En el último momento una voz poco bienvenida perfora el aire, llevando al


momento a una estrepitosa parada.

—Vaya. Em. Lo siento, chicos. Leah y yo tuvimos que reprogramar el Permiso


Parental y decidimos dar un paseo. Nosotros no…

Mis ojos se abren de golpe y veo a Deshi y a Leah parados a unos cuantos
pasos de distancia. Le toma un minuto a mi cerebro ponerse al día y por primera vez
Lucas también tiene problemas volviendo a recuperar el control. De hecho, me
recupero primero.

—Está bien. Estábamos a punto de regresar.

Para darle crédito a la extraña pareja, ninguno de los dos me llama la atención
por mentir. Es obvio que no estábamos hablando, o regresando, y dependiendo de
la cantidad de tiempo que pasaron entre los árboles, podrían saber mucho más de
lo que me hace sentir cómoda.

Lucas se las arregla para no verlo ferozmente, poniendo una sonrisa en su cara
mientras se levanta y estira sus largas piernas. Deshi pasa de largo y el aire se mueve
a mi alrededor. Mis músculos se tensan cuando mis ojos se encuentran con la mirada
sorprendida de Lucas.

Deshi huele diferente.

Todavía como a tierra y humedad, pero podrida. Como si la tierra estuviera en


mal estado, o le hubieran crecido hongos. Los Hammond, mi familia de primavera,
son jardineros ávidos. Labramos la tierra y plantamos vegetales y flores. A veces las
plantas mueren por enfermedades. La que mata más comúnmente a los tomates es
una plaga infecciosa.

Así es como huele Deshi.

En lugar del olor a la lluvia en un jardín recién plantado, huele como a muerte.

Intento deshacerme del sentimiento mientras los cuatro caminamos hacia la


entrada del parque. Hacemos una pausa antes de dirigirnos en direcciones opuestas,
y Deshi tiembla melodramáticamente.
—¿Está haciendo mucho frío, no creen?

La manera en que mira en mi dirección cuando pregunta hace que mi


estómago se hunda hasta mis zapatos; me hace sentir como si él pudiera ver a través
de mi piel y en mis secretos. Su amenaza de la otra noche no mejora mi confianza.

Lucas se acerca aún más a mí y responde, aunque Deshi haya dirigido la


pregunta claramente hacia mí.

—Un poco, pero no nos molesta. Es agradable.

Deshi nunca mira hacia Lucas, su mirada penetrante me tiene capturada.

—Qué bien por él. No le molesta el frío.

—A mí tampoco me molesta. Es vigorizante.

Un tono beligerante tiñe mi voz; más como a un niño petulante que a una
chica a la que casi besan hace solo un momento. Deshi alza las manos y deja pasar
el tema. Por la manera en la que nos mira, pasando de uno a otro, dice que va a
dejarlo por ahora, pero no para siempre.
Traducido por HeythereDelilah1007

Corregido por Aniiuus

—Tengo una idea, pero no creo que vaya a gustarte. —Lucas me mira de
reojo, negándose a caminar más lento. Es casi la hora de regresar a las casas.

—Bueno, ponme a prueba. Tenemos cosas por discutir, y una conversación


de veinte minutos usando vasos de papel no va a bastar.

—Está bien, bueno las únicas cosas que sabemos que podemos controlar son
el frío y el calor. Creo que deberíamos practicar. Podríamos usar eso, tal vez.

—¿Qué, estás completamente loco? —El pensamiento se me hace tan


peligroso que sobresale por sobre todo lo demás—. Podría hacerte daño. Y
podríamos atraer demasiada atención.

—Los Vigilantes van a entrevistarnos pronto… ¿de verdad crees que no van a
notar la manera en que olemos? ¿O qué pasa si miran dentro de tu cabeza y no eres
capaz de engañarlos esta vez? Vamos a tener que encontrar una manera de luchar
contra ellos, o bien podríamos rendirnos ahora mismo.

La tristeza por la pérdida de la Sra. Morgan se mezcla con la ansiedad latente


por la muerte de Greg. El recuerdo de la alegría apenas contenida en las caras de los
Otros ante la perspectiva de deshacerse de un humano tiembla dentro de mi cabeza.
Ellos se han llevado a una docena de nuestros compañeros de Célula este otoño y
nos harán lo mismo a Lucas y a mí si nos atrapan.

La determinación naciente de no solo mantenerme a mí misma con vida, sino


también a Lucas me sorprende con su ferocidad.

Llegamos a la puerta principal de los Morgan y nos quedamos parados


incómodamente en el porche. Me trae recuerdos de la noche del Amasijo, cuando
ambos estábamos desesperados por creer que el otro podría ser también un
Disidente. Lo que Lucas dice tiene sentido: ser capturada y estar defectuosa
ciertamente tampoco está en mi lista de cosas por hacer, y la perspectiva de
rebelarme contra lo que es Aceptable me trae un sentimiento de emoción que se
asemeja al que viene con la perspectiva de estar fuera de la frontera.

—Está bien. Pero tenemos que encontrar una manera de hacerlo seguro.
Odiaría prenderte en fuego.

Lucas me da una engreída sonrisa de satisfacción, luego me empuja en un


abrazo. Sus brazos se sienten fríos a mi alrededor al principio, pero el calor de mi
cuerpo lo equilibra. En vez de alejarse rápidamente, como de costumbre, me sostiene
hasta que me relajo contra él, descansando mi cabeza sobre su pecho. Cuando me
suelta, un sentimiento de pérdida cae sobre mí como una manta pesada. Quiero
saber lo que se siente besarlo, sentir algo además de nuestras manos cuando se
juntan. La sensación del calor contra el frío, lo cálido y lo gélido pasando entre
nosotros. El conocerlo mejor.

Años de usar la distancia como una forma de protegerme asegura que no


tengo ni idea de cómo conocer a nadie.

Él se da la vuelta para irse, pero recuerdo mi idea y se escapa de mi boca.

—Oh. Hablando de ideas locas, ¿y si podemos averiguar de alguna manera lo


que los Vigilantes están preguntando en las entrevistas? De esa manera podríamos
prepararnos para las nuestras y eso podría decirnos lo que los trajo aquí,
exactamente, para empezar.

—¿Cómo? Nadie recuerda lo que sucede en ellas. —El tono previo lleno de
esperanza en la voz de Lucas se vuelve dubitativo, pero no veo cómo su idea de
prenderle fuego a algunas cosas, o congelarlas, es de alguna manera más útil.

—No lo sé. Si podemos descubrir en dónde están haciendo las entrevistas,


¿podríamos espiar, tal vez? Es sólo una idea.

Lucas asiente, con una mirada pensativa en su pálida cara.

—Vamos a pensarlo, ¿de acuerdo? Es una buena idea, si nos podemos


preparar eso haría toda la diferencia. Al menos, creo que podría tener una manera
de averiguar en dónde están haciendo las entrevistas.

Él trota a casa y yo entro a la mía justo a tiempo, preguntándome qué es lo


que quiso decir. El Sr. Morgan me saluda con una rápida sonrisa temblorosa y me
dice que la comida llegará en más o menos una hora. Chuletas de cerdo y
macarrones.

—Estaré aquí para la cena. Voy a hacer la tarea.

El Sr. Morgan asiente mientras yo subo por las escaleras, me pongo unos
pantalones de pijama grises, calcetines gruesos y una camiseta con capucha, luego
me dejo caer en mi cama. Mi mochila rebota contra el colchón a mi lado, pero no es
la tarea lo que voy a revisar.

Rebusco dentro buscando las notas de Lucas.

Sacando el pequeño librillo de plástico, lo miro fijamente por unos segundos,


soplando lejos algunos mechones rojos que se escapan de mi coleta y se pegan a la
comisura de mi boca.

No es como nada que haya visto antes. La portada tiene una fotografía de
cuatro hombres y la palabra Byrds, mal escrita. Me toma un minuto descubrir cómo
abrirlo, pero cuando lo hago encuentro un círculo plano y plateado en un costado.
Líneas diminutas pasan a través de su circunferencia en eternos bucles, cualquier
información que pudiera contener es imperceptible. La nota de Lucas se encuentra
dentro del librillo que hay al lado opuesto del contenedor. Las palabras de Ko son
idénticas a las que yo recibí, a excepción del nombre.

El librillo está unido por pequeñas protuberancias de plástico, pero éstas se


pueden soltar sin problema. Dándole la vuelta, mis dedos trazan los rostros de los
hombres en la portada. Extrañas agrupaciones de palabras, no son frases enteras
sino pedazos de pensamientos y emociones, llenando la parte de adentro. Las miro
todas, luego las vuelvo a leer, más lentamente. Para cuando el Sr. Morgan me llama
a cenar, un estado extraño de trance se ha apoderado de mí.

De vuelta a mi habitación sin ningún recuerdo de haber comido, conversado


o subido por las escaleras, me subo de vuelta a la cama suave y leo las palabras
nuevamente. Muchos de los párrafos hablan sobre el amor, amor de verdad, no sólo
de parejas obligadas. Algunas parejas se aman entre sí, como creo que sucedía con
los Morgan, pero los humanos raramente se emparejan por amor. Muy a menudo
los Otros nos emparejan. Lo que nuestros compañeros de Célula creen de Lucas y
yo, que vamos a ser pareja voluntariamente, es poco común.

Dos secciones del librillo resaltan ante mí, enfocándose en diferentes temas.
La manera en que las palabras se funden entre sí les da un significado que jamás
podrían tener por su cuenta. Una en particular llama mi atención, se asienta en mí
profundamente y se niega a irse.

Para todo hay una estación,

Y un tiempo para cada propósito, bajo el Paraíso.

Más palabras siguen. Un tiempo para nacer, un tiempo para morir. Un tiempo
para ganar, un tiempo para perder. Un tiempo para reír, un tiempo para llorar. Pero
esas seis se repiten una y otra vez en toda la página, como si fueran las más
importantes. Para todo hay una estación. Esas palabras me acosan, se burlan de mí,
como si tuvieran sus propios secretos por contar. Muchas de las palabras en el librillo
son nuevas para mí, sus significados imposibles de saber.

Paraíso. Llorar. Bailar. Lamentar. Guerra.

Es extraño, pero algunas de esas palabras suenan familiares cuando las digo
en voz alta.

Para todo hay una estación. ¿Qué tiene ese verso?

El tono en general me atormenta, pero no porque sienta que me está faltando


algo. Es el tira y afloja de todo esto.

Un tiempo para ganar, un tiempo para perder.

He ganado tanto en estos últimos días. Pensar en perderlo es demasiado para


soportar. Lucas y yo sólo hemos arañado la superficie de lo que puede ser posible.
Muchas cosas parecen factibles ahora que ya no estoy sola.

Un tiempo para nacer, un tiempo para morir. Como la Sra. Morgan. Como el
bebé de la casa de al lado, aunque nadie sabe con certeza lo que les pasa a los
defectuosos. Nunca me he permitido pensar en eso, pero después de mi encuentro
cercano con los Otros estoy más confundida que nunca. Dijeron que habían
catalogado a la Sra. Morgan en la lista de los defectuosos, no que ella estuviera
defectuosa. ¿Puede ser posible que no todos los que están defectuosos son
desechados?

Para todo hay una estación.

La pequeña idea que ha estado rondando fuera de mi alcance cae entre mis
manos. Las implicaciones envían mi corazón a galope, pero sin Lucas para ponerlas
en balance, no es fácil decir si sólo estoy imaginando la manera en que las palabras
reflejan mi vida, nuestras vidas.
Para mi sorpresa, duermo largo y tendido, abriendo mis ojos apenas unos
momentos antes de que el Sr. Morgan suba por las escaleras para hacer que me
levante. Los días pasados han revigorizado la energía reprimida que he estado
cargando durante todos estos años. Por fin tiene algún lugar a dónde ir. He pasado
mi vida mezclándome, pasando desapercibida, descubriendo una manera de actuar
con normalidad. Ahora, podría ser capaz de no solo encontrarle sentido a mi
existencia, sino controlarla.

De todas formas, una vez despierta, salgo de la casa en tiempo record,


esperando a Lucas en la calle durante cinco minutos enteros antes de que salga.

—Buenos días. —Mi sonrisa no se detiene, y salto de un pie a otro mientras


espero que llegue a mi lado.

Lucas se detiene frente a mí, sus ojos suavizándose cuando mete un grueso
mechón de cabello detrás de mi oreja. Sus dedos rozan mi mejilla, dejando una
sensación extraña, entre helada y caliente a su paso. Luego sonríe.

—Entonces, ¿qué es lo que te mueres por contarme?

—Leí esas palabras dentro del pequeño librito brillante, ¿sabes? La mayoría
eran bonitas, pero otras se quedaron clavadas en mi cabeza. Las que hablan de las
estaciones y cómo cambian. El verso “para todo hay una estación”. Me hizo pensar
en nosotros. —Mis ideas burbujean mientras caminamos hacia la Célula. Podrían
estar muy fuera de lugar, pero no se siente de esa manera. Lo he repasado una y otra
vez en mi cabeza cientos de veces desde anoche, y se siente real.

—Quieres decir, ¿porque ambos nos saltamos una estación?

Asiento, deseando que no me hubiera interrumpido.

—Sí. Pero estamos nosotros dos, y hay cuatro estaciones. Y la nota, la que nos
dio Ko, dice que somos más… no otra persona, no alguien más. ¿Ves lo que estoy
diciendo?

La comprensión cae sobre sus ojos, emocionados y maravillados.


—Crees que hay otras dos personas más como nosotros. ¿Una se salta el
otoño, y la otra se salta la primavera? —Su expresión se vuelve pensativa—. Sabes,
podrías tener algo ahí.

—Y las esencias que se aferran a nosotros, le recuerdan a la gente la estación


que nos saltamos, también, ¿cierto? Tú mismo dijiste que el jazmín te recuerda al
verano en Georgia. Los Otros dijeron lo mismo la noche en que intentaron lavarme
el cerebro. Que yo olía a verano. Tal vez jamás has pasado el invierno en Iowa, pero
hueles como a las arboledas de pinos que hay en los extremos del parque ahí.

Lucas se queda en silencio por un minuto, considerando con cuidado toda la


evidencia, lo que estoy empezando a ver, refleja su verdadera naturaleza. Estamos
inexplicablemente conectados a esas estaciones que nunca hemos experimentado;
incluso nuestras extrañas habilidades las reflejan. Extrañamente tiene sentido que
haya dos más como nosotros, lo que sea que seamos, ahí afuera, también viajando.
Uno que nunca ve las hojas caer de los árboles o siente el aire volverse frío. Otro que
nunca ve las plantas florecer, o soporta una eternidad de días de lluvia cálida.

La realización debe golpear a Lucas al mismo tiempo que a mí, porque cuando
ambos empezamos a hablar nuestros ojos parecen idénticos discos enormes.

—Deshi…

Nos detenemos. Lucas me hace gestos para que siga.

—Deshi huele a primavera. O, al menos, así era cuando llegó por primera vez.
Todavía lo hace, sólo que es una primavera podrida, en lugar de una fresca.

Lucas asiente.

—Si es momento para que nos conozcamos, tiene sentido que los tres
hayamos terminado juntos. El cuarto no puede venir aquí, porque es otoño.

Un pensamiento errante desanima mi humor lleno de júbilo. La mención de


Lucas con respecto a nuestra contraparte de otoño no pudiendo venir trae de vuelta
la certeza que vamos a tener que separarnos eventualmente. Mi corazón duele con
el pensamiento de estar sola otra vez. Si voy a invierno o Lucas a verano, no podemos
estar juntos.

—Esto es una locura. —Mi cerebro lucha por comprender la realidad de


nuestras vidas—. ¿Por qué viajamos? ¿Por qué nos saltamos las estaciones a las que
nos parecemos? Tiene que haber una razón.
—Me encantaría ser capaz de responder siquiera a una de esas preguntas. O,
¿por qué no somos robots felices y complacientes como todos los demás?

La sugerencia me hace estremecer.

—Por muy extraña que sea mi vida, no cambiaría el ser capaz de sentir por
nada más. ¿Y tú?

—No. No ahora, de todas maneras. Hace un par de semanas podría haberlo


considerado. —La manera en que sus ojos se quedan clavados en mi cara hace que
mis mejillas se calienten, y él se ríe—. ¿Siempre vas a tener tu cara ardiendo de esa
manera?

—Oye, ¡no es como si tus manos heladas no me hicieran saltar!

Lucas toma mi mano, probando que mi alegato era mentira cuando no salto
en lo absoluto, sino que me aferro a él como si mi vida dependiera de ello.
Caminamos sin hablar por varios minutos hasta que la Célula está a la vista desde la
calle. Alcanzamos la puerta principal, ambos con nuestras sonrisas de siempre ahora,
y vamos por caminos diferentes. El día no tiene nada de peculiar mientras transcurre.
Leah derrama su leche en mi regazo a la hora del almuerzo, pero estos episodios
suyos se han vuelto comunes. Lucas me alcanza en el pasillo antes del examen de
química. Sus ojos brillan a medida que cierra la puerta de mi casillero y me agarra
del brazo.

—Quedan todavía siete minutos antes del bloque. ¿Cuál es el afán?

—Quiero mostrarte algo.

La curiosidad exalta mis sentidos cuando entramos al salón de química y él


me lleva a los gabinetes donde se guardan los materiales. Las partes superiores están
llenas con vasos vacíos puestos sobre una bandeja, idénticos en tamaño, junto con
un aparato para calentar y un termómetro.

—¿Querías mostrarme unos vasos?

Lucas pone sus ojos en blanco.

—Sólo mira. —Se sube las mangas de la camisa por encima de los codos y
envuelve un contenedor con sus manos fuertes. En segundos se congela por
completo, emitiendo una serie de sonidos como de agrietamientos y estallidos. Aleja
sus manos, sonriendo como un idiota.
Estiro un dedo y toco el vidrio, sintiendo mis ojos ampliarse. Está congelado
sólidamente.

—Has estado practicando.

—Sí. Me tomó unos cuantos intentos descubrir cuánto poder debería usar.

—¿Puedes controlarlo?

Evita mirarme.

—Estoy mejorando. Accidentalmente congelé toda la ropa dentro de mi


armario esta mañana.

Me rio, notando ahora que está usando lo mismo que usó el día anterior.

—Interesante. ¿Qué vas a hacerle a los Otros, volverlos prisioneros en bloques


de hielo?

—Tal vez. Al menos estoy intentando algo.

La respuesta de Lucas me molesta, pero tiene razón. Intentar liberar el calor


todavía me asusta, incluso aunque haya logrado mantener un fuerte control sobre el
mismo cuando estaba calentando el agua en el cuenco de Fils. Aun así, es fuego. Si
pierdo el control, o uso demasiado, las cosas podrían ponerse feas demasiado
rápido.

—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora con ese vaso congelado?

Los estudiantes van a empezar a llegar en cualquier momento. Él me da una


mirada maliciosa que yo interpreto y sacudo la cabeza. Este no es el momento de
intentar algo.

—De ninguna manera, Lucas. Las personas van a empezar a llegar en cualquier
momento. No deberías estar jugando con esto en la Célula.

Él se encoge de hombros.

—Tenemos un examen hoy. Se van a descongelar antes de que alguien lo


note.

Lucas y yo nos alejamos del gabinete y nos sentamos en nuestros asientos


mientras las otras personas entran. Las risitas y otras tonterías típicas del final del día
se disipan a medida que las luces bajan y el Monitor empieza el bloque.
—Estudiantes, hemos cambiado los planes para hoy. Los Vigilantes nos
pidieron que esperáramos antes de darles sus primeros exámenes hasta que todos
hayan terminado con las entrevistas. En lugar de eso, vamos a hacer un experimento.
Háganse compañeros de la persona sentada a su derecha; vayan a recoger las
bandejas dispuestas en la parte de atrás.

Mi boca se seca. Me pongo de pie detrás de Lucas, pero para cuando llegamos
al mostrador la mitad de la clase está frente a nosotros. Varias parejas han
seleccionado ya una bandeja, y el vaso congelado desapareció. No hay manera de
descubrir quién lo tiene.

El Monitor proyecta el experimento en la pantalla y no hay nada más que


hacer aparte de empezar. Debemos hervir agua sobre un mechero, luego echarla en
uno de los vasos. El otro para ser llenado con agua fría. Después de eso debemos
ponerlas en un refrigerante y ver cuál de los dos se congela primero.

La caliente lo hará. Todos lo sabemos. Cuando completas el experimento


tantas veces en cierto modo pierdes el propósito al hacerlo.

Mis manos tiemblan, derramando parte del agua fría sobre el escritorio de
Lucas. Él me quita la jarra en silencio, los nervios moviéndose entre nosotros como
electricidad. Nadie dice nada sobre algún vaso congelado. Tal vez no lo han notado,
o tal vez piensan que el de los demás también lo está.

La mano de Lucas roza la mía y la convierte en hielo. No literalmente, gracias


al cielo. Le lanzo una mirada, sermoneándolo con los ojos. Esto es lo que se gana por
experimentar en la Célula. Si vamos a probar el alcance de nuestras habilidades
tenemos que ser cuidadosos. Inteligentes.

El montón de agua puesto sobre el aparato caliente empieza a hervir y Lucas


usa una toalla para agarrarlo por el mango y lo derrama sobre el segundo
contenedor. Vapor empieza a salir del agua hirviente cuando un fuerte crujido
seguido por el sonido de agua derramándose sobre el suelo detiene mi corazón. Mi
cuerpo, ya tenso, se lanza al frente en busca de la fuente. Una chica cerca de la parte
delantera jadea en busca de aliento, y sangre roja oscura se derrama de su mano
izquierda cerrada. Su compañera de laboratorio la mira fijamente, boquiabierta e
impotente.

Ver la sangre hace que mi estómago de un vuelco y puntos negros aparecen


frente a mis ojos. Me quedo completamente inmóvil, esperando ver qué va a
suceder. El resto de nuestros compañeros de Célula continúa con sus experimentos,
echando un vistazo a la conmoción cada poco tiempo.

La chica herida hace extraños ruidos de quejidos, pero no cae agua por su
cara. Su piel se ve blanca como una sábana, incolora contra su suéter café oscuro y
los charcos escarlata sobre su escritorio. Ella agarra a su compañera de laboratorio
con su mano libre, apretando tan fuerte que puedo ver su piel enrojeciendo desde
aquí.

—Duele, Emmy.

La voz del Monitor se abre paso entre mi audición amortiguada.

—¿Qué sucede, chicas? ¿Reese, por qué estás sangrando? —Ella está calmada
y tranquila aunque la sangre de Reese se está acumulando sobre el escritorio y sobre
el piso. No es como si se fuera a volverse defectuosa, aunque en realidad se ve
bastante mal.

Por otra parte, la chica con el sangrado nasal tampoco debió haber estado
defectuosa antes.

Los ojos de Reese se nublan y se balancea sobre sus pies. Emmy levanta un
brazo y responde por su compañera.

—El vaso se rompió, señora. Creo que estaba congelado.

Mi corazón se detiene y mi cuerpo se balancea en sintonía con el de Reese.


Lucas se para detrás de mí, lo suficientemente cerca para que nos toquemos. Está
aguantando la respiración; mis propios pulmones arden con el aire sin salir.

Las cejas del Monitor se alzan con sorpresa.

—¿Congelado? ¿Por qué estarían congelados tus materiales? Voy a tener que
reportar esto. Mientras tanto, Emmy, llévala a la oficina del Director y llama a un
Sanador.

Emmy asiente, apoyando todavía a una Reese tambaleante mientras salen del
salón. El Monitor se aclara la garganta hacia el resto de nosotros, todavía
inmovilizados por el incidente.

—Vuelvan a sus experimentos, clase. ¿Los vasos de alguien más están


congelados? —Cuando nadie responde, ella asiente—. Muy bien. Continúen.
Lucas y yo nos amontonamos sobre su escritorio, continuando con nuestro
trabajo a medida que el Monitor nos pone en modo silencioso y activa su propio
equipo personal de comunicación. Ella definitivamente está reportando lo que
sucedió a los Otros. Lo que Lucas ha hecho, en efecto, es confirmarles que hay una
anormalidad en este período, y con nuestras entrevistas la semana después de la
próxima. Una cosa es escabullirse fuera de la frontera, tener conversaciones secretas
con vasos de papel, incluso intentar escuchar a escondidas una entrevista, pero otra
cosa completamente diferente es enfrentar a los Otros de frente.

Un par de Vigilantes entran en la habitación cinco minutos después, llevando


implementos de limpieza y poses de irritación. Trabajan rápidamente con la sangre
y el vidrio roto, luego se posicionan a cada lado de la salida. Cuando suena la
campana todos ponemos nuestros materiales a un lado, reunimos nuestras cosas y
nos ponemos en fila para salir.

Los Vigilantes no le hablan a nadie pero pasamos justo entre ellos de camino
a la salida. Yo voy primero, luego Lucas. No nos detienen. Nos separamos para ir a
nuestros respectivos casilleros. El pavor dentro de mí pulsando y aumentado,
incrementado por la preocupación.

No conozco a esas chicas, Emmy y Reese, en lo absoluto. Nunca les he


hablado. Ahora Reese está herida, e incluso aunque yo no lo hice, una parte de mí
se siente responsable. Lucas nunca habría congelado ese vaso si no nos hubiéramos
puesto de acuerdo en probarnos a nosotros mismos.

Saco mi abrigo y bufanda de mi casillero y lo cierro de un golpe, saltando


cuando la piel sonrosada de Leah aparece donde estuvo la puerta.

—Leah. Me asustaste.

—Lo siento. —Su sonrisa extraña envía escalofríos por la parte trasera de mi
cuello—. ¿Escuchaste lo de Emmy y Reese?

Es una pregunta extraña, considerando que todos tenemos química juntos y


que todo el mundo vio lo que pasó a la mano de Reese. Campanas de alarma se
hacen eco en mi cabeza.

—Sí, lo vi. Reese se cortó.

Leah sacude su cabeza, sus rizos despeinados llenos de vida.

—No. Después que fueron con el Director.


Mis dedos se envuelven alrededor de mi mochila.

—¿Qué pasó?

Su sonrisa se hace más amplia, complacida por su secreto.

—Tuvieron que hablar con los Vigilantes porque el Monitor reportó su vaso
congelado… —Ella cuenta la historia como si quisiera que yo le suplicara, pero
cuando no lo hago continúa con un gruñido silencioso—. Están defectuosas. Los
Vigilantes se las llevaron.
Traducido por Shilo y Scarlet_danvers

Corregido por Aniiuus

Pudimos haber sido nosotros.

Salgo enojada por las puertas principales y paso a Lucas sin hablar, luchando
con la vergüenza por mi egoísmo. Corre para alcanzarme y mantiene el paso. Cuando
estamos solos, tanto como podemos estarlo, me detengo y lo enfrento.

—Te dije que no deberíamos estar tonteando en la Célula.

El color se drena de su rostro a medida que interpreta la mezcla de emociones


en mis ojos.

—Hay algo aparte de los vasos. ¿Qué está pasando?

Un bulto se arrastra a mi garganta, pastoso como un pedazo de papel mojado.


Estoy furiosa con Lucas por ser descuidado, pero es el alivio lo que me hace querer
colapsar. No fuimos atrapados hoy, pero el episodio extraño significa que nuestro
bloque de química podría caer bajo todavía más escrutinio en las entrevistas. Les
toma un minuto a las palabras salir, primero teniendo que moverse más allá del bulto
de abundantes emociones.

—Los Vigilantes se llevaron a esas chicas.

Al menos Lucas tiene el buen juicio de verse culpable, también. Se inclina hacia
delante y presiona sus manos en sus rodillas, respirando profundamente. Quiero
sentarme en el césped y dejar que el agua gotee de mis ojos hasta que se seque. El
otoño se ha vuelto una espiral fuera de control, mis emociones tirándome de un lado
a otro lo suficientemente fuerte para causar un dolor en todo mi cuerpo. Lucas se
endereza y agarra mis manos, apretando mis dedos. El dolor de su agarre me aclara
la mente, intercambia la culpa por autopreservación. Sin una palabra, trastabillamos
a casa, nuestros pies yendo en algún tipo de piloto automático. Vamos lento,
consumiendo más de media hora de nuestra hora en silencio.

La casa de los Crawford se avecina demasiado pronto, y no quiero que Lucas


entre. Tengo la ridícula noción que puede mantenerme segura sólo por caminar a
mi lado. Nos detenemos en el porche delantero de los Morgan, mi cadera izquierda
presionada contra su derecha.

—¿Qué vamos a hacer? —Mi voz tiembla.

—No podemos hacer nada por Emmy y Reese, o alguien más. No hasta que
podamos descubrir cómo ayudarnos a nosotros mismos. Y tenemos que hacerlo
antes de las entrevistas.

—Lo sé.

Descanso mi mejilla en su hombro. Hay tantas cosas acerca de nosotros que


no podemos borrar o esconder. No podemos cambiar lo que somos. Ni siquiera
sabemos lo que somos.

Lucas permanece en silencio por varios minutos y transfiere una energía


nerviosa a través de su mano a la mía. Levanto la cabeza, me encuentro con sus ojos.
Un secreto acecha en ellos, uno que me asusta.

—Althea, tengo que decirte algo.

—¿Qué pasa?

—Prométeme que no vas a pensar que soy una mala persona.

—Lucas, míranos. Somos iguales. No podría pensar ni en un millón de años


que eres una mala persona.

No se ve convencido, la expresión sombría, seria de su rostro manteniéndose


en su lugar.

—Es acerca del día que te dije que escuché a escondidas en el Centro
Administrativo que los Vigilantes están aquí buscando algo.

—¡Oh, sí! Nunca me dijiste como en realidad escuchaste eso. —La sospecha
nubla mi mente, preguntándome si sus razones para ocultar su secreto podrían ser
siniestras.

—No sé si puedo explicarlo muy bien, pero trataré. Ese día, traté de obtener
información de las chicas en el almuerzo, pero no sabían muchas cosas. No más de
lo que ya había averiguado, pero después de esa escena bizarra en la Excursión
Familiar y comprender que los Otros estaban apuntando a nuestra clase, no era
suficiente. —Recorre mis nudillos con un pulgar y me olvido de escuchar por un
segundo—. Seguí a uno de los Vigilantes. Fue a la oficina del Director, pero no pude
entrar; viste las cámaras.

Se calla, mirando fijamente a nuestros dedos entrelazados.

—Entonces, ¿qué pasó?

—Me alejé y me mantuve fuera de vista hasta que las puertas se abrieron de
nuevo. —Hace una pausa, su mano libre temblando a medida que la pasa a través
de sus rizos.

—Entonces, ¿cómo supiste que fueron enviados a encontrar algo si no


escuchaste a escondidas la conversación? —Le está tomando una horrible y larga
cantidad de tiempo contar su historia, y la impaciencia entrecruza mis palabras.

—No fue un Vigilante quien salió de la oficina. Era Leah.

—¿Leah? ¿Leah, la de cabello negro, arrogante?

La anticipación crepita a lo largo de mis nervios. Su mirada se desvía a su reloj


y se jala una oreja, un movimiento peculiar que no lo he visto hacer hasta ahora. Se
me ocurre que jamás lo he visto tan nervioso. El sentimiento me infecta y me muerdo
mis dedos mientras encuentra el coraje para continuar.

—Sí. Le dio vuelta a la esquina y yo sólo… la agarré. —Mi boca se abre, pero
levanta una mano—. Déjame decir todo. Quería tanto saber por qué los Vigilantes
estaban aquí. Pensé que tal vez podía hacer que me dijera.

—¿Le preguntaste? ¿Qué dijo?

Sus ojos se desvían, mirando fijamente más allá de mí como si estuviera


viendo de nuevo todo el asunto.

—Nada, al principio. Me miró extraño, luego sus ojos se ampliaron y me dijo


que iba a reportarme. Obviamente, no podía dejar que lo hiciera, así que la arrastré
a un armario vacío y cerré la puerta.

Jadeo a través de mis dientes apretados. No sólo por lo que ha dicho, sino
porque me recuerda a esa noche en la cocina, cuando la Sra. Morgan quería salir
corriendo por la puerta.
Se detiene, encontrándose con mis ojos.

—¿Qué?

—Nada. Continúa.

—Se veía más asustada que enojada. No sabía cómo convencerla de no


reportarme, pero mi mente corría a toda prisa. Le rogué en silencio que me dijera lo
que los Vigilantes habían dicho. Le dije que no son los tipos buenos, que las
entrevistas me aterrorizan terriblemente. Fue como si hubiera accionado un
interruptor. Se puso más y más asustada y se veía como loca. Le pedí que me dijera
lo que ocurrió en la oficina, y lo hizo.

—Los moretones en sus brazos, ¿hiciste eso? —La vergüenza en su rostro


retuerce un cuchillo en mi corazón—. ¿Qué te dijo?

—Exactamente lo que te dije en el parque ese día. Que los Vigilantes están
buscando algo, no escuchó qué, y que piensan que lo encontrarán al entrevistar a
los de último año. Después que lo escupió todo, su voz se volvió suave, como la de
una niña pequeña, y me preguntó qué iba a pasar con nosotros. Me preguntó qué
era yo.

Un jadeo se escapa de mis labios agudamente.

—Eso es casi lo mismo que dijo la Sra. Morgan.

—Estaba tan asustado. No tenía idea de lo que le había pasado. Y no podía


dejarla ir y que empezara a balbucear por toda la Célula acerca de mí. Entonces traté
algo. Le empujé pensamientos opuestos. Que nunca había hablado conmigo, que ni
siquiera me había visto. Una película cayó sobre sus ojos, hasta que vio a través de
mí otra vez. Cuando la dejé ir, se dio la vuelta y regresó al bloque.

Se detiene, sentándose contra el escalón. Se jala de su oreja de nuevo,


viéndose como si estuviera tomando una decisión. Finalmente, suspira.

—Hay más. El otro día, después que sugeriste tratar de averiguar acerca de
las entrevistas, lo hice de nuevo.

—¿Qué?

—Lo sé, es sólo que ella es la única persona en la que puedo pensar que
podría saber en dónde están llevándolas a cabo, y ya la había jodido, así que, ¿cuál
es la diferencia? —La miseria profundiza su voz, la hace rasposa—. Dijo que las
conducen en la oficina del Director, por lo tanto, no hay manera que podamos
escucharlas. Y ella, o no sabe o no me diría las preguntas.

Asimilo toda la historia, y el hecho de que mi idea de prepararnos de alguna


manera para las entrevistas es un fracaso es la parte menos interesante de la charla.
La historia de Lucas se mezcla con lo que aprendí la noche en que la Sra. Morgan se
tornó defectuosa, y las piezas empiezan a caer en su lugar.

—Sorteaste el control de los Otros. Esa noche que me llevaron fuera de la


frontera, hablaron acerca del refrescamiento de Leah. Un Otro dijo que se había
despojado de su velo, pero Elij dijo que parecía como si tuviera huecos en él. Tú
hiciste eso.

Levanta la mirada con precaución, alentado por la revelación en mi voz.

—Después que me dijiste lo que pasó con la Sra. Morgan y lo que los Otros
dijeron acerca de ella despojándose de su velo, empezó a tener sentido. Debes
haberle hecho lo mismo a ella.

La comprensión golpea mi cerebro y el agua surge en mis ojos. Los dedos de


Lucas se aprietan alrededor de los míos, su preocupación haciendo todo más duro.

—Lucas… —Las emociones cierran mi garganta, haciendo que sea imposible


continuar. Después de un minuto lucho contra ellas—. No es lo mismo. No arreglé a
la Sra. Morgan y ahora está muerta.

Pánico, culpa y remordimiento me atraviesan sin posibilidad de escape. En


lugar de eso, se acumulan hasta que rezuman por mis mejillas en gruesos ríos
salados. Lucas se acerca rápidamente, pero por primera vez tenerlo cerca me ofrece
poco consuelo.

—No es tu culpa, Althea. No sabíamos que nuestros pensamientos podían


hacer eso. Cuando pasó, ni siquiera sabías acerca de los velos. Deja de recriminarte;
yo también lo hice.

—¿Que deje de recriminarme? ¡Hice que alguien se volviera defectuoso,


Lucas! Ella podría haber actuado como un robot, pero era una buena persona y no
se merecía morir porque no me puedo controlar. Y ni siquiera compares lo que hice
con lo que tú hiciste. Fui demasiado estúpida para darme cuenta que había causado
algo que debería haber tratado de arreglar. Leah todavía está viva, ¿recuerdas?

—Althea, si quieres culpar a alguien, culpa a los Otros. Son los que colocaron
los velos en primer lugar. Y no es como si hubiera hecho un gran trabajo reparando
a Leah. Ya ves lo diferente que es. Agresiva. Enojada. Está cortejando a Deshi, para
colmo de todo. —La culpa cubre su voz mientras flaquea por la admisión.

Es verdad que Leah es diferente ahora. Aun así, enojada es mejor que
defectuoso. El viejo y pesado miedo me dobla hacia delante sobre mis piernas por
un minuto.

—No somos humanos, Lucas. Somos Otros. Debemos serlo.

Cuando alzo la mirada, los ojos hermosos y llenos de tristeza de Lucas se


encuentran con los míos. No discute. ¿Cómo podría? Podemos meternos con la
mente de los humanos como solo ellos pueden. Nunca he sabido que los Otros
derritan o congelen objetos, y no huelen raro, pero los humanos de seguro que
tampoco. Si Deshi es como nosotros, tal vez tiene las respuestas a nuestras
preguntas.

—¿Y Deshi? Es demasiado parecido a nosotros, Lucas, pero pasa tiempo a


solas con los Otros. Quiero saber lo que sabe. Podría decirnos todo acerca de las
entrevistas, o tal vez convencer a los Otros que no tenemos lo que buscan para
empezar.

—Althea, detente. Una cosa a la vez. Si somos Otros, no hay nada que
podamos hacer para cambiarlo. Pero Deshi… estoy de acuerdo en que tiene sentido
que sea otro Disidente, y todas las señales apuntan a eso, pero simplemente no
confío en él. No de la manera en que confío en ti.

Sacudo mi cabeza, reticente a rendirme totalmente con la idea. Lucas me


abraza, justo aquí frente a la casa de los Morgan. Es algo bueno que la gente piense
que estamos cortejándonos. Sus brazos son fuertes y se envuelven con fuerza a mi
alrededor. La longitud de nuestros cuerpos se amolda hasta que nos sentimos como
una persona en lugar de dos. Entierro mi rostro en su hombro, entrelazo mis dedos
detrás de su espalda. Calidez, una mezcla de nuestras temperaturas corporales, fluye
entre nosotros. A pesar de todo mi espíritu se alza, aunque sea un poco.

Podría ser un Otro, pero no estoy sola. Ya no.

Él murmura contra mi cabello, su aliento fresco enfriando mi sudor.

—Averiguaremos qué hacer con Deshi.

Lucas se aparta y empieza a dirigirse a la casa de los Crawford. Una fisura


irregular se abre en mi interior, ampliándose con cada paso que da. La última cosa
que quiero en el mundo es estar sola. La Sra. Morgan, Sarah, Emmy, Reese, Greg…
todos se han ido. No puedo ayudarlos, no puedo salvarlos.

—¿Lucas?

Se da la vuelta, la tristeza brillando en sus ojos.

—¿Sí?

—¿Vendrás más tarde? —No es Aceptable, pero después de esta tarde, pensar
en estar sola hasta la mañana siguiente hace que mi piel pique. Si es atrapado
escabulléndose, no hay manera de decir lo que podría pasar. Por otro lado, no es la
peor infracción que hemos cometido en las pasadas semanas. Ni siquiera es lo peor
que hemos hecho hoy.

No duda, su sonrisa con hoyuelos encantándome desde seis metros de


distancia.

—Claro.

La noche dura una eternidad, y cuando el Sr. Morgan me llama a la sala antes
de las noticias de las diez, siento que nunca va a terminar. Palmea el sillón a su lado
y me siento, temblando en pantalones de pijama café claro y con una camisola a
juego.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

Sonríe, una expresión temblorosa.

—Hoy supe de la Archivista Otra. Estará en Danbury la mañana del sábado


para recolectar las reliquias familiares de tu madre.

—¿Por qué? ¿Qué es una Archivista?

—Los Otros almacenan historias familiares, recopilando información y


fotografías. Envían parte de la información a la Red Interweb acerca del protocolo
para cuando alguien… para estas situaciones. ¿Te importaría recibirla por mí?

—¿Pero por qué no viene hasta aquí? —No tiene sentido que me pidan que
me encuentre con ella en el parque en lugar de ir al pueblo. Todas las cosas de la
Sra. Morgan están aquí. El pedido planta una semilla de sospecha en el fondo de mi
mente.

Las cejas del Sr. Morgan se juntan por un momento, su sonrisa inquisitiva
tirando mi corazón.
—¿Te importaría recibirla por mí?

Repite la misma pregunta exacta, como si mi respuesta fuera la equivocada y


sólo continuará preguntando hasta que obtenga la correcta. Quiero decirle que no,
pero no puedo pronunciar la palabra. Primero que todo, es mi papá y en realidad no
está preguntando. Segundo, su sonrisa aún no alcanza sus ojos. Sus hombros se
desploman y exuda tristeza pura, y es mi culpa. Le daría cualquier cosa que pidiera,
aunque no hay nada que pueda traerla de vuelta.

—Claro, papá.

Besa mi mejilla y jala mi coleta antes de enviarme a la cama. Una hora después,
una paranoia repentina ataca, así que camino en puntillas bajando las escaleras en
calcetines para revisar de nuevo la puerta trasera, aunque nunca la cerramos. Me
golpeo contra algo duro y reboto, sofocando un grito. La voz susurrada de Lucas me
calma antes de que el terror eche raíz.

—Soy yo. Cielos. Dije que dejaras la puerta sin llave, no que me derribes
cuando entre. ¿Qué estás haciendo aquí abajo?

—Comprobando la puerta.

Pasamos la habitación del Sr. Morgan en nuestro camino a las escaleras.


Contengo la respiración todo el rato, deseando que en realidad pudiéramos ser
invisibles. A pesar de mi preocupación, llegamos a mi dormitorio iluminado con la
luz de la luna sin problemas y cierro con llave detrás de nosotros. El Sr. Morgan nunca
viene a mi habitación, pero ahora no es el momento de arriesgarse.

Lucas sonríe y me mira por completo.

—Me gustan tus pijamas. Son lindas. —Golpea suavemente mi nariz con un
dedo, y luego atraviesa hasta el asiento en la ventana, encaramándose en mi pila de
almohadas.

Aparto el edredón y me subo a la cama, sentándome con las piernas cruzadas


y tratando de no mirarlo fijamente. A pesar del frío, Lucas vino en pantalones cortos
de malla y una camiseta banca, el duro contorno de sus músculos mostrándose a
través de la fina tela.

—Cuéntame tu mejor sueño. —Lucas me sorprende con una pregunta


improvisada, no una crucial indispensable para sobrevivir. Sé que se refiere a los que
están llenos con lo que llamo las personas entre las sombras, los sueños que Lucas
sugiere son tal vez recuerdos de lo que nuestras vidas podrían haber sido antes de
que Ko escribiera las notas, antes de que viajáramos.

—Es raro.

—Está bien. Aun así quiero escucharlo.

Respiro profundamente y exhalo, trayendo las imágenes a la vanguardia de


mi mente. Las he escondido en la parte de atrás, en un lugar seguro, para así poder
sacarlas y recordar.

—Nunca puedo ver muy bien, e incluso el mejor de mis sueños consiste más
que nada en impresiones que imágenes sólidas. Pero es cálido, como el puro final
de la primavera o tal vez como se siente el verano. Mis brazos y cabeza flotan por
encima del agua, caliente por el sol. Está fría en lo profundo y hay personas, un
hombre y una mujer, riéndose y salpicando cerca. Estoy pateando en el agua y me
pasan entre ellos, ayudándome a llegar del uno al otro y besando mis mejillas cuando
alcanzo a alguno. —Una calidez me recorre ante el recuerdo, como siempre lo hace,
por esa sensación extraña y desconocida de amor brillando a mi alrededor como
nunca lo ha hecho en la vida real. Para esconder lo mucho que significa el sueño, me
encojo de hombros—. Nunca he estado en el agua, obviamente. Pero eso es todo.

Una mirada a la expresión suave y embelesada de Lucas me dice que mi


encogimiento de hombros no lo engañó ni un poco. En un esfuerzo por desviar la
atención de mí, ya que me siento expuesta y desnuda, le pido que regrese el favor.

Se recuesta en las almohadas, pasándose una pálida mano por sus rizos.

—Bueno, está nevando. Sigo hundiéndome en estos enormes montones de


nieve todo el camino hasta mi barbilla, y un hombre me saca tirando de mis manos,
frotando su nariz fría contra la mía antes de lanzarme en otro montón esponjoso. No
de una mala manera ni nada así, y me estoy riendo. Ambos lo estamos. Entonces él
me muestra cómo rodar la nieve en una bola, y empujarla y empujarla hasta que sea
una bola más grande y luego una más grande aún. Construimos un hombre hecho
de tres enormes bolas de nieve, y le damos una cara hecha de botones, bellotas y
palos que caen de los árboles. Una mujer sale al exterior con tazas de chocolate
caliente, haciendo un alboroto exagerado al darle su bufanda al hombre de bolas de
nieve, pero es roja y se ve perfecta alrededor de su cuello blanco. —Una sonrisa
tímida se cuela en mi dirección—. Eso es todo.

—Eso suena como casi una razón suficiente para estar fuera en la nieve.
Lucas se ríe, mi débil broma aliviando la tensión transmitida que se manifiesta
por dejarnos ver el uno al otro en nuestros lugares privados. Si los sueños son las
impresiones de nuestros recuerdos, me aferro a la posibilidad de que el hombre y la
mujer son mis verdaderos padres. Que en algún momento tuve una familia, y que
me amaba.

Pero, ¿dónde están ahora? ¿Qué les pasó?

Después de unos momentos de silencio, le digo acerca de mi salida


inesperada el sábado por la mañana, expresando mi preocupación de que podría ser
algún tipo de prueba o trampa, como la bebida rosa cuando los Vigilantes llegaron
por primera vez. Su rostro refleja mi preocupación, confirmando que todo el asunto
es sospechoso en el mejor de los casos, y Lucas sugiere ir por si acaso.

La oferta calienta mis mejillas.

—¿Y si vamos ahí para encontrar a este Archivista y no volvemos nunca más?

—Estaríamos juntos. —Nuestros ojos se encuentran al otro lado de la


habitación, fusionados como si estuviéramos conectados. Después de un momento
de silencio, Lucas se levanta demasiado rápido—. Debería irme.

Da un paso hacia la puerta, se detiene al borde de la cama, y pasa la mano


por encima de mi cabeza. La aferro contra mi mejilla, mi vientre lleno de un fuego
ardiente que es mucho más agradable que las llamas asociadas a mi extraño poder.
Se extiende hasta que doy voz a sus necesidades.

—¿Te quedarías hasta que me duerma? Es sólo que no quiero estar sola.

Una rápida inspiración de Lucas tira de mi corazón, y por un momento estoy


preocupada. Entonces recuerdo que este es Lucas. El chico que amaba a su pez, que
me defendió después de apartarlo diez veces, y cuyo toque me hace creer que todo
podría realmente estar bien ahora que lo enfrentamos juntos. Me muevo hacia atrás,
quitando el edredón brillante a modo de invitación.

La sonrisa de Lucas se tensa un poco, y un reluciente resplandor lleno de las


mismas trepidantes emociones haciendo acrobacias dentro de mí brilla en sus ojos.
Él los cierra, luego toma una respiración profunda y se desliza fuera de sus zapatos.
Cuando abre sus ojos, el coqueto y cómodo Lucas está de vuelta. Se desliza dentro,
acurrucándome contra su costado. Como siempre, toma unos pocos minutos antes
de que nuestras temperaturas corporales se equilibren. Una vez que lo hacen, la
cama se siente acogedora y cálida.
Pienso en Leah, y un recuerdo repentino aprieta mi estómago.

—Lucas, ya no puedes seguir metiéndote con Leah. Esa noche en el


refrescamiento, Elij dijo que el Supremo les dijo que dejaran a Leah como estaba en
caso de que pudieran averiguar quién le hizo eso a su velo.

—No voy a hacerle daño nunca más —susurra Lucas.

—Incluso si podemos desvelar a los humanos, ¿de qué nos sirve? Si no pueden
ser normales después de eso, es inútil.

El desacuerdo de Lucas es evidente en su silencio, y cuando habla su voz tiene


un temblor vacilante.

—¿Y si pudiéramos hacer eso más de uno a la vez? ¿Como a toda la Célula, o
a toda la ciudad? Podríamos ser capaces de conseguir que nos ayuden.

—No. —Mi mejilla roza contra el blando material raído de su camisa—. En


primer lugar, no creo que podamos. El Sr. Morgan estaba sentado en la misma
habitación cuando mis pensamientos deshicieron a la Sra. Morgan y no le afectó en
absoluto. Además, no serviría de nada. Todo el mundo se volvería loco a la vez y
empezaría a correr sin saber qué diablos está pasando, entonces los Vigilantes
vendrían y se los llevarían a todos. Seríamos responsable de hacer que toda una
ciudad se vuelva defectuosa. Ya tenemos al menos tres vidas sobre nosotros este
otoño, Lucas. Eso es más que suficiente para mí.

—Entonces, ¿ni siquiera vas a tratar de averiguar cómo podríamos ayudar?


¿Incluso después de lo que dijo Ko acerca de esto siendo el fin de la humanidad?

—No me estoy rindiendo, Lucas. Si se trata de tú y yo contra los Otros, voy a


hacer lo que sea necesario. Sin embargo, jugar con los humanos o sus mentes… si
realmente no podemos arreglarlos, traerlos de vuelta a un nivel estable, entonces
deberíamos dejarlos como están.

—¿Crees que están mejor caminando como si fueran felices, como si todo
estuviera bien?

Mi irritación alcanza su pico máximo. Él siempre está tan seguro de que tiene
razón.

—Sí. A menos que podamos mantenerlos en su sano juicio, no voy a hacerlo.


¿Qué es lo que quieres hacer, experimentar con ellos? Disculpa por ser una
aguafiestas, pero eso no te hace mejor que los Otros.
Su única respuesta es correr sus dedos de arriba hacia abajo en mi brazo. Su
toque relajando todos mis músculos, haciendo que me de sueño.

—Sé que probablemente no somos humanos, Lucas, pero también tengo que
creer que somos diferentes a los Otros. Ko dijo que podemos salvar a los humanos.
No quiero hacerles daño.

Pienso en los Hammond, Val, Monica, las chicas aquí en Danbury, incluso en
Leah. El Sr. Morgan. Una actitud protectora feroz recae sobre mí.

Lucas me sorprende con una respuesta suave.

—Está bien, Althea. Seguiremos trabajando en lo caliente y frío, pensaremos


en hablar con Deshi, y mantendremos nuestros ojos abiertos. ¿En dónde te reunirás
con la Archivista el sábado?

—En el parque, donde los Vigilantes nos recibieron cerca de la frontera.

—Te veré allí. El Sr. Crawford quiere mostrarme algo del trabajo después del
desayuno.

Su olor: fresco, limpio, e invernal, infunde la habitación. Besa la parte superior


de mi cabeza y envuelve un brazo a mi alrededor mientras se acomoda aún más en
las mantas.

—Cierra los ojos. Me quedaré un rato más.

A pesar de que la confusión y la preocupación hunden sus dedos en mis


bordes, mi centro se relaja al lado de este chico que conoce todos mis secretos, pero
aun así elige estar de mi lado.
Traducido por Ateh

Corregido por Aniiuus

El sábado amanece frío y húmedo, los cielos grises expeliendo lluvia que
salpica la acera con puntos redondos. Tomo el desayuno con el Sr. Morgan y me
muestra la pequeña caja de elementos familiares que solicitó el Archivista. En el
interior hay algunos pedazos de papel que parecen documentos legales, algunas
fotografías de la Sra. Morgan y sus padres, y una identificación. Nada que se vea lo
suficientemente importante como para que los Otros se preocupen sobre ello.

Preparándome para el ataque de mal tiempo, me pongo las botas de goma y


saco la sombrilla a rayas naranja y marrón de la parte posterior del armario. El viento
impulsa balas de agua por debajo de mi equipo protector en mi paseo al parque.

Lucas se acerca corriendo, encontrándome cuando paso los juegos infantiles.


Su rostro se sonroja de un rosa saludable. Cuanto más frío es el clima, el otoño
marchando más rápido hacia el invierno, Lucas parece más fuerte. También más
guapo, si eso es posible.

Besa mi mejilla y me aplasta en un abrazo, después agarra la caja empapada


de mis brazos.

—Siento que peleáramos.

Asiento, el placer empujando hacia atrás la incomodidad causada por el día


miserable.

—Vamos. El Sr. Morgan dijo que la Archivista estará esperando cerca de la


frontera, donde los Vigilantes nos encontraron.

Caminamos pesadamente a través de los árboles, desnudos y larguiruchos sin


sus hojas, que se encuentran formando una alfombra blanda bajo nuestros pies. Dos
figuras esperan fuera de la valla, pero miro más allá de ellos al bosque mientras un
dolor se abre en mi centro. El deseo de estar allí de nuevo, libre de las complicaciones
que nacen de mi torpe existencia en este mundo, arde desde mis dedos de los pies
hasta la parte superior de mi cabeza.

Mi atención vuelve al momento en que Lucas toma mi mano y la aprieta


ligeramente.

Ver al Vigilante me sorprende, es uno de los diez que han estado observando
constantemente la vida en Danbury estas últimas semanas. La segunda figura es más
pequeña por un amplio margen, y es femenina. Ella nos mira fijamente, una sonrisa
tanto complacida como temblorosa estira sus generosos labios. Cabello rubio miel
encabeza su pequeño marco y halaga sus rasgos delicados.

Habla exactamente al mismo tiempo que me doy cuenta que la he estado


mirando sin siquiera un atisbo de dolor.

—Buenos días, niños.

Parpadeo, segura que sus ojos cambiaron de negro a azul noche y de nuevo
a negro en el espacio de esas tres palabras.

—Eres Althea Morgan, ¿cierto? —Asiento. El Vigilante se adelanta,


haciéndome respingar a medida que entra en mi campo de visión. Mira fuertemente
a Lucas—. No nos informaron que ibas a ser acompañada.

—Oh, um…

—Soy Lucas Crawford. Estamos cortejándonos.

El calor se propaga a través de mi pecho a pesar del momento incómodo. Me


recuerdo que sólo lo dice por el bien de los Otros. El Vigilante saca un comunicador
de mano y golpea algunos botones. Observo a la extraña, no Otro, empezando por
la expresión de sus ojos. Me parece extrañamente familiar, como si la hubiera visto
antes en alguna parte.

—No tengo ninguna indicación que los dos hayan tomado parte de un
Permiso Parental. Este es un requisito para las parejas voluntarias.

Lucas camina más cerca de mí, su aroma calmando mi corazón latiendo con
fuerza. Me alegro de que estemos a favor del viento de los Otros. La lluvia se lleva
los olores.

—Está programada para esta semana.


No lo está, pero el Vigilante no sabe eso.

El Vigilante no dice nada más, retrocediendo y dándole el control al Archivista.


Algo me es tan familiar en esa mujer.

—Simplemente abriremos esta frontera y tomaré esa caja de tus manos. Si me


sigues por este camino, Althea, te voy a hacer las preguntas necesarias. —Ella ladea
la cabeza hacia la derecha y comienza a caminar a lo largo la valla.

Dudo, dividida entre la curiosidad persistente sobre la mujer y la renuencia a


abandonar a Lucas. Ella mira hacia atrás y sonríe de nuevo con esa mirada en sus
ojos. Parece agradable. Genuina, incluso. Anti-Otros.

La sigo a lo largo de la frontera unos cincuenta pasos. No lo suficiente como


para estar fuera del alcance del oído o la vista. Excava bajo las hojas en su lado de la
valla y descubre una pequeña caja negra enterrada en el suelo. Un botón rojo se
encuentra en el centro de la parte superior, al igual que en los comunicadores. Lo
empuja, y de regreso a donde Lucas y el Vigilante se encuentran se abre la valla,
exactamente igual a cuando pasamos en el transportador la noche en que la Sra.
Morgan se tornó defectuosa.

La mujer encuentra mi mirada y sus ojos cambian de color una vez más,
llenándose con agua. Parpadea para alejarla rápidamente, sonriendo.

—Sabes, estoy disfrutando mucho de mi estancia cercana. El centro de acopio


está sólo alrededor de una hora a pie, directamente bajo el sol de la tarde.

Antes de que pueda responder, se da vuelta y camina pesadamente de


regreso a los hombres. La sigo, mirando hacia los árboles para echar un vistazo a los
pájaros y ardillas. Ella nunca me hace ninguna pregunta, pero es obvio que sabe algo.

El alivio llena la cara de Lucas cuando me detengo junto a él otra vez. La mujer
extiende sus manos en una petición silenciosa y él le entrega la caja de cartón. Ella
la pasa al Vigilante sin comprobar el contenido.

—Gracias por su cooperación. Me has ahorrado algo de tiempo, ya que mi


reubicación aquí expira en tres días.

Sin decir una palabra más, ella y el Vigilante retroceden fuera del límite. Se
van, dando un paso hacia el botón rojo para cerrar la valla en su camino. Lucas y yo
no nos movemos mientras los bordes de la valla se deslizan silenciosamente hacia la
otra, fijándose en el lugar con el más débil de los sonidos. El misterio que rodea a la
mujer me molesta.
—Bueno, eso no fue tan emocionante como pensé que podría ser —observa
Lucas.

—Ajá.

—Althea. —Lucas sacude mi brazo, atrayendo mi atención.

—¿Qué?

—Será mejor que hable con el Sr. Morgan acerca de un Permiso Parental dado
que le hablamos al Vigilante de eso.

—Bien, seguro. Podemos ir ahora.

Ya que rompió mi concentración, el helado día húmedo reclama mi atención


y estoy más que lista para regresar.

A mitad de camino de vuelta a donde los Morgan, Lucas me hace detenerme


y mirarlo.

—Está bien, Althea. ¿Qué tienes en mente?

—¿Hubo algo que te pareciera extraño sobre la Archivista?

—¿Quieres decir, además del hecho que es una mujer Otro? ¿Cómo qué?

La frustración se alza ante mi incapacidad para señalarlo.

—Bueno, no me dolió mirarla. Sus ojos cambiaban de color. Y me recordaba


a alguien.

—Sí, me recuerda a los Otros —murmura.

Va a venir a mí. Está ahí, escondido en lo más recóndito de mi mente


obstinada.

El Sr. Morgan entra al vestíbulo cuando llegamos y lo llamamos.

—Ah, Lucas, ¿verdad? Me preguntaba si te vería de nuevo. —Se vuelve hacia


mí con una mirada severa—. Ustedes dos conocen las reglas. Deberíamos haber
programado un Permiso Parental antes de hoy.
Su declaración me sorprende; no era consciente que hubiera oído los rumores
del cortejo. Por otra parte, Lucas me hizo llevarlo al Amasijo de Otoño.

—Yo… bueno, yo… —Vamos, palabras. Formen un pensamiento.

Lucas interviene, con la voz más alta de lo normal.

—Eso es acerca de lo que queríamos hablar con usted, señor. Estábamos


esperando que la noche del martes podría funcionar para usted.

El Sr. Morgan se ríe.

—No hay necesidad de estar nervioso. Voy a enviar un mensaje a tus padres
y comprobarlo con ellos, pero el martes está bien para mí.

—Gracias, señor. Entonces, nos estamos viendo.

Lucas aprieta mi mano y escapa. El Sr. Morgan ríe de nuevo, y luego volvemos
a nuestra rutina del sábado. Vemos la película en la televisión durante el tiempo en
familia. Hace que mi piel se ponga de gallina saber que por esta calle, en cada calle
de la ciudad, en cada pueblo en la tierra, todo el mundo está haciendo la misma cosa
exacta. A dos casas de distancia, Lucas y los Crawford se ríen de los mismos
momentos que nosotros. Como tontos descerebrados.

Después me escondo bajo las pesadas cobijas en mi cama, con la esperanza


de entrar en calor, y reviso el librillo de palabras de Lucas otra vez. Me volteo a un
lado después de un rato y miro hacia el techo, tratando de traer a la vanguardia lo
que sea que pasa con respecto a la Archivista. Ella no es de los recuerdos de mis
sueños, aunque la mirada cariñosa en sus ojos refleja los sentimientos que me dan.
Casi como si me amara.

Eso es.

Me recuerda a Ko cuando apareció de mi collar.

Cuando lo pienso, sé que es la verdad. Su baja estatura, sus orejas levemente


puntiagudas, los matices que le hacen sentir como una Otra, pero no totalmente, es
igual a como Ko se describe a sí mismo. En persona es más fácil ver lo que él quiere
decir. Está en sus ojos más que nada. La forma en que parecen preocuparse por mí,
querer ayudarme, tal vez incluso amarme.

Ko dijo que afuera hay quienes saben de mi pasado. ¿Podría referirse a ella?
Mi habitación se encoje, demasiado pequeña y demasiado lejos de Lucas. Me
invade la necesidad de hablar con él. No planeamos utilizar el dispositivo con los
vasos esta noche, así que tendrá que esperar hasta nuestra hora libre mañana por la
mañana.

Tres días. Ella dijo que sólo estará en el centro de acopio tres días más.

Lucas me está esperando, apoyado contra la valla y sonriendo, cuando salto


los escalones frontales la mañana siguiente. Por un segundo, me gustaría que las
cosas fueran simples. Que estuviéramos cortejándonos. Que pudiera correr, darle un
abrazo, y pudiéramos ir a encontrarnos con nuestros amigos por una hora.

En lugar de ello me detengo a un par de pies de distancia.

—Tenemos que hablar.

—Vamos a caminar.

Es la mejor manera de hablar a la intemperie, donde Deshi o los Vigilantes no


pueden acercarse sigilosamente a nosotros. Nos dirigimos en dirección al parque.

—Descubrí lo que me molesta de esa mujer.

Lucas toma mi mano enguantada.

—Sabía que lo harías.

—Ella es como Ko.

Cuando las palabras golpean sus oídos tropieza un poco, pero sigue
caminando.

Los ojos de Lucas están tan amplios como la luna llena, y casi tan brillantes
con asombro.

—Sabes, ahora que dices eso, sí se parece a él. Vi sus ojos cuando le entregué
tu caja y sus ojos fueron amables.
—Creo que estaba tratando de decirme algo ayer. Cuando caminamos juntas
para abrir la puerta, me miró y dijo algo sobre el centro de acopio estando a una
hora a pie bajo el sol de la tarde.

—¿Y?

—Entonces lo recalcó al decirnos cuánto tiempo estará allí… —Me detengo y


espero a que lo entienda.

—Nos dijo cómo encontrarla.

—También lo creo.

—En ese mensaje, Ko dijo que si somos valientes seremos capaces de


encontrar personas que tienen respuestas acerca de nosotros. Tenemos que ir a ese
centro de acopio mientras ella todavía está aquí. —La voz de Lucas tiembla de
emoción.

Aunque estoy orgullosa de mi respeto a regañadientes por los animales que


viven en las Tierras Remotas, caminar penosamente a través de éstas, sólo nosotros
dos, todavía me asusta. Pensé que habría tiempo para entrar en ese espacio poco a
poco, unos pocos minutos a la vez.

—Sé que estás preocupada por los animales, Althea. Pero ésta podría ser
nuestra única oportunidad de averiguar quiénes somos. Los Otros mintieron sobre
Fils. Mintieron de lo que sucedió a la Sra. Morgan. Tal vez también mienten sobre los
animales.

—Lo hacen. —Mi voz es tan baja que tengo que repetirme—. Lo hacen. Y sé
cómo podemos pasar a través de la frontera. Me subí hace unas semanas a la valla,
la mañana después que hice que la Sra. Morgan se volviera defectuosa.

Una sensación de pérdida dribla en mi corazón al renunciar a mis momentos


robados, pero Lucas tiene que saber. Esta vez tropieza y se detiene. Sus ojos lucen
enormes y una ridícula sonrisa llena de orgullo ilumina su hermoso rostro.

—No lo puedo creer. ¿Por qué te comportas como un gatito asustado algunas
veces, pequeña rebelde?

Mi cara se sonroja, pero una sonrisa a juego responde a la suya.

—No soy una rebelde, esa fue una mala mañana y lo hice sin pensar. Tenía
que estar en alguna parte donde los Otros no estuvieran.
—Así que, ¿entonces están mintiendo sobre los animales? ¿No te pasó nada
malo?

—No, no esa vez. Sólo vi pájaros y ardillas. No estoy segura que estén
mintiendo, no totalmente. Quiero decir, los animales en general están en sus cosas,
pero tienen que comer, ¿no?

Se encoge de hombros.

—Claro. Aun así, ¡esta es una gran noticia! Así que, ¿vamos, entonces?

Aunque no soy tan positiva como Lucas, no mucho de la vida me espera aquí,
dentro de los límites. Una vez los Vigilantes me tengan a solas en una habitación, va
a terminar de todos modos. No me hago ilusiones de fingir durante la entrevista de
la manera que lo hice con el refrescamiento. Esos Otros no estaban prestando
atención, y no tenían ninguna razón para comprobar todo lo que dije o hice.

Pensar en mi inminente sesión de entrevistas rompe a sudar mi frente. Pensé


que la prueba rigurosa con la Sra. Morgan y atreverme a caminar sola en el bosque
disminuiría mi miedo, pero en cambio tiene el efecto contrario. El sol desaparece
detrás de una nube y un escalofrío sube sobre mí, poniéndome la piel de gallina a lo
largo de mis brazos cubiertos.

Con una última mirada a Lucas, ordeno mis pensamientos.

—Vamos a empezar a buscar el punto en que crucé ahora mismo.

La emoción se une a mi inquietud, ensanchando la sonrisa en mi cara. No


puedo esperar a volver a ese mundo sin tocar, el único lugar que me hace sentir
normal, en paz.

Un poco de suerte nos acompaña, y Deshi no se aparece. Conozco el área


general donde traspasé el límite, pero podría haber sido arreglado, de modo que
Lucas diseña una forma de probar toda la cosa. Los dos reunimos un puñado de
palos y paseamos cerca del borde, lanzando pedazos delante de nosotros, a un lado,
y cuando las cámaras están muy lejos, en la valla para ver si se queman. Hasta ahora
todos lo han hecho, con un chisporroteo de electricidad y una luz brillante que
reduce la madera a un montón de cenizas humeantes. Al igual que el pájaro. Él no
dejar de tirar palos o mirar por encima de mí mientras hablamos.

Hemos estado evitando cualquier tema que pudiera parecer sospechoso si,
cuando, nos topamos con Deshi. Es exasperante, pero el reto de dar con temas que
suenen vanos pero no lo sean es a la vez vigorizante.
—Háblame de la Célula Intermedia. —Esos son los tres años que pasé en
Portland, a excepción de los veranos faltantes, por supuesto. Quiero saber si él
también se mantuvo en el mismo sitio durante eso.

Sus mejillas se ruborizan, aunque si es o no por la pregunta o la baja


temperatura de su cuerpo no puedo decirlo. Está demasiado frío afuera ahora para
saber. Se aclara la garganta y me mira.

—Los pasé aquí. Todos ellos.

Me aturde un poco, saber que pasó esos tres años en Danbury. Tal vez por
eso los niños lo escuchan a él más que a mí. Lo conocen. Por lo menos, solían hacerlo.

—¿Tú?

—En Portland. ¿Hiciste amigos aquí?

—Sí. Algunos.

El aire incómodo a su alrededor se espesa, y sus mejillas sonrosadas reviven


mi curiosidad.

—¿Quién? —pregunto.

—Leah era mi mejor amiga. —Las palabras se deslizan por sus labios en un
susurro y el arrepentimiento se acumula en los pliegues alrededor de su boca. Los
pedazos de mi corazón entran en guerra entre sí, la mitad de ellos rotos por su
pérdida de Leah, en más de un sentido. El resto aliviados de que ella ya no es cercana
a Lucas. Si nunca hubiera viajado de nuevo, tal vez ellos dos estarían cortejándose.
No me gusta la idea.

Seguimos caminando, lanzando palos entre nuestros pasos apagados. Las


hojas que asfixian el suelo son una sucia manta blanda encima del césped muriendo.

Squish. Squish. Squish. ¡Zap!

Mientras trato decidir sobre otro tema aparentemente inocuo, recuerdo que
nunca le he dicho todavía a Lucas cómo mi collar se parece a las cicatrices de los
Vigilantes. Tengo miedo que vaya a ver lo que yo veo: otro vínculo entre nosotros y
los Otros. Por otra parte, jamás vamos a aprender nada si estamos demasiado
asustados para ver la verdad.

Squish. Squish. Squish. ¡Zap!


—Lucas, ¿alguna vez has notado las marcas rojas plantadas en los cuellos de
los Otros, por debajo de sus orejas izquierdas?

Él me da una mirada extraña.

—No. Nunca los he mirado durante más de un segundo.

Squish. Squish. Squish. ¡Zap!

—Oh. Sí, yo tampoco hasta el Encuentro. Luego, mientras trataban de


refrescarme obtuve un muy buen vistazo.

—¿Y?

Muerdo la punta de mi dedo índice.

—Y la cicatriz tiene la misma forma de mi collar. Una estrella con solo cuatro
puntas.

—¿Qué crees que significa?

Squish. Squish. Squish. ¡Tink!

Nos detenemos ante el nuevo sonido, la conversación olvidada a medida que


observamos como idiotas el palo intacto tumbado debajo de la valla.

Lucas lanza otro. ¡Tink!

Esta vez estamos viendo y no pasa nada. El pedazo pequeño y frágil de


madera golpea el metal y rebota, aterrizando en una cama de hojas cerca del primer
palo. Dirijo mis ojos a lo largo de la zona, en busca de cámaras mientras finjo mirar
las nubes. La más cercana en la valla está a unos veintisiete metros de donde
estamos, y apunta directamente hacia el interior. No estamos en la línea de visión.

Vacilante, pero volviéndose más audaz con cada paso, Lucas se acerca a la
frontera. Él extiende una mano, listo para tocar donde los palos lo hicieron. Contengo
la respiración, lo suficientemente alto para ser escuchada, pero él no le pone ninguna
atención. Una parte de mí quiere detenerlo, pero tenemos que salir. A pesar de que
toqué la valla un par de semanas atrás, las uñas cortas se clavan en mis palmas
cuando los dedos de Lucas se arrastran más y más cerca del metal entrelazado,
finalmente envolviéndose alrededor de la sección frente a él.

No se desintegra. Mi respiración sale en un enorme suspiro de alivio. Lucas


retrocede un poco y mira fijamente a la frontera, sorprendido.
—La mujer Ko dijo que se necesita una hora para llegar al centro de acopio.
Vamos a tener que ir pronto.

—Esta noche, Althea. Sólo tenemos dos días más. Nos encontraremos en el
porche trasero a las once.

—Volvamos. Hace frío.

Lucas sonríe, tomando mi mano y frotándola entre las suyas. Como si eso me
vaya a calentar.

—Podrías encender una fogata. ¿Has estado practicando?

—No, no he tenido la oportunidad. —Cambio el tema—. Ambos deberíamos


llevar una linterna esta noche.

Nos tropezamos con Deshi cuando pasamos los juegos infantiles cerca de la
parte frontal del parque. La mirada en su rostro me irrita más de lo normal, está
sonriendo como si estuviera satisfecho de sí mismo. Me recuerda la noche en que
lastimó al joven Otro, y me asusta saber lo que ha causado esta mañana. La forma
en que aparece inesperadamente siempre me ha puesto al borde, me preocupa que
esté espiando. Ya sea como nosotros, o como los Otros, Lucas tiene razón: él no es
digno de confianza.

—Hola, chicos, ¿qué sucede?

Lucas contesta con una relajada voz tranquila, deslizando un brazo alrededor
de mi espalda.

—Nada en realidad. Tomando un paseo, eso es todo.

Deshi resopla, mirando fijamente mis dedos metidos dentro de mis mangas.
Sus observaciones de soslayo sobre mi nivel de comodidad en el frío me hace pensar
que sabe algo. Tal vez está tratando descubrir si somos como él.

—¿Puedo caminar un poco con ustedes?

No es como si tuviéramos opción, por lo que los tres salimos a la acera. El


silencio no es cómodo con Deshi a mi izquierda; de hecho, presiona hacia abajo
desde todas las direcciones y amortigua mis miembros más que el frío.

Caminamos unas pocas cuadras antes de que Deshi sonría más amplio.

—Así que, ustedes tienen sus entrevistas pronto, ¿eh? ¿Están nerviosos?
Sonrío de regreso, y pongo mi mejor mirada en blanco y uso un tono de voz
sin vida a pesar de que el sudor calienta mi cuerpo bajo la ropa.

—No, ¿por qué lo estaríamos?

Deshi se detiene, hemos llegado a nuestra calle.

—Por nada. Es emocionante, es todo. Va a ser un día que nunca olvidarán.


Traducido por Shilo

Corregido por Selene

El Vigilante pasa debajo del poste y juro que observa directamente al asiento
en mi ventana antes de seguir caminando.

Lucas espera atrás como lo prometió. Salgo al porche, ajustando mi abrigo a


mi alrededor mientras el viento penetrante azota por la cuadra y lanza mi cabello
alrededor de mi rostro. Recogerlo en una coleta hubiera tomado menos de un
minuto. Ahora me va a volver loca toda la noche.

Dejarlo suelto casi vale la pena cuando Lucas se ilumina, agarrando mi mano.

—Te ves bonita. Puedo oler mejor el jazmín cuando tu cabello está suelto. La
brisa lo levanta y… —Se va callando, avergonzado o sin palabras, es difícil decir cuál.

Lo rescato.

—¿Brisa? Se siente más como un vendaval.

—¿En serio? —Levanta su rostro hacia el viento vigorizante—. Creo que se


siente bien.

Los Vigilantes que patrullan y las luces brillantes hacen que usar las calles sea
peligroso, así que nos apegamos a los patios traseros hasta que corremos a toda
velocidad a través de la entrada del parque. Una vez que dejamos el parque infantil
no hay luces y una oscuridad sofocante nos presiona. Quiero encender mi linterna,
pero Lucas detiene mi mano.

—Todavía no. No hasta que salgamos.

Mis ojos se ajustan en unos pocos minutos. Llegamos a la sección muerta de


la valla con buen tiempo. Lucas la marcó más temprano con un pequeño pedazo de
tela que arrancó del interior de mi abrigo. Prueba el sitio de nuevo y obtenemos la
misma falta de reacción.

Lucas se da la vuelta, levantando una ceja. Sus ojos brillan, incitándome. Mi


corazón se salta un par de latidos y creo que me las arreglo para sonreír de vuelta,
pero ¿quién sabe? Sus labios se mueven y trato de concentrarme en sus palabras.

—¿Quieres ir primero?

—Adelántate. Ya lo he hecho.

—Fanfarrona.

Lucas lanza por encima su linterna y mochila, viéndose sospechosamente


como si pudiera estar disfrutando de esta pequeña aventura. Sus fuertes manos
agarran el metal y nada pasa. Metiendo un pie entre los cables, levanta todo su peso
contra la valla y empieza a escalar. Me muerdo un dedo, temiendo que los Vigilantes
o Deshi vayan a tropezar con nosotros en cualquier momento. La experiencia de
Lucas escalando árboles le es útil a medida que asciende los seis metros aproximados
con una velocidad elegante.

Escalar es tan poco natural para mí ahora como lo fue la primera vez, y
temblores violentos atacan mis extremidades para el momento en que deslizo una
pierna sobre la parte superior y empiezo a descender. Cuando llego a una distancia
razonable del suelo, libero mi agarre y me dejo caer los metros que faltan a la tierra
lodosa. Los brazos de Lucas me aseguran, me levantan cuando mis rodillas se
debilitan. Mi rostro está a centímetros del suyo, nuestras respiraciones mezclándose
en nubes blancas congeladas.

El calor dentro de mí se vuelve insoportable y asciende. Estoy respirando


demasiado fuerte, tanto por este momento como por la faena de escalar la frontera.

Mira fijamente a mis ojos y su entrecejo se frunce.

—Althea, ¿puedo besarte?

Mi cabeza se niega a obedecer, congelada con asombro y miedo. No la clase


de miedo que late dentro de mí al pensar en los Otros, sino de una clase estimulante.
Sin importar que estamos a la intemperie, que acabamos de cruzar una frontera
prohibida. Lamo mis labios y respondo en un susurro ronco.

—Sí.
No puedo creer que lo haya dicho. No puedo creer que esto esté pasando, o
lo mucho que lo deseo. Será mejor que lo haga pronto, porque estoy a punto de
romperme en pedazos de pura expectación. Sus brazos se aprietan mientras me
empuja contra su pecho, e inclina su hermoso rostro hacia el mío. Cuando nuestros
labios se tocan, la intensidad se dispara fuera de mi cuerpo y gira en una espiral
enloquecida. El mareo me hace agarrarlo con más fuerza.

Sus labios son fríos, refrescantes contra los míos calientes. El beso profundiza,
mis labios separándose sólo un poco a medida que mi cabeza se inclina hacia un
lado y mis brazos serpentean alrededor de su cuello. Parece haber durado por horas,
pero al mismo tiempo se detiene demasiado rápido. Nuestras frentes se presionan
mientras jadeamos por aliento. Cuando mis ojos se abren, se encuentran con los de
Lucas. Después de un segundo de mirarnos pasmados, sonríe y mis músculos se
relajan.

—Deberíamos irnos.

Mi cuerpo entero tiembla, y sólo soportar mi propio peso hace que puntos
negros bailen frente a mis ojos. Mi mente se arrastra por piscinas oscuras y nubladas
y mi voz suena lejos.

—No sé si puedo caminar tres pasos, menos durante una hora.

Las palabras salen solas, y no es hasta después que me doy cuenta que la
honestidad puede estar sobrevalorada en esta situación particular.

Levanta una ceja.

—Tan bueno, ¿eh?

Golpeo su brazo y camino frente a él ofendida, luego me detengo por la visión


de la negrura sin fin. Mi agitación por estar fuera de los límites choca contra mi
consciencia. Encendemos nuestras linternas una vez que entramos en los árboles.

Lucas lanza un bufido a medida que me encojo más cerca de él.

—Bebé.

A pesar de su tono de burla, desliza su mano en la mía y la sostiene con fuerza.

Nos dirigimos en la dirección del sol poniente, como dijo la mujer. La paz de
las Tierras Remotas es más difícil de encontrar en la oscuridad negra como el carbón.
Hay demasiadas sombras, demasiados lugares donde animales más grandes que una
ardilla se pueden esconder.
Hemos estado caminando por largo tiempo cuando un crujido nos detiene
sobre nuestros pasos. Mi cuerpo entero se congela cuando un par de ojos suaves,
llenos de miedo, emergen de la oscuridad. Mis uñas se entierran en el brazo de Lucas.
Gruñe por el dolor y sigue mi mirada.

—Oh, es un ciervo, Althea.

Susurra, como si no quisiera asustarlo, su voz llena de asombro.

Es una chica, creo, porque no tiene astas. Sus respiraciones escapan en nubes
nerviosas, y sus orejas se crispan. Encontrarnos aquí afuera probablemente no es
parte de sus planes de la noche. Aunque está parada quieta, sus músculos se sacuden
bajo su piel que se ve como terciopelo. Se ve lista para correr. Un arrebato repentino
de envidia al pensar que ella puede correr a donde plazca me hace trastabillar. No
está atrapada. Sólo su miedo e incertidumbre la mantiene en su lugar.

Espero que eso sea cierto. Por otra parte, tal vez lo es.

—Sé lo que es, Lucas. —Trato de capturar su tono molesto—. La pregunta es,
¿qué vamos a hacer al respecto?

Como respuesta, estira su mano hacia su espalda y baja la cremallera del


bolsillo delantero de su mochila; trajo agua, golosinas y cobijas extra para mí.

El suave sonido de la cremallera asusta a la cierva y por un segundo creo que


va a saltar, pero sus cascos se quedan adheridos en el sitio y su nariz se retuerce.
Lucas saca una caja de plástico clara y pequeña; vegetales ruedan dentro de ella.
Sonríe, coloca un dedo sobre sus labios, y da un pequeño paso hacia delante.

La urgencia se arrastra en mi susurro como respuesta.

—¿Qué estás haciendo?

Da un paso más cerca de la cierva sin responder, los dedos tomando una
zanahoria del contenedor. El aire en mis pulmones empieza a quemar. Lo fuerzo a
salir en una exhalación silenciosa.

La cierva se comporta al contrario de cómo hemos sido llevados a creer. Es


tímida e insegura, su instinto inicial claramente es el miedo. Nada en su postura
sugiere violencia o enfermedad. Es hermosa, de hecho, de la punta de su nariz hasta
su cola blanca con flecos.

Lucas extiende una mano con una zanahoria en su palma y el rayo de luz
proyectado de mi linterna salta arriba y abajo. Contra su mejor juicio, la cierva alcanza
su nariz y olfatea el aire. Sus labios se mueven hacia delante, luego hacia atrás. De
ida y vuelta. Lucas tiembla con el esfuerzo de mantenerse quieto. Jadea cuando ella
le arrebata la zanahoria, sacando otra y sosteniéndola esta vez mientras mordisquea.
Su sonrisa es contagiosa.

—Ven aquí, Althea. No te asustes de ella.

El asombro florece en mi estómago, y la alegría en su rostro me lleva más


cerca del animal. Voy lentamente, sintiendo su duda, hasta que me paro junto a
Lucas. Me entrega una zanahoria y la acuno en mis manos, estirando mi brazo hasta
que mi palma abierta se desliza bajo su rostro. Puede arrancarme las manos, pero
no creo que lo haga.

El aire llena mis pulmones y lo retengo, de pie como una estatua mientras su
rostro amable se agacha. El aire sale a medida que sus labios se llevan rápidamente
la zanahoria de mis manos. Es tan perfecta, tan absolutamente pura. Mi corazón se
siente abierto, los puntos que usé para cerrarlo cuando dejé Portland y el único
indicio de conocer a una familia real están rotos y se han ido. Este animal, sin ningún
esfuerzo, hace que me importe de nuevo. Me hace sentir viva y una parte sólida del
mundo, en lugar de una extraña reluciendo en sus bordes.

En este instante, creo que entiendo la verdadera razón por la cual los Otros
nos separan de los animales.

Lucas rompe el momento cuando extiende una mano para tocar su costado.
Con la primera sensación de las yemas de sus dedos en su flanco, se retira, la
zanahoria olvidada mientras cae a la tierra. Sus ojos se encienden con miedo y se
aleja, la cola desapareciendo en los árboles antes de que alguno de nosotros emita
un sonido. Lucas se da la vuelta, sus ojos húmedos.

—Era tan suave. Aunque, estaba asustada de nosotros. Me pregunto por qué.

—No debiste hacer eso.

—¿Por qué no? ¿Se veía violenta para ti? ¿O como si un millón de gérmenes
se arrastraran sobre ella? —Su tono defensivo me pone de los nervios.

—No. Me refería a asustarla. No debiste haber tratado tocarla sin…

—¿Qué? ¿Sin su permiso? —Sonríe en mi dirección.

—No. Iba a decir que hasta que estuviera cómoda.

—Entonces, ¿qué piensas ahora, acerca de los animales?


Lo considero mientras continuamos más profundo en los árboles, ofreciendo
una sonrisa de reconciliación. La respuesta no es como nada que los Otros jamás nos
hayan dicho.

—La amo, y amo estar aquí afuera. —Una tristeza me recorre. Nunca la veré
de nuevo—. Pero los ciervos comen plantas, sabes, no personas.

Se ríe, el sonido me relaja todavía más. Observo mi reloj después de unos


minutos y estoy asombrada de ver que llevamos moviéndonos por más de una hora.
Emergemos de los árboles gruesos y no vemos fijamente al centro de acopio, sino al
límite del parque. Caminamos en círculo.

—Bueno, eso no funcionó. —El tono agrio de Lucas me hace reír.

—Vamos a tener que tratar de nuevo mañana.

Un enorme roble a nuestra izquierda tiene un corte triangular cerca de su


base, casi como una pequeña cueva. Lucas se arrodilla y descarga los contenidos de
su mochila, tirándolos en el hueco.

—¿Para qué estás haciendo eso?

—Es más fácil que sacarlas a escondidas mañana, ¿cierto?

La caminata a casa es lenta; por primera vez tenemos bastante tiempo.


Ninguno habla, y mi mente vaga sobre los horrores de nuestras vidas recientes, la
irritación por haber perdido la oportunidad de hablar con la mujer deprimiéndome.
Nos escondemos en los árboles cuando un Vigilante pasa frente a nuestras casas en
su patrulla a las dos de la mañana.

Cuando no hay moros en la costa, Lucas atrapa mis labios con los de él,
sorprendiéndome, luego se da la vuelta y corre al interior. Sigo su ejemplo y me
arrastro a mi cama.

A la mañana siguiente, un sentimiento curioso me captura y me sostiene con


fuerza. Los días pasados contiene tanto recuerdos exasperantes como maravillosos.
Se revuelven en mi interior, resultando en náusea más que nada. El extraño humor
persiste a lo largo del desayuno y me sigue cuando salgo por la puerta delantera.
Lucas espera en la acera frente a la casa en medio de la de nosotros, su sonrisa un
poco incómoda. No se me había ocurrido sentirme rara por besarnos anoche.
Aunque él en cierto modo parece que se siente incómodo.

—Hola. —Lucas le da un besito a mi mejilla, sonando normal.

Casi no hablamos de camino a la Célula, evitando un recuento de nuestro


intento fallido de anoche. Una pesadez se asienta sobre mí a medida que nos
separamos para nuestros bloques matutinos.

Deshi, viéndose y oliendo como un cadáver, aborda a Lucas en el almuerzo,


por lo que se sientan solos, en lugar de con nosotras, las chicas. No puedo decir que
eso me molesta, pero me pone nerviosa por Lucas. Actúa simpático y platica con
Deshi durante el período. La actuación se ve bien desde aquí.

En química, el Monitor aparece en la pantalla y reclama nuestra atención a su


lección. Podría ser posible para mis compañeros de Célula concentrarse, pero para
mí está fuera de cuestión. En todo lo que puedo pensar es cuán poco tiempo
tenemos para resolver qué vamos a hacer solos en un salón con un Vigilante.

Después del bloque, Lucas se inclina para susurrarme en el oído, su aliento


fresco cosquilleando en mi cuello. Escalofríos recorren mi cuerpo de arriba abajo,
deliciosos y duraderos.

—Tengo que usar el baño. Te veo al frente.

Me imagino volviendo la cabeza hacia él, nuestras bocas tocándose. Mis ojos
se cierran y lamo mis labios, asintiendo en entendimiento. Se queda por un momento
más, su aliento deslizando mechones sueltos de mi cabello contra mi piel. Estamos
congelados. Como si estuviéramos pegados, cada uno incapaz de moverse. Lucas se
endereza finalmente, haciendo que mi corazón lata todavía más rápido. Tiene que
salir de aquí antes de que me muera. Este día ha sido lo suficientemente duro para
mi corazón y mis nervios sin que él esté sonriéndome así.

Mi salida de la Célula transcurre sin obstrucciones, sin Deshi interceptándome.


Cuando pienso en eso, a excepción del almuerzo hoy, casi no lo he visto
últimamente. Reboto de un pie al otro, teniendo problemas para mantenerme quieta
cuando hay demasiado que resolver. Unos minutos después Lucas se acerca a mí a
zancadas, su rostro lívido. El terror se derrama de sus poros y se acumula en mi
estómago revuelto.

—¿Qué te pasó?
No responde.

—Sólo camina.

Nos toma una eternidad caminar más allá de los terrenos de la Célula. Mis
rodillas tiemblan fuertemente para el momento en que dejamos a todos atrás. Lucas
se detiene y se inclina, colocando sus manos en sus rodillas, jadeando.

—Lucas. ¡Lucas! Me estás asustando. Dime qué pasó.

—Vi algo. —Se detiene, tragando con fuerza antes de continuar—. Estaba
usando el baño como te dije, y Deshi entró cuando estaba en el cubículo. Supe que
era él por su colonia de muerte. Es nauseabundo, peor que la última vez que lo
olimos. Mucho peor.

—¿Y?

—Me paré en el inodoro para que no pudiera ver mis pies. No sé por qué.
Entonces hizo sus cosas, y salió para desinfectar sus manos y eché un vistazo por la
rendija de la puerta. Su rostro… —Lucas se detiene, palideciendo todavía más por el
recuerdo.

La paciencia no es fácil en este momento, pero premia a la mía retomando la


historia de nuevo cuando está listo.

—El reflejo en el espejo no era su rostro. Era un Otro. Deshi es un Otro.


Traducido por LizC y Ateh

Corregido por Selene

—No, no lo es. Lucas, no puede ser un Otro. Hemos pasado tiempo con él,
hablamos con él. Es un Barbarus humano. —Mi voz se eleva a un tono más alto y
más agudo. La derrota me inunda a pesar de que una parte de mí lo ha sabido desde
la noche que volví a la Sra. Morgan defectuosa.

—Te estoy diciendo lo que vi, Althea. Él es un Otro escondiéndose en piel


humana.

Una oscura realización súbita se desliza en mi mente consciente. Me hace


jadear en voz alta y agarro el brazo de Lucas en busca de apoyo.

—¿Qué pasa?

—¿Qué crees que significa que un Otro eligió hacer que su olor corporal sea
como la primavera? ¿Que sus ojos sean azules como los nuestros pero todo lo demás
en su cara esté mal? ¿Que nos buscara para adherirse a chicos que también son
diferentes?

Si es posible, incluso palidece aún más, hasta que se asemeja a un día nevado
de invierno. Mis pensamientos se convierten en los suyos y capta mis temores.

Su voz repite lo mismo de aquella que grita dentro de mi cabeza.

—Ellos saben acerca de nosotros: cómo olemos, la edad que tenemos, que
somos Terminales. Los Otros están aquí buscando por nosotros.

—¿Por qué?

Es la pregunta más importante de todas y ninguno tiene la respuesta. Nos


separamos frente a la casa de los Crawford, partiendo con más facilidad de lo normal
porque tenemos otro intento para llegar al centro de acopio. Esta vez tengo un plan
para evitar que vayamos en círculos.

De vuelta fuera de la frontera más tarde esa noche, apunto al cielo.

—¿Qué tan bueno eres en astronomía?

—Tan bueno como cualquier otra persona a la que han enseñado esa basura
durante dos horas al día por diez años.

—Yo también. Así que, el sol se pone de este a oeste, y la Archivista dijo que
caminemos bajo el sol de la tarde. Oeste. Sólo tenemos que orientarnos por las
estrellas y asegurarnos de caminar en la dirección correcta.

Lucas asiente, estudiando las luces parpadeantes manchando el cielo a


medianoche. Finalmente deja escapar un chirrido aliviado.

—Lo tengo. Si mantenemos a Regulus enfrente de nosotros, deberíamos ir


por el camino a la derecha, y recto, también.

—Eres un genio. Vamos a conseguir un poco de agua y empezar a movernos.

Encontramos el enorme árbol sin ningún problema y me acuclillo para


recuperar los artículos que Lucas guardó en el tronco anoche. Un chillido proviene
desde el interior y yo aparto mi mano, pero no lo suficientemente rápido. Un animal
peludo blanco y negro corre dejando un hedor húmedo y cargado, escapando en la
negrura.

Mis ojos pican y se humedecen a medida que una fuerte tos sacude mis
pulmones. El fuego lame su camino por mi garganta, un ardiente dolor abrasando el
tejido tierno.

Esto es. Voy a morir.

Lucas corre a mi lado y se arrodilla en la tierra húmeda, sosteniendo una mano


sobre su nariz y boca mientras me inspecciona. La tos desaparece y él me da una
botella de agua que saca del tronco del árbol ahora desocupado. Vierto el líquido
claro sobre mi rostro, y uso una manta para frotarla suavemente alrededor de mis
ojos ardientes.

Después de varios minutos mis ojos y garganta se han recuperado, pero el


hedor aferrándose a mí no se está desvaneciendo, ni un poco.
Nunca, jamás he olido algo como lo que esa cosa arrojó sobre mí. Nunca he
oído hablar de tal animal, no sé cómo se llama, pero me gustaría que volviera para
así poder patearlo. No me provoca ni una pizca de sensación tierna como el
encuentro con el ciervo de anoche.

Lucas me observa limpiarme a unos pocos pies de distancia, sus ojos brillantes
y alegres.

—¿Estás bien?

—Oh, ¿qué, crees que esto es gracioso? ¿¡Qué pasa si me mata!?

Lucas se disuelve en risas, trabajando duro para mantenerse en pie. Me


levanto, arrebatándole otra botella de agua, y dejándola caer a través de la maleza.

Él la alcanza, pero mantiene su distancia.

—Lo siento, Althea. No es gracioso. —Él tiene que esperar hasta que su
estúpida sonrisa está bajo control antes de continuar—. Estoy seguro que no vas a
morir, pero si estás preocupada, volvamos.

—No podemos volver. La mujer solo va a estar allí un día más. De todos
modos, si voy a morir por envenenamiento animal, prefiero hacerlo aquí.

Lucas acelera y conduce el camino, manteniéndose a uno o dos pasos por


delante de mí.

—Lo siento. Tengo que permanecer contra el viento.

Él se detiene después de una media hora y lo perdono por reírse. Ahora que
parece que no voy a desplomarme muerta, supongo que hay humor en la situación.
Sin embargo, sería mucho más divertido si le hubiera ocurrido a él.

Esto hace que nos hayamos encontrados con dos animales, y ninguno intentó
matarnos. De hecho, ambos mostraron miedo; el ciervo corriendo y la pequeña bola
de pelo esta noche rociándome con su mal olor a fin de escapar. Mi opinión sigue
cambiando, poco a poco, experiencia por experiencia. Estos animales, tan libres,
salvajes y sin contención, no parecen estar haciendo nada más que vivir sus vidas.
Incluso perdono a Apestoso. Debo haberle parecido bastante aterradora.

Si abrimos la frontera, ellos probablemente decidirían no entrar.


La determinación de los Otros para separar lo incontrolable dice mucho de lo
que podrían hacernos a Lucas y a mí, dos criaturas también fuera de su influencia en
muchos sentidos.

—Althea, ¿qué otra cosa crees que podemos controlar?

—¿Qué?

Suspira, exasperado por mi falta de atención.

—Ya sabes, podemos controlar el calor y el frío. Podemos pasar a través de


los velos o lo que sea que controla las mentes humanas. Estaba pensando… ¿y si
pudiéramos dejar de viajar? ¿O solo hacerlo cuando queremos?

La idea chasquea en los recovecos de mi mente, obligándome a ver mi vida


de una manera diferente, de una manera en la que estoy en control de lo que me
pasa. No viajar en absoluto sería mi primera opción, pero si pudiéramos hacerlo
nosotros mismos nos podría sacar del otoño, escapar de Deshi, los Vigilantes y
nuestras entrevistas. Mis hombros se estremecen ante el recuerdo.

—El día después del Encuentro, el padre de Sarah dijo que los Vigilantes
estuvieron en las Células Superiores en todos los lugares que viajamos. No podemos
escapar. Además, viajar nos ha ocultado antes porque nunca han estado al tanto de
nosotros. Pero Deshi es un Otro y ciertamente no va a olvidarse de nosotros si
desaparecemos. En todo caso, probará más allá de toda duda que vale la pena
buscarnos.

—Pero, como último recurso, tal vez. No podemos evitarlos para siempre,
pero saltarnos las estaciones podría hacernos ganar algo de tiempo.

—¿Crees que podríamos hacerlo de la misma forma en que usamos el calor y


el frío, enfocando nuestras emociones y empujándolo?

—El gran problema es encontrar la manera de permanecer juntos cuando lo


intentemos. Quiero decir, tal vez podríamos juntar nuestras emociones, si
estuviéramos tocándonos.

La sugerencia de inmediato me hace desconfiar.

—Podríamos hacernos daño entre sí.

—Sobre todo tú, con esas manos de fuego.

—Muy divertido.
Seguimos caminando, comprobando el cielo cada diez minutos más o menos
para mantener nuestra dirección. Mi reloj marca las doce treinta cuando Lucas se
detiene, estirando un brazo para bloquear mi camino. Más adelante, luces se filtran
a través del bosque.

Nos acercamos cautelosos, procurando hacer el menor ruido posible, y


paramos al borde del claro. Un pequeño edificio de tablillas se encuentra en el
centro, con proyectores dirigidos hacia el exterior por los cuatro costados. Ningún
sonido o movimiento sugiere que alguien está alrededor y no hay luces brillando en
las ventanas.

Lucas me empuja de nuevo a los árboles, llevándose un dedo contra sus labios
para hacerme callar ante su cercanía.

La preocupación tiñe mi emoción y adrenalina bombea a través de mi sangre.


Su respiración y los latidos de mi corazón llenan el silencio, pero nada más. Entonces
oigo lo que Lucas escuchó. Pequeños ruidos aplastantes como los que hacen
nuestros pasos en las hojas.

Unos ojos negros carbón se asoman alrededor de un árbol grueso y el terror


disminuye. No es una versión de vida silvestre amenazante, sino ella. El Otro por el
que caminamos hasta aquí para encontrar.

—Hola. —El placer llena sus ojos, ahora del color de la medianoche—. Es tan
genial verlos a los dos juntos, yo… ¿qué es ese olor?

Se inclina hacia mí y toma una aspiración delicada antes de retroceder varios


pasos y reír, un tintineo que suena más agradable que cualquier cosa que he oído
nunca. Ella se acerca a Lucas pero él se aleja, acercándose más a mí.

La no-Otro suspira.

—Estoy feliz de que hayas decidido venir. Es bueno que no confíes en mí; Ko
hizo un excelente trabajo con esas notas. Si vienen adentro, podemos hablar.

Un chillido escapa de mis labios y el aliento de Lucas se desliza de sus


pulmones en un gorgoteo. Ella está conectada a Ko.

—¿Quién eres tú? —demanda Lucas.

—Una amiga de Ko. Y una amiga de ustedes, ya sea que lo sepan o no. Soy
Cadi.
Atraernos aquí al aire libre podría ser un truco, pero con toda honestidad, eso
no tiene mucho sentido. Los Otros tienen una tecnología increíble y capacidades
mentales a su alcance. Si de hecho supieran a ciencia cierta que Lucas y yo son los
que están buscando, simplemente hubieran venido y nos habrían llevado. Pueden
cambiar la memoria de todos de vuelta a la normalidad después de hacerlo y será
como si nunca hubiéramos existido en absoluto.

Los nervios rebotan a través de mis entrañas, medio emocionada, medio


nerviosa. La mujer, Cadi, empieza a dirigirse hacia el pequeño edificio, y me
encuentro con la mirada de Lucas.

Se encoge de hombros.

—Es por esto que caminamos todo el camino hasta aquí. ¿Estás listo?

—Aunque no tenemos que confiar en ella en todo lo que diga, ¿cierto?

El rostro de Lucas se tensa antes de dar una sacudida brusca de la cabeza.

—De ninguna manera. Sólo veamos cómo nos sentimos después de hablar
con ella.

Toma mi mano y entramos en el claro. Cadi mira hacia atrás y una pequeña
sonrisa tira de las comisuras de sus labios rosados.

—Debo decir que estoy impresionada que ustedes dos tengan el coraje de
salir de los límites de la ciudad.

El orgullo llena su voz y mi curiosidad aumenta. La anticipación acelera mi


corazón ante la posibilidad de aprender más acerca de mi vida. Un millón de
preguntas infunden mis pensamientos y luchan por salir de mi boca primero, pero la
precaución todavía me retiene.

Se detiene en la puerta y nos enfrenta.

—¿Por qué no vamos adentro y te aseas, Althea? Ese olor es imposible. Lucas,
si no te importa, por favor, date la vuelta y cierra los ojos mientras ella se quita esa
ropa. Volveré a buscarte una vez que ella esté remojándose.

Lucas vacila y sé que está preocupado por perderme de vista. Normalmente


estaría de acuerdo con él, pero limpiarme este hedor vale la pena un pequeño riesgo,
una opinión que le comunico con una mirada.
Cadi se da cuenta de nuestra conversación silenciosa y sonríe. Lucas camina
diez pasos a distancia y nos da la espalda. Me quito las cuatro capas de ropa, mis
extremidades temblando cada vez más violentamente con cada pieza que quito.

Moretones decoran mi piel pálida y mis dientes castañean. Cuando nada más
que mi sujetador y ropa interior permanecen, Cadi arroja el resto en una pila, toma
mi mano y me lleva dentro. Mis pensamientos se congelan quedando
completamente en blanco.

Pasamos una pequeña sala de estar y una cocina aún más pequeña antes de
entrar en cuarto de limpieza con azulejos verde menta. Una enorme cuenca blanca
con garras ocupa más de un cuarto de la habitación.

Las velas parpadean al borde de la bañera y lavabo, proyectando sombras


oscilantes en las paredes.

Cadi se inclina y abre el agua, tapando la parte inferior cuando el líquido


comienza a evaporarse.

—Esta parte va a ser desagradable, me temo, pero no es fácil deshacerse de


ese olor.

—¿Sabes lo que me hizo esto?

—Se llama mofeta. Unas pequeñas cosas asustadas, de verdad. Casi ciegas
pero tienen un buen mecanismo de defensa, ¿no te parece? —Levanta una ceja, el
humor iluminando su rostro.

—Claro —respondo secamente—. ¿Me voy a morir?

—No. Dios mío, cómo odio lo que los Otros le han hecho a este planeta.
Vamos a salir de nuevo.

—¿De nuevo? ¿Por qué? —La idea de salir afuera, al viento helado, me da
dolor de cabeza.

—Necesito bañarte con la manguera y frotarte con una solución que quite el
olor.

No tengo ni idea de lo que está hablando y honestamente no me importa. Si


con eso va a deshacerse del olor, bien. La sigo fuera del cuarto de limpieza, echando
una mirada anhelante al agua humeante, e intento prepararme a mí misma.
Diez minutos más tarde, las gotas de agua congeladas se aferran a cada
centímetro de mí mientras Cadi me dirige al interior. Un vistazo en el espejo revela
unos labios azules y hebras congeladas de cabello. Me termino de desvestir y me
hundo en la bañera. El agua hirviendo aguijonea mi piel helada al principio, pero se
siente mejor que casi cualquier cosa, mil veces mejor.

—Deja que acomode a Lucas y volveré. —Se va con mi ropa interior


empapada pinzada entre dos dedos.

Mis ojos se cierran en la oscuridad. Es tan silencioso, tan tranquilo, y por


primera vez desde que me acosté en el suelo del bosque no siento como si alguien
me estuviera observando. Mi barbilla descansa sobre las burbujas y mi mente se
apaga, agradecida de tener un descanso. Brillantes patrones amarillos parpadean en
las baldosas. Sólo respiro en la soledad. Dentro. Fuera. Dentro.

La puerta se abre de nuevo y Cadi se desliza adentro. Se arrodilla al final de la


bañera al lado de mi cabeza. Ella se ha cambiado en ropas de salón, un par de
pantalones de color verde pálido y una camiseta a juego. Coge un par de botellas de
debajo del lavabo y coloca chorros de champú en la palma.

—¿Tienes preguntas, Althea?

Sólo alrededor de un millón.

Cadi frota la espuma fragante en mi cabello y amasa mi cuero cabelludo.


Trabaja en mí en silencio varios segundos. Hay un número infinito de preguntas, pero
pocas que Lucas no quiere oír también. Mi ceño se arruga y mordisqueo las puntas
de mis dedos a medida que termina con mi cabello y pasa a mi espalda. Nadie nunca
se ha tomado el tiempo para prestarme atención, para cuidarme. No conozco a Cadi
en absoluto, pero dejo que lo haga. Una sensación de protección llena la habitación,
como si esta pequeña cabaña ofreciera albergue seguro.

Es una tontería sentirse así. Es otra estructura más de los Otros en el medio
de la nada.

Es Cadi quien está haciendo que me sienta así, no el edificio. Ella y Ko son
extraños de esa manera.

—¿Qué eres si no eres un Otro?

—¿Qué soy yo? Todo este tiempo sin saber nada de ti, ¿y tú pregunta es sobre
mí?
Las palabras salen ahogadas al final y giro para mirarla a la cara. Agua inunda
sus ojos medianoche y me mira como lo hace la gente en mis sueños. Cualquier cosa
que ella y Ko son, se preocupan por nosotros. No podría fingir la cruda emoción
áspera escrita sobre toda ella. Pero, ¿por qué?

—¿Cómo se llama el agua en tus ojos? También me pasa, y Lucas la ha tenido


antes, pero nadie más lo hace.

—Los humanos las llaman lágrimas. Y todos las tienen, pero las lágrimas son
provocadas por la emoción. Cuando vienen se llama llanto o llorar. Es la forma en
todo el mundo purgaría sus sentimientos naturalmente, si pudieran.

—Lágrimas. —Intento decir la palabra, feliz de tener un nombre para el agua


y también, una definición para una de las extrañas palabras inquietantes en el librillo
de Lucas. Examino mis dedos, arrugados y rosados por el agua, y tomo la toalla de
Cadi. A pesar de que mi ropa absorbió gran parte del olor, no estoy lista para salir
del agua por el momento—. Entonces, ¿qué eres?

Parece pensarlo durante un minuto.

—El abismo entre nuestras lenguas es vasto. Tu vocabulario es bastante


limitante.

—¡Oye!

Se encoge de hombros.

—No es tu culpa, Althea. Los Otros no tienen nada que ganar y mucho que
perder enseñando lenguas o historia. —Busca en su mente durante unos minutos
mientras yo practico el uso de mi paciencia—. Soy un Augur. Es la definición más
cercana. No soy totalmente Otro, ni soy humano. Mis antepasados eran de un
planeta llamado Sprita. Teníamos una emoción primaria: amor. Nuestro planeta es…
era pacífico, lleno de respeto y felicidad. Cuando los Otros llegaron, nadie se puso
en contra de ellos; la lucha no está en nuestra naturaleza. Les dimos la bienvenida,
les ofrecimos santuario. Los Otros pasaron muchos años en Sprita antes de
continuar. Nadie sobrevivió su permanencia excepto aquellos que se llevaron con
ellos cuando se fueron.

—Te llevaron con ellos —rechino. Greg preguntando lo que ocurre con los
anfitriones de los Otros salta a mi memoria. Esto es casi peor que nadie
sobreviviendo.
—Algunos de nosotros, sí. Mi gente tiene habilidades específicas que los
Otros querían copiar. Se llevaron una docena de nuestras mujeres cuando se fueron
y extrajeron material genético. Experimentaron con el control de los genes que
deseaban para sí mismos. Funcionó, hasta cierto punto. Yo soy un ejemplo. También
lo es Ko. —Una sonrisa fantasmal ronda su cara—. No somos los primeros en ser
tomados. O los últimos. Muchas especies no sobreviven a la agresiva manipulación
de genes. O no se comportan según lo previsto.

Un estremecimiento de lo que parece repulsión desgarra su pequeño rostro.


No estoy dispuesta a empujarla en lo que es obviamente un punto preocupante. El
agua caliente se vuelve tibia y quiero salir de todos modos, para volver a Lucas.

—Cadi, ¿por qué Ko y tú nos están ayudando?

Me mira a través de unos tristes ojos resignados.

—¿Recuerdas lo que te dije sobre Sprita? Deseamos un resultado diferente


para la tierra. Tú podrías ser la respuesta.

Salgo del agua y me froto para secarme cuando Cadi sale de la habitación, y
luego regresa con mi ropa. Huele limpia y fresca, como si se la hubiera secado en el
aire caliente.

—¿Cómo?

Ella me da un guiño.

—Magia, Althea. Ven. Te voy a decir más.

Cualquier cosa que sea la magia.

Me visto y entro en la cocina para encontrar a Cadi y Lucas mirándose el uno


al otro sobre humeantes tazas de chocolate caliente. Una tercera taza me espera
frente al asiento junto a Lucas. Mis rígidos dedos se tornan cálidos al envolverlos
alrededor de esta.

Él se inclina y olfatea, entonces me da un gesto de aprobación.

—Mucho mejor. —Él roba una de mis manos, luego vuelve una mirada
sospechosa a Cadi—. Tengo una pregunta. ¿Por qué estás aquí ahora, después de
dieciséis años dejándonos para defendernos por nuestra cuenta? Algo ha sucedido,
cierto.

Es una afirmación, no una pregunta. Sabemos que algo ha ocurrido.


—Sí, las cosas han cambiado en cuanto a les concierne. En primer lugar, deben
saber que no los dejamos a su suerte. Ko es la razón por la que han sobrevivido hasta
ahora. —Sus ojos se oscurecen aún más y la pena tira de sus perfectos rasgos
afilados—. Él les escribió esas notas y los ayudó a viajar entre estaciones. Sus
habilidades los mantuvieron a salvo después que sus padres ya no podían ocultar su
existencia por sí mismos.

Lucas se aclara la garganta, abre la boca, y luego la cierra otra vez. De todos
modos, encuentra su voz antes que yo.

—¿Qué habilidades?

—El holograma almacenado en el collar de Althea es un buen ejemplo. Los


Spritans tienen habilidades avanzadas para alterar percepciones. No podemos
cambiar la realidad, sólo la forma en que es percibida.

—Nunca he oído hablar de tal cosa —resopla Lucas.

—Hay muchas cosas en este universo de las que nunca has oído hablar,
jovencito. Te prometo que somos más que capaces de producir resultados. Ko es un
poderoso Augur. Yo también poseo una cantidad adecuada de conocimiento en esta
área.

Sus palabras tratan de penetrar la barrera entre lo conocido y lo posible. Mi


cerebro martilla y se estira, despejando espacio para nuevas ideas.

—¿Por qué nos ayudó? —Lucas es duro con Cadi. Obviamente está frustrado
y tiene problemas para confiar en ella.

Cadi devuelve la mirada firme de Lucas, y él evita su mirada empapada de


emoción.

—Althea puede ponerte al tanto de mi pasado, pero Ko y yo tenemos nuestras


razones para mantenerlos con vida. En el curso de protegerlos mientras crecían, nos
hemos acostumbrado a preocuparnos mucho por ustedes. Casi como si nos
pertenecieran.

He estado atrapada en su declaración original todo este tiempo, cuando


mencionó a nuestros padres. Mi corazón sube a mi garganta e intenta latir,
apretando mi vía respiratoria con un doloroso aguijonazo.

—Dijiste que Ko se hizo cargo porque nuestros padres ya no nos podían


proteger. ¿Tenemos padres?
Ella ve nuestras serias caras esperanzadas, y niega con la cabeza.

—Sí, por supuesto que tienen padres. El Otro Supremo los quiere debido a sus
padres. Después de todo, ustedes son los únicos hijos nacidos de un Otro y un
humano.

Mi mandíbula cae abierta. Somos Otros. Por lo menos, parte de nosotros lo


es. Los ojos de Lucas encuentran los míos y la consternación fluye de ellos a mi
corazón. Cadi coloca una mano sobre las nuestras enlazadas. El consuelo se derrama
de ella a mi sangre, pero no puede impedir mi escalofrío.

—Pensé que las relaciones entre Otros y humanos están prohibidas —digo.

Sus cejas se disparan en sorpresa, dándole un aspecto cómico.

—¿Cómo sabes eso, Althea?

—Larga historia. Escuché a algunos Otros hablando de mí una vez, y decir que
era una lástima que la intimidad esté prohibida.

Lucas gruñe y recuerdo que él no sabía esa parte.

Cadi continúa, manteniendo su mano en la nuestra.

—El tipo de amor que los humanos experimentan entre un hombre y una
mujer es peculiar de este planeta. Los Otros nunca habían encontrado eso antes. Sus
padres Otros fueron enviados a las cuatro esquinas de la tierra para ayudar a someter
el planeta. En el proceso, se enamoraron. La emoción les tomó por sorpresa con su
poder distintivo y la ferocidad desesperada con la que la protegían. Su asociación
con los humanos resultó en sus nacimientos.

Se detiene, tomando una respiración profunda y la mirada perdida en el


espacio, como si recopilara sus pensamientos.

—Cualquier Otro además de sus padres habría sido asesinado por romper la
primera regla de permanencia: sin intimidad.

—¿Por qué no nuestros padres? —La boca de Lucas tira hacia abajo en un
ceño fruncido.

Mi corazón late salvajemente, queriendo saber, no queriendo saber.

—Ustedes dos, sin duda, se dan cuenta que poseen cualidades extrañas. —
Espera a nuestro asentimiento—. Los Otros no han sido capaces de localizar un
planeta que pueda sostener su existencia de forma indefinida. Cuando llegan a un
nuevo ambiente, su presencia cambia su composición. El aire se vuelve frío, tan
amargo que cada cosa viva se marchita y muere en cuestión de segundos. Necesitan
el frío, se alimentan de él. También necesitan la población nativa y el medio ambiente
para apoyarlos tanto tiempo como se quieran quedar. Aquí es donde sus padres
Otros entran.

Cadi se detiene, retirando su mano de las nuestras, utilizándola para soportar


su peso mientras se recuesta en la silla. Toma una respiración profunda antes de
continuar.

—Sus padres son los Elementales.


Traducido por Shilo, Mae y Nelshia

Corregido por Selene

El mundo se detiene. Si Lucas no hubiera colocado un brazo a mi alrededor,


mi rostro habría golpeado la mesa.

—¿Nuestros padres son los Elementales? Pero cómo… —Me detengo. Mucho
acerca de mí tiene sentido. Al fin.

—Ellos controlan el clima en los planetas receptores, las estaciones aquí en la


tierra, y mantienen un ambiente habitable. Sin ellos, los Otros no serían capaces de
quedarse por mucho tiempo.

—Pero hay cuatro de ellos. —A pesar de su estado de helada conmoción,


Lucas lanza una insinuación en su afirmación, tratando de confirmar nuestras
sospechas.

—Y hay cuatro de ustedes, lo que ya probablemente han deducido. Chicos


listos.

—¿Qué quieren de nosotros? —Pensar en pasar dos segundos en una


habitación con cualquiera de los Elementales hace que el pánico hierva lento en mi
sangre.

—Los Otros no quieren algo de ustedes cuatro. Sólo los quieren a ustedes. Se
desharán de ustedes, con toda probabilidad, a menos que descubran alguna manera
en la que les puedan ser útiles. —Cadi se detiene otra vez mientras pincha los mini
malvaviscos en su taza.

—Si todo esto es cierto, ¿cómo es que nunca nos han encontrado? Me refiero
a que, sólo hemos estado andando por ahí como todos los demás. No son estúpidos.
—El Lucas receloso está de vuelta, buscando huecos en la historia de Cadi.
—No, los Otros no son estúpidos, Lucas. Lo más alejado a eso. Nunca los han
encontrado porque no han estado buscándolos. Su existencia se había mantenido
en secreto hasta recientemente, cuando… sólo les voy a mostrar lo que pasó cuando
los Otros se enteraron de los amoríos de sus padres, y lo que ha pasado a Ko este
otoño. Será más fácil.

Antes de que podamos reaccionar nos alcanza para tocarnos, haciendo sonar
el pulgar e índice de su mano libre. La cocina se disuelve y estamos en un lugar
diferente. Asumo que es una casa, aunque no es como ninguna en la que he vivido.
Es mucho más grande, por ejemplo. El piso bajo nuestros pies es de una madera
color cerezo con alfombras cubriéndola a intervalos regulares. Al frente, una
impresionante escalera sube en espiral hacia el techo abovedado. Se retuerce fuera
de la vista sobre nuestras cabezas.

A la izquierda hay una sala de estar, un fuego rugiendo en una chimenea en


la pared. Doy unos pasos hacia atrás, pero se mantiene confinado mientras crepita y
cruje. Sillones, sillas y esquineros rodean una brillante pieza negra de madera con
parte de su cima sobresaliendo. Toda la cosa es soportada por una enorme pared de
ventanas; la escarcha decora el vidrio en patrones diáfanos. Calor y familiaridad
abrazan la habitación, creando una atmósfera acogedora muy diferente de los
espacios fríos y duros en los que paso mis días.

A la derecha hay un pasillo, tal vez que lleva a la cocina considerando los
ruidos metálicos y el olor a ajo y cebolla que viene de esa dirección. A mi lado, el
rostro de Lucas brilla con sorpresa, sus ojos amplios mientras asimila nuestros
alrededores. Cadi nos observa, sus propios rasgos reservados y cerrados. La
expresión abatida y marchita de sus ojos provoca un escalofrío en mi columna. Lo
que sea que estamos a punto de ver, no lo está esperando con ansias.

Cuando entramos a la sala otro grupo de sillas y sillones se hacen visibles,


opuestos al fuego. Cuatro Otros se sientan en los bordes de los muebles, silenciosos
y rodeados de energía nerviosa. Los reconozco en un instante y mi mano sudorosa
se desliza en la de Lucas.

Los Elementales.

Miro a Cadi.

—¿Pueden vernos?

—No. —Sacude la cabeza, su cabello brillante balanceándose de arriba


abajo—. Esto es solo un recuerdo.
Una voz llama de vuelta nuestra atención al cuarteto sentado.

—No puedo creer que esto esté pasando. —La voz de Fuego fluye como el
agua sobre las rocas en un río, burbujeante y fresca. La cualidad no enmascara el
tono de derrota.

La voz en mi cabeza, aquella que suena como la mía pero que en realidad no
es, porque es más inteligente, más bonita… no suena exactamente como la mía
porque es la de ella.

Inhalo bruscamente y me inclino hacia Lucas. Mis manos aferran su brazo,


dejando marcas en su camiseta. Me alejo cuando la tela azul empieza a arder. Lucas
y Cadi me observan, la preocupación desbordándose de sus miradas y estrellándose
contra mi corazón. Sacudo mi cabeza, renuente a compartir.

El hombre sentado a la par de ella, Agua, pone su mano sobre la de Fuego.

—Sabíamos lo que pasaría si el Supremo se enteraba de nuestros amores,


Flacara. Todos esperamos que no lo hiciera, pero lo ha hecho. —Su voz es baja,
placentera como la de ella, e igual de desolada.

—Deberíamos haber tenido más cuidado, Apa. Mandar muy lejos a nuestras
parejas con los niños hace cinco años. —Quita su mano debajo de la suya mientras
el fuego crepita y se alza en su espacio confinado. Se retuerce, ganando fuerza como
si ella lo comandara, blandiendo la innegable verdad.

Ella es mi madre. Habla en mi mente. Me lo digo para tratar de creerlo en


verdad.

Uno de los hombres habla. Lo reconozco de los retratos, claro. Tierra.

—Fuiste la menos dispuesta de todos nosotros de renunciar a tu hija, Flacara.


Ahora debemos lidiar con las consecuencias.

Aunque Cadi nos asegura que no están conscientes que escuchamos a


escondidas, el miedo se retuerce en mis entrañas. Sean nuestros padres o no, estoy
incómoda estando en la habitación con ellos. Al mismo tiempo, sus semblantes son
diferentes a lo que esperaba, de alguna manera. En las fotos parecen malvados, fríos,
incluso despiadados. Aquí, ahora… son más humanos de lo que deberían ser. Mucho
más que los Vigilantes.

Agua habla desde el sillón de nuevo, la desesperación rompiendo su calmada


conducta previa.
—Ko nos ayudará.

Fuego… no, Flacara, no se queda aplacada.

—¿Por qué Ko haría algo por nosotros? ¿Después de lo que le hicimos a él y


a su gente? Destruimos su hogar, esclavizamos y luego asesinamos a su propia
madre. Debe odiarnos.

A pesar de la ira que está proyectando, su tristeza es clara. Los hombres no le


tienen miedo. Tierra responde con palabras infundidas en amabilidad.

—Los Spritans no saben cómo odiar, Flacara. Sabes eso. Ko y Cadi ven a
nuestros hijos como la esperanza de este planeta. Tal vez tienen razón. Hemos
presenciado los pequeños talentos que han heredado de nosotros. Tal vez podrían
salvar este planeta cuando acabemos con sus recursos y sigamos adelante.

—Sabes que estoy de acuerdo con Pamant. —Aire, quien había estado callado
hasta ahora, añade su contribución—. Ko y Cadi no están ofreciendo ayuda porque
quieran ayudarnos. Quieren ayudar a los niños… y a los humanos. Y por eso confío
en ellos. Todos estuvimos de acuerdo con confiar en ellos. ¿Dónde está Ko, de todas
formas?

Como si fuera una señal, la pesada puerta delantera se abre detrás de


nosotros y un hombre pequeño entra agitado a la sala. Es difícil de decir, ya que solo
hemos visto una versión insustancial, pero se ve como Ko.

Nos pasa al lado sin romper su paso y se detiene en el espacio vacío frente al
fuego. Los Elementales se sientan más derechos a medida que la tensión se
intensifica.

Flacara habla primero, el terror envolviendo sus palabras.

—¿Y bien? ¿Están a salvo?

A Ko le toma un momento recuperar el aliento, desenrollando una larga


bufanda magenta de su cuello y sacudiendo los copos de nieve de su cabello rubio
oscuro. Eso, así como sus otros rasgos, coinciden con los de Cadi casi exactamente,
incluyendo sus imposibles ojos azul oscuro y corta estatura.

—Los niños están protegidos. Viajarán entre estaciones sin ser detectados, y
he colocado en su lugar otros mecanismos que ayudarán a garantizar su seguridad.
Ninguno es infalible, claro, pero… —Se encoge de hombros y se calla poco a poco.
Agua, el que llaman Apa, se pone de pie. Un escalofrío desciende de él que
congela los cristales de las ventanas. Nubes blancas de aliento emergen de nuestros
labios en un cuarto que se sentía cálido hace diez segundos. Los dedos de Lucas se
aprietan en los míos. Sus ojos están llenos de asombro, miedo y disgusto… la misma
mezcla de emociones corriendo a través de mí. Le presto de nuevo atención al
hombre de pie, la hermosa perfección en un cuerpo.

Ese es el padre de Lucas.

Camina hacia Ko, quien mantiene su posición. La brillante luz del fuego provee
una vista clara de la cicatriz en forma de estrella en el cuello de Apa, la visión
haciendo que una nueva conmoción me recorra. Es negra, y en lugar del contorno
simple de una estrella roja, está llena como si alguien la coloreó. En lugar de
parecerse a mi collar, es mi collar.

El collar tuvo que haber sido siempre dispuesto como una pista para la
verdad… que estoy conectada con estos extraños, estos Elementales.

Apa habla, un aliento helado acompaña las palabras que salen de sus labios.

—Ninguno es infalible, no es lo suficientemente bueno. ¿Cómo los vas a


albergar hasta que tengan edad suficiente para cuidar de sí mismos?

—Cadi y yo tenemos el poder de moverlos a voluntad, en caso de que sin


querer llamen la atención. Cada uno de ellos estará rodeado por un… ¿cuál es la
palabra correcta? ¡Maldigo este lenguaje limitado! Ah, digamos que una burbuja
invisible impide que los humanos los vean con claridad. Sus anfitriones, los niños en
la Célula, nadie se dará cuenta cuando se hayan ido. Difícilmente se darán cuenta
cuando estén allí. Sus hijos no van a permanecer en un lugar demasiado tiempo, y
nunca visitarán sus estaciones naturales. —Hace una pausa cuando Flacara jadea y
comienza a llorar en silencio—. Es mejor así. Si los Otros se dan cuenta de su
existencia, los buscarán donde estarían más cómodos. He proporcionado a cada uno
de sus hijos una nota, encerrado en una pista. A medida que crezcan van a entender
lo que significa.

—¿Van a estar juntos? —Tierra habla, sus ojos negros y azules detienen a Ko
con una mirada intensa.

Ko niega con la cabeza.


—No, Pamant. No se conocerán. Pienso que lo mejor es mantenerlos
separados. De esa forma, si algo le sucede a uno, bueno, no todos se verán
comprometidos antes de que podamos llegar a una solución.

—¿Qué pasa con Ben? —Flacara plantea la pregunta, con una voz carente de
esperanza. Ella tuerce sus largos rizos rojos entre sus dedos de la forma en que a
veces hago cuando estoy preocupada. Sus ojos lucen abatidos, lágrimas caen por
sus mejillas. A pesar de todo, su dolor retuerce mi corazón.

—Ben está muerto. También lo están Na, Gisela y Sophie. Lo siento mucho.
Los Otros ejecutaron a sus parejas esta mañana. Tenía la esperanza que sólo los
desterraran con los defectuosos, pero el Supremo está enojado. —La propia voz de
Ko está llena de remordimiento; lágrimas se escapan de sus ojos. Su voz baja a un
susurro—. El Supremo está realmente enfurecido.

Las palabras golpean mis oídos y aunque entiendo lo que quieren decir
necesito un minuto para comprenderlas. La verdad. Los defectuosos podrían no ser
todos desechados.

Ben debe ser mi padre, y está muerto.

La madre de Lucas se ha ido. Dos vidas humanas adicionales, los padres de


nuestros parientes que nunca hemos conocido, quedaron extinguidas porque se
enamoraron de la extraña gente hermosa sentada en esta sala. Mi pecho se siente
pesado y mi corazón late bajo el peso a sobre marcha. Mi padre está muerto. Nunca
lo conoceré, nunca lo veré sonreírme o besar mi cabeza de la forma en que el Sr.
Morgan hace a veces. La escena frente a nosotros interrumpe mi espiral línea de
pensamiento a medida que continúa reproduciéndose.

—Están muertos porque los amábamos. —Aire, que ha estado en silencio


durante algún tiempo y cuyo verdadero nombre no sabemos, se para y camina hacia
la ventana del frente.

El padre de Lucas lo sigue al frente de la sala y se sienta en el pequeño banco


detrás de la extraña pieza negra de madera. Sin previo aviso, un sonido inquietante
y hermoso emerge desde el interior de la madera voluminosa.

Mi respiración sale de mi pecho rápidamente y mis oídos absorben el sonido


hasta que se desvanece varios minutos después.

—¿Qué fue eso?

—Los seres humanos lo llaman música. El instrumento es un piano.


—Es hermoso. —La presión hace doler mi corazón. De alguna manera extraña
el sonido refleja el aire espeso de duelo que se cierne sobre la habitación. El dolor
compartido se instala en mi sangre y se arrastra como sedimento hasta el fondo de
un arroyo.

Apa se detiene detrás del piano y pone su mano en el hombro de Aire.

—Ven, Vant. No hay nada que podamos hacer para traerlos de vuelta. Los
amamos. Nos amaron. No les mentimos, y todos sabíamos el riesgo. Vamos a llorar.
Luego vamos a prepararnos para nuestro propio castigo. —Él dice entre dientes las
palabras, y la asfixia en su voz me dice que está conteniendo las lágrimas.

El horror adormece mis pensamientos, entendiendo que estas personas son


mi familia. Aun así, el hecho de que amaran a sus parejas y temen por nosotros, sus
hijos, es evidente. Verlos afligidos, alentarse unos a otros, y esforzarse por garantizar
nuestra seguridad confunde el terror que sus rostros han desencadenado toda mi
vida.

Sin previo aviso, Cadi chasquea los dedos y la señorial casa cálida, desaparece.
Estamos en un frío edificio impersonal y una nueva escena. Se ve y se siente como
una Célula, más institucional que otra cosa. El techo se extiende fuera de la vista,
exactamente igual que la gigante construcción negra donde los Otros me llevaron
en las Tierras Remotas.

Cadi camina hacia delante con la cabeza gacha.

—Esto sucedió hace siete semanas.

Ella llega al final del pasillo y empuja una puerta de metal. Protesta cuando se
balancea hacia el interior, las bisagras chirrían lo suficientemente ruidoso como para
hacer que mire alrededor, aunque Cadi ha prometido que nadie puede vernos. La
habitación está llena de Otros, y el impulso de dar vuelta y correr bombea adrenalina
en mis músculos.

Mis temores se tranquilizan cuando pasamos desapercibidos. Los Otros se


sientan en silencio en plataformas elevadas, como gradas, y nos rodean desde tres
paredes. Hay seis Otros en un banco en la parte delantera de la sala, en la cuarta
pared, y han restringido a Ko en una silla frente a ellos. Él no lucha, pero los mira con
ojos cuidadosos.

El Otro en la parte delantera y el centro ve hacia él con una mirada negra


infinita e implacable. Tres gruesas bandas de obsidiana rodean su cuello. Nunca
antes lo había visto, aunque su posición de autoridad resuena alto y claro, no sólo
debido a su asiento o su apariencia ligeramente alterada sino simplemente por su
rostro. Me inclino hacia Cadi, apenas atreviéndome a abrir mis labios.

—¿Quién es ese?

—El Otro Supremo. Su líder.

El Otro Supremo.

Se inclina hacia delante, fijando a su prisionero en su lugar con una brillante


mirada negra.

—¿Sabes por qué estás aquí, Ko?

—Sí, señor. Me drogaron y observaron mis recuerdos mientras dormía


anoche. Sabe que ayudé a los Elementales hace casi doce años. —Afirma con total
naturalidad, sin rastro de irrespeto en su tono.

La mirada de Cadi nunca se aparta de la escena, pero me informa.

—Las mentes de los Otros se conectan en una serie de túneles y cavernas. Se


hablan entre sí, dando órdenes, mostrando imágenes. Pueden causar dolor. Un dolor
inimaginable.

Su voz se quiebra y cae en silencio a medida que los Otros se ponen de pie,
cerniéndose sobre la mesa pesada.

—Tu solidaridad con el sufrimiento de los seres humanos nos preocupa más
que tu lealtad a los Elementales. Ya hemos lidiado con ellos.

Ko se encoge de hombros.

—Separarlos fue sabio.

Cadi susurra de nuevo, con la cabeza hacia nosotros pero sus ojos angustiados
se encuentran pegados a la escena.

—En conjunto, los Elementales son más poderosos que los restantes Otros
combinados. Después que el Supremo se enterara de su traición, los separó
físicamente.

El Otro se acomoda de nuevo en su silla con un bufido descontento.


—No estoy interesado en tu opinión sobre los Elementales. Ahora soy
consciente de la descendencia resultante de estas asociaciones abominables. Los
quiero.

—No los puede tener. Su paradero exacto no es conocido por ninguna


persona, y permanecerá así. Perdóneme que se lo diga, pero sus sondas no son rival
para mis habilidades mentales en esta área. Es poderoso, pero los secretos que
rodean a esos niños están muy bien protegidos para que… —Se interrumpe con un
jadeo, retorciéndose de dolor mientras su cabeza cae hacia atrás y se retuerce contra
la silla una y otra vez.

Un gemido espeluznante se desliza de sus labios, el sonido me apuñala en el


corazón hasta que ya no puedo soportarlo otro momento. Mis manos cubren mis
orejas, pero el ruido perforante únicamente se suaviza. Los gritos del joven Otro que
Deshi derribó con una simple mirada en mi recuerdo, mezclándose con Ko a medida
que sus gritos se vuelven más ruidosos.

Cadi le da la espalda a la escena, sacudiendo los hombros, mientras se


prolonga durante varios minutos. Finalmente Ko se queda sin fuerzas, un líquido
gotea de su labio inferior donde lo mordió. Debe ser sangre, pero es de un color
dorado en lugar de rojo. Círculos de color ámbar oscuro que no estaban allí hace un
momento rodean sus ojos y el azul de medianoche en ellos se mezcla en profundas
venas amarillas. Otro arroyo de sangre dorada gotea desde su nariz. Su cabeza cae
a un lado y no hace ningún esfuerzo para enderezarse. La mano de Lucas encuentra
la mía y los dos apretamos.

Ya sabíamos que podían entrar en las mentes de los demás, pero ver la tortura
confirmada de primera mano me sacude. La idea de la presencia que hurgó en mi
mente la noche que la Sra. Morgan se tornó defectuosa se arremolina con náuseas
vertiginosas en mis entrañas.

Oigo la voz de Fuego tan a menudo, ofreciéndome comodidad e instándome


a seguir. Si ella puede meterse en mi mente, todos los Otros pueden.

—Ahora, Ko. ¿Vas a decirnos dónde encontrar a los niños, o vamos a tener
que sacar su ubicación de tu cerebro moribundo? En caso que lo hayas olvidado,
todo lo que necesitamos de los Spritans como tú está en sus genes. Sus cuerpos son
desechables. —La voz del Otro Supremo es suave y cargada de amenaza. El sutil
toque de alegría me enferma. La mano de Lucas frota la parte baja de mi espalda,
pero no me ofrece ningún consuelo.
La voz del Supremo no deja lugar a dudas. Si Ko mantiene nuestro secreto, no
podrá ser sin un gran costo personal. Dudo que sea posible soportar el tipo de abuso
que los Otros son capaces de suministrar. No por mucho tiempo.

No para siempre.

Cadi chasquea los dedos. Parpadeo varias veces, ajustando la luz de las velas
de la cocina en el edificio en las Tierras Remotas. Pongo mis brazos alrededor de mí,
tratando de contenerme. Hace poco tiempo se sentía seguro estar aquí. Ahora,
ningún lugar volverá a sentirse seguro de nuevo. Los ojos de Lucas se encuentran
con los míos, llenos de toda la angustia, confusión y culpa luchando por la
prominencia en mi propio corazón.

Cadi intenta hablar pero su voz se quiebra y hace una pausa, parpadeando
rápidamente. Después de una respiración profunda encuentra la fuerza para
continuar.

—No estoy segura de cuánto reveló acerca de sus encantamientos,


protecciones, o sus posibles talentos. Sus medios de tortura son… convincentes. Él
es fuerte, pero nadie puede resistir indefinidamente. Podrían saberlo todo. Por lo
menos, los están buscando. En silencio, por ahora.

La responsabilidad por la difícil situación de Ko tiene la sustancia y el peso de


una bola gigante de plomo atada a mi corazón, tirando contra cada latido. Durante
toda mi vida su nombre, su nota, me ha anclado. Su nombre era mi promesa de que
algún día la vida tendría sentido. El verlo encarcelado, sufriendo por conocer mi
existencia, hace que un nudo se asiente en mi garganta y que mis ojos ardan.

—Ellos saben cómo olemos. —La voz de Lucas suena dura, muerta.

La cabeza de Cadi se alza de golpe.

—¿Estás seguro?

Lucas le dice sobre Deshi y la consternación recubre su rostro.

—No se detendrán ante nada para encontrarlos. Nada.

—¿Pero por qué? ¿Por qué les importamos tanto? —El desagradable y agudo
lloriqueo en mi propia voz me da ganas de abofetearme, así que me concentro en
calmarme.

—Los Otros son buscadores de conocimiento, por un lado, y son especialistas


en el ámbito de la manipulación genética. Quieren responder a la sencilla pregunta
de lo que podrían ser capaces de hacer, dado su linaje. También porque no pueden
correr el riesgo a que posean una habilidad oculta que podría socavarlos. Su planeta
es aparentemente rico en recursos que ellos necesitan para sobrevivir. No están
dispuestos a irse. Por último, los Elementales humillaron deliberadamente al
Supremo al desobedecerlo. Él va a hacer un ejemplo de ellos al matarlos.

Nuestros talentos extraños serán nuestra muerte. El calor, el frío, el deshacer


los velos humanos. La mano de Lucas me aprieta la rodilla, con fuerza. Se siente
como una advertencia. Mantengo mi boca cerrada en cuanto a nuestras habilidades.

Lucas mantiene su mano sobre mí, heladas a través de mis jean.

—¿Cuál es el recurso que necesitan? ¿Cómo eligen sus planetas huéspedes?

Cadi mantiene sus ojos en su chocolate frío y se muerde el labio inferior. Pasa
una mano distraídamente sobre la parte superior y humea de nuevo.

—No puedo responder a eso. Es un secreto que los Otros guardan con
tenacidad decidida. Sólo ellos saben la fuente de su supervivencia. Desde el
momento de su nacimiento la mente de cada Otro está limitada, hasta cierto punto.
La parte de sus cerebros que alberga los secretos de su gente está separada de su
capacidad para comunicarse. —Ella niega, pareciendo frustrada—. Lo siento. No es
fácil de explicar. Pero esta área restringida en su cerebro es impenetrable, por lo que
sabemos.

—Por lo tanto, son buenos en la cosa de control mental y en erigir estos velos
que hacen que la gente crea que son felices con las cosas como son. Sin embargo,
¿cómo lo hicieron? ¿Cómo se hicieron cargo de la tierra? Hay muchos más humanos
que Otros. —Mis dientes se aprietan juntos cuando el viento a finales de otoño
sacude las ventanas.

—Tienes frío. Déjame ayudar.

Cadi chasquea los dedos una vez más y la cocina se oscurece.

La nada me rodea, y en los momentos previos a que mi visión regrese, el olor


a jazmín, fresco y floreciente, se desliza debajo de mi nariz. Madreselva. Rosas. A
continuación, una brisa cálida y satisfactoria me hace cosquillas en la mejilla. El agua
da vueltas suavemente, rítmicamente. La tensión se desenrolla de mi cuello y espalda
a medida que la comodidad y la calma me envuelven.

Una pequeña mano se presiona en mi brazo.


—Puedes abrir los ojos.

La escena que me da la bienvenida casi me noquea de mi silla.

Espera.

Ya no estoy sentada en una silla, sino en un barco. El suelo es de agua azul


verdosa, y delante de mí el sol se hunde hacia el horizonte. El follaje florece; los
amarillos, rojos, rosas, morados y azules me deslumbran. Los árboles son de color
verde y exuberantes como la hierba que cubre el suelo debajo de ellos. Los pequeños
pinchazos de luz parpadean en la oscuridad.

Lucas jadea con asombro a mi lado, mirando a su alrededor en todas las


direcciones. Cadi se reclina en la proa del barco con nosotros, usando pantalones
cortos y una camiseta sin mangas. Sus diminutos pies están descalzos. Ella está
ajustando otros pequeños detalles también. En lugar de pantalones largos, Lucas
lleva pantalones cortos y una camisa polo de manga corta del mismo color azul como
la que tenía antes. En vez de zapatillas deportivas, lleva cholas.

Mirando hacia abajo a mi propia ropa, me siento un poco desnuda. Los


modestos jean y suéter han sido reemplazados con un vestido rosa claro. Pequeñas
flores blancas bordadas adornan la falda, que cae un poco más corta de lo que la
Sra. Morgan habría aprobado. La parte superior del vestido expone una buena
cantidad de mi pecho, y es soportado por tirantes delgados. He oído hablar de
estos… vestidos de verano. Aunque, nunca he tenido ocasión para usar uno. Mis pies
todavía están atrapados en mis zapatillas blancas sucias, pero ella ha robado mis
calcetines.

No tengo frío, a pesar de la generosa cantidad de piel expuesta. La brisa


caliente se mueve a través de los árboles, haciendo flotar el aroma embriagador de
las flores a la embarcación. Una fuerza, poderosa, extraña y de alguna manera
reconocible, florece en mi centro. Fluye a través de mis órganos, derramándose por
mis poros. Siento que puedo hacer cualquier cosa.

Esto es tan extraño. E impresionante. Sin duda alguna, impresionante.

Lucas recupera su capacidad de habla, pero no deja de mirarme.

—¿Qué es este lugar?

—No es un lugar real. Es verano. Pensé que a Althea podría gustarle verlo.

Ella tenía razón.


—¿Cómo llegamos aquí?

—Sólo un truco de la imaginación. Uno bastante simple, a decir verdad. No


estamos aquí físicamente, aún estamos sentados en la cocina.

—Yo pertenezco aquí —exhaló.

Cadi me estudia con una mirada triste.

—Sí, así es.

Lucas hace una mueca y se limpia la frente, ya cubierta de sudor.

—Un poco cálido, ¿no crees?

Cadi se ríe, el sonido cadencioso y onírico.

—Para ti, Lucas. Si tenemos otra oportunidad, estaría encantada de mostrarte


el invierno, aunque también prefiero el verano. Sin ánimo de ofender. —Ella se inclina
hacia atrás sobre sus codos y cuelga sus pies descalzos sobre el borde de la
embarcación. Sus dedos hacen pequeños círculos en el agua—. Voy a responder a
tus preguntas, ahora que te sientes cómoda. En primer lugar, los Otros no controlan
las mentes sino las emociones. Su velo separa a los seres de los sentimientos
poderosos, todo lo que pueda inspirarlos a actuar. Amor. Ira. Afecto. Celos.
Proteccionismo. Tu especie tiene más que la mayoría, un factor que no esperaban y
que les dio problemas al principio. Volvieron defectuosos a cientos de miles antes
de averiguar que tenían que purgar las emociones reprimidas.

La palabra me llama la atención.

—¿Purgar?

—Sí, la purga anual. Los Otros lo establecieron como una tradición, pero el
punto es darles acceso a grandes grupos a la vez. Drenan los malos sentimientos: los
impulsos pasionales, el resentimiento atrapado y todo lo que no funciona en su favor
desde detrás de los velos. Si los seres humanos con velo no son purgados, se vuelven
defectuosos.

Después de años de preguntarme lo que está mal con todo el mundo, esto
tiene mucho sentido.

La mayor parte de ello, de todos modos.

Lucas interrumpe el silencio.


—Así que, a pesar de que no somos purgados, no estamos defectuosos
porque los Otros nunca acondicionaron velos en nuestras mentes.

—Ya que no sabían de nosotros hasta este otoño. —Jamás pensé que podía
sentir tanto agradecimiento por ser diferente.

—Sí. Sus mentes son suyas. En su mayoría.

—Dijiste que los Otros se comunican a través de algún tipo de túneles. Somos
en parte Otro. ¿También pueden entrar en nuestras mentes? —Es una preocupación
que ha estado plagándome desde la primera vez que escuché la voz de Fuego esta
noche.

Líneas de preocupación arrugan la frente lisa de Cadi.

—Nunca te he visto en los túneles, pero es posible. Pueden entrar en la mía…


y en la de Ko, como vieron. —Ella estudia mi cara con gran concentración por un
momento—. Los Otros, la forma en que sus mentes están conectadas, es como una
enorme caverna. Una colmena. Existen en muchos niveles, en innumerables túneles,
por caminos serpenteantes. Cada Otro tiene su propia alcoba. Pueden encontrarte,
si sospecharan que tienes una.

Es siempre cuando tengo la guardia baja que la voz de Fuego se propaga a


través de mi mente. Resuelvo esforzarme más para mantenerla fuera. Si ella me
puede encontrar allí, ¿qué impedirá que el Otro Supremo o Deshi, haga lo mismo?
Lucas y Cadi están mirándome atentamente, así que cambio de tema.

—Los Elementales son diferentes a lo que esperaba.

Lucas asiente.

—Yo también, más cálidos de alguna manera. Parecían más humanos que
Otros para mí.

Los ojos de Cadi se suavizan cuando escucha el anhelo que estamos tratando
de ocultar.

—Son Otros, niños. Antes de experimentar el amor y la paternidad, los


Elementales eran tan crueles y despiadados como el resto de su raza. No voy a
mentirles sobre las cosas que han hecho, los mundos que han ayudado a destruir.
Sin embargo, han cambiado. Amar a sus parejas instaló la humanidad dentro de sus
cuerpos alienígenas. No me sorprende que lo sintieran cuando lo vieron por sí
mismos. —Sus ojos no emiten ningún juicio—. Tenemos que irnos pronto. Los Otros
vigilan mi paradero.

Lucas me da una mirada de reojo llena de sospechas.

—¿Por qué ella se ve de esa forma?

Cadi ríe, el tintineo infeccioso pone una sonrisa en mi cara.

—Ustedes dos muy probablemente ni siquiera han rozado el potencial de sus


habilidades. Su estación natural los lleva más cerca de la superficie.

—Espera, ¿cómo me veo?

Él retuerce su rostro.

—Suena estúpido.

—Oh, vamos. ¡Quiero saber!

—Como si estás brillando, ¿de acuerdo? —Sus mejillas se profundizan a un


rojo escarlata.

Cadi y yo reímos, y después de un minuto Lucas también se ríe. Agarro su


mano y la sostengo en mi regazo.

—Una última cosa. Nos dijiste cómo controlan a los seres humanos, pero,
¿cómo unos pocos Otros conquistan planetas enteros?

Es una buena cosa que Lucas esté aquí, estoy demasiado llena de regocijo al
estar en el calor para pensar en las preguntas adecuadas. Cadi se inclina para tocar
la uña de su pie. Me he dado cuenta por primera vez que sus dedos están fusionados
juntos.

—Lo hacen al no hacer un espectáculo, al no presentar una amenaza. Los


Otros aterrizan en un nuevo planeta sin ser detectados, y lo primero que hacen es
determinar los gobernantes más importantes en cada cuadrante. Luego envían a los
Elementales, uno a uno.

Abro la boca.

—Pensé que les dolía estar separados.

—Así es, pero no es por mucho tiempo y pueden comunicarse a su manera.


La separación voluntaria es más fácil. —Ella se sienta erguida de nuevo, rascándose
la mejilla—. En la tierra, los Otros enviaron a Pamant a un lugar llamado China, Apa
a Francia, Vant a Brasil, y Flacara, tu madre, a América. Cada uno tenía un pequeño
contingente de Otros con ellos. Comenzaron lentamente, pero en cuestión de seis
meses los líderes de esos países quedaron bajo el velo y control de los Otros.
Comenzaron las negociaciones pacíficas con los países más humildes instándolos a
unirse a ellos. Aquellos que se resistieron fueron tomados por la fuerza. Muchas
personas murieron, aún más quedaron defectuosos y desechados. Por algunos años,
los cuatro países originales se mantuvieron. Con el tiempo, la población de la tierra
disminuyó hasta el punto en que ahora todo el mundo reside en lo que solía ser
América.

Mi mente vacila. Existen más lugares en nuestro planeta que sólo las ciudades
de los Otros. Hasta hace unas semanas, nunca imaginé algo más que animales y
muerte descansando fuera de los límites. Quiero ver un mapa, una imagen de esta
América, estos lugares de los que los Elementales se enamoraron.

Los tres caemos en el silencio y flotamos, meciéndonos suavemente en un


sueño por el agua ondulante. Es tan encantador. A medida que el sol se desliza hacia
el horizonte un nuevo ruido de zumbido saluda a mis oídos.

—¿Qué es eso?

Lucas responde.

—Cigarras. Son insectos. Eh. Supongo que no los habías escuchado antes.

El sonido es maravilloso. Me quito mis zapatos y copio a Cadi, arrastrando los


dedos de mi pie en el agua tan tibia como el de la bañera.

Lucas se sienta tan rápido que el barco casi vuelca.

—¿Qué hora es?

A medida que el sol se desliza lejos, Cadi chasquea sus dedos por última vez.
Una abrumadora sensación de tristeza me vence cuando nos encontramos de nuevo
en el centro de acopio. El aire frío se abre paso por debajo de la puerta y por todo
el alféizar de la ventana, estremeciéndome.

Un reloj suena cinco veces.

—Althea, tenemos que irnos. Nos llevará más de una hora llegar a casa y
levantarnos a las siete.
Lucas me pone de pie y de un tirón nos ponemos nuestros abrigos y botas.
Cadi nos sigue a la puerta principal hasta el borde del claro, deteniéndose
abruptamente.

Miro hacia atrás a ella. No es justo que ella sepa todo sobre mí cuando yo no
sé nada sobre mí. La necesidad de romper las reglas, de permanecer aquí hablando
todo el día y la noche, se aferra a mí. Cadi me pilla por sorpresa y me abraza con
fuerza. Se queda mirando a Lucas por un momento, con una expresión de cariño
inclinando su boca.

—Es extraño, Lucas no quiere confiar en mí. Y eso que él siempre ha sido más
de confiar que tú. Es muy dulce.

Me pregunto a qué se refiere al decir que la desconfianza de Lucas es dulce.

—¿No puedes venir con nosotros, o quedarte más tiempo? ¿Qué vamos a
hacer con las entrevistas?

Sus ojos se oscurecen y ven profundamente en los míos.

—No soy libre de ir y venir como me plazca, Althea. Ni siquiera puedo salir de
este claro sin compañía. Vuelve mañana por la noche, si puedes conseguir hacerlo.
Puedo ayudarte a escapar, si llega a eso. Todavía espero que el trabajo de Ko resista.

Asiento, abrazándola en respuesta y absorbiendo su aroma amaderado. Lucas


y yo ajustamos nuestra orientación con respecto al cielo para llevarnos al este, y
usamos las estrellas para navegar nuestro camino de regreso a la ciudad. La noche
es fría y oscura, pero la oscuridad se desvanece a un azul sedoso en los próximos
cuarenta minutos. No hablamos. Las revelaciones de esta noche rompen y
chisporrotean a lo largo de mis sinapsis, calientan mi corazón y relajan mis huesos.

Quién, no, lo que somos es tan impensable.

Un fuerte gruñido me saca de mis pensamientos y de vuelta al mundo real.


Lucas se detiene, pareciendo tan aturdido como me siento. Nos deslizamos a través
de un par de arbustos, deteniéndonos en seco cuando vemos a algunos animales en
un enfrentamiento.

Las criaturas pequeñas y grises con rayas negras sacuden sus colas y ojos, no
notan que tienen una audiencia. Dos más grandes tienen a una más pequeña
acorralada contra un árbol. El pequeño vacila entre gemidos y gruñidos mientras el
más grande avanza, con gruñidos fuertes, siniestros y amenazantes.
Uno ataca al pequeño amigo y él chilla. Lucas corre hacia delante con dos
palos en sus manos, golpeándolos entre sí. Cuando se acerca, él usa uno para arrojar
al agresor fuera de su víctima y en los arbustos. Se escabulle alejándose y el segundo
matón sigue su ejemplo. Mi corazón se acelera y las cuatro capas de ropa se
empapan de sudor en cuestión de segundos mientras Lucas se inclina para revisar a
la criatura más pequeña.

Grito para detenerlo y corro directamente hacia él, pero es demasiado tarde.
Traducido por Scarlet_danvers

Corregido por Mari NC

El animal se levanta desde su posición acuclillada, con actitud protectora en


las piernas de Lucas, tirándolo hacia atrás sobre su trasero. Gruñe, muerde y rasguña;
Lucas lucha y gruñe con el esfuerzo por liberarse. Corro rápido para patearlo, pero
lo suelta y corre en la dirección opuesta a sus atacantes, desapareciendo en el
bosque.

Disparo una mirada de pánico por la zona, pero estamos solos de nuevo, al
menos por ahora. La cara de Lucas está blanca y resbaladiza por el sudor. Toma varias
respiraciones profundas mientras caigo de rodillas y envuelvo mis manos alrededor
de su rostro. La pierna izquierda de su pantalón está rasgada y sangre roja oscura
colorea los bordes deshilachados.

—¿Estás bien?

El dolor parpadea a medida que trata de sonreír.

—Bien. Supongo que tenías razón acerca de los animales.

Mis manos caen a mis costados.

—No deberías haber llegado tan cerca. Él ya estaba asustado de muerte. Te


ves como una especie de gigante para él.

Lucas extiende una mano temblorosa para tirar de la pierna de su pantalón


arruinada sobre la lesión.

—Bueno, bueno, ¿qué es esto? ¿Althea defendiendo a los animales?

—No estoy defendiéndolos, exactamente. Estoy diciendo que tú fuiste


estúpido. Este no es nuestro mundo, aquí afuera. Es el de ellos.
Él se estremece cuando sus dedos rozan un corte abierto a lo largo de su
pantorrilla. Mi estómago da un vuelco con el olor metálico de la sangre pero lo hago
a un lado y me inclino para inspeccionar la herida. Colgajos de piel irregular se abren
para revelar tejido rojo y burbujas de algo blanco.

—Es profundo, Lucas. Tenemos que llegar a casa. ¿Puedes caminar?

Él asiente y se esfuerza por ponerse en pie. Pretendo no verlo hacer una


mueca de dolor, y pongo un ritmo más lento a medida que caminamos los últimos
veinte minutos a la frontera. Lucas no tiene un momento tan difícil con el ascenso
sobre la valla como esperaba. Pero el incidente con los animales nos hace llegar
tarde, son casi las seis cuarenta y cinco antes de regresar a nuestra calle. No hay
tiempo para sanar a Lucas.

—Consigue limpiar y vendar esa cosa.

—Recuerda la cena de esta noche, con el Sr. Morgan.

Es martes, hora de nuestro Permiso Parental. Si el Sr. Morgan aprueba nuestro


cortejo, entonces también tendremos que programar una con los padres falsos de
Lucas. Si vivimos tanto tiempo.

—Cierto. Te veo en un rato.

Corro a casa, apagando mi alarma cerca de cinco minutos antes que el Sr.
Morgan grite “buenos días” por las escaleras. Mi corazón golpea con fuerza mientras
me doy una ducha y meto el desayuno en mi cara.

El Sr. Morgan está aún decaído esta mañana.

—Hablé con los Crawford. Lucas definitivamente vendrá aquí esta noche para
la cena. He ordenado algo especial.

Asiento y llevo nuestros platos al fregadero, besándolo en despedida y


corriendo por la puerta principal a la Célula. Ver a Lucas esperándome, viéndose
limpio y saludable, alivia un poco mi tensión.

—¿Cómo estás? ¿Cómo está tu pierna?

—Me duele, pero voy a vivir. La limpié en la ducha e hice un vendaje con una
camisa.

—¿Todavía está sangrando?

—Sí, pero es más lento.


Él trata de ocultar una cojera. Elijo ignorar la novedad, en lugar de golpearlo
suavemente en el brazo.

—Así que, ¿estás listo para nuestra cena de Permiso con el Sr. Morgan esta
noche?

—Tan listo como puedo llegar a estar.

Caemos en silencio a medida que los demás estudiantes se agrupan en la


acera frente a nosotros. Pasamos por la puerta principal de la Célula y emprendemos
nuestro día. Mis piernas se agitan todo el tiempo, mis dedos tamborileando en las
mesas y escritorios. Un tic súper molesto encuentra mi ojo derecho después del
almuerzo y se niega a desalojar la propiedad. Me recuerdo calmarme, repitiéndolo
cada pocos minutos, cosa que mantiene el sudor al mínimo. Lucas se une a nosotras
en el almuerzo, pero su presencia no es tan relajante como siempre. Ya que mi
cerebro se resiste a concentrarse en los bloques o a poner cualquier tipo de atención
a los Monitores, le dejo quedarse por todas las razones que alimentan este loco y
atrapado sentimiento.

Cadi.

Descubrir que los Otros están buscándome.

Enterarme que los Otros asesinaron a mi padre humano, que Fuego es una
prisionera.

Todo. Pero principalmente, es no ser capaz de preguntarle a Cadi todas las


preguntas que necesitamos sean contestadas. Me está volviendo completamente
loca.

Para el final de química, mi corazón se acelera con anticipación. Dentro de


unas horas estaremos de vuelta con ella, tal vez encontrando la manera de salir de
aquí.

Lucas y yo nos abrimos paso por las puertas delanteras cuando la Célula
termina, pero no lo suficientemente rápido para evitar a Deshi. Tirar de mi cabello, o
el suyo, no parece sabio, así que en cambio accedemos a unirnos a él en un viaje a
la pizzería.

Nuestros compañeros de Célula deben haberse decidido por los bolos,


porque el restaurante está casi vacío cuando agarramos una mesa. Estamos solos.
Con un Otro. Uno que parece muy interesado en nosotros dos. Después de la última
noche dudo de cada movimiento, me pregunto si nos estoy delatando.
La pantalla de vídeo en la mesa toma nuestro pedido, y cinco minutos más
tarde tres rebanadas calientes de pepperoni se deslizan por la cinta transportadora
hacia nuestra mesa. Deberían tener un aspecto y olor maravilloso.

Deberían. Pero no.

Comer no sería fácil, incluso sin el olor a seta podrida de Deshi que impregna
el aire, pero tengo que intentarlo. Lucas palidece cuando da un bocado pero Deshi
está demasiado concentrado en su propia comida para notarlo. Él levanta la vista
después de un minuto, todavía masticando. Esto no le impide hablar, así que
mantengo una sonrisa en mi cara cuando veo cadenas de puré de queso colgando
de sus dientes, es insoportable.

—Entonces, ¿por qué piensan que los Vigilantes están realmente en la ciudad?
—Él nos mira a los dos con intensidad medida.

No sé en qué período Deshi tiene química, pero supongo que realmente no


importa.

Lucas traga su bocado de pizza con un poco de esfuerzo antes de responder.

—Estoy seguro que no es gran cosa. Tal vez están buscando a algunos de
nosotros para trabajar con ellos o algo así. Eso sería genial.

—¿Trabajar con ellos? —Deshi suena sorprendido, y para ser honestos, yo


también.

—Sí, ya sabes. Como asistentes, o pilotos de transportadores, algo así.

Esto se pone cada vez mejor y mejor. Lucas está improvisando totalmente.

Deshi sigue comiendo y viendo a Lucas con irritación apenas disimulada,


luego vuelve su mirada hacia mí. Cuando llegó por primera vez a Danbury actuó
demasiado abierto para parecer del todo humano, pero agradable. Ahora, parece
impaciente todo el tiempo. Esto aumenta mi miedo, la noción de que él está ansioso
por que algo suceda, que nos estamos quedando sin tiempo.

—¿Y tú? —Deshi lanza la pregunta a mí esta vez.

—¿Yo? No, gracias. Quiero trabajar en Viajes como mi papá.

Su sonrisa tensa lacera mi valentía como una lanza.

—No, quiero decir, ¿qué piensas de las entrevistas?


—Ah. —Mis palmas se sienten resbaladizas, la grasa de la pizza mezclándose
con el sudor—. No mucho, supongo. Tal vez lo que dijo Lucas. Tal vez algo más. ¿A
quién le importa?

—Sólo me preguntaba que dirías. Ustedes dos son tan interesantes. —Deshi
muerde su rebanada con más fuerza de la necesaria. El olor a descomposición me
hace pensar que la piel que lleva puesta se acerca a su fecha de caducidad. Tal vez
ese plazo inminente es lo que le está haciendo tan irritable.

¿Él sólo sospecha de nosotros o sabe? No puede estar seguro o alertaría al


Otro Supremo.

¿Cierto?

Terminamos nuestra merienda y le decimos a Deshi que tenemos que ir a


prepararnos para nuestro Permiso. Salto a la ducha en casa, más para estar sola que
cualquier otra cosa. Las revelaciones de los recuerdos de Cadi son demasiado para
manejar a la vez. Quiero decir, he conocido a mi madre, en un sentido, y descubrí
que los Otros ejecutaron a mi padre. He visto a la única persona en quien he confiado
en toda mi vida, hasta Lucas, siendo torturado para obtener información acerca de
mí.

Los Vigilantes están aquí en busca de nosotros.

Mi madre habla en mi mente.

Todavía es increíble que Fuego sea mi madre, la más poderosa de los


Elementales. La mujer cuyo reflejo he estado mirando mientras cuelga en las paredes
de la Célula y sentía nada más que miedo. Incluso en la habitación con ella, viéndola
llorar por la muerte de mi padre y preocupada por mi seguridad, la indecisión
dominó.

Hay una chispa de algo bueno en ella, y saber que ella me amaba empuja mi
miedo hacia la incertidumbre. Pienso en cómo mi padre debió haberla amado. Lo
suficiente como para arriesgarse a morir por estar juntos. Ellos dieron todo por el
otro, y luego por mí. Su hija.

Hasta ahora, el amor ha sido una emoción abstracta. Es una palabra que la
gente utiliza, como: amo las papas asadas. Cuando la gente en pareja promete
amarse, no significa nada. O al menos no lo hacía antes. Cuando el rostro del padre
de Lucas se tensó, su voz soltando las palabras “los amábamos… ellos nos amaban”,
lo sentí por primera vez. Amor. Lo que debe ser.
De la nada el recuerdo del beso de Lucas burbujea. Esos sentimientos que él
puso en marcha en mí no tienen un nombre. No es amor. Todavía no.

Pero tal vez algo parecido.

Bueno, Althea. Concéntrate. Pensar en cosas de adolescentes normales como


Lucas viniendo para el Permiso Parental ayuda a sacar de mi mente todo lo demás.
Mis crecientes sentimientos por él deberían ser insignificantes en el gran esquema
de mi vida. Aun así, la idea de esta cena envía ardillas persiguiéndose unas a otras
alrededor de mi estómago.

El agua caliente cae sobre mí, desvaneciéndose en riachuelos por el desagüe.


La fuerte corriente pulsante de la ducha, amasa la tensión de mi cuello y hombros.
Me pregunto qué piensa Lucas acerca de esta noche, si lamenta haberme besado, si,
en un mundo diferente, querría cortejarme de verdad.

Puede ser egoísta y trivial, pero tener a Lucas a mi lado es lo más importante
en este momento. Incluso la idea de ser capturada y asesinada por los Otros no
puede ganarle a los pensamientos del chico de ojos azules como los míos. Nadie
más entiende lo que estoy pasando, lo que significa descubrir que no soy humana.
Él es la única persona en la tierra que me da esperanza. Mi pasado y futuro están
atados a éste chico. Romper la conexión podría causar un dolor inimaginable. Ko y
Cadi mencionaron que la separación les a los Elementales malestar. ¿Podría ser igual
con nosotros?

Salgo de la ducha y me seco con una toalla. Examinando mi armario por algo
que no parezca como si estuviera esforzándome de más, me decido por una falda
marrón larga hasta la rodilla y un suave y ligero suéter rosa.

El maquillaje es difícil de hacer, pero se ve bien después de un poco de trabajo.


Mi cabello es espeso y no estoy acostumbrada a lidiar con él en algo que no sea una
coleta. Lágrimas llenan mis ojos cuando recuerdo cómo la Sra. Morgan rizaría mi
cabello. El Amasijo fue probablemente la última vez que jamás se verá tan bonito.
Rizarlo yo misma lo convertiría en un desastre, así que en su lugar lo seco y cepillo
en línea recta hasta que brilla. Busco en mi reflejo los rastros de mis padres. Tal vez
los oídos de mi padre, o pecas, pero el cabello rojo es sin duda un regalo de Fuego.

Todavía no puedo pensar en mi madre por su nombre real. Hago una prueba.
Flacara.

Nop.
La puerta suena y mi estómago revolotea. El espejo confirma el tinte rojo
arrastrándose en mis mejillas. Y eso que me maquillé.

—¡Thea! Tu joven está aquí. ¡Baja!

Llamó a Lucas mi “joven”. Y justo frente a él. Caray.

Cálmate. Lucas no va a pensar nada de eso.

La voz en mi cabeza, su voz, tiene razón, pero le digo que se calle.

A pesar de que él me dio un beso, no es como si hubiéramos tenido alguna


conversación acerca de algo serio, mucho menos considerar ser una pareja de
verdad. La única razón por la que estamos siquiera teniendo la cena de Permiso es
porque ese Otro que nos interrogó en el parque.

El revoloteo aumenta al ver a Lucas, enviándome al borde y haciendo que mis


manos se sacudan. Se ve increíblemente apuesto en pantalones de color canela y
una camisa azul claro en lugar de sus jeans típicos y camiseta. La camisa coincide
con sus ojos, que parecen alcanzarme y sostenerme desde el otro lado de la
habitación. Él sonríe. El revoloteo se convierte en un fuerte aleteo. Como si una
bandada de pájaros se hubieran unido a las ardillas luchando.

—Hola, Althea.

—Hola. —Oh, no, eso salió en un graznido. Me aclaro la garganta.

—Bueno, la cena no estará aquí hasta unos minutos, así que, ¿por qué no nos
sentamos y vemos las noticias? —El Sr. Morgan nos sonríe, agitando un brazo en un
gesto de invitación hacia la sala de estar.

Lucas y yo lo seguimos a través de la puerta en forma de arco y nos sentamos


en el sofá de dos plazas vacío. El Sr. Morgan toma el sofá, eligiendo centrarse en la
televisión en lugar de nosotros. También parece nervioso, y es bueno no ser la única,
porque Lucas está tan fresco como una lechuga. Él me da un empujón con el codo
cuando el Sr. Morgan no está mirando, su ojos sonriendo con diversión ante la
creciente ansiedad palpitando en la habitación. No sé cómo toma las cosas con tanta
calma de esa forma. Trato de copiar su alegría, dirigiendo mis ojos a él hasta que la
voz en la televisión capta mi atención.

Un reportero humano se encuentra fuera de una casa, merodeando junto a


un Vigilante irritado.

—Señor, ¿puede decirnos qué pasó aquí hoy?


—Una tragedia. Una pareja vivía en esta casa y el hombre se tornó defectuoso.
Su pareja, o bien no se dio cuenta de la naturaleza de su problema, o se negó a
informar de ello. Él la mató y luego se quitó la vida. Su hijo también ha sido removido.
—La preocupación se filtra en el tono impasible del Vigilante.

El periodista continúa, el mismo aire agradable y sin preocupaciones en él.

—Esta es una noticia interesante. ¿Alguna vez has oído hablar que algo como
esto pasara antes? Sé que nunca lo he presenciado en Portland.

¿Portland? Sin pensar en el Sr. Morgan estando en la misma habitación, mi


mano se abre paso en las de Lucas. Los ojos de todos están fijos en la televisión.

—No, nada de esta magnitud. Todos sabemos que las personas se tornan
defectuosas, y las alejamos del público en general. La violencia es algo inaudito,
hasta ahora.

El Vigilante se da vuelta y se aleja sin esperar a ver si el reportero tiene alguna


pregunta adicional. Un niño pequeño se sienta olvidado en los escalones de la
entrada, con los codos en equilibrio sobre sus rodillas y su cabeza apoyada en sus
manos. Sus ojos están secos y vacíos mientras observa dos catres serpenteando fuera
de la puerta principal en la pantalla, controlados por un Otro vestido de blanco como
los que recogieron a la Sra. Morgan.

Los contornos de los cuerpos son visibles debajo de las sábanas, y manchas
de color rojo brillante tiñen la tela blanca. Mi estómago se agita por la vista, lo que
me recuerda a la cabeza de Greg destrozada en esa roca. La mano de Reese abierta
de un corte en química. La sangre goteando de las caras de mis compañeros de
Célula en la Excursión Familiar.

Resisto la necesidad de enterrar mi cara en el hombro de Lucas.

El Sr. Morgan no se ve perturbado; él sólo gruñe y se sienta erguido. Entonces,


la puerta suena de nuevo, haciendo que Lucas y yo saltemos del sofá de dos plazas.

El Sr. Morgan nos dispara una sonrisa divertida.

—¿Hambrientos, niños? No se preocupen. Voy a conseguir la comida. Ustedes


dos vayan y pongan la mesa.

Hambrienta es lo último que estoy después de ver el informe de prensa.

A medida que avanzamos por la puerta de la cocina en el muy iluminado


espacio frío, Lucas se vuelve hacia mí.
—¿Qué piensas de eso?

—No lo sé. Pero si levantaron esos velos, borraron nuestros recuerdos,


sentimientos y lo que éramos antes, pero luego se ha ido de repente…

—Debe ser como despertarse y no tener idea de dónde estás, quién eres, qué
año es, nada. Aterrador —termina Lucas por mí.

El espontáneo pensamiento de las sábanas blancas empapadas de sangre se


alza en mi mente. Me doy cuenta que no tengo la menor idea de cómo los humanos
podrían actuar sin un velo.

—Si los humanos son violentos, tal vez es mejor así. Si no tienen emociones,
no pueden enojarse.

—No quieres decir eso.

Lucas se acerca a los gabinetes y abre las puertas de uno en uno hasta que
encuentra los platos. Tomo la pila de sus manos y los coloco alrededor de la mesa,
luego le apunto a los vasos mientras saco los cubiertos de plata del cajón.

—No lo sé. Supongo que sólo porque tienen capacidad para la violencia no
significa que todos reaccionan a esta. Me gustan mis emociones, la mayoría de las
veces.

Pasamos uno al lado del otro en el centro de la habitación y me da un golpe


suave en la cadera.

—Excepto cuando mis besos te hacen desmayar, ¿verdad? Entonces las


emociones pueden ser duras.

Él está sonriendo, y no puedo evitar devolvérsela.

—No me desmayé, Lucas. Y no vayas actuando como si no lo hubieras


disfrutado.

Lucas besa mi mejilla rápidamente, enfriando el rubor arrastrándose a través


de ella, y se aleja justo cuando el Sr. Morgan entra en la cocina. Él organiza la comida
en la mesa, y la comida es de hecho una de mis favoritas: lasaña, ensalada y pan de
ajo. Huele maravilloso, pero mi estómago sigue mareado mientras lleno los vasos
con hielo y agua.

La cena es tranquila y sin incidentes. Lucas sostiene mi mano debajo de la


mesa, entrelaza nuestros dedos mientras el Sr. Morgan le pregunta acerca de los
Crawford y lo que hacen para ganarse la vida. Hace las típicas preguntas de los
padres, con ganas de saber lo que a Lucas le gustaría como Carrera, su materia
favorita en la Célula, y más información aleatoria que no significa nada para nosotros
dos. La naturaleza surrealista de la escena en la cena envía anhelo a través de mí.

Si tan sólo aquellas cosas también fueran importantes para nosotros.

Lucas me está esperando en el porche trasero varias horas más tarde, deseoso
de ponerse en marcha. Una palidez enfermiza brilla en su rostro y la fatiga graba
líneas alrededor de sus ojos.

—¿Estás bien?

—Estoy bien. —Arrastra sus palabras; suena agotado.

—Lucas, si algo está mal…

—Te dije que estoy bien. Vamos.

Cruzamos la frontera y usamos el cielo para orientarnos. No hay animales


obstaculizando nuestro camino esta noche, y aunque ya no tengo miedo de ellos en
un principio, estoy feliz de estar sola.

A mitad de camino al centro de acopio, el aliento de Lucas se vuelve irregular


y superficial. Debato preguntarle cómo está otra vez, pero dudo que me dé una
respuesta honesta. El temor en mi estómago regresa y me advierte mantener un ojo
sobre él. Probablemente se trata del rasguño del animal de la noche anterior. No me
dejó verlo después de la cena; insistió en que se encargó de ello. Su mano está
húmeda y pegajosa cuando deslizo la mía dentro de ella, y mi preocupación se
profundiza.

Estamos cerca del claro y me detengo bruscamente, tirando de un torpe Lucas


conmigo de vuelta al matorral. Un transportador está parado frente al centro de
acopio, con la trampilla trasera abierta. Cuatro Vigilantes pululan lejos de ésta y a
través de la hierba en el frente y la parte posterior del edificio, luego, mantienen sus
posiciones.

Cadi.
Los Vigilantes hablan entre ellos, sus voces reverberando en la tranquila noche
silenciosa.

—¿Por qué estamos perdiendo el tiempo en esta mestiza?

—El Jefe dijo que la oficina del Supremo perdió contacto con ella durante un
tiempo ayer por la noche.

No todos ellos son visibles desde nuestra posición, pero uno emite un extraño
sonido de dientes castañeando. Su tono alto apuñala mi cabeza, dejando un dolor y
dedos nerviosos. Apenas evito que mis manos cubran mis oídos.

Ni treinta segundos después que comienza, la voz de Cadi rompe el silencio.

—¿Qué están haciendo aquí, Vigilantes?

Su voz no alberga miedo. Tengo suficiente para las dos. Mi mente corre,
pasando por alto formas de ayudarla, para sacarnos a todos de aquí. No llego a nada.

Cadi se pasea en el porche y los cuatro Vigilantes esperan para atraparla,


desplegándose en un arco para evitar su fuga. Incluso en la oscuridad detecto el
esfuerzo en los pasos de Cadi.

Uno de ellos resopla, un ruido horrible.

—Sabes por qué estamos aquí, Spritan. Vamos. Ven en silencio, si sabes lo
que es bueno para ti.

—No me puedes hacer daño. Mi conocimiento es demasiado valioso y ambos


lo sabemos. Encarcelarme, sí. Matarme, no.

Un tono suplicante marca sus palabras. Los Vigilantes lo sienten y se ríen. Dos
de ellos la rodean por detrás mientras una quinta figura emerge del transportador y
camina a pasos largos hacia Cadi, con propósito.

—No podemos matarte, Cadi, aún no. Sin embargo, hacerte daño, es una
historia diferente.

La voz, familiar y repugnante a la vez, me inmoviliza.

Deshi. Él está aquí.


Traducido por Otravaga

Corregido por Mari NC

Inesperadamente, Cadi se arroja hacia delante sobre la hierba, aterrizando con


fuerza en sus rodillas y gimiendo de dolor con una agonía que me hace enrollar los
dedos de mis pies. Se revuelca, el grito bullendo en jadeos entrecortados mientras
se retuerce sobre su espalda y golpea su cabeza en el suelo. El impulso de gritar,
correr hacia ella, golpea dentro de mí, pero no hay nada que hacer. Todo eso daría
lugar a confirmar las sospechas de Deshi sobre nosotros, y entonces también sabría
que Cadi está ayudándonos.

Cadi se queda inmóvil, blanda como una muñeca de trapo, y él camina a su


lado, presionando un pie calzado con una bota negra en su rostro. La voz de ella es
casi demasiado tenue para oírla, rota y teñida con derrota.

—Vamos a acabar con esto.

Deshi la patea en las costillas, con tanta fuerza que el chasquido del golpe
seco llega hasta los árboles. Su voz, baja y espesa con odio, la ataca.

—No juegues conmigo. Mi padre y yo sabemos que estás ayudando a sus


abominables hijos.

Lágrimas brotan de mis ojos y mis puños se aprietan con fuerza, con las uñas
clavándose en mi piel. El agitado aliento de Lucas queda atrapado. Cadi rueda sobre
su espalda, con el pecho jadeando. Ella permanece en silencio, probablemente
renuente a arriesgarse a otra patada.

Deshi continúa, todavía murmurando en su tono chillón.

—¿Qué pensabas, Cadi? Que después de que mi padre descubriera lo que


hizo Ko, ¿confiaría en ti? Deberías haber sabido que él sólo te envió aquí, tan cerca
de la ciudad, como una prueba. No sólo has confirmado sus identidades, sino que
has comprobado dónde radica tu lealtad.

El terror azota a través de mí, debilitando mis rodillas y provocando espasmos


en mi estómago ante la cadencia de su voz.

Cadi mira hacia él desde el suelo.

—Estás mintiendo, Jefe. No sabes quiénes son. Sus encantamientos son


excepcionales.

Él se ríe y el malvado sonido desgarra los jirones de mi confianza. Lucas desliza


sus dedos entre los míos, nuestras manos temblando.

—Tal vez tus habilidades Spritan sí los oscurecieron, pero ya no. No puedes
proteger a Lucas y a Althea más de lo que puedes proteger a Deshi. No hemos
encontrado al cuarto todavía, pero sabemos que él está en Portland después del
incidente de hoy.

Me trago un grito ahogado… sabe nuestros nombres. No sólo eso, sino que,
¿qué quiere decir con que ella no puede proteger a Deshi? ¿Él no es Deshi? A mí no
me parece que él necesite protección.

Tenemos que correr, escondernos, cualquier cosa salvo estar quietos, pero el
peso pesado del deber me hace quedarme, y presenciar lo que será de Cadi. Una vez
más nuestra existencia amenaza una vida. No puedo comprender el hecho de que
haya personas, más de una inclusive, dispuestas a morir para mantenerme viva.

—Si sabes quiénes son, ¿qué estás haciendo aquí?

—He sabido de Lucas y Althea durante semanas. Encontré un pez en el sótano


de la Célula y lo maté, entonces instalé cámaras en las escaleras. Mi padre me pidió
que los vigilara, que me asegurara que no escapen, sino que esperara hasta las
entrevistas para traerlos. Él quería saber de qué lado estás.

—Ahora ya lo sabes. —Cadi se pone de pie y lo mira fijamente.

Él le devuelve la mirada, sin retroceder sino dando un paso hacia delante.

—Al final no lograste nada. Voy a traerlos tan pronto como hayamos
terminado contigo.

Cuando deja de hablar, los Vigilantes convergen, demasiado rápido para que
Cadi haga un movimiento. Ni siquiera lo intenta. Ellos la recogen y la arrastran hacia
el transportador. Ella comienza a luchar cuando la tiran en la parte trasera. Desde
nuestra posición en la esquina de la casa, tenemos una línea de visión directa en la
ventanilla abierta. La luz encima de sus cabezas ilumina la escena y es como ver una
película en cámara lenta. Las lágrimas gotean por mis mejillas ardientes, cada
centímetro de mí en llamas.

Los Vigilantes en el transportador sostienen a Cadi por los hombros mientras


sus piernas siguen sacudiéndose. Su pie conecta con uno de ellos y él gruñe antes
de golpearla con el dorso de la mano en el rostro. Ella se queda inmóvil por un
momento, y cuando vuelve a luchar sus movimientos son más sumisos.

La voz ronca de Deshi grita órdenes a los dos en el transportador.

—Consigan el vial y háganla beberlo. Me niego a lidiar con esta conspiradora


por más tiempo.

Uno de los Vigilantes hurga en una bolsa y saca un vial. Aprieta la nariz de
Cadi hasta que ella no puede contener más la respiración y abre la boca. El líquido
se derrama dentro, y el Vigilante aprieta su mano libre sobre sus labios para que ella
no pueda escupirlo. Le toma un tiempo darse por vencida y tragar, pero finalmente
lo hace.

El sudor empapa mi ropa y gotea en mis ojos. Me imagino corriendo por el


césped, saltando sobre Deshi desde atrás. Halando su cabello, mordiéndolo,
arrancándole los ojos de un arañazo. Sin embargo, sé que no puedo. Ser lanzada en
ese transportador con Cadi no ayudará a nadie.

Mis ojos están fijos en la diminuta, hermosa y cariñosa mujer que intentó
ayudarnos, advertirnos. Lo último que veo antes de que la penetrante luz de la
cajuela deje de brillar intermitentemente es la mirada medianoche de Cadi. Cuando
la puerta se cierra de golpe ella se queda inmóvil, y sus ojos se oscurecen.

Lucas tira de mi brazo, halándome hacia los árboles. Me suelta una vez que
estamos bien escondidos y caigo de rodillas, apretando mis manos sobre mi boca
para evitar que el llanto escape. Mis ojos, ensanchados y llenos de lágrimas, se
niegan a enfocarse.

—Althea, mírame.

Niego con la cabeza.

—¡Mírame!
Se arrodilla y me toma por los brazos, alejando violentamente mis manos de
mi rostro. Él está temblando cuando sus manos se prenden a mis bíceps con un
apretón mortal. Sus dedos aprietan dolorosamente, presionando a través de mi
chaqueta, suéter, y en mi piel.

La destrucción de mi control se eleva, explota, y la ráfaga de calor hace a Lucas


echarse atrás. Las lágrimas ruedan libremente y los sollozos tiran violentamente de
mi pecho. Tratar de permanecer en silencio sólo hace que sean más difíciles de
contener.

Lucas me mira con una expresión perdida. La ira y la tristeza amainan después
de un tiempo y no quiero nada más que acurrucarme en una bola y desaparecer. En
su lugar, me arrojo hacia Lucas y él me atrapa en sus brazos. Sus emociones también
son muy fuertes, como lo demuestra el frío inmediato que se transfiere a mí al
tocarlo. No me importa, y aprieto más cerca hasta que los dos estamos a una cálida
temperatura más natural. Sus dedos se arrastran de arriba abajo por mi cuello,
proporcionando consuelo en cada pasada. Quiero quedarme aquí para siempre, pero
no puedo. No podemos.

Tengo que ser fuerte. Por Lucas. Por Cadi. Por todos nosotros.

Me retiro, un poco avergonzada por mi arrebato. Él estira la mano y aparta las


lágrimas de mis mejillas.

Su voz tiembla y la espesa capa de sudor en su pálido rostro resplandece.

—Lo lamento tanto, Althea, que hayas tenido que ver eso. Sé que ella te caía
bien.

—No puedo creer que no la ayudamos… —Mis palabras se cortan en un


sollozo.

—No podíamos. Cadi vino aquí con la esperanza de darnos una oportunidad.
Ella no querría que nos rindiéramos.

Un sorprendido tono se arrastra en su voz y, por primera vez, creo que a él le


caía bien Cadi.

—¿Ella está… está muerta, Lucas? ¿O defectuosa? —La posible respuesta me


asusta, pero la necesidad de saber es mayor que la arremetida de dolor.

—No lo sé. Escuchaste cómo le hablaron, y vimos lo diferente que era. Cadi
no era uno de ellos, en realidad no.
Él sigue usando la palabra era en lugar de es y eso es suficiente para señalar
su creencia. Piensa que ella ha muerto.

—Esto es culpa nuestra.

Él quiere decir que no lo es, puedo leerlo en su rostro. Sin embargo, no puede,
porque es culpa nuestra. Tal vez no lastimamos a Cadi, pero nuestra existencia
lastimó a Cadi. Después de pasar toda mi vida sintiéndome tan poco importante para
todos, es difícil imaginar que lo contrario podría ser cierto.

Ahora Cadi se ha ido, dejando un mar de preguntas sin respuesta en su estela.


Deshi sabe de nosotros, está planeando llevarnos lejos durante nuestra entrevista…
o tal vez antes. Tal vez ahora, esta noche. De cualquier manera, no hay forma en que
pueda enfrentarlo de nuevo.

—Althea, tenemos que irnos.

Lucas desliza un brazo sobre mis hombros y me acerca estrechamente,


haciendo que sea difícil caminar. Seguimos pateando los pies uno del otro a medida
que avanzamos trabajosamente sobre el pastoso suelo mojado. La forma en que él
apoya su peso sobre mí es molesto, y su cojera de esta mañana es más pronunciada.
Después de varios minutos mis pensamientos son demasiado difíciles de soportar
en silencio.

—¿Qué piensas que nos harán? —Las palabras, susurradas y teñidas con
miedo, señalan mi rendición.

Lucas deja de caminar.

—No vamos a rendirnos, Althea. No voy a dejar que ellos te hagan nada.
Vamos a huir. Mientras estemos juntos, podemos lograrlo.

—¿Lograrlo? —Niego con la cabeza, impasible ante sus promesas vacías—.


¿Lograrlo dónde? Los Otros no se detendrán. Ambos hemos visto de primera mano
de lo que son capaces. Estaremos defectuosos mañana a esta hora, si eso es lo que
quieren.

Todo mi cuerpo se hunde, laxo con derrota y rogando desmoronarse. Fue mi


idea al principio, que de alguna manera pudiéramos huir y encontrar una manera de
luchar, pero ver su poder exhibido con Cadi mengua mi creencia. Seguro, podemos
huir, pero ellos nos encontrarían. Incluso si hubiera una manera de viajar lejos juntos,
nuestro mundo es un lugar muy pequeño. Ellos conocen las ciudades a las que
viajamos.
Los brazos de Lucas van a mi alrededor mientras susurra palabras
indistinguibles en mi cabello, su aliento fresco enviando escalofríos por mi cuello.
Una fuerza renovadora fluye en mí, provocando un desesperado fuego en mi vientre.
Tal vez huir sólo puede prolongar nuestras vidas, pero tal vez nos comprará
suficiente tiempo para encontrar una manera de cambiar el juego.

Es pequeña, pero aun así es esperanza, y fortalece mi espíritu.

—Necesitaremos llevar algo de comida con nosotros, para sacarnos del apuro
hasta que sepamos qué hacer.

—Sí. Iremos a casa, agarraremos una bolsa, y nos iremos. Si los dos nos
llenamos y cuidamos cuánto comemos, con suerte estaremos bien hasta que
viajemos de nuevo.

Tener un plan me hace sentir mejor. Más fuerte. Y en una ciega carrera para
salir de Danbury.

—Deberíamos apurarnos y regresar. Deshi podría estar en cualquier lugar.

Caminamos el resto del camino en silencio. Mis pensamientos son un revoltijo.


Quiero desear que fuese humana, pero la idea de no sentir me confunde. Las
intensamente buenas pero exasperantes emociones que Lucas provoca en mí no
valen la pena el renunciar. Ni por nada del mundo. Lo que quiero es una oportunidad
en la vida, que podríamos haber tenido si los Otros nunca hubieran llegado a nuestro
planeta.

Por supuesto, eso tampoco funciona. Sin ellos, ninguno de nosotros existiría.

Por lo menos tengo a Lucas; al menos estamos juntos en esto.

—Saben, tengo que admitir que ustedes dos me sorprendieron esta noche.

Lucas y yo nos detenemos, nos volteamos lentamente. Todavía no hemos


llegado a la valla, no hemos logrado salir de las Tierras Remotas y Deshi ya nos
atrapó. Cómo llegó aquí tan rápido está más allá de mí, pero está aquí de todos
modos, apestando a carne podrida, sonriendo, emanando repulsión y miedo.

Lucas se para derecho, soportando su propio peso en una demostración de


fuerza. Su enfermiza palidez y la ropa bañada en sudor contradicen el movimiento y
me tenso, lista para agarrarlo si se derriba. Deshi se pasea de árbol en árbol,
eventualmente eligiendo una posición entre nosotros y la frontera, con un arroyo de
un metro de ancho a su espalda.
—¿Cómo es que ustedes dos consiguieron pasar más allá de la frontera?

Permanecemos en silencio. No le voy a decir nada.

Su mirada se centra en Lucas, una asquerosa sonrisa retorciendo sus delgados


labios. Las palabras, pronunciadas en voz baja, gritan un aviso.

—¿Quieren andar con juegos? Bien por mí.

Lucas se tensa y cae al suelo a mi lado con un gemido, agarrando su pierna


lesionada cuando golpea la tierra y se retuerce. Espumosas burbujas blancas se
reúnen en las comisuras de su boca; sus ojos se cierran con fuerza a medida que
gime y las lágrimas resbalan por sus mejillas. El dolor mancha círculos púrpuras bajo
sus ojos y algo dentro de mí se rompe.

Doy un paso delante de Lucas y encuentro la mirada de Deshi, sosteniendo


mis manos en frente de mí. Él piensa que estoy pidiendo misericordia.

No lo hago.

Furia, al rojo vivo y rebosante de odio, surge a través de mi sangre, burbujea


fuera de mis venas, y se reúne en mis palmas. Sin pensarlo, la empujo hacia Deshi
donde pertenece. Su ropa y su cabello estallan en llamas.

Él grita y mi estómago se retuerce. Lucas lucha para ponerse de rodillas y


jadea, sus manos buscando las mías. Lo ayudo a levantarse y juntos miramos a Deshi
agitarse, golpeándose en vano ante la hoguera devorando su ropa y lamiendo su
piel hasta ampollarla.

A pesar de todo lo que hemos aprendido acerca de lo que le sucedió a


nuestros padres, de lo que los Otros piensan hacernos, mi corazón se apodera. Le
dije a Lucas que si experimentaba en humanos, no era mejor que los Otros. Si dejo
que Deshi muera, soy una asesina.

Me apresuro hacia él, vagamente consciente de la voz de Lucas gritándome


que regrese. Ignorando el resplandeciente infierno, presiono mis manos en el pecho
de Deshi y lo empujo hacia atrás. Cae en la orilla del arroyo, todavía retorciéndose,
más allá de la capacidad de ayudarse a sí mismo. Planto un pie entre sus omóplatos
y lo ruedo hacia el agua. Las llamas se extinguen casi inmediatamente y Deshi yace
inmóvil, con el agua burbujeante acariciando su cuerpo en ruinas.

La adrenalina fluye a través de mí, dejando horror y agotamiento en su estela.


Me hundo en la orilla del río fangoso, con la mirada fija en la destrucción causada
por mi supuesto talento. Su piel es de color rojo brillante e hinchada con ampollas
blancas, carbonizada en algunos lugares. Su cabello ha desaparecido en su mayoría;
sólo unos pocos trozos permanecen.

Suaves pasos vacilantes se aproximan y luego Lucas se sienta a mi lado.

—Tenemos que irnos, Althea. Él es un Otro, y por lo que escuchamos de la


conversación allá en el centro de acopio, uno con un padre poderoso.

El pecho de Deshi se infla, desinfla, infla, desinfla. No está muerto. Me


pregunto si incluso Cadi sabe cómo matar a un Otro.

—¿Qué vamos a hacer con él?

La animada respuesta de Lucas se opone a mi amortiguado tono sin vida.

—No me importa lo que hagamos con él. Déjalo. Él le hizo daño a Cadi. Tenía
la intención de hacernos daño.

Las ruedas de mi mente giran, crujiendo y protestando el proceso de


pensamiento. Cadi dijo que los Otros pueden hablar entre sí, que pueden dibujar
imágenes mentales y compartirlas a través de sus mentes. Si Deshi tiene una caverna
en esos túneles o lo que sea, entonces sospecho que incluso si está inconsciente, el
resto de su raza exasperantemente competente lo puede localizar.

—Él no va a morir, y ellos sabrán cómo encontrarlo.

—Pueden encontrar su mente en la colmena de Otros.

Asiento.

—Lo mejor que podemos esperar es mantenerlo aquí afuera, distraerlos de


modo que tengamos tiempo suficiente para agarrar nuestras cosas e irnos.

Sin decir una palabra, Lucas estira sus manos y las coloca en la superficie del
arroyo. El agua se congela, primero alrededor de sus manos, luego extendiéndose
todo el camino hasta la otra orilla en cuestión de segundos. Sólo los ojos, nariz y
boca de Deshi se mantienen por encima de la superficie sólida, su cuerpo sellado
bajo el hielo.

—Vamos. —Lucas lucha para ponerse de pie, haciendo una mueca con cada
pequeño movimiento.

—Lucas, tienes que decirme si algo está mal contigo.


—No es nada. Estaré bien.

No le creo, pero no tengo otra opción que seguirlo mientras cubrimos el resto
del camino hasta la frontera y la subimos. Por primera vez le toma más tiempo a
Lucas que a mí. Está renqueando y sin aliento para el momento en que llegamos a
casa de los Crawford. Sus manos están ardiendo, calientes incluso a mi tacto.

Se sacude fuera de mi alcance, y se dirige hacia la casa.

—Me reuniré contigo en la parte trasera en cinco minutos. Cinco minutos,


Althea. No más.

Ligeros ronquidos flotan por debajo de la puerta del Sr. Morgan y me hacen
cuestionarme lo que es real, si los hechos ocurridos en las Tierras Remotas estas dos
últimas noches son un sueño. Mis manos y pantalones sucios, junto con el aturdido
horror gorgoteando dentro de mí, me convencen que en realidad ocurrieron.

Corro a la habitación para agarrar una bolsa de lona. Dentro va un montón de


ropa de abrigo, junto con un par de mantas, el librillo de Lucas, y un cepillo de
dientes. En el último momento lanzo dentro un par de libros de texto, insegura de
qué información podríamos necesitar en las semanas por venir. Abajo en la cocina
meto a hurtadillas pan, galletas y botellas de agua con la ropa.

En cuatro minutos estoy en el porche de atrás, mi aliento expulsando nubes


heladas en el aire. Los primeros copos de nieve del año caen a la deriva,
espolvoreando la hierba a primeras horas de la mañana. Lucas todavía está adentro.
En el silencio, otra línea del librillo de Lucas resuena en mi mente, un grupo acerca
de unos niños estando más allá del control de sus padres y cómo los tiempos
siempre están cambiando.

Tus hijos e hijas

están más allá de tu dominio…

Porque los tiempos están cambiando.

Después de las enormes revelaciones trascendentales de los últimos dos días


las palabras parecen escritas especialmente para mí.

Lucas y yo estamos, sin duda, más allá del dominio de nuestros padres. Todos
ellos. Los tiempos están cambiando. Lo he sentido todo el otoño; el cambio espeso
en el aire, ahogándome. Comenzó cuando los Otros se enteraron que yo existía, y
no va a parar hasta que me capturen. O hasta que Lucas y yo encontremos una
manera para que ellos dejen de arruinar este planeta.

Porque los tiempos están cambiando.

Casi no he dormido en tres días y mis ojos se sienten como si alguien vertió
arena en su interior y luego la pisoteó por todas partes. El límite de cinco minutos
llega y se va. La ansiedad surge, el rostro de Lucas destellando en mi mente en un
patrón hasta que una dolorida urgencia pulsa a través de mí. Él dijo que no me
retrasara.

Agarrando mi bolsa junto a mí, mis pies echan a correr. Me detengo en el


patio trasero de los Crawford, con la intención de mirar por la ventana de la cocina
y estudiar la situación. Tengo que verlo, asegurarme que está bien.

De puntillas en la nieve reciente, asomo la cabeza y miro a través de las


persianas en la cocina. Está vacía. Los nervios luchan en mi estómago, enredándose
como mi cabello al viento; no puedo esperar otro momento. La puerta trasera se
abre fácilmente con un empujón. Mis zapatillas mojadas gotean nieve a través de las
baldosas limpias en mi camino a las escaleras.

Todavía no son las cuatro de la mañana del miércoles, así que no hay razón
para pensar que los Crawford no están durmiendo, soñando sueños sin sentido sobre
lo que sea que los Otros aprueben. La casa es idéntica a la mía, así que asumo que
la habitación de Lucas estará en el mismo lugar que la mía.

El edredón es gris oscuro con sábanas de color crema asomándose desde


abajo. El familiar aroma invernal de Lucas persiste en sus cosas. Al principio parece
desierto, en lugar donde él debería estar, pero cuando me giro para asegurarme que
no lo he pasado por alto de alguna manera, veo un pie descalzo sobresaliendo del
armario.

En el interior, una oscura mancha de sangre se filtra en la alfombra debajo del


cuerpo de Lucas.
Traducido por Otravaga y âmenoire

Corregido por Mari NC

De rodillas a su lado, extiendo una mano vacilante, casi colapsando de alivio


ante la vista de su pecho moviéndose de arriba abajo. Parece muy superficial, pero
no soy un Sanador. Sin embargo, su piel, sé que está mal: está demasiado caliente.
Frías gotas de agua salpican su frente y su labio superior, volviendo resbaladizos su
cuello y brazos. Debió haber estado cambiándose de ropa, ya que está en
calzoncillos, la herida en su pierna ardiendo de un rojo brillante. Venas se extienden
arriba y abajo desde el centro enconado, hacia el tobillo en un extremo y
desapareciendo bajo sus pantalones cortos en la dirección opuesta.

La angustia por su salud y nuestras menguantes posibilidades de desaparecer


de Danbury antes que Deshi regrese se aprieta contra mí como una sombra
malévola, robándome el aliento y desviando lejos la esperanza.

—Lucas —susurro tan fuerte como me atrevo. Cuando él no responde, toco


sus mejillas con mis manos, sacudiéndolo.

Sus ojos revolotean, tratando de abrirse, pero sólo los blancos se muestran
cuando murmura algo ininteligible. Las lágrimas se reúnen en mi garganta, pero las
trago y muerdo mi labio inferior antes de abofetear el rostro de Lucas. Cuando eso
no me brinda una respuesta, me siento sobre los talones a pensar. El sabor de la
sangre cubre mi lengua por donde mordí a través de la piel de mi labio. Se suponía
que debíamos estar huyendo en este momento, escapando de este lugar y de
nuestros problemas.

Pero Lucas no puede huir. No puedo cargarlo así. Y no me voy a ir sin él.

Mis pensamientos corren, en busca de imposibles respuestas ocultas a la


cuestión de qué diantres se supone que debo hacer ahora. Un conjunto de violentos
estremecimientos retuercen los fuertes hombros de Lucas y se deslizan por su
cuerpo, provocando un agudo grito inconsciente cuando su pierna raspa la alfombra.
La única opción real aprieta mi corazón en una abrazadera.

Voy a tener que conseguirle un Sanador a Lucas.

Él está herido mucho más allá de mi capacidad para ayudarlo sola. Algo en el
rasguño de ese animal lo ha infectado desde el interior, tal vez incluso se ha
extendido a su sangre. Quiero escapar, pero Lucas necesita medicina. Su vida supera
mi huida, y me aferro a la esperanza de que Deshi permanecerá fuera de servicio el
tiempo suficiente para que un Sanador arregle a Lucas y nosotros dos huyamos
después de todo.

Es difícil hablar a través de todo el palpitante enredo en mi garganta, así que


me agacho y presiono mis labios en la mejilla de Lucas. Él se calma, al menos eso me
parece, y los estremecimientos disminuyen a temblores.

—Lo siento. Necesitas ayuda, y no te voy a dejar solo. No lo voy a hacer.

Me levanto de la alfombra y doy dos pasos hacia la mesita de noche de Lucas.


No puedo pedir ayuda, no puedo ser atrapada aquí con él, pero los Crawford sí
pueden. Mi brazo se balancea en un arco calculado, golpeando con fuerza la lámpara
de mesa en la pared. Ésta se rompe en pedazos, la cerámica destrozándose con
suficiente estrépito como para despertar a los padres falsos de Lucas. Espero que no
sean de los que duermen profundamente.

El interior de la ducha está seco y oscuro, y me limpio las lágrimas silenciosas


con el dorso de la mano a medida que me escondo y espero. Los Crawford no me
decepcionan, moviéndose lentamente por el pasillo momentos después que el ruido
interrumpiera la quietud de las primeras horas del día.

—Te estoy diciendo, Robert. Escuché algo. —La voz de una mujer, cansada y
áspera, serpentea a través de las puertas de la sala de limpieza.

—Sólo nos aseguraremos que Lucas esté dormido y luego… —El susurrado
consuelo del hombre se interrumpe con un jadeo.

—¿Qué le pasó? Eso es un montón de sangre.

—No lo sé, Janet —responde él.

Sonidos de pies siendo arrastrados me dicen que ellos están revisando la


condición de Lucas, y me muerdo el labio para evitar gritarles que se pongan en
contacto con un Sanador. Después de lo que se sienten como horas, el Sr. Crawford
sale de la habitación para realizar la llamada. Espero otra eternidad, pero
probablemente son menos de cinco minutos, antes que pesadas pisadas suben por
las escaleras.

—¿Puede decirme qué pasó? —pregunta una voz que no es en absoluto un


Otro.

Puede que sea un truco de la imaginación, pero suena como el mismo


Sanador corpulento con bigote que vino a nuestra casa la noche que se llevaron a la
Sra. Morgan.

La respuesta de la Sra. Crawford llega rápidamente, estable y fuerte.

—Escuchamos un estruendo y nos despertamos. Cuando vinimos arriba para


comprobar a Lucas, lo encontramos en el armario con la sangre en el suelo.

—¿Cómo consiguió este corte en su pierna?

—No sabemos.

—Creo que su hijo va a estar bien, aunque tiene una fuerte infección y
requiere tratamiento inmediato. Tendrá que ser observado, por lo que necesitaré
informar de este incidente. ¿Dónde está el comunicador?

El Sanador y el Sr. Crawford salen de la habitación de nuevo, y las similitudes


con mi propia experiencia ponen las palmas de mis manos y cuello resbaladizos con
sudor. Había esperado que el Sanador simplemente le diera a Lucas una píldora para
mejorarlo. Si él informa de esto al mismo Otro que exigió que la Sra. Morgan fuera
llevada a un Sanador Regional, Deshi será informado del desarrollo una vez que sea
rescatado.

Los resortes chillan, y la imagen de la Sra. Crawford sentada al borde de la


cama calienta mi sangre aún más. Daría cualquier cosa por estar ahí afuera sujetando
la mano de Lucas, tratando de calmarlo, pero ella ni siquiera lo está tocando. Mi
corazón se rompe por la mitad ante la idea de que él podría sentirse asustado y solo.

Esta vez, cuando las escaleras crujen, más de un par de pies golpean la fina
alfombra. El distante azote de su andar como un Otro me hace encogerme en la fría
baldosa, tanto para alejarme lo más posible como para usarla para enfriar el fuego
escabulléndose bajo mi piel.
Las voces en la habitación ahora son claramente de un Otro, y los tonos
armónicos hacen que mis manos se cierren en puños. Me recuerdo que esto es lo
que Lucas necesita. Tengo que dejar que los Otros se lo lleven esta vez, si esa es la
forma de arreglar la infección que arrasa a través de él por culpa de ese estúpido
animal.

—Acompañaremos a su hijo. Sanador, ¿puedes llevar al señor y la señora


Crawford escaleras abajo y completar su declaración? Acomodaremos a Lucas en su
trasporte y nos iremos. —Un Otro, indistinguible de los demás, despacha a los padres
de Lucas.

Tres pares de pies se mueven de la habitación. Los Otros, ¿son Vigilantes?


¿Otros vestidos en blanco? No tengo manera de saber. E incluso a pesar que mi
preocupación por Lucas domina cada respiración, también espero que permanezcan
fuera del cuarto de limpieza.

—¿Qué demonios le sucedió a este chico?

Ruidos acompañan su conversación. Pienso en cómo trataron a Greg, y lo


empujo fuera de mi mente. El Sanador puede ayudar a Lucas. Serán cuidadosos con
él.

—Personalmente no me importa una mierda.

—¿En serio, Hanaj? ¿Ahora vas a maldecir como un humano?

Cuando la primera voz no responde, la segunda continúa.

—Sabes que es el humano que Deshi nos dijo que vigiláramos. Lucas
Crawford. Podemos dejar que el Sanador lo trate, pero no podemos dejarlo irse de
la Capsula Observadora hasta que Deshi hable con él.

El oxígeno se escapa de mis pulmones. Tengo miedo de respirar, asustada de


que digan algo importante y me lo pierda. Presiono mis manos hirviendo en la pared
de la ducha, tratando de mantener algún tipo de compostura.

Saben sobre nosotros, y van a llevar a Lucas a algún lugar para esperar a Deshi.

—No hemos escuchado del Jefe desde anoche.

Así es como Cadi llamó a Deshi, me doy cuenta.

—Entonces, llevaremos al chico y al Sanador a la Célula y lo mantendremos


en el Centro Administrativo hasta que Deshi aparezca y nos diga qué hacer. Las
órdenes son de no disponer de él. —El Otro que había hablado como humano antes
suena impaciente, sus palabras entrecortadas.

No dicen nada más, aparentemente de acuerdo en su curso de acción. La


desesperación me invade. En lugar de enviar a Lucas con el Sanador para obtener
ayuda, lo he enviado con un montón de Otros que lo entregarán a Deshi. La noción
de que todavía podría detener lo que se ha puesto en marcha, que usando mi cuerpo
sobrecalentado para superar a los dos Otros y llevarme a Lucas sería mucho más
factible que hacerlo con Deshi, se agita alrededor pero la alejo.

Lucas todavía necesita ayuda, y no puedo dársela. Estando con los Otros,
incluso con Deshi, es mejor que estar muerto. ¿O no?

La impotencia aprieta mi pecho, haciendo difícil respirar. Me muerdo los


nudillos para evitar llorar a medida que salen de la habitación, dejando un
amenazador silencio que dice que estoy sola aquí arriba. Después de un momento
o dos salgo del cuarto de limpieza y de vuelta al espacio privado de Lucas, el olor
que permanece de él haciéndome colapsar.

A través de la ventana veo la puerta del frente de los Crawford abrirse y a los
Otros y al Sanador salir, y Lucas después en una camilla flotante. Uno dirige la cama
hacia el transportador en la cuneta, luego se meten y cierran las puertas.

El transportador, llevándose a la única persona que significa algo en el mundo


para mí, desaparece. Mis rodillas ceden, derribándome sobre el suelo con mi espalda
contra el asiento de la ventana de Lucas. Me recuerdo que no todo está perdido. Sé
que se llevan a Lucas hacia la Célula, y estará ahí por lo menos el resto del día. Incluso
si Deshi se las arregla para librarse de esa oleada esta mañana, tienen entrevistas y
nadie hablará con Lucas hasta que el Sanador arregle su pierna lo suficiente para
que despierte.

Lo más temprano que serán capaces de moverlo es está tarde. Tengo el día
para resolver cómo entrar en la Célula y recuperar a Lucas.

Antes de que pueda encontrar la energía para levantarme del suelo, unos
pasos llegan por el pasillo. Los Crawford entran en la habitación, mirándome con
expresiones cómicas y sorprendidas un momento después. Él está usando unos
pantalones de pijama con rayas azules y una camiseta blanca, su piel de ébano visible
a través de los hilos raídos. Anteojos cuelgan de su gruesa nariz, ampliando sus ojos
marrón oscuro. Las piernas de ella son pálidas y están desnudas debajo de su
camisón del color de los zafiros.
Se detienen junto a la entrada, aparentemente inseguros de cuál es el
protocolo a seguir tras encontrar a chicas extrañas sentadas sobre el piso del
dormitorio de su hijo.

El Sr. Crawford aclara su garganta e intenta una sonrisa.

—Hola. ¿Qué estás haciendo aquí?

Soy cuidadosa de mantener mis pensamientos frustrados para mis adentros


de modo que no los vuelve defectuosos también.

—Estaba, um, ¿buscando a Lucas?

La sonrisa de la Sra. Crawford se tambalea un poco.

—Tuvo un accidente y tuvo que irse con el Sanador. Pero regresará. —La
confusión se espesa en su mirada verde grama—. No creo que deberías estar aquí.

—Sí, no se supone que estés aquí.

Su desconcierto ante mi intrusión en su ya de por si extraña mañana me


preocupa. En el pasado nadie ha comentado sobre mis arrebatos o señalado
instancias donde soy Inaceptable. Pero ahora que sé cuán fuerte es el agarre que los
Otros tienen sobre los humanos, me preocupa que esté demasiado arraigado, que
la Sra. Crawford reporte mi aparición a los Otros. Sólo hay una pequeña oportunidad
de ser capaz de salvar a Lucas, y ser atrapada resulta en no tener ninguna
oportunidad para nada.

El cansancio se asienta en mí, uniéndose a una resistencia profunda a usar mis


poderes para lidiar con los Crawford. Pero el tiempo es precioso. Deshi podría ya
estar despierto pero todavía atrapado, usando sus túneles cerebrales para contactar
ayuda. Mientras más tiempo permanezca escondida mejor. Me levanto de la
alfombra y frunzo el ceño.

—Entren en el armario.

Sus caras se transforman en máscaras de estupefacto desconcierto, casi


haciéndome reír. El Sr. Crawford se recupera primero, sacando una mano para
detener a su compañera cuando da un paso al frente para obedecer.

—No. Creo que es hora de que te vayas.

Camino hacia la cama, halando una almohada desde debajo del edredón, y
me detengo junto a la Sra. Crawford. La náusea burbujea cuando presiono el algodón
entre mis manos y empujo el fuego sobre ella. Humo acre se levanta, llenando mis
fosas nasales. Lanzo la almohada ardiente hacia el pecho de la Sra. Crawford mientras
las llamas brotan y titilan desde debajo de mis palmas. Es tan difícil decir las palabras
alrededor del vómito en mi garganta. Una imagen de Lucas a merced de Deshi
destella en mi mente y lo hace más fácil.

—Si no quieren que les prenda fuego, entren en el armario.

Es la cosa más extraña, observarlos intentar procesar el miedo sin ningún


conocimiento de cómo estar asustados. Sus ojos vacíos destellan con emoción, pero
desaparece rápidamente. Luego el Sr. Crawford agarra la mano de su compañera y
la arrastra con él dentro del armario de Lucas. Se abrazan juntos a lo largo de la
pared de atrás, ropa cayendo a su alrededor como los copos de nieve afuera.

Lágrimas escuecen mis ojos.

—Lo siento. Lo siento mucho.

Antes de que la visión de sus caras blancas me haga cambiar de idea azoto la
puerta para cerrarla. Presiono mi mano en el pomo de metal en la puerta,
calentándolo hasta que se derrite y se extiende desde la puerta hasta el quicio
atrapándolos en el interior. Me digo que estarán bien; cuando no se reporten al
trabajo en un par de horas, alguien los buscará. Supongo que fue bueno practicar
para tratar de utilizar sólo la correcta cantidad de calor, a pesar de sentir que los
asusté, incluso aunque no se dieran cuenta que estaba asustados.

La mañana está nublada y fría. Pequeños copos flojos continúan flotando del
cielo gris acero. Mi reloj dice que sólo son pasadas las cinco, todavía faltan dos horas
antes de que el resto del mundo se despierte y salude al día.

Agarra mi bolso de donde lo dejé en el jardín trasero y corro por el parque.


No puedo ir a la Célula en este momento. No puedo ir donde los Morgan. Deshi,
gritando y en llamas, se escabulle a través de mi recargado cerebro. Sólo hay un
lugar al que puedo ir a pasar las horas hasta que pueda tratar de salvar a Lucas, y a
pesar de que quiero ir por él ahora mismo, al menos tendré el tiempo de enderezar
mi plan.

Y el tiempo se enfrenta a la realidad con lo que voy a tener que hacer.

La casa se pierde de vista y mis pies explotan en una corrida a gran velocidad.
No se detienen hasta que he alcanzado la sección muerta de la frontera, lanzando
mi bolso de lona hacia las Tierras Remotas y escalando hasta la cima. Elijo mi camino
a través de los arbustos, deteniéndome en un árbol con un tronco de forma divertida.
En lugar de ser un perfecto círculo tiene una hendidura a un lado, como de un metro
de largo y sesenta centímetros de profundidad. Me enrosco en las raíces del árbol y
cierro mis ojos contra esta situación imposible mientras la desesperanza aprieta mi
pecho.

Mi tensión empieza a relajarse a medida que un plan empieza a formarse. No


es muy bueno; de hecho, es imprudente y muy probablemente logrará que me
encierren junto con Lucas, pero es todo lo que tengo. Probablemente terminará
conmigo siendo capturada junto a él, pero eso es mejor que estar sola de nuevo.

Paso algún tiempo ojeando mis libros de química y física, buscando el punto
de fusión del vidrio y materiales similares. La práctica sería beneficiosa, pero mis
emociones flotan tan violentamente que me asusta que hasta los animales en las
Tierras Remotas puedan sufrir si el fuego se sale de control. Aquí afuera, con nada
más que árboles inflamables y maleza hasta donde se puede ver, las llamas serían
desastrosas. Sin mencionar que me delatarían. Tendré que esperar que mis manos
en fuego, como las llama Lucas, no me fallen cuando realmente las necesite.

Exhausta, abro el cierre de mi bolso, saco una de las sábanas y la envuelvo a


mi alrededor. Me acurruco, dolida y herida por el frío y la pena, la preocupación
pisoteando mi tenue esperanza. Mi sangre la lleva desde mi cabeza hasta mi corazón
y baja hasta mi estómago, hasta que todo mi cuerpo tiembla por mantener todo
dentro.

Pensamientos de Lucas, de lo que los Otros ya podrían haberle hecho, me


hacen sentir enferma. Espero que el Sanador arregle su pierna, pero si vuelvo a ver
a Lucas de nuevo, lo golpearé directo en el rostro por no decirme lo tan mal que
estaba.

La noche cae sobre el bosque. Deshi está libre de nuestro encarcelamiento


improvisado. Tres Vigilantes abrieron la puerta y lo rescataron varias horas atrás.
Pasaron a veinte metros de mí, nunca adivinando, nunca mirando.
Es demasiado tarde para volver atrás. Las alarmas han sido activadas. No
regresé a casa o a la Célula, así que los Vigilantes regresan y patrullan en el parque.
Es pasado el toque de queda ahora y dicen mi nombre, lo suficientemente alto para
que escuche desde este lado de la frontera. La valla se agita y dejo de respirar.

Una voz risueña y melodiosa de un Otro estremece la noche tranquila.

—¿Qué estás haciendo, idiota? Dijo que no nos molestáramos revisando ahí.

—Lo sé, pero ella no es humana. ¿Cómo saben el Jefe y el Supremo lo que
hará?

El primero resopla.

—Aunque fue criada por humanos, ¿cierto? Si el Jefe dice que caminará
directamente hacia nuestras manos, entonces lo hará.

Pesados pies golpean en seco por la tierra. La segunda voz, más profunda
pero menos placentera, suena avergonzada.

—No cuestiono al Supremo o al Jefe. Sólo quiero una excusa para salir de la
ciudad.

Se alejan y mis pulmones liberan una temblorosa respiración.

Semanas atrás, de vuelta a cuando sólo mi vida dependía de mí, me habría


rendido. Ahora la vida de Lucas está en mis manos. Él ha hecho mi vida tolerable, ha
sido mi amigo y confidente. No puedo dejarlo. Además, haría lo mismo por mí. No
hay duda en mi mente.

La luna se eleva mientras el sol se hunde hasta mañana, lanzando un brillo


encantador y plateado sobre los árboles y arbustos. El peculiar silencio lleno de
sonidos que sólo existe en las Tierras Remotas envuelve la noche. Las estrellas titilan
todo alrededor y por un momento reflexiono las historias de Cadi. Desearía que
pudiera ver Sprita desde aquí; Deasupra estaba a años luz de distancia, cuando
todavía existía.

Los sonidos se materializan, ululatos y arañazos que traen de vuelta los


recuerdos de nuestros contratiempos con los animales. Un aullido resuena en la
distancia, encantador y libre. Envía estremecimientos a lo largo de mi columna y por
mi cuello. La serenidad que esta libertad ofrece es vital; la agarro y aguanto. Soy libre
ahora, como los animales. Si consigo sacar a Lucas, nunca voy a regresar ahí de
nuevo.
Un crujido viene más cerca y un arañazo suena por encima de mí. Mis
músculos ni siquiera se retuercen, confiando en que la vida natural se comporte
como debería. Lucas podría reírse de mi tranquilidad después de lo que pasó a su
pierna. Mi sonrisa se desvanece a medida que me pregunto si alguna vez escucharé
su voz juguetona otra vez.

Sigo esperando, sabiendo que mientras más aguante, menos posibilidades


habrá que el desastre se desate. Los humanos necesitan estar seguros dentro de sus
hogares antes de que entre en la ciudad y suscite el problema. Siento a alguien, algo,
observándome. Podría ser un animal, o tal vez Deshi está aquí afuera buscándome
después de todo. Como un niño pequeño asustado por los espacios oscuros debajo
de mi cama, llevo la sábana a mi alrededor y entierro mi rostro. Si no puedo verlos,
no pueden verme.

Cuando es tiempo de seguir, la luna está en lo alto del cielo. Nubes oscuras y
ralas pasan frente a ella, no lo suficientemente densas para contener la luz. Despego
mis ojos del vacío y me abro paso cuidadosamente de regreso a la valla.

Las sombras me esconden en mi camino hacia la ciudad. Mi corazón susurra


un último deseo por ayuda. Si Cadi escuchara, tal vez lanzaría un poco de suerte en
nuestra dirección. Me sentiría mejor sabiendo que está viva.

Cuatro Vigilantes deambulan en la acera, hablando. Me empujo más lejos en


el interior de las sombras y me deslizo detrás del tronco de un árbol lo
suficientemente grande para taparme. Temo que escuchen mi respiración jadeante
desde donde están, aun cuando su conversación es lejana, apenas audible sobre el
sonido de mi corazón latiendo en mis oídos.

—Esto es tonto. ¿Por qué no los trajimos hace semanas, cuando el Jefe
encontró al pez?

—El Supremo quería descubrir quién estaba ayudándoles. Además, sabes


cómo les gusta jugar con los humanos.

—Mejor que esté en lo correcto al llevar la carnada a la Célula. El Supremo no


estará feliz si pierde a la chica.

Los Vigilantes se separan y deambulan por la manzana, las voces


desvaneciéndose mientras se dirigen hacia el parque. Disgusto calienta mi rostro y
manos. Recordar que Deshi y el Otro Supremo han sabido de nosotros por semanas
se siente frío y baboso dentro de mi mente, una invasión desagradable. Un destello
caliente de enojo le sigue, incitándome hacia delante con nueva determinación.
Ahora sé que la idea de dejar a Lucas en la Célula es una trampa arreglada para mí,
pero si Deshi piensa que nos tendrán a Lucas o a mí sin una pelea, tendrá que
pensarlo dos veces.

Me había preguntado antes si las puertas frontales de la Célula estarían


cerradas, pero ahora que sé que Deshi está contando con mi estupidez, o lealtad,
dependiendo de cómo lo veas, estoy segura que estarán abiertas. No le gustaría
dejarme fuera de su trampa con carnada incluida.

Las puertas se abren fácilmente bajo mi mano izquierda, confirmando la


trampa. Mi palma derecha se estira hacia la cámara observando cada uno de mis
movimientos. Una salvaje y fuerte emoción baja por mi brazo hacia mi mano. Cuando
mi palma se siente como si fuera a explotar por el calor burbujeando bajo la piel,
empujo el calor fuera de mí. Golpea la cámara, derritiéndola en un instante. Un olor
acre cuelga en el aire mientras el bulto achicharrado y pegajoso cae de su montura.

Tal vez fue demasiado.

Ignorando la cámara muerta, me dirijo hacia el edificio, directo hacia la oficina


del Director. No tiene caso tratar de ser furtivo. Deshi me espera; no quiero
mantenerlo esperando. Las probabilidades son que tan pronto como esa cámara se
derritió alguien lo alertó así como a los Vigilantes de mi presencia. El temor pulsa y
excava en mi interior, pero el prolongado flujo de adrenalina amortigua la sensación.

Los pasillos están oscuros y extrañamente espeluznantes por la falta de voces


y casilleros cerrándose de golpe. Las cámaras que paso en el camino derretidas ahora
con un rápido movimiento de mi muñeca. Un sentido de poder fuerte y estimulante
burbujea en las puntas de mis dedos. A lo largo del camino experimento con la
presión, y para el momento que paso a través de la última puerta sólo el lente se
derrite, el resto de la cámara permanece montada sobre la pared.

Cuando un Vigilante da la vuelta en la esquina, ambos nos sobresaltamos.

Evito su mirada, no teniendo deseo de experimentar el dolor de su invasión


en mi cerebro y me revuelvo hacia atrás. Mis propios pies tropezando y haciéndome
aterrizar sentada.

El pánico hormiguea a través de mis miembros y se mezcla con la adrenalina.


Nudos masivos de tensión se envuelven apretadamente dentro de cada uno de mis
músculos. Instinto que ni siquiera sabía que existía hasta este momento me domina
cuando se inclina y me agarra. Antes de conseguir un buen agarre, planto ambos
pies en su pecho y empujo con todo mi poder.
Vuela hacia atrás contra una hilera de casilleros, llevándose mechones de mi
cabello con él. Golpea fuerte pero se mantiene consciente. Me pongo de pie y doy
tres pasos hacia donde está tendido.

Su brazo se estira hacia mí. Agarro su muñeca y el mundo se vuelve negro.


Veo a Lucas. Su rostro está sangrando e hinchado. Sus ojos están morados y
cerrados. No puedo decir si respira. Alguien se ríe. Suena como Deshi.

El Vigilante jala su brazo para soltar mi agarre y el mundo regresa.

No hay tiempo para pensar sobre lo que acaba de pasar. La sorpresa tiñe el
rostro del Vigilante; debe haber notado mi pequeña incursión dentro de su mente.
O dentro de la mente de todos los Otros, sus túneles. Antes de que se reponga,
levanto un pie y lo estrello en su cara.

Su cabeza chasquea hacia atrás, rompiéndose contra el linóleo blanco. El


crujido de hueso y carne rasga a través de mi estómago mientras él se queda inmóvil.
Debo atarlo de modo que no venga después tras mí, pero no hay nada para atarlo
ni en dónde.

Entro en un tipo de trance, y mirando las salpicaduras de sangre y mucosidad


en mis zapatillas sucias me quedo fascinada por varios segundos. Me la quito de
encima y de nuevo me muevo hacia el centro de la Célula.

No hay Vigilantes pasando el rato fuera de la oficina. Deberían al menos estar


vigilando. Después de todo, sólo hay una forma de entrar en la oficina y es a través
de la puerta del frente.

Esta debe ser la parte donde soy atrapada.


Traducido por Otravaga

Corregido por Mari NC

Paso el reverso de mi manga por mi frente y se desprende empapada de


sudor. La calma exterior no enmascara nada más que un presentimiento. Puro y
poderoso, fluye en mí pero no me ralentiza mientras tiro de las puertas.

Las cámaras a cada lado de la entrada se funden una detrás de la otra y me


enfrento al problema de las cerraduras. La puerta no se abrirá a menos que alguien
adentro presione un botón. Mi libro de química confirmó que el vidrio se funde, pero
sólo a una temperatura extremadamente caliente. Tengo miedo de tratar de sacar
tanto calor por mis manos, así que presiono mi cuerpo entero contra la grieta entre
las puertas. Con cada emoción hirviendo tan cerca de mi superficie, nunca ha sido
más fácil convocar el calor cegador. Una ardiente calidez rezuma por debajo de mi
ropa. Al principio no pasa nada.

Entonces el vidrio comienza a ceder.

Alejo mi rostro de las sobrecalentadas puertas, temiendo que me vayan a


quemar. No lo hacen. El hecho de que el calor sea generado dentro de mí de alguna
manera protege mi piel y evita que se derrita.

El vidrio delante de mí se inclina y comienza a hacerse líquido. Cede el resto


del camino bajo una firme patada entregada por mi zapato ensangrentado. Nadie
aparece para detenerme cuando paso a través del agujero que hice, y Lucas no está
por ningún lado. El camino despejado debería tranquilizarme, pero en cambio tiene
el efecto contrario, convirtiendo toda la oficina en una elaborada emboscada. Una
vez que entre en la oficina trasera, sólo hay una manera de salir.

El pomo de la puerta del Director se siente fresco bajo mi temblorosa palma


y no opone resistencia. En el interior, Lucas yace boca arriba en la alfombra púrpura:
la vista de él casi rompe toda mi resolución. La sangre se apelmaza en su frente y su
mejilla izquierda; sus ojos están cerrados. Están morados e hinchados, exactamente
del modo en que lucía cuando toqué al Vigilante. Lucas todavía está usando sus
pantalones cortos, y la herida en su pierna ha sido vendada. La envoltura blanca
huele a putrefacción, y la bilis se eleva en mi boca cuando me arrojo al suelo,
recogiendo su cabeza en mi regazo.

Paso los dedos sobre la herida en la frente, resistiendo el impulso de gritar


cuando él se estremece apartándose de mi tacto. Me inclino y presiono mis labios
en los suyos, sollozando cuando sus ojos se abren con sorpresa. Están llenos de
confusión y dolor antes de enfocarse en mí.

—¿Por qué estás llorando, quejica? ¿Significa que te importa?

No puedo dejar de resollar el tiempo suficiente para conjurar un comentario


inteligente. No parece que él pueda ver mucho por su ojo izquierdo.

La sospecha rueda sobre mí, superando el alivio.

—¿Por qué estás solo?

Sacude la cabeza y hace un gesto de dolor.

—Algunos Vigilantes y Deshi me golpearon por todas partes hace un rato


pero se fueron para hacerse cargo de algo. Se supone que un Sanador viene a
trabajar en mi pierna un poco más. Aparentemente Deshi pensó que el dolor me
haría hablar, pero él no quiere que muera. Aún.

Sus palabras activan las alarmas en mi cabeza.

—¿Así que nadie está vigilándote?

Como si invitara la intrusión con mis palabras, la puerta de la oficina del


Director se abre de golpe. Me pongo de pie de un salto, lista para luchar, pero me
detengo ante la vista del Sanador.

Y Leah.

El Sanador nos mira fijamente, con la boca abierta, y se afana en producir una
frase. La sonrisa falsa cae de la boca de Leah cuando ve el cuerpo dañado de Lucas.
La sangre se drena de su rostro mientras un desconcertante despliegue de
emociones marcha a través de éste. Confusión. Ira. Tristeza. Miedo. Sus ojos saltan
de Lucas, a mí, al Sanador y no se detienen. Aparto mis ojos de ella cuando el
Sanador consigue sacar sus palabras.
—¿Quién es usted? ¿Por qué está aquí? Disculpe, tendré que informar de esto.

—Espere. —Cruzo la habitación antes de que él pueda salir. Mi corazón me


pide que lo reconsidere. Cada célula de mi cuerpo grita en contra de lo que estoy
planeando hacer.

Lucas es apenas capaz de sentarse. Él no puede hacer esto; tengo que hacerlo
yo.

Los ojos del Sanador son cautelosos y muestran un poco de pánico ante mi
cercanía. Su mirada revolotea hacia Lucas y la indecisión se registra en ellos. Los
Sanadores no se ocupan de mucho, o no se ocupan en absoluto, de personas a las
que han molido a golpes para hacerlos entrar en razón. Su mirada se arrastra de
vuelta a la mía y empujo lejos el auto-desprecio que amenaza con interrumpirme,
empujando pensamientos hacia el Sanador en su lugar.

Usted no quiere decirles nada a los Otros. Mírenos. Sólo somos niños, nada
sospechoso. Ayúdenos.

Un fascinante cambio toma lugar en sus burdos rasgos de hombre mayor. Sus
ojos, de color esmeralda y duros, comienzan a enfocarse en mi rostro en lugar de
mirar a través de mí. El miedo se desliza y se mezcla con la confusión.

—¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Quién es usted? —Él mira a su alrededor, su


temor creciendo—. ¿Dónde estamos?

—Cálmese. Usted vino porque es un Sanador y Lucas necesita ayuda. —No


capta mis palabras y su agitación aumenta. Sus ojos se ensanchan y destellan de un
lado a otro, recordándome la noche en que la Sra. Morgan se volvió defectuosa.

La urgente voz de Lucas ruge través de mi creciente temor.

—Usa tu mente para calmarlo, Althea. No creo que funcione cuando hablas.

Lo intento y el Sanador se calma. Cruza la habitación hacia Lucas, abre su


maletín, y saca una gasa, una botella de líquido y una jeringa llena de fluido. Él limpia
y venda los cortes en el rostro de Lucas, entonces estudia la herida abierta en la
pierna.

—Las pastillas que le di antes acabaron con la fiebre, pero la infección es mala.
Necesita una inyección directamente en la herida.

El rostro de Lucas se contorsiona cuando el Sanador limpia la herida, luego


inyecta la jeringa en su pierna.
—¿Será capaz de caminar? —Necesito saber que recuperará algo de fuerza
pronto. Vamos a tener que correr.

El Sanador asiente, todavía de espaldas a mí mientras atiende a su paciente.

—Sí. Este antibiótico es potente. Debería mejorar en menos de diez minutos.

Quiero ir al lado de Lucas pero dejar a Leah sola parece una mala idea,
teniendo en cuenta todo lo que ella ha pasado. Es una bala perdida, una entidad
desconocida. Lucas rompió su cordura, y la mirada desquiciada en sus ojos declara
que es capaz de cualquier cosa.

El Sanador se endereza, entregándole a Lucas una compresa fría para su ojo.


Ha pasado un poco menos de cinco minutos, y no podemos esperar más. Cinco
minutos son cinco minutos de más.

Lucas se tambalea al ponerse de pie, haciendo una mueca y agarrándose el


abdomen. Él pone el mínimo peso en su pierna izquierda.

—¿Puedes caminar?

—No te preocupes por mí. Vamos. —Apunta su pulgar hacia el Sanador y


Leah—. No pueden venir con nosotros.

—A él no podemos dejarlo aquí así. Los Otros los volverán defectuoso. —La
culpa se retuerce en mi estómago. Es por esto que nuestros poderes no tienen valor.
Les hacen daño a las personas.

—Bueno, entonces trata de levantar el velo de nuevo. Sólo apúrate.

La situación exige una acción decisiva y elecciones rápidas, y me gustaría que


Lucas lo hiciera. Él al menos ha intentado arreglar un velo antes.

No hay tiempo para discutir, así que volteo hacia el Sanador y lo miro a los
ojos. Obligo a la voz en mi cabeza a sonar relajante y tranquila. Usted nunca nos vio.
Vino a curar a Lucas, tal como le ordenaron, pero él se había ido. Todo está bien.

Sus ojos se vuelven a poner vidriosos, mirando a través de mí.

Lucas agarra mi mano y me da una sonrisa tensa.

—Lo hiciste. Vamos.

—Espera.
La temblorosa voz de Leah nos detiene en seco. Los dos nos volvemos a
mirarla, y las desesperadas lágrimas en sus ojos me abren de tajo. Su expresión
suplicante me detiene, a pesar de que no tenemos tiempo para lidiar con ella.

—¿Siquiera qué estás haciendo aquí?

Su mirada se desliza hacia Lucas, luego al suelo.

—Lo vi más temprano, mientras estaba trabajando en la oficina. Me inventé


una excusa sobre olvidar mi mochila y vine a ver cómo estaba, pero el Sanador ya
estaba aquí. —Ella toma mi mano libre—. Por favor. Por favor, no me dejes así, medio
dentro y medio fuera.

Suena como si estuviera diciendo tonterías, pero no es así. En realidad no.


Lucas pone una mano en su hombro, estremeciéndose cuando pone parte del peso
sobre su pierna mala.

—¿Por cuál camino quieres ir?

—Sácalo. A ellos. Sácalos.

Los ojos de él se encuentran con los míos, pidiendo permiso. Voces en


conflicto luchan en mi mente.

—Lucas, creo que sería mejor levantar de nuevo el velo, si podemos.

Un visible estremecimiento atraviesa a Leah.

—No. No por favor. No puedo volver. Fingiré. —Ella deja caer mi mano y se
acerca a Lucas, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura—. Como tú. Fingiré.

Nuestros ojos se encuentran por encima de sus rizos de color negro azabache,
la silenciosa conversación terminando en una decisión.

Asiento.

—Leah, mírame.

Ella obedece, alejándose de Lucas.

Eres Leah Olsen. Los Otros mantienen a raya a los seres humanos controlando
sus mentes. Ahora eres diferente a todos los demás, pero debes actuar igual. Debes
hacerlo.
La enloquecida y confusa ansiedad en sus ojos grises se evapora como la
niebla en una cálida mañana de primavera. Su mirada es clara y decidida. Asustada,
pero en una cantidad saludable. Ella jadea.

—Tienen que irse. Deshi y el Supremo tienen intención de llevárselos.

Lucas aprieta su mano una vez antes de soltarla.

Ella me envuelve en un rápido abrazo feroz a medida que salimos de la oficina


interna.

—Gracias, Althea.

Nuestros pies pasan de la gruesa y silenciosa alfombra al duro suelo de


baldosas. Lucas se detiene en el agujero de la puerta, estirando la mano para tocar
los bordes del vidrio fundido. Se vuelve hacia mí, con los ojos ensanchados.

—¿Tú hiciste esto?

—Sí. ¿Quién más crees que lo hizo?

El asombro en sus ojos me irrita, como si mi estúpido talento es algo de lo


cual estar orgulloso, cuando lo único para lo que es bueno es para la destrucción.
Sus ojos se vuelven serios y tengo la sensación de que él sabe lo que estoy pensando.

—¿A dónde piensan ustedes dos que van, exactamente?

Lucas y yo trabamos miradas, temerosos de voltearnos y enfrentar al que


habla con voz suave y melosa. El tono cortante me dice que es un Vigilante.

La pregunta es, ¿cuántos de ellos están aquí?


Traducido por âmenoire

Corregido por Mari NC

—Muy interesante, lo que sucedió en esta Célula esta noche. ¿No lo crees,
Rahaj?

Lucas y yo giramos juntos, con las manos unidas. La mía está pegajosa con
sudor, y se vuelve húmeda ante el contacto con la suya helada. Dos Vigilantes de pie
detrás de la arruinada puerta, están sonriéndonos con suficiencia. Uno es alto, más
alto que cualquiera que haya visto antes.

Él habla de nuevo.

—Supongo que las historias son reales. El Jefe va a estar enojado de perderse
esto.

El pequeño camina a través del hoyo, empujando sus brazos a través de su


frente para evitar tocar los bordes derretidos.

—De cualquier forma, ¿quién de ustedes es el dragón avienta fuego?

No tengo idea qué es un dragón, pero por la referencia al fuego, debe referirse
a mí. El alto se ríe, plantándose frente a la abertura.

No tenemos a donde ir.

—¿Estás bromeando, Rahaj? La chica es hija de Flacara. Mira su cabello.

Que alguien más conozca a Fuego como mi madre solidifica el hecho en mi


mente. Mi estómago se siente extraño, el asombro y la aversión luchando por un
espacio.
El segundo me da un vistazo como si tratara de ver a alguien más en mi rostro.
Se acerca más y mi corazón se acelera ante la idea de él tocándome. El recuerdo de
los Otros más jóvenes hablando que les gustaba, queriendo hacerme cosas, regresa
con fuerza suficiente para hacerme atragantarme. Lucas se interpone entre nosotros
al último momento y el rostro lascivo del pequeño desaparece de mi vista.

—Quítate del camino, chico. ¿O disfrutaste la golpiza de más temprano?

—No la toques. Si van a tomarnos, sólo terminen con esto.

—¿Escuchaste eso, Lanej? —No puedo ver su rostro mientras se dirige a su


compañero—. Dulce, ¿cierto? ¿Amor juvenil?

El alto se carcajea.

—Adorable. Estos humanos y su amor. Tal vez deberíamos contarles lo que


les hizo a sus padres. Cómo el Supremo desgarró sus mentes hasta que rogaron
morir.

—Hazte a un lado, héroe —dice Rahaj maliciosamente—. Quiero darle un


buen vistazo a tu novia.

Lucas agarra la mano del Vigilante pequeño y él aúlla. El sonido es diferente


a cualquier cosa que haya escuchado, profundo y gutural. Agonizante.

Se libera de Lucas con algo de esfuerzo, un sonido de desgarro acompañando


la separación. Lanej corre a través de las puertas para ayudar a su compañero.

Ambos todavía están entre nosotros y la salida. Acercándome a Lucas, mi boca


se abre y mi estómago se revuelve ante la visión del brazo de Rahaj.

Le falta piel. Un gran pedazo de ella.

—Lucas. —La palabra desgarra mi garganta. ¿Qué ha hecho?

Lucas no contesta. Está en un tipo de aturdimiento. Se gira hacia mí y sus ojos


se enfocan un poco.

—Althea. Vi algo cuando lo toqué. La habitación donde torturaron a Ko. El


Supremo ordenó que los Vigilantes nos buscaran. ¿Cómo pasó eso?

—No lo sé. También vi algo cuando toqué a uno antes. Sus mentes están
conectadas, como dijo Cadi.
Lucas se despabila de su estado de ensueño más rápido de lo que yo logré
hacerlo en el pasillo, limpiando frenéticamente su palma en sus pantalones cortos.
Me hala más cerca hacia la puerta mientras Lanej se endereza y camina de vuelta a
su posición para bloquear nuestro escape. Luce asustado pero aun así poco
dispuesto a dejarnos ir.

Vuelve sus brillantes ojos hacia Lucas.

—¿Qué hiciste? Arréglalo.

—No puedo. No sé cómo.

—Congeló mi piel con su mano y cuando la jalé se… desgarró. —Intenta


explicar Rahaj pero el dolor enlazado a su voz hace que las palabras sean difíciles de
entender.

Mis manos pican por cubrir mis oídos, bloquearlo.

La bonita cara de Leah se contorsiona y cubre sus oídos, luego se deja caer
de rodillas en una esquina de la oficina administrativa. El Sanador se agacha a su
lado, palmeando su cabeza y luciendo más confundido que nunca. No van a sernos
de ayuda a Lucas y a mí, pero al menos están seguros.

Lanej obstaculiza nuestro camino pero ya no luce seguro de querer estar ahí.
La necesidad de huir controla cada otra emoción agitándose dentro de mí. El miedo,
el dolor, la aversión hacia lastimar a las personas. O incluso lastimar a Otros.

Empujando todo profundamente, atornillo mi coraje hasta que deja de


agitarse.

—Si no quieres resultar herido como tu amigo, sugiero que te quites de


nuestro camino. Nos vamos.

—No. ¿Qué van a hacer? Sólo son un par de niños. —Suena como si tratara
de convencerse. Es probablemente lo que Deshi les dijo cuando les pidió que nos
detuvieran.

—¿En serio? ¿Por qué no le preguntas a tu amigo sin piel de por allá? Supongo
que aparecieron aquí debido a las cámaras de seguridad derretidas. ¿Qué te parece
si le hago eso a tu rostro?

—No te atreverías.

No está más seguro que yo.


—¿Quieres correr el riesgo o sólo quitarte del camino?

—No pueden esconderse. No hay lugar a donde puedan ir que no podamos


encontrarlos. ¿No quieren venir con nosotros, descubrir más sobre quiénes son?
¿Conocer a sus padres? —Me está provocando para morder el anzuelo, la
desesperación matizando su voz.

Aquellos chicos que dispusieron de la Sra. Morgan estaban tan asustados de


Deshi. El Supremo torturó a Ko sin remordimiento, el enfermo placer en su rostro
delatando su gozo. La gran pregunta del momento es si el miedo al castigo de este
Vigilante de parte de su propia clase es suficiente para superar su miedo de nosotros.

Mira hacia Rahaj, y sigo su mirada. El Vigilante que Lucas lastimó ha caído
inconsciente. Sus ojos están cerrados y se desploma contra la pared. Frente a mis
ojos, los pedazos de piel restante crecen de vuelta hacia los demás.

Está curándose. Tenemos que apurarnos.

Los rasgos de Lanej se endurecen cuando nos acercamos hacia él. Va a


mantenerse de pie y pelear. Para ser honesta, también estaría más asustada de los
Otros que de mí.

Mi aversión de lo que voy a hacer se intensifica. Lucas suelta mi mano,


dándome permiso silenciosamente de encargarme del Vigilante interponiéndose en
nuestro camino.

—No te vuelvas loca, Althea.

Pienso en las cámaras derretidas y sé a lo que se refiere. La intensidad de calor


que derritió la puerta podría volver al Vigilante una pila de carne y hueso. Una
pregunta sobre cómo se ven por debajo de sus disfraces humanos atrae mi
curiosidad.

Lanej se encoje contra lo que queda de la puerta. Su rostro se afloja cuando


se da cuenta que no hay otro lugar a donde ir. Las puntas de mis dedos trazan a lo
largo de su brazo, las almohadillas calentándose una a una.

Él grita y se sacude, aunque la única evidencia de mi toque son molestas


marcas rojas. Está más aterrorizado que nada; se da cuenta y arremete contra mí. Las
tácticas de miedo en sí no van a lograrlo.

Lucas se estira hacia delante pero lo golpeo. Envolviendo ambas manos


firmemente alrededor del brazo derecho del Vigilante, dejando que el calor fluya.
Estoy dentro de su mente. Alarmas chillan. Veo la cámara de tortura de Ko,
como lo hizo Lucas. Un Otro entra derrapando, se detiene frente al Supremo.

—Han atravesado la colmena.

El rostro del Supremo se tuerce en una horrible máscara de un rostro humano.

—Vayan y atrápenlos. Usen a todos. No los subestimen de nuevo.

Tentáculos alcanzan mi cerebro y sondean, cuidadosos pero pronto dando un


doloroso pinchazo. Jadeo ante la explosión de dolor, luego siento una cachetada en
mi mejilla.

El Centro Administrativo reaparece. El Vigilante se libera de mi agarre flojo,


dejándose caer al suelo con dolor. La piel que estaba bajo mis palmas gotea y cae
desde los huesos de su brazo. Se reúne con su amigo en algún tipo de estado de
sueño. Me pregunto si eso es lo que Deshi hizo anoche, si sanan más rápido de esa
manera.

Lucas sostiene mi rostro. Está hablando. Por un segundo no puedo escuchar,


luego el sonido regresa.

—Althea. Siento golpearte. Te veías… como si no fueras a regresar.

—Saben que estamos aquí. El Supremo está de camino. Todos están de


camino. Justo ahora.

Las heridas de la víctima de Lucas han sanado casi por completo. Saber que
el daño no es permanente me hace sentir mejor.

Y también peor.

Lucas espera fuera de la puerta. Su voz es aguda.

—Althea. Muévete.

Mi cuerpo responde ante la orden en su voz. Paso a través del vidrio derretido
y nos movemos de vuelta a la entrada de la Célula a paso veloz. Mi último vistazo al
Centro Administrativo de Danbury es una imagen a los ojos gris claro de Leah
viéndome irme.

Correr no es una opción para Lucas, quien todavía abraza su costado


golpeado y cojea. Aunque sus pasos son más seguros y con suerte el antibiótico ha
comenzado a funcionar.
Las sombras reunidas contra el exterior del edificio nos ocultan. Las sirenas
explotan, lamentándose a través de la helada noche negra. Las he escuchado antes,
cuando fueron probadas, pero nunca en uso. Esta noche llaman una reunión para
buscarnos.

Hace tres meses jamás hubiera soñado con causar dolor físico, infringir trauma
mental o escapar de los Vigilantes. Nunca habría creído que ser Alguien Más
significaba que soy medio Otro.

Nunca habría imaginado que los animales no son la parte más aterradora de
este mundo.

También, la idea de encontrar a alguien como yo todavía era una fantasía.


Miro de reojo a Lucas, captando su perfil preocupado. Él lo vale.

Lucas se gira, encontrando mis ojos.

—Debemos irnos. Quién sabe cuánto tiempo más les tomará llegar aquí.
Necesitamos llegar fuera de la frontera donde hay más lugares para escondernos.
Probablemente nos buscarán en el parque primero.

Un sudor frío empapa mi cuerpo.

—Iremos tan rápido como puedas manejarlo.

Lidero el camino, avanzando por la acera pero manteniéndonos cerca al


bloque exterior del edificio. Lucas mantiene el paso mientras corremos a través de
las calles y nos mezclamos con los árboles en el lado opuesto.

Ahí es cuando los vemos.

Dos vehículos se orillan frente a la Célula y diez, no, veinte, Vigilantes salen.
La mitad entra en la Célula. El resto se dirige hacia nosotros. Hacia el parque.

Conocen el mejor lugar para buscarnos. Al menos Deshi nunca supo


exactamente dónde trepábamos sobre la frontera. Tendrán que gastar algo de
tiempo buscando.

Sin una palabra, nos apuramos para superarlos. Mi respiración explota en


jadeos que trato fuertemente de mantener callados. El sonido de la salvaje inhalación
de Lucas late en mis oídos, manteniendo el ritmo con mi corazón.

Las pisadas de los Vigilantes golpean el pavimento detrás de nosotros,


ganando terreno con cada movimiento hacia delante. Lucas agarra mi mano y jala.
Yo trastabillo y caigo, tirándolo conmigo. Gruñe suavemente cuando golpeamos el
polvo, pero me recoge en sus brazos. Rodamos detrás de un gran grupo de arbustos
de acebo cerca de la entrada del parque.

No hay tiempo para expresar mi irritación cuando los Vigilantes nos pasan
menos de un minuto después. Si hubiéramos seguido corriendo, nos hubieran
atrapado. Ahora están en el parque, paseando alrededor entre nosotros y nuestra
ruta de escape. Una vez que el sonido de sus botas a través de las hojas mojadas
desaparece, me giro y le susurro a Lucas.

—¿Ahora qué haremos?

Se encoge de hombros, luego se retrae. Su rostro pálido de nuevo, brillando


con sudor.

—No lo sé. Salir de vista era el alcance de mi plan. ¿Esperar?

—Sí, ¿por cuánto tiempo? Podría tomarles horas buscando en el parque, y


¿qué pasa si no se van? Podrían establecerse a lo largo de la frontera y esperar. —
Miro alrededor, apreciando nuestro escondite. La parte delantera de mi camisa ya
está empapada por el suelo húmedo—. Estos arbustos son gruesos, pero nos
encontrarán eventualmente.

—¿Tienes una mejor idea? —sisea las palabras, pesadas con exasperación.

—Bueno, discúlpame por no querer ser atrapada. Sabes, dado que acabamos
de herir de gravedad a un montón de Otros y probado más allá de toda duda que
tenemos poderes por los que quieren matarnos. Y de nada por no dejarte atrás, por
cierto.

—Gracias por venir por mí. Y por hacer lo que tuvieras que hacer para que
llegáramos hasta aquí.

Pensar en lo que he hecho hace que mis sienes palpiten.

Cambio el tema, manteniendo mi voz en un murmullo y mis oídos abiertos


hacia la muerte aproximándose.

—¿Qué sucedió esta mañana?

—No lo sé. Me mareé y caí mientras empacaba. La siguiente cosa que supe
es que desperté en la Célula.

—Te pregunté un millón de veces si estabas bien. ¿Por qué no dijiste algo?
Continúa como si no me escuchara.

—Supongo que los Vigilantes me lanzaron en la oficina y dejaron que el


Sanador me arreglara lo suficiente para despertar. —El rostro de Lucas se tuerce
como si quisiera golpear a alguien—. Deshi apareció y cambió a un Otro justo frente
a mí. Dos Vigilantes me sostuvieron, no me dejaron pelear mientras me golpeaba.

En otro momento, en un lugar diferente, la actitud defensiva en su voz me


podría hacer reír.

Enojo hacia los Otros burbujea a medida que doy un vistazo más cercano a
sus rasgos arruinados. Lo entierro lo mejor que puedo.

—Ha estado jugando con nosotros por un largo tiempo. ¿Estás bien ahora?

—Me siento mejor. No me voy a desmayar de nuevo, por nada del mundo. —
Lucas toca con cuidado el corte en su frente, luego roza el borde de su ojo hinchado.

—¿Puedes ver con tu ojos?

—Deja de preocuparte por mí. No he sentido dolor alguno desde que me


desperté contigo besándome.

Mis mejillas se calientan a pesar de que sé que miente.

—Cállate. ¿Qué piensas, que eres encantador o algo así?

Sonríe, su boca torciéndose debido a la hinchazón.

—Te diré algo. Salgamos de esta cosa vivos y podría dejarte besarme de
nuevo.

La declaración, hecha como una broma, en cambio me pone seria.

—Salir de esta cosa vivos es una gran interrogante en este momento.

Sólo el sonido del gélido viento aullando a través de los árboles y nuestra
respiración regular interrumpe el silencio por algunos minutos. Mi reloj indica que
son las diez y media. La luz de las farolas se acumula en charcos sobre el camino
mientras mis oídos se esfuerzan. Espero que los Vigilantes se vayan pronto del
parque. Como si escucharan mi deseo silencioso, once de ellos se hacen visibles en
ese momento. Hablan en voz baja, las palabras indiscernibles hasta que están casi
sobre nosotros.

—Aparecerán. ¿Dónde podrían ir?


—¿Escuchaste lo que vino por la línea? ¿Lo que le hicieron a los chicos en la
Célula? El Supremo no perdonará a nadie por perderlos.

Sostengo mi respiración mientras pasan a escaso metro y medio de nosotros,


discutiendo sobre el mejor curso de acción. Mis pulmones queman en protesta, pero
no dejo que el aire escape de mis labios hasta que los Vigilantes no están a la vista.
Lucas tira de mí para ponerme de pie.

—Salgamos de aquí.

Mis piernas están rígidas y acalambradas. Cojeo junto a Lucas hasta que el
entumecimiento desvanece, luego troto para mantener el paso. Luce mejor, ya no
sostiene su costado o hace gestos de dolor con cada paso.

Aunque los Vigilantes que entraron al parque avanzan lejos de nosotros, mi


incomodidad aumenta a medida que pasamos los juegos infantiles. Los árboles
proveen algo de refugio, como siempre lo han hecho, pero no lo suficiente con sus
hojas esparcidas por el suelo. Lanzan largas y delgadas sombras bajo la luz de la
luna.

Llegamos a la frontera y serpenteamos nuestro camino alrededor del punto


donde podemos trepar. Lo conozco como la palma de mi mano, no podría perderlo
si de repente fuera ciega. Lucas se estira para agarrar la valla.

Se gira para decir algo al último minuto, que es por lo que la explosión de
dolor en su rostro es tan clara cuando los enojados estallidos de chispas iluminan la
noche.
Traducido por Scarlet_danvers

Corregido por Mari NC

La valla está funcionando.

La verdad tropieza a través de mi mente, que está tan lenta y conmocionada


como mi cuerpo. Lucas sale volando de la frontera en cámara lenta, desplomándose
en el suelo. La luz y las chispas se desvanecen antes de que su cuerpo aún
sacudiéndose cae con un golpe seco. El sonido me lleva a mis sentidos y me lanzo
hacia su lado por tercera vez hoy.

—¡Lucas! ¡Lucas, respóndeme!

Él no se mueve, ni siquiera gime esta vez. En el silencio, el sonido de pasos


me hace girar rápidamente la cabeza. Deshi sale de los árboles y camina sin prisa
hacia nosotros como si no tuviera ni una sola preocupación en el mundo. Las marcas
de las quemaduras de la noche anterior se han desvanecido a arrugas rosas en
menos de veinticuatro horas.

—Demasiado mal por eso. No estoy seguro si él despertará esta vez. Estoy
algo sorprendido que lo hiciera después de plantar mi puño en su cara antes.

Mi espalda se apoya en el costado de Lucas; sé que no hay manera de


protegerlo.

—¿Cómo sabías?

—¿Qué, por dónde escaparon? —Se encoge de hombros y se apoya contra el


tronco del árbol más cercano, cruzando los pies en los tobillos.

La pose relajada es rara, falsa. En una serie de segundos, se vuelve confuso,


brillando como el Ko en mi collar, luego solidificándose en un Otro. Alto. Cabello
rubio. Ojos negros sin límites. Fría crueldad cubierta a la perfección. Su cicatriz en
forma de estrella es más grande y de un rojo más furioso de lo que jamás he visto, y
tiene una gruesa banda negra alrededor de su cuello, al igual que la del Supremo,
excepto que es una sola línea en lugar de tres.

—En realidad, no lo sabía. Busqué por la frontera después de salir de esa


corriente más temprano. Gran truco, por cierto. Apa habría estado orgulloso de su
hijo. De todos modos, debería haberme dado cuenta antes.

—Sí, bueno, supongo que tratar con tu traje de piel podrida tomó demasiado
de tu tiempo.

—Tal vez. —Él se escabulle hacia nosotros.

Me trago mi terror para evitar que se muestre. La enferma sonrisa torcida


arrastrándose por su hermoso rostro me dice que fallé. Aprieto mis labios juntos,
poco dispuestos a arriesgarme a revelar alguna información.

Se detiene a unos pies de distancia y suspira.

—Es adorable que los dos pensaran que podrían escapar. Aunque, tus
poderes son interesantes, no nos puedes matar. Pero, oh, cómo he disfrutado jugar
a este juego contigo. —Su voz baja más profundo, destilando odio—. Los célebres
mestizos hijos de los Elementales. Los productos de uniones repugnantes. Todos
ustedes merecen morir.

—Entonces, ¿por qué no nos matas?

—Mi padre, el Otro Supremo, te quiere viva. —Sus ojos logran ver la sorpresa
en mi cara—. Ah, ¿no sabes a quién atacaste antes? Él quiere saber más sobre tus
talentos en caso de, ya sabes, que sea algo que podamos utilizar. Él disfrutará
lastimándote por lo que me hiciste. Por las traiciones de tus padres.

Él da un paso más y mi mano va involuntariamente al hombro de Lucas.

—Bueno, llévanos entonces. ¿O estás demasiado asustado?

Se ríe, un espantoso ruido espeluznante.

—¿De ti? Difícilmente. Vi lo que hiciste en la Célula, y no he olvidado el revés


temporal que me diste en las Tierras Remotas esta mañana, pero aprendo rápido.

Lucas despierta, y a pesar del hecho de que somos carne muerta, lágrimas
brotan de mis ojos.
—Lucas.

Sus ojos aletean y luego se abren. Él pone una mano en su cabeza y gime,
revelando marcas de quemaduras en sus palmas.

—¿Qué pasó?

No contesto, girando mis ojos al Otro Deshi, que sigue acercándose. Los ojos
de Lucas los siguen y se amplían en estado de shock y miedo. Recupera el control
en un parpadeo y rápidamente se pone de rodillas a mi lado.

Sin previo aviso, la mano de Deshi serpentea y gira alrededor del brazo de
Lucas. Da un tirón, tirando de Lucas hacia él en el suelo, y luego lo arrastra a una
posición de pie por su cabello. Deshi sostiene a Lucas como un escudo. No hay
manera de que pueda disparar calor a Deshi y estar segura que parte de ello no
rozará a Lucas. Hay como una bufanda resbaladiza envuelta alrededor de las manos
de Deshi, una barrera entre la piel de él y la de Lucas.

Protección contra el frío.

Ante mi paso hacia delante, Deshi sonríe y niega con la cabeza.

—Yo no haría eso. Creo que el Supremo me perdonaría por matar a uno de
ustedes, siempre y cuando el segundo quede en custodia. No estoy seguro que me
importe quién de ustedes dos sea.

Lucas se esfuerza por agarrar a Deshi o escaparse. Esta vez no me sentiría mal
por quemar a alguien, pero no tengo ningún tiro claro. La mirada de Lucas sostiene
la mía, llena de emoción y fuerza. Una última y desesperada idea viene a mí en un
instante. Si esto no funciona, estamos fritos.

De cualquier manera, estaremos fritos eventualmente.

Me quedo mirando a mi amigo, mi familia, y le ruego con mis ojos que


entienda. Lucha por comprender antes de entender completamente y da una
pequeña inclinación de cabeza.

Mi mente realiza una búsqueda frenética en su contenido, tratando de


encontrar algo que pudiera hacer que funcione. Tenemos que usar el frío, el calor…
o el lugar del que viene.

Después de esta noche, encontrar el lugar dentro de mí que genera el calor


es más fácil de lo que esperaba. Ahora es más grande, y cada mala sensación, cada
emoción feliz proporcionada por las últimas semanas se mezclan juntas en mi centro.
Lo siento dispararse, y trato de enfocar la energía en viajar. Si no tenemos éxito,
nuestras vidas se acabaron. Si lo hacemos, podríamos no estar juntos cuando
despertemos.

Tienes que tocarlo.

Aléjate de mí, Fuego, gruñó en respuesta.

Cristales de hielo caen en la frente de Lucas a medida que el sudor se derrama


por mi cara. Al último segundo confío en mi madre y me lanzo hacia delante,
chocando contra él. Deshi tiene sus manos en él, así que presiono tanto de mí contra
Lucas como puedo en esa fracción de segundo.

Oigo la voz de Lucas, ya muy lejos.

—Te encontraré.

Un instante después, el mundo se oscurece.


Traducido por Malu_12

Corregido por Mari NC

Mis ojos se abren un poco, ajustándose a la habitación oscura. Estoy dentro,


eso es obvio. Esa sensación de desaparecer, la que me asusta más que nada, me
presiona hacia abajo, me sofoca. Un grito se agrupa en la parte posterior de mi
garganta mientras me esfuerzo por convencerme de que existo.

Funciona en el último momento, como siempre.

Estoy en una cama. Sola.

El edredón es grueso y de un azul profundo. Me recuerda a los ojos de Cadi


cuando se molesta. Sin moverme, mis oídos captan el aullido del viento sacudiendo
la ventana en su marco.

Deslizo mis pies en las zapatillas junto a la cama y me dirijo a la ventana. Me


dejo caer en el asiento acolchado y presiono mi frente contra el cristal helado. Mi
aliento sopla patrones blancos como la nieve arremolinándose afuera. Se aferra a las
ramas de los árboles delgados y se pega a la tierra, acumulándose en profundas
montañas contra el bordillo. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas.

Es invierno. Estoy en Iowa. Esto significa, entre otras cosas, que Lucas se ha
ido.

Él no puede venir aquí. Ni siquiera sé si ha conseguido salir de otoño con vida.


La soledad que mantuvo a raya con su presencia las últimas semanas me pellizca
como una bestia hambrienta. Me va a comer viva en poco tiempo. Ya no queda nada
para combatirlo.
He ido en contra de lo que creo y usé la violencia para salvarnos. Los Otros
saben quiénes somos, cómo lucimos. Es posible que no sepan dónde estoy en este
instante, pero no les llevará mucho tiempo averiguarlo.

Mi medallón vibra contra mi pecho, no tan violentamente como el día en que


Ko salió de él, pero lo suficiente para hacerme saltar. No aparece nada en esta
ocasión, así que con una mano temblorosa lo tiro por encima de mi cabeza y lo abro.
Mi nota está en su interior, como esperaba. La retiro como siempre, desplegándola
con cuidado. La vista de las palabras alteradas atasca mi respiración en mi garganta:

Althea,

Lucas está a salvo. Ayudaremos en todo lo que podamos. Tienes que correr.

—Cadi.
Althea y Lucas apenas escaparon de las
garras de los Otros en otoño, y se separaron en el
proceso. Sola y huyendo de la cruel raza alienígena
decidida a exterminarla, Althea lucha por adaptarse
y sobrevivir en un mundo que nunca imaginó.

Cuando un chico llamado Pax aparece de la


nada, reconoce rápidamente a Althea por lo que es:
un híbrido humano/Otro como él. Althea le ruega
que la ayude a encontrar a Lucas, pero Pax se niega,
con la intención de seguir su propia agenda
misteriosa.

La presencia de los Otros continúa


devorando los recursos del planeta, y si la historia
es una indicación, no se irán hasta que la tierra esté
destruida sin remedio alguno. Althea y Pax sienten
que la única manera de salvarse a sí mismos, y tal
vez a su hogar, es entender los poderes latentes en
su interior.

Juntos empujan los límites de sus capacidades en las tranquilas Tierras


Remotas, pero pronto se enfrentarán a un hecho aterrador: no hay lugar a salvo de
la persecución implacable de los Otros.

Excepto sus propias mentes.

The Last Year #2


Criada por una familia de ex agricultores y/o casi
estrellas del rock del sureste de Iowa, Trisha Leigh tiene
un título en cine de la Universidad Cristiana de Texas.
Actualmente vive en Kansas City, MO.

Whispers in Autumn es su primera novela, y se


encuentra trabajando duro en el resto de la serie. Se
dedica en su tiempo libre reseñando en la televisión y el
cine, relajándose con su adorable y ruidosa familia,
leyendo cualquier libro que cae en sus manos, y siendo
arrastrada al aire libre por sus perros Yoda y Jilly.

Para saber más sobre Trisha Leigh, por favor


visítala en: trishaleigh.com.
LizC

Malu_12

Adaly LizC Nelshia

Apolineah17 Mae Otravaga

AnnaTheBrave Malu_12 Scarlet_danvers

Ateh Mari NC Shilo

Âmenoire MartinaFab Ximena Vergara

Leogranda

Aniiuus Mari NC

Kat090 Selene

LizC

LizC Cecilia.

Vous aimerez peut-être aussi