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SENTENCIA
En la Villa de Madrid, a diez de Octubre de dos mil ocho.
En el recurso de casación por infracción de Ley interpuesto por la acusación particular en nombre de Jose
Ignacio y las representaciones de Sergio , Carlos Francisco , Federico Y Rebeca , contra sentencia dictada
por la Audiencia Provincial de Alicante, Sección Primera, que condenó a Sergio , Carlos Francisco , Federico
, Rebeca y otro no recurrente por delito de secuestro y contra la integridad moral, los componentes de la
Sala Segunda del Tribunal Supremo que arriba se expresan se han constituido para la vista y votación bajo
la Presidencia del primero de los indicados y Ponencia del Excmo. Sr. D. Andrés Martínez Arrieta, siendo
también parte el Ministerio Fiscal y estando la acusación particular de Jose Ignacio representada por la
Procuradora Sra. Grande Pesquero; Sergio representado por la Procuradora Sra. Muñoz González; Carlos
Francisco representado por la Procuradora Sra. Leal Mora; y Federico y Rebeca ambos representados
por la Procurador Sra. Gutiérrez Sanz; como recurridos Juan Pedro , Ildefonso y Arturo representados por
el Procurador Sr. García Barrenechea; Jose Pedro representado por el Procurador Sr. García Díaz y Pablo
representado por la Procuradora Sra. Isla Gómez.
I. ANTECEDENTES
Primero.- El Juzgado de Instrucción nº 2 de Villena, instruyó sumario 42/06 contra Jose Pedro , Sergio ,
Carlos Francisco , Federico , Rebeca , Pablo , Ildefonso , Arturo y Juan Pedro , por delito de secuestro y
contra la integridad moral, y una vez concluso lo remitió a la Audiencia Provincial de Alicante, que con fecha
21 de diciembre de dos mil siete dictó sentencia que contiene los siguientes HECHOS PROBADOS: "Sobre las
1610 horas de la tarde del día 3 de marzo de 2004, cuando Jose Ignacio salía del chalet de su propiedad
sito en el nº NUM000 de la partida DIRECCION000 , en la CARRETERA000 - Sax, que sirve también de
oficina de la empresa familiar, conduciendo un vehículo de alquiler Renault Escenic, matrícula ....-GKR , se
encontró en la puerta de la finca, obstaculizándose el paso, un vehículo del que se bajó una persona no
identificada que esgrimiendo una pistola le ordenó que se bajase del suyo, a lo que hizo caso omiso, dando
un acelerón, logrando esquivarlo, pasando cerca de otra persona no identificada que acompañaba al hombre
armado, encontrándose a unos díez metros, ya en el camino, otro vehículo matrícula de Almería que le cerraba
totalmente el paso, en el que aguardaba otra persona tampoco identificada, que también llevaba una pistola,
por lo que al tratar de esquivarlo perdió el control del vehículo, colisionando contra una valla, causando daños
en el lateral izquierdo de su coche, quedando aturdido, acercándosele los tres asaltantes armados, que tenían
acento colombiano, que le apearon a la fuerza y forcejearon con él, propinándole golpes en las manos y en
la cabeza, logrando introducirlo en el maletero de uno de los vehículos que llevaban, marca Mercedes, siendo
transportado durante varias horas en ese habitáculo, proporcionándole una botella de agua que les pidió el
cautivo dado que se estaba ahogando, dándose múltiples golpes contra las paredes del maletero al circular a
velocidad excesiva, derramando sangre en abundancia, llevándole hasta una casa rural llamada La Bodega, sita
en la carretera CV-81, en el término municipal de Bañeres de Mariola (Alicante), propiedad de Dña. Penélope
, lugar donde quedaría retenida la persona secuestrada, que al llegar a la casa rural fue sacada del maletero,
proporcionándole una manta.
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JURISPRUDENCIA
Dicha casa había sido alquilada a finales de febrero por el procesado Pablo , nacido el 28 de enero de 1980,
sin antecedentes penales, al que acompañaban el procesado Juan Pedro , nacido el 12 de febrero de 1962,
sin antecedentes penales, y el procesado Arturo , nacido el 15 de agosto de 1965, sin antecedentes penales,
desconociendo cual iba a ser su finalidad.
Transcurrida hora y media llegó el procesado Jose Pedro , nacido el 12 de febrero de 1958 y con antecedentes
penales cancelables, al que sus secuaces llamaban "el patrón", acompañado de los también procesados
Carlos Francisco , natural de Colombia, nacido el 24 de noviembre de 1973, sin antecedentes penales, el cual
había acondicionado previamente el chalet, adquiriendo una estufa y comestibles y Sergio , nacido el 5 de
marzo de 1965, sin antecedentes penales; procediendo a taparle la cabeza con una venda, preguntándole Jose
Pedro si le conocía, dándose a conocer diciéndole que le tenía que entregar todo el dinero que tuviese al tiempo
que le insultaba y le amenazaba con cargarse "a sus hijos, sobrina, y a la puta de la hija de Victoria " si no le
daba todos sus bienes, y que "si no le daba las escrituras en un mes le iba a rajar en canal", propinándosele en
su presencia dos golpes en la cara, apretándole los ojos con los pulgares, diciendo al resto de secuestradores
"darle a este señor un trozo de pan y cinco euros".
Acto seguido le encerraron en una habitación muy fría, rectangular, de dos metros de fondo por cuatro de
ancho, en la que había una cama que ocupaba la anchura de la habitación, atándola de pies y manos con unas
bridas grandes de plástico de color blanco, dos en los pies y dos por delante de las manos, que sólo soltaron
en dos ocasiones, abriendo la brida central que unía las de las manos, para darle de comer, permaneciendo allí
varios días echado en la cama, quedando la habitación en penumbra, ya que la luz eléctrica estaba apagada
y sólo había una ventana que estaba tapada con visillos, teniendo que hacer sus necesidades fisiológicas en
un cubo, pues sólo le permitieron ir al aseo dos veces en cuatro días.
Al día siguiente, 4 de marzo, siendo las 10,20 horas, Jose Pedro llamó por teléfono desde una cabina sita
en la playa del Postiguet de Alicante, al móvil número NUM001 de Luis Antonio , hermano del secuestrado,
en el momento en que Luis Antonio se encontraba en el Cuartel de la Guardia Civil de Sax denunciando su
desaparación, citándolo para que fuese a las 13 horas de ese día al bar La Biblioteca, sito en la zona de ocio del
puerto de Alicante, para fijar las condiciones del rescate, diciéndole que "no hiciese ningún movimiento extraño
o su hermano lo iba a pasar mal"; dirigiéndose Luis Antonio al lugar convenido junto con un miembro de la
Guardia Civil, no pudiéndose celebrar la entrevista ya que el procesado se dio cuenta de que no iba sólo, puesto
que estaba vigilando sus movimientos desde la ventana de una habitación del hotel Meliá que había ocupado
con anterioridad con tal finalidad, llamándole por teléfono a las 13,10 horas recriminándole este hecho.
Sobre 21 horas de esa misma tarde Jose Pedro permitió al secuestrado hacer una llamada de teléfono a
su hermano Luis Antonio , indicándole que tenía que decirle que le entregase el dinero, pero Jose Ignacio
aprovechó para decirle que el secuestro era cosa del Gallo, apodo con el que conocían a Jose Pedro , "que
estaba jodido" y que había que solucionarlo como fuese; por lo que los procesados le arrebataron el teléfono
y comenzaron a agredirle al no atenerse a lo que le había ordenado que dijera.
Instantes después le permitieron hacer una nueva llamada a su hermano con las mismas instrucciones,
haciendo Jose Ignacio nuevamente caso omiso, diciéndole "iros de ahí, me van a matar", por lo que le volvieron
a agredir, apuntándole con las pistolas que llevaban; realizando una tercera llamada, que fue antedida por
Victoria , persona de la confianza de Jose Ignacio , a la que, por orden de sus captores indicó "que entregaran
las cosas ya".
Sobre las 21,54 horas Jose Pedro realizó otra llamada desde el teléfono NUM002 ald e Luis Antonio , y tras
interesarse sobre si había hablado con su hermano, le citó a él y a la mencionada Autora a las 13 horas del
siguiente día en Andorra, para convenir otra vez las condiciones del rescate, diciéndole que entonces le daría
instrucciones, amenazando con hacer daño a los hijos de Jose Ignacio o a los suyos, por lo que aquellos,
acatando la orden, viajaron allí, recibiendo una nueva llamada a las 13,05 horas del día 5, cuando ya habían
llegado a Andorra, citándolos en la sección de tabacos de centro comercial Punt de Trobada, donde finalmente
se reunieron los tres en un restaurante del lugar; amenazándoles el procesado de muerte, amenaza que hizo
extensiva a sus familias, exigiéndoles que vendieran todas las propiedades que tuviesen para pagar la deuda
que tenía Jose Ignacio , y que si no accedían les iba a mandar trocitos del secuestrado poco a poco, empezando
por los dedos, advirtiéndoles que si denunciaban el hecho les iba a enviar un regalito de catorce kilos que ya
había colocado en la finca de Sax; que la vida de Jose Ignacio dependía de lo que ellos hicieran, que tenía
trabajando para él a veinte colombianos y que le sobraba gente para hacer daño a las familias de los dos; que
a Victoria la iba a colgar con las tripas de su hija y que iba a matar a la hija de Luis Antonio .
Como no obtenía rápida respuesta a sus exigencias, a las 14,09 horas del día 8 de marzo Jose Pedro llamó
nuevamente desde Valls (Tarragona) al móvil de Luis Antonio , cogiéndolo Victoria , a la que esta vez citó
a las 20 horas en la cafetería del Corte Inglés de la Diagonal de Barcelona, a la que acudió Jose Pedro , no
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JURISPRUDENCIA
presentándose los otros; repitiéndose las llamadas al día siguiente, día 9, a las 13,30 en la que manifestó a
Luis Antonio que su hermano estaba bien y le pidió colaboración; y a las 15,14 en la que dijo a Victoria , que
atendió la llamada, que podría hablar con el secuestrado cuando todo terminase.
Como el tiempo transcurría y no se veía una pronta solución, Jose Pedro decidió que había que cambiar
de ubicación al detenido, y con tal finalidad ya habia ordenado previamente a los procesados Federico ,
nacido el 16 de noviembre de 1951, sin antecedentes penales y Rebeca , nacido el 31 de octubre de 1956,
sin antecedentes penales, que acondicionaran la habitación de una casa de la que ambos tenían el uso y
disponibilidad, pues pasaban allí períodos vacacionales, sita en la calle Alt Camp de la pedanía Pineda de Santa
Cristina de la localidad de Bisbal del Penedés (Tarragona), dejándola de tal forma que se pudiera mantener
al secuestrado en condiciones de que no pudiera ser localizado, oculta e insonorizada, confeccionando éstos
una lista del material adecuado; desplazándose ambos en una furgoneta Iveco, alquilada por Rebeca a
Viladecamps (Barcelona), donde compraron moqueta roja de doble cara, poliespan gordo, vigas, jabalina,
una cadena de eslabones gruesos, una argolla y dos candados, abonando la mujer el importe, procediendo
entonces a arreglar el zulo, de unso 2,96 metros de largo por 2,23 metros de ancho, al que se accedía desde el
interior de la vivienda por una puerta de madera de unos 62 centímetros, con cerradura externa y dos argollas
preparadas para el cierre mediante candado; instalando paneles de insonorización de poliespán en las paredes,
que ocultaban una pequeña ventana de 52 centímetros de alto por 42 de ancho, para qu el ocupante no pudiera
ver la puerta, bajando la altura del techo, poniendo moqueta en el suelo con los mismo fiens de insonorización,
no existiendo ningún tipo de ventilación, teniendo el receptáculo una bombilla incandescente con interruptor
externo a la habitación; realizando las obras entre los días viernes 5 y domingo 7 de marzo.
El día 9, siguiendo el plan ideado por Jose Pedro , procedieron a cambiar la ubicación del secuestrado, y así,
tras avisar mediante una llamada de teléfono que hizo esa mañana a Federico , de que iban a hacer el traslado,
sobre las 14 horas, entre tres personas no identificadas con acento colombiano, el sacaron de la habitación en
la que se encontraba y le metieron en el maletero de un vehículo Opel Omega o Renault gris, montándose Jose
Pedro y uno de los secuestradores en un Chrysler Boyager, matrícula H-....-IM , de su propiedad, circulando
juntos los dos vehículos durante varias horas, hasta que, sobre las 17,45 llegaron a la nueva casa, en la que les
esperaba Federico , sacando entre todos al rehén del maletero con los ojos vendados, atándole las manos por
detrás, llevándolo al zulo, donde lo ataron con la cadena de eslabones gordos y pesados que habían comprado
Federico y Rebeca , uniendo el extremo de ésta a una argolla en el suelo, procediendo el propio Jose Pedro a
ponerle un candado de grandes dimensiones y muy pesado a la altura del cuello, a modo de collar, quedándose
entonces solos el secuestrado y Jose Pedro , el cual, quitándole la venda le conminó con amenazas a que
entregara todas las escrituras de sus propiedades, quejándose de que tanto su hermano como Victoria no
se presentaban a las citas; tratándolo siempre en forma burlona, llegando incluso a obligarle a brindar con un
yogur líquido y a darle, en otra ocasión, un beso y un abrazo, llamándole "viejo".
Jose Ignacio permaneció allí encerrado, tumbado en una colchoneta de goma espuma delgada colocada sobre
el suelo, sin poder lavarse ni cambiarse de ropa, pese a que les rogó en varias ocasiones que le permitieran
asearse, negándose a ellos sus captores, los cuales sólo le proporcionaron para comer unos paquetes de
embutidos envasados al vacío, palmeras dulces y algo de leche en una botella de dos litros de coca cola,
aunque no todos los días, pues tenia que racionarla, debiendo hacer sus necesidades de rodillas, debido a que
estaba atado con la cadena, en un cubo para orinar y otro para defecar.
Durante ese tiempo la casa era guardada por el procesado Federico , recibiendo las visitas de la procesada
Rebeca , que le llevaba comida y tabaco para él y el secuestrado, realizando ésta también el día 11 labores de
vigilancia, manteniendo comunicación telefónica con Jose Pedro , del que recibía instrucciones.
Como resultado de la investigación policial, sobre las 3,30 horas de la madrugada del día 13 de ese mes de
marzo se ejecutó el Auto de entrada y registro dictado por el Juzgado competente, irrumpiendo agentes de
la Guardia Civil en el domicilio donde se encontraba Jose Ignacio , hallándole dentro del zulo tumbado en
el colchón, con las piernas atadas mediante unas bridas situadas a la altura de los tobillos, enganchado a la
cadena de eslabones de hierro, con sendos candados cerrados, uno sujeto mediante una argolla al suelo y
otro cerrando el extremo opuesto de la cadena alrededor de su cuello, vistiendo las mismas ropas que llevaba
cuando fue secuestrado, siendo entonces liberado, impidiendo así el suicidio del mismo, pues Jose Ignacio
, para huir de los sufrimientos a que le habían sometido sus captores, ya había intentado acabar con su vida
cuando estaba en el primer zulo, colocándose una bolsa de plástico en la cabeza, haciendo un nudo en el cuello
para no dejar pasar el aire; mas como no lo consiguió de esta forma, ya que el oxígeno seguía pasando, lo trató
de nuevo tragando papel higiénico e intentando tragarse el reloj; teniendo ahora la intención de ahorcarse con
la cadena, puesto que lo había probado y funcionaba.
En ese momento fue detenido el procesado Federico , que se encontraba de guardián en la casa, y
posteriormente el procesado Jose Pedro , cuya detención se produjo ese mismo día en las inmediaciones
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JURISPRUDENCIA
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JURISPRUDENCIA
Cuarto.- Formado en este Tribunal el correspondiente rollo, la representación de la acusación particular y los
recurrentes Sergio Jose María , Federico y Rebeca , formalizó el recurso, alegando los siguientes MOTIVOS
DE CASACIÓN:
La representación de Sergio :
ÚNICO.- Al amparo del artículo 849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por indebida aplicación del artículo
21.5 del Código penal.
La representación de Carlos Francisco :
PRIMERO.- Al amparo del artículo 852 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por vulneración del derecho a la
presunción de inocencia.
SEGUNDO.- Al amparo del artículo 849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por aplicación indebida de
los artículos 164, 173.1º y 177 del Código Penal y por inaplicación indebida del artículo 21.5 del Código
Penal (atenuante de reparación del daño) y del artículo 21.6º del Código Penal (atenuante muy cualificada de
dilaciones indebidas).
TERCERO.- Al amparo del artículo 849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por error en la apreciación de
la prueba.
CUARTO.- Al amparo del artículo 850.1º y 5º de la Ley de Enjuiciamiento Criminla, por denegación indebida de
las diligencias de prueba propuestas.
La representación de Federico :
PRIMERO.- Al amparo del artículo 5.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por vulneración del derecho a la
presunción de inocencia.
SEGUNDO.- Al amparo del artículo 5.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por vulneración del derecho a la
tutela judicial efectiva.
TERCERO.- Al amparo del artículo 849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por indebida aplicación del
artículo 28 en relación con el 164 del Código Penal.
CUARTO.- Al amparo del artículo 849.1º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por indebida aplicación de los
artículos 173.1º y 177 del Código Penal.
La representación de Rebeca :
PRIMERO.- Al amparo del artículo 5.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por vulneración del derecho a la
presunción de inocencia y el principio de "in dubio pro reo".
SEGUNDO.- Al amparo del artículo 849.2 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por error en la apreciación de
las pruebas.
TERCER A QUINTO MOTIVOS.- Los tres motivos se interponen al amparo del artículo 849.1º de la de
Enjuiciamiento Criminal, por infracción, respectivamente, del artículo 164 del Código Penal de los artículos
173.1 y 177 del Código Penal y del artículo 28 del Código Penal, en relación con los anteriores.
La acusación particular en nombre de Jose Ignacio :
PRIMERO Y SEGUNDO MOTIVOS.- El primer motivo se articula al amparo del artículo 852 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva en relación a la absolución de
Jose Pedro , Carlos Francisco y Sergio de los delitos de amenazas del artículo 169.1 del Código penal, y
lesiones de los artículos 147 y 148 del mismo texto legal, y el segundo motivo al amparo del artículo 849.1º de la
Ley de Enjuiciamiento Criminal, por infracción de los mismos preceptos penales en relación con la absolución
de los acusados por dichos ilícitos penales.
TERCERO.- Al amparo del artículo 849.2º de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, por error en la apreciación de
las pruebas.
Quinto.- Instruido el Ministerio Fiscal de los recursos interpuestos, la Sala admitió el mismo, quedando
conclusos los autos para señalamiento de vista cuando por turno correspondiera.
Sexto.- Hecho el señalamiento para la vista, se celebró ésta y la votación prevenida el día 8 octubre de 2008.
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JURISPRUDENCIA
PRELIMINAR.- La sentencia objeto de la presente censura casacional enjuicia unos hechos particularmente
graves. Según refiere el hecho probado las cinco personas condenadas, con su respectiva actuación,
secuestran a una persona y la someten a unos condiciones de privación de libertad, que son subsumidas en el
tipo penal del secuestro y del delito contra la integridad moral. Contra la sentencia formaliza una impugnación
la acusación particular del ofendido, que insta la condena por delito de amenazas y de lesiones, y las defensas
de cuatro de los condenados. Analizamos la impugnación, en primer término de la acusación particular y,
seguidamente, la de las defensas de los condenados en la instancia.
RECURSO DE LA ACUSACIÓN PARTICULAR DE Jose Ignacio
PRIMERO.- Analizaremos conjuntamente la impugnación de esta parte acusadora al coincidir los tres motivos
en la impugnación que formaliza. En efecto, en el primero de los motivos denuncia la vulneración de su derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva afirmando que el derecho que invoca para fundamentar la impugnación
debió suponer la condena por los delitos de lesiones y amenazas el que calificó los hechos en la instancia.
En el segundo, formalizado por error de derecho, cuestiona la subsunción realizada al entender que del hecho
resulta la calificación en el delito de amenazas y en el de lesiones. En el tercero, formalizado por error de
hecho en la apreciación de la prueba, destaca la pericial médica forense como documento acreditativo del
error en un extremo que ha sido incorporado al hecho probado, los padecimientos sufridos por el perjudicado
a consecuencia del cautiverio, "un trastorno por estrés postraumático crónico que está dando paso a un
nivel de mayor gravedad, presentando una transformación persistente de la personalidad tras la experiencia
catastrófica sufrida; cuyas lesiones tardaron en alcanzar la estabilización 573 días de los que 365 estuvo
impedido para dedicarse a sus ocupaciones habituales".
Con relación al primer motivo de la impugnación constatamos que el derecho que invoca, la tutela judicial
efectiva, ha sido efectivamente observado en el enjuiciamiento, pues el tribunal de instancia ha dado
respuesta a las pretensiones jurídicas planteadas por las partes, particularmente por la parte que recurre, en
el procedimiento legalmente marcado y proporcionando una respuesta a la cuestión deducida. Es ajeno a la
vulneración que se denuncia la conformidad de la sentencia con las pretensiones realizadas, pues el derecho
fundamental, en su contenido esencial, se satisface con una respuesta jurisdiccional razonada a la pretensión
deducida en un procedimiento acorde con las previsiones legales. El tribunal de instancia en la sentencia que
se impugna proporciona esa respuesta con la que el recurrente no está de acuerdo, por lo que presenta una
impugnación casacional que se resuelve en este recurso.
El tercer motivo, carece de contenido casacional pues el error que denuncia, la pericial sobre la existencia de
lesiones y de un tratamiento médico, aparece en el hecho probado, luego no es un error en la valoración de
la prueba sino que lo que se denuncia es un error de subsunción, extremo que se plantea en el segundo de
los motivos de la impugnación.
Analizando el recurso desde el error de derecho que denuncia, plantea un doble error, la inaplicación del art.
169.1, el delito de amenazas, y el delito de lesiones de los arts. 147 y 148. 1 y 2 del Código penal.
Con relación al delito de amenazas, afirma que durante el tiempo que duró el cautiverio del ofendido en el
delito de secuestro fue objeto de continuas y graves amenazas que al ser innecesarias para la detención de
que era objeto adquieren autonomía propia que merecen ser sancionadas.
La desestimación es procedente. El delito de detención ilegal puede concurrir, en régimen de concurso real,
con el delito de amenazas al no ser éstas medio necesario para la comisión del delito de detención ilegal (ATS
1174/2004, de 23 de septiembre). Señalado lo anterior el hecho probado de la sentencia, del que se parte
en la impugnación, no permite la subsunción que se postula en el delito de amenazas. Refiere como frases
del relato fáctico subsumibles en el delito de amenazas tres, que pertenecen a la subsunción en el delito de
secuestro o al delito contra la integración moral por el que han sido condenados. Así, la expresión realizada
al hermano de la víctima para que "no hiciera ningún movimiento extraño o su hermano lo iba a pasar muy
mal", no tiene una sustantividad propia distinta de la exigencia de la condición para la liberación, elemento del
tipo agravado del secuestro, además de ir dirigida a una persona, el hermano del secuestrado, por el que no
se ha formulado acusación. La segunda expresión del hecho probado sobre el que solicita la subsunción en
el delito de amenazas, también carece de sustantividad propia diferenciada del delito de secuestro. Se relata
que el ofendido pudo tener un contacto telefónico con su familia en el que expresó que le iban a matar, una
frase que no era la que tenía que decir según le habían indicado los autores de la detención, lo que motivó
"una agresión y que le apuntaran con las pistolas que llevaban", expresión fáctica que forma parte de las
condiciones de la detención subsumidas en las lesiones, constitutivas de falta y del delito que se postula
seguidamente, y en el delito contra la integridad moral por el que han sido condenados. La tercera, en la que
destaca que "el secuestrado y Jose Pedro el cuál quitándole la venda de los ojos le conminó con amenazas",
ha de relacionarse en el hecho probado en el que se describe un cambio de ubicación del secuestrado y las
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JURISPRUDENCIA
amenazas, que no se detallan salvo con el empleo genérico del término "amenazas". Las mismas forman parte
de las condiciones del secuestro como delito contra la libertad, en este caso deambulatoria, por el que han
sido condenados.
En el segundo motivo de la impugnación de la acusación particular denuncia, también por error de derecho,
la inaplicación al hecho probado del delito de lesiones, concretamente de lesiones psíquicas. Para el análisis
del motivo es forzoso comprobar la realidad fáctica declarada probada que en el particular que interesa
declara que el ofendido en el delito, además de unas lesiones físicas, padeció "A causa de los padecimientos
sufridos durante su cautiverio un tratorno por estrés postraumático crónico que está dando paso a un
nivel de mayor gravedad, presentando una transformación persistente de la personalidad tras la experiencia
catastrófica sufrida; secuela que precisarapara su curación tratamiento psicológico y psiquiátrico prolongado;
cuya lesiones tardaron en alcanzar la estabilización 573 días, de los que 365 estuvo impedido para dedicarse
a sus ocupaciones habituales".
Esa transcripción de la pericia hace inviable, e innecesaria, el análisis del tercer motivo de la impugnación,
como anteriormente hemos expuesto, al incorporarse en el relato fáctico el contenido del documento que se
designa.
Del hecho probado resultan los elementos del delito de lesiones que se postula, esto es la causación de una
insanidad mental que requiere tratamiento médico y de la que se detallan los días de sanidad sufridos. A
pesar del relato fáctico, en principio claro en la descripción del presupuesto del tipo de lesiones, el tribunal de
instancia no condena por el delito porque "son consecuencia natural de los delitos contra la integridad moral
y secuestro quedando la secuela psíquica absorbida por ellos sin poder apreciar además un delito de lesiones
autónomo".
El motivo será estimado. Es cierto que, como dijimos en la STS 1928/2003, de 12 de noviembre, en este
punto del debate, tanto la doctrina como la jurisprudencia en las pocas ocasiones que le ha sido planteado el
problema, han sido un tanto fluctuantes con argumentos pocas veces favorables a la tesis recurrente (nunca
de manera muy clara) y otras, la mayor parte, desfavorables a ella. Los argumentos que se emplean en estos
últimos supuestos van desde la falta de dolo hasta entender que la acción lesiva se encuentra subsumida en
el delito principal de la que ésta trae causa.
La inexistencia de dolo, que el recurrido Jose Pedro ha opuesto en la vista del recurso ha de ser deshechada,
ya que, en todo caso, a los hechos probados sería de aplicación la figura del dolo eventual.
Se describen una serie de acciones de los que resulta una insanidad mental que se declara probada. El dolo
del autor, en el delito de lesiones, debe comprender la acción y el resultado. Respecto a su acreditación,
como elemento subjetivo participa de las reglas generales empleadas por la jurisdicción, esto es, a través de
inferencias racionales deducidas de los hechos declarados probados. Desde esta perspectiva es razonable
pensar que la reiteración de actos agresivos, su continuidad en el mantenimiento de una situación, que
desborda los propios del delito de detención ilegal y contra la integridad moral, como los golpes, los
encadenamientos, las vejaciones, las condiciones del encierro, privándole de las necesidades básicas de
manutención y de aseo personal, han determinado la producción de un resultado típico, lesiones, que eran
racionalmente previsibles desde la realización voluntaria de la acción.
Desde la realización de la acción, en los términos que se declara probado la producción del resultado sobre
la sanidad mental del acusado era causal, objetiva, al resultado producido. Debemos recordar, por otra parte
que la custión fue sometido a debate del Pleno de la Sala II que con carácter no jurisdiccional se celebró
al diez de octubre 2003 que acordó "Las alteraciones psíquicas ocasionadas a la víctima de una agresión
sexual ya han sido tenidas en cuenta por el legislador al tipificar la conducta y asignarle una pena, por lo
que ordinariamente quedan consumidas por el tipo delictivo correspondiente por aplicación del principio de
consumación del artículo 8.3º del Código Penal, sin perjuicio de su valoración a efectos de la responsabilidad
civil".
El relato fáctico, en el particular que interesa a la resolución de este motivo, declara probado que los acusados
en este delito realizan diversas conductas sobre el ofendido, parte de las cuales se integran en el delito contra
la integridad moral, en tanto que otras exceden de esa subsución, y que en el hecho probado se concretan
en el hecho de oprimir los ojos con los pulgares, someter al detenido a golpes continuos con la cabeza
tapada, a continuas vejaciones, golpes, le llevan en el maletero del coche con la cabeza cubierta, le someten
a condiciones de privación de libertad duras, describiéndose los habitáculos y las condiciones de sujeción,
hechos que, además de innecesarios en la detención y al ataque a la integridad moral, son causales al resultado
de lesiones y se traducen en las secuelas que se describen en el hecho probado, estrés postraumático crónico,
y durante la ejecución con los deseos e intentos de autolesión que el perjudicado sufrió.
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JURISPRUDENCIA
La subsunción en el delito de lesiones ha sido tratada por la jurisprudencia antes y a raíz del mencionado
Acuerdo del Pleno no jurisdiccional. Así la STS1080/2003 de 16 de julio abordó la cuestión relativa a si
los resultados psíquicos que pudieran aparecer en los delitos de agresión se consumen, o no, en los de
agresión causales de estas conturbaciones, en este caso la agresión sexual, pero que pueden aparecer
en otros delitos como los robos con intimidación, amenazas, etc.. En otras palabras, si las consecuencias
psíquicas o espirituales de la conturbación psíquica que la psicología y psiquiatría recogen con diversas
denominaciones como estrés postraumático, trastornos adaptativos de carácter depresivo angustioso, etc.,
que son consecuencia de una agresión se consuman en el delito de agresión del que hacen causa, o alcanzan
una autonomía típica en el delito de lesiones.
En la Sentencia 1590/99, de 13 de noviembre, dijimos que estas situaciones "son precisamente las
consecuencias extratípicas del delito que han impulsado al legislador a poner bajo la amenaza de pena
los delitos sexuales, en los que no se trata sólo de proteger la libertad, sino como medio de protección
de la personalidad en un sentido mas amplio. Por esta razón... el legislador, aunque no ha exigido ninguna
consecuencia psíquica de la víctima en el tipo del delito (de agresión sexual) ha considerado que por regla la
comisión del delito las producirá".
Consecuentemente, en el supuesto de existencia de resultados psíquicos, pudiéramos decir "normales",
correspondientes a la agresión realizada, esos resultados se consumen en el delito de agresión declarado
probado, siendo preciso, para alcanzar una subsunción autónoma en el delito de lesiones, concurrentes según
las reglas del concurso ideal, que las consecuencias psíquicas aparezcan claramente determinadas y excedan
de lo que pudiera considerarse resultado y consecuencia de la agresión y por lo tanto subsumibles en el delito
de agresión y enmarcado en el reproche penal correspondiente al delito de agresión. Será, necesariamente, la
prueba pericial la que deba determinar si la conturbación psíquica que se padece a consecuencia de la agresión
excede del resultado típico del correspondiente delito de agresión o, si por el contrario, la conturbación
psíquica, por la intensidad de la agresión o especiales circunstancias concurrentes, determina un resultado
que puede ser tenido como autónomo y, por lo tanto subsumible en el delito de lesiones.
Resulta patente que toda agresión personal produce, además del correspondiente resultado típico contra
la propiedad, en el caso del robo con intimidación, la libertad, en otros delitos, una conturbación anímica
en ocasiones limitada al sobresalto o a la perplejidad del ataque, generando desconfianza, temor, incluso,
angustia consecuencia natural del hecho agresivo. El legislador prevé esas consecuencias y las contempla
en la determinación del reproche correspondiente al delito. Pero también es posible que esos resultados
de la agresión superen esa consideración normal de la conturbación anímica y permitan ser consideradas
como resultado típicos del delito de lesiones adquiriendo una autonomía respecto al inicial delito de agresión
merecedora del reproche contenido en el delito de lesiones, siendo preciso su determinación como resultado
típico del delito de lesiones y la concurrencia de los demás elementos típicos del delito de lesiones, esto es,
la asistencia facultativa y el tratamiento médico que expresen, claramente, el diagnóstico de la enfermedad
y dispongan el preciso tratamiento para la sanidad. Lo relevante es la prescripción del tratamiento efectuado
por un médico siendo indiferente que la actividad posterior la realice el propio médico o la encomiende a los
profesionales en la materia objeto del tratamiento (En este sentido, SSTS 355/2003, de 11 de marzo, 625/2003,
de 28 de abril,, 2463/ 2001, de 19 de diciembre).
En el caso de autos, el informe de los médicos forenses refiere como consecuencia de los hechos que
el ofendido sufrió un estrés postraumático crónico y que requiere tratamiento psicológico y psiquiatrico,
señalando días de sanidad en un tiempo prolongado que se declara probado. Desde luego, el diganostico, la
cronicidad de la lesión y el periodo de tratamiento médico que se declara exceden de las meras conturbaciones
psíquicas o normales de un acto agresivo, y tienen una sustantividad propia y distinta de la propia de la
agresión, procediendo su subsunción en el delito de lesiones en los términos en los que se insta en el recurso.
La estimación del motivo de la acusación particular no resuelve en su integridad los problemas de la cuestión
planteada. Es preciso acordar el régimen de concurrencia de los delitos, si concurso ideal o real. Pudiera
parecer que, en principio, la producción de los resultados típicos, la privación de libertad y las lesiones psíquicas
o entre estas y los atentados a la integridad moral existió una identidad de acción con multiplicidad de
resultados, supuesto en el que la concurrencia sería bajo las normas del concurso ideal, pero del hecho
probado resulta tal pluralidad de acciones, con dos habitáculos en los que se priva de libertad, con la relación
variada de hechos que desbordan y exceden de la consideración de hecho único productor de resultados, lo que
aboga por la consideración de una pluralidad de acciones con distintos resultados que concurren realmente.
Por otra parte, la recurrente solicita la aplicación de la agravación del número 1 y 2 del art. 148 del Código
penal, esto es la utilización de medios peligrosos o del ensañamiento o de la alevosía. La estimación de este
apartado de la subsunción conllevaría un riesgo añadido de lesionar el principio de non bis in idem, en la
medida en que la consideración de medios peligrosos o de los presupuestos de la agravación específica de
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JURISPRUDENCIA
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JURISPRUDENCIA
que afirma una enfermedad que le impide la asistencia al juicio oral, sin justificación. Tampoco se pidió la
suspensión ni se formuló protesta por la denegación.
Con relación a estos testigos, la improcedencia de la denuncia que se formula resulta de la ausencia de una
situación de denegación de suspensión del juicio oral que no fue solicitada por la defensa de quien hoy recurre.
Otros dos testigos que tampoco comparecieron, Asunción y Ariadna , si que fue protestada la denegación
de la suspensión del juicio oral, por lo que pudieran fundamentar el quebrantamiento que se denuncia. Sin
embargo también será desestimada la pretensión de anulación que se articula en el motivo.
Respecto a la testigo Asunción consta en la causa que se intentó su localización a través de la policía
siendo su paradero desconocido. Por lo tanto la prueba no era posible y la continuación del juicio procedente,
atendidas las necesidades de realización del juicio sin demoras. En cuanto a la segunda testigo propuesta su
incomparecencia motivó que el tribunal se planteara la necesidad y relevancia de la prueba y tuvo en cuenta
que había declarado su marido, que había testificado en el juicio oral sobre la comida en la que estuvieron
junto al acusado. El testimonio de la mujer sería en el mismo sentido, pues no testificaría sobre los hechos
de la acusación sino sobre la coartada que alegaba el acusado y sobre esa línea de defensa había sido oído
el marido de la testigo incomparecida, por lo que el testimonio ofrecido, en el momento en el que se pidió la
suspensión no era necesario ni relevante en la acreditación del hecho presentado por la defensa y la decisión
del tribunal ordenando la continuación del juicio era razonable, atendiendo a la privación de libertad de los
acusados y a la necesidad de un enjuiciamiento en tiempo razonable.
Consecuentemente, el motivo se desestima.
CUARTO.- Denuncia en el primero de los motivos de la impugnación la vulneración del derecho fundamental
a la presunción de inocencia.
El motivo se desestima. En una reiterada y pacífica jurisprudencia de esta Sala hemos concretado el contenido
esencial del derecho y las facultades revisoras de los órganos jurisdiccionales encargados del conocimiento
de los recursos cuando se invoca el derecho fundamental a la presunción de inocencia. Así, hemos declarado
(STS 175/2000, de 7 de febrero), que se vulnera el derecho fundamental a la presunción de inocencia cuando
se condena sin pruebas, o éstas son insuficientes, o estas no son susceptibles de valoración, por su ilicitud o
su irregularidad en la obtención y práctica de la prueba. También cuando la motivación de la convicción que
el tribunal expresa en la sentencia es irracional o no se ajusta a las reglas de la experiencia o de la lógica.
Consecuentemente, el ámbito sobre el que se ejerce el control revisor del derecho fundamental que se invoca
se contrae a comprobar que ante el tribunal de la instancia se practicó la precisa actividad probatoria; que
ésta es susceptible de ser valorada, por su práctica en condiciones de regularidad y licitud previstas en la ley,
concurriendo los requisitos de inmediación, oralidad, publicidad y contradicción efectiva; que tiene el sentido
preciso de cargo; que permite imputar a una persona, objetiva y subjetivamente, unos hechos por los que es
acusado; y que la valoración de la prueba desarrollada por el tribunal de instancia es racional y lógica.
Frente a la alegación del recurrente en el sentido de que su intervención se limitó a la limpieza de la casa,
el tribunal de instancia valora la testifical de la víctima y los reconocimientos en rueda del acusado y el
efectuado en el juicio oral. El tribunal analiza las declaraciones del acusado, destacando las contradicciones
en las que incurrió, como negar la compra de efectos para después afirmarlo y así explicar la aparición
de huellas dactilares en la estufa que fue comprada para el desarrollo del cautiverio. También destaca lo
ilógico que supone la realización de la limpieza en una vivienda que dista 100 kilómetros de su casa. La
declaración de la víctima es tenida en cuenta para formar la convicción del tribunal que destaca cómo los
secuestradores, que inicialmente tapaban su cara con bolsas, posteriormente se relajaron en las medidas de
seguridad y pudo verles la cara y hablar con ellos. De ahí la singular relevancia que para el tribunal tiene los
reconocimientos que del acusado realiza la víctima y que reproduce en el juicio oral en el que reconoce al
acusado como uno de los que le retuvieron. Esa declaración de la víctima junto a las corroboraciones, que se
detallan en la fundamentación y la presencia de huellas dactilares en la estufa que había sido comprada para
la realización del secuestro, permiten declarar que la presunción de inocencia ha sido correctamente enervada
por la realización de una actividad probatoria regularmente aportada al enjuciamiento y con sentido preciso
de cargo sobre el hecho y la participación del acusado.
Las alegaciones del recurrente sobre la defectuosa composición de la rueda choca con la documentación de la
diligencia en la medida en que a la misma el acusado fue asistido de Letrado quien no puso objeción alguna a
su realización. Se trata, por otra parte, de una cuestión que esta Sala no puede revisar, pues ni estuvo presente
ni resulta de la documentación.
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JURISPRUDENCIA
El tribunal desde la inmediación en la práctica de la prueba analiza y valora las declaraciones personales oídas
en el juicio, la del acusado, la víctima y la de un testigo presentado por él y, conforme al art. 717 de la Ley
procesal, realiza una valoración que esta Sala, carente de la necesaria inmediación, no puede sustituir.
QUINTO.- En el segundo de los motivos de la oposición denuncia el error de derecho en el que incurre
la sentencia con una triple denuncia. En primer lugar, la indebida aplicación del art. 28 del Código penal,
reputando cómplice al acusado. Además, la inaplicación del art. 21.5, considerada de especial cualificación,
argumentando que se le intervino una escasa cantidad de dinero y que junto a lo aportado por los coimputados,
supone la reparación del hecho delictivo. Por último, denuncia la inaplicación de la atenuante de análoga
significación por las dilaciones indebidas, arguyendo que el transcurso de cuatro años supone el presupuesto
de un plazo no razonable para el enjuiciamiento de los hechos.
La desestimación es procedente. Con respecto a la consideración de autor del secuestro y del delito contra la
integridad moral, ningún reproche cabe realizar a la subsunción del tribunal de instancia.
En efecto, autor según el art. 28 del Código es quien realiza el hecho por sí solo, conjuntamente o por medio
de otro del que se sirve como instrumento. También es considerado autor el que coopera a su ejecución con
un acto sin el cual no se hubiera efectuado.
La sentencia impugnada declara que son coautores porque existe concierto de voluntades y ejecución
conjunta de la acción y aseguramiento y esa actuación conjunta se refleja en el hecho probado. Así cuando
se afirma que el primer habitáculo en el que fue privado de libertad el perjudicado fue acondicionado por
este recurrente y se añade que transcurrida una hora y media desde la privación de libertad por personas
desconocidas se personaron el recurrente y los otros dos condenados por el hecho quienes, conjuntamente,
le comunicaron la realización del secuestro, lo que iban a pedir y, seguidamente, lo encerraron, lo ataron de
pies y manos y allí permaneció varios dias mientras se negociaban las condiciones de la liberación hasta su
traslado a otra casa en la que continuó la detención. Con relación al delito contra la integridad moral, que el
recurrente no discute, se refiere a ella el hecho probado detallando las condiciones de la detención, lo angosto
del habitáculo, las lesiones producidas por los golpes recibidos, etc, que proporcionan la base fáctica del delito
contra la integridad moral. Del relato fáctico se desprenden las notas caracterizadoras de la autoría, existió
un reparto de funciones entre ambos autores en ejecución de un plan de actuación con dominio funcional del
hecho.
La coautoría aparece caracterizada desde el plano subjetivo por una decisión conjunta de los autores que
permite engarzar las respectivas actuaciones enmarcadas en una división de funciones acordadas. Desde
el plano objetivo, las acciones de los coautores deben ser en fase de ejecución del delito. Además, ambos
coautores deben dominar, conjunta y funcionalmente, la acción, controlando el hecho típico sin que entre
la acción de uno u otro aparezca una nota de subordinación que permitiría encuadrar una aportación en la
complicidad.
Con relación a las circunstancias de atenuación que se postulan la desestimación es procedente con remisión
al hecho declarado probado. En lo que respecta a la atenuante de reparación, no existe un comportamiento
postdelictivo realizado por este recurrente que fundamente la aplicación de una atenuación fundada en la
reparación efectuada, sin que quepa entender que el comportamiento de un coimputado permita la aplicación,
a quien no repara, de una atenuante derivada de un comportamiento personal de reconocimiento de la lesión
producida.
En cuanto a las dilaciones indebidas, constatamos que aunque todo proceso penal puede, y debe, ser
enjuiciado en un plazo temporal breve compatible con las necesidades de respeto de los derechos de las
partes, acusadoras y defensoras, en el caso de autos se comprueba la complejidad de los hechos, con nueve
imputados, y multitud de diligencias de investigación. El recurrente no suministra dato alguno sobre un retraso
en la tramitación, se limita a solicitar una atenuación, que ni tan siquiera fue instada en el juicio oral, y la
comprobación de la causa permite constatar que la demora en la tramitación se produjo al plantearse un
articulo de previo pronunciamiento a cuya resolución hubo de esperarse para la celebración del juicio oral.
SEXTO.- En el tercero de los motivos denuncia el error de hecho en la apreciación de la prueba para lo que
designa la documentación de la diligencia de reconocimiento en rueda en la que destaca que el perjudicado
reconoció, además de al recurrente, a otra persona que no tenía relación con los hechos.
La desestimación es procedente porque el documento designado no es sino la documentación de una
diligencia de naturaleza personal, en cuanto recoge las declaraciones de un testigo sobre el conocimiento de
una persona, por lo tanto, sujeto a la valoración del tribunal que la percibe al ratificarla en el juicio oral pero sin
posibilidad de acreditar un error en los términos del art. 849.2 de la Ley Procesal penal.
RECURSO DE Federico
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JURISPRUDENCIA
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JURISPRUDENCIA
de ventanas, colocó argollas y encadenaron al ofendido en el delito; la comida le era racionada y en el hecho
se describe la escasa cantidad y la imposibilidad de asearse, al tiempo que se describe la utilización de unos
recipientes para realizar sus necesidades fisiológicas. El acusado, además de esa función de acondicionar
también es quien vigila al ofendido en el delito, luesgo conoce las condiciones infrahumanas en las que se
desarrolla y participa en la causación de la ofensa a la integridad moral.
Como dijimos en la STS 896/2007, de 28 de noviembre la integridad moral se configura como una categoría
conceptual propia, como un valor de la vida humana independiente del derecho a la vida, a la integridad física,
a la libertad en sus diversas manifestaciones o al honor.
No cabe la menor duda que tanto nuestra Constitución como el CP. configuran la integridad moral como una
realidad axiológica, propia, autónoma e independiente de aquellos derechos, y tan evidente es así que tanto
el art. 173 como el art. 177 del CP. establecen una regla concursal que obliga a castigar separadamente las
lesiones a estos bienes de los producidos a la integridad moral. De aquí se deduce también que no todo
atentado a la misma, necesariamente, habrá de comportar un atentado a los otros bienes jurídicos, siendo
posible imaginar la existencia de comportamientos típicos que únicamente quiebren la integridad moral sin
reportar daño alguno a otros bienes personalísimos.
Resulta pues obligado delimitar el concepto penal de integridad moral que, evidentemente, no cabe confundir
con el derecho fundamental a la misma.
Una primera aproximación podría realizarse desde la idea de la dignidad de la persona (art. 10 CE), pero esta
resulta insuficiente porque la dignidad constituye el fundamento ultimo de todos los derechos fundamentales
y quizá el propio sistema de garantías y libertades de un Estado de Derecho. El Tribunal Constitucional no fija
un concepto preciso de integridad moral pero si puede afirmarse que le otorga un tratamiento autónomo de
otras valoraciones, e interpreta un concepto desde la idea de la inviolabilidad de la personalidad humana, es
decir, el derecho a ser tratado como persona y no como cosa. Así habla de "sensación de envilecimiento" o
de "humillación, vejación e indignidad". La STC 120/90 de 27.6 nos puede servir de paradigma de la posición
de dicho Tribunal al decir que el art. 15 CE. garantiza el derecho a la integridad física y moral "mediante el
cual se protege la inviolabilidad de la persona no solo contra ataques dirigidos a lesionar su cuerpo o espíritu,
sino también contra toda clase de intervención en esos bienes, que carezca del consentimiento del titular", así
pues, la inviolabilidad de la persona aparece como idea central en esta materia.
Todas estas consideraciones anteriores ponen de manifiesto que la idea de integridad moral posee un
reconocimiento constitucional (art. 15) y jurídico-penal (arts. 173 y 177), que además supone la existencia de
un bien jurídico, de un valor humano, con autonomía propia, independiente y distinto de los derechos a la vida,
a la integridad física, a la libertad y al honor. Esto es, que la integridad moral configura un espacio propio y por
consecuencia necesitado, susceptible y digno de protección penal. Y este espacio o ámbito propio, se define
fundamentalmente desde la idea de la inviolabilidad de la personalidad humana en el derecho a ser tratado
como uno mismo, como un ser humano libre y nunca como un simple objeto. En este sentido, el Tribunal
Constitucional viene vinculando -como ya hemos señalado- la integridad con la inviolabilidad de la persona
(SSTC. 120/90, 137/90 y 57/94) y en la doctrina científica se relaciona con los conceptos de "incolumidad e
integridad o inviolabilidad personal".
Esta Sala, en Sentencia 3.10.2001, analiza el concepto de integridad moral, que es el bien jurídico protegido,
declarando: "El art. 15 de la Constitución reconoce a todos el derecho a la "integridad moral" y proscribe con
carácter general los "tratos degradantes". La integridad moral es un atributo de la persona, como ente dotado
de dignidad por el solo hecho de serlo; esto es, como sujeto moral, en sí mismo, investido de la capacidad para
decidir responsablemente sobre el propio comportamiento. La garantía constitucional de la dignidad, como
valor de la alta calidad indicada, implica la proscripción de cualquier uso instrumental de un sujeto y de la
imposición al mismo de algún menoscabo que no responda a un fin constitucionalmente legítimo y legalmente
previsto.
Igualmente la STS. 213/2005 de 22.2 nos precisa que: De acuerdo con lo expuesto la integridad moral estaría
compuesta por vía negativa por elementos subjetivos, tales como los constituidos por la humillación o vejación
sufrida por la víctima que se ve tratada de forma instrumental y desprovista de su dignidad, pudiendo, además,
concurrir la nota del dolor físico, y también por elementos objetivos en referencia a la forma y modo en que
se produce el ataque.
Ciertamente la descripción típica está formulada en términos amplios que rozan por su imprecisión descriptiva
con el principio de taxatividad penal.
En todo caso la nota que puede delimitar y situar la conducta dentro de la órbita penal radica, por paradójico
que parezca, en un límite que es a su vez difuso, nos referimos a la nota de la gravedad "....menoscabando
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JURISPRUDENCIA
gravemente su integridad moral....", nos dice el art. 173 del Código Penal, esta exigencia de gravedad, deja
claro que no todo trato degradante será típico conforme al art. 173, sino sólo los más lesivos, ello nos reenvía
a la práctica jurisdiccional de los Tribunales Internacionales y de la Jurisdicción interna.
De ello se derivarían como elementos que conforman el concepto de atentado contra la integridad moral los
siguientes --STS 294/2003 de 16 de Abril --:
a) Un acto de claro e inequívoco contenido vejatorio para el sujeto pasivo.
b) La concurrencia de un padecimiento físico o psíquico.
c) Que el comportamiento sea degradante o humillante con especial incidencia en el concepto de dignidad
de la persona- víctima.
Y todo ello unido a modo de hilo conductor de la nota de gravedad, lo que exigirá un estudio individualizando
caso a caso.
Como se recoge en la STS 824/2003 de 5 de Julio, se trata de un tipo residual que recoge todas las conductas
que supongan una agresión grave a la integridad moral que no integran una afección mayor, y por el lado
inferior, esa nota de gravedad constituye el límite respecto de la falta del art. 620-2º --vejación injusta--.
Directamente relacionada con la nota de la gravedad está la cuestión de si se exige una continuidad en la
acción, es decir, si bastará una sola y aislada acción o se requerirá una continuidad y persistencia en el tiempo,
esto es una actitud.
Al respecto la jurisprudencia de la Sala ha puesto el acento --de acuerdo con el tipo-- en la intensidad de
la violación, lo que puede derivarse de una sola acción particularmente intensa que integre las notas que
vertebran el tipo, o bien una conducta mantenida en el tiempo.
En este sentido, la STS 489/2003 de 2 de Abril y las en ella citadas se refieren a que "....Cuando en alguna
sentencia nos remitimos a una duración notoria y persistente expresamos que el quebranto de la integridad
moral que exige al tipo como resultado debe ser grave, conforme se exige en el art. 173, sin que se requiera que
este quebranto grave se integre en el concepto de lesión psíquica cuya subsunción se encuentra en los tipos
penales de las lesiones. La acción degradante se conceptúa como atentado a la dignidad que, normalmente
requerirá una conducta continuada ..... si bien nada impide que la acción degradante pueda ser cumplida con
una acción que presente una intensidad lesiva para la dignidad suficiente para la producción del resultado
típico....".
En efecto por trato degradante habrá de entenderse aquél que pueda crear en las víctimas sentimientos
de temor, de angustia y de inferioridad susceptibles de humillarles de envilecerles y de quebrantar, en su
caso, su resistencia física o moral. El núcleo de la descripción típica está integrado por la expresión «trato
degradante», que -en cierta opinión doctrinal- parece presuponer una cierta permanencia, o al menos repetición,
del comportamiento degradante, pues en otro caso no habría «trato» sino simplemente ataque; no obstante
ello, no debe encontrarse obstáculo, antes bien parece ajustarse más a la previsión típica, para estimar
cometido el delito a partir de una conducta única y puntual, siempre que en ella se aprecie una intensidad lesiva
para la dignidad humana suficiente para su encuadre en el precepto; es decir, un solo acto, si se prueba brutal,
cruel o humillante puede ser calificado de degradante si tiene intensidad suficiente para ello.
Por ello, como el atentado a la integridad moral debe ser, en consecuencia grave, la acción típica ha de ser
interpretada en relación con todas las circunstancias del hecho y cuando el atentado no revista la entidad
suficiente estaremos ante la falta del art. 620.2 CP. (SSTS .
Desde el hecho probado resultan los elementos anteriormente señalados y la lesión a la dignidad del detenido
al someterle a unas condiciones en la detención vejatorias e infrahumanas que atentaron su dignidad.
RECURSO DE Rebeca
UNDÉCIMO.- Analizaremos conjuntamente la impugnación de esa recurrente pues los cinco motivos de su
oposición pueden ser analizados desde la perspectiva del derecho fundamental a la presunción de inocencia
con el que encabeza su oposición a la sentencia.
En el segundo de los motivos que opone reitera la oposición al hecho probado denunciando el error de hecho
en la apreciación de la prueba para lo que designa las declaraciones documentadas en el acta del juicio oral,
en el atestado policial y las declaraciones ante el Juez de su marido, el anterior recurrente. Ninguna de esas
diligencias que documentan pruebas de naturaleza personal tienen la condición de documento acreditativo de
un error que se denuncia, pues como prueba personal está sujeta a la inmediación del tribunal que la percibe,
14
JURISPRUDENCIA
por lo que no puede fundamentarse un error de hecho sobre la base de una actividad probatoria que ha de ser
valorada de forma inmediata de la que esta Sala carece.
En el tercero, cuarto y quinto de los motivos, denuncia sendos errores de derecho por la indebida aplicación
de los tipos penales que tipifican el delito de secuestro, contra la integridad moral y el régimen de la autoría,
motivos de oposición en los que la recurrente reitera que no intervino como autora en el hecho sino que realizó
un actuar subordinado a su marido que limitó a acompañarle en la compra de tabaco y de comida.
Con relación al derecho fundamental a la presunción de inocencia constatamos que en la causa existe
una actividad probatoria suficiente para afirmar parte del relato fáctico, concretamente lo que se refiere
al acondicionamiento del habitáculo en la vivienda donde transcurrió parte del cautiverio y la actividad de
la acusada llevando tabaco y comida con conocimiento de la realidad de los hechos. Esto resulta de las
declaraciones de su marido, que así lo manifestó en las indagaciones realizadas en la instrucción de la causa
y que fueron leídas en el juicio oral en el que se negó a declarar. Además, la propia recurrente lo admite en
su declaración, si bien añade que lo realizó por miedo sin poder reaccionar, en una manifestación que realiza
en el juicio oral y que la sala contempla como meramente exculpatoria de su conducta. Sin embargo hay un
hecho que tiene relevancia en la subsunción cual es el de su presencia en la vivienda realizando funciones
de vigilancia, concretamente el día 11. Ese hecho carece de una actividad probatoria y el tribunal de instancia
la fundamenta en la lógica del escrito del Ministerio fiscal con los siguientes términos "por ello en el relato
de hechos probados se acoge el apartado del escrito de acusación del Ministerio fiscal que situa también a
la procesada realizando labores de vigilancia el dia 11". Ese extremo fáctico, de singular importancia, pues
afecta a la subsunción en el delito contra la intgegridad moral, al expresar un conocimiento de las condiciones
concretas del cautiverio, y en la imputación de una labor de vigilancia, lo que será relevante en la calificación
de la conducta como de autoría, aparece desprovisto de la precisa actividad probatoria, pues el ofendido no
lo refiere y tampoco resulta de las declaraciones de los coimputados. En todo caso, aparece en el hecho
probado sin fundamentación y sin una base probatoria en el que asentarlo. Por lo tanto, no resulta acreditada
la realización de actos de vigilancia del detenido por carecer del preciso sustrato probatorio.
Si, como acabamos de señalar, no resulta acreditada la participación de esta acusada realizando funciones
de vigilancia, la subsunción en el delito contra la integridad moral queda sin base fáctica, pues la tipicidad del
delito se realiza desde la existencia de unas condiciones de la detención, ciertamente inhumanas y vejatorias,
que la acusada no vió ni intervino en su mantenimiento.
Con relación a la denuncia que efectúa por error de derecho por indebida aplicación del art. 28 del Código
penal, la estimación es procedente. Ciertamente la realización de actos de acomodación de un habitáculo en
el que se sabe que va a ser encerrado un hombre supone una aportación relevante a la ejecución del delito
de secuestro, pero en el actuar de la acusada hay algunos datos que restan contenido a su conducta para
subsumirlo en la autoría. Ella actúa, no a instancias de la persona a la que los demás llaman "patrón", sino
que lo hace a requirimiento del marido para que le acompañe a la compra de efectos con los que acomodar la
estancia donde iba a ser encerrado. Se trata de un actuar subordinado a la del autor, a quien asume la ejecución
del delito. Con relación a la segunda actividad que realiza, la de comprar tabaco y llevar comida, es una acción
que no es ejecutiva respecto a la privación de libertad y no supone una aportación necesaria para la ejecución
del delito contra la libertad, sino reemplazable e incluso pudo ser desarrollada por los autores materiales.
De acuerdo a nuestros precedentes jurisprudenciales la calificación de la aportación en la complicidad, art.
29 del Código penal se refiere a aquellos que, sin poder ser tenidos como autores, "...cooperan a la ejecución
del hecho con actos anteriores o simultáneos" lo que significa, -como destaca la doctrina- obligadamente
y en primer lugar, la existencia de "una aportación causal al hecho en el sentido de una condición, que
posibilite, refuerce o facilite, la ejecución del hecho". Esa aportación, en el caso concreto de la acusada consiste
en colaborar con el otro condenado, del que era pareja, en acomodar un habitáculo para la realización del
secuestro y en proporcionar, a su marido y al ilegalmente detenido, comida y tabaco, aportaciones que si bien
no suponen actos de ejecución en el delito contra la libertad, sí que suponen una colaboración con el plan del
autor en la realización del secuestro en los términos que tiene diseñados.
Consecuentemente, con estimación de los motivos de la impugnación formalizada por esta acusada, debemos
absolverla del delito contra la integridad moral y calificar de complicidad la participación en el delito de
secuestro de esta recurrente, a la que se impondrá la pena 4 años de prisión con las accesorias legales. Pena
que excede en un año a la mínima procedente que se justifica en la gravedad del hecho del que la recurrente
era conocedora, como ella reconoce y resulta de la prueba, y las condiciones en que la detención se realizó de
los que tenía conocimiento por su aportación al hecho.
III. FALLO
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JURISPRUDENCIA
SEGUNDA SENTENCIA
En la Villa de Madrid, a diez de Octubre de dos mil ocho.
En la causa incoada por el Juzgado de Instrucción nº 2 de Villena, con el número de sumario 1/06 y seguida
ante la Audiencia Provincial de Alicante, por delito de secuestro y contra la integridad moral contra Jose Pedro
, Sergio Jose María , Federico , Rebeca , Pablo , Ildefonso , Arturo y Juan Pedro , y en cuya causa dictó
sentencia la mencionada Audiencia con fecha 21 de diciembre de dos mil siete, que ha sido casada y anulada
por la pronunciada en el día de hoy por esta Sala Segunda del Tribunal Supremo, integrada por los Excmos.
Sres. expresados al margen y bajo la Ponencia del Excmo. Sr. D. Andrés Martínez Arrieta, hace constar lo
siguiente:
I. ANTECEDENTES
UNICO.- Se aceptan y reproducen los antecedentes de hecho de la sentencia dictada por la Audiencia Provincial
de Alicante.
F A L L A M O S:
Que ratificamos las condenas a Jose Pedro , Sergio Jose María y Federico , por los delitos de secuestro y
contra la integridad moral a las penas contenidas en el Fallo de la Sentencia impugnada que en estos extremos
se ratifica.
Que debemos condenar y condenamos a Jose Pedro , Sergio y Carlos Francisco como autores rsponsables
de un delito de lesiones del art. 147 Cp. a la pena de 1 AÑO DE PRISIÓN a cada uno de los condenados,
accesorias legales de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo que dure la
16
JURISPRUDENCIA
condena, debiendo indemnizar conjuntamente y solidariamente al perjudicado por este delito en 30.000 euros
para el delito de secuestro, ratificándose en este extremo sobre responsabilidad civil en orden a la aplicación
al pago de la misma de la suma consignada y la intervenida.
Que debemos absolver y absolvemos a Rebeca del delito contra la integridad moral y la codenamos como
cómplice del delito de secuestro a la pena de 4 AÑOS DE PRISIÓN, accesorias legales de inhabilitación especial
para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo que dure la condena, debiendo indemnizar al perjudicado
en la cantidad señalada de forma conjunta y solidaria con la limitación de 25.000 euros.
En orden a las costas se condena a Jose Pedro , Sergio Jose María al pago de 6/9 partes y a Federico
al pago de 6/9 partes y a Rebeca al pago de 1/9 parte en las que se incluirán y en su proporción a la
Acusación Particular declarando de oficio las 2/9 partes restantes y se ratifican los demás pronunciamientos
de la sentencia impugnada.
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Colección Legislativa lo pronunciamos, mandamos y
firmamos Andrés Martínez Arrieta Perfecto Andrés Ibáñez José Manuel Maza Martín Manuel Marchena Gómez
José Antonio Martín Pallín
PUBLICACIÓN.- Leidas y publicadas han sido las anteriores sentencias por el Magistrado Ponente Excmo. Sr.
D. Andrés Martínez Arrieta, mientras se celebraba audiencia pública en el día de su fecha la Sala Segunda del
Tribunal Supremo, de lo que como Secretario certifico.
17